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Departamento de Humanidades
Universidad de Puerto Rico en Cayey
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Dentro del imaginario europeo, las Indias estaban formadas por un
sinnúmero de reinos e islas, entre las que destacaban las míticas islas de las
Especias (Molucas), la Corte del Gran Khan (es decir, el imperio chino, que
entonces incluía los territorios de Corea y parte del Sudeste asiático) y la
India. Es decir, que las Indias equivalían a lo que hoy llamaríamos Asia
oriental y meridional, junto a los archipiélagos de Indonesia y Filipinas.
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Ahora bien, los genoveses y los venecianos necesitaban mucho dinero para
mantener contentos a sus socios comerciales (griegos, armenios, turcos,
persas, centroasiáticos, indios) y para pagar por los impuestos exigidos en
cada puesto fronterizo. Por eso tenían que gravar los productos con tarifas
que los demás europeos consideraban elevadas. Como consecuencia,
algunos reinos europeos comenzaron a financiar expediciones marítimas
para explorar las aguas del Atlántico en busca de una nueva ruta hacia las
Indias. De este modo, quebrarían el monopolio italiano y forzarían una
reducción en el precio de los artículos.
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En 1453, el sultán Mehmet el Conquistador se apoderó de Constantinopla, lo
que significó el fin del imperio bizantino. Los grandes perdedores ante estos
cambios geopolíticos fueron los genoveses, que en ese momento
controlaban comercialmente Constantinopla. Por su parte, los venecianos
fueron los grandes beneficiarios, pues, mediante acuerdos con los sultanes
otomanos, terminaron monopolizando las rutas euroasiáticas.
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representante de una poderosa familia banquera genovesa. Desde su base
en Lisboa, Colón realizó algunos viajes marítimos por el Mediterráneo y por
el Atlántico, y en algún momento llegó a convencerse de que la forma más
rápida y directa de llegar a las Indias no era bordeando África, sino
atravesando el Atlántico en dirección occidental. En realidad, no se sabe a
ciencia cierta cómo llegó a esa conclusión. Existen innumerables
especulaciones, que incluyen figuras misteriosas que supuestamente
hicieron el viaje y que le confiaron sus secretos. También existían
numerosas herramientas cartográficas, como los portolanos (cartas marinas)
y los trabajos del médico florentino Toscanelli.
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ocasión se aprovecha del triunfalismo que imperaba en el reino. Por otra
parte, los portugueses ya habían alcanzado el Cabo de Buena Esperanza, y
navegaban por aguas del océano Índico, bordeando la costa oriental
africana. Portugal contaba con casi diez años de ventaja sobre Castilla en
términos de exploraciones y descubrimientos. Apoyar a Colón en su
empresa atlántica podía ser la única esperanza de Castilla para
adelantársele a los portugueses y ganar la carrera de las Indias. Además, la
Corona castellana tenía poco que perder y mucho que ganar. Sólo tenía que
financiar la empresa con un par de barcos y algo de dinero. Si la empresa
fracasaba, no se perdería demasiado; pero si Colón estaba en lo cierto, los
Reyes ganarían un imperio y el control de la nueva ruta hacia las Indias. Por
si fuera poco, tendrían el privilegio de extender la fe católica entre los
habitantes de las Indias, haciendo honor a su recién adquirido título de
Reyes Católicos.
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esa razón, a los habitantes del territorio se les llamó “indios”). Los habitantes
de las Bahamas (supuestamente aruacos, y en estrecho contacto con los
taínos de las Antillas Mayores) le hablaron de varias islas míticas, como
Baneque y Guanín (donde hasta las playas estaban hechas de oro),
Matininó (donde sólo vivían mujeres), Caniba o Canima (poblada por los
feroces antropófagos) y otras donde la gente nacía con cola o con los pies al
revés. Todas eran parte de la cosmogonía taína. Como pensaban que Colón
era un “hijo del cielo”, se las refirieron en términos solemnes. Sin embargo,
Colón las creyó verdaderas, y las mezcló con su propio ideario maravilloso,
formado por viejos mitos europeos (como los que hablaban de la isla Antilla,
fragmento de la Atlántida) y por crónicas semi fantasiosas, como las de
Marco Polo. Algunas casualidades toponímicas alimentaron las esperanzas
de Colón: por ejemplo, cuando los bahameses le hablaron de una región
llamada el Cibao (en el Haití taíno), Colón pensó que se trataba de Cipango
(Japón).
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islas más abundantes en oro. En esta ocasión, por consejo de sus guías
taínos, Colón enfiló más hacia el sur, llegando al arco formado por las
Antillas Menores. Comenzó a navegarlas una a una en dirección noroeste
(hacia La Española). De este modo, les fue poniendo nombres: Dominica,
Guadalupe, Montserrat, San Martín, las islas Vírgenes.
En el camino descubrió una isla un poco más grande, que Colón bautizó con
el nombre de San Juan Bautista (19 de noviembre de 1493). Se trataba del
Burenquen o Boriquén taíno, es decir, el actual Puerto Rico. Desde ahí,
Colón procedió hacia La Española, donde esperaba reencontrarse con sus
antiguos tripulantes. No encontró ninguno. Mal augurio, que no detendría el
proceso de colonización. La Española se convertiría en la base y epicentro
de la colonización castellana en las Indias, y en ella se fundarían los
primeros asentamientos europeos.