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resoluciones, documentos
y actos extranjeros
"Zona DIPr estudiantes" por Federico F. Garau Sobrino se distribuye bajo una
Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
ÍNDICE
Introducción
III. Los documentos públicos con fuerza ejecutiva, las transacciones judiciales y los actos de
juridicción voluntaria
1. La declaración de ejecutividad de los documentos públicos con fuerza ejecutiva y las
transacciones judiciales
2. Los actos de jurisdicción voluntaria
Introducción
Veíamos en el Tema 2 que el Derecho Procesal Civil Internacional (DPCI) aborda tres grupos
de cuestiones fundamentales: la jurisdicción de los tribunales de un país para conocer de un
asunto litigioso, el desarrollo del propio proceso y, finalmente, la validez en un Estado de las
resoluciones judiciales dictadas por los órganos jurisdiccionales de otro país. Las dos
primeras cuestiones ya han sido tratadas en el Tema 2. Ahora nos ocuparemos de la tercera:
de los efectos que surtirá una resolución judicial fuera del territorio de la organización
jurisdiccional de la que ha emanado, y que se conoce con el nombre de exequátur u
Desde la perspectiva del DPCI español, nos interesa la obtención en nuestro país del
reconocimiento o la declaración de ejecutividad de una resolución dictada por un tribunal
extranjero, con la finalidad de que produzca efectos y, en su caso, pueda ser ejecutada en
España. Ahora bien, también prestamos atención a la posibilidad de que una resolución
adoptada por un órgano jurisdiccional español pueda producir efectos y ser ejecutada en otro
país. Ambos supuestos son las dos caras de una misma moneda.
1. Introducción
Con carácter general, puede afirmarse que las resoluciones emanadas de los órganos
jurisdiccionales españoles únicamente despliegan sus efectos en territorio español. Ello
implica que, de entrada, las resoluciones españolas no producen efectos en el extranjero, así
como que los efectos de las resoluciones extranjeras tampoco se manifiestan en nuestro
país. Ahora bien, lo anterior responde a un planteamiento maximalista del tema, influido por
un concepto exagerado –e irreal– de la soberanía estatal. Por ello este principio se modula
en la práctica, admitiéndose que, bajo ciertas condiciones, las resoluciones pronunciadas por
un órgano jurisdiccional extranjero pueden desplegar efectos en España, del mismo modo
que las resoluciones españolas también son susceptibles de desarrollar sus efectos en
países extranjeros. En este sentido, el ordenamiento español prevé la posibilidad de que las
resoluciones extranjeras puedan desplegar efectos en territorio español [arts. 41 y ss. Ley de
cooperación jurídica internacional en materia civil (LCJI)]. Dichos efectos pueden variar en
atención al tipo de resolución de que se trate y, además, serán distintos según la resolución
sea "reconocida" o "declarada ejecutiva" –o, incluso, si no obtiene ninguno de estos
pronunciamientos.
La obtención del reconocimiento de una resolución extranjera supone que ésta existe
jurídicamente en el Estado requerido –país en el que se le quiere otorgar efectos– y, por
tanto, tiene una triple consecuencia: se manifiestan toda una serie de efectos jurídicos, su
contenido es considerado como vinculante y, por último, no puede ponerse en duda su
existencia (D. Martiny). Por su parte, la declaración de ejecutividad es “el acto de soberanía
Este principio solamente es válido en relación con las resoluciones judiciales pero no con los
documentos públicos con fuerza ejecutiva, que también pueden ser objeto de exequátur. Estos
últimos precisan únicamente de la declaración de ejecutividad porque no despliegan ninguno de los
efectos derivados el reconocimiento (p.ej., un reconocimiento de deuda solamente precisa ser
declarado ejecutivo con el objeto de ser "ejecutado").
