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Colegio de Mexico

Chapter Title: EL PAPEL DE LAS CAPELLANÍAS DE MISAS EN EL CAMPO DE LA EDUCACIÓN


EN NUEVA ESPAÑA. SIGLOS XVI A XVIII
Chapter Author(s): Gisela Von Wobeser

Book Title: Familia y educación en Iberoamérica


Book Editor(s): Pilar Gonzalbo Aizpuru
Published by: Colegio de Mexico. (1999)
Stable URL: https://www.jstor.org/stable/j.ctvhn09mb.5

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EL PAPEL DE LAS CAPELLANÍAS DE MISAS
EN EL CAMPO DE LA EDUCACIÓN
EN NUEVA ESPAÑA. SIGLOS XVI A XVIII

G1sEIA VoN Wmwsrn


Instituto de Investigaciones Histó1icas
llN1M

Durante los tres siglos que abarcó la Colonia, los novohispanos fundaron
un gran número de capellanías, muchas de las cuales perduraron a lo largo
de décadas y aun de siglos. No conocemos el número total de las que
existieron, pero para proporcionar una idea, mencionaremos que hacia
fines de la época colonial, solamente los juzgados de capellanías y obras
pías de los diferentes obispados administraban, en cortjunto, 1 504 capella-
nías. 1 Si calculamos que en promedio cada una contaba con un principal
de 2 500 pesos, estamos hablando de un capital global de 3 760 000 pesos,
cantidad que correspondía a alrededor de una quinceava parte del capital
productivo global de Nueva España. 2 Pero además había una gran cantidad
ele capellanías administradas por los conventos masculinos y femeninos y
por otras instituciones eclesiásticas, y que por carecer ele información no
podemos contabilizar por el momento, pero cuyo número probablemente
duplicaría la cifra mencionada.
El auge de las capellanías se debió a que, paralelamente a sus fines
religiosos y eclesiásticos, respondían a necesidades terrenales como: dotar
de una renta a un h~jo, sobrino o allegado; contribuir a salvaguardar el
estatus económico ele los miembros ele una familia, en futuras generacio-
nes; dar realce a un apellido, o financiar los estudios de un niño o un joven
y conu·ibuir a su "toma de estado".
En este escrito me referiré a este último punto, es decii~ analizaré el
papel que desempeñaron las capellanías en el campo de la educación.

1 A< ;NM,
consolidación, vol. 3, exp. 4.
2 Manuel Abad y Queipo calculó en 1807 que el capital productivo global de Nueva
Espaüa ascendía a 39 millones de pesos. Abad y Queipo. 1963, p. 233.

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34 l.A ElllJCACIÓN AL Sl,RVICIO DI' UN PROYl·:c:ro INTEGRA!.

Las capellanías de misas eran fündaciones religiosas dotadas de un


capital, a partir del cual se generaba una renta, que servía para el sosteni-
miento del capellán respectivo. El capellán adquiría el compromiso de
decir -o mandar decir, si no lo podía hacer personalmente- determinado
número de misas al año, por el alma del fündador y la de las personas que
este último estipulara. 3
La razón de ser de las capellanías se basaba en la creencia de que las
almas de las personas muertas debían pasar una temporada en el purgato-
rio para purificarse y lavar sus culpas, antes de ingresar al cielo. 4 Allí
estarían sometidas a penas físicas y espirituales, en medio del füego. La
Iglesia planteaba que los fieles en la tierra podían acortar la estancia de las
almas en el purgatorio mediante sufragios, entre los cuales destacaba la
celebración de misas. 5
Así, las personas que tenían posibilidades, procuraban fündar capella-
nías de misas, para con éstas conu·ibuir a la salvación de sus almas. Por
ejemplo, Francisco de Zúñiga, quien cayó enfem10 de gravedad en 1798,
dejó asentado en su testamento que estaba temeroso de la muerte, que ésta
era natural y precisaba a toda criatura humana y que como su hora era
incierta y él tenía deseos de que no lo asaltara sin prevención, fündaba la
capellanía para descargo de su conciencia y en bien de su alma.n
La fundación de una capellanía se llevaba a cabo mediante la firma de
un conu·ato, en el cual se estipulaba el monto de la misma, el ním1ero de
misas a las que obligaba, los días y el lugar en el que se debían decir, así
como el nombre de la persona o personas por las que debía rezar el
capellán. 7 Asimismo, se especificaban los bienes que sustentarían a la
capellanía, que podían incluir dinero al contado, bienes inmuebles o
muebles, o la aceptación de la deuda, mediante un censo consignativo o un
depósito irregular. 11 Por último, se asentaba el nombre del primer capellán
y se establecían las reglas de sucesión para los subsecuentes que ocuparían
el cargo por muerte o renuncia del titular en turno.

