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Resúmen completo Temas 1-10.pdf

Historia de la Alta Edad Moderna (UNED)

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TEMA 1.- LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRAFICOS

1.-Motivaciones, conocimientos geográficos y capacidades técnicas


Entre las motivaciones encontramos las económicas (motivación primordial), las políticas (intereses de Portugal y Castilla), religiosas (nuevas tierras que
evangelizar) y psicológicas (sabios, humanistas y aventureros). La expansión atlántica estuvo protagonizada por los países marítimos del suroeste de
Europa, donde se acumulaban las motivaciones políticas, económicas, religiosas y los conocimientos cosmográficos, desarrollo de las artes cartográficas,
conocimientos y avance sobre navegación, entre los que destaca el descubrimiento de la carabela, nave con unas características especiales con casco de
poco calado y de fácil de maniobrar, en sustitución de las galeras y navíos , que representaría un notable avance en el dominio de la navegación a vela al
punto de llevar a los navegantes a abrir nuevas rutas oceánicas. Pero los instrumentos técnicos en esta era siguen siendo rudimentarios y suponían una
osadía y valor por parte de los navegantes, aunque el resultado a finales del siglo XV les dan la razón.

2.-Las primeras expediciones europeas. El protagonismo de Portugal


Al hablar de primeras expediciones europeas excluimos las antiguas relaciones mercantiles entre los países europeos, el latino, el mar del Norte y el mar
Báltico, para referirnos a la expansión atlántica, a la búsqueda de otras rutas y nuevos horizontes que ampliarán a dimensiones mundiales los marcos
territoriales actuales, que tendrán en los reinos de Portugal y Castilla sus principales agentes talasocráticos. El reto de afrontar rutas meridionales hacia
Africa fue iniciada por navegantes genoveses al servicio de la corona portuguesa, descubridores de las Islas Azores y la de Madeira, asi como archipiélago
canario a cargo de Lanzarotto Malocello, esta expansión atlántica iniciaba el cambio de ritmo y de rumbo del progreso histórico.
La expansión atlántica tuvo en los reinos de Portugal y Castilla sus principales agentes. Las empresas africanas portuguesas fueron necesarias debido a la
carencia de oro que sufría el reino de vital importancia para su desarrollo y para evitar la ruta terrestre de las Indias que controlaba el imperio otomano,
además, la insuficiencia monetaria y el aumento demográfico obligaban a la puesta en cultivo de nuevas tierras con las que satisfacer la demanda cerealista
en el inmediato continente africano, de donde se podía obtener, además,la mano de obra esclava necesaria. El incremento de recursos pesqueros y la
obtención de productos más o menos exóticos se sumaban a las razones anteriores para explicar estas empresas.
El verdadero organizador e inspirador de los grandes descubrimientos lusitanos del s.XV fue el infante Enrique el Navegante (1394 -1460).

Fases:
1. Inicio de la expansión lusitana: conquista de Ceuta (1415). Aseguraba la presencia portuguesa en el Magreb, que incrementaba tierras para uso agrícola y
permitía el acceso a los mercados de oro del norte de Africa atravensando el desierto del Sahara desde Sudán. Desde aquí, las expediciones lusitanas,
investidas con el espíritu de la Cruzada, continuaron no sólo bordeando la costa africana hasta el Cabo Bojador (1434), sino estableciéndose en las islas
atlánticas de la Madera (1420) y de las Azores (1437).

2. Descubrimiento de “la Volta ” El progreso por la costa africana exigía abandonar el litoral, adentrarse en el Océano, para girar de nuevo hacia el Este,
efectuando lo que los navegantes llaman “la volta”, que le permitía llegar a los confines del Golfo de Guinea y Cabo Verde (1444), donde terminaría la
segunda etapa de la expansión lusitana (factoría
de Arguín, enclave estratégico que permitiría a los portugueses entrar en contacto con los circuitos caravaneros que los relacionarían con Tombuctú,
importante núcleo mercantil islámico).

3. La tercera etapa llevaría la expansión africana desde Cabo Verde (1444) hasta el Cabo de Santa Catalina (1475) (actual Gabón), llegaron a la Costa de Oro
(Ghana) donde levantaron la fortaleza de La Mina, emporio mercantil del oro que afluía de todo su entorno. Se descubrieron varias islas (Santo Tomé, Anno
Bom y San Antonio hasta Fernando Poo ya de vuelta a Portugal

4. Culminación del horizonte africano


La culminación del horizonte africano habría de esperar la conclusión del enfrentamiento bélico entre Castilla y Portugal debido a la guerra de sucesión a la
corona de Castilla. Sólo tras la conclusión del Tratado de Alcacobas (1479), se reanudarían las expediciones que llevarían a los portugueses desde el Cabo
Santa Catalina al Océano Índico (1499). En un segundo viaje a través de la misma ruta descubrieron la desembocadura del rio Zaire y tomaron contacto con
el importante imperio congolés y alcanzarían Cabo Tormentario (actualmente Ciudad del Cabo). Descubrimiento del paso hacia Oriente por Bartolomé Dias
en 1487, pero pasarían aun ocho años hasta que la expedición de Vasco de Gama utilizara esa ruta.

3.-Castilla, Colón y el descubrimiento de América

Castilla
La competencia luso-castellana en el Magreb, el Sáhara y las riquezas extraídas por los portugueses de La Mina guineana determinarían por parte de la
corona de Castilla, el cambio de rumbo de sus aspiraciones hacia el atlántico y al dominio del archipiélago canario, también deseado por los portugueses, y
que a causa de un irregular proceso de conquista, acabó con la sumisión de Tenerife a favor del reino castellano.

Cristóbal Colón
Se estableció en Portugal hacia 1476, en la colonia genovesa, y navegó inicialmente en barcos lusitanos en viajes comerciales. En uno de estos viajes de
negocios a Génova regresó con un proyecto ya madurado de hallar una ruta por Occidente que llevara hasta Oriente. Las fuentes con las que contaba Colón
provenían de la geografía clásica; el error estaría en la distancia que separaba las costas europeas de las de Asia, calculadas en torno a 2.400 millas por Colón
cuando en realidad son 10.600 millas. El proyecto colombino fue presentado a Juan II de Portugal entre 1482 y 1484, pero fue rechazado probablemente por
desconfianza sobre las estimaciones de distancias, por la prioridad de la ruta africana, y por el riesgo que para la corona portuguesa podría suponer
transgredir el acuerdo de las Alcaçovas. En consecuencia, Colón marchó a Castilla y fue recibido por los Reyes Católicos en 1486; fue acogido en la corte, lo
que le permitió perfeccionar el proyecto, pero su impaciencia le hizo regresar a Portugal, donde se encontró con las noticias del hallazgo del paso a Oriente
por África; su sueño de que el rey portugués financiara su proyecto se derrumbaba, no quedándole más remedio que regresar a Castilla.
Entre 1489 y 1491 Colón adoptaría una doble táctica: su hermano Bartolomé iniciaba contactos (infructuosos) con otras monarquías europeas, mientras él
buscaba apoyos en la nobleza castellana (duques de Medinaceli y Medina Sidonia). Finalmente, una nueva Junta volvía a discutir el proyecto, alcanzándose
las Capitulaciones de Santa Fe, el 17 de abril de 1492. En ellas se concedían a Cristóbal Colón los títulos de almirante con carácter perpetuo, virrey y
gobernador de los mares y tierras que descubriese, la percepción del diezmo de los beneficios y rentas a obtener, derecho a participar con una octava parte
en toda expedición comercial con destino a las tierras descubiertas y derecho jurisdiccional sobre los pleitos económicos que pudieran suscitarse.
Se eligió Palos dela Frontera como puerto de salida dada la abundancia de marinos con experiencia de navegación por aguas atlánticas. La financiación fue

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TEMA 1.- LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRAFICOS

posible por las prestaciones de la Hermandad de Galicia, aportaciones del propio Colón y otras menores de vecinos de Palos y amigos de Colón.

El descubrimiento de América

Primer viaje (6 septiembre a 12 de octubre de 1492)


Dos carabelas (La Pinta y la Niña) y la Nao Santa María, con tripulación cántabra se hicieron a la mar el 3 de agosto de 1492, tras aprovisionarse en la
Gomera, el 6 de septiembre pusieron rumbo al Oeste. Al amanecer del 12 de octubre, avistaron tierra, el islote del archipiélago de los Lucayos, al que
pusieron por nombre San Salvador. La idea de Colón de haber llegado a Asia, chocó frontalmente con el estado sociocultural de aquellos indígenas
(llamados indios al pensar que había llegado a las Indias), pacíficos y desnudos, que de ninguna forma podían ser súbditos del Gran Khan Colón llegó a La
Española, donde el jefe indígena le informó sobre el oro de Cibao, noticia que probablemente con la pérdida de la nave Santa María, con cuyos restos se
construyó el Fuerte de la Navidad, primer asentamiento español en el Nuevo Mundo.
Al regreso de la primera expedición, Colón arriba a Lisboa el 4 de marzo y es recibido por el rey portugués Juan II, interesado en conocer el resultado del
viaje, de acuerdo con la partición del océano en el Tratado de Alcaçovas (1479), tras el encuentro Colón envía una carta los Reyes Católicos en donde les
informe del viaje, hallazgos y de las pretensiones de su vecino monarca, estos diseñaron una hábil política dirigida a varios frentes, el primero disuadir
“amenazadoramente” al Juan de Portugal y otro a conseguir el reconocimiento internacional contando con la anuencia de la Santa Sede.
Con esa intención se publican la denominada “Carta de Colón”, redactada con las informaciones del almirante, pero en la que se deslizaban errores que
querían ubicar las tierras halladas fuera de la órbita portuguesa acordado en el Tratado de Alcaçovas.
En consecuencia, una sucesión de cinco documentos papales conocidas como Las “Bulas Alejandrinas”, salieron de la cancillería vaticana:
- primera Inter coetera: donación papal de las tierras descubiertas a “los señores Reyes de la Mar Oceana”
- segunda Inter coetera restablecía el equilibrio entre Castilla y Portugal roto en la bula anterior, fijando la división del océano en función de un paraledo, que
había distribuido las áreas de expansión luso-castellanas pasaba a ser un meridiano fijado a cien leguas al oeste de Cabo Verde;
- la tercera Eximiae devotiones extendía a Castilla las concesiones papales hechas a Portugal con anterioridad;
- la bula Piis fidelium nombraba un legado papal para el segundo viaje de Colón, Fray Bernal Boil.

Segundo Viaje : Cádiz, 25 de septiembre de 1493


Si el primer viaje en 1492 trajo como única cosecha esperanzadas informaciones de las riquezas de aquellas tierras denominadas “Indias” por el prejuicio de
Colón de acceder a Asia desde Occidente, el segundo fue decidido con urgencia debido a la necesidad de asegurar aquel dominio contando con la bendición
papal y contó con un gran despliegue de recursos y hombres. La ruta varió respecto a la del primer viaje: bajaron primero hacia el Suroeste de Canarias para
poner rumbo oeste a la altura de Cabo Verde. Al encontrarse con las pequeñas Antillas el 3 de noviembre puso fin a las crisis de impaciencia. En La Española
encontraron el fuerte Navidad arrasado y a sus ocupantes muertos. El hambre y la falta de resultados materiales hicieron aumentar los problemas internos,
que fueron solventados por Colón con mano dura, lo que no hizo más que aumentar el descrédito del almirante. Su precaria salud y la inminente visita de un
enviado del rey, Pedro de Margarit para emitir un informe hicieron a Colón regresar a España sin poder seguir hacia el Oeste, alcanzando la India y doblando
el Cabo Tormentario (sur de Africa), en 1496 estaba de nuevo Colón en la Corte sin poder presentar el balance favorable que se le pedía a la empresa.
Mientras tanto, la situación insostenible entre Castilla y Portugal, tras la invalidación práctica del tratado de Alcoçovas por la bula Inter coetera llevó a ambos
países a firmar un nuevo tratado en Tordesillas en 1494; en él, además de establecerse el reparto del Magreb occidental, se fija la línea divisoria del océano
atlántico en el meridiano situado a 370 leguas al oeste de Cabo Verde, quedando el hemisferio occidental para Castilla y el oriental para Portugal.

Tercer viaje
Viendo fracasado el proyecto de establecer un servicio periódico de aprovisionamiento a la establecimientos de la Indias, una tercera expedición
colombina salió de Sanlúcar de Barrameda el 30 de mayo de 1498. La flota de seis naves siguiendo una ruta establecida por el Tratado de Tordesillas, se
dividió en dos grupos: tres naves irían a la Española y otras tres, al mando de Colón, descenderían al archipiélago de Cabo Verde para atravesar el océano en
dirección SO, con presumible destino hacia el Asia que se había mostrado esquiva en los viajes anteriores,alcanza la isla de Trinidad el 31 de julio. De regreso
a la Española encontró una revuelta civil a la que tuvo que dedicar su atención prioritaria, llegando a pedir un jurisperito a los reyes; el enviado, Francisco de
Bobadilla, acabaría instruyendo un proceso contra Colón, que volvió encadenado a España.

Cuarto viaje
En el último viaje a las Indias que había descubierto hacía ya 10 años, Colón quería recuperar su espíritu descubridor que en los últimos años había sido
ejercido por otros navegantes Pensaba que el acceso a su ansiada Asia estaba en el Caribe occidental (Isla Juana) por lo que el 13 de abril de 1502 zarpa del
puerto de Sevilla con cuatro naves , decidió esquivar la Española, y exploró las costas de las actuales Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, así como el
golfo de Urabá en la actual Colombia hasta el itsmo de Panamá que identificó como la Cochinchina. Desde ahí intentó retornar a La Española, pero una
tormenta lo hizo desembarcar en Jamaica, donde permaneció durante una año en penosísimas condiciones , y regresó en 1504 a Sanlúcar de Barrameda.

4.-Vasco de Gama y la llegada a la India


En el reinado de Manuel I el Afortunado (1495-1521) se alcanzaría el más importante logro en las empresas asiáticas portuguesas. En julio de 1497 salía de
Lisboa una reducida flota al mando de Vasco de Gama, tras bordear el cabo Tormentario (cabo de Buena Esperanza), llegó en enero de 1498 a la
desembocadura del río Zambeze, donde tuvo conocimiento de las fuentes orientales del oro africano. Llegó a Mozambique y Zanzíbar, donde fue recibido
con grandes muestras de hostilidad, por el contrario en Melinde, en la desembocadura del río Galana, encontró una positiva acogida que le permitió contar
con ayuda para afrontar la travesía del océano Índico, lo que le permitió llegar a Calicut el 20 de mayo de 1498.
Portugal finalizaba así su periplo africano, que le había llevado casi toda la centuria (1415-1499), el África occidental pasaba a ocupar un segundo lugar en
los intereses lusitanos: la fijación de las vías comerciales que, desde las bases del África oriental, incorporaban el mercado indostánico a las demandas
europeas suprimiendo el intermediario musulmán colocaban a Portugal a la cabeza de la expansión talasocrática. Los inicios de las relaciones con los
pueblos de la India no fueron fáciles, en muchas ocasiones por la falta de diplomacia de los expedicionarios portugueses. Vasco de Gama tuvo que volver a
someter Calicut previo bombardeo de la ciudad, la fidelidad de otras ciudades importantes como Cochin y Cananor exigían la presencia permanente de
barcos portugueses. Entre 1505 y 1509 los portugueses diseñaron y levantaron un complejo sistema de defensa de su navegación y de control del territorio
levantando fortalezas y factorías y estableciendo una armada permanente en aquellas aguas, convirtiendo la ruta de la pimienta en competencia exclusiva
de Portugal. Pero la evidencia de que la India no era el centro productor de las especias, sino que éste había que buscarlo en los archipiélagos orientales,
exigió a Portugal un nuevo esfuerzo que les llevaría, entre 1510 y 1512, hasta Sumatra, Malaca y el archipiélago de Maluco.

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TEMA 1.- LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRAFICOS

5.- Otros viajes de españoles y europeos


Otros poderes europeos decidieron iniciar la aventura atlántica. La presumible escala en Bristol de Joan Fernandes Lavrador, navegante al servicio de
Portugal que parece que alcanzó las costas de Groenlandia, determinaría la decisión de Enrique VII de Inglaterra de apoyar el proyecto del veneciano Juan
Caboto, que en su segundo viaje debió alcanzar las costas de Terranova (Canadá) y Nueva Inglaterra (Boston), aunque la expedición se perdió en su regreso.
El monarca portugués no renunció a la parcela atlántica que le aseguraba el Tratado de Tordesillas; así, Gaspar de Corte Real salió de las Azores y alcanzó en
el año 1500 Terranova, y la península del Labrador (Canadá) y Groenlandia en un segundo viaje; tanto él como su hermano naufragaron en el viaje de vuelta.
En los primeros años del s.XVI se sitúa la iniciativa francesa con destino a las Indias Occidentales, con el mismo trágico resultado. En marzo de 1500, una
flota al mando de Bartolomé Días se dirigía hacia el oeste desde Cabo Verde y alcanzaron una tierra a la que dieron el nombre de Vera Cruz, era Brasil, tierra
ya inspeccionadas por las expediciones españolas pero que el Tratado de Tordesillas había dejado en el lado lusitano. A partir del tercer viaje de Colón,
descubrimientos y conquistas progresaron conjuntamente. Entre 1499 y 1519 tuvieron lugar los llamados “Viajes menores” o “viajes andaluces” capitulados
por la Corona con otros navegantes al margen del almirante Colón. La Corona arbitró un sistema tendente a evitar los problemas derivados de los primeros
asentamientos colombianos en la Española: se trataba de otorgar licencias para descubrir, pero no para poblar, en muchas ocasiones con la orden expresa
deevitar las costas previamente descubiertas. Así se alcanzaron las costas orientales de Guayana, el golfo de Venezuela, la isla de las perlas, la
desembocadura del Amazonas… Todos estos viajes aportaron sobre todo, gran información, lo que a la postre significaría mayores riquezas.
En la Junta de Toro de 1505 la Corona decidió recuperar el proyecto original de encontrar una ruta hacia la Especiería; para ello había que rebasar las tierras
continentales descubiertas en el cuarto viaje colombino. Con la valiosa información recopilada hasta el momento, el súbdito portugués Fernando de
Magalhanes ofreció sus servicios a la Corona afirmando conocer tal paso. La flota magallánica saldría de Sevilla en 1519; después de alcanzar la costa
brasileña marcharon hacia el sur, atravesaron el estuario del Río de la Plata; alcanzaron el cabo de las Vírgenes; después de varias misiones exploratorias, las
naves comandadas por Magallanes se internaron en el laberinto de canales interoceánicos bautizados como “Estrecho de los Patagones”, en la Tierra de
Fuego. En1520 alcanzaron, por fin, el Mar del Sur. Magallanes decidió continuar el viaje rumbo a la Especiería.
Tras un larguísimo viaje lleno de calamidades (averías, hambre, enfermedades, motines) las naves arribaron al archipiélago de Filipinas. En un
enfrentamiento con los indígenas de Cebú moría Magallanes y muchos de sus hombres. Los supervivientes, comandados por Juan Sebastián Elcano,
vagabunderaon por las islas de los alrededores practicando la piratería para reabastecerse y recuperarse hasta poner finalmente rumbo a Borneo. El miedo
a los indígenas y las presiones de los portugueses, dispuestos a atraparles en cuanto los avistaran, hicieron a ElCano partir inmediatamente por la ruta del
Cabo Tormentario. Tras un viaje lleno de dificultades, a las que se unía la imposibilidad de atracar en ningún puerto para no ser capturado por los
portugueses, Elcano alcanzaría Sevilla en 1522. La vuelta al mundo había concluido.

6.- Consecuencias materiales y culturales de los descubrimientos


A lo largo del XVI, la integración de América en los circuitos económicos mundiales vendría condicionada por su aportación en oro y plata, cuyas
fluctuaciones determinarían varios ciclos productivos. La Casa de Contratación de Sevilla medía esas fluctuaciones que tras una enorme cantidad de oro
recibida en los primeros años descendió estrepitosamente en poco tiempo, entre 1531 y 1540 a Sevilla llegaba ocho veces mas plata que oro, a pesar de que
prevalecía el valor de éste. La producción de Tierra Firma (Buritica y Pasto) señala el segundo ciclo del oro por el que entre 1551 y 1560 llegaron a Sevilla 42
toneladas de oro, pero a partir de 1560 el descenso de la producción de oro y el incremento vertiginoso de la plata invirtieron completa y definitivamente la
relación, el valor de áquella ya superaba con creces al preciado metal dorado.
Entre 1506 y 1510 la Casa de Contratación registro 226 viajes de ida y vuelta que llegaron a 920 entre 1591 y 1595.
Si la sacudida a la riqueza americana repercutió en el progreso de la economía mundial, las LEYES NUEVAS de 1542-1543, representaría en el Nuevo Mundo
el esfuerzo más importante para proceder a legislar y reformar la administración de las nuevas tierras.
– Regulaban el funcionamiento del Consejo de Indias
– Reordenaron la Hacienda
– Reglamentaron el modo de hacer nuevos descubrimientos
– Abolieron la esclavitud indígena
– Intentaron erradicar la “Encomienda” *
Al concluir el siglo XVI, la plata americana inundaba los mercados económicos del mundo entero. Filipinas, la prolongación asiática de la Nueva España,
integraba un intenso mercado con los chinos como clientes habituales. Con los portugueses dueños del Océano Indico, y asiduos al Mar de la China, la
Corona Española, en la que Portugal se había integrado desde 1581, había copado, temporalmente, el campo de la economía-mundo

NOTAS

Tratado de Alcaçobas
Fue un acuerdo firmado en la villa portuguesa del mismo nombre, el 4 de septiembre de 1479, entre los representantes de los reyes Isabel y Fernando de
Castilla y Aragón, por un lado, y del rey Alfonso V de Portugal y su hijo Juan por el otro y que fue ratificado por el rey de Portugal el 8 de septiembre de 1479
y por los reyes de Castilla y Aragón, en Toledo, el 6 de marzo de 1480.El tratado resolvió cinco cuestiones principales:

– Declaró la paz entre el reino de Portugal y los reinos de Castilla y Aragón y puso fin a las hostilidades tras la Guerra de Sucesión Castellana (1475-
1479). Alfonso V renunció al trono de Castilla e Isabel y Fernando renunciaron a cambio al trono de Portugal.

– Repartió los territorios del océano Atlántico entre los dos países. Portugal mantuvo el control sobre sus posesiones de Guinea,la Mina de Oro,
Madeira, las Azores, Flores y Cabo Verde. A Castilla se le reconoció la soberanía sobre las islas de Canaria.

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TEMA 1.- LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRAFICOS

– Reconoció que el impuesto denominado el quinto real fuese percibido por Portugal en los puertos castellanos, incluyendo a los barcos que
hubiesen zarpado hacia la Mina de Oro antes de la firma del mismo.

– Reconoció a Portugal la exclusividad de la conquista del Reino de Fez.

– En paralelo se negociaron las Tercerías de Moura, que resolvieron la cuestión dinástica castellana a través de dos convenios: Juana la Beltraneja o
Juana de Castilla, rival de Isabel por el trono de Castilla, debió renunciar a todos sus títulos castellanos y optar entre el casamiento con el príncipe heredero
de los reyes Fernando e Isabel, Juan de Aragón y Castilla, si éste así lo decidía al cumplir los catorce años o recluirse en un convento, opción por la que optó.

– También acordaron la boda de la infanta Isabel de Aragón y Castilla, hija primogénita de los reyes Isabel y Fernando, con Alfonso de Portugal y
Viseu, el hijo único del Juan II de Portugal, príncipe heredero de Portugal. La enorme dote pagada por los padres de la novia representó la indemnización de
guerra obtenida por Portugal.

Tratado de Tordesillas
Se conoce como Tratado de Tordesillas al compromiso suscrito en Tordesillas (Valladolid) el 7 de junio de 1494 entre Isabel y Fernando, reyes de Castilla y
Aragón y Juan II rey de Portugal, en virtud del cual se establecía un reparto de las zonas de conquista y anexión del Nuevo Mundo mediante una línea
divisora del Océano Atlántico y de los territorios adyacentes. El tratado se firmó para evitar conflictos entre las coronas de España y Portugal interesadas en
el control de los mares y tierras exploradas por sus marineros. Quince años después del Tratado de Alcaçovas.

Encomienda
La encomienda fue una institución característica de la colonización española de América y Filipinas, establecida como un derecho otorgado por el Rey
(desde 1523) en favor de un súbdito español (encomendero) con el objeto de que éste percibiera los tributos que los indígenas debían pagar a la corona (en
trabajo o en especie y, posteriormente, en dinero), en consideración a su calidad de súbditos de ésta. A cambio, el encomendero debía cuidar del bienestar
de los indígenas en lo espiritual y en lo terrenal, asegurando su mantenimiento y su protección, así como su adoctrinamiento cristiano (evangelización). Sin
embargo, se produjeron abusos por parte de los encomenderos y el sistema derivó en muchas ocasiones en formas de trabajo forzoso o no libre, al
reemplazarse, en muchos casos, el pago en especie del tributo por trabajo en favor del encomendero. La encomienda de indios procedía de una vieja
institución medieval implantada por la necesidad de protección de los pobladores de la frontera peninsular en tiempos de la Reconquista. En América, esta
institución debió adaptarse a una situación muy diferente y planteó problemas y controversias que no tuvo antes en España.

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TEMA 2 . LA EXPANSION DEMOGRÁFICA Y LAS TRANSFORMACIONES ECONOMICAS

1.- Características de la demografía “antigua”. Los factores demógraficos


El objeto de la demografía histórica o”antigua” es el estudio de las poblaciones del pasado, es decir, su estado, estructuras y movimiento, tanto natural
(nacimientos , matrimonios, defunciones) como geográfico (migraciones) y su evolución en el tiempo. Durante todo el ciclo demográfico antiguo la
población no deja de crecer, aunque muy lentamente. Sin embargo, el rasgo más destacado de este modelo es que, en los ciclos cortos, los crecimientos y
las crisis catastróficas, demográficas, dependen de la coyuntura económica, las crisis de subsistencia, las guerras y las emigraciones forzosas. El régimen
antiguo de población se define: por la alta natalidad, la alta mortalidad y la dependencia del tamaño de la población de la coyuntura económica.
La mortalidad catastrófica tendrá una importancia decisiva en el tamaño de la población. Había un inestable equilibrio entre la población y los recursos.
El elemento regulador de la demografía era la mortalidad, estrechamente relacionada con la dependencia de una economía de carácter agrícola.
Periódicamente se producían crisis de subsistencias desatadas por el encadenamiento de malas cosechas. La escasez de alimentos originaba hambrunas
que a su vez producían enfermedades de carácter epidémico difundidas con gran rapidez entre una población depauperada.

2.- La sociedad estamental


La sociedad europea durante la Edad Moderna, llamada también de Antigua Régimen, era mayoritariamente agraria, por lo que la mayor parte de la
población se dedicaba a la agricultura, que era la que mantenía a las clases privilegiadas que eran los principales terratenientes.
La sociedad del Antiguo Régimen se estructuraba a partir de criterios jerárquicos muy formalizados, la existencia de privilegios de diversa índole era un
principio básico y rector del orden social, que estaban legalmente reconocidos. Un escaso 5% integraba el bloque de los privilegiados y el resto considerados
plebeyos, aunque dentro de éstos se encontraban condiciones económicas y sociales bastante diferenciadas.
Esta sociedad se dividía en estamentos sociales y no por clases como las de la sociedad industrial (en la que imperaban criterios básicamente económicos),
era una sociedad corporativa y fuertemente enraizada en un mundo de creencias tradicionales, transmitidas oralmente, manifestando un fuerte rechazo
hacia la novedad y hacia los individuos ajenos a su propio grupo.

El grupo privilegiado era la NOBLEZA que servía de modelo para los otros grupos de la sociedad. Era una clase terrateniente hereditaria de origen militar,
que representaba entre el 1 y el 2% de la población europea. Justifican su condición privilegiada haciéndolos descender de los conquistadores germánicos.
Este origen étnico implicaría que la condición nobiliaria fuese igual para todos los miembros del estamento, pero la realidad era que había diferencias de
nivel económico y de rango social, por lo que se suele hablar de alta y baja nobleza. La diferencia entre ambos grupos podía venir definida por la posesión de
señorías jurisdiccionales o por la posesión del título de conde, duque, marqués o similar. Por supuesto existían simples caballeros que no poseían señoríos
jurisdiccionales, sino que eran propietarios rurales o urbanos. La condición nobiliaria no era inmutable,los reyes otorgaban ascensos dentro del rango de la
nobleza titulada, o daban títulos a simples caballeros. El fenómeno del ennoblecimiento era posible porque existía una zona mixta de personas que, sin ser
jurídicamente nobles, vivían como tales, tanto en la forma de sus ingresos como en la manera ostentosa de gastarlos. Se trataba de una oligarquía urbana
que se suele denominar “patriciado”.
La condición nobiliaria se transmitía por herencia a todos los hijos, no así el título, que lo heredaba el primogénito, los demás hijos serían simples caballeros.
En cuanto a la herencia de los bienes, en el s. XVI no se había extendido demasiado el sistema de primogenitura, estando aun vigente el sistema de reparto
de bienes entre los hijos varones por igual (origen de la fragmentación de Alemania, por ejemplo). La base de la riqueza nobiliaria era la propiedad
privilegiada de la tierra por medio del régimen señorial. El noble no era sólo el propietario del dominio, sino que ostentaba la autoridad pública e incluso
judicial. La explotación de la tierra era cedida a los campesinos a cambio de rentas fijas o de parte de la cosecha, quedando una “reserva señorial”. Además
los señores tenían el monopolio de medios técnicos (molinos), cobraban impuestos sobre las vías de comunicación, tenían derecho preferente de venta de
sus productos, derechos exclusivos de caza y pesca. Aunque sus ingresos eran elevados, también lo eran sus gastos, debían mantener un elevado número
de criados, llevar una vida suntuosa, otorgar generosas dotes a sus hijas, construir y mantener palacios, son las denominadas liberalidades. A finales del s.
XVI muchas casas nobiliarias tenían dificultades económicas y se hallaban endeudadas. Uno de los privilegios de los nobles, sin embargo, era que no podían
ser encarcelados por deudas, los monarcas concedían toda clase de ventajas (concesiones de impuestos, asignación de cargos lucrativos…) para que los
nobles no tuvieran que pagar a sus acreedores. En todo caso, la ruina de algunas familias suponía el ascenso de otras.

La población urbana
La ciudad formaba, dentro de la sociedad del Antiguo Régimen, un elemento minoritario, pero cualitativamente muy importante por su dinamismo. La
ciudad representaba la economía de base dineraria, capitalista, en oposición a la estructura rural tradicional, heredada del feudalismo.
En las ciudades encontramos tres grandes grupos sociales: una minoría de burgueses, una mayoría de artesanos y un gran número de criados y
trabajadores no cualificados, a parte de los marginados sociales.
La BURGUESIA, era una clase seminobiliaria y hereditaria que vivía de las rentas de la propiedad o del capital. Solían dirigir de manera exclusiva o
preeminente los gobiernos municipales. De manera general se suele asimilar la burguesía con los comerciantes, pero también eran importantes los
graduados universitarios que vivían del ejercicio de su profesión (médicos y abogados). La burocracia también ofrecía colocación a personas que no
tuvieran un título nobiliario (oficios de pluma). En general se consideraba que las profesiones liberales no eran incompatibles con el ennoblecimiento,
mientras que sí lo era el comercio. Los comerciantes se enorgullecían de su experiencia práctica, e incluso mandaban a sus hijos a pasar un periodo de
formación en otras ciudades. En esta época no existían banqueros especializados, sino que los financieros eran grandes comerciantes al por mayor que,
entre otros muchos productos, comerciaban con dinero por medio de la especulación y las letras de cambio. El sistema tendría un claro precedente en las
ciudades italianas del s. XV y especialmente en Florencia (Banca Medici). Las inversiones industriales de la burguesía del s. XVI eran limitadas.

Los Artesanos la mayor parte de la producción industrial estaba en manos de artesanos especializados, organizados en gremios. Los gremios o
corporaciones de artesanos reglamentaban la formación profesional y organizaban las condiciones de trabajo, fabricación y venta de los productos, asi
como las estipulación de los precios. A lo largo del s. XVI aumentó el número de gremios y de artesanos en general, por medio de una especialización a
veces excesiva. En lasciudades medias, donde el número de artesanos era más reducido, las especialidades se encontraban reunidas en “cofradías de
diversos oficios”, por lo general bajo la advocación de un santo patrón común. El acceso a la condición de maestro agremiado se realizaba a través de un
examen de maestría que en teoría debía demostrar la cualificación del aspirante, pero que en la práctica se convertía en un mecanismo de selección
económica y social, puesto que los gastos que se debían satisfacer eran elevados; los familiares de maestros solían ser eximidos de este pago, por lo que el
grado terminó convirtiéndose en hereditario. Además, había discriminaciones de distinto tipo que reglamentaban el ingreso en los gremios, siendo más
abundantes en los gremios más ricos. Los gremios estaban muy relacionados con los gobiernos municipales, que incluso llegaban a ser parte de ellos,
generalmente detrás de ciudadanos y comerciantes. Aunque los gremios habían ganado posiciones en muchas ciudades alemanas durante los siglos XIV y
XV, en el siglo XVI se produjo una disminución del papel de los artesanos y una aristocratización del consejo. Muchos jóvenes, que nunca llegaban a aprobar
el examen de maestría, quedaban siempre en una posición intermedia. Solían agruparse en “cofradías de mancebos”; son especialmente conocidas las
organizaciones semiclandestinas de oficiales o compagnons francesas.

Masa de trabajadores no cualificados, que trabajaban generalmente por un sueldo diario en trabajos eventuales; se les denominaba despectivamente

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TEMA 2 . LA EXPANSION DEMOGRÁFICA Y LAS TRANSFORMACIONES ECONOMICAS


“ganapanes”. Cerca del 80% de la población europea estaba compuesta por campesinos, pero bajo este nombre se daban condiciones económicas y sociales
muy diferentes, que derivaban de diversos factores: de si el campesino dependía de un señor jurisdiccional o no, de como era el régimen de tenencia de la
tierra: contratos arrendamientos a largo plazo o vitalicio, de corto plazo o si era simplemente un jornalero asalariado. Tipos de contratos:
– de larga duración, perpetuos o hereditarios, los mejores, según el modelo romano de enfiteusis. Cesión de tierras no cultivadas que el campesino
ponía en explotación a cambio de un canon moderado.
– de arrendamiento, el campesino corría con los gastos de la explotación; los propietarios tendían a los contratos de corta duración, más
beneficiosos para sus rentas.
– de aparcería, el propietario corría con parte de los gastos y a cambio recibía también una parte de la producción.
El nivel superior de la sociedad campesina estaba ocupado por una pequeña minoría, en torno al 5%, de campesinos ricos, enfiteutas o grandes
arrendatarios, solían ser los intermediarios del régimen señorial, poseían ganado y empleaban mano de obra asalariada. Un 25% de la población la formaban
los campesinos medios, independientes pero no tan ricos; pero la gran mayoría del campesinado estaba constituida por campesinos dependientes, con
pocas tierras o con tierras insuficientes, que tenían que realizar trabajos estacionales para los campesinos más ricos y que podían perder sus tierras a la
menor dificultad. La posesión de un trozo de tierra separaba aún a estos campesinos de los jornaleros y los mozos de labranza, servidores rurales.

Pobres y delincuentes
La pobreza era una situación sustancial con la sociedad del Antiguo Régimen, un 10% de la población vivía bajo la sombra de la pobreza y podía ser
incrementado por población artesana y campesina carentes de reservas de alimentos y de dinero a causa de los vaivenes de la economía, por lo que en
sentido amplio cerca de la mitad de la población europea vivía en situación de pobreza y al borde de ella y las viudas, ancianos y enfermos como el colectivo
de pobreza extrema.
El siglo XVI no hizo más que aumentar el número de pobres y deteriorar el nivel de vida, situación agravada en el siglo XVII por la crisis.
Tan general como el fenómeno de la pobreza era la existencia de un gran sentido de la caridad social, sobre todo en las ciudades pero que nunca logro
solventar el problema. En el campo no disponían de tantas instituciones caritativas como en las ciudades y los pobres que no estaban controlados por las
parroquias eran considerados vagabundos. Además existía gran variedad de falsos mendigos y delincuentes, que a veces formaban bandas organizadas, de
ahí las persecuciones a los gitanos. La legislación que se aplicaba contra delincuentes y vagabundos era dura, arbitraria y socialmente selectiva.

3.- Los conflictos sociales


Durante el primer tercio del siglo XVI culminó un ciclo de revueltas que se había extendido a lo largo de la Baja Edad Media. Estas revueltas surgían como
respuesta a las crisis económicas, pero se articulaban generalmente en torno a una ideología religiosa de tipo apocalíptico, por lo que se habla de
movimientos milenaristas. Los grupos religiosos más radicales negaban las jerarquías sociales existentes y pretendían crear sociedades perfectas sin
propiedad privada (revuelta husita). Las revueltas radicales se fundaban en la igualdad fundamental del género humano. Los rebeldes se organizaban en
hermandades (Castilla y Galicia), los rebeldes castellanos eran también conocidos como comuneros y en Valencia y Mallorca como las germanías.
Aunque estas revueltas son generales a toda la población, a causa de la mayor población rural, las rebeliones campesinas eran las más importantes. Se
trataban movimientos de larga duración inspirados en la revuelta de la jacquerie parisina de 1358. Casi todas las guerras campesinas de la Edad Media
terminaron con la victoria de la nobleza y los reyes sobre las bandas campesinas organizadas, pero es posible que la derrota de los sectores más radicales
fuera seguida por algún tipo de reforma de los abusos más flagrantes. Es posible que la resistencia campesina frenara los intentos señoriales de reintroducir
la servidumbre, como pasó en la Europa Oriental. Después de la reforma protestante, muchos movimientos campesinos se mezclaron con reivindicaciones
religiosas. Fueron frecuentes estas protestas en Inglaterra y Francia, aunque el último decenio del siglo fue especialmente conflictivo a nivel europeo.

4.- El regimen señorial


Frente a una economía de subsistencia basada en la agricultura y la ganadería en explotaciones familiares sin excedentes de producción, sólo para
consumo propio como forma de vida de la mayoría de la población rural, se encuentra el poder de la propiedad señorial que deriva de dos fuentes
– los dueños de las tierras
– capacidad de mando tanto militar como judicial
Su capacidad de disposición sobre la tierra les otorga un enorme poder de presión sobre una población que precisa de ella para su trabajo y sustento.
Existen grandes diferencias en el grado de dominio que tiene el señor sobre las tierras del señorío y en la forma de cesión de éstas a los campesinos.
Mención aparte son las tierras de la Iglesia que a principios de la Edad Moderna era el mayor terrateniente, añadidas las posesiones de las órdenes
militares. Pero la evolución de la propiedad de la Iglesia registró diferencias muy significativas; en los países católicos se percibe un incremento de
propiedad, mientras que en los países reformados, se produce una expropiación generalizada de sus bienes.
Sólo era comparable las tierras de la Iglesia con los de la nobleza, que conocía varias alternativas.
1.- Este de Europa (al este del Elba) …. La segunda servidumbre
– régimen feudal en sus más claras referencias medievales
– Campesinos sin libertad, adscritos a la tierra y dependientes del señor
– Por el gran comercio internacional se agrava esta situación
– Los señores feudales se aprovechan de las circunstancias
2.- Península Ibérica, sur de Italia, Francia mediterránea, Inglaterra y Países Bajos
– Campesinos con libertar jurídica
– Campesinos no adscritos a la tierra
– Desaparecen las cargas de trabajo
– Hay zonas que no conocen el régimen señorial
3.- Alemania y la mayor parte de Francia
– Régimen señorial generalizado, suavizado por la tradición
– Autoridad señorial con clásicos derechos jurídicos
– Obligación de pagar cánones al señor
– En algunos casos prestaciones de trabajo
– Los señores disfrutaban de su jurisdicción de productivos monopolios

5.- La expansión agrícola y ganadera


El sector agrario es el más importante de la época, de el depende la bonanza o penuria de la sociedad del siglo XVI.
Se produce un aumento de la producción debido a la demanda de una población creciente, aunque no se perciben grandes innovaciones en el mundo

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TEMA 2 . LA EXPANSION DEMOGRÁFICA Y LAS TRANSFORMACIONES ECONOMICAS


agrícola, reduciéndose además a algunas zonas muy concretas, como el los Países Bajos, en la que se había conseguido reducir el barbecho mediante la
adopción de rotaciones de cultivos más complejos y sobre todo la introducción de la “labranza convertible” (transformación de la tierra fácilmente arable a
pastos y al revés), por la necesidad de reemplazar los cultivos por la ganadería en una época en que los precios de los cereales tendían a la baja,
permitiendo su asociación y mejorando la productividad de la tierra, como resultado un sistema ideal para una época de expansión agraria.
En el resto de Europa las innovaciones agrarias fueron muy escasas,predominando una agricultura cerealista de carácter extensivo, con el barbecho en
rotaciones bienales o trienales y con una productividad más baja que los países innovadores como los Países Bajos.
Al no producirse una mejora de la productividad el crecimiento del siglo XVI se produjo fundamentalmente por la ampliación de la superficie cultivada.
– Por la puesta en explotación de las mejores tierras abandonadas durante la crisis bajomedieval
– Roturación de tierras de carácter más marginal
Otras factores de desarrollo del sector agrario es que las tierras de regadío se benefician de la construcción de presas, de zonas de producción más
diversificada y otras con cultivos más especializados, como la llegada del Nuevo Mundo de gran variedad de especias vegetales:tabaco, chocolate, maíz, etc

6.- Las manufacturas y el comercio


Las manufacturas en el siglo XVI registraron notables avances cualitativos y cuantitativos. En primer lugarhay que destacar las labores extractivas, con
especial atención a la obtención de los metales.
La creciente demanda forzó un aumento de la producción y obligó a cavar galerías cada vez más profundas, lo que requirió mejoras técnicas; los altos
hornos se impusieron a las fraguas en la producción de hierro. Los metales preciosos eran imprescindibles, convertidos en moneda. La creciente demanda
hizo que aumentara la producción en las minas centroeuropeas, pero el aporte más importante es el que llegó de América. En un primer momento lo que
llegaba era sobre todo oro, obtenido a bajo coste porque procedía del saqueo de los tesoros indígenas o de la extracción mediante el trabajo forzoso de
éstos, lo que no encarecía el producto, pero la práctica desaparición de la población indígena planteó problemas de difícil solución. La plata acabó
imponiéndose primero en peso y luego en valor, con el descubrimiento de minas como las de Taxco (1534) o Potosí (1545). Pero no sólo fue el hallazgo de
ricos filones el responsable de la avalancha de plata que llegó a Europa, sino la introducción de mejoras técnicas, sobre todo el sistema de la amalgama, que
suponía un importante ahorro de mano de obra y combustible y la posibilidad de aprovechar minerales menos ricos en plata; pero la amalgama requería
una abundante provisión de mercurio, por lo que fue fundamental el hallazgo de Huancavelica en Perú. En el terreno de la transformación hay algunas
actividades muy dispersas que proporcionan productos elaborados de consumo masivo e inmediato: molinos, almazaras, lagares, tahonas.
Hay sectores a los que se les da mayor importancia, como el textil, en el que encontramos un gran abanico de situaciones. Perdieron importancia centros
como Bruselas y Gante, así como la producción de paños castellanos, al tiempo que se desarrollaba una manufactura textil destinada a cubrir las
necesidades básicas de un amplio sector de la sociedad; se buscaba la mano de obra a tiempo parcial entre los campesinos e introdujo nuevos elementos
técnicos como el batán, el huso de rueda.. Sus productos no tenían la calidad de las manufacturas tradicionales, pero al ser mucho más económicos
inundaban los mercados.
Importantísima fue la aparición de la imprenta en la difusión de ideas y de conocimientos. La publicación de libros se desarrolló con increíble rapidez,
cubriendo una creciente demanda, y los impresores se extendieron por toda Europa desde la segunda mitad del s.XV. Algunos centros adquirieron pronto
una especial relevancia, muy vinculadas a sus respectivas universidades. También hay que mencionar el auge de la construcción naval, que concentra la
mayor parte de los avances técnicos de la época y que movilizó un importante volumen de mano de obra y de capital. El nuevo reto era contar con naves
capaces de adentrarse en la navegación oceánica. La carabela es una primera respuesta, ya a mediados del siglo XVI, y la siguiente etapa será ya el galeón,
que no tenía rival en cuanto a maniobrabilidad, capacidad de carga y potencia de fuego.
En relación al comercio, comentar que el crecimiento de la población, el peso que iban adquiriendo las ciudades requerían un aumento de intercambios de
todo tipo de mercancías y productos. Este incremento no sólo necesitaba barcos y carretas, sino situar estos intercambios en las ferias y mercados.
El desarrollo de los sistemas contables, fiabilidad del correo, los seguros en los transportes hacían estabilizar y aumentar las relaciones comerciales.
Aunque existía aún un fuerte nivel de autoconsumo sobre todo en el campo (mediante trueque), una parte cada vez mayor de la producción salía al
mercado por distintas vías: ferias locales, mercados semanales de incidencia comarcal, ferias, pero esto conllevaba los inconvenientes de los costes del
transporte de las mercancías, por lo que los comerciantes recurrían al uso de los muestrarios, de ahí el desarrollo de la LONJAS.

