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LA DESAMORTIZACIÚN

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LA

DESAMORTIZACION
ECLESIÁSTICA

\ CONSIDERADA EN SUS DIFERENTES ASPECTOS Y RELACIONES

POR

l IC l ~l: MARl '\ '\ . '1 EQU\:J{A

CON LICENCIA DEL O llOIN AltiO

'

IWPRENTA DE A. PÉREZ DUBRUU.


c~llt IÚ la F/qr Baja, ::112

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1

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AL L ECTOR

11
UN tributando el homenaje del más profu ndo res-
peto á los excele ntes escritos en que de medi o
siglo á esta parte se ha defendido á los bienes del
clero y de las Ordenes religiosas contra la inicua expolia-
ció n de que han sido obj eto en casi todo e l mundo , bien
puede asegurarse qu e este despojo inme nso, considerado
en los múltiples aspectos que ofrece, no ha sido tod<lvía
en España asunto de un libro, donde las importantes ob-
servaciones á que en cada uno de ellos se presta fu esen ex-
puestas con la extensión y el detenim iento que su interés
reclama. No entraba , sin duda alguna, esta exposición en
el pensamiento ni en el plan de los que escribieron sobre el
asu nto, y á ello habremos de atribuir el vacío que se nota
en esta parte.
Y, sin embargo, el hecho es tan terrible como evidente,
y se impone al ánimo por su misma magnitud. Andando el
tie mpo, y su cediéndose, por espacio de más de un siglo, una
á otra iniquid ad , el despojo de la Iglesia y de las Órdenes
religiosas se ha ·llevado á cabo por completo en el antig uo y
nuevo mundo. Fenómeno verdaderamente extraordinario,
y de las más t rascendentales consecuencias en el orden reli-
gioso y social , que, en nombre de la justicia y del dere-

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6 La Desamortización.
cho, indignamente atropellados, nos pide unos momentos
de atención. ¿No habríamos de prestársela, consagrándole
al menos un libro?
Es cierto que el acon tecimiento de que se trata ha pro-
ducido ya sus más desastrosas consecuencias ; que el mal
tan abundantemente producido tiene difícil ó quizá im-
posible rem edio ; y, en tal concepto, pudiera considerarse
inútil este libro. Pero ¿ h emos de omitirlo por eso ? Adon-
de quiera que vo lvemos los ojos, vemos sobre las ruínas
de una iglesia un teatro; convertido en cuartel un con-
vento; trocada en vivienda mundana una casa religiosa;
destinados á mil usos profanos magníficos monasterios;
destruidos y arrasados centenares de ellos, y red ucidos
aplazas ó solares los que llevaro n en nuestra
historia nom-
bres santos y respetables. Presidiarios ocupan hoy el sun-
tuoso monasterio de San Miguel d6 los Reyes, que se
alza con imponente majestad en la hermosa huerta de Va-
lencia, produciendo este contraste un sentim iento de dolor
y de vergüenza en el ánimo del viajero. Al mis mo objeto ú
otros análogos están dedicadas en Espa1ia innumerables casas
religiosas. ¿No nos será permitido alzar contra semejantes
profanaciones el grito de la indignación ? Á todas horas nos
atruenan los oídos las alabanzas de una desamortización,
que, además de haber producido tantas ruinas, ha agravado
tan duram ente la suerte de las clases pobres, en especial
la de los colonos, á quienes daba antes bienestar y des-
ahogo la generosidad y larg ueza con que les arrendaban
sus bienes las corporaciones eclesiásticas. ¿Y hemos de oir
impasibles tales elogios, y consentir, sin la más leve pro-
testa , que los partidarios de tales expoH..:... iunes canten
sus glorias ante el vulgo ignorante , que cree de buena
fe lo que les dicen? ¿No hemos de demostrar la graved'ad

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Al lector. 7
inmensa de un atentado en que la religión y la justicia han
sido horriblemente escarnecidas , y hacer cuanto esté de
nuestra pa rte porque no se repita n tales iniquidades ?
Parécenos, pues, que debía escribirse un libro sobre
la desamortización, y por esto lo escribimos.
Cuáles sean los resultados producidos por la desamor-
tización en todos conceptos; cómo ~e desconoció y atro-
pelló con ella el derecho de propiedad de la Iglesia; cuán
severa condenación merece, considerada en su aspecto
legal , filosófico y económico; la sede de hec hos tan deplo-
rables y escandalosos que ha traído consigo en s u desenvol-
vimiento histórico; la desastrosa influencia que ha tenido
en el ord en público, sembrando las semillas del socialismo
y del comunismo; las ruinas que ha amontonado en el
mundo científico, literario y artístico, lo irán viendo nues-
tros lectores e n el discurso de esta obra.
No hay duda que sobre todos y cada un o de estos con-
ceptos quedará todavía, después de publicado este libro,
mucho y bueno que decir; pero el tiempo ve ndrá, sin duda
alguna, á s uplir este vacío , ya sea que lo conceda Dios para
llenarlo al que escribe estas lineas, ya que otros den á cono-
cer lo que aquí se haya omitido.

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CAPÍTULO PRIMERO.

DERECHO DE LA IGLESIA Á LA ADQUISICIÓN Y POSESIÓN


DE BIENES .

SuMARIO. -El culto y los ministros han sido si~mp re sostenidos con los recursos
de los fieles.-Pingüe dotación que p<rcibian los sacerdotes y levitas del pueblo
judaico.-Oblaciones y tributos que se dieron á la Iglesia cristiana desde los
primeros tiempos. - Derecho de adquirir bienes que tuvo desde entonces.-
Testimonios que prueban este derecho.- Respcto con que lo miraron varios Em-
peradores romanos.-Restitución que Constantino y Licinio h icieron á la Iglesia
de bienes que se le habían usurpado.- Cuantiosas donaciones de bienes que se
hicieron á la Iglesia. -Grandes riquezas que poseían algunas de ellas.- Empefio
que la lgltsia puso siempre en la conservación de sus bienes y en la defensa de
su derecho . - Declaraciones y documentos que lo acreditan. - De los Concilios
de Ancira y de Antioquía. - De Son Ambrosio , San Bonifaci o, San León y San
Agapito.-De los Concilios de Calcedonia (~51) ; Romo (504) ; Orleans (5 49) ;
París (557) ; Toledo (589); Toledo (638) ; Constantinopla (692) ; segundo de
Nicea (787).- Notables d eclaraciones hechas en los Capitulares de Cario Magno.
-Transición.... ... • . . . • . . . . • . • . . • • • . • . . • • . . . . . . . . . . . . • • • • Pág. e¡

rl
s el sentim iento de la religió n tan inherente al
hombre, dice en un precioso libro un insigne
V-
purpurado , que todos los pueblos del mundo han
adorado á Dios y le han rendido culto, au nque, por no ha-
ber alcanzado á conocer la religión ve rdadera, hayan estado
sus prácticas piadosas manch adas por groseros errores.
La historia nos enseña que en t odas partes ha habido tem-
plos y altares, sacerdotes y vícti mas, fiestas y ceremonias
religiosas. Y como el culto á todos interesa, sobre todos pe-
saba la obligación de contribuir á sus gastos y ál sosteni-
miento de sus ministros, según sus medios y facu ltades.
«Por efecto de una costumbre que se ha extendido tan to

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10 La Desamorti1_ación.
como la tierra y es tan antig ua com o el género human o,
dice el célebre Tomasino , los ministros de los templos es-
taban sostenidos con las contribuciones y las tierras que la
libera lidad de los príncipes y la piedad de los pueblos les
habían destinado. A unq ue este sólo era una falsa im agen de
la religión verdadera, descúbrese aquí la ley y el in stinto de
la natura leza, qu e ha inspirado u na inclinación tan uni ve r-
sal , y ha impuesto esta indeclinable o bligació n á todos los
pueblos y en todas las edades del mundo ' . »
En el antig uo pu eblo j udaico, puede aseg urarse , sin el
menor riesgo de erra r , q ue co n las décimas, las oblacio nes y
las primicias , los sacerdotes y levitas del Antiguo Testa-
mento estaban mejor dotados que lo estuv ieron desp ués
los eclesiásticos cuand o la Ig lesia poseía pacíficamente s us
bienes . Los habitant es de Judea fo rma b<m doce t ribus, cada
una de las cuales distribuía s us rendimientos anuos en diez
partes ig uales, y de ellas daba u na a los levitas . De modo
qu e co m o éstos recibía n doce décimas partes y las restan-
tes tribus sólo nueve , sus emo lum entos excedían al de las
demás tribus e n un a cuarta parte. Pero además d ebían las
tribus sacar de las nueve porciones restant es otra décima
para gas tarla c uand o iban al templo, é invitar á s us comi-
das á los sacerdotes y levitas. Y aun hay autores g raves
q ue hablan de otra tercera déci ma , destinada en s u mayor
parte á la estirpe de Leví. Fundábase todo esto e n el prin-
cipio , ta n razo nable com o indis putado, de q ue los que se
dedican al servicio del culto, y el culto m ismo, deben estar
sostenidos con esplendor y holg ura por el esfuerzo y el sa-
crificio de cuantos lo profesan y practican .
Esta doctrina prevaleció en e l reinado de la ley de g ra-
cía. Nuestro Señor j esucristo y sus prim eros min istros,
lo mism o que los Santos Padres y los Co ncilie ... y Pontífi-
ces, sos tu viero n el derecho de los sacerd otes á r ecibir su
• A uligua .Y 1meva ducipliua d¿ la lgleJia 1 parte lit , libro 1, cap. 1.

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Capitttlo prim~ro. 11

sustento de los fieles, inculcando la obligación de éstos á


suministrárselo, y muy expresam ente el derecho de la Igle-
sia á adquirir y poseer bienes. Á demostrarlo con docu-
mentos incontestables vamos á dedicar este capítulo.
Cuando Jesucristo envió á sus Apóstoles á predicar el
Evangelio, les encargó que no llevasen oro, ni plata , ni
provisiones, dándoles por razón de ello que todo obrero es
acreedor á que se le dé su sustento : Diguus est operaritts
ábo suo 1 , ó como dice San Lucas: Digmts est mercede sua •.
Sabido es qu e algunas santas mujeres satisfacían los gastos
del Señor y lo mantenían con sus bienes : Ministrabant
ei de jacultatibus suis , 1 y que de ellas recibía ofre ndas,
dones y su mas en di nero. Nuest ro Señor ordenó, además,
á sus discípulos que enseñaran á todas las naciones y pre-
dicaran el Evangelio á toda criatura ; y ¿cóm o hubieran
podido los Apóstoles, conform~ a este mandato, pasar
de un país á otro , atravesar los mares, é ir hasta los más
remotos confines de la tierra para a nunciar la buena nueva,
no habiendo medios de costear s u mantenimiento y sus
viajes? «Disp uso el Señor, decía el Apóstol S;ln Pablo,
que los qu e anuncian el Evangelio vi van del Evangelio:
Domitms ordinavit iis qtti Evmtgelium amumtiant, de Evan-
gelio vivere 4 .» Y en el versículo anterior había dicho: « Los
que trabaja n en el Sagrario , comen de lo que hay en el Sa-
grario, y los que sirven al altar, participan del altar.»
Según los cánones apostólicos, estaban obligados los
fieles á llevar á los Obispos y sacerdotes, en sus propias
casas, las primicias de los fr utos que recogían, para que
se distribuyesen entre los diáconos y las demás personas
que servían al altar: los mismos cánones encomendaban
á los Obispos el cuidado de los negocios eclesiásticos y el
• Moth. 1 x, Y~rs. 10.
• Luc., x, v~rs. 7·
J Luc., v111 , v.,rs, 3·
4 1 Cor., 1x, v~rs . 14.

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12 La Desamorti{_acióu.

buen e m pie o de los bienes de sus iglesias. En igual sen-


tido se expresan las Constituciones apostólicas, según
las cuales el Obispo ha de emplear, como debe hacerlo
un hombre de Dios, y siguiendo los preceptos divinos,
los diezmos y primicias que se le ofrecen , distribuyendo
equitativamente á los huért:1nos , á las viudas, á los afligi-
dos y á los extranje ros que no tienen recursos , los bienes
que se le dan para los pobres. Y esta exhortación , de la que
aquí no tomam os sino alg unas palabras, termina diciendo:
« Porque los que están as iduamente dedicados á la Ig lesia,
deben ali men ta rse con los bienes de la Iglesia .» Oportet
daque eos qui Ecclesiae assiduo incumbunt, I'X Ecclesiae bonis
n utriri Conforme á estas Constitu ciones , debían los cris-
1

tianos pagar primicias y diezmos de los bienes qu e poseía n.


San lreneo. obispo de Lyon , qu e fu é martirizado el
año 202 de la era cristiana . dice: « Bajo la ley antigua , la
décima parte de los bienes correspond ía á los sacerdotes;
bajo la ley nueva , que es una ley de li bertad , los cristia nos,
dispuestos á em plear todos sus bienes en servicio del Señor,
le ofrecen libremente y con alegria lo mejor que tienen , en
vista de los ma yores bienes que esperan alca nzar de Dios • .»
Tertuliano , qu e floreció e n el segu ndo y en el tercer
siglo, y San Cipriano , que murió martirizado el año 2')8,
hablan de las ofrendas que hacían los fieles á las iglesias.
Es de advertir que la costumbre , lo mism o que el dere-
cho que tuvo la Iglesia de adquirir toda clase de bi enes, data
desde remotos tiempos. Ya en el siglo 111 daban alg unos cris-
tianos fincas á la Iglesia, á condició n de que se las con-
servase y se empleasen s us frutos en sostener la comunidad
y el culto. Y si antes de ese tiempo no existen , que sepa-
m os, donaciones del mismo género , es po rque , siendo la
Ig lesia en los primeros siglos de su existenci't, :iO sólo una
1 Const. Apost ., lib. u, cap. XIX.
• Apolog., 1, núm. 6;.

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Capítulo primero. ' ..3
institución prohibida, sino además cruelmente perseguida,
mal podia adquirir bie nes que p or su naturaleza no podía
ocultar á l;ts pesquisas de s us delatores. Esto nos ex plica
que , como acabamos de decir , no comenzase á hacer adqui-
sicion es d e inmu ebles hasta el siglo 111, para lo cual n o hubo
otra razón , n i re ligiosa ni política , que la indicada . Es de
notar , por otra parte , que las re union es de los fieles no se
celebraban en la plaza pública, ni los sagrados misterios al
aire libre; que para las cere monias relig iosas se reunían los
fieles en casas p articulares, de las qu e un a parte más ó
m enos considerable est:tba d estinada y aprop iada á s u uso.
fu era de que los Obis p os y ministros tuviero n casas espe-
cialmente dedicadas á su se rvicio . En la mitad del siglo lll
era ya, según Eusebio de Cesárea , ta n considera bl e el nú-
mero d e los fieles, que, no bastando las anti g uas ig lesias .
se construyeron otras más espaciosas en las ciudad es . Pri-
scis aedijir.:is jam 11011 contenti, in singulis urbibr.~;s spatiosas ab
ipsis fnndamentis extmemnt ecclesias '. Y es d e creer que
c uando la Ig lesia había alcanzado tan gran desarrollo y tenía
una existencia tan visib le , fu esen c uan ti osas las ad qu isi-
ciones de bienes que h abía h echo .
Ello es que las adqu isiciones existieron , y qu e aun
la historia d e los Emperadores pag anos ofrece g ratos ej em-
plos del respeto co n que se la trató en esta parte, s ie m-
pre q ue aqu ellos n o eran sus decididos enem igos, y si n
que sea necesario llegar. para ver tales ejemplos, á los
felices tiempos de Constantino . Poco después de la m itad
del tercer siglo, hacia el año 262, condenado por h e-
reje Pablo de Samosata, obispo d e Antioquia , se o bstinó,
no obstan te esta cond enación , en ocupar la casa episco pal
de la ciudad . Q!Jejáronse d e ello los c ristianos al emperado r
Aureliano, y , a unqu e pagano, disp uso qu e ocupase la casa
aquel de los Obispos q ue estu viese e n comunión con el
• Hist ~ce. ~ lib. V III , c:ap. 1.

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La nesamortización.
obispo de Roma y los Obispos de Italia; y Pablo de Samo-
sata fué lanzado por los tribunales de la casa que pertenecía
a la Iglesia de Antioquía •.
Según Lampridio, contemporáneo de Eusebio , Alejan-
dro Severo restituyó á los cristianos, para el ejercicio de su
culto, cierto lugar que les disputaban unos taberneros , aña-
diendo qu e aq uel destino le convenía mucho más que el
que éstos pudieran darle. Rescripsit imperator melius esse
ut qu.omo(t()cumque iltic Deus colatur, qttam propinaris deda-
tur •. Observemos de paso qu e la ci vilización moderna no
participa de los gustos de Alejandro Severo, porque, co m o
más arriba hem os dicho ', prefiere \·er los conventos ocu-
pados por presidiarios , á q ue los habiten religiosos que can-
ten las alabanzas del Señor.
Pero e l respeto al derecho de la Iglesia, y el recono-
cimiento más explícito y solemne de este derecho, brillan
sobre tod o en e l acto de Constan tino y Lici nio mandando
restituir á la Ig lesia los bienes de que Diocleciano y Maxi-
mino la h abían despojado (año .3 1.3 ). Merece ser conocido,
siquiera en alguna parte, el texto de esta disposición .
«Nosotros (dice) , Cons tantino y Lici nio, ordenam os,
en beneficio de los cristianos, qu e los luga res en qu e antes
acostu mbraban re unirse .... si hubiesen sido adquiridos por
el fisco ó por alg ún otro, sean restituidos á los mis m os
cristianos, sin pedirles dinero ni reclamarles el precio,
y sin dilación ni dificultad; y si alg unos lo: tuviesen hoy
por donación, inmediatamente los devuelvan á los cristia-
nos. Si los qu e obtuvieron esos lugares por compra ó do na-
ción tienen algo qu e pedir á nuestra clemencia, ac udan
al prefecto de la Provincia para q ue proveam os lo conve-
nie nte. Á tu cuidado y d ilige ncia encom endamos que todas
' Euseb., HiJt. tu:., lib . vu, cap . xxx .
• Aelius LampriJtu> , vi/a A ltxandri Srotri , cap. XLIX .
J Alude á la Int roducción de esta obra.

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Capítulo primero. '5
estas cosas se restituyan á la corporación de los cristianos
inmediatamente y sin demora. Y por cuanto esos m ismos
cristianos, no sólo poseían los lugares en qu e solían reunir-
se, sino otras cosas qu e no pertenecían á cada un o en parti-
cular , sino á la corporación, todas estas cosas, después de
la ley que he mos me_ncionado, mandarás que sin la menor
duda se restituyan á los mismos cris tianos, es decir , á cada
corporación ó reuni ón de ellos» .. . . «Asimismo mandamos
que luego qu e recibas estas let ras, si algunas de las cosas
q ue pertenecían en cada ciudad á la Ig lesia católica de los
cristianos están ahora retenidas por los decuriones ó cuales-
quiera otros, dispongas que a l m omento sean d evueltas á
sus ig lesias, pues qu erem os qu e lo que an tes poseyeron las
indicadas ig lesias, vuelva al m omento á su pod er ' . »
Y en otro lugar dice: «Todo aquello qu e parezca haber
pertenecido directamente á la Iglesia, ya sean casas, ya
posesiones 1 ó campos, ó hue rtos, ó cualesquiera ot ras , no
pued e con derecho alguno cercenarse en cuanto pertenece
á su dominio , antes bien , conservándolas todas salvas é ín-
tegras, mandamos qu e sean restituidas , . »
Estos interesantes d oc umentos , qu e en nuestros días
pudieran servir á los gobiernos d e provechosa ense ña nza,
demuest ran qu e la Ig lesia poseía, en tiempos anteriores á
Co nstantino, ó sea desde el siglo tercero de su existencia,
variados y c uan ti osos b ie nes . Harto claramente lo dicen las
palabras: «ya sean casas, ya posesiones, ya ca mpos ó h uer-
tos, ó cualesquiera otras,» como ta mbién indica el contexto
de estas leyes q ue esa posesión era u n derecho indisputado,
y q ue los emperadores Consta n tino y Licinio , viéndolo des-
conocido ó a tro pellado, se complacían en repara rlo . Her-
mosas so n las palabras que á este propósito pone Eusebio en
boca del em perad or Constantino:«¿ Qpién pudiera poner en

• Euseb . . H i1l. tcc., lib. x, cap. v.


> Euseb . , D < vila ConslaiiiÍIIÍ, lib. 11 , cap. xx xox.

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La Desamortización.
duda (dice) qu e los lugares que han sido consagrados por
las reliquias de los mártires y que conservan la preciosa
m emoria de su muerte, pertenecen á la Iglesia? ¿Q!¡ién
tendría dificultad en disponer que se le restitu yesen? Por-
que no pued e haber servicio más importante' ni trabajo
m ás grato y u til, que, bajo la inspiració n del divino espíritu,
cuidar con diligencia de estas cosas, para que sea justa-
m ente restitu ido á la santa Iglesia de Dios Jo que hombres
injustos y perversos le arrebataron con inicuos pretextos' .»
Es, pues, un hecho indisp utable que desde los primeros
siglos de su existe ncia tuvo la Iglesia bienes temporales,
y entre ellos bienes inmuebles. De s uerte qu e la Iglesia pri-
mitiva , la Ig lesia de los tiempos apostólicos, la Iglesia que,
según dicen á toda hora los reform adores, se conservó in-
m aculada.-¡ como si po r ve ntura no estuviese hoy lo mis-
mo!-se creía en e l derecho de adq uirir y poseer bienes, sin
obtener para ello place! imperial ni consultar al Consejo de
Estado. Emperadores paganos, como Aureliano y Alejandro
Severo, reconocieron este derecho, viéndolo fundado en la
eq uidad natu ra l ; y los Em peradores c1istianos, á ejemplo
de Constantino, no sólo lo reconocieron, sino que lo san-
cionaron , dando cabida á sus Íeyes en el Código que con-
tiene los principios y reglas de la j uris prudencia ro mana.
Excusado es decir que cua ndo la Iglesia fué, no sólo
tolerada, sino protegida por los Emperadores, crecieron las
liberalidades y las do n :-~ciones de bienes . Considerables fue-
ron ias de Constan tino y otros de sus sucesores: hacían las
también los particulares en no escaso número , y esta
clase de donaciones qu edó exenta por la ley del pago de la
cuarta falcidia. T eodosio el joven las declaró, lo mis mo que
a los m onasteri os, herederas de los bienes que respec tiva-
mente dejasen al mori r los clérigos ó mor j·::.; á quienes no
tuviese nadie derecho á heredar. De suerte que ya en los
1 Euseb. , Devila Co!ulan/in;J lib. n , cap. xxx1x.

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Capítulo primero.
primeros siglos vió la Ig lesia confirmado por leyes expre-
sas el derecho á adq uirir y poseer bienes, que sin autoriza-
ción ni concesión alguna estaba ejerciendo desde que tuvo
libertad para vivir; derecho que, después de diez y seis si-
glos de posesión, le niegan hoy los que se dicen defenso-
res de la propiedad , de la justicia y de la ley.
Como la Iglesia obró en el mundo con su celestial doc-
trina tan grandes y provechosas mudanzas; como ella fu é
la que, regando la tierra con la sangre de sus mártires, ilus-
trando á las ge11tes con la predicación de sus Apóstoles, edi-
ficando á los pueblos con las virtudes de sus Santos, ense-
ñándoles con el ejemplo de sus monjes, inoculando en sus
acciones la savia de su vida, elevándose al trono en las per-
onas de los Reyes y dirigiendo al mu ndo con la sabiduría de
sus Prelados, introdujo en él la civiliza-.ión verdadera , triun-
fando con sus virtudes de la corrupción antigua , echando
por tierra el cesarismo pagano y levantando sobre sus ruinas
la monarquía cristiana, con s u cortejo de útiles y benéficas
instituciones, nada tan natural ciertamente como que se
considerase el mejor e m pie o de los bienes el de donarlos á
la Iglesia, la cual hacia de sus riquezas el más noble y santo
uso, levantando magníficos templos, construye ndo hospi -
tales y casas de caridad , erigiendo grandiosos monasterios,
redimiendo cautivos, dando profusamente limosna á los
pobres, y haciendo , en fin , cuanto le dictaba su ardiente
celo por 1:! gloria de Dios y el bien de los hombres.
Y así sucedió, en efecto , que, hallando esta tendencia
igual apoyo en las clases todas de 1:1 sociedad y refl eján-
dose este espíritu en las leyes , á la vez que afluían á la
Iglesia los bienes, daban las leyes facilidades para su adqui-
sición. Conocieron muy bien los legisladores de ctq u ellos
tiempos que nada mejor podían dar á la sociedad en que
vivían que una amplia influencia de la Iglesia sobre ella, y
en cuan to su protección podía contri buir á este fin , se la
TOMO l. 2

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r8 La Desamorti{ación.
otorgaron generosa. Muchos fu eron entonces , y de muy
diversas clases , los medios por los qu e se aumentó el patri-
m onio de la Ig lesia. Concurrían á ello las herencias de clé-
ri gos y m onj es , l :~s m andas de los pa rticulares, las renun-
cias de bienes que en f.wo r de sus monasterios hacían los
qu e abrazaban la vida mo nástica, las fincas dadas á titulo
d e prem io y la rede nción de penitencias impuestas á. los
pecadores . La Ig lesia recibía estas do naciones con el espí-
ritu de justicia y de generosidad qu e le es propio . De Au-
a
relio, obispo d e Car tago . se sabe qu e restitu yó un bien-
hechor d e su Ig lesia los bienes qu e le había donado no
teniendo hered eros forzosos cuando supo qu e le había
nacido un hijo , á pesa r de qu e entonces el d erecho romano
no con taba toJavia el nacimie nto del póstumo entre las cau-
sas de revocación de las d onaciones.
Para formar idea de las ri quezas q ue adquirió 1:1 Ig lesia
desde principios d el siglo IV hasta el IX, basta leer lo que
en su li bro Costnmbres di' los Cristianos d ice rleury , apo-
yándose en el testim onio de Eusebio y de Anastasia el Biblo-
tecariE> , el úl timo d e los cuales indicaba como existentes en
s u tiempo las siguientes cosas:
«En la Basílica Co nstantinian;l (que es la de Let rán ) hay
un tabernácu lo d e plata , q ue pesa 2 ,025 libras : delante
esta el Salvador sen tad o en una silla de plata, que pesa 120
libras, y los doce Apóstoles , que tienen c inco pies de ¡¡l to,
y pesa cada un o qo lib ras. con coro nas d e o ro puro. Detrús
hay o tra imagen del Sa lvador de cinco pies de alto, que
pesa 1 4 0 libras . y c uat ro ángeles d e plata de cinco pies de
alto, que pesa cada un o 11 5 libras, adorn ados d e pedrerías:
hay además cuatro coro nas de oro purísim o , es d eci r , círcu-
los qu e sostienen candel eros. ado rnados co n 20 delfi nes,
que pesan cada un o 1 :; li bras: hay s iete a!~.t ....S de plata. d e
peso de 2 0 0 li bras ; siete platos de oro, que pesan 30 li-
b ras cada uno; ciento cinco cálices de pl:~ta , de los cuales

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Capitulo primero .
cuarenta y cinco pesaban .30 libras cada uno, y los demás 2o;
y m uchos o tros vasos.
»En el baptisterio , la cubeta era de pórfido, revestida
de plata , y pesaba J,008 libras: había allí una lám para de
oro qu e pesaba 30 libras , en q ue se quemaban 200 libras de
bálsamo : un cordero de plata qu e derramaba ag ua, y pe-
saba .30 libras: un Sal vador de plata purísima, de cinco
pies de :1lto, que pesaba 1 70 libras ; y á la derec ha un San
Juan Baut ista, tam bien de plata , qu e pesaba 100 li bras , y
s iete ciervos de pla la qu e dern:un aban agua, cada uno de
los cuales pesaba 8oo libras: había tam bien un incens ario
de oro puro de 1o libras, adorn ado con 42 pied ras pre-
ciosas.
» Todo lo q ue Constantino dió á la Basílica y al baptis-
terio ascend ía á 678 libras de oro y 18,67.3 libras de plata;
y com o la li bra romana era de doce onzas, hace todo ello
1,0 17 marcos de oro y 2C) , 'iOO m arcos de plata.
» Dió tam bien Constant ino á la Basílica y al baptis terio ,
en casas y tie rras, 1.3 ,974 s ueldos de oro de renta anua l , lo
q ue vie ne á ser 1 1::; ,ooo libras de renta , contand o el sueldo
de oro por ocho libras y cinco sueldos de nuestra mone-
da .. .. Todo esto era de la iglesia de Letrán ú nicamente .»
Es de ad vertir que Constanti no edificó además, en
Roma, las ig lesias de Sa n Ped ro, San Pablo, San ta Cruz
de jerusalén , Santa Inés, Sa n Lorenzo, y San Marce lino,
y otras cuat ro en Ostia , en Albano, en Capua y e n Nápo-
les. La iglesia de San Pedro en Roma tenía casas en A ntio-
quia y t ierras en los alred edo res : tenía asimis m o b ienes
en Tharsis, en Cilicia , en Alejand ría, en todo el Eg ipto
y hasta en la provincia del Eufrates ; y una par te de esas
tierras d ebía contribuir con cier ta cantidad de aceite de nar-
do, bálsam o, estoraq ue, canela , azafrán y o tras d rogas pre-
ciosas para los incensarios y las lámparas.
<< Añádanse á esto, conti núa Fleury, las iglesias qu e Cons-

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20 LA. Desamortización .
tantino y su madre Santa Elena hicieron construir en Jer u-
salén, en Belén y en toda la Tierra Santa; la de los Doce
Apóstoles y las demás que fundó en Constantinopla, porqu e
él construyó todas sus iglesias; la de Nicomedia, y también
la de Antioquia , digna de la grandezade la ciudad. Añádanse
!as liberalidades que hizo á las iglesias en todo el imperi0.
Añádase lo qu e dieron los gobernadores y todos los g randes
señores que se hicieron cristianos; las considerables dádivas
de aquellas santas señoras que renunciaron á tantos bienes
para abraza r la pobreza cristiana , co rno lo hicieron en ·Ro ma
Santa Paula y Santa Melania, en Constanti nopla Santa
Olimpiades, y varias otras. Añádan<;e , en fin, los dones de
los Obispos, q ue todos se esforzaban á portia en adornar y
enriqu ecer s us iglesias; y júzguese, después de esto, cuán
ricos no deberían ser los templos e n las gra ndes ciudades,
capitales de esas provincias q ue hoy pudiéramos considerar
com o reinos '. »
Ni se contentaron los primeros Emperadores cristianos
w n hacer tant:1s donaciones á la Ig lesia, sino que fomenta-
ron, por m edio de edictos, las de los particulares. Ya , con-
forme á las leyes antig uas , era permitido hacer á los tem-
plos y á los sacerdotes del paganis m o donaciones i11ter vivos
y por testamento: Constantino lo estableció de la manera
más expresa res pecto á la Iglesia cristiana: «Tenga cada
cual al m o rir la facu ltad de dejar lo qu e quisiere de s us
bienes al santísim o, católico y ve nerable concilio (de la
Iglesia), y no se contradiga su voluntad ' . »
Desde e l siglo 1v en adelante m ostraron constantemente
los e mperadores , los reyes, los príncipes, los señores y los
particulares, s u celo ,,en más ó m enos grado, segun la diver-
• Coslumhres de lo> aislianos, nüm ~ .-Tomassino, A ni. y 11uron disciplina de
la Iglesia, parte 111. lib. o.
• Habeat unusqui$que licentiam sanctissimo, catholico , venerabilique concilio
( ~.cclesiae) decedens bonorum q uod optaverit relinquere, et non sint cassa j ud icia
(cj us).-Cod. Just., lib . 1, tít. "• núrA. 1.

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Capitulo prt"m~ro. 21

sidad de los tiem p os y de los lugares , por dotar á las ig le-


sias y construir ó conservar los edificios religiosos; po r el
ser vicio y la po mpa del c ulto católico; por el alivio de los
enfermos y de los pobres, que h an sido s iempre objeto de
la patern al solicitud del clero , y po r la fund ació n d e escu e-
las públicas y monasterios , que ta n grandes servicios h a n
prestado á la civilización.
Los P apas y los Obispos favoreciero n siempre esas fun-
daciones, haciéndolas cumplir conform e á las intencion es de
los fu ndadores; y al aceptarlas y favorecerlas, mostraban
claramente que reconocía n e n la Iglesia el d erech o, inhe-
rente á toda sociedad , de ad quirir y poseer bienes, derech o
qu e la Iglesia h a eje rcido consta ntemen te desde qu e la con-
versión d e Constantino le dió Ir libertad qu e no te n ia en
tiempo d e los Em peradores paganos.
Y para demostrar el empeñ o qu e la Iglesia puso siem-
pre en la con se rvación de estos bien es y en la defen sa de su
derecho, va mos á citar, por el orden e n que se nos presen-
tan, varios textos importa ntísim os, cu ya fuerza es incon-
trastable.
El Concilio de Ancira (año 3 14) ordenó por su ca-
non xv que s i , vacante la Sede episcopal, los sacerdotes a
quie nes se hubi ese instituido ecónomos de los bie n es de la
Ig lesia ve ndía n algo d e ellos , el O bispo pudiese, al ocupar
la Sede, ó an ular el contrato, ó recibir el precio de la ven ta.
Se ve en esto nu e vamente confirmado que desde el principio
del siglo 1v tenia la Ig lesia bien es, y que toda enajenación
de e llos no a utorizada por las reglas canónicas se cons ide-
raba nula .
El Concilio de Antioquia (año 33 2 según unos, ó 341
según otros), dicta, e n sus cánones XXIV y xxv , disposicio-
n es sobre la conservación y el uso de los bie nes de la Ig le-
sia. En él se habla d e los frutos de los campos ecl esiás-
ticos .

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22 La Desa·mortización.

San Gregorio Naziance no , que murió el año 388, al


animar á Aerio y Alipio á cu mplir la voluntad de su madre,
que había dejado á la Ig lesia una par te de sus bienes pa ra
socorrer á los pobres, les rec uerda qu e muchos fi eles habían
dispuesto de todas sus casas e n favor de sus iglesias, y que
otros les habían dado cuanto t enían .
Cuando el emperado r Vale ntin ia no autorizó las juntas
de los arrianos, quisiero n éstos apoderarse de las iglesias
d e los católicos. En las perturbaciones á que esto dió lugar ,
Sa n Ambrosio (q ue m urió e n 397) se d efe nd ió con admi-
rable energ ía. <<Me propone n , decía , que e ntregue los
vasos sagrados, y he res pondido que s i me pidieran mi
t ierra, mi casa , mi oro ó mi plata, lo daría de b uena vo-
luntad ; pero no pued o qu itar nada del templo de Dios, ni
entregar lo que he recibido para conse rvarlo.» .. . . « Nos-
otros damos al Césa r lo que es del César y á Dios lo qu e es
de Dios . . . . El Emperador está en la Iglesia, pero no sobre
la Ig lesia, y está obligado á sostener sus intereses.» lm-
perator intra Ecclesiam , non supra Ecclesiam est ' .
San Bonifacio , Papa (año 41 8), calificó d e sacríl egos á
los qu e usu rpan los bie nes consagrados á Dios. «Á nadie
es permitido ig no rar, dice, qu e lo qu e se ha co nsagrado á
Dios, lo que una vez se ha dedicado al Señor, se cuenta
entre las cosas santas, y pertenece á la Ig lesia. Por eso el
qu e tom :~, arrebata , destruye ó usurpa la heredad qu e per-
tenece a l Señor ó á la Iglesia, d ebe ser consid erado como
sacrí lego , mientras no ex pie su cri men y dé satis facción á
la Ig lesia. Y si se niega á hacerlo, sea excomulg ad o •.
El Papa San León , d e acuerdo con el Concilio d e Rom a
de 447, q ue reun ió con es te objeto, prohibió á los Obis-
pos dispo ner de los bienes de s u Iglesia !"lnr d onación,
venta ó cambio, á menos qu e, después d e haber deliberado

• Epíst. u1.
• Epislolae Romancrum PoJ>Iijicum . tomo 1, col. 1 ,o;o.

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eapí tulo primero. 2J
con el clero, crean que esa d o nación, venta ó cambio puede
ser verdaderamen te provechosa á la Iglesia.
El Concilio general de Calcedonia , del año 4 5 1, presidido
por los legados d el Papa, además de confirmar los cá nones
anteriores, dispone qu e los m o nasterios, un:t vez cons~tg ra­
d os por el Obispo, no muden de estado, de suerte q ue no
sea per mitido convertí rlos en viviendas seculares, ni enaj e-
nar los bienes qu e les pertenezcan .
El Concilio d e Roma del año 504 , q ue p residió el mis-
mo Papa, y se reunió ex presamente para contener á los que
se apoderaban d e los bienes de la Ig lesia, decidió t ratar á los
usu r padores como heréticos , y anatematizarlos si se ne-
gaban á restituirlos, y prohibió admitirlos á la comunión
de la Ig lesia hasta que hu biesen S<ttisfech o por medio de una
restitución co mpleta. Añade que es gran sacrilegio, en los
qu e d eberían velar por la conservación d e los bienes de la
Ig lesia, es deci r , en los cristi anos qu e temen á Dios, y sobre
todo en los príncipes y gobe rnador es de las p ruvincias, qui-
t<ule lo qu e los fi eles le han dado para el perdón de sus peca-
dos y la salvación d e sus almas , y convertir sus piadosas
ofrendas en o tros usos, ó conceder su posesión á personas
extrañas, en perjuicio de la Ig lesia. «Por lo que, añade, to do
· el qu e pida, reciba , posea, retenga ó disfrute injus tamente
fo ndos ó ti erras dados ó dejados á la Iglesia, si no los resti-
tu ye s in demo ra, sea anatema.» Igual sentencia pro nunció
contra los q ue obtuvieran la posesión de bienes eclesiásticos
bajo pretexto de haberlos obtenido por liberalid ad ó por ord en
de los príncipes ó de los poderosos del siglo, ó po r haberl os
usurpad o ó retenido co n la protección de un pod er ti rá-
nico.
El Papa San Aga pito, primero de este nom bre, escri-
biendo á San Cesáreo, obispo de Arlés, el a ño S.3 5 , le re-
cuerda que los antig uos cá nones no permiten enajenar los
bienes de la Ig lesia ni aun en fav or de los pobres. <<T ene-

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La Desamorti1_ación.
m os, le dice, tanto deseo de socorrer á los pobres, que de
buena gana te co ncede ríamos lo que pides; pero nos lo
prohiben los dnones de los Padres , que nos vedan enaje-
nar los bienes de la Ig lesia , por cua lquier titulo que sea.»
El Co ncilio de Orlea ns del añ o 'i49 proh ibe apoderarse
d e los bienes legad os á las ig lesias, monasterios ú hospi-
tales, so pena de ser excomu lgado el que lo hiciere hasta
que restitu ya la cosa robada.
El Co nci lio de París d el año 55 7 dispuso que sea alejado
d e la Iglesia y d e la san ta com u nión el que posea y rete nga
injusta mente los bienes legados á la Ig lesia . hasta que los
haya restituido.
El Co ncilio de T oledo d el a i'lo :;89 declara que no es per-
mitido á ningún Obispo enajenar los bienes de la Ig lesia,
porque esta enajenación es tá prohibida por los antiguos
cánones. « Pero se puede , añade, to mar de estos bienes,
salvos los. de rechos de la Ig lesia, lo que es necesa rio para
los clérigos, los p.)brcs y los indigentes , á fin de darles
s ocorros tempo ra les.»
Otro Co nciliu de Toledo, d el año 6J8, declara que las
d onaciones he!:h·ts á las Ig lesias por los príncipes ú ot ras
personas, se m,w t;ngan fi rmes , de m odo que los bienes
qu e se les han d.td.> n >p ueda n q ui társeles en ningún tiem-
po ni por mzón ;.lguna.
El Co ncilio de Constan ti nopla de l año 692. llamad o Con-
cilio in Tm llv, que fu é convocado por el emperador justi-
niano, prohtbe p.>r su canon xux convertir en usos profanos
los m onasterios consagrados por e l Obispo, ó darlos á se-
g lares.
El segundo Concilio general d e Nicea, d el año 787 .
. prohibe, por s u canon XII , bajo pena de nulidad, á los
Obispos y abades. vender ó d ar á los pnnct pes ó á otras
perso nas, los bienes de s u ig lesia ó d e su monasterio. Y co mo
durante las turbaciones qu e ocasionaron los iconoclastas, se

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Capitulo primero.
convirtieron en hospederías y en usos profanos las casas
episcopales y monasterios , ordenó el ca non XIII que se res-
tableciesen á su primer estado, so pena de excomunió n á
los detentadores.
Estas mism as doctrinas las vem os consignadas en los
capitulares de Cario Magno. En una súplica que alg unos se-
ñores reunidos en W o rms le dirigiero n sobre exenció n á
los Obispos en cosas de g uerra , después de deci r qu e no
pretendían d e modo alguno s u concurso a los gastos de ella.
a1iadian : «Sabem os qu e los bienes de la Iglesia están con-
sagrados á Dios, qu e son ofre ndas de los fieles y rescate de
s us pecados. Por lo qu e, si alguno fu ese b;1s tante tem erario
para q uitar á las iglesias las ofrendas q ue han recibido de
los fieles y han s ido consagradas á Dios, no hay du da que
co m etería un sacrilegio, y es necesario estar ciego para no
verlo . Cuando alguno de nosotros da sus bienes á la Iglesia,
los ofrece y los consagra á Dios y á sus Santos, y no á
n ing ún otro, com o lo prueban las palabras y los ac tos del
donante.>>
Y más adela nte dicen : « Para qu e no sospechen los
Obispos y demás fieles que tenem os designio de inva-
dir los bienes de la Iglesia , nosotros todos declaramos, de-
lante de Dios y de sus ángeles , delante de vosot ros los
Obispos, y en presencia de toda la asa mblea, que no que-
remos hacer nad a se m ejante, ni consentir qu e se haga .
Decl aramos que si alg un o se apodera de los bienes ecle-
siásticos, ó s i los pide al Rey ó los re tiene, no comere-
mos con él , ni iremos con é l á la g uerra, ni á la corte, ni
á la iglesia , ni permitiremos que nuestras gentes te ngan
comunicac ió n con s us servidores, ni aun que nuestros ca-
ballos y ganados paste n con los s uyos .... Y para que to-
dos los bienes d e la Ig lesia se conserven intactos en lo ve-
nidero, as í por parte de vosotros co mo d ~ noso tros, d e
vuestros sucesores co mo de los nuestros , os roga m os que

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La Desamortización.
hagáis insertar esta petición en los archivos de la Iglesia y
le déis lugar en vuestros Capitulares.»
El Em perador respondió : Sicut petistis concedimtts;
a ñadiendo que confirmaría esta concesión en la primera
asamblea general. Y en uno de los capitulares de aquel
año condenó de la manera más terrible á los usu rpa-
dores de los bienes de la Ig lesia. «Sabemos, dice, que
muchos reinos y reyes cayeron porq ue enajenaron ó
arrebataron las cosas de la Iglesia y se las quita ron á
los Obispos y sacerdotes , y lo que es más , á sus iglesias,
dándoselas á sus enemigos; por lo cual , ni fu eron fuer-
tes e n la g uerra, ni esta bles en la fe, ni salieron vence-
dores, antes bien volvieron las espaldas , muchos heridos
y otros muchos m uertos, y perdieron sus rei nos y regio-
nes, y , lo qu e \!S peor , el rein o de Jos cielos , y carecían y
carecen aún hasta de sus pro pias here ncias; para obviar
t odo lo cual, ni quere m os hacer tales cosas ni consentir-
las, ni dar ejemplo de ellas á nuestros hijos ó sucesores,
sino qu e en cuanto pode mos .. . . prohibimos que hagan tales
cosas ó se lo permitan á los que quieran hacerlas, antes
bien sean siempre ay udadores, defensores y e nsalzadores
( mblimaforfs) de las iglesias.» Prohibe luego que se pidan
ni enajenen las cosas de las iglesias sin consentimiento
de los Obispos, y prosig ue: << Lo cual , si algu no lo hi-
ciere, sea sometido á la pena del sacrilegio, así por nos-
otros como por n uestros sucesores y nuestros jefes, y
castigado legalm ente como sacrílego homicida, ó como
ladrón sacrílego. Porque que sea el mayor de los sacrilegios
qui tar las cosas de las iglesias, invadirlas, en:1jenarlas y
d evastarlas , lo atestiguan m uy se ñaladamente todas las
escritu r.1s d ivi nas, y el beato Si maco, Papa. en una sen-
tencia sinodal, que dice «ser inicuo y á modo de sacri-
» legio que lo que por la salvación ó por el descanso de las
»almas haya dejado cada uno á la Iglesia por causa de los

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Capítulo primero.
»pobres, ó se lo haya dejado de un modo cierto, lo quiten
»Ó apliquen á otros usos los que principalme nte habían
»de cuidar de conserv:trlos; » y esto dicen también muchos
otros decretos de los sagrados cánones y sentencias de los
Santos Padres, qu e fácilmente pueden ve r los que lo de-
seen 1 .»
La misma ide,t encontramos expresada en otro de los
capitulares de Carlomagno: « Por cuanto tenemos y recono-
cemos por cierto qu e Cristo y su Iglesia son como una mis-
ma cosa, todas las cosas que son de la Iglesia son de Cristo ,
y todas las que se ofrecen á la Iglesia , sean campos, vi-
ñas, etc., se ofrecen al mismo Cristo; y todas las que con
cualq uier pretexto se enajenan ó quitan á la Iglesia, se qui-
tan á Cristo. Si es verdad , pues, que quitar algo á un
amigo es hurto, quitar ó enajenar lo de Cristo Señor 1

nuestro, q u~ es Rey de los reyes y Señor de todos los po-


tentados, fo es mucho mayor, y es horrible sacrilegio.»
Es de advertir que estas palabras están tomadas de San
Jerónimo, y puede decirse q ue de todos los Santos Padres.

Hem os llegado en esta reseña hasta los primeros años


del siglo 1x. Y siendo mucho lo que sobre el asunto nos
falta aún por decir, conti nuaremos esta exposición e n el ca-
pítulo sig uiente.
1 Capl/14/arts dd os R t) 'l l Francos, t ít. 1, cap. 1, add. c. 3, 9, 29.

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CAP(TULO 11

DERECHO DE LA IGLESIA h 1..1\ ADQUISICIÓN Y POSESIÓN DE BIENES .

SUMARIO : Sumi$ión y v.sallaje que voluntanamente prestaron varios Estados á


la lgltsia.- Manifestación piadosa de Luis el Benigno.- Continúa la Iglesia de-
fendiendo el derecho de propiedad en sus bienes. - Declaraciones ue los Concilios
de Aix-la- Cbapelle ( 836) ; 8ea1wais y Mra11x ( 845) ; V alma ( 855); Tousi
( 86o) : Constontinopla ( 869) ; Pavia { 876); Viena ( 892 ) ; Tribur ( 895) ;
León { 1012); Lyon ( 10)5) ; Palencia ( 1129) ; Letrán ( 1215) ; Oxford
(1222) . Colonia ( 1266) : Segundo de Lyon ( 1274) ; Buda (1279) ; Melti
( 1234): Witzburgo ( 1287); Prosb•rgo ( 1309) ; Valladolid ( IJ22) ; Tarra-
gona ( 1332) ; Salamanca ( 1JJ5) : Toledo ( 1339) ; Narbona ( 1374 ); Fri-
singa ( 1440) ; Toledo ( 1475) . Letrán ( 15 12) ; Trcnto { 1545-1 56.)).- Noto-
ria y evidente j usticia de tal" declaracionts. - Ejemplo< del rc•pcto con que se
miraba en otro tiempo el derecho de la Iglesia á sus bienes. - Pragmática de
Luis xm de Francia.- Declaraciones del clero francés CD 1640 y 165 1.- Pa·
labras de Bossuet. - Carta de Pio VI al emperador José 11 en qBl.-Declara-
ciones contenidas en el Syl/abll$ de Pio IX.

[11 UÁNTO fuese el amor que e n todos tiempos s up o


la Iglesia inspirar á los pueblos, no lo prueba n
tan sólo las liberalidades qu e de los reyes, se-
ñores y particulares recibió du rante sig los y de que en el
capitulo anterior hemos hablado ; pruébalo también la do-
nació n importante que hizo en el siglo VII I al Romano Pon-
tífice el rey Pipino de Francia, del exarcado de Rávena y
otras ciudades ga nadas a los Lombardos ; y el hecho, más
significativo todavía, de ofrecer m uchos reyes y señores a

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.30 La Desamorti{ación .
la Santa Sede el d o minio directo de sus Estados, declarán-
dose m eros poseedores y obligados á rendirle homenaje.
En este caso se encontraba n los de Aragó n , Portugal , Po-
lonia, Inglaterra. Escocia y otros . Y no sólo á la Santa Sede ,
sino á ig lesias particulares, se les da ban ciudades y territo-
rios en feudo.
¿Q!Iié r: lo diría en nu est ros tiem pos? Los reyes y los se-
ño res que e n s us Estad os cedían á la Ig lesia el supremo
d ominio , creía n asegurar más de este m od o el suyo pro-
pio. El poder rea l , puesto bajo el ampa ro y protección de
la 1g lesia , se cons ideraba más firm e . La autoridad espiritual
se reputaba más fue rte y pod erosa que la temporal. ¡ Y á
aquellos tie m pos se les llama bárba ros! ¡ Y e n los nu es-
tro s , qu e se llama n civi lizados, para nada se to ma en cu enta.
e n las co mbinacio nes políticas. la influe ncia de esa institu-
ción celestial , y la fuerza resuelve las c uestio nes de dere-
c ho , y el núm ero y la calidad d e h1s armas decide sobre las
contie ndas q ue se ag it:m en el m und o !
Al co ncluir el anterior capítulo . dimos á conocer algun os
actos de Carlomagno y Ludovico Pío, en que m ostra ron su
celo p o r los bie nes de la Iglesia. Co n este mismo espíritu
procedió Luis el Re nig no . Reunid o á s u instancia, e n el pa-
lacio d e Attigny, d e la diócesis de Reirns, un Concilio de
Obispos , Abades y sel'io res de l Im pe rio , San Ad elardo , que
era como el alma de la reunió n , dijo e n nombre de l Monarca :
«Cuanto os parezca conduce nte á corregir los desórdenes,
á exaltar la Religión, :i fortalecer la fe y á que florezca la
piedad , proponedlo , Se ñores , que el Emperado r lo pondrá
por obra , porque sabe q ue, corno e nseña la Escritura , los
pecados atraen sobre lo s pueblos la guerra , el ha mbre y
otras desgracias.» Oyendo esto Agobardo , obispo de Lyon,
encareció la necesidad d e amp arar contra 1::~~ :n vasio nes de
los malvados los bienes de la Ig lesia , y la impo rtancia de
respetar lo m andado e n los antig uos cán o nes, añadie ndo:

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Capitulo segutrdo. JI
«El pretexto de una necesidad que sobreviene, no puede
excusa r la violación de las leyes establecidas por orden de
Dios .» «Juiciosas reflexiones , dice :i este propósito el Car-
de nal Gousset , y tan aplicables á los qu e en aq ue llos tiem-
pos invadían los bienes de la Ig lesia. como a l sistema impío
de los r evo luc ionarios de los sig los xv111 y XIX, q ue invocan
las necesidades de la sociedades mo dernas en fitvor de l<lS
usurpaciones sacríl egas de los bienes eclesiásticos '.»
La Ig lesia continuó en este tiempo, como continúa hoy.
de fendiendo e l derecho á la propiedad de sus bienes y con-
denand o á sus usurpado res ; tarea en qu e le ayudaba el
poder civil. Vamos á termin ar la exposición de pruebas q ue
en apoyo de esta verdad comenzamos en e l anterior ca pi-
tulo; pu es. :tun á riesgo de alargar dem asiado este pun to , no
podemos omitir las citas de tan importantes docum entos.
En e l Concilio de Aix-Ia-Chapelle, del año 8 36, se re-
cordó á Pipi.n o , rey de Aquitania , la obligación de restituir
á la Ig lesia los bienes que los señores de s u reino le había n
quitado , y que el usurpador , su padre, le había mandado
devo lve r el año 8 34 . T ratóse la mate ria de bienes eclesiás-
ticos, respond iendo al argumento de los impíos, de que no
hay ma l e n servirse de esos bienes, p uesto qu e son inútiles
á Dios, q ue lo ha creado todo para nosot ros. El razona-
miento produj o efecto, y cediendo Pipino <i las ex hortacio-
nes de los Obispos, ma ndó restitui r los bienes usurpados.
Los Concilios de Beanvais y de Meaux , del añ o 845,
instaron á Carlos el Calvo para que restituyese á h1s ig lesias
los bienes que en s u tiempo se les habían q uitado : e l se-
g un do de aqu ellos excom ulgó, como ladrones y sacrilegos,
á los q ue se ;tpoderen de los bi enes eclesiásticos, los re ten-
gan ó destruyan .
El Concilio de V alence, del año 8 55, declaró que el que,
• Du droil tle l' Eglm /oucbanl la possessiou des bit m destinis au eu/t.: ti la :ou-
w r.aiueti lempordle du Pape. - Paris, 1861.