~ Sobre el funcionamiento e impor1aucia ele las capellanías, véase: Bauer, 1983, pp.
707-733; L'lvrín. 1985, pp.1-28; Greenow, 1983; Sclnvalle1; 1985; Levaggi, 1992; Costeloe,
1967. yWohese1; 1996, pp. 119-138.
1 Esta idea est..'1 expresada en muchos testamentos y en los contratos ele fundación ele

capellanías. Las personas no se asumían tan pecaminosas como para merecer el infierno, ni
exentas ele pecados y culpas como para ingresar directamente al cielo.
" La obra más completa que se ha escrito sobre el purgatorio es ele Le Goff, 1989.
i; A<;NM, bienes nacionales, vol. 342. exp. 13.
í Wohese1; 1996.
H Los mecanismos ele inversión más frecuentes eran: el arrendamiento ele bienes raíces
y el otorgamiento ele préstamos mediante censos consignativos o censos enfitéuticos. Véase
Wobese1; 1989, pp. 779-792 y 1994, cap. 3.

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EL PAPEL Dl-:"l.AS C:APl•'.l.l.ANÍAS m: MISAS EN EL (:AMPO m: l.i\ EDU< :AC:IÚN 35

Al margen de su finalidad religiosa, las capellanías tuvieron una impor-


tante función social y, en particular, desempeñaron un papel destacado en
la educación. La contribución en este úllimo campo se derivó de su función
rentista. En efecto, muchos nifi.os y jóvenes pudieron estudiar y llegar a
"tomar estado", gracias a que obtuvieron una capellanía, la que les sirvió
para su mantenimiento y el de sus familiares y los liberó de tener que
u·abajar para conu·ibuir al sustento de sus familias.! 1
El procedimiento era el siguiente: cuando los padres o tutores de un
niño o joven, o bien el propio interesado, se enteraban que había una
capellanía vacante a la cual podían tener derecho de acceder (por paren-
tesco, estudios o alguna otra circunstancia), acudían al juzgado de capella-
nías y obras pías para presentar su solicitud. El juzgado llevaba a cabo una
investigación y después decidía quién era el ganador de la capellanía. Por
ejemplo, en octubre de 1763 don Manuel de Soria, tutor de un niño
llamado Agustín Ramón de Mendoza y Torquemada, presentó una solici-
tud ante el juzgado de capellanías del arzobispado de México para conse-
guir una capellanía de misas para su entenado, con el fin de dotarlo de una
renta, con objeto de que pudiera proseguir sus estudios en el colegio
máximo de San Pedro y San Pablo. El padre del niilo había muerto, y su
madre y hermanas estaban sufriendo "graves desdichas y necesidades". La
capellanía que pretendía obtener Manuel de Soria para el menor estaba
vacante y era por un monto de 2 000 pesos de capital, lo que significaba
que produciría una renta de 100 pesos al ailo. Ofrecía la ventaja de que sólo
obligaba a oficiar 13 misas anuales.
Agustín de Mendoza y Torqucmada tenía derecho a optar por la cape-
llanía porque ésta había sido fundada por su abuelo paterno, Juan de Mendoz.:"l
Diez de Reina, y de acuerdo con el conu·ato ele fundación, los descendientes
directos del fundador renían preferencia sobre otros aspirantes.
Para apoyar su solicitud, el tutor destacó que Agustín estaba estudian-
do, y que esto le daba ventétja sobre otros dos solicitantes, también nietos
del fun<lad01~ quienes no habían cursado estudio alguno. El juicio se
resolvió favorablemente para Agustín de Mcndoza y Torquemada y el
juzgado de capellanías lo nombró capellán propietario de la solicitada. 10
Como el menor no podía decir las misas porque no era sacerdote, se
designó a un capellán interino, quien sólo recibió el monto correspondien-
te al costo de las 13 misas que tenía que decir anualmente, cantidad que no
debió ser mayor a 13 pesos; el dinero restante que<laba para Agustín y su
familia. 11
!> At;NM. bienes nacionales, vol. 954. exp. 8 y 12: capellanías. vol. 1. exp. 3 y ,l.
lll At;NM, bienes nacionales. vol. 1900, exp. 1'.\. .
11 En 1821 las misas costaban cuatro reales. un peso o dos pesos. Al ICI 1, libro de misas de
1821.

