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En el Parque de los monstruos, llamado también el Bosque sagrado de Bomarzo ubicado

en la localidad de Giardino, Italia, pueden verse una serie de figuras míticas y


mitológicas que jalonan un recorrido iniciático que conduce hacia el ser interior
de quien lo recorre. Se trata evidentemente de un lugar de la memoria, comenzado a
construir en 1550 y dispuesto para despertar el recuerdo de un estado adánico que
se dio en illo tempore en el Jardín del Edén, el prototipo de todos los jardines.
Al igual que muchos otros parques o jardines renacentistas, el Bosque sagrado de
Bomarzo aparece como un colosal “teatro de la memoria” en la línea de Giulio
Camillo. Por eso hemos escogido imágenes de este lugar para ilustrar el texto, pues
se trata de un jardín polimorfo, semejante a un Proteo que reclama ser apresado
para confesar sus secretos. Bomarzo es un jardín polimorfo semejante a un Proteo
que reclama ser apresado para confesar sus secretos.

Giulio Camillo (1480- 1544), fue uno de los hombres más conocidos del Renacimiento
italiano. Literato, filósofo, maestro de retórica y conocedor de la cábala y la
alquimia, concibió un teatro basado en el Arte de la memoria cuya fama se extendió
por toda Europa. En la actualidad, este personaje ha vuelto a ser conocido pues se
compara su Teatro de la Memoria con el Atlas Mnemosine de Aby Warburg, pues en
ambas obras subyace el anhelo de descubrir la fuerza mnemótecnica y, por qué no,
mágica y talismánica que habita en determinadas imágenes.
Una de estas imágenes de la memoria, alude precisamente a Proteo, un personaje
mitológico que podríamos calificar de secundario y que, sin embargo y como veremos,
ostenta un gran protagonismo en la tradición hermética occidental, desde la
Antigüedad griega hasta nuestros días. Proteo, el dios marino hijo de Neptuno y
Tetis, representa el sistema gnoseológico del teatro de Camillo: un conjunto de
imágenes metamórficas en relación cambiante con otras imágenes para provocar un
despertar del recuerdo primordial, el conocimiento de su propio misterio, en quien
las contempla.

Tradicionalmente el recuerdo refiere a la huella adámica que yace en el interior


del ser humano como en una tumba, o lo que es lo mismo, la scintilla o partícula
divina llena de sabiduría que debería brillar en medio de las tinieblas para ser el
origen de la regeneración. Pero para que este recuerdo o chispa divina reviva y
recuerde cuál es su destino necesita de una ayuda celeste, de la bendición o, según
el lenguaje alquímico, de un conocimiento, el de la primera materia, básico para
realizar la obra alquímica. Se trata de un misterio que muy pocos conocen y estos
pocos lo han guardado en secreto transmitiéndolo solo en parábolas e historias
simbólicas en las que, curiosamente, aparece relacionada esta primera materia con
Proteo, ‘el anciano del mar’, según lo definió Homero en su Odisea. Imposible no
relacionar este anciano, con el Anciano bíblico, el Adán primordial al que nos
hemos referido. Tradicionalmente el recuerdo refiere a la huella adámica que yace
en el interior del ser humano como en una tumba Henrich Khunrath (1560-1605), por
ejemplo, en su obra titulada Von hylealischen, Das ist, Pri-Materialischen
Catholischen, oder Algemejnem Naturlichen Chaos, editada en 1597, habla de la
scintilla, la chispa de la luz de la naturaleza que habita en cada ser y que es
universal, relacionándola con mercurio y con Proteo:
“… nuestro católico mercurio, por virtud de su ardiente chispa universal de la luz
de la naturaleza es, más allá de toda duda, Proteo, el dios del mar de las antiguas
sagas paganas que tiene la llave del mar y …poder sobre todas las cosas.”

Según se explica en la Odisea, Proteo podía predecir el futuro, es decir, conocía


el mundo por venir, pero cambiaba de forma para evitar tener que hacerlo,
contestando sólo a quien era capaz de capturarlo. De aquí que se le considere el
dios de las metamorfosis y las transformaciones.
Eustatio, en su Comentario a la Odisea recogido en una obra extraordinaria
traducida y publicada por Hans van Kasteel, afirma que algunos interpretan
alegóricamente estas transformaciones tal y como si Proteo representara la “materia
primera (protogonos), el receptáculo de todas las formas. No es ninguna de estas
formas en acto, pero todas ellas en potencia” Y que es su hija Idotea (eidothea),
quien revela a Proteo llevándolo de la potencia al acto: “Representa el movimiento
que hace que él se mueva y vaya hacia la forma (eis eidos thein)”. Otro
comentarista de la Odisea, Joannes Tzetzes, dice de Idotea que “es un nombre que
conviene a los que saben mucho de adivinación” pues podría significar “la que lo
sabe todo (como Dios)” o “aquella que sabe las cosas divinas (eiduia theia)”. Por
eso, quizá, puede confiarle a Menelao el secreto para capturar al viejo del mar y
que éste le cuente lo que debe hacer para volver a su patria original.
Se interpretan alegóricamente estas transformaciones tal y como si Proteo
representara la materia primera, el receptáculo de todas las formas.
Otros alquimistas han visto en Proteo la imagen simbólica de su materia, entre
ellos Michaël Maiër que en su obra Arcana Arcanissima escribió lo siguiente sobre
esta figura: “al igual que otros monstruos marinos inventados por los poetas
[Proteo] designa la materia filosófica” .

