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El reconocimiento de

resoluciones, documentos
y actos extranjeros

Federico F. Garau Sobrino

Fecha actualización: 5/10/2022

"Zona DIPr estudiantes" por Federico F. Garau Sobrino se distribuye bajo una
Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
ÍNDICE

Introducción

I. Los efectos de las resoluciones extranjeras


1. Introducción
2. Los efectos derivados del reconocimiento
A) Efecto de cosa juzgada material
B) Efecto constitutivo
3. La denegación del reconocimiento
4. El efecto derivado de la declaración de ejecutividad: el efecto ejecutivo

II. Reconocimieto y declaración de ejecutividad de las resoluciones extranjeras en España


1. Reconocimiento y la declaración de ejecutividad jurisdiccional
A) El reconocimiento jurisdiccional
B) La declaración de ejecutividad jurisdiccional
2. Reconocimiento y declaración de ejecutividad automáticos
A) El reconocimiento automático
B) La declaración de ejecutividad automática

III. Los documentos públicos con fuerza ejecutiva, las transacciones judiciales y los actos de
juridicción voluntaria
1. La declaración de ejecutividad de los documentos públicos con fuerza ejecutiva y las
transacciones judiciales
2. Los actos de jurisdicción voluntaria

Introducción
Veíamos en el Tema 2 que el Derecho Procesal Civil Internacional (DPCI) aborda tres grupos
de cuestiones fundamentales: la jurisdicción de los tribunales de un país para conocer de un
asunto litigioso, el desarrollo del propio proceso y, finalmente, la validez en un Estado de las
resoluciones judiciales dictadas por los órganos jurisdiccionales de otro país. Las dos
primeras cuestiones ya han sido tratadas en el Tema 2. Ahora nos ocuparemos de la tercera:
de los efectos que surtirá una resolución judicial fuera del territorio de la organización
jurisdiccional de la que ha emanado, y que se conoce con el nombre de exequátur u

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homologación de las sentencias extranjeras.

Desde la perspectiva del DPCI español, nos interesa la obtención en nuestro país del
reconocimiento o la declaración de ejecutividad de una resolución dictada por un tribunal
extranjero, con la finalidad de que produzca efectos y, en su caso, pueda ser ejecutada en
España. Ahora bien, también prestamos atención a la posibilidad de que una resolución
adoptada por un órgano jurisdiccional español pueda producir efectos y ser ejecutada en otro
país. Ambos supuestos son las dos caras de una misma moneda.

I. Los efectos de las resoluciones extranjeras

1. Introducción
Con carácter general, puede afirmarse que las resoluciones emanadas de los órganos
jurisdiccionales españoles únicamente despliegan sus efectos en territorio español. Ello
implica que, de entrada, las resoluciones españolas no producen efectos en el extranjero, así
como que los efectos de las resoluciones extranjeras tampoco se manifiestan en nuestro
país. Ahora bien, lo anterior responde a un planteamiento maximalista del tema, influido por
un concepto exagerado –e irreal– de la soberanía estatal. Por ello este principio se modula
en la práctica, admitiéndose que, bajo ciertas condiciones, las resoluciones pronunciadas por
un órgano jurisdiccional extranjero pueden desplegar efectos en España, del mismo modo
que las resoluciones españolas también son susceptibles de desarrollar sus efectos en
países extranjeros. En este sentido, el ordenamiento español prevé la posibilidad de que las
resoluciones extranjeras puedan desplegar efectos en territorio español [arts. 41 y ss. Ley de
cooperación jurídica internacional en materia civil (LCJI)]. Dichos efectos pueden variar en
atención al tipo de resolución de que se trate y, además, serán distintos según la resolución
sea "reconocida" o "declarada ejecutiva" –o, incluso, si no obtiene ninguno de estos
pronunciamientos.

La LCJI distingue entre “reconocimiento” y “declaración de ejecutividad” (“ejecución” la


denomina) de una resolución extranjera. Estamos ante actos procesales independientes, de
los que derivan efectos diferentes, que permiten que una resolución extranjera despliegue
sus efectos en el foro.

La obtención del reconocimiento de una resolución extranjera supone que ésta existe
jurídicamente en el Estado requerido –país en el que se le quiere otorgar efectos– y, por
tanto, tiene una triple consecuencia: se manifiestan toda una serie de efectos jurídicos, su
contenido es considerado como vinculante y, por último, no puede ponerse en duda su
existencia (D. Martiny). Por su parte, la declaración de ejecutividad es “el acto de soberanía

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estatal a través del cual a un título extranjero se le concede en el foro el efecto ejecutivo” (M.
Wolff). Este último es, por tanto, un acto procesal mediante el cual el Estado requerido
concede a la resolución extranjera el efecto ejecutivo, convirtiéndola en título ejecutivo. Ello
permitirá posteriormente, y en el caso de que la parte condenada no cumpla voluntariamente
lo decidido en el procedimiento extranjero, acudir a la actividad coactiva del Estado que ha
declarado su ejecutividad (proceso de ejecución forzosa).

Utilizo el término “declaración de ejecutividad” y no “ejecución”, presente en la mayoría de la doctrina,


en la LCJI y en textos convencionales, porque considero que este último puede inducir a error, al
permitir su confusión con el denominado "proceso de ejecución": aquélla es presupuesto de este
último. Tanto en la doctrina como en la práctica convencional y en la LCJI (art. 42) se usa la expresión
"exequátur" para referirse al procedimiento a través del cual se obtiene el reconocimiento y la
declaración de ejecutividad. Desde un punto de vista técnico, la palabra exequátur se refiere
únicamente al acto de concesión del efecto ejecutivo (declaración de ejecutividad), ya que este es su
significado original: "ejecútese".

La teoría general del reconocimiento de resoluciones extranjeras se basa en dos ideas


básicas, que permiten explicar coherentemente este tema. La primera es que el
reconocimiento de una resolución judicial es presupuesto de su declaración de ejecutividad.

Este principio solamente es válido en relación con las resoluciones judiciales pero no con los
documentos públicos con fuerza ejecutiva, que también pueden ser objeto de exequátur. Estos
últimos precisan únicamente de la declaración de ejecutividad porque no despliegan ninguno de los
efectos derivados el reconocimiento (p.ej., un reconocimiento de deuda solamente precisa ser
declarado ejecutivo con el objeto de ser "ejecutado").

De lo anterior se deriva que toda resolución que pretende ser declarada ejecutiva debe
obtener inexcusablemente su reconocimiento. Ahora bien, no todas las resoluciones que han
sido reconocidas precisan la declaración de ejecutividad. He dicho que de este último
pronunciamiento deriva el efecto ejecutivo, pero es sabido que no todas las resoluciones son
susceptibles de ser ejecutadas. Por ello –y esta es la segunda idea fundamental–, solamente
pueden ser declaradas ejecutivas aquellas resoluciones judiciales que contengan
pronunciamientos ejecutivos, esto es, las sentencias de condena. Por el contrario, las
sentencias sin pronunciamientos susceptibles de ejecución (las derivadas de acciones
constitutivas o meramente declarativas) se agotan con el reconocimiento, no precisando en
absoluto la declaración de ejecutividad pues no hay nada que "ejecutar" –cuando una
resolución contenga pronunciamientos mixtos, sólo podrán obtener la declaración de
ejecutividad los de condena (p.ej., en una sentencia de divorcio que establezca también una
pensión alimenticia, únicamente este último pronunciamiento puede ser declarado ejecutivo).