Otra novedad eran BOLSAS, donde se negociaban productos y capitales, la más conocida fue la de Amberes.
Las rutas comerciales sufrieron importantes modificaciones, sobre todo los de larga distancia y con ello también los centros del comercio europeo, de este
modo las rutas mediterráneas con dificultades debido a la invasión turca perdieron protagonismo a favor de las rutas atlánticas, a través de las cuales
llegaban las especias y las sedas de Extremo Oriente, con menos costes de transporte que la vias terrestres, convirtiéndose Lisboa en el centro de
distribución de especias y otros productos exóticos. La Casa de Contratación de Sevilla realizó una labor similar en el comercio con América, aunque ambos
monopolios sufrieron las consecuencias de la creciente actividad de los comerciantes y navegantes de otras potencias europeas: franceses, holandeses e
ingleses, donde a medio y largo plazo triunfarían sobre las economías portuguesa y española incapaces de de responder al reto colonial, Londres, Brujas,
Amberes y Amsterdam fueron alternando ese protagonismo.

Revolución de los precios


El aumento de los precios preocupó a los contemporáneos hasta formular una primero teoría cuantitivista de la moneda. Esta era una mercancía más y la
escasez o abundancia de la misma definía su valor relativo respecto a otras mercancías.
El juego de la oferta y la demanda era esencial en la fijación de los precios. El mundo del comercio requería nuevos instrumentos, al tiempo que
desarrollaba o reinventaba los de procedencia bajomedieval. Podían ser tan antiguos como el contrato de comandita o la letra de cambio, a menudo
desnaturalizada hasta convertirse en un préstamo a corto plazo. El crédito a particulares solía seguir prácticas tradicionales que sorteaban la crítica de la
Iglesia a la usura. Pero los estados tenían problemas crecientes de numerario, por lo que surgieron los juros en la hacienda de los Austrias, deuda pública
remunerada que se podía negociar en los mercados financieros. Se perfeccionaron los sistemas contables, con el libro mayor, el diario, la contabilidad por
partida doble, la sustitución de la numeración romana por la arábiga.
La creciente circulación de dinero necesitaba de especialistas; los usureros estaban prohibidos, y a menudo se les identificaba con la minoría judaica.
Tenemos también cambistas y auténticos banqueros, que cambiaban moneda, giraban cantidades entre distintos centros financieros, recibían dinero en
depósito. Alcanzaron cierta importancia algunos bancos municipales, que eran esencialmente cajas de depósito volcadas en la atención de las necesidades
financieras del municipio. Un salto cualitativo importante fue pasar de estas instituciones financieras a auténticos bancos públicos en el sentido moderno,
que remunerasen los ahorros allí depositados y pudieran prestar a interés, pero hay que esperar al siglo XVII para que esto suceda.

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TEMA 3 .- RENACIMIENTO Y HUMANISMO

1.- Los conceptos de Renacimiento y Humanismo. Características y factores de difusión


Renacimiento: Amplio movimiento cultural que se produjo en Europa Occidental en los siglos XV y XVI. Sus principales exponentes se hallan en el campo de
las artes, aunque también en las ciencias, tanto naturales como humanas. Italia fue el lugar de nacimiento y desarrollo de este movimiento, es fruto de la
difusión de la ideas del Humanismo que determinaron una nueva concepción del hombre y del mundo.
Humanismo: Movimiento intelectual, filológico, filosófico y cultural europeo estrechamente ligado al Renacimiento, que propugna el retorno a la cultura
grecolatina como medio de restaurar los valores humanos, cuyo origen se sitúa en el siglo XIV en la península Italia (especialmente en Florencia, Roma y
Venecia) en personalidades como Dante Aliguieri, Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio.

El Renacimiento nos evoca una pletórica recreación de la Antigüedad clásica en literatura, pensamiento, arte, actitudes y comportamientos en lugares y
tiempos concretos, particularmente de Italia. Y es este proyecto de revivir la Antigüedad, el convertirla en molde de un mundo nuevo, el que presta su
fisonomía más definida al llamado Renacimiento.
Los problemas se presentan al expandir su significado a la totalidad histórica de una época e intentar transferirlo desde las minorías cultas al conjunto social.
Si queremos aplicar el término con este matiz de cultura de época debemos situarlo, a efectos meramente pedagógicos y en un primer intento, entre el s.
XIV y mediados del s. XVI, con perspectivas variables según los países. Por otro lado, sus creaciones deberán vincularse a minorías urbanas en contrapunto
con mayorías asentadas en la tradición medieval. Además, convendrá distinguir entre los conceptos de Renacimiento y Humanismo. El primero es más amplio
y tiende a abarcar la diversidad de perspectivas y actitudes vitales, mientras que el de Humanismo se refiere más directamente al resurgir de las letras
clásicas antiguas y de los valores culturales a que dieron origen. El interés por el Renacimiento como cultura de época se inicia a mediados del s. XIX, tras
una etapa de admiración medieval propia del romanticismo. Corrientes:
– Siglo XIX : el autor más significativo será Jakob Burckhardt, cuya Cultura del Renacimiento en Italia (1860) se centraba en reivindicar para la época la
individualidad y el espíritu laico. Para este autor, la quiebra entre Edad Media y Renacimiento resultaba evidente y se producía a mediados del s. XV.
Burckhardt contrapone la afirmación individual renacentista a los valores colectivos medievales, con sus lazos de sangre, familia y territorio.
– Primer cuarto del s. XX , los medievalistas tienden a rechazar las fáciles contraposiciones entre Edad Media y Renacimiento. Frente a Burckhardt,
que había centrado el verdadero Renacimiento en Italia, fue configurándose la conciencia de un Renacimiento nórdico , no paganizante sino cristiano , una de
cuyas figuras más significativas sería Erasmo. De este modo se tendían puentes entre el Renacimiento y las reformas religiosas.
Con todo, la consolidación evidente del Renacimiento italiano contaba a su favor con el sustrato cultural e incluso material de la vieja Romanidad, mientras
que tradiciones culturales distintas en otros países europeos podía ofrecer ciertas resistencias.
– Finales del s. XX , Peter Burke ha subrayado la necesidad de considerar el Renacimiento no como un período concreto, sino como una dinámica
expansiva en amplio contexto. Lo ocurrido a partir del s. XIV (inicialmente en Florencia) debe situarse en una trayectoria de cambios a largo plazo, entre el
año 1000 y el 1800. En este marco general, el Renacimiento clásico correspondería a la secuencia temporal intermedia (siglos XIV – XVI), para estos hombres,
las letras clásicas y los modelos antiguos representaron la posibilidad de nuevas actitudes ante el mundo. Posteriormente, los siglos XVII y XVIII aportarían
otros matices a parecidos problemas.

Características y factores de difusión


El Humanismo, con su nueva vivencia y actitud ante el mundo, características de la etapa renacentista, intentará liberarse de los encorsetados ascéticos y
religiosos de la cultura eclesiástica de la Edad Media. Comportaba una revalorización de la nobleza de lo humano propiamente dicho, sus valores y
capacidades, así como una apuesta de inserción en la “ciudad terrena” frente a la exaltación de los valores últimos de la “ciudad de Dios”, o los afanes de
salvación radicalmente manifiestos en siglos anteriores; conviene precisar que no se produjo una contraposición entre Antigüedad y Cristianismo, sino
intentos de concordia y síntesis.
Los clásicos grecorromanos se convirtieron en modelos universales, que deben ser incorporados a la herencia cristiana. “Armonía” y “unidad” serán
referencias clave de la cosmovisión humanista, y es que el Humanismo, además de su interés erudito en las letras clásicas y la filología, debe entenderse
como un nuevo modo de vivir, que subraya la inserción del hombre en el mundo, completo y polivalente, por ello, otros rasgos importantes de la actitud
humanista serán la “virtus” (valor, energía, audacia viril, integridad). Al mismo tiempo, en el Humanismo se percibe un sentido aristocrático, minoritario, de
jerarquías intelectuales o de círculos de iniciados, lo caracteriza un cierto distanciamiento e individualidad, frente al talante pasional, emotivo, vitalista de la
llamada “cultura popular”. Estos postulados adquirieron una evidente expresión en las artes plásticas, con sus ideales de proporción y armonía,
manifestaciones visibles y costosas, urbanas y monumentales, que no pueden ser entendidas sin el mecenazgo.
El Humanismo también se verá estimulado y favorecido por la nueva “cultura de la imprenta”, que aumenta la posibilidad de información, amplía los
horizontes mentales, favorece la reflexión individual y, en consecuencia, una mayor actitud crítica ante los estilos de vida tradicionales. En su actitud con
respecto a los poderes, los humanistas también se volvieron hacia los clásicos. El modelo lo constituía el ciudadano activo e independiente de una república.
Se trataba de un humanismo civil, con ecos en las ciudades libres de Italia o de Alemania. Sin embargo, la Monarquía era la institución característica en los
países europeos. Frente a las arbitrariedades posibles, muchos humanistas retomaron ante ellas los modelos estoicos del senequismo: serenidad y entereza
ante la tiranía, como virtudes más propias de súbditos que de ciudadanos. Finalmente, el Renacimiento humanista tuvo también un lado oscuro, y algunos
de sus representantes se adentraron en terrenos de lo marginal, lo supersticioso y lo hermético. aspectos que no quedaban lejos de la filosofía natural y los
balbuceos científicos.
La Difusión del Humanismo tendría mucho que ver con una nueva pedagogía y con la renovación de la enseñanza, que se proyecta como formación general:
actividades físicas, intelectuales y espirituales. Late intensamente la conciencia idealista de un hombre concebido como criatura divina y perfeccionable,
desde el salvajismo de la niñez a las sutilezas del cortesano humanista, y para ello los antiguos clásicos proporcionaran buenos modelos a imitar. Surgieron
las Academias de Letras Clásicas en contraposición a las tradicionales universidades, como la florentina, platonizante y minoritaria, la romana, vinculada al
Curia Pontificia y la veneciana, interesada principalmente por los autores griegos.
Se ha considerado siempre que estos usos culturales italianos fueron exportados y difundidos al resto de Europa Occidental que se imitaron y
reinterpretaron según sus necesidades, sus circunstancias.

Los cauces por los que se produjo la difusión de Humanismo fueron:


– En primer lugar los viajes y visitas a Italia, se mantuvieron los viajes de clérigos, peregrinos y comerciantes y se incrementaron los de los soldados,
diplomáticos y universitarios especializados.
– En segundo lugar el efecto contrario, las emigración hacia territorios europeos de humanistas y artistas italianos, para realizar actividades
diplomáticas, invitaciones, mecenazgo, promoción o simplemente aventura, cuando no huida o exilio político, esta emigración la difusión del Humanismo
por la escasez de humanistas autóctonos.
– La imprenta de tipos móviles no fue inventada hasta la década de 1440 por Guttemberg, por lo que no ejerció influencia en los inicios del
Renacimiento,pero si en su difusión. La imprenta puso en relación el proyecto de recrear la Antigüedad con la posibilidad pública e individual de disponer de
ediciones impresas y circulantes de los autores clásicos, llegando a imprimirse entre y 1450 y 1500, 15000 textos, la mayoría en latín.
– No hay que olvidar el desarrollo del género epistolar en la difusión del Humanismo, aumenta considerablemente la escritura de cartas, muchas
veces uno de los pocos procedimientos de intercambio y de relación entre amigos y eruditos.

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TEMA 3 .- RENACIMIENTO Y HUMANISMO

En este proceso de difusión cultural, no tuvieron demasiada importancia las universidades de raíces medievales, por lo menos al principio.
El recuperado latín clásico se enfrentó con el latín escolástico de las universidades, y éstas tras algunas reticencias incorporaron a sus facultades algunas
cátedras de lenguas clásicas, con todo se produjo una expansión de las instituciones universitarias a lo largo del siglo XVI en Europa por dos causas
principales, por un lado los conflictos religiosos entre católicos y protestantes multiplicaron las universidades y las convirtieron en baluartes ideológicos y
por otro , la necesidad de los nuevos Estados de estructurarse a través de una burocracia y administrativa eficiente formada en el derecho romano impartido
en la universidades tradicionales.
En Europa el Renacimiento logró una progresiva revitalización de las lenguas y literaturas vernáculas, aunque los libros en latín continuaron manteniendo
su dignidad. Los nuevos géneros literarios que se difunden son poesía épica y lírica, el cuento y las novelas caballerescas o sentimentales.

2.- Italia y otras realidades europeas


La eclosión de la cultura renacentista se sitúa territorios del centro y norte de Italia entre los siglos XIV y XV, coincidiendo con el afianzamiento de las
ciudades-estado y con pujantes intercambios comerciales con el Mediterráneo oriental. Las ciudades libres italianas ocupaban un lugar intermedio entre la
influencia del Papado y el Imperio. Pero el desarrollo económico no lleva siempre parejo el desarrollo cultural, ciudades económicamente importantes como
Génova no parecen situarse dentro de la corriente innovadora de la época. El Renacimiento cultural constituyó un movimiento claramente urbano, interesó
a tres minorías ciudadanas definidas:
– las oligarquías dirigentes, que actuaron de mecenas
– intelectuales, eruditos, secretarios, escribanos y pedagogos
– artistas plásticos reclutados entre el artesanado gremial.
Familias de banqueros y comerciantes son el origen del estímulo cultural renacentista (los Médicis, los Sforza), posteriormente la cultura renacentista se
difundirá entre los dignatarios civiles y eclesiásticos. El retorno a lo romano clásico se encuentra en la base de los intereses renacentistas de imitación de la
Antigüedad. En muchas actitudes de los humanistas se descubren estas dualidades modernas y medievales al tiempo, siendo especialmente evidente en
materia religiosa, pues pretendieron convertirse en romanos antiguos sin dejar de ser cristianos. Las nuevas sensibilidades cristalizaron originariamente en
territorios de Italia en los que el legado de la cultura clásica se manifestaba de forma evidente.
Se puede hacer referencia a cuatro centros especialmente dinámicos:
– Florencia , que vive momentos de esplendor bajo Cosme de Médicis y Lorenzo el Magnífico; es aquí donde se crea la Academia Neoplatónica de
Marsilio Ficino y donde se desarrolla un humanismo cívico que pretende la salvaguarda de las libertades republicanas de la ciudad.
– Reino de Nápoles , con el patrocinio de Alfonso V de Aragón, donde destaca Lorenzo Valla, determinante para la revalorización del latín clásico.
– Ciudad de Roma , con el mecenazgo del Papado, entre los que destacan Nicolás V, Calixto III, Pío II, Alejandro VI, Julio II y León X. Como ejemplo más
significativo hay que referirse a las obras monumentales de la Basílica de San Pedro.
– Venecia , la clase gobernante se identificó con el Humanismo republicano. Hay que destacar la renovación aristotélica llevada a cabo en la
Universidad de Padua, frente al neoplatonismo.

Los Studia Humanitatis


Era la pedagogía humanista que pretendía un ideal de hombre en plenitud física, ética, estética, intelectual y religiosa. Se trataba de las cinco disciplinas
clásicas de gramática, retórica, poética, historia y filosofía moral, el profesor de estos estudios era llamado “humanista”. Se incide ahora más en los valores
del lenguaje; la gramática y la retórica se retoman como formas de expresión de hombre.
Esto explica la preocupación formal por el latín, se busca el retorno al latín clásico y va desarrollándose una literatura neolatina que intentará aproximarse a
todos los géneros literarios de Roma. Asimismo, se revitalizará el conocimiento de la lengua griega por la emigración de intelectuales a Italia tras la caída de
Constantinopla a manos de los turcos en 1453. La preocupación por el lenguaje se extiende también al hebreo y al arameo, necesarios para la interpretación
de las Sagradas Escrituras. Todo esto, y el coleccionismo de códices olvidados, culminará en la creación de importantes bibliotecas privadas, como la
inaugurada por Cosme de Médicis en Florencia.
El Humanismo condujo, finalmente, a la recuperación de textos antiguos sobre medicina, matemáticas o astrología, lo que servirá para encauzar nuevos
intereses científicos, técnicos y mágicos.

Pensamiento filosófico
En la base se mantiene el aristotelismo medieval de Santo Tomás de Aquino, conciliando revelación y razón. Se afirmaba la posibilidad de elaborar, a partir
de las experiencias del mundo sensible, un conocimiento conceptual del mundo ( realismo ) .
Guillermo de Ockam en el siglo XIV había negado esta posibilidad de un conocimiento racional de las verdades de la revelación.
Las observaciones sensibles permitían acceder a una ciencia experimental, que no tenía por qué corresponderse con las realidades divinas, los conceptos
serían meros nombres (nominalismo). La vertiente del aristotelismo averroísta separaba también la filosofía de la fe y postulaba la doctrina de una doble
vertiente, científica y religiosa.
La segunda corriente filosófica destacada en el Renacimiento será el platonismo. Durante la Edad Media el conocimiento de los escritos de Platón fue muy
reducido, pero ahora se redescubren los textos originales, a los que se le unirán los textos neoplatónicos o “escritos herméticos” de Hermes Trimegisto.
Marsilio Ficino fue el difusor de las doctrinas neoplatónicas, intentando conciliar en línea espiritualista a Platón y a Aristóteles. Ficino reivindica la identidad
de lo bello y de lo bueno, y la unidad de todo amor como deseo del bien. Discípulo de Ficino fue Pico della Mirandola, que incrementa la incidencia de teorías
cabalísticas y mágicas en el neoplatonismo de su maestro en su búsqueda de una síntesis filosófica, religiosa y moral. Puede considerársele uno de los
prototipos de hombre universal del Renacimiento, por su variedad de intereses en lenguas, filosofía, religión y astrología. En definitiva, el Renacimiento en
Filosofía no fue tanto un sistema cerrado sino una aspiración y un talante.

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TEMA 3 .- RENACIMIENTO Y HUMANISMO

Innovaciones artísticas
Los intentos de imitar a los antiguos alcanzaron a las artes plásticas.
– Arquitectura , la recuperación de las formas clásicas se estimulaba por la existencia de ruinas y edificios en muchas ciudades italianas,
especialmente en Roma. Se reeditaron los Diez libros sobre arquitectura de Vitruvio. El conocimiento de las matemáticas y de la geometría se aplica a la
arquitectura y a la perspectiva. Se busca la unidad espacial y la simetría. Entre los arquitectos destacan Brunelleschi y Donato Bramante.
– Escultura , el coleccionismo de obras originales se extiende entre los magnates. Donatello será el escultor más importante.A comienzos del siglo
XVI el lenguaje clásico en las artes visuales alcanza su apogeo. Se afirma la potencia escultórica de Miguel Ángel, cuyas obras tienden a la glorificación
heroica de lo humano.
– Pintura , debido a que los restos antiguos eran escasos y mal conservados, para la imitación tuvieron que recurrir a las descripciones literarias o a
la transposición de poses escultóricas. Se estimuló el retrato como género independiente. En el Quatroccento descubrieron las leyes de la perspectiva lineal.
La pintura avanzó desde los elementos góticos tradicionales hacia la representación naturalista de cuerpos y espacios. Un fuerte interés por la perspectiva
pictórica se encuentra en Paolo Ucello, Andrea Mantegna y Piero Della Francesca. Con Leonardo da Vinci se introduce la perspectiva aérea en las gradaciones
de luz y sombra del sfumato. Las atmósferas coloristas, la sensualidad y la luz alcanzarán su culminación con Tiziano, retratista oficial de la monarquía
española.
De este modo, durante los siglos XIV al XVI se produjeron importantes innovaciones artísticas en Italia. Se trabajaba en pequeños grupos o talleres, pero se
destacaron claramente numerosas individualidades

Otras realidades europeas


España
El Renacimiento cultural italiano se va extendiendo al resto de Europa vinculado a círculos eclesiásticos, impresores, artistas, universitarios y eruditos. Cabe
destacar la importancia de las Monarquías y sus cortes, que realizaron funciones de mecenazgo, también ejercido por destacadas dignidades eclesiásticas y
patriciados urbanos. Esta eclosión del Renacimiento por toda Europa se localiza en los decenios finales del s. XV y los iniciales del s. XVI. En España, la
influencia del Humanismo italiano se detecta a lo largo del cuatrocientos, e irradia por Aragón hacia Castilla. La figura más destacada la constituye Antonio
de Lebrija. En el marco renovador de la Universidad de Alcalá se implantarán facultades de artes liberales y teologías abiertas a los saberes humanísticos. Por
otro lado, en España tendrán gran influencia las obras de Erasmo, pero la agotación protestante enturbiaría las cosas hasta que a partir de los años treinta se
produce una declarada persecución de intelectuales erasmistas por ser considerada la vía erasmiana como filoluterana.

Francia
En la monarquía francesa el Humanismo tuvo un desarrollo tardío. El Renacimiento francés presenta un colorido cortesano, entorno de Francisco I y de su
hermana Margarita de Navarra. No hay que olvidar a los teólogos y filósofos escolásticos de la Universidad de la Sorbona, que se mantuvieron recelosos
frente a las novedades intelectuales de Italia. Pese a ello, el Humanismo galo cristalizó en dos figuras principales: Lefèvre d’Étaples y Budè.

Inglaterra
En Inglaterra la propia Corte sirvió de acogida a los humanistas italianos, los nuevos saberes encontrarán también acogida en las universidades, jurídicas y
escolásticas, de Oxford y Cambridge, lo que no se hará sin enfrentamientos con los teólogos más conservadores. Entre los humanistas ingleses destacan
Colet y Moro. Colet es un humanismo cristiano, que aborda estudios filológicos e históricos de los escritos de San Pablo.
Tomás Moro es un erudito aficionado, neoplatónico, de vasta cultura, que evoca una sociedad ideal organizada sobre principios de razón natural,
comunitaria y sin propiedad privada. Su enfrentamiento con el rey Enrique VIII le sitúa como ejemplo de humanista ético, defensor de la dignidad de la
conciencia individual frente al despotismo del poder.

Imperio Alemán
En el ámbito alemán el proyecto de restauración de la Antigüedad romana no se introdujo sin rozamientos. Para muchos resultaba una cultura extraña a lo
germánico, que suscitó reacciones y favoreció la toma de conciencia de una cultura propia en la lengua, la historia e incluso el derecho. No obstante,
también en Alemania se produjeron los intercambios de eruditos italianos y viajeros curiosos, que fueron difundiendo las actitudes humanistas.
Encontramos sociedades y academias en Colonia, Estrasburgo, Nüremberg o Viena, al tiempo que una potente imprenta se desarrolla en Basilea. Las reformas
religiosas que se originan en esta época en Alemania constituyeron un obstáculo para la difusión de los modelos clásicos del Humanismo italiano. Conviene
matizar que Lutero, a pesar de sus enfrentamientos con Erasmo, no puede ser considerado como un estricto enemigo de los humanistas. Más próximo al
humanismo estaba Zwinglio; la ambivalencia la encontramos en Calvino, con sus recelos puritanos frente a las vanas curiosidades.

Países Bajos
En los Países Bajos el Renacimiento adquiere matices peculiares. Por una parte, se desarrolla en ellos una nueva sensibilidad religiosa, la “devotio moderna”,
intimista y emocional. Los llamados Hermanos de la Vida Común, pertenecientes a esta corriente, fomentan una labor pedagógica y de transcripción de
manuscritos. El Humanismo propiamente dicho puede apreciarse en la segunda mitad del s. XV, con figuras como Rodolfo Hussmann Agrícola. Hay que tener
en cuenta que algunas innovaciones propias del Renacimiento no partieron de Italia, sino que se recrearon en los Países Bajos. Fueron los maestros
flamencos como Van Eyck o Van der Weyden los que configuraron las nuevas técnicas de la pintura al óleo, dentro de una escuela de tradición gótica
caracterizada por un realismo minucioso y la observación empírica.

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TEMA 3 .- RENACIMIENTO Y HUMANISMO

3.- La ciencia en los siglos XV y XVI


El Humanismo cultural renacentista presentó un cierto desfase creativo en los aspectos científicos.
– Filosofía natural (Física), se mantiene el paradigma aristotélico, por lo tanto apenas hay progresos. Amplias concesiones a la astrología, la alquimia
y las mentalidades mágicas. Durante la etapa renacentista se redescubren nuevos escritos de ciencias y técnicas de la Antigüedad (Arquímedes, Plinio,
Vitrubio…) al tiempo que se depuran otros conocidos y se dan algunas innovaciones de importancia.
– Matemáticas , se difunde la Geometría de Euclides, Luca Pacioli escribe una Summa de aritmética, geometría y proporciones que establece las
bases de la “divina proporción”, aplicable a las artes visuales. La importancia de estos saberes matemáticos y geométricos reside en su aplicación a muchos
de los oficios y técnicas de la época.
– Medicina , destaca el empirismo anatómico del flamenco Andrés Vesalio, que sentará las bases de una nueva anatomía de observación, en contra
de muchas de las opiniones tradicionales de Galeno. Gracias a la práctica de la disección se conoce mejor el cuerpo humano. Pero el funcionamiento del
cuerpo sigue siendo un misterio. Miguel Servet parece haber intuido la circulación de la sangre.
– Astronomía , el De revolutionibus orbium celestium de Copérnico supondrá un verdadero cambio en el paradigma cosmológico. Defendió la teoría
heliocéntrica del universo contra la tradicional visión geocéntrica sustentada por Ptolomeo; para él los movimientos aparentes del Sol y de las estrellas se
podrían explicar admitiendo un doble movimiento de la Tierra.

Frente al relativo desarrollo de la actividad científica, se generalizaron en el Renacimiento las aplicaciones e invenciones técnicas que venían
desarrollándose desde la Baja Edad Media. Aparece la figura del ingeniero-artista, cuyo máximo exponente será Leonardo da Vinci. Las innovaciones técnicas
tuvieron lugar en diversos ámbitos: en el arte de la guerra (todo lo relacionado con la náutica y la navegación), en la arquitectura, en el aprovechamiento
energético del agua y el viento (molinos de papel, de harina, ferrerías y batanes), la agricultura y los regadíos, la minería y la metalurgia, a la medida del
tiempo y a otros usos cotidianos. Las artes de la guerra, la ingeniería y la arquitectura militar tuvieron una notable expansión.
Hacia 1450 habían aparecido las armas de fuego individuales, y el perfeccionamiento de los cañones durante los siglos XV y XVI condujo a significativas
transformaciones en las técnicas metalúrgicas de la fundición.
Junto a los Artes de Navegar de Pedro Medina, se fue consolidando una nueva cartografía, estimulada por los descubrimientos geográficos. Destacan los
trabajos de Gerhard Kresser “Mercator”, que aplicó la proyección cilíndrica que lleva su nombre a un mapamundi general para uso de navegantes. Las
técnicas tuvieron una importante aplicación en las explotaciones mineras, donde destaca el alemán Georg Bauer “Agrícola”. Finalmente, los inventos
alcanzaron a los objetos de uso cotidiano: las lentes para subsanar los defectos de la vista, generalizadas desde el s. XIV; o la reducción de los aparatos
cronométricos a tamaños manejables, que posibilitaría la difusión de los relojes. Con todo, el balance parece bastante pobre. El gran siglo de la ciencia será
el s. XVII. Es cierto, sin embargo, que el Renacimiento enriqueció el corpus científico legado por la Antigüedad y estimuló la observación y la experiencia,
abriendo así el camino a Galileo y Descartes.

4.- La crisis de los poderes universales y las monarquías del renacimiento


El Imperio y el Papado, que durante la Edad Media han sido frecuentemente protagonistas, no ejercen ya la misma autoridad universal ni tienen el mismo
esplendor, han perdido ya su carácter supranacional, aunque ambos conserven una preeminencia honorífica más que discutida. La Reforma no hará sino
acelerar la pérdida de protagonismo de uno y de otro.

La pérdida de la autoridad papal


La autoridad religiosa papal que le consideraba como sucesor de San Pedro y actuar como legítimo interpretador de la Biblia –donde se hallaban tantas
máximas políticas— le otorgó un poder que sobrepasaba las tareas espirituales y se adentraba resueltamente en los quehaceres seculares. La ideología
hierocrática del papado se vio reforzada con la reforma gregoriana (siglos XI y XII) y por las autorizadas interpretaciones. Según estos autores, el papa dirigía
el gobierno universal por su condición de vicario de Cristo, mientras que el emperador sólo tenía legitimidad si actuaba bajo el beneplácito del sumo pontífice.
Junto a estos abstractos razonamientos político-religiosos, también atizaron los enfrentamientos cuestiones más pragmáticas como el control de los
nombramientos de los clérigos, las rentas eclesiásticas y la administración de justicia. Las hostilidades entre el papado y el Imperio fueron intensas y
obstinadas hasta finales del s. XIII, pero, a partir de entonces, ambos poderes universalistas entraron en un imparable proceso de decadencia.
La soberanía universal del papa fue también cuestionada por las monarquías. Más que una cuestión personal, la gravedad de estas diferencias eran un
signo de los nuevos tiempos en los cuales la unidad cristiana se empezaba a fraccionar en diferentes unidades nacionales. El prestigio y la autoridad del
papado disminuyó hasta sus cotas más bajas durante el s. XIV (traslado a Avignon y el Gran Cisma de Occidente). Al final del mismo, los monarcas
aprovecharon la ocasión para negociar con la Santa Sede los primeros concordatos. Todos estos tratados tuvieron para las autoridades civiles la sumisión
fiscal del clero y el control de los nombramientos eclesiásticos. Además, estos concordatos fueron continuamente revisados durante los siglos posteriores al
efecto de aumentar las prerrogativas del rey sobre los asuntos del clero. En poco tiempo los monarcas consiguieron amplias atribuciones sobre su clero
nacional. En los territorios luteranos, sin embargo, la estatalización de la Iglesia se llevó a cabo por la vía de la ruptura con la autoridad de Roma.

El declive de las pretensiones universalistas del Imperio


Durante el período medieval los emperadores de Occidente se consideraban como los legítimos sucesores de los césares romanos. La ideología imperial
mantuvo la concepción universalista y la potestad máxima característica del Bajo Imperio, pero, con la influencia de la religión monoteísta cristiana, el
emperador fue cubierto de un halo de sacralidad y santidad que lo colocaba en una posición muy por encima de sus súbditos y sólo por debajo de Dios.
Esta delegación divina, exaltada a través del simbolismo de las ceremonias de coronación, establecía una idea de gobernante que actuaba a un mismo
tiempo como rey y como sacerdote; esta concepción cesaropapista chocó frontalmente con las pretensiones del papado. La Santa Sede reservaba al Sacro
Imperio el ejercicio del poder que simbolizaba la espada, es decir, el de brazo armado de la Iglesia y defensor de la verdadera religión. El papa cedía este
poder al emperador y, de la misma manera, podía arrebatárselo si éste no cumplía el fin para el cual se le había conferido. Contra este elaborado y maduro
argumento teológico la ideología imperial tuvo escasa capacidad de réplica, aun así, no faltaron ardientes defensas historicistas y providencialistas del
Imperio frente al Papado que denunciaban las pretensiones hierocráticas del papa y trataban de demostrar la finalidad pacificadora y justiciera del
emperador frente al peligro del Anticristo (el desorden). Esta pauta, sin embargo, permaneció en el marco de la teoría.
Los conflictos de los siglos XIV y XV (Guerra de los Cien Años) y la debilidad del Imperio, cada vez con menos pretensiones universalistas y más identificado
con la nación alemana, pusieron de manifiesto la naturaleza de los nuevos poderes: los reyes soberanos. Se introdujeron en la doctrina jurídico-política una
serie de fórmulas que manifestaban la idea de que el monarca no reconocía ningún poder superior en lo temporal dentro de su territorio –reges superiorem
non recognoscentes— o que el rey era un emperador en su reino – rex et imperator in regno suo—. Se desarrolló un proceso de “imperialización” de la figura

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TEMA 3 .- RENACIMIENTO Y HUMANISMO

del rey que se reveló con la apropiación de una serie de símbolos y atributos hasta entonces privativos del emperador (título de majestad, la representación
pictórica del rey con vestidos y ornamentos imperiales o la sacralización del rey como Vicarius Christi).
La doctrina del origen divino del poder real se desarrolló en todas las cortes europeas pero particularmente en Francia.

5.- El pensamiento político de la primera Edad Moderna


El humanismo tuvo sus derivaciones políticas, pero no demasiadas si consideramos que lo que realmente tuvo muchas consecuencias políticas (y de gran
envergadura para la historia europea) fue el movimiento religioso de la Reforma. La política seguirá ideológicamente dependiente de la religión. El propio
avance del absolutismo va a encontrarse y desencontrase con la religión, porque la instrumentaliza pero en realidad es
una expresión de la secularización del pensamiento político.

La secularización del pensamiento político. Maquiavelo


El fenómeno político de la época comienza a ser analizado con fortaleza intelectual y originalidad en Italia, gracias al diplomático, político y estudioso
Niccolo Machiavelli. Maquiavelo no sólo es importante por su clara influencia en las ideas políticas que empezaban a reflexionar sobre el absolutismo, sino
porque para muchos autores es el que colocó las primeras bases de lo que acabaría siendo el campo específico de la «teoría política». Con Maquiavelo el
pensamiento político se seculariza, no sólo porque detesta el gobierno de los sacerdotes y quiere un Estado laico sino porque cree que la religión debe ser
un instrumento en manos del propio Estado para el ejercicio del poder y como elemento de cohesión social,para él, Dios y la religión “tienen demasiada
fuerza sobre el espíritu de los necios”. Todo eso ha de ser aprovechado por el soberano. Asimismo, en política exterior el Estado ha de tender a extenderse y
para eso ha de ser astuto y fuerte, a través de la creación de ejércitos permanentes. Cuando Nicolás Maquiavelo reconoció en Fernando de Aragón a un
“príncipe nuevo”. Las opulentas y refinadas ciudades-estado italianas habían hecho de la forma republicana un ideal de la cultura humanística pero se habían
mostrado inoperantes a la hora de garantizar la estabilidad interior y el dominio en el exterior. El derrumbamiento de las estructuras de gobierno comunal
dio paso a las formas principescas de los signori.
El autor florentino, en su obra más conocida, El príncipe, combina el desprecio con la admiración cuando se refiere al dominio que estos (españoles y
franceses) ejercían sobre Italia. Si por un lado le asqueaba el yugo, por otro le deslumbraba la capacidad –virtú— que habían manifestado estos monarcas
para liderar procesos de unidad política, una empresa tan imposible en la Italia de entonces como añorada por Maquiavelo. Aunque la interpretación de
Maquiavelo no tenía en cuenta ni la personalidad de Isabel de Castilla ni la inestabilidad que acabó generando la unificación de reinos con diferentes
estructuras político-institucionales como eran Aragón y Castilla, elogiaba el desarrollo de un proceso que estaba asentando las bases de un estado moderno.
La consideración política que Maquiavelo otorgó a Fernando de Aragón no dejaba de tener, sin embargo, sus nefastas consecuencias en el ámbito de la
moralidad, y es que el monarca que describía Maquiavelo utilizaba un principio moral política y socialmente operativo, que engalanaba su imagen ante sus
súbditos y le prestigiaba ante los otros príncipes pero, si el curso de los acontecimientos y los vaivenes de la fortuna hacían preciso atentar contra la verdad,
la religión y la palabra empeñada, no vacilaba en llevarlos a la práctica. Estas ideas, junto con otras que el escritor florentino incluía en su obra, amagaban el
concepto de razón de estado y el conocido axioma “el fin justifica los medios”. El carácter laico de la trama política de Maquiavelo, dentro de un universo tan
cristiano como el de la época, fue duramente contestado, sobre todo después de la Contrarreforma. Pero la solvencia política, la conservación y la seguridad
del estado continuaron precisando de las artimañas que se habían utilizado siempre. Por ello, el empleo de la razón de estado de cuño maquiavélico fue
disimulada y suplantada por una “buena” o “verdadera” razón de estado, aquella que hacía prevalecer los preceptos de la religión sobre las necesidades de
la política. Esta fusión de los principios de la razón de estado y de la defensa de la religión permitió los modelos más logrados de monarquías absolutas.

6.- Los debates sobre el Estado y el concepto de Estado Moderno


El Estado Moderno surgió entre los siglos XIV y XV, cuando los reyes aprovecharon la crisis del feudalismo para retomar su poder, y su proceso de
surgimiento se aceleró en el Renacimiento, con profundas transformaciones en los mecanismos del gobierno y en el ejercicio del poder. Este proceso estuvo
respaldado por la burguesía, una nueva clase social nacida con este tipo de Estado. El Estado moderno poseía identidad, estaba organizado, estructurado y
era formal, era reconocido políticamente por otros y el poder estaba centralizado. Su formación tuvo variadas consecuencias a nivel político, económico y
social. Fue el modo de gobierno utilizado en toda la Edad Moderna y parte de la Contemporánea.
Los reyes europeos iniciaron el proceso de formación del Estado moderno, al comenzar a concentrar y centralizar el dominio sobre sus tierras.
Aprovechando crisis que enfrentaban los señoríos tras las guerras, hicieron pactos con los señores feudales para recibir sus tierras a cambio de algún
privilegio, o si no debieron reconquistarlas a través de guerras sangrientas. Los reyes fueron "ayudados" en este proceso por los burgueses que deseaban
desprenderse de los señores feudales, ya que se veían perjudicados por la condición de vasallos de éstos y la economía feudal. El proceso de cambio político
constituyó más una práctica que el resultado de una teoría, porque respondió, en cada lugar, a las condiciones preexistentes. No se trata, por tanto, de un
desarrollo general y homogéneo, sino de una tendencia que en el Renacimiento se inauguró y en la centuria posterior se desarrolló.
En el Renacimiento y el s. XVI es difícil hablar de estados modernos en el sentido de “nacionales”, el término “nación” significaba entonces –y hasta la
Revolución Francesa— el origen geográfico, regional o local, de un individuo, y no aludía a la pertenencia a una determinada formación político-territorial.
Tampoco el concepto de “Estado” era similar al actual, nadie se refería a él como una entidad abstracta diferenciada de gobernantes y gobernados, sino
que se encarnaba en el príncipe y en la dinastía. Italia había visto cómo se creaba en el s. XV la forma más original de poder, la misma que inspiró El Príncipe,
de Maquiavelo: la conquista del Estado por el hombre de guerra, que conserva en provecho propio la autoridad que ha sabido mantener contra los peligros
exteriores o la instalación en el poder de los dueños del juego económico. En una Europa que respetaba la tradición y la naturaleza religiosa de la autoridad
legítima, los señoríos italianos son el nuevo signo del papel que habría de jugar la fuerza en el Estado, pero por encima de la variedad de formas de poder, lo
que caracteriza los últimos decenios del siglo es el esfuerzo consciente de todos los que lo detentan por reforzar su autoridad, por vencer las resistencias
que encuentran en su ejercicio y para dar al Estado las bases y los medios de sus nuevos destinos. Los soberanos y sus consejeros instauraron, de 1450 a 1500,
los elementos que permitieron en el s. XVI la construcción del Estado moderno, bajo la forma de la monarquía centralizadora.

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TEMA 3 .- RENACIMIENTO Y HUMANISMO

Esto queda señalado por diversas acciones:


– La consolidación y la especialización del Consejo del rey. Instituciones.
El estado moderno se apoyará en sus instituciones para lograr que la maquinaria estatal pudiera funcionar, y partieron del Consejo Real de la Edad Media
conectando con la curia regis, compuesta por miembros elegidos por el soberano al cual le ofrecían su consejo. El rey fue eligiendo personas cada vez más
capacitadas y preparadas, realizando a poder ser un cursus honorum para que las personas más notables y preparadas ocuparan los puestos institucionales.
Los monarcas intentaron controlar la elección de sus consejeros, bien reduciendo su número, bien creando, al lado del Consejo de composición tradicional,
un órgano más restringido, a menudo oficioso, pero que desempeñaba el papel más importante. Al tener el Consejo una competencia universal, se esbozó
una división entre sus atribuciones políticas y sus atribuciones jurídicas por medio de la creación de un nuevo órgano. Finalmente, para afirmar su soberanía,
el rey intentó hacer de su Consejo la más alta autoridad del Estado, por encima de todas las demás instituciones, especialmente de los órganos
representativos que limitaban su poder.

– La multiplicación de los representantes del poder. Burocratización.


Cada vez se fue buscando más una burocracia especializada y jerarquizada. Este personal se definió al servicio exclusivo del monarca, a través del cual
ejercían su acción de gobierno. Así, la burocracia organizaba y extendía la acción de gobierno, contando además con una formación universitaria y unos
conocimientos prácticos, en su mayoría estaban formados por la nobleza media y baja y por la burguesía letrada.
La creación de una estructura de gobernación más compleja se debió a que a la existente se le sumaron instituciones representativas del pueblo (Cámara de
los Comunes en Inglaterra) y en algunos casos también de las élites ( Prusia, Holanda e Inglaterra con la Cámara de los Lores). También se formaron los
Parlamentos. La consolidación del control por parte del soberano exigió, en una época en que las distancias eran un obstáculo considerable, la presencia de
servidores fieles en las provincias. Al lado de los jueces reales, la forma más antigua de representación del soberano, aparecieron nuevas jerarquías
administrativas, vinculadas al desarrollo mismo de las actividades del Estado. Estos representantes del soberano se elegían tanto entre la pequeña nobleza
provinciana, a la que se unía así a la clientela real, como entre los clérigos formados en el derecho romano, que apoyaban, desde hacía tiempo, las
ambiciones de los soberanos. A veces eran poseedores vitalicios de sus cargos (funcionarios), revocables sólo por voluntad real.

– La búsqueda de recursos regulares. Finanzas.