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Casos como el anterior fueron sumamente frecuentes. Los padres, tíos,


padrinos o tutores instituían o conseguían capellanías para sus protegidos,
con el fin de que éstos estudiaran, accedieran a una profesión y tuvieran un
medio de vida durante sus años de estudio. Doña Gertrudis de Ávíla
expresó claramente su voluntad en este sentido, al decir que la capellanía
de misas que fundó en 1765 podía ser ocupada por menores "para ayuda
de sus alimentos y estudios". 12
En este sentido las capellanías desempeñaron un papel similar al de las
dotes de las mujeres, ya que proporcionaron un medio de vida a muchos
niños huérfanos, recogidos, entenados, sobrinos desamparados e hijos
naturales. Por ejemplo, parecen haber sido una solución cómoda para
dotar a los hijos de los curas, como aparentemente muestran los casos del
presbítero Santiago de Surricaldi, quien en 1678 fundó una capellanía de
3 000 pesos para Francisco de Castro, "huérfano, hijo de la Iglesia", o la
capellanía que se adjudicó en 1675 a Juan Vallejo Hermosilla, niño expó-
sito que vivía en la casa del cura del sagrario de la Catedral. 13
La importancia de las capellanías como mecanismo para contribuir a
la educación y "toma de estado" se refleja en el hecho de que, de un total
de 464 casos correspondientes a capellanías fundadas a lo largo de la época
colonial, en 440 casos (94.82 por ciento) los primeros capellanes no habían
sido ordenados como sacerdotes en el momento de obtener la capellanía,
y sólo en 24 casos (5.17 por ciento) sí lo estaban, razón por la que podían
decir las misas por el alma del fundador de manera inmediata. 14
A primera vista resulta desconcertante que se nombrara como capella-
nes a niños o jóvenes que no eran sacerdotes, porque éstos no podían
cumplir con la obligación fundamental de la capellanía, consistente en
oficiar las misas por el alma del fundador. Para entender el fenómeno, cabe
destacar que las capellanías no sólo obedecieron a razones religiosas, sino
que se utilizaron para resolver problemas de inclole mundano. Para que
esto fuera posible, se adecuaron las características jurídicas de la capellanía
de misas a las necesidades sociales, tal y como sucedió con otras figuras
jurídicas en el antiguo régimen.
Para las familias resultaba conveniente utilizar las rentas que producían
las capellanías para contribuir a la formación profesional y "toma de
estado" de sus miembros masculinos, y la Iglesia aceptaba esta situación
porque era una manera de contribuir a la formación de sacerdotes e inducir

1 ~ Al:NM. capellanías, vol. l. exp. 2, f. 58.


ni Al:NM, bienes nacionales, vol. 1461. exp. 12; y At:NM, capellanías, vol. 1, exp. 4. tI.
420-517v.
11 La información proviene de una base ele datos perteneciente a un proyecto más
amplio. Los registros pertenecen a los ramos ele bienes nacionales y ele capellanías del .\l:NM.

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EL PAPEL DE LAS CAPELLANÍAS llE MISAS EN El. CAMPO DE LA EDUCACIÚN 37