2. Los efectos derivados del reconocimiento


Una resolución extranjera una vez reconocida despliega en el Estado requerido una serie de
efectos –los mismos que le atribuye el ordenamiento jurídico del Estado de origen (país en el
que ha sido dictada)–. Los efectos conocidos que puede desplegar una resolución en virtud
del reconocimiento son varios: el de cosa juzgada material; el constitutivo; el preclusivo (las

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partes no pueden, en un proceso posterior, atacar lo juzgado mediante hechos que podrían
–y deberían– haberse hecho valer en el primer proceso; algunos ordenamientos, como el
español, integran este efecto en el límite temporal de la cosa juzgada); el de intervención,
derivado de la intervención de terceros en el proceso (impide al tercero alegar en una
posterior acción de regreso la mala gestión procesal, la incorrecta decisión del proceso o su
obtención mediante dolo o fraude); el de tipicidad (la posibilidad de que una resolución
extranjera pueda ser subsumida en el supuesto de una norma y aplicar así su
correspondiente consecuencia jurídica). Todos estos efectos no tienen por qué concurrir en
una misma resolución. Ello dependerá del ordenamiento del país de origen y del tipo de
resolución de que se trate.

Para los casos en los que sea aplicable la LCJI, el reconocimiento permite que en España la
resolución extranjera produzca los mismos efectos que tiene en el Estado de origen (art. 44.3).

A continuación me ocupo solamente de los dos principales efectos que suelen concurrir en la
mayoría de resoluciones objeto de reconocimiento. Me refiero al efecto de cosa juzgada
material y al efecto constitutivo, propio de las resoluciones de naturaleza constitutiva.

A) Efecto de cosa juzgada material

Para el Derecho español, la cosa juzgada material es el efecto procesal derivado de algunas
resoluciones firmes, mediante el cual los órganos jurisdiccionales quedan vinculados a su
contenido. Será el ordenamiento del Estado de origen el que determinará qué resoluciones
podrán desplegar el efecto de cosa juzgada material, siendo indiferente que el Derecho
español no otorgue este efecto a ese concreto tipo de resoluciones. El acto de reconocer la
resolución extranjera permite que este efecto se despliegue en nuestro país, manifestándose
entonces su función positiva –lo decidido en la resolución existe indubitadamente para los
órganos jurisdiccionales españoles que entiendan en procesos posteriores cuyo objeto afecte
a lo decidido (vinculación prejudicial)– y su función negativa o excluyente –imposibilidad de
volver a plantear en España un nuevo proceso con objeto idéntico al de la resolución
reconocida (principio non bis in idem)–. Apreciada en España la existencia de cosa juzgada,
su tratamiento procesal se adecuará a lo establecido en el derecho procesal español, en
calidad de lex fori, ley del foro, aplicable al proceso (art. 3 LEC).

En relación con el ámbito de la cosa juzgada, sus límites se determinarán igualmente de acuerdo
con el derecho del país de origen. De este modo, y respecto de los límites subjetivos –qué sujetos
quedan afectados por la resolución–, será este ordenamiento el que establecerá si la cosa juzgada
afecta sólo a las partes procesales o si también, y en qué medida, se extiende a terceros o si, incluso,
posee eficacia erga omnes. Por lo que se refiere a los límites objetivos –sobre qué aspectos del
objeto u objetos del proceso recae -, el texto de la resolución es el principal elemento para
establecerlos, ya que en él se recoge lo decidido sobre lo actuado, pudiendo acudirse al derecho del
país de origen para su interpretación y para determinar la extensión de la cosa juzgada. Con relación
al límite temporal –hasta qué momento pueden o deben aportarse hechos relacionados con el objeto
del proceso, a partir del cual los nuevos hechos no quedan afectados por la cosa juzgada de la
resolución–, serán también las normas del Estado de origen las que lo determinarán. Relacionado con
el factor temporal, aunque no puede ser considerado un límite, se plantea el problema del fijar el
momento temporal a partir del cual se produce la cosa juzgada; también en este caso, se establecerá

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de acuerdo con el ordenamiento del país de origen.

B) Efecto constitutivo

Efecto constitutivo es aquél que deriva de una resolución en la que el actor ha ejercido una
acción para crear, modificar o extinguir un derecho o una relación jurídica con la que se halla
vinculado, esto es, de una acción constitutiva. El núcleo más importante de este tipo de
acciones en el campo de la jurisdicción contenciosa lo forman las acciones de nulidad
matrimonial, separación o divorcio. Veamos a continuación cómo se produce en España el
reconocimiento de este tipo de sentencias, atendiendo al uso que se pretenda hacer en
nuestro país de la resolución. Para ello nos fijaremos en el supuesto más frecuente, que es
su acceso al Registro Civil.

El reconocimiento en España de las resoluciones en materia de nulidad matrimonial,


separación y de divorcio, al tratarse de resoluciones emanadas de acciones constitutivas,
precisará de la obtención del reconocimiento pero no de la declaración de ejecutividad,
puesto que no deben ser ejecutadas –por sí solas producen el cambio jurídico, no
necesitando actos de ejecución forzosa– (véase art. 521.1 LEC). Obtenido aquel
pronunciamiento, podrá procederse a su inscripción en los Registros españoles, básicamente
el Registro Civil (también pueden tener que ser inscritas en el Registro de la Propiedad, en la
medida en que la sentencia atribuye bienes a un miembro de la pareja, modificando así la
titularidad del bien inscrito) con la finalidad de reforzar la efectividad práctica de lo decidido
en ella (véase art. 521.2 LEC). Si una resolución contiene pronunciamiento de naturaleza
constitutiva junto a otros de índole ejecutiva (p.ej., una sentencia en la que, además de
pronunciarse el divorcio, se condene a una de las partes al pago de una pensión), será
posible la ejecución –previa obtención de la declaración de ejecutividad– solamente en
relación con los pronunciamientos de condena (véase art. 521.3 LEC).

En el ámbito de la UE debe tenerse presente el Reglamento (UE) 2019/1111 relativo a la


competencia, el reconocimiento y la ejecución de resoluciones en materia matrimonial y de
responsabilidad parental, y sobre la sustracción internacional de menores, que facilita sobremanera el
reconocimiento en los Estados miembros de este tipo de resoluciones.

Si nos preguntamos para qué se va a utilizar una sentencia extranjera que declare la nulidad,
el divorcio o la separación matrimonial, enseguida nos acude a la mente el deseo de
inscribirla en el Registro Civil. Pues bien, un análisis de la regulación española nos permite
distinguir dos supuestos diferentes de posible acceso al Registro Civil de las resoluciones
extranjeras de este tipo de resoluciones:

Con carácter previo, hay que recordar que el Reglamento del Registro Civil de 1958 (en adelante
RRC) no ha sido derogado expresamente por la disposición derogatoria de la Ley 20/2011 del
Registro Civil (en adelante LRC). Por tanto, y mientras no se apruebe el nuevo Reglamento, las
disposiciones Reglamento de 1958 son aplicables en tanto no se oponga a la Ley 20/2011 ni a la Ley
39/2015 del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas, esta última de
aplicación supletoria (véase la disposición final primera de la Ley 20/2011).