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)2 La. Desamortización.
sin temor á los j uicios de Dios y á la eterna co nd enación,
se apodere de las posesiones de una ig lesia ó la despoje de
lo qu e le pertenece , incurrirá en la sentencia de excomu-
nión hasta que reco nozca y repare s u falta .
Etelwolf , rey de W essex, en Inglaterra, reunió en Win-
chester un Co ncilio de Obispos y señores, y en el se con-
firmó la donación del Rey en favor de la Ig lesia , de la décima
parte de las tierras del re ino, para indemnizarla d e sus pér-
didas durante la g uerra y devastación de los Norm a ndos.
El Concilio de Tonsi, diócesis de Toul , en Francia, del
año 86o. además de excomulgar á los que se apoderan de
los bienes de la Ig lesia , trata de ladrones y sacrílegos á los
que los usu rpan ó retiene n.
El general de Constantinopla, de l año 869, pro hibe á los
seglares privar á la Ig lesia de s us bienes, so pen<l de ser juz-
gados como sacrílegos y anatematizados hasta que los resti-
tuyan.
El de Pavía, de 876, pro hibe destruir ó tom ar bienes del
patrimonio d e los bienaventurados Apóstoles Pcd ro y Pablo;
hace extens iva esta prohibición á los muebles ó inmu ebles,
y prohibe los contratos que cedan en perjuicio de la Iglesia
romana.
El Conc ilio de Viena , de 892 , excomu lga, por s u ca-
non 1, al qu e se apodere de los bie nes de la Iglesia .
El Concilio de Tribur , cerca de Maguncia , de 895, de-
claró, por s u canon vu, culpable de sacrilegio al que co-
meta semejante atentado.
El Concilio de Leó n , en Espaiia, del añC> 1 o 1 2 , ordenó
por uno de sus cánones que la lglesi:l disfrute en paz de lo
qu e reciba por testamento; y prohibió por otro qu e se apo-
dere nadie de sus bienes.
El Concilio de Lyon, del a ño 105 ~, Jeclaró n ula la
concesión q ue los príncipes secu lares hiciesen de bienes de
la Ig lesia.

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Capitulo segundo. JJ
El Concilio de Palencia, en España, de 1 129 , mandó
restituir á las iglesias y monasterios cuanto se les hubiese
q uitado, y prohibió á los seglares qu e poseyesen iglesias
ó retuviesen las ofrendas piadosas q ue á éstas se hubiesen
hecho.
El Concilio IV de Letrán , de 12 1 5, prohibió, por el
canon xuv, observar las constituciones qu e en perj uicio de
los derechos d e la Iglesia hubiesen hecho los poderes civi-
les, ya enaj enando feudos, ya us ur pando la jurisdicción
eclesiástica, ya respecto á los bienes anejos á lo espiritual,
á m enos que estas constitucio nes se hubiesen dictado con
consentim iento de la auto ridad eclesiástica.
El Concilio de Oxford , de 1222 , excomulga á los que
enajene n bienes de la Iglesia, los reciban ó los retengan .
El Concilio de Colonia , de 1 266, decretó que á los que
us urpan bienes de las iglesias, m o nas terios ó personas
eclesiásticas., se les adv ierta que los restituyan ; y si des-
pués de esta adverte ncia no lo hiciere n , incurren e n exco-
munión , com o culpables de sacrilegio.
El más numeroso de los Concilios ge nera les, qu e fué el
segu ndo de Lyon, lo convocó y presidió el Papa Grega-
rio X. Sus decretos fueron trei nta y uno. El xx11 , De rebus
Ecclesiae non alimandis, prohibe á los Prelados enajena r las
iglesias ó sus bienes inmuebles y derechos , sin consenti-
miento del cahildo y permiso de la Sede apostólica . « De
otra maner:• , ai':ade el Concilio, los contratos serán nulos,
los Prdados suspensos y los seglares excomulgad os .»
El Concilio de Suda, de 1279 , presid ido por Felipe,
obispo de Ferm o y Legado de la Santa Sede, en uno de s us
reglamentos, titulado A dversus bo11omm ecclesiasticorttm
iuvasores, decretó excomunió n contra los culpables de us ur-
pación sacrílega, que retienen las iglesias, los monasterios
y sus posesio nes ó bienes.
El Concil io de Melti, de 12 8 4, prohibió todo cambio ,
T OMO l.
.3

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34 La Desamortización.
venta ó contrato de posesiones, casas é inmuebles de las
iglesias, exce pto e n los casos permitidos por derecho,
declarando nulos y sin va lor tales contratos, pronunciando
excom un ión contra los que hubiesen intervenido en ellos,
y declarando que no podrían ser absueltos sino cuando los
hubiesen rescindido é indemn izado á la Iglesia.
El Concilio de Witzburgo , de 1287, prohibió, bajo pena
de excomunión , invadir ó usurpar las iglesias y sus bie-
nes, derechos y jurisd'icciones , fu lminando a natema , no
sólo contra los invasores, usurpadores ó dev11stadores, sino
contra los que los hu bieran favorecido.
El Concilio de Presbu rgo, de 1 J09, renovó la sentencia
de excomunión contra los q ue invadan y retengan injusta-
m ente los diezmos , tierras, dominios, posesiones y bien es
de las iglesias, ó luga res consagrados á la oración y á los
clérigos.
El Concilio de Valladolid, de 1322 , excom ulgó por su
canon xx111 á los q ue us urpan y reti enen inj ustamente los
diezmos y bienes muebles é inm uebles de las iglesias ó
Prelados.
El Concilio de Tarragona , de 1 ))2, e n conformidad á
los antig uos cáno nes, anatematizó á los que atacan á las
gentes de la lglesi<1 en s us perso nas ó bienes.
El de Salamanca , de IJJ5, declaró excomulgados ipso
jacto á los que reciban de los seglares iglesias , beneficios, ó
casas de éstos, y á los q ue retengan los diezmos , oblacio-
nes ú otros bienes de la Ig lesia.
El de T oledo, de 1339, prohibió vender ó enajenar,
por cualquier t itul o que fuese, las posesiones situadas donde
la Ig lesia ejerce dominio temporal , excomulgando á los
vendedores y compradores , y declarando nulas t11les ventas.
El Concilio de Narbona , de 1 )74, renovó las penas im-
puestas por los a nterio res de la provincia á los que se apo-
deren de los bienes muebles ó inmuebles que perte nezca n

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Capitulo srgundo . 35
-á las iglesias, á los lugares destinados á prácticas piadosas,
-ó á las personas eclesiásticas.
En el Concilio d e Frisinga, de 1440, se prohibió á los
abades , priores , prebostes y otros Prelados . a si como á los
clérigos seculares y reg ulares, so pena de ser privados de
administrar sus ministerios é iglesias, enajenar bienes de la
pertenencia de éstos . por cualq uier título que fuese, gra-
tuito ú oneroso, á no haber sido autorizados de una manera
legítima.
El Concilio de Toledo, de 1475, excomulgó á los que
vendan y compren las posesiones ó rentas de los beneficios
vacantes, como también á los que aconsejen, favorezcan ó
ayuden á los culpables en s u criminal proyecto .
El Concilio de Letrán , de 1 :; 12, declaró que la admi-
nistración de las rentas de lns iglesias, monasterios y benefi-
cios pertenece al Romano Pontífice y á los que canónica-
mente los tienen á su cargo, y q ue las leyes divinas
prohi ben á los príncipes inmiscuirse en esa administración.
Por ultimo, el Concilio de Trento pronunció la declara-
-ción siguiente : «Si algún eclesiástico ó seglar, cunlquiera
que sea la dignidad de que esté revestido , aunque fuese em-
perador ó rey, se dejase esclavizar tanto por la cod icia, raíz
.de todos los males, que se atreviese á invertir en su propio
u so , y usurpar, por sí ó por otros, por fuerza ó por amena-
z:~s, :tun cuando fuese por medio de personas interpuestas,
.sean éstas eclesiásticas ó seglares, por cua lquier artificio y
bajo cualquier pretexto que sea , las jurisdicciones, bienes,
censos y derechos, au nque fuesen feuda les ó enfitéuticos,
frutos, emolumentos ó rentas cualesquiera de una iglesia
ó de un beneficio secular ó regular, de montes de piedad ó
de otros lugares de devoción que deben emplearse en bien
de los pobres , ó impida por las mismas vías que esta clase
de bienes sean percibidos por aquellos á quienes legítima-
m ente pertenecen, quede bajo el peso del anatema hasta

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La Desamorti{_ación .
q ue haya restituido por completo á la Ig lesia y á s u admi-
nistrador ó beneficiario las jurisd icciones, bienes, efectos,
derechos, frutos y rentas de q ue se ha apod erado ó que
han llegado á él , de cualquiera manera que sea, au n por
donación de persona su puesta , y haya obtenido la aproba-
ción del Ro mano Pon tífice.»

Dista mucho la exposición q ue hemos hecho de las deci-


siones d e los Concilios sob re los bienes de la Iglesia, no ya
de ser complet ~• , si no de comprender siquiera la mayor
parte de ellas . Baste decir q ue tenemos á la vist~t hasta
ciento vei11 ficuatro, y las aquí citad:~s no llegan á cincuenta'.
Pero no es necesario mayo r n úm ero para deja r dem ost rado
que la Iglesia ha defendido siempre su derecho á la adq ui-
sició n y posesión de bienes, y ha resistido con constancia
á los qu e han q uerido desconocerlo , lo mismo en la esfera
de la doctrina qu e en el terreno de los hechos.
Como hemos visto en estos capítulos , por u na tradición
constante, qu e se perpetúa desd e el primero hasta el últi mo
siglo, así los Santos Padres como los Docto res y los Con-
cilios, afirman qu e los bienes d e la Iglesia so n bienes de
Dios, que pertenecen á Dios, que so n propios de Dios,
y qu e apoderarse de elfos es robar á Dios y com eter un
sacri legio. No hay Padre de la Ig lesia ni escritor católico
qu e no hable en este sentido , reco nociendo todos el dere-
cho particular que se da á Dios por las oblacio nes q ue le

hacen los ho mbres. De d onde se infiere necesariam ente
que si es Dios el du eiio de es tos bie nes, ¿quién puede
co nsiderarse con derecho á ellos, ni con autoridad para
apropiárselos? Y por eso muy justamente condena la
Ig lesia la doctri na de los enemigos de su propiedad, q ue,
co mo Wicleff , j u:tn de Hus, Marsilio de tjadua y Arnaldo
de Brescia , le negaron la facultad de adquirir, atribuyendo
• De éstasdaremo~ el trxto original en el A I'É~t>ltE á este tomo, nota núm. r.

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Capitulo segundo. 37
á los príncipes d ominio sobre sus adquisicio nes ; califica de
httrlo nef ando , latrocinio y sacr ilegio á toda usurpaci ó n y
violación de su patrimo nio , y excomu lga y anate m atiza á
los usurpad ores y vio ladores, aun cuando estén consti-
tuidos en la más alta d ign idad.
Y esta constancia e n defender su d erecho contra toda
us urpació n es naturalisima, porqu e la Ig lesia y el culto , que
cada dia han ido alcanzando mayor d esarrollo, ha n d e sos-
t enerse con m edios humanos , á no hacer Dios cada día un
milagro á su favo r , y es preciso, por tanto, que su patri-
mon io se respete. De aqu í las providencias qu e d esd e los
más remotos tiempos ha to mado para lograrlo, prohibiendo
que se vendan sus bienes , á no ser con sujeción á cie rtas
reglas, como se ha v isto ta mbién en el o rden temporal , en
que los gobiernos han prohibido la venta de los pro pios de
los pueblos, para qu e no qu edasen d esatend idas las necesi-
d ades q ue están llamados á satis facer .
Y cua ndo se ha su primido alg un a Orden r eligiosa, por
1o común á instancia d e los g ob iernos ó de los Reyes, han
cuidado los Sum os P on tifices de disponer e n la Bula de ex-
tinción , ó se ha establecid o en otra forma , de ac uerdo con
la Santa Sede, qué dest ino habría d e darse á los bienes de
la Orden s uprimida. Notable es e n esta parte lo ocurrido co n
los Templarios, cuya s u presión se trató primero en los Con-
cilios de las naciones en qu e existían , hasta que lo resolvió
po r último el Papa Clemente V en el ge neral de Viena del
a ño I J 1 1 . La Bula de ex tinción d ejó sus bienes á d isposi-
.ción de la Silla Apostólica , qu e los aplicó, e n s u mayor
parte, y por la analogía del instituto, á la Orden de San
Juan de j erusalén , que ta mbién se ocupaba, com o aqu élla,
-en pelea r co ntra los infieles : así .c;e hizó en Ing laterra , en
Francia y en Alem ania , no hacié ndose lo mismo en Castilla,
Portugal , Arag ón y Mallorca ( a unqu e si e n Nava rra ) , por
las especiales circunstancias en que á estos paises co locaba

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La Desnmorli:¡_ación.
la g uerra con los m oros, y por eso se adjudicaro n en Casti-
lla á las Ó rd enes de San tiago, Calatrav a y Alcá ntara, en-
Va le nci:t á la de Mo ntesa, y en Portugal á la de Cristo .
e n tonct•s creada.
Pno ¿qué más? Hasta e n los inicu os p roced imientos con
que s e ll..:vó ú cabo la s upresión de la Co m pañ ia de jesús;
hasta ~n aquel abomi nable hecho d e fuerza y de crueldad,
en q u e la impiedad clcsc:1 rgó su iras contra u n cue rpo ague-
rri dv de la sa~rada mi licia d e jesucristo , y la incredulidad
entonó su triunfo po r b oc;1 d e los filósofos ateos y de los
reyes vo lterianos ; has ta e n aq u el hecho, repetim os, se vió, al
tratar de dis poner de los b ie nes, re..:onucido el d erecho de la
Iglesia y !:1 necl.'sidad de destinarlos á un fin p iad oso. Á cuyo
propósito d ecia lo sig u ie n te el art. 8." de la prag mática :
«Sr)b rc la ad minist ración y apl icaciones equiva!n lfcs de los
bie nes d e !:1 Compañia en obras pías, como es dotación de
parro quias pobres, Seminarios conci liares, casas de mise-
ric.>rd ia y otros f!nes piadosos. oídos los Ordinarios ecle-
siásticos en lo que sea n ecesario y con ven ie n te, reservo
tomar separadame nte providcnci,t, sin que en nada se
d efraude la verdadera piedad ni perjudique la causa pu blica
ó de recho de terce ro .»
Y un a cosa se m eja nte se hizo con los bienes de los ca-
nón igos regulares d e San Antonio Abad, que por Bula d e
Pío V I, ú instancia de Carlos 111, fue ron s uprimidos en 1787,
sobre cuyos bie nes decía la Bula lo sig u ie nte : « Todos los
cuales bie nes, d erl·c hos y :1cciones pertenecie ntes á la dicha
O rden en los e nunciados re inos de Es p:ui a, d e cualq uier
gé ne ro ó especie qu e sean, con la p ro pia autoridad y por
e l tenor de las p resentes . destinnmos y aplicamosú los pia-
d osos y m ás Útiles LISOS a q ue en SU p ru d encia y religiosi-
daJ los dest inase el m encionado Carlos, Rey Católico, sobre
lo c u al g ravam os s u conciencia. Bien entendido q ue con los
productos de los e nunciados bien es se ha n de c u mplir a n te

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Capítulo sl'gmzdo. 39
todas cosas las cargas de misas y demás legados píos con
q ue está n gravados.»
Ni ha sido sólo la Iglesia la que con s us preceptos ha
protegido el sagrado dominio que ejerce sobre s us bienes,
sino qu e le han ay udado eficazmente en esta obra alg unos
Reyes cristianos , c uyas disposiciones nos complacemos en
dar á conocer. Ya m encio namos en el capi tulo a nterio r dos
importantes resoluciones de Carlomag no y Ludovico Pío.
Mendo naremos otra pragm ática de Luis XIII d e Francia,
de 16 17 , muy digna de notarse, q ue decretó la devolución
al cle ro de cuantos bienes se le habían ocupado en la co-
ro na del Bearn y o tros países. « .... Habie ndo hecho exami-
nar en nuestro Consejo, dice . con asiste ncia de alg un os
príncipes de nuestra sang re, y de otros príncipes, d uques,
pares, oficiales de nuestra Corona y seño res principales,
las dichas m emorias y peticiones de los Prelados, caballe-
r os y otms súbditos del dicho país de Bearn, que profesan
la re lig ión católica; con parecer de dicho Consejo , y de
nuestra ciencia cierta , pleno poder y autoridad real, hemos
declarado. estatuido y ordenado .... q ue los bienes mue-
bles, inmuebles, tierras , seti orios , jus ticias , diezmos,
re ntas, réditos y, e n general , todos los derechos pertene-
cientes á los Obispos y eclesiásticos seculares y regulares
de ese país, qu e al tiempo de dicha m uda nza les fueron
ocupados y no hayan vuelto hasta ahora á sus manos, les
sean restituidos y ent regados, no obstante que hayan sido
r enunciados á favor de nuestro dominio; y de ellos les da-
m os plena y entera li beración ; y es nues tra vo lu ntad qut!
los gocen plena y pacífica mente, como por derecho les per-
t enece . »
Y añadirem os también , por ser esta doc trin a de grande
interés en unos tie m pos en qu e ta n po r completo se la ha
dado al olvido, una declaración del clero de Francia, reunido
en asam blea general en 165 1, contra un libro encaminado á

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40 La Desamortización.

aconsejar el des pojo d e la Ig lesia; de cuya declaración en-


tresacamos estas palabras : «En una asamblea general del
clero de Francia hem os visto, y no hemos podid o verlo sin
horror, una obra titulad<~ : Representaciones hechas al Rey
sobre el poder y autoridad que S. M. tiene sobre lo temporal
del estado eclesiástico, para el alivio d~ todos los demás súbdi-
tos, así nobles como del tercer estado. Francisco Paumier, ver-
dadero ó sup uesto autor de esta mala copia, podía en m enos
palabras haberl e dad o por titulo el que Juan Hus dió en otro
tiempo á s u original: Tratado para demostrar que los prín-
cipes deben quitar los bienes al clero; pues no hace mas que
recoger algunos miserables t rozos de aquel heresiarca, con-
denado con s u m<~estro Wiclef por el Santo Concilio de
Constanza, y dis frazar , con el pretexto de una soberanía
omnipote nte y de las necesidades públicas, los restos de
una doctrina tan horrible .... ~iere qu e el patrimonio d e
la Iglesia sea considerado como un domi nio del p ríncipe;
qu e á los bienes d estinados para el alivio de los pobres se
les mire corno capital de sus rentas, y qu e las sumas con-
sagrad as a Dios para el s ustento de los sacerd otes queofre-
cen la sangre de Jesucristo , constituyan el fondo principal,
y, si se ha de creer al autor, el qu e servirá ahora para d e-
n·amar la sangre d e los cristianos .. .. ELclero no ha podido
pasar en silencio tales excesos; y la <tsamblea .... ha decla-
rado qu e el libro titulado: Representaciones becbas al Rey, etc.,
contiene muchas proposiciones respectivamente capciosas,
falsas , temerarias y esca11dalosas, q ue se dirigen á turbar la
paz de la Ig lesia, y son centrar ias :1! derecho natural y á las
buenas costum bres, como t ambién sacrílegas, ünpias , erró-
neas, beréticas y cismátictzs. »
Muy pocos años antes, r eunida en la asa mblea d e 1646
la misma Iglesia galicana , d ecía á la Reina regente, madre
de Luis XIV, entre ot ras cosas : «Seriamos prevaricadores
de la casa de Dios, de la dignidad de nuestro carácter y de

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Capitulo segundo. 41
la libertad eclesiástica, si no os aseguráramos que la Iglesia
no es tribu ta ria rque sus inmunidades son tan antig uas co m o
el Cristianismo . ... ; que es una impiedad , que no tiene la
más mínima excusa, no colocar los bienes temporales de
la Iglesia entre las cosas sagradas ; qu e ellos son como de
esencia en la religión , pues sostienen el cul to exte rior, que
es parte esencial de ella; que las máximas contrari:1s á estos
artículos de fe, decididos por los Concilios generales, pro-
ceden de la ig norancia , están sostenidas por el interés y en-
gendra n la impiedad.»
Otro Prelado fra ncés, de g ra n autoridad y no mbradía,
exclamaba, en vista de ciertos pasajes d e la Escritura : « ¡Oh
príncipes l Sostened con vuestro poder lo que está consa-
g rado a Dios : no sólo las personas , sino tam bién los luga-
res y los bienes qu e han de emplearse en su servicio . Pro-
teg ed los bienes de la Iglesia, que tam bién son de los po-
bres. Acordaos de Heliodoro y de la mano de Dios, que
descargó sobre él porqu e quiso invadir los bienes que esta-
ba n depositados en el te m plo . ¡Con cuánta más razón deben
ser conservados los que no sólo están depositados en el t e m-
plo, sino dados en propiedad á la Ig lesia !. .. . ¡Q!Jé atentado
no será d espoja r á Dios de lo que, sirvi é ndo nos de su liberali-
dad , ha vuelto á donársele , y poniendo sobre ello las manos,
arrebatarlo de los altares 1» Y habland(• en otro lugar de las
cosas y derechos eclesiásticos, dice: « Bien sabem os qu e
tod:1s estas cosas, co mo dedicadas á Dios, son sacrosantas,
y n o se pu ede, sin cometer sacrilegio, arrebatarlas y secu-
larizadas • .»
No multiplicarem os las citas, porque bastan las que pre-
ceden para probar el sagrado derecho de la Iglesia á la
posesión de su s bienes; el atentado que al obrar co ntra é l se
com ete, y la manera cóm o la Iglesia condena tal atentado
• Scimt.U ea omnia , u/ res dicalas Deo, sacrosanclas rsse, nec sitte sacrilegio rnpi
rt adseculnria rroocari posse. ( Bossut , Polil., lib. v11, art. 9. )

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42 La Desamorlizadón.
por boca de los Santos Padres , cuyas declaracio nes hallan
apoyo en los Concilios y en los más g randes monarcas de
que nos da noticia la historia.
Fuertes con este derecho , no han 9ejado nunca los Sumos
Pontífices, cuando la propiedad de la Iglesia se ha vísto ame-
nazada ó invadida, de defenderla con disposiciones enérgicas,
sig uiendo las tradiciones de la lglesi;t. Notable es, á este pro-
pósito, la carta de Pío VI al emperador José 11 , de ) de
Agosto de 1782 , escrita por haber llegado á su noticia que
el Em perador había pensado en qui tar á los eclesiásticos
sus bienes y señalarles sueldo del Estado. Después de de-
cirle en ella que (\ se abstiene cie toda reflexión sobre la
ruina y menoscabo de los bienes eclesiásticos confiados á
la administración de los seglares ; sobre la infracción de los
tratados hechos entre varios predecesores del Emperador
y diversas provincias; sobre el perjuicio qu e causaría :i la
Constitución del Estado el violentar lo dispuesto por los
piadosos donadores, y el derecho que para reclamar ten-
dran sus herederos .» añad e <<que despojar á los eclesiás-
ticos y á las iglesias de los bienes tem porales que poseen,
es, conforme á la doctrina católica, un atcnttdo m;J nifiesto,
reprob:tdo por los Concilios y por los Santos Padres, y cali-
ficado por los escritores má respetables de principio im pío
y de perversa doctrina; y que para hacer adoptar á un su-
berano semejantes máximas, es preciso recurri r,¡ las fa lsas
doctrinas de los waldenses, de lus wiclefitas, de los h usi-
tts, y de todos los que después de ellos ha n sostenido las
mismas opiniones. por un espíritu, mu y común en este
siglo. de depr:tvació n de las ide<tS más respetables y san tas.»
-Debió la car·ta hacer e fec to en el ánimo del Emperador,
puesto que en 19 de Agosto de 1 7t>2 le contestó asegu-
rando « que la noticia que habta ll egado á los oídos de Su
Santidad era absolu tamente falsa;» y añade : «Sin ir á
buscar pruebas en la Sag rada Esc ritu ra y en los Santos Pa-

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Capitulo segu11do. 43
dres . .·.. , me basta la voz que en lo intimo del corazón me
dicta lo que puedo hace r y lo que debo evitar , como le-
gislador y como protector de la religión. »
No han bastado, por desgracia , ni tan solemnes decla-
raciones, ni los constantes esfuerzos de los Sumos Pontífi-
ces, a evitar qu e, desbordándose en el pasado y en el pre-
sente siglo el descreimiento y la impiedad , se haya llevado
á cabo el despojo de la Iglesia en casi todas las naciones.
Pero la Santa Sede sostiene con igual energía hoy que :m-
tes la in tegridad de su derecho; y tanto el Syllnbus de 8 de
Diciembre de 1864 , como la Enciclie<t Qun11/a cura 4ue le
aco mpar'ia, conti ene n declaraciones sobre este punto. En
el Syllabus se ven condenad as las proposiciones siguientes:
« XXVI. La Iglesia no tiene el derecho nativo y legíti-
mo de adquiri r y poseer.
» XXVII. Los ministros sagrados de la Iglesia deben ser
excl uidos de toda gestión y dominio sobre las cosas tem-
pontles. '>
En la Encíclica Qur111fa cura se condenan estas otras :
\< La excomunión pronunciada por el Concilio de Tre nto
y por los Romanos Pontífices contra los invasores y us ur-
padores de los derechos y bienes de la Iglesia, se funda en
la confusión del orden esp iritual con el civil y político, para
obtener un beneficio puramente mundano.
» Es conforme á la sag rada teología y á los principios
del derecho público que la propiedad de los bienes que
poseen las iglesias, las familias religiosas y los lugares pia-
dosos , sea adjudicada y devuelta al gobierno civil.»
No entraremos e n consideraciones sobre estos puntos,
aunque tan graves é importantes , porqu e las hemo de ex-
poner en los capítulos siguientes.

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CAPÍTULO 111.

DEL DOMINIO EM INENT E Y DE LOS DERECHOS QUE SE AT RIBUYEN


AL ESTADO SO BRE LA P ROPIEDAD CORPORATIVA .

SUMARIO : Derechos que sobre b propiedad corporativa se atribuyen al Estado.


- Dominio eminente.- ¿ En qué consiste este dominio ?-Definición q ue de él da
Grocio. - Comentario que ;. esta defini ción pone Cocee yo. - Es lo mismo que
derecho de regir y gobcrnar.-Rcspeto con que miraba Grocio la propiedad pri-
vada . - Palabra< del prote>t:mte Furet sobre los bienes de la lglesia.- Palab ras
del protestan te Boehmero sobre el dominio eminente , en lo que toca á la pre-
piedad corporativa. - Cuán contraproducente resulta esta doctrina al fin á que se
intenta aplicarla.-EI dominio eminente es un poder de protección , y no de usur-
pación.-Dectrinas de Séneca y de Cuyacio, de los jurisconsultos ant •guos es-
pañoles. y Jel franct:s M. Portalis .--Conclusioncs sobre este punto.-Palabras
de D. Francisco de c:.rdenas. - Otros argumentos en favor del derecho del Esta-
do.- Contés tase á esos arg umentos . -Que la propiedad corporativa es menos
fuerte que la privada, y que el Estad o puede disolver lasco rporaciones y ocupar
sus bienes.-Combátense estas (Jisas asercioncs. - No es argumento para este
caso la expropiación por causa de utilidad pública.- Conclusión .

UNQUE por la expos ición que en los capí tu los an-


terio res hemos hecho de la doctrina legal rela-
tiva á la prop iedad de la Iglesia , queda demos-
trado que no es ni ha sido nu nca licito dis poner de sus
bienes, y q ue inc urren en grave delito los q ue se atrevan
á hacerlo, debem os todavía exam inar esta cuestió n en un
terreno en q ue se la presenta com o favorab le á los dere-
chos de l Estado. Atribuyese á éste un dominio eminente
sobre las propiedades de los ciudadanos, el cual se dice ser .
mayor cuando se trata de la pro piedad corporati va. Sién-
tase , además, la teoría de q ue, cuando al Estado no le
conviene qu e exista una cor poración , puede d isolverla,

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Ln Desnmorti:zación .
haciendo suyos los bienes que ésta posee. Y como estas
doctrinas , no sólo hnn hnllado apoyo entre los enemigos
de la Iglesia, sino tmnbié n entre los que se dicen sus élmi-
gos, es necesario exnm inarl.ts con detención y reducirlas á
su verdadero valor, po rque entratian errores gravisimos,
que e n ma nera a lg una es dable consentir.
Hablem os , ante todo, del dominio Pminmfe, ósea del
derecho qu e se atribu ye al Es tado sobre la propiedad parti-
cular y la corporativa, ya para limitar el que sobre ella tiene
e l propietario, ya t ambién para dispone r de tal propiedad,
si lo cree conveniente. Y nótese en primer término la con-
tradicción en qu e constantemente m curren los partid:1rios de
l:ts ideas modernas. ¿ Qyién duda que estas ideils tienden á
am enguar el principio de autoridad, s ustitu ye ndo a él el d e
libertad, y á hacer de cada hombre un rey, mientras se re-
duce cuan to es dable la potestad de los reyes? Pues bien:
en tiempos de ideas tan dem ocrátio1s, se invocan teorías
qu e nacieron de l des potism o . y se enca m inaban á enalte-
cer y sublimar la potestad de los reyes, á los qu e a lg unos
querian h:tcer señores de vidas y haciendas , - proposición
que por cierto condenó aqu ella Inquisición ttt n c:t lu m-
niad;l" - teorías sobre que se discutió mucho entre los ju-
risco nsultos. no admitiéndolas los más discretos, no obs-
t:tnte que á la sazón predomin;1 ba tanto el resp eto á i<~
autoridad real , si no con las restricciones, limitaciones y
explicaciones q ue dejar:m á salvo los derechos individuales
y los principios de la justicia.
Y dicho esto. ve;tm os qué dominio Pminmte es ese de
que se trata. ¿Consiste por ventura en q ue s e consid era al
Estado, á ese Estado ante el cual doblan la cabeza los hom-
bres de las ideas m od ernas, como seti or y dueño de cuanto
hay en la nación? Pues entonces la cuestión es sencilla;
porque si el derecho de propiedad reside en el Estado, los
propietarios de l<1s fincas son sólo usufructuarios hnsta el

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Capítulo tercrro . 47
punto en qu e el Estado quiera permitírselo. Pero téngase
en cuenta que esta doctrina es igua l para todos ; qu e afecta
á toda clase de propiedad ; que de todas hace duel'10 al po-
der público; y que de ella no puede sacarse argumento en
m enoscabo de la propiedad corp orativa, ;¡unque sí de la
dig nidad y de la _perso n:1 lidad humana, tan s ublimadas e n
los ti empos m odernos.
Si no e quie re ir tan lejos, y se trata tan sólo de un dere-
cho de inspecció n , de tute la y de conservación , como t;lm -
bién de la f:tcu ltad de disponer e n casos excepcionales y
extremos de la propiedad de l ci udadano, la cuestión es más
com pleja , y hay que estu diarla bien, para evitar , no sólo la
confusión que pudiera inducir á fa lsas consecuencias , sino
la facilidad en aceptar, por fa lta de exam en , como doctrinas
corri entes, las que no lo so n ni pueden serlo.
Distingélrnos ante todo el dominio emi11enle según bs
ideas antiguas, de las facu ltades del Estado conform e á las
ideas moder nas, y veamos qué hay e n aqu él que pueda
servir de :trg um ento contra los sagrados é indiscutibles de-
rechos de la Iglesia á la posesió n de sus bienes.
Atribúyese comúnmente á Grocio la idea del dominio
emimnfe; y de é l trata , en efecto, en varios luga res de su
obra nt• jllrt' belli ('{ pacis. Veamos cóm o lo define : «Es,
»dice, una fnc"u ltad eminente, super ior al de recho com ún,
»que compete á la comun idad so bre los individuos y sobre
»las cosas que á éstos pertenecen. en interés del bien co-
»mún ' ·"Y en otro lugar de ~u obra añade : «Es él dom i-
»nio eminente qu e la ciudad tiene sobre los ciud adanos y
» las cosas de los ciudadanos, por lo q ue toca :11 uso pú-
»blico '.»
' Facultas cmincns, qunc s uperior estjurc vulgari , u tpotc commu nitati com-
pdens in partes c t res partium , hnni communis cau sa . (Lib. 1 , cap. 1, tomo t , pá-
gina 4. edic. de Lausana, 17; 1.)
:a Dominium eminens quod civitao; habet in cives ct res ci vium, ad usum pu-
blicum. (Lib. 111 , cap. 111. § 6.)

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La Desamortización.
Nada hay en estas definiciones que establezca difer encia,
para el ejercicio del dom inio em inente , e nt re la p ropiedad
cor porativa y la privada ; como tampoco en la siguiente
explicación que luego hace d el modo cómo e n la práctica
se ejercita este dominio.<<Dijimos en otra parte que las cosas
»de los súbd itos están b ajo el dominio eminente de la ciu-
»dad ; de manera que la ciudad , ó el que hace las veces de
»ella, puede usar estas cosas, y aun gas tarlas ó enajenar-
» las, no só lo en la ext rema n ecesidad, la cual permite aun
»á los particulares algún derech o en las cosas de los d emás,
»sino po r la utilidad pública, á la cual es de creer que que-
»rrian ceder las su yas los particulares que se reunieron en la
»Sociedad civil ' .»
La ventaja, pues, qu e , según Grocio, lleva el domi-
nio e minente al dominio común , es la de disponer de los
bienes de los particulares e n casos de necesid ad y utilidad ,
si n hacer diferencia entre la propiedad corporativa y la pri-
vada ; y est e dominio no puede, por lo tanto, alegarse con-
tra la propiedad d e la Ig lesia , d ejando á salvo la ot ra pro-
piedad.
Enrique Cocceyo, in térprete y comentado r de Grocio,
dice , exponiendo es ta d octrina : << Por do111i11io eminen-
»te no entiende el autor otra cosa que el derecho q ue com-
»pete á la comunidad en los particulares y en las cosas dP
»los particulares por causa de l bien común . Y así p ide ne-
»cesariame nte dos condiciones : 1:, utilidad pública ; 2.•,
»qu e al qu e se qui te alg ún d erecho, se le d é una indem-
»nización por el públ ico ' . »
Y añade en otro lugar, ex plicando este punto, y como
• Alibi dix imu s res subditorum sub eminc nti dominio esse civitatis; ita ut
civitas, aut qui civitatis vices fu ngitur, iis rcbus uti , etc.
2
Auctor igitur pcr dominiurn cminens nihil aliud int,.U:¡,!~ quam jus communi·
tati competens in pa rtes et res partium, boni c:ommunis causa. U nde hoc duo
necessario auctor requirit : 1.', utilitatem publicam ; 2.', ut si uni j us aufer atur,
reparatio fiat ex publico.

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Capítulo fl'rcero. 49
·q u ien compren de lo ocasionada qu e es á g raves abusos esta
doctrina : «Por domi n io e m inente el autor no entiende otra
.>•cosa que lo que por derech o de imperio le es licito sob re
>' los súbditos ; p or lo cual este d ominio y e l d erecho d e
>lgobernar se dan por si nó nimos e n el libro 1 , cap. XI II ,
»pág. 8, núm . 6, y e n esto n o merece ce nsura alguna.
>' Pero com o la palabra dominio exp resa por su ca r:1cter la
"facul tad d e disponer arbit raria m ente, y , por lo ta nto, de
>•abusar , es lo mejor y más seguro abstenerse d e e mplearla ,
"por el fácil abuso qu e se puede hacer d e ella, pues la ex-
>•peri encia nos dice qu e los adu ladores atrib uye n muchas
»cosas á este dominio eminente, qu e bautiza n co n el nom-
"bre de pfmitud d~ potestad, las c uales dircct:~mente se
'"·opon en á la naturaleza de l justo imperio ' ."
De m odo qu e, según el más autorizado cvme ntador de
Grocio, dominio emi1rmft' es lo mism o que dfrfcúo rft> ugir
y gober11a1-; y e n cu:mto ú la fac ultad que lleva consigo para
disponer de l:ls cosas de los particulares , se halla limi tad o
por dos co ndiciones : la utilidad pública qu e lo exija; y la
indrmni~ación qu e se d e al perjudicado en algún d erecho;
á lo que añadimos nosotros : sin qut> tampoco baya r11 esto
11ada que se refiera, de una manera rspecial, á la propiedad
corporativa. pues á todas alcanz:t.
Ni podia s uponerse qu e con es ta docll"ina hu biese que-
rido Grocio dejar la propiedad á disposición del domin io
emine nte, lo q u e, además de se r absurd o , está desmenti-
do p or otras palabras s uyas, qu e dicen : "El domin io , de
»cualquier causa que haya nacido , sur te siempre s us efec-
» tos por derec ho natural, de s uerte q ue no se pued e
» qui tar sino por causas qu e, ó son inhere ntes al dom inio,

1 Equidem 1 .• , .-uc:tor nihil aliud per don1inium emin(nc; intelli¿it , quam id


quod jure irnperii in subdito• licet, unde dominium hoe et jus regcndi pro synoni-
mis habct ( hb 1. cap. x;u , pág. S . núm. 6 ). He< ipsa censura m non mcrclur.
At 2 . 0 cum vox dominii sua natura facultatem pro lubi todisponendi •deoque et abu-
tcnd i· inferat 1 tutius est ab hujusmodi voci bus ob fJcilenl carum abu<um abstinere .
ToMo 1.
4

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La Desamortización.
»Ó nacen de algún hecho del dueño » Así , pues , según-
1

Grocio, al qu e tiene el d o m inio de una cosa, cualquiera


que sea la proced encia de este d om inio no se le puede quitar,
1

sino por los m otivo s que expresa. Y si de cualquier cau-


sa que el dominio baya nacido, merece este respeto , ¿que
se rá aq uel do mi nio en que Dios es el dueño , porque los
bienes se le h nn co nsagrado, y constitu yen , si así es lícito
deci rlo , una pr., piedad d ivina? No es, p ues , en la doc-
trina de Grocio d onde han de busca r los expoliadores d e la
Ig lesia el fundam e nto de su doctrina.
Oigamos sob re este punto á un escritor que no es amigo
d e la Iglesia, al protestante Fevret : «El patrimonio de la
-> Ig lesia , au nque no participa en nada d e la espiritualidad
»cuand o se co nsid era separado del título de beneficio, no
»e tá á dispusici ó n absolu ta de las potestades secul ares:
» está dado y consagrado á Dios; únicamen te está bajo la
»custodia , guarda y proll'cción del rey y d el apoyo de su
'>a u roridad ' . »
Y' si despuc-; de haber oído la opi nión d e este pro t e~­
tante, querem o:. ,,ir lo que otro d e s u misma secta dice so-
bre el domi nio eminente en lo que toca á la propiedad cor-
porati va , hdo :1q ui. Dice Boehmero : «Son también los
'>bienes d e co mu nidades en algú n modo bienes públicos,
'' por cuan to al principe le incumbe mas derecho e n ellos
»que en el p:1 tri m.:> nío de los particulares , puesto qu e es
» de s u cargo h:lcl!r que se les conserven perpetuamm te á lcl5
»C0/1/Ifllidadt:s y ·e administren bie n y d ebidam ente J.»

' Dominiu m . ex 'l"·'hcumquc e .tusa ortum sit , su os scmpcr dfcctus habet e x


ipso tu re n:u ur.-.11. Ul "c.&lh·cl aufcrri ncqucat nisi ~x causitr- quae aut dominio in-
~u nt , aut ex d onunnr~u u fo~cto ortum hahcnt. ( Lib. 111 , cap. xx. § 9 , t1 t. tv , pá-
gina p6.)
' o~ l'abu.< . hh 1 . <·•!'· VII I 1 nú m. 1 ' pág. ¡. Edi <. Lyon.
J Sunt Wn<n ( bn ,, Universitatum) suo m odo publica, q uatenus imperanti
plus juris in dl.o compc11 .¡uam in songulorum patrimonium, cum tjus intcrsit hace
bona U n iv~nita 1 1bus t '- petuc conscn'ari ct bc:nc ;~dm i n istrar i.-(Univ . Par. Spec.,
lib. "• cap. < 1 uo1a.)

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Capitulo tercero.
Fijando la atención en lo que precede, parece incon-
cebible que se intente utilizar esta doctrina en favor del
Estado y de sus pretendidos derechos sobre la propiedad
corporativa. Dice Fevret qu e los bienes de la Ig lesia están
únicamente baj o la custodia , guarda y protección J et rey.
Boehmero dice qu e el mayor derecho qu e incumbe al
prínci pe e n los bienes de comunidades, es para hacer que
se conserven perpetuammte á las 111isnuv.; comunidades. Se
trata , pues , de un derecho de cus todia, de guarda , de pro-
tección y de couservación perpetua . ¿Y se in tentaría expli-
carl o como un derecho·á la usurpación y at despojo.? ¡Cómo !
Se confia al poder supremo , en virtud de ese derecho, la
tutela y protección de esos bienes, para que duren siempre en
poder de sus dttefios; ¿y lo qu erría utilizar el Estado para
apo derarse de ellos , quitándoselos á sus legitimas pro-
pietarios ? ¿ De esa m anera entendería e l deber en qu e está
de vela r por su couse1·vación perpetua?
Es evidente, pues, que á la ca pciosa y falaz locución:
dominio eminente, adm itida en el lenguaje de los juriscon-
sultos, hay qu e darle tal sent ido qu e de ella no se haga un
arma fata lís ima y pelig rosa, y reducir el derecho qu e por
ella se expresa á un poder jurisdiccional, quitándole toda
idea de propiedad ó co-propiedad. Y esta disti nción hizo ya
en s u tiempo Sé neca: Omnia rex IMPERIO possidet, singuli DO-
MINIO ' . Y el célebre int érprete d el derecho rom ano, Cu-
yacio, añade estas palabras: N ec enim quae tua suut, priu-
cipis Sltnt, aut certe tua 11011 s1mt, quouia111 dominium in so-
lidum duorum esse non potes/, et commtwi~ quoqnl' iuier fp el
principem dixerit uemo •. Ta mpoco Sa nto Tomás de Aquino
reconoce e n el princi pe ningu na propiedad sobre los bienes
de los ciudadanos. Verum est (dice) quod omnia sunt princi-
pum ad gubernandum, non ad retinendum sibi , nec ad dan-

• De Bcncf. , "'' , 5·
• Observat., lib. xv, cap. ;o. Oper., tit 11 , col. 453·

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La Desamorli:(_acián.
dum aliis. Y en nuestros días el jurisconsulto francés
Portalis ha expuesto también con gra n claridad estos
princi pios. « Al ci udadano, dice, pe rte nece la propiedad , :~1
soberano el imperio; esta es la m áxi ma de todos los tiem-
p os .... ; p e ro el imperio, que es la parte del soberano, no
implica idea alguna de dominio propiamente dicbo sobre los
bie nes d e sus súbditos, s ino que consiste sólo e n el poder
de goberna r .... Convenimos e n que el Estado n o podría
sub sistir s i n o tuvie ra medios de :-~tender á los gastos del
gobierno ; pero al proc urarse estos medios con la im posi-
ción de subsidios, e l sob e rano no ·eje rce d erech o alg uno ..
de ~:opiedad , ni otra cos~ mero pode r de ad minis-
tractO n 1 .» ~
Grato nos es ma nifesta r , al tratar de pu n to, q ue los
jurisconsu ltos más insignes de nunca ad-
m itieron ese dominio eminentt' , de ta m b ién. como
a nt es he m os n otado, p!enitu.d de potestad, e n c uya virtud
a tribuía n alg un os al soberano d erechos sobre la propiedad
privada. Según Covarrubia!>, lo qu e n o puede hace r el rey
e n virtud d e s u potestad ordinaria, es ilícito, y d ebe consi-
d erarse como un acto de fu erza, q ue no m erece ocu par la
atención del jurisconsu lto . Pinelo 1 y con el otros esc ritores.
afirm a n que la plena potestad ó la polt'slnd absoluta ((es un a
tnid ición inhumana, q ue más b ie n se debe lla m ar peccandi
potes/as ó absoluta temfJestas .» Matienzo dice qu e la ca usa
qu e para toda expro piación se n ecesita, no debe presu-
mi rse , si no alegarse y probarse, y qu e la inde mnizació n no
pu ede dife rirse ni mengua rse ex pienitudine potestatis, por
c uanto esta potestad n o d e be e m plearse nunca e n da ño de
tercero. Y estos, y ot ros, co m o j eró n imo de Cevallos, Luis
Molina y Calixto Ramírez , d efe nd iero n la sa na d octrina so-
bre ta n d elicado punto.

1 Mot1[s átl Cod~ cM/, tom . xtv, pá¡;. 33·

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Capitulo tercero. 5.3
Y en esto de negar la plenitud de potestad, que intenta ava-
sallar los derechos particulares , no estaban solos los juris-
consultos de España. - El protestanteStruvio niega al sobe-
rano el derecho de quita r a unos súbditos los bienes para
darlos á otros; y añade: «Cuando el dominio ó el derecho
»lo ha adquirido alguno po r un medio legitimo, no se le
»puede quitar sin violar el derecho natural; derecho natu-
»ral que obliga también al principe , pues para esto no hay
»Plenitud de potestad, ni en manera alguna le es lícito in-
»fringirlo '> Y el mismo Cocc.:eyo, á quien antes hemos

'•
1

.. citado , dice : << Esa plenitud de potestad , ó excede claramente


»los limites del justo i entones seria injusticia, ó
»se contiene dentro de , y entonces es lo mismo
»que imperio. Y- esto que r el imperio ó autoridad justa
»no se pu eden vt derechos de los súbditos, tampoco
»pue::de hace rse plenitud de potestad, que se con-
»tienc en los mismos límites que el imperio .» 2

Omitiendo, en obsequio á la brevedad, otras considera-


ciones sobre este punto, séanos licito preg un tar ahora : Si
el dominio eminente ó plena potestad atribuida á los sobera-
nos ha sid o combatida por los ju risconsultos más insignes,
fu era de que lo condena la razón y el buen se ntido, enten-
dido en el concepto lato que algunos quieren darle ; si no
se le concede en rigor otro carácter que: el qu e antes hemos
visto ; s i en él no hay dis tinción entre los bienes de par-
t icu lares y los corporativos, como no sea , en opinión de
uno de los jurisconsultos citados, en cuanto exige mayor
respeto para los últimos : ¿de dónde ha salido esa doctrina,
1 Ubi enim dominium au t j us alicui legitimo modo paratum est , id ne ei aufe-
ratur j uris est natura lis , quod etiom Principem obligat ; adeoq u c nec ex plenitudine
potestnli& illud tran>gredi posse licct . ( Syntog . Jur Feud., en p. v. § 6.)
• Vel excedit illa plenitudo pote.tatis manifesto fines justi imperii , et erit
injuri a ; vel est intra ejus fines el tum ídem crit ac impcrum. Uti ergo vi imperii
jura subditi quac sita tolli non possunt , nec ila ex plcnttudine pctestatis, quae
eisdcm qui bus impcrum, fin ib us continctur . (Tomo 111 , pág. 76. Comm. in lib.tt,
cap . xtv 1 S 9·)

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54 La Desa1'norti:tación.
que , dejando á salvo la propiedad particular, pone la pro-
piedad corporativa, y en es pecia l la d e la Ig lesia , á a r-
bitrio de los soberanos, atribuyé ndoles la facultad de dis-
po ne r de ella y de des pojar :i sus propietarios? Un poder
que se dice ser de tutela, de defensa y de conservación ,
¿pueoe , volvemos á decir, convertirse e n poder destructo r
y expoliador de aqu ello que se le ha confiado para defender-
lo y conservarlo?
No omitiremos aqui una obse r vació n que, á propósito
del dominio eminente, hace en s u Ensayo sob1·e la Historia
de la propiedad territorial en Espaíia D. Francisco de Cár-
denas , al trata r de la expropiacié n de los terrenos con-
cejiles. « La teo ría de l dom inio eminent e del Estado , dice,
fu é inventada por los j urisconsultos del Im perio , y soste-
nida después, a unqu e con distinto fundam ento , p or mu-
chos de la Edad Media , para restringir las facultades d el
dominio privado; y en el s iglo x1x vuelve á invocarse por
los qu e pretenden individualizar , si así pu ede decirse, y
hacer enteramente libre de ví nculos con el Estado, toda la
propiedad territorial. ¡Com o si las m áx imas del despotism o
se pudiera n poner al servicio de la libe rtad! Pero, ¿ no es
una de ellas tam bién , la de que el sobe rano puede ca m biar
á su arbitrio la forma de la propiedad , e n el sentido que se
da á esta frase ? Porque si tal cam bio sig nifica el despojo
de los bienes propios , trocándolos por otros de dis tinta í n-
dale y de valor más ó menos pr oblem ático , contra la vo-
lu ntad del propietario , el derecho de propiedad es co mple-
tam ente ilusorio, puesto que no depend e sino del legis lador
s u entidad y su subsistencia. Lo mism o ser viría esta doc-
trina para amortizar en provecho del T eso ro los bien es
desamortizados, que ha servido para desam ortizar los q ue
no lo esta ban 1 • »

' Lib. VIII , cap . v. pag. 199 del tomo 11

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Capítufo ter cero . 55
Pero los politicos y los economistas hallan todavía otro
pu nto de a poyo para sosten er que el Estado puede apode-
rarse de los bienes del clero; y este punto de apoyo desca nsa
en dós consideraciones . Los bienes del clero, dicen , pro-
·Ceden de donaciones q ue le han h echo los cristianos, con
el objeto de que la Iglesia, e l cu lto y sus ministros tu vieran
medios bastantes de subsistencia, sin gravamen de los fi eles:
Ja nación permitió esas adquisiciones para que se llenase
ese objeto y los gastos del culto se cubriesen de un mod o
que redundase e n utilidad de todos ; y el clero no vie ne á ser,
p or tanto, sino un depositario , a l que pueden qui tarse esos
bienes si por ot ros medios se ha asegurado su subsistencia;
á lo que se agrega que, con1 o el derecho del clero trae su
o rigen de la ley civil , esta ley puede desposeerlo de ellos .
¿Necesitarem os decir que todas estas aserciones son fal-
sas y gratu itas? ¿ que todas son meras suposiciones, meras
·invenciones, hijas del d eseo de explicar y de presen tar las
cosas de la manera qu e mejor cuadra á ciertos fines políti-
.cos? No, e n verdad. Si de las donaciones de bienes que los
cristianos hicieron á la Iglesia du rante muchos siglos , re-
sulta utilidad á los fi eles, porque con ellos se sostiene el
c ul to, q ue á todos interesa, no puede decirse por eso que
p retendiero n los dona ntes constituir un fondo en provecho
d e la nación , y e n que pudiese atribuirse á ésta algú n dere-
cho. Ellos dieron sus bienes á la Iglesia, por la salud de
s us almas, 'Sabie ndo que el q ue da á Dios y á los pobres lo
que posee, halla cent uplicada recom pe nsa en la otra vida ;
y los dieron , por tanto, de una manera incondicional y s in
limitación alg una, salvo que otra cosa hu biesen expresado.
La frase, mu y oida en todos tiempos, y acaso en boca de los
.Santos, de que la Iglesia no es m ás que usufructuaria de
los bienes qu e posee , cuyos dueños son Dios y los pobres,
está bie n lejos d e envolver concepto alguno jurídico ; ex-
presa sólo un pensamiento piadoso , igual al q u e oímos

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La Desamortización .
expresar con gran frecuencia, de que los bienes qu e po-
seem os no son nuestros, qu e no so mos sino us ufructuarios ,.
y debemos, por tanto, hacer de ellos un uso provechoso ,
porqu e alg ún di a dare mos c u en ta á Dios d e s u administra-
ción . Seguramente no pretenderá nadie que una d octrina
tan provechosa induzca limitación en el derecho que tene-
mos a la propied ad d e nuestros bienes .
Pero aun presc indi endo d e estas conside raciones, ¡cuán-
tos bienes d e la Ig lesia no fu eron co mprados por la Ig lesia
m ism a! ¡C uán tos no fuero n apo rtados po r los monjes, ó pro-
vienen de ellos, ó fuero n fruto d e sus sudores en una labo-
riosa ag ric ul tura , q ue hizo productivos terre nos que antes no
lo eran! ¡Cuán tos no aporta ro n á sus conventos las religio-
sas , sacándolos del pat rimo nio de sus ütm ilias, qu e se los
daba n en bien de la re lig iosa y d el convento ! ¡Cuá ntos no
llevaron consigo los fun dadores d e los institu tos m o násticos
al tiem po d e establecerlos, para asegurar la s ubsistencia d e
los m onjes y el servicio del c ulto si n grava men de sus co n-
ciud ada nos! De esto se ven en la historia d e las fundaciones
monásticas m uchos ejemplos. ¿ Y ha de ap licarse á esta
clase de b ienes la falsa doctrin a a ntes expuesta ?
Y no lo es menos que el d er echo de poseer de la Ig le-
sia se fu nde en la ley civi l. Ya hemos man ifestad o en los
anteriores ca pítu los q ue la Ig lesia comenzó á te ner bienes
cuando d ejaron de oprimir la sus primeros perseguidores .
Y es indudable qu e cua ndo come nzó á adq uiriflos, lo hizo,
como los demás ciudadanos, por su propio derecho, y no
en v irtud de perm iso , de que no necesitaba .
Y no podía ser d e ot ra ma nera, porqu e la propiedad de
la Ig lesia es de derec ho natural ; se funda en la facultad que
toda persona jurídica y tod a cor poració n lícita tienen pa ra
poseer bie nes, la cual no nace d e la ley civil , ni d e permi-
sión de l Estado; ni hace otra cosa la ley si no sancionar y
proteger este de recho . El clero, pues, y las Ordenes reli-

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Capitulo lercerQ . 57
giosas , adquirieron sus bienes con inde pe nde ncia de la na-
ción , y no so n, como algunos quiere n, me ros us ufructuarios
d e ellos, á q u ienes se puede reclamar cu a ndo e l gobierno
quiera, sino que los posee n co n pe rfecto d erec h o; derec ho
que ade m ás tiene á su favor e l carácter sagrado, que lo
h ace d oble m ente respe t;¡ h le. l.a propied ad de la Ig lesia
era , pues , legitima y rig urosa m e nte suya, y nadie ten ía
derech o á ella , salvo qu e e n casos excepcionales estu vi ese
d efinid o este derecho en los t ítulos de adquisición.
Es tan exacto t odo esto, q ue, como n o es posib le po-
n erlo e n duda , y e n e l d eseo de buscar contra la propiedad
d el cle ro argum e ntos que d ebiliten su validez , se ha dicho
que la propiedad corporativa no es tan fue rte, ni m e rece
ta nto respeto como la pri vada , d e donde se ded uce la facul-
tad que e n aque lla se atribuye al Estado pa ra ocu parla.
Pero , ¿qu é es el d erecho de propiedad ? ¿No es e l qu e tie-
n e n to dos en lo que les pe rtenece , para disfrutarlo y dis-
pone r de e llo co mo mejo r les p lazca? ¿Y qu é diferencia hay
e n este derecho, cua ndo sobre u na m ism a cosa lo tienen
varios, ó lo tiene u no so lo? Si un padre deja á su s hij os una
h eredad, que e llos c ultivan pro indiviso ó la arrie ndan re-
partiendo e ntre todos su re nta; si adqu iere n varios indivi-
duos, u nidos en sociedad , una fi nca. y destina n sus pro-
duc tos á fin es de utilidad co mún ; e n un o ó e n otro caso,
¿ no es esta propiedad t an res petable y ta n legítima como
la de un solo propietario?¿ En qué puede altera rla ó m od i-
ficarla el que sea de uno ó de diez? ¿O!Jé mayor fue rza
t ie ne e n aqu el caso que e n éste? O!Jisiéramos que se nos
co ntestase á estas preguntas, y se nos explicase po r qué de
la propiedad de u no solo no puede apod e rarse el Estado,
y puede a poderarse de la pro piedad de mu chos . Pero no se
n os co n testa rá, ni nos explica rá nadie sem eja nte cosa, por-
qu e no se pu eden explicar los despro pósitos y los absurdos.
Y sin e mbargo, esta doctrina ha salid o al mundo, y el

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La Desamorti{_ación.
mundo la ha recibido y la ha aceptado , ó por lo menos la
han recibido y aceptado, á despecho de la sana razó n y del
sentido común , aquellos á quienes asi ha convenido.