Mientras que en otra de sus obras llamada Symbola aurae mensae duodecim nationum
escribe:
“Proteo, este dios cuyo cuerpo adopta formas variadas, a menudo se ve durante el
día, cuando el Sol brilla serenamente, cuando al fin se le captura por medio de
múltiples procedimientos que revelan arte y genio, confiesa que, confeccionado con
igualdad, responde a las preguntas que se le hacen, sin intención de mentir; que
conoce lo que es, será y lo que vendrá, pero que no quiere hablar de ello con los
locos”
También otro alquimista conocido como Saint Baque de Bufor anagrama de Fabre du
Bosquet, autor de la Concordance Mytho-Physico-Cabalo-Hermétique, trató sobre el
simbolismo de Proteo con estas palabras:
“Proteo es el hijo de Neptuno o el Océano que designa el mar de los filósofos,
Neptuno, esposo de la ninfa Fenice, cuyo nombre quiere decir color púrpura, es
decir, cuando el mar de los filósofos se vuelve rojo como el de Moisés… este mar
rojo da a luz a Proteo, es decir, la tierra prometida, como Proteo o materia de los
sabios, que como dicen Virgilio y Filaleteo, se transforma en toda clase de cosas.
De esta transformación es de la que hablan los filósofos cuando llaman a nuestra
materia ya sea dragón, león, serpiente, ya sea águila o cuervo, la alusión a estas
metamorfosis de Proteo se toma tanto de los diferentes colores que toma la materia
como de los cambios que sufre en el curso de las operaciones herméticas.”
Proteo se toma tanto de los diferentes colores que toma la materia como de los
cambios que sufre en el curso de las operaciones herméticas.

Dentro de esta tradición se encuentra el monje benedictino francés Dom Pernety,


autor entre otras obras de un Dictionnaire Mytho-Hermetique. En su diccionario,
Pernety se refiere a Proteo y explica que este dios marino, hijo de Océano y Tetis,
guardaba los rebaños de focas de Neptuno y que la gente se dirigía a él para saber
el porvenir, pero que era muy difícil hacerle hablar pues se escabullía bajo una
multitud de aspectos distintos, a no ser que se le pudiera atrapar y mantener
preso, entonces retornaba a su verdadero aspecto y anunciaba las cosas futuras a
quienes habían logrado cogerle. Pernety añade que los latinos le dieron el nombre
de Vertumno a causa de la variedad de formas y nombres que tomaba. Finalmente este
autor se refiere a su significado alquímico y escribe:

“Proteo no es otra cosa que el espíritu universal de la naturaleza, el espíritu


ígneo expandido en el aire, el agua lo recibe del aire y lo comunica a la tierra.
Se especifica en cada reino de la naturaleza, corporificándose y tomando diversas
formas según las matrices donde queda depositado.
Cuando se le sabe atar y apresar, dicen los filósofos, esto es, corporificarlo y
fijarlo, puede hacerse con él lo que se quiera; entonces anuncia el porvenir, ya
que se presta a las operaciones, por medio de las que podréis producir lo que os
proponéis.”
Y aquí se hallaría, quizá, el significado de Proteo como agente de la memoria, pues
quien logra atraparlo y hacerle hablar recordará quién es y a, partir de ello,
inevitablemente conocerá su destino, es decir, su devenir.
Un autor actual, Emmanuel d’Hooghvorst se refirió a Proteo en sus estudios
interpretativos sobre la Odisea, concretamente al pasaje en el que Menelao
encuentra a la ninfa Idotea, quien le prestará ayuda para “fijar este espíritu
universal, madurarlo y hacerle hablar”. Se trata de una operación alquímica que
D’Hooghvorst describe como sigue:
“Cuando este mercurio vulgar es fijado en mercurio fluido se convierte en el de los
filósofos y, a modo de espejo transparente revela al discípulo todo lo que desea
saber: por ello se supone que habla”.
Cuando este mercurio vulgar es fijado en mercurio fluido se convierte en el de los
filósofos y, a modo de espejo transparente revela al discípulo todo lo que desea
sabe
Después, D’Hooghvorst afirma que en la narración de la Odisea es “un pequeño
tratado de hermetismo para el uso del joven Telémaco”, pues bajo lo maravilloso del
relato mitológico, se oculta la enseñanza, “siempre mezclada con trampas para
despistar a los profanos”.

Vale la pena seguir la completa interpretación alquímica que D’Hooghvorst hace de


la Odisea en su Hilo de Penélope, pero aquí solo nos referiremos la conclusión de
este episodio que se refiere a la fijación del mercurio cambiante y multiforme,
como el ogro de los cuentos, en un espejo mágico que contesta cualquier pregunta de
quien lo posee.
Esta fijación, explica D’Hooghvorst, se trata de una empresa imposible de alcanzar
sin “una revelación divina, aportada por Idotea”, cuyo nombre significa “semejante
a una diosa”. Ella es la que instruye a Menelao sobre como fijar a este “viento
ígneo y bendito”, este fuego celeste que cuando llega a la tierra se manifiesta por
el color azul de su cabellera.
Así pues, una vez se ha logrado la ayuda de una compasiva divinidad, es posible
fijar a Proteo en su lugar para que cuente sus secretos, o dicho en términos
alquímicos, entonces se manifiesta la primera materia en este mundo y es el momento
de cocerla y hacerla hablar.
Lluisa Vert

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