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Introducción:
Primera Parte
Capítulo I:
Aspecto físico de la República Argentina, y
caracteres, hábitos e ideas que engendra.
Capítulo II:
Originalidad y caracteres argentinos. El rastreador. El baquiano. El
gaucho malo. El cantor.
Capítulo III:
Asociación. La pulpería.
Aquí Sarmiento retoma el capítulo I y agrega lo siguiente:
En el campo hay necesidad de crear una sociedad ficticia para remediar la
normal desasociación.
En la pulpería se dan y reciben las noticias, allí concurren los parroquianos de
los alrededores; se arman carreras de caballos; está el cantor. Se encuentran
el juego y el licor. Allí se fraterniza.
Esta asociación accidental de todos los días, al repetirse, formaría una
sociedad, una asamblea sin objeto público, sin interés social, sonde empiezan
a echarse las raíces de las reputaciones.
El gaucho estima por sobre todo las fuerzas físicas, la destreza del manejo del
caballo, y el valor. Se dedica, por ejemplo, a los juegos de equitación.
El gaucho anda armado del cuchillo, herencia de los españoles. Éste es un
instrumento que le sirve para todas las ocupaciones; no puede vivir sin él.
Juega a las puñaladas, desenvaina el cuchillo y marca a su contrincante, lo
hiere en la cara, sin matarlo. La riña se traba por reputación. No tiene intención,
en principio, de matar. Matar es una “desgracia”. Juan Manuel Rosas había
hecho de su residencia una especie de asilo para los homicidas (Paternalismo
político).
En esta sociedad, entonces, la cultura del espíritu es imposible, no exista bien
público. El gaucho se convierte en malhechor o en caudillo, según el rumbo
que las cosas tomen.
Autoridades de la campaña: Para reprimir a los desalmados se necesitan
jueces más desalmados aún. Estas autoridades (recordar a los capataces)
forman ideas en el pueblo sobre el poder de la autoridad, que más tarde
acarrea sus efectos. El juez se hace obedecer por su reputación de audacia
temible, su justificación es “así lo mando yo”. El comandante de campaña tiene
más poder que el juez y sus características son, aun, más terribles. Para
gobernar se hace uso de los hombres que más temor inspiran, y esta es la
manera de proceder de los gobiernos débiles. Cuando rosas se apodero de
la ciudad, exterminó a todos los comandantes que lo habían ayudado a
ascender, a fin de que no le disputaran el lugar de poder que empezaba a
ocupar.
Estos pormenores dados hasta aquí acerca de la vida en los campos
argentinos, con su orden, su sistema de asociación característico, tienen el fin
de explicar los fenómenos sociales argentinos y la revolución que estalló en
1810.
Los capítulos anteriores son los que suelen tomar en el secundario. A esos hay
que agregarles: a) el capítulo I de la Segunda parte (o capítulo 5) sobre la
infancia de Quiroga y b) el IX o 13 (Barranca Yaco). Vean más abajo.
Capítulo IV:
Revolución de 1810.
Segunda parte.
Capítulo II.
La Rioja. El comandante de campaña.
Capítulo III:
Sociabilidad. Córdoba. Buenos Aires (1825).
Facundo posee La Rioja como dueño absoluto. Como no hay letras, no hay
opiniones, y como no hay opiniones, La Rioja es una máquina de guerra.
Estado de las ciudades más importantes del país:
Córdoba: es una de las ciudades más bonitas del continente. Hasta 1829 el
espíritu de Córdoba es monacal y eclesiástico. Si bien la vieja universidad
cordobesa tiene un alto nivel, está casi exclusivamente circunscripta a la
teología. El espíritu de córdoba era por este entonces el de la Edad Media.
Córdoba ha sido el asilo de los españoles, por tanto las ideas revolucionarias
de 1810 encontraban escaso asidero en esta provincia. en fin, es
una ciudad española por educación literaria y religiosa, estacionaria y hostil a
las innovaciones.
