Está en la página 1de 6

Unidad IV

Consolidación del orden colonial -Estructuración político-administrativa y


jurídica

En la Unidad anterior se mostró como a mediados del siglo XVI se consolida el


orden colonial, es decir la organización dada por los españoles a las sociedades
conquistadas, en lo social y económico. En esta nos detendremos en el orden
establecido en el aspecto administrativo-jurídico, con la creación de una serie de
instituciones para el gobierno político y eclesiástico.

Condición política de las Indias

Ricardo Zorraquín Becú distingue tres etapas respecto a la condición jurídica de


los territorios americanos:

1. En un primer momento, muy breve, las Indias estuvieron sometidas al


señorío de los Reyes católicos, que las gobernaron directamente o con la
ayuda de otras autoridades de Castilla.
2. Al asumir Carlos I en 1518, las Indias se incorporaron a la Corona de
Castilla (esto significaba que quien detentaba el trono de Castilla era a su
vez titular de los reinos de Indias). América fue considerada un reino (al
igual que los otros reinos que formaban parte del imperio de Carlos I y
sus sucesores de la casa de Austria), creándose un órgano
descentralizado para su gobierno: el Consejo de Indias y una legislación
propia, que dieron a estos territorios una relativa autonomía.
3. Con la llegada de la dinastía Borbón se produjeron una serie de reformas
que llevaron prácticamente a suprimir la autonomía y personalidad
política de que gozaban, pasando de hecho a ser las Indias una provincia
más del estado español.

La organización del gobierno indiano no se comprende si se la enfoca de


acuerdo al principio actual de la división de poderes. Los Reyes eran
conscientes de que uno de los graves problemas eran las difíciles
comunicaciones con España y entre las poblaciones americanas entre sí, lo que
podía llevar a los funcionarios a actuar arbitrariamente. Para evitarlo se ideó un
sistema de frenos y contrafrenos, por el cual ninguna autoridad tuvo poderes
absolutos ni atendió exclusivamente una función. Existió sí una diferenciación
de funciones, agrupadas en cuatro categorías: gobierno, hacienda, justicia y
guerra. Todas las autoridades americanas reunían varias de estas funciones,
ejerciendo lo que hoy denominaríamos poderes legislativos, ejecutivos y
judiciales. Esto suponía, según Tau Anzoátegui, un recíproco control de los
órganos y autoridades.
Al ejercer distintos tipo de atribuciones, las autoridades recibían
simultáneamente varios títulos indicativos de esas funciones. Así, por ejemplo,
el virrey era a su vez gobernador, capitán general y presidente de la audiencia
de su distrito.
La monarquía y los organismos centrales

Rey Ejercía todos los poderes o funciones


del Estado. Ningún otro organismo
podía contrarrestar su ilimitada
autoridad. Sin embargo, los Austrias
reconocieron la existencia de
restricciones a sus amplias facultades.
Consideraban que si bien el poder
venía de Dios, éste lo otorgaba al
pueblo que lo delegaba al monarca
bajo determinadas formas y
condiciones.
El Rey no podía usar a su capricho la
autoridad que le había sido conferida
puesto que ejercía, ante todo, una
función o servicio público. El primer
deber del soberano era asegurar el
mantenimiento de un orden justo en
la sociedad, a fin de realizar un bien
común. Este deber se cumplía
respetando el derecho. Por ello las
disposiciones reales contrarias al
derecho vigente o que causasen
algún perjuicio, debían ser acatadas
por los súbditos pero no cumplidas
(“se obedece pero no se cumple”)
hasta que el Rey, mejor informado,
resolviese definitivamente.
Este principio significó una limitación
a la autoridad regia y en América,
debido a la distancia y al
desconocimiento de la realidad
americana por parte de los monarcas,
se aplicó reiteradamente.
Con la llegada de los Borbones al
trono, bajo la influencia de nuevas
concepciones políticas y nuevas
ideologías, se fueron dejando de lado
estas limitaciones tradicionales.
Casa de Contratación Creada en 1503 con sede en Sevilla
fue la primera institución creada para
el gobierno de Indias y, en sus
comienzos, entendió en todo lo que
tenía que ver con el comercio indiano,
aunque luego fue sumando otras
facultades.
En el siglo XVIII fue trasladada a
Cádiz y en 1790 fue suprimida. Para
esa época ya había perdido muchas
de sus atribuciones.
Consejo de Indias Se constituyó en 1524 con el fin de
asesorar al Rey en todos los asuntos
concernientes al gobierno de Indias y
preparar la legislación para estos
territorios.
Asesoraba también a las autoridades
americanas y éstas, durante los siglos
XVI y XVII, se entendían con el Rey a
través del Consejo.