Otros han discurrido una teoría, que hemos visto, con


grande asombro, ap robada por inteligencias superiores. De
los bienes de las corporaciones, dicen, indudablemente
puede apodera rse el Estado, porque puede disolverlas, y
en este caso hace suyo lo que era de ellas. Q!¡e el Estado
pueda disolver las corporaci ones, bien lejos de ser llano y
aceptable, es cuestión muy grave y delicada. Si por poder
se entiende la posibilidad material de hacerlo , ninguna duda
ofrece que el que tiene la fuerza lo puede todo. Si por po-
der se entiende la facultad de hacerlo con razón y justicia,
y no por arbitrariedad ni capricho, entonce$ podrá el Es-
tado disolver las corporaciones peligrosas, las qu e atenten
á la tranquilidad pública, á las buenas costu mbres y á la
moral; pero no las que tienen opuestas tendencias, como
sucede á las asociaciones religiosas, y á las que se encami-
nan á fines sa ludables.
No puede, por tanto, el Estado, disolver las com unidades
religiosas, pues aun suponiendo que hubiese en ellas algo
que corregir, a sus s uperiores jerárquicos incumbe esta
corrección , y no al Estado, que no ti ene en este punto de-
recho alguno. Y en cuanto á las corporaciones de seglares,
tampoco puede suprimirlas si sus fin es son buenos y su con-
ducta no motiva medidas de rigor. Mucho menos pu ede
hacerlo si, en vez de haber en ellas nada reprensible, sólo
ofrecen mot ivo de elogio, como sucede con la Sociedad de
San Vicente de Paul, que sin embargo fu é disuelta en 1868.
El que conozca los santos y laudables fin es de esta asocia-
ción, dirá siempre que el gobierno hizo entonces lo que no
podía bacer , llevó á cabo un acto injusto y arbitrario, que ,
si en el orden material quedó consumado, en el orden

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CapiJulo tercero. 59
moral era siempre nulo, y sin m ás apoyo que el que le
daban la fuerza y la violencia .
Pero aunque se concediese al Estado la fac ultad arbitra-
ria de d isolver las corporaciones, no se segui ría de aquí la
de apoderarse de s us bienes. Disuelta una corporació n , si
no se desti nan ya estos bienes al fin á qu e se a plicaron ,
volverán á s us a ntig uos poseedores, y no <ll fisco, que nin-
gú n titul o tiene á s u dominio. Sostener lo contrario seria
pro clamar una doctrina funestisima ; porque, pudiendo el
Estado hacer suyos los bienes de las corporaciones qu e di-
s ue lva , esto le induc irá á disolverlas. Y dejamos al juicio de
nuestros lecto res, no sólo apreciar la in m oralidad de se-
m eja nte s iste ma , si no los res ultad os q ue producida en la
prácti ca , porque cad a gobierno s uprimiría las corporacio-
nes qu e á él le pareciese n perjud iciales, y alternativamente
iría n siendo todas desposeídas de s us bienes. Esto sería el
com unis mo puesto en práctica por el Estado, punto que
no trata remos, porque del aspecto social de esta cuestió n
hablamos más adelante.
Nada diremos de la expropiación po r cau<;a de utilidad
pública , la cual no es argumento en favor de los que quie-
ren disponer d e la propiedad de la Ig lesia . Pasem os aquí
por alto es ta ex propiación , qu e t iene larga historia. No d is-
cutamos tampoco si puede expropiarse la propiedad de la
Ig lesia como la de un particular ó de un municipio, puesto
que ya hemos dicho que Jos bienes de )a (g (eSiH SOn bienes
de Dios, q ue las leyes y los gobiernos están obligados á
res petar. Di rem os sólo que no es lo mism o expropiar una
finca, ya para abrir un camino, ya para otra necesidad
pública reconocida, abonando el importe de la propiedad
antes de tomarla, que declarar un dí a bienes del Estado
cu antos posea algu no, siquiera valgan miles de millones, y
disponer de ellos contra su volun tad , y sin indemnización
a lg una : quía nominar leo.

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6o La Desamortización.
Por último: ni aun mención debería mos hacer de otro
argume nto de los expoliadores de la Iglesia , según el cual
no le conviene tener bienes raíces, porq ue e n sus manos
producen poco, y deben entregarse á la actividad individual,
que los hace más productivos . Aunque de esto decimos algo
en o tra parte, y aunque pudiéramos decir aquí mucho, y
probar que el despojo de la Iglesia es muy perjudicial al pue-
blo, porque los particulares exigen á los colonos triple renta
que la qu e exigia el clero, debemos observar que el Estado
no tiene, por esa cons ideración , facul tad de atentar contra
la propiedad , ni de alterar su forma. Á este propósito dice
el Sr. Cárdenas , con relació n á lvs bie nes de los pueblos,
en la obra y lugar antes citados : (<Ciertamente no conviene
al Estado que la dotación d e los pu eblos consista en bienes
raíces : mejor es que estos bienes se hallen en manos de
part iculares, que suele n hacerlos más product ivos; pero esta
consideració n no basta para fundar el d erecho del Estado á
incautarse de los bienes legítimamente poseídos por los pue-
blos , y darles en cambio, y contra su volu ntad , efectos pú-
blicos, sujetos á las eventualidades del crédito . Los menores,
las mujeres y los incapaci tados, no suelen te ner tampoco bien
admin istradas sus propiedades, y, si n embargo , nadie se
atreverú á soste ner que pueda el gobierno tom árselas á cam-
bio de otros bi enes de administració n menos complicad a.
Las leyes que reconocen y proteg en 1:1 propiedad , no distin-
gue n entre la individual y la colectiva, que no es más que
la s uma de varias propiedades individuales , sin otras limi-
taciones que las necesarias para limitar el derecho de cada
condómino. Ta n respetable es á sus ojos lo que pertenece
á uno, como lo que corresponde a dos ó á ciento .'>
Á otras muchas consideraciones se presta el punto de
que acabamos de tratar ; pero, a fi n de no ala rgar más este
capítulo, las expondrem os en el inmediato .

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CAPÍTULO IV.

EL DERECHO DE LA IGLESIA Á ADQUIRIR Y POSEER BIENES,


CON SIDERADO EN SU ASP ECTO FILOSÓFIC:O .

SUMARIO : Sublimidad y alteza de 1.1 Iglesia.- Su gran mis ion en el mundo,-


Sus grandes ollr•s.- Recursos que para eiiH necesita. - Derecho que toda aso-
ciación t iene 3 adqmnr bie nes, y necesidad que siente de e 1t,1 para poder ~ubsis~
t ir.-Compruéb:tlo el mismo E•tado con su patnmonio púlllico.- Mayo r y más
podero•o derecho que en es u parte tiene la Iglesia .-Con ~ idcrac•oncs del P . Li-
lleratore >obre e ste punto.- Que la Iglesia no puede llevar á cabo su m•;ió~ sin
bienes ni recursos, y este es, sin embargo, el empei1o de los políticos moderr•os.
-Que 1". l ~ lesia es una corporación , y como tal , puede poseer .- Que la socie·
dad civil no es la fuente de este derecho. - Que el de>pojo <le la Iglesia. no solo
lastima los intereses religiosos 1
sino los de los c iudad;1no..:..- Y t ambién los de
los pobre>.- Argumentos contra el derecho de propiedad de la lglesia.-Que
debe >cr pobre, como en los t iempos primitivo,.- Que la< riquezas son noci-
vas.- í.ontcstase á esto< argumentos.- Adúcese contra dio< la autoridad de la
Iglesia. - ) la de los pueblos de la anti¡;üed•d.- Moderna mvenc1ón de los hie-
IICS •wciottales. - Entre ello• figuran en primer termino los de IJ lglcsi.•.- Se ven·
dieron r.ra pagar la deuda pública , y ésta creció más q ue nuoca.-Se t rató
de elevar con ellos el crédito , y nu nca ha b.•j•do tanto.- Pues se h a de so, te-
ner á 1" ls lcsia, ¿ no hubiera <ido lo mejor dejarle sus bienes?- Palabras de Lu-
tero sobre el despo¡o de IJ l¡;lesia.- Tardío desengaoio del Emperador Jo>é 11
de Alemania.

m EMOS tratado en los anteriores capítulos de la pro-


piedad de la Ig lesia en el se ntido legal , dando á
con ocer e n los dos primeros las principales dis-
posiciones qu e los Concilios , los Pon tífices y lo~ Rey es han
dictado en favo r de este d erecho y contra sus in vasores , y
dilucidando en el segund o otras graves cuestiones qu e en
el orden j uríd ico se relacionan con el mismo , y co nvenía
esclarecer para disipar funestos e rrores. Vamos a h ora á exa-

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La Desamortización.
minar este asunto por otro aspecto. Vamos á exponer al-
gunas consideraciones, que no por ser muy obvias es me-
nos necesario reco rdar, pues en muy g rande olvido ha n
debido caer cuando de un sig lo á esta parte se ha procedid o
en toda Europa de un a manera tan opuesta á lo qu e ellas
aconsejan. Vam os, en una palabra , á hacer alg unas obser-
vaciones filosófi cas sobre el derecho de propiedad de la
Iglesia.
Es la Ig lesia, como todos sabe n , com o mejor que nadie
saben los qu e tienen la dicha de conta rse entre sus hijos,
una institució n divina , fundada por el Salvado r de los hom -
bres , nuestro Redentor Jesucristo ; el cual , por un prodigio
de s u o mnipotencia y de su amo r, plantó en la tierra este
árbol santo, regándolo con su sangre p reciosa, para darle
tal fecund idad, que en poco tiempo le fué concedido exten-
der s us ramas por todo el mundo . Pa ra que nadie pudiese
dudar de esta procedencia divina. los elegidos para propa-
garla predicaron doctrinas contrarias á cuanto ento nces pr e-
dominaba, y siendo los enviados de condición humilde, su
predicació n triunfó de aquella potente fi losofía y de aquella
sabia legislación que se enseño reaba sobre el o rbe ente ro .
Los bárb;Hos, que andando el tie mpo destruyeron e l mundo
antig uo y se asentaron so bre sus ruinas, doblaron la rodilla
ante esa doctrin a santa q ue hizo de ellos germen fecundo
de poderosas naciones , y cuantas g lorias y grandezas se han
adm irado en el curso de los siglos, se deben al espíritu qu e
infunde la Ig lesia y q ue la Iglesia impulsa y vivifica con celo
ardiente. Nada hay tan elevado como su enseñanza, ni
era, en verdad , posible qu e lo hubiese, po rque nada hay
que, com o ~lla. haya bajado del cielo . Nada hay tan gran-
dioso com o la jerarquía encargada de propagar su doctr ina,
de velar por la salvación de las almas, de trabajar por el
linaje humano, de mostrarle el camino de la verdad y ale-
jarlo de las sendas del error; s ublime y santa tarea, e n que,

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Capítulo cuarto.
baj o la dirección suprema d el Sobe rano Pontífice y la d e los
Cardenales, Arzobispos y Obispos, trabaja activamen te el
clero secula r y regula r e n sus diversos órdenes y grados,
constituyendo esta sagrada milicia el apoyo más firme d el
orden social , qu e s in ella iría a sepultarse en la an arqu ía ó
el d espotismo .
Natural era q ue, corres po ndi e ndo á sus be neficios los
qu e los h abían recibido, se viese p or largo tiem po enriq ue-
cida la Iglesia con los tesoros que le lle varon sus hijos. cuyo
empleo fué, e n man os de sus Ministros, tan noble como
fecun do. Sobe rbias catedrales, que han sido y serán el aso m-
bro de las gen eraciones y de los sig los; magníficos monas-
terios, d on de florecie ron , al par con las virt udes , las cien-
cias y las artes; gra ndes asilos d t: beneficencia; innumerables
universidades, colegios y esc u elas; copiosos é incesa ntes
auxilios á los pobres, fueron , y son h oy tod avía, eloc ue nte
testimonio de l uso qu e la Ig lesia sabe hacer de las riquezas.
Esto si n contar con la sustentación del inmenso número de
sus ministros , que e nt ra por una parte muy cuantiosa en
ta les gastos.
Pues bien: este patrimonio, tan sa ntamente adq ui-
rido , tan n oblemente e mpleado, con tan respe tables tí-
tu los poseído , ta n n ecesario para mil obras bue nas y para
mil ate nciones legitimas cuyo sostenimiento c uesta in-
m e nsas sumas; este patrimonio, d ecimos, se ve combatido
y se supon e fa lta de derecho á poseerlo, diciend o que no
debe estar en manos de la Iglesia , que no es ella idónea
para administrarlo, y que no necesita de él para sostenerse .
Y los que ta l dicen , ¿hallará n medio de co nciliar semejan-
tes aserciones con el respeto qu e como cristianos deben á
la Ig lesia, á s us de rechos, á s us propiedades y i cua n to á
ella va anejo ?
Asi sucede, por desgracia, y es to nos lleva á tratar,
n o en el te rre no de la ley eclesiástica ó civil, sino e n la

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La · Desamortización.
esfera de la filosofí a y d e la d octrina , d el de recho d e la
Iglesia á adquirir bienes y á poseerlos y administrarlos li-
breme nte.

No perdemos de vista , al tratar este punto, qu e por su


orig en divin o se halla la Ig les ia en sit uació n especialisima,
y qu e s us a ltos y pod erosos tít ulos no pued en traerse á dis-
cusió n co m o los d e los colegios , a!'ociacio nes ú otras per-
s onas colectivas. La Ig lesia no es una soci edad humana:
desde el p rincipio d e su existenci<~ h:1 recibido s us leyes del
mismo Dios; y como no existe por vi rtud de 1<~ ley civil ,
s ino po r la voluntad y el poder divi no, de este a ltísimo de-
r echo nace e l que le asis te para poseer cua nt o necesite. Pero
la malicia d e los ho mbres siempre ha mostrado alg u'la ten-
d encia á descono cerlo, y en nu estros días es g rande y de-
sapiadt~da la guerra qu e se le hace; por lo que, llevando la
d efensa ado nde se llevan los ataques . hem os d e tratar este
punto , segú n decimos . en el terreno d e la filosofía y d e la
d octri na.
O bserv:1remos , :111tc todo, qur en un os tiem pos e n que
tanto se proclama el d erecho de asociació n , y esto para
t odos los fines de la v ida humana, no habrá necesidad de
probar qu e este derecho existe; y sin qu e ace ptemos nos -
otros las teorías d e la escuela moderna , no hay d uda en que
la facultad d e nsociarsc pa ra fin es legíti mos y hones tos es
inh ere nt e ú la libertad humana rectamente entend ida , com o
es tambien de de rec ho natural. Ni lo es menos q ue, consti-
tuid a la asociació n . t iene necesidad de bienes para soste-
nerse, y que, r econocido e l d erecho d e :1sociarse, hay
que reco nocer el de poseer esos bienes . Lo es asim ismo
qu e, s iendo la asociació n un a persona colectiva ó moral,
una un idad, aunqu e co mpuesta d e va rias personalidades,
porqu e todas se han fundid o e n u n solo pensamiento , en
un a sola aspiració n , en un fin común , ha d e tener en la

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Capítulo cuarto;

sociedad esta persona moral igual representación y carác-


ter que los individuos aislados, y disfrutar de un derecho
tan amplio como ellos en el goce de su propiedad y en la
facultad de conservarla ó disponer de ella como m ejor le
agrade.
Es esto por si mis mo tan evidente , que no es menester
demostrarlo. Si el individuo tiene derecho á poseer y á dis-
pone r de lo que posee, porque sin esto no podría atender
á las necesidades que su existencia le im pone, la asociación
lo tiene desde el momento en que existe: nc siendo así,
seria inútil reconocer en los hombres el derecho de asociar-
se, porque la asociación perecería no contando con medios
de subsistencia ; y no siendo posible que exista una asocia-
ción s in bienes comunes, de cualquier clase que sean , ocio-
so es añadir que entre los bienes , los más seguros son
los inmuebles .
Pero, ¿.qué más argu mento en favor de esta doctrina,
que esos derechos, omnímodos y señorial es, que se a rroga
el Poder sobre una inmensa porción de propiedad mueble é
inmueble, qu e vale miles de millo nes, y lleva el titulo de
bimes del Estado, ó bímes de domittio público, como los mo n-
tes , los ríos, las riberas del m ar , extensos terrenos, edi-
ficios, fábricas y otras cosas que no enumeramos? ¿Cómo
justificará el E~tado ese dominio, y en qué podrá fundar
s u derecho dominical , si no lo reconoce amplio y perfecto
en las asociaciones? ¿Es por ventura el Estado otra cosa
qu e una g rande asociación ? Y si á esta asociación irre-
g ular, anómala, compuesta de ele mentos contradictorios
é incoherentes, que varia á cada instante de pensamiento,
que hoy qu iere una cosa disti nta de la que quiso ayer, y
mañana qu errá otra disti nta de ambas; si á esta asociación,
decimos , se le dan los derechos de persona colectiva, ¿no
se darán á las asociaciones cuyos individuos se identifican
en un fin común , y , cual sucede en las corporaciones reli-
5

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66 La Desamortización.

giosas, estan suj etos á reglas que hacen de ellos una sola
persona?
No hay, pues, ni puede haber duda alg un a sobre el de-
recho de las asociaciones á poseer bienes , máxime si es
permanente el fin para que han sido constituidas ; y como
consecuencia de esto, a que en beneficio de ellas se hagan
fundaciones; como también el de administrar estos bienes
y disponer de ellos; porque el que no tiene estas facu ltades
no es propietario; sin que se considere que eSto t iene s u
apoyo en la ley civil que lo consiente, sino en el derecho n a-
tural en cuya virtud se establece, porque la ley civil no
tiene, en ésta como en otras much as cosas, otra misión que
la de proteger con su sanció n los derechos de cada un o.
Ahora bien : cuanto hemos dicho de las asociaciones
lícitas en general, tiene más fuerza aplicado á la Iglesia ,
tanta más fuerza cuanta es la diferencia entre lo p rofano y
lo sagrado, entre lo temporal y lo eterno . La más grande
y respeta ble asociación del mundo es la asociación en el
seno de la Iglesia para alcanzar la vida celestial, ordenando
á este fin las acciones de la vida temporal. Nada llega en
tal concepto, ni de muy lejos, ni puede compararse á la
altura é importancia de la socied ad cristiana denom inada la
Iglesia, que ta nto mayor respeto merece en sus d erechos,
cuanto es más elevado su origen y el fin á que aspira.
Hay más todavía : mientras las asociaciones puramente hu-
manas , y sin mira de interés eterno, podrían dejar de existir,
como podrían mudarse al tenor de los tiempos y circuns-
tancias, á la Iglesia no le s ucede nada de esto. La Iglesia es
inmutable é incon movible. Su existencia y constitución
esencial no dependen ni en todo ni en parte de la voluntad
de los hombres. Y porque su acció n se extiende p or todo el
mundo ; porq ue á la par con esta uuiversalidad tiene la
unidad que tanto la disting ue; porque sus atenciones y ne-
cesidades son inm ensas, y ha m enester para ellas una con-

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Capillt!o warlo. 6¡
siderable masa d e bienes, no pueden p onerse trabas á s u
facultad de adquirir, so pena de limitar, com o es tá suce-
diendo, la esfe ra de su acción, con gravísimo daño, no tanto
de la misma sociedad religiosa como de la sociedad civil ,
para quie n son t odos los beneficios. Fuera de que, no siendo
la Ig lesia la asociación de los hombres e ntre si , si no la aso-
ciación de los h ombres con Dios , la prim era y más antigua
que se conoce e n el mundo, la que existe antes que toda so-
ciedad politica y que t oda ley civil, el Estado, que es infe-
rior á e lla, no pued e aplicarle las leyes por que rige á las
asociaciones con las que p or s u ca rácte r tiene re laciones d e
otro géne ro .
Nótese , adem ás (como observa e l d octo Phillips e n su
Curso de derecho eclrsiástico) , qu e si el Estado necesi ta para
sus fines m edios mate riales y c uantiosos recursos, de lo
cu al es bue n testimonio el presupuesto cada día mayor d e
sus ing resos y gastos, tampoco puede la Iglesia s ubsist ir
sin m edios pa ra e l sosten imiento d el c ulto, de su s minis -
tros , de su s templos, de sus establecimientos be néficos y
de los pobres, que s iempre h an estado especialme nte á su
ca rg o, y á quie nes sie mpre ha socorrido con ma no gene-
rosa ; y qu e com o la vida y acció n d e la Iglesia so n perpe-
t u as, d ebe poseer, con may ores títu los y más necesidad
qu e ning una otra , propied ad es inmue bles.

Á los q ue, con los vulgares argum e ntos qu e todos co-


noce mos y á qu e co ntestaremos más ad elante, quiere n ata-
car este de recho de la Iglesia, y reducirla á no poseer b ie-
nes, les hace e l insig ne P. Liberatore alg unas reflexiones,
que no qu eremos deja r de reproducir aqu í.
« Si en las escabrosas montañas de la Amé rica, dice , ó
en las he ladas landas de Spitzberg se d ijese á los salvajes
qu e en la civilizada Europa h abía una asociac ión d e millo-
nes d e hom bres dedicad os á un culto lleno de majestad,

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68 La Desamorti{ación.

á ministerios que imponen continuas fatigas, á servicios


donde abu ndan los pelig ros, á obras de ca ridad para con
toda clase de desventuras y de miserias, y que esta asocia-
ción no tiene fondos propios ni posesion es, ¿ podría n creer
este prodigio ? Porque, con nada, nada se puede hacer.
Pues lo qu e los bárbaros no se atrev erían á creer. muchos
publicistas, que se tie n é n por muy civi lizados, q uisieran es-
tablecerlo como ley ordinaria; y á una sociedad de hombres
que se reune para pro mover el bien pú blico, qu errían , e n
reco m pensa de sus penalidades y sac rificios, qu itarle el
der ec ho de poseer , ó, al m enos, el de admi nistrar lo que
posee n.
>'Á estos publicistas nos perm itimos h acer algunas pre-
guntas: La Iglesia, ¿está compuesta d e hombres? Los
hombres, ¿ti ene n de recho 3 poseer? El poseedor , cuando n o
lastima los d erechos ajenos. ¿puede disponer á su arbitrio
de lo que posee ? Á ning una de estas preguntas se puede
da r más co ntestación qu e la afirm ativa . Pues bien : la Ig le-
sia es una sociedad com puesta de poseed ores libres, y esta
sociedad no puede menos d e tener el de recho de poseer con
en te ra independencia . Ni valga d ecir que podrán s us indi-
viduos poseer por s u de recho propio, pero no se puede
conceder igual d erecho á su reunión com o tal ; porque
existiendo una asociación, ésta tien e cua n tos derechos na-
turales le competen e n fuerza del principio qu e la formó y
de la voluntad de los socios que la constituyeron , con la
sola condició n de no perjudicar á las demás asociaciones
legítimas con q uienes ha de coexistir y esta r en contacto;
por lo cual , el principio que informa á la Iglesia, como la
vo luntad de sus mie mbros, lleva consigo el derecho de
poseer. De sue rte qu e, aun considerada mera mente com o
una asociación, la Ig lesia tie ne de recho ~ :.. propiedad , y lo
tien e por naturaleza , con independencia de todo de recho
positi vo . »

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Capítulo cuarto.
Fijase , al llegar á este punto el ilustre escritor, en la
objeción de los políticos modernos, que mirando á la Iglesia
como sociedad humana , quisieran someterla á las leyes co-
munes, sin darle otros derechos sino los que le conceda la
potestad civil , á la que miran como primera fuente del de-
recho social. Y esta teoría la rechaza con fuerza en nombre
de la libertad y de la dignidad humana . «En primer lugar,
dice, esto supone que la sociedad civil es fuente de todas
las demas sociedades, cuando no es más que un simple vás-
tago de la sociedad doméstica : en segundo lugar, hace del
Estado, no el regulador, sino el dueño ; y de los hombres , ·
no compañeros, sino esclavos : en tercer lugar, no puede
aplicarse :í toda sociedad especial , como la doméstica, sin
destruir el fundamento de la sociedad civil ; y si por ventura
se aplica á algu na sociedad, no es ya una teoría, sino una
amenaza ; no es un vinculo de unión , sino un peligro de
disolución.>'
y a estos ciudadanos ' en sus diferentes estados y con-
diciones, de ecl esiasticos y seglares , de ricos y de pobres,
demuestra el P. Liberatore que les infi ere perjuicio y los
lastima en sus intereses el Estado que atenta contra la pro-
piedad de la Iglesia. Oigamos sus razonamientos á este pro-
pósito, que bien merecen ser tomados en cuenta :
<(La confiscación de los bienes de un convento, dice,
deja en el abandono y priva de todo sustento á cierto nú -
mero de religiosos. Y considérese ahora la situación en que
se coloca á estos hombres. Ciudadanos honrados, sobre
los cuales no ha ca ido acusación ni sospecha de delito, -que
han sido, por el contrario , el ejemplo de la comarca, en
avanzada edad esttin g ozando tranquilos del fruto de una
vida empleada toda ella, ó en cul tivar sus estudios, ó en
practicar la virtud, ó en hacer bien al prójimo en el des-
empeño de sus provechosos y útiles ministerios. Salidos
desde la niñez del seno de sus familias, y dedicados á Dios,

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La Desamortización.
habían renunciado á todas las here ncias q ue podía n co-
rresponderles. En los trabajos que hicieron en ser vicio del
próji m o, no a lcanzaron m ás q ue el escaso s ustento de qu e
necesitaban para vivir, sin q ue tuviese n idea alg una de
acumu lar riq uezas. T odos s us bienes, fru to de una vida
de abnegación y de fatigas, consiste en la posesión de
aquella celdita y de aquel terru ño , que habían d e dar al-
bergue y sustento á su cansada vejez . P ues helos ahí lan-
zados de aquel pobre y am ado nido ; helos ahí en la des-
nudez presente y en la ince rtidumbre del porvenir. ¿Que
· nombre deberá darse á u na enormidad sem ejan te ? Si esto
se hiciese con ot ros ciudadanos , se cali ficaría de asesinato.
Y porque se hace con personas consag radas á Dios, ¿se
habrá de s ufrir en paz, y aun e logiarlo como obra de res-
tauración m o ral? Se ha declam ado tan to contra la pe na
d e confiscación para los reos d e Estado ; ¡y la confiscación
de bienes d e los más fieles servid ores que el Estado puede
t ener , impuesta sin culpa alg u na d e su parte , no sólo no
es objeto d e censura, sino que se pro mueve, se elogia,
se estimula y se la llam a el mayor bien q ue puede procu-
rarse á una nació n!
»Pues no menor que al d erecho de propiedad de los
eclesi:i.sticos, es el ataque qu e se infiere al derecho de pro-
piedad de los segla res. Porqu e, en primer lugar, se lasti-
ma este de recho en los donantes de los bit::nes , los cuales,
al hacer las donacio nes ó fu ndaciones, dispusiero n de ellos
conforme á su beneplácito y á s us intereses tem po rales ó
espirituales. En todas las naciones civilizadas ha sido siem-
pre sagrada la voluntad de los testadores, y han protegido
las leyes su perfecto cum plim iento ; pero el Estado, qu e
invad e los bienes de la Ig lesia , e n vez d e respetar esta
volu ntad , la an ula; en vez de prot eger esa disposición , la
dest ruye.
» Lastima, en segundo lugar, el d erecho Jel gran n ú-

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Capitulo cuarto.
mero de pobres, qu e en su indigencia reciben alivio y sos-
tén de los bienes eclesiásticos. No os desagrade el derecho
que atribuimos á la pobreza . No intentamos concederlo á
tal ó cuál pobre determinado , ni sobre determinados bie-
nes de la Iglesia. Hablamos de los pobres y de los bienes
en general; y cons iderando de esta ma nera á aquellos y
éstos, decim os que los pobres tienen derecho á los soco-
rros, porque tal fué la intención del que los donó, tal la
ley de la autoridad eclesiástica que ordena el uso de aque-
llos bienes, y tal, de hecho, el destino que los eclesiásticos
de todos los órdenes dan á los productos de los bienes
que poseen. Pues con arrebatar á la Iglesia aq uellos bie-
nes, se priva :í los pobres de los auxilios que percibí;tn, y
se lastima un derecho sagrado, con cua nto daño de la so-
ciedad, sábelo la Inglaterra con la plaga del pauperismo
que le gangrena el cuerpo ·, y la Irlanda , reducida a bus-
car por el m undo el pan con que ha de sustentar á sus
generosos hijos.
1.> Lastimase, finalmente, este derecho de los ciudadanos,
por una consecuencia para todos fun esta que el despojo d e
la Iglesia trae siempre consigo ; y es que los bienes que se
le quitan, como todos los mal adq uiridos , se disipan en poco
tiempo, se malbaratan por un poco de dinero, y viene luego
la necesidad de proveer á los gastos del culto, y los salarios
y retribuciones que gravan al Tesoro. ¿De dónde sacará
el Estado este dinero? Del bolsillo de los ciudadanos, los
cuales, it fuerza de pagar contribuciones, llegarán á verlo
vacío .»
1

Nada se puede objetar á las precedentes consideraciones,


que hemos entresacado de l:ls que dedica á este punto el
ilustre autor citado. Ni es posible demostrar de una manera
1 La Cbiesa e lo Sta/o, páginas 207 y ~iguiente , 2 13 y siguiente, 217 y si-
guiente.

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La Desamorti:{_ación.
más clara , así el derecho de la Iglesia á la propiedad de sus
bienes, ya se la considere en su verdadero carácter de ins-
titución divina, ya con el carácter de sociedad humana,
como el atentado que al vio lar esta propiedad se comete,
no sólo contra la Iglesia misma, sino contra otras clases del
Estado y contra los ciudadanos en general.
¿ Q!Jé alegan, para sostener sus doctrinas, los adversa-
rios de este derecho?
Unos, como hem os indicado en otro lugar, dicen que la
Iglesia debe ser pobre , porque nunca fué más grande que
cuando vivió en las catacumbas, perseguida de los poderes
publicos, y reducida á grande estrechez para las necesidades
del culto. T ienen las riquezas, al parecer de estos señores,
algo qu e no se aviene con la santidad y pureza de la Igle-
sia, y qu isieran por eso alejarla de ellas. Noble y desinte-
resado consejo, como se deja comprender, y muy propio de
hombres tan amantes de la Iglesia, qu e nunca la encuen-
tran más grande que cuando la imaginan pobre y perse-
g uida. Pero se olvidan estos buenos amigos de q ue , con e l
favor de Dios y para bien de los hombres, la Iglesia salió a l

fin de la persecución, se engrandeció, se extendió por todas
partes, tomó poses!ón del mundo, levantó por doquiera
templos , monasterios, hospitales, asilos, y cuanto convenía,
así á las necesidades del culto y de sus ministros, como al
bien de las almas; qu e su personal se aumentó al propio
tiempo, y fué menester qu e hubiese, no sólo presbíteros,
sino Dignidades, Obispos, Arzobispos y Cardenales; todo
para el mayo r esplendor y grandeza del mismo culto, el cual
tiene por objeto la glo ria de Dios y el bien espiritual de los
fieles. ¿Y cómo se ha de at ender á tantas necesidades sin
bienes , con cuyos prod uctos puedan satisfacerse? ¿Ni á qué
conduce recordar aquí las ve ntajas de la pobw':: :li los tiem-
pos de las catacumbas , s i la Ig lesia salió ta ntos siglos ha de
las catacumbas y de la pobreza?

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Capitulo cuarto. 73
Pero se dice que las riquezas son nocivas y llevan con-
s igo enojosas trabas. Á esto observaremos que los bien es
terrenos no so n por s u naturaleza malos: si rven para el
bie n ó para el mal, segú n el uso que se haga d e ellos; y
puesto qu e es sin d uda mejor el que h:1ce la Ig lesia que el
q ue hacen los fieles, lo que d e biera deducirse de esto es
que todos pasasen á la Ig lesia, para que, destinándolos á
Dios y á los pobres, los librase d e la mala aplicación que
otros p uedan darles.¿ Q!Jié n no conoce, adem ás, que , aten-
did a la altísima misión de la Ig lesia en el mundo, la mu lti-
tud de buenas obras qu e para llevarla á cabo crea e n todas
partes , y el numeroso personal que para atende r á ellas
sostiene, son tantos los recursos q ue necesita , que puede
malograrse p or falta de ellos , si no en todo, en gran parte,
el éxito d e estas obras?¿ Cómo se tiene ab ierto un hospital,
un asilo, una escuela, y lo qu e es más importante aún,
cóm o se mantiene una tribu de infieles convertida al catoli-
cis mo, si n medios bastantes para ello?
Es también a rg um ento de grandísima fuerza en este
punto la conducta o bservada por la Iglesia dura nte tantos
s ig los, en q ue consta ntemente, como acabamos de ex-
pone rlo en los anteriores capítulos, ha d efendido e l derecho
á la propiedad de s us bienes y castigado con severas penas
á s us usu rpadores. ¿Es, acaso, p osible que, no siendo este
de r ech o conveniente , lo hubi eran sostenido con tanto e m-
pe ñ o y e n todos tiempos varon es santos, á q uienes nadie
podrá imputar el pecado d e ava ricia, puesto que de todo se
habían desp rendido y todo lo habían d ejado por dedicarse
al servicio d e Dios?
Otro argumento d e g ra n fu erza nos presenta n los pue-
blos a ntig uos, puesto qu e no hubo uno en que la religión
y el culto no tuviesen patrimo nio, sobre lo cual no e ntra-
remos en porm e nores, porque h emos dicho algo al princi-
piar esta obra, y h em os de decir más al tratar este asun-

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74 La Desamorti1_ación .
toen su aspecto histórico. Entonces referiremos los ataq ues
que, andando el tiempo , asestó la codicia humana á los
bienes de la Iglesia, comenzando por las usurpaciones par-
ciales con la restitución ó indem nización subsiguiente , y
acabando por las llamadas iuca!tlaciones de nuestros ti e m-
pos, en que el Estado se ha apoderado de estos bienes á
titulo de un dominio Pnlinente, que ya hemos juzgado , y
declarándolos bimes nacionales; denom inación in ventada en
nuestros días, sin que sepamos de dónde les ha ve ni-
do á las naciones este derecho , ni qué dominio nacional es
éste que, respetando otras clases de bienes, se fija con pre-
ferencia en el de la Iglesia , que es también patrimonio de
los pobres, para hacer de ellos materia de engrandecimien-
to y ornato de las poblacione5 . y levantar sob re s us ruinas
palacios y teatros.
«Se dice que no se disputa al Clero su derecho de pro-
piedad (escribe á este propósito el ilustre Balmes), sino que
como el Estado necesita sus bi enes, los toma, indemn izán-
dolos debidamente. ¿Y por ventura existe esa indemnización
equivalente , cierta y segu ra? ¿Q!Jé vale para este fin la ga-
rantía del Erario, cuya eficacia está sujeta á todas las even-
tualidades de g uerras, tr .tslornos y otras calamidades pú-
blicas, y cuya mayor ó menor amplitud depende de la
volun tad de un Congreso mudable por su naturaleza? Al
clero no puede compararsele con los empleados públicos, y
esto lo reconocía el mismo Mendizábal al present:tr á las
Cortes el proyecto del completo despojo del clero. <' En el
»empleado, decía, basta que la recompensa asignada á su
»tra bajo contenga los recursos de satisfacer á sus necesida-
»des. En el clero debe procurarse además que no sea un
»mero asalariado, ni cuya existencia se halle tan subordi-
»nada y sujeta al tesoro público, que piPr~'l á los ojos del
»pueblo :tquella santa independencia que conviene á la pro-
»fesión augusta de reprender el vicio y de dar lecciones de

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Capítulo cttarlo. 75
» paz y de confraternidad desde el tron o á la cabaña. »- Y por
eso nada hay tan natural como qu e e l clero haya procurado
conservar sus bienes , obedeciend o al se ntimiento de la pro-
pia conservación , p orque mientras las d emás clases d e ri-
queza están e xpuestas á perecer y consumirse, la pro pie-
d ad territorial se conserva atravesa ndo las épocas más
desastrosas, y a unq ue está sujeta á queb ra ntos, se rep one
de ellos . Sin toma r esto en cue nta , ha habido un a m a nía
d e acusar al cle ro d e ambicioso y ap egado á los inte reses.
Seria cosa sing ula r qu e el cle ro, n o sólo hubiese d e sufrir e l
despojo , sino que ade más lo hub iese de aprobar . Verdade-
ram ente las revolucio nes tie ne n una lógica y u n le ng uaj e
nue vos, qu e consiste n e n e nte nder y e n d ecir las cosas al
revés d e com o e llas son 1 .»

¿So n por ve ntura tales, ta n aprem ian tes y tan legíti-


m as las necesidades del Estado, que h a m enester de grandes
y extraordinari os recursos para salir d e ellas? Y cu a nd o llega
este caso, ¿ n o hay nada de q ue echar m ano si no la p ro pie-
dad de la Ig lesia ?¿ Nada se puede pedir á los pot entad os, á
los nob les, á los ba nqueros, á los pro pi e tarios, á los comer-
ciantes y á los industria les ? ¿ Sobre la Ig lesia h an de pesar
las necesidades y las ca rgas públicas , cuando sus bien es son
precisam ente los que con may or respeto d ebieran mi rarse?
Y, sin e m bargo, estas teorías p redom inan en los t iem-
pos que corre n , no sólo en nu est ros dias, en qu e los b ienes
d e la Ig lesia se ha n desvanecid o co m o e l humo, y del des-
pojo sólo nos qued an tristisimos d eseng años , sino de t iem-
pos anteriores , en qu e se est aba llevando á cabo es t a ini-
quidad inmensa. Entonces la ex tinción de b De uda p úbl ica
era el gran pre texto para arre batar á la Ig lesia su patrimo-
nio. Tiene deudas la nación , se decía; paguémoslas co n los
bienes del clero . ¡La Deuda pública ! ¡El crédito público! He
1 Ob:.ervacionn sobre los biwes drl clero.

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La Desamortización.
aquí las palabras solemnes que servían como de pretexto
para quitar sus propiedades á ·la Iglesia. Y, en efecto, se le
quitaron. ¿ Y qué ha sido de la Deuda pública y del crédito
público? ¡justos juicios de Dios ! La Deuda pública ha ido
creciendo á medida que se ha ido despojando de s us bienes
á la Ig lesia, y ha llegado á la enorme suma de más de cin-
cuenta mil millones de reales, á que jamás se había elevado.
El crédito público ha ido bajando al propio tiempo, y años
hace hemos visto cotizarse el papel del Estado al 10 por 100,
á que jamás había descendido. ¡justos juicios de Dios ! ¡ ~ é
elocuente lección la que estos hechos ofrecen l ¡ Qyé lásti-
ma que el hombre, víctima infortunada de erróneas preocu-
paciones, no saque provecho de tan dolorosas enseñanzas l
Si luego que el Estado haya acabado de arrebatar á la
Ig lesia sus bienes ha de sostener el cu lto y los ministros de
la Religión católica donde ésta se halla establecida , ¿ no es
mejor que , res petando esos bienes, se ahorre el trabajo de
recauda r doscientos, cuatrocientos ó más millones que im-
porta, en las diferentes naciones de Europa, el presupuesto
del clero? ¿No simplificaría esto la ad ministración , á la vez
que evitaría una enorme injusticia? Porque ni queremos ni
podemos suponer que entre en el ánimo de los expoliado-
res dejar á la Iglesia sin bienes y sin dotación , ni qu e se
irmg in en que Dios la ha condenado á la pobreza , cuando
ta nto la ha engrandecido y tanto ha movido, durante todJs
los sig los , los corazones y las voluntades de los hombres á
enriquecerla con c:Jantiosas donaciones.
Doloroso es que no haya de aprenderse la verdad sino
por los desengarios, que suelen ser la triste herencia de los
grand es desaciertos, y que tengamos que oir esta verdad
confesada por los que más la había n combatido, cuando esa
confesión no sirve sino para avergo nzarse eL iv hecho. Sa-
bido es con cuánto empeño persiguieron los luteranos y pro-
testantes los bienes J e la Iglesia, excitando contra ellos á los

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Capítulo cuarto. 77
príncipes, todo por introducir su m alhadada reforma. ¿Y
qué sucedió después? Q!Je todo se les volvió lame ntos desde
que vieron frustrados sus planes; y ento nces eran de ver
las imprecaciones contra los príncipes que se habían apo-
derado de los bienes, calificando su proceder de injusto y
de reprobado por las leyes divinas y humanas. Llegó Lutero
á decir que los que había n usurpado esos bienes se empo-
brecían con ellos y tenían luego que m end igar. Comprobat
experientia eos qtti ecclesiastica bo11a ad se traxenfllt, ob ea
tantum depauperari et mendicos jieri. Nuestros lectores ha-
brán visto, por lo qu e hace poco hemos dicho, cuán cierta
es esta aserció n del famoso hereje.
Desengaño tardío, como lo fué el del emperador José 11,
cuando al tiempo de morir declaraba públicamente su error,
quejándose de sus consejeros: <( He sido engañado, decía;
m e han engañado los qu e me adulaba n , y se empeñaban
en plantear la nueva doctrina jansenística en la Universi-
dad de Lovaina.»

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CAPÍTU LO V.

EL DESPOJO DE LA IGLESI A Y DE LAS COMUNIDADES RELIGIOSAS

CONSIDERADO EN SU ASPECTO fiLOSÓFICO .

SUMARIO: Edmundo Burke escribe á un franccs sobre el despojo de lo l gle~ia de-


cretado por la Asamblea.- EI sacrilegio y l• prescripción, dice, no h:Uiaran nunca
imitadores en Inglaterra. - Sólo un t irano puede apod erarse de Id propiedad d o
otros h ombres. -Es un sarcasmo ofrecer un pobre sustento al m ismo á quien
se ha q uitado lo suyo.- Ficción legal que se ha inventado para cohonestar el
des pojo: la in capacidad de los corporaciones para adq ui rir. - El interés y el
crédito nacional invocados para justifica r el atentado. - Los capitalistas de
Francia fue ron buscando con esto el modo de atacar á la nobleZ>. - Uniéronse á
ellos los filósofos y literatos.-EIIos inventaron la doctrina de que paguelas deu-
das el que n inguna r« ponsabilidad t iene en ellas. - ¿ Qué tenia q ue ver el clero
de Francia con las operaciones de la Hacienda 1- ¿ Por qué no se confiscaron lus
bienes d e los p ersonajes que contribuyeron á cre.r y aumentar la Deuda ?- Ni
los conquistadores bá rbaros hicieron con los vencidos lo que hito la Asamblea
francesa con lns religiosos.- Es que no se babia inventado aún la teoria de los
dtrtcbos dd bombrc. - El mismo Enrique VIII t rató de cohonesta r con algunos
pretexto> el despojo que hizo. - La Inglat erra rechaza semejantes atentados por
un sentimiento de j usticia.

[1 NTRElas al>om inaciones y h orrores d e la revolución


francesa , se cue nta, como es sabido, la inmensa ex-
poliació n de la Iglesia. Q1Jinientos mil millones de
renta pasa ro n de s u dominio sagrado á manos d e los revolu-
cionarios. Ni se contenta ron est osconverard ersu propia casa ,
sino que querían con todo empeño llevar e! fuego :i las aj enas.
Sintió luego Ing laterra alg unos chispazos; pero cl .:arác ter in-
glés resiste d e ord inario sem ej antes abom inaciones. Lleno de
indignación hacia ellas, escribió EoMUNDO BuRKE , m ie mbro

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8o La Desamorti{ación.
del Parlamento, un libro de extraordinario m érito , qu e en
form a de carta dió á la estampa en 1790. Es tan profundo
su rac iocinio, son sus observaciones tan discretas, son tan
he rmosos s us pe nsamientos , hay tal espíritu de justicia en
sus conce ptos , que no resisti remos al deseo de transcribir
aquí alg unos. Nada pudiéram os decir mejor sobre el asunto
que t ratamos. Nada ta mpoco encontrarán más bello nu es-
tros lectores.
Ex puestas previam ente, sobre la política y el gobierno,
alg un as consideraciones luminosas , prosigue B uRKE de esta
ma nera:
« Profundamente arraigadas en nosotros estas ideas, no
se veril nunca que los Comunes de la Gran Bretaiia , llega-
d o el caso de una necesidad pública, recurran á confi scar
los bienes de la Iglesia y de los pobres. No es tán el sacrile-
gio y la proscripción entre los arbitrios de que dispone
nuestra comisión de Hacienda. Ni se ha n atrevido aún á
espe rar los judíos de n uestra banca qu e entre sus hipotecas
se cuenten las rentas d e la silla de Can torbery . No temo ser
desm entido cuand o afir mo q ue no hay en este reino un
hom bre público , uno solo entre los qu e puedan citarse sin
rubo r , cualquie ra sea la clase ó partido en q ue figure, q ue
no condene y rec hace como pérfida y cruel , á más de in-
dig na , esa confiscación que la Asamblea Nacio na l ha decre-
tado de una pro piedad q ue estaba obligada á proteger .
} Séame perm itido envan ecerme cuando os digo qu e se
han visto chasq uead os po r completo los que han qu erido,
entre nosotros, beber en esa copa de abom inaciones de
vu estras j un tas de París. Con el saqueo de v uestra Iglesia
ha adq ui rido la n uestra seg uridad en s u do m in io. y se ha
des pertado al pueblo , q ue para el acto abo minable y mons-
truoso qu e ordenó ese saqueo, no tiene otrn<: senti mientos
qu e el ho rror y la alarma : así ha abier to y abrirá m ás los
ojos cada día , para ver cuál se enc ubre el interés personal

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Capitulo qJtinto. 81
baj o el pomposo apara to de dilatació n del espíritu y de libe-
ralidad de se ntimientos, en homb res insidiosos , que pasan
con el mayor descaro de la hipoc resía y d el fra ude á la vio-
lencia y al pillaje. Al gunos d e estos chispazos se no tan por
aquí; pero estam os muy en g uardia para que no les sigan
las mism as consecue ncias.
» Por eso espero q ue no olvidemos nunca h asta tal punto
los d eberes qu e impone la un ión social , que confisqu e-
mos, con pretexto de bien público, la fo rtuna de un sólo
ciudadano. ¿Y qu ién , en verdad , sino un tirano ( lo más
capaz d e degradar y c orro mper á la natura leza hu mana) ,
se atreve ria á apod era rse d e la propiedad d e otros hombres,
sin acusarlos, o írlos, ni j uzga rlos, au nque sea por cientos y
por m iles, y comprendi endo hasta clases enteras ? ¿No es
necesario haber perdido toda noción d e human idad , para
precipitar así en la hu mi llación á hom bres cuyo rango y
ministerio los elevan , cuya ancianidad pedía á la vez res-
peto y compasión , y que d e la mayo r ai tura co nocida en
el Estado, en la que s u misma pro piedad los mantenía ,
arrojáis á la indige ncia , á la degradación y al desprecio ?
» Cierto es qu e han d ejado esos g ra ndes conflscadores á
sus víctimas la esper anza de conservar las migajas de s u
pro pia mesa, de que cruelmente los lanzaron pa ra sentar en
ella á las arpías d e la usu ra. Pe ro arra ncar á los hom br es
su posición independiente para reducirlos á vivi r d e la cari-
dad. ¿no es ya una crueldad inmensa? Porque lo qu e pu-
dieran so portar otros ho mbres acostu mbrados á eso, es un;:
revolució n espantosa para éstos; revolución tan g rande, q ue ,
á no haber incurrido en delito de muerte, a fectaría al que
tu viese que imponerla co mo pena. Más qu e la m ism a
muerte , es inso portable para alg un os la degradación y la
iufnmia . ¿ Y no es u na agravación durísima e n s u cruel p a-
decimiento, para homb res qu e por su educación y ministe-
rio están li gados á la Ig lesia, tene r que recibir com o limosna
6

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82 La Desamorti{acióu.
los restos de sus bienes, tomándolos de las im pías y profa-
nas manos que de ellos los despojaron ; y no ya por caritati-
vos tributos de los fi eles , sino debiendo á la insolente com-
pasión de un ateísmo desc:mtdo el pago de los gastos del
culto, calculado por la medida del desprecio á que los han
relegado, con intención manifiesta de envilece r y despreciar
también á los que lo reciben?
"Pero la invasión de estas propiedades , dicen esos seño-
res, no es una confiscación , sino un juicio legal. Parece, en
efecto, haberse descubierto en los clubs del Palacio Real y de
los jacobinos , que no tienen derecho ciertos hombres á lo
qu e. al amparo de la ley, de la costumbre, de las sentencias
de los tribunales y de la prescripción acumulada por mi lla-
res de años , estún poseyendo. Son los eclesiústicos , según
esos seii orcs, personas ficticias : pueden ellos extinguirlos,
y con mayoría de razón ponerles cuantas limitaciones y
modificaciones quieran ; y no debe, por tanto, inquietarnos
lo que sufran sus personas, en cosa que no afecta sino á su
canicter ficticio.-Pero im porta muy poco la manera cómo
injuriéis y despojéis de sus legít imos emolum entos á u·nos
hombres que, no sólo autorizados, sino estimulados por la
N~tción , se han lig:tdo á su profesión para siempre. El hecho
es que sepulüis en la ruina. privándolos de los emolumentos
que. corno seguros, eran la base de su plan de vida, á unos
hombres que eran :~crced ores del Estado; como también á
lus que vivían bajo su depende ncia.
·--No voy ~·~ dispens:tr los honores de la disc usión á ese
miserable descubrim iento de la distinción de personas. Des-
pués de todo, los arg umentos de la ti ranía son tan despre-
ciables como es treme nd:t su fuerza; y á no haberse apode-
rado vuestros confiscadures. con sus crímenes , de l:t pleni-
tud del poder, y asegurado con ella 1:1 ¡.,, :->unidad de los ya
cometidos y de los que aún puedan cometer, no seria con
silogismos de lógica con lo que hu biese que responder :í

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Capitulo quinto.
sus sofi smas , cómplices en tantos robos y asesinatos, sino
con el cordel d el verdugo. Mucho declaman hoy los sofistas
tiranos de París contra los reyes tiranos qu e en los siglos
anteriores atormentaron al mundo ; pero s i se les ve tan
orgullosos , es porqu e est án á cubierto de los g rillos y jau-
Ja s de sus antig uos seño res. ¿ Y s eremos más benévolos con
esos t iranos del dia , cuando los vemos re presentar trage-
dias aún más horribles? . ...
»Bien considerado el s istema que la Asam blea ha se-
g uido, no hay nada tan asombroso como el pretexto que
encubre el g ran ultraje inferido á los derechos de la pro-
piedad . El interés y la fe nacio nal.- i Cosa sing ular! Los
enemigos de la propiedad mostrando tan escrupulosa an-
siedad y ta n sensible delicadeza en cum plir los com pro-
misos del Rey con los acreedores públicos . Estos profeso-
res de «los derechos del hombre'>están tan ocupados en en-
señar , que no les queda t iempo para aprender. Sabrían , á
no ser por eso, q ue con la pro piedad del ciudadano, y no
..:on los acreedores del Estado , está comprometida en pri-
mer término la fe de la sociedad civil. Tiene , en efecto.
el derecho d el ciudad.m o prioridad de t iempo , primacía
de titulo y superioridad e n just icia . Ora se posean á titulo
de adq uisición , ora á titulo de herencia ó por virtud de un
d c rcch ::~ parcial en bienes de una comunidad , n o forman
las fortu nas de los individ uos, ni explic!t:J ni implícita men-
te , parte de la fianza que se da á los acreedores del Estado,
que nunca , al cJ ntrat;tr con él , pudieron abrigar se mejan-
te idea , sabiendo q ue, ya represente á la nación u n monar-
ca, y.t un Senad ), no puede hi potecar otra cosa sino las
rentas públicas, y no hay más rentas públicas q ue las que
da la contrib ució n , im puesta de una ma nera proporcio .
nal y justa sobre la masa de los ciudadanos . Esa es 1:t
prenda de los :tcreedores p úblicos : ni ng una otrd puede
serlo.»