En la tradición medieval, el soberano debía vivir normalmente de su dominio, es decir, de la renta de los derechos señoriales y feudales, de los beneficios de
sus posesiones (bosques y tierras) y del producto de los derechos de regalía (acuñación de moneda, derecho de mañería, etc.). En todas partes, los
soberanos del s. XV trabajaban para acrecentar estas rentas “ordinarias” por medio de hacía mucho tiempo y, más aún, ante las nuevas ambiciones del
Estado; por lo tanto, era necesario obtener recursos “extraordinarios” en forma de impuestos sobre las personas y los bienes o tasas sobre los intercambios.
Los monarcas irán buscando cada vez más su independencia económica, es decir, buscando la autofinanciación. Esto será posible gracias a los diferentes
derechos exclusivos de las monarquías, como eran las propiedades de patrimonio real (minas e impuestos como el que gravaba la acuñación de moneda) y a
la creación de nuevos sistemas de recaudación impositiva, como impuestos aduaneros. También se redactaron normas para el control de la entrada y la
salida de los bienes.
Todo el sistema de recaudación era dirigido por la burocracia. Todo ello provocó que poco a poco la presión fiscal tendiera a aumentar en todos los países,
creciendo a la vez que avanzaba la Edad Moderna, lo que dio origen a tensiones permanentes con los súbditos. También los monarcas intentaron sortear las
exenciones fiscales de los grupos privilegiados.

– La creación de un ejército permanente.


El ejército pasó de ser señorial a ser estatal, mantenido con fondos estatales y buscándose que fueran nacionales, permanentes y profesionales,
comenzaron a ser cuerpos armados cada vez más estables al servicio exclusivo del monarca. Su función era el de buscar la estabilidad interior del estado y la
hegemonía en el exterior. Sin embargo, todavía dominaban en el ejército moderno los mercenarios, que no luchaban por la patria sino por dinero. En cuanto
al generalato, oficiales y la soldadesca, éstos aprendían sobre la marcha de los combates y sobre el terreno, ya que las academias militares no se crearían
hasta el siglo XVIII. Un rasgo de modernidad fue que poco a poco los ascensos dentro del ejército se fueron asociando más a los méritos profesionales que al
origen social de los individuos.
Tecnológicamente, la evolución más importante del ejército fue el espectacular desarrollo de la artillería. El ejército permanente es un elemento
fundamental en la construcción del Estado moderno, orientado a afirmar su poder en el exterior, y era también la causa esencial de la búsqueda de recursos
financieros regulares y abundantes. El ejército feudal tradicional, que movilizaba a los vasallos y súbditos por medio de bandos y llamamientos, era ya
insuficiente. La guerra se convirtió en un oficio especializado, y se impuso la necesidad de recurrir, junto a la antigua “hueste”, a las compañías de ordenanza,
formadas por jóvenes gentilhombres, y a las milicias de arqueros procedentes del pueblo bajo. Muy pronto, a imitación de las repúblicas italianas, que
utilizaban en gran número y desde hacía mucho tiempo, los servicios de los condottieri, los soberanos empezaron a reclutar mercenarios, pagados para
hacer la guerra.
En esta aparición del Estado no todos marchan al mismo paso, y el mapa político de la Europa de finales del s. XV lo muestra como los países de la Europa
central y oriental seguirán retrasados en este aspecto, con respecto a los países occidentales, hasta el Despotismo Ilustrado en el s. XVIII.

Rasgos definidores de los estados modernos


• Una entidad territorial definida, un poder superior suficientemente fuerte y rico en sus funciones.
• Una normativa legal jerarquizada y más rica.
• Una reducción suficiente del orden feudal heredado.
• Organizaciones institucionales coherentes.
• Una infraestructura suficientemente sólida que permita a las organizaciones institucionales el ejercicio del poder.

Consecuencia de la formación del Estado Moderno


• El nacimiento del nacionalismo: los reyes usaron el nacionalismo como un instrumento para la formación de un estado centralizado al unir al pueblo bajo
una misma bandera y un mismo idioma.
• La creación de los estados liberales.
• La creación de las monarquías absolutistas y las monarquías parlamentarias.
• La formación de instituciones estatales.
• La estatalización del ejército.

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TEMA 3 .- RENACIMIENTO Y HUMANISMO

• El uso de nuevos sistemas económicos como el mercantilismo, y posteriormente la fisiocracia y el capitalismo.


Cabe decir que el debate historiográfico ha dado lugar a dos posiciones: aquellos que aplican a esta situación el término de “estado moderno” y aquellos
que cuestionan que se pueda calificar de estado a cualquier configuración política anterior a la Revolución Francesa.

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TEMA 4.- LA RUPTURA DE LA CRISTIANDAD


1.- La vida en un mudo sacralizado
Entendemos por sacralización a la subordinación de la vida terrena, con todos sus valores y degradaciones, a la vida que se creía eterna y duradera para
siempre. La secularización, por el contrario, se empeñó en la autonomía de la existencia, en la separación de los órdenes naturales y sobrenaturales, en llevar a
las últimas consecuencias el proyecto humanista, fracasado hacía siglos, pero que en el XVIII encontró las condiciones adecuadas.
La sacralización comprendía la elaboración de una escala de valores de acuerdo con estas prioridades y en la que la vida, la tolerancia, la libertad, la razón y
las capacidades humanas apenas si tenían entrada. Desde el nacer hasta el morir, y hasta más allá de la muerte incluso, la existencia, en todos sus aspectos,
disponía de todo un sistema de seguridades que no dejaba resquicios inmunes a la interacción de lo sobrenatural.
Todo estaba sujeto y previsto por la religión: el bautismo (garantía de salvación), el nombre (bíblicos, de santos), la educación (la escolástica), el matrimonio
(no por amor, sino para darle hijos a Dios), el tiempo (por ciclos litúrgicos durante el día, o por acontecimientos bíblicos para los mayores), el trabajo
(protección celestial frente a malas o buenas cosechas, cofradías) las fiestas (siempre por motivos religiosos), el calendario (calendario gregoriano), el espacio
tanto interior (decoración) como exterior (plazas), la salud (santos y patronos terapeutas, centros de peregrinación para curarse)y la muerte (rituales,
purgatorio, paraíso, infierno), todo alude a una permanente presencia cotidiana de lo sobrenatural la corte celestial siempre estuvo inmersa en la vivencia
personal de la gente del Antiguo Régimen; toda la cultura libresca siempre tiene connotaciones sacras. La Madre de Dios y el Santoral constituían los pilares
de las defensas y «seguridades» religioso-terrenales para aquella «cultura popular» siempre hambrienta y necesitada de protección.
La Iglesia triunfante podía penetrar en la tierra, con tantas presencias sobrenaturales. Las jerarquías, papa y obispos, lo aprovecharon para extender su
jurisdicción al más allá, lo que exasperaba a Lutero y fue la causa de sus famosas tesis contra las indulgencias y el origen del protestantismo; si bien la reacción
contrarreformista tendió a acentuar estos aspectos. Se recurría a todo (a veces desoyendo advertencias de las jerarquías y de los sínodos) con tal de robar a
la eternidad días de sufrimiento. Para eso estaban las indulgencias cordiales que se “ganaban” como sufragio, de forma permanente o en campañas
específicas que van perdiendo fuerza desde la denuncia luterana de sus abusos.

2.- Crisis de la sociedad medieval y primeras tentativas reformistas


Eran muchos y antiguos los males de la Iglesia, que se denunciaron, quizás, más conscientemente que nunca.
• Parroquias rurales : el clero carecía de preparación intelectual y de autoridad moral para adoctrinar a sus feligreses, incapaz de atender sus inquietudes
espirituales más profundas, se limitaba administrar una serie de ritos, tantas veces mal comprendidos y vividos. Muchos regulares vivían relajadamente las
reglas de sus órdenes, faltando a la vida comunitaria en pobreza, obediencia y castidad.
• Obispos : más graves eran las faltas de los obispos, muchos de ellos ausentes de las diócesis que debían pastorear, dedicados a acumular beneficios que
aumentasen su renta y viviendo mundanamente las luchas políticas del momento.
• Papas: a la cabeza, habían perdido autoridad hasta convertirse en motivo de escándalo (voracidad fiscal, arbitrariedades de la curia romana, más
preocupación por las bellas artes o por la defensa desus Estados, etc).

La sociedad reclamaba una religiosidad más auténtica, y Lutero se adelantó a Roma a la hora de dar una respuesta. La piedad popular bajomedieval
exageraba hasta el extremo los sentimientos de culpabilidad ante el pecado, de indefensión ante el demonio y el mal, y de temor ante la inflexible justicia de
Dios. El miedo, conjurado con ritos cristianos pero vividos desde una religiosidad natural, daba lugar a comportamientos más paganos que evangélicos, como
todos los reformadores denunciaban desde antiguo. Aprovechando esta demanda popular de seguridad espiritual, se establecieron negocios ilícitos, por
ejemplo, en torno a las indulgencias, y actitudes supersticiosas. Todas estas desviaciones de la religiosidad popular fueron denunciadas por los humanistas,
pero sin ofrecer a cambio una alternativa accesible.
En ciertos ambientes urbanos, entre la burguesía culta y acomodada, había arraigado una piedad personal muy diferente: la “devotio moderna”, que debía
mucho a ciertos autores de los siglos XIV y XV. Las escuelas promovidas por los “Hermanos de la vida común” y ciertas instituciones religiosas contribuyeron a
difundir una piedad más íntima que exterior, más personal que comunitaria, más directa y espontánea que subordinada a mediaciones eclesiales y moldes
litúrgicos, se centraba en la figura de Cristo, era optimista en cuanto a las posibilidades del hombre en el mundo, y se apoyaba en la lectura de la Biblia y de
libros de piedad. El desarrollo de la imprenta facilitó la difusión de la Biblia, tanto en ediciones latinas como en lengua vernácula. El desarrollo de la crítica
filológica un mejor conocimiento de las lenguas bíblicas permitieron a los humanistas releer con ojos nuevos, en especial las cartas de San Pablo.
Eran muchos los que, como Lutero, pensaban que era preciso derribar fórmulas y volver a una religión más auténtica. Las propuestas de Lutero se realizaron
porque cuajaron en un medio social y político que se interesó por sus aplicaciones prácticas. El desarrollo alcanzado en esta época por las nuevas fuerzas
económicas (capitalismo) y sociales (burguesía) determinarían cambios en el orden ideológico (religión), el luteranismo se alimentó de un vivo nacionalismo
antirromano. El “germanismo” de sus humanistas, reviviendo la resistencia frente al Imperio romano agresor, reforzaba el sentimiento de indignación por el
despotismo que ejercía el papado en el terreno fiscal y de los beneficios. Lutero, que encarnó ese espíritu y pretendió una Reforma fundamentalmente
alemana, acabó por convertirse en un auténtico padre de la patria.
La implantación de la Reforma en una ciudad o en un territorio conllevaba cambios de poder y riqueza, y hubo muchos que supieron apreciar la oportunidad.
La supresión de las órdenes religiosas (conventos y monasterios) y de las cofradías, que acompañaba a la Reforma supuso el trasvase de muchos bienes
raíces y rentas, que pasaron a propiedad o gestión de otras manos, y que se utilizaron con diferentes fines. No es de extrañar que príncipes y nobles
pretendieran enriquecerse y, de paso, aumentar su poder controlando la nueva iglesia. El patriciado urbano adquirió el control de las antiguas instituciones
asistenciales y educativas de iniciativa privada. La Reforma triunfó con el apoyo de la autoridad secular, aunque también fracasó por su oposición: los
monarcas ingleses o daneses la iniciaron y promovieron, frente al caso español, donde Felipe II no tuvo ningún problema para aplastar los primeros pasos de
la Reforma en España con ayuda de la Inquisición. En cualquier caso, creció el poder de las autoridades seculares sobre las respectivas iglesias, aunque bajo
normas distintas en el ámbito católico y en el protestante

LA REFORMA PROTESTANTE
El término “reforma” era de uso corriente a finales del medievo y significaba la purificación interior que cada cristiano había de operar en sí mismo y, sobre
todo, las transformaciones que se esperaban de la Iglesia. Pero, a partir de Lutero, la palabra “reforma” designó la renovación de la Iglesia iniciada en 1517
fuera de Roma y en contra de la misma. La Reforma protestante tiene una importancia central en la historia de la Iglesia y de la cristiandad occidental, al
romper la unidad cristiana de Europa. Lutero fue quien le infundió alma y carácter, pero él solo no habría podido arrastrar a pueblos y naciones, separándolos
de la religión tradicional, de no haber encontrado unas condiciones favorables que le preparasen el terreno, y unas causas o fuerzas más hondas que le
ayudasen en su tarea gigantesca. El proceso se vio acelerado tras la disolución del orden medieval y de los supuestos fundamentales que lo sostenían, así
como el no haberlos sustituido oportunamente por las formas nuevas que los tiempos pedían.
Como causa inmediata de la reforma protestante hay que mencionar los abusos en el clero y pueblo, y la imprecisión dogmática. Cuando se habla de
desórdenes en la Iglesia en vísperas de la reforma, se piensa en primer término en los “malos papas” (Alejandro VI o León X), cuanto menor era el espíritu
religioso en la curia papal y en el resto del clero, tanto más escandalizaba el fiscalismo de la Iglesia y el afán de lucro; con un refinado sistema de tarifas,
impuestos, donaciones, más o menos voluntarias, y con el dinero de las indulgencias, se procuraban llenar las arcas de la curia.

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TEMA 4.- LA RUPTURA DE LA CRISTIANDAD


Factores que influyeron en la reforma
– Ruptura de la unidad que englobaba toda la vida política y religiosa : una Iglesia y una cristiandad representadas por la unidad del pontificado y el
imperio. El pontificado mismo contribuyó a romper esta unidad, al debilitar el poder del imperio. Durante algún tiempo pareció como si el papa pudiera
empuñar también las riendas del mando político, pero cuanto más se dilataba su poder, tanto más tropezaba con la resistencia de un mundo cada vez más
diferenciado nacionalmente y más consciente de su independencia. Pronto se combatió, junto a las pretensiones injustificadas del papado, al papado mismo,
que se despreocupa en cierta medida de los intereses de la Iglesia universal, pero organiza un sistema fiscal para explotar a los países de Europa, lo que
provoca su irritación. Por medio de concordatos, es decir, de alianzas con los estados, los papas trataron de defenderse de las corrientes democráticas y
sustraerse a la incómoda reforma. El papa hubo de comprar caro el reconocimiento por parte de los príncipes alemanes, el emperador y el rey de Francia, y
otorgar al Estado amplios poderes sobre la Iglesia. El resultado fue el “sistema de iglesias nacionales”, es decir, la dependencia de la Iglesia de los poderes
seculares, con la posibilidad de intervenir en la vida interna de ella.
– Critica al clericalismo: Clericalismo es la doctrina que instrumenta una religión para obtener un fin político; defiende que el clero, que representa
dicha religión, debe inmiscuirse en los asuntos públicos y profanos como un poder que los oriente, supervise y corrija conforme a sus dictados. A la deficiencia
de papas, sacerdotes y laicos se unió la falta de claridad dogmática. La “lectura y la interpretación de la Biblia” era un derecho de todos los creyentes y no,
como afirmaba la Iglesia, un monopolio reservado a los sacerdotes. Misión de la Iglesia fue transmitir a los germánicos, no sólo la revelación de Jesucristo,
sino también los bienes de la cultura antigua, ello condujo a una superioridad de los hombres de la Iglesia que iba más allá de su estricta misión religiosa. Pero,
a medida que el hombre medieval se iba sintiendo mayor de edad, quería contrastar por sí mismo el legado de fe y cultura que se le había ofrecido, lo que
exigía que la Iglesia debía renunciar a aquellos campos de acción y a los derechos que no pertenecieran directamente con su misión religiosa. Como no se
llegó a semejante relevo pacífico, los movimientos en que entraba en juego la aspiración de los laicos a la independencia se tiñeron de color revolucionario.
– Encuentro con la antigüedad. Como fruto de su propia investigación y de la experiencia el hombre descubre realidades que no habían nacido en
suelo cristiano, que eran evidentes en sí mismas y no necesitaban ser confirmadas por la autoridad. Sin duda los representantes de la nueva ciencia querían
ser cristianos pero, como la Iglesia se identificada con lo antiguo y tradicional, lo nuevo producía un efecto de crítica contra ella, de forma que, si no se
tomaban medidas en contra, los espíritus se distanciarían de sus dogmas, sacramentos y oración. Los abusos descritos produjeron un extenso descontento,
que fue subiendo de tono hasta convertirse en resentimiento e incluso odio contra Roma. Durante un siglo se clamó por la reforma en la cabeza y en los
miembros, y la desilusión se repitió una y otra vez. Se unieron incluso los que no tenían nada que ver con la nueva doctrina, sólo se ansiaba una reforma.

Principales ramas del protestantismo:


– LUTERANISMO: Alemania, siglo XVI, con la ruptura con el Papa por parte de Martín Lutero: Reforma Protestante.
– ANGLICANISMO: Inglaterra, siglo XVI con la ruptura con el Papa por parte de Enrique VIII de Inglaterra, creando lo que ellos denominan como Via
Media del cristianismo (entre el catolicismo y el protestantismo más reformado).
– CALVINISMO: Siglo XVI. Suiza y Francia (Iglesia Reformada), Escocia (Iglesia Presbiteriana) e Inglaterra (Iglesia Congregacional).
– BAPTISTAS: Siglo XVI en Europa, herederos de los anabaptistas. Mayor crecimiento en Estados Unidos, donde son la rama protestante mayoritaria.

3.- Lutero y otros reformadores protestantes

LUTERO (1483-1546)
En la fuerte personalidad de Lutero, se mezclan la vitalidad de sus orígenes con su profunda conciencia religiosa influenciada más por la fuerza del corazón
que de la razón. Inspirándose en San Pablo y San Agustín, y en oposición con los humanistas, conforma una visión pesimista del hombre, subrayando el
carácter irremisiblemente pecaminoso de la naturaleza humana y la necesidad de la gracia divina, única capaz del salvarle. Lutero niega el “libero arbitrio” del
hombre y todo lo remite a la misericordia divina, es decir, a la justificación por la fe, que se convierte en la piedra angular del protestantismo oficial.
Entonces fraguó el núcleo de su doctrina: la salvación por la Sola gratia (gracia sola, Jesús es el único que puede salvarnos); la Sola fide (Fe sola, la fe es lo
único que nos justifica por la gracia de Dios y lo único que nos salva); Sola Scriptura (la Escritura sola, las Sagradas Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento
son la única fuente de revelación y norma de vida, nulo valor de salvación de las obras humanas); Solus Christus (solo Cristo, el único fundamento de la fe es
Jesús). Soli Deo Gloria (potenciado por Calvino, sólo a Dios se le puede dar gloria y adoración).
Para los luteranos Cristo instituyó dos sacramentos: el Santo Bautismo (De infantes) y la Eucaristía o Santa Cena. La imágenes se permiten como medio de
enseñanza. Su liturgia proveniente de la misa pre-tridentina y en casi todos los casos es más conservadora que la católica romana. Los pastores o ministros
pueden contraer matrimonio, también pueden ejercer actividades económicas lucrativas en favor propio o de la iglesia.
El hombre es, a la vez, justo, porque se le aplican por su fe personal, directamente, los méritos de la sangre de Cristo; y también pecador, porque sus pecados
no se borran y siguen condicionando su obrar. La mediación de la Iglesia, que administra los sacramentos y las indulgencias, resulta entonces ineficaz. Sus 95
“tesis” sobre las indulgencias (1517), que simbolizan el inicio de la Reforma, fueron un trabajo académico teológicamente poco novedoso pero que dio pie a la
ruptura con Roma.
Lutero ponía en entredicho la autoridad del papa respecto a la administración de la gracia y fue invitado a retractarse (1518), pero se reafirmó apoyado en el
ambiente antirromano del momento. Las ideas de un fraile alemán sobre un tema tan difícil de comprender no preocuparon en Roma, aunque el papa León X
condenó como heréticas 41 de sus proposiciones por la bula Exurge Domine (1520). La Dieta imperial de Worms (1521), que se encontraba por primera vez con
el nuevo emperador Carlos V y afrontaba cuestiones muy complejas, condenó a Lutero al exilio y a la quema de sus obras. Pero nada de esto sirvió: la bula fue
destruida públicamente en Wittenberg y Lutero pudo burlar la condena gracias a la protección de su príncipe, el elector Federico el Sabio de Sajonia. Lutero
contó con la ayuda de un gran humanista, Felipe Melanchton, quien preparó los primeros compendios sistemáticos del luteranismo. Por entonces
comenzaron a ser denominados protestantes. Del principio radical, de que cada hombre se salva por su “sola fe” y de que las obras humanas no tienen ningún
valor, se derivan las principales características de la religión luterana:
– Una visión pesimista del hombre . El lastre del pecado reduce su libertad de elegir entre el bien y el mal, entre la gracia que Dios ofrece y las
tentaciones que presenta el diablo. Niega el libero arbitrio del hombre, todo se remite a la misericordia divina, a la justificación por la fe. Aspecto éste que,
orientado hacia la idea de la predestinación, desarrollará posteriormente Calvino.
– Una relación más personal, espiritual y directa con Dios . La Palabra de Dios ocupa el centro,es la Biblia que habla a cada fiel en conciencia, sin
necesitar la guía interpretativa de la tradición (los Santos Padres de la Iglesia primitiva) y del magisterio (papa, obispos, concilios). Frente a la Palabra,los
sacramentos pierden importancia y cambian de naturaleza, son meros signos de salvación, que no confieren la gracia por sí mismos sino sólo en función de la
fe del receptor. Lo santos y la Virgen ya no son mediadores que procuren protección, sino modelos a imitar, por lo que peregrinaciones, indulgencias o
imágenes pierden sentido.

– Una iglesia más igualitaria. Inicialmente, Lutero la concibe como la comunidad espiritual de quienes comparten la misma fe y en la que todos son
esencialmente iguales por el bautismo, de ahí que los sacerdotes no pertenezcan a un “orden” distinto y puedan casarse.

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TEMA 4.- LA RUPTURA DE LA CRISTIANDAD


– Una liturgia más participativa. Misas en lengua vernácula y no en latín, comunión con el pan y con el vino o participación del pueblo con cantos. La
predicación luterana caló profundamente entre descontentos y ambiciosos en el Imperio, y las ideas de libertad y de igualdad cristiana acompañaron la
movilización violenta de campesinos y caballeros en los primeros años. Lutero había apelado “A la nobleza cristiana de la nación alemana” (1520) en apoyo de
la Reforma, y estimaba al campesinado como depósito incorrupto de virtudes cristianas. Pero el componente de anarquía y violencia que tuvieron ambos
movimientos ( campesinos y la baja nobleza) le hizo cambiar radicalmente y confió a los constituidos la implantación de la Reforma al modo de “iglesias-
estado”, muy diferente del que había soñado al principio.

Entre 1520 y 1540, la Reforma luterana se extendió rápidamente en el Imperio, antes en las ciudades que en los señoríos territoriales. Las autoridades
dictaron “ordenanzas eclesiásticas” para regular el culto, y utilizaron el sistema de “visitas” para controlar su aplicación. El modelo fue ampliamente imitado
los príncipes en el Imperio. Con el cambio, mejoró la posición social de los pastores , que eran menos numerosos, más cultos y más ricos que antes, pero a
costa de depender estrechamente de la autoridad.
Salvo en los primeros momentos, fueron los magistrados de las ciudades y los príncipes territoriales quienes designaron a los pastores y los pagaron con
antiguas rentas eclesiásticas que ahora administraba el poder civil. Los grandes príncipes fueron conscientes de que la Reforma implicaba un importante
trasvase de riqueza y de poder, y de que el nuevo modelo de iglesia les fortalecía frente al Emperador, pero también se mantuvo viva la esperanza de llegar a
un arreglo religioso que evitara la ruptura de la Iglesia y la quiebra de la paz en Alemania, aunque los acuerdos eran difíciles, incluso entre los reformados.
En estas décadas de indefinición dogmática, todos apelaban a un concilio universal que restableciera la unidad, pero que se retrasaba precisamente por la
desconfianza de todos los implicados: la Iglesia porque temía perder poder frente al Emperador y los príncipes luteranos porque creían que, al final, podían
desvanecerse todos los logros conseguidos; mientras, Carlos V estaba dispuesto a grandes concesiones para mantener la paz imperial y poder dedicar sus
esfuerzos a otros asuntos internacionales.
La afirmación de las iglesias protestantes en el Imperio estuvo determinada por complejos avatares militares y políticos. En realidad, el enfrentamiento
confesional de estos años no fue sino un aspecto de la rivalidad de los grandes señores con el emperador y entre sí.
La paz religiosa de Augsburgo (1555) entre luteranos y católicos, excluyó a todas las demás confesiones (zwinglianos, anabaptistas, calvinistas). Se cimentó
sobre un principio nuevo de “territorialismo religioso”: los príncipes y las ciudades independientes podrían elegir la forma de religión e imponerla a sus
súbditos; a la vez, se intentó fijar unos mecanismos de “reserva eclesiástica” que impidieran el paso a la Reforma de tierras nuevas, aunque esto último no se
aplicara sin violencia.
El luteranismo se extendió, simultáneamente, en las dos grandes monarquías bálticas: Suecia, donde la Reforma fue el resultado de su independencia de
Dinamarca-Noruega bajo Gustavo Vasa; y Dinamarca – Noruega. Actualmente se pueden denominar las tendencias reformistas (con sus diferencias
interpretativas) como: luteranos, anglicanos, presbiterianos, congregacionales, reformados, metodistas, bautistas, pentecostales, etc.

ZWINGLIO (1484-1531) y LA REFORMA EN SUIZA


Ulrich Zwinglio , coetáneo de Lutero, acumulaba una larga experiencia pastoral entre los soldados mercenarios, como párroco, entre los peregrinos al
santuario de Einsielden, cuando fue llamado como predicador a Zurich (1518). Su formación humanista y las críticas erasmistas a la Iglesia, más que otras
experiencias personales, le llevaron a aceptar las ideas luteranas y, en 1523, implantó la reforma con el apoyo del Consejo de la ciudad. Zwinglio actuó en un
contexto sociopolítico muy diferente al alemán. Suiza era una confederación de treces cantones. Los cuatro obispos no tenían poderes temporales, no había
grandes príncipes territoriales ni una nobleza fuerte, pero sí sólidas oligarquías urbanas y rurales acostumbradas a formas de gobierno comunitarias y
federales. El influjo del humanismo entre sus élites era muy notable en aquel país abierto donde se refugió Erasmo. Quizás por todo ello sus propuestas
fueron, doctrinalmente, más radicales que las de Lutero, y también su modelo de Iglesia. En los aspectos formales, Zwinglio llegó al extremo de retirar todo
tipo de imágenes, suprimiendo también campanas, velas, incluso el canto; los pastores no usaban vestiduras litúrgicas sino las comunes en la administración
de los sacramentos, en lengua vernácula por supuesto. Dogmáticamente, defendió la sola autoridad de la Biblia y la total ineficacia de las obras ( Sola
Scriptura ) , pero de un modo más radical y pesimista que Lutero: Dios predestina quiénes han de salvarse, a los que colma de su gracia. Sólo reconoció dos
sacramentos (como Lutero), el Bautismo y la Cena, pero entendidos como meros símbolos de la unión de los hombres a Dios. Configuró una iglesia organizada
de abajo arriba, en pequeñas comunidades autónomas flexiblemente confederadas en “sínodos”, y de más amplia participación. La comunidad elegía a sus
pastores y también a “apóstoles” y “profetas”, encargados de gobernar espiritual y socialmente a la comunidad religioso-política, por lo que hubo la
tendencia a inmiscuirse en el gobierno civil de las iglesias zwinglianas, al contrario que en el luteranismo.
El proselitismo suizo de Zwinglio, respaldado por el hegemonismo político de Zurich, tuvo éxito en Basilea y
en otros territorios, pero fracasó tratando de imponer la Reforma en toda la Confederación, con su derrota y muerte en la batalla de Kappel (1531) frente a la
liga católica suiza. Su obra en Zurich perduró, indirectamente, a través de Martín Butzer (“Bucero”: 1491-1551) reformador de Estrasburgo, y de manera parcial
y reelaborada en el calvinismo.

ANABAPTISTAS (sectas y movimientos radicales)


Inspirado sin duda por un grupo hussita, los Hermanos Moravos, aparece en Sajonia hacia 1520. Al margen de las iglesias protestantes, surgieron
movimientos más radicales, que funcionaron como “sectas”; grupos de elegidos, de puros, que se separaban del resto de los infieles. Sin ortodoxias, sin
jerarquías ni estructuras, se sienten movidos directamente por el Espíritu Santo que les habla en sueños y visiones. Pretenden la realización inmediata en el
mundo de las utopías profetizadas en la Biblia, como la comunidad de bienes o la igualdad social, por lo que chocan violentamente con las autoridades. Están
animados por una convicción escatológica tomada del Apocalipsis: se acerca el final de los tiempos, el Juicio que premiará a los elegidos y castigará a los
infieles, la instauración por un tiempo del reino de Cristo y sus santos en la Nueva Sión
(ciudad elegida) eterna. Eran llamados así porque “rebautizaban” a los adultos, como señal de aceptar su elección: una aberración para la mayoría, que
mantenían el bautismo inmediato como seguro de salvación frente a una mortalidad infantil muy elevada. Los hubo pacíficos, víctimas de las autoridades
civiles y perseguidos por todas las iglesias, que establecieron pequeños grupos dispersos desde Suiza hacia los Países Bajos y hacia Bohemia. Otros, en
circunstancias excepcionales, adoptaron formas violentas, como ocurrió en Münster (1534 – 1535).

4.-La segunda generación de reformadores. Calvino


Si Lutero se asoció a una reforma de la doctrina, el calvinismo fue sentido como su perfeccionamiento, como su consumación consecuente en una auténtica
reforma de la vida. Calvino habría sabido dotar al protestantismo, en su segunda etapa, de una disciplina eclesiástica clara, de un culto ordenado y de un
modelo eficaz de iglesia capaz de dar réplica al renovado catolicismo de la Contrarreforma.
Juan Calvino (1509-1564) procedía de una familia burguesa que le pudo costear una esmerada educación. Recibió órdenes eclesiásticas pero nunca estudió

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TEMA 4.- LA RUPTURA DE LA CRISTIANDAD


formalmente teología: fue autodidacta, evolucionó lentamente desde círculos erasmistas y evangelistas hacia el luteranismo, arrastrado más por el deseo de
restaurar la verdadera iglesia y la gloria de Dios en la tierra que preocupado por la salvación del alma. Las persecuciones antiluteranas le obligaron a
refugiarse en la corte de Margarita de Navarra, en Estrasburgo y, finalmente, en Basilea, donde, publicó, en latín, la primera versión, muy breve, de la
Institutio Christiana e Religionis (1536): una exposición sistemática de la doctrina evangélica.
En este mismo año recaló en Ginebra, que era un pequeño centro artesano y comercial, más bien en declive, que se había sacudido la tutela de los duques de
Saboya y del obispo-señor. La impaciencia intransigente de los reformadores, y la resistencia del partido más conservador, les obligaron a huir. Luego residió
en Estrasburgo, una de las primeras ciudades en aceptar la Reforma y un lugar de confluencia de ideas y de ensayos eclesiales.
Aunque no llegó a conocer personalmente a Lutero, acabó de forjar definitivamente su proyecto y a causa de un cambio de gobierno en Ginebra en1541 le
permitió aplicarlo con todas sus consecuencias.
La doctrina de Calvino tiene como centro la trascendencia absoluta de Dios, tan lejano del hombre como el Yahveh del Sinaí del Antiguo Testamento.
Todo debe ordenarse “Soli Deo Gloria” a la gloria de un Dios riguroso, incomprensible, inalcanzable, muy otro del padre misericordioso encarnado en Cristo.
De aquí deriva uno de los elementos más dinamizadores para sus discípulos: la idea de la predestinación. Dios, en su infinita sabiduría, ha dispuesto para cada
hombre en su soberana voluntad, con independencia de lo que haga, que se salve o que se condene para siempre. La mera aceptación de la predicación, la
pertenencia a esta iglesia “reformada”, un esfuerzo de purificación ascética, son signos que certifican la elección salvadora de Dios; la actividad proselitista y
agresiva de los fieles calvinistas se explica por el fervor con que interiorizaron tal seguridad absoluta en su propia salvación. La revelación de Dios en la Biblia
constituye la norma suprema, con preferencia del Antiguo Testamento y del pueblo de Israel, como modelo, sobre los evangelios y las primitivas comunidades
cristianas. Sólo reconoce dos sacramentos, Bautismo y Cena, ésta como pura conmemoración.
Su organización eclesiástica descansa en cuatro ministerios de raigambre bíblica:
– pastores: jefes religiosos de la comunidad, administrando la Palabra y los sacramentos,
– ancianos: elegidos entre los laicos, se encargan de la corrección de las costumbres y de la disciplina,
– diáconos: responsables de la beneficencia con pobres y enfermos,
– doctores : enseñanza de la juventud y la interpretación de las escrituras lo es de los
Para dar vida a esta comunidad ideal Calvino utilizó ampliamente los instrumentos de la política, orientados al control de la religión y de la moral.
Un consistorio compuesto por pastores y ancianos, vigilaba la conducta de los ciudadanos en lo referente a las cuestiones doctrinales y la disciplina eclesiástica.
El sistema educativo fue completamente reformado. La conducta moral y la observancia religiosa de los magistrados estaba sometida a un estricto control,
soplando un viento moralizador que impregnó la vida pública y privada de los ginebrinos, prohibiéndose los juegos de azar, los espectáculos, el lujo y
cerrando las tabernas. Los pecadores eran excluidos de la comunidad y la sanción provocaba de hecho su marginación social.
Desde el consistorio, Calvino impuso una disciplina rigurosa en todos los frentes, eliminando por igual la disidencia política, la herejía (Miguel Servet fue
quemado en la hoguera en 1553) y las malas costumbres. La vida en Ginebra se volvió austera, rígida y policial, centrada en la catequesis, el estudio de la
escritura, los sermones, etc. como consecuencia, el baile, el canto, las lecturas profanas, la bebida y otras actitudes inmorales fueron perseguidas incluso en el
interior de las casas. Pero este mismo rigor dio prestigio a la “iglesia reformada” de Ginebra a los ojos de los protestantes más inquietos de toda Europa, e
impulsó su rápida difusión en todas las direcciones. El calvinismo contenía un poderoso germen proselitista, a ser posible dominador.
Calvino pretendió, para mayor gloria de Dios, instaurar su señorío en todas partes y convirtió Ginebra en la alternativa a la Roma de la Contrarreforma. Su
amplísima correspondencia personal y sus escritos, que multiplicaba una activa imprenta, alentaron el celo de los elegidos. Su misma estructura,
descentralizada en pequeñas comunidades que se confederaban por naciones, facilitaba la difusión en medios políticos adversos.
El calvinismo se extendió en medio de grandes convulsiones políticas, en las que tuvo no poca responsabilidad. En muchos casos necesitó la violencia para
incrustarse entre las iglesias luterana, católica y anglicana, bien asentadas ya a mediados del s. XVI.

5.- La reforma católica. El concilio de Trento


Las iglesias de las penínsulas hispánica e itálica se adelantaron a otras en sus iniciativas reformistas.
El caso español debe mucho al cuidado con que los Reyes Católicos , en especial Isabel I para Castilla,seleccionaron obispos cultos y piadosos, alejados de las
banderías nobiliarias que anticiparon el modelo de obispo reformista: maestro y pastor cercano a sus fieles, preocupado por la formación de sus sacerdotes.
Además, desde sus influyentes cargos –confesor real, regente— promovieron la reforma de las órdenes religiosas y tomaron otras iniciativas. La Universidad
de Alcalá dotada por Cisneros, se abrió a una renovada teología positiva, en un ambiente más humanista y erasmista. En la más tradicional de Salamanca, no
tardaría en florecer una renovada “segunda escolástica”, gracias a Francisco de Vitoria y sus discípulos, en la que se formaron muchos de los grandes
teólogos de Trento. Tales iniciativas, en España, fraguaron bajo la atenta supervisión de un instrumento de control religioso sin parangón: la Real Inquisición.
Ejercitada en la persecución de la oculta herejía de los conversos, cuando “alumbrados” y erasmistas supusieron algún peligro fueron fácilmente acallados.
La renovación de la iglesia en Italia debió más a iniciativas particulares desde abajo. Funcionó como un caldo de cultivo donde se formaron personas
llamadas a ocupar puestos eclesiásticos destacados, y donde se forjaron experiencias aunque tardaran en madurar. Así, la paulatina renovación del
episcopado y de la curia, que culminó con la del pontificado, encontró preparados muchos de los instrumentos necesarios para la reforma católica. Siguiendo
la tradición de las cofradías, pequeños grupos de laicos y eclesiásticos destacaron por el vigor con que vivían su cristianismo en la práctica de la devoción
(misa y oración diarias, confesión y comunión al menos mensual) y de la caridad (atención de enfermos incurables, de pobres, de huérfanos, etc.).
Estas iniciativas se prolongaron en la reforma de las antiguas órdenes religiosas, o en la fundación de otras de características muy novedosas (teatinos,
barnabitas o somascos), caracterizadas por ser congregaciones de “clérigos regulares”: sacerdotes pero sin cura de almas parroquial, que vivían en
comunidad con votos particulares, dedicados a un apostolado específico (formación de sacerdotes, atención de enfermos y huérfanos, misiones populares);
también las ursulinas o los capuchinos.
Pero de entre todas, la fundación más original y más relevante fue la promovida por un hidalgo guipuzcoano, Ignacio o Íñigo de Loyola. Ignacio se ordenó
sacerdote y puso en marcha la “Compañía de Jesús” (Jesuítas), cuyo fin era militar “para mayor gloria de Dios” bajo las órdenes del papa. Para lograrlo más
eficazmente, Ignacio de Loyola diseñó una congregación muy novedosa, en primer lugar, por su estructura jerárquica y unitaria, tan distinta de las formas
federales de la mayoría de las órdenes tradicionales. Se realzó la obediencia al superior dentro de la Compañía, y cada profeso añadió un cuarto voto a los tres
tradicionales: el de obediencia al papa “sine ulla tergiversatione aut excusatione”. Después de una rigurosa selección y con una esmerada formación, sin un
hábito propio que los identificara ni obligación de rezar en comunidad, los “jesuitas” disponían de la disciplina y de la flexibilidad necesarias, de que carecían
otros religiosos, para afrontar las más diversas tareas. A partir de la aprobación papal, comenzó un proceso de expansión numérica, de organización interna y
de responder a las misiones encomendadas: fundación de Colegios, reforma de monasterios, participación en el Concilio de Trento, diálogo con los
protestantes, etc. Pese a la reprobación de Paulo IV, la “Compañía” se extendió rápidamente y ocupó un puesto señalado en los más diversos frentes: la
evangelización de las Indias Orientales, la defensa de la ortodoxia en Trento o la formación de las nuevas élites dirigentes católicas en sus colegios.

EL CONCILIO DE TRENTO (1545-1563)


El V Concilio de Letrán, no afrontó la reforma de la Iglesia que muchos anhelaban. Se limitó a responder al conflicto conciliarista bajomedieval, revivido por
los intereses políticos del rey de Francia en Pisa. Desde 1518, los protestantes alemanes venían reclamando la convocatoria de un concilio alemán, y el
emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico intentaba cerrar las diferencias entre católicos y reformistas para poder hacer frente
a la amenaza turca. En la Dieta de Worms (1521) se intentó zanjar las disputas, pero sin éxito: Martín Lutero (a quien Carlos V permitió que fuera convocado a

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dicha Dieta) acusó a Roma de ejercer la tiranía, y el Emperador se comprometió por escrito a defender la fe católica incluso con las armas.
En las Dietas posteriores, los príncipes alemanes, tanto protestantes como católicos, continuaron insistiendo en un concilio. El Concilio se inauguró al fin,
después de tres convocatorias fallidas el 13 de diciembre de 1545 en Trento, ciudad del Imperio pero en la vertiente italiana de los Alpes. Tuvo un desarrollo
muy agitado en tres fases discontinuas :
– 1ª fase (1545-49, Paulo III) : los obispos y generales de órdenes fueron pocos en la primera fase, con mayoría absoluta de italianos, unos pocos
españoles, sólo tres franceses y ningún alemán. Los padres conciliares abordaron simultáneamente los grandes temas doctrinales cuestionados por los
protestantes, y algunos asuntos disciplinares cuya reforma interesaba más al Emperador. Pero sus relaciones con el papa se deterioraron y éste decidió, con
la mayoría de los asistentes, trasladar las sesiones a Bolonia. Los obispos imperiales permanecieron en Trento y, aunque no se llegó a una ruptura y
prosiguieron los trabajos preparatorios, nada nuevo se decidió.
– 2ª fase (1551 – 1552, Julio III, PauloIV) . El nuevo pontífice comprendió la urgencia de completar la obra. No acudieron obispos franceses, por las
tensiones de Enrique II con el Emperador, y sí lo hicieron algunos luteranos, delegados de príncipes y ciudades protestantes. Sus elevadas exigencias, como
empezar de nuevo las discusiones, afrontarlas sólo desde la Escritura o proclamar la supremacía del concilio sobre el papa, abortaron toda posibilidad de
diálogo. La traición de Mauricio de Sajonia y su alianza con Enrique II de Francia abrieron una nueva guerra y los obispos alemanes se retiraron,
suspendiéndose el Concilio. Julio III, entonces, intentó por su cuenta una reforma de la Curia y preparó una “Bula de Reforma”, que diese fuerza siquiera a los
decretos de Trento aprobados hasta entonces y promoviendo otros cambios, pero murió sin que se proclamara. Esta línea de reforma autocrática y no
conciliar es la que siguió su sucesor, Paulo IV. No quiso saber nada del Concilio y pretendió imponer por decreto la reforma de la iglesia. Reorganizó la
Inquisición romana, persiguiendo con dureza la inmoralidad.
– 3ª fase (1562-63, Pío IV) . La muerte de Paulo IV permitió a Pío IV (1559 – 1565) reanudar el Concilio determinada por circunstancias muy distintas: paz
religiosa en el Imperio, fracaso de la restauración católica en Inglaterra y grave peligro de que los hugonotes (protestantes franceses de doctrina calvinista) se
hicieran con el poder en Francia. En las dos primeras fases, Trento había respondido a las doctrinas de Lutero y Zwinglio, y cabía la esperanza de una
recuperación territorial, ahora imposible. Los esfuerzos se centraron, pues, en la reforma interna de la Iglesia. Trento reafirmó los principales dogmas de la fe
católica frente a los protestantes. La iglesia católica se reorganizó para afrontar con mayor eficacia la “cura de almas” de sus fieles y la recuperación de los
espacios perdidos ante la Reforma.