De lo anterior se deriva que toda resolución que pretende ser declarada ejecutiva debe
obtener inexcusablemente su reconocimiento. Ahora bien, no todas las resoluciones que han
sido reconocidas precisan la declaración de ejecutividad. He dicho que de este último
pronunciamiento deriva el efecto ejecutivo, pero es sabido que no todas las resoluciones son
susceptibles de ser ejecutadas. Por ello –y esta es la segunda idea fundamental–, solamente
pueden ser declaradas ejecutivas aquellas resoluciones judiciales que contengan
pronunciamientos ejecutivos, esto es, las sentencias de condena. Por el contrario, las
sentencias sin pronunciamientos susceptibles de ejecución (las derivadas de acciones
constitutivas o meramente declarativas) se agotan con el reconocimiento, no precisando en
absoluto la declaración de ejecutividad pues no hay nada que "ejecutar" –cuando una
resolución contenga pronunciamientos mixtos, sólo podrán obtener la declaración de
ejecutividad los de condena (p.ej., en una sentencia de divorcio que establezca también una
pensión alimenticia, únicamente este último pronunciamiento puede ser declarado ejecutivo).
Para los casos en los que sea aplicable la LCJI, el reconocimiento permite que en España la
resolución extranjera produzca los mismos efectos que tiene en el Estado de origen (art. 44.3).
A continuación me ocupo solamente de los dos principales efectos que suelen concurrir en la
mayoría de resoluciones objeto de reconocimiento. Me refiero al efecto de cosa juzgada
material y al efecto constitutivo, propio de las resoluciones de naturaleza constitutiva.
Para el Derecho español, la cosa juzgada material es el efecto procesal derivado de algunas
resoluciones firmes, mediante el cual los órganos jurisdiccionales quedan vinculados a su
contenido. Será el ordenamiento del Estado de origen el que determinará qué resoluciones
podrán desplegar el efecto de cosa juzgada material, siendo indiferente que el Derecho
español no otorgue este efecto a ese concreto tipo de resoluciones. El acto de reconocer la
resolución extranjera permite que este efecto se despliegue en nuestro país, manifestándose
entonces su función positiva –lo decidido en la resolución existe indubitadamente para los
órganos jurisdiccionales españoles que entiendan en procesos posteriores cuyo objeto afecte
a lo decidido (vinculación prejudicial)– y su función negativa o excluyente –imposibilidad de
volver a plantear en España un nuevo proceso con objeto idéntico al de la resolución
reconocida (principio non bis in idem)–. Apreciada en España la existencia de cosa juzgada,
su tratamiento procesal se adecuará a lo establecido en el derecho procesal español, en
calidad de lex fori, ley del foro, aplicable al proceso (art. 3 LEC).
En relación con el ámbito de la cosa juzgada, sus límites se determinarán igualmente de acuerdo
con el derecho del país de origen. De este modo, y respecto de los límites subjetivos –qué sujetos
quedan afectados por la resolución–, será este ordenamiento el que establecerá si la cosa juzgada
afecta sólo a las partes procesales o si también, y en qué medida, se extiende a terceros o si, incluso,
posee eficacia erga omnes. Por lo que se refiere a los límites objetivos –sobre qué aspectos del
objeto u objetos del proceso recae -, el texto de la resolución es el principal elemento para
establecerlos, ya que en él se recoge lo decidido sobre lo actuado, pudiendo acudirse al derecho del
país de origen para su interpretación y para determinar la extensión de la cosa juzgada. Con relación
al límite temporal –hasta qué momento pueden o deben aportarse hechos relacionados con el objeto
del proceso, a partir del cual los nuevos hechos no quedan afectados por la cosa juzgada de la
resolución–, serán también las normas del Estado de origen las que lo determinarán. Relacionado con
el factor temporal, aunque no puede ser considerado un límite, se plantea el problema del fijar el
momento temporal a partir del cual se produce la cosa juzgada; también en este caso, se establecerá
B) Efecto constitutivo
Efecto constitutivo es aquél que deriva de una resolución en la que el actor ha ejercido una
acción para crear, modificar o extinguir un derecho o una relación jurídica con la que se halla
vinculado, esto es, de una acción constitutiva. El núcleo más importante de este tipo de
acciones en el campo de la jurisdicción contenciosa lo forman las acciones de nulidad
matrimonial, separación o divorcio. Veamos a continuación cómo se produce en España el
reconocimiento de este tipo de sentencias, atendiendo al uso que se pretenda hacer en
nuestro país de la resolución. Para ello nos fijaremos en el supuesto más frecuente, que es
su acceso al Registro Civil.
