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2013-II
Este cuento se presenta al principio de forma contundente con sus primeras líneas
por la fuerte alusión que hace a la violencia, tomando como partida el golpe militar
que terminó con la muerte del presidente chileno Salvador Allende y la llegada al
poder del dictador Augusto Pinochet en 1973. Pero de ahí en adelante la historia
no está del todo ligada al marco de la violencia presentado en su inicio, sino que
se aparta para dar espacio a los protagonistas y sus pensamientos, es decir, este
frente a las situaciones violentas, y al parecer, no hay ningún fin didáctico, los
Los sucesos son narrados en segunda persona por un interlocutor del que nunca
la India. “En algún momento, mientras el Ojo miraba la efigie del dios, aquellos que lo
acompañaban desaparecieron. Se quedó solo con una especie de puto de unos veinte
años que hablaba inglés. Y luego, tras unas palmadas, reapareció el niño. Yo estaba
llorando, o yo creía que estaba llorando, o el pobre puto creía que yo estaba llorando,
pero nada era verdad. Yo intentaba mantener una sonrisa en la cara (una cara que ya no
me pertenecía, una cara que se estaba alejando de mí como una hoja arrastrada por el
viento), pero en mi interior lo único que hacía era maquinar. No un plan, no una forma
vaga de justicia, sino una voluntad.” El narrador pasa a un segundo plano y Mauricio
Esto se presenta en mayor medida en la voz de Mauricio “el Ojo” Silva, pues sus
intervenciones son mucho más profundas y cargadas con un valor personal, muy
diferente al discurso del primer narrador, quién lleva el hilo de la historia, pues este
brinda imágenes del ambiente como si estuviera presente en la escena que Silva
describe (narrador omnisciente) pero aún alejado de la situación. Creo que el autor
utiliza esta técnica para mostrar una relación íntima entre ambos personajes y de
intermediador, ya que cuenta una historia que le contaron y que, el mismo afirma,
poca claridad de los recuerdos. “Me dijo que durante algunos años había llevado con
que sirva de intermediador en una historia hace dudar sobre la total subjetividad,
dada por el protagonista de la historia “El olor, que al principio más bien lo molestaba,
terminó gustándole. Los chulos (no vio muchos) eran amables y trataban de comportarse
como chulos occidentales o tal vez (pero esto lo soñó después, en su habitación de hotel
con aire acondicionado) eran estos últimos quienes habían adoptado la gestualidad de los
chulos hindúes.” Detalles como el lenguaje, donde, si bien pudo ser diferente, el
También que el personaje que sirve de relator se centra más en presentar al Ojo
detalles de su vida para contextualizar cierto paso de tiempo. “Pasaron los años.
Muchos años. Algunos amigos murieron. Yo me casé, tuve un hijo, publiqué algunos
libros.” Se podría proponer que aquella evasión de la vida personal, solo para
semejante al sentimiento que a lo largo del cuento se muestra en el Ojo Silva, que
conocido, por su juventud perdida, por todos los jóvenes que ya no eran jóvenes y por los
jóvenes que murieron jóvenes, por los que lucharon por Salvador Allende y por los que
tuvieron miedo de luchar por Salvador Allende…” El final, marcado por la sensibilidad
tranquilidad que buscaba y que le fue negada en su patria, mezclado con una
aferrarse a algo para hacer frente a esta violencia degenerada con los años, tanto
como para volverse cotidiana, pero que en el interior de cada quién es necesaria.