Buenos Aires: esta ciudad se cree una continuación de Europa, de su espíritu y
tendencias. Buenos aires es una ciudad entera de revolucionarios. En apenas
diez años se efectúa aquí la desespañolización y la europificación. Buenos
Aires es todo novedad, todo revolución y movimiento. Rivadavia, instalado en el
gobierno, se trae consigo la Europa. De esta manera la influencia europea
sobre Buenos Aires motoriza el progreso y edifica las instituciones más
importantes del Estado.
Rivadavia nunca derramó sangre, ni destruyó la propiedad. Rosas, en cambio,
es un carnicero y ha consumido el tesoro nacional para sostener la guerra que
él mismo ha encendido. A Rivadavia le queda la gloria de haber representado
la civilización europea. Rosas y Rivadavia son los dos extremos de la
República Argentina, que se liga a los salvajes por la pampa y a la Europa por
el Río de la Plata.
Córdoba y Buenos Aires son las dos fases prominentes de los partidos que
dividían a todas las ciudades. Representan dos partidos: conservador y
progresista. Mientras Córdoba se alimenta de España, Buenos Aires lo hace de
las ideas más progresistas de Europa (Rousseau, Montesquieu). Estos partidos
concluyeron por llamarse federales y unitarios. Pero la república Argentina está
geográficamente constituida de tal manera, que ha de ser unitaria siempre,
aunque el rótulo de la botella diga lo contrario. El partido Federal de las
ciudades era un eslabón que se ligaba al partido bárbaro de las campañas.
Aquella fuerza bárbara estaba diseminada por toda la República, dividida en
provincias. Se necesitaba una mano poderosa para fundirla y presentarla como
un todo único. Quiroga fue quien prestó la mano.
Características del unitario: el unitario tipo rinde culto a la constitución y a las
garantías individuales. Su religión es el provenir de la República. Se desprende
de una generación razonadora, deductiva, emprendedora. Tiene modales finos,
ademanes cultos; viste a la europea.
Capítulo IV.
Ensayos. Acciones del Tala y del Rincón.
Capítulo V.
Guerra social. La Tablada.
Capítulo VI.
Guerra social. Oncativo.
Capítulo VII.
Guerra social. Chacón.
Capítulo VIII
Guerra social. Ciudadela.
La guerra que iban a hacerse las dos fracciones de la república, los dos
caudillos que se disputaban sordamente el mando iba a ser de emboscadas, de
lazos y de traiciones. Un combate mudo en el que se mediría la audacia de
uno, y la astucia y trampa del otro. Esta lucha entre Quiroga y Rosas abraza un
período de cinco años aunque no sale a la luz. Ambos se detestan porque cada
uno de ellos siente que del resultado de este juego terrible dependen su vida y
su provenir.
Rosas organiza una expedición al Sur. Una vez finalizada, Facundo marcha
a Buenos Aires y entra en la ciudad sin anunciar su llegada. Esto es un poco
una invasión sobre el centro de poder de su rival, y otro poco, la atracción que
el lujo y la civilización han despertado en Quiroga. Facundo llega a
la ciudad poco después de la caída de Balcarce.
La otra visita de Facundo a Buenos Aires: el poder educa. Facundo establecido
en la ciudad, se rodea de hombres notables. Habla con desprecio de Rosas. Se
declara unitario entre los unitarios y la palabra “constitución” no abandona sus
labios. Justifica sus actos de barbarie pasados por la necesidad que tenía de
vencer, de sobrevivir. Su conducta es mesurada, su aire noble. (Aunque no
abandona el poncho ni la barba). Por otra parte, refrena sus impulsos de
pelearse a cuchillo, porque es conciente de que hay allí un poder superior al
suyo (no sólo el de su enemigo, sino también el de las instituciones) y que
pueden meterlo en la cárcel. Manda sus hijos a los mejores colegios, ellos
visten frac y levita. Incluso llega a declarar: “los únicos hombres honrados que
tiene el país son Rivadavia y Paz”.
Quiroga, pues, se presenta como una nueva tentativa de organizar la
República. Sin embargo, la falta de hábito de trabajo, la pereza del pastor, la
costumbre de esperarlo todo del terror, lo paralizan y lo entregan maniatado a
su rival.