En primer lugar, el acceso puede producirse para modificar una inscripción previa. El

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matrimonio al que se refiere la resolución extranjera de nulidad, separación o de divorcio se
halla inscrito en el RC español. Según la normativa del RC, podrán ser inscritas en el RC las
sentencias y resoluciones judiciales extranjeras firmes, así como las resoluciones de
jurisdicción voluntaria definitivas (art. 96.1 LRC). Su inscripción requiere la obtención previa
del reconocimiento de la resolución, bien de acuerdo con las normas convencionales o de la
UE que sean aplicables, bien de acuerdo con lo dispuesto en el título V de la Ley de
Cooperación Jurídica Internaciona (LCJI) (véase art. 96.2 LRC). Es decir, es preciso el
reconocimiento de toda resolución extranjera que acceda al RC para modificar una
inscripción previa.

Los artículos 83 y 265, párrafo segundo, RRC prevén el reconocimiento previo de la resolución
extranjera cuando ésta sea el título en el que se base la modificación registral.

El procedimiento y las condiciones del reconocimiento serán los previstos en la norma que sea
aplicable. Así, el Reglamento 2019/1111 parte del principio del reconocimiento automático, por el cual
las resoluciones son reconocidas sin necesidad de acudir a procedimiento alguno (art. 30, aps.1 y 2);
por su parte, los motivos de denegación del reconocimiento son los previstos en su artículo 38. Esto
significa que la resolución, previa comprobación por la autoridad española correspondiente (Juez
Encargado del RC) de que en ella concurren las condiciones del reconocimiento, accederá al RC sin
necesidad de someterla a un procedimiento jurisdiccional de reconocimiento. Por otro lado, cuando no
exista norma de origen no interno aplicable, el reconocimiento de la resolución se regirá por lo
dispuesto en el título V de la LCJI, pero las condiciones del reconocimiento serán las previstas
expresamente en el artículo 96.2.2º LRC.

La resolución extranjera de nulidad o de divorcio puede acceder también al RC como simple


anotación registral con valor informativo, es decir, sin valor probatorio, salvo que la ley le
otorgue valor de presunción (art. 40 LRC). Así, siempre existe la posibilidad de que, a
petición de parte interesada o del Ministerio Fiscal, se anote “con un valor meramente
informativo” la “sentencia o resolución extranjera que afecte al estado civil, en tanto no se
obtenga el exequátur o el reconocimiento incidental en España” (véase el art. 40.3.5º en
relación con el art. 96.2.1º LRC). Igualmente, una resolución judicial no firme o una
resolución de jurisdicción voluntaria no definitiva solamente pueden ser inscritas en el RC
como anotaciones registrales sin valor probatorio (art 96.1 LRC). En estos casos no se
precisa el reconocimiento de la resolución, puesto que no modifica inscripción alguna del RC.

La resolución extranjera también puede acceder al Registro de la Propiedad para modificar una
inscripción relativa a bienes inmuebles sitos en España y afectados por la disolución del régimen
económico matrimonial (art. 1333 Cc, en relación con los arts. 4 LH y 38 RH). Con carácter general, y
siempre que no sea de aplicación una norma convencional o de la UE, para su inscripción la
resolución no debe poder ser recurrida en el Estado de origen (resoluciones judiciales firmes o
resoluciones de jurisdicción voluntaria definitivas); en caso contrario, solamente podrá ser objeto de
anotación preventiva (art. 59.1 LCJI). Con carácter previo a la inscripción, el registrador debe verificar
la regularidad y autenticidad formal de los documentos y la inexistencia de los motivos de denegación
del reconocimiento recogidos en el art. 46 LCJI (véase el art. 59.2 LCJI). El registrador notificará
–utilizando cualquier medio que permita dejar constancia de la recepción, fecha y contenido de lo
comunicado– su decisión a quien haya presentado los documentos y también a la parte frente a la
que se quiere hacer valer la resolución extranjera, quienes tienen un plazo de 20 días para oponerse
(art. 59.2 LCJI). Cuando no se pueda practicar la notificación o la decisión del registrador sea
contraria al reconocimiento, se suspenderá la inscripción y el registrador remitirá a las partes al juez
competente –de acuerdo con las normas de competencia del art. 52 LCJI–; en este caso, el
registrador extenderá, a instancia de quien haya presentado los documentos, anotación de
suspensión del asiento solicitado (art. 59.2, p. 2º, LCJI). Siempre existe la posibilidad de que el

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interesado inicie el proceso de exequátur regulado en los arts. 52 a 55 LCJI (véase art. 59.3 LCJI). Si
los actos constitutivos se contienen en un documento público extranjero de carácter extrajudicial, su
inscripción en un registro público español queda condicionada al cumplimiento de los requisitos
contenidos en las legislación específica que sea aplicable, así como a que la autoridad extranjera
haya intervenido desarrollando funciones equivalentes a las de las autoridades españolas en la
materia de que se trate y con efectos iguales o parecidos (art. 60 LCJI).

Debe tenerse en cuenta el ámbito material de aplicación de las normas que prevén el
reconocimiento automático, de manera que su aplicación no puede sobrepasar su ámbito material.
Así, el Reglamento 2019/1111 permite únicamente el reconocimiento (automático) de las cuestiones
relativas a la disolución del matrimonio, excluyendo las causas de divorcio, las consecuencias
patrimoniales de dicha disolución u otras posibles medidas accesorias (véase el Considerando 9 de la
exposición de motivos), que quedarían sometidas a las normas de origen no interno (norma de la UE
o convenio internacional) o de origen interno (arts. 41 y ss. LCJI). Así, p.ej., las cuestiones en materia
de alimentos podrían quedar incluidas (cuando la resolución forme parte de su ámbito de aplicación)
en el Reglamento 4/2009, relativo a la competencia, la ley aplicable, el reconocimiento y la ejecución
de las resoluciones y la cooperación en materia de obligaciones de alimentos (véase la Resolución de
la DGRN de 27.7.2012). Igualmente, las cuestiones relacionadas con los regímenes económicos
matrimoniales se regirán por el Reglamento (UE) 2016/1103 del Consejo, de 24 de junio de 2016, por
el que se establece una cooperación reforzada en el ámbito de la competencia, la ley aplicable, el
reconocimiento y la ejecución de resoluciones en materia de regímenes económicos matrimoniales.

3. La denegación del reconocimiento


Denegado el reconocimiento de una resolución extranjera por no concurrir en ella las
condiciones del reconocimiento, sus efectos no podrán extenderse a nuestro país (Estado
requerido). Consiguientemente, no vinculará a los tribunales ni a las autoridades españolas.
La denegación del reconocimiento impide la posterior declaración de ejecutividad (conversión
en título ejecutivo), careciendo así el proceso de ejecución de uno de sus presupuestos
materiales: el título ejecutivo. Tras la denegación del reconocimiento, la única posibilidad de
dar satisfacción en nuestro país a la pretensión ejercitada ante un tribunal extranjero es
plantearla nuevamente ante un órgano jurisdiccional español, eso siempre que nuestros
tribunales posean competencia judicial internacional para conocer de este segundo litigio –en
el marco de tratados y de normas de la UE con foros de competencia directa (p.ej., el
Reglamento 1215/2012 o el C.Lugano), una vez denegado el reconocimiento puede suceder
que dichos foros no otorguen jurisdicción a los tribunales españoles, por lo que no sería
posible plantear una nueva acción en nuestro país.