La organización americana

Adelantados Es la figura característica de la etapa


de la conquista y el cargo desaparece
al finalizar ésta. El ejercicio del
adelantazgo era vitalicio y, en
ocasiones, hereditario.
El adelantado firmaba con el Rey una
capitulación (Ver Unidad 2), donde se
fijaban sus atribuciones y también sus
deberes para con la Corona.
Virreyes Era el representante directo del Rey
en América y como tal podían actuar
en su nombre. No obstante tenían
importantes limitaciones en el
desempeño de su cargo.
Hasta el siglo XVIII hubo sólo dos
virreinatos en América: el de México
o Nueva España (1535) y el de Perú
(1542).

Gobernadores Los virreinatos estaban divididos en


provincias, a cuyo frente estaba un
gobernador. Las provincias se
dividían en mayores (en su
jurisdicción funcionaba una
audiencia) y menores (no tenían
audiencia).
Tenientes de Gobernadores Eran designados por el gobernador
para ejercer funciones en las ciudades
subalternas (no eran capital de
gobernación).
Corregidores Ejercían el gobierno de las ciudades y
sus partidos (un corregimiento podía
comprender varias ciudades, por
ejemplo el Corregimiento de Cuyo
abarcaba las ciudades de Mendoza,
San Juan y San Luis). En México
recibieron el nombre de Alcaldes
Mayores.
Existían también corregidores en los
pueblos principales de indios,
encargados de ejercer el gobierno,
administrar justicia y cobrar los
tributos en dichos pueblos.
Audiencias Ocuparon un lugar de jerarquía
dentro de las autoridades, similar al
del virrey.
Eran organismos colegiados, cuyos
miembros se denominaban oidores.
Había tres categorías de audiencias
de acuerdo al lugar donde se
instalaban: Virreinales (en las
capitales de virreinatos, presididas
por el virrey); pretoriales (en las
capitales de provincia, presididas por
el gobernador) y subordinadas (en
otras ciudades presididas por un
oidor).
A diferencia de las otras autoridades,
que tenían un período limitado de
gobierno, los oidores eran vitalicios y
debían ser graduados en leyes.
Cabildos Fueron organismos colegiados que se
ocupaban de los distintos aspectos de
la vida de la ciudad, ya que para la
legislación hispánica no había ciudad
sin cabildo (podemos encontrar cierta
semejanza con las actuales
municipalidades).
El fundador de una ciudad nombraba
los miembros del primer cabildo;
posteriormente, los cabildantes
salientes elegían a los entrantes.
Los miembros del cabildo se
denominaban alcaldes y regidores.
Los primeros eran siempre dos (de
primer y segundo voto y su función
era ejercer justicia) los segundos eran
de número variable de acuerdo a la
importancia de la ciudad.
Para ocupar cualquier cargo había
que ser vecino de la ciudad (tener
casa propia y familia).
En casos excepcionales se convocaba
a los llamados “cabildos abiertos”,
con la concurrencia de los vecinos
más importantes.