vocaciones sacerdotales entre los miembros de las familias fundadoras, y


porque en algún momento las capellanías llegaban a manos de sacerdo-
tes.1';
Para celebrar las misas se nombró capellanes interinos, quienes asu-
mían las obligaciones religiosas hasta el momento en que el capellán titular
se ordenaba. Tc'lmbién existía la posibilidad de mandar decir las misas con uno
o varios sacerdotes a los cuales se pagaba por sus servicios. 11¡
Los capellanes interinos y los sacerdotes sustitutos sólo recibían el pago
correspondiente al número de misas que habían oficiado, de acuerdo con
la cotización vigente, y no gozaban del total de la renta que producía la
capellanía. Como la cantidad que se pagaba por las misas solía ser menor
que la renta, había un remanente o superávit para el capellán titular. Esta
cantidad dependía de la relación que existía enu·e el monto de la capellanía
y el número de misas a las que obligaba. Si era mucho el capital y pocas las
misas, el superávit era grande, como en el caso de la capellanía fundada
por Pedro de Castafieda en 1623, cuyo principal de 2 600 pesos producía
una renta anual de 130 pesos y sólo obligaba a decir 12 misas al afio, de
cuatro reales cada una, lo que significaba un superávit de 124 pesos anua-
les.17 Si el capital era reducido en relación al número de misas; el superávit
era pequefio, como en la capellanía de 2 000 pesos, fundada por Teresa
Caballero, que obligaba a decir 52 misas anuales. 18
Algunos fundadores establecieron una proporción equitativa entre lo
que percibía el capellán titular y el interino, como sucedió en el caso de la
que fundó Joseph de Conteras en 1685, que producía una renta de 150
pesos, la que se dividía en partes iguales entre el capellán titular Joseph de
Nava y el interino Manuel de la Marcha. 1!1
La relación que existió entre el monto del capital y el número de misas
varió mucho en distintas fundaciones y generalmente dependió de la
finalidad principal que persiguieron los fundadores en el momento de
instituir la capellanía. Cuando la principal finalidad era religiosa, el núme-
ro de misas solía ser alto con relación al monto. Éste fue el caso de muchas
capellanías que se establecieron en el lecho de muerte, en las cuales los
fundadores trataban de obtener el mayor beneficio espiritual. Por el con-

15 En el Concilio ele Trento se estableció, en la sesión 21, capítulo 2 de 1lfo111wtione, que


no recibiera el orden sacro ningím clérigo que no contara con medios para vivir: bienes
temporales, un beneficio eclesiástico, un patrimonio, o una pensicSn. Levaggi. 1992, p. 208.
En Nueva España fue muy común que la Iglesia presionara para que quienes deseaban
ordenarse como sacerdotes contaran con una capellanía.
tn A<:NM, bienes nacionales. vol. 1222, exp. 16, f. '1 v. y 5.
17 :\<:NM, bienes nacionales, vol. 9i"1, exp. 8.
18 A<:NM, capellanías. vol. l. exp. 3.
l!l .\<:NM, bienes nacionales, vol. 1222. exp. 12.

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trario, cuando la principal intención de los fundadores era producir una


renta para un familiar, generalmente establecían pocas misas, con relación
al monto de la capellanía.
Estas variaciones en el superávit se pueden observar en las fundaciones
que los aspirantes al sacerdocio hacían para sí mismos. Con el fin de
trabajar poco, generalmente se autoadjudicaban pocas misas durante su
vida, pero después de su muerte, éstas aumentaban considerablemente en
número por las que decían los capellanes que los sucedían, ya que estaban
preocupados por el destino de sus almas en el más allá. Así lo hizo Gregorio
Arias, quien en 1631 fundó una capellanía de 2 000 pesos para sí mismo.
Él sólo tenía que decir 12 misas al afio, pero, después de muerto, sus
sucesores debían decir 67, es decir cinco y media veces más. 20
El superávit sufría variaciones a lo largo del tiempo, ya que dependía
del precio que se cobraba por las misas en cada momento. Como éste fue
aumentando a lo largo de la época colonial, llegaban a producirse desajus-
tes en las capellanías que perduraron por mucho tiempo.
Debido a que la educación superior era gratuita en Nueva España
-salvo los libros de texto y la compra de los títulos-, el superávit se
destinaba fundamentalmente al sostenimiento de los nifíos o jóvenes y de
sus familiares. Lo que se liberaba era la fuerza de trabajo del estudiante que,
de haber carecido del ingreso de la capellanía, hubiera tenido que trabajar
para contribuir al mantenimiento de su familia.
Las fundaciones de capellanías llegaban a implicar grandes sacrificios
para quienes las instituían porque muchos fundadores no contaban con el
dinero para dicho propósito y se veían obligados a contraer una deuda para
cubrir su costo. 21 Resulta conmovedor el caso del maestro en farmacopea
Antonio González Reina, quien en 1786 acudió ante el juzgado de testa-
mentos, capellanías y obras pías de México para fundar una capellanía de
3 000 pesos de principal, para su hijo José. Como no tenía el dinero, tuvo
que hipotecar su casa y la botica por esa cantidad, lo que lo obligaba al pago
anual de 150 pesos de réditos. La finalidad que perseguía Antonio Gonzá-
lez Reina al fundar la capellanía era de orden práctico, ya que quería
proporcionarle al hijo los recursos necesarios para que éste pudiera orde-
narse como sacerdote y, así, satisfacer sus "santos deseos". Por esta razón
estableció una salvedad en el contrato: si el hijo conseguía otra capellanía
antes de ordenarse, o si decidía separarse del estado eclesiástico, la funda-
ción quedaría nula y el juzgado de capellanías de México debía devolverle,
canceladas, las escrituras de fundación que él había otorgado.!!!! Un caso