La resolución extranjera a la que se le ha denegado el reconocimiento en España desplegará


únicamente el efecto probatorio, puesto que se contiene materialmente en un documento
público extranjero (vid. art. 323 LEC), por lo que siempre podrá hacerse valer en un proceso
ante órganos jurisdiccionales españoles como medio de prueba [así, sentencia TS (Sala 1ª)
de 25.10.2005, FD 2º (Roj: STS 6477/2005 - ECLI: ES:TS:2005:6477), sentencia AP de
Tenerife de 6.9.2021, FD 2º (Roj: SAP TF 2301/2021 - ECLI:ES:APTF:2021:2301)]. Por esta
razón se trata de una prueba tasada, debiendo ser valorada por el juzgador de acuerdo con
los principios del artículo 319 LEC: "harán prueba plena del hecho, acto o estado de cosas
que documenten, de la fecha en que se produce esa documentación y de la identidad de los
fedatarios y demás personas que, en su caso, intervengan en ella."

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Como consecuencia de la denegación del reconocimiento de resoluciones extranjeras de
naturaleza constitutiva se producen las denominadas, en Derecho Internacional Privado, situaciones
claudicantes. Así, por ejemplo, mientras una misma persona para un país está divorciada, para otro
–aquel en el que le ha sido denegado el reconocimiento de la resolución de divorcio– sigue
subsistiendo el vínculo conyugal.

4. El efecto derivado de la declaración de ejecutividad: el


efecto ejecutivo
Mediante la declaración de ejecutividad (exequátur), en el Estado requerido se concede a
una resolución extranjera el efecto ejecutivo. La obtención del efecto ejecutivo a través de la
declaración de ejecutividad permite que, en caso de incumplimiento de lo decidido en la
resolución, la parte acreedora en el procedimiento pueda ejercitar en el Estado requerido el
correspondiente proceso de ejecución forzosa (véase arriba el apartado 1).

La declaración de ejecutividad se diferencia del reconocimiento por los distintos efectos que se
derivan de ambos pronunciamientos. Igualmente, la declaración de ejecutividad se diferencia del
proceso de ejecución en la medida en que este último comprende el conjunto de actuaciones
arbitradas por el Estado tendentes a hacer efectivo lo decidido en la resolución, siendo uno de los
presupuestos materiales para su ejercicio la existencia de un título ejecutivo, lo que, respecto de las
resoluciones extranjeras, se consigue mediante la declaración de ejecutividad; es decir, esta última es
presupuesto del proceso de ejecución (véase el art. 517.1 e.r. con el art. 523 LEC). Ya se ha dicho
que únicamente las sentencias de condena pueden acabar en un proceso de ejecución, o también los
pronunciamientos de condena de las resoluciones de naturaleza constitutiva (art. 521.3 LEC).

Para que se conceda el efecto ejecutivo a una resolución extranjera es necesario que ésta
sea ejecutiva en el Estado de origen. Esta condición encuentra su plasmación positiva en el
DPCI español tanto de origen interno (el art. 50.1 LCJI establece que “las resoluciones
judiciales extranjeras que tengan fuerza ejecutiva en el Estado de origen serán ejecutadas en
España…”) como de origen convencional (p.ej., el art. 39 del Reglamento 1215/2012
determina que “las resoluciones dictadas en un Estado miembro que tengan fuerza ejecutiva
en él…”).

II. Reconocimieto y declaración de


ejecutividad de las resoluciones extranjeras
en España
El artículo 2 de la LCJI contiene el sistema de fuentes de la cooperación jurídica internacional
–la Ley incluye en este concepto el reconocimiento y declaración de ejecutividad de

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resoluciones judiciales y documentos públicos extranjeros–en materia civil. Así, son
aplicables en primer lugar las normas de la UE y los convenios internacionales; a
continuación la normas especiales de Derecho interno (la DA 1ª de la Ley contiene una
enumeración no exhaustiva de las normas “especiales” en esta materia); y finalmente lo
dispuesto en la propia LCJI.

A efectos sistemáticos, un análisis de las normas de DPCI en esta materia nos permite
hablar de un reconocimiento y de una declaración de ejecutividad jurisdiccionales (apartado
1), así como de un reconocimiento y de una declaración de ejecutividad automáticos
(apartado 2).

1. Reconocimiento y la declaración de ejecutividad


jurisdiccional

A) El reconocimiento jurisdiccional

Una gran parte de las normas convencionales ratificadas por España otorgan el
reconocimiento de manera conjunta con la declaración de ejecutividad. No diferencian entre
"reconocimiento" y "declaración de ejecutividad" (en la mayoría de los casos se utiliza la
denominación "ejecución") o, si lo hacen, no se concede efectos prácticos a la distinción,
manteniéndola en un plano meramente conceptual. Estas normas regulan un único
procedimiento jurisdiccional a través del cual se dota de fuerza ejecutiva a las resoluciones
extranjeras incluidas en su ámbito de aplicación. En la medida en que, como hemos visto, la
declaración de ejecutividad de una resolución presupone siempre su reconocimiento,
mediante este procedimiento jurisdiccional único se puede reconocer y declarar ejecutiva a la
vez una resolución extranjera. La obtención conjunta de ambos pronunciamientos tiene
consecuencias prácticas diferentes según el tipo de resolución de que se trate. Así, cuando
se someta a su procedimiento único una resolución extranjera susceptible de ejecución (p.ej.,
una sentencia de condena), la decisión que ponga fin al procedimiento concederá (o
denegará) conjuntamente el reconocimiento y la declaración de ejecutividad –el
reconocimiento de una resolución es presupuesto para poder declararla ejecutiva–. En el
caso en que la resolución no pueda ser objeto de la declaración de ejecutividad, porque no
conlleva actos de ejecución (p.ej., las sentencias declarativas y constitutivas), el
procedimiento jurisdiccional se limitará únicamente al reconocimiento (no se les puede
otorgar el efecto ejecutivo que este tipo de resoluciones no posee).

Lamentablemente, la LCJI ha optado por un sistema de reconocimiento jurisdiccional (no


automático), debiéndose acudir a un proceso jurisdiccional específico para reconocer la
resolución extranjera. La LCJI denomina “procedimiento de exequátur” al utilizado para
conceder tanto el reconocimiento como la declaración de ejecutividad de una resolución
extranjera (véase art. 42). Como ya he dicho, el reconocimiento y declaración de ejecutividad
de las resoluciones judiciales extranjeras a las que no les sea de aplicación un convenio

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internacional, una norma de la UE o una disposición específica de origen interno, se regirán
por lo dispuesto en los artículos 41 y ss. de la LCJI. En primer lugar, y con carácter general,
debe tratarse de resoluciones firmes (o de resoluciones definitivas derivadas de un proceso
de jurisdicción voluntaria); en el caso de medidas cautelares, se reconocerán y ejecutarán
siempre que se hubieran adoptado previa audiencia de la parte afectada, o cuando su
denegación vulnere el principio de tutela judicial efectiva (véase art. 41).