Para ver funciones desempeñadas por cada autoridad consultar: TAU


ANZOÁTEGUI, V. y MARTIRÉ, E.: Manual de Historia de las Instituciones
Argentinas. Buenos Aires, 7º edición, 2005 (Trabajo Práctico N° 9). (en Google
Drive- H.A. Colonial- Unidad 4)

El control de los funcionarios indianos

Además del control recíproco que existía entre las autoridades de gobierno, la
Corona implementó otros procedimientos para evitar excesos o abusos por
parte de los funcionarios:

Juicio de Residencia: Todas las autoridades indianas estaban sometidas a este


juicio al finalizar su mandato. Su finalidad era juzgar la actuación de los
funcionarios, investigando su conducta durante el desempeño de su oficio.

Para realizarlo el Consejo de Indias (si eran autoridades de menor jerarquía


podía hacerlo alguna alta autoridad americana) designaba un juez residenciador.

El objeto del juicio no era sólo el castigo de las arbitrariedades o abusos (las
penas podían ser multas, inhabilitación temporal o perpetua, destierro), sino
que a través del mismo se exaltaba, si correspondía, la buena conducta del
residenciado, lo cual era un antecedente valioso para aspirar a ascensos.

Visita: Era una inspección ordenada por el Consejo de Indias u otras


autoridades superiores, destinada a controlar el funcionamiento de los
organismos públicos. Para ello se nombraba un juez visitador. La visita podía ser
general (a todo un virreinato u organismo), en este caso el juez debía proponer
reformas para subsanar las deficiencias que encontrara, o específica (a un
funcionario o grupo de funcionarios) para investigar su conducta en el ejercicio
del gobierno.
Pesquisa: Se realizaba en caso de denuncias concretas de fraudes o abusos de
poder. Si se consideraba que la irregularidad denunciada era grave y requería
una intervención urgente, se nombraba un juez pesquisidor con el objeto de
investigar e informar si existía la irregularidad denunciada.

El Real Patronato

Quedaría incompleto el panorama sobre la existencia y funcionamiento del


andamiaje institucional colonial, sin la referencia a la participación de la Iglesia
en la organización de la vida americana bajo el dominio español.

El móvil misional de la empresa de conquista, señalado por el Papa a los Reyes


Católicos, a la vez que legitimaba la posesión, implicaba la cooperación entre
Corona e Iglesia en la tarea de evangelización y consolidación del cristianismo
en estas tierras.

Con la Bula Universalis Ecclesiae, de 1508, el Papa Julio II concedió el derecho


del Patronazgo Universal español en América. Esta institución del Patronato es
la clave jurídica y administrativa para entender la organización y la acción de la
Iglesia en América. En términos generales consistía en el derecho que la Santa
Sede concedía a la Corona para presentar sujetos idóneos para ocupar los
obispados y arzobispados, y, con el tiempo, incluyó más privilegios, como el
derecho a la creación de diócesis, la erección de parroquias, la autorización de
envíos de misioneros, y el cobro de los diezmos (era la parte de los frutos,
generalmente la décima parte, que los fieles entregaban a la Iglesia). Así, el Rey
era el Patrono de la Iglesia americana por concesión papal. Como contrapartida,
la Corona debía hacerse cargo económicamente de todo lo que implicaba la
evangelización y el sostenimiento del culto en las ciudades y en los sitios más
alejados de los dominios americanos.

Esta delegación de derechos por parte del Papa a los reyes españoles, significó,
en la práctica, una dependencia de la Iglesia respecto del Estado, difícil de
comprender desde nuestra actualidad.

Este Patronato, reforzado en el siglo XVII, sufrió un cambio importante con la


llegada de los Borbones en el XVIII. Las teorías regalistas de la época
consideraban que el patronazgo era una prerrogativa inalienable e inherente a
la soberanía real, consecuencia del derecho divino de la monarquía. Y en
nombre de ese regalismo se avanzó más sobre la Iglesia, porque se consideró
que el Rey estaba por encima de esta institución (sobre este tema se volverá en
la Unidad 5).

También podría gustarte