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La frontera atlántica
Pero Europa tenía además los instrumentos indispensables, tanto desde el punto
de vista científico-técnico como económico, que le posibilitarían intentar la empresa
(uso de la brújula, el astrolabio, la ballestilla, el timón de codaste, las carabelas,
desarrollo de la banca, de los seguros marítimos de importantes compañías comerciales,
etc.)
Para ello habían tenido que superar numerosos avatares, por ejemplo el
problema de la orientación en el hemisferio sur y, especialmente, la ruta de regreso ya
que éste sólo era posible si las embarcaciones se separaban de la costa, hasta alcanzar la
zona de la corriente ecuatorial y de los vientos alisios, que empujándolas hacia el oeste
les permitía alcanzar la latitud de las islas Azores.
Rechazado su plan por el monarca portugués Juan II, decide Colón trasladarse a
Castilla en 1485. Gracias a las gestiones de algunos frailes del convento de la Rábida
(Huelva) logra ser recibido por Isabel y Fernando. Después de numerosos avatares y
largas y pacientes negociaciones y, tras siete años de seguir a la Corte castellana, Colón
logra que su propuesta sea aceptada. Finalizada exitosamente la guerra de Granada, el
17 de abril de 1492 se firman las Capitulaciones de Santa Fe, por las cuales el genovés
recibía los títulos de Almirante, Virrey y Gobernador de unas ignotas tierras a descubrir
en el mar océano y la décima parte de todas las riquezas o mercancías obtenidas (Ver
documento en BISTUÉ, Noemí (Coord.) América Hispana Colonial III. Selección de
Fuentes Documentales y Cartografía Histórica). Respecto al objetivo del viaje, no
aparece consignado en el documento, se infiere que era llegar a Oriente viajando hacia
el oeste con una finalidad primordialmente exploratoria y mercantil (prueba de ello es
que no embarcarán hombres de armas ni tampoco religiosos).
Cristóbal Colón realizó entre 1493 y 1504 tres nuevos viajes, aunque los Reyes
comienzan a restringirle muchos de los privilegios que se le habían concedido en las
Capitulaciones de Santa Fe (Ver mapa en BISTUÉ, Noemí (Coord.) América Hispana
Colonial III. Selección de Fuentes Documentales y Cartografía Histórica). A partir de
1499-1500 se lo excluye del gobierno de la colonia y pierde el monopolio de los viajes
de descubrimiento ya que la Corona, con el fin de acelerar la exploración, permite
nuevas expediciones conocidas como “viajes andaluces, menores, o de reconocimiento
y rescate”. Estos viajes recorrieron buena parte de la costa centroamericana y
sudamericana hasta la altura del actual Brasil.
La frontera caribeña
La idea central del sermón era que todos los castellanos vivían y morían en
pecado mortal por la esclavitud y trabajos que imponían a los indios, por las injustas
guerras que les hacían y por su incumplimiento en el deber de evangelizarlos. Los
frailes dominicos eran portadores de las doctrinas de santo Tomás de Aquino, que le
habían dado una nueva visión del hombre, más humanista y de avanzada para la época.
Por lo pronto, el sermón no plantea si los indios eran hombres o no; más bien al decir
¿“estos no son hombres”? ratifica su condición humana y, como tal, sujetos de una serie
de derechos por su misma condición.
Los dominicos consideraron que estas leyes no eran suficientes para asegurar
derechos de los indios, por lo que en 1513, otra Junta reunida en Valladolid decidió
modificar algunas disposiciones, y así se resolvió sobre el trabajo de las mujeres
casadas, los niños menores de 14 años, los huérfanos y la cantidad de meses de trabajo
de los indios.