~o ,\t;NM, capellanías, vol. 1, exp. 4.


~ 1 L-is operaciones se hacían mediante un censo consignativo o un depósito irregulai:
· ~~ ,\t;NM,bienes nacionales, vol. 1576. exp. 14.

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El. PAPEL DE LAS CAPEl.l.ANfAS DE MISAS EN El. CAMPO m: LA EDUCACIÚN 39

parecido fue el del panadero Juan de Mendoza Diez de Reina, quien fundó
una capellanía por 2 000 pesos, imponiendo un gravamen por dicho
monto sobre su panadería. 2:;i
Los estudios que realizaban los capellanes eran muy variados debido a
que las exigencias de la Iglesia con relación a la preparación de los
eclesiásticos eran relativamente modestas. Los requisitos básicos que se
establecieron en el Concilio de Tt·ento se limitaban al conocimiento del
latín, saber leer y escribir, algo de gramática, y a conocer la doctrina y las
sagradas escrituras. 24 Así los capellanes no estaban obligados a estudiar
teología, teniendo la posibilidad de orientar sus estudios hacia las diferen-
tes opciones educacionales que existían. Podían estudiar materias tan
variadas como gramática latina, retórica, artes (filosofía), teología, derecho
civil o derecho canónico. 25 L"l flexibilidad aumentaba porque el sistema
educativo de Nueva España no era lineal y las carreras que se ofrecían no
tenían opciones terminales rígidas como sucede hoy día.
Naturalmente la primera opción profesional para los jóvenes capella-
nes que terminaban sus estudios era adquirir las órdenes mayores, o sea
convertirse en sacerdotes. Si las capellanías que disfrutaban eran eclesiásti-
cas o colativas, o podían convertirse en tales, les servían para ordenarse a
su título, con lo cual cumplían con la obligación establecida por el Concilio
de Trento de comprobar que tenían medios de vida. 2n Una vez ordenados
como sacerdotes, podían disfrutar del total de la pensión y no únicamente
del superávit, en virtud de que ellos mismos podían oficiar las misas y no
necesitaban pagar a un tercero por este servicio.
Un ejemplo de la trayectoria académica de un clérigo es la de José
María Morelos y Pavón, héroe de la independencia de México, quien desde
niño tuvo inclinación hacia el sacerdocio. Estudió primero gramática latina
en el colegio de San Nicolás en Valladolid y después ingresó al seminario
tridentino, en la misma ciudad, para cursar la carrera de artes o filosofía.
Una vez que obtuvo el grado de bachiller en artes, expedido por la
Universidad de México, 27 inició estudios de teología moral y de teología
escolástica en el mismo seminario tridentino. La capellanía de misas que
poseyó, fundada por su bisabuelo, le ayudó a realizar una parte de dichos
estudios y a mantener a su niadre y hermana, con las que vivía. 28

2 :1 Al;NM, bienes nacionales, vol. 1900, exp. 13.


21 Canclau Chacón, 1993, pp. 294-297.
2 '° Para entender el sistema educativo ele Nueva Espaüa, véase Gonzalbo Aizpuru, 1990
y Luque Alcaide, 1970.
21 ¡ Canclau Chacón, 1993, pp. 31-37.
27 L"I Real y Pontificia Universidad ele México era la (mica autorizada para expedir
títulos.·
28 Herrejón Pereclo, 1985, pp. 21-22 y 44-. 47.