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La Desamorti{ación.
Habla luego el autor de las rivalidades entre la nobleza
y los capita listas, y, refiri éndose á Jos últimos, dice:
«No podía esta clase de hombres ver sin resentim iento
una inferioridad que no hallaban fundada, ni había cosa á
que no se hallase dispuesta para vengar los ultrajes que de
su orgullosa rival había recibido, y para levantar las rique-
zas al grado de elevación á que ellos, como sus poseedores,
se consideraban llamados. Por eso, atacando á la Corona
y á la Iglesia, descargó sobre la nobleza sus iras. dando
con prefere ncia s us gol pes donde las heridas resultasen más
g raves, ó sea, atacando á las propiedades de la Iglesia , que
de ordinario se repartían entre la nobleza en virtud del
patronato del Rey, qu ien dab:1, por lo común, á personas de
esta clase los obispados y IJS grandes abadías.
» Habíase elevado al propio tiempo una nu eva clase de
hombres, qu e no t:1rdó en formar con los capitalistas una
coalición notable : nos referimos a los literatos políticos .
Cuando esta clase de hombres siente el deseo de figurar en
primera línea, no suele ser enemiga de las innovaciones.
Desde que la grandeza de Luis XIV se inclinó á su ocaso,
se vieron menos solicitados : ni el Rey. ni el rege nte, ni
sus sucesores a la Corona, los at raían á la corte ni les dis-
pensaban los antiguos favores y larguezas.... Trataron ,
pues. de desquitarse de lo que había n perdido, j untúndose
para formar una asociación poderosa. No poco contribuyó
:1! éxito de sus proyectos l:1 unión de l?s dos ac:1demias,
y m:is tarde la vasta empresa de 1:1 Enciclopedia , dirigida
por ellos.

"La cábala filosófica ó literaria había formado algunos


años an tes una especie de plan para destruir la Religión
cristiana . Trnbajab:t en su empresa con un celo que hasta
entonces no se había visto sino en los propagadores de algún
sistema religioso . Estaban poseídos del espíritu de prose li-

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Capítulo q1Ünto. 8;
tismo de una m anera fa nática, y lo estaban también , por
~o tanto , del es píritu de persecución , en cuanto ellos podían
ej ercitarla. Lo qu e para r ealizar sus intentos no podiét hacerse
directamente y de un golpe, lo encaminaba n por m edios
más lent os . Y com o para imponerse á la o pinión se necesita
.a nte todo arrogarse el im perio d e ella , fué su pri mer cui-
dado apoderarse co n métod o y perseverancia de los camin os
qu e conducen :í In g lor ia literaria .... Á este sistema de m o-
nopolio juntaba n un a industria implacable para afear y des-
acreditar , por toda clase de medios, á cuantos no eran de
s u partido. Bie n claramente veia n , los que hacia tiempo
obse rvaban su conducta , que sólo les faltaba el poder para
co n vertir la intolerancia d e su lengua y de su pluma en
persecuciones contra la propiedad , la libertad y la vida.
>' ...... . ••• Un espíritu de cábala , de in triga y de proseli-
tis mo domi naba en t udos sus pensamientos , inspiraba to das
sus pa lab ras, y pres idia á sus más insignificantes accio nes;
y com o el ardor de la controversia vuelve pronto la vista
hacia la fuerza , se introduj ervn con los príncipes extranje-
ros, y en tabla ro n co rrespo nd encia con ellos , p:>rq ue, adu-
lando á su au toridad , esperaban lograr po r su medio el fi n
q ue se propo nían. Poco lt:s importaba que fuese el rayo
del d es potis mo ó el terrem oto de la sublevació n lo que
produj ese el cambio. No poca lu z dará sobre estos hec hos
la corrrsponden cia qu e con el rey de Prus ia sostuvo esta
cabala . Al mismo inten to con qu e buscaban á los príncipes,
mantenían co n los ca pitalistas d e Francia especiales rela-
ciones. Y aprovechando las favorables d isposiciones de los
qu e por sus cargos tenían amplios y seguros med ios de
expansión , llegaron ú apoderar se con esm ero de los cana-
les de la opinión p ública.
'>Cuando los escri tores obra n en cuerpo y d an á s us
ideas direcció n uniforme, alcanzan en el espíritu d el pueblo
un poderoso ascendiente; p.)r eso su alianza con los capi-

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86 La Desamor1i'-ación .
talistas produjo gran efecto, amortiguando el odio y la en-
vidia con que miraba el pueblo esta clase de riqu ezas. Como
todos los que propagan doctrinas nuevas, afectaron estos
señores g ran celo por las clases pobres , mientras que con
sus sátiras y exageraciones excitaban el odio hacia la corte.
la nobleza y los sacerdotes. Asi formaron una especie de
domagogia , y sirvieron de an illo para enlazar. á t:wor de
un mismo fin, las disposiciones hostiles de la riqu eza y la
turbulenta desesperación de la pobreza.

»Co mo estas dos castas de hombres eran las q ue prin-


cipalmente dirigían las últimas ()peraciones, su unión y
su política sirven p:tra explicnr , no por principio alguno
legal ó político, sino corno causa. aquel furor universal con
que se atacó á las propiedades y establecim ientos ecl esiás-
ticos , como también la extremada predilección con que se
miró á los capitales .... ¿ Q!.té otros pri ncipios s ino los que
acabo de exponer, podrían descifrarnos aq uella elecció n ex-
traordinaria y regular que par:.t paga r la deuda pública se
hizo de los bienes eclesiásticos ; de esas propiedades que
habian sobrevivido la rgos siglos á las :tgit:1ciones y violen-
cias civiles, cuando esta deuda era la obra reciente y odiosa
de un gobierno que vivía en el descre lito y en el deso rden ?
»¿No eran las rentas del Estado hipoteca bastante p:tr:t
pagar la Deuda pública? Supongo que no lo fuesen , y que
necesariame nte hubiese alguno de sa li r perdiendo. Pues al
faltar :tsí la renta legal, la única que las partes contratantes
tu vier-:>n en cuenta el celebrar su trato, ¿ q uién era el que,
según la ley misma y la equidad natural. debía salir perju-
dicado? Debía serlo el prestamista ó el prestatario, ó unJ
y otro :i la vez; mas no un tercero, que no habia tenido
p:trte en el contrato. Debía recaer la pérclil;,, , en caso de in-
solvencia, ó sobre el que por debilidad prestó sobre mnla
hiputeca , ó sobre el que con enga ño ofreció una hipoteca

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Capítulo quinto.
insuficiente . En este punto no conocen las leyes o tras re-
glas. Pero al tenor de las nuevas instituciones de los dere-
chos del ho mbre, los qu e debían soportar la pérd ida será n
los ún icos que saldrán libres , y pagarán la deuda los que
no fu eron ni p resta m istas ni prestata rios, ni tom aro n ni
dieron hipoteca alg una.
>'¿Q!1é había tenido q ue ver e l clero con todas esas ope-
raciones? ¿ O!Jé participació n tenía en las obligaciones pú-
blicas, fu era de lo qu e importase su propia deuda? En
cuanto á ésta, no hay duda q ue estaban s us posesiones
obligadas por completo . Y nada nos ense1iará mejor el ver-
dadero espíritu de esa asa mblea que con su nueva equidad
y su n ueva m o ral se ejercita en las confiscaciones públicas,
como el observar su cond ucta en esta deuda del clero. El
cuerpo con fiscador , fiel con los capitalistas. para lo cual
era infiel con todo el mundo, juzgó al clero com petente
para con traer una deuda , lo cua l era reco nocer en él la
ple na posesión de sus bienes , puesto q ue no hu biera
podid o h ipotecarlos á no haber sido su due1io. De m odo
qu e por el m ism o acto en q ue lo despojaba , consagraba la
legitimidad de sus derechos y la violación qu e hacía de
ell os.
»Pero si , como ya he dicho, pudiese afectar á algu nos,
aparte el público en ge nen1l . el déficit á favo r de los acree-
dores , sería n sin duda aq uellos que concertaro n los nego-
cios. ¿Po r qu é no se han confiscado . pues. los bienes de
los contralores generales? ¿ Por q ué no se h:m confiscado
los de tan tos mi nistros, hacendis tas y b<~nq u e ros. q ue se han
enriqu ecido m ientras se arruinaba la nación con sus ma-
niobras y consejos? ¿ Por q ué no se ha n confiscado los de
M. de la Borde, en vez de los del Arzobispo dP París, que
nada tuvo que ver con los fondos públicos, ni para crear-
los ni para emitirlos? Si os empeñáis decididam en te en con-
fiscar la anti g ua pro piedad in m ueble en favor de los que

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88 La D esamorfi:(ación.

hacen al comercio de la plata , ¿por qu é impo néis á una


sola clase este castigo?
»No sé si , dada la afició n excesiva qu e tenia á gas tar el
duqu e de Ch oiseul , habrá dejado algo de las enormes s u-
mas que de la liberalidad de su Seiior alca nzó en aquel rei-
nado, cuyas prodigalidades de todo género , asi en la paz
como e'n la guerra , han au mentado no poco la deuda actual
de Francia. Si existen esos restos , ¿ por qué no se los confis-
ca? En tiempo del antig uo gobierno , estu ve yo en París:
acuérd ome que fué precisam ente cuando acababa el du-
qu e de Aiguillon de salvar la cabeza d el patíbulo, g ra-
cias al oportun o auxi lio que le prestó la mano del despo-
tismo . Asi lo creía al me nos tod o el mundo. El Duque fu é
Ministro, y alg una parte tu vo en tod os los negocios de
aqu el periodo d e prodigalidades . ¿ Por qué no veo sus po-
sesiones territori ales en m anos de los municipios donde ra-
dican? La fa rni lia ilustre de Noailles , qu e ha servido largo
ti empo , y con honra , á la coro na de Francia , también tuvo
una parte en sus bondades. ¿Por qué no oigo decir qu e se
apl ica una pa rte de s us bienes á aminorar la deuda pública?
¿Por qué son más sagrad os los bienes del duqu e de Roche-
fouca ult qu e los del Cardenal del propio apellido? Es, si n
duda, el primero una perso na res petable . . .. ; pero bien pu e-
do repetir , sin faltar á este respeto, lo qu e personas bien
informadas me as eg uran , i'l saber , qu e s u hermano el arzo-
bispo de Ro uen gastaba de una manera más laudable y
más conforme al es píritu público , los productos de su pro-
piedad , no menos leg itima. ¿ Y hem os de o ir hablar , si n
indig nación y s in horror . de la proscripción de esas perso-
nas y de la confiscación de sus bienes? Preciso es no ser
hombre para no ex perim entar en estos casos tales senti-
mientos , y no m erecería el dictado de hc::.Lre libre quien
no los hiciese públicos. ·
» Pocos de los conquistado res bárbaros hicieron nunca

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Capitulo quinto.
en las propiedades una revolución tan terri ble . Las faccio-
nes r omanas , cuando plantaban cm delnn illam basfam al
vender sus d espoj os , no llevaron nunca á tal extrem o la
venta de lo s bienes de los ciudada nos vencidos. Debe de-
ci rse , además , en favo r de los tiranos de la antig üed ad, qu e
nada d e lo qu e hicieron lo hiciero n á sangre fria. Sus pasio-
nes estaban exaltadas , sus caracteres ag riados y sus espíri-
t us trastornad os , por la idea de la ve ng anza y por las in n u-
merables y reciprocas represalias d e sang re y de rapiña . Lle-
vábalos más allá de los lim ites de la m od eració n el tem or
de que las fam ilias qu e había n ult raj ado hasta el punto d e
no poder esperar de e llas perdón, al recobrar la posesión d e
sus bienes, reco brasen tarnbie n el po der .
Y com o aq uellos co nfiscadores rom anos estaban en los
rudim entos de la tiranía , y como au n no habían aprendido
en los derecbos del bombre a ej ercer u nos sobre otros , s in
provocación alg una , t od o ge nero de cru eldades, creye ro n
necesario dar á s us injusticias alg ú n co lorido . Consideraban
pa ra ello trai do res á 1os vencidos : atri b uía n les haber hecho
arm as , ó en otra cualquiera form a haber sido hostiles á la
cosa pública ; y los t rataban , en consec uencia de esto,
com o merecedores, por s us críme nes, d e la con fiscación de
bien es. Vo"sotros, con esa perfección d el esp1ritu hu mano
de q ue os va nagloriáis , no hab eis necesitado recurrir á tan-
tas fó rm ulas , y habéis echado m an o d e cinco mi llones d e
lib ras de renta an ua l . y arrojado de sus casas á cuaren ta ó
cincuen ta mil criatu ras humanas, porque así rra de vuestro
e~grado, y así os vino en volu11/ad.
» El tirano d e Ing laterra En rique Vlll , no más ilustntdo
que lo eran en Ro m a Mario y Sita ,- com o q ue ning uno
de ellos había estud iado en vuest ras escuelas ,- no conocía
ese invencible instrum ento del despotism o q ue se encue n-
tra en el arsenal d e armas ofensivas llam ado los derechos del
bombre. Po r eso, cuando se resolv ió á saqu ear las abadías ,

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La Desamortización .
como ha saqu eado aho ra el club jaco bino los bienes ecle-
siásticos , no mbró a nte to do u na co mis ión que examinase
lo s <;rimenes y abusos atribuid:)S á aq uellas comunidades.
Hubo en el informe de esta co misió n , com o puede s upo-
nerse , verdades ', exage raciones y m entiras; pe ro , verda-
dero ó falso, ella presen tó un relato de abusos y crímenes.
Mas co m o los abusos podían c orre~ irse ; como las cu lpas
de alg unos individuos no debe n imp utarse á la co munidad
entera , y com o en aqu el s ig lo d e preocupaciones y tinieblas
no se había aún descub ierto q ue la p ropiedad es fruto de
una preocu pac ión . todos esos abusos - y los hab ía en g ran
número - no se conside raron "" st:mtes p nra decretar la
co nfi scación d eseadn. Recurri ó, p ues , En r iq ue al m edio de
que se le hi ciese un a cesión de los bienes. T an fatigosas ma-
niobras puso en juego el más audaz de los tira nos conoci-
d os , como prelimin:tr n eces:1 ri o para ave n turarse ( espe-
rand o co rr o m pe r aquella s Cám aras s erviles con la pro mesa
d e u na parte del botín y d e la supresió n de impu estos ) á
pedir al Parlamento la confir m ació n de sus inicuos p roce-
d eres. Si este f rano h ubi ese vivido en nuest ros días , cua-
t ro palnb ras técnicas le hu bie ran dad o el t rabajo hecho y
ah orrád o le tanto ;¡ fán : hubiérale bastado una breve fó rmula,
que es una especie d e encanta mient.:> : Filos()Jia .luz, liber-
tad: dt•rrrbos del bombn·. \)
H:lccsc luego cargo el au to r de q ue es tos n uevos m aes-
tros se precian de tolerantes; y d ice co:1 tal motivo, pin ta ndo
la actitud de los qu e pro1esan la tolerancia respecto á tales
hom bres : « No me es dado aseg u rar lo q ue cada clasG
d e ellos o pin:t entre nosot ros ; pero en no m b re de la m ayo-
rí a p uedo d ecir que el sacri leg io no forma parte de los prin-
• No opinaba a<i otro ilustre prot estant~ . \V J LLI A~I CosoF.T, q ue en sus precio-
sas Car/r J snb1 e la Rrjorlll•l , d ice que los comisionados , 'l uc <ran los hombres más
perver.os de 1nglaterra, insertaban en " IS relatos, no lo que realmente ocurría, ~in o
lo que se les habia manJ aco Foner. ( T raducción española de la Librería Religiosa.
tomo 1, pitg . 157.)

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Capítulo quinto. 9'
cipios que informan sus buenas obras , y que muy lejos de
atraerlos con eso á vuestras creencias , tendrían vuestros
profesores , para ser admitidos á participar de las suyas , que
ocultar cuidadosam ente esa doctrina que proclama acto de
equidad la proscripción de hombres inocentes , como tam-
bién que restituir los bienes de toda clase que han robado.
Sin eso, no formarían nunca parte de los nuestros.»
Y por si se le arguye que no piense quizá del mismo
modo respecto á los bienes de las Órdenes religiosas . por-
que no las hay en Inglaterra, dice BuRKE á este propó-
sito : « El dario está principa lmente en el principio de in-
j usticia qu e se consigna, no en la calidad de las personas á
quienes se aplica. Yo veo á una nación vecina á la nuestra
seguir una marcha que ataca en todas sus partes á la justi-
cia, que es de interés común para todo el género humano;
veo que á los oj os de la Asamblea Nacional , la posesión no
es nada . l:t ley y la costumbre no son nada. Veo que re-
chaza en absoluto la doctrina de la prescripción , qu e de la
autoridad de uno de vue tros jurisconsultos hemos nprcn-
dido á mirar como parte de la ley natural. Enseña, en efec-
to , Domat que el h:1berse fijado sus limites y dádole
una seguridad contra la invasión , es una de l:ls principales
causas por que se estableció la s..:>ciedad civil. Pues si una
vez quebrantáis la prescripción , no habrá ning una clase de
propiedad segura , luego que llegue á ser bastante consi-
derable para excitar la codicia de un poder indigente; y la
conducta que se observa en Francia corresponde perfecta-
mente al desprecio con que mira la Asam blea esta parte
integrante de la ley natural.»
Más adel:tnte, mi rando la cuestión desde otro punto, es-
cribe estas sentidas palabras :
«Cuando fiados en la protección de l:ts leyes se deter-
mi nan los hombres á adoptar cierto género de vida ; cuando
las leyes los protegen como á quien tiene una ocupación le-

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92 La Desamorli{ación..
gal; cuand ::> tJdas sus ideas y costumbres están reguladas
p::>r ellas; cuandJ, conforme á esas mis mas leyes, es título de
h onrosa re putación observar las reglas qu e prescriben , com o
s e conside ra causa de d esh onra , y au n de pena , el traspasar-
las , es una c•J sa injusta e n toda clase de jurisprudencia, es
una cosa bárbara, h acer á s us esp íritus y á sus corazones una
vio lencia amai'iada p or un acto arbitrario , degradarlos p or
fue rza d e su estado y de s u g én ero de vida, é imprimir un
sel l0 de verg üenza y de infamia en ese car ácter y en esos
hábitos, qu e habían sido hasta entonces la m edida de s u
hon or y de su tranquilidad. Si á esto se añade el arrojarlos
d e sus casas y confiscarles sus bie11es, confieso que no ten-
go bastante sagacid ad para disce rnir e n qu é se disting ue d e
la más horrible tira nía ese despotismo que hace objeto de
s u diversión las co nciencias, las ocupacion es y las pro pie-
dades de Jos h o mbres.»

Nada se puede d ecir más bello ni más discreto que lo


qu e dice Bu RKE, en c uyo libro compite n, como observó el
sabio Inguanzo, «la política , el juicio , la sabiduría y la elo-
cuencia ' .}>
Y aun se e ncuentran e n él otras muchas reflexiones que
merecen se r transcritas, y deseamos consignar aquí; p ero
por parecernos más pertine ntes al asp ecto eco nó m ico de
esta cues tión , las inse rtarem : >s e n uno de los capítulos si-
g uientes .

• D~minio Sagrododda lglclia en sus bimts temporales. Salanunca, 18 20 y 182} .

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CAP ÍTULO VI.

LA DES1\MO!\T IZACIÓN CONSIDERADA EN SU ASPrCrO ECO:-.IÓMICO.

SUMARIO . Favor de que go~• hoy la <eonomia polít ica . - Nociv• inOuencia .ie
sus doctrina ~. - Perjuicios que surone e sta cicnc i:. e n 1:1 poce~ ió n de hitne~ por
la Iglesia. - Pruébaoe que ni son cinto~. ni serian motivo bastante para de~po­
seerla. - Compáransc los gastos de la Iglesia con los del Estado.- Argumentos
de Jos economistas contro la propiedad de la lg'e,;a.- Q)¡e su circulación es in:-
pos•ble.-lmpúgnase este argumento.- Opi nión de un fi~ cal del Consejo d:
Castilla sobre la propiedad de la lglesia.-Opinión del Consejo mismo. - P•labras
del diputado Rodrigun de Cela en 1845. - Erudita< y discretas ob<crvac:onc s
del Sr. Santaella, expuestas en d Senado en el mismo año. - Q)lé P"e.lc es-
perarse de compradores que, ó no pasan los finca~ 1 ó descuajan :os montes para
hacerlo.- Cuan injusto es e l car~o que se ha h'cho al clero por .;u gcncrosd.ocl
con los colonos.- Cuánto se ha txagera Jo el gravame n q ue imponi~ a lct agr i~u !­

m
tura el diezmo.- Ven tajO"-' inversión de las rentas de: l.as ta:r ras en nur.os de la
Iglesia.- Tnnsición.

AY una ciencia que de •lg ún t iempo' esta P'""


goza d e g ran favor en el m undo. Es esta ciencia la
econo mía po lítica, que ti ene po r objeto lo que con-
cierne á la riq ueza de los Estados, it su producción y d istri-
bución entre los ciudadanos 1 y, en g eneral , á cunnto se
relaciona con e l bienes tar materi<:l de las clnses sociales.
Explicase su creciente favo r teni endo en cue nta lo que han
decaído en el mundo el es píritu religioso y e l sentimiento
de la propia abnegación , y lo qu e al propio ti empo se ha
aumentado la afición á los goces. Por esto sus principios y
d octrinas ejerce n e n la sociedad grande influencia, nociva por

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94 La Desamorti1_ación.
desgracia á las buenas ideas y á los intereses morales y re-
ligiosos, de los que los politicos y economistas no acostum-
bra n hacer mérito en sus cálculos y observaciones, bastán-
doles suponer que una cosa no favorece á los intereses ma-
teriales, para descargar sus golpes sobre ella. Entre los que
han sido objeto de s us moís amargas censuras, se cuenta la
posesión por parte de la Ig lesia de una porción de bienes; y
esto n Js lleva á exponer sobre el asunto algunas observa-
ciones.
Sea la prim era de todas, com o la más importante, que,
au n sup:)lliendo ciertos los perjuicios que, según los econo-
mistas, causa á los intereses materiales la posesió n de bie-
nes por la Iglesia, no es ni podía ser esta razón bastante
para despojarla de ellos, ya porque no hay consideraciones
de orden económico que justifiq uen el desconocimiento del
derecho de propiedad, mucho más si se trata de una pro-
piedad dos veces sagrada, como es la de la Iglesia; ya por-
que los intereses religiosos son de tan al ta im portancia y
prefere ncia, que á ellos deben subordinarse los demás,
máxime estando todo reducido á que en la masa d e los ciu-
dada nos estén distribuidos algunos mi llones más ó menos.
Otra consideración preliminar debe tomarse en cuenta.
Si la posesión de bienes por la Iglesia parece á algu nos
como que cede en petjuicio de la nación , porque dism inuye
el total d e la propiedad que se distribuye entre s us habi-
tantes, esto es, ni más ni m enos, lo que sucede con los
bienes d e los nobles y de los ricos, que, siendo una pequeña
mi noria respecto á la totalidad de los pobladores, poseen
una mnsa inmensa de propiedad, de que están privados
t:mtos otrJs . Muchas veces todo el territorio de uno ó de
muchos pueblos ha pertenecido á uno solo, y hoy día son
inmensas las fortunas particulares en todas las naciones de
Europ:t , existiendo junto á ellas una num erosisima clase pJ-
bre. Y ¿se qu it:m por eso sus bienes á Jos ricos, para que

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Capitulo sexto. 9)
estén mejor repartidos? No en verdad. Se respeta esa des-
igualdad en las fortunas , y el derecho de los potentados
sobre ellas, aunque la mayoría del pueblo , que en muchas
partes paga á esos mismos ricos una enorme renta, gima
en la miseria. Estas desigualdades son inevitables en el
orden social , donde media entre las diferentes situaciones
de las personas y de las clases un abismo insondable.
Pero apresurémonos á protestar aqui, porque no se en-
tienda que la dejamos conse ntida, contra la suposición de
que la Iglesia tenia en Espai'la demasiados bienes y rentas .
Demostraremos cumplidamente lo contrario antes de termi-
nar este capítulo. Y continu emos ahora las observaciones
que comenzábamos á exponer.
Los presupuestos generales del Estado que en nuestros
días se forman , contienen su mas exorbitan tes para alg unas
de las atenciones públicas . El de la Guerra llega hoy á 528
mi llones de reales; el de Marina , á 184; el d e Fomento,
:i 420 ; ¿Piensa alguno en borrar del presupuesto estas parti-
das, que salen de las fortunas de los contri buyentes? No, en
verdad, porque con ellas se pagan atenciones y servicios
importantes . Y c uenta que no aprobamos, al decir esto, el
caprichoso crecimiento de los presupuestos del Estado de
algu nos años á esta parte. Estamos muy lejos de eso ; pero
consig namos el hecho que pasa á nuestra vista . ¿ Y qué
mal causaba al Estado, en tiempos no muy remotos, que
el clero consum iese lo que más adelante dire mos , tratán-
dose de sostener con ello el culto y los min istros de la
Religión , de la institución fundamental y más necesaria en
el Estado. de la que le produce mayores y más inapreciables
bienes? ¿Por qué tan sólo se consideró esta carga insopor-
table, y para ex tinguirla se acudió á la inme nsa in iquidad
que todos sabemos?
¿ Por qué? Lo dice muy bellamente el Sr. Inguanzo en
una interesante obra , que muchas veces hem os de citar en

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La Desamorti{_ació1l.

ésta ' : «Solamen te cua ndo se trata de lo que toca á la Re-


lig ión , qu e es el arte d e las a rtes, la que corrige y s uaviza to dos
los males de la sociedad , la qu e se asocia á todos los h o m-
bres, en todos los estados y condiciones, para hacerlos justos,
d esinteresados y be n éficos ; la q ue a tempera los gobiernos,
reprime su or g ullo y ambición y contien e los extravíos d el
p oder; la que presta el ún ico sólido consu elo en las adve r-
sidades de la vida; la que, en fin , som ete á un y ugo dulce
y ajustado tod:ts las pasio nes; só lo , digo, cuando se trata de
esta institución celestial , es cu ando la crít ica , la política y
la eco nomía ag uzan sus fi los pa ra disputarle el terreno, y n u
pe rdona rl e e l más m ín imo pe rjuicio qu e pueda ocasionar
e n lo tempora l , por lo q ue partictpa d e los bienesde!Estado .
» Cuand ::> se t r:t ta de bie n es eclesiásticos , se re prese ntan
co mo si por e l h·~ch :> de estar en el domin io de la Ig lesia ,
d esap<t reci ese- n del suelo esp;t ño l y se trasplantasen á la Li-
bia. Parece qu e el títul.o d ominical ecksiástico es para ellos
u na plaga qu e los es teri liza , q ue los roba á la agricultura y
la prod•Jcció n. y qu e, al con tra rio, e l titulo de un caciq u e ,
d e un n egocian te , de cualquie ra ot ro p ro pierari o, pequ eño
ó gra nde, de la cort e , los fecu nda y les d a todo el vigo r
d e la naturaleza. y causa el e nriq uecimi ento d e los pue-
blos. Se llaman bie nes de JJWIIOS muertas , y esto tie ne un
é nfasis como si los b ienes m ur ie ran y el cue rpo del Estado
pereciera por falta d e jugo vital. Los que no entie nden las
cosas sino po r el sonido de las voces (y son los m ás, y aca-
so de los mis mos qu e las usan). ya tienen lo basta nte pa r:J
de plorar la ruina d e l:t ag ricultu•·a , d e la p oblación , d e las
artes y de tod o el reino, desde q u e oyen deéir b ienes de
manos mu e rtas.»
Esta es la verdad. Pero entremos en materia , diluci-
dando esta c u estió n en el terreno e n que la h emos pro-
puesto .
• DomiuiGSngr.1do dc ¡,, fg/r.<in cu ! liS hiot(S lrmporaks, carta 9.•, números 1 o y 11.

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Capitulo sexto. 97
To das las clases del Estado y todos los ind ividuos de
ellas poseen bienes . Nad ie ha reclamado para qu e de esta
posesió n se excluya á ninguna. ¿ Por qué, pues, se ha
creído que sólo el clero debía estar privado de este de-
recho? Sus ind ividuos, además, pu eden poseer como par-
ticulares. ¿Por q ue no ha n de poseer en corporación y tener
bienes pa ra atender al culto y a la Iglesia , como los tie-
nen para sus pro pias necesidades? Se di ce que estos bie-
nes qu edan estancados en sus ma nos. Esto, en pr imer
lugar, no es exacto. Los bienes de la Ig lesia mudan de ma-
no cuando cam bia n los indi viduos e n la corporación á qu e
pertenecen , ni más ni m enos q ue s ucede en las fa mi liHS,
donde los bienes pasan de padr es á hijos, con la ventaja ,
además, de que no se subdividen. No hay , pues, verdad
algu na al decir qu e no cambia n de d uer1o . Pero, además,
ni aun puede aseg urarse en absoluto q ue no pasen á los se-
g lares, porque con j usta causa se puede n vende r , y cuando
la Iglesia tenía bienes en Es paña, eran muy frecuentes
tales ventas . Pero concedam os q ue n unca se venda n ni
salgan de la posesió n del clero . ¿ Q!¡ é mal hay en ello? ¿Q!Je
perjuicio se sig ue á nad ie de que así sea? Lejos de haberlo,
más conven iente parece la estabilidad de la propiedad qu e
s u conti nuo pase de una á otra man o; en lo cual no es fá cil
comprender qué ve nt<~as se encuentren , porq ue, como la
fi nca no muda de sitio . no puede esa anhelada circulación
hacer que vaya á enriquecer con s us prod uctos á otra co-
marca más pobre; y como el adm inistrador ó usufructuario
se m uda co n frecuencia , au nqu e e l du eño sea siem pre el
m ismo, el divers o carácter é inteligencia de los nuevos po-
seedores puede ir introd uciendo en ella todas las m ejoras
necesarias.
Suced ía , pues, con los bienes de la Iglesia, cuando los
tenia, lo que con los bienes de las familias , los cuales, es-
pecialmente en las poblaciones peq ueñas, q ue son la casi
7

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La Desamorti{acion.
totalidad de ellas, no salen d e la familia misma, y transmitién·
d ose de padres á hijos , son tanto más apreciados, cuanto
más largo tiempo se cuentan en posesión de ellos.¿ Á quién
le ocurre que semejante perpetuidad es un mal? ¿Q!Jién di-
ría que la traslación de esos bienes de u nas fam ilias á otras
fuese un bien? Sólo por un a preocupació n podría afi rm arse
esto. Una finca perderá ó ganará cua ndo mude de dueño:
pe rde rá, si estando bien cultivada, cae en manos qu e la des-
cuiden; ga nará, si estando abandonada, la adquieren manos
hábi les é industriosas. Pero no es necesario para esto que
la finca se adquiera por compra: basta, repetimos, que cam-
bie de dueño, pasando, por ejemplo, de padres á hijos. Y
lo mismo decimos de los bienes que fuero n de la Ig lesia, á
los que en un todo es ap licable esta doctrina. Es, además, lo
común que las fincas se arrienden ; que p¡~_sen los arrenda-
mientos por la rgo tiempo de una á otra ge neración , y que el
cultivo sea siempre el mismo, porq ue cada clase de tierra
se presta á uno más qu e á otro, y no puede adapta rse á to-
d os. Y en esto es igual ta mbién la suerte d e las propiedades
de Jos seglares á la que corrían las de la Iglesia.
En el expediente sobre la ley de amortización que pro-
movieron en el Consejo de Castilla Carrasco y Carnpoma-
nes, decía el fiscal Sierra (que no participaba de .Jas preocu-
paciones de aquellos) que «no es fácil persuadir que sea más
útil al reino la existencia de bienes raíces en los legos qu e
en las manos muertas eclesiásticas, ni que el poseerlos és-
tas con exceso produzca perjuicio al Estado y al bien pú-
b lico, ya se mire á las producciones de los mismos bienes,
que cua nto mayores tanto más provechosas son al mismo
reino, ya se tenga respeto al empleo d e los productos d e
ellos. No hay arbitrio ( prosigue) para dejar de conocer qu e
p or lo regular administran las comunid:• j___, religiosas sus
haciendas de manera que producen más frutos qu e las ad-
ministradas por vasallos legos, y que el importe de dichos

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Capítulo sexto. 99
frutos lo emplean las m ismas comunidades muy á beneficio
del público, socorriendo á los pob res, fomentando á los
labradores, dotando á las huérfa nas, asistiendo á estudian-
tes y militares para que sigan sus profesiones en servicio
del reino, y haciendo ot ras obras qu e son de mucha uti-
lidad.»
Y desp ués de añadir que las rentas de los hos pitales,
hospicios y otros establecimientos análogos se invierten con
fidelidad en los usos á q ue están destinadas , y mejor que
lo haría n los legos, concl uye que «si la mayor felicidad del
Estado consiste en las mayores producciones de las hacien-
das del reino y en el empleo de sus réditos qu e le sea más
,provechoso, no se podrá decir q ue se causará la ru ina ó
decadencia del Estado por la excesiva adq uisición de bienes
que hagan las manos muertas eclesiásticas.»
Aún más robusto apoyo hallaron estas ideas e n el Con-
sejo de Castilla, que en su cons ulta de 18 de Julio de 1766
decia al R:ey lo sig uiente: « La base fundamental de la fel icidad
pública consiste en la abundancia de frutos. Esta es la que
aumenta las poblaciones, la que llena de riquezas al reino,
la qu e facilita la industria y las artes, y la q ue aumenta los
contri buyentes . Confiesan los fi scales, y enseña la experien-
cia, qu e las ti erras que poseen las manos muertas son las
más bien cu ltivadas y las qu e producen más frutos: luego
son las más útiles al Estado, y el impedir su:; adqu isiciones
es privar al público del a umento de frutos , en q ue fu nda y
asegura su felicidad .
«La falta de fr utos de estos rei nos (continúa el Consejo)
no procede de la falta de tierras: hay muchas incultas, que
si se ro mpiesen y cul tivasen producirían abundantes cose-
chas ; pero la desidia de los natu rales, y no tener quien les
facilite y proporcione los g randes costos de los rompim ien-
tos, es quien tiene incultas y llenas de malezas dilatadas
.extensiones de terrenos del reino, como el Sr. D. Fernan-

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100 La Desamorti:tación.
do VI aseguró al Papa Ben edicto XIV para obtener la Bu la
de novales. Siendo esto tan notorio, ¿quién ha de persuadir-
se á que sea utilidad pública impedir q ue pasen las tierras
á manos m uertas, que las trabajan y las hacen prod ucir m u-
chos frutos, con el pretex to de que les faltan á los legos,
cuando dentro del reino tienen tantas, desiertas é incultas ,
que si se dispusiese su cultivo sería toda In felicidad d el
Estado? Y s i todo lo que tiene qu e hacer el Gob ierno es fo-
mentar la agricultura,¿ cómo se podía hacer compatible con
este sistema fundamental del Estado la ley que prohiba ad-
quirir tierras á los que mejor las trabajan y las cultivan'?»
Á est e propósito merecen se r ci tadas unas palabras del
dipu tado Rodríguez d e Cela en la sesión del 13 de Marzo
de 1845, hablando de los bienes poseídos por corporacio-
nes eclesiásticas. «Éstas, d ecía, más bien aún que los par-
ticulares, pueden emprender y lleva r á cabo esas mejoras,
siempre lentas y costosas, que necesita la agricultura para
dar mayores productos después de cierto número de años.
Un particular, siempre con más necesidades que los indivi-
duos de las corporaciones eclesiásticas, no puede destin;tr,
para mejoras de sus fincas, hts can tidades que una comu-
nidad; ni el particular, atendida su corta duración, puede
te ner la perseverancia de una comunidad, que nunca muere,
para llevar á cabo un plan vasto y bien combinado de m ejo-
ras lentas y progresivas. Así es, por ejemplo, que la rápida
diminución que en Francia han sufrido los bosques bravos,
q ue forman una de las más útiles riquezas de un país, y
para cuya formación se necesita gran nú mero de años sin
percibir réditos del capital que se adelanta, se ha atribuido
en parte, y con razón , á la expropiación de bienes de las
corporaciones eclesiásticas .
»Y si en este punto consultamos la ex~Priencia, ¿quién

o Inserta esta consulta el Sr. lnguanro en su obra ya citada, tomo n 1 pág. 409
y siguientes.

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Capítulo sexto. 101

puede dudar, estando algún tanto versado en la historia,


que á las corporaciones eclesiásticas se debe en gran parte
el establecimiento de la agricultu ra europea? ¿Q1Jién ignora
que, á fuerza de un trabajo inmenso y de una inimitable
constancia , lograron diferentes corporaciones eclesiásticas
convertir grandes lagunas y terrenos estériles é improduc-
tivos en posesiones sumamente fértiles y mejor cu ltivadas
que h.s demás, como que fu eron, por decirlo asi, otras
tantas escuelas, adonde vinieron después á aprender el art e
de cultivar los campos los agricultores de aquellos tiempos?
¿Seria en aquel entonces perj udicial la amortización ecle-
siástica? Pues si venimos á los tiempos modernos, vemos
que las fincas eclesiásticas, dadas á colonos como las de
·propietarios, pero á una renta mucho más baja qu e la que
exigían los particulares , con lo cual experimentaba un
alivio inmenso la numerosa clase de los cultivadores. con
beneficio grande de la agricultura, est<lban también mejor
cultivadas que las de los particulares. Luego la amortiza-
ción eclesiástica no es tan perjudicial como se qu iere su-
poner.
»En prueba de esto, además, ¿no vemos que en estos
últimos tiempos se ha permitido á la Iglesia católica adq ui-
rir bienes raices en Francia , en Prusia, y que muy reciente-
mente se ha propuesto también esta medida en la Cámara
de los Comunes de Inglaterra? ¿Será esta concesión efecto
de preocupación de estas naciones? De ninguna manera .. ..
Pues nótese, además, que puede sostenerse sin inconvenien-
tes la amortización eclesiástica en Francia, Prusia é Ingla-
terra, donde la propiedad es muy escasa en proporción á
una población excesiva. ¿Cuánto mejor podrá sostenerse en
España, con mejores circunstancias, donde la población es
muy escasa y la propiedad inmensa 1 ? »
Pero todavía es mucho más notable y de mayo r interés en
1 Diario dt Sesiones , tomo 111 • pág. 18 15.

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102 La Desamortización.
el punto de q ue tratamos, lo que, al discutirse en el Sena-
d o el presupuesto de obligaciones eclesiásticas, en Febrero
de 184 5, decía el Sr. Santaella en su magnífico discurso
del día 1o, el mejor, s in disputa, de cuantos entonces se
pro nunciaron, y no en verdad porqu e faltasen allí ho mbres
em inentes, sino porque, s iendo la mejo r y más justa la
causa de la Iglesia , debía aprovecharse de esto el que hi-
ciese su defensa. Hemos de reproducir aquí muchos trozos
y de consig nar muchas ideas de ese discurso , lleno todo él
de consideraciones y de datos importantisimos, que si en
aq uellos aciagos dias, cuando el aca bar con el patrimonio
de la Iglesia era la mania de los políticos de dentro y fuera
de España, no prod ujeron el efecto deseado, irán hallando
mayor acogida en los ánim os á medida que los tristísimos
desengaños qu e la desamortización nos ha dejado, se vaya n
tocando más y más en s u desoladora realidad .
Deda el Senador no mbrado , des pués de otras consi-
deraciones lu m inosas, y fijándose en el punto que nos
ocupa:
«Bien consideradas las cosas, hay una razón social que
favorece a la amortización bajo el aspecto en que la he con-
siderado. No todos los hom bres que se dedica n á la agri-
cultura pueden ser pro pieta rios. La ma yor parte son arren-
dad ores . ¿ Y qué trabajos, qué mejoras hará en el terreno
el que ni tiene l:t segu ridad de dejarlo á s us hijos, ni sabe
si lo tendrá el año inmediato? He aquí cómo la instabilidad
en la posesión de las tierras es un mal que a taca á la ag ri-
cultura en su perfección y desarrollo. No sucede lo mismo
al qu e lleva en arrendam iento una finca que está seguro de
poseer , y sabe que ha de pasar de generación en genera-
ción á s us hijos y descendie ntes : ese se esmera en culti-
varla, la aum enta y perfecciona, porqu e, uu sólo sabe q ue
la ha de disfrutar, sino qu e tiene una garantía mucho más
importante y grata para hombres de sentim ientos honra-

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Capitulo sPxfo. 10)

dos, como so n los labradores de nuestro país, en saber que


ning un o de sus descendientes ha de malbarata r aq uella po-
sesión , dando al traste en un mom ento con sus desvelos y
afa nes , y privando á gene raciones enteras de sustento y de
trabajo. Esto, qu e acaso á alg un os de nosotros parezca frí-
volo, es de la mayor importa ncia para los sencillos habi-
tantes de nuestr:1s aldeas y para a quellos hom bres de cora-
zón rect? que no han visto más horizon tes que e l de sus
campos, más río que el de s u pa tria, n i más fiestas que las
de s u hogau)
En otro hecho importa ntísimo fijaba el orador la ate n-
ció n. Son muchos los compradores de estos bienes que,
después d e adquirirlos il vil precio, los han pagado descua-
jando un gra n monte qu e fo rmaba parte de ellos, con lo
que han reducido á una situación deplorable, no sólo el
ter reno descuajado, si no el qu e con él li ndaba, ya en la
falda del monte, ya en la vega , al que defendían los árbo-
les de los aluviones q ue, :1 rrastrando de lo alto grava y
arena , e mpeo ran la calidad de las tierras y las inhabilit<tn
para el buen c ultivo . Son también muchos los q ue por falta
de recursos no p:~garo n las fincas qu e adqu irieron, de lo
qu e ha resultado estar hoy el Erario e n descubierto de m u-
chos millones. ¿Y qué m ejort~s pueden esperarse en la agri-
cultu ra de compradores qu e matan e l :~rbolado para pagar
la finca, ó no tienen recursos para ello, no obstante ser tan
cómoda la forma del pago? ¿ Qyé ben eficios ha pod ido pro-
ducir la desamortización á los labradores, cuando de una
parte no halla ca pitales á préstamo si no con un interés
fabu loso, y de otra se han encarecido los productos agríco-
las y a umentado las contribuc iones de tal modo, que por
n o poder pagarlas son lanzados de sus tierras cada año m i-
llares de contribuye ntes, á los que el Gobierno, cuanto es
de su parte, reduce a la condición de proleta rios? Si la des-
amortización hubie ra producido aumento de riqueza, como

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104 La. Desamortización.
se anunciaba ci ncuenta años hace , ¿veríamos hoy ese in-
cremento d el pauperismo, ese ma lestar que aqueja á las
clases pobres, esa emigración de que n os da noticia la
prensa y lleva cada día á leja nas tierras á tantos desven-
turados qu e en nuest ro suelo buscan en vano el pan con
qu e alimentar á sus hijos?
Y en cu:~nto á los otros males que á la amortización se
achacaba n , bastarán pocas palabras á d em ost ra r la ~in razón
de semejantes declamaciones.
¿Cuál es, en esta pa rte , el inter és preferente para el Es-
tado? ¿No es el d e los labradores, el d e los pueblos y el d e
la ag ricultura mis ma ?¿ Y q ué perdían los labradores en qu e
poseyera la Iglesia u na porción de bienes, en vez de po-
seerla los caciques de los pueblos ? Muy lejos de eso, les
convenía mucho que asi sucediese. P ues q ué , ¿podían nunca
esperar los arrendadores de parte de los ricos (hablando en
general y salvas las excepciones ho nrosas) la consideración
y benevole ncia que del clero recibían ? No, en verdad. El
clero, que poseía una g ran propiedad y estaba animado d e
grande ab negación y g ran espíritu de a mor á los pobres,
forzosamente había de arrendar sus tierras á un inter és más
módico qu e el que de ellas había d e sacar lo necesario para
cuantiosos y á veces ruinosos gastos. Miraba la Iglesia á sus
colonos como hijos, y los trataba como madre, en vez d e
ver en ellos siervos y tratarlos como señora . Por eso no
ofrece l:t m enor duda que los qu e más han perdido con la
desamortización , y los que más sufren s us d esast rosas con-
sec uencias, son los pobres , que antes tenían por un exiguo
arrendamiento las tierras po r las que hoy pagan una renta
exorbitante. Y es cosa singular, por no califica rla d e otro
modo, que d e esto mismo se haya hecho argu mento con-
tra la amo rtizació n, diciendo qu e h oy la pro!"iedad desam or-
tizada rinde mayores productos. No es eso lo qu e s uced e:
los productos no han aumentado: la tierra no rinde más

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Capítulo sext.o. 105

ni menos de lo qu e su calidad y clase de cultivo la han


hecho producir en todos tiempos : lo q ue ha aumentado es
la renta que el infeliz colo no paga al du etio, siendo m enor,
por consig uiente , la utilidad que le queda: lo que ha cre-
cido es el sacrificio del pobre en favor del rico que ha ad-
quirido la finca de la Iglesia.
Y el caso es que ta mbién se ha hecho de esto un cargo
contra el clero , tachándolo de negligente en la administra-
ción de sus rentas. Hasta ese extremo ha podido llevarse la
injusticia. En el discurso antes citado se contestó muy
bellamente á este cargo.
«¡El clero mal administrador porque daba bara tas las
tierras a los pobres ! ¡ Porque les tenía consideraciones y
perdonaba deudas ! Si estos son nuestros cargos, señores,
nos complacemos en merecerlos, nos g loriamos de ser ma-
los adm inistrad ores; y no queremos contestarlos, porque
dejarnos la gloria de alimentarse con el s udor y la sangre
de los pobres a los que fundan en esto su ilustración y su
progreso. Estas son las doctrinas de felicidad y bienandan-
za que tanto se han proclamado : estos son los beneficios
que se le han dispensado al pu eblo: por esto em el empeño
de arreglar al clero y de poner coto á lo que han llamado
s u poder y demasías : querían arrancarnos lo que en nues-
tras manos servía para alimentar al pueblo : á esto tendían
todas esas falsas doctrinas, todos esos espectosos pretextos,
que el tiempo ha venido á de m ostrar qu e eran una solemne
mentira, permítame el Senado la expresión , que, si es un
poco dura , no deja de ser exacta.»
Sí , diremos nosotros con el Sr. Sanlaella ; las fincas del
clero eran un caudal inmenso, que estaba siemp re al servi-
cio del pobre : las cortas rentas que se pagaba n por los
ar rendamientos; los perdones y auxilios que en los años de
desgracia recibían los colonos, todo contribuía á que esos
capitales fuese n casi patrimonio del pueblo ; y si algo le

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106 La Desamortización.

quedaba á sus dueños, esto entraba casi integro en el Era-


rio público, aumentando sus ingresos y evitando que las
clases pobres fuese n recargadas con g ravosos impuestos.
Por cualquier aspecto que la cuestión se mire , el verda-
dero perjudicado ha sido el pueblo; aquella clase numero-
sa y desg raciada que el clero con tanta benevolenci; soco-
rr ía ; aquella cuyas dolencias curaba, cuyos hijos educaba,
y á la que llevaba con tanto amor hasta los últimos consue-
los de h1 vida. Este inmenso vado ha dej:tdo la desaparición
d e las rentas del clero , vacío que pasarán muchos años sin
que se llene , por eficaces que se crea ser los medios á ello
d estinados ' .»
Otras reflexiones añadiremos tod~tvia al tratar este asun-
to, á propósito de lo que se ha declamado sobre los diez-
m os, considerándolos como un g ravamen insoportable. De
los diezmos se ha dicho que eran p.mt la propiedad una carga
horrible ; que como se exigía n de los productos brutos de
la agricultura, la abrumaban y reducían á la nulidad ; y
como costaba poco deci rlo, no habiendo de probarlo, se
ha afi rmado con el mayor ap lomo, y au n habia personas
de respeto que repetían lo que habían oido. Verdadera-
mente era g rave, si fuese cierto, que el clero percibiese un
veinte por ciento de los productos líquidos , que esto viene
á ser el diezmo de los productos brutos: y á quien co nozca
el espíritu d e benevo lencia y de amor al pueblo que anima
á la Ig lesia, no podría menos de parecerle exigente en este
punto la qu e en todos tiempos y lugares no ha sido más
que dispensadora constante d e beneficios y no ha cesado de
derramar co n mano pródiga sus liberalidades y sus dones .
Pero ¡cuán g rande falsedad ha habido en esas aserciones!
Nuestros lectores conocerán tal vez esta cuestión mejor
que nosotros. Si asi no fuese, ¿qué más ~v~remos decirles

1 Discurso citado. V. el Diario de las Slsiones dtl Senado m la ltgislaturn dt


18.¡4 d 1845 : tomo único 1 pág. 273 y siguitntes.

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Capitulo sexto. 107
sino que el pretendido 7Jeinte por ciento estaba reducido
á menos de un tres? El expediente que se formó sobre diez-
mos, y otros escritos nada d e parciales en favor del clero ,
entre ellos el Diccionario de Hacie11da de Canga-Argüelles,
dem uestran lo que acabamos de decir. Eran á la sazón los
productos líquidos de la agricultura en España , según di-
chos escritos , 10, 447 millones : fundábase este cálculo
en los consumos, y estaba rectificado por el censo de
1789 y o tros datos estadísticos. En cuanto á los produc-
tos brutos, estaban apreciados, según los mis mo datos, en
21 ,895 millones. Compárense estos valores entre si, y di-
gase si los 368 millones, importe del diezmo , están ó no
con los productos en la proporción indicada ; porque si se
cobraban del total, no gravaban á la agricultura ni en u11o y
medio por ciento, y s i de los productos liquidas, no llegaba
la carga al tres por ciento. Véase á lo quedan reducidas las
alharacas de los que tanto han clamado contra la contri-
bución decimal.
Otra circunstancia hacía más ventajosa á los pueblos la
posesión d e bienes por el clero que la d e los potentados segla-
res; y es, que el clero gastaba sus rentas do nde las percibía,
volviendo de este modo á los que se ·las pagaban ó á sus
demás convecinos, mientras los nobles y hacendados ricos
las invertían en las capitales, cedi·endo á sus caprichos y á
las exigencias del lujo, en vez de atender con ellas á las
necesidades locales. Á poco que se reflexione sobre este
hecho, se comprenderá fácilmente su importancia y tras-
cendencia.

Pe ro lo dicho en este capitulo no es todavía sino una


parte de lo que sobre el aspecto económico de esta cuestión
tenem os que exponer; y para no alargarlo más , dém oslo
aquí por terminado, y quede par11 el siguiente lo que nos
falta por decir.

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CAPÍTULO VIL

LA DESAMORTIZACIÓN CONSIDERADA EN Sil ASPECTO ECONÓMICO.

( Collclllsioll, )

SUMARlO· La pose>ión de bienes por la Iglesia no causaba perjuicios al Estado.-


Pruéba~c con los interesantes datos estadisticos leidos en el Senado por el señor
Santoella.- Tri stisimas consccucnci.s que han seguido á la venta de aquellos
bienes. - Perjuicios que ha ocasionado á lo• particulares y al Estado. - La
propiedad de la Iglesia no perjudicaba, antes bien favorccia a la industria.-
Tampoco era contraria, sino favor•ble, al fomento de IJ población.- Prué-
base con consideraciones cconóm icas y con datos estadisticos.-El d espojo de la
Iglesia ha producido en todas partes resultados funestos.- Citaol>c los que pro-
dujo en l'r•ncia y en Sui.a.- Enseñanzas que se deducen de estos hechos.-
lomcnsa propiedad amortizada civilmente, que hoy existe en Francia y en Bél-
gica .-Oaños que la desamortización ha producido en el buen cultivo de las
fincas. - Los emprestitos y cl crcdito publico en la época constitucio nal, y bajo cl
gobicrno absoluto.-Conclusión.