En cuanto a la clasificación dogmática, se precisaron:


– Fuentes de la fe . La Escritura como fuente principal, pero interpretada en concordancia con el magisterio de la Iglesia y con la tradición.
– La justificación por la fe y el valor de las obras. Rechaza la visión extrema y pesimista de Lutero y, sobre todo de Calvino sobre el hombre sin libertad
para hacer el bien y rechazar el mal. Con la ayuda de la gracia, que se otorga en los sacramentos, el hombre puede hacer obras meritorias y vencer las
tentaciones.
– Los sacramentos. Son siete, son signos de Cristo y no de la Iglesia, y otorgan la gracia en sí mismos, no según la fe de quien los recibe. La doctrina
católica marcó profundas diferencias con la protestante. La Eucaristía, en especial, fue exaltada como renovación del sacrificio de Cristo y como presencia real
de su cuerpo y sangre. El sacramento del orden diferenció nítidamente a laicos de clérigos, estos con su jerarquía. El matrimonio como unión pública ante la
comunidad, con el sacerdote como testigo solemne, adquirió una renovada dignidad.
– La Iglesia. “Cuerpo místico de Cristo” pero también sociedad histórico – jurídica unitaria y jerarquizada. Aun reconociendo el sacerdocio universal de
los fieles por el bautismo, se exalta el sacerdocio ministerial de los consagrados, en un triple jerarquía de obispo, presbítero y diácono. No se resuelven, sin
embargo, dos cuestiones fundamentales y conflictivas: primero, si la autoridad de los obispos proviene directamente de los apóstoles (episcopalismo) o es
delegada de la del papa; y, segundo, el papel de los príncipes en la Iglesia y las relaciones del poder civil, con el eclesiástico (regalismo). Este renovado
fundamento dogmático sostuvo importantes cambios disciplinares. Trento fue un concilio eminentemente pastoral. No abordó cambios organizativos en la
Curia romana, que los papas realizaron personalmente, pero sí renovó la figura del obispo y del sacerdote: El obispo debía ser un hombre de ciencia y piedad,
canonista o teólogo, para servir como maestro y pastor de la iglesia local; esto le obligaba a residir en la diócesis, a visitarla constantemente, a predicar y
enseñar, a promover la formación moral e intelectual del clero, y a introducir las reformas mediante concilios provinciales y sínodos diocesanos. En cuanto al
clero secular, se reafirma el celibato obligatorio, se dignifica el aspecto exterior (tonsura (rapado) y vestiduras talares que les distingan) y se le encomienda,
como colaborador del obispo, la cura pastoral en las parroquias. El párroco enseñará las oraciones y la doctrina en la predicación dominical y en la catequesis
de los niños; controlará la administración de los sacramentos mediante registros parroquiales, y vigilará el cumplimiento de los mandamientos de la Iglesia
(confesión y comunión anual). Para ello, debe recibir una formación moral e intelectual esmerada: el Concilio ordenó la creación de seminarios en cada
diócesis.

Trento apenas trató de las Órdenes religiosas , salvo para recortar sus exenciones y aumentar el control episcopal sobre su actuación en las diócesis. No se
ocupó apenas de los laicos: el matrimonio siguió considerándose un estado inferior a la consagración religiosa o al simple celibato. Y tampoco trató de la
reforma de los príncipes, pese a que los obispos se quejaban amargamente de las intromisiones de las autoridades seculares. La Iglesia católica promovió las
formas de piedad popular tradicionales que habían rechazado los protestantes, aunque purificándolas de excesos. Impulsó a las cofradías populares
devocionales, conversión de las procesiones en reafirmaciones colectivas y públicas de la fe en aquellos puntos más atacados por el protestantismo,
reconocimiento de ciertos milagros y canonización de nuevos santos, instrucción del pueblo en las oraciones y verdades fundamentales a través de la
catequesis, etc. En la cristiandad católica se acentuó el clericalismo (influencia del clero en los asuntos políticos o sociales del Estado), la uniformidad y la
riqueza formal de los ritos, frente al mayor protagonismo de los laicos y la diversidad y mayor sobriedad litúrgica de las iglesias protestantes. Los templos
católicos se llenaron de crucifijos, vírgenes y santos, expresión y objeto de la devoción popular. Las vestiduras y los vasos e instrumentos litúrgicos se
renovaron, enriquecidos con oro, plata, sedas y pedrería, signos de la magnificencia de los sacramentos. También se cuidó la excelencia de la música sacra, la
polifonía coral y el órgano, pero como espectáculo sin participación popular. Desde Roma se acabó por imponer un Misal, un Breviario para el rezo y un texto
de la Biblia, sacrificando una rica variedad de tradiciones litúrgicas.
Por reacción antiprotestante, la Biblia permaneció inaccesible al pueblo fiel: se proclamaba en latín la liturgia, y sólo la mediación del clero en los sermones la
acercaba; la catequesis de los niños no era principalmente bíblica sino dogmática. La recepción del Concilio y su aplicación en la Europa católica atendió a
circunstancias nacionales, como la aceptación de los decretos tridentinos por Felipe II siempre que no perjudicaran los derechos reales; o la no aceptación
formal en Francia, sino como un acuerdo de la Junta del Clero. Pero fueron los grandes pontífices del postconcilio quienes hicieron de Roma, de un modo más
perfecto que nunca antes, la cabeza de la catolicidad y no sólo la sede del papado: enseñaron los mejores teólogos y se crearon seminarios específicos. Los
nuncios, además de representantes diplomáticos, impulsaron las reformas y la administración eclesiástica en los distintos países. Los obispos fueron
obligados a informar a Roma sobre la vida eclesiástica de sus diócesis en periódicas visitas ad limina, que Felipe II prohibió a los españoles que
cumplimentaran personalmente.

6. La nueva geografía religiosa. La Europa confesional (católicos, luteranos, calvinistas, anglicanos)


La fragmentación de la Cristiandad en iglesias rivales abocó a un proceso de “confesionalización” en la segunda mitad del s. XVI. El concepto de
confesionalización intenta explicar las nuevas relaciones entre religión y política en una Europa dividida, donde el Papa y el Emperador habían dejado de ser
referencias comunes operativas. Todas las “confesiones” sintieron de un modo parecido la urgencia de elaborar las formulaciones dogmáticas que definieran

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TEMA 4.- LA RUPTURA DE LA CRISTIANDAD


su particular identidad, algo innecesario mientras hubo una sola cristiandad. Así, se redactaron las solemnes confesiones de fe como referencias a las que
debían sujetarse sus fieles. Para instruir a todos los fieles en la recta doctrina, se elaboraron compendios adaptados a los predicadores o al pueblo, como los
catecismos luterano o el católico de Pío V.
Las diversas iglesias se organizaron mediante normas que regularon, más minuciosamente que nunca antes, el culto litúrgico, el derecho canónico, la
asistencia caritativa y educativa, etc. Durante la segunda mitad del s. XVI, dentro de la Iglesia católica, se multiplicaron en número e importancia las
constituciones sinodales diocesanas y las disposiciones de los visitadores episcopales. También los sínodos nacionales y los consistorios calvinistas, o los
consistorios y superintendentes luteranos, o, en el caso anglicano, el Parlamento, elaboraron importantes “Disciplinas”, “Ordenaciones”, “Prayer Book”, etc.
La formación, tanto del clero propio como del misionero, se encomendó a centros especializados –colegios eclesiásticos, seminarios—, y no a las
universidades como antes. Nunca como ahora las iglesias emprendieron la labor de catequizar a niños y jóvenes, lo que implicó a católicos y protestantes en
un gran esfuerzo educativo, creando colegios, gimnasios, academias, etc. Para preservar la ortodoxia y perseguir a los heterodoxos, todas las confesiones
utilizaron parecidos recursos, que nunca antes habían sido tan poderosos. Se desarrollaron instituciones inquisitoriales, existió una rígida censura de imprenta
y licencias de predicación, se redactaron Índices de libros prohibidos o expurgados, se prohibió estudiar en el extranjero.
La configuración de iglesias territoriales, como hemos visto, debió mucho a las autoridades seculares. “Una fe, una ley, un rey” se convirtió en el ideal de
todos los príncipes del s. XVI que afrontaron las consecuencias políticas de la ruptura religiosa. Gobernar sobre fieles de confesiones diversas y rivales no era
deseable por motivos evidentes: la diferencia inclinaba a la disidencia, a la conspiración o rebelión en el interior y a la alianza con los enemigos exteriores.
No se entendió la libertad de conciencia y de culto como un derecho de la persona. Todas las iglesias mantuvieron parecida intolerancia y persiguieron
rigurosamente a los herejes con la ayuda del poder secular, que los consideraba traidores. Sin embargo, la violencia de las guerras intestinas religioso –
políticas, sobre todo en el Imperio y en Francia, donde no podía llegarse a la aniquilación del contrario, obligaron a firmar paces religiosas.
La identificación del príncipe con una determinada confesión reforzó su autoridad y su poder: la secularización de bienes aumentó su patrimonio, y los
eclesiásticos y sus instituciones actuaron de diversos modos como instrumentos al servicio del rey.
Por otra parte, iglesias y estados comprendieron las ventajas de colaborar en la formación de sus fieles y súbditos de acuerdo con los nuevos criterios de
ortodoxia y de disciplina social que se creían necesarios. El pueblo tardó en apreciar unos cambios religiosos y a la vez políticos, en los que hubo de ser
adoctrinado utilizando una variedad de recursos: legales y penales, pero también literarios y artísticos. Este proceso, iniciado en la segunda mitad del s. XVI, se
completaría durante la centuria siguiente.

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TEMA 5.- LOS ORIGENES DE LAPOLITICA INTERNACIONAL EN LA EDAD MODERNA:


EXPANSION TURCA Y GUERRAS DE ITALIA (1494-1516)

1.- La situación internacional a mediados del siglo XV


Desde mediados del cuatrocientos, la expansión otomana desde Asia Menor hacia Europa oriental había motivado la transferencia de múltiples territorios
a su soberanía. Los turcos, presentes desde el s. XIV en Europa, donde eran dueños de Kosovo y Bulgaria, se apoderaron en 1453, durante el reinado de
Mahomet II de Constantinopla , la capital del Imperio bizantino y tras ella, entre 1453 y 1481, de la mayoría de los territorios de las actuales Grecia, Macedonia,
Albania y Bosnia – Herzegovina, en estas últimas zonas parte de su población se fue convirtiendo al Islam.
Pero no satisfechos con sus conquistas territoriales, los turcos iniciaron una expansión marítima por el Egeo, el Jónico y el Mediterráneo oriental, donde
chocaron pronto con Venecia, poseedora de un imperio mediterráneo que se extendía desde el Adriático hasta Creta y Chipre.
En 1469 conquistaron Negroponto y sus incursiones se extendieron por la costa dálmata. En 1480, traspasaron el Adriático y pusieron pie en la península
italiana, con la conquista de Otranto. Cundió la alarma en la Europa cristiana, por lo que se forjó una liga integrada por Venecia, España, Francia, el Papado y
Hungría, cuyas fuerzas les obligaron a desalojar Italia y a retirarse a sus bases orientales.
A finales del s. XV, las Coronas de Castilla y Aragón se habían unido y ambas habían luchado mancomunadamente entre 1481 y 1492 para incorporar el reino
nazarí de Granada a Castilla. Tras su anexión, la monarquía española se dispuso a intervenir activamente en Italia. En Francia, tras la muerte de Luis XI,
ascendió al trono Carlos VIII de Valois, donde pocos territorios quedaban entonces para ser integrados a la monarquía francesa y el nuevo soberano quiso
protagonizar pronto una expansión hacia la península italiana. Ahí colisionaron Francia y España.

A fines del s. XV y durante la primera mitad del s. XVI, las relaciones internacionales en Europa se explican por tres denominadores comunes:
– el antagonismo hispano – francés,
– la defensa de la Europa central frente a la expansión turca en el ámbito danubiano y de sus aliados norteafricanos en el Mediterráneo, y
– las pugnas entre católicos y protestantes en Alemania, una vez iniciada la Reforma luterana.
El Emperador, que era al mismo tiempo el soberano de la Monarquía española, Carlos I de España y V de Alemania, lideró el bando católico e intentó con
todas las fuerzas a su alcance defender la frontera de cristiandad frente a los turcos y berberiscos, y la frontera de catolicidad frente a los protestantes a los
que intentó doblegar sin éxito.

Otros dos factores de importancia que ayudan a explicar el desarrollo de los acontecimientos en esta época son:
– el despliegue de una nueva diplomacia renacentista y
– el uso de nuevas armas, principalmente las armas de fuego y la artillería.
Fruto de la negociación diplomática, veremos aparecer un conjunto de ligas internacionales, que se hacen y deshacen con cierta facilidad, pero que tienen
un denominador común, suelen agrupar a diversas potencias que se coaligan para hacer frente a otra más fuerte y establecer una especie de equilibrio,
siempre frágil, en una zona determinada, que a finales del s. XV y el primer cuarto del s. XVI, habitúa a ser la dividida península italiana (Italia no logrará su
unidad política hasta la segunda mitad del s. XIX) y en aquella época estaba fragmentada en una serie de Estados independientes, que con frecuencia
reclamaron intervenciones extranjeras. Italia fue un auténtico tablero de ajedrez en el que movieron sus piezas las dos potencias, en aquellos momentos,
más fuertes de la cristiandad: España y Francia.
Hasta 1526 las ligas se forjaron fundamentalmente para frenar la expansión francesa, a partir de esta fecha se aglutinaron en torno a Francia para intentar
disminuir el poder español. La monarquía francesa, aunque su titular recibiera la denominación de Rey Cristianísimo, no tuvo dificultades en aliarse con los
turcos o con los protestantes, es decir, con los enemigos de su enemigo, la Casa de Austria, con tal de menoscabar el poder de su adversario. La monarquía
española durante la primera mitad del s. XVI tuvo que hacer frente a una trilogía de antagonistas que fueron: franceses, protestantes y turcos.

2.- Italia a comienzos de los tiempos modernos


Italia era una “expresión geográfica”, pero estaba muy bien poblada, contaba con una próspera agricultura, una industria pañera y sedera que competía
en toda Europa y un poderoso comercio. Los banqueros genoveses, juntamente con los alemanes, representaban en la 2ª mitad del siglo XVI el capital
internacional, su riqueza estaba adornada por un apoyo incondicional a las artes. Era tan admirada por los intelectuales y artistas europeos como codiciada
por las potencias del momento. Desde la paz de Lodi, que abrió un período de relativa calma, Italia conoció una etapa de prosperidad y de florecimiento
artístico, pero este mundo próspero y culto carecía de la más mínima unidad política; ni siquiera contaban con algo semejante a la unidad moral o virtual
que daba el Imperio a Alemania. El número de sus estados podía rondar los veinte y se agrupaban en repúblicas, ducados y marquesados, algunos eran
minúsculos, y sólo Milán, Venecia, Florencia, los Estados Pontificios y Nápoles tenían una verdadera entidad territorial y política. En realidad, salvo Venecia, los
demás estaban dominados por el príncipe, con frecuencia descendiente de un condottieri que se había servido de las guerras entre territorios vecinos o
entre familias para imponer su autoridad ( caso de los Sforza de Milán). Esta división, las rivalidades entre estados, incluso los ancestrales bandos familiares,
además de su riqueza y envidiable prestigio, convertían a Italia en una tentación para los monarcas más ambiciosos del momento. La monarquía francesa y
la Monarquía Universal Católica, esgrimiendo viejos derechos o acudiendo en ayuda de una de las facciones rivales, se disputaron la posesión de ciertos
territorios considerados estrategicamente imprescindibles.

LOS ESTADOS PONTIFICIOS


Se extendían a ambos lados de los Apeninos centrales. El poder del papa, como príncipe secular, no era tan sólido y uniforme como en un principio se le
suponía. El papa era uno de los soberanos italianos más débiles, la Curia se ocupaba del gobierno secular y los negocios exteriores corrían a cargo de un
cardenal secretario y la hacienda, del camarlengo. Con demasiada frecuencia, los cargos más importantes fueron encomendados a miembros de la familia
del Santo Padre, lo que llevó a calificar el régimen pontificio de nepotista. Como cualquier otro soberano de la época, aunque lo hizo circunstancialmente, el
Papado se esforzó por imponer su autoridad sobre sus dominios. Siendo muy importante su participación en los conflictos del momento. La condición de
jefe de la Cristiandad y de soberano temporal le dio un especial protagonismo en la Europa del momento, convulsionada por la Reforma, las rivalidades
entre la monarquía francesa y la Monarquía Universal Católica y el asedio de los turcos.

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TEMA 5.- LOS ORIGENES DE LAPOLITICA INTERNACIONAL EN LA EDAD MODERNA:


EXPANSION TURCA Y GUERRAS DE ITALIA (1494-1516)
VENECIA
Venecia era la más poderosa de las repúblicas aristocráticas, extendía sus dominios por la llanura del Po hasta el Adda, además había llegado a construir un
vasto imperio colonial que se extendía más allá del Adriático en la costa oriental y por las islas del mar Jónico y del Egeo. Venecia contaba con una
constitución que fijaba los derechos de sus naturales y unas instituciones prestigiosas. El dux o dogo era el jefe del estado.
Se le representó siempre ostentosamente, pero el gobierno lo desempeñaba el Gran Consejo, con cerca de 2.000 miembros, al que le competía legislar y
nombrar a los cargos. Elegía el Senado, unos 300 miembros, que se ocupaba de la política exterior y recibía de sus embajadores las famosas relaciones, que
constituyen un documento histórico de gran interés. Todos los cargos estaban en poder de la nobleza, pero, a diferencia de lo que ocurre en la Europa del
momento, el grupo tenía un carácter muy abierto, esta condición y la corta duración de los cargos contrarrestaban los posibles abusos de su monopolio.
Bien gobernada, Venecia disponía de un buen ejército y de una flota de galeras movida con voluntarios venecianos. La república dispuso de una potencia
militar muy superior al resto de los estados italianos. Su imperio chocó frontalmente con el turco, forzándole a mantener un difícil equilibrio en el que
combinó con acierto las treguas con alianzas en su contra, lo que no impidió la pérdida de sus colonias a manos de los otomanos.
Más grave para su economía que la pérdida de sus colonias fue la aparición, en el horizonte económico, de las Indias Orientales y el control del mercado de
las especias por los portugueses primero, y los holandeses, después.

DUCADO DE MILÁN
El ducado de Milán fue la pieza más disputada en las guerras de Italia. En 1535 fue ocupado por Carlos V que más tarde se lo cedió a su hijo Felipe II. Pero, ya
para entonces, el gran estado construido por los Visconti había perdido jirones importantes de su territorio a manos de los suizos y del propio Papado, hasta
el extremo de quedar reducido al espacio comprendido entre el Essio y el Adda. Sin embargo, estos cambios apenas alteraron sus instituciones, fijadas
sólidamente desde los tiempos de los Sforza. Durante el período de dominación francesa, Luis XII creó un Senado de 15 miembros con funciones judiciales
semejantes al Parlamento de París. En 1541, Carlos V otorgó una nueva constitución, en la que cabe destacar como figuras más importantes: un gobernador,
que representaba al soberano, y el archicanciller, que presidía el Consejo Secreto. En 1543, las protestas de las ciudades por un nuevo tributo dieron origen a
la Congregationi di Stato, asamblea que limitó en cierto sentido los poderes del gobernador.

FLORENCIA
En Florencia, los Médici acabaron con la endémica inestabilidad social. Sus reformas la fuerza y la continuidad suficientes para hacer de Florencia una
república poderosa. Con este fin modificaron algunos puntos de la constitución. La elección por sorteo fue sustituida por una junta previamente
seleccionada, que permitía que la Signoria –la magistratura suprema— estuviera siempre dominada por los amigos de los Médici.
En 1480 fue instituido el Consejo de los Setenta, de donde se elegía una junta encargada de la hacienda y de los asuntos exteriores. Durante su gobierno,
aceptado sin reparos por
la mayoría de los ciudadanos, Florencia conoció una época de prosperidad económica, pero también artística, debido al mecenazgo que desempeñó la
familia. Incluso el potencial económico de estos banqueros y su sapiencia política dieron a Florencia una incuestionable presencia en los asuntos de Italia.

DUCADO DE SABOYA
El ducado de Saboya, que se extendía al oeste de los Alpes y entre Francia e Italia, difícilmente puede considerarse un estado italiano. En la propia Saboya,
los marquesados de los Saluzzos y de Monferrato eran independientes.
Durante el mandato del duque Carlos III, sufrió una dura crisis. La expansión de la Reforma provocó un período de inestabilidad y pérdida de algunos
territorios, que fueron ocupados por Berna, quien a su vez favorecía la independencia de Ginebra. La situación fue utilizada por Francisco I para hacerse con
los territorios situados al oeste de los Alpes, excepto Niza, y con la parte norte del Piamonte. La ocupación francesa se prolongó hasta la firma del tratado
de Cateau – Cambrésis, verdadero punto de partida del ducado de Saboya que jugará un papel importante en el futuro. El duque Manuel Filiberto recuperó
la mayor parte del territorio que había caído en manos de los franceses y suizos, y gobernó como soberano absoluto.

REINO DE NÁPOLES
El reino de Nápoles era español desde 1504, pero su conquista no modificó sus instituciones, simplemente, el soberano se hizo representar por un alter
ego, un virrey, que contaba con el asesoramiento de un Consejo. La administración provincial estaba en manos de los gobernadores y de tribunales,
denominados, como en España, Audiencias. Nápoles presentaba diferencias con el resto de estados italianos. La nobleza tenía un fuerte peso dentro de la
sociedad napolitana, donde encontramos un feudalismo semejante al que podemos hallar en otros territorios europeos.

3.- Factores determinantes de las guerras de Italia


A finales del s. XV la península italiana fue un tablero de ajedrez en el que combatieron las dos potencias más fuertes de la cristiandad, Francia y España.
Italia, rica y hermosa, es débil en el aspecto político. El recurso al extranjero, que algunos Estados italianos van a practicar, hará de la península el centro de
las ambiciones rivales de España y Francia. Francia, que acaba de heredar Provenza, hace valer las pretensiones dinásticas legadas por René d’Anjou, que
implican derechos sobre Nápoles, donde los angevinos se habían establecido en la Edad Media. Más tarde, cuando a Carlos VIII le sucede su primo Luis XII,
que por la ascendencia de su abuela considera tener derechos sobre el Ducado de Milán, done reinan los Sforza, conduciendo a Francia nuevamente a varias
guerras en Italia. Aunque al principio obtuvo varias victorias, luego, los muchos aliados contra él, c Papa Julio II, Inglaterra, Fernando II de Aragón y Venecia,
lo obligaron a abandonar sus pr Milán. España tiene intereses opuestos. Por una parte es heredera de la política mediterránea de los reyes de Aragón,
marcada por la conquista de Sicilia y Cerdeña, de la que Nápoles parece como continuación lógica. Además, España tenía también “derechos” sobre el país,
por una parte, el emperador Maximiliano y su sucesor Carlos V eran absolutamente contrarios a la dominación francesa sobre el Milanesado, pues el Imperio
había ejercido durante mucho tiempo una especie de protectorado sobre el norte de Italia.

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TEMA 5.- LOS ORIGENES DE LAPOLITICA INTERNACIONAL EN LA EDAD MODERNA:


EXPANSION TURCA Y GUERRAS DE ITALIA (1494-1516)
4.- Protagonistas y fases de la pugna por Italia
Tras estos acontecimientos se desarrollaron los conflictos en Italia de 1494 a 1516 y que, con algunas variantes, se producen siempre de la misma manera:

– En una primera fase, las divisiones de Italia son un factor esencial. Algunos Estados italianos recurren al extranjero para solucionar querellas.
Carlos VIII de Francia, favorecido por una rebelión antiaragonesa, conquista Nápoles, pero pronto se encontró con dificultades ante un ejército que
amenazaba con cortarle la retirada por el norte, junto a España se alinearon Venecia, Génova, Milán, el Papa, Inglaterra y el Imperio; aislado, el monarca
francés emprendió la retirada, teniendo que recurrir a las armas en Fornovo. Las fuerzas venecianas e hispánicas atacaron las guarniciones francesas en
Nápoles, donde cayó la última plaza bajo dominio francés, Tarento en 1497. Había comenzado un periodo de guerras hispano-francesas. La alianza
antifrancesa fue reforzada diplomáticamente por medio de enlaces matrimoniales. Más tarde, en 1504 quedaba asegurado el dominio hispánico en el sur de
Italia, mientras el Milanesado, en el norte, permanecía en manos francesas. Luís XII, por el tratado de Lyon, reconocía a Fernando el Católico como rey de
Nápoles.

– En una segunda fase que destruye buena parte de los resultados obtenidos al finalizar la primera. Cuando acaban sus querellas, los italianos
encuentran molesta la presencia de extranjeros, “bárbaros”, y tratan de liquidarlos enfrentándolos unos con otros, es decir, arrojando a los franceses
contra los españoles o los imperiales con la eventual ayuda de los suizos. Las batallas más duras se produjeron siempre en esta segunda fase, porque
oponían ejércitos que sabían combatir.
El año 1516 marca el final de las guerras de Italia, en el estricto sentido de la expresión, gracias a toda una serie de acuerdos: el concordato de Bolonia
firmado entre Francia y León X; el tratado de Noyon establecido entre los reyes de Francia y de España; la “paz perpetua” entre Francia y Suiza. Italia paga
los gastos de la paz, pues, ésta consagra la división de las influencias entre Francia (Milanesado, Piamonte, Génova) y España (Nápoles y Sicilia); solamente
Venecia y el papado conservan una independencia real. El tratado hispano-francés de Noyon ratificaba diplomáticamente la conquista de francesa de Milán,
en una nueva fase de aproximación entre ambas monarquías protagonizada por los consejeros flamencos de Carlos V, muerto ya Fernando el Católico. El
tratado de Noyon marcó un momentáneo modelo de concordia del que España, debido a las acciones hostiles de Francisco I de Francia, tuvo que
desmarcarse muy pronto.
El equilibrio italiano, mediante la hegemonía francesa en el norte y española en el sur, no se prolongó más de una década, hasta la batalla de Pavía 1525,
que dio la supremacía definitiva en Italia a la monarquía española durante casi dos siglos. Tras esta batalla, Francisco firma en 1526 el Tratado de Madrid
donde renunciará definitivamente al Milanesado, Nápoles, Flandes, Artois y Borgoña.

5.- El imperio turco. Organización y fases de expansión


El Imperio turco no pertenecía a Europa, salvo aquellas tierras que había podido conquistar con sus tropas. Su universo mental, su forma de entender y
ejercer el poder, su religión y su cultura nada tienen que ver con el cristianismo, ni con la herencia grecorromana, ni tampoco con el escolasticismo
occidental. El Imperio otomano era una forma de despotismo oriental que estaba cimentada sobre la autoridad del sultán . Desde su origen de jefe
supremo elegido entre los descendientes de Osmán, había ido lentamente, y al compás de sus conquistas, enriqueciendo sus títulos hasta convertirse en la
suprema autoridad religiosa y civil. Él es el señor y los demás son sus esclavos. En este mundo, los turcos constituyeron siempre una casta aparte, pero
dejaron practicar su religión a los vencidos y de ellos se sirvieron tanto en el ejército como en la administración (el gran visir, jefe de la jerarquía imperial).
Este imperio había sido producto de la conquista, de ahí, la importancia del ejército, que era reclutado entre asiáticos y europeos. Su fuerza estaba en
contar con unidades especializadas que desde su más tierna infancia eran entrenadas en el ejercicio de las armas, entre esa tropa de élite destacaban los
jenízaros (unidades de infantería con alto nivel de entrenamiento, entre sus muchas misiones destacaba la de ser los encargados de la custodia y salvaguarda del
sultán otomano, así como de las dependencias de palacio, siendo considerados como la guardia pretoriana del Sultán), reclutados de entre niños cristianos
arrancados a sus familias, educados en el Islam y sometidos a una estricta disciplina militar. En tiempos de guerra, el sultán contrataba mercenarios y
movilizaba los contingentes proporcionados por los titulares de los timars: tierras y rentas a cambio de soldados en proporción.
Un complejo número de tributos mantenía el imperio: diezmos que pagaban los musulmanes, capitaciones, impuestos sobre la tierra, derechos de aduana,
tributos de los pueblos sometido...
Mehmet II (1432-1481) inició la centralización administrativa, que se aceleró con su biznieto Solimán I el Magnífico. El imperio fue dividido en
circunscripciones (sandjaks) que eran gobernadas por beys que eran los encargados de mantener el orden, presidían los tribunales, convocaban tropas y
cobraban los impuestos, algunas de estas circunscripciones eran administradas por los pachás, y las más pequeñas por los beglerbeys.
S sobre todo un legislador. Su códice, el Kanuname, constituye una extraordinaria recopilación hecha con la ayuda de grandes juristas. Embelleció y
modernizó su capital, Estambul, que a fines del s. XVI llegó a superar ampliamente el medio millón de habitantes, era la ciudad más populosa y cosmopolita
de Europa, una síntesis casi perfecta de lo que realmente era el Imperio turco. Los turcos constituían la mayoría de su población, pero también había judíos,
griegos y cristianos renegados procedentes de todos los países del Mediterráneo. La ciudad debía su fortuna a su puerto entre el mar de Mármara y el mar
Negro y a su condición de punto de destino de las caravanas de Oriente.
La conquista de Constantinopla –a la que llamó Estambul— por Mehmet II (1451-1481) en 1453 fue considerada por la tradicional división tripartita de la
Historia como punto de partida de la Edad Moderna. Desde su ascensión al trono en 1451, este sultán continuó la expansión por Europa que se había
iniciado con anterioridad (Serbia,1459, Bosnia, 1463/64, Grecia, el Egeo, el Adriático o el Mar Negro). A su muerte, Mehmet II había ampliado
considerablemente sus dominios pero había dejado varios problemas pendientes: la posición en Valaquia y Moldavia no estaba consolidada, y las tensiones
con Persia y Egipto eran grandes.
Pero la cuestión más importante estaba en la sucesión, Mehmet II había elevado al rango de ley la antigua costumbre otomana de que el sultán debía
eliminar a sus rivales mediante la ejecución de sus hermanos e hijos, pero no la cumplió. Tras su muerte, sus hijos Bayaceto (Beyacid) y Jem se disputaron
violentamente el trono, venciendo el primero en 1481, pero Jem, que logró escapar, consiguió asilo entre los hospitalarios de Rodas, que más tarde lo
enviaron a Francia. El miedo a que los príncipes cristianos se sirvieran de Jem mantuvo a Bayaceto inmovilizado, si bien es verdad que en 1483 ocupó
Herzegovina y casi toda Bosnia quedó bajo control otomano, el conflicto en los Balcanes se limitó fundamentalmente a escaramuzas fronterizas.
Sólo Venecia pareció interesar a los turcos. La guerra (1499 – 1502 y 1503) resultó un gran triunfo para Bayaceto. En el Adriático y en la península de Morea,
Venecia perdió una gran parte de sus dominios, que pasaron a engrosar los del turco. Este avance presagiaba el futuro dominio otomano sobre el
Mediterráneo, al convertirse, con el apoyo de los corsarios musulmanes en una potencia marítima.

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EXPANSION TURCA Y GUERRAS DE ITALIA (1494-1516)
De nuevo, Persia y la sucesión emergieron como problemas principales. Los hijos de Bayaceto, Corcuol, Ahmed y Selim, se enfrentaron por su herencia. De
los tres fue Selim el que acabó imponiéndose a sus hermanos, incluso destronó a su padre, que se vio obligado a retirarse a su ciudad natal. Como sultán, su
primera preocupación fue acabar con sus hermanos y sus hijos. Después se ocupó de Persia y, más tarde, de Egipto, incorporó el dominio de los mamelucos,
convirtiéndose en el primer sultán otomano honrado como servidor de las ciudades santas de La Meca y Medina.
Con los cristianos mantuvo la paz pero sus intenciones de cara al futuro parecían claras : en 1515 construía un gran arsenal en Estambul y emprendió la
construcción de una nueva flota. Fue un sultán terrible, aunque protector del saber y de la literatura.
La política de Selim tuvo en su hijo Solimán o Suleiman (1520 – 1566) un magnífico continuador. Con él culminó el proceso de expansión: toma de Belgrado
y de la fortaleza de Rodas, derrota del rey húngaro Luis II en la batalla de Mohacs y pequeña parte de Hungría al oeste del lago Balatón). En 1529 fue sitiada
Viena, mientras el terror se apoderaba de Europa. Pero no todo estaba ganado. Había sometido a la península balcánica, pero en las zonas montañosas el
dominio era difícil como ocurría en Moldavia y Valaquia, donde los tártaros hacían frecuentes penetraciones. Los Cárpatos y Transilvania, cubierta de
bosques, no estaban verdaderamente sometidas. En todo este mundo, el poder turco sólo fue estable en las grandes llanuras de Hungría a partir de 1541, en
un intento de acabar con la inestabilidad en la región, los turcos realizarán un último esfuerzo en 1566, con un poderoso ejército intentaron someter toda la
zona, pero la muerte de Solimán hizo fracasar la expedición y volvió a emerger, una vez más, el problema sucesorio.
Durante el reinado de Solimán, el Imperio turco conoció su máxima extensión y su mayor prestigio. Desde 1566 hasta fines de la centuria, la frontera
permaneció estática, no consiguiendo los otomanos sobrepasar los límites establecidos de 1566.

6.- Las transformaciones militares en los comienzos de la modernidad


Desde finales del s. XV y comienzos del s. XVI asistimos a cambios importantes en el arte de la guerra. Se fue popularizando el uso de armas de fuego De las
bombardas y culebrinas de comienzos del cuatrocientos se pasó a los cañones, primero de bronce y después de hierro de los siglos XVI y XVII.
La artillería cada vez más potente puso a prueba la resistencia de unas no tan inasequibles murallas, que debieron adaptarse para no caer ante el fuego
artillero. Muros, torreones y fortalezas comenzaron a cambiar su fisonomía durante la segunda mitad del s. XV y el s. XVI, se construyeron en su entorno
anchos terraplenes protectores, que servían también para abrir fuego contra el enemigo, y se edificaron gruesos bastiones poligonales, formando salientes,
que permitían el tiro oblicuo en varias direcciones, diseñados por ingenieros militares. La altura de las torres se limitó y dejó de ser un objetivo ya que
constituían un blanco demasiado fácil para la artillería.
Progresó la técnica de las minas, cuya potencia podía resquebrajar la mole de las fortificaciones operando desde el subsuelo. La arcabucería y las largas
picas usadas por la infantería hicieron retroceder el decisivo papel jugado hasta entonces por la caballería. La guerra produjo una fuerte demanda de armas
de fuego. La aparición de la artillería no supuso una mutación radical del arte de la guerra y una desaparición del armamento clásico usado hasta entonces,
las armas tradicionales, las armas blancas y las de carácter defensivo –lanzas, flechas, espadas, escudos, puñales, alabardas— siguieron siendo
abundantemente empleadas y la caballería tampoco sufrió una crisis repentina.
Los ejércitos no eran permanentes, se nutrían fundamentalmente de mercenarios, de procedencia plurinacional y de creencias multirreligiosas, reclutados
específicamente para una o varias campañas, que, en ocasiones, faltos de paga, protagonizaron desmanes y llegaron a cometer abusos, como el saqueo de
ciudades para procurarse beneficios a través del botín. Sin embargo, todos estos avances implicaron un crecimiento del gasto militar, que obligó a reformas
fiscales y al aumento de la presión tributaria.
Los años que transcurren desde las primeras guerras de Italia hasta la de los Países Bajos fueron más decisivos en la evolución de las artes bélicas que
cualquier período subsiguiente hasta el s. XVIII, época de cambios importantes –se habla de “revolución militar”.
Ya en las primeras guerras de Italia los ejércitos españoles comenzaron a ganar fama en Europa. El contingente más esencial, la infantería estaba
compuesta –a imitación de los suizos— por formaciones macizas de piqueros, auxiliados cada vez más por arcabuceros y mosqueteros que había
desplazado a arqueros y ballesteros. La infantería era apoyada, a su vez, por dos tipos de caballería, la pesada –con armadura completa, lanza larga, y cuya
importancia fue decayendo rápidamente—, y la ligera –sin armadura y con lanza corta y espada—. La artillería ligera, capaz de seguir con facilidad la marcha
de los ejércitos, fue haciéndose cada vez más importante, con un eficacia demostrada tanto en el sitio de plazas fuertes –lo que obligó a un reforzamiento
de las fortificaciones— como en el campo de batalla.

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TEMA 6.- LA HEGEMONIA HISPANA Y EL ORDEN EUROPEO: 1492-1598

1.- Los Reyes Católicos: unión de coronas, reconquista y expansión


La diversidad de reinos y territorios que los Reyes Católicos lograron reunir bajo sus personas durante las últimas décadas del s. XV y comienzos del s. XVI
contrasta fuertemente con la frágil estructura administrativa e institucional que los articulaba, ya que no existieron instituciones comunes a todos ellos que
permitieran crear una entidad nueva. Ello hace pensar en la importancia que tuvieron las relaciones personales para mantener unida la Monarquía al mismo
tiempo explica el deseo de los monarcas por integrar las élites de los distintos territorios en el gobierno con el fin de mantener la unidad e integración de
los mismos. La Monarquía de los Reyes Católicos ,como se conoce a este conglomerado de reinos, estaba compuesta por las Coronas de Castilla y Aragón,
a las que se unió, poco después, el reino de Navarra.
Partiendo del Consejo Real de la época medieval, establecieron un sistema en torno a tres grandes Consejos: el de Castilla, el de Aragón y el del Santo
Oficio. La estructura de gobierno de la Monarquía Hispánica durante la Edad Moderna (siglos XVI a XVIII) se define como polisinodial, es decir, con
multiplicidad de Consejos.
El título de Reyes Católicos fue conferido a Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla por el Papa valenciano Alejandro VI en la bula Si convenit expedida
el 19 de diciembre de 1496, dicha bula formula por primera vez el nombre de rey y reina de las Españas. El título de Rey Católico lo heredaron y conservaron
sus sucesores (se habla de Felipe II como el Rey «Católico»). La pareja se casó en el Palacio de los Viveros de Valladolid el 19 de octubre de 1469, ella con 18
años y él con 17, pasando su luna de miel en el Castillo de Fuensaldaña (Valladolid).
El reinado de los Reyes Católicos significó el tránsito del mundo medieval al mundo moderno en España. Supuso la paz entre las dos coronas, en constante
pugna por el territorio y la influencia política. Los Reyes, apoyados por las ciudades y la pequeña nobleza, establecieron una monarquía fuerte frente a las
apetencias de poder de eclesiásticos y nobles. Con la conquista de Granada, Navarra, Canarias, Melilla y otras plazas africanas consiguieron la unión
territorial bajo una sola corona,exceptuando Ceuta y Olivenza que entonces pertenecían a Portugal. Dicha unión territorial era personal, ya que se
mantuvieron las soberanías, normas e instituciones propias de cada reino y corona, de modo que cuando se emprendía una acción militar o una empresa
comercial, se hacía bajo estandarte común.
Aprovechando que el reino de Granada se encontraba en una crisis dinástica entre el sultán, su hermano el Zagal y su hijo Boabdil, comenzó la guerra por
la conquista de Granada. Se distinguen varias fases:
1. 1484 - 1487 se produce la conquista de la parte occidental del reino. Boabdil firma un tratado con los Reyes, según el cual entregaría Granada a
cambio de que le dieran un señorío en la zona oriental del reino.
2. -1488 - 1490: empieza la conquista del oriente del reino. Se traslada la base de operaciones a Murcia.nDurante esta etapa se rinde el Zagal
(penúltimo rey de Granada, tío de Boabdil, hermano de Muley Hacén).
3. 1490 - 1492: se exige a Boabdil la entrega de Granada. Al enterarse el pueblo granadino de lo pactado, opone resistencia, que es respondida por
los ejércitos de los Reyes. Al final Boabdil entrega Granada tras unas negociaciones secretas.

Conquista de Canarias
La soberanía del archipiélago canario le fue reconocida a Castilla por el Tratado de Alcáçovas (1479), que definía los territorios españoles y portugueses. En
1492 se conquistaba la isla de La Palma y el proceso de incorporación de las Islas Canarias se completaría con la finalización de la conquista de Tenerife en
1496, en la llamada Paz de Los Realejos.

Conquista de Navarra
En 1512 Fernando el Católico pidió permiso a Navarra (aliada natural de Francia, frente a la continua rivalidad entre Aragón y Francia) para que las tropas
españolas pasaran por Navarra para atacar a Francia. La respuesta negativa por parte del rey navarro fue motivo suficiente para que Fernando el Católico
ordenara al duque de Alba la ocupación de Navarra, y en menos de un año, la parte española del Reino de Navarra (la Alta Navarra) se incorporó a la
Monarquía Católica. En 1492 se expulsó a los judíos (de gran poder económico) de España, produciéndose una crisis económica, salieron de España unos
dos tercios, convirtiéndose los demás. También se obligó a los musulmanes a convertirse al cristianismo (moriscos) o a abandonar España. El resultado de
esta acción de limpieza religiosa fue la creación de un país de religión cristiana y el comienzo de la identificación de patria y religión.
Se instituye la Embajada permanente de España ante la Santa Sede, que es la primera embajada permanente del mundo y la primera vez que se emplea el
nombre de España para un establecimiento oficial. La política matrimonial de sus hijos se orientó hacia la búsqueda de la alianza con Portugal y en la
creación de una coalición opuesta a Francia que siempre había alegado pretensiones sobre ciertos territorios de la corona de Aragón, al declararse
heredera del Imperio de Carlomagno, aunque no había sido enemiga de Castilla. Unieron sus fuerzas para enfrentarse a empresas militares y para
relacionarse con otros países, pero no las unieron para tener la misma moneda, las mismas instituciones o leyes.

La expansión por el Mediterráneo: Italia


Una vez finalizada la conquista de Granada, el rey Carlos VIII de Francia firmó con Fernando, en 1493, el tratado de Barcelona, mediante el cual Aragón
recuperó el Rosellón y la Cerdaña a cambio de su postura neutral ante un inminente ataque francés al reino de Nápoles. El ejército de Carlos VIII se desplazó
al sur de Italia, destronando a Alfonso II, rey de Nápoles y pariente de Fernando el Católico. La situación de Francia en la península Itálica no gustó al Papa
(el valenciano Alejandro VI) puesto que ponía en peligro los Estados Pontificios, por lo cual pidió ayuda al Rey Católico. Fernando no dudó en intervenir y,
en poco tiempo, el ejército de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, expulsó a los franceses, recuperando su trono el rey napolitano.
En 1500 el nuevo rey de Francia Luis XII firmó con Fernando el Católico el tratado de Granada para ocupar conjuntamente el reino de Nápoles. Fernando
accedió y el rey de Nápoles, Federico I, fue destronado. Ambos ejércitos ocuparon la zona, pero las discrepancias empezaron a surgir y comienza una lucha
de guerrillas. Pese a la inferioridad numérica de su ejército, el Gran Capitán derrota a los franceses y los expulsa de Italia. Nápoles es conquistada de nuevo y
vuelve a ser incluida en la Corona de Aragón. Durante los últimos años del reinado de Fernando el Católico se reanuda la intervención de Aragón en asuntos
italianos. Fernando participa en la Liga de Cambrai de 1508, convocada por el Papa Julio II contra Venecia. Después de esta liga comienzan a producirse
roces entre el Pontífice y Francia. Por el auxilio que pide el Papa, Fernando rodea Roma con sus tropas ante un posible ataque francés para destituir al Papa.

Expansión por el Norte de África


Tras la conquista de Granada, los Reyes Católicos deciden iniciar la conquista del norte de África con una doble intención:
– Continuar la Reconquista para la cristiandad de la Nova Hispania (el Magreb).
– Conjurar la posibilidad de que los reinos del norte de África emprendieran una reconquista de Granada y eliminar los focos de la piratería
berberisca de la zona.
La conquista comenzó con la toma de Melilla en 1497 y siguió en 1505 con la toma de Mazalquivir. Se ocuparon el Peñón de Vélez, Orán, Bugía, Argel, Túnez,
La Goleta y Trípoli. Cabe destacar la participación militar del propio cardenal Cisneros, confesor de Isabel la Católica y Arzobispo de Toledo, que en ese
momento era la tercera persona más poderosa en España. La conquista del Norte de África se interrumpió en 1510 debido a la reanudación de las guerras en
Italia y a que empezaba a revelarse más rentable dirigir los esfuerzos a la colonización de las Indias.
Los Reyes Católicos aceptaron el proyecto de Cristóbal Colón ya que el comercio de especias era un casi monopolio: los genoveses eran los únicos que
habían conseguido tratar con el Imperio otomano, dueño de los viejos caminos del comercio de especias.