Si nos preguntamos para qué se va a utilizar una sentencia extranjera que declare la nulidad,
el divorcio o la separación matrimonial, enseguida nos acude a la mente el deseo de
inscribirla en el Registro Civil. Pues bien, un análisis de la regulación española nos permite
distinguir dos supuestos diferentes de posible acceso al Registro Civil de las resoluciones
extranjeras de este tipo de resoluciones:
Con carácter previo, hay que recordar que el Reglamento del Registro Civil de 1958 (en adelante
RRC) no ha sido derogado expresamente por la disposición derogatoria de la Ley 20/2011 del
Registro Civil (en adelante LRC). Por tanto, y mientras no se apruebe el nuevo Reglamento, las
disposiciones Reglamento de 1958 son aplicables en tanto no se oponga a la Ley 20/2011 ni a la Ley
39/2015 del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas, esta última de
aplicación supletoria (véase la disposición final primera de la Ley 20/2011).
En primer lugar, el acceso puede producirse para modificar una inscripción previa. El
Los artículos 83 y 265, párrafo segundo, RRC prevén el reconocimiento previo de la resolución
extranjera cuando ésta sea el título en el que se base la modificación registral.
El procedimiento y las condiciones del reconocimiento serán los previstos en la norma que sea
aplicable. Así, el Reglamento 2019/1111 parte del principio del reconocimiento automático, por el cual
las resoluciones son reconocidas sin necesidad de acudir a procedimiento alguno (art. 30, aps.1 y 2);
por su parte, los motivos de denegación del reconocimiento son los previstos en su artículo 38. Esto
significa que la resolución, previa comprobación por la autoridad española correspondiente (Juez
Encargado del RC) de que en ella concurren las condiciones del reconocimiento, accederá al RC sin
necesidad de someterla a un procedimiento jurisdiccional de reconocimiento. Por otro lado, cuando no
exista norma de origen no interno aplicable, el reconocimiento de la resolución se regirá por lo
dispuesto en el título V de la LCJI, pero las condiciones del reconocimiento serán las previstas
expresamente en el artículo 96.2.2º LRC.
La resolución extranjera también puede acceder al Registro de la Propiedad para modificar una
inscripción relativa a bienes inmuebles sitos en España y afectados por la disolución del régimen
económico matrimonial (art. 1333 Cc, en relación con los arts. 4 LH y 38 RH). Con carácter general, y
siempre que no sea de aplicación una norma convencional o de la UE, para su inscripción la
resolución no debe poder ser recurrida en el Estado de origen (resoluciones judiciales firmes o
resoluciones de jurisdicción voluntaria definitivas); en caso contrario, solamente podrá ser objeto de
anotación preventiva (art. 59.1 LCJI). Con carácter previo a la inscripción, el registrador debe verificar
la regularidad y autenticidad formal de los documentos y la inexistencia de los motivos de denegación
del reconocimiento recogidos en el art. 46 LCJI (véase el art. 59.2 LCJI). El registrador notificará
–utilizando cualquier medio que permita dejar constancia de la recepción, fecha y contenido de lo
comunicado– su decisión a quien haya presentado los documentos y también a la parte frente a la
que se quiere hacer valer la resolución extranjera, quienes tienen un plazo de 20 días para oponerse
(art. 59.2 LCJI). Cuando no se pueda practicar la notificación o la decisión del registrador sea
contraria al reconocimiento, se suspenderá la inscripción y el registrador remitirá a las partes al juez
competente –de acuerdo con las normas de competencia del art. 52 LCJI–; en este caso, el
registrador extenderá, a instancia de quien haya presentado los documentos, anotación de
suspensión del asiento solicitado (art. 59.2, p. 2º, LCJI). Siempre existe la posibilidad de que el
Debe tenerse en cuenta el ámbito material de aplicación de las normas que prevén el
reconocimiento automático, de manera que su aplicación no puede sobrepasar su ámbito material.