EJAMOS ya demostrado en el anteri or ..:apítulo que


no causaba perjuicio la posesión de bienes po r el
. clero á los labra dores ni á los pueblos, antes bien
de ella reportaban unos y otros utilidad no escasa . Vimos
tambien reco nocido por autoridades compete ntes que no
pe ~udicaba aqu ella posesión á la agricu ltura en general,
como con tanto empeño y con tan tenaz insistencia han
sostenido los promovedores de la desamortización.
Pero ¿perjudicaría acaso esa posesión al Estado , ya por
ser excesivos los bienes que el clf'rO poseía , ya porq ue de
ellos no pagaba tributos, y esta exención había de refluir

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110 La Desamortización.
como carga sobre los bienes de los particul~res? Oigamos
también sobre este punto al orador, de cuya inteligencia
práctica y conocimientos estadísticos han visto nuestros
lectores tan buena mu estra en el anteri or capítulo; el cual,
no ya con argumentos y reflexiones, sino con la invencible
fuerza de los números , de tal m anera impugnó lo que sobre
este punto se había dicho, qu e no dejó en los ánimos duda
alguna sobre el ningún perjuicio que la nación podía sentir
p orque tuviera la Iglesia en su do minio un a porción de
bienes.
«En 1764,dice, en que se quej aba de esto Campomanes,
ascendía la propied ad territorial á 55 millo nes de fanegas.
De estos 55 millones, pertenecían á m anos legas y á b ene-
ficencia 22.599 ·9oo; á manos muertas 4 ,09J,400j y á
señoríos y mayorazgos 28.Jo6,700. Oedúcese de aquí que
en 176 4 poseia la Iglesia en España la dozava parte de las
tierras cultivadas, m as los 368 millo nes qu e percibía por
los diezmos.
»El total de co ntribuciones d e aquel año , sin conta r los
t esoros de América, importó 6;o.2 17.40.3 reales 1J ma-
ravedises. Á estos ing resos contribuyó el clero con las can-
tidades siguientes: por m edias anatas, 862 ,6 13 reales; por
subsidio, 1 5 millo nes; por excusado, 1 5 millones; por
tercias , 8o millones (pues si es verdad q u e al Estado no le
producían m ás que 10, era por tener las un as enaje nadas y
arrendadas las otras; pero no por eso dejaba el clero de con-
tribuir con dicha s uma ) ; por espolios , 5 millones; por va-
rios d erechos, J millo nes . Suman estos g uarism os 11 8 mi-
llones. Esto se daba al Erario : contribuyó el clero , ad e-
más , con 2 millo nes par a hos picios; 12 para hospitales ; 5
para instrucción pública, 2 en diferentes conceptos de car-
gas y limosnas, y 4 por d otes y pension t::;. ~.um_an estas
partidas 14.3 millones : importaron las rentas d el clero en
este a ño, 401 millones d e reales : dió para las cargas pú-

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Capitulo séptimo. 111
blicas 143: resulta, pues, que el mismo año en que se que-
jaba Ca m poman es, daba el clero al Estado un 30 por 1oo
de s us rentas ' , y no se olvide qu e desde entonces estas
gabe las se aumentaro n tanto, que el clero estaba dando al
Estado un sesenta y cinco por ciento de sus rentas. Seguro es
que ningún particul ar pagaría en esta razón sus contribu-
ciones.»
T odavía en otro lugar de su discurso amplió más el se-
ñor Santaella estas noticias. Todavía demostró evidente-
mente qu e, en la situación económica de entonces, se ha-
bía perjudicado el Estado con haber desposeído á la Iglesia
de sus bienes. Oigamos sus incontestables argumentos :
,<Los datos que tendré la honra de leer están tomados
de un expediente sobre diezmos, publicado en 1820, y que
O. Lu is López Ballesteros, tan entendido en estas materias,
ha calificado de exactos : están t ambié n sacados del censo
de población de 1799, qu e, si es época lejana, no pierde por
eso s u autoridad para e l fin qu e m e propongo, pues las ren-
tas eclesiasticas desde ento nces no se han aumentado: han
aum entado, si, los g raváme nes que se les han impuesto;
pero de ningú n modo las rentas, y por eso doy autoridad
decisiva á los cálculos de ese tiempo. Fu era de que el
cálculo de las ren tas eclesiásticas lo he rectificado con los da-
tos y cálculos de los Sres . Canga Argüellt>s, Sancho y Ál-
varez Guerra, personas nada preocupadas en favor del clero,
y qu e no han tendido nunca á disminuir el producto de sus
rentas.
~>De los d ocum entos que llevo citados res ulta , poniendo
en p rimer lugar el producto del diezm o, que éste , aun en
los tiempos más fel ices de la Iglesia , jamás pasó de 368 mi-
llones : en esta cantidad lo valúan dichos señores ; y debe
ser exacta, si se atiende á qu e las tercias nunca han pasado
• No es el ;o , <ino el }6 por 1oo, lo que resulta de t stos datos.
(Nola dtl Autor.)

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112 La Desamortización.
de 85 a 90 millones desde los más remotos tiempos. Á los
368 millones del diezmo de b en añadirse .3.3 en que han
estado val uados los productos de las fi ncas, pues aunque
pudieran elevarse á más tenie ndo en cuenta el bajo precio á
que las arre ndaba el clero , a un los mismos señores que he
citado no se han d eterminado a darles más valor. Da n estas
dos cantidades 401 millones, total importe de las rentas del
cle ro español , aun en los tie mpos d e su mayo r apogeo.
»Veamos ahora, señ ores, la d istribución d e estas ren-
tas . De los 40 1 millones, se pagaba n al Gobierno , en tie m-
pos antiguos , 90 millones, y última me nte 148 : con los 2 5.3
restantes, si se atiende al segundo g uarismo, ó con los .3 1 1
si se atiend e al p rimero, se manten ían 8 Arzo bispos, 50
Obisp os, 6 48 dig nidades, 1, 768 canónigos, 9 16 racione-
ros, 200 m edios racioneros, 20,000 cu ras párrocos, 4 ,997
tenientes, 1 7.4 1 1 beneficiados, 18,94.3 sacristanes y d e pe n-
dientes ; el cu lto de 62 iglesias catedrales , el de 1 12 cole-
g iatas con s us abades, y el de 20 ,000 parroq uias. Se d¡1ban
p ensiones á 6 un iversidades ; se alime ntaban 1o 1 hospicios
y 2, 1 66 hospitales, y se repartía n algunas dotes.
>'NO se olvide, se ñores, qu e e n las épocas á qu e me re-
fiero . nada se se ñalaba en los presupuestos públicos para
ense ñan za y beneficencia. Estas cargas, tan necesarias en
todo país civilizado, gravi taban exclusivamente sobre el
clero . T én gase esto presen te, pues que da doble im portan-
da á la parte que de las re ntas eclesiásticas se destinaba á
estos objetos. Vea mos ahora, u na vez reconocido el va lor
tota l de las a ntig uas re ntas del clero, si la nueva forma qu e
se les ha dado es más beneficiosa para el pueblo .
>'El pres upuesto del clero no puede baj ar , por mucho
que se escatime, de 200 millones . Úna nse á esta su ma So
para instrucción pública y be nefice nci;¡ y los 148 qu e re-
sulta n de d éficit al Tesoro, y sum adas estas partidas, dan
428 m illon es . qu e es forzoso exigir de los contribuyen tes.»

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CnpiJulo septimo . 1 1 .3
1
Reconoce el Sr. Santaella que su c.ilculo respecto á lo
que cuesta la beneficencia es muy bajo, pues sabía q ue para
ella se necesitaban,cuando m enos, 10 0 mi llones. « Lo único
( a1iade) que hast<t el presente ha ofrecid o lucr o es la enaje-
nación de los bi enes : veamos, pues, s i en es to hay exac-
titud. Los bienes, en manos del clero, pagaban por mzó n
de su bsid io casi un 1o o por 1oo , lo qu e d e ning ún mod o
puede suceder en manos d e pa1¡ticulares; y la prueba es
muy clara y co nvince nte : .3 .3 millones le producían los
bienes al c lero; .30 millones pag;tba de s ubsidi o en r<tzón de
est<ts propiedades : venía , pues, á paga r casi el 1oo por 1oo.
cantidad qu e de ningún mod o pag an hoy los comprado res .»
Hasta aquí el interesante d iscu rso del Sr. San tae lla. Po r
el puede j uzga rse lo qu e son en s ustancia las declamacio-
nes contra la propiedad d e la Ig lesia , y cuá n d estit uidos d e
razón está n los arg umentos con que se at rue nan nuest ros
oídos . Llegará un día en qu e la calma habni sustitu ido por
co mpleto á las loc uras de ot ro tiem po, y los declamadores
mismos se asombrarán ento nces d e la obcec:tció n que les
indujo á obrar como lo hiciero n.
'l Los bi enes d e la Ig lesia se han vendido. Los deseos de

los d esam ortizado res quedaron en esta parte satis fechos .


¿Cuál es el res ultado del despojo? ¿ Ha n mejorado s u co n-
dición los pobres? Nad a de eso . Los ricos han aca parad o
estos bienes , y hoy imponen con ellos la ley ú los colonos,
exigiéndo les una renta inmensam ente mayor q ue la q ue
les ped ía la Iglesia. ¿Se ha extin g uido la Deuda p úb lica?
¡Ah ! qu e muy lejos d e ser así , la deuda pública d e Espa ña
llegó , después d e la revolución últi ma, que ar rancó lo que
quedaba d el patrimoni o de la Iglesia , hasta donde nun ca
había llegado . ¿ Han mejo rad o en ge neral las diferentes
clases del Estado? No cierta m ente : se han improvisado , en
estos desventurados tiempos, fortunas qu e aso mbran por
la rapidez con qu e se han hec ho y por el fabu loso incre-
8

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114 La Desamortización.
mento que en poco tiempo ha n tomado ; p ero la suerte de
las clases me nos acomod adas es cada día más triste. Aca-
báronse ya los soco rros que co n mano t a n pródiga les
d aba la Iglesia. El infeliz propietario vive agob iado baj o el
peso de exorbita ntes co n tri buciones ; la poca re nta que le
queda, la rec htman mil exige ncias de ese lujo que tan pro-
fusam e nte se ha desarro llado e n tod as partes y bajo ta ntas
formas co nspira contra e l pa trimo nio de l po bre y de l rico.
Y si n o hubieran venido las instituciones d e caridad en
a u xilio del d esvalido, es d e creer q u e mu r iesen much os d e
miseri a en medio d e los esple ndo res de esta sociedad ves-
tida de seda y o ro , en la que s~ ve n cuadros de desolació n
verdaderam e nte espantosos.

Parécenos hab er dicho lo basta n te sobre la propiedad


d e la Ig lesia en lo qu e puede afec ta r , ya al bienestar de los
l:tbradores y de los pu eblos, ya á los inte reses del Es tado .
Vea m os aho ra si puede aqu ella propiedad causa r a lgún
pe rj uicio á la industria n acional.
T odos nu estros lect ores saben qu e la balanza de co me r-
cio co n Francia se ha saldado m uc hos a ñ os co n un d é ficit
d e ;oo ó 400 mi llones, de los que España se hacia tributa-
ria, porq ue e ntre las exig encias del lujo se cuenta el traerlo
casi todo de l extra njero. Pues bie n : de este peligro de ex pa-
triació n esta ban libres las re n t;~s de l clero, q ue se inve r-
t i<tn todas. y en todos conceptos , dentro de Espa ñ a. Ya
se tra t:tsc de sace rdotes de esc:tsos habe res, ya de los que
d isfru t:than mayor es rentas, cuanto usaba n pa ra u alim ento
y ves tido era e pa ñol ; s ucediendo lo m is m o con los orn a-
m e ntos del culto. e n que e l clero h:1 desplegado sie mp re
toda la pompa y mag n ifice ncia que sus recursos le han
pe rmi tido. Á 1:t Ig lesia deben por eso gran parte u e s u fo-
m e nto las ma n ufact uras de seda e n tod as sus cl ases, de oro
y plat a . de da mascos , te rciopelos, t isús, brocados, tej i-

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Capítulo séptimo. 1 15

dos y bordados, de t odo lo cual hacía g ran consumo, y casi


todo se fab ricaba en España.
Cierto es qu e no daba la Iglesia ocupación á esa indus-
tria que t>n nues tros dias se emplea e n satisfacer las mi l
·exige ncias del lujo. Cierto es qu e no se invertía su dinero
e n las pue rilidades y bagatelas , á veces costosísi mas, de que
hoy con tanta profusió n se hace uso ; p ero ni eso hace más
que s u elogio, ni puede desco noce rse qu e, si se atie nd e ú
la qu e m e rece e l nombre de industria , á la industria crea-
d ora de productos ú t iles, á la única que es dig na de pro-
tección y fomento , la lg lesi~1 la fom entó y pro tegió e n sum o
g rado . Vcansc de te nidame nte los mag níficos t e mpl os qu e
en t a nto número se han levantado e n Espana, y fácilme nte
se n otará q ue para su ador no y e mbellecimi e nto, y para las
necesid:1de s y atencio n es del culto . se nece itaba e l esfue r-
zo d e l.t ind ust ri:1, y qu e d e la Ig lesia s al i:m s umas co ns i-
de rabl,es pa ra inverti rse e n ella .
Una observació n muy o portuna hace e l Sr. lng uanzo
en s u excelente o bra antes citada, á propósi to de las rela-
cio n es en tre la Ig lesia y la ind ustria . e n que pru eba, con
h ech os innegables, qu e el gr<m núm e ro de iglesias y con-
ve n tos no hace m e n os próspera é industrios:t ú un a co-
m a rca.
' ,< ¿ Cu :il es. dice . la provincia m ús industriosa, más
rica, mas fl vreci ente e n fúbricas, artes, co mercio , pobla-
ción y aun agric ultura, e n lo que cabe, de t oda la Pe nín-
sul a? Cat:lluña . que n o cede e n nada á cualq uiera de las
m ás av<'nLljad.t<; de fu e ra d el reino.¿ Y cuál es la q ue tie ne
m ás igksias y más con ve n tos . m ás hospitales, más de es-
tas llamad:1S m anos mu ertas? Cataluña, qu e tie ne de todo
est o el doble , e l triple, e l cuád ruple qu e ning una de las
otras. c0m o es de ve r por nuestros censos de població n.
¿Cu ál es la provincia q ue no t ien e ning una iglesia cat ed ra l
ni colegial. nin gú n conv: nto , n ingú n hosp ital , ninguna

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11 6 La Desamortí1_ación.

mano muerta? La de las nu evas poblaciones de Andalucia·


y Sierra Morena: cabalmente la que carece de toda indus-
tria, la más aniquilada , la que, en vez de prog res ar , ha
ido s iempre en mayor decadencia '.»

¿ Pero es, acaso, la pro piedad de 1:1 Ig lesia obstáculo


al fomento d e la població n , qu e es o tro d e los arg um e ntos
con qu e la combaten sus enemigos ? Muy fácilmente nos
convencerem os de lo inexacto y gra tuito d e esta ase rción .
F.s principio admitido po r los bu enos economistas . que
más ga na una población co n los bienes de los que para si
co nsumen poco, que con los d e aqu ello::; qu e hacen para
si gran co nsu mo , ya porqu e de los primeros qu eda siem pre
un sobran te que alime nta á otros, ya porqu e, con iguales
recursos, pueden s ustentarse m ás de los prim eros qu e d e los
segundos . Ah ora bien : d clero es la clase de la sociedad
que vive de una ma nera más sobria. Aceptando el sabio
lngua nzo los datos de los econom istas de España de fines
del pasado s iglo sobre e l valo r de las rentas del clero. y
e n vista d el persona l eclesiástico q ue resultaba d el censo d e
población , fij aba el gasto medio de cada individuo en 1o82
reales al añ o. y bien se ve qu e no hay en este punto clase
alg una qu e le ig uale. Aplicadas al sostenim ien to d e fami-
lias aco111odadas las rentas d el clero. apenas sus tentarían la
tercera ó cuarta parte de perso nas. Daba el clero, además,
g randes limosnas, y prodigaba auxi lio i las clases pobres,
y en general á todos los necesitados. por lo qu e resulta
mayor a ún el número d e los qu e con sus re ntas se alim en-
taban, y m enor la porción qu e cada uno percibía.
Á este p ropósito citaremos un as palabras d e BuRKE,
que con razón cree m ejor co locados los bienes en manos de
los ho mbres caritativos y virtuosos, q t: ~ .1 las de aq ue llos
que no lo son . «Ning uno d e los demoledores fi losóficos,
' Dominio sagrado, tomo 11 , pág. 6o.

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Capítulo séptimo. 117

dice, pud iera demostra rm e qué daiio positivo 6 comparati-


vo resultn de que una g ran p orción de propiedad in m ueble
vaya p asa ndo s u cesivame nte á manos de personas cuyo t í-
tulo á la posesió n es, sie mpre e n teoría y comúnm e nte en
e l hecho, un gmdo emin ente de p iedad , de mor:~lidad y de
saber .. .. ; propiedad qu e no se disfruta sin o con la carga d e
cum p lir ciert os d eberes (cualqu iera sea e l va lo r que vos-
otros qu eráis darl es), y qu e obl iga á s us poseedores, por
el ca rácte r d e qu e se ha llan revestid os, á conservar un ex-
terior d eco roso y gravedad e n s us m :meras, á ejercer una
hospitalidad gene rosa , aunqu e sobria, y :!mirar una pa r te
de s us re ntas como un depósito d e la caridad. Au n dado e l
caso de qu e los poseedo res violasen ese depósito, ;tun
s uponiendo que d ege n erasen d e ese estado, asemej úndosc
á los h ombres de l siglo, ¿se rí an en conce pto a lg un o peores
que los que van á sucede rles e n las posesiones confiscadas?
¿Es aoaso mejor qu e posea n esos b ienes los qu e no tie-
nen debe r ningu no que cumplir , que los que ti enen tales
deberes? ¿_No es preferi ble qu e los p osean a qu ellos cuyo
carácter y misión los im pulsa á la virtud, que los que no tie-
nen m ás regla ni siste m a e n la inversió n de s us r entas qu e
su volu ntad y' sus cap r ichos?»
Sobre dem ostra rse po r lo que h emos ex puesto que la pro -
piedad de la Ig lesia no pe rjudica, si no f<tvcrect:, al au mento
de la població n , es de n otar q ue las provincias más pobla-
das de Espaiia e ran, c uand o el clero t en ia p ropiedad e n
nu estro su elo, las más dotadas de ig lesias, m onasterios y
hospi tales, como las de Galicia , Asturias, Vizcaya y Cata-
luña. Es de no tar también qu e , después de la d es población
de España, ocasionada por la ruina de nuestra industria, y
ést a por las costu mbres qu e los t esoros de América traje-
ron consigo, cuando volvió la poblac ió n á crecer y llegó
.casi á doblarse , estaba España lle na de iglesias y con ven t os,
si n qu e est o fue ra obstáculo a l extraordi nario desarrollo qu e

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11 8 La Desamorti{_acióu .
en tonces tomó . No ha sido, pues, inconveniente en Españ:1
la posesió n de bienes por la Ig lesia para qu e el numero d e·
s us habitantes se aumen te, ya sea que miremos al territo-
rio d e la Península en ge neral, ya al d e alg unas provi ncias
en particular.
No es ciertam ente en la propiedad de la Ig lesia dond e
se encuentran las causas de la despob lación de Espaiia, qu e
d eberán buscarse en o tros hechos. El mismo buen sentido
lo d ice as í claramente . Si en u n lugar soli tario viniese á
establecerse u n mo nasterio, ¡qué m ultitud de aldeanos no
ac ud irían en torno de él , viniendo á asentarse allí , y á vivir
bajo s u sombra y baj o su protec...ión benéfica! Con los re-
cu rsos del mon:1sterio se sostendrían los m o njes y depen-
d ientes , y habría oc upación ó limosna pa ra más de otros
tantos. ¿Sucedería lo mismo si en vez d e ser un co nvento,
fuese un a qu int<t de un potent<~do la que se est¡¡bleciese?
¿Saldrían de aquel centro de opulencia , las más veces d e-
sierto, los mism os raudal es de carid ad que d el co nve nto?
¿Ofrecerían sus bien cerradas ve1jas y sus adu!)tos guardas .
el mismo aspec to d e benevolencia y la misma afectuosa
acogida al indigente, que los umbrales , á todas horas abier-
tos para el pob re y para el rico, de la casa relig iosa?

No es necesario razonar mucho sobre estos puntos , en


q ue los hec ho , tan numerosos como elocuentes, se han
encargado de dem ostrar la misma verdad e n todas partes
d e l 1nundo. En Francia, como más tarde en Espaiia , hab ía
sido el d espojo d e la Ig les ia el g rande y eficaz arbitrio qu e
se imag mó para rege nerar la Hacienda y el crédito. Y alli
afectó profu nda mente á la fortuna pública y á las fortu nas
pa rticulares ; d ió el más funes to golpe á los intereses agrí-
colas y a l fo me nto d e la agric ultu ra ; hiw necesario el esta-
blecimiento de la ben efice ncia legal, qu e es un a de las ca u sas
d el pauperis mo, y p uso en tela d e j uicio el principio mismo.

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Capitulo séptimo. 119
de la propiedad . Iguales resultados se habían tocado ya en
Ing laterra, e n Suiza y e n Alemania , cuando po r causas de
todos conocidas se había producido antes el mismo fenó-
m eno ; como se han tocado luego en Espafia, en Italia y en
otros puntos.
Tres mi l mi llones de francos valian e n Francia las pro-
pieda des eclesiásticas cuya ven ta decretó la Asamblea ; y
junto á ellas salie ron también á la venta pública de seis á
sie te mi l propiedades particula res. Júzguese el espantoso
desorden y h1 com pleta depreciación de la propiedad al salir
al m ercado esa cantid lld de bienes . Té ngase además en
cuenta qu e las llamadas ventas fueron un cruel sarcasm o .
porque a veces no habia concurrentes, re pugnando con
razón muchas gentes tomll r parte en el robo, y temiendo
todos, con harto fundamento, qu e se an ubsen un día esas
ventas. Calcúlense, po r último, los gastos qu e oc.1 ionó este
gra n ~ec uestro, las pérdidas qu e en él debiero n causarse, la
multitud de agentes qu e hubo qu e retribu ir, y la fal ta de
probidad en los qu e hicieron las ventas y en los que perci-
bi ero n sus productos ; y digase s i pudo entrar en el Era rio
una su ma proporcionada al va lor de las propiedades usu r-
padas.
Pues considé rese luego la magnitud de las cargas que
sobre la nación cayeron. Antes de 1789, la Iglesia costeaba
en Francia, como en España, la instrucción del pueblo,
s ufragaba los gastos del culto y sostenía á los pobres. Des-
truida la propiedad eclesiástica, qu edó esto á cargo del Es-
tado, y su coste exced ía con mucho al produ cto de las rentas
q ue habían sido de la Iglesia. Añadanse otras obligacio nes
transitorias, pero bien gravosas, como los setenta millones
de francos que costaban las pensio nes á los s¡1cerdotes des-
poj ~•dos y á los religiosos y religiosas arrojados de s us co n-
ventos, y los gastos de reconstrucción y restauració n de
edificios destruidos ó mutilados por e l va ndalism o ; todo

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120 La Ot'snmorti:¡_ación .
ello sin contar la pérdida de s untuosas abadías y magnificas
iglesias , obras maestras del arte católico, que vinieron al
s uelo, y cuyas ruinas afligían el ánimo. Y considérese, des-
pués de esto , el cuadro de desolació n y de ruina que allí se
presentaba á la vista.

De la existencia de estos fenómenos en Alemania y Suiza


dan t estimo nio dos escritores protestantes ; cuyo juicio,
que es resultado de un profundo estudio, no sólo contra-
dice e l de los ene migos de la Igles ia , de que los institutos
monásticos sostenían la miseria, sino q u e vienen á co nfir-
mar e l hecho de que el despojo rl e las comunidades reli-
giosas trajo consigo el pauperismo y la beneficencia leg.tl.
«La geografía de la caridad leg:ll , dice el pastor Naville,
demuestra hallarse este sistema más en boga en los paises
¡;rotestantes que en los católicos. Por eso en Inglaterra es
donde más se ha arraigado, como también en Suecia, No-
ruega, Dinamarca y Livonia, mientras q ue apenas se ven
vestigios d e él en Italia y en Espaiia .
» Nótanse en los Estados de Alemania su m:~rcha pro-
gresi va y s us fun estos efectos , allí donde los reformados
exceden en número á los católicos. En el cantón de Berna
ha progresado lo mis m o qu e en Inglaterra, mientras no
existe, ó sólo existe d e nombre, en las demás partes de
Suiza en que el catolicism o ejerce mayor imperio, como el
Valais , el Tessino y los canto nes primitivos . El de Appen-
zel pertenece en lo exterior á la reforma, y allí tiene esta-
blecido el impuesto de pobres; pero en el interior es cató-
lico, y no lo tiene. Cierto es que en Basilea s ucede lo con-
trario; pero esta excepción nada importa. Lo mismo que
en Alemania sucede en América. Los Estados de la Unión
en qu e la caridad legal tiene m ás desarr~l;v, son los que
cuentan mayor número de reformados. La América del
Sur no la conoce.

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Capítulo séptimo. 12 1

»¿ Por qué causa el impuesto en favor de los p obres está


m ás admitido en los paises pro testa ntes que e n los cató-
licos? Porque la reform a, como la falta de be nefice ncia,
provoca el desarr ollo de la caridad legal. Con la supresión
de los conve ntos ha traido con sigo el desb ordam iento de
la me ndicidad , c uyas funestas consecue ncias h an dado
origen á este sistema 1 • »
Lo que M . Naville di ce de S ui za, lo confirma ro n las
confesiones qu e la evidencia d e los hechos arrancó á C her-
buliez en el Co ng reso internac ional de be nefice ncia , cele-
brado e n Bruselas e n 1856 . Son harto preciosas las pala-
bras d el protestante gi nebrino, pa ra q ue no las consigná-
semos aqui.
«Antes d e la reforma, dice, el pauperismo no existía
e n Suiza, lo c ual debe atribu irse á la orga n izació n religiosa ,
q ue aunque favorece á la m e ndicidad, ( !) impedía, por
rned io.de las lim osnas d e la Ig lesia , qu e el pueblo cay ese en
la mise ria . Cuando la reforma secula rizó los bie nes eclesiás-
ticos , suced ió e ntre nosotros lo m is mo qu e en Inglaterra.
La Die ta decid ió qu e cada ca n tón rem ediase á s us pob res;
de este m odo se creó, á la vez qu e un de rec ho e n los po-
bres, un deber para el Estado. Desde e ntonces ha sido el
paupe rismo la g ran plag a de S uiza, en especial del ca ntón
de Berna, y, ade más de esto, la població n crece de tal mo-
d o, que se ha a umentado e n un o nce por ciento de alg unos
años á esta p arte. En c uanto al núme ro d e nacimientos ile-
g itimas, m i patriotism o me impide revela r esta vergonzosa
realidad . Y al prop io tie mpo, al lado del cantó n de Be rna,
se ve al jura, menos rico q u e Berna , más d esa h ogad o res-
pecto al pauperis mo, á tal punto, q ue los diputados d el
ju ra no quisiero n aceptar e n la Die ta subsidio del Estado .
«Guárdense Vds. s u dine ro y !'> US leyes, d ecía n, y d éj ennos
nuest ras piadosas costumbres.>> El contr<~ste es sing ul a r. Un
1 /)e la Cbarili ltgale, tomo " • pág. 1 19 .

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1.2 2 La Desamortización.
país católico de poca indus tria, de escasa fortuna y colocado
en condiciones que, al parecer, hacen inevitable la mise-
ria , no sabe lo que es el pauperismo. En esto hay una gran-
de enseñanza • .»
Y es verdad que hay en esto una grande enseñanza.
Pe ro ¿qué enseñanza es ésta? La de que el verdadero bien-
estar y la verdadera pros peridad de una nación no consisten
en el fau sto ni en los altos pres upu estos, que hoy se to man
por símbolos y tributos de ese estado , sino en la distribu-
ción equitativa de los m edios de subsistenci;t, de m odo
que, salvas las desig ualdades inevitables en la vida humana,
tod os t engan algo de qu e vivir. Á produc ir este res ultado
contribuían los bie nes de la Iglesia y de las comun idades
religiosas, co mo es notorio. y se d emu estra además por
razones de todos w nocidas. Su desa parición ha produ-
cido un des nivel horrible , por haber pasado esa inmensa
propiedad, de manos caritativas, desinteresadas y piado~as ,
en las qu e vepía :i ser patrimo nio del pobre , á hombres lle-
nos de necesidades mas ó menos legitimas, que todo lo han
m enester para sí, y dejan lo m enos posible á la~ clases des-
valid as. De aqui ese contraste de lujo y de miseria, d e rui-
nosos dispendios y de aprem iantcs necesidades, de ab un-
dancia derrochado ra y de angustiosa estrechez, que en la
sociedad actual se ve p o r todas partes. De aquí esos odios
de los pobres contra los ricos, esa g uerra del necesitado
contra el poderoso, desconocida en lo antig uo, qu e lleva
por nomb re el socialis m o , y de qu e ahora no va mos á ha-
blar , porque de los resultados de la desamortización bajo su
aspecto social , tratamos en otro lugar de esta obra.

Otras considera ciones importantes tenem os que expo-


ner a ún sobre el aspecto económico en 'iut: aquí estam os
examinando á la desam orti z<~ción.
• Congreso internacional. Sesión de 1856, tomo 1, pág. J25·

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Capitulo séptimo. 123
El gran cargo que, como todos sabem os, se hacía á la
propiedad inmueble de la Iglesia, era el de que con ella es-
taba amortizada una co nsiderable porción d el suelo. Pues
bien : la propiedad a m ortizada forma hoy todavía, después
que se ha despojado á la Iglesia de sus bienes, una inmensa
masa de bienes. De la estadística formada en Francia en
1849, resul ta qu e los bienes amortizad os civilmente ocupa-
ban entonces una s uperficie de 5.004 ,764 hectáreas; no
figurando en ella los bienes del Estado, ni d e los estableci-
mientos extranjeros. Hoy mismo los bienes de los municipios
valen allí 1,6 16. 6 18,900 francos, mientras los d e las fá -
bricas d e las iglesi<tS v;tlcn sólo 35· 446.607, y como las
parroquias so n 37 .ooo, resulta que cada una viene á poseer
958 francos , ó sea .30 ó 40 francos de renta al afio. En
Bélg ica asce ndía e l territorio amorti zado en fi n de 1 864
á 524, 804 hectáreas, y á la vez qu e de esta s uma corres-
pondían 290,296 á los municipios, poseían las fábricas de
las iglesias 23,29.3, y entre Seminarios , obispados y con-
gregaciones r eligiosas , 3,248. Un esc ritor co ntemporáneo
calcula en una quinta parte del total e l territorio a mortizado
hoy en Belg ica en manos d e seglares. En Inglaterra y en
los Países Baj os es todavía más co ns iderable la parte qu e
h oy se halla en este caso.
Otro result;tdo funesto de la d esamortizació n ha ex peri-
m entado el c ultivo . Cuando los monasterios tenían g ra ndes
propiedades , como eran los arre ndamientos muy bajos y
los colonos se e nriquecían, podían e mprenderse grandes y
esmerados cultivos en ellas. Po r eso, cuanto exige gran-
des m edios y espí ritu de perseverancia nació á la so mbra
de los claus tros; los viñedos, la ho rticu ltura , y hasta la
cría y fomento del ganado , fué debido á su inteligencia y su
c elo . Lanzadas luego al mercado en todas las naciones d e
Europa inmensas masas de bienes, los ca pitales tomaro n
otro empleo: lo que antes se gastaba en cultivar , se gastó

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124 La Desamorti1_ación.
en adquirir. Como estas adquisiciones han exigido desem-
bolsos, y los propietarios del dia no vive n como los m on-
jes, reduciendo á lo más preciso las necesidades de su vida,
sino , al contrario, con una su ma de n ecesidades q ue nada
basta á satisf<tcer, á la vez q ue h an s ubido los arrendamien-
tos; la producción ha resu ltado más cara ; y es fácil conocer
que cuando muchos ni aun pueden pagar los bienes com-
prados, ¿cómo han de poder dedica rse á un cultivo costoso
é inteligente? Ni se ha log rado co n la desamortizació n cons-
tituir un gran núm ero de peque1ios propietarios: la pro-
piedad ha ido á manos del que ha tenido dinero ó ha en-
tendido el manejo de estos as untos, qu e á tantos fraudes y
amaños se han prestado.

Unas indicaciones hizo el señor marqués de Miratlores


en un discurso que pron unció en 1845 en una discusión
sobre empréstitos , que no merecen pasar inadvertidas, y
que nuestros lectores sabrán interpretar con acierto. En el
período constitucional del 20 a l 2 3 contrajo la Nación una
deuda d e 2,098 millones efectivos, recibiendo po r ellos tan
sólo 507 . En el period o de 1823 á 1832 se contrajeron 1,745
millones de deuda, recibiendo por e llos 709. Si se compa-
ran, pues, las operaciones de crédito del Gobierno revolu-
cionario con las del Gobierno abso luto, se ve cuán mal-
parado sale e l primero. Por u na parte, en solos tres años
contraj o el Gobierno revolucionario una deuda mayo r que
el Gobiern o absoluto en nueve. Por otra pa rte, se constituyó
deudor el Gobierno revolucionario de más de 4 por ca~a uno
que recibía, mien tras sólo se obligó el Gobierno absoluto
á 2 •f., ó poco más, por cada 1 que percibió. Á los revo-
l ucionarios, y á los econo m istas s us amigos, trasladamos es-
tos datos.
Pero hay más todavía : recordó el señor marqués que
en 18 '34 el papel de la Deuda estaba á 8o, y cuando ha-

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Capítulo sépt;mo. 12 5

bia ba dic ho señor , e n 18)8 , estaba á 18 •¡,. Fu erza se rá


confesar qu e si las revolucion es se hacen , segú n cuentan
sus nuto res , er. ben eficio de la Nación , el resultado no p udo
co rrespo nd er peor e n este caso á tales propósitos, porque
la ba nca rro ta y la ru ina no son sino gra ndes calamidades y
d esven turas.

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CAPITULO Vl ll.

LOS ARGUMENTOS DE CAMPOMANES EN FAVOR DE LA DESAMOR-


TIZACIÓN.

SuMAMIO ; l'ublic•>e el tratado de la Regolia de •mnrtiución 1 de Campomanes .-


Si¡;uele el informe sobre la ley a¡;raria. de Jovellano<.-Parcialidad y apasiona-
mi<nto con que ambas obras esta n <Scrius.-Pruéba'c con varios ejemplo<.-
Dere.:ho d< la Iglesia á adquirir bienes, consignado en nuest ras leyes y canones.
-Fal-os orgumentos q ue sobre aquellas fimdó Campomanes.- F.xpúnensc é
im pugnanse rstos argumentos.-Una ley del Fuero J ut¡;o.-Otra le) del Fuero
V1ejo ~O t ro del Ordenamiento de Alcalá . -Otra< leyes y escrituras de dona·
cione. • · ~l< si ,, , ó institutos religiosos.-Lcyts d el Fuuo REAL y de las P ARTI·
DAS en fav" dd derecho de la lglesi• a arlquirir bienes. -Argumento que sobre
tod.s la< leye' c1tad•s y sobre las PARTIDA> mi<mas fundaCampomanes.-Nota·
ble l<y de O Fdipc V en favor del de recho de 1,, l¡;lcsia. -Conclusión y tran-
sición .

~ 1 764 promovió con empeño u no de los fisca-

[1 les de Haciend a de Espai'ta la formació n de u na


ley que p rohibiese á la Iglesia adquirir bienes,
ó lo pt:nmtiese con tales rest riccio nes, que fuesen equiva-
len tes á pro hi l,irlo; y oído sobre este asunto el Consejo de
Caslilla, emi tió , com o fiscal del mismo, D. Pedro Rodríguez
Cam pom., nes, un extenso in forme en favor del pensam ien-
to, qu e, no habiendo producido en la esfera oficial el fr uto
deseado , se pu blicó con el título de Tratado de la Regalía
de amortización , para co nseguir q ue al m enos prod ujese
efecto en la o pinió n pública . Rica h asta la profusió n en
datos y n.>ticias, la obra de Campomanes está escrita co n
una pJrcialiJad y u n a pasionamiento que harían doblem~;n te

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128 La Desamorti:{_ación.
funesto su mérito científico y literario, si al mismo tiempo
no contribuyesen á hacerla más vu lnerable , ofrecie ndo tan-
tos y tan fáci les puntos de ataque á la critica im parcial y
sensata.
Inspirándose en estas ideas, emitió en 1 7CJ 5 D. Gaspar
Melchor de Jovellanos su célebre biforme sobre la ley agra-
ria , que le pidió la Sociedad Económica de Amigos del País
de Madrid : informe escrito con la misma parcialidad que el
Tratado de la Regalia de amorti;_ación. La perniciosa inn uen-
cia que por desgntcia han ejercido en los ánimos las doctri-
nas de ambas obras, induciendo á cuan tos las han leido en
las ideas qu e propalaron , nos obligan á dedicar á este
asu nto un largo capi tulo, saliendo á la defensa de la verdad,
que tan malparada quedó en las m;mos de aquellos célebres
escritores.
Imposible seria , no viéndolo, formar idea del constante
empeño con qu e el primero iba buscando, y creía ver en
todas partes , la condenación del derecho de propiedad de la
Iglesia, y la q ue llama Ll'y de amorlizaciótl, que se le apa-
rece en cuanto ve y cuanto toca. Á cada paso cita doctri-
nas y textos qu e cree favorables á su inte nto ; y eran su
preocupación y su obcecación tan gra ndes, que, dejándose
llevar de ellas, hace con la mayor ligereza argumentos
aéreos, cuya nulidad queda de mostrada sin más que expo-
nerlos.
Y el caso es que, no sólo se le nota esta manera de dis-
curri r en lo que se refiere á la ley de amortización , sino que
se exti ende á cuanto en alguna m::mera concierne á los inte-
reses temporales de los religiosos ó de la Iglesia .
Apenas se han leido dos párrafos de su Tratado, y ya
ve el lector en él que San Pablo cree opu p~~c á la perfec-
ción eva ngélica el cuidad o de bienes y negocios tempora-
les ¿ Q!Jé dice San Pablo? Nema mililans Deo implicet se
1

1 Tra lado de la Rtgalia dt amorli:;ació11 , cap. 1, núm. ,;.

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Capitttlo octavo. 129

stegott'ú saeculnribt"-8 ¡ ((ninguno que si rve á Dios se m ezcle


en los negocios del siglo.» ¿Y qué t ienen qu e ver los nego-
cios del siglo con los bienes, ni d ónde se habla aq uí de
ellos? Pues qué, ¿no puede un ho mbre q ue sirve á Dios
tener bienes, administrarlos, y cuidarlos, y sin embargo
no m ezclarse para nada en los negocios d el siglo?
Más adelante dice: « Los Santos Padres sabían m u y bien
» que la facultad de adq uirir era un privilegio civil ó tempo-
»ral concedido á las iglesias por me ra liberalidad de los em-
'>peradores , y que en su mano estaba continuarle, m ode-
>>rarle ó suprimirle'.» Y ciertame nte no se puede hacer á los
Santos Padres injuria mayor que la de atribui rles esa doc-
trina. Vu elvan nu estros lectores á leer los primeros capítulos
de este libro, y verán c uán dista n tes estaban de profesarla .
Dice en otro lugar que « previendo Moisés el inconve-
niente de :~cu mu lar riquezas su perfluas, aun para usos sagra-
dos, impidió al pueblo de Israel qu e ofreciese para la fábrica
del tllbernácu lo, luego que juntó lo necesario, más oro ,
plata ni joyas .» Pero ¿a qué conduce dar una interpretación
arbitraria á un hecho ta n sencillo como el de que •. teniendo
ya todo lo n ecesario para la fábrica del tabern áculo, man-
dase Moisés que no le trajese n más? ¿Dejaba por esto de ser
cierto qu e en la fábrica del tabernáculo se había n empleado
objetos preciosísimos y cuantiosas riq uezas-:
Pe ro donde p rin cipalmente se echan de ver la parcia-
lidad y el apasionamiento de Campomanes, es, como ya
hemos dicho, en lo qu e se refie re á la «ley de amortir_a-
ción. » ó ((letras dt! amorti:¡_acióu," ó «licencia de nmorti1_a-
cióu," que creía encontrar e n todas partes, y con la q ue
se le figuraba tropezar á cada paso al recorrer las disposi-
cio nes de nuestros reyes en c uanto se relacionaban con los
bienes de la Ig lesia , en cuya tarea le siguió co n el mismo
cmpe i'io j ovcllanos .
• El mismo capitulo, núm. 9·

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1)0 La Desamortización.
« Fué máxima constante, dice Campomancs, y ley
fundamental de nuestra antigua legislación , consignada en
todos los fueros municipales y renovada por todas las Cor-
tes y Reyes de España , aunados con igual empeño desde el
siglo x hasta el XIV, la prohibición de adq uirir las manos
mu ertns .»
¡Cosa singular 1 Esa prohibición « fué máxima constante,
y hasta ley Jmzdamerttat ,» consign:Jda m todos /.os fiteros y
repetida por espacio de cuatro siglos ; y sin embargo no
hubo cosa más constante ni más repetida durante aquellos
siglos qu e las adquisiciones de bienes raíces por las igle-
sias y monasterios, ya fuese por donaciones de los reyes y
señores, ya por contrato entre vivos . Llena está La EsjJat1a
Sagrada de documentos que lo prueban. ¿Cómo se explica
un a contradicción semejante? ¿Cómo se concibe una ley
fundamental ta n reiterada . y sin embargo tan constante-
mente violada y menospreciada?
Cuan opuesto era el espíritu de la legislación visigoda,
como lo ha sido el de toda la legislación española, á im-
poner á la Iglesia la prohibición de adquirir , lo dem uestra
una ley de Recesvinto, inserta en el Fuero j uzgo. «Si nos
"SOmos tenudos de gu.tlardonar á los que nos sierven, ¿quán-
»to más debemos da r las cosas terr<:: nales pot redcmiento de
"nuestras almas é g uardar las que son dadas? É por ende
>'establescemos que todas las cosas que fueren dadas á las
)'eglesias, ó por los príncipes , ó por los otros fieles de
,,Dios. que sean siempre sumadas en su iuro de la eg\e-
»sia .)> Basta esta disposición para probar el derecho de
1

adquirir que se reconocía en la Iglesia goda, puesto q ue


. en ella se habla de las donaciones que se le hiciesen como
de cosa usual y corriente y que se re...umendaba como
buena . Pero ¿ qué creerán nuestros lectores que dice á este
propósito Campomanes ? Qpe fué «un privilegio emanado
1 Ley 1 •, t il. '• lib. v .

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Capitulo octavo. 1.3 1

»de la real autoridad entre los godos, y , por lo tanto , mera-


»mente temporal y civil. » ¿En qué principios de derecho es
posible fu ndar un a interpretación semejante? Bien lejos de
haber entonces restricciones ni co rtapisas, están llenos los
Concilios toledanos de cánones que prueban el derecho de
adqui rir de la Iglesia. No los citamos todos, por no alargar
demasiado este capitulo. Al que abrigare duda acerca d e
esto , rogamos qu e evacue las citas que aquí hacemos ', en
que hallará sobre este punto la dem ostración más completa.
Y á pesar de ello dice Campomanes , refi riéndose á esta
época: « Supues to qu e de lo antecedente resulta , con mo-
>numentos irrefragables, la auto ridad de nuestros Reyes
»godos, fundadores de la Monarquía, para no perm itir la
»enajenación de bienes pecheros e n manos muertas sin le-
»tras reales, que ahora llaman de amO'rtiznción, resta exami-
» nar si ésta fué un a costumbre ya anticu ilda, desconocida en
»los tiempos sucesivos'.'> Á lo que dice mu y o portunam ente
el sabio Ing uanzo : <' ¡Alabada sea tal satisfacción! ¿En dón-
de están esos m onum entos irrefragables, ni esas letras reales
para permitir la enaje nación de bienes de las iglesias , de
que no se produce , ni es posible producir, un solo ejem plar,
un o sólo, de aq uellos tiempos •?'>
Un canon de l Concilio tercero de T oledo dispuso qu e si
los siervos del fisco construyesen iglesias y les donasen algo
de s u peculio (de sun pauperfnte), cuidase el Obispo de so-
licitar la confirmación de su du eño, q ue sin duda era el Rey,
para que con esto adq uiriese m ayor seguridad la don a-
ción. ¿Y cóm o explica esto Cam pomanes? Véase aq uí:
«Los pecheros tampoco pod ían enajenar sus haberes en las

• Concil. Toled . 11. can. 4 (•ño 529).-Concil. Toled . 111, cánones .H . 38 y


69. -Concil. Toled . VI. cánones 5 y 15.- Concil. T oled. IX , cánones 1 y 4· -
Concil. ilerdens., can. 16 ( año 548 ). Concil. Narbon. Hisp., can. 8.' ( año 589).-
Concil. Hispal. 11, cánones 9 y 11 (año 6 19).
• Cap. xvu•, núm. 25.
J Dominio sagrado, tomo u, pág. 244.

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1 )2 La Desamortización.

»iglesias , ni aun edificarlas , sin preceder licencia del Rey ó


»letras de amortización, que d ebía solicitar el Obispo, » etc.
De modo qu e aquellaco!ljirmadón, prudentemente dec retada
para las donaciones de bienes del fi sco, y cuyo fundamento
tan bien se comprende, no era otra cosa sino letras de
amortización. Y nótese además hasta dónde falseó en su
inter pretación el sentido del texto, pues cuando el canon
del Concilio sólo previene la confirmación posterior, dice
Campomanes que debía precfder licencia del Rey, y lo repite
luego, diciendo que sólo se permitía la enajenación «Prece-
>'Liimdo ped ir licencia real para ella el Obispo diocesa no •; '>
todo lo cual resulta des111entido por el texto •. Tan obce-
cado estaba en su idea , que a1iade á renglón seguido: ,<Esta
»es terminantemente la amorli:¡_nción ..">
También dice Campomanes qu e Chindasvinto, en cuyo
»tiempo empezaron ya las do naciones reales á tener más
»estabilidad , previene expresamente que todas se entiendan
»con la carga y preservació n de los tributos reales afectos a
»las tierras 3 ,» y atiade por n ota que ,da ley no distingue ni
»exceptúa de esta carga á las iglesias.•'
Ahora bien : la ley de Chindasvinto dice así : « L<ts do-
»naciones que el Rey tiv~e á nlgllllt7S P<'rSO/IaS, ó que ha re-
»Chas, deben seer en poder daque l á quien las fizo , en tal
»manera, que aquel que las recibir. faga dellas lo qu e qui-
»Sicre; é que pague los tributos qu~ deben seer fcc hos en
»la heredad: e si aquel .JIIf recibió la donación muriere sin
>'fabla , sus herederos lo deben a ve r é non debe seer desfe-
»cha s i non por culpa daquel que la recibió 4 .'~ Y pu es aqui
aparece claro que se tra ta de donaciones á personas, y per-

1 Cap. x vm, nUmeros 1 J y 14.

s Si qui ex sen ·is fi sc:.libus Ecclesias tOrtJssc construxcrint, easque Jc sua pau-
r ertatc Jitaverint . hoc procuret Episcopus prece sua auctoritate Regia confi rmari.
-Conc. T oled . 111. canon 15.
¡ Cap. X\'111, núm 2J.
4 Ley 2. ' , t it. 11 , libro v, Futr~ju{go.

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Capítulo ocfa'Vo. IJj

sonas q ue mueren y tie nen beredl'ros 1 lo cual no se refiere


á las ig lesias y monasterios ¿á qu é decir que la o bliga-
1

ció n impuesta po r la ley alcanza ú las ig lesias , cuan do la


ley no se refiere á ellas? ¿Qpé es esto sino buscar por todas
partes lo q ue se s ueri a, imaginan do leyes que imponga n
restricciones á la Iglesia?
Más ad elante incu rre en o tro error . Conforme á un
canon del Concilio T oledano 111. s i el Obispo quisiera con-
ve rtir en m onasterio u na d e sus parroquias para q ue en
ella vi va con regularidad u na Congregación de m onjes,
puede hacerlo, y darle algo de los hienes de la Iglesia , sin
detrime nto d t:: ell a. Est a disposición en nada afectaba :í los
de más mo naster ios , que se formaban, en efecto . inde-
pendientem ente de las parroquias ó iglesias. Su fi n era
impedir que el Obispo convirtiese en monaste rios cuantas
parro qu ias quisiese, limitando esta fac ultad á una sola.
Pues véas e cómo ex plica· esta disposición Campoma nes:
«Para evitar la multiplicació n de monasterios, permite el
>~Conci lio N<1cional 111 d e T o ledo q ue el Obispo pueda en su
»d iócesis erigir un solo monnstl'rio.... De ma nera qu e en
>'Cada una había un solo monaste-rio .... Un tan reducido nú-
" m ero de m onasterios en todo el reino, y dotados de las
»rentas eclesiást icas, e n n ad:~ em gravoso{! los seculares, ni
>' había que recelar la m ultitud de individuos.»
¿ Y no es de lam entar. decimos nosotros, q ue se extra-
l'Íe así la o pinió n por el empeño de ver lo qu e no existe,
cuando es cierto q ue existían monasterios ente ramente
ajenos á las parroqu ias, y su número se aume ntó lo qu e
es sabido?
Y s i buscam os la ley de am ortizació n después de la épo-
Cil goda, ley cuy:~ «dem ostración por la seri e y uso constante
>>de ella e n todas las edades y siglos desde el nacimiento
»de la Ig lesia» se propone en su trabajo Campo manes,
no encontraremos m ás resultados de ella. Nada fué más

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La Desamortización.

frecu ente que las adquisiciones de bienes por las iglesias y


mon asterios, que en tanto número funda ron, en los siglos
vm al x, los príncipes, los Obispos y los particulares. Con-
súltense las escrituras d e dotación, qu e publicadas están, y
se verá una demostración acabada de este hecho. D. Ordo-
ño 1, e n la qu e se refiere á la Iglesia de Oviedo el año 857,
decía: Omnis bomo .... qui adquisivit vel adqu.isierit, conces-
sit vel concesserit aliquid buic sanctae praejatae ecclesiae, di-
gnam remunerationem a Domino Deo, czun sanctis et electis
aevo perpetuo recipiat. La misma clá us ula se lee e n otro
instrumento de D. Alfonso lJI el Gra nde , del a ño 9 0 5 ; y
añade n a mbos: Et maudamus ut omnc& concessione& qutVJ a
qualicwnqtte persona ingenua concessar fuerint usque in jinem
mundi ecclesiae, talem 1·oborem et cotum babean/ qua/es ba-
bent uostrae concessiones . ¡Cuán distantes no estaba n aq ue-
llos Reyes d e p e nsar e n prohibir las adquisicion es de bie nes
por la Iglesia !
T ras estos doc um e ntos , dos tan sólo e n tre mil que pu -
diéra mos citar de los sig los 1x y x , veamos otros del s ig lo x1.
El Concilio d e León d el año 1020, dice : PrecipimU8 etiam
ut quidqttid testameutis concessum et roboratum aliquo in tem-
pore Ecclesia temterit , .firmiter possideat. -Lu misma dispo-
sición adoptó el Concilio d e Coyanza de 1050, refiriénd ose
además para apoyarla al Código v isigodo. Y en ot ro Con-
cilio , celebrado m ás tarde en León, se d is puso lo s iguiente:
In ecclesiis Dei et eantm rebU8 et ministris, nullt/8 /aicus vio-
lentiam aliquam facere praesumat, et baereditate-s et testammta
eisdem ecclesii& intrgre restilunntltr , quae i11justae ab eis abiata
sunt. ¿Q11é se h a bía h echo de aquella ley de amorti{_ación,
f undamental del Estado, qu e estaba en uso desde el siglo x ?
Vino después el FuERO VIEJO DE CASTILLA , con la ley d e
las Cortes d e Nájera , que tanta ofuscació n ca usó á los rega-
listas , á los doctores Asso y Manuel, y á muchos que les si-
g u ieron. Véase s u texto: «Esto es Fue ro de Castiella, que fué

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CapiJulo octavo. '35
"puesto en las Cortes de Nájera: qu e ningund eredamiento
»del Rey que non corra á los fij osdalgo nin á monesterio
»ning uno, nin lo dellos al Rey ' .» Esta es la parte esencial
para el punto que discutimos. ¿ Y qué dispone? Q!le los
bienes del Rey no pasen á los hijosdalgo ni á los monaste-
rios, ni los bienes de éstos al Rey : es decir, que en cada
uno de los varios sei'lorios entonces conocidos, el del Rey,
el de los nobles y el de la Ig lesia, se conservasen sus bie-
nes respectivos, para que no se viesen privados del importe
de sus tribu tos. Lo mismo se prohibe á los monasterios y á
los nobles adquirir bienes del Rey, que se prohibe al Rey
adquirir bienes de los nobles y de la Iglesia. ¿ Y esta es la
ley á que se atribuye la prohibición de adquirir las corpora-
ciones eclesiásticas?
Esta distinción de señoríos, q ue es un hecho caracterís-
tico de. aquellos tiem pos , y que se procuraba con grande
empeño, la hallamos confirmada en otra ley del F UEIW VIEJO.
« Los pesqueridores, dice, deben pesquerir en cada logar,
»Si t omaron las órdenes (las Órdenes militares ), ó los fijos-
»dalgo, ó la Behetría, ó los sola riegos, alg und do quier
»que sea , alguna eredat del Rey por compra ó por cual-
»quier manera que lo tomasen ó e ntrasen, ó si tomaron los
»fijosdalgo alguna credat de los Abadengos, ó si tomaron
»los Abadengos alguna eredat de los fijosdalgo : é lo que
»fallaren de cada una destas guisas , débenlo escribir apa r-
»tadamente en cada una de las pesquisas sobre sí.. .. É lo
»que fallaren que cua lquier destos algo entró de lo ageno,
»deve dexar la eredat con otro tanto de lo suo, etc. • .»Otra
ley dice : «Ningund fijodalgo non debe toma r conducho en
» lo del Rey nin en lo del Abadengo, que es tanto como lo
»del Rey ' .»

• Ley ~.·, t ít. 1, lib. 1,


~ Ley 5, t ít. IX , lib. 1.
J Ley 5 , tít. 11 , lib. 1.

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La Desmnortización.