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Pero el sacerdocio no era la única opción para los jóvenes capellanes,


pues éstos podían renunciar a la capellanía, convertirse en laicos y escoger
cualquier otra profesión, lo que se facilitaba porque las diferentes carreras
servían para el desempeño de diversas profesiones.
Los casos de renuncia a la capellanía e integración a la vida laica eran
muy frecuentes, ya que muchos niños y jóvenes no tenían edad para decidir
sobre su futuro en el momento en que eran investidos como capellanes. Así
sucedió con dos de los descendientes de Pedro de Gorospe y Camino,
canónigo de la catedral de Puebla y miembro de una familia vinculada
tradicionalmente al alto clero, quien fundó una capellanía en 1704 para su
familia. En 1715 tomó posesión de la capellanía José María Francisco
Gorospe y Camino, sobrino del fundador. Estudiaba gramática en Puebla y
su madre le había conseguido la capellanía para costear sus alimentos y
fomentar sus estudios. 20 Después de disfrutarla seis años y medio, José
María Gorospe renunció a ella el 18 de noviembre de 1821, porque no
quería abrazar el estado eclesiástico. 30
La capellanía fue concedida entonces a otro descendiente del funda-
d01; el menor María José Moreno de Gorospe, quien cursó estudios en el
seminario pontificio valasollano. 31 Pero tampoco tuvo inclinación al sacer-
docio, ya que en 1833, después de haber ocupado la capellanía 12 años,
renunció a la misma para conu·aer matrimonio. La capellanía pasó enton-
ces a José María Gorospe y Llera, quien asimismo era menor de edad, por
lo cual su tutor solicitaba autorización para destinar el superávit de la renta
a su mantenimiento y educación.:~ 2 No sabemos si este último se convirtió
en sacerdote o siguió el ejemplo de los que lo precedieron.
Como había resistencia a prescindir de las rentas, muchos capellanes
trataban de posponer el momento de la renuncia, situación que condujo a
múltiples abusos. Había capellanes que no decían las misas y ou·os que las
celebraban e¡i lugares u horarios diferentes a los estipulados en los conve-
nios de fundación. Los abusos llegaron a ser tan grandes que en 1759 el
juzgado de capellanías y obras pías del arzobispado de México creó un
nuevo cargo, el de notario de misas, para vigilar que los capellanes propie-
tarios cumplieran con sus obligaciones "ya fueran laicos o presuntos ecle-
siásticos". 3 :~
En conclusión, las capellanías de misas hicieron posible que muchos
niños y jóvenes novohispanos estudiaran una carrera, en la Universidad o

~!J At;NM, bienes nacionales, \'Oi. 1670, exp. 21, f. 115-116.


:m A<;NM. bienes nacionales, vol. 1670, exp. 21, f. 238.
" 1 At;NM, bienes nacionales, vol. 1670 exp. 21, f. 270-271.
:i~ A<.;NM, bienes nacionales, vol. 1670 exp. 21, f. 280.
:i:i A<;NM, bienes nacionales, vol. 575, exp. 47, f. l.

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EL PAPEL DE LAS CAPELLANÍAS m: MISAS EN EL CAMPO m: LA EDUCACié>N 41

en alguno de los colegios, y optaran por una profesión de alto rango social,
que no se circunscribía necesariamente al estado eclesiástico. En conjunto,
los fondos de capellanías constituyeron un capital social, que pasó de
generación en generación, mediante el cual se contribuyó a financiar la
educación en Nueva Espaüa durante la época colonial. En el siglo x1x se
perdió este capital social a raíz de la creciente secularización de la sociedad,
y la desamortización de los bienes eclesiásticos.

SICaAS Y REFERENCIAS

At;NM Archivo General de la Nación, México.


AHCD Archivo Histórico de la Curia Diocesana del Arzobispado de México.

Abad y Queipo, Manuel, "Escrito presentado a don Manuel Sixto Espinosa ... ", en
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Candau Chacón, María Luisa, La carrera eclesiástica en el siglo XVII. Modelos, cauces y
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