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TEMA 6.- LA HEGEMONIA HISPANA Y EL ORDEN EUROPEO: 1492-1598

Los vecinos portugueses estaban empezando a encontrar un camino propio, por mar, rodeando África.
Un reino rico, como el de Castilla, se veía obligado a tener una ruta propia para obtenerlas, evitando depender de Génova o de Portugal, lo que sería muy
rentable para su comercio. Poco más de un año después de la vuelta de Colón, se firmó entre España y Portugal el Tratado de Tordesillas en 1494, mediante
el cual se redistribuyó la influencia territorial de cada país fijada en el Tratado de Alcáçovas.
En las Indias, anexionadas al reino de Castilla, se instauraron los sistemas administrativos tradicionales del reino castellano. Se instituyó en Sevilla en 1503
la Casa de Contratación, para controlar el comercio con América, impidiendo que cualquier otro puerto de España pudiese hacerlo. Se creó la Audiencia en
Santo Domingo en 1510 y, para la administración de los nuevos territorios, se creó un antecedente del Consejo de Indias que más tarde instituiría
formalmente Carlos I organizándolo a semejanza del Consejo de Castilla. Los reyes consiguieron el Patronato de Indias (concedido por el Papa) que les dejó
controlar la Iglesia americana. Se instauraron además las encomiendas para evangelizar a los indígenas.
Los Reyes establecieron una política exterior común marcada por el carácter diplomático de Fernando el Católico, que supondría la hegemonía hispánica
en Europa durante los siglos XVI y XVII. El descubrimiento de América en 1492 supuso un hito en la historia mundial. Esta circunstancia abrió enormes
posibilidades a la economía, a la ciencia y acentuó la expansión atlántica que continuaría en los siguientes siglos.

2.- El imperio de Carlos V. Dinastía y territorios


Los hijos de los Reyes Católicos, Juan y Juana, se casaron con los hijos del Emperador Maximiliano de Austria y María de Borgoña, Felipe y Margarita,
vinculando estos matrimonios al Imperio y a los Países Bajos con España. Efectivamente los Países Bajos y la monarquía española tuvieron un único
heredero, que no fue el príncipe Juan, que murió en 1497, sino Carlos, hijo de Felipe y Juana, nacido en Gante en 1500.
Muerto en enero de 1519 el emperador Maximiliano, su nieto Carlos V era elegido para asumir el título imperial, en competencia con la candidatura del
soberano francés. Carlos había reunido una fabulosa herencia territorial, fruto de la intensa política matrimonial de sus antecesores.
– De su abuelo paterno Maximiliano , las tierras patrimoniales de la Casa de Habsburgo y la posibilidad de recibir la corona del Sacro Imperio
Romano Germánico.
– De su padre, Felipe el Hermoso , muerto en 1506, la herencia borgoñona de Carlos el Temerario: los Países Bajos y el Franco Condado, mientras el
ducado de Borgoña, bajo soberanía francesa, pasaría a constituir una reivindicación permanente.
– De su abuelo Fernando de Aragón , recibió en 1516 la corona aragonesa (incluido el reino de las Dos Sicilias),
– De su abuela Isabel , Castilla (incluidos el reino de Navarra y los territorios americanos recién descubiertos), aunque nominalmente compartiría
durante años el gobierno de ésta con su madre, Juana, encerrada en Tordesillas a causa de sus trastornos mentales.
Sin duda alguna, la elección imperial abrió una nueva fase en la historia de las relaciones internacionales y se hablará durante décadas de la posibilidad de
construir una Monarquía Universal bajo la dirección de los Habsburgo. La inmensidad del poder reunido en manos de César Carlos (casi sin precedentes en la
historia europea), su profundo sentido de la responsabilidad que entrañaba la dignidad imperial, la necesidad de
etener el avance turco, y la aparición del luteranismo, que amenazaba con romper de una vez por todas la unidad espiritual de la Cristiandad medieval,
fueron factores decisivos que contribuyeron a convencer al Emperador del papel fundamental que estaba llamado a desempeñar en la historia europea.
Para financiar tan costosa política, Carlos contará con el recurso fundamental de la hacienda castellana y de los tesoros americanos que, a pesar de todo, no
siempre fueron suficientes para sostener sus empresas. Aunque los retratos nos lo presentan a menudo como el último Emperador que intentó hacer valer
los derechos universalistas de su título, en el día a día de su política internacional, los conflictos a los que tuvo que hacer frente comparecen con un carácter
más realista y conservador, menos utópico. Mantenía los antiguos conflictos con:
– los príncipes alemanes dentro del Imperio, aunque la Reforma les dio un nuevo cariz;
– el Islam que, en todo caso, pierde valor de referencia y capacidad de movilización en Europa; y,
– los Valois, amplificación de los conflictos que décadas antes habían enfrentado a Francia con España y con los Habsburgo.
A la luz de esta política real, Carlos parece, sobre todo, un afortunado heredero de territorios con tradiciones e intereses a menudo divergentes, de cuya
contraposición y heterogeneidad derivarán las complicaciones y los fracasos de su política en Europa.
El Imperio fue, más que nada, la expresión de una voluntad dinástica y el sueño de algunos círculos intelectuales.

3.- Enemigos y guerras:Francia, turcos y protestantes


Carlos V aspiró a una monarquía universal en la que su dinastía estaría destinada a una hegemonía europea, basada en unas relaciones pacíficas entre las
distintas monarquías cristianas, que le permitirían unir sus esfuerzos, liderados por él, como Emperador, contra los infieles, contra los turcos (ideal de
Universitas christiana). Jamás pudo liderar una Europa cristiana unida contra los turcos, porque en todo momento se lo impidieron por un lado los
franceses y por otro los protestantes alemanes. La pax christiana, verdadero lugar común de la publicística imperial, requisito sine qua non para poder
desarrollar una campaña eficiente contra los infieles no pasó de ser una utopía política. Los particularismos de la época –político y religioso— no
permitieron el despliegue del universalismo. La consolidación de las monarquías nacionales del Renacimiento se oponía a las aspiraciones de un poder
universal por parte del titular del Imperio, y la unidad de la Iglesia cristiana, que había perdurado durante un milenio, era cuestionada por los luteranos, se
resquebrajaba y se estaba perdiendo irreversiblemente.

Las guerras contra Francia


Sostuvo cuatro guerras con Francisco I de Francia, que también aspiraba a la corona imperial, y al que Carlos exigía la devolución de Borgoña.
1. En la primera guerra (1521–1526), Francia, se apoderó del Milanesado y ayudó a Enrique II a recuperar el Reino de Navarra, tras su conquista en
1512. Sin embargo el monarca francés fue derrotado y hecho prisionero, junto al monarca navarro, en la batalla de Pavía (1525). Francisco fue llevado a
Madrid en donde firmó el Tratado de Madrid (1526), por el cual no volvería a ocupar ni el Milanesado ni apoyaría al rey de Navarra (pacto que renunció
meses después por firmarlo bajo coacción) y entregaría Borgoña a Carlos, además de renunciar a Flandes e Italia.
2. En la segunda guerra (1526–1529) las tropas imperiales asaltaron y saquearon Roma (Saco de Roma), obligando al papa Clemente VII, aliado de
Francisco I, a refugiarse en el castillo de Sant Angelo. Mediante la Paz de Cambrai, España renunció a Borgoña a renunciara a Italia, Flandes y el Artois, y la
ciudad de Tournay. Coronado por el papa como emperador del Sacro Imperio Romano, Carlos I continuó sus luchas contra Francia.

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TEMA 6.- LA HEGEMONIA HISPANA Y EL ORDEN EUROPEO: 1492-1598

3. La tercera (1535–1538) se produjo por la invasión francesa del ducado de Saboya, aliado de España, con la intención de continuar hacia Milán.
Acabó con la firma de la tregua de Niza debido al agotamiento de ambos contendientes.
4. La cuarta (1542–1544) concluyó debido a la reanudación del conflicto con los protestantes en Alemania. Agotados, los dos monarcas firmaron la
Paz de Crépy, mediante la cual España perdió territorios del norte de Francia (como Verdún) y próximos a Flandes; una vez más Francia renunciaba a Italia y
Países Bajos, entrando Milán en la política matrimonial mediante un previsible enlace hispano-francés.

Guerra contra los turcos


Los aliados berberiscos de los turcos desarrollaban una fuerte campaña de hostigamiento contra los dominio hispánicos en el Mediterráneo. En 1516, el
príncipe Selim de Argel pidió ayuda al corsario Baba Aruj (Barbarroja), para deshacerse del sometimiento de Castilla. Aruj acudió en calidad de amigo, pero
tras atacar Argel y expulsar a los españoles de la ciudad, mató a Selim y se autonombró rey El cardenal Cisneros, regente de Castilla hasta la llegada de
Carlos al reino, envió a una tropa de 8.000 hombres al mando de Diego de Vera para reconquistar la ciudad, pero fueron derrotados.
En 1517 Barbaroja se apoderó de Tremecén, pero al año siguiente, fue derrotado y muerto, y su hermano Jeireddín se proclamó rey de Argel.
Tras enterarse de la noticia, Carlos decidió reconquistar inmediatamente la ciudad. Mientras tanto, los turcos, en 1529 habían protagonizado un primer
asedio a Viena, que repitieron de nuevo en 1532. Con la ayuda de los príncipes alemanes protestantes y de buena parte de la nobleza castellana, Carlos
acudió en ayuda de su hermano Fernando de Habsburgo para defender Viena del ataque de Solimán I el Magnífico, pero Francisco I de Francia, quien temía
que el emperador derrotara a los turcos y así se centrara en la guerra contra él, aconsejó al sultán que no atacara al ejército imperial y éste acabó retirando
sin ofrecer apenas batalla. Mientras, Jeireddín Barbarroja logró expulsar a los españoles del Peñón de Argel y en 1533 se alió con Solimán, quien le nombró
almirante de flota. Al año siguiente el corsario tomó Túnez y, ante esta situación, Carlos organizó dos operaciones de diferente fortuna. La primera fue la
conocida como la Jornada de Túnez, por la que se le arrebató Túnez a Barbarroja y la segunda, la Jornada de Argel, fracasó debido al mal tiempo.

Aparición del protestantismo


Muchos príncipes germánicos abrazaron la causa de la Reforma para usarla como móvil de oposición política como soberano, después de la imposición de
la Corona Imperial por mano del pontífice (1530), Carlos se sentía obligado a dedicarse completamente a la solución de los problemas que el luteranismo
había creado en Europa y en Alemania en particular, con el fin de salvaguardar la unidad de la fe cristiana contra el embate de los turcos.
Antes, en 1523 había cedido las islas de Malta y Gozo, así como Trípoli a la Orden de Malta.
En el mismo año 1530 convocó la Dieta de Augsburgo, en la cual se enfrentaron luteranos y católicos sobre las llamadas Confesiones de Augsburgo. Carlos
confirmó el Edicto de Worms de 1521, es decir la excomunión para los luteranos, amenazando la reconstitución de la propiedad eclesiástica. Como respuesta
(y protesta, de ahí protestantismo), los luteranos, representados por las llamadas «órdenes reformadas», actuaron dando vida a la Liga de Esmalcalda (1531).
Tal coalición, dotada de un ejército y de una caja común, fue llamada también la «liga de los protestantes». Reconociendo que era necesaria una reforma y
para intentar resolver el problema, el pontífice Pablo III convocó un Concilio ecuménico en Trento (1545). Tras la negativa de los protestantes a reconocer el
Concilio de Trento, el emperador comenzó la guerra en 1546, con un ejército armado por el pontífice, al mando del austríaco Octavio Farnesio, Carlos V
consiguió una contundente victoria en la batalla de Mühlberg en el 1547, poco después los príncipes alemanes se retiraron y se subordinaron al Emperador.

De la dieta de Augsburgo de 1548, resultó un secreto imperial conocido como el ínterim de Augsburgo, para gobernar la Iglesia en espera de las resoluciones
del Concilio. En el ínterim se respetaba la doctrina católica, pero se permitía la comunión por las dos especies y el matrimonio del clero. Tras la victoria
imperial muchos príncipes protestantes estaban descontentos con los términos religiosos del Interim de Augsburgo, impuesto tras la derrota. Liderados por
Mauricio de Sajonia, muchos príncipes formaron una alianza con Enrique II de Francia (1552). A cambio de apoyo financiero francés y asistencia, le
prometieron a Enrique la posesión de los Tres Obispados (Metz, Verdún y Tolón) como vicario del Imperio. En la consecuente guerra de príncipes, Carlos
tuvo que huir a Carintia ante el avance de Mauricio de Sajonia, mientras que Enrique capturó las fortalezas de Metz, Verdun y Tolón. Ante la guerra con
Francia, su hermano Fernando I, como rey de Romanos, negoció la paz con los protestantes en el tratado de Passau (1552), en el que el emperador
garantizaba la libertad de culto a los protestantes.
A pesar de su victoria no logró el anhelado deseo de unificar política y socialmente el luteranismo con el catolicismo, por lo que tan sólo ocho años después,
en 1555, se vio obligado a suscribir la «Paz de Augsburgo» por medio del cual se reconocía el inalienable derecho de los alemanes de adherirse a la confesión
católica o al luteranismo. Dando fin, aunque sea de manera temporal (50 años), al largo conflicto surgido por la Reforma.

4.- La Monarquía de España bajo Felipe II: identidad y proyección católica


Asumió el trono español tras la abdicación de Carlos I, en 1556, y hasta 1598 gobernó el vastísimo imperio integrado por Castilla, Aragón, Cataluña, Navarra,
Valencia, el Rosellón, el Franco-Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, Milán, Nápoles, Orán, Túnez, Portugal y su imperio afroasiático, toda la América
descubierta y Filipinas.
La unidad religiosa estuvo muy presente en todos los aspectos de la vida de Felipe II, unidad de una fe que se veía amenazada por las incursiones
berberiscas y turcas en las costas mediterráneas. Para hacer frente al Imperio Otomano se constituyó la llamada Liga Santa integrada por una serie de
Estados como Venecia, Génova y el Papado. Es cierto que Felipe II no heredó el conjunto de los territorios de su padre Carlos V, pero pese a esta ostensible
disminución territorial (que subsanaría Felipe II con la incorporación de Portugal) el Rey Prudente ostentó en la Europa de su tiempo un auténtico liderazgo,
apoyado por la otra rama de los Habsburgo, con la que constituyó el eje Madrid – Viena. Por su parte, Polonia, la avanzada de la catolicidad en Oriente, llegó
a situarse como primera potencia militar del Báltico. Dada la ubicación de estas tres formaciones políticas en el mapa de Europa y su confesionalidad
mayoritaria, han sido calificadas en su conjunto como diagonal de la contrarreforma.
Bajo Felipe II se acentúa la centralización. La capital se establece en Madrid en 1561. La Corte y los órganos de gobierno se instalan en ella casi
definitivamente. La elección de Madrid, que destrona a Toledo y a Valladolid, se explica por las ventajas de una ciudad nueva en la que no existen los
privilegios ni intereses locales amenazados, y por razones de geopolítica.
Con el aumento de las llegadas de metales preciosos procedentes de las Indias, Sevilla se convierte en el centro vital del Imperio español.

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TEMA 6.- LA HEGEMONIA HISPANA Y EL ORDEN EUROPEO: 1492-1598


La política exterior de Felipe II (exclusivamente hispana), respecto a la de su padre, se simplificó desde el principio al no ostentar la dignidad imperial ni la
soberanía sobre las diversas tierras incluidas en lo que genéricamente denominamos archiducado de Austria, lo que liberó al monarca español de muchas de
las contradicciones con las que había chocado su padre en materia internacional. Pero, aparte de ello, fue mucho lo que Felipe II heredó del reinado
anterior, y, en primer término, las rivalidades básicas,franceses, protestantes y turcos continuaron siendo sus mayores enemigos. Con dos de ellos, turcos y
protestantes, la rivalidad política se reforzaba con incompatibilidades confesionales; con el otro ,Francia, la oposición careció del componente religioso.
Tanto para Carlos V como para Felipe II la relación con la católica Francia captó su máxima atención. El hecho es que en el reinado de Felipe II se
mantuvieron activas las fronteras con turcos, protestantes y franceses, aunque experimentaran cambios con el paso del tiempo.
Así, la larga pugna hispano – otomana, en plena efervescencia al principio, desapareció a partir de 1578 con el consenso de ambos rivales, lanzados hacia
frentes divergentes (Atlántico y Persia). Las posteriores ofensivas islámicas quedaron reducidas a los ataques de los norteafricanos, cuyas operaciones
respondían más a las características de la guerrilla que a las de la guerra convencional.
La oposición con el mundo protestante, en su versión luterano – germana, perdió interés para la España de Felipe II, ya no implicada directamente en el
problema religioso alemán. Sin embargo, le afectará muy de cerca la rápida expansión de la ideología protestante por tierras situadas bajo la soberanía del
Rey Prudente, como los Países Bajos. Simultáneamente a la difusión del protestantismo, las posturas, tanto en el sector católico como en el protestante, se
radicalizaron . Aunque se evitó que en Francia se instalara una dinastía protestante, no se pudo evitar que el protestantismo arraigara en Inglaterra bajo el
reinado de Isabel I. El relevo de Francia, como fundamental enemiga de España (debido al inicio de sus guerras de religión), lo tomó Inglaterra, país con el
que la monarquía hispánica había mantenido habitualmente buenas relaciones.

5.- La rebelión de los Países Bajos


En 1566 se desencadena la revuelta de los Países Bajos contra la administración española y contra su soberano, Felipe II, tras un deterioro en los últimos
años. Poco después del comienzo de las guerras de religión en Francia, en los Países Bajos se desataba una compleja rebelión contra la autoridad de Felipe
II, en la que confluía la protesta religiosa, política y socioeconómica, que trascendió pronto al ámbito internacional.
Las motivaciones que llevaron a la ruptura entre una parte de la población y su rey fueron diversas. La ideología calvinista había penetrado en los Países
Bajos y había experimentado un gran auge con la llegada de hugonotes tras la paz de Cateau-Cambrésis; la renovación de los placards o edictos contra la
herejía contribuyó a enrarecer las relaciones entre el monarca y sus súbditos. En esta situación Felipe II abandonaba los Países Bajos para volver a España
dejando como gobernadora a su hermanastra Margarita de Parma, asesorada por un Consejo en el que ocupaba un lugar destacado el cardenal Granvela,
contra el que estaban varios príncipes flamencos. El descontento creció en 1561 con la publicación de una bula pontificia que trataba de implantar en los
Países Bajos una reforma eclesiástica consistente en la creación de nuevas diócesis. Felipe II acabó destituyendo a Granvela, como pedía la oposición, pero
la situación continuó agravándose con la implantación de los decretos tridentinos, los placards y el mayor rigor inquisitorial.

Varios nobles, tanto católicos como protestantes, reunidos en torno a Luis de Nassau, formaron una Liga, para solicitar a Felipe II el cese de las actividades
de la Inquisición y una moderación en su política religiosa. Para complicar más las cosas, la situación económica por la que pasaba el país lanzó al pueblo a la
revuelta y facilitó la labor de los predicadores calvinistas. En agosto de 1566, con una subida del precio del pan, se desató la furia por todo el país. Felipe II
adoptó una política rigurosa, enviando al Duque de Alba para reprimir los excesos , y una de sus primeras medidas fue el arresto de los consejeros católicos,
los condes de Egmont y de Horn, acusados de conspirar junto con el Príncipe de Orange (que logró huir a Alemania), y la creación del Tribunal de Tumultos
para combatir tanto la herejía como la oposición política. La dimisión de Margarita de Parma fue seguida por el nombramiento del Duque de Alba como
gobernador general. El ajusticiamiento de los condes de Egmont y de Horn hizo regresar al Príncipe de Orange, dispuesto a enfrentarse a las tropas
españolas, iniciándose la Guerra de los Ochenta Años (1568-1648), que presenta durante el reinado de Felipe II dos fases. A la primera, muy confusa y en la
que se mezclaban diferentes reivindicaciones, sucedió una segunda a partir de 1579, con la creación de la Unión de Arrás.

A comienzos de la primera fase, los nuevos impuestos introducidos aumentaron el descontento. La toma de Breille por los “mendigos del mar” y la
conquista de la ciudad de Flesinga supusieron el paso de la mayor parte de Holanda y de Zelanda a la causa de los sublevados.
La destitución del duque de Alba y el nombramiento de Luis de Requesens como su sucesor en los Países Bajos supuso el triunfo de la línea conciliatoria.
Pero fracasó en sus negociaciones para alcanzar la paz con el Príncipe de Orange, jefe de los sublevados.
La muerte de Requesens fue seguida por el vandálico saqueo de Amberes por las tropas de Felipe II. El Príncipe de Orange sacó provecho de la indignación
que provocó este suceso y por la Pacificación de Gante ponía en pie de guerra a todas las provincias. Entre sus reivindicaciones estaban: la salida de las
tropas españolas y la convocatoria de los Estados Generales. El nuevo gobernador, Juan de Austria, aceptó por el Edicto Perpetuo la Pacificación de Gante,
obligándose a retirar los tercios y a aceptar las libertades de los Países Bajos. Pero ese mismo año Juan de Austria rompía el acuerdo con la toma de Namur,
a lo que respondieron los Estados Generales negándole la obediencia y proclamando gobernador al archiduque Matías, hijo del emperador Maximiliano II.
El regreso de los tercios al mando de Alejandro Farnesio (hijo de Margarita de Parma) logró restablecer la situación, al tiempo que la nobleza valona
llamaba al duque de Anjou, que se trasladó a los Países Bajos; como reacción los calvinistas del norte llamaron al príncipe del Palatinado, lo que demostraba
la falta de unión de los sublevados. Muerto Juan de Austria, Alejandro Farnesio le sucedió al frente del gobierno de los Países Bajos. Sus dotes diplomáticas,
el apoyo de su rey y la mayor disponibilidad de numerario fueron utilizados por Farnesio para atraer a la causa de Felipe II a la nobleza valona y al clero del
sur, descontentos con el espíritu democratizador de los calvinistas del norte.
Alejandro Farnesio había logrado que las provincias del sur aceptasen sus propuestas. Los estados valones constituyeron la Unión de Arrás, con la que
Farnesio firmó el Tratado de Arrás por el que, a cambio de la garantía de sus libertades y la retirada de tropas españolas, los unionistas reconocían a Felipe II
como soberano y se comprometían a mantener la religión católica. La toma de Maastricht por las tropas españolas contribuyó a debilitar la posición del
príncipe de Orange en Flandes y Brabante. La respuesta calvinista a la Unión de Arrás fue la Unión de Utrecht, formada por las siete provincias
septentrionales. Estas dos formaciones contribuyeron a clarificar la situación en los Países Bajos.
La Unión de Utrecht, de mayoría protestante, se enfrentaba a la de Arrás, de mayoría católica. La confrontación política adquiría mayor tinte religioso que
anteriormente, cuando católicos y protestantes luchaban juntos contra Felipe II. Escindido ahora el territorio en dos bloques, las acciones bélicas se
centraban en la zona intermedia de Flandes y Brabante. Las dos últimas décadas del reinado de Felipe II contemplaron una creciente internacionalización
del conflicto. Guillermo de Orange declaró depuesto a Felipe II y convocó los Estados Generales, que proclamaron al duque de Anjou (hermano y sucesor de
Enrique III de Francia) soberano hereditario. Pero su gobierno fue muy decepcionante y algunos de sus planes muy mal recibidos, incluso por los que le
habían proclamado; su muerte fue seguida por el asesinato del príncipe de Orange.

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TEMA 6.- LA HEGEMONIA HISPANA Y EL ORDEN EUROPEO: 1492-1598

Entonces los Estados Generales ofrecieron el trono a Enrique III, que no se atrevió a aceptar ante el temor a la reacción española. El desconcierto fue
aprovechado por Alejandro Farnesio para conquistar diversas plazas flamencas; el envío del Conde de Leicester por Isabel I para ayudar a los sublevados
poco ayudó dada la inhabilidad del conde. Alejandro Farnesio preparó toda su habilidad ofensiva contra el de Leicester y el nuevo príncipe de Orange, pero
la simultaneidad de otras cuestiones internacionales le distrajo, obligándole a posponer el enfrentamiento. El episodio de la Gran Armada contra Inglaterra
y el asesinato de Enrique III de Francia con la siguiente ascensión al trono francés del hugonote Enrique IV, reclamaron toda la atención de Felipe II.

Muerto Alejandro Farnesio, ninguno de sus sucesores dio prueba de cualidades comparables a las suyas. El rey de España se resignaba, al menos
provisionalmente, a la pérdida del Norte y, para mejor asegurar la posición del Sur, cedió los Países Bajos a su hija Isabel Clara Eugenia y a su esposo, el
archiduque Alberto de Austria, lo que podía aparecer como una posibilidad de concesión de la autonomía (con la cláusula de que si no hubiera descendencia,
como así ocurrió, estos territorios retornarían a España). Los españoles conservaban sus guarniciones en las plazas fuertes de las fronteras.
La tregua de los Doce años y los tratados de 1648 (tratado de Münster) sancionarían la situación de hecho de 1598. Así pues, la rebelión contra el monarca
hispánico que comenzó en 1568, finalizó en 1648 con el reconocimiento de la independencia de las siete Provincias Unidas, hoy conocidas como Países
Bajos. Los actuales Bélgica y Luxemburgo formaban parte de las Diecisiete Provincias, pero permanecieron leales a la corona española. La República de las
Provincias Unidas fue reconocida como estado independiente y conservó muchos de los territorios que había conquistado al final de la guerra.

6.- Las grandes paces. De Cateau Cambresis a Vervins

Paz de Cateau-Cambrésis (1559)


Fue el tratado de mayor importancia de la Europa del siglo XVI, por la duración de sus acuerdos, que estarán vigentes durante un siglo, y porque dará lugar
a una nueva situación internacional. Supuso el inicio de la preponderancia española, y por tanto un desplazamiento de los problemas hacia Occidente,
gravitación aún acentuada por la unión de Portugal a la Monarquía hispánica en 1580. El tratado de paz fue firmado entre España (Felipe II), Francia
(Enrique II de Francia) e Inglaterra (Isabel I de Inglaterra). Las conversaciones se iniciaron en la abadía de Cercamp, pero después se trasladarían al castillo
de Cateau-Cambrésis (comuna francesa). Francia e Inglaterra acordaron la entrega de Calais a los franceses por un periodo de 8 años. Transcurrido dicho
período debería ser devuelto y, en caso contrario, deberían pagar 500.000 escudos de oro. Felipe II de España y Enrique II de Francia acordaron:
• San Quintín, Ham y Châtelet se devolvían a Francia, así como los obispados de Metz, Tolón y Verdún.
• Las distintas plazas ocupadas por los franceses en Flandes pasaban de nuevo a España.
• España retiene el Franco Condado.
• Francia renuncia para siempre a sus ambiciones italianas y devuelve Saboya y Piamonte a Saboya, Córcega a Génova y el Monferrato a Mantua.
• Francia y España deciden trabajar activamente contra la herejía protestante, lo que va a propiciar en un futuro próximo las guerras de religión francesas.
La paz se consolidó con dos matrimonios:
• Manuel Filiberto, duque de Saboya, con Margarita, duquesa de Berry, hermana de Enrique II.
• Felipe II con Isabel de Valois, hija de Enrique II. La paz consolidó la hegemonía española.
Los tratados de Cateau-Cambrésis significarán un largo período de tranquilidad en la península italiana, tras el asentamiento del poder español y los
problemas civiles franceses.
Cuando en la segunda mitad del siglo XVII las tornas se vuelvan y la decadencia española sea evidente, Francia estará más interesada por otras áreas
geográficas. Por tanto, hasta el siglo XVIII, los Estados italianos podrán vivir en paz, aunque marginados de los principales asuntos europeos. Durante los
festejos de celebración por la paz, una lanza atravesó el ojo de Enrique II, que murió poco después.

La paz de Vervins (1598)


Se firmó en 1598 en Vervins entre los reyes Felipe II de España y Enrique IV de Francia. El tratado sirvió especialmente para confirmar las cláusulas
previamente firmadas en el tratado de Cateau-Cambrésis (1559) entre el propio Felipe II y Enrique II de Francia, añadiendo diversas cláusulas nuevas.
De acuerdo con los términos de este tratado:
• España devolvió a Francia el Vermandois, una parte de Picardía, la ciudad de Calais y Le Blavet (Port-Louis, Bretaña),
• Francia restituyó a España el Charolais y diversas plazas fuertes de las que Francia se había apoderado desde el tratado anterior y renunciaba
expresamente a la soberanía sobre Flandes y Artois (secuelas lejanas de la lucha entre el rey de Francia Luis XI y el duque de Borgoña Carlos el Temerario).
Sin embargo, Enrique IV se negó a legitimar la anexión de la parte española de Navarra, llevada a cabo en 1512 por Fernando II de Aragón.
El tratado de Vervins había sido aparentemente una restauración de la paz de Cateau-Cambrésis, a la que copia en estilo, en intenciones políticas e incluso
en frases concretas. Se trataba de restaurar el equilibrio roto entre las monarquías de Francia y España, con la vuelta a las fronteras de mediados del siglo
XVI. Se iniciaba un nuevo periodo histórico y, sobre el que los contemporáneos situaban sus esperanzas en un cambio generacional que llegó ese mismo
año con la muerte del monarca.
En Francia, el Tratado de Vervins también representa una revolución política ya que, junto con el edicto de Nantes proclamado días antes, significa el fin de
las guerras civiles religiosas entre católicos y protestantes, el comienzo de una nueva dinastía (la casa de Borbón), la restauración de las fronteras del reino
tanto internas como externas y, finalmente, el comienzo implícito de una dinámica expansiva que se comprobará terriblemente durante el siglo XVII.
El tratado de Vervins es asimismo un replanteamiento de objetivos: se abandona relativamente el objetivo Italiano y se lanzan nuevas ambiciones
territoriales que van desde los Países Bajos al Mediterráneo, como se verá en el posterior tratado de Lyon, firmado con el ducado de Saboya al que se irá
atrayendo a la órbita francesa, apartándolo de la tradicional esfera española en que se encontraba a finales del siglo XVI. Asimismo, Francia abre la puerta a
la intervención en el imperio (Alsacia, Lorena y el Franco Condado) y en el Atlántico (comercio con América e implantación de colonias).
Sin embargo, este tratado, no es ratificado con unos matrimonios reales – como lo fue el de Cateau-Cambrésis y como era habitual en todos los tratados
reales -, y las conversaciones para completarlo comienzan con el nacimiento de los dos primogénitos (niña y niño, Ana de Austria y Luis XIII) en las cortes de
París y Madrid con pocos días de diferencia.

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TEMA 7.- LA MONARQUIA FRANCESA Y LAS GUERRAS DE RELIGIÓN

1.- La Francia de mediados del siglo XV y las primeras reformas: Luis XI, Carlos VIII y Luis XII

A mediados del siglo XV, Francia era significativamente menor que en la Edad Contemporánea, y numerosas provincias fronterizas (como Cerdaña, Calais,
Baja Navarra, Condado de Foix, Condado de Flandes, Lorena, Alsacia, Franco Condado, Saboya, Niza, Provenza o Bretaña) eran autónomos o estaban bajo
otras entidades políticas, como el Sacro Imperio o la Corona de Aragón. Además, ciertas provincias dentro de Francia eran ostensiblemente estados
nobiliarios de familias importantes, como el Bourbonnais, Marche, Forez y Auvergne, en manos de la Casa de Borbón, hasta que fueron integradas a la
fuerza al dominio real tras la caída de Carlos III de Borbón. Desde finales del XV hasta el siglo XVII, Francia se embarcó en una expansión territorial masiva,
intento además, integrar sus provincias en un conjunto administrativo unido.

LUIS XI (1423-1483) el Prudente


Toda su acción política se encaminó a la afirmación de la autoridad del monarca frente a los derechos de la nobleza y el clero, derivados de privilegios
feudales. Al tomar parte activa en la construcción de una monarquía autoritaria, centralista y absoluta, se granjeó la enemistad de parte de la nobleza
tradicional. Su política permitió a la monarquía francesa recuperarse del desgaste producido por la Guerra de los Cien Años y anexionar una serie de
territorios que ensancharon la monarquía (Anjou, la Provenza, Picardía y el ducado de Borgoña). Tras su muerte le sucederá su hijo Carlos VIII.

CARLOS VIII (1470-1498) el Afable


El principal problema que heredó Carlos VIII fue el ducado de Bretaña. Tras la muerte del duque Francisco, el ducado pasará a su hija Ana. Carlos VIII invadió
el territorio y sólo consintió retirar su ejército una vez que la heredera aceptara casarse con él.
A cambio el monarca se comprometía a respetar la autonomía de Bretaña. Fue entonces cuando Carlos VIII inició su campaña de Nápoles, resucitando los
derechos de los duques de Anjou al reino de las Dos Sicilias. Desde el comienzo, la expedición de Nápoles le supuso grandes sacrificios: para mantener en
paz a Inglaterra pagó grandes indemnizaciones, entregó el Rosellón y la Cerdaña a Fernando el Católico (Tratado de Barcelona) y el Franco Condado, Artois
y Charolais al emperador Maximiliano, cediendo de esta manera buena parte de la herencia borgoñona. Tras quince años de reinado, murió sin
descendencia.

LUIS XII (1462-1515) “el padre del pueblo” (tío de Carlos VIII)
Esta vez, la Corona recayó en su tío Luis, de la Casa Valois–Orléans. Nada más ser proclamado rey, Luis XII hizo anular su primer matrimonio con Juana, hija
de Luis XI, e inmediatamente después, se casó con Ana de Bretaña, viuda de Carlos VIII; de esta manera conservaba el ducado bretón y conseguía mantener
unida Bretaña a la Monarquía francesa.
Luis XII no cambió la política de su antecesor, y a las ambiciones por conquistar Nápoles unió también la de anexionarse el ducado de Milán. En Nápoles
será vencido por los españoles, por lo que firmaba la paz de Blois, con la que pretendía contentar a todo el mundo: daba el reino de Nápoles a los españoles,
el Milanesado se lo quedaba los franceses y prometía a su hija Claudia con el nieto de Maximiliano, Carlos de Gante.
Los españoles no fueron los únicos enemigos de Luis XII en Italia. La obsesión del papa Julio II era la de imponer su dominio en Italia y expulsar de la
península a los franceses. Para ello, propuso al emperador Maximiliano la formación de una liga contra Venecia. Se formó así la Liga de Cambrais, cuyo
pretexto oficial fue el de la lucha contra los turcos. Francia fue la que realizó todo el trabajo, derrotando a los venecianos. Poco después se formó otra vez la
Liga (con Venecia, Aragón, los cantones suizos e Inglaterra), esta vez para expulsar a los franceses de Italia. A partir de entonces Luis XII entró en una
dinámica de fracasos: finalmente fue vencido por los suizos en Novara perdiendo el Milanesado; los aragoneses conquistaron la alta Navarra mientras los
ingleses vencían en Guinegatte (Francia). Carlos VIII y Luis XII dejaron fama entre sus súbditos de haber sido “reyes buenos”; es más, este último fue
aclamado en la Asamblea de notables como “padre del pueblo”. Se pueden alegar numerosas razones para explicar el surgimiento de esta opinión, como el
no exigir mayores tributos, dar posibilidad de triunfo a los ambiciosos; aunque la más importante fue la integración que ambos llevaron a cabo de las élites
dirigentes en los organismos de gobierno de la Monarquía.

Los principales organismos e instituciones de gobierno de la monarquía francesa habían nacido durante el siglo XV y en su mayor parte eran organismos
colegiados que respondían a la necesidad por parte del monarca de contar con las élites dirigentes del reino para poder gobernar. Los principales fueron:
1. El Consejo Real, organismo con competencias universales. Sus componentes formaban una oligarquía política entre los que había príncipes de sangre,
grandes nobles, intelectuales y miembros del clero. A veces, para discutir asuntos específicos, el rey se reunía con un pequeño número de consejeros, sin
que esto derivara en un organismo autónomo excepto en el caso de la justicia, donde una parte del Consejo se especializó dando lugar al Grand Conseil.
2. Los tribunales, constituidos por un conjunto de oficiales del rey especializados en justicia o en finanzas:
- Parlamentos: tribunales que juzgaban, en grado de apelación, los asuntos enviados por las jurisdicciones inferiores y
en primera instancia ciertas causas particulares. Tenían también algunas competencias administrativas, registraban las
Ordenanzas y las leyes reales, y realizaban las críticas y quejas al rey.
- Tribunales de finanzas: las Cámaras de Cuentas verificaban las cuentas de los oficiales contables y juzgaba los
litigios concernientes a ellos, registraban los edictos sobre impuestos, los que modificaban la situación fiscal...
3. Las Asambleas representativas: Estados generales y provinciales, asambleas de notables; constituían los lugares por excelencia de diálogo entre el rey y
los súbditos. La representación en ellas era cualitativa, por eso sus miembros pertenecían a las elites del reino. Los Estados generales estaban constituidos
por los delegados de los tres órdenes o estamentos. Carlos VIII y Luis XII no quisieron reunirlos, sino que prefirieron consultar a sus súbditos a través de
asambleas más reducidas y manejables, como la asamblea de notables. Los Estados provinciales estaban compuestos también por representantes de los
tres estamentos y eran convocados por el rey, su principal función era la de votar impuestos. Claudio Seyssel, que trabajó para los reyes de Francia en tareas
administrativas, diplomáticas y episcopales, consideraba que la monarquía es la mejor forma de gobierno, si bien el poder real debe estar sujeto por tres
frenos: las obligaciones de la conciencia del rey (carácter cristiano de la monarquía), los Parlamentos y las buenas leyes y costumbres.

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TEMA 7.- LA MONARQUIA FRANCESA Y LAS GUERRAS DE RELIGIÓN


2.- Naturaleza sagrada y fortalecimiento del poder real: Francisco I y Enrique II
Luis XII contrajo matrimonio por segunda vez en octubre de 1514 con María Tudor, hermana de Enrique VIII, para intentar tener sucesión masculina, pero
moría en enero de 1515, con lo que la rama Valois-Orleans era sustituida en el trono por la de Valois-Angulema en la persona de Francisco I.

FRANCISCO I (1494-1547) “Padre y Restaurador de las Letras, el Rey Caballero, el Rey Guerrero”.
Tenía 20 años cuando llegó al poder, iniciado con gloria tras la victoria en Mariñano. En el interior del reino hizo comprender de manera clara que sólo él
quería gobernar, mostrando en la sesión del Parlamento de 1515 su intención de hacerlo sin tener en cuenta los órganos colegiados del reino. El primer
enfrentamiento entre el monarca y dichos organismos surgió con motivo de registrar el Concordato de Bolonia, el cual suprimió la elección de obispos, de
abades y priores conventuales y los atribuyó a la nominación del rey, dejando para el papa la investidura canónica. El Parlamento de París, que se
consideraba con independencia dentro de la Iglesia de Francia, rehusó registrar el concordato, aunque finalmente lo registró.
El enfrentamiento estalló de nuevo cuando en 1527 Francisco I reafirmó su autoridad tras el humillante cautiverio de Madrid; fue entonces cuando el
presidente Carlos Guillart pronunció un célebre discurso en el que reconocía el poder absoluto del monarca, no ligado a las leyes, pero si a la razón.

“Cambio en la imagen del rey”


Esta práctica autoritaria del poder fue acompañada de una serie de cambios en la imagen de rey que traducían una concepción nueva de la autoridad
monárquica reflejada en pinturas y esculturas; la imagen real fue interpretada según dos registros, profano y cristiano: la representación cristiana se tradujo
en la figura del Buen Pastor, imagen reforzada con el tema del sacrificio y el sufrimiento, que se desarrolló paralelamente al de la cruzada; desde el punto de
vista profano las imágenes del rey se insertaban en una tradición iniciada con Carlomagno que mostraba a los reyes como herederos de los césares.
Esta evolución de la imagen monárquica reforzó la reflexión teórica de los juristas, que habían comenzado a diseñar los derechos que pertenecían al rey,
llamados regalías o privilegios del rey. Las prerrogativas concernían a la independencia del rey de Francia y a su jurisdicción.
Surgieron diversos tratados y enumeraciones de privilegios que contribuyeron a la construcción de la monarquía francesa en la medida en que los derechos
enumerados comenzaron a ser llamados de “soberanía”.

“Transformación de las instituciones de la Monarquía”


El Consejo Real conservó su competencia universal, aunque la sección restringida del consejo se impuso lentamente. Francisco I y Enrique II recurrieron a
esta forma de gobierno, aunque el Consejo Real siguió ocupándose eminentemente de funciones políticas. Funcionó también como tribunal para las
demandas y asuntos judiciales presentados al rey por los particulares. Además existían sesiones especiales en las que se trataban las finanzas.

ENRIQUE II (1519-1559) hijo de Francisco I


Tras la muerte de su padre heredó el trono de Francia. Fue errático en la política de alianzas y, en un principio, un ferviente defensor de la fe católica frente
a la Reforma protestante. Combatió con encono a los hugonotes pero luego los toleró y se alió con los calvinistas. Condenó los libros no cátolicos en 1551
prohibiendo su circulación y venta y mantuvo el enfrentamiento contra Carlos V con una singular alianza con el Imperio otomano. Tomó Metz a pesar del
asedio del Rey español y defendió París frente al emperador, pero todos los esfuerzos bélicos llevaron a la quiebra a la corona.
Como garantía del cumplimiento del Tratado de Madrid, quedó como rehén en España en compañía de su hermano mayor Francisco, Delfín y duque de
Bretaña. Tras la muerte de éste, Enrique le sucedió en ambos títulos sin llegar a gobernar en Bretaña, dado que su padre era el usufructuario. Enrique II, sin
proponérselo, fue el generador de las Guerras de religión de Francia a causa de su defensa inquebrantable de la fe católica contra la Reforma protestante.

3.- Calvinismo político y crisis del régimen Valois


De 1526 a 1540 el luteranismo se extendió rápidamente por Francia. El movimiento se propagó principalmente entre las clases populares, aunque muy
raramente fue unido a movimientos sociales. Con todo, después de 1525 la acción luterana se camufló, no manifestándose más que en la difusión de libros
prohibidos, destrucción de estatuas e imágenes sagradas y ataques aislados contra el ayuno.
A finales del reinado de Enrique II, la Reforma se organizó y se constituyó en partido político. Las clases superiores se sintieron atraídas por el prestigio de
Calvino, y buena parte de la burguesía, por causas de orden económico y social. Esta ascensión del calvinismo en la escala social quedó confirmada, por la
adhesión de varios grandes del reino. En las provincias, los nobles que se pasaron al calvinismo se consideraron protectores de su iglesia y de sus fieles.
Aprovechando el debilitamiento de la autoridad real en esta época, toda esta jerarquía de gentileshombres se constituyó no sólo en los cuadros de una
iglesia, sino también de una facción política. El conflicto acabó con la extinción de la dinastía Valois-Angulema y el ascenso al poder de Enrique IV de Borbón,
que tras su conversión al catolicismo promulgó el Edicto de Nantes, garantizando una cierta tolerancia religiosa hacia los protestantes.