Con la mayor cla ridad se ve en estas leyes que la pro-


hibició n d e pasar los bie nes d e un seflorio á o tro y los res-
pet os que cada clase de propiedad se ten ían , eran recíprocos,
y se ap licaba n á los bienes del Rey como á los de los n obles
ó de los m o n asterios, Jlegando á decir la última ley citada,
al encargar el respeto á los bienes d e est os ú ltimos, que
«lo det Abadengo es tanto como lo det Rey,» y estableciendo
la primera que á cada cuál se le volviese lo que se le hubier<t
tomado indebida m ente.
Co nformes á est e sist e m a son V<lrias leyes d el ORDENA-
MIENTO DE ALCALÁ, com o la 1 3, ti t. XXX II, q ue d ice : « Nin-
»gunt solariego non pueda vend er , n in em pen nar , nin
»enage na r cosa de aquello q ue fuere del sola r , salvo e nde
ȇ ot ro sola riego que sea vasallo de aque l sen n or cuyo es
»aquel solar; et si de otra man era lo ve ndi ere o lo e nage-
» nare, n on va la.'> Y tam bién !a ley 26 del mis mo titulo,
en q ue se lee: <,Si acaescie ren debdas o fiad uras que deban
»los que m o ra n en los solares de l:!s Be he trías e de los
'>Abaden gos e de las Encartacio nes e de los Solariegos, e
»fue re n a ve nder las heredades por las debdas que deben ,
»no las puedan compra r si non aquellos q u e son d e la Behe-
»tria las de la Beh etría, e los qu e son del Abadengo las del
» Abadengo, e los qu e so n de la Encartación las d e la Encar-
» tación , e los del Solariego las d el Solariego ; e t si otros
»estra nnos lo comprare n ,. e l sennor de q ualquiera d estos
» loga res lo p ueda entrar t od o aqu ello que fu e re ve nd ido o
»Cambiado segunt dicho es.» - Bien claram ente se ve aqu í
que e l espíritu predomi na nte e n m ateria de ventas e ra que
no saliese n los bi enes de la clase qu e los poseía.
Y es lo partic ular d el caso qu e esto lo reconoce Campo-
manes, no obsta nte el a nh e loso afán con qtr P l~:.~scaba la
ley de amortir_ación .. .. << Y asi , d ice ' , el R ealengo ó bienes
»pech eros d el Rey no podían pasar á A badengo, esto es, á las
• Cap. x1x, núm. 128, por nota al mismo.

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Capítulo octavo. 1)7

»iglesias ; n i á seño río, es to es, á los ricos hombres ó Célba-


»lleros, porque el Rey no p erdi ese sus tributos ,y por el con-
»trario las demás clases, conte ntándose cada una con sus
»adquisicion es , ó con tratand o dentro de la mism a clase, á
» m enos que nlc:mzasen privilegios d el Rey para compra r,
»conforme á la ley del Estilo.»
Y antes lo había reconocido ya, diciendo : « Había dos
clases d e p ersonas ; unas privilegiadas e n n o pagar pecho d e
sus bienes , y otr:ts perher.Js por razón de esta r obligadas á
los tributos y varios der ech os perso nales ó mix tos .. . . La
primera, compuesta de Nobles , Órdenes mil itares y de ma-
nos muertas, tenia proh ibicio n es respecto d e la segunda
para comprarle raíces '.» ¿No se ve, pues, que la prohibi-
ción de comprar alcanzaba á to das las clases . fundándose
en qu e no pag aban t ributos, y, po r lo tanto. qu edaba el
Rey priv'!do d e ellos en los bie nes qu e se les ve ndían?
Esto no obstante, cualquie ra cosa ofrece ocasión Cam- a
pomanes de e ncon trar la ley de nmorli{nción. Dice una ley
d el FuERO VI EJO que «el monesterio Real de Burgos, e el
»Ospital del Rey e los otros monesterios _d el rein o (puede n
»comprar de o tro monasterio), e d e otras ó rden es o de
»fijosdalgo e d e donaciones qu e el Rey haya fec ho a orn e
»q ue n on haya de facer al Rey pecho nin otra cosa ningu na,
» mas non de lo d el Rey , onde él a de a ver suos pechos e
» los avria d e a ver e los podrie perder por aquella ca rre ra '; '>
y :tUnqu e es ta ley confirma ple nam e nte el derec ho de la
Ig lesia. al di sponer qu e puede n los mo n asterios adqui rir
bienes de las procedencias que expresa, y no de los qu e
pagan tributos al Rey, que es lo mis mo qu e e n otras leyes
se dice, á esto lla m a Cam pomanes « ley im peditiva de las
»adq u isicio nes de m a nos mue rtas, qu e demu estra la facu l-
» tad real que necesitaban los m onasterios ó ma nos muertas
• Cap. XIX , números 19 y 20 .
• Ley 3·'• tít. 1, lib. 1.

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IJ8 La Desamortización.

» para adquirir; » y , en fin ,« licencia de amorti{aciótt ' .» Lo


repetimos: la licencia de atiUJrti{ación seguía por todas par-
tes á la imaginación de Campomanes.
Pero ¿qu é más? Una escritu ra que el año 1040 otorgó
Fernando 1 en favor del monasterio de Cardeña do nándole
los lugares que ex presa, dice << que los vecinos no pueden
vender sus haciendas ni traspasarlas á otro señorío sin
consentimiento de los Abades de Cardeña, y que por esta
comisión había de pagar una veintena al Abad.>) No puede
darse mayor reconocimiento del derecho de la Iglesia á ad-
quirir y de su dominio sobre lo adquirido. Y, sin embargo,
á este propósito dice Cam po manes : «Esta e& la ley de
»amortización á la letra , pues el Abad y su monasterio se
»S ubrogaron en el derecho q ue antes eje rcía la Corona •.»
¡Á qué ofuscaciones no conduce la preocupación en favo r
de un a idea !
Otra licencia general de amortización encuentra en la
donación y confi rmació n que hizo D. Fernando 11 á la O r-
de n de Santiago en 1 181. « Hago, dice el texto, carta de
»donación y confirm . ació n á vos,
. D. Pedro Fern ando, Maes-
» tre, y á nuestros herm anos, de todas las heredades que de
» m i te néis y poseéis y de todas las demás q ue os las han
»dado como limosna en mi reino, á vosotros hermanos
»de la milicia de Santiago.» Es de advertir que D. Fernan-
do 11 fu é, segun se cree, el que en 1 170 fundó la Orden de
Sa ntiago ; y si movido de s tl grande afect o hacia ella q uiso
expedirl e titulo de propiedad de lo que poseía, ó lo soli-
citó qu izá la m ism a O rden, ¿por q ué llamar á ese acto
licencia genet·al de amortización sino por el afán de escribir
á cada paso esta frase? Si así se deno mina á toda escritura
d e do nació n de bienes á una ig lesia ó institpto religioso ,
s iendo ellas, com o son , innumerables, bien lejos de pro-
' Cap. xox, números .30 y .3 1.
J Cap. XI X nÚm . 40.
1

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Capit1e/o octavo. 1.39
barnos Campomanes que se atacase á la amortización en
España, nos probará , por el contrario, que nuestros reyes
eran sus más decididos partidarios. Por lo demás, bien
lejos estaría de pensar nada contrario á la amortización
aquel Rey que tantas donaciones de bienes hizo á las igle-
sias de España, como acreditan numerosos docum entos que
inserta la España Sagrada.
Dice tambié n Campomanes que D. Jaime 1 expidió en
1226, en Montpellier , una pragmática por la que prohibió
en sus dominios de Cataluña y de Cerdania toda enajenación
de bienes raíces á eclesiást icos é iglesias sin su permiso •.
Prescindamos de que esto se refiere á aquel D. Jaime que
fundó quinientas Ig lesias según u nos, y según otros dos mil.
¿Q!Ié mejor respuesta podemos dar á este aserto que la
que da el mism o Campomanes, d iciendo á renglón seguido
que O. Jaime permitió en Cataluña y Aragón, en 12 .34,
dejar , donar y enaje nar posesiones á las iglesias y lugares
religiosos ? ' . ¿No se infiere de aq uí que ocho años después
dejó ya sin efecto aquella disposició n prohibitiva?
Mas no se crea que de est;t contradicción deja el autor
de sacar partido: de la última aserción deduce «que la li-
bertad de adq uirir dimanaba á las manos muertas de la
real autoridad , pues en vano se daría este permiso á quien
tuviese de suyo esta facultad.» De suerte que si se encue n-
tra con una disposición prohibitiva, es argumento en favor
de su doctrina ; y si se encuentra una d isposición permisiva,
viene también á serlo por camino opuesto.
Es larga y enojosa tarea la de examinar textos legales
para explicar su verdadero sentido contra la interpretación
que Campomanes les da. Por o tra parte , algunos de ellos
nada significan e n el sentido que pretende, como sucede
co n el de Cuenca d e 1 1 76, donde los regalistas afi rman
o Cap. XVII , núm. 7·
• Id . • núm. 18.

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La Desamortización.
seriamente que se halla establecida la ley de amortización.
¿ Q!.¡é dice el Fuero ? «Otrosí: mandamos y defendemos que
» ningún realengo non pase a abadengo, nin a omes de
»orden , nin de religión, por compras, ni por mandamien-
»tos, ni por cambios.» Pues esto es lo que hemos visto en
tantas otras disposicioneg ya citadas : la prohibición de que
los bienes de realengo se vendan á los monasterios , ó á las
Órdenes militares ó á las ig lesias. Nótese bien que sólo se
habla de los de realengo, y que no se p roh ibí<~ á las igle-
sias y monasterios adquiri r bienes de otras procedencias.
Y aquí nos ace rcamos ya al reinado de D. Alonso el
Sabio, en cuyo tiempo se promulgaron el FL'ERO REAL y las
PARTIDAS. códigos generales los más im porta ntes de aquel
tiem po, formado el pri mero para sustitu ir á los fu eros mu-
nicipales, á cuyo efecto lo iba dando el Monarca como es-
pecial á cad:1 localidad ; y el segundo con el propós ito de
formar una compilación legal, basada en el Derecho romano
y en el canónico, que reempl:1zase y anulase, :mdando el
tiempo. la a nárquica legislación foral. ¿Hay algo en esos
códigos de aquella ley de amortización. --fundammtal del
Estado y renovada por tod:1s las Cortes y Reyes de España
desde el siglo x al XIV?'>
Dedica el FuERO REAL el título v del libro 1 á la guarda
de las cosas de la Santa Iglesia , y no sólo ordenan sus leyes
proteger las que posee para q ue sea inviolable su dominio.
sino que consignan el deber q ue todos tie nen de remu nerar
con bie nes sus servicios al Estado y á las almas, re produ-
ciendo la ley del FuERO j uzGo ya citada, que tam bién e
reproduce en los de más cuerpos del derecho. Ordénase asi-
mismo restituir los bienes q ue en su perjuicio se enaje-
nasen , y se prohibe y condena toda enajena:::~~~ de ellos.
¿Y qué diremos de las leyes de PARTIDA. inspiradas todas
en un espíritu de respeto, de consideración y de protección
á la Ig lesia , á la que suponen siempre con derecho á adqui-

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Capitulo octavo. 141

rir, como cualquiera otra corporaciónó partic ular, por com-


pras , donaciones ó testamentos? Léanse las leyes 5) y 55.
ti t. VI , y 4 , 5, 6 y 8, tít. XXI de la Partida primera, y se
verá cómo tratan de las adquisiciones y bienes de la Iglesia,
explicando los casos en que sus haciendas no pagan trib u-
tos, y aquellos otros en que pasan á la Ig lesia con los pechos
y cargas que sobre si tuviesen; sin que en estas dispo-
siciones , que tienden á asegurar tan sagrados derechos,
se e ncuentre sombra de la Jry de amortización. Óigase , en
apoyo de esto, el testimonio de Martínez Marina, que , entre
otras apasionadas censuras con que maltrató el insigne Có-
digo de LAS PARTIDAS, dice : (( Nada dijeron de la famosa
»ley de amortización. Nuestros copiladores , como si fuese
»pOCO olvidarla, establecieron principios y maximas incon-
»Ciliab)es con ella.>> Ya se ve : los eminentes jurisconsul-
tos de entonces ignoraban lo que en su tiempo convenía y
se debía l;acer, y esto han venido á saberlo los partidarios
de la desamortización cinco siglos después.
Pero es el caso que también vi no Campomane~ á en-
contrar la ley de amortización en LAS PARTIDAS, al ver dis-
puesto en ellas que cada uno dé á la Iglesia de lo suyo lo
que quisiere, ((salvo si el Rey lo oviese defendido por sus
»privilegios ó por sus cartas .» Como si una excepción ó li-
mitación , que por de terminado moti vo se hubiese hecho,
pudiese convertirse en regla general, contra los principios
que presiden á la interpretación de las leyes .
Pero no debe esto parecer extraño, al ver que una dis-
posición del FuERO DE VIZCAYA que prohibe la enajenación
de casas y caserías que pagan censo al Rey, porque no se
disminuyan las rentas reales, aun cuando para nada men-
ciona ni alude á la Ig lesia ni a las Órdenes relig iosas , lleva
á Campo manes á discurrir de este modo : «En esta gene-
~>ral id ad de la pro hibición y mutación de personalidad se
»incluyen las manos muertas, y resulta que ni en los bienes

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La Desamorti{ación.
»censuales sujetos á la c ontrib ució n de los cien mil marave-
»dises . ... pueden en Vizcaya tener entrada las adquisicio-
»nes privilegiadas d e Ig lesias y comunidades.»-En lo que
puede verse que , con semejante manera de discurrir, toda
ley qu e prohiba la enaje nación de determinadas cosas es
ley de amortización ó ley contra m anos muertas , p uesto
q ue las llamadas manos muertas vie nen á quedar incluidas
en la prohibición general, que á tod os alcanza , para com-
p rar lo que n o puede se r vendido.
Otro docum ento qu e cuadraba á su propósito enco ntró
Campomanes en una ley de D. Juan 11 , según la cual los
legos que enajenas en bienes á la Ig lesia debían pagar la
quinta parte de s u precio. Y . sin embargo, es de notar
s obre esta ley : prim ero , que n o nombra á la Ig lesia, s ino á
Universidad , co leg io ó persona exenta d e la jurisdicción
real; segu nd o, que no priva á la Ig lesia d el derecho de
adquirir, sino impone un tributo a l vendedor ; y tercero,
que no se la incluyó en la RECOPILACIÓN hasta la edición
d e 174 s, tres sig los des pues que no se aplicaba. Así y
todo, bien podem os decir qu e quedó derog ada po r Doña
Isabel la Cató lica, que, al ot orgar su tes tamento , en que
encargaba á su augusto esposo la redacció n de un cuerpo
d e leyes qu e en su tiempo no había llegad o á hacerse , dijo
que si entre las que habí an de compilarse «ballasen algu.-
uas que sean contra la libertad é illmLmidad eclesiástica , las
quiten para que de ellas uo se use más, pues y o por la pre-
se!lte las revoco, caso é quito.» Estas palabras de la g ran
Reina de Es paña , que t an celosa fu é d el bien de la nación
y de las regias prerrogativas , dan á conocer el favor de que
gozaba en su tiempo la ley de amorti{ación que veía porto-
d as pa rtes Campo manes.
Añ adirem os , por co nclusió n de lo dicho , que no faltaron
e n época posterior peticiones contra el derecho de adquirir
ele la Ig lesia; pero los Reyes no atendieron á ellas , ni en su

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Capítulo octavo. 14)

virtud se dió disposición alguna que figurase en los códigos.


Lo dice el mismo Campomanes en otro escrito • . « Las cor-
»tes claman desde el reinado del Sr . D. Carlos 1 contra las
»adquisiciones de manos muertas, anunciando la próxima
» destrucción del Reino si no se atajaba, poniéndolas en
»prohibició n absoluta de adquirir .. . . El remedio no se puso;
»antes en tiempo de Felipe 11 se multiplicaron los conven-
}>tos á título de reformas, las fundaciones y las capellanías.»
Esto prueba qu e no eran tales peticiones atendidas, y que
los g randes rey es de España , cuyo poder no conocía limites,
g uardaro n á los derechos de la Ig lesia los respetos debidos.
De esto hablam os m ás detenidamente en el capitulo in m e-
diato. Nó tese entre tanto que cuando an unciaba Campoma-
nes « la próxima destrucción de l reino,» fué precisam ente
cuando llegó España á un g rad o de prosperidad y de opu-
lencia gue nunca había alcanzado, s in qu e á ello sirviera
de obstáculo e l que la Iglesia tuviera muchos bienes. Pero
en esta observació n no querem os ahon1 detenernos , por-
que hem os tratado en otro 1ugar cuanto se refi ere á la
parte econó mica de este asunto .
Véase, en conclusión de este punto, un a ley de D. Feli-
pe V, de los prim eros años del pasado siglo (5 de Noviembre
de 1708), qu e prueba hasta qu é punto respetaban los Re-
yes españoles la propiedad de la Iglesia, y cuán sagrado
consideraban s u do minio, al q ue no se creían con derecho á
tocar, ni aun por lo que se consideraba delitos de los ecle-
s iásticos. «Enterado , dice, de lo q ue el Consejo me repre-
» senta en la consul ta de 1o de Setiern bre de este año, sobre
»si las comunidades eclesiásticas del reino de Va lencia, q ue
» han sido rebeldes , deben goza r ó no los bienes raíces y
»j urisdicciones qu e poseían , y otr os puntos concernientes
» á esto; y considerando qu e en virtud de las regalías que
~> tengo en aqu el reino, no puedo quitar á las comunidades
• Exped. d•l Ob. d• Cu•nca, pág. 18,3, núm. 1090.

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144 La Desamarti{ación.
»eclesiásticas que han sido rebeldes los bienes raíces y las
»jurisdicciones que con justo titulo poseían en él , así por
»razón del indulto general qu e después de recobrado el
»reino concedí. ... , como porque estas jurisdicciones y
» bienes raíces son de la Ig lesia, que no se considera incursa
»en el c rimen de rebelión, y no pu ede perder lo que es
»suyo por el delito en qu e han incurrido los individuos ....
» he resuelto prevenirlo así al Consejo ... .»

¿Q!Jé se deduce de lo que en este capítulo hemos ex-


puesto? Dedúcese, con la mayot evidencia, que la llamada
ley d e amortización , tan exaltada y sublimada por Campo-
manes, que califica de máxima constante y de lry fun -
damental , como más arriba hemos visto, era , e n todo el
rigor de la palabra, un m ero conato, completamente anu-
lado en la práctica por una larga serie de ca nones, de
leyes y de actos im portantes de los reyes de Espmia en
todas las épocas de nuestra hist oria. que á c<tda paso pro-
clamaba n y de mostraban el derecho de la Iglesia á adq uirir
bienes. y daban de él nuevos y solem nísimos testimonios.
Dedúcese qu e los Concilios, los legisladores y los Reyes
obraban en este punto como si semejante cosa no existiese,
y que la tradición, la legislación y la autoridad real estu-
vieron á toda hora en co ntradicción con ella.-Con est a
conclusió n. que claramente deducirán de todo lo expuesto
nuestros lectores, basta para que formen de los arg um en-
tos de Ca mpom:mcs el juicio que merecen.

Hemos en um erado los arg um entos que, deducidos á su


arbitri o de leyes y documentos legales, hace Campomanes
para prob:tr l:t que llama consta nte existenci:1 rl :! la ley de
am ortización. Antes de exponerlos presenta en s u Tt·ntado
un cuadro de los que denomina dmios políticos de las adqui-
siciones d P manos muertas; y aunque teníamos escrita la ex-

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Capitulo octtrVo. 145
posición y refutación de estos daños , nos duele prolongar
más con ella la discusión, ya tan larga, que contiene este
capítulo. Nos limitaremos, pues , á algunas palabras sobre
el asunto.
Diez son estos capítulos de cargo contra las adquisicio-
nes de bienes por la Iglesia. Redúcense los tres primer os á
lamentar que no se pagase alcabala en estas ventas, ni se
cobrase el servicio ordinario ó extraordinario, ni tampoco se
mantuviese el de utensilios.¿ Y puede acaso impugnarse por
esto el derecho de adq uirir, mucho más fuerte y respetable
que cuantas consideraciones se funden en el mayor ó menor
increm ento de una renta? La Hacienda debe arreglar su sis-
tema de impuestos á los derech<;>s preexistentes ; mas no
sacrificar á sus intereses estos derechos. Privar á u na corpo-
ración ó persona del derecho de adquirir porque no vende
lo que adquiere y no vendiénd olo no se devengan tributos,
sería u·n proceder insostenible por lo arbitrario. Por otra
parte , la Iglesia , que era para el Estado el más copioso ma-
nantial de rec ursos, constituyendo sus obvenciones un tercio
de las rentas públicas, compensaba con est o sobradament e
lo que dejase de pagar en otros conceptos.
El mayor repartimiento que se hace á los vecinos , la
diminución d e las tercias reales, excusado y diezmos ; y-
nótese esto bien - « el aniquilamiento de los vecinos , que
»vendidas las tierras, despueblan los lugares, ó se hacen
»jornaleros de manos muertas, son los tres da11os que in-
»dica después de los citados.» Fijémonos un momento en
el último. ¿Por ventura, vendiendo sus bienes un veci no,
no hallaba comprador sino en la Iglesia? Y siendo un par-
ticular el que comprase, ¿no eran los mismos los resultados
que se lamentan? De aceptar , pues , y dar por bueno este
argumento, debiera haberse prohibido en los pueblos toda
venta de b ienes, para evitar que, una vez vendidos, se con-
virtiesen en jornaleros sus antiguos dueños.
10

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La Desamorti{_ación.
Y pasando por alto los de más dar'\ os, séanos perm itido
observar , en conclusió n , que por no darse á la Ig lesia y á
s us institutos, entre los políticos y economistas, la altísima
y preferente im portancia que sobre todas las instituciones
hu manas debe dárseles, es por lo que se oyen estas y otras
objeciones. Si las ins tituciones hu ma nas prod ucen bienes,
¡cuánto mnyores y d e más alto precio no son los que d is-
pensa la Iglesia! ¿Y es justo, ni razo nable, ni politico
siquiera, sacrificarla á exige ncias de imaginado bienestar
material , atropellando lo más santo que hay en el mundo,
y empeñán dose en realiza r lo que la rnón y el buen sen-
tido condenan ?
Por cierto. si alg un a d!Jda pudiera habe r quedndo sobre
este punto cuando escribía Campoma nes, y cua ndo es pe-
raban algunos que los bie nes de la Ig lesia , una vez secula-
rizados, traerían consigo la felicidad pública, á nadie que-
dan hoy ilusio nes, d espués de los dolorosos desengaños
que la experi encia ha traído . Ad m íre nse cuanto se quiera
las quintas y palacios que en las antiguas posesiones de la
Ig lesia se han levantado, y el lujo y la ri q ueza que en
ellos se ostenta: no será por eso men os cierto que los pue-
blos han ido cada día á m enos, hasta el punto de no ser
hoy ni sombra de lo que fueron e n otro tiempo, y que el
sistema tributario vigen te hace pesar sobre el infeliz labra-
dor una carga insoportable. Algo de esto hemos dicho, y
no ha de faltarnos ocasión de repetirlo en el discurso de
esta obra.

Expuestas ya , en los capítulos que preceden , las consi-


deracio nes qu e en el o rden legal, filosófico y económico exi-
g ía el asunto que tratamos, y reservando para más ade lante
lo que concierne al orden científico , literario y artístico,
pasemos ya , desde el capitul o inmediato, á examinar la
desamortización e n su as pecto histó rico y socia l.

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CAPÍTULO IX

LA PROPIEDAD DE LA IGLESIA CN ESPAÑA Y SUS VICISIT UDES DESDE


LOS ANT IGUOS T IEMPOS Á 1808.

:>U MARIO : En t odas las naciones ha tenido la Iglesia un patrimonio.- Respeto


con que se le mirabd en Espo11l•.- / nmuuida.J ~clcsuislinl. -Opiniones favora-
biH á ella de nuestros antiguos jurisconsultos -Generosas concesiones de ~ub·
sidios que hicieron varios Pon tífice< á los Reyes de España. - Con las ideas
venidas de Francia empezaron los ataques á la inmunidad. - Lo que se estabk-
ció en el Concordato de 173¡. - Primeras tentativas contra las rentas de la
Iglesia • a fi nes del pa.ado siglo. - Bimts dt la lxltsia. - l{espelo in VIOlable
que· se les guardó hasta fine• del siglo XIII. - Primeras 1 pero infructuosas
tenta tivas contra ello;;. e:n este tiempo. - Opi nión de los juri.;consultos esparloles
.mtiguos sobre este punto. - llesistencia que opuso siempre la Iglesia á toda
invasi<in de sus derechos. - Ocupaciones de bienes eclesiá>ticos que á pesar de
dio se h1cieron en el siglo xv. -Nueva y má< considerable ocupación en el si-
glo xvt.- Reacción saludable que se operó en el siglo xv11 . -Advenimiento
de los regalistH y economistas en el siglo xv111 . - Funestos resultados de su•
doctrinas. -Campo manes y Jovellanos . - Primer acto de desamortización al
estilo moderno en t 7l8 .

ltnm·
,
expuesto en los a nteriores capÍtUlOS las
EMOS
doctrinas generales sobre la propiedad de la Igle-
sia , los inquebra ntables fundam entos en qu e
descansa , y las consideraciones legales, filosóficas y econó-
micas qu e la abo nan . Sabido es de nuestros lectores que,
por los justos títulos qu e en ellos he mos indicado, la Iglesia
o btuvo con el t ntnscurso de los siglos, en todas las nacio-
nes de Europa y e n muchas de fue ra de ellcl, una conside-
rab le porció n de bienes, con que ha atendido hasta nuestros
días á todas las necesidades del culto y a la s ustentación
de s us m inistros.

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La Desamortir.aci01t.
Entre las naciones donde adquirió la Iglesia muy cuan-
tioso patrimonio, se cuenta España. Á este patri monio, y
al celo ardiente que impulsaba a nuestros Reyes a tributar
gloria á Dios con obras monumentales, se deben todas las
grandezas artísticas que hoy poseemos , únicas que pueden
admirar y con que pueden lisonj ear su orgullo como espa-
ñoles los mismos que hoy claman contra la Ig lesia y la han
dejado sin bienes. Piense cada uno como quiera, todos se
ven precisados á confesar que cuanto grande hay en España ,
cuanto puede exci tar la ad miración de nacionales y extran-
jeros y darnos consideració n é importancia en el mundo.
es obra de la Iglesia ó del espíritu religioso .
En todas las épocas de nuestra historia fué grande el
respeto que guardaron las leyes á su patrimonio. De ello
nos ofrecen testimonio, en primer término, las visigodas y
los Concilios de Toledo, en que fueron formadas. No menos
elocuente lo ofrecen luego, durante la invasión sarra-
cena , las frecuentes donaciones de bienes hechas por reyes
y señores, y las fundaciones de mo nasterios é iglesias .
Más tarde vienen los códigos generales, como el F u ERO REAL
y las PARTIDAS, en los que tam bién se ve solemnemente
consignado: y continuándose esta práct ica has ta· la NovísiMA
RECOPILACIÓN, en todos nuestros códigos fig uran leyes pro-
tectoras de aquel derecho, cuyo relato omitimos, porque
las hemos citado en el capit ulo anterior.
Sobre dos puntos recaía principalmente la protecci~n
que dispensaba n las leyes á estos bienes: sobre su imnunid_ad
en cuanto al pago de tributos, y sobre el derecbo de propie-
dad que en ellos tenia la Iglesia . No C.1ltaron, por eso, desde
remotos tiempos , impugnadores de la inmunidad tribu-

-
taria, y declamadores contra el patrimonio de 1:~ !glesia, al
que atribuían los males que en el orden económico se ex-
perimentaban; ni esto debe causarnos extrañeza , teniendo
en cuenta que siempre ha habido en el mundo q uien mire

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CapítJt!Ó uoveno. 149
los negocios desde el punto de vista del interés material, y
aun ese muy mal entendido , para el cual todo interés espi-
ritual es objeto de desconfianzas y temores.
Pero la inmunidad tributaria se conservó largo tiempo
contra los ataques de que era objeto, HSÍ porque la Iglesia
los conten ia con sus decisiones, como porque los gobiernos
no se atrevían á adoptar disposiciones contra ella, ni á veces
á llevar á efecto las que adoptaban. Baste decir , en prueba
de ello, que en fuerza de reiteradas recla maciones de las
Cortes del siglo XIII , e ncomendó D. Enrique 11 , en la segun-
da mitad del x1v , la decisión de este punto á los oidores de
su Audiencia , con ocasión de un ruidoso plei to qu e alg unos
ayun tam ientos sostu vieron contra ciertos clérigos; en e¡
que declaró la Audiencia que los eclesiásticos 1'/0 estaban obli-
gados á coutribuir con los concejos á los pedidos del Rey ó de
los Seliores. Á los gastos comunes para servicios munici-
pales los decla raba obligados si no alca nzaban las rentas del
concejo; y si los eclesiásticos compraban fincas sujetas á tri-
buto, debian continuar pagándolo; pero dejó esto último
sin efecto D. Juan 11, y así perdió su fuerza la parte de la
senten~ia que en algo afectaba á la Iglesia. Tanta era la
considentción y el respeto con que se miraban sus bienes.
Y en efecto : jurisconsultos tan autorizados como Diego
Pérez , g losador de las Ordenanzas de los Reyes Católicos, y
Gregario López, comentador de las Partidas , sostenían en
este punto la doctrina de la Iglesia . Defendía Diego Pérez el
origen divi no de la inmunidad tributaria del clero , restrin-
g iendo las excepciones qu e de ella hacía n las leyes , y pro-
clamando su exención de toda clase de tributos. Grego-
rio López dijo que si la ley no excusaba al clero de guardar
con los legos los castillos y lugares cercados por enemi-
gos, sólo debía entenderse esto cuando el da ~o amenazase
á unos y otros; qu e los clérigos estaban exentos, no sólo
de las cargas que afectan á las personas, sino también de

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La Desanwrti:{ación.

las que afectan á las cosas, y que aunque la ley no excusaba


al clero de contribuir á la reparación, construcción y guarda
de puentes , caminos y calles , « ni la Iglesia ni el cle ro es-
»taban en el deber de pagar semejantes impuestos, por-
»q ue las leyes civiles no les eran obligatorias.»
También Alfonso Díaz de Montalvo y D. Diego Cova-
rrubias defendi eron la inmunidad eclesiástica, si bien no
fueron muy consecuentes con su doctrina , expresándose
alguna vez en sentido diferente.
Cierto es que , no obstante lo dicho, pidieron y obtuvie-
ron los Reyes de España permiso de l:1 Santa Sede para gra-
var con impuestos las rentas eclesiásticas, y que fueron no
pocos los Pontífices qu e obraron en estil parte con gran
generosidad , por acudir á 1<1s necesidades públicas que de-
mandaban remedio. Pero esto, como fáci lmente se com-
prende, no era desconocer ni atropellar la inmunid:1d , si no
derogarla en casos excepcionales y con aprobación de la
autoridad competente. De este modo concedió Gregorio VII
á D. Sancho Ramírez de Aragón los diezmos de todas las
iglesias que edificara ó ganara de los moros: cedió tempo-
ralmente Gregorio X á D. Alfonso el Sabio las tercias de los
diezmos , que después fu eron confirmadas como perpetuas
á D. Juan 11 , y extendidas al reino de Gran ada en favor de los
Reyes Católicos: otorgó Juan XX II á Alfo nso IX L1 Cruz;Jda
y la décima de las rentas eclesiásticas ; dió Urbano V a l
rey D. Pedro el Cruel el tercio de las décimas de los bene-
ficios de Castilla ; concedió lnocencio 111 la cruzada , qu e
después Ca lixto IV, para favorecer á Enrique IV, extend ió
á vivos y difuntos ; permitió Sixto IV imponer un subsidio
de too,ooo escudos para la g uerra de Gra nada; Urbano VIII
é lnocencio X otorgaron otros en distintas oc"::.ivnes . ¿N o
prueba todo e"s to que si la Iglesia defendía su derecho, sabía
desprenderse de sus intereses en favor del Estado , cuando
pesaba n sobre la nación necesidades extraordinarias?

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Capitulo uovmo.
Pero muy lejos de relajarse con esto , se conside raba tan
fuerte en la Iglesia el derecho á la inmunidad tributaria , que
habiendo impuesto Felipe 11 en 1 590 un servicio de ocho
millones al clero para reparar los desastres de la gra nde
armada, la Congregación general del clero. reunida en 1 596,
reclamó cont ra él , y, oído el Consejo de Estado . no se
atrevió el poderoso Monarca á continuar la exacción hasta
obtener de Clem ente VIII un Breve autorizándola. Al mismo
Soberano había concedido ya Pío IV en 156 1 el subsidio
llamado de galeras . ó sea 420,000 ducados, que habían de
pagar el clero. las obras pías y los comendadores de las
Órdenes milita res, para mantener en el Med iterráneo sese nta
de ellas . que defendiesen nuestras cost;ts contra moros y
turcos; gracia que después p roro~aron otros Papas, y al
fin perpetuó Benedicto XIV . Tam bién había obtenido de
Pío V .el mismo Rey, en 1 567 , que el clero contribuyese con
el excusado. Se ve, pu es, por todos estos hechos , que para
tales exacciones no podía prescindirse de la a utorización
de la Iglesia, á fin de no violar la inmu nidad tributaria, y
que la Ig lesia era bien generosa con el Estado , auxiliándole
en sus necesidades con cuantiosos don;ttivos.
No se atrevieron tampoco los Reyes de la c..tsa de Aus-
tria á exigir nuevos servicios al clero sin la autorización
pontificia. Felipe 111 obtuvo Bul<t para gravarlo con u n im-
puesto extraordinario por tres arios. El Pontífice Urbano VIII
concedió á Felipe IV autorización para cobrar un serv icio;
y como habié ndol:.t revocado se siguiese cobrando. al soli-
citar del Pontífice otro servicio, tuvo que pedir absolución
de las censuras en que por aquella falta había incurrido .
Al otorgar las Cortes otro servicio de 24 millones en 1649,
solicitó Feli pe IV licencia del Pontífice para exte nderlo al
clero; pero no la logró. En r6c;8 se prorogó este servicio ,
y entonces otorgó Alejandro VIl licencia para repartirlo al
clero ; pero, mostrándose éste agraviado por t.-.1 tributo ,

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LA Desamortt'1_ación.
se le alzó e n 1668 , y no se volvió á im poner hasta 1673 ,
previo indulto qu e co ncedió Clem ente X.
Si ex ceptuamos, pu es, los tres primeros siglos d e perse-
cución á la Iglesia , tenemos en su favor la respetabilisima
t radición de mil cuatrocientos años, q ue constituye, después
de las d isposiciones canó nicas en q ue se halla establecida,
la más sólida demost ración de su derecho, tal s in duda
como no es fáci l q ue la prese nte en la historia n inguna otra
institución. Pero con el siglo x vur viniero n acá de Francia
ciertos aires malsanos, y ya en 171 J comenzó D. Melchor
Maca naz, fiscal del Consejo de Estado , á sostener doctrinas
nuevas, alegando, en tre otras cosas, q ue el Concilio IV de
Let rán, en que princi palmente se habían dictado dis posicio-
nes sobre la inmu nidad tributaria, no hab ía sido recibido en
España, - como si por el hecho de no haberse recibido p u-
dieran perder su fuerza las d is posicio nes d e un Concilio
general , qu e es la voz d e la Iglesia ; -á lo que ariadió otras
ideas de la escuela regalista , en qu e era u no d e los p rinci-
pales corifeos. De estas ideas naci eron los esfuerzos para
obten er d e Su Santidad alguna reforma en la in mu nidad
t ributaria, la que se obtuvo en efecto , y s e estipuló en el
Concordato de 1737 para las adquisiciones que e n adelante
se hiciesen . Au nque la co ncesión se hacía sólo para lo
fut uro, halló, no o bstante, oposición en el clero , q ue repre-
sentó contra ella , alega ndo las graves cargas qu e ya le impo-
nía el Gobierno con au torización de la Santa Sede; y q ue-
daron sin cu m plimiento dura nte algún tiempo los artículos
7 .• y 8.• d el Concordato , q ue á este punto se referían. Hubo
sobre él disposiciones fi scales, formándose inst ruccio nes en
1745 y en q 6o, cada u na de las cuales iba rest ringiendo
poco á poco la inm u nid ad.
Las ideas sig uiero n s u cam ino en el sen tido expuesto .
Á Mac:m az sucedió D. José Moreno, y con é l vino Campo-
manes y vinieron otros de su escuela. El filosofismo des-

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Capitulo 1107JC1lo. '5 .3
creído imperaba en Francia, y ejercía su innujo en Europa .
Inspirándose en él los ministros d e Carlos Jll , le aconseja-
ron , y así lo hizo en 1 780, solicitar indulto para aplicar á
la fundació n de casas d e m ise ricordia y corrección alg unas
rentas de los bienes eclesiásticos, lo qu e autorizó, en efecto,
Pío VI con condicio nes y restr iccio nes. Pero el Monarca
mis m o no se atrevió á hacer uso de la autorización sino para
los beneficios qu e en adelante vacasen .

Hasta aquí lo relativo á la in mu nidad tribu taria. En


cuanto á los bienes mis m os, d esde las leyes vi igodas, en
que empieza á verse reconocido el derecho de la Ig lesia,
hasta las del FuERO REAL y las P ARTIDAS en la m itad del si-
glo XIII , nada necesitam os dectr de l apoyo q ue le prestaron ,
puesto q ue en el capí t ulo anterior lo hemos dicho, exa-
minando los argu me n tos d e Cam pomanes.
D. Sancho IV fud el p rim ero que, á petición de las
Cortes de 1293 , p rohibió vend er bienes á la Ig lesia. Alg u-
nos afios después se intentó la devolución de lo q ue había
pasado del realengo al abadengo; mas no se llevó á efecto,
á pesar de repetidos es fu erzos y resolucio nes. Hu bo d espués
larga t regua sobre este p unto, en lo qu e no poco influyeron
las d eterminaciones d e la Iglesia en defensa de sus derechos.
Pero e n el sig lo xv vo lv ió ú formarse empeño en limitarlos;
y e n 1452 ordenó ya D. Juan 11, á petición d e las Cortes,
qu e por los bienes vend idos á personas exen tas de la juris-
d icción real , se pagara la quinta parte d e su precio además
de la alcabala. Así lo dijim os ya e.n el capí tulo que ante-
cede . Esta ley, sin embargo , no tuvo m ejo r fo rtuna qu e las
anteriores , ni hasta el siglo xvt volvió á hablarse m ás del
asunto.
En Cataluña y Valencia se establecieron po r este tiempo
d isposiciones análog as ; pero la Ig lesia no se víó nunca pri-
vada por ellas de su libertad de adquirir.

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' 54 La Desamorti~_t1cióu.

Renaciero n, al comenzar el s ig lo xv1, las peticiones de


las Cortes para que se limitase n las adqui sicion es de la
Ig lesia; y es m uy de notar que d os Monarcas tan gra ndes
como Fe rn a ndo el Católico y Ca rlos V. no fuese n más a llá
de ofrecer qu e t nttarian el asunto con la Santa Sede . Así
res ulta, respecto al segundo, de las actas d e Cortes d e 1; 12 ,
1511, 1:; t 8 y 1:;2 ' . Hay más toda vía. En estas ú_ltimas, fué
la respuesta del Monarca que 110 COIIVl'IIÍa bacer sobre este
asunto 1107Jf dad alguna. Re nováronse a ún con más fuerza
cstaspetícíones e n las d e 1';2'i, 1=;28, 15 32 . l 'i>4· 1548y
1:;=¡2: p ero el Emperador no di ó nu nca res puesta sa tisfHc-
toria. Lo mismo h izo Felipe 11 e n las d e 1:;6-, y 1 1T3· T odo
lo c ual de muestra qu e, si desearon é intentaron alg u n os
limitar las adquisiciones de la lg lesin, predomi naba d e tal
modo el respeto y la co nside ra ció n á s us derechos. que ni
los más p ode rosos Monarcas de España se atre vieron á
desco nocerl os.
Pug naban , entre tanto , po r prevalecer las malas doc-
trin;ls : ha bíase suscitado, en España y fuera d e ella , la
co ntroversia sobre si <~1 poder ci vil le era licito disponer algo
sobre los bie nes de la Ig lesia, y s i las leyes e m anadas de
la potestad tem poral podía n obligar á los eclesiásticos; y
para conocer có mo pensa ban sobre este punto nu estros
más célebres juriscon su ltos, oiga n nuestros lectores estas
palabras aje nas : «Alfonso de Montalvo , el céleb re g lo-
sador d e las PARTIDAS y del FuERO REAL, el Código de más
gen era l obse rv;1ncia e n tie mpo de los Reyes Cató licos, opi-
naba que la pro hibición de enajen ar bie nes á la Ig lesia era
contra ria á las leyes imperiales y á los cáno nes, aludiendo
á la AuTENTICA d e Fede rico 11 y á las Co nstituciones ponti-
ficias que establecían la inm u nid ad eclesiást!: .•. Diego Pé rcz,
el g losador d e las Reales Ordena nzas e n el siglo xv1, esti-
maba tambié n nulas tales proh ibiciones . fundándose e n que
los estatutos seculares no obligaban á los eclesiásticos n i á

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Capítulo noveno.
sus bienes ; y con mucha más razón , si eran odiosos é im-
ponían algún gravamen á los clérigos. Est<~ doctrina sus-
tentaron también en el mismo s iglo Gregario Ló pez, el
célebre comentador de LAs PARTIDAS, y Alfonso de Acevedo,
el glosador de LA RECOPILACIÓN. De modo qu e el juriscon-
sulto famoso cuyas opiniones tuvieron en un ti empo fuerza
de ley en España, Bartola , y los cuatro comentadores de
más autoridad de los Códigos generalmente consultados y
aplicados, cond e naban unánimes las leyes de amortización.
Eran de la misma opin ión los tratadistas más célebres y de
mayor influjo en los tribunales, como Juan del Castillo,
autor de tantas obras de jurisprudencia ; D. Francisco Avi-
lés, que, siendo abogado en Mombeltrán, hizo declarar por
ejecutoria e n cierto pleito la nulidad de la ley de amortiza-
ción , no obst ante haber sido dada por fu ero especi;tl á la
villa, s.egún refiere en su exposición de los capítulos de
corregidores ; Martín de Azpilcueta , el célebre canonista;
Alfonso Narbona , glosador de la Nu eva Recopilación , que
calificaba de impío y detestable el fuero de amortización dado
á Toledo por Alfonso VIII ; Juan de Matienzo, comentador
también de una parte del mismo Cód igo, que notaba y
aplaudía que no hubiese tenido en él cabida la ley de amor-
tización de D. Juan 11 ; D. Juan Valenzuela, el teólogo pro-
fund o y el polemista ardiente, que tan esforzado terció con
su pluma en las cuestiones de la Santa Sede con el Senado
de Venecia; y otros muchos escritores, no sólo j uriscon-
sultos, sino también políticos, como Sancho Moneada, mar-
qués de Careaga, y Madariaga.» Estas palabras son del
Sr. Cárdenas ' , quien da á conocer también los que «creían
que, así los particulares como el Soberano, podían im poner,
al enajenar sus bienes , la condición de que nu nca fueran
transmitidos á la Iglesia ,» despu és de lo cual dice que «la
• Ensayo sobrt la Historia dt la Propitdad "'España, tomo 11 , lib. x, cap. tv 1
páginas 459 y 460.

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La Desamorti{ación.
opinión que en realida d prevalecia e n la corte y en los Con-
sejos , era la d e que el Soberano carecía de potestad para
prohib ir y aun para dific ultar las enajenaciones de inmue-
bles á la Ig lesia .»
Se ve, pues, por lo dicho, qu e á p esar d el deseo y de
los conatos de muchos pa ra limitar las adquisiciones d e la
Ig lesia, y d e lo que e n este se ntid o hiciero n para con se-
g uirl o desde el siglo xu á fines del XVII , nunca se puso e n
duda su d erech o á adquirir y p oseer bie n es.
Perú n o puede negarse qu e , si n prejuzgar nada sobre
el d erecho, de h ech o sufría la prop iedad d e la Ig lesia inva-
sion es y a taq ues, fund ad os ya e n éste , ya e n aqu el p re-
tex to . Y si :i esto se :1grega que en la edad a ntigua casi
todos los reinos se formaro n p.)r la conq uista, qu e los con-
quistadores se .:onsideraro n dueiios de l ter rito rio, y qu e e n
m omentos en que la amb ición pred o mina ó surge n g ran-
d es conflictos, los r eyes se olvi dan á veces de lo qu e la
razó n y la j usticia aco nsejan , para ha ce r lo qu e les permite
la fu e rza, se explicará p or todo ello có mo y por qué, con
violación manifiesta d el derec ho , se tomaron á veces, p or
reyes y señores , los bienes de la Iglesia .
La Ig lesia resistió s ie mpre estos ataqu es con la entereza
que le es propia. <1 Las expropiaciones eclesiásticas ord e na-
das por Alarico de Fra ncia, dice el Sr. Cárdenas , dieron
lugar á q u e los Conc ilios de Clermont-Ferra nd y Meaux
conminaran co n excomuniones á los qu e pidie ra n á los re-
yes ó recibi eran de ellos bienes di! la Iglesia ó de los pobres.
El primero dirigió una epísto la al rey T eodoberto, exhortá n-
d ole á ma nte ne r la in vio labilidad de las propiedad es ecle-
siás ticas , que invadían y dilapidaban o tros príncipes . El
Obispo de Reims , Hi ncmar , escribía en el o:i;;!n rx á Ludo-
rico Pío : <• Hay quien dice que porque las cosas eclesiásticas
»de los O b isp;:~s están bajo vuestra potestad, pod éis da rlas
»á quien os plazca; p ero sólo el espíritu maligno que per-

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Capitulo noveno. 1 57

»dió á nuestros padres, puede aco nsejaros qu e penséis así


.»para vuestra perdición.» El Papa Nicolás 1 ordenó en e l
mismo siglo que cuando algunos bienes de la Iglesia se
hallaran fuera de su poder, consultaran los Obispos al so-
berano para averiguar si se había verificado el despojo por
orden suya ó por la voluntad del detentador : que e n e l
primer caso, exhortaran al príncipe á enmendar su yerro, y
en el segundo, excomulgaran al detentador, mientras no
restituyera lo us urpado '. »-No necesitam os continuar estas
citas , después de las que en el capítulo segundo habrán
vis to nuestros lectores.
Esta actitud enérgica no fué bastante á impedir que
hubiese algunas expropiaciones, si bien seguidas de las
restituciones que hacían luego los mismos expoliadores.
D. Sancho 1de Aragón ocupó las rentas eclesiásticas por ne-
cesidades de la guerra, destinándolas á o tros usos; y arre-
pentido después, hizo penitencia en Roda , y mandó res-
tituir lo usurpado. D. Ramiro 11 sacó de Sanjuan de la Peña
muchas riquezas para auxiliarse en las g uerras, y luego le
resarció lo usurpado, dándole vi llas, a ldeas, ig lesias, tie-
rras y ricos objetos. Pero no borraban las restituciones el mal
efecto de las usurpacio nes; antes servían de precedente para
qu e otros las hiciese n ; y, no sólo los reyes, sino también
los ricos hombres y o1balleros, exigían lo que no era debi-
do. Los Concilios de España protestaron contra estos desa-
fu eros. En las Cortes se elevaron peticiones para su rem edio,
siendo lo peor del caso qu e, aunque se obtu viesen de los re-
yes declaraciones favorables, se sacaba de ellas poco fruto .
En 1430 pidieron las Cortes á D. Juan 11 que no to mara
plata de las ig lesias; D. Juan les dijo que la pidió como
donativo voluntario, y con ánimo de volverla; á lo qu e le
replicaron Jos procurado res que m al podía ser vol untario el
préstamo habié ndose hecho entender á los Prelados que in-
• Obra citada, lib. x, cap. v, pág. <475•

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La Desamorti:(_ación.

c urrí an , si no lo hiciesen , en e l en ojo del R ey. Ins istiero n las


Cortes en qu e la restitu:il.n se h iciese; y e n las d e 1432 con-
testó e l Rey que t odo lo había m a ndado paga r, y que expedía
mandamie nto e n forma para que los contadores lo li brase n .
Del m on asterio de Cardeñ a sacó D. Enriq ue IV una
suma como préstam o, y otr a m ayor como donati vo ; y e n
descargo de s u co nciencia, le con cedió luego una renta
a nua l de 40 1 0 00 maravedises y otras gracias. Los ReY.es
Católicos tom aron plata de las ig lesias para los :1puros de
las g u erras 1 y todo se rest ituyó luego cumplid amen te.
Todavía, pues, hasta fines del sig lo xvt, se reco nocia y
se respet;tba e l derecho 1 y cu ando s e atentaba á él con el
h echo 1 se procuraba repa rar e l agravio com etido.
Mayor y más c uantiosa expropiación se intentó hacer
poco d espués. En t 528 se propuso e n las Cortes de Madrid
inco rporar á la Corona los vasallos y jurisdiccion es d e la
Ig lesia . Negocióse este punto con la Santa Sede : opu so el
clero fuerte resistencia: e mitióse un luminoso dict;Jmen
d e teólogos; y no se atrevió e l Emperador á conceder lo
propuesto. La pet ición se reprod ujo en las Cortes de 1 55) 1
y 1 oído e l parece r de siet e t eólogos 1 entre ellos Me lch nr
Cano, tampoco quiso el Emperador ot orgarlo. Hizo mas
ade lan te Fe lipe 11 (hacia el año 1 57 4 ) una enaj e nación d e
bienes dl' la Ig lesia 1 c uya re nta n o excedi era de 40 1 000 du-
cados ; p ero se arre pintió después . y ordenó en su testa-
m e nto devo lver a las iglesias lo qu e se les habí a quitado.
Co nsu ltó Fe lipe 111 esta cláusula con una junta de teólogos
y juristas ; cons ultóse tambi é n á la Santa Sede ; y en con-
formid ad co n ella, se acordó la indem nizació n.
Vino e n pos d e esto una reacción salu dable. Autoriza-
d os escritores im p ug naron ta les actos 1 y era In 0pinió n do-
mina nte e n el s iglo x vu que n o podía t ocarse a los b ienes
de la Ig lesia si no en necesidad extre ma y con autorización
d e la Santa Sede : opinión qu e predominó tambié n e n el

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Capi tufo noveno. 1 59
siglo xvnt , á pesa r de los esfuerzos de los regalistas. Así es
que cuando Macanaz propuso al Consejo, en 171 J, ciertas
exacciones á la Iglesia para atender á las guerras de suce-
ción , fué oido con escándalo, y no se aceptó su propuesta. Y
el mismo Carlos III , temiendo á la censura públ ica y á la
resistencia del clero, no utilizó en 1780 un indulto obtenido
del Papa Pío VI para que el clero contribuyese con parte de
su hacienda á levantar las cargas del Estado.
Pero nació en este m ismo siglo, y creció mucho en poco
tiempo, esa escuela descreída , que no miraba la expropia-
ción de la Iglesia como remedio de necesidades extraordi-
narias y para restitu ir lo que se to m <~se, s ino como medio
de debilitarla, después de enriquecer con sus bienes al Es-
tado. Recibían estos políticos no escaso apoyo de los jan-
senistas, y juntos aspiraban á empobrecer ú la Iglesia,
siendo siempre su ideal , como lo es para todos los revolu-
cionarios, la Iglesia de las catacumbas.
Fundados en las declaraciones del clero galicano , que
ampliaba la potestad real, sostenían el derecho de los reyes
á apoderarse de sus bienes : invocaban á su g usto palabras
del Evangelio; y hacían otrosargumentos de relun1 brón , tan
desacreditados hoy. Decían q ue la propiedad colectiva es
menos respetable que la privada , y que, disuelta la corpo-
ración que la tiene, viene á recaer en el Estado : doctrinas
todas que aqui no refutamos, por haberlo hecho en uno de
los anteriores capítulos .
Ot ra calam idad cayó sobre Europa en el s iglo xv111 al
par con los filósofos, y fueron los economistas. La fuente
de toda prosperidad , según ellos, era la agricultu ra ó el
trabajo : cuanto se oponía, pues, á la libre circulación de
la propiedad, cuanto quitaba brazos al laboreo de las tierras,
era funesto á la nación . De aqui sus clamores contra la
propied;td de la Iglesia : de aquí el lamentarse de los brazos
que robaba á la agricultu ra el gran número de eclesiásticos

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La Desamorti1_ación.
y religiosos. De suerte que si con los primeros había venido
el descreimiento á reemplazar á la fe, con los segundos había
venido la materia á reem plazar al espíritu. Sabido es que
la escuela economista alcanzó por su novedad g ran favor e n
el mundo, el cual n o tuvo en cuenta al oírla cuán funestas
y ocasionadas á graves males eran sus doctrinas . Harto lo
ha dado á conocer en s us resultados esa célebre escuela. Y
a un en las mismas aserciones que pertenecen al orde n
m aterial , padecieron entonces Jos economistas gravísimos
errores, que lu ego ha desmentido su misma ciencia , y
en cuya exposición no vamos á detenernos.
El resultado fu é, como era de ~::sperar, que tales doctri-
nas produjesen su efecto, y q ue el movimiento desamorti-
zador, iniciado al espirar el siglo xvu, continuase con fuerza
en el siglo xv111. Entonces halló cabida en la NUEVA REco-
PILACIÓN la ley de D. Juan JI que gravaba con el impuesto
del qu into los bienes dejados á las iglesias . En 1757 prohi-
bió Fernando VI t ransferir á manos muertas las casas cons-
truidas en el heredamiento de Aranjuez . En 1763 d ispuso
Carlos 111 que no se diese curso á instancias de licencia para
que las manos mu ertas adquiriesen inmuebles; y en 1771
se mandó guardar el Fuero de Córdoha , que proh ibía dar
heredades a la Iglesia, excepto á la Catedral. Á esto dieron
tam bién causa otras disposiciones adoptadas fuera de Espa-
ña; pero no se produj o con ellas todo el efecto que desea-
ban sus autores . si bien Carlos lll mandó recoger á mano
real un Breve ó Monitorio en que Clemente Xlll condenó la
conducta de Felipe de Borbón , Soberano de Parma, en lo
relativo á los bienes de la Iglesia.
Agitábase entonces entre los políticos y econom istas la
idea de la desamo rtización que, como propia de las tenden-
cias de aq ~el tiem po, gozaba gran favor y encontraba ar-
dientes defe nsores. En t re ellos se distinguió Campomanes;
y com o de él y de su libro hemos hablado ya Jargamen-

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Capítulo noveno.
te, excusamos hacer sobre este punto otras indicaciones.
Á Campoma nes ayudó eficazmente j ovellanos con su
Informe sobre la ley agraria. Y dada la actitud de uno y
otro , no es de extrañar que corran sus nombres con aplau-
so entre los desamorti zadores.
Impugnó briosamente sus doctrinas D. Isidro Carvajal,
obispo de Cuenca, explicando una carta q ue había escrito
al confesor del Rey; pero pagó ca ra su noble independen-
cia, pues una y otra carta fueron recogidas , y el Prelado
llamado y reprendido ante el Consej o. Y es que la causa
estaba irrevocablemente resuelta ; la expoliación d e la Ig le-
sia era inapelable, y en nada reparab an los que se habían
empeñado en llevarla adelante . La ley de amortización
estaba siendo , hacía ya siglos , objeto de los ardientes
votos de aquellos á cuyos intereses perj udicaba el que la
Iglesia poseyese un patrimonio , y al fin sus partidarios
habían de salir con s u intento.
Á fines del pasado siglo se dictó ya la primera ley de
expropiación de bienes eclesiást icos. En 1798 mandó Car-
los IV vender los, bienes raíces de todas las casas de bene-
ficencia, hermandades, obras pías y patronatos de legos,
imponiendo su precio en la Caja de amortización , al 3 por
1 oo de renta. Más adelante obtuvo licencia para vender
bienes, cuyo valor no excediera de 6 .400,000 reales de
renta, pagando su precio al contado. Hízose esta venta de
una manera tan desastrosa, que no se disminuyó la deuda ,
antes bien se aumentó, quedando entre ta nto arruinada la
hacienda de los pob res y disminuido el patrimonio de la
Iglesia. El general disgusto que causó este hecho movió á
la junta centra l á suspender las ve ntas en 1808, cuando se
habían vendido bienes por valor de 1 ,6oo millones. El total
que se había puesto á la venta se c alculó en 4,000. Pero
muy luego re nacieron los despojos, como tendremos oca-
sión de ver en el capitulo inmediato.
11

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CAPÍTULO X

LA OF.SAMORT IZM: tÓN EN ESPAÑA DESDE 1808 H ,"STA I.A MUERTE


DE O. FERNANDO VIl.