Así, el Reglamento 2019/1111 permite únicamente el reconocimiento (automático) de las cuestiones
relativas a la disolución del matrimonio, excluyendo las causas de divorcio, las consecuencias
patrimoniales de dicha disolución u otras posibles medidas accesorias (véase el Considerando 9 de la
exposición de motivos), que quedarían sometidas a las normas de origen no interno (norma de la UE
o convenio internacional) o de origen interno (arts. 41 y ss. LCJI). Así, p.ej., las cuestiones en materia
de alimentos podrían quedar incluidas (cuando la resolución forme parte de su ámbito de aplicación)
en el Reglamento 4/2009, relativo a la competencia, la ley aplicable, el reconocimiento y la ejecución
de las resoluciones y la cooperación en materia de obligaciones de alimentos (véase la Resolución de
la DGRN de 27.7.2012). Igualmente, las cuestiones relacionadas con los regímenes económicos
matrimoniales se regirán por el Reglamento (UE) 2016/1103 del Consejo, de 24 de junio de 2016, por
el que se establece una cooperación reforzada en el ámbito de la competencia, la ley aplicable, el
reconocimiento y la ejecución de resoluciones en materia de regímenes económicos matrimoniales.
La declaración de ejecutividad se diferencia del reconocimiento por los distintos efectos que se
derivan de ambos pronunciamientos. Igualmente, la declaración de ejecutividad se diferencia del
proceso de ejecución en la medida en que este último comprende el conjunto de actuaciones
arbitradas por el Estado tendentes a hacer efectivo lo decidido en la resolución, siendo uno de los
presupuestos materiales para su ejercicio la existencia de un título ejecutivo, lo que, respecto de las
resoluciones extranjeras, se consigue mediante la declaración de ejecutividad; es decir, esta última es
presupuesto del proceso de ejecución (véase el art. 517.1 e.r. con el art. 523 LEC). Ya se ha dicho
que únicamente las sentencias de condena pueden acabar en un proceso de ejecución, o también los
pronunciamientos de condena de las resoluciones de naturaleza constitutiva (art. 521.3 LEC).
Para que se conceda el efecto ejecutivo a una resolución extranjera es necesario que ésta
sea ejecutiva en el Estado de origen. Esta condición encuentra su plasmación positiva en el
DPCI español tanto de origen interno (el art. 50.1 LCJI establece que “las resoluciones
judiciales extranjeras que tengan fuerza ejecutiva en el Estado de origen serán ejecutadas en
España…”) como de origen convencional (p.ej., el art. 39 del Reglamento 1215/2012
determina que “las resoluciones dictadas en un Estado miembro que tengan fuerza ejecutiva
en él…”).
A efectos sistemáticos, un análisis de las normas de DPCI en esta materia nos permite
hablar de un reconocimiento y de una declaración de ejecutividad jurisdiccionales (apartado
1), así como de un reconocimiento y de una declaración de ejecutividad automáticos
(apartado 2).
A) El reconocimiento jurisdiccional
Una gran parte de las normas convencionales ratificadas por España otorgan el
reconocimiento de manera conjunta con la declaración de ejecutividad. No diferencian entre
"reconocimiento" y "declaración de ejecutividad" (en la mayoría de los casos se utiliza la
denominación "ejecución") o, si lo hacen, no se concede efectos prácticos a la distinción,
manteniéndola en un plano meramente conceptual. Estas normas regulan un único
procedimiento jurisdiccional a través del cual se dota de fuerza ejecutiva a las resoluciones
extranjeras incluidas en su ámbito de aplicación. En la medida en que, como hemos visto, la
declaración de ejecutividad de una resolución presupone siempre su reconocimiento,
mediante este procedimiento jurisdiccional único se puede reconocer y declarar ejecutiva a la
vez una resolución extranjera. La obtención conjunta de ambos pronunciamientos tiene
consecuencias prácticas diferentes según el tipo de resolución de que se trate. Así, cuando
se someta a su procedimiento único una resolución extranjera susceptible de ejecución (p.ej.,
una sentencia de condena), la decisión que ponga fin al procedimiento concederá (o
denegará) conjuntamente el reconocimiento y la declaración de ejecutividad –el
reconocimiento de una resolución es presupuesto para poder declararla ejecutiva–. En el
caso en que la resolución no pueda ser objeto de la declaración de ejecutividad, porque no
conlleva actos de ejecución (p.ej., las sentencias declarativas y constitutivas), el
procedimiento jurisdiccional se limitará únicamente al reconocimiento (no se les puede
otorgar el efecto ejecutivo que este tipo de resoluciones no posee).