Este escrito, que se debía leer a los indios por medio de un intérprete al
comienzo de una empresa de conquista, contenía algunas explicaciones sobre la
creación del mundo y del hombre y se les hacía saber a los indios que se venía en
nombre de un rey poderoso que había recibido esos dominios en virtud de la donación
papal. Vale decir que entroncaba perfectamente con las doctrinas teocráticas de la época
que, desde la Edad Media, sostenían que el Papa -como Vicario de Cristo- era señor
temporal y espiritual de todo el mundo. Finalizaba con una exhortación formal a los
naturales para que se sometieran a su nuevo señor y adoptasen el cristianismo. Pero si
no prestaban oídos a este requerimiento se les haría la guerra, en este caso con toda
justicia, y se los esclavizaría junto con sus mujeres y niños. Este documento, bastante
extraño, de muy difícil aplicación y, por ello criticado por muchos personajes como Las
Casas, se entiende sólo en función del deseo de la Corona española de legitimar la
guerra de conquista. Con el tiempo, cayó en desuso.
Es alrededor de estos años cuando el clérigo Bartolomé de las Casas, por ese
entonces en Cuba y titular de una encomienda experimentaba una profunda conversión,
renunciaba a sus indios y comenzaba a luchar por lo que sería su objetivo: dedicar su
vida a la defensa de los naturales, la conquista pacífica y la abolición total de la
encomienda (Buscar y leer biografía de Bartolomé de las Casas).
A partir de 1515 comienzan sus viajes a España, sus propuestas a la Corona de
colonización agraria y pacífica (un primer experimento en Venezuela fracasaría apenas
iniciado y su segundo intento en Guatemala tuvo relativo éxito) y su posterior ingreso
en la orden dominica. Sus graves denuncias dieron origen a lo que se conoce como
“leyenda negra” de la acción de España en América. Sin embargo, su voz fue escuchada
por la Corona, quien a lo largo de los años, reglamentó las expediciones de conquista y
procuró con la legislación proteger la vida de los indígenas (Ver BISTUÉ, Noemí
(Coord.) América Hispana Colonial III. Selección de Fuentes Documentales y
Cartografía Histórica).
En la lucha iniciada por los dominicos en 1511 en contra de los abusos que los
españoles cometían hacia los indios, el año 1536 representó un triunfo de los
encomenderos, puesto que el Consejo de Indias sancionó la ley de Sucesión por dos
vidas, por la que a la muerte del encomendero titular, los indios encomendados pasaban
a su primogénito. O sea que luego del fallecimiento del titular y su sucesor, la Corona
podía disponer nuevamente de los naturales, aunque hubo algunas excepciones.
Sin embargo, el año 1542 marcó, desde el punto de vista legislativo, un punto de
inflexión. El Emperador Carlos V sancionó en noviembre de ese año las llamadas Leyes
Nuevas que, además de reglamentar la institución de la encomienda para evitar abusos,
disponían que, a medida que las mismas fuesen quedando vacantes, los indios pasarían a
la Corona. Esto significaba que, paulatinamente, esta institución iría desapareciendo.
Lamentablemente muchas de sus disposiciones fueron revocadas ante las quejas de los
encomenderos, de tal forma que el problema de la encomienda y sus abusos subsistió
(Ver documento en BISTUÉ, Noemí (Coord.) América Hispana Colonial III. Selección
de Fuentes Documentales y Cartografía Histórica).
Al mismo tiempo que avanzaban las conquistas, seguían las discusiones sobre el
trato a los indios, la encomienda y la licitud de las guerras. La Corona no era ajena a
esta corriente de ideas. Después del fracaso en la aplicación de las Leyes Nuevas, una
nueva arremetida de las Casas en la península para apuntalar su política
antiencomienda, logró que Carlos I convocara a una nueva Junta de teólogos en
Valladolid en 1550 para examinar nuevamente la cuestión. Allí se produjo el gran
Debate o Controversia entre el humanista Juan Ginés de Sepúlveda, partidario del
empleo de la fuerza y del sometimiento como medio de penetración española, y
Bartolomé de Las Casas, opuesto a la utilización de la violencia para atraer a los indios
a la fe y a la soberanía española. En lo superficial, un debate sobre la licitud de la
guerra; en lo profundo, dos visiones opuestas sobre la naturaleza y derechos de los
indígenas.