4.- Las primeras guerras de religión


CAUSAS
El detonante de las Guerras de Religión fueron las disputas religiosas entre católicos y protestantes calvinistas, conocidos como hugonotes, exacerbadas
por las disputas entre las casas nobiliarias que abanderaron estas facciones religiosas, en especial los Borbón y los Guisa. Lo característico de este periodo
de la historia es que la religión se convierte en un factor de fractura social y de inquietud política en el seno de cada Estado.
Las contiendas religiosas no se limitan a los integrantes de los grupos sociales, sino que enfrentan al monarca con sus súbditos. Las políticas posibles eran,
o la represión o la tolerancia; lo que por entonces empieza a llamarse libertad de conciencia tropezaba no sólo con la oposición de las iglesias dominantes,
sino con el sentimiento popular y, sobre todo, con la voluntad de los monarcas, que opinaban que la unidad religiosa era una condición básica para la
obediencia política. Tanto Isabel I de Inglaterra como Felipe II lo consideraron así y se inclinaron por la represión, por ello, el avance de la tolerancia fue lento
y limitado, aunque comenzó a producirse en este periodo, principalmente en Francia.
Las circunstancias políticas de cada monarquía influyeron sobre la forma de manifestarse estas tensiones religiosas y sobre sus efectos, que serán muy
distintos en cada una de ellas. Aunque el poder real se había fortalecido en la época anterior, en las tres monarquías más importantes (Inglaterra, España y
Francia) se consideraba que el monarca debía contar con la participación de las instituciones representativas de la sociedad estamental, su colaboración era
imprescindible para obtener los crecientes ingresos que las monarquías necesitaban. En este aspecto los últimos reyes franceses de la casa de Valois
presentaron notables diferencias frente a Isabel I y Felipe II debido a las minorías de edad, la corta vida y los problemas de carácter de los hijos de Enrique II.
Francia pasó en este periodo por un cambio de dinastía, los Borbones sustituyeron a los Valois, pero el cambio se produjo por medio de una guerra.
Un rasgo común a las tres monarquías era que el gobierno en primera instancia de las masas campesinas estaba en manos de los nobles a través del
régimen señorial, de ahí la importancia de saber controlar las diferentes facciones cortesanas. Mientras que Felipe II e Isabel de Inglaterra lo lograron casi
siempre, los monarcas franceses estuvieron a merced de las grandes familias (los Guisa, los Borbón y los Montmorency), separadas por intereses políticos y
por sus confesiones religiosas, y de las intrigas de los propios miembros de la familia real, la reina madre Catalina de Médicis y los hermanos del rey.

Para ejercer el gobierno diario los instrumentos eran muy semejantes en las tres monarquías eran muy semejantes: las monarquías trataron de contrapesar

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TEMA 7.- LA MONARQUIA FRANCESA Y LAS GUERRAS DE RELIGIÓN


el poder de los grandes nobles, que alegaban derechos feudales para participar en el gobierno, con el recurso a burócratas formados en las universidades,
provenientes de la pequeña nobleza o de las clases medias.
La monarquía francesa contaba con una amplia red administrativa que cubría el territorio; el problema con el que se enfrentaba era con el de la venalidad,
la venta de cargos públicos como medio de obtener recursos fiscales, lo que provocaba que los cargos pasaran a considerarse patrimonio del comprador y
que su obediencia a las órdenes reales disminuyera. En definitiva, en los años sesenta del siglo XVI la autoridad de los príncipes estaba siendo desafiada por
una explosiva combinación de disidencia religiosa, malestar y conspiraciones nobiliarias y resistencias parlamentarias a sus constantes exigencias fiscales .
En Francia el poder monárquico y la propia unidad territorial pasaron por momentos de colapso y disolución, aunque finalmente el fundador de la nueva
dinastía, Enrique IV de Borbón, consiguiera restablecer ambos.

FASES Y DESARROLLO
1. Orígenes de las guerras de religión (1559-1562)
En 1559 Francia se enfrentaba a una crisis que combinaba aspectos financieros, políticos y religiosos. La larga lucha con los Habsburgo había forzado un
incremento de la presión fiscal, de la venta de oficios públicos y del endeudamiento. Enrique II se vio obligado a suspender pagos y a recurrir a los Estados
Generales. A la oposición parlamentaria se sumó el enfrentamiento entre facciones aristocráticas, que trataban de incrementar su influencia sobre la
monarquía y colocar a sus miembros en los principales cargos. En este momento eran los Guisa los que parecían triunfar, pero Enrique II mantenía las
disputas controladas. Sin embargo, el problema mayor y que junto con el financiero condujo a la paz de Cateau- Cambrésis, fue el religioso.
En la segunda mitad de los años cincuenta habían surgido multitud de iglesias protestantes, de confesión calvinista. Recibieron especial fuerza gracias a la
conversión de los líderes de dos familias principales: de los Borbón y de los Montmorency. A ellos se sumaron multitud de pequeños nobles y miembros de
la alta magistratura y de la burguesía comercial. Enrique II sólo tuvo tiempo para reiniciar la represión, murió dejando como heredero a Francisco II.
El gobierno quedó bajo el control de sus tíos, los Guisa (Francisco, duque de Guisa, y Carlos, cardenal de Lorena), fervientes defensores del catolicismo, que
continuaron la represión contra los protestantes. Como reacción, algunos hugonotes (calvinistas franceses) proyectaron un golpe para hacerse con la
persona del rey y arrebatar el poder a los Guisa. El fracaso de la conspiración de Amboise tuvo como consecuencia el abandono de la causa de Antonio de
Borbón y la captura del príncipe de Condé, que se salvó de la condena a muerte gracias al fallecimiento de Francisco II.
Dado que el nuevo rey, Carlos IX, era menor de edad, la regencia correspondió a su madre Catalina de Médicis, que tendrá un papel clave en la primera
etapa de las guerras de religión. Dispuesta a situar los intereses de la Corte por encima de las confesiones religiosas, pretendió solucionar el conflicto
religioso por medios pacíficos para evitar el debilitamiento de la monarquía.
Los Guisa perdieron el control del poder y vieron con malos ojos que Antonio de Borbón asumiera la lugartenencia del reino y se coaligaron en su contra.
Catalina de Médicis intentó un acercamiento de las posturas entre católicos y protestantes, y para ello convocó en 1561 un coloquio religioso que acabó
enfracaso ante la intransigencia mutua. Sólo quedaban como alternativas la represión o la tolerancia, Catalina se inclinó por la segunda, y por el edicto de
Saint-Germain (1562) otorgaba a los hugonotes libertad de culto privado en las ciudades y público en los arrabales. La matanza por el duque de Guisa y sus
seguidores de un grupo de hugonotes en una celebración religiosa ilegal, condujo a la movilización calvinista y al nombramiento de Condé por los
hugonotes como protector de la corona francesa. Los Guisa replicaron solicitando a Carlos IX. Las luchas entre las facciones iban a conducir a la guerra civil.

2. El apogeo del poder hugonote (1562-1572)


El poder de los hugonotes alcanzó su apogeo en el decenio de 1562-1572 gracias al apoyo de las iglesias locales. El sistema de organización eclesiástica
calvinista proporcionó unas tropas disciplinadas, entusiastas y encuadradas bajo la dirección de los nobles locales, esto significó a la larga el control de los
ministros por los nobles y la pérdida de independencia de las iglesias. Junto al respaldo interno, los hugonotes recibieron algunos apoyos externos, entre los
que destaca el de Isabel I de Inglaterra. Sin embargo, la condición de ceder El Havre (tratado de Hampton Court) a los ingleses a cambio de ayuda militar y
económica, desprestigió la causa calvinista entre los patriotas. Por último, se vieron favorecidos por el deseo de Catalina de Médicis de contrarrestar el
influjo de los Guisa y de superponer el poder de la corona al de las facciones, lo que permitió a los hugonotes mantener un margen de tolerancia legal
gracias a nuevos edictos reales, e incluso tener acceso a la Corte.
A estos factores positivos se unieron algunas limitaciones: su falta de apoyo en las principales ciudades del reino, en particular en París y en las sedes de los
parlamentos provinciales, y la falta de apoyo del campesinado, que permaneció siendo mayoritariamente católico. La causa hugonota pudo sobrevivir al
resultado negativo de las tres primeras guerras gracias a la capacidad de movilización del almirante Coligny, que se hizo cargo de la dirección hugonote a la
muerte de Condé, y que consiguió, no sólo recuperar la libertad de culto, sino cuatro plazas de seguridad en las que se autorizaba el establecimiento de
guarniciones protestantes. Aprovechando la salida de los Guisa, consiguió entrar en la Corte en un momento en el que Catalina de Médicis preparaba
ambiciosos planes matrimoniales: la clave era el matrimonio de su hija Margarita de Navarra con el protestante Enrique de Borbón.
La ambición de Coligny le llevó demasiado lejos: logró ganarse la confianza del rey Carlos IX, desplazando a su madre, y le animó a intervenir en los Países
Bajos en contra de Felipe II, en contra de la opinión de Catalina, contraria a un desafío tan directo al monarca español. El éxito de Coligny se iba a convertir
en un agudo fracaso para la causa calvinista.

3. La matanza de San Bartolomé y sus consecuencias: el estado hugonote


La matanza de la noche de San Bartolomé (agosto de 1572), donde fueron asesinados Coligny y otros líderes hugonotes, y la extensión posterior de la
matanza a muchas partes de Francia provocó una transformación en el movimiento calvinista francés. La rivalidad política entre los católicos y los
hugonotes provocó esta matanza. El rey Carlos IX de Francia y su madre, Catalina de Medici, temían que los hugonotes alcanzaran el poder, por este motivo,
promovieron el asesinato de miles de ellos a finales de agosto. La matanza comenzó en París el 24 de agosto y se extendió a las restantes provincias del país.
Tuvo como efecto inmediato la deserción de muchos nobles, que volvieron al catolicismo o huyeron, de manera que el movimiento hugonote volvió a sus
raíces populares y religiosas. Se produjo una radicalización tanto en la ideología como en la acción política. El complot de Catalina de Médicis contra Coligny
y la aceptación de Carlos IX de la matanza llevó el resentimiento y la desesperanza a las filas hugonotes, e hizo surgir una serie de panfletos relatando la
masacre e incitando a la revuelta. Más importantes fueron los escritos radicales defendiendo el derecho de resistencia contra el soberano.
Si hasta entonces los hugonotes habían mantenido la ficción de que luchaban para proteger los intereses del rey frente a la influencia de los Guisa, ahora el
enfrentamiento con la monarquía era innegable. En la práctica, el resultado inmediato de San Bartolomé fue la organización de un estado hugonote en el
sur de Francia y su alianza con los políticos.
Al fracasar en su intento de controlar la monarquía, los calvinistas optaron por afirmarse como grupo disidente, organizando su propio estado, que se
caracterizó por la autonomía local y la descentralización, por la constitución de asambleas territoriales y una asamblea general federal formada por
representantes provinciales y dotada de poderes hasta entonces atribuidos al rey, tenían además un consejo permanente para controlar la actuación de la
suprema autoridad, el protector general, cargo que se otorgó a Enrique de Navarra. Había surgido, pues, un estado que controlaba una parte de Francia
arrebatada al poder real. A la debilidad de éste contribuyeron además las intrigas del hijo menor de Catalina, Francisco, duque de Alençon, contra los Guisa.
De esta forma se constituyó el partido de los descontentos, cuyo representante más destacado fue un miembro de los Montmorency, que estableció una
alianza entre el Languedoc, del que era gobernador, con el estado hugonote contribuyendo al hundimiento del poder real en el sur de Francia

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TEMA 7.- LA MONARQUIA FRANCESA Y LAS GUERRAS DE RELIGIÓN


5.- Enrique III, Felipe II y la la Liga Católica

ENRIQUE III (1574-1589)


Fue el último de los hijos de Enrique II y Catalina de Médicis en acceder al trono, antes de heredar la corona francesa había sido elegido rey Polonia,
poniéndose muchas esperanzas en que el ejemplo polaco de tolerancia religiosa se extendiera a Francia, pero la experiencia polaca de Enrique de Anjou fue
un fracaso del que escapó para hacerse cargo de una Francia dividida. Aunque despertaba los recelos de sus coetáneos al ser homosexual y sumamente
afeminado, Enrique era un político experimentado que comenzó a gobernar con vigor, adoptando una política de represión contra los hugonotes, que, a
ejemplo de La Rochelle, habían constituido un Estado independiente en el Languedoc. Con el reino al borde de la desintegración, no le quedó más remedio
que aceptar las condiciones impuestas por los rebeldes en la paz de Monsieur (1576), en que se concedía amplia libertad de culto a los hugonotes, admisión a
todos los cargos incluyendo los parlamentos y se les otorgaba ocho plazas de seguridad. La matanza de San Bartolomé fue condenada, y Coligny y los
hugonotes muertos, indemnizados. También salieron favorecidos los descontentos, en especial Francisco de Alençon, que recibía varias regiones francesas
con el título de duque de Anjou. Este notable éxito hugonote provocó la inmediata reacción católica. Como la monarquía se había mostrado incapaz de
asegurar la unidad religiosa, se organizó un partido católico que acabaría convirtiéndose en un movimiento revolucionario y antirrealista: la Liga católica.
La Liga católica tuvo una dimensión nacional bajo la dirección de Enrique, duque de Guisa, pretendía limitar los poderes de la monarquía reforzando el papel
de los Estados Generales. Enrique III intentó varias maniobras para contrarrestar el poder de la Liga: aceptó reunir los estados Generales, pero sus
concesiones a los católicos no impidieron que se atacara el centralismo monárquico y se defendiera una monarquía electiva.
Tras los estados Generales, el rey Enrique III pasó a encabezar la Liga (en su condición de "Rey Cristianísimo) y a llevar a cabo una nueva guerra contra los
hugonotes, que acabó con el edicto de Poitiers (1577), que restringía las concesiones a los protestantes. La prohibición de todas las ligas parecía abrir el
camino hacia la tolerancia, pero las resistencias eran demasiado fuertes. Finalmente, intentó contrarrestar a los Guisa otorgando diferentes gobiernos
provinciales a sus favoritos y configurar así su propio partido. La existencia de tres regímenes (protestante, católico y real) sumió a Francia en la anarquía, al
tiempo que se agudizaba la crisis económica. En esta situación, la muerte en 1584 del menor de los Valois, Francisco de Alençon y de Anjou, planteaba
abiertamente el problema de la sucesión, dado que la exclusión de las mujeres por la ley sálica convertía en heredero al hugonote Enrique de Navarra.
Los Guisa reaccionaron inmediatamente, y con el apoyo financiero de Felipe II reconstruyeron la Liga católica sobre bases más amplias, ya que a los dos
pilares anteriores (nobleza católica y clientela de los Guisa) se sumaron ahora las organizaciones urbanas que canalizaban el malestar popular.
Bajo la presión de los Guisa, Enrique III revocó las concesiones hechas a los protestantes y anuló los derechos al trono de Enrique de Navarra. La posición
de éste era difícil: no podía renunciar al apoyo hugonote, pero al mismo tiempo necesitaba atraerse a los católicos; jugó la carta patriótica: atacó a los Guisa
por su alianza con España y, aprovechando su excomunión por Sixto V, denunció la intromisión papal en los asuntos franceses. Finalmente, tomó las armas
con un limitado apoyo extranjero.
La guerra de los tres Enriques (Enrique III, Enrique de Navarra y Enrique de Guisa, 1585-1588) tuvo su momento culminante en el Día de las Barricadas.
Enrique III intentó hacerse con París y con los Guisa por medio de un golpe de fuerza, ocupando la capital, pero ante la sublevación de los parisinos el Rey se
vio obligado a huir de la ciudad. En el verano siguiente tuvo que someterse a las exigencias de la Liga y de los Guisa, pero aprovechando la reunión de los
Estados Generales en Blois mandó asesinar a sus rivales, Enrique, duque de Guisa y su hermano Luis. La reacción de París fue un levantamiento popular.
La doctrina de la resistencia, elaborada inicialmente por los hugonotes, fue utilizada ahora por los católicos para oponerse al rey. Se produjo entonces un
acercamiento entre el Rey y Enrique de Navarra. En París, un exaltado asesinó al monarca en agosto de 1589, pero antes de morir había reconocido como
sucesor al de Navarra, con la condición de que se convirtiera al catolicismo. El jefe de los hugonotes, Enrique de Navarra, se convirtió así en rey de Francia
con el nombre de Enrique IV. La Liga, por su parte, proclamaba rey al cardenal de Borbón, tío de Enrique de Navarra, con el título de Carlos X.

6. Enrique IV (Enrique de Navarra,, 1589-1610) y el edicto de tolerancia de Nantes (1598)


Enrique de Borbón (Enrique el Grande o el Buen Rey), el primero de la Casa de Borbón en Francia, estaba dotado de una gran habilidad política, pero sus
reiterados cambios de religión (había abjurado dos veces del catolicismo) creaban mucha desconfianza. Carecía además de dinero y se enfrentaba al poder
de la Liga, dirigida por el superviviente de los Guisa Carlos, duque de Mayenne. Actuó con suma prudencia y en su declaración inicial, sin renunciar a su fe
calvinista, prometió defender la fe católica y la independencia de la Iglesia francesa frente a la injerencia de Roma.
La Liga, por su parte, padecía múltiples debilidades internas que acabarían por desintegrarla. Destacan su dependencia del apoyo español y su falta de
respeto a la legitimidad monárquica, especialmente a la muerte del cardenal de Borbón. La defensa por Felipe II de la candidatura al trono de su hija Isabel
Clara Eugenia, sobrina de Enrique III, despertó el orgullo nacional y chocó con la oposición de los Estados Generales y del Parlamento. Pero la principal
debilidad de la Liga era su división interna, al aumentar el radicalismo del sector urbano, que alejó a las clases medias de la Liga y las aproximó al rey. Enrique
aprovechó para abjurar del calvinismo y la iglesia francesa permitió su coronación en Chartes. La guerra abierta contra Felipe II, contribuyó a reforzar el
apoyo nacional al nuevo monarca, pero fue aprovechada por los hugonotes para presionar a favor de sus exigencias.

El fin de la guerra y el Edicto de Nantes (1598).


Enrique IV buscó la paz tanto con España como con los hugonotes. Lo primero lo logró en Vervins; lo segundo con el edicto de Nantes, que suponía el
triunfo del ideario de los políticos y el establecimiento de un marco de tolerancia para los calvinistas, aun reconociendo el catolicismo como la religión
principal. Por su parte, los calvinistas veían reconocida su libertad de conciencia y autorizado el culto público en una serie de localidades, y se les concedía el
mantenimiento de dos plazas de seguridad con guarniciones propias y se les garantizaba la admisión a los cargos públicos y protección legal. Además de
restaurar la paz, Enrique IV restauró la autoridad monárquica y la economía francesa. Reorganizó el gobierno central, sustituyendo a los grandes nobles por
hombres de su confianza; los gobernadores provinciales vieron limitados sus poderes por la presencia de comisarios.
Los Estados Generales no volvieron a ser convocados, y los estados provinciales y los parlamentos fueron sometidos al poder central. No obstante, el
poder de estas instituciones y de los nobles se mantuvo e incluso se reforzó por política de venta y transmisión hereditaria de los oficios. La vuelta a la paz
favoreció la recuperación de la agricultura, la política mercantilista del gobierno estimuló las manufacturas y el comercio, al tiempo que se saneaba la
hacienda estatal. Sin embargo las tensiones subsistían y la política belicosa de Enrique IV en contra de los Habsburgo y a favor de los protestantes alemanes
provocó el malestar de los católicos más radicales. Uno de ellos asesinaba al rey el 14 de mayo de 1610, dejando como heredero a un niño, Luis XIII, bajo la
tutela de María de Médicis, su segunda esposa.

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TEMA 8.- INGLATERRA. CENTRALIZACION POLITICA Y REFORMA

1. La guerra de las dos Rosas (1455-1485) y la cuestión dinástica


La Guerra de las dos Rosas fue una guerra civil que enfrentó intermitentemente a los miembros y partidarios de la Casa de Lancaster (Rosa roja) contra los
de la Casa de York (Rosa Blanca) entre 1455 y 1485 (30 años).
Provocó la extinción de los Plantagenet y debilitó enormemente las filas de la nobleza, además de generar gran descontento social. Este período marcó el
declive de la influencia inglesa en el continente europeo, el debilitamiento de los poderes feudales de los nobles y, en contrapartida, el aumento de
influencia por parte de los comerciantes, y el crecimiento y fortalecimiento de una monarquía centralizada bajo los Tudor. Esta guerra señala el fin de la
Edad Media inglesa y el comienzo del renacimiento.
Cuando muere Enrique V, la regencia corresponde a su hermano Juan de Lancaster (o Plantagenet), duque de Bedford, hasta la mayoría de edad de su
sobrino, el rey Enrique VI de Lancaster. Sin embargo, una lucha implacable enfrenta a las dos ramas de la familia Lancaster: los Beaufort (abanderados por
Enrique, obispo de Winchester), y Humphrey, (duque de Gloucester, tío de Enrique VI).
Al ocupar el trono en su mayoría de edad, Enrique VI se mostró inteligente y piadoso, pero débil y desequilibrado. Ello supuso la ruptura del precario
equilibrio existente entre las dos facciones. Durante el gobierno de Enrique VI se perdieron virtualmente todas las posesiones inglesas en el continente,
incluidas las tierras ganadas por Enrique V.
Muchos consideraban a Enrique incapaz de gobernar. La legalidad de la corta línea de reyes Lancaster pasó a estar plagada de dudas, y la Casa de York
fortaleció su pretensión sobre la corona. El creciente descontento civil, sumado a la multiplicación de nobles con ejércitos privados, y a la incapacidad y
corrupción de la corte de Enrique VI, formaron el clima político ideal para la guerra civil, produciéndose levantamientos (Kent).
Ricardo Plantagenet, duque de York, se consideraba heredero del trono por ser descendiente de Eduardo III.
El nacimiento de un príncipe heredero (Eduardo) de Enrique VI y Margarita de Anjou, sobrina del rey de Francia, coincidió con la primera gran crisis de
locura de Enrique VI. Ante la posibilidad de que el poder pasara a manos de la reina Margarita de Anjou, Ricardo de York decidió tomar el poder por la fuerza,
haciéndose nombrar protector del reino y presidente del Consejo Real, y encerró a sus enemigos en la Torre de Londres.
La recuperación de Enrique, en 1455, frustró las ambiciones de Ricardo, quien fue despedido rápidamente de la corte por la esposa del rey, Margarita de
Anjou, quien se convirtió en la máxima figura de la Casa de Lancaster.
Comienza la guerra civil y los seguirdores de los Lancaster sufrieron una primera derrota, que devolvió el poder a Ricardo. La reina Margarita de Anjou hizo
aprobar por el Parlamento la proscripción de los principales partidarios de los York. La victoria de éstos en Northampton permitió a Ricardo de York
reclamar no ya la regencia, sino el trono. Mediante el Acta de Acuerdo , 1460, se reconoció el derecho de los York, pero lo declaraba sucesor de Enrique,
desheredando al príncipe Eduardo. Pero Ricardo murió en batalla, lo cual no impidió a su hijo Eduardo obtener una completa victoria en Towton sobre el
ejército real y se hizo coronar con el nombre de Eduardo IV, 1461, por lo que a raíz de esto la reina Margarita y su hijo Eduardo tuvieron que huir a Francia,
tomando el control de su causa el duque de Warwick, mientras Enrique VI permanecía encerrado en la Torre de Londres.
Enrique fue liberado y reinstaurado en el trono. Ante el despertar de los partidarios de los Lancaster, Eduardo IV de York buscó refugio en los dominios de
su cuñado, Carlos el Temerario de Borgoña, hasta que, con la ayuda de la Hansa y de Borgoña, volvió a Inglaterra y derrotó al duque de Warwick y a Eduardo,
príncipe de Gales, que murió.
La derrota de los partidarios de la rosa roja (Lancaster) fue total y abrió una época de terribles represalias. Casi con toda seguridad, una de sus primeras
víctimas fue el cautivo Enrique VI, muerto en 1471. Quedó finalmente como regente Eduardo IV de York. La nueva dinastía no arraigó sólidamente, ya que a
su muerte Eduardo IV dejó como herederos a dos niños de 12 y 10 años de edad, planteando un grave problema de la regencia.
El nuevo regente, Ricardo, duque de Gloucester, hermano del difunto Eduardo IV, fue un siniestro personaje que conspiró para usurpar el trono. Acusó
falsamente de bastardos a los hijos de su hermano y los encerró en la Torre de Londres, donde fueron asesinados. Posteriormente fue coronado rey con el
nombre de Ricardo III en 1483. Su reinado fue breve, ya que los familiares de las víctimas, entre ellos el propio duque de Buckingham y los antiguos yorkistas,
pusieron sus esperanzas en Enrique Tudor, heredero de los Lancaster, y cuyo futuro matrimonio con Isabel de York, hija de Eduardo IV, podía poner fin a la
disputa familiar.
Enrique Tudor, sostenido por Francia y por legitimistas de ambos bandos, desembarcó en Gales y derrotó a Ricardo III (fin de los Plantagenet) en 1485,
iniciándose de pleno derecho la construcción de un Estado moderno. Enrique Tudor sucedió a Ricardo, convirtiéndose en Enrique VII, intentando cimentar
la sucesión casándose con la heredera yorkista, Isabel de York, hija de Eduardo IV y sobrina de Ricardo III y matando a todos los demás.

2.- Las reformas políticas de Enrique VII (1485 -1509)


Cambios institucionales
A finales del siglo XV, la monarquía inglesa se estructuraba en torno a dos focos de poder:
– el Consejo : las cabezas de estos cuatro departamentos: Tesorero (Exchequer), Canciller, Lord del Sello Privado y Secretario, solían ser los miembros
más importantes. No era una institución como tal, y su composición, tamaño y funciones variaron de un rey a otro. Este sistema tenía dos grandes defectos:
poca especialización de los funcionarios en los departamentos, salvo en el caso del Exchequer, y no había maquinaria que coordinase la actuación del
gobierno; sólo el rey. El Exchequer, controla las finanzas, y una compleja secretaría dividida en tres despachos según los tres sellos: Gran Sello, Sello Privado
y el Sello. Las instrucciones del rey pasaban por cada uno de los sellos, que las repartían a los respectivos departamentos. A finales del XV, este sistema
había sido desplazado por otro de autentificación de documentos más moderno y menos formalizado: la firma manual del rey. El Exchequer y el Canciller,
que negociaban con el Gran Sello, tuvieron despachos propios permanentes. El Exchequer tenía residencia propia en Westminster. El Sello Privado y el Sello
viajaban con el rey.
– la Casa Real : tenía su sede en Westminster, pero el rey no permanecía inmóvil sino que recorría todo el reino, por lo que durante varios meses se
hallaba separado geográficamente de su Consejo, en cambio la Casa le acompañaba siempre.
Los palacios reales se componían de dos grandes áreas separadas, que se unían en un gran vestíbulo. El vestíbulo y los servicios domésticos adyacentes,
situados en la planta baja, formaban un área del palacio, mientras el estrado y el primer piso constituían el área privada del monarca. De la misma manera, la
Casa Real constaba de dos departamentos: el Household, que agrupaba a los servidores de la planta baja, bajo las órdenes de un Mayordomo Mayor, y la
Chamber, con los servidores del primer piso a cargo del Gran Chambelán.
La importancia de Consejo y Corte dependen en cada reinado de cada rey. Al llegar Enrique VII por la fuerza, nunca permitió delegarlo. El Consejo fue
grande, de papel consultivo y sus diferentes comisiones fueron los principales instrumentos ejecutivos de su gobierno. La Casa no varió demasiado. El inicio
de sus reformas comenzó con la estructura del propio palacio, que resumiendo, se cambia el servicio personal de tipo feudal a uno de príncipe italiano.

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TEMA 8.- INGLATERRA. CENTRALIZACION POLITICA Y REFORMA


3.- Enrique VIII. Reforma y Empire
Las cosas fueron muy diferentes durante el reinado de Enrique VIII. Famoso por haberse casado seis veces y por ejercer el poder más absoluto entre todos
los monarcas ingleses, pronto estuvo claro que el Consejo y la Casa Real recobrarían su independencia y su protagonismo.
A diferencia de su padre, Enrique VII, que favorecía las políticas pacíficas, durante todo Enrique VIII reinado destacó su inclinación bélica.
Lo primero que cristalizó fue el papel del Consejo que consiguió mayor libertad e iniciativa debido al descuido del monarca para los negocios; además, su
fracaso para actuar como coordinador del gobierno hizo emerger al cardenal Thomas Wolsey como ministro principal. Los asuntos de la Casa Real también
fueron más fluidos y sus cambios no resultaron significativos hasta 1518, con la llegada de los “favoritos”.
El armazón de la estructura política del reino quedó así establecido:
– el poder de la Casa Real fue concentrado en manos de la Cámara Privada (Cámara Real),
– el poder del Consejo estaba en manos del cardenal Wolsey.
Hubo dos centros de poder concentrados en torno al monarca, que se vio sometido a su influencia y manipulación: los dos organismos quisieron dirigir la
política e influir en la voluntad del monarca, por lo que sus luchas fueron continuas. Desde el principio de su gobierno, Enrique VIII estableció una
separación entre los servidores de su padre y los suyos, ya que su idea de la monarquía no era compartida por los consejeros que heredó de su padre. En
estas circunstancias surgió la figura de Thomas Wolsey, sobresaliendo por encima del resto de los consejeros reales. A partir de entonces, el control de la
Corte por parte de Wolsey fue completo, aunque aun tuvo que vencer la voluntad de los jóvenes cortesanos en la voluntad real. Estos jóvenes, a los que les
llamó los “favoritos”, fueron entrando paulatinamente en la Cámara Privada y cambiaron la imagen de la corte. El efecto no fue hacer una corte virtuosa,
sino hacer de contrapeso al poder que ejercía Wolsey: mientras los favoritos estaban junto al rey y controlaban su Casa e influían en su voluntad, Wolsey
dominaba el Consejo y la administración, y su mayor debilidad era la distancia que le separaba del monarca. En mayo de 1519, Wolsey maniobró para que los
favoritos fueran despedidos de la corte, lo que dejó cuatro vacantes en la Cámara Privada que fueron ocupadas por personajes fieles a Wolsey.

El modelo de gobierno impuesto por Wolsey se rompió en 1527 con la aparición de Ana Bolena (2ª esposa) y el deseo del rey de divorciarse de Catalina de
Aragón (1ª esposa). Ana había recibido una educación enteramente francesa, en cuya corte residió buena parte de su juventud. En 1522 volvió a Inglaterra y,
si bien la expulsión de los favoritos de la Corte fue un duro revés para sus aspiraciones al medro social, el deseo de Enrique VIII de tener un hijo, lo que era
imposible con Catalina de Aragón, la iba a convertir en la nueva reina.
En 1527, Enrique VIII manifestaba su intención de divorciarse. Este anuncio supuso la destrucción del sistema de Wolsey, ya que la Cámara y el Consejo se
dividieron en facciones. Ana Bolena no sólo creó una facción, sino que introdujo una ideología, dado que ella era una convencida evangélica y una decidida
protectora de la “nueva religión”. El efecto fue polarizar la corte, unos quisieron la reforma mientras que otros preferían mantenerse en la vieja fe. A partir
de entonces, la política y la religión formaron parte de la facción.
Con la aparición de las facciones, el estilo político de Enrique VIII maduró, el férreo control que Wolsey mantuvo sobre la Cámara Privada y sobre el Consejo
se desmoronó. La división en la Cámara Privada fue aprovechada por Ana Bolena, que introdujo a su hermano y a su primo en dicha institución. La división
llegó también al Consejo, donde Wolsey luchaba por su preeminencia, mientras el hermano de Ana y su padre eran partidarios de ella. La división del
Consejo no era sólo por las personas, sino que cada uno de estos grupos llevaba una política: los dos grandes temas eran el divorcio y la continuidad de
Wolsey como ministro. Dadas las complejidades diplomáticas que planteaba el caso del divorcio, Wolsey, temiendo el riesgo físico que correría si él mismo
acordaba la nulidad, actuó lentamente frente a la petición real. Esta demora enojó al rey e hizo que Ana Bolena y sus amigos cortesanos lo consideraran un
enemigo. No consiguió que Roma aceptase el divorcio de Enrique VIII y Catalina de Aragón.
En 1529, los imperiales vencieron a los franceses en Italia y firmaban la Paz de Cambrai (el emperador Carlos V, sobrino de Catalina de Aragón, había hecho
prisionero al papa Clemente VII). Esto acababa con cualquier esperanza de que el papa acordase el divorcio entre Enrique VIII y Catalina de Aragón, lo que
hizo caer a Wolsey, ya que era lo que siempre había aspirado conseguir para mantenerse en el poder. Partidarios de Ana Bolena y de Catalina de Aragón se
unieron contra él. Tras la caída de Wolsey, Enrique VIII determinó asumir el control directo del gobierno ayudado por una mezcla de adversarios y favoritos,
lo que condujo a la confusión y la ineficacia. En estas circunstancias apareció Thomas Cromwell, de ideas evangélicas, que fue secretario de Estado y Primer
Ministro. En 1529, desde el Parlamento, se había lanzado un ataque contra los abusos clericales que tocaban el bolsillo de las clases superiores, pero los
intentos de reforma no tuvieron mucho éxito. El ataque fue retomado más tarde y la presión del Parlamento forzó el Acta de Sumisión del Clero y el Acta de
Restricción de Annatas, que quitaban al clero la capacidad de resistirse al rey y cortaba al papa los ingresos que producían las rentas eclesiásticas, al mismo
tiempo que rompía toda relación en el nombramiento de obispos y recursos a Roma.
El Parlamento gobernó a través del Acta de Restricción de Apelaciones, que permitió que el divorcio fuera sentenciado en Inglaterra sin posibilidad de
recurrir a Roma. Entonces Cromwell se decidió a llevar a la práctica sus ideas: la creación de un reino autónomo que se bastara a sí mismo, un estado
soberano que, aplicando el concepto de imperium , no reconociera autoridad superior. Este “imperio” podía ser representado por la legislación del rey en
su parlamento, es decir, por las actas; liberaba así a las actas del parlamento de la limitación por la cual debían ser supeditadas a una ley reconocida
universalmente (ley natural) y aseguraba que tenían jurisdicción sobre todas las causas y debían ser obedecidas.
El Parlamento aprobó tres actas que produjeran la definitiva separación:
– Acta de Supremacía, mediante la cual el rey era nombrado “ Jefe Supremo de la Iglesia inglesa”
– Acta que exigía a los adultos juramento de fidelidad al monarca.
– Acta que consideraba traidor a todo el que dijera que el rey era hereje o cismático.

Aunque estas actas fueron juradas por la mayor parte de los dirigentes leales al monarca, hubo personajes que se negaron, siendo el caso más famoso el
de Tomas Moro, que fue acusado de alta traición por no prestar el juramento antipapista frente al surgimiento de la Iglesia Anglicana, oponerse al divorcio
con la reina Catalina de Aragón, ni aceptar el Acta de Supremacía. Moro, un pensador y humanista que había sido Lord Canciller e importante detractor de la
Reforma Protestante, fue sentenciado a muerte.
La cuestión del divorcio quedaba pues resuelta: Thomas Cranmer, arzobispo de Canterbury, disolvía el matrimonio de Enrique VIII y Catalina de Aragón al
mismo tiempo que lo casaba con Ana Bolena. El vencedor aparente fue Cromwell, pero tenía que compartir el poder con una hábil e inteligente reina, y
ambos tenían que hacer frente a la oposición conservadora.
Todas estas trabas fueron rotas en 1536 a causa del nuevo matrimonio del rey, momento aprovechado por los conservadores. El instrumento fue Juana
Seymour (3ª esposa), totalmente distinta de Ana Bolena, aconsejada por los conservadores en la Cámara Privada sobre la conducta que debía seguir.
El complot contra Ana Bolena parecía que iba a tener éxito, y enfrentó a Cromwell a su mayor desafío político; aunque Cromwell estaba muy ligado a la
reina, había dos puntos principales de tensión entre ambos: el control del patronazgo y la dirección de la política exterior (Ana era pro-francesa y Cromwell
favorable al emperador). Así, Cromwell estaba feliz del hundimiento de Ana, pero no permitió triunfar a los conservadores: Ana no sería destronada por el
derecho canónico, sino acusada de adulterio, considerado una de las clases de traición al rey. Y por lo tanto, eran también condenados por traición los que
la habían aconsejado. Así Cromwell no sólo se libraba de la reina, sino también de sus partidarios.
Habiendo usado a los conservadores para destruir a Ana y a sus amigos, Cromwell volvió con sus antiguos aliados y acusó a los conservadores de querer
restaurar en el trono a María Tudor (única hija superviviente de Enrique VIII y Catalina de Aragón), a quien se le dijo que, a menos que reconociera la
disolución del matrimonio de su madre y su propia bastardía, sus amigos estarían perdidos. Ella capituló, con lo que la vida de la sección conservadora
estaba salvada, pero su influencia quedó rota. Dos años después Cromwell imputó por traición a los más altos cargos del grupo conservador.

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TEMA 8.- INGLATERRA. CENTRALIZACION POLITICA Y REFORMA


En conclusión, Cromwell erradicó completamente la facción cortesana de Ana Bolena y diezmó la de los conservadores, asegurándose un dominio casi
completo sobre la Casa Real y sobre el Gobierno. La revolución de Cromwell también produjo un dramático cambio social: mientras los hombres a los que
Cromwell había anulado políticamente eran cortesanos de nacimiento, los que puso en su lugar habían hecho carrera como mercaderes, letrados o
preceptores. En 1539 Cromwell asumió la presidencia de la Cámara Privada y en 1540 tomó el cargo de Lord Gran Chambelán, convirtiéndose en jefe del
cuerpo de servidores del rey, lo que explica que, a la muerte de Juana Seymour, en el lío de buscar nueva esposa al monarca.
Después de que varias princesas de familias importantes quedaron descartadas, el camino quedó abierto para la Casa de Cleves, una dinastía de segunda
fila. Pero el proyecto salió mal ya que el rey no pudo disimular su desagrado al conocer a Ana de Cleves (4ª) e intentó echar marcha atrás, pero Cromwell le
empujó, viendo las ventajas que le podría reportar la boda en su proyección exterior.
La boda se celebró en 1540, pero el monarca no podía soportar a su nueva esposa, así que como responsable del matrimonio, Cromwell debía deshacerlo.
Le hubiese resultado sencillo si no fuera porque Cromwell no controlaba completamente el otro centro de poder de los Tudor, el Consejo, en el cual tenía
poderosos enemigos, que se unieron para defenderse del ministro, denunciando el matrimonio del rey con la Cleves de fiasco y acusando a Cromwell de
herejía sacramentaria. Cromwell no pudo evitar el golpe y el rey lo mandó ejecutar. A partir de entonces, Enrique gobernó solo. A los 50 años se casó por
quinta vez con Catalina Howard (5ª), que llevó una vida licenciosa en la corte, por lo que fue denunciada por Thomas Cranmer, siendo ejecutada en 1542.

Desde el punto de vista institucional, el Consejo fue puesto sobre unas bases más formales. Se fusionaron todos los Grandes Oficios dentro de una única
categoría de rangos, y se hizo de todos ellos miembros del Consejo Privado. Así, el Consejo se ennobleció y politizó. Por lo demás, la Cámara Privada
permaneció como Cromwell la dejó, como terreno propio de sus seguidores más radicales. El principal de ellos fue Anthony Denny. Como resultado de todo
esto, durante los últimos años del reinado había dos fuerzas contrapuestas: un revitalizado y conservador Consejo Privado y una radical Cámara Privada. Los
conflictos entre la Casa y el Consejo habían sido endémicos, por lo que surgieron las conspiraciones, que se iniciaron en 1540. Cromwell había encarcelado
por traición a una pareja de conservadores que, a la muerte de Cromwell, presionaron ante el rey para que revisara su caso. Todos los servidores de
Cromwell se encontraron bajo investigación, y en 1541 algunos fueron arrestados y ejecutados por ser partidarios de Cromwell y luteranos. En 1543 el mismo
Cranmer era acusado de herejía, pero el rey no hizo caso de la acusación; frustrado su plan, los conservadores golpearon muy cerca del rey, anunciando el
hallazgo de un “nido de herejes” entre los miembros de menor importancia de la Casa Real, pero cuyo rastro conducía a la Cámara Privada. Pero en el
momento en que este asunto salía a la luz, el rey sorprendió anunciando su nuevo matrimonio con Catalina Parr (6ª). Después de la celebración del
matrimonio los miembros sospechosos de la Cámara Privada fueron perdonados, lo que hizo fracasar la reacción conservadora. En esta época la situación
cortesana era favorable para quienes fueran jóvenes, pues la mayor parte estaban pensando en hacer carrera en el reinado siguiente. Hubo una excepción,
Henry Howard, que pasó rápidamente del servicio en la casa del hijo bastardo del rey a la del propio Enrique VIII, donde discutía abiertamente con los
jóvenes radicales defendiendo que, en caso de muerte del rey, el gobierno de la regencia debería estar compuesto por una élite de acuerdo con la
antigüedad del linaje, mientras que los jóvenes radicales apoyaban un gobierno corporativo minoritario elegido por el rey. La fuerza con la que contaba
cada facción era diferente. Los conservadores carecían de un patrón eficaz en la lucha política cortesana, mientras que la facción de los jóvenes radicales
aparecía mucho mejor organizada: contaba con Edward Seymour (hermano de Juana Seymour), conde de Hertford, y John Dudley, que se unieron a varios
miembros de la Cámara Privada para alzarse con el poder; pero para ello debían superar el mayor obstáculo, la mayoría conservadora en el Consejo Privado.
Aunque los jóvenes eran fuertes en la Cámara Privada, no la controlaban completamente.
Sir William Herbert, hermanastro de Catalina Parr, pasó a ocupar un cargo relevante dentro de la Cámara, y sobre éste establecerían su poder los jóvenes,
que decidieron pasar al ataque haciendo caer en desgracia al obispo Gardiner y arrestando a Howard. El príncipe Eduardo pasó a ser custodiado por
Hertford y Dudley. Enrique VIII muere. En el transcurso de la década posterior a su muerte, sus tres hijos se sentaron sucesivamente en el trono.
En virtud de la Ley de Sucesión, la corona fue heredada por el único hijo varón, Eduardo, que se convirtió en Eduardo VI como primer monarca protestante
de Inglaterra. Con sólo nueve años de edad, no podía ejercer por sí el poder, que recayó en un consejo de regencia formado por dieciséis miembros elegidos
según el testamento de Enrique VIII. El consejo eligió a Edward Seymour, como lord protector del reino. En la eventualidad de que Eduardo no tuviera hijos,
sería sucedido por la hija de Catalina de Aragón y Enrique VIII, María Tudor y si ésta a su vez no tenía descendencia, la corona real la heredaría la hija de Ana
Bolena, Isabel. Finalmente, si Isabel moría sin descendencia sería sucedida por los descendientes de María Estuardo, prima del rey Enrique VIII.

4.-Eduardo VI y Maria Tudor: la ambivalencia confesional

EDUARDO VI (se impuso el protestantismo)


A la muerte de Enrique VIII le sucedió en el trono su hijo Eduardo, de 9 años; por eso tuvo que gobernar su tío Edward Seymour, duque de Somerset y
conde de Hetford, y John Dudley, duque de Warwick, como regentes.
En este periodo se intentó superar la fase cismática por programas de reforma netamente protestantes, tendiendo la iglesia anglicana a identificarse con
las corrientes calvinistas. Es preciso distinguir dos etapas en este reinado:
1. 1547-1549 : periodo de Edward Seymour, duque de Somerset como regente: siguió la política religiosa de Enrique VIII. Su política fue moderada,
pero se vio obligado a dimitir ante determinados levantamientos sociales católicos.
2. 1549-1553 : periodo de John Dudley, duque de Warwick. La Reforma tomó nuevos rumbos, más radicales. Coincidió con el declive del catolicismo
romano en Inglaterra. Se impuso una nueva liturgia sobre la comunión, el Parlamento votó la quema de imágenes y libros litúrgicos antiguos, así como la
condena de los disidentes religiosos (católicos romanos, anabaptistas y heterodoxos). Consiguió desprestigiar al duque de Somerset hasta que logró que lo
ejecutaran. Esta radical reforma se vio cortada por la muerte del rey a los 15 años de edad.