De acuerdo con el artículo 54.4, letra c), de la LCJI, el presupuesto de la firmeza de la resolución
extranjera debe probarse mediante documento acreditativo (prueba plena) o debe constar en la propia
resolución o desprenderse de la ley aplicada por el tribunal de origen [véase auto AP de Valencia de
10.2.2022 (Roj: AAP V 50/2022 - ECLI:ES:APV:2022:50A); auto AP de Vizcaya de 22.10.2020,
rec.693/2020 (Roj: AAP BI 734/2020 - ECLI:ES:APBI:2020:734A)]. La falta de respeto de los derechos
de defensa de las partes es otro de los motivos de denegación del reconocimiento [art. 54.4, letra b),
LCJI] que se produce cuando la parte a la que afecta no ha tenido conocimiento del proceso en el
Estado de origen porque no se le ha notificado convenientemente su existencia o no se le ha dado
traslado de la demanda; es la denominada rebeldía ”a la fuerza” o propia -frente a la rebeldía “por
convicción o coveniencia”, o impropia, que se produce cuando no se compareció en el proceso
habiéndolo podido hacer- [véase auto AP de Vizcaya de 20.12.2021, rec. 1468/2021, FD 3º (Roj: AAP
BI 1897/2021 - ECLI:ES:APBI:2021:1897A); auto TS, Sala Primera, de 5.4.2005, rec. 714/2003, FD 4º
(Roj: ATS 3827/2005 - ECLI:ES:TS:2005:3827A); desde la óptica del derecho de defensa, incluido en
el derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión reconocido en el artículo 24.1 CE, véase la
sentencia TC núm. 59/2002, de 11.3.2002, rec. de amparo 4411-1998, FJ 2 (ECLI:ES:TC:2002:59)].

El reconocimiento de una resolución extranjera en España a través de la LCJI puede obtenerse de


forma incidental, esto es, se plantea incidentalmente en un procedimiento jurisdiccional que se está
sustanciando en España y en el que se invoca la resolución extranjera; en este caso, será
competente para otorgar el reconocimiento el juez que conozca del proceso ya iniciado (art. 44.2).
Los efectos del reconocimiento, que serán los mismos que la resolución produce en el Estado de
origen, quedan limitados al proceso en el que se ha planteado el reconocimiento, pudiéndose solicitar,
en su caso, la declaración de ejecutividad de la resolución extranjera (art. 44, núms. 2 y 3). Una
resolución extranjera también podrá reconocerse a título principal; esto es, mediante un proceso
específico que tiene por objeto controlar jurisdiccionalmente las condiciones del reconocimiento (que
concurren los presupuestos del reconocimiento y que no existen motivos de denegación). En este
caso, la acción puede ser tanto positiva –se pide que se reconozca la resolución extranjera– (art.
42.1), como negativa –se solicita que se declare que la resolución no es susceptible de ser
reconocida en España por concurrir en ella algún motivo de denegación del reconocimiento– (art.
42.2).

En ambos casos la solicitud se tramitará por las normas que rigen el proceso de declaración de
ejecutividad (procedimiento de exequátur), pudiendo tener como resultado tanto la concesión del
reconocimiento como su denegación, según en ella concurran o no motivos de denegación del
reconocimiento (art. 42). En el proceso de reconocimiento, tanto a título incidental como principal, no
se podrá revisar el fondo de la resolución (art. 48) y si ésta contiene varios pronunciamientos y no
pueden reconocerse todos, podrá concederse un reconocimiento parcial para uno o varios de ellos
(art. 49).

De forma totalmente incongruente, la LCJI sí admite el reconocimiento automático –y así se recoge


expresamente– en relación con las resoluciones extranjeras que deben ser inscritas en registros
públicos españoles, excepto el Registro Civil (art. 59).

B) La declaración de ejecutividad jurisdiccional

Otro grupo de normas, entre las que se incluyen los arts. 41 y ss. LCJI, prevé la obtención
del reconocimiento y de la declaración de ejecutividad de forma independiente, regulando
igualmente un procedimiento jurisdiccional específico para declarar ejecutiva la resolución

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extranjera. Este procedimiento –denominado proceso de declaración de ejecutividad,
proceso de exequátur o, incluso, proceso de ejecución (no confundirlo con el proceso de
ejecución forzosa)– tiene las siguientes características:

– Control de la resolución en destino. La resolución extranjera se controla en el Estado


requerido. Precisamente, el objeto de este procedimiento es controlar
jurisdiccionalmente que en la resolución concurren las condiciones del reconocimiento
(presupuestos y motivos de denegación del reconocimiento), así como el presupuesto
de la declaración de ejecutividad (que la resolución sea ejecutiva en el Estado de
origen).

– Resoluciones objeto control. Únicamente las resoluciones susceptibles de ejecución


(las sentencias con pronunciamientos de condena) podrán ser objeto de este
procedimiento jurisdiccional. Por el contrario, las resoluciones no susceptibles de
ejecución (sentencias declarativas y constitutivas) requieren solamente de su
reconocimiento, no precisando del exequátur.

– El efecto ejecutivo. Mediante la declaración de ejecutividad se concede a la


resolución extranjera el efecto ejecutivo. Obtenido este, podrá instarse, cuando ello
sea preciso, en el Estado requerido el correspondiente proceso de ejecución forzosa
de la resolución.

Cuando sea aplicable la LCJI, las resoluciones extranjeras con pronunciamientos ejecutivos
podrán ser declaradas ejecutivas en España de acuerdo con un procedimiento específico
(“procedimiento de exequátur”, lo denomina la ley) y siempre que sean ejecutivas en el Estado de
origen. La competencia corresponde a los jueces de primera instancia o a los jueces de lo mercantil,
según la materia, territorialmente competentes de acuerdo con los criterios contenidos en el artículo
52.1. El procedimiento se atendrá a las normas procedimentales recogidas en el artículo 54. La
decisión del JPI sobre el exequátur podrá ser recurrida en apelación ante la AP correspondiente, y
contra la resolución de esta última solamente cabrá recurso extraordinario por infracción procesal o
recurso de casación ante el TS (art. 55). Como se ha indicado, este procedimiento es igualmente
aplicable a la solicitud de reconocimiento a título principal de una resolución extranjera (véase art. 42).

2. Reconocimiento y declaración de ejecutividad automáticos

A) El reconocimiento automático

Acabamos de ver que algunas normas prevén la obtención separada e independiente del
reconocimiento y de la declaración de ejecutividad de las resoluciones extranjeras,
diferenciando ambos actos y otorgándoles resultados prácticos distintos. En estos casos
–con excepción del sistema regulado en la LCJI–, el reconocimiento se concede de forma
automática, al margen de un procedimiento jurisdiccional, gozando de autonomía "procesal"
respecto de la declaración de ejecutividad. Ahora bien, y dado que la declaración de
ejecutividad de una resolución presupone su reconocimiento, cuando se solicita directamente
la conversión de una resolución extranjera en título ejecutivo (declaración de ejecutividad) se

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procede a examinar la concurrencia de las condiciones del reconocimiento.

El reconocimiento automático significa que las resoluciones extranjeras son reconocidas en


el Estado requerido sin necesidad de recurrir a procedimiento jurisdiccional alguno. Así lo
establece, en términos claros y taxativos, el artículo 36.1 del Reglamento 1215/2012: “Las
resoluciones dictadas en un Estado miembro serán reconocidas en los demás Estados
miembros sin necesidad de procedimiento alguno.”

