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LA POESÍA DE 1939 HASTA LA ACTUALIDAD.

TENDENCIAS AUTORES Y
OBRAS PRINCIPALES.

La poesía española posterior a la guerra civil se caracteriza por la ruptura con el pasado
literario y cultural anterior a la contienda. Una serie de circunstancias contribuyen a crear
un vacío literario en la lírica de posguerra: la muerte de poetas representativos de
generaciones anteriores (Federico García Lorca, Antonio Machado), la cárcel y muerte
posterior (Miguel Hernández), el exilio y la censura de la casi totalidad de los autores que
ejercieron una influencia significativa durante el primer tercio del siglo XX, como Juan
Ramón Jiménez o León Felipe, de los pertenecientes al grupo poético del 27 (Pedro
Salinas, Altolaguirre, Emilio Prados, Luis Cernuda, Concha Méndez). Desde el exilio, tanto
en los países de América latina, como en Inglaterra o EEUU las obras de estos autores se
centraron en retratar su dolor por la patria perdida, la lucha del individuo en un ambiente
hostil o la infancia como paraiso perdido. El tono de las composiciones escila entre la
resignación y la nostalgia, como por ejemplo en la obra de León Felipe, Español del éxodo
y del llanto.

Dentro del territorio español, en la década de los 40, nos encontramos con dos corrientes
cercanas a la poesía existencial pero desde ópticas distintas: la poesía arraigada y la
poesía desarraigada. Ambas corrientes encuentran en las revistas literarias el medio de
difusión de sus postulados estéticos. La primera, poesía arraigada o garcilasista se vincula
a dos revistas Escorial y Garcilaso. Los autores de esta propuesta son afines al régimen
franquista, sus composiciones son de corte clasicista, buscan en las formas tradicionales,
como el soneto, la armonía que la guerra ha devastado y en la religión, la fam ilia y la
patria la razón de la existencia. Sus postulados políticos justifican la serenidad de sus
textos, visión que no existe en la las obras de los autores de la otra corriente. Entre los
miembros de la poesía arraigada destacan Luis Rosales, con La casa encendida (1949) o
Dionisio Ridruejo, con Sonetos a la piedra (1943). Otros poetas de interés son Leopoldo
Panero, Luis Felipe Vivanco o José García Nieto. En la segunda, la poesía desarraigada,
los autores publican en la revista Espadaña. Sus composiciones trasmiten la desolación de
la posguerra y el vacío existencial, que retrata un mundo caótico y terrible lleno de
sufrimiento y muerte. Se sirven del verso libre, de los versículos de reminiscencias bíblicas
y del tono desgarrado, con giros coloquiales, intensidad emocional y gran fuerza
expresiva. Es fundamental en esta corriente la obra de Dámaso Alonso: Hijos de la ira, de
1944. Otros autores de esta corriente son: Eugenio de Nora, Ángela Figuera. Es cercana a
esta postura la obra del autor del 27 Vicente Aleixandre, quien desde el autoexilio en su
casa de Madrid ejercerá el magisterio de las generaciones posteriores con obras como
Sombra del paraiso o Espadas como labios. Aleixandre. También comienzan en esta
tendencia autores como José Hierro o Blas de Otero, esenciales para la poesía social que
dominará la década de los 50. Además existen otras tendencias, sucesoras de los
movimientos vanguardistas, como el postismo, corriente que defiende la libertad creativa
y la imaginación y en la que destacan Edmundo de Ory o Gloria Fuertes; también
podemos citar a los autores del grupo Cántico de Córdoba, como Ricardo Molina o Pablo
García Baena.

La poesía de la década de los 50 es una evolución de la corriente existencial a la poesía


social, es decir, desde las preocupaciones personales a las colectivas. Para estos autores la
poesía tiene que ser comunicación, dirigirse a la inmensa mayoría, reflejar la realidad y ser
una herramienta de transformación de la sociedad. Los temas serán: las injusticias
sociales, la solidaridad, la falta de libertad, la opresión de la dictadura y el tema de España,
planteado desde la protesta y la denuncia de las consecuencias de la guerra civil. El estilo
es sencillo, con el empleo del verso libre. Destacan Gabriel Celaya, con obras como Cantos
íberos (1955) o Las cartas boca arriba (1951), Blas de Otero, con Pido la paz y la palabra
(1955), Ángel fieramente humano (1950) o Redoble de conciencia (1951). De José
Hierro podemos destacar el poemario Cuanto sé de mí (1957).