MARIA I TUDOR (se restauró el catolicismo)


La sucesión recayó en su hermana María, hija de Catalina de Aragón. Aunque nada más entrar en Londres afirmó no tener intención de oprimir o forzar las
conciencias de sus súbditos, resultaba clara la intención de la reina de implantar el catolicismo. Se derogaron las leyes dictadas en los reinados de Enrique
VIII y Eduardo VI, si bien no se llevó a cabo ninguna persecución. Pero tras el matrimonio de María con Felipe II, la imposición del catolicismo se realizó de
manera intransigente: los altos cargos fueron ocupados por católicos y se persiguió con saña a los protestantes. Aunque Inglaterra era tan católica como
antes de Enrique VIII, el régimen impuesto había destruido toda posibilidad de que Roma volviera a regir algún día la Iglesia de Inglaterra.
El odio al catolicismo y el ascendiente de la Monarquía Hispánica se combinaron con la reacción contra la persecución para empujar a la sociedad inglesa a
romper con su pasado inmediato.

5.- El reinado de Isabel I (1558-1603): Anglicanismo y orden parlamentario


Isabel, hija de Enrique VIII y Ana Bolena, subió al trono inglés a la muerte de su hermanastra María Tudor. La situación estaba marcada por una crisis:

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TEMA 8.- INGLATERRA. CENTRALIZACION POLITICA Y REFORMA


religiosa, dinástica y bélica. Después del cisma religioso protagonizado por Enrique VIII, los reinados de sus hijos supusieron cambios radicales: en el
reinado de Eduardo VI se impuso el protestantismo, mientras que en el de María se restauró el catolicismo, por lo que se dudaba de la política religiosa que
seguiría la nueva reina. La situación dinástica tampoco era sencilla, Isabel era soltera y se planteaba como problema inmediato su matrimonio y sucesión.
Además María, reina de Escocia, reclamaba el trono como descendiente de Enrique VII.
La cuestión se complicaba con el enfrentamiento con Francia, dadas las estrechas relaciones entre Escocia y la corte francesa. Era difícil predecir que se
iniciaba un largo y estable reinado. Esta estabilidad fue el resultado de la habilidad de la reina y del deseo de paz de la mayoría de la clase dirigente, sólo una
minoría de exaltados religiosos, tanto católicos como protestantes, se opondrían abiertamente a la política isabelina, caracterizada por el conservadurismo
y el autoritarismo.
La cuestión más urgente al inicio de su reinado era fijar la orientación religiosa del reino. Como no se consideraba conveniente el pluralismo religioso,
debería proponerse un modelo de fe y de Iglesia que fuera aceptable para la mayoría de los ingleses.
– Sentimiento mayoritario del pueblo inglés: estaba en la línea dogmática y eclesial fijada por Enrique VIII (mantenimiento del dogma católico pero
separación de la Iglesia anglicana de la obediencia a Roma).
– Postura de la reina: claramente protestante, por lo que el problema era cómo establecer el protestantismo sin provocar conflictos civiles graves.

Anglicanismo
En 1559 logró que el Parlamento, no sin la resistencia de los lores, aceptara las Actas de Supremacía y Uniformidad: Isabel era nombrada “gobernadora
suprema” de la Iglesia de Inglaterra y debía ser expresamente reconocida como tal por todos los clérigos, oficiales reales y estudiantes universitarios.
Era obligatorio asistir a misa los festivos, aunque fue más problemático fijar el marco litúrgico: Isabel era protestante moderada, pero se vio obligada a
aceptar la postura litúrgica más radical de sus consejeros. No introdujo modificaciones en el modelo eclesial, que siguió siendo jerárquico y con obispos.
Otro problema era el de la sucesión. El matrimonio de Isabel se convirtió en asunto de Estado y provocó grandes tensiones. Isabel consideraba que la
decisión era prerrogativa regia y no debía estar sometida a la discusión parlamentaria. Temía perder poder, ya que si se casaba con un noble inglés las
facciones rivales se sentirían agraviadas y si lo hacía con un príncipe extranjero vincularía la política inglesa a otra potencia. Su resistencia a designar sucesor
se debía a la misma causa, ya que podría convertirse en un foco de tensiones cortesanas.
Isabel gobernó de forma autoritaria ayudada por un consejo privado seleccionado por ella. El consejo proponía las líneas de acción política, pero era la
Reina quien tenía la decisión final. La corte isabelina se caracterizó por un alto grado de consenso y bajo nivel de conflicto entre las facciones, tanto por la
homogeneidad protestante de los cortesanos como por el deseo de evitar las tensiones del reinado de Enrique VIII. La estabilidad provino también de la
continuidad en el control de los altos cargos por las mismas familias, a lo que contribuyó la separación entre la casa real y la Corte.

El Parlamento, con sus dos cámaras (la de los Comunes y la de los Lores), era una pieza clave de la política inglesa. En época de Isabel I se consideraba que la
soberanía residía en la unión del rey y el Parlamento. Los momentos de tensión de esta época se debieron al deseo del Parlamento de ser consultado sobre
los temas importantes y por el celo con el que la reina defendía sus prerrogativas. Isabel distinguía entre materias de la commonwealth, que podían ser
discutidas a propuesta de los parlamentarios, y materias de estado, que sólo podían tratarse con su aprobación (cuestiones religiosas, su matrimonio, su
sucesión y la política exterior). Otra de las razones de intranquilidad se debió a la evolución de la política exterior. La principal amenaza a comienzos de su
reinado se debió a los vínculos familiares entre Francia y Escocia, pero el mutuo temor a la hegemonía francesa aproximó inicialmente los intereses de
Isabel y Felipe II. Su repugnancia ante la desobediencia contra la autoridad la hizo ser especialmente cauta en su apoyo a los rebeldes de los Países Bajos, a
pesar de las simpatías confesionales de los ingleses. Pero finalmente su papel de defensora del protestantismo le sirvió de paraguas ante las críticas
internas, siendo presentada como una heroica y virtuosa defensora de la verdadera fe frente al papismo. Esta exaltación final de Isabel contrasta con las
críticas que recibió al modelo eclesial establecido a comienzos de su reinado.

Puritanismo
El puritanismo no debe ser considerado como una doctrina contraria al anglicanismo, sino un movimiento dentro de la iglesia anglicana que quería una
piedad y una organización eclesiástica más acordes con las directrices calvinistas. Las pretensiones básicas eran depurar la liturgia para adaptarla al modelo
reformado e incrementar la instrucción doctrinal y la disciplina moral en las parroquias. Los más radicales, los presbiterianos, querían además abolir el
episcopado y el sistema jerárquico e instaurar una organización con participación de los laicos que partiera de las parroquias (presbíteros). El desafío
puritano se manifestó en diversos episodios. El primero (1565) fue la querella sobre las vestimentas eclesiásticas, al negarse algunos clérigos a llevar
vestiduras distintivas, pero la reina mantuvo la obligación de llevar al menos el sobrepelliz y persiguió a los disidentes. La ofensiva presbiteriana en el
parlamento arreció entre los años setenta y ochenta, los presbiterianos reclamaban mejores ministros para instruir al pueblo, una reforma de la liturgia
sacramental y una reorganización de la Iglesia, la Reina no estaba dispuesta a aceptar modificaciones sobre lo establecido y se opuso a las reformas,
llegando incluso a obligar a retirarse al arzobispo de Canterbury; su sucesor, el arzobispo Whitgift, llevó a cabo una campaña obligando a los clérigos a
manifestar su conformidad con el sistema religioso establecido. Las duras críticas a los obispos hicieron decaer las simpatías puritanas de las élites, al
tiempo que se incrementaba la propaganda a favor de la iglesia oficial.

Católicos
El paso de un estado católico a uno protestante llevado a cabo por Isabel atravesó por algunos momentos difíciles. En los primeros años de su reinado la
mayoría era católica, y muchos clérigos de esta confesión siguieron ejerciendo su ministerio bajo el amparo de los nobles conservadores. Fueron pocos los
recusantes que se negaron a aceptar el Cata de Supremacía y a acudir a la iglesia anglicana, y en cualquier caso la reina no tuvo intención de perseguirlos,
confiando en que el tiempo acabaría disolviendo los residuos del catolicismo. Un paso importante en el proceso fue la sustitución de los obispos católicos
por los protestantes , lo que acabaría con el clero católico en Inglaterra. Para paliar esta carencia católica, se creó el seminario de Douai en los Países Bajos
españoles, destinado a mantener la fe entre los ingleses.
Otro desafío peligroso fue la presencia en Inglaterra de la reina de Escocia, María Estuardo, que había sido obligada a abandonar el trono. En torno a ella se
van a centrar una serie de conspiraciones que aúnan las esperanzas de restauración del catolicismo con un cambio dinástico.
Se produjo la rebelión de los señores del norte, encabezada por el duque de Norfolk, en la que participaron diversas facciones cortesanas descontentas;
pero el plan fue descubierto y los conspiradores arrestados, pero los señores católicos se sublevaron en sus dominios del norte en defensa del catolicismo.
La rebelión fue sofocada y sus cabecillas se refugiaron en Escocia. La tensión religiosa aumentó a raíz de la excomunión de la reina Isabel por Pío V.
La Cámara de los Comunes quiso endurecer las penas contra los recusantes, pero la reina se negó, aceptando solo que se condenara como traidores a los
que la tacharan de hereje, negaran su derecho al trono o tuvieran en su poder la bula papal o cualquier objeto de devoción católico, como el rosario.
Es decir, la bula de excomunión empeoró la situación de los católicos ingleses, sin lograr el objetivo de promover una revolución contra la Reina.

Sí se produjo un nuevo intento de restauración del catolicismo en el que estaban implicados Norfolk y María Estuardo, que fueron ejecutado y encarcelada,
respectivamente. El efecto de los predicadores de Douai se dejó sentir, con un aumento de los recusantes. La actuación de los misioneros se vio dificultada
por la presión política y militar de los líderes católicos, Felipe II y el Papa, en contra de Isabel. El Parlamento quiso acabar con los recusantes, pero una vez

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TEMA 8.- INGLATERRA. CENTRALIZACION POLITICA Y REFORMA


más Isabel orientó las medidas al ámbito político: se condenaría por traición a quien convirtiera a alguien al catolicismo, si éste negaba la obediencia a la
Reina, y se endurecieron las penas contra los que no acudieran a las iglesias anglicanas. En la práctica sólo se podía ser católico de forma oculta y
practicando exteriormente el anglicanismo. Las conspiraciones católicas continuaron tejiéndose en torno a María Estuardo y contando con el apoyo
español, hasta que en 1587 Isabel tuvo que aceptar la ejecución de la reina de Escocia. Su desaparición, junto con el fracaso de la Armada Invencible (armada
de Felipe II), hizo disminuir la presión católica, perdurando sólo lo que se conoce como “catolicismo señorial”.
Los últimos años del reinado de Isabel I se caracterizaron por la lucha de las facciones de la corte, la oposición del parlamento y el malestar económico del
reino (crecimiento demográfico + malas cosechas, desempleo, pobres y vagabundos). Se creó la Ley de Pobres, que sacaría sus fondos de una tasa
obligatoria establecida con carácter general. El Parlamento desarrolló una política contraria a los monopolios comerciales con que la Reina favorecía a sus
servidores, lo que la obligó a cancelar la mayoría de las concesiones. El problema mayor fue la lucha entre facciones, que culminaría con la rebelión de Essex
en 1601. El conde de Essex se convirtió en el favorito de la reina en un momento de vacío político por la muerte de los dirigentes más ancianos. Essex quiso
convertirse en cabeza indiscutible de la Corte, era partidario de una activa política en contra de España y participó en expediciones militares en Francia y en
el asalto de Cádiz. Fue nombrado lugarteniente de Irlanda, pero el miedo a que su alejamiento de la corte favoreciera a sus rivales se presentó de improviso
ante la reina, lo que le hizo caer en desgracia y perder sus concesiones comerciales. Agobiado por las deudas y ávido de poder, preparó un levantamiento
para hacerse con la Corte, pero su complot fue descubierto; Essex fue ejecutado; su principal rival, Rober Cecil, logró entonces el control casi absoluto de la
Corte. Isabel murió el 24 de marzo de 1603; le sucedió Jacobo, hijo de María de Escocia.

6.- Economía y sociedad en la Inglaterra de la temprana Edad Moderna

Progresos económicos
Gracias a la paz, Inglaterra realizó notables progresos económicos. El reino seguía estando poco poblado (4.000.000 de hab.), pero el desarrollo de la
industria y el comercio desempeñó un papel estimulante. El auge de la pañería y de la demanda de lana fue responsable de la aparición de un fenómeno que
iba a tener gran importancia en la historia inglesa: el de las enclosures (cercados). Los propietarios rodeaban sus tierras de cercas para dedicarlas al pasto
para criar ovejas. El período isabelino se caracterizó por un notable auge económico del país. El enorme botín conseguido entonces gracias a la actividad
pirática enriqueció a un pequeño número de empresarios y capitalistas, así como a los capitanes corsarios, pero estimuló la economía de todo el país,
contribuyendo a una amplia difusión de la prosperidad. En cambio, después de 1593, la reacción de España, que disminuyó mucho las ganancias del corso,
las tasas de guerra, las malas cosechas en cadena y la peste, se conjugaron para provocar una coyuntura adversa que se prolongó hasta la muerte de la
reina. Pero el balance del reinado siguió siendo, en materia económica, ampliamente positivo. La Inglaterra isabelina seguía siendo, en lo esencial, un país
rural, lo que no es sorprendente, pero las ciudades se desarrollaban y el crecimiento de Londres aparece como un fenómeno extraordinario.
Esta época contempla una notable expansión de industrias, que, dispersas a través de los campos, no van más allá de las necesidades locales.

Una nueva sociedad


Desde el fin de la guerra de las Dos Rosas, la monarquía inglesa se había convertido en la mayor propietaria del reino gracias a las confiscaciones y a las
tierras sin herederos a causa de la extinción de numerosas familias. Sus dominios crecieron desmesuradamente a causa de la confiscación de los bienes de
los monasterios. Enrique VIII vendió o regaló aproximadamente los dos tercios de las tierras así recuperadas.
Creó, pues, una nueva aristocracia, de alguna forma deudora suya y que le debía su elevación, pues, abstracción hecha de los simples regalos, las
condiciones de venta fueron excepcionalmente ventajosas. Así se engrandecen las nuevas familias que van a componer la aristocracia Tudor, prolongada en
muchos casos bajo los Estuardo. Los grandes señores del Norte, que habían seguido siendo católicos, desataron a su vez numerosas sublevaciones. La
nueva aristocracia, mucho menos enraizada en la historia, y cuyas relaciones afectivas con el campesinado son débiles, depende mucho más del favor real y
de los cargos públicos. No rechaza tampoco las empresas especulativas. Sin embargo, esta época favorece el ascenso de la gentry (caballeros, y, sobre todo,
escuderos o squires y gentilhombres), nobleza rural que aprovecha la adquisición a buen precio de las tierras monásticas, las transformaciones de la
economía agraria y que, a veces, tiene intereses en la industria textil o en el comercio de largo alcance.
La orientación de la agricultura hacia la cría de ganado lanar para satisfacer la creciente demanda de lana, el auge de la industria textil rural, que escapa de
los reglamentos de las corporaciones; la destrucción de los monasterios y de algunas de sus fundaciones de asistencia crean ciertas tensiones sociales
después de 1530. Los artesanos de las ciudades, muy organizados en guildas o corporaciones, ven limitados sus beneficios por la competencia de las
industrias rurales o de las compañías de monopolio. Un cierto número de campesinos es despojado de sus tierras a pesar del esfuerzo del gobierno para
garantizar la seguridad, y los jornaleros de algunos condados de los Midlands pierden su trabajo a causa del movimiento, aún limitado, de las enclosures,
precisamente en el momento en que los pobres pierden la ayuda de los conventos. No es, pues, extraño que estallen algunas revueltas, en las que a veces
se mezclan motivos religiosos o políticos. El Estado intentó resolver estos problemas promulgando las primeras leyes de los pobres.
A finales del s. XVI, Inglaterra conoce un verdadero auge urbano, cuyo principal protagonista fue Londres. Pero también se desarrollaron notablemente
otras ciudades, como Bristol, York o Norwich. Además, determinado número de pueblos comenzaban a convertirse en pequeños centros industriales cuya
población aumentaba y que se debatían entre los problemas de una primera revolución industria En las ciudades que tenían estatuto de villa el creciente
poder de los comerciantes les permitió adueñarse de los consejos municipales, cuyas atribuciones eran considerables, ya que se situaban por encima de
todos los funcionarios reales. Los aldermen o mayors se reclutaban casi únicamente entre estos comerciantes, entre los hombres de leyes y los
terratenientes, excluyendo a los artesanos y trabajadores.
Se produce por tanto en algunos sectores de la sociedad un gran enriqueciemto: donde se afirma el gusto por el lujo y los deseos de disfrutar, y que abarca
también lasmdiversiones. Esto conoce, sin embargo, la oposición de la pasión puritana de las clases trabajadoras de la nación: yeomen, artesanos, pequeños
comerciantes, que predican el temor de Dios y la ascesis, ahí se encuentra, sin duda, un poderoso germen de división para el futuro. Pero los progresos del
país y su enriquecimiento desarrollaron también en Inglaterra una orgullosa conciencia del poder nacional. Después del desastre de la Armada Invencible se
empezó a soñar con el hundimiento de España y el advenimiento de su país al “leadership” mundial. En este sentido, el puritanismo fue un incentivo más:
concibió la predestinación en un plan nacional.

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TEMA 9.- OTROS ESTADOS EUROPEOS

1.- El imperio comercial y la crisis dinásticas de Portugal

Portugal pasó a ser, hasta al menos 1530, el primer imperio de dimensiones planetarias, basado en una importante fuerza naval, que le proporcionó una
potencia económica incluso superior a la de España y hasta 1550 a la de Inglaterra.
Desde la segunda mitad del siglo XVI decayó, en gran parte por la aparición de competidores y la limitación que para el desarrollo de sus actividades
militares, comerciales e industriales supuso disponer de escasos efectivos poblacionales. Portugal había escapado al régimen feudal, lo que permitió que el
Estado se hiciera con todo el poder y el rey ejerciera la justicia suprema. Como gran propietario, pagaba los servicios militares de sus propietarios nobles, los
fidalgos. De este modo, la autoridad real fue más precoz que en otros lugares de Europa. Asimismo se desarrolló una marcada conciencia nacional a raíz de
las luchas contra los moros, la conciencia de su propia lengua y la victoria en Aljubarrota sobre Castilla, en 1385. Desde este momento arrancó la dinastía Avís,
que se mantendría hasta 1580 pero que alcanzó ya en su inicio un gran desarrollo y poder, especialmente con Juan I y Juan II. Este poder se apoyó, además,
en un fisco productivo en forma de sises, impuestos indirectos sobre todas las ventas y las compras.

El Portugal del siglo XV era un pueblo de campesinos, marinos y soldados donde el déficit de cereales obligó a dirigir la mirada hacia el mar. Las empresas
africanas portuguesas eran necesarias debido a la carencia de oro que sufría el reino; además, la insuficiencia monetaria y el aumento demográfico
obligaban a la puesta en cultivo de nuevas tierras con las que satisfacer la demanda cerealista en el inmediato continente africano, de donde se podía
obtener, además, la mano de obra esclava necesaria. El incremento de recursos pesqueros y la obtención de productos más o menos exóticos se sumaban a
las razones anteriores para explicar estas empresas.
El verdadero organizador e inspirador de los grandes descubrimientos lusitanos del s.XV fue el infante Enrique el Navegante. Fases:
– Inicio de la expansión lusitana, puede fijarse en la conquista de Ceuta (1415), lo que aseguraba la presencia portuguesa en el Magreb,
incrementaba las tierras para uso agrícola y permitía el acceso a los mercados áureos del norte de África.
– Desde aquí, las expediciones lusitanas, investidas con el espíritu de la Cruzada, continuaron no sólo bordeando la costa africana hasta el Cabo
Bojador, sino estableciéndose en las islas atlánticas de la Madera y de los Azores. El descubrimiento de “la Volta”, que permitía regresar a Portugal
aprovechando el régimen de los alisios, permitió continuar más allá del Cabo Bojador y llegar hasta el Golfo de Guinea y Cabo Verde, donde terminaría la
segunda etapa de la expansión lusitana, cuyo logro más notable fue el establecimiento de la factoría de Arguín, enclave estratégico que permitiría a los
portugueses entrar en contacto con los circuitos caravaneros que los relacionarían con Tombuctú, importante núcleo mercantil islámico.
– La tercera etapa llevaría la expansión africana desde Cabo Verde hasta el cabo de Santa Catalina en una serie de avances irregulares con
frecuentes periodos de detención. Llegaron a la Costa de Oro (Ghana) donde levantaron la fortaleza de La Mina, emporio mercantil del oro que afluía de
todo su entorno. En esta etapa se descubrieron también las islas de Santo Tomé, Anno Bom, San Antonio o del Príncipe y Fernando Poo.

La culminación del horizonte africano habría de esperar a la finalización del enfrentamiento bélico entre Castilla y Portugal debido a la guerra de sucesión a
la corona de Castilla. Sólo tras la conclusión del Tratado de las Alcaçobas (1479) se reanudarían las expediciones que llevarían a los portugueses al océano
Índico (1499). El primer hito de esta etapa se debe a Diogo Cao, que en viajes sucesivos entraría en contacto con el Imperio congolés y alcanzaría lo que
actualmente es Ciudad del Cabo. El descubrimiento del paso hacia Oriente se debe a la expedición de Bartolomé Dias, que cruzó en 1487 el Cabo Tormentario;
el camino hacia las Indias estaba expedito, pero pasarían aun ocho años hasta que la expedición de Vasco de Gama utilizara esa ruta.
En 1498 Vasco de Gama alcanzó Calcuta. La rapidez con la que se llevó a cabo el descubrimiento del Océano Índico se debió a que aprovecharon las
aportaciones de otras culturas, como pilotos árabes, guyeratos y malayos.

El segundo viaje de Vasco de Gama tuvo como fin la conquista y organización de los territorios alcanzados, la construcción de factorías en la costa oriental
de África (Sofola y Mozambique) y el control sobre las poblaciones rebeldes.
En 1511, Alburquerque tomó Malaca, primera plaza del comercio del Índico y llegó a las Malucas, una zona con gran producción de especias. Al tiempo de
alcanzarse la India, Cabral descubrió Brasil en 1500. En este caso, los portugueses necesitarán medio siglo para la exploración del continente americano y
sus límites y convertir Brasil en la única colonia verdadera de población portuguesa.
El imperio portugués fue eminentemente comercial, al apropiarse de la ruta de las Indias dominaron las importaciones hacia Europa de productos como la
seda, las piedras preciosas y sobre todo de las especias asiáticas, a cambio llevaron los productos manufacturados europeos, como armas y objetos de oro y
plata, además, reemplazaron a los árabes como intermediarios en la India.
El hecho de que el rey de Portugal se convirtiera en el mayor capitalista de su imperio supuso la creación de factorías del Estado, las más importantes en
Cochín, Kulam, Cannanore, Calicut, Calita y Mondadore. La construcción de importantes factorías especieras respondía a los inconvenientes derivados de la
navegación desde Portugal, se trataba de desarrollar un mercado intermedio que acercase las especias al comprador occidental.
En la segunda mitad del s. XVI los portugueses incrementarían notablemente las rutas comerciales en la zona, dando prioridad a la del golfo Pérsico sobre la
del Mar Rojo. Estos beneficios explican bastante satisfactoriamente el apogeo portugués, que corresponde a los reinados de Manuel I el Afortunado y de
Juan III. Es la gran época del Estado portugués moderno, “imperial, mercantilista y emprendedor”. El soberano puede dedicarse al mecenazgo, actividad de
la que procede la expresión “estilo manuelino”, aplicada a numerosos monumentos de Lisboa de esta época.

El enfrentamiento entre las coronas española y portuguesa por la presencia de ambas en el Maluco alcanzó su punto álgido cuando una expedición lusa se
estableció en la isla de Ternate, desalojando a los españoles. Compromisarios de ambos reinos se reunieron en 1524 una comisión de expertos dictaminó
acerca de la delimitación de territorios de España y Portugal en la Especiería. Esto no evitó diversos enfrentamientos entre las flotas de ambos países hasta
que Carlos I concertara una paz pública de una guerra secreta, cediendo los derechos españoles a Portugal a cambio de una compensación monetaria.
En la segunda mitad del siglo XVI Portugal detentaría con relativa tranquilidad su posesión de la Especiería, pero tras su inclusión en la Monarquía Hispánica
de Felipe II los holandeses decidieron desmantelar el monopolio especiero de Portugal, objetivo que lograrían en los primeros años del s. XVII.
La crisis dinástica fue provocada por la muerte de Juan III, sin dejar ningún hijo vivo. Los matrimonios de diversas princesas con castellanos, aragoneses y,
viceversa, fueron consecuencia de la anexión de Portugal por parte de Felipe II de España tras la prematura muerte del heredero de Juan, su nieto Sebastián,
seguida de la muerte de su tío-abuelo el cardenal Enrique I, heredero de Sebastián. Sebastián era sobrino de Felipe II, su madre Juana de Austria era
hermana de Felipe e hija de Carlos I.

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TEMA 9.- OTROS ESTADOS EUROPEOS


2.- El Acta de Abjuración y la génesis de la república holandesa
El Acta de Abjuración de 1581 es la declaración de independencia formal de las provincias del norte de los Países Bajos de su obediencia al rey Felipe II.
Tras el estallido de la rebelión de los Países Bajos en 1564 y el inicio de la guerra de los Ochenta Años, el Acta de Abjuración representa el punto de no
retorno en la rebelión, tras el cual ya no hay acuerdo posible entre los rebeldes holandeses y la corona española. La Guerra de los Ochenta años o Guerra de
Flandes fue una guerra que enfrentó a las 17 Provincias de los Países Bajos contra su soberano, el rey de España, con el fin de conseguir la independencia.
La rebelión contra el monarca hispánico comenzó en 1568 y finalizó en 1648 con el reconocimiento de la independencia de las siete Provincias Unidas, hoy
conocidas como Países Bajos. Las provincias de Brabante, Güeldres, Zutphen, Holanda, Zelanda, Frisia, Malinas y Uttrech, anularon en los Estados Generales
de los Países Bajos, su vinculación con el Rey de España Felipe II, mediante esta Acta, y eligieron como soberano a Francisco de Anjou.
La asamblea determinó que el rey debía servir a sus súbditos y respetar sus leyes y tradiciones, y en caso contrario, el pueblo tenía derecho a elegir a otro
gobernante. Pero Felipe II no renunció a esos territorios, y el gobernador de los Países Bajos Alejandro Farnesio, inició la contraofensiva y recuperó a la
obediencia del rey de España Felipe II de gran parte del territorio, especialmente tras el asedio de Amberes, pero parte de ellos se volvieron a perder tras la
campaña de Mauricio de Nassau.
Antes de la muerte del Rey de España, el territorio de los Países Bajos, no pasó a su hijo Felipe III, sino conjuntamente a su hija Isabel Clara Eugenia y su
yerno el archiduque Alberto de Austria por el Acta de Cesión. Los tratados de paz con Francia y con Inglaterra y el agotamiento por la guerra llevaron al
establecimiento de la tregua de los doce años, que se firmó en Amberes entre la Monarquía de Felipe III, los archiduques y la República holandesa, que
supuso un significativo paréntesis en la Guerra de los Ochenta Años (1568-1648), proceso de separación de las Diecisiete Provincias de los Países Bajos entre
las que se mantuvieron leales a la Casa de Austria y las que acabaron articulando su independencia en un régimen confederal y republicano.
Muere el archiduque Alberto sin haber tenido descendencia, y por el Acta de Cesión, la pretendida soberanía sobre las 17 provincias (de hecho la parte sur
solamente), pasó al rey de España y sobrino de Isabel Clara Eugenia, Felipe IV, lo que coincidió con el final de la tregua, y el comienzo de la Guerra de los
Treinta Años. Finalmente, tras una guerra infructuosa, en el tratado de Münster, España reconoció la total independencia de la República de las Provincias
Unidas y el Rey eliminó de su intitulación Conde de Holanda, Zelanda y Zutphen, Señor de Frisia y de las ciudades, pueblos y tierras de Utrech, Overijssel y
Groninga. Con este acto España reconocía definitivamente la extinción de las Diecisiete Provincias.

3.- Las monarquías nórdicas: El fin de la Unión de Kalmar y la reforma


Hasta comienzos del s. XVI, las coronas de Dinamarca, Noruega y Suecia formaban la Unión de Kalmar, aunque cada país tenía plena autonomía. El reino
nórdico no llegó a consolidarse, debido al recelo de la aristocracia sueca hacia Dinamarca, que ejercía de potencia dominante dentro de la Unión.
Tras varias revueltas de los suecos, se disuelve en 1523 con la elección de Gustavo Vasa como rey de Suecia. Dinamarca y Noruega.
El rey Cristián II pretendió romper las condiciones de Kalmar, lo que provocó una sublevación general y el fin de la unión. A partir de este momento se
sucede una etapa de inestabilidad.

Es elegido rey de Dinamarca Federico I. Al año siguiente fue reconocido por Noruega, pero, a su muerte, el rey destronado Cristián II y el hijo de Federico,
Cristián III, se disputarán el trono danés. En 1537 fue coronado Cristián III que murió en 1559. Le sucedió Federico II.
Como en Polonia, la monarquía y la nobleza constituían las grandes fuerzas del país, especialmente tras la Reforma. El triunfo del luteranismo a partir de
1536 permitió el reparto de las tierras de la Iglesia, en torno al tercio del total, entre el rey y los nobles. Pero a diferencia de Polonia, la corona danesa
disponía de muchos más recursos económicos lo que le daba un mayor poder. La nobleza formaba una sociedad cerrada que monopolizaba los cargos
administrativos y utilizaba su hegemónica posición para someter al campesino, que vio gravemente deteriorada su condición jurídica y su situación
económica con nuevas y pesadas cargas, aunque no llegó al extremo de su homónimo polaco. La pequeña nobleza vivía al amparo de este sistema, que no
dudaba en apoyar y defender, mientras que los burgueses permanecerán al margen del mismo hasta mediados del s. XVII.
Dinamarca y especialmente su monarquía contarán con otro recurso económico excepcional: el peaje del Sund, que proporcionará ingresos cuantiosos,
todo ello permite a la monarquía disponer de un potencial excepcional que utilizará en crear una administración central y su funcionariado, en organizar la
navegación creando un código marítimo y en engrandecer sus ciudades.
Federico II pudo con sus barones controlar Noruega, cuya autonomía fue respetada. Noruega, diezmada por la peste negra y desprovista de nobleza, era
un pueblo de marinos, pescadores y habitantes de los bosques sin pretensiones marítimas.
En 1593, cuando Cristián IV empieza su reinado, Dinamarca se ha convertido en la primera potencia del norte. El auge del comercio por el Báltico permitió
que el peaje del Sund proporcionara los dos tercios de los ingresos del Estado, y dio al monarca un extraordinario potencial.
Suecia había protagonizado varias revueltas con el propósito de romper la Unión de Kalmar. De los tres socios, los suecos nunca se habían sentido
identificados con la Unión. La torpe política de Cristián II favoreció sus propósitos de romper con un statu quo con el que nunca habían estado de acuerdo.

Independencia de Suecia como rey de Suecia a Gustavo I Vasa, uno de los responsables de la sublevación de Dalecarlia, aunque no pudo consolidarse en el
poder. Durante unos años debió hacer frente a los partidarios de Cristián II y a otra serie de rebeliones protagonizadas por la aristocracia, el campesinado y
el clero. Sólo después de 1532 pudo desarrollar su plan de gobierno. Creó una administración central mientras hacía sentir la presencia real en las provincias
a través de representantes, con frecuencia burgueses, enviados desde la corte. Impulsó la Reforma protestante, que le permitió quedarse con las tierras de
la Iglesia aproximadamente el 20 % del total, y con ellas gozar de unos recursos que le garantizaban un poder real fuerte. Suecia experimentó un notable
crecimiento económico y una presencia cada vez mayor en el comercio exterior con la exportación de hierro, cobre, mantequilla y pieles. Sin embargo, su
desmedida presencia exterior y sus debilidades internas le impidieron desempeñar un papel importante en la región hasta el s. XVII. Los descendientes de
Gustavo Vasa practicaron una política exterior ambiciosa que hipotecaron durante años el futuro de la monarquía y de la propia Suecia.
Erik XIV se enfrentó a Dinamarca y Polonia en la llamada guerra de los Siete Años (1563 – 1570). Fue destronado por la nobleza, que nombró en su lugar a su
hermano Juan, duque de Finlandia, que reinó como Juan III. El nuevo rey tuvo que recompensar a la nobleza confirmándole sus privilegios y liquidar la
política de su hermano. En el interior, los avances de la Contrarreforma apoyada por Juan III provocaron la división del país a favor del monarca o de su
hermano Carlos, quien acabó venciendo Primero se enfrentó a su rey y más tarde a su sobrino Segismundo, rey de Polonia. Se proclamó rey en 1600.

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TEMA 9.- OTROS ESTADOS EUROPEOS


4.- La dinastía de los Jagellón: orden estamental e identidad religiosa en Polonia y el Gran Ducado de Lituania
Desde fines del s. XIV, tras la extinción de la dinastía nativa, la familia de los Jagellones, que eran duques de Lituania, ocuparán el trono polaco hasta 1572.
Se puede fijar el inicio de la Edad Moderna en Polonia en 1492, con la muerte de Casimiro IV, que había conseguido reducir el poder de la Orden Teutónica y
encontrar una salida al Báltico. Previa elección, le sucedieron sus hijos Alberto y Alejandro, Segismundo, hijo de Alejandro, y Segismundo II Augusto, hijo de
Segismundo, con el que se extinguió la dinastía de los Jagellones.
Los polacos buscaron un sucesor, que, después de numerosas intrigas, encontraron en Enrique de Anjou, pero éste apenas había aceptado y tomado
posesión del trono cuando lo abandonó por el de París. De nuevo se abría paso un interregno, pero ahora fue elegido Esteban Bathory.
Polonia, Lituania y las tierras de la Orden Teutónica, que se extendían entre Polonia y el Báltico, apenas tenía otro lazo en común que la monarquía. Por el
contrario, sus diferencias eran notables y se extendían al mundo de la cultura e, incluso, de algo tan importante para la época como la religión.
– Polonia era cristiano – romana, tenía universidades y el latín era manejado por las gentes cultas.
– Lituania era ortodoxa, sin apenas influencia occidental y con una presencia urbana mínima.
– Los caballeros teutónicos eran germanos. En 1525, Alberto de Hohenzollern – Anspach, su gran maestre desde 1510, abrazó el luteranismo pero
mantuvo su fidelidad al rey polaco, que era católico.

Con la conversión al protestantismo del gran maestre, desapareció la vieja orden militar teutónica y emergió Prusia , que iba a tener un enorme
protagonismo en la historia de Europa. Con la fidelidad como único nexo, los dominios de la monarquía polaca eran impresionantes. Semejante territorio
carecía de las condiciones necesarias para jugar en la Europa del s. XVI el papel que cabría atribuirle por su extensión. Con una débil presencia urbana y una
insignificante burguesía, la sociedad polaca estaba dominada por una abrumadora presencia de la nobleza. El carácter electivo de la monarquía y el peso de
la aristocracia, que utilizó los interregnos para incrementar sus prerrogativas políticas a costa de las del príncipe, debilitaron el poder real hasta convertir al
monarca en una mera figura decorativa, por eso, algunos historiadores han definido a Polonia como república aristocrática, otros más prudentes, hablan de
equilibrio entre la monarquía y la nobleza durante el reinado de los Jagellones, para después hablar ya sin reparos de anarquía nobiliar. Limitada política y
económicamente, el poder y la autoridad de la monarquía d prestigio de sus titulares, como ocurrió con los Jagellones, quienes pudieron hacer frente con
relativo éxito a los desafíos exteriores representados por los rusos y turcos, y fijar el rumbo de los destinos de la Europa oriental. Pero todo fue un
espejismo, sustentada sobre el caprichoso argumento de la personalidad, una vez que desaparecieron los Jagellones emergió en toda su intensidad la
debilidad constitutiva de la monarquía.

Los nuevos monarcas fueron incapaces de frenar el progresivo desmembramiento de sus dominios a manos de sus poderosos vecinos. La dinastía de los
Jagellones conoció su máximo esplendor a la muerte de Casimiro IV, cuando dos de sus hijos ocuparon los tronos magiar y polaco.
En 1501, por la Unión Perpetua, cada territorio mantendrá su peculiaridad político – administrativa independiente. Los acuerdos hacían muy difícil sumar las
fuerzas de los dos territorios en un objetivo común. Pero éste no era el único aspecto, ni el más importante, que limitaba el potencial de la monarquía. Todo
el aparato institucional estaba monopolizado por la nobleza. El monarca contaba en un principio con un consejo formado por los principales cargos –
canciller, tesorero, mariscal— y por los más importantes de los grandes señores. Este consejo dio paso al Senado, constituido por los grandes señores.
Paralelamente, la pequeña nobleza fue incrementando su presencia en la vida política polaca hasta convertirse en una pieza fundamental en el futuro de
Polonia y de su monarquía, su voto era imprescindible para todo aquello que atentara contra sus privilegios, incluidos los fiscales. Sus delegados formaban
la Cámara de los Nuncios. Senado y Cámara constituían la Dieta, que se ocupaba de discutir y aprobar, si así lo consideraba oportuno, los proyectos que el
monarca pretendía poner en práctica. El poder real estaba tan fuertemente limitado y dependía tan estrechamente de la aristocracia, que ni siquiera podía
contar con un ejército permanente al estilo de las monarquías occidentales. En este proceso de afirmación de la nobleza frente a la corona destacan como
hitos más importantes los siguientes:
– Privilegio de Mielnik , que acrecentó los poderes del Senado. El rey estaba obligado a seguir sus consejos y administrar justicia según su parecer;
en caso contrario quedaba libre de mantener su juramento de fidelidad.
– Nihil Novi: paralelamente, la nobleza se hacía reafirmar sus privilegios y en 1505 Alejandro concedía este estatuto por el que “nada nuevo podrá
ser decretado por nos ni por nuestros sucesores, en materia de derecho privado y de libertad pública, sin el consentimiento común de senadores y de los
nuncios del país”.
– La constitución Laessae Maiestatis, bajo Segismundo I, aseguraba la inviolabilidad de los senadores y de los diputados de la Dieta. El Senado ejerce
el poder real mientras se produce una verdadera abdicación del rey.
– Los Pacta conventa imponen a Enrique de Valois la condición de contar con el Senado para declarar la guerra y firmar la paz, y con la Dieta para
disponer levas en masa, además, debía rodearse de un Consejo de dieciséis senadores y convocar la Dieta cada dos años. Si el rey violaba estas condiciones,
los polacos quedaban libres de toda obediencia.
– En 1592, una Dieta inquisitiva llegó incluso a someter los actos y la persona del rey a un severa encuesta.
Bajo tales condiciones, el futuro de la monarquía y de Polonia dependía de la capacidad del monarca y de su buen entendimiento con la nobleza. Esto
ocurrió durante el mandato de los Jagellones debido al pasado de la monarquía y al prestigio de sus miembros, pero también por la prosperidad que el
comercio de los cereales proporcionaba a los señores. Pero ni la paz ni la prosperidad fueron duraderas. Paralelamente, desde finales del s. XV, la
aristocracia utilizó su poder político para eliminar a una emergente burguesía y erigirse así en dueña de Polonia. La nobleza se declara exenta de los
derechos aduaneros y de las rentas al tesoro, y la burguesía, que se había enriquecido con el comercio de cereales, perdió su derecho a poseer tierras. El
mercado de cereales quedó monopolizado por los servidumbre de la gleba a los campesinos que, hasta entonces, favorecidos por la colonización del
territorio y por la crisis bajomedieval, habían conseguido eludir el vasallaje.

Fue proclamado el principio de libre comercio, con lo que la industria nacional se arruina y los mercaderes, además de tener serias trabas para sus negocios,
tienen prohibido salir al extranjero en busca de mercancías. La última oportunidad de incrementar su poder económico se la ofreció el protestantismo al
permitirle quedarse con las tierras de la Iglesia, el único apoyo de la monarquía. Movida por razones económicas o atraída por la doctrina, la nobleza abrazó
la Reforma, mientras la anarquía dominaba Polonia. Frente al desorden existente reaccionó Segismundo II Augusto, quien frenó la expansión del
protestantismo mientras los jesuitas levantaban colegios en distintas ciudades polacas. También rompió con la Unión Perpetua. Por la paz de Lublin, obligó al
Gran Ducado de Lituania a aceptar un régimen unitario con Polonia, unas mismas leyes y una misma capital en Cracovia.
El ducado de Prusia se ve obligado a aceptar una intervención más activa de Polonia. Pero esta labor terminó con la muerte de Segismundo II Augusto.
Con ella se extinguieron los Jagellones, y, tras el efímero reinado de Enrique de Anjou, fue elegido rey, Esteban Bathory. Con él triunfó definitivamente la
Reforma católica, persiguió enérgicamente a los sediciosos y buscó decididamente el fortalecimiento de la autoridad real. Todo esto terminó a su muerte
con la nueva dinastía sueca de los Vasa, cuyo primer rey sería Segismundo III.

5.- El Imperio bajo las previsiones de la Paz de Augsburgo: orden constitucional y tensiones confesionales
La paz de Augsburgo de 1555 dividía el Imperio de Carlos V en dos confesiones cristianas (luterana y católica) y otorgaba a los príncipes alemanes la

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capacidad de elegir la confesión a practicar en sus Estados (de entre las mencionadas, cualquier otra, como el calvinismo, estaba prohibida).
Los súbditos del mencionado príncipe estaban obligados a profesar la religión que éste eligiera, pero tenían la alternativa de emigrar a otro principado.
Esta paz llegó pese a la victoria de Carlos V en la batalla de Mühlberg de 1547, pero ni esto ni el Concilio de Trento consiguieron acabar con el problema.
También se establece el principio del reservatum ecclesiasticum (reserva eclesiástica), según la cual los príncipes eclesiásticos, arzobispos, obispos o abades
que pasaran al luteranismo, no podían apropiarse los bienes del obispado o abadía y hacerlos hereditarios para la propia familia.
Fueron reconocidas sólo las anteriores a 1552, mientras que los obispados y los bienes católicos secularizados después de 1552 debieron ser restituidos.
Tal cláusula fue muy controvertida y considerada inaceptable por los príncipes luteranos, así que no fue votada en la Dieta, pero fue agregada con una
deliberación del Emperador. El status ambiguo de esta cláusula fue una de las causas de la Guerra de los Treinta Años.
Por su parte, los protestantes estaban muy inquietos por los progresos de la Contrarreforma, principalmente en el Sur del Imperio.
A finales del s. XVI, la rápida extensión del calvinismo en Alemania plantea un arduo problema; el elector palatino lo convierte en religión oficial de sus
Estados, y muy pronto le imitan otros príncipes y ciudades libres. Ahora bien, al ocuparse la paz de Augsburgo exclusivamente de los luteranos, los príncipes
calvinistas no pueden invocar las ventajas que concede y, por tanto, sólo disponen de una tolerancia de hecho; asimismo, exigen una revisión del estatuto
religioso del Imperio, pero al hacerlo no sólo chocan con la oposición de los católicos, sino también de los luteranos. La paz se ve cada vez más amenazada.
En los primeros años del s. XVII se multiplican los incidentes, y la formación de Ligas (la Unión evangélica, protestante, y la Liga Santa, católica: ambas con el
compromiso de ayudar a sus miembros mediante el mantenimiento de un ejército y la búsqueda de ayuda exterior), por ambas partes parece presagiar una
próxima continuación de las hostilidades.