La concurrencia del principio del reconocimiento automático permite que una resolución extranjera
pueda ser alegada directamente en España, p.ej. para excepcionar cosa juzgada, porque entre el
procedimiento iniciado en nuestro país y el que dio origen a la resolución extranjera existe identidad
de sujetos, objeto y causa de pedir. Y ello porque ya ha sido reconocida sin necesidad de someterla a
proceso alguno y despliega uno de los efectos del reconocimiento: el de cosa juzgada material. Por el
contrario, si el texto convencional no prevé el reconocimiento automático, para poder alegar el efecto
de cosa juzgada material de la resolución extranjera será preciso solicitar previamente su
reconocimiento y, una vez obtenido, invocarla posteriormente como fundamento de la exceptio rei
iudicatae.

En la disposición final 25ª LEC se contienen las disposiciones procesales que intentan facilitar la
aplicación en España el Reglamento 1215/2012. Con esta disposición se pretenden colmar las
lagunas, fundamentalmente procesales, que existen en nuestro ordenamiento a la hora de aplicar el
Reglamento. De este modo, se ocupa de cuestiones como el control del reconocimiento (núm. 1), la
ejecución en España de la resolución extranjera (núm. 2), la no acreditación de la notificación del
certificado y la falta de traducción de la resolución extranjera (núm. 3), la eventual denegación de la
ejecución de resoluciones con fuerza ejecutiva (núm. 4), la expedición del certificado previsto en los
arts. 53 y 60 del Reglamento (núm. 5), el proceso de adaptación de los pronunciamientos de la
resolución extranjera (núm. 6), así como la ejecución de documentos públicos con fuerza ejecutiva y
de transacciones judiciales (núms. 7 y 8). Como se ha indicado, el núm. 1 de la DF 25ª contiene las
disposiciones para dar cumplimiento a lo dispuesto, fundamentalmente, en el artículo 36 del
Reglamento 1215/2012. En este sentido, recoge el principio general del reconocimiento automático,
por el que los efectos de las resoluciones dictadas en un Estado miembro al amparo del Reglamento
se extienden al resto de Estados miembros sin necesidad de acudir a ningún procedimiento
jurisdiccional de homologación.

Someter una resolución al principio del reconocimiento automático no significa una falta total
y absoluta de cualquier control sobre ella. Antes bien, siempre que se pretenda utilizar la
resolución hay que someterla a un trámite de control en el Estado requerido, con el objeto de
comprobar que en ella concurren las condiciones del reconocimiento (presupuestos y
motivos de denegación del reconocimiento). Aunque no siempre las normas convencionales
y de la UE las recogen todas, existen tres formas de llevar a cabo el control del
reconocimiento de la resolución: a título principal mediante el proceso declarativo de
reconocimiento, a título incidental y con motivo de la solicitud de la declaración de
ejecutividad. Veámoslas brevemente.

1) El control realizado a título principal. El proceso declarativo de reconocimiento.


Algunos textos regulan un procedimiento específico cuyo objeto es controlar a título
principal el reconocimiento de la resolución: es el denominado procedimiento
declarativo de reconocimiento, previsto, p.ej., en los artículos 36.2 (solicitud positiva) y
45.4 (solicitud negativa) del Reglamento 1215/2012, en el artículo 33.2 del C.Lugano,
o en el artículo 30.3 del Reglamento 2019/1111. El objeto de esta acción es declarar

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que la sentencia ha sido controlada y que en ella concurren los presupuestos del
reconocimiento y/o no existen motivos de denegación del reconocimiento (solicitud y
verificación positiva), o que en ella no concurren los presupuestos y/o existen motivos
de denegación (solicitud y verificación negativa); en definitiva, que se han verificado
las condiciones del reconocimiento. Al tratarse de una acción meramente declarativa,
que tiene por objeto controlar las condiciones del reconocimiento, la sentencia que
pone fin a este proceso produce cosa juzgada, impidiendo que vuelva a ponerse
nunca más en duda en el Estado requerido el reconocimiento (o no reconocimiento)
de la resolución en cuestión.

2) El control realizado a título incidental. Algunas normas prevé la posibilidad de


controlar las condiciones del reconocimiento a título incidental (p.ej., el art. 36.3 del
Reglamento 1215/2012, el art. 33.3 del C.Lugano, o el art. 30.5 del Reglamento
2019/1111). De este modo, si en un litigio se invoca una resolución extranjera –p.ej.,
alegándose que todos o algunos de los puntos planteados fueron ya discutidos en el
proceso en que fue adoptada la resolución extranjera que se invoca (excepción de
cosa juzgada)–, el tribunal que entiende del segundo proceso será competente para
controlar el reconocimiento a título incidental. Presupuesto para plantear este tipo de
control es que la solución del pleito principal dependa de la resolución extranjera
invocada. En este caso, y a diferencia del anterior, la fuerza de cosa juzgada material
que produce la resolución que pone fin al pleito principal no abarca la cuestión
incidental del control del reconocimiento, no vinculando la decisión sobre su concesión
o denegación a litigios posteriores.

3) El control realizado con motivo de la declaración de ejecutividad. Siempre que se


tiene una resolución susceptible de ser ejecutada (sentencia con pronunciamientos de
condena), lo normal es solicitar directamente su exequátur o declaración de
ejecutividad. En la medida que el reconocimiento de una resolución es presupuesto de
su declaración de ejecutividad, cuando se solicite esta última el tribunal competente
procederá a controlar su reconocimiento. Esta idea se recoge, p.ej., en el artículo 45.1
del C.Lugano o en el artículo 41 del Reglamento 2019/1111, haciendo depender el
exequátur de la concurrencia de las condiciones del reconocimiento.

B) La declaración de ejecutividad automática

Frente a la declaración de ejecutividad jurisdiccional –la clásica–, en normas de la UE se ha


abierto camino la posibilidad de obtenerla en el Estado requerido al margen de cualquier
procedimiento judicial. Es éste sin duda un grandísimo avance, basado en el principio de
confianza jurisdiccional mutua entre los Estados miembros frente al tradicional recelo entre
países, representado en el clásico proceso jurisdiccional de exequátur –¿acaso no es recelo
el acto de “controlar” judicialmente las condiciones en las que ha sido adoptada una
resolución por los tribunales de otro país?–. Por otro lado, y lo que es más importante, este
sistema dota de mayor agilidad y eficacia (fuerza) a las decisiones de los órganos

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jurisdiccionales de cualquier Estado miembro.

Las normas de la UE que recogen este sistema de declaración de ejecutividad automática o


exequátur automático son el Reglamento 1215/2012 (art. 39), el Reglamento nº 805/2004 por el que
se establece un título ejecutivo europeo para créditos no impugnados (art. 5), el Reglamento (CE) nº
1896/2006 por el que se establece un proceso monitorio europeo (art. 19), el Reglamento (CE) nº
861/2007 por el que se establece un proceso europeo de escasa cuantía (art. 20.1), así como el
Reglamento (CE) nº 4/2009 relativo a la competencia, la ley aplicable, el reconocimiento y la
ejecución de las resoluciones y la cooperación en materia de obligaciones de alimentos (art. 17)
solamente para determinadas resoluciones.

