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Se trata de la más elocuente denuncia y advertencia sobre la crisis del capitalismo en muchos
años, materializada en una profunda y creciente desigualdad económica y social entre las
personas, comenzando por Estados Unidos.
Entre sus mensajes, cabe destacar los siguientes: “el capitalismo debe ser reformado si
queremos salvar nuestra democracia. Esto requerirá rechazar la ideología pasada de moda de
Milton Friedman: el dogma de que una empresa debe poner el valor del accionista por encima
de todos los demás objetivos. Requerirá que las corporaciones operen…en beneficio de todos
los interesados (stakeholders): clientes, empleados, proveedores, comunidades y
accionistas…Además, debemos preguntarnos… ¿Cómo fomentamos la inversión en las
personas y sus habilidades, no solo en automatización y robótica? ¿Qué significa escribir un
código tributario que reduzca la desigualdad? ...Con demasiada frecuencia, la política pública
hace exactamente lo contrario: en 1982, una regla de la Comisión de Bolsa y Valores permitió
a las corporaciones recomprar sus acciones…Esto creó un entorno en el que las empresas
aceleraron el uso de opciones sobre acciones y capital como formas de compensación
ejecutiva…Solo en 2018, las empresas estadounidenses gastaron más de $ 1 billón de dólares
(en español) en la recompra de sus propias acciones…”
Algunos años atrás, en 1986, Hyman P. Minsky, escribió y publicó una memorable obra,
“Sabilizing An Unstable Economy” (Estabilizando una Economía Inestable), en la que
expuso su premonitoria tesis acerca de la inestabilidad inherente al sistema capitalista, y la
consecuente necesidad de intervenirlo por parte del estado, a fin de sacarlo a flote. Sus
enemigos del área neoliberal de la economía llegaron a acusarlo de comunista, cuando lo que
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perseguía, como John Maynard Keynes, su inspirador, era ahuyentar la sombra de los
totalitarismos y salvar la democracia.
Una oportunidad única para comenzar cuanto antes dicha tarea, es la próxima reforma
tributaria que ineluctablemente tendrá que abordarse el año siguiente. La cual no podrá
limitarse a tapar coyunturales huecos fiscales, como ha venido sucediendo en promedio cada
año y medio durante la historia reciente. Una reforma fiscal estructural es aquella que, al
menos, tenga una vigencia de dos períodos presidenciales. Ahora el fundamento ineludible e
inaplazable debe ser el combate contra la insoportable extrema desigualdad, que, de
proseguir, podría ser la sepulturera de nuestra democracia y nuestra libertad.