De acuerdo con el artículo 54.4, letra c), de la LCJI, el presupuesto de la firmeza de la resolución
extranjera debe probarse mediante documento acreditativo (prueba plena) o debe constar en la propia
resolución o desprenderse de la ley aplicada por el tribunal de origen [véase auto AP de Valencia de
10.2.2022 (Roj: AAP V 50/2022 - ECLI:ES:APV:2022:50A); auto AP de Vizcaya de 22.10.2020,
rec.693/2020 (Roj: AAP BI 734/2020 - ECLI:ES:APBI:2020:734A)]. La falta de respeto de los derechos
de defensa de las partes es otro de los motivos de denegación del reconocimiento [art. 54.4, letra b),
LCJI] que se produce cuando la parte a la que afecta no ha tenido conocimiento del proceso en el
Estado de origen porque no se le ha notificado convenientemente su existencia o no se le ha dado
traslado de la demanda; es la denominada rebeldía ”a la fuerza” o propia -frente a la rebeldía “por
convicción o coveniencia”, o impropia, que se produce cuando no se compareció en el proceso
habiéndolo podido hacer- [véase auto AP de Vizcaya de 20.12.2021, rec. 1468/2021, FD 3º (Roj: AAP
BI 1897/2021 - ECLI:ES:APBI:2021:1897A); auto TS, Sala Primera, de 5.4.2005, rec. 714/2003, FD 4º
(Roj: ATS 3827/2005 - ECLI:ES:TS:2005:3827A); desde la óptica del derecho de defensa, incluido en
el derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión reconocido en el artículo 24.1 CE, véase la
sentencia TC núm. 59/2002, de 11.3.2002, rec. de amparo 4411-1998, FJ 2 (ECLI:ES:TC:2002:59)].
En ambos casos la solicitud se tramitará por las normas que rigen el proceso de declaración de
ejecutividad (procedimiento de exequátur), pudiendo tener como resultado tanto la concesión del
reconocimiento como su denegación, según en ella concurran o no motivos de denegación del
reconocimiento (art. 42). En el proceso de reconocimiento, tanto a título incidental como principal, no
se podrá revisar el fondo de la resolución (art. 48) y si ésta contiene varios pronunciamientos y no
pueden reconocerse todos, podrá concederse un reconocimiento parcial para uno o varios de ellos
(art. 49).
Otro grupo de normas, entre las que se incluyen los arts. 41 y ss. LCJI, prevé la obtención
del reconocimiento y de la declaración de ejecutividad de forma independiente, regulando
igualmente un procedimiento jurisdiccional específico para declarar ejecutiva la resolución
Cuando sea aplicable la LCJI, las resoluciones extranjeras con pronunciamientos ejecutivos
podrán ser declaradas ejecutivas en España de acuerdo con un procedimiento específico
(“procedimiento de exequátur”, lo denomina la ley) y siempre que sean ejecutivas en el Estado de
origen. La competencia corresponde a los jueces de primera instancia o a los jueces de lo mercantil,
según la materia, territorialmente competentes de acuerdo con los criterios contenidos en el artículo
52.1. El procedimiento se atendrá a las normas procedimentales recogidas en el artículo 54. La
decisión del JPI sobre el exequátur podrá ser recurrida en apelación ante la AP correspondiente, y
contra la resolución de esta última solamente cabrá recurso extraordinario por infracción procesal o
recurso de casación ante el TS (art. 55). Como se ha indicado, este procedimiento es igualmente
aplicable a la solicitud de reconocimiento a título principal de una resolución extranjera (véase art. 42).