Un grupo de escritores que comienzan a publicar a finales de la década del 50 recibirán


el nombre de generación del 50, grupo que marca el camino de la década siguiente y para
los que la poesía es vehículo de conocimiento. Desde esta perspectiva, el poeta debe
expresar su realidad íntima y personal. Los temas más recurrentes de esta corriente que
abarca buena parte de la década de los 60, serán: la preocupación por el ser humano, el
paso del tiempo, la infancia, el amor, el erotismo, la amistad. Estéticamente sus
composiciones manifiestan un gran rigor expresivo y formal por medio de una técnica
convencional en la que predomina también el verso libre. De esta década destacan
autores como Ángel González, con Tratado de urbanismo (1967), Claudio Rodríguez, con
Alianza y condena (1965). Otros autores importantes son José Agustín Goytisolo, Jaime
Gil de Biedma, Francisco Brines, José Ángel Valente o Antonio Gamoneda.

A finales de la década de los 60 hay un nuevo cambio estético que trata de superar el
realismo social o lírico para centrarse en la literatura y en su relación con otras
disciplinas. Esto explica que vuelvan su mirada al cine, al comic, a la pintura y que reflejen
la influencia de autores de otras nacionalidades y estéticas. En 1970 la publicación de la
antología preparada por el crítico José María Castellet, Nueve novísimos poetas
españoles, se convierte en el manifiesto de este grupo, conocido también como
generación del 68. Se caracteriza por englobar a autores nacidos tras la guerra civil,
críticos con la sociedad de consumo, poseedores de una excelente formación literaria,
influidos por los medios de comunicación de masas y defensores de la libertad creativa en
el arte, lo que les condice al rechazo de la poesía social que consideraba al arte como una
herramienta de trasformación al servicio de la ideología. Esto no significa que sus obras no
contengan elementos de denuncia pero desde una visión personal y no colectiva. Los
temas serán similares pero el enfoque se centrará en la estética, con presencia del humor,
la ironía y las referencias a la modernidad. La influencia de los novísimos se ramifica en las
distintas corrientes poéticas que se desarrollan durante la década de los 70 en distintas
corrientes: culturalista: el poema se centra en algún suceso o personaje de la historia
cultural, Luis Alberto de Cuenca y Antonio Colinas; clasicista: inspirada en las formas
métricas y estilo de los clásicos. Luis Antonio de Villena; experimental: vinculada con las
vanguardias del periodo de entreguerras (poesía visual, collages) ; metapoética: los
poemas indagan sobre la naturaleza de la propia poesía, Jaime Siles. En cuanto a las
tendencias de las últimas décadas del XX y el comienzo del siglo XXI hay que destacar una
superposición de influencias, de los medios digitales, de otros formatos artísticos -música,
cine, comic, videojuegos, redes sociales-, de otras culturas, de visiones identitarias
englobadoras cercanas a las reivindicaciones políticas-feminismo, desencanto social,
crítica al consumo, inmigración, pertenencia a distintas minorías, ecologismo, etc. -. La
falta suficiente de perspectiva impide un análisis certero de estas producciones. En
general, podemos concentrar el final del XX y el comienzo del XXI como etapa de una gran
complejidad debido a la convivencia literaria de poetas procedentes de distintas
generaciones y la multiplicidad de tendencias que se suceden neosurrealismo (Blanca
Andreu), poesía sensualista (Ana Rosseti), poesía épica (Julio Llamazares) y entre todas
ellas podemos destacar la poesía del silencio, minimalista que reivindica a las vanguardias,
lo intelectual y la depuración del lenguaje al máximo, en la línea de Jaime Siles y la poesía
de la experiencia, que es la tendencia más representativa y domina el panorama poético
actual. Es una poesía que habla de la vida cotidiana, del fracaso, del desengaño.
Formalmente usa un lenguaje conversacional, con expresiones coloquiales y sentido del
humor. Destaca Luis García Montero (Habitaciones separadas), Felipe Benítez Reyes,
Miguel D´Ors. Esta tendencia llega a las últimas voces: Marwan, Benjamín Prado, Ada
Salas o Elena Medel.

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