SUMARIO: Renacen en 1808 las expoliaciones de la lglesia.- Decretos de Napoleón


y de •u hermano José, suprimiendo los conventos de religiosos.- Espíritu hostil
que encontró luego en las Cortes su restablecimiento.-Medidas que las Cortes
adoptaron .-Enérgica protesta contra ellas de 1). Simón López.-Oe,tino que se
dió á los bienes de la Inquisición . - Aplicación de los bienes del clero al pago
de.l• Deuda. - NuevH protestas de D. Simón López. - Exposición de algunos
Prelados regulares.- Con la restauración de 1814 recobran la< comunidades sus
com·entos y bienes.- Vudv~ á lanzarlos de ellos la revolución en I S:zo.-Extra-
vagancias con que fu~ apoyado el dict amen de la Comisión reformado ra.- Es pi•
ritu hostil á los religiosos que reinaba en aquellas Cortes. - Extrañas aserciones
que en ellas se hicieron .- Actos que acompañaron á aquellas discusione•. - Ex-
propiaciones decretadas en 1811 .-Conclusión .

Laño 1808 , en que, según dijimos al termi-


nar el anterior capitulo , se mandó suspender la
• venta de los bienes de la Iglesia au torizada por la
Santa Sede, com enzó otra vez, y con más fuerza, la expro-
piación del patrimonio eclesiástico. Napoleón mandó en su
cuartel general reducir :i una tercera parte los conventos; y
en 1 809 decretó su hermano José la extinció n de todas las
Órdenes religiosas, apoderándose de sus bienes, y aun de
las alhaj as de m uchas iglesias, dentro del territorio á que su
dominación se extendía. Podían estos bienes comprarse, y
alg unos se com praron, aunque pocos , con un papel que se
creó para la extinción de la Deuda pública . Escaso efecto

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La Desamorti{ación.
tuvieron, sin embargo, tan arbitrarias dis posiciones; antes
bien, por la indignación que s uscitaro n en los ánimos, co n-
tribuyeron al entusiasmo con que se peleó contra los fran-
ceses; y allí donde los pueblos se libraba n de su dominio,
se restablecían sin demora los conventos s uprimidos .
Pero una vez lanzados los franceses del s uelq de España,
las Cortes no impulsaro n el restablecimiento de las comu-
nidades religiosas; antes se alegraron de que Napoleó n y
los suyos hubiesen allanado el camino para acabar con ellas .
En la sesión de 27 de Setiembre de 1812 empezó ya á
manifestarse claramente esta manera de pensar. En ella se
dió cuen ta de un dictamen de la comisión d e Hacienda, en
que, buscando la Regencia, de qu e era presidente el sei'lor
obispo d e Orense, la manera de restablecer los conventos,
consultaba á las Cortes lo que debería hacer, puesto que la
disposición de la Regencia misma , mandando cerrarlos para
evita r perjuicios en aquellos que la invasió n francesa h abía
dejado deshabitados, se había interpretado po r algunos en
sentido desfavorable : á cuyo propósito decía el eclesiástico
D. Joaquín Lo renzo Villanueva , apoyando los deseos d e la
R egencia : « Yo siempre creí , conforme á la m ente de
V. M. ( este tratamiento se daba á las Cortes) , que el res-
tablecim iento de estas casas era consigu iente á la libertad
de los pueblos do nde existían , y por lo mismo juzgo fun-
dada la solicitud de las com unidades que, hallándose en este
caso, piden al Soberano ser reintegradas en la posesió n de
sus casas y fincas.»
Pero estas indicaciones fu ero n mal recib idas por algunos
diputados. El conde de To reno dijo que era n sabidos los
daños que había traído á España lo num eroso de los con-
ventos, y era necesario evitar la reproducción del mal.
Combatieron también la proposición Argüelles y Calatr ava,
aunque el primero se vindicó de la idea que se le atri buía
de extinguir los conventos, y el segundo protestó que allí

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Capítulo décimo.
n o se trataba de p rivar á las comunidades del derecho de
propiedad. Poco tardó la revolución en dejar sin efecto
estas protestas.
Escasos e ran ciertamente en aquellas Cortes , en que
predom inaban las ideas hostiles á las Órdenes religiosas
difundidas por los regalistas del siglo a nterior, los diputa-
dos que se atrevía n á d efe nder las doctrinas católicas sin
contem po rización ni miramiento alguno ; mas no faltaron
d el tod o. Merece especial mención D. Simón López , que
con un valor á toda prueba decía allí la verdad desnud a, y
pro nunció en aquella ocasión un caluroso discurso en favor
d e las Órdenes relig iosas, lleno d e naturalidad y de senci-
llez, del que nos complacemos en dar á conocer algunos
trozos.
« . .. . Se ha dicho qu e hay d emasiados religiosos y que
no son necesarios , y debe llevarse á efecto el decreto de la
Regencia y el d ictamen de la Comisión.- Señor, que son
much os los religi osos .... ¿Y qu é facultad tenemos nos-
otros para disminuirlos ni para seculariza d os? Ellos se han
consagrado á Dios y á su culto, con votos solemnes. hec hos
con au toridad y aprobación de la Iglesia y bajo la salva-
g uardia d e las leyes. Solamente la Iglesia , ó más bien,
e l Romano Pontífice, puede dispensarles los votos y la
observancia de las reglas que p rofesaron. ¿Los absolverá
V. M. (las Cortes) de esta obligación, y los suj etará á otros
superiores? Esto sólo puede n hacerlo Napoleón y sus saté-
lites, que no respetan la religión.-Q1ie no son necesarios,
habiendo como hay en la Ig lesia curas y clérigos secu-
lares que los ayuden.-Este juicio tampoco pertenece á
V. M. ; es propio d e los Rdos . Obispos , á quienes por j esu-
cristo está encargad o el gobierno de la Ig lesia y de las almas.
Ellos verá n s i tienen ó no falta d e o perarios, y si los servicios
q ue los relig iosos hacen á sus iglesias son útiles ó pe rjudi-
ciales . ... »

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166 La Desamortización.
Se ext iende luego en probar el derecho" de la Jg )e!;ia
en s us bienes , combatiendo las m edidas cuya adopció n
se proponía; y añade : « El qu e no obedece á la Iglesia,
debe reputa rse por gentil ó pecador público : V. M. es
católico, y está obligado á g uard arla y hacerla g uardar.
Señor, dem os ejem plo . ¿Cómo , pues, titubear un punto
en desaprobar el despojo y ocupación de los conventos
que ocuparon y despojaron los fra nceses, y han aba n-
donado con su fuga? .... »-« Qye necesitan reforma.-
Convengo en ello. T odos necesitamos reform arnos. Este
negocio ta mbién es propio de la Iglesia y de sus pasto-
res . . . . Éstos son los jueces competentes ... . Noso tros no
podemos otra cosa. Mi provincia no me ha enviado á
refor ma r religiones, sino á defender la Re ligió n , la Patria y
el Rey : esta es mi misión: este el principal encargo . «Mire
»V. por la re ligión ,» me decia n mis com it entes al m ar-
charme . Adem ás, ¿se reformará n los religiosos ob ligándo-
los á anda r errantes, d isfraz ados, sin hábito religioso, s in
sujeción al legitimo Prelado, si n asi lo fijo , si n claus ura , ni
regla, ni m edios de g uardarla? Esta es la refor ma fra ncesa .
1No permi tirles que entren en s us conventos y vean siquie-
ra la desolació n que les ha causado el enemigo, y recojan
y aprovechen el mueble quebrado, ó el escombro de sus
edificios arrui nados l ¿Á quién se le prohibe entrar en su
casa invad ida ó robada? Al fraile solame nte . Señor; la hu-
manidad se estremece .»
La sesió n terminó fo rmulando el Sr. Vi !la nueva cuat ro
proposiciones, que fu ero n admitidas. Presentáronse lueg o
alg unas ot ras sobre este asunto . En la del 4 de Febre ro
de 1813 se hicieron fu ertes cargos al Gobierno por haber
mandado r establecer unas comunidades re lig i "'::.:l~ en Sevi-
lla, y hubo acalorados debates sobre este asunto . Bien se
conoció ya la oposició n que en las Cortes hallaba el resta-
blecimiento de las comunidades religiosas, y s us tendencias

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eapitttlo décimo.
á disolverlas. Defendiaseel Ministro de los ataques, diciendo
que la caridad, la política y la justicia exigían la medida
que había tomado, tratándose de unos hombres que no
habían perdido la posesió n de sus bienes, y que andaban
«á bandadas» por Sevilla, sin tener qu ien Jos recogiese, por
lo cual había n implorado el favor del Gobierno, q ue les per-
mitió volver á sus conventos. Pero no logró , ni con estas
explicaciones , ni con su afirm ación de q ue la Regencia
había obrado dentro de sus facultades sin haber contra-
riado disposición alguna dt:l Congreso, amortig uar los ata-
ques que con viveza y calor se le dirigían por muchos
miembros de la Cámara .
En la sesión del 8 presentó ya su informe la Comisión
que entendía en el asunto, y propuso bases para el resta-
blecimiento de las comunidades , conforme á las cuales se
expidió el decreto en 18 de Marzo de aquel año. Las bases
eran estas :-La reunión de las comu nidades, acordada por
la Regencia , se llevaría á efecto en conventos que no estu-
viesen arruinados, no permitiéndose por entonces que se
pidiese limosna para reedificar estos edificios ó sus iglesias.
-No se restablecerían , ni subsistirían restablecidos, con-
ventos que no tu vieran doce individ uos profesos; á excep-
ción del que fuese único en un pueblo, en el cual debería
completar este número el Prelado superior , con religiosos
de la misma Orden.-En Jos pueblos donde hubiese mu-
chos conve n tos de un Instituto, se restab lecería uno solo.
donde debían reunirse todos los de aq uel pueblo.-Los in-
dividuos pertenecientes á las casas suprim idas serian agre-
gados á las de su Orden que se hubiesen restablecido ó se
restableciesen. Proponiase además que la Regencia se abs-
tu viese de expedir nuevas órdenes sobre restablecimiento
de conventos, y los Prelados de dar hábitos, hasta la reso-
lución del expediente general : como también que si al re-
cibo de este decreto se hubiese verificado ya el restablecí-

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168 La Desamortización .
miento de alg una casa religiosa en vi rtud de las providen-
cias del Gobierno , y le faltase alguna d e las circunstancias
en él prescritas , quedaría sin efecto, debiendo arreglarse
inmediatamente al tenor de los precedentes artículos 1 .»
Por estos mismos di as, ó sea el 1 . • de Febrero de 1 8 13,
leyó la Comisión de Hacienda su dictamen sobre la ocupa-
ción por e l E:;tado de los bienes de la Inquisición, propo-
niendo al Congreso las declaracio nes de que nuestros lecto-
res verán mas abajo un extracto ' , y que , discutidas en la
sesió n del 6, qu edaro n apro badas el m ism o día.
Todavía lograron entonces alg unas comunidades reco-
brar sus con ve ntos, fundá ndose en la r esolución de las Cor-
tes. En sus actas leem os qu e los obtu viero n la comun idad
de Santo Do mingo de Écija , la de Carm elitas Descalzos de
Ma ncha Real , las de San Francisco , Capuchinos y Merce-
nari os Descalzos de Écija, y varias otras en las provincias
de Có rdoba , Jaé n , Mancha y Cádiz. Pero, como puede
inferirse del texto de las bases an teriores , la mayoría de
ellas qu edaba destituida de todo der echo, y el Gobierno
rete nía sus bienes, si bien ofreciendo devolver los necesa-

1 V. el Diario de StsioiiM de esta legislatur• , tomo vn (edición de t S¡o), pá-


gina 4764.
• Las d ecloraciones que sobre los bienes de la Inquisición propuso la Comi-
sión de las Cortes, fueron cinco.
Por la primera , teniendo en cuenta hallarse suprim idos los tribunales de la In-
quisición desde el 26 de Enero anterior, se declararon vacantes los bienes, asi mue-
bles como raíces ó semovient es. los derechos y acciones, los patronatos , censos y
otras cualesquiera prestaciones pertenecientes al Santo Oficio, ora estuviesen po-
seídas ó solamente d~ma nd a d as .
Se consigna en la Jeguttda que desde dicho dia en ~d elante , pertenecen á la Na-
ción estos bienes , en los mismos t érminos y con igual derecho que la Inquisición
los poseía, disfrutaba ó demanda ba.
Por la tercera se subrogaba el Estado en el cumplim iento de las obligaciones á
que estu viesen afectos los bienes de la lnqu:stción. Se decla rab an nulas en la ct;arta
las ventas hechas con posterioridad al 26 de Enero. Y se ; ... ponían penas en la
quinta á los que •ustrajesen bienes ó electos de la extinguida Inquisición.
A estas proposiciones seguían algunas reglas para la ocupación y administración
interina de d ichos bienes, que fueron discu tidas y aprobadas en la sesión del 8 de
Febrero .

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Capitulo décimo.
ríos cuando la reforma de las comunidades se llevase á
efecto. El tiempo se encargó de hace r ver cóm o se cumplió
este ofrecimiento.
Poco tardó e n conocerse cuál era el objeto á que se des-
tinaban estos bienes. En la sesión de 4 de j ulio de 18 1 J se
presentó una exposición de la Regencia proponiendo los
m edios de hacer frente á los apuros del Tesoro. Redu-
cianse éstos á la venta de tres clases de bienes, á saber:
comunts , eclesiásticos seculares y ec/rsiásticos regu!arrs. En-
tre los prim eros se contaban los de tcmporalidadcs de la
Inquisició n . Respecto á las otras clases, se establece lo
s ig uiente :
« 2. • Bienes eclesiásticos seculares. -Los Prelados ecle-
s iásticos y los cabildos designarán las fincas que se haya n
de enajenar á beneficio de la Nación , acompañando al mis-
m o tieJn po un pres upuesto de sus rentas y gastos , y V. M.
{ las Cortes), á cons ulta de la Regencia, prestará su apro-
bación , si lo tuviere por conveniente.-Los diezmos segui-
rán bajo el mismo sistema y con las mismas cargas que
hoy se halla n.-Los bienes pertenecientes á capellanías , á
beneficios sin cura de al mas y á obras pías, entrarán en la
masa de la e n;.~jenación .-La Nación se obliga rá á pagar re-
lig iosame nte á los ac tuales poseedores el 6 por 1oo de la
suma en q ue se vendan estos bienes.
» 3 .• Bienes eclesiásticos regulare8 .- Qpedarán s uj etos
á la enajenació n todos los que actualmente se adm inis tran
por el ramo de Hacienda y los de Encom iendas.-Lo qu e-
darán ig ualmente los que, precedido el presupuesto de gas-
tos y re ntas que presenten los conventos y monasterios que
hoy los disfrutan , desig nen las Diputaciones provinciales y
apruebe la Regencia .-La Nació n se obligará á sa tisfacer á
los individuos de los conventos y m onasterios cuyos bienes
se enajenen.., el 6 por 1 oo del precio en que se hayan ven-
dido, hasta en la cantidad de 300 ducados á cada uno, in te-

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qo La Desamorti{ación.
rin se les em plea con su consentimiento más ventajosam en-
te .»-Seguían á estas bases las reglas p:tra su ejecución 1 •
P ero do nde más se fijó el des tino de los bienes de los
convent.Js, fué e n la ley de las Cortes de 1.3 de Setiembre
de 181.3 sobre clasificación y pago de la deuda nacional, qu e
entre los arbitrios para el pago me nciona el siguien te :
« 3 ." El sobrante de los productos de las fincas , rentas
»y accio nes de los conventos y m onasterios cuyos bienes
»adm inistran hoy los dependientes del Gobierno, después de
»deducirse lo que ; según lo decretado por las Cortes, corres-
» ponda á la decencia del culto y conerua sustentación de los
»regulares que no estén ya , ó en adelante estuvieren, em-
»pleados p o r el mism o Gobiern o, ó po r los O rd inarios, en
»destinos análogos á s u carácter; debiendo, por tanto, en-
»trega rse inm ediatame nte dichos bienes á la ju nta nacional
»del Crédito púb lico, si n perj uicio de que ésta, si lo estimase
»Oportuno, encarg ue alg una parte de dicha administración á
»los mism os regulares; y sin perjuicio también de que, veri-
»ficada la reforma , se les de n , con arreglo á ella, e n plena
»propiedad las fincas que se crea justo y conveniente dejar-
» les en este concepto.»
No le faltó á esta parte de la ley la im pugnación e nérgica
y decidida del diputado D. Simón López, á quien hemos.
citado m ás arriba. « Yo entiendo, dijo este religiosisim o
diputado, qu e no puede ap licarse este fondo á la extinció n
de la Deuda pública , porqu e no se puede aplicar á éste ni
á ningún ot ro fin aquello sobre que no hay dominio, y la
Nación no tiene dominio ni señorío sobre estos fondos,
para transferirlos á los acreedores á la Hacienda pública .
Los bienes de los conventos q ue administra ahora el Go-
biern o (po r no sé qu é razón de ·justici .. ) , habiéndose
impedido á sus duei"'os que los admin istraran , como están
1 V. el Diario dt S t>iontJ de c•ta lcgi•lat ura , tomo vm, cdidón de: 1870 , pá-
gina 56o2.

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Capitulo décimo.
autorizados á hacerlo por las leyes canónicas y civiles , por
el derecho natural , la propiedad y posesión inm em orial ; no
sé con qué auto ridad , digo, ni con qué derecho ni j usticia
se les pueden quitar. ... Se inculca mucho el de recho de
propiedad. ¿ Y será sólo ilusorio este derecho para la Iglesia
y para sus ministros? ¿ Q1Jé d ice la Constitución , que tanto
se cita y tan poco se g uarda? Q1Je la Nación está obligada
á conservar á los españo les sus propiedades : qu e ni el Rey
podrá toma r la pertenencia de ningún es pañol. Pero no es
necesario qu8 lo diga la Constitución , pues ya hab ía dicho
el sépti mo ma ndamien t o de la ley de Dios que no se tome
lo ajeno contra la voluntad d e su dueñ o ..'>
Contestando al Sr. López, dijo el diputado Mexia que
no se trataba de qu itar la propiedad á nadie. Y en la sesión
de 1o de Setiembre, en contestación al diputado Alcaina,
que hablaba en ig ual sentido que López, volvió á decir
Mexia «qu e no se trataba de ve nde r bienes, ·sino de desti-
narlos para hipoteca de la Deuda pública, y esto cuando, en
uso del breve de Su Sa ntidad , qu edasen libres de resultas
de la reforma .» - Aérea y levísima sombra de esperanza,
que, como nuestros lectores sabe n, tardó m uy poco en
desva necerse .
Cuán m alas disposiciones había en las Cortes para el
restablecimiento de los conve n tos, aun siendo es te parcial,
fuera de ser notorio por s us actos, lo dice un fo lleto titulado
Atenta rrpresentacióu qur los Prelados regulares m Madrid
presentan á las Cortes sobre la restitución de sus conventos y
propiedades de que fueron despojados pO'r el tirano •. En ella
se lam entan de las demoras qu e la devolución s ufre; y por
haber cons ultado un Intendente si e l decreto que m anda en-
tregar á los Prelados regulares alg unas casas de sus institu-
tos de las que hayan quedado habitables, se refi ere á casas
de vecindario ó conventos, después de extrañar tan singular
' En Madrid á 5 de En<ro de 18 14 .

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La Desamortización.
consulta, dicen que el Gobierno se tomó tres meses para
resolverla, «en cuyo intervalo fu é d erribado el con ve nto de
» la Pasión , precediend o por carteles la s ubasta de los es-
» combros; se otorgaro n escrituras de ar riendo por alg unos
»años de las hu ertas y heredades cercadas y un idas á los
»con ven tos; se abr ió puerta franca al paisanaje al interior
»de e llos; destejaron y ext rajeron el maderaj e qu e los cu-
» b ría; arrancaron las rejas , puertas y ventanas que habían
»perdonad o los enemigos, d ejándolos expuestos á los hun-
» dimientos que han sucedido: si n esto, las autoridades se
)>apresuraban á ex traer m aderas y otros efectos aprovecha-
» bies, d estinándolos, segun decían, para esta blecimientos
» publicos, no reservando su economía ni au n los pavi m en-
>> tos de las iglesias. De modo, añaden , que alg unos monas-
»terios y con ventos ha n padecido más e n los tres m eses de
» la consulta, qu e habían sufrido d e los enem igos: y si la
»palabra bnbitabl l's d el decreto de V. M. hu biera d e enten-
» d er se en todo rigor, ningu no d ebería ser restablecido.»
Léense en este foll eto, com o en otros que entonces se
publicaron , juiciosas reflexiones sobre la supresión de los
regu lares y ocupación de sus bienes.- «Q!le los regu lares
están relajados, dice el folleto. ¿Y en qué tribunal se ha
ventilado esta causa de tanta consecuencia ? ¿ Q!¡iénes son
los actores? ¿ Q!¡ ié nes son los jueces?¿ Q!Ié pruebas so n las
que se producen? ¿Han sido oídos los acusados? i En días
de libertad y d e Constitución se d espoja y at ropella á mi-
llares de ciudadanos, cubr iéndolos de oprobio!. ... ¿Y se
qu erra que el pueblo que esto vea se crea seguro de ig ua-
les procedim ientos? .. . . Los enemigos de la Religión acusan
á los minis tros de ella extrajudicialme nte; y sin otra forma
legal , son condenad os al perdimiento d e t2..!vs sus dere-
chos, siendo el despojo la primera noticia qu e reciben de
su su erte. ¿ Y esto por qué? ¿Por ventura están relajados
todos los regulares? No , señor: no lo es tán todos, ni lo está

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Capitulo décimo .
u na mitad , ni una décima parte. Pues , ¿cómo es que el
azote cae sobre todos? Ademas , ¿ q ué ley señala el despojo
de todos los derechos por pena de la relajación? Según eso,
correspondía que la Nación absorbiese todas las pro pieda-
des de los ciudadanos , los cuales deberían andar errantes
por las selv<lS, sin casas ni hogares, ni representación al-
guna , porqu e ¿dó nde está la clase ó cond ición que perm<l-
nezca en la pureza religiosa y social de s u estado?»

No bien había comenzado la venta de los bienes, y


antes de qu e las Cortes decretasen la reforma, vino la res-
tau ración de 18 14 , y con ella la derogación de las leyes
revolucionarias . El 2 1 de Mayo de este año ordenó Fernan-
do Vil la devolución á las comunidades de sus conventos
y de los bienes de s u propiedad ; y tres meses despu és se
creaba en cada Audiencia una junta de ministros, qu e, lle-
vando a efecto lo que dispuso la Regencia al an ular las
ventas hechas por orden del rey José, devolviese estos
bienes á sus antiguos poseedores. Se legisló asimismo sobre
la devol ución de frutos por los poseedores de las fincas: y
de este modo volviero n á adquirir las com un idades casi
todo lo qu e los decretos de Napoleón y de las Cortes les
había n qu itado.
Perv a l cabo de seis años de posesión tranqu ila volvie-
ron desgraciadamente á sufrir, no ya los mismos, sino aún
m ás rudos embates de la revolución, q ue recobró s u impe-
rio de l año 20 al 2 J . El 9 de Setiembre de 1820 presentó ya
dictamen la Comisión de las Cortes so bre la proposició n
del diputado Sancho , .re lati va á la reforma ; y discutido y
aprobado con modificaciones , se llevó á la sanción real
en 2 de Octubre de 1 820. Por s u contexto • puede verse
cuán rad ical y vio lenta fué la tal reforma .
Es ve rdadera m ente de oir lo qu e en el debate se dijo
• Di4rio dt los Suio11ts de Corlu de 1 ~ legislatura de 1820 1 tomo u. pág. 1196.

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174 La Desamortit_ación .
para justifi carla. Ya al presentar la Comisión su informe ,
d ecía en él , con el mayor aplomo y como quien asienta
verdades indiscutibles : « ¿ Q!¡é debe hacerse cuando se
trata de investigar si éstas ó aquéllas instituciones , si
éstas ó las otras prácticas son n ecesarias, si son útiles ,
si son conformes á la sólida piedad? Ver la influencia
que han te nido , ver la que pueden tener en el bien ó en
el mal general. Cuando hayan contribuido á que todas las
familias que componen una gran sociedad, tengan a mor al
trabajo, fundamento d e todas las virtudes, á que e ncuen-
tren en él los m edios de una cómoda s ubsistencia , á que
adelanten en todo lo que co nstituye la verdadera civiliza-
ción de la especie humana ; entonces no hay que dudar en
que la Religión , de ac uerdo con la filosofia, s e inte resa e n
la conservación de tales establecimientos . Si, por el contra-
rio, lejos d e S(!rvir á la creación y progresos de la riqueza
general , han sido por desgracia una de las causas de la po-
breza y de la miseria, fuentes fecundas de calamidad es y de
males, no debe haber escrúpulo en qu e dejen de existir ó
existan de otra manera .... »
De modo que, al parecer de la Comisión , en esta des-
venturada España, tan trabajada en lo antigu o como en lo
modern o por todo gé nero d e males y de elementos de de-
cadencia y de ruina, debieron los religiosos ob rar la mara-
villa de hacer á los hom bres laboriosos é industriosos, y por
no haberl o hecho así , merecían ser exterminados y despo-
jados de s us bienes. Poco importaba que. las Órdenes reli-
giosas trabajasen en man ten er vi va la fe que tanto era de
admirar en el pueblo espariol antes de las malhadadas revo-
luciones del presente s iglo; lo qu e im porta ba es q ue hubie-
sen influido para que el pueblo <•adelantase e n todo lo que
constituye la verdadera civilización .» LasÓ 1lle nes re ligiosas
no estaban , pu es, en este mu ndo, según la Comisión , para
procurar la felicidad espiritual , sino la felicidad te mpora l.


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Capítulo décimo.
Es el trastorno más completo de ideas que puede conce-
birse.
Seria necesario, además, para conocer lo qu e las nue-
vas ideas, nacidas de la Revolución francesa, habían tras-
tornad o en España las cabezas, leer los apasionados discu r-
sos que entonces se pronunciaron . Pero de ellos y de sus
d octrinas haremos, en ge neral , caso omiso, para no entrar
de nuevo en discusiones fi losóficas , cuand o sólo nos pro-
ponem os hacer una exposición histórica. Algo haremos
no tar, sin embargo, de lo qu e alli se d ijo .
Hablando de los mo nj es de rígida virtud, decía muy
seriamente un diputado que , <<además de que pueden con-
tinuar su vida ascética en la celda de u n co nvento de men-
dicantes, en el retiro de un a al dea ó e n cualqu iera otra par-
te , debe sup onerse que tien en bastante virtud y espíritu
evangélico para sacri ficar al bien de la patria esos hábitos
co ntraídos , que no forman la esencia de la sólida piedad,
porque en todas partes pueden encontrar las delicias de la
soledad. » - Esto de «sacrificarse al bien de la patria , » es,
por lo donoso, superior á todo encarecimiento . Á lo de qu e
en todas partes puede continuar el m onje s u vida ascética ,
ya dij o algo, aunque no todo lo que podía decir , el dipu-
tado Navas.
« Á un monj e, decía , qu e desde sus más tiernos años
se acostum bró á vivir en la soledad , qu e profesó una regla,
que se educó en ella, q ue está en la edad de sesenta ó se-
tenta años, obligarle á q ue salga al s iglo, á q ue viva dentro
de un pueblo, es quitarle la vida civilmente . No se saben,
como d ijo ayer muy bien el Sr. Co rtés, refiriéndose á la
autoridad de un filósofo que no es sospechoso en la mate-
ria, no se saben los placeres de la soledad hasta que se d is-
frutan ; y arrancar á los hombres de esta soledad en que se
hallan , creyendo que no pueden consegui r su salvació n sino
observando fielmente las reglas de aquel retiro y soledad,

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La Desamorti1_ación.

m e parece desacertado.» Mirando la cuesti ó n po r el aspecto


eco nó m ico, añadió : << •• •• ¿Q!Jeda rán todos estos monaste-
rios vacíos, sin tener qu ien los habite? Este es un g rande mal
en econo mía . ¿Q!¡edarian trescientos hermosos edificios,
los más deellosen desiertos, para qu e, desc uidados , presen-
tase n el cuadro de la ruin a y de la desolación , y sirvieran
de nidos á las golondrinas y de habitación de foragidos ' ?»
Á lo cual respo ndió el Presidente de la Cámara que
« eso no es cuenta d e las Cortes; que lo que deben conocer
»es que la deuda es inmensa, y para pagarla deben ve n-
»derse muchos bien es;» añadiendo que entre ellos «se debe
»echar m ano d esde luego de los de !os m onjes , como los
» m enos necesarios y útiles, aun para el objeto de su insti-
» tución •. »
El arg umento era en verdad admi rable : el mismo que
expuso luego el diputado Casaseca, pero en forma tan sin-
g ular y tan d o nosa, que no se sabe si hablaba de veras ó se
burlaba de lo que la Com isión pro po nía. Leyó este dipu-
tado el primer articulo, y dijo :
«¿Es esto conve niente? He oído á alg un os señores dis-
currir sobre ello, y veo que se reduce á decir: Señor , la
Nació n necesita los bie nes de estos conve ntos : el apu ro de
la Nación es t al , qu e no saldrá de él si no echa mano de
ellos. Si so n , pues, necesarios a la Nación , parece que está
visto ( sic) que es conveniente que se suprim an los m onas-
terios, mayorm e nte cuando se dice q ue, en tanto han po-
dido estos ten er sus bienes, en cuanto se lo ha permitido la
p otestad civil , y sie m pre sin perj uicio de que los hayan de
ceder cuando los necesite. Se dice q ue si la Nación los nece-
sita absolutam en te, esta m os en el caso de que los m onas-
t erios no puedan reclam ar el derecho á conservarlos , por-
que el concedérselos fué con la condición im plícita de que,

' Diario de Sesiolle&, tomo citado, pig. 1172.


• Id. id ., p:ig. 11 73 .

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Capitltlo décimo.
si llegaba el c;tso d e n ecesitarlos la nación, habrá n de vol-
ver á e lla. Me parece que está expu esto lo necesa rio pa ra
justifica r lo q ue propone la Comisión acerca de to m a r los
bienes de los m onasterios '.» Después de deci r esto, qu e,
repetim os, es muy origi nal, y más parece b urla q u e otra
.cosa, dijo qu e no aprobaba la su presión de todos los m onas-
t erios, y e logió los ser vicios que h an prestado á la agricul-
tura y á las let ras, así com o las virtudes y sabiduría que
había e n alg un os de e llos.
No faltaron tampoco e n esta ocasión diputa dos celosos
que d efendieran las buenas doct rinas. -<< Si se anu la el de-
recho de los m o nasterios á los bienes , decía el ca nónigo
Lobato , ¿cómo podrá la nación disponer de ellos, p uesto
que son d e los h erederos ó parientes d e los que los d ona-
ron ? . . .. Y o pregunto : si al testador ó donador se le hu-
biese dich o : estos b ienes deben pasar al Crédito pú blico,
¿ hub ien1 dispuest o de ellos en favor de l mismo estableci-
m ien to? ¿ Hubiera te nido en é l tanta confianza como en los
m onjes, á quienes ten ia por t an exact os cumplidores d e
las disposiciones del t estam ento?»-Añadc que debe averi-
g uarse si estos bienes tiene n legitimo dueño; y prosig u e:
« Yo pued o decir qu e 16 tien e n , p orq ue soy compatrono de
unas me m orias que tienen s us fi ncas aplicadas á monjes,
las cuales, d espués de pagar las cargas piadosas, deja n do-
tación para parien tas que hayan de casarse ó e ntrar m onjas;
y esto sucederá e n otros m onasterios q ue t endrán estas ó
iguales cargas de ju st icia, y no es razón que dejen d e c um-
plirse por ap lica rse al Crédit o pú blico .»
T ambién el diputado Dolarea vi ndicaba á los m onjes
de l cargo q ue se les h acia com o m alos agricultores. - <, Ha-
blo ( decia) por propia experi e ncia e n lo que respecta á los
de mi provincia, donde t engo algún conocimiento. Apenas
se transita por h eredades ó propiedades en p ue blos y de-
• Dimio de Stsionts, tomo citado . .Pág. 1175·
l2

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q8 La Desamortización.
siertos in mediatos á mon:~steri os, donde al verlas flo recien-
tes, bien cultivadas y con cercas, no acierte cua lquiera d i-
ciendo ser correspo ndientes á esas casas, y vea co n dolor
otras estériles de particul ares, y qu e. descend iendo á averi-
g uar el ori gen , no lo atribuya pri nci palmente al cuidado y
mayor ins trucció n de los m onjes. » - Y recorda ba luego las
1 :;,ooo leguas d e tie rra inútil ¿ inculta por falta ce pobla-

ció n , q ue hay en Espa ña.


Pero ni estas ni otras consideraciones aun más podero-
sas fue ron bastantes á im pedi r las disposiciones que tanto
d esastres y ruinas trajeron co nsigo. Oiga mos su relato, hec ho
por un d istinguido ho mbre p úbli.:o : «En 9 de Agosto d e
aqu el mio ( 1820) dic taron las nuevas Cortes una ley man-
dando em1jenar en su basta pública los b ienes designados en
el d ecreto an tes referido de 1 J de Setiem b re de 18 1 J •, los
cuales habían de pag arse íntegramente con créditos de todas
clases contra el Estado. En 17 del mismo m es restablecie-
ro n la pragmática de Carlos lll suprim iendo la Compañía
de j esús, y aplicaron sus bienes al Crédito público. Poco.
d espués, en 1. • de Octubre de aq uel año, u n nu evo dec reto
legislativo suprimi ó los m o nasterios de Órden es mo nacales,
los ca nó nigos regulares, los conventos de las Ó rdenes m i-
litares, los de San Ju an de Dios y de Bethlemitas, y todos
los hospitalarios; mandó reducir el número d e Órdenes no
su pri midas ; prohibió fundar otras nuevas , así de ho m-
bres como de mujeres, la admisión de nu evos novicios y la
profesión d e los existentes ; aplicó al Crédito pú blico las:
rentas sobrantes de los con ventos subsistentes y todos los
bienes de los su primidos, y au torizó á los Ordinarios para
d ar los vasos sagrad os . alhaj:~s y objetos del culto á las
parroquias pob res, y á habilitar para la cura d e almas las
iglesias que resultara n vacantes. Luf'go, po r otro decreto.
de 9 d e Noviem bre d el mis mo a ño, se extendió la expro-
• Daremos á conocer sus prindp11cs di•posicioncs en el Aa•ÉHDICE, nota núm. 11.

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Capitulo décimo. '79
piación á otros bienes eclesiásticos , destinánd ose á la amo r-
tización de la Deuda pública los de las capellanías no fami-
liares vacantes y qu e vacaran en lo sucesivo , los de ermi-
tas, cofradías, m emo rias ó fundaciones que no estu viese n
espiritualizadas ni for masen parte de la congrua de alg ún
eclesiástico, y los de establecimientos piadosos, con exclu-
sió n d e los hospitales en ejercicio, hospicios , casas de
educación y ot ros. Entonces se m andaron poner en venta
tod os los bienes ex p ropiados; y para que el e fecto de estas
medidas fuera más inmediato, en 7 de Abril de 1821 se
sus pend ió, hasta q ue se verificase el a n unciado arreglo d el
clero, la p rovisió n de todos los beneficios y capellanías qu e
no lleva ran aneja la cu ra de almas, au nque fueran familia-
res, y la creación de pat rimonios para títulos de orden<t-
ció n. - Pero cuan tas más concesiones se hacían en esta
materia á los parti dos reformistas , mayores eran sus exi-
gencias 1 • »
Y todavía siguieron , en efecto, á estas m ed idas otras
que atacaban el patrim onio d e la Ig lesia y á ra Ig lesia misma.
Por decreto de 26 de Abri l d e 18 21 , encam inado á dismi-
nuir el número de .sacerdotes, se p ro hibió á los_Obispos
conferirórdenes m ayores, y se redujo el nú mero d e párrocos.
-Por ot ro de 21 de junio inmediato se acordó la reducción
del diezm o á la mitad 1 aplicá ndola al pago de las obliga-
ciones eclesiásticas , s iendo de notar qu e al propio tiempo
se im puso al clero la espan tosa con tribución de 1.20 millo-
nes sobre el producto de ese med io diezmo; y como éste
impo rtaba poco más , según ya hemos visto; el Estado se
apod eraba d e la manera más arbitraria d e todos sus m edios
de su bsistencia.
juzgando estos sucesos, d ice el mism o Sr . Cárdenas en
su obra citada : « Co n estas reformas qu edaron privadas de

1 E=yo sobre la HIJiorin h la propitdad lt rrilorial en Espnña, por D. Francisco


de Cárdenas, tomo 11 , páginas 5 29 y 5JO.- Véase ad<más ., AP ENDICE, nota num . u.

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18 0 La Desamortización.
s us bienes raíces las más de las comunidades religiosas ,
salió al mercado una masa tan grande de ellos, que nc pu-
d ieron venderse sino á vil precio , con menoscabo de la
propiedad particular : la adm inis tración y la adquisición de
tales bienes fueron objeto de agios y de abusos escandalosos:
quedaron en la indigencia millares de religiosos, á quienes
no se pagaron tampoco puntualmen te sus módicas pensio-
nes : muchos de ellos, que no m ostraron bastante resigna-
ción evangélica, fueron inj uriados por desafectos : algu nos
de costumbres corrompidas, qu e aprovecharon la ocasión
para abandonar la vida monástica, fu ero n ensalzados y fa-
vorecidos por la parcialidad dominante : el Papa cortó sus
relaciones con un Gobie rn o que tan mal trataba á los mi-
nistros del culto ; y así se llegó á generalizar la creencia de
que el siste ma constitucional era necesa riamente hostil á
la Iglesia católica. Estas reformas eclesiásticas, inspiradas
más bien por la pasión de partido q ue po r la razón d e Es-
tado; estas expropiacio nes del cle ro católico , tan torpe-
mente ejecu tadas , fueron causas de las qu e más contribu-
yeron ento nces al descrédito de aq uel sistema político. En
un pueblo <unantc de s u fe y de su culto, acostumbrado á
vivir largos siglos bajo la influencia moral del clero, era
imposible que se asegurase un régimen de gobierno bajo e l
cual estaba desdetiado el culto, perseguidos sus ministros.
despojada d e sus bienes la Iglesia, é incomunicados los fie-
les con el Sumo Pontífice 1
. "

La restauración de 182) t rajo consigo el medio diezmo,


la reposició n de los ins titutos religiosos a l estado que antes
tenían , la declaració n de nulidad d e todos los actos del go-
bierno revolucionario, y la restitución á los m onasterios de
los bienes que se les había n quitado , sin otro derecho á los
que los habían adquirido q ue d de percil.Jt r JOS frutos pen-
dientes. Era éste un vetdadero acto de reparación y de jus-
1 T onto 11. lib. x, cap. VIII, pág. 5J 1.

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Capítulo décimo.
ticia, del que nad ie podía quejarse; p orque al declararse en
venta las propiedad es de la Iglesia , veia todo el mu ndo por
su s ojos que lo que el Gobi ern o ve ndía no era suyo , y de-
biero n , los qu e compraban , contar con el pe ligro que
co rrían ; con tanto más motivo , cuanto que tenían en otra
devolució n anterior un precedente au torizado. Si cuando de
lns ruinas de la revo lución re nace el orden , vinieran siempre
con él m edidas tan reparadoras , no hallarían los actos de
la revolución tan favorable acogida. Los bienes de la Ig lesia
hubieran acabado a l fin por no ve nderse , porque el tem or
de perder los intereses hu biera , á falta de otro, retraído á
todos de comprarlos.- Qpe contrataron bajo la fe del Esta-
do, y con arreglo á las leyes , - se dice en su defe nsa. Pero
la ley que despojó á la Iglesia de s us b ienes, ¿ fué acaso una
ley justa y valedera? ¿No llevaba en sí misma la nulidad,
por la ~nj u sticia que envolvía? Y envolviendo este vicio de
nulidad , ¿ m erecía ser respetada? No lo ente nd ía así el in-
sig ne Salmes, cuyo j uicio sobre las leyes i11justas verán
nuestros lect ores más adelante. Diremos, entre tanto,
que si hay q u ien por error j uzgó otra cosa , el q ue yerr a en
asuntos de intereses, con ellos debe pagar las consecuencias
de su error.

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CAPÍTULO XI.

LA DESAMORTIZACIÓN EN ESPAÑA DESDE 18 J4 Á 184 1.

'SUMARIO: Cortes de 1834·-Extinción de c.apellaniu.- Cortes de I BJ5· -


Indemnitación á los compradore~ por los bienes que se les había mandado de-
volver. - Cortes de 18 36. - Pone en venta Mendiubal todos los bienes de las
comunidades religiosas.-Sentidas quejas del señor Obispo de Córdoba.-Petición
para q ~e se llevasen á efecto la exclaustración y la desamortiución.- Proyecto
de ley, al efecto, de Mayo de 18.J6.- Extremo á que llegó en las Cortes de r8;6
el espíritu antireligioso.- Se opodera el Gobierno de la plata de las lglesias. -
Se ponen en venta las campanas de lo< conventos.- Discusión sobre los bienes
de los religiosos ce Cuba. - Varios proyectos sobre asuntos eclesiásticos. - Su-
presión del diezmo y r est ablrcimiento temporal del mismo.- Se reproducen
estos debates en IB.JB.-Aigunas palabras del señor Obispo de Córdoba y del
Sr . Pidal. - Se aprueba un proyecto de arr<glo del clero el 1} de Julio de 18)8.
- Vicisitudes posteriores de este asunto hasta 1841.- Transición.

11
vicisitudes q ue el patrimonio de los bienes
AS
de la Iglesia corrió en España desde t8to hasta
t 83 3, las hemos visto en el anterior capitulo. Con
la muerte de D. Fernando VIl , y las reformas políticas que
en pos de ella vinieron , comenzó de nuevo la guerra á
las comunidades religiosas y la venta de los b ienes de la
Iglesia.
Poca fué, sin embargo, la parte que e n esta ingrata
tarea les cupo á las Cortes de 1834 y J5· De las primeras
sólo conocemos una prop )Sición sobre extinción de cape-

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La Desamortización.
llanías y memorias d e misas, present ada y aprobada e n la
sesión d e 29 d e Octubre •.
En las de 183 5 h ubo una empeñada discusión sobre la
m anera d e indemnizar ,- ¿creen nu estros lectores q ue á las
iglesias y corporaciones despojadas de sus bienes?- No
por cierto: á los compradores, de los que adquirieron
desde el año 20 al 2 3, y se les mandó devolver desde el
23 al JJ. Al ver la d esapiadada manera cómo se despojó á
los relig iosos d e sus b ienes, y el absoluto y completo des-
conocim iento en qu e quedó el derecho d e prop iedad , la
aca lorada defensa que alli se hacia de los com pradores,
cuyo derecho se exaltaba hasta las nubes, no menos que la
injusticia con que se decía haber sido d~spojados de él,
recu erda las reflexiones d e B uRKE que en el capitulo v de-
jamos transcritas. Por cierto, q ue, discord es e! Gobierno y
la Comis ión , la cua l pedía para los compradores más d e lo
que el Gobierno les daba, fué d esaprobado en votación
no minal el proyecto del primero y adoptado el de la se-
gunda •. Motivó este debate el proyecto para el arreglo de·

1 Decía así : QJ< s< ext ingan las capc:JI.,nías colativas, laicales, memorias de
misas y kgados píos, d< cualquiera cloS< y condición q ue S<an ; las vacantu, desJe
el momento; 1.. poseídas, d<sde el fallecimiento de su posccdor : que por su muerte
los bienes de las de sangre paS<n á los herederos legít imos dentro del cuarto g rado
civil, si los hubiere , en la condición de tincas libres , y que no habiendo tal<s pa-
rientes , como asimismo en todas las fundacio nes expresadas que no son de sangr.,
recaigan sus bienes en el Crédito público para la amortización de la Deuda del
Estado.
Se discutió y fué aprobada por 36 votos contra 33 , tod o en la misma S<-
sión, acordá ndo~ que en vez ..ie ccuarto, 1 se dijese cdécimo1 gr3do.
• Al t<rminarse esta sesión , d<spués Je un largo debate, propuso lo siguiente
el Gobierno :
• t.' Devolución inmediata de todos los bienes que hayan entrado en poder
del Estado.-2.' Opción dada á los compradores para tomar el p•pel mismo d<l pre·
cio de la compra . - 3.' A los que no quieran tomar papel, prefiriendo las fincas, S<
les devolverh estas en el término de un •f.o, contado desde la sanción de esta ley. •
Discorde la Comisión con el Gobierno, proponia :
cArtkulo 40. Se devolverán las fircas rústicas y urbanas y derechos enfitéuticos
censales ó forales redimidos, y demás bien<S inmuebles y semovientes, incorporados
al Estado en virtud de los decretos de las Cortes dados desde 1810 al 181).. á los

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Capítulo undécimo.
la Deuda. por cuyo artículo 6. o se m andó apl icar al pago de
ella las temporalidades de los j es uitas .
Al Gobierno y las Cortes de 18 36 estaban reservadas
las más radicales y fun estas m edidas. Creyéndose au tori-
zado para ello po r el célebre voto de co¡tfian:(_a , decretó el
ministerio Mendizábal, en 19 de Febrero de aqu el año , la
venta de todos los bienes de las co m un idades religiosas ',
dictando una instrucción al efecto, y acordando o tras dis-
posiciones de carácter secundario .
Publicadas que fuero n, y al ver la desagradab le impre-
sió n q ue causaron , se lame ntó el ma rq ués de Miratlo res,
al discuti rse en la sesión d e t 8 de Abril la contestación al
Discurso de la Coro na, de la man era cóm o se había lanzado
de sus casas á más de treinta mil religiosos; y sobre el
mism o asunto pronu nció el señor obispo de Córdoba senti-
das palab ras, que vamos á reproducir aquí:
«Puestos han sido fuera de s us ca sas ( dice hablando de
los religiosos) : no digamos el m odo, y quede para siem pre
bajo el velo que todo lo cubre ahora : ¡ojalá q ue la historia
no lo descorriese 1 El hecho es que, no un corto é insigni-
ficante número , sino treinta mil individuos de la sociedad,
treinta mil españoles, que corres po nden á treinta mil familias
de todas clases y condicion es; jóvenes, ancianos, robustos,
enferm os, hué rfanos , pobres , con relaciones ó sin ellas,
del país ó de fuera de él, sacerdotes , legos , sabios é igno-
rantes .... todos , sin excepción , se hallan fuera de la m o-

compradores que se halleA en el caso de haber vcrific odo el primero y segundo re·
mate , hecho la entrega de su importc en d Crl!dito público, y obtenido la cort.a de
pago correspondientc.l
'Por el articulo 41 se m•ndó devolver las fi ncas vendidu á plazo, en que media-
sen ciertas condiciones.•
Puesto á votación el proyecto del Gobierno, fué desechado por 89 votos con-
Ir• 25.
Pucsto á votación el art. 40 de la Com isión, fué aprobado. (Sesión de 8 de
Mayo de 1835·)
• V~asc el APÉNDICE, nota núm. u.