El Reglamento 2019/1111 ha introducido una doble vía de declaración de ejecutividad automática para
las resoluciones dictadas en materia de responsabilidad parental. En primer lugar, la que podríamos
denominar declaración de ejecutividad “normal” y que se obtiene sin necesidad de acudir a
procedimiento jurisdiccional alguno para dotar a la resolución del efecto ejecutivo (véase el art. 34.1).
Junto a ella hay una segunda vía, que podríamos denominar declaración de ejecutividad
“privilegiada”, que se aplica solamente a determinadas resoluciones –las que conceden derechos de
visita o las que, adoptadas por un órgano jurisdiccional del Estado miembro en el que el menor residía
inmediatamente antes del traslado o retención ilícitos, supongan la restitución del menor–. En este
caso, la ejecutividad se concede sin necesidad de tener que acudir a una declaración de fuerza
ejecutiva y –aquí radica la diferencia con la vía “normal”-- sin que se pueda impugnar su
reconocimiento, salvo que la resolución sea irreconciliable con una resolución posterior en materia de
responsabilidad parental que afecte al mismo menor (véase el art. 45.1 e.r. con los arts. 43.1 y 50).

El sistema de declaración de ejecutividad automática regulado en estas normas de la UE


tiene las siguientes características:

– Supresión de la declaración de ejecutividad como proceso jurisdiccional en el


Estado de ejecución. Las resoluciones extranjeras sometidas a este régimen pueden
obtener la declaración de ejecutividad sin necesidad de tener que someterse en el
Estado de ejecución a un procedimiento jurisdiccional de exequátur. Este sistema dota
a las resoluciones de una presunción favorable de que en ella concurren los
presupuestos y no existen motivos para denegar su ejecución en el país requerido.
Esta presunción solamente puede ser destruida mediante los mecanismos procesales
específicos previstos en la norma que prevé este sistema automático. La
consecuencia de la utilización de este sistema es que, en principio, se puede instar
directamente en el Estado de ejecución el proceso de ejecución forzosa de la
sentencia.

Véase el artículo 39 del Reglamento 1215/2012, los artículos 34 y 45 del Reglamento 2019/1111, el
artículo 5 del Reglamento 805/2004 sobre el Título Ejecutivo Europeo, el artículo 19 del Reglamento
1896/2006 del Proceso Monitorio Europeo, el artículo 20.1 del Reglamento 861/2007 del Proceso
Europeo de Escasa Cuantía y el artículo 17 del Reglamento 4/2009 sobre obligaciones de alimentos.

– Control de la resolución en origen. Con carácter general, las resoluciones judiciales


o los actos objeto de este sistema son controlados por la autoridad del Estado de
origen –órgano que lo haya adoptado, aprobado o ante el que se haya celebrado–,
que es la competente para comprobar primero que concurren los presupuestos
correspondientes y emitir después el correspondiente certificado que le dota de fuerza
ejecutiva. Por esta razón, en la mayoría de los textos que optan por este sistema no
se permite impugnar el reconocimiento de la resolución en el Estado miembro de

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ejecución: artículo 45 e.r. con el 43.1 (en relación con las “resoluciones privilegiadas”
sobre derechos de visita o sobre restitución de menores) del Reglamento 2019/1111;
artículo 5 del Reglamento 805/2004 sobre el Título Ejecutivo Europeo; artículo 19 del
Reglamento 1896/2006 del Proceso Monitorio Europeo, artículo 20.1 del Reglamento
861/2007 del Proceso Europeo de Escasa Cuantía; artículo 17.1 del Reglamento
4/2004 sobre obligaciones de alimentos. Los únicos textos que sí permiten el control
del reconocimiento son el Reglamento 1215/2012 (arts. 46 y ss.), así como el
Reglamento 2019/1111 para aquellas resoluciones en materia de responsabilidad
parental distintas de las “resoluciones privilegiadas” sobre derechos de visita o sobre
restitución de menores (art. 41).

A pesar del control realizado en origen y de la prohibición en la mayoría de estas


normas de impugnar el reconocimiento, estos Reglamentos permiten que el tribunal
de ejecución deniegue la ejecución fundamentalmente porque la resolución que se
pretende ejecutar entre en contradicción con una resolución que produce, o puede
producir, efectos en el Estado de ejecución: artículo 45.1, letras c) y d), del
Reglamento 1215/2012; artículo 41 e.r. con artículo 39.1, letras d) y e), para la
declaración de ejecutividad “normal”, y artículo 50, para la declaración de ejecutividad
“privilegiada”, del Reglamento 2019/1111; artículo 21.1 del Reglamento 805/2004
sobre el Título Ejecutivo Europeo; artículo 22.1 del Reglamento 1896/2006 del
Proceso Monitorio Europeo; artículo 22.1 del Reglamento 861/2007 del Proceso
Europeo de Escasa Cuantía; artículo 21.2, p. 2º del Reglamento 4/2009 sobre
obligaciones de alimentos. Este motivo de oposición es lógico, pues un Estado no
puede permitir que desplieguen efectos en su territorio dos sentencias incompatibles.
En definitiva, todas estas normas prevén la posibilidad de que en el Estado de
ejecución se deniegue la ejecución de la resolución declarada ejecutiva de forma
automática por una serie de motivos tasados y expresamente previstos en su
articulado.

– Carácter alternativo. En la mayoría de estas normas –se excluye el Reglamento


4/2009 sobre obligaciones de alimentos–, el procedimiento de declaración de
ejecutividad automática no excluye la posibilidad de someter la resolución a un control
jurisdiccional –a una declaración de ejecutividad jurisdiccional–, siendo el solicitante
del exequátur quien decide la vía a seguir.

El acreedor de un título ejecutivo europeo regulado en el Reglamento 805/2004 puede optar por
solicitar bien su certificación bien su reconocimiento y declaración de ejecutividad, el exequátur, al
amparo del Reglamento 1215/2012 (vése el art. 27). Igualmente, un crédito pecuniario que forme
parte del ámbito de aplicación del Reglamento 1896/2006 del Proceso Monitorio Europeo puede ser
reclamado bien a través del proceso monitorio europeo bien mediante cualquier otro proceso regulado
en el Derecho de un Estado miembro o en el Derecho de la UE (véase el art. 1.2). También el
Proceso Europeo de Escasa Cuantía del Reglamento 861/2007 se configura como una vía alternativa
a los procesos previstos en los ordenamientos jurídicos de cada Estado miembro (véase el art. 1,
p.1º, in fine).

En otro grupo de normas, el control jurisdiccional surge con motivo de la solicitud de

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denegación de la ejecución de la resolución sometida a declaración de ejecutividad
automática. Así, el Reglamento 1215/2012 permite que, a petición de cualquier parte
interesada, se solicite la denegación de la ejecución mediante un proceso específico
en el Estado de ejecución (véanse los arts. 46 y ss. e.r. con el art. 45.1). En definitiva,
admite un proceso jurisdiccional en el Estado de ejecución por el que se controle el
reconocimiento de la resolución –es, por tanto, una excepción a la prohibición de
impugnar el reconocimiento, contenida en el resto de normas de este tipo–. Una vez
más vemos que el reconocimiento es presupuesto de la declaración de ejecutividad y
que denegado el primero se paraliza la segunda (vid. art. 46). El Reglamento
2019/1111 también prevé un proceso jurisdiccional para ventilar la solicitud de
denegación de la ejecución de una resolución en materia de responsabilidad parental
–en él se examina fundamentalmente la existencia de algún motivo de denegación del
reconocimiento– (véanse los arts. 58 y ss. e.r. con el art. 39). Por otro lado, en el
Reglamento 2019/1111 las partes en una “resolución privilegiada” sobre
responsabilidad parental (con pronunciamientos sobre derechos de visita o sobre
restitución de menores) pueden optar entre la vía privilegiada de los artículos 42 y
siguientes, que no permite impugnar el reconocimiento, y la vía “normal” de los
artículos 34 y siguientes, que permite oponerse al reconocimiento (véase el art. 42.2).