A) El reconocimiento automático
Acabamos de ver que algunas normas prevén la obtención separada e independiente del
reconocimiento y de la declaración de ejecutividad de las resoluciones extranjeras,
diferenciando ambos actos y otorgándoles resultados prácticos distintos. En estos casos
–con excepción del sistema regulado en la LCJI–, el reconocimiento se concede de forma
automática, al margen de un procedimiento jurisdiccional, gozando de autonomía "procesal"
respecto de la declaración de ejecutividad. Ahora bien, y dado que la declaración de
ejecutividad de una resolución presupone su reconocimiento, cuando se solicita directamente
la conversión de una resolución extranjera en título ejecutivo (declaración de ejecutividad) se
La concurrencia del principio del reconocimiento automático permite que una resolución extranjera
pueda ser alegada directamente en España, p.ej. para excepcionar cosa juzgada, porque entre el
procedimiento iniciado en nuestro país y el que dio origen a la resolución extranjera existe identidad
de sujetos, objeto y causa de pedir. Y ello porque ya ha sido reconocida sin necesidad de someterla a
proceso alguno y despliega uno de los efectos del reconocimiento: el de cosa juzgada material. Por el
contrario, si el texto convencional no prevé el reconocimiento automático, para poder alegar el efecto
de cosa juzgada material de la resolución extranjera será preciso solicitar previamente su
reconocimiento y, una vez obtenido, invocarla posteriormente como fundamento de la exceptio rei
iudicatae.
En la disposición final 25ª LEC se contienen las disposiciones procesales que intentan facilitar la
aplicación en España el Reglamento 1215/2012. Con esta disposición se pretenden colmar las
lagunas, fundamentalmente procesales, que existen en nuestro ordenamiento a la hora de aplicar el
Reglamento. De este modo, se ocupa de cuestiones como el control del reconocimiento (núm. 1), la
ejecución en España de la resolución extranjera (núm. 2), la no acreditación de la notificación del
certificado y la falta de traducción de la resolución extranjera (núm. 3), la eventual denegación de la
ejecución de resoluciones con fuerza ejecutiva (núm. 4), la expedición del certificado previsto en los
arts. 53 y 60 del Reglamento (núm. 5), el proceso de adaptación de los pronunciamientos de la
resolución extranjera (núm. 6), así como la ejecución de documentos públicos con fuerza ejecutiva y
de transacciones judiciales (núms. 7 y 8). Como se ha indicado, el núm. 1 de la DF 25ª contiene las
disposiciones para dar cumplimiento a lo dispuesto, fundamentalmente, en el artículo 36 del
Reglamento 1215/2012. En este sentido, recoge el principio general del reconocimiento automático,
por el que los efectos de las resoluciones dictadas en un Estado miembro al amparo del Reglamento
se extienden al resto de Estados miembros sin necesidad de acudir a ningún procedimiento
jurisdiccional de homologación.
Someter una resolución al principio del reconocimiento automático no significa una falta total
y absoluta de cualquier control sobre ella. Antes bien, siempre que se pretenda utilizar la
resolución hay que someterla a un trámite de control en el Estado requerido, con el objeto de
comprobar que en ella concurren las condiciones del reconocimiento (presupuestos y
motivos de denegación del reconocimiento). Aunque no siempre las normas convencionales
y de la UE las recogen todas, existen tres formas de llevar a cabo el control del
reconocimiento de la resolución: a título principal mediante el proceso declarativo de
reconocimiento, a título incidental y con motivo de la solicitud de la declaración de
ejecutividad. Veámoslas brevemente.
El Reglamento 2019/1111 ha introducido una doble vía de declaración de ejecutividad automática para
las resoluciones dictadas en materia de responsabilidad parental. En primer lugar, la que podríamos
denominar declaración de ejecutividad “normal” y que se obtiene sin necesidad de acudir a
procedimiento jurisdiccional alguno para dotar a la resolución del efecto ejecutivo (véase el art. 34.1).