6. Autocracia rusa
Durante la Edad Media, el espacio, inmenso, que más tarde será conocido como Rusia, estaba constituido políticamente por varios principados sometidos a
los khanes tártaros. Sobre esta realidad fue emergiendo lentamente Moscovia.
A mediados del s. XV la autoridad de los grandes duques de Moscú quedó asentada definitivamente. Con los tártaros en decadencia y Lituania a la defensiva,
Iván III el Grande llevó a cabo una fecunda política que le ha valido la consideración de fundador del estado ruso y unificador de la tierra rusa. Su agresiva
política exterior le permitió ampliar considerablemente sus dominios por medio de compras, anexiones, y conquistas, que le proporcionaron los territorios
más importantes: Novgorod, Perm y otros principados menores. En 1480 se liberó definitivamente del yugo tártaro, y en 1503 reclamaba para sí todas las
tierras que habían formado parte del antiguo territorio ruso, que ahora estaban en poder de Polonia– Lituania.
Estaba fijado el camino a seguir por sus sucesores. La expansión territorial fue acompañada por una consciente política de afirmación de su autoridad.

Iván III acentuó las tendencias autocráticas de las que habían dado buena muestra los duques de Moscú, avanzado la configuración de una monarquía que
se diferencia tanto de sus vecinas húngara y polaca como de las occidentales. En esta afirmación de la autocracia influyeron los éxitos exteriores, pero
quizás más el propio Iván, que, siguiendo los principios de gobierno que la tradición y su propio padre, Basilio II, le habían mostrado, se comportó como un
autócrata, cuando para evitar problemas de desmembración, eliminó a sus cuatro hermanos e incorporó sus principados a sus estados. Tampoco tuvo
ningún escrúpulo en permitir que, su nieto Demetrio, muriese en el calabozo.
La doctrina política de la autocracia y su influencia es otro elemento a tener en cuenta. Tradicionalmente se ha considerado que su matrimonio con Zoe
(Sofía en ruso), sobrina de Constantino XI Paleólogo, último emperador bizantino, permitió a Iván reclamar su herencia: las ceremonias de corte, el águila
bicéfala como signo de autoridad y el título de autócrata. Pero nada de eso parece cierto, la doctrina bizantina de la teocracia, que otorga al emperador el
poder supremo del Estado y de la Iglesia, penetró en Rusia con los misioneros procedentes de Bizancio. Fue precisamente la Iglesia ortodoxa rusa quien
apostó decididamente por hacer de los príncipes de Moscú los legítimos herederos de justificaciones de los emperadores bizantinos a los portadores del
nuevo imperio. Iván III recibió el título de autócrata a petición de la Iglesia. También la expresión de toda la Rus’ fue empleada por primera vez por la propia
Iglesia. El metropolitano Zósimo, formuló la idea de nombrar a Moscú la nueva Constantinopla. Más tarde el monje Filoteo de Pskov incorporó a esta idea la
de considerar Moscú como la tercera Roma.

Por estas mismas fechas, José de Volokolamsk formuló la doctrina teocrática en la que defendía el poder del emperador sobre el de la Iglesia. Toda esta
teorización sobre el poder y la herencia bizantina tardó en calar entre los grandes duques. El primer zar que se mostró convencido de todo este discurso
bizantino y eclesiástico y se sirvió del mismo, fue Iván IV (el Terrible). La propia realidad de Moscovia fue otro factor que favoreció la a población escasa,
muy dispersa y apegada a la agricultura, y una nobleza incondicional que, deslumbrada por sus éxitos, había puesto sus armas al servicio de los grandes
duques en busca de gloria y mercedes.
Los extranjeros, que dependían de la gracia del gran duque, mostraron sin reparos su apoyo. Quizás habría que añadir en último término la imposición,
después de un largo proceso, del sistema pomest’e: bienes a cambio de servicios. La política expansiva de Iván III y de Basilio III exigía un ejército poderoso
que no podía ser mercenario, como ocurría en Occidente, porque el retraso económico no permitía mantener un régimen fiscal que alimentase la hacienda
del príncipe. Los duques acudieron a su único y gran recurso, la tierra, que convirtieron en sustento de su ejército. A tal objeto no escatimaron esfuerzos
hasta conseguir que toda la tierra quedara sometida a este sistema. Desde el campesino más pequeño hasta el más alto príncipe, toda la sociedad está
ligada al servicio. Mientras la servidumbre del campesinado se extendía por toda Rusia, el ejército ponía un testimonio más del retraso ruso respecto a
Occidente. La expansión territorial y los contactos con el exterior dejaron obsoleto el viejo sistema de gobernar por delegación personal, por eso, a finales
del s. XV se crearon los fundamentos de lo que debía ser la administración del imperio. A mediados del s. XVI, este primer núcleo se había del ejército, del
avituallamiento de los vasallos o de los asuntos diplomáticos. En 1497, el gran duque elaboró para todo el territorio un código de justicia que recopilaba el
derecho consuetudinario. Contaba con la Duma, formada por los príncipes vasallos y los boyardos distinguidos por sus servicios. Era convocada por el
príncipe y sus funciones eran consultivas. Fue perdiendo importancia ante el desarrollo de la burocracia imperial y de la autocracia. La nobleza intentó
mantener la presencia de la Duma, pero, destrozada por las luchas internas y por el peso ideológico de la Iglesia, fue incapaz de articular una resistencia.

Basilio III mantuvo una política exterior menos agresiva. Se limitó a terminar algunas de las empresas que su padre había dejado sin concluir. También en
política interior continuó la labor de su predecesor, que terminaría su hijo, Iván IV.
A la muerte de su padre, Iván IV el Terrible tenía tres años. Su minoría fue utilizada por la nobleza para recuperar viejos poderes. Las reformas fueron

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TEMA 9.- OTROS ESTADOS EUROPEOS


frenadas mientras los regentes dilapidaban el tesoro real y las rivalidades entre los descontentos sembraban la anarquía. El zar fue objeto de grandes
humillaciones que dejaron honda huella en su patológica personalidad.
Macario se ocupó de su educación. Por él fue coronado en 1547 y a él se debe que, además de tomar el título de zar, se identificara con las ideas que sobre
la herencia de Bizancio y la autocracia habían sido vertidas desde fines del s. XV. Con Iván IV se impuso por primera vez la autocracia.
Tras su coronación, el nuevo y primer zar llevó a cabo una profunda reforma del Estado. Impuso orden, reformó la justicia, reglamentó la disciplina
eclesiástica y reorganizó el ejército contando con técnicos extranjeros. En 1581 prohibió a los campesinos abandonar sus tierras, con el propósito de
salvaguardar los servicios que los terratenientes tenían con el ejército. Su responsabilidad en la imposición de la segunda servidumbre de los campesinos
parece incuestionable. Continuó la tarea de racionalización y centralización de la administración, con este propósito creó los ministerios de Hacienda, de
Asuntos Exteriores y del Ejército.
Se hizo acreedor al sobrenombre de Terrible por las sangrientas represiones con que castigó las rebeliones de los boyardos (nobles terratenientes eslavos).
Empezó su reinado bajo el signo aparente de la reconciliación con la alta nobleza, pero esta política terminó cuando, en medio de una grave enfermedad,
presintió de nuevo la traición. Cuando unos años después murieron su esposa Anastasia y Macario, que ejercían un influjo positivo sobre él, ya nada pudo
frenarle. A partir de aquí, tras dominar la asamblea de representantes, arremetió sin medida contra la alta aristocracia y se hizo acreedor al sobrenombre
con que ha pasado a la historia. Con el propósito de prevenir toda conspiración, creó la oprichnina –policía política—, que impuso un verdadero terror.
Liquidó de esta manera a la oposición pero dejó al imperio y a sus sucesores un negro futuro.
En el exterior, y debido al potencial económico acumulado a lo largo de varias décadas de esplendor, practicó una política que ha sido calificada de
“imperial”. Conquistó a los tártaros toda la cuenta del Volga, que aseguraba el acceso al Caspio. Dejó abierto el camino hacia Siberia.

Una vez acabado el conflicto con los tártaros, buscó una salida al mar Báltico, pero este frente no fue tan fácil. Iván IV tuvo que pelear durante años contra
Suecia y Polonia, las dos potencias que quedaron implicadas en el conflicto. Más difícil lo tuvo en el sur, donde, para contener a los tártaros, empujados por
los turcos, se vio forzado a fortificar la frontera para impedir sus penetraciones. Con la muerte de Iván, sus descendientes fueron de nuevo víctimas de las
familias aristocráticas, que se disputaban el poder mientras retrocedían los límites de Moscovia a manos de sus enemigos exteriores, Polonia y Suecia.
Cuando se extinguió la dinastía de los Rurik con la muerte de Fedor I, Rusia entró en un período de total anarquía que se mezcló con epidemias, hambres,
rebeliones y guerras civiles. Esta etapa de la historia rusa, es conocida como la época de las perturbaciones o la smuta.

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TEMA 10.- EUROPA EN GUERRA: DE LA PAX HISPANICA A LA PAZ DE WESTFALIA

1.- La Pax Hispánica


La Pax Hispánica hace referencia a la época o período de hegemonía española en el mundo (1598 – 1621), caracterizado por un progresivo estancamiento en
la política agresiva, tendiendo a una línea pacifista. Su objetivo era frenar el acelerado desgaste de la Monarquía con una desastrosa participación en
conflictos simultáneos de gran envergadura. Fue por tanto un periodo de política de paces que marca de manera singular los años 1598-1618 hasta el inicio
de la Guerra de los Treinta Años y la posterior reanudación de las hostilidades en los Países Bajos a partir de 1621. Así, se firman varios tratados:
– La paz de Vervins de 1598, que termina con la participación española en las guerras de religión de Francia.
– El tratado de Londres de 1604, que pone fin a la guerra anglo-española de 1585-1604; el fracaso de las armadas enviadas por la Monarquía al Canal
de la Mancha para forzar una solución al conflicto con Inglaterra después del desastre de la Armada Invencible dio lugar a un decisivo cambio en la estrategia
de la guerra naval que se libraba contra ingleses y holandeses en el Atlántico.
También se hallaban interesados en la paz los sectores mercantiles ingleses, afectados gravemente por los embargos españoles, el descenso de los
beneficios obtenidos por la piratería y el elevado coste anual de los gastos militares. Este tratado privaría a las Provincias Unidas de una importante
asistencia militar y financiera, y favorecería las comunicaciones navales españolas con los Países Bajos a través del Canal de la Mancha.
– La tregua de los doce años(1609-1621), que acabaría (temporalmente) con la guerra de Flandes que España mantenía contra las Provincias Unidas
de los Países Bajos. Se trataba a las Provincias Unidas como correspondía a un estado libre, pero no se incluían cláusulas que velasen por el culto católico,
que levantasen el bloqueo del Escalda o que frenasen la expansión colonial de la recién creada Compañía Holandesa de las Indias Orientales. Aunque fue
aceptada a regañadientes por la corona española, se consideraba un mal menor que ofrecía la oportunidad de afrontar en mejores condiciones la
recuperación y las reformas que necesitaba la Monarquía.

Durante este período, los valores socioculturales de la época imperial española que impregnan el ámbito europeo, y la hegemonía política conformada tras
la formación del Imperio español, configuran un período de predominancia de los valores españoles dentro de la escala europea. Pero la auténtica pax se
encontraba en el interior de sus dominios, donde la estabilidad política, una organización administrativa organizada, y una intelectualidad propugnada a
través de sus numerosas universidades por el imperio definían la constitución no sólo política, sino también cultural, de una sociedad caracterizada por la
picaresca, que exportaba su forma de ser a los nuevos territorios americanos o filipinos, e influía de forma externa en clave de preponderancia política.
La mejor manera de entenderla sería si se establece una analogía con el Imperio romano.
Dentro de su territorio exportaba todos sus valores en cualquier ámbito pero, sin embargo, limitaba con otros estados como el Imperio Parto o con zonas
tribales de constitución no totalmente determinada como los germanos. De igual modo España limitaba con estados (Francia, Inglaterra) y con zonas
tribales no estatales (desierto de California). En aquellos territorios es donde el modelo español sería imitado en cualquier aspecto (sociedad picaresca,
virreinatos, derecho castellano, entre otros). Las zonas europeas serían influidas de la misma manera que los romanos influyeron a los partos o armenios.

2.- Los conflictos en Italia y la polarización confesional en el Imperio


Aunque el emperador tenga todavía algunos derechos, completamente teóricos, en el Norte de la península, lo que predomina en Italia es la influencia del
rey de España. No sólo es dueño de Sicilia, de Nápoles y de Milán, sino que impone su tutela, más o menos abiertamente, a la mayor parte de los demás
Estados italianos. Solamente dos Estados consiguen mantener más o menos su independencia: Venecia y Saboya. La república de Venecia, cuyas posesiones
territoriales siguen siendo considerables, mira principalmente al Adriático y al Mediterráneo oriental. El duque de Saboya, cuyas tierras están a caballo entre
las dos vertientes de los Alpes, trata de aprovechar esa importante situación estratégica: orientándose unas veces hacia París y otras hacia Madrid, está
dispuesto a vender ventajosamente su alianza.
Italia, fragmentada políticamente y posible presa de una eventual lucha entre las grandes potencias y despojada de su antigua supremacía económica por
los Estados atlánticos, sigue siendo, a pesar de todo, “la madre de las letras y las artes” y conserva en toda Europa un enorme prestigio, que aumenta en los
países católicos por el hecho de que Roma sea sede del papado.
Los gobernadores españoles en Milán supieron mantener su control sobre el delicado equilibrio de poderes que existía en el norte de Italia.
Su activa política de quietud también prestó especial atención al mantenimiento de las comunicaciones terrestres con Flandes a través de los pasos alpinos.
Entre 1605 y 1607 la hegemonía española en Italia tuvo que hacer frente al conflicto jurisdiccional declarado entre el papa Paulo V y la república de Venecia.
La alianza acordada por ésta con Francia y los cantones protestantes suizos podría representar una amenaza para el “orden español” de la Península.
La corona española quería garantizar la observancia de la autoridad pontificia, asegurándose además la impermeabilidad de Italia frente a la penetración de
cualquier culto protestante. Felipe III preparó una fuerza disuasoria al mando de Fuentes y se elaboraron planes de intervención contra Venecia, mientras se
ejercía una fuerte presión diplomática. La corona española quería evitar a toda costa una guerra, pero la desconfianza veneciana hacia las intenciones de la
Monarquía y la interesada actitud de Enrique IV permitieron a Francia asumir un notable protagonismo en la última fase de las negociaciones.
La resolución de este conflicto se saldó con una nueva victoria para la diplomacia francesa, que vino a reforzar la imagen de pacificador que quería ofrecer
Enrique IV, autor de la Pax Gallicana. El evitar un enfrentamiento bélico directo en esta época de las paces no impedía que se mantuviese una auténtica
“guerra fría” entre ambas potencias, mediante conspiraciones, planes de desestabilización y una enconada contienda diplomática en todos los frentes.

La conciencia de la debilidad financiera de la Monarquía contribuyó a impulsar diversas medidas de desempeño de las rentas reales y de reforma de los
gastos militares, mientras se desarrollaba una política exterior que procuraba mejorar la seguridad de las posesiones de la Monarquía y conservar su
posición hegemónica. Aunque continuaron las hostilidades con los holandeses en América y Asia, ambas partes trataron de respetar el alto el fuego en
Europa. La inestabilidad en Italia se resolvió con la reanudación de las hostilidades en 1616, dirigidas por el marqués de Villafranca, que forzó la negociación
del Tratado de Madrid de 1617, con el que se ponían fin a los conflictos existentes entre los ducados de Mantua y Saboya, y entre la república de Venecia y el
Archiduque de Estiria. En su deseo de mantener a los venecianos en una comprometida situación por su alianza con Francia y Saboya, la Monarquía prestaba
un activo respaldo político y militar al Archiduque Fernando de Estiria, hermano de Margarita de Austria. Los dominios del archiduque se habían convertido
en el lugar de acogida de los uscoques, refugiados cristianos expulsados por la ocupación otomana de los Balcanes, cuya actividad comercial, corsaria y
contrabandística representaba una amenaza para el control veneciano del Adriático. A sus continuas incursiones se sumó el despliegue de una poderosa
armada de galeras por parte del Virrey de Nápoles. Por el acuerdo de paz, la Monarquía se comprometió a retirar su armada del Adriático, el archiduque
Fernando acabó con la presencia armada de los uscoques en sus dominios y los venecianos tuvieron que contentarse con aceptar un costoso desarme para
mantener sus propios dominios. La diplomacia española logró pues evitar una implicación más directa en la radicalización política y religiosa que agitaba el
Sacro Imperio sin descuidar la colaboración dinástica con los Habsburgo austríacos.

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TEMA 10.- EUROPA EN GUERRA: DE LA PAX HISPANICA A LA PAZ DE WESTFALIA

3.-Rebelión bohemia y orden absolutista: la guerra alemana

El gobierno de Bohemia fue trasladado a Viena, mientras que en el año 1617 la autonomía municipal de Praga era notablemente limitada. Pero fueron dos
las circunstancias que impidieron cualquier otro tipo de salida que la militar. Por una parte, la violación de la Carta de Majestad al impedir la edificación de
iglesias protestantes en determinados lugares y, sobre todo, la designación en 1618, de Fernando de Estiria (Fernando II), católico intransigente, como
Emperador y rey de Bohemia, superando las aspiraciones de Felipe III de España y la candidatura de Maximiliano I de Baviera, más moderado.
La reacción no tardó en llegar. Algunos nobles de la nobleza checa, encabezados por el conde de Thurn, aunque inicialmente no pretendieran la ruptura,
dieron el 23 de mayo de 1618 un auténtico golpe de estado con el fin de salvar sus libertades políticas y religiosas, en lo que ha pasado a la historia como
“defenestración de Praga”. Estos constituyeron un Directorio, integrado por 30 representantes equitativamente distribuidos entre nobleza, caballeros y
villanos, que pronto sería desbordado por una facción nacional extremista que, tras aprestar su milicia y echar a los jesuitas, se dispuso a resistir cualquier
pretensión de restablecer el orden establecido por parte del poder imperial.... Acababa de empezar la guerra de los Treinta Años, por tanto, la elección del
católico Fernando II como emperador había puesto a la nobleza de Bohemia, de mayoría protestante, en una situación prácticamente de rebelión. Además,
dado que la dignidad de rey de Bohemia se confería por elección, los bohemios eligieron como su líder al Elector Federico V del Palatinado del Rhin.
Cuando Fernando II envió a dos consejeros católicos y sus representantes al castillo de Hradcany en Praga en mayo de 1618, para preparar el camino a su
llegada, los calvinistas de Bohemia los secuestraron y los arrojaron por una ventana del palacio (aunque no sufrieron lesiones importantes). Este evento,
conocido como la Segunda Defenestración de Praga se toma como punto de referencia del comienzo de la rebelión bohemia, aunque la rebelión ya estaba
gestándose mucho tiempo antes.

El conflicto bohemio se extendió pronto a la totalidad de los Países Checos (Bohemia, Silesia, Lusacia y Moravia), que ya estaban divididos por
enfrentamientos entre católicos y protestantes. Esta confrontación iba a encontrar muchos ecos en todo el continente europeo, viéndose afectada Francia y
Suecia. Si la rebelión bohemia hubiese permanecido limitada a un asunto puramente de la Europa central, la Guerra de los Treinta años podía haberse
concluido en sólo 30 meses. Sin embargo, la debilidad tanto de Fernando II como de los propios bohemios llevó a la extensión de la guerra al oeste de
Alemania. Fernando se vio obligado a reclamar la ayuda de su sobrino y yerno, el rey Felipe III de España. Los bohemios, desesperados por encontrar aliados
frente al emperador, solicitaron ser admitidos en la Unión Protestante, liderada por el calvinista Federico V del Palatinado. Los bohemios acordaron que el
Elector Palatino podría convertirse en rey de Bohemia si les permitía adherirse a la Unión y así quedar bajo su protección. Sin embargo, otros miembros de los
estados bohemios hicieron ofertas similares al duque Carlos Manuel I de Saboya, al Elector de Juan Jorge I de Sajonia y al húngaro Gabriel Bethlen, soberano
del Principado de Transilvania. Los austríacos (los Habsburgo, territorio de Fernando II), que parecían haber interceptado todas las cartas que abandonaban
Praga, hicieron públicas estas duplicidades y desentrañaron gran parte de este apoyo a los bohemios, particularmente en la corte de Sajonia.
La rebelión fue inicialmente favorable a los bohemios.
Gran parte de Alta Austria, cuya nobleza era luterana y calvinista, se les unió. La zona meridional de Austria se rebeló durante el año 1619. El conde de Thurn
llegó a llevar un ejército hasta los mismos muros de Viena. En el este, el Príncipe protestante de Transilvania, Gabriel Bethlen, condujo una inspirada campaña
en el interior de Hungría con las bendiciones del sultán turco Osman II. Rodolfo II se había convertido en Rey de Hungría e intentó implementar en sus
territorios húngaros las mismas medidas que aplicó en Bohemia contra los protestantes.
Sintiéndose agraviados, los húngaros de Transilvania declararon la guerra contra Rodolfo aprovechando como excusa el asunto religioso, pues los Príncipes
transilvanos tenían como objetivo desde hacía décadas liberar a Hungría del control de los Habsburgo y reunificar el reino. Así apelaron inclusive a la ayuda
del sultán turco en muchas ocasiones, quien también deseaba ver al Sacro Imperio Romano Germánico de rodillas. El emperador, que estaba ocupado en la
Guerra Uzkok, se apresuró a formar un ejército para detener a los bohemios y sus aliados, que anegaban completamente su país. El conde de Bucquoy , el
comandante del ejército imperial, derrotó a las fuerzas de la Unión Protestante lideradas por el conde Ernesto de Mansfeld en la Batalla de Sablat ,(1619) . Esto
cortó las comunicaciones del conde de Thurn con Praga, el cual abandonó inmediatamente el sitio de Viena. La derrota de los protestantes bohemios en
Sablat también costó a los protestantes un importante aliado -Saboya-, que había sido durante mucho tiempo un oponente a la expansión de los Habsburgo.
A pesar de la derrota de Sablat, el ejército del conde de Thurn continuó existiendo como fuerza efectiva, y Mansfeld consiguió reformar su ejército más al
norte, en Bohemia. Los estados de Austria septentrional y meridional, todavía en rebelión, firmaron una alianza con los bohemios y Fernando fue depuesto
oficialmente como rey de Bohemia y sustituido por el Elector Palatino Federico V.

En Hungría, incluso a pesar de que los bohemios habían rechazado la oferta de su corona, los transilvanos continuaron haciendo progresos sorprendentes,
obligando a los ejércitos del emperador a retirarse de ese país. Los españoles enviaron un ejército desde Bruselas bajo las órdenes de Ambrosio Spinola para
dar apoyo al emperador, y el embajador español en Viena, don Íñigo Oñate, convenció a la Sajonia protestante para intervenir contra Bohemia a cambio de
ofrecerles el control sobre Lusacia. Los sajones invadieron, y el ejército español en el oeste evitó que las fuerzas de la Unión Protestante pudieran prestar
auxilio. Oñate conspiró para transferir el título electoral del Palatinado al duque de Baviera a cambio de su apoyo a la Liga Católica.
Bajo el mando del general Tilly, el ejército de la Liga Católica pacificó la Austria Alta, mientras que las fuerzas del emperador pacificaban la Austria
meridional. Una vez unidos los dos ejércitos, se desplazaron hacia el norte, dentro de Bohemia. Fernando II derrotó decisivamente a Federico V en la batalla
de la Montaña Blanca cerca de Praga. Bohemia permanecería en manos de los Habsburgo durante casi 300 años. Esta derrota provocó la disolución de la
Liga de la Unión Evangélica y la confiscación de las posesiones de Federico V.

El Palatinado renano fue entregado a nobles católicos, mientras que el título de Elector Palatino se le dio a su primo lejano, el duque Maximiliano I.
Federico V, aunque ya sin territorios, se convirtió en un exiliado prominente en el extranjero, granjeándose simpatías y apoyo a su causa en las Provincias
Unidas, Dinamarca y Suecia. Se trató de un golpe serio a las ambiciones protestantes en la región.
La rebelión literalmente se hundió, y las amplias confiscaciones patrimoniales y supresiones de títulos nobiliarios bohemios preexistentes aseguraron que el
país regresaría a la fe católica después de más de dos siglos de disidencias religiosas, que h flanquear a los holandeses, en preparación para la inminente
guerra provocada por el fin de la tregua tras la Guerra de los Ochenta Años, tomaron las tierras de Federico, el Palatinado de Renania.
La primera fase de la guerra terminó completamente cuando Gabriel Bethlen de Transilvania firmó un tratado de paz con el emperador en diciembre de 1621,
ganando algunos territorios en Hungría oriental. La catastrófica derrota del ejército protestante en la Montaña Blanca y la partida de Gabriel Bethlen
significaron la pacificación del este de Alemania.
La guerra en el oeste, concentrada en la ocupación del Palatinado, consistió en batallas mucho más pequeñas que las que vieron las campañas bohemia y
húngara y con un uso mucho mayor del asedio.
Finalmente el Palatinado cayó en manos del emperador. El resto del ejército protestante, guiado por Mansfeld, hizo un intento de alcanzar la frontera
holandesa, pero perseguidos, sin suministros, ni recursos humanos, ni financiación, el ejército de Mansfeld se dispersó en 1624.

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TEMA 10.- EUROPA EN GUERRA: DE LA PAX HISPANICA A LA PAZ DE WESTFALIA

4.- La intervención danesa y sueca y las libertades alemanas

La intervención danesa (1625-1629)


El Periodo Danés comenzó cuando el rey Cristián IV de Dinamarca, un luterano convencido, temiendo que la soberanía de Dinamarca como nación
protestante fuese amenazada, ayudó a los alemanes encabezando un ejército contra el Sacro Imperio. Cristián IV había sacado abundante provecho de sus
políticas en el norte de Alemania (Hamburgo había sido forzada a aceptar el protectorado danés en 1621, y en 1623 el heredero de Dinamarca fue nombrado
obispo de Bremen-Verden). Cristián IV se había desenvuelto francamente bien como administrador y había conseguido para su reino un nivel de estabilidad y
riqueza que no había sido igualado en ninguna parte de Europa. Se había beneficiado también de las aportaciones económicas de las aduanas en el
Skagerrak y de las extensas reparaciones de guerra pagadas por Suecia. El único país en Europa con una posición financiera comparablemente fuerte fue,
irónicamente, Baviera. También ayudó a ello el que el regente francés, primer ministro del rey Luis XIII, el Cardenal Richelieu, deseaba fomentar y financiar
una incursión danesa en Alemania. Cristián invadió al frente con un ejército de 20.000 mercenarios, pagado casi completamente con su fortuna personal.
Para enfrentarse a esta fuerza danesa, Fernando II empleó la ayuda militar de Albrecht von Wallenstein , un noble bohemio, Wallenstein prometió a Fernando
II un ejército de entre 30.000 y 100.000 soldados a cambio del derecho a saquear los territorios capturados.
Cristian, que desconocía la existencia de Wallenstein cuando efectuó la invasión, fue forzado a retirarse antes de que su ejército fuese aniquilado por el
ejército de Wallenstein y el de Tilly. La suerte de Cristián empeoró aún más cuando todos los aliados con los que pensaba que contaba se vieron forzados a
abandonarle.

Tanto Inglaterra como Francia pasaban por sendas guerras civiles. Suecia estaba en guerra con Polonia y ni Brandemburgo ni Sajonia parecían tener
intenciones de hacer nada que alterase la tenue paz en Alemania oriental. Wallenstein derrotó al ejército de Mansfeld en la batalla del Puente de Dessau
(1626) y el general Tilly derrotó a los daneses en la batalla de Lutter (1626). Mansfeld murió unos meses después de enfermedad, exhausto y avergonzado
por la batalla que le había costado la mitad de su ejército. El ejército de Wallenstein entonces marchó hacia el norte, ocupando Mecklemburgo, Pomerania y
finalmente la propia Jutlandia. Sin embargo fue incapaz de tomar la capital danesa en la isla de Seeland sin una flota y ni los puertos hanseáticos ni los
polacos permitieron que se construyese una flota imperial en el Báltico. Por esto se llegó finalmente al tratado de Lübeck (1629), por el que Cristián IV
renunció a su apoyo a los protestantes alemanes para poder mantener su control sobre Dinamarca.

En los siguientes dos años se subyugaron más tierras a los poderes católicos. La Guerra de los Treinta Años podría haber terminado con el periodo danés,
pero la Liga Católica persuadió a Fernando II de que intentase recuperar las posesiones luteranas que, en aplicación de los acuerdos de la Paz de Augsburgo ,
pertenecían por ley a las iglesias católicas. Estas posesiones estaban descritas en el Edicto de Restitución de 1629, e incluían dos arzobispados, dieciséis
obispados y cientos de monasterios. El panorama para los protestantes era desolador. Los nobles y campesinos preferían abandonar sus tierras en Bohemia
y Austria antes que convertirse al catolicismo. Mansfeld y Gabriel Bethlen, los primeros oficiales de la causa protestante, murieron en el mismo año. Sólo el
puerto de Stralsund, abandonado por todos sus aliados, se mantenía frente a Wallenstein y el emperador.

La intervención sueca (1630-1635)


El emperador Fernando II promulgó el Edicto de Restitución (1629), que imponía el restablecimiento de todas las tierras eclesiásticas (católicas)
secularizadas desde 1552 y ampliaba la Reserva Eclesiástica de 1555, sin respetar la convivencia confesional existente en muchas ciudades imperiales. Estas
medidas suscitaron pronto el rechazo de numerosos príncipes alemanes, como Juan Jorge de Sajonia, y del propio Wallenstein, que detentaba ya el título
ducal de Mecklemburgo. Algunas personas en la corte de Fernando II creían que Wallenstein deseaba controlar a los príncipes alemanes y restaurar el poder
del emperador en Alemania bajo su autoridad. Fernando II destituyó a Wallenstein en 1630. Más tarde lo volvería a llamar después de que los suecos, al
mando del rey Gustavo II Adolfo de Suecia, atacasen el imperio y vencieran en unas cuantas batallas significativas.
Gustavo II Adolfo, como previamente había hecho Cristián IV, acudió en ayuda de los luteranos alemanes para prevenir una posible agresión católica a su
país y para obtener influencia económica en los Estados alemanes situados alrededor del mar Báltico. También, como Cristián IV, Gustavo II Adolfo fue
subvencionado por Richelieu y por las Provincias Unidas. Desde 1630 hasta 1634 hizo retroceder a las fuerzas católicas y recuperó una gran parte de las
tierras protestantes ocupadas, tomando Pomerania e invadiendo Magdeburgo. Fernando II dependía de la Liga Católica, ya que había cesado a
Albrecht von Wallenstein. En la Batalla de Breitenfeld, Gustavo II Adolfo derrotó a la Liga Católica comandada por el general Tilly. Un año después se
encontraron de nuevo, y esta vez el general Tilly resultó muerto en el río Lech, mientras ofrecía resistencia a la invasión sueca del Palatinado. Esto obligó a
Fernando II a volver a llamar a Wallenstein. Wallenstein y Gustavo II Adolfo chocaron en la batalla de Lützen, donde los suecos salieron victoriosos.

Finalmente, en 1634 los suecos y sus aliados protestantes alemanes, al mando de Gustavo de Horn y Bernardo de Sajonia-Weimar, fueron derrotados en la
Batalla de Nördlingen por el Rey de los Romanos (heredero imperial), archiduque Fernando (hijo de Fernando II) y el general Matthias Gallas, al mando de los
tropas católicas alemanas, y el cardenal-infante don Fernando de Habsburgo, al mando de tropas españolas que acudieron en ayuda de los católicos desde la
posesión española de Milán. Las sospechas de Fernando II sobre Wallenstein volvieron a aparecer en 1633, cuando Wallenstein intentó arbitrar en las
diferencias entre los bandos católico y protestante. Es posible que Fernando II temiese que Wallenstein cambiase de lado, y dispuso las cosas para arrestarlo
tras retirarle de nuevo el mando. Uno de los soldados de Wallenstein, el capitán Devereux, le asesinó cuando intentaba contactar con los suecos en 1634.
Después de aquello, ambos lados se encontraron para entablar negociaciones, y el periodo sueco terminó por medio de la Paz de Praga (1635), según la cual:
– Se restableció la fecha, 1555, que la Paz de Augsburgo había establecido como aquélla a partir de la cual las posesiones en tierras de los
protestantes y católicos permanecerían sin cambios, lo cual anuló a todos los efectos el Edicto de Restitución.
– El ejército del emperador y los ejércitos de los Estados alemanes quedaron unidos como único ejército del Sacro Imperio Romano.
– Prohibió que los príncipes alemanes estableciesen alianzas entre ellos.
– Se legalizó el calvinismo.
– Resolvió las cuestiones religiosas de la Guerra de los Treinta años.
Este tratado, sin embargo, no satisfizo a los franceses, ya que los Habsburgos continuaban siendo muy poderosos. Los franceses entonces desencadenaron
el último periodo de la Guerra de los Treinta Años, llamado el Periodo Francés.

5. 1635: La guerra civil europea

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TEMA 10.- EUROPA EN GUERRA: DE LA PAX HISPANICA A LA PAZ DE WESTFALIA


En 1635, Francia declaró formalmente la guerra a la Monarquía Hispánica, aduciendo proteger a su aliado el Elector de Tréveris, que había sido apresado por
las tropas españolas, y para hacer frente a la supuesta pretensión española de invadir Francia apoyando las aspiraciones al trono de Gastón de Orléans.
Su declaración vino precedida por una amplia red de alianzas ofensivas orquestadas contra los Habsburgo, que incluían acuerdos con los ducados de Saboya
y Parma, Suecia, y con las Provincias Unidas (Holanda).
La guerra multiplica así sus frentes, abiertos en los Alpes y en la llanura del Po, en el Rosellón y en los Países Bajos, en el Atlántico, el Báltico y el
Mediterráneo, y se recrudecerá todos los frentes, acabaría sumiendo a los contendientes en profundas crisis políticas y económicas.
España destruyó las provincias francesas de Champaña y Borgoña, e incluso amenazó París durante la campaña de Francia de 1636. Pese a que en los
primeros años el ejército español y el imperial obtuvieron los mayores triunfos, en los Países Bajos y en Borgoña, la guerra se vuelve claramente en su contra,
complicada con los levantamientos independentistas, de Cataluña y Portugal, alentados por Francia. Muere el Cardenal Richelieu y un año después el rey
francés Luis XIII, sube al trono Luis XIV, con tan sólo 5 años, mientras que su regente, el Cardenal Mazarino comienza a trabajar para restaurar la paz.
En 1643 los tercios españoles de Felipe IV -que se enfrentaba en la península a la Sublevación de Cataluña- eran derrotados en la fortaleza de Rocroi, derrota
de la que ya no volvieron a recuperarse, y dos años después, en 1645, el ejército sueco vencía a un ejército imperial en la Batalla de Jankau, cerca de Praga.
Luis II de Borbón, Príncipe de Condé, derrotaba al ejército bávaro en la Nördlingen.
Las rebeliones de Nápoles y Sicilia contra España y la derrota de Baviera en Züsmarshausen (1648) dejaron muy debilitados a los aliados del emperador
Fernando III. Únicamente los territorios de la propia Austria permanecieron seguros en manos de los Habsburgos.
Durante esta última fase de la guerra en el Sacro Imperio, se multiplicaron los brotes de epidemias y la escasez de cosechas. Los alojamientos de ejércitos
de unas proporciones hasta entonces desconocidas hicieron inviable cualquier sistema racional de suministros, y sus desplazamientos a grandes distancias
esquilmaron y asolaron atrozmente las tierras por donde pasaban, por lo tanto se consideran los vencedores Francia y Suecia.
Resulta muy difícil establecer un cálculo siquiera aproximado de las pérdidas globales de población por estos conflictos entre muertos, mutilados y
exiliados, pero no cabe duda de que su incidencia final fue muy elevada y de que tuvieron consecuencias económicas a largo plazo.
Las conversaciones de paz que se venían intentando desde comienzos de los años cuarenta se precipitaron, y en 1648 se firmó la paz de Westfalia.

6. La Paz de Westfalia: la constitución del Imperio y la ordenación del espacio político


Los dos tratados de Westfalia (1648) alcanzados por los estados católicos en Münster y por los suecos y los príncipes protestantes, sentaron las bases del
futuro sistema europeo de estados. La resolución de conflictos internacionales se realizaría a través de un mecanismo de conferencias multilaterales basado
en los principios de soberanía, igualdad y equilibrio entre las potencias. Los múltiples tratados bilaterales cambiaron para siempre la estructura del Sacro
Imperio y su organización política y religiosa, suprimiendo el tradicional ascendente político, jurídico y espiritual del papado y el emperador.
La derrota de los Habsburgo acabó con la política centralizadora del Imperio y con los intentos de reunificar Alemania bajo un mismo credo.
El poder soberano de los príncipes, tanto en asuntos religiosos como para establecer relaciones con otros estados, quedaría especialmente reforzado en
perjuicio de la competencia de las dietas imperiales. Los Habsburgo vieneses recuperaron todas casi sus posesiones y reforzaron su autoridad en sus
dominios patrimoniales, reconociéndose implícitamente el absolutismo confesional que habían impuesto.
La gran perdedora de este prolongado conflicto fue Alemania en su conjunto, sometida a terribles devastaciones durante tres décadas —especialmente en
regiones como Renania, que perdió dos tercios de su población— y afectada por pérdidas materiales que tardaron decenios en ser reparadas.
Por su parte, Inglaterra y Holanda se afianzaron como potencias marítimas, condición que posibilitaría un gran desarrollo comercial y colonial futuro.
Francia se confirmó como la nueva potencia europea, aunque todavía tenía que dirimir su conflicto con España.

Ideas centrales:
– El Edicto de Restitución y la Paz de Praga quedaron sin efecto, y la Reserva Eclesiástica se aplicó sobre las tierras de señoríos eclesiásticos católicos y
protestantes.
– Los calvinistas fueron reconocidos como reformados pertenecientes a la Confesión Protestante de Augsburgo, pero se excluyeron otras minorías
religiosas.
– Varios artículos del tratado de Münster aspiraban a restablecer el libre comercio en el Sacro Imperio, pero en la práctica estas disposiciones sólo
tendrían una aplicación lenta y parcial.
– A los estados alemanes (alrededor de 360), se les dio el derecho de ejercer su propia política exterior, pero no podían emprender guerras contra
el emperador del Sacro Imperio Romano. El imperio, como totalidad, todavía podía emprender guerras y firmar tratados.
– Los Palatinados fueron divididos en Bajo Palatinado y Alto Palatinado lo que significaba la división entre protestantes y católicos.
– La independencia de la República de las Provincias Unidas (Holanda) y la Confederación Helvética (Suiza), formalmente incluidas en la redacción de
los tratados, todo cambio en los límites fronterizos europeos y coloniales requeriría un reconocimiento internacional.
– Como potencias vencedoras, Francia y Suecia exigían una serie de compensaciones económicas y territoriales, así como un papel más activo en los
asuntos del Sacro Imperio, al que ahora pertenecían como miembros de pleno derecho. Se erigieron como garantes de las libertades germánicas y de lo
estipulado en estos tratados. Francia reforzaba su presencia en Alemania al reconocérsele una absoluta soberanía sobre una serie de episcopados y se
aseguraba la neutralidad del emperador en la guerra que mantenía con la Monarquía Hispánica. Suecia se convertía en la principal potencia del Báltico, con
una elevada compensación económica y la posesión de la parte occidental de Pomerania y diversos arzobispados, su único rival en el norte de Alemania sería
el Elector de Brandemburgo, compensado con una serie de concesiones territoriales.
– En la parte meridional del Imperio, el ducado de Baviera se erigía en el único rival de los Habsburgo austriacos al retener el título electoral y
anexionarse el Alto Palatinado. Se volvía a restaurar en sus dominios a aquellos príncipes que habían sido excluidos durante la Paz de Praga; de esta forma se
ponía fin al enfrentamiento entre los príncipes protestantes y el emperador.
La secularización de la política internacional y la relativa estabilidad que se produjo entre las potencias firmantes ofrecían las condiciones necesarias para el
desarrollo del derecho público europeo con un sistema dual, que seguía dominado por los principios de soberanía y el voluntarismo de los estados, pero que
reconocía también la existencia de una sociedad internacional autónoma dotada de poder legislativo.

Acuerdo bilateral firmando entre la Monarquía Hispánica y las Provincias Unidas


– Reconocimiento de las siete provincias septentrionales de los Países Bajos como estados libres, independientes y soberanos;

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– se renunciaba a toda pretensión sobre los territorios ocupados por los holandeses a lo largo del conflicto y
– se mantenían cerradas las bocas del Escalda para entorpecer la recuperación económica de Amberes,
– seguía sin asegurarse la libertad de culto público para los católicos
– se admitían los derechos neerlandeses sobre las colonias ocupadas a Portugal en Asia, África y Brasil.
– La Monarquía Hispánica renunciaba por primera vez a su teórico exclusivismo en el continente americano al reconocer a las Provincias Unidas el
derecho a navegar y comerciar en aquellas tierras que no estuvieran bajo control español.
La paz se extendía también a las áreas coloniales mediante un reparto de zonas de influencia y estableciendo los límites y derechos de ambas partes, un
reparto del mundo que se explica con el mutuo deseo de estabilidad y por unos intereses compartidos frente a la posible injerencia francesa e inglesa.
Con el propósito de facilitar el comercio hispano-holandés se dictó un artículo adicional que sería ampliado con el Tratado de Navegación y Comercio (1650).

El tratado de Münster creó las bases para un progresivo acercamiento entre ambas potencias, avivado por sus mutuos intereses económicos y por la
beligerancia de la Francia de Luis XIV.
La Paz de los Pirineos, reconoció para Francia la posesión de los condados catalanes del Rosellón y la Cerdaña, las provincias de Artois y Luxemburgo en los
Países Bajos y una serie de plazas estratégicas en Flandes, dejando Dunquerque bajo dominio inglés. A cambio, los franceses no prestarían asistencia a los
rebeldes portugueses.
Cataluña experimentó un nuevo dinamismo facilitado por la libertad de comercio establecida con el tratado. El acuerdo quedó garantizado por el
matrimonio entre Luis XIV y María Teresa de Austria.

Consecuencias de la Guerra de los treinta años

– Consagración de una Alemania dividida entre muchos territorios, todos los cuales, a pesar de su continuidad en la pertenencia al imperio hasta la
formal disolución de éste en 1806, tenían soberanía de facto.

– Reestructuró la distribución de poder previa. La decadencia de España se hizo claramente visible. Mientras España estuvo ocupada con Francia
durante el periodo francés, Portugal declaró su independencia (había permanecido bajo dominio español desde que Felipe II tomó el control del país
después de que el rey portugués muriese sin dejar herederos).
La familia Braganza se convirtió en la casa gobernante de Portugal. Francia fue vista a partir de entonces como el poder dominante en Europa.

– El resultado favorable a Suecia de este conflicto y la conclusión de la guerra en Europa por medio de la Paz de Westfalia ayudaron a establecer a la
Suecia post-bélica como un gran poder en Europa.

– Los edictos acordados durante la firma del Tratado de Westfalia fueron instrumentos para sentar los fundamentos de lo que todavía hoy son
consideradas como las ideas centrales de la nación-estado soberana.
Se acordó que los ciudadanos de las respectivas naciones debían atenerse primera y con más importancia a las leyes y designios de sus respectivos
gobiernos en lugar de a las leyes y designios de los poderes vecinos, ya fuesen religiosos o seculares. Esta certidumbre contrastaba mucho con los tiempos
precedentes, en los que el solapamiento de lealtades políticas y religiosas era un acontecimiento común.

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