La tramitación en España del proceso de oposición a la ejecución de resoluciones judiciales al


amparo del Reglamento 1215/2012 se realizará según lo dispuesto en el núm. 2 de la disposición final
25ª LEC. Asimismo, la denegación de la ejecución de las resoluciones con fuerza ejecutiva se
realizará conforme al procedimiento estabblecido en el núm. 4 de la disposición final 25ª LEC.

III. Los documentos públicos con fuerza


ejecutiva, las transacciones judiciales y los
actos de juridicción voluntaria

1. La declaración de ejecutividad de los documentos


públicos con fuerza ejecutiva y las transacciones judiciales
Los documentos públicos extranjeros solamente precisan de la declaración de ejecutividad, y
no del reconocimiento, pues no despliegan ninguno de los efectos derivados del
reconocimiento; p.ej., el efecto de cosa juzgada. Su declaración de ejecutividad dependerá,
con carácter general, de que el documento sea ejecutivo en el Estado de origen y de que su
contenido y ejecución no sean manifiestamente contrarios al orden público del Estado de
ejecución. Además, el documento debe reunir las condiciones necesarias para ser

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considerado auténtico en el Estado de origen.

Igualmente, las transacciones judiciales aprobadas en el extranjero solamente precisan de la


declaración de ejecutividad, que se otorgará siempre que la transacción sea ejecutiva en el
Estado donde se celebró y que su contenido y ejecución no sean manifiestamente contrarios
al orden público del Estado de ejecución.

La declaración de ejecutividad de los documentos públicos y de las transacciones judiciales


podrá ser jurisdiccional o automática, dependiendo de la norma procesal a través de la que
se solicite su ejecutividad.

Por ejemplo, el Reglamento 1215/2012 prevé una declaración de ejecutividad automática (arts. 58 y
59). El Reglamento 2019/1111 contempla también una declaración de ejecutividad automática para los
documentos públicos y acuerdos entre las partes en materia de responsabilidad parental (art. 65.2).
Por otro lado, prevén una declaración de ejecutividad jurisdiccional el Reglamento 650/2012 sobre
sucesiones (arts. 60 y 61), el Reglamento 2016/1103 sobre régimen económico matrimonial (arts. 59 y
60), el Reglamento 2016/1104 sobre efectos patrimoniales de las uniones registradas (arts. 59 y 60),
el Convenio de Lugano de 2007 (arts. 57 y 58). Los convenios bilaterales con Israel (art. 1.2 e.r. con
art. 5), con la Federación Rusa (art. 25 e.r. con art. 24.2), con la República Popular China (arts. 17.2 y
24.1), con Bulgaria (art. 18.2 e.r. con art. 20.4) establecen para las transacciones judiciales una
declaración de ejecutividad jurisdiccional. Finalmente, la LCJI prevé que los documentos públicos
extranjeros sean declarados ejecutivos en España si son ejecutivos en el Estado de origen y si no son
contrarios al orden público español (art. 56.1).

2. Los actos de jurisdicción voluntaria


Si tenemos en cuenta la naturaleza de los actos de jurisdicción voluntaria, para que
produzcan efectos en España deberán ser reconocidos, siendo excepcional su declaración
de ejecutividad, pronunciamiento reservado solamente para aquellos actos que contengan
pronunciamientos ejecutivos. Por lo que se refiere al reconocimiento de los actos de
jurisdicción voluntaria, debe distinguirse entre los que emanen de un órgano jurisdiccional y
los que no. Así, los que de acuerdo con nuestro ordenamiento jurídico deberían ser
tramitados por un órgano jurisdiccional –aunque emanen de autoridades extrajudiciales
extranjeras–, su eficacia en España se regula en los arts. 11 y 12 LJV. Mientras en el artículo
11 se contienen los requisitos específicos para que dichos actos puedan acceder a un
registro público, el artículo 12 regula los requisitos para que dichos actos sean eficaces en
España –básicamente, su reconocimiento–, regulándose en él las condiciones para su
reconocimiento (I. HEREDIA). Son requisitos para su acceso a los registros públicos
españoles que las resoluciones sean definitivas en el Estado de origen, esto es, no
susceptibles de ser recurridas, y que sean reconocidas o declaradas ejecutivas (art. 11 LJV).
La falta de alguno de estos requisitos solamente permitirá que se realice una anotación
preventiva [arts. 11.1.a) y 11.2 LJV] –llama la atención la incongruencia entre los arts. 11.1 y
el 12.1 LJV, puesto que el primero permite el acceso a los registros españoles (como
anotación preventiva) si no obtienen su reconocimiento o declaración de ejecutividad,
mientras que el segundo niega todo acceso a los registros públicos hasta tanto no hayan
sido reconocidos–. Únicamente podrá denegarse el reconocimiento del acto si concurre

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algunos de los siguientes motivos: cuando la autoridad extranjera otorgante es
manifiestamente incompetente; cuando no se hayan respetado los derechos de defensa de
los implicados; cuando el acto produzca efectos manifiestamente contrarios al orden público
español; cuando su reconocimiento implique la violación de un derecho fundamental o de
una libertad pública (art. 12.3 LJV).

El reconocimiento de los actos de jurisdicción voluntaria puede ser a título principal y a título
incidental. Dado que estos actos no suelen desplegar el efecto de cosa juzgada y que
pueden ser modificados tras su reconocimiento, el reconocimiento a título principal tiene una
trascendencia muy limitada. Al no regular la LJV procedimiento alguno, este tipo de
reconocimiento deberá tramitarse por lo dispuesto en la LCJI, concretamente, en sus arts. 52
a 55. Más relevante es el reconocimiento a título incidental, que es competencia bien del
órgano jurisdiccional español ante el que se alegue, bien del encargado del registro público
español, según los casos (art. 12.2 LJV).

La eficacia de los actos de jurisdicción voluntaria que de acuerdo con el ordenamiento


español deberían emanar de autoridades no jurisdiccionales dependerá de lo dispuesto en la
disposición adicional 3ª LJV. En estos casos, se trata de realizar un control del documento
público extranjero en el que se contiene el acto, debiéndose cumplir los requisitos
establecidos en el núm. 1 de la DA. Esto es, que el documento ha sido otorgado por
autoridad extranjera que sea competente conforme a su propia legislación; que la autoridad
extranjera haya intervenido desarrollando funciones equivalentes a las que desempeñan las
autoridades españolas; que el acto sea válido conforme al ordenamiento designado por las
normas españolas de DIPr; y finalmente, que la inscripción no resulte manifiestamente
incompatible con el orden público español.

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