En 1835 surge un conflicto entre los gobiernos de las provincias del Norte que
podía hacer estallar la guerra. Rosas invita a Facundo para que influya y
apague las chispas. El 18 de diciembre de 1835, facundo sale de Buenos
Aires en misión de paz. Facundo intuye que algo malo pasa. Ni bien sale de
la ciudad y se interna en la campaña, la galera empieza a tener problemas.
Facundo azota al maestro de posta. La brutalidad y el terror vuelven a aparecer
desde que se halla en el campo. Avanza por la pampa y en cada posta
pregunta si un chasque ha pasado antes. Así se entera de que ese vehículo
está adelantado unas horas en relación con el suyo. Facundo apura la marcha.
Se encuentra asustado. Al llegar a córdoba, la gente le habla del peligro
inminente que se suspende sobre su cabeza. Todo Córdoba sabe los detalles
del crimen que el gobierno intenta. La muerte de Quiroga es el asunto de todas
las conversaciones. Jamás se ha premeditado un atentado con más descaro.
Quiroga llega, al fin, a destino y arregla las diferencias entre los gobernadores
hostiles. Se le ofrece una gran escolta para que lo acompañe de regreso y le
recomiendan tomar el camino de Cuyo. Quiroga rechaza esto, quiere desafiar a
sus enemigos. Toma el camino para volver a Córdoba. En el trayecto un niño
detiene el chasque en el que van Quiroga y su secretario, el doctor Ortiz. El
niño les dice que en Barranca-Yaco está apostado Santos Pérez con una
partida. Las órdenes son que nadie escape. Facundo tranquiliza al muchacho y
a su secretario, y dice: “No ha nacido todavía el hombre que ha de matar a
Facundo Quiroga”, él piensa que con un grito suyo la partida se pondrá a sus
órdenes y desistirá del intento de asesinato. El orgullo y el terrorismo llevan a
Facundo a desafiar la muerte. Esa noche, mientras su secretario está
desvelado por el temor, Quiroga bebe chocolate y se duerme profundamente.
Ortiz lo despierta y le pide que no se haga matar inútilmente. Facundo lo
tranquiliza una vez más.
Llega el día. Lo acompañan el postillón, el secretario, el niño, dos correos y el
negro que va a caballo. En Barranca-Yaco dos balas atraviesan la galera,
Quiroga se asoma y al preguntar “¿Qué significa esto?”, recibe como respuesta
un balazo en el ojo que lo mata. Santos Pérez asesina a todos ante el llanto
asustado del niño. Cuando concluye, pregunta por el infante. Un sargento le
dice que es su sobrino. Santos Pérez mata al sargento y degüella al niño. Esta
muerte será la única que martirizará a santos Pérez hasta que muera.
Descripción de Santos Pérez: es un gaucho malo de la campaña de Córdoba,
un vicioso y un asesino. Era alto, hermoso de cara, de color pálido y barba
negra y rizada. Siempre fue perseguido por al policía. Al final, lo cogieron en
Córdoba por una venganza femenil. El día que entró en Buenos Aires una
enorme muchedumbre gritaba: ¡muera Santos Pérez!. Al bajar del carro que lo
conducía al patíbulo, él gritó: ¡Muera el tirano!
El gobierno de Buenos Aires (Rosas) dio un apartado solemne a los asesinos
de Juan Facundo Quiroga. Se expuso la galera ensangrentada y distribuyó el
retrato de Quiroga.
Es necesario que la historia imparcial señale con su dedo al instigador de los
asesinos.
Tercera parte
Capítulo I. Gobierno Unitario.
Apéndice.
En este apartado, Sarmiento transcribe tres proclamas de Facundo Quiroga
para documentar las ideas y opiniones que ha expuesto a lo largo de la obra.
En ellas, abundan la exageración y ostentación del propio valor. Se hace obvia
la intención de aterrar a quien la lea o la escuche. Se ve la incorrección del
lenguaje y la incoherencia de las ideas. Esto muestra un alma ruda, con ideas
confusas y embrionarias. En fin, son una prueba objetiva (en tanto son
documentos) de la barbarie propia de este elemento campesino, gaucho,
representado por Facundo.