Junto a ella hay una segunda vía, que podríamos denominar declaración de ejecutividad
“privilegiada”, que se aplica solamente a determinadas resoluciones –las que conceden derechos de
visita o las que, adoptadas por un órgano jurisdiccional del Estado miembro en el que el menor residía
inmediatamente antes del traslado o retención ilícitos, supongan la restitución del menor–. En este
caso, la ejecutividad se concede sin necesidad de tener que acudir a una declaración de fuerza
ejecutiva y –aquí radica la diferencia con la vía “normal”-- sin que se pueda impugnar su
reconocimiento, salvo que la resolución sea irreconciliable con una resolución posterior en materia de
responsabilidad parental que afecte al mismo menor (véase el art. 45.1 e.r. con los arts. 43.1 y 50).
Véase el artículo 39 del Reglamento 1215/2012, los artículos 34 y 45 del Reglamento 2019/1111, el
artículo 5 del Reglamento 805/2004 sobre el Título Ejecutivo Europeo, el artículo 19 del Reglamento
1896/2006 del Proceso Monitorio Europeo, el artículo 20.1 del Reglamento 861/2007 del Proceso
Europeo de Escasa Cuantía y el artículo 17 del Reglamento 4/2009 sobre obligaciones de alimentos.
El acreedor de un título ejecutivo europeo regulado en el Reglamento 805/2004 puede optar por
solicitar bien su certificación bien su reconocimiento y declaración de ejecutividad, el exequátur, al
amparo del Reglamento 1215/2012 (vése el art. 27). Igualmente, un crédito pecuniario que forme
parte del ámbito de aplicación del Reglamento 1896/2006 del Proceso Monitorio Europeo puede ser
reclamado bien a través del proceso monitorio europeo bien mediante cualquier otro proceso regulado
en el Derecho de un Estado miembro o en el Derecho de la UE (véase el art. 1.2). También el
Proceso Europeo de Escasa Cuantía del Reglamento 861/2007 se configura como una vía alternativa
a los procesos previstos en los ordenamientos jurídicos de cada Estado miembro (véase el art. 1,
p.1º, in fine).
Por ejemplo, el Reglamento 1215/2012 prevé una declaración de ejecutividad automática (arts. 58 y
59). El Reglamento 2019/1111 contempla también una declaración de ejecutividad automática para los
documentos públicos y acuerdos entre las partes en materia de responsabilidad parental (art. 65.2).
Por otro lado, prevén una declaración de ejecutividad jurisdiccional el Reglamento 650/2012 sobre
sucesiones (arts. 60 y 61), el Reglamento 2016/1103 sobre régimen económico matrimonial (arts. 59 y
60), el Reglamento 2016/1104 sobre efectos patrimoniales de las uniones registradas (arts. 59 y 60),
el Convenio de Lugano de 2007 (arts. 57 y 58). Los convenios bilaterales con Israel (art. 1.2 e.r. con
art. 5), con la Federación Rusa (art. 25 e.r. con art. 24.2), con la República Popular China (arts. 17.2 y
24.1), con Bulgaria (art. 18.2 e.r. con art. 20.4) establecen para las transacciones judiciales una
declaración de ejecutividad jurisdiccional. Finalmente, la LCJI prevé que los documentos públicos
extranjeros sean declarados ejecutivos en España si son ejecutivos en el Estado de origen y si no son
contrarios al orden público español (art. 56.1).
El reconocimiento de los actos de jurisdicción voluntaria puede ser a título principal y a título
incidental. Dado que estos actos no suelen desplegar el efecto de cosa juzgada y que
pueden ser modificados tras su reconocimiento, el reconocimiento a título principal tiene una
trascendencia muy limitada. Al no regular la LJV procedimiento alguno, este tipo de
reconocimiento deberá tramitarse por lo dispuesto en la LCJI, concretamente, en sus arts. 52
a 55. Más relevante es el reconocimiento a título incidental, que es competencia bien del
órgano jurisdiccional español ante el que se alegue, bien del encargado del registro público
español, según los casos (art. 12.2 LJV).