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186 La Desamortizacióu.
rada que escogieron en uso de s u libertad, obligados e n el
instante á mudar de m éto do de vida y de traje, v istiéndolo
algunos en m omentos de humil lación y desprecio, amon-
tonados aquí y allí , todavía sin domicilio fijo, mandados
trasladar de una parte á otra, como si no tuvi eran derecho
alguno á elegir residencia , confundidos todos, y llamando la
atención pública ( perm itaseme esta comparación), á lama-
nera de los escom bros y m ate riales de un grande edificio
que se arruina de repente , y qu e se va n sacando y colo-
cando como se pu ed e en medio de las calles y de las
plazas.»
Y hablando luego de lo pobre ciP. las pensiones que se
les señalaro n, dice : «Si e n los cesantes y jubilados se atie n-
de á los a ños de servicio , ¿cómo , s ie ndo ta n reducida la
cuota que no compe n sa la equivalente y moderaqa dentro
del claustro , h a de ser comparable el servicio de un recién
ordenado in sacris, que n o ha podido a un prestar alguno.
con los servicios de los individuos vene rables, lle nos de m é-
ritos e n s u relig ión y fue ra de ella ? ¿Cóm o ig ualar á un
respetable Gene ral de la Ord e n con el último de la comuni-
dad ? Y si los servicios no se g radúan , com o parece justo, á
lo m enos una escala de años serviría d e g ra n cons uelo á los
ancia n os que no pueden desempeñar destino algun o para
buscar la subsistencia. i Infelices viejos, e nferm os , desam-
pa rados, que estáis ahora en brazos de la ca ridad cristiana !
Dig nos so is de compasión y las tima : yo m e h onro en de-
rramar lágri mas sobre vu es tra suerte.»
Cuando por vez primera s e trató de la venta de es tos
bienes e n las Cortes de aq uel año, fué en la sesió n de 2 5
de Abril. Dióse ento n ces lectura de una petición d irigida á
la Reina, en qu e 45 proc u radores pedían la presentación á
las Cortes de los decretos sobre supresión -!.! religiosos y
libertad de exclaust ració n concedida :i. las religiosas. En ella
exaltaba n y ponderaban de antemano los expo nentes la

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· Capíttdo undécinw.
excelencia d e tales m edidas, diciendo que « no han violad o
»en el derecho de propieda d respetables principios, como
»alg unos ilusos habían pod ido concebir , » con otras no m e-
nos fervientes apologías en el terreno econó m ico y político,
que son-la reproducció n de las qu e hemos expuesto en los
anteriores capítulos.
Dió esta petició n materia á un largo debate sob re la ex-
claust ración y la desa morti zaci ón , en q ue las id eas revolu-
cionarias, fuertemente impulsadas r2or las t endencias á la
sazón do minan tes, se m ostraban harto más potentes y brio-
sas que las favorables á la Ig lesia y á s us derechos, cohibi-
das entonces por la terri ble presió n qu e sobre ellas ejercían las
contrarias. Apoyaron la expropiación los dip u tados Gamin-
de, López ( D. Joaquín Maria), y Argüelles, y la combatie-
ron Fernández Pereira y Alesón. Oport unamen te observó
el primero de estos , que si las d isposicio nes adop tad as por el
Gobierno las reclamaba el Cong reso pa ra exa minarlas y j u z-
garlas, no comprendí a cóm o d esd e luego afi rmaba que estas
disposiciones «se presenta n á primera vista con todos los
»atribu tos que puede n reco mendarlas, y que en ellas está n
»co nsultadas la justicia y la con ve niencia p ública,» porqu e
esto es juzgarlas favor ablem ente, cuando de s u exa men pu-
diera resultar un juicio desfa vorable. Pero esto m ism o prue-
ba cuán resuelta iba la mayo ría del Esta m en to á aprobar lo
hecho; y el debate terminó, en efecto, apr obá ndose, por
1 16 votos contra 2 , la petición for mu lada. Nada notable ni
que m erezca ser co no cido se ex puso en esta discusió n.
Á 18 de Abril estaba fechada aqu ella petición. El .30 la
presen tó á la Reina Gobernadora una com isión del Es ta-
mento.
Más d e 2 0 procuradores firma ron otra, so steniendo que
no estaba el Gobiern o facultado por el voto de confianza
para los d ecretos qu e ha bía expedido, y tratando de d etener
sus efectos. Uno d e s us fi r mantes, Pa rejo·, viendo que no

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t88 La Desamorti{_ación.
se admitía, reclamó en la sesión del 30 d e Abril , é ins istió e n
la de J de Mayo: lo a poyó co n calor el conde de las Navas:
ambos hiciero n una protesta, que por votación nomina l se
acordó constase en el acta . Y á los pocos mom en tos , el
Pres idente del Consejo de Ministros dió cue nta de una Real
orden mandando p resentar á las Cortes el decreto d e 29 de
Febrero y las aclaracion es d e 1 o d e Abril , que m o tivaba n
la reclamación.
El 12 d e Mayo se f!Ombraba la Comisión para exam inar
los proyectados d ec retos , la cu al prese n tó el 19 su dicta-
m en . Lo inse rtaremos en otro lugar d e esta obra •.
No llegó á p lantearse este a ñ o el proyecto formad o;
pe ro lo fu é, e n el s ig uiente, el dictam en de la Comisió n
eclesiástica y d e legislación sobr e e xtinció n de institutos m o-
násticos de que se dió cuenta en la sesió n de 2R de Mayo, y
qu e puede n nuestros lectores ver integro en otro lugar • . Su
discusió n com e n zó el día mismo e n qu e fué prese ntado; y
continuando e n los m eses d e junio y julio , vino á queda r
sancionado e n 22 de este mes.
Im posible es leer estos debates sin que se subleve la con-
ciencia , y exci te una impresión po r todo extrem o repugnan-
te el esptritu abiertam ente hostil á la Ig lesia y á las Ó r-
d enes monásticas que e ntonces do m inaba , no cie rtame nte
en la Nación , qu e veía co n espa nto cuanto la revolución es-
taba haciendo, s ino en los qu e obraban á impulsos d e ésta,
completam en te cegados por la fasci nación de las funestas
n ovedades qu e trastornaron tantas cabezas. El vértigo qu e ·
se h abía ap ode rado d e ellas, y el predominio que e n la
Asamblea ej e rcía n las malas ideas, se deja ver en casi todos
los discursos, sie ndo d e not ar que, a un los mismos que se
oponían á aq uel torrente impetuoso que todo lo arrollaba
con furia irresistible, n o se atre vían á comb•• ino sino con
• Véase el AP ÉSDICE , nota núm. 11.
> Véase el AP ÉNDICE, nota nú.n . 11 .

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Capitulo undécimo.
ciertos miramientos. Á tanto extremo habían llegado la
fu erza y el pod er del mal.
Oyéronse entonces cosas tales, que apenas se concibe
cómo las d ecían hombres d e cierta ilustració n y cultura , á
no t ener e n cuen ta la influencia predominante q ue todo lo
arro llaba.
Hablaba un diputado con alto elogio de los PP. Escola-
pios y de los g ra ndes servicios qu e á la enseñanza habían
pres tado; pero decía muy for malmente que, á pesar de ello,
no podía co nservárseles , po rqu e « no estaban en armonía
con l:t época prese nte.» Hasta ese extremo había llegado á
considerarse á aquella época enemiga irreconciliable de
toda Orden relig iosa.
Las casas de Escolapios y religiosos hospitalarios que se
conservasen , habían de ser en adelante , al d eci r de otro
diputado, <'meros establecimientos civiles, y som etidos á
»los reglam entos que el Gobie rno les diese . » ¡Co mo si fue-
se posible una abem1ción semej ante! ¡Com o si pudiese
nunca un ins tituto religioso p rescindir de s u carácter d e tal,
para convertirse en depend encia d el Gobierno !
Pedía un diputado que se exclaustrase á todas las re li-
giosas aunque se las hiciese violencia, pa ra que no conti-
nuasen en un gé nero de vida que calificaba de <,anacrónico ,
"abs urdo, contrario á la naturaleza , á la razó n y al espírit u
'>del siglo;» en lo cual, sobre lleva rse la perversión d e las
ideas hasta el último limite á qu e es dado llegar, se d esco-
nocía lo que hay de noble, de elevado, de s ublime y de
san to en la vocació n celestial que llama á la criatu ra al
estado de vida m ás perfecto .
Dijo o t ro diputado que no bas taba au to rizar ú las reli-
giosas para pedi r á los Gobe rnad o res su excla ustració n , si
no se les permitía acudir con el m is mo objeto á los alcal-
des; tenie ndo una y otra autorid:td, á su juicio , tod o el
poder necesario para disolver con un ,<salga V. de aquí»

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La Desamorli1_ación.
( sic) los vínculos solemnes cont raídos por la relig iosa e n
el claustro : ¡vínculos m il veces sa ntos, q ue no es dado
desatar al poder humano !
Contra los que abogaban por la co nserv ació n de con-
ventos para objetos de utilidad publica, decía un d iputado
«qu e se derribasen todos y no quedase uno solo, pues tal
» había sido el o bjeto del d ecreto, y era preciso llevarlo á
» fuego y sa ngr e hasta el fin .»
Otro indicaba que la pe rm anencia de los fra iles en los
conventos era « un anac ro nism o, u na cosa incompatible
»con las luces del sig lo .» Y en verdad que no podía hacerse
del s ig lo m ás tr emenda ce nsura qu e la de procla mar in-
com patible con su espíritu la vocació n del homb re á la
vida del claustro, en q ue, santificándose, presta tantos ser-
vicios á la hum anidad y á la Ig lesia.
Vióse en estas Co rtes - pena causa decirlo - a un ecle-
siástico o poniéndose con incansable y tenaz empeño á
cuanto se consig naba en el proyecto de l G obierno que pu-
diese dej ar todavía á los ins titutos de la Ig lesia un resto de
vida ; combatiendo la conservació n de los mision eros de
Asia; im pugnando que estos misioneros continuasen en el
disfrute de sus bienes, com o también la existencia de los
Escolapios y de los he rmanos Hospitalarios, y dicie ndo, á
propósito de las religiosas, qu e « para d edicarse al ejercicio
» de la virtud no se necesitan esos claustros y esas clausu-
>> ras, sino que basta un rincón de una casa cualquiera para
>>formarse una muj er virtuosa . » -Imposib le parece, repe-
timos, im posible parece qu e tales cosas se oyesen de boca
de un sace rdote en pleno Parlam ento.
Vióse á otro sacerdote afirmar qu e desde qu e la Iglesia
adquirió propiedades «siempre las miró como un d epósito
»para atender á las necesidades privadas v !'Ublicas del
»Estado;» añadiendo «q ue e ra preciso reforma r la Ig lesia e n
»Su ca beza y en sus miembros,» y negando a l Sum o Ponti-

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CapituJo undécimo.
fice, al que llamaba << Obispo de Ro m a», facultades para
decidir en lo relativo á los bienes de la Iglesia; por lo cual
no comprendía qué interés mostrasen algunos en solicitar
su auto rización para las ventas.
Tales y tan m onstruosos dislates , tales y tan trem endas
aberraciones, prueban , com o hemos dicho, hasta qué punto
habían trastornado las cabezas los furiosos vendavales que
reinaban; y hacemos á s us autores, á quienes de propósito
no h emos nombrado, la justicia de creer que con la mad urez
que les han traído cincuenta años pasados desde aquellos
sucesos, juzgará n hoy (si es que viven ) sus ideas de en-
tonces com o las juzgamos nosotros, y se asombra rán del
influjo que la revo lución ejercía sobre ellos. Diremos más;
y es qu e, á pesar de qu e la revolución y la impiedad sig uen
imperando en e l mundo y llevando adelante su obra de
extermin io, es tal la reacció n qu e se ha operado en los
ánimos después de aquel período de vertiginosa locura, en
que sólo se oía el grito de g uerra contra lo antiguo, que no
sa bem os si hoy se atrevería un dipu tado á desconocer en
pleno Parlamento la ·soberanía de l Sumo Pon tífice en la
Iglesia católica; pero esta m os, por lo m enos, seguros de
que no habría un sacerdote que tal hiciese, n i que conde-
nase la vida del claustro, ni un diputado qu e cons iderase
en oposición con la época presente las casas de los Escola-
pios , ni que mirase como un anacronismo y un a cosa in-
compatible con las llamadas « luces del siglo» á los con-
1

ventos de religiosos. Y es también cierto que si la verdad


no ha hecho grandes conquistas á causa de los obstáculos
con que por todas partes tro pieza . tiene al menos una fuerza
moral poderosísim.t 1 y se la proclam a y defie nde en toda
su integridad , á la faz del mundo, en todos los ter renos ,
en los Concilios como en los Parlamentos, en la Iglesia
como en la sociedad , en el púlpito como en la cátedra , en
los libros como en los periódicos.

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ltp La Dt'samorti1_ación.

Es muy d e n ot ar, fuera de eso, qu e, p or un con traste que


parece ine x p licable, los revolucionarios más decididos reco-
nocía n. todo e l valor de las co munidades re ligiosas, s ie mpre
que por cu alquier motivo entraba en sus miras servirse de
ellas. Nada m e nos que la conservación ó la pé rdida de las
islas Filipinas llevaba consigo, según el S r. Gómez Becerra,
el adoptar ó rech a zar el a rt. 2. " del proyecto de la Comi-
sión, que exceptuaba de la excla ustración á los colegios de
Mision eros d e Asia. Véase cómo se explicaba á est e propó-
s ito e n la sesión d e l 2 8 de Mayo de 1837:
<< Yo, señor es ( decia), acostu mbro dirigi rm e rectamen-
te á las c u estion es . La presente vie ne á reducirse á si hemos
de conserv~t r ó n o las islas Filipinas, las Marianas y sus de-
pendencias. Si qu eremos ren unciar á su posesión, e n buen
hora qu e se deseche el articu lo; pero si no, si n uestro ob -
jeto es conserva rlas , es ind isp ensa ble que se apruebe .... d e
lo con trario, van á perderse las islas Filipinas , las Marianas
y sus depe ndencias, donde hay, se ñores, un a población
.n ada menos que d e tres millones d e habitantes. Y tres m i-
llon es de hab itan t es á cu at ro m il leg uas de la Península,
¿cómo se gobie rna n , no habiend o allí , como no hay, más
q ue seis mil europeos? Sólo pueden co nservarse como se
han conservado hasta ahora; á sabe r: p or el influjo, por la
preponde rancia qu e han adq u irido y ej e rcen sobre aquellos
natura les los m isione ros."-Por d onde se ve qu e de esos
institutos relig iosos << t a n anacrónicos , tan absurdos , tan
»an ti té ticos al espíritu de la é poca prese nte ,» al decir de los
que tan to se afa n aban por destruirlos; ó, para deci rlo m ejor,
d el red ucido núm ero de re lig iosos necesarios pa ra pobla r
alg unos con ve n tos, pendía , por confesión de los revolu-
ciona rios m ismos. hecha e n pleno Parlamento, la con serva-
ción para la Corona de Esp;.:¡ia de una ricn posesión ult ra-
marina en q ue cu e nta t res m illones de habitan tes.
Pero e l valor q ue se concedía á las Órdenes religiosas

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Capitulo ttndécimo.
para trabajar en beneficio d e Es paña fuera d e ella, en nada
se tenía cuando se trataba de guardarles nquí considerac ión
y respeto. Todo , así en cuanto a las Órdenes relig iosas
como á la Ig lesia en general , se llevaba , como suele de-
cirse , á fu eg o y sangre . Ya en 1 8 11 se había hablado d e la
plata de las ig lesias con destin o á las urgencias de la g ue rra .
En las sesiones d el 9 , 1 o y 1 6 d e Febrero de este a ño se
habló de recogerla para aplicarla á este objeto '. Hay más:
se había incluido este recurso , com o también la plata la-
b rada de los particulares, entre las m edidas qu e para resta-
blecer el crédito se propusieron en la sesión de 6 d e este
mes 2
T odo lo cual se discutió largamente en la de 3 d e

Mayo ' , y se acordó tomar á las ig lesias la plata que no


fuese necesar ia, d ejando esta ap reciación á la prudencia de
los P relad os . Citábase á este p ropósito, y acompañaba al
dictamen d e la Co misión, una ley de la NovíSIMA RECOPILA-
CIÓN, qu e perm ite a l Rey tomar la plata y los bienes de las
ig lesias «si acaeciese tiem po de g uerra ó d e gran menester;»
pero la ley afi a de : «Con tal que después la restituy. a eutera-
mente sil( alguna diminución á las iglesias.» ¿Y quién pen-
saba ento nces en semejante restitución ?
T ambién dis puso el Gobiern o , aquel año , de las ca m-
panas de los co n ventos , lo que dió marg en á no pocos
comentarios y á alg una célebre caricatura. Tratóse inciden-
talmente de este asunto el JO de Octubre¡ y com o hubiese
valuado el Gobierno las campanas en 12 millones, dijo un
diputado que el cálculo era exagerad o, y no vald rían en
venta más de 4 ó 5. En cambio les concedía otro diputad o
el valor qu e el Gobierno les daba, y aun recordó que o tro
ministro las había valuado en 2 0 millones.
Ocuparon también la atenció n de estas Cortes los bie-

• Piginas Jo6, 309 y 361 de! tomo 111 de esta epoca.


2 Póg. 264 del mismo t omo
J Pár;. 309 y siguientes del tomo v de esta época .

IJ

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194 La Desamorti{_ación.
nes de los religiosos de Cuba. El Sr. Heros dijo que los
de los Bethlemi tas valían en la a nterio r época co nstitucio-
na l 20 millones , y 1 o los d e las otras Órdenes de la Isla , de
cuya masn de bienes se habían ve ndido entonces alg unos.
Afirm ó el diputado Ferrer qur por documentos fidedig nos
co nstaba importar estos bienes 43 millones. Tambié n, con
referencia á d ocu mentos, se dijo al siguiente dia 1 q ue los
religiosos d e C uba h ab ian ve ndido de ellos hasta In ca nti-
dad d e 37 millones' Y :i este p ropósito un diputado, cuyo
no mbre figuró por entonces en las filas más avanzadas,
hizo del hecho una calificación durísima; pidiendo, á m:is
d el c:~sti go á las autoridades qu e l o habían consentido, qu e
se declarase la nulidad de las ventas. En esto últ imo le
.1poyó o tra eminencia progresista. Manifestó el ministro de
Hacienda que esta medida seria antipolitica. Por nuestra
p:ute, d espues de aplaud ir muy dr veras la previsión y la
di ligencia de los religiosos cubanos, qu e con muy buen
acuerdo dispusieron de su propiedad a ntes d e verse despo-
jados de ella, una vez mas nos aso mbra m os de la lógica
revolucionaria, que , respetando y exaltando hasta las nubes
las ventas de bienes arrebatad os :i la Ig lesia y defendiendo
con espada en mano los d erechos de los compradores, á
nada menos se atrevía que á pedir la uulidnd de- unas
vent:1s qu e d e los m ism os bienes hicie ro n sus legí timos
dueños, mient ras se h:11laban e n el pleno goce de ellos .
Mas no se contentaro n estas Cortes con suprimir las
Ó rdenes religiosas y ::djudicar al Estado sus bienes. En ellas
se propuso ! t7 suprfs ivu ,M dic';¡_mo . la reforma y arreglo
dt>l clero, y la di·visión eclt'siástica de Es paña y s us islas
adyacentes ' . La supresión de l diezmo se llevó :i efecto,
1 Sesión de 30 de Octubre d<' 1 :;¡.
> Es muy int eresante d ap'nd ice al Dtano Jc Stsi~· -~ .'. Cort.·s J c 1d 37, nú-
mero 1 5~, corres p ondiente al 1; de Junio. Vrase los docume:ttos qu' conlicne :
Dtc/amtn d e la comision sobre sutrmou Jtl Dir;mo y aplicaciun •l E,uúo de los
bienes del Clero, con 16 articules, suscrito por Vcnegas, O seo, Vclas.::o, L•mpos,

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Capitulo ttndécimo. 195
siendo lo más notable que, propuesta la ley de supresión y
votado el p ri m er artículo, de tal m ::>do sintió el Gobierno
el vad o qu e co n esta medida se había cread o , que, contra-
diciéndose ab iertam en te, prese ntó el proyec to de co nti-
nu ación del diezm o, el cual , interrump ie ndo la disc usión
d el a nterior , qu edó erigido en ley a ntes que el proyecto
co ntrario . Ocioso nos pa rece observar cuan poco condu-
cente era á mantener en pie una co ntrib ució n , siqu iera
fu ese po r un ai'lo, d ictar un d ecreto decl nrándola abolida ,
lo qu e eq uivalía a d esvirt uar por un lado lo mism o q ue por
ot ro se queria dejar subsistente.
Rep rod ujéronse estos d ebates en r8::¡8. Para proveer al
sostenim iento del clero. se prese ntó. y com enzó ;i disc uti r-
se el 2 ::¡ de Ju nio, un pr<.) yecto de ley. Lo combatió don
Anto nio Gonzúlez, á q uie n contestó D. Man uel Joaq uín Ta-

Calatrava 1 Homponcra, Gonzálcz, Alonso, cte. (su fecha 26 de Mayo de 18)7).


V oto farlip•lnr ol mismo, con 14 oniculos, de los Sres. Tarancón, Esquive!,
Vigil , Santadla, Castro y Oroz~o, Mi<r, Joven de Salas y Valdés Busto (su tocha
26 de Mayo de 18J7)·
Ot ro voto parliculnr de varias personas, con 1o; artículos (su fecha 7 ele J unio
de 1837).
DictJIIItll de la Comisión de Negocios eclesiósticos sobre In reforma y arreglo
dtl Cltr•, leido it la> Cortes en la sesión de 2 1 de Mayo de 18,37.- Constade 4 títu-
los , con 4.3 art iculoo. - Lo s uscriben Orduña 1 Caballero, Martín-. Ve lasco, Venc-
¡;as, Yaldés Busto, González Alon<o y Jo"n de Salas (fecha 19 de Mayo de 18,37).
Dirlamtu de la minoría de 1a Comisión de Nrgocios ec1e$i:tsticos sobre reforma
del clero , con 46 artículos y 1 adicional. Lo suscnben Esquive! y SantaeiJ..
El presuputslo del dtro , fábricas )' culto, conforme al nuevo arreglo. Asciende á
15 1. 774.300 reales.
La dn:isiim t d wásticn de E>paña é tslas adyacentes,
Empezó á discutirse el dictamen sobre suf!rt>ión del diqmo en la sesión de 21 de
Julio de 1837 (Diario deStsioncs, pág. 2 1J).- Continuó en la del 2 2. 23, 24,
25, 26 1 27,28, 29 ; 1.' de J ulio, 1), t.¡, 1;. 16, 18 y 19.
En el Diario dt Stsionts del 6dc Julio de 18J7 , pá¡;. ó7, se inserta· el dictamen
de la Comisión proroniendo la routinuaciou de la robrall{a del dit:;.mo basta Ftbrero
le t 8j8, compuesto de S artículos, que, interrumpiendo los debates sobre la supre-
•ión del diezmo, se discutieron desde el día 6 al 12 , quedando aprobada en este últi-
mo dia. á reserva de algunas adicione:;, que se discutieron después .
El arreglo del cltro se discutió en las sesiones de 24 de Julio , 2; , 26, 27 , 2'.
29, 30 y J l .-1.' Je Agosto , 2, J, 4 , 5, 18, 19, 21 , ::.2 , 23, 25, 26 , 28, 29 y J I .-
Setiembre, 1, 2, 4. 5, 6, 7, 8, 9 1 10 , 2 1, 2J, 25 , 27 -Octub re 1, 2, 3 , 7, 8, 9 y J I.

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La Desamortización .
rancón , im pugnándolo D. Martín de los Heros, á quien
replicó en un exte nso y bellísimo discurso el seflor Obispo
de Córdoba. Merecen ser reproducidos algunos párrafos del
discurso de l señor Obispo, en que co n los más vivos colores
se pintaba la situación penosísima de la Iglesia y de s us
m inis tros, en m edio de la cruda guerra que se les estaba
haciendo :
« .... Desde aquí (decía el seño r Obispo) estoy viendo por
toda la extensió n de la Península 62 catedrales , 1 1 1 cole-
giatas y 2 0,000 parroqui as , amt:nazadas tod as de ru ina en
lo material de sus edificios ; 40,000 eclesiásticos , y acaso
más , desde los Prelados . siempre respe tables, hasta el úl-
timo indi viduo de la Ig lesia, todos cam inando paso á paso
al extremo de la miseria : los u nos más tempra no, los
otros más tarde, pasando antes por el abatimiento, por la
humillacion, p :)r el desprecio, y todos en peor posición qu e
los excla ust rados. Parece ava nzada la proposición; pero es
una verdad. Éstos, al cabo, no tienen que cuidar d el culto
de sus iglesias. Arrojados de ellas y de sus casas, lloran s us
males en el silencio d e su retiro y habitación , ó e n el seno
de sus f:1milias , sufriendo los rigores de su suerte . Pero¿ y
los Prelados?¿ y los cabildos? ¿y los párrocos, obligados á
buscar arbitrios para sostener el cul to? .. .. » En un a a.xcur-
sión por la Mancha, «había enco ntrado párrocos venerables
sostenié ndose de la caridad de los fieles á quienes antes e llos
mismos socorrían .... Los sacerdotes, para poder decir Misa,
debían llevar v ino, cera y hostias .» En una iglesia se abs-
t uvo el orador de celebrar, po rqu e el sacristán le dijo que
sólo decía allí Misa el qu e llevaba esos objetos , y no había
tie m po pa ra b uscarlos.
»Nada de estas miserias es comparable con la de estar
el Señor pri vado de luz d e ntro de s u p ropia casa ... . Agré-
g uese á esto e l clam or d e los pueblos por el fata l decreto
de la recogida de alhajas no necesarias para el culto decen-

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Capitulo uudécimo. 197
te , y por su terrible y arbitra ria ejecución en muchas par-
tes : las alhajas, test imonio de la fe y de la piedad de los
pueblos, que se habían conservado en medio de tantas vi-
cisitudes y trastornos, y cuyos d ueños estaban m uchos
presentes, han desaparecido para el culto y co n poco p ro-
vecho de l Estado. Uno, dos ó tres cálices, cuando más, se
han dejado en muchas partes , para qu ince, veinte, treinta
ó cuaren ta sacerdotes; de modo que es necesario qu e los
ministros de l Señor esperen á que se acabe una Misa para
tener cáliz con que celebrar ot ra , y que el pueblo espere
también, si ha de cumplir con el precepto de oirla en los
días festivos. ¿ <2.1lé más? En parroq uias de pueblos respe-
tables he vjst o en los inventarios dada por inú til para el
culto la úni ca custodia para manift:star al St:ñur y llevarla
en procesión ; y has ta el co pón para reservarlo en el Sagra-
rio . ¡ <2.1lé escándalo ! »
Hab l:1 luego de los derec hos de los partícipes legos en
diezmos, qu e los habían adqui rido por compras ú otros tí-
tulos legí timos, y ai'lade :
«¡Cuántas atenciones sagradas! ¡ Cuántas necesidades
urge ntes 1 ¡y cuántas obligaciones s uspensas á la vez. por
cuya satisfacción claman sus acreedores! Clama la religión,
clama el culto , clama n los mi nistros, claman los pob res
desva lidos en toda clase de dolencias y desdichas que su fre
la humanidad : clam a la i lustraci ón, clama el Estado , cla-
man los acreedores por su propiedad, clama el honor mis-
mo, el decoro , la tranqui lidud de la nación , confusa, at ur-
dida , conm ovida , estremecida hasta en sus m is mos fun-
damentos. ¿Y aca ll aremos estos clam ores con decir en esta
ó aquella forma : esperad : la casa en que vi víais era dis-
forme, constru ida de muy mal gusto ; he mos de hacer otra
ajustada á las reglas del arte . Entre tanto, esperad en la
calle sufriendo el rigor de las estaciones. Esa embarcación
en que veníais, salvándoos del naufragio, era an tigua, de

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La Desamorti:t_ación .
mala construcción : la hemos volado p ara que no quede
nada de ella: hemos r.~andado co.1struir otra de mejor g us-
to y más ligera. Entre tanto, permaneced e n las olas s u-
friendo sus furiosos em bates?»
Hasta aqui las palabras del señor Obispo . Verdad es que
en estas Cortes , en que profesaban muchos diputados o tras
ideas que las predo minantes en 1 837, la causa de la Iglesia
tu vo más defensores, entre los cuales se contaba D. Pedro
José Pida!.
En esta leg isl <~ tura fué presentado y aprobado, después
del proyecto de ley sobre la continuació n del diezm o, el de
dotac ió n del culto y clero, que se votó en la sesión de 25 de
junio, y, llevado a l Senad o , se presentó el 1.3 de ju lio y se
aprobó e l m ism o d ía . Era este el cuarto de los p royectos
presentados á las Cortes desde 18.34, y no por eso valía
gran cosa 1 • La comisió n m ism a, al proponerlo , reconocía
en s u dictamen lo insuficiente que era para su obj eto .
Pero como no son los llam ados arreglos del clero, s ino
lo que se refiere á la venta de s us bienes , lo que tratamos
en esta o bra , no seguirem os los de bates que, así en la le-
gislatura de 18.37á 18.38 como en las inmediatas , hubo
sobre es te asu nto. Á los Diarios de Sesiones de entonces r~
mitimos al lector que quiera conocerlos. Baste á nu estro
propósito cons ignar aqui que las med idas trascendentales
que desde mediados del año 1837 hasta fin de 1841 se
dictaro n sobre bienes del clero, fueron estas : la ley de 26
de Jul io de 18.37, confirmando 'las anteriores sobre la venta
de dich os bienes ; la de 24 de J ulio siguiente , s uprimiendo
el d iezmo y declarando bienes nacionales t odas las propie-
dades del clero, de cualq u ier clase que fuesen, con las ex-
cepciones que se indican ; la de 29 de Julio inmediato, su-
primiendo los monasterios y conventos, y aplicando á la
Caja de amortización sus bienes para la extinción de la
1 De e,;tos proyectos daremos noticia en el APENL>ICB, nota núm. 3.

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Capitulo undécimo. 199
Deuda ; la d e 2 de Setiembre de 184 1, q ue reprodujo la d e
29 de J ulio de 1837; y la instrucción y reglamento para la
ejecución d e la de 184 1, q ue lleva n las fechas de 2 y 5 d e
Setiem bre de este último año.
De las vicisi t udes posteriores de este asunto desd e 184 1
hasta 184; , en q ue se mandaron devolver al. clero los bie-
nes no vendidos , hablaremos en el capitu lo inmediato.

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'

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CAPITULO Xll.

LA DESAMORTIZACIÓN J UZGADA EN EL PARLAMENTO ESPAÑOL POR


LOS POLÍTICOS MÁS EMIN ENTES.

SUMARIO: Jllecesidad y utilidad de este tra bajo. - Su importancia para una gran
parte del público.-Palabras de D. Santiago de Tejada el 19 de Mayo de 1840.
- De D. Juan Bravo Murillo en 11 d e J unio siguiente.- De D. Ped ro Jose Pidal
en 17 de J unio.-Del Sr . Martinu de la Rosa el 15 de Julio .- De D. Joaquín
Francisco Pacheco el 20 de Julio de 1841 .-Declaración de El Correo Nacional,
órgano del partido moderado, el 2J de Julio de 1841.-Palabras del S r. Fernán-
de~ Negrete el 9 y 10 de Enero de 18 45--Del Sr . Rod ríguez de Cela el IJ del

-
mis mo mes.-Otras declaraciones consignadas en documentos parlamentarios.-
Rcsumen y conclusión.

m
. __
e mos tratado de la propi edad de la Ig lesia en el
terreno legal. dand o a conocer las respetables y
autorizadas decisiones d e los Conci lios y Sumos
Pontífices, las doctrinas de los Santos Padres, y las leyes
civiles qu e sancio nan aquel sagn1do derecho. Hemos exa-
minado esta cuestión en el t erren o filosófico , ex po niendo
arg umentos y consideraciones en ig ual sentido. Al propio
intento , h emos llevado la c uest ió n al terreno económico,
viendo qu e ni aun en él t iene nada por donde ser atacada
la propiedad de la Ig lesia. Y ahora estam os tratando la des-
amortización en el terreno histórico, y refiriendo las tris tes
vicisitudes que el patrimonio de la Iglesia ha corrido en Es-
paña en estos últim os tiempos .

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2 02 La Desamortización.
Au nque nu estro relato se halla aún pendiente , y habrá
d e continuarse en 0tros capítulos , haremos alto en él por
un mo m ento, para oir las auto r izad as voces que al llegar á
este p un to se alza n en el Parlament o español, d efend iendo
los d er echos d e la Ig lesia y cond enand o la desam ortizació n .
Va mos á ver cóm o pensaban acerca d e la pro piedad
de la Ig lesia y de los ataques d e qu e había s ido objeto,
ho mbres de tanta nom bradía com o Tejada, Martinez de
la Rosa , Bravo Murillo , Pida! , Fernández Negrete, Pache-
co, Vi lu ma, Mayan s, Ga relly, Caneja, Mon tes de Oca y
otros qu e no citamos. Y en verdad que no nos parece
ociosa ni de escaso interés est2 tarea , porque si para
nosot ros los católicos no tienen estas auto ridades g ran im-
portancia al lado de otras m ás altas, á cuyos preceptos y
d oct rinas se aj ustan n uestro criterio y nuestra conducta, la
tienen muy gra nde para muc hos , y á todos quisiéram os ll e-
var el convencimiento d e la verdad qu e d efendemos.
Tiene, por otra pa rte, cierto va lor entre la muchedum bre
eso qu e se llama « la opin ión pú blica .» ¿Y quié n duda que
de ella son órganos autorizados los políticos eminentes?
¿ Q!Jién negará en tal co ncepto á sus opiniones el valor qu e
tienen?
Veamos, pues, cómo estos personajes juzgaron' en
pleno Parlam ento e l d erecho de la Ig lesia á sus bienes; cóm o
calificaron á la desamortizació n qu e vino á arrebatárselos, y
qué beneficios creían ellos haber reportado la nació n d e
aquel inmenso despojo. Todo esto conviene que lo lean y
m editen los qu e, mirando esta cuestión por el aspecto pu-
ram ente hu mano, y con abso luto d esconocimiento d e los
derechos de la Ig lesia , h an d efendido la desam ortizació n,
no sólo como realizable p or la mera voluntad del Gobiern o,
sino com o fu ente d e grand es bienes. Aqu i Lienen testimo-
nios humanos, autoridades· humanas, opiniones hum anas,
qu e ponen las cosas en·s u verdadero punto de vista, y cuyo

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Capítulo duMécimo. 20)

peso es tanto mayor en este caso , cuanto que todas ellas


juzgaron las cosas de la misma manera, dándoles esta con-
formidad una fuerza i·rres istible .
Oigamos en primer término al respetable O. SANTIAGO
T EJADA, en el preámbulo de su voto particul:u sobre la dota-
ción del culto y cle ro de 19 de Mayo de 1840 :
<<••••• • ¿Dónde está, pues, el derecho para privar á la
Iglesia, á la humanidad doliente, á las clases necesitadas y
desvalidas , al in genio y al tale nto si n fortuna, que pudie-
ran servir é ilustrar á la nació n, del patrimonio y de los
auxilios que les legó el mús puro patriotismo y la piedad
cristiana ? ¿P uede tolerarse el espectáculo de ver cerrados
en España los templos del Señor, abandonados y destru -
yéndose poco á poco esos m agníficos m onumentos de
nuestras artes, testimonios honrosos de la antig ua civiliza-
ción y de las sinceras creencias de nuestros padres? ¿ Por
qué la Ig lesia , la prim era, la más trascende ntal , la más
respetable de bs asociacio nes humanas, ha de ser de infe-
rior condición que el último individuo del Estado?
» No hay , señores, e n ning una nación civilizada poder
alguno con facultades para privar, sin indemnización previa,
á un ciudada no ó á una corporación, mientras exista, de lo
que forma su patrimonio particular; y aun pued e añadirse
que ninguna de las leyes que rigen en varias naciones de
Europa sobre expropiación por causa de utilidad pública
admi te n tales expropiaciones e n masa.
» La ciencia del derech o público enseña de una manera
indubitable que la institución de todos los poderes sociales,
ya esté n en manos de un sólo hombreó en las de muchos,
tiene por objeto primordial sosten:r y defender el derecho
de propiedad como la base funda menta l del Estado , y que
cuando aquellos se separan de esta senda , son incompetentes
y usurpadores.»
Traza Juego los limites de las facultades del Soberano

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204 La Desamortización .
respecto á la propiedad , incluyendo en ellos la d e d isponer ,
pre7Jia indenmi:¡_flción, de la pro piedad particular para un
obj eto de utilidad pública ; y añade: <( Fuera d e estos lími-
tes, la acció n del poder es ilegitima y opresora 1 .»
Hasta aquí D. Santiago de Tejada. Veam os cóm o se
expresaba a lg unos días después O. j uAN BRAVO MURlLLO:
« Un acto de reacción fu é , y no más que un acto d e
reacción , la abolición del diezmo por la ley de 29 de julio
de 18 37 de que nos estamos oc upand o. Un acto de reac-
ció n fu é la abolición de las corpor:tcion es religiosas , por
dis po ner d e sus bienes de la m anera com o se dis puso, para
dejar á sus individuos pereciend0 d e hambre. Y el m ayor ,
el más inj usto de los actos de reacción rué el contenido de
esa misma ley de 29 de Julio de 18 37, privando al clero de
España d e s us bienes, de lo cual m e ocuparé en su opor-
t uno lugar. Pero. ¡ cosa admirable, señores !: al tiempo
que se abolía el diez m o, qu e se pri vaba á la Ig lesia y al
clero d e España d el prod ucto d e esa prestac ión , con la cual
atendía á su subsistencia , com o m edio d e in demn iza rle de
esa g r an pérdida, se lf despojó también de sus bienes.»
<L •• ... Estos bienes , se d ice, han sido destinados para
amort izar la Deuda nacio nal , empezand o á vende\se por
sextas par tes desd e el año 40, y, por lo tt n to, está n ya apli-
cados á u n objeto tan importante como es la amortizacióii
de la Deuda . Se han creado derechos por aqu ella ley, se
han adquirido esperanzas, y estos derec hos adq uiridos y
estas espera nzas nacidas d e esa ley no deben defraudarse .
Es, ad emás, un hecho consu mado, una ley qu e se h a eje-
cutado y qu e se ha puesto en práct ica ; y á los hechos con-
sum ados no hay q ue t ocar.
» ¡ Admirable doctrina ! Doct rina qu e agrad eciera n cier-
tamente muchos. porqu e, si n qu e nadie )Jueaa ofenderse d e
la comparación , qu e no es mi ánim o hacer aplicación á
1 Diario dt Stsionts de aquella legislatura, lomo 111, edición de 18¡5 , pág. 18¡9 .

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Capitulo duodéet"mo. 205

nadie, todos los despojadores, y basta los mismos ladrone-s,


agradfcerian semejante doctrina. Un hecho consumado es el
de uno qu e se apodera de la propiedad ajena, y luego resiste
al due ño que t ra ta de recobrarla. Un h echo co ns um ado es
el del salteador de caminos que se apodera de la bolsa del
pasajero . Si sólo por la razón de haberse efectuado y de
habe rse consumado un hecho, a ese hec ho no se puede
tocar y no se le puede reformar s iquiera , entonces, seño-
res, hemos concluido la c uestión .. ... . ... .
»¡Derechos adquiridos y esperanzas fundadas e n la ley!
Y qu é, sefwres, ¿seria más respetable pa ra el Congreso de
diputados de la nación espario la la esperanza qu e haya ad-
quirido un acreedor del Es tado. de que se podrá mejorar en
algo el crédito y la suerte de los acreedores po rqu e se au-
menten á la masa d e los bien es destinados á la amortización
de la Deuda esos bienes del clero, que lo será esa voz del
clero clamarydo en justicia por la restitución de los bie nes
que le correspondm y qrte se le arrebataron sin justicia y siu
conciencia 1 ? »
Seis días después se expresaba O. PEDRO josE PIDAL
como nues tros lectores va n á ver :
« No se ha dudado por ninguno de los señores diputa-
dos que han hablado ya e n esta cuestión , que la Ig lesia
tenía facultades para adquirir bienes, que las tiene, y las ha
te nido desde los primeros siglos de s u institución , con una
circunstancia que le es especial , y que indicó ya el Sr. Mar-
tinez de la Rosa , y es la de qu e , siendo por su naturaleza
inmortal ' n o se puede apelar al principio á que respecto a
otras se apela, á que, teniendo el Estado la fac ultad de di-
solverlas, puede exting uirlas y heredarlas. No : la Ig lesia
está fuera del alcance de los gobie rnos ; éstos no pueden
disolverla ni exting uirla, y, po r consig:Jien te, ni apoderarse

1 Sesión de 11 de j unio de 1840 : Diario dt St sionts, tomo IV , edición de 18¡;,


p3ginas 2 429 y 2430.

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206 La Desamortit_ación.
de sus bienes en la forma que lo hacen co n los de ot ras cor-
poracion es .
»Pe ro dice el Sr. Me ndizábal : la cuestión ya no es esa;
la cuestión n o está en te ra , porqu e en tre la propiedad anti-
gua d el clero secula r en sus b ie nes y su estado act ual, hay
la ley de expropiación d e 1837, e n que se aplicaron aque-
llos bie nes al pago de la Deuda nacio na 1 : Y añade su se-
ñoría. ¡Y qué ! ¿ Aquella ley no ha creado á favor de los
::~creeclores del Es tado d erechos que es p reciso respeta r?
» Yo pudiera no co ntesta r a esta c uestión ; mas digo:
pudie ra contestar que no los ha creado , qu e no ha d ebido
ni podido crearlos. Según los p rincipios mismos que ha
manifestado su señoría, la nación únicamente podia apode-
rarse de los bie nes de la Iglesia. previa la competente in-
de mnización. Esta co ndición , sine qna non, no se ha veri-
ficado, no se h a dado á la Ig lesia la debida indemnizac ión:
de consiguiente, no ha podido expropiársela de sus bienes
á favor de nadie, ni ha podido aque l acto d e expropiación
c rea r d e rech os de ning una clase . . . . . . . . . . . . . . . . .
» Pero vu elvo ú d ecir q ue de esta c u estión, hasta cierto
pu nto , se puede prescindi r sin pelig ro, porqu e si aque lla ley
creó derechos, ¿no ofendió tarnhi é n derechos? Si creó de-
rec hos á favor de los acreedores del Es tado. de es;t clase
indefi nida, v;tg a , incierta, y c uyo m ayor ó menor número
y derecho pe nde d el modo co n qu e puedan ser reconocidos
y c;1lificados sus títu los . ¿ no oft!ndió derechos de pe rsonas
y corporaciones ciertas, conocidas y de te rminadas, y dere-
chos tan sagrados, com o que provenían d e adquisiciones y
donacion es de Reyes y d e pa rticu la res. y, sobre todo. de
qu e estaban e n posesión de mús de diez siglos? Y en el
conflicto de estos d e rechos, ¿cuáles son los más atendi-
b les? ........ '>
Dice luego qu e la fac ultad de apoderarse de la propie-
d ad par tic ul ar, previa indemniz:tción , se ha en tendido d~

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Capitulo duodécimo.
una m anera extrañ a y absurda : que el Estado sólo tiene
facultad para apodera rse , en un caso determinado y espe-
cial, de una propiedad pa rticular. cuando la necesita para
hacer un camino, un canal , un establecimiento de utilidad
pública ú otra cosa sem ejante .... « pero decirle : ve nga, con
indemnización ó sin ella, toda tu propiedad , esté donde
estuviese y consista en lo q ue cons ista, eso no puede de-
cirlo ni hacerlo. El d erecho de ap ropiación entendido de esa
m anera , sería la doctriua más tirá11ica y absurda : y no pu e-
d e invocarse aq ui ese principio cuando se trata de la gene-
ralidad de los bien es de la Iglesia española.
» Dice el Sr. Mendizábal. .. . : ¿qué dais. qué hacéis en
favor d el clero con la derogación en vez de la s uspensión de
la ley? ¿Q!Jé le damos? Lo suyo.¿ Q!Jé hacem os? justicia. Y
cuando los legis ladores hacen j usticia, dan mu cho, y, sobre
todo, cumplen con lo q ue deben.
»Dijo ~u señoría : El articulo que vais á votar es un
arrebato , es un despojo á los acreedores del Estado. Yo
contestaré á su se1io ria s encillamente : lo qu e vamos á ha-
cer no es despojo , no es arrebato : es una -restitución. Aquí
no hay despojo, ni hay arrebato, y si lo hay, seguramente
no está de nu est ra parte : en otra partl' estará.
»Su seño na , lamentándose en seguida y apiadándose dt'
la suerte de los acreedo res del Estado y d e los tenedo res de
fo ndos públicos, y com o si los acreedores de la nació n fue-
ran la única clase q ue hubiese en ella , ha dicho : \(es m e-
nester no tener corazón , para abandonar de esa manera á
los acreedores del Estado. •> Parece qu e su se ri oria no te-
nia corazón sino para los tenedores de los fo ndos públicos.
Señores; yo teng o corazón para los tenedores d e los fondos
públicos; pero tambit!n lo tengo para todas esas otras clases
que han sido despojadas de sus derechos, ofreciéndoles in-
d emnizaciones aé reas ....
» Es menes ter, se riores, no llevar el corazón única y

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2 08 La Desamorti1_ación.
di rectamente á la Bolsa, sino á la nación entera. Los tene-
dores de los fondos públicos de la nació n son si n duda
respetables; pero no lo son menos esas otras clases mise-
rables y despojadas; y es preciso poner la mano y acudir
con el remedio sobre la llaga principal .» 1

En la sesión de 15 del mismo mes se halla un discurso


del Sr . M ARTÍNEZ DE LA RosA, del que creemos deber re -
producir los siguientes párrafos :
«¿Es por ventu ra el clero una corporació n pendie nte de
la ley civil ? ¿Es una corporación que puede desaparecer,
que puede exting uirse por el voto de los legisladores? No :
y esta circunstancia es partic ular, única tal vez. La existen-
cia del clero no está á nuestra merced : á tanto no alcanzan
nuestras facultades : en el me ro hecho de que la Constitu-
ción del Estado, la ley fundamental, establece el principio
de la necesidad de mantener el culto y clero ; en el mero
hecho de que justísimarnente ha asentado la Religión como
la piedra angular del edificio social ; en el mero hecho de
que la Constitución ha consagrado el principio de la Reli-
gión católica , la nación espaiiola no puede quedar sin culto
y sin minist ros el santua rio. El clero, pues, no es una cor-
poración que puede extinguirse como los j esuitas y los
regulares ' : está fuera del alcance de las leyes s u exis-
tencia ... .
»Deri vase de aquí, señores, que, si bien b sociedad
puede tener el derecho, por causa de utilidad pública , de
privar al clero de sus propiedades, y sólo por causa de uti-
lidad pública , nunca puede hacerlo sin cumplir antes con
una obligación consignada en la Constitución mis ma, yen un
Código más an tiguo que todas las constituciones del mun-
do, en los principios eternos de justicia . Sin indemnizaciÓit
1 Diario de Srsio~res, tomo 1v, edición de 1875, págin•• "57 ' á 2573.
• Ya lo hemos dicho en otro lugar : si por poJer se entiende la posibilidad
m altrial de hoeer las cosa. , se ruede extinguir á los Jesuitas y á los regulares. En
este sent ido, el que t iene la fuerza de su parte lo puede t odo .

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Capítulo duodécimo.
previa no se puede privar al clero de sus propiedades : no¡
sin i1ldemnización es un despojo 1 .»
Hasta aqu í el Sr. Martínez d e la Rosa. Un año después
se discutía en el Congreso de los diputados, imperando
ot ros principios en las regiones d el poder, la venta d e los
bienes del clero, y en ella se expresaba D. JoAQUÍN FRAN-
CISCO PACHECO como nuestros lectores van a ver:
'' L < cuestió n primera, se flores, es si tenemos derecho
para despojar al clero, para arrancarle, como aqu í se ha
dicho, los bienes que poseía .... «Son bienes nacionales,»
se ha d icho por la Comisión; y se ha dicho más por el se-
ñor Alo nso, son bienes qu e admin istraba el clero, pero
que pertenecían al Estado. Yo no sé, en verdad, cómo ni
la comisión ni el Sr. Alonso han podido decir esto, porq ue
ni en el dicta m en , por lo que t oca á la primera, ni por lo
respectivo al segu ndo en el discurso de su señoría de hoy,
ni en el de :mtes de ayer con m otivo de la proposición que
anticipó á este proyecto, ha n d emostrado sus se ñorías que
la nación tuviese la propiedad d e estos bienes. Yo digo, por
el contrario, que el clero poseía los bienes con intención de
domin io; que el clero tenia e n estos bienes toda la propie-
dad qu e una corporación d e s u clase, sancionada por las
leyes, podía tener en los bienes q ue poseía. ¿Por qué , se-
ño res, no había de tener el clero el dom inio completo, la
absoluta, la e ntera propied:td de sus bienes?Pues qué, ¿no
bastaba por ventura que el clero fuese una corporación
licita, para qu e pudiese poseer bienes y par;t que fuese pro-
pietario de ellos? Pues qu é, ¿puede ser pro pieta ria una
compañía de seguros , y el clero de la Iglesia españo la no
podia se rlo ?
»Era el cl ero, repito, una corporación licita ; nadie le
habla negado el derecho de poseer: al co ntrario, la ley
ie había reconocido como dueño y propietario: la ley había
1 Sesión de 15 de J unio de 1 8 ~0 : Diario de Sesio11cs, t omo av, pág . l j lQ .

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21 0 LA Desamortización.
puesto sus bienes baj o s u garantía y seguridad, como los de
todos los demás ci udadanos de la nación, como los de
todas las demás corporaciones. Pero adviértase, señores,
q ue no era la ley por punto general, no eran los gobiernos,
los q ue habían dado al cle ro los bienes de qu e se trata: la
mayor parte de los que la Iglesia ha poseído e ntre nosotros
vienen de adquisiciones particulares. No le estaban conce-
did os por la ley, únicamente le estaban garantidos por ella.
No se los había dado, para que pudiese inten tar qu itárselos
ahor;t. Prescin9o, señores, de qu e la ley no tienr derecho
para quita r aq uello qu e da , porque seria la in m oralidad
mús absurda y horrorosa. Nadie en el mundo, cualquiera
qu e sea su nombre. individuo, corporacion, ley, gobierno,
nadie tie ne derecho de retirar lo qu e ha dado, sólo po rque
lo ha dado: la donació n , una vez consumada. produce un
derecho :::bsoluto de propiedad en el que recibe, y no deja
en el q ue da d erecho ninguno para deshacer su ob ra. Pero,
re pito que no era la ley la q ue había donado sus fincas
á la Iglesia de Espar1a: lo que la ley había hecho e ra única-
m ente reconocer que la Ig lesia de España pod ía poseer
aquellos bienes de qu e los particulares la habian hecho pro-
pietaria y señora . }}
Habla luego de las relaciones que en España exiSten en-
tre el Est:tdo y la Ig lesia, y dice:
,(En esta reunión de la Ig lesia y de l Estado, el clero, no
sólo existe como una corporación licita, que p or consi-
guiente pod rí a ser propietaria, sino como una asociación
legal reconoc ida po r la ley, admitida por ella, corno ele-
m ento mu y alto y muy poderoso para oc upar un luga r en
n uestra constitución. Digo , pues , que en semejante estado
h abría menos razón aún para desposeerle d e los bienes que
ha poseído , de los bienes de q ue es propiet;~rio legitim o é
in negable . La ley , en este caso·, qu e es el n ues tro, para
desposeer al clero de la más mínima propiedad , para hacer

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Capitulo duodécimo. 211

lo mas leve en daño suyo, tiene que seguir los med ios re-
conocidos en la Ig lesia cató lica desde tiem pos muy antiguos
hasta el presente . (Un mior diputado en 'VO{ baja : á Ro ma. )
- Indudablem ente, hay que acudir á Roma. »
Añad e que la enajenación de los bienes d e la Ig lesia es
parte d e un sis tema qu e se sig ue respecto al clero católico,
y qu e la idea ca pita! d e este sistema es la persecució n ; y
a ñade, refi riéndose al Gobiern o :
«Yerra y se eq uivoca , señores, y d esconoce sus deberes
y los intereses del país, cuando quiere drspojarlr de lo que
es suyo y las leyes le hab ían garantizado 1 .»
T res días despu és de hablar d e esta ma nera el Sr . Pa-
checo . EL CoRREO N ,\CIO:-.IAL, órga no del partido m oderado,
hacia una declaración muy notable á propósito de este
asunto, qu e merece consig narse aqu í, aun q ue al venir al
poder los hom bres qu e la hicieron dej asen completam ente
de fraudad as tantas espe rnnzas.
Decía E~ CoRREO N ACIONAL en su núm ero de 23 de j ulio
de 184 1:
<(Para los que crean q ue el tiempo no am enaza el poder
ni la o bra de los ho mb res del día, nada d eben sig nificar
nuestras palabr;lS. Mas á los que no viva n en la co nfianza
d e qu e el rei nado d e la violenta , in tolerant e y do m inadora
minoría qu e amenaza á la Nación ha de ser eterno, á esos
d ebemos adve rtir q ue el partid o conservador, s i llega , cor-
rri endo el tiem po, :ll pode r, al paso que procu rará hacer
reco nocer y legalizar por la corte de Roma las enajenacio-
n es de los bienes de los reg ulares , jamás 1·econocerá ui san-
cionará pf drspojo del patrimonio di' las catedrales, colegiatas
y parroqui~IS dt•l1·ei110: 1111/Jca mirará como 1111 bfcbo collstt-
mado un acto d e ira , de renco r, d e venganza . como el que
se va á cometer ; no se creerá ligado por ningún111iramiento

1 Sesión de 20 de J ulio de 1841. Diario d• Stsio11es de esta legislatura,


lomo 1v , páginas 2485 y 2~86.

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212 La Desamorti;_acióll.

á respetar lo qu e ahora decla ra, en la forma que puede,


ilegal , expoliador, marcado con el sello de la más dura y
evidfnfe usurpaciJn y despojo.
>' TJugauselo, pues , por dicbo los que de buena fe, y
guiados por el ej emplo de lo pasado, piensan que los inte-
reses q ue comprometa n en la compra de bienes de las cate-
drales y demás iglesi:1s tendrá n la misma garantía q ue los
invertidos en adqu isiciones de bienes de regulares . Ó de-
jará de ser posible que un gobiem o monárquico v ut!lva ti regir
en F.spa¡/a, ó la iniquidad que se iulen/a tendrá su debida re-
pa·r nción.
» Y qu e no se engrían los hombres de Setiembre con lo
completo de su actual triunfo. No han ido tan allá como
Cronwell m la Convención , y á la revolución inglesa siguió
la restaur:1ción de Carlos 11 , y á la de Francia u na época de
prude nte rep:1ración y justa tolerancia .
»El delirio, pues, de los q ue hoy mandan no debe arras-
trar á la masa de nuestros conciudadanos, ni !J,Jct'rlos cóm-
plices de: uu despojo, de que más ta rdeó más temp rano 11'11-
driau que rfspoudrr cou da1io de sw iulerese-s .»
Traslad ~m o n os al año 1845 , y veamos cómo , con
ocasió n de discutirse el presupuesto del ck ro, se expresaba
el Sr. FERNÁNOEZ NEGRETE e n la sesión de 1o de Ene~o de
dicho aiio. Cita unas palabras de Montes de Oca , sobre el
despojo de los bienes de la Ig lesia , y dice :
,<. . .. Y este drspojo , señores . no tenia j ustificación, por-
que la propiedad de la Iglesia es tan sagrada com o la más
sagrada de las propiedades particula res. Aquella propie-
dad esta protegida por antiquísimas leyes canónicas y
civiles; y , no sólo está proteg ida , sino que tiene privilegios
especia les e n nuestra legislació n y en las de todos los países
católicos : para prescribir la propiedad civil bastan rfiez años;
pues para que prescriba la de la Iglesia , se necesitan cua-
renta , y ciento si los bienes pertenecen á la Iglesia de Ro -

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Capitulo duodécimo. .2 1.3

ma. Y no hay para qué atacar estas leyes, que son tan
antiguas como la Monarquía: ni hay tampoco por qu é ma n-
c har el honroso y limpio origen de estas adquisiciones. Re-
monté monos á la historia, y allí encon traremos que nues-
tros primeros Obispos , no sólo fu eron los primeros legisla-
dores, sino que t:tmbién fu eron del il ustre núm ero de los
primeros conq uistadores; y como no sólo asistían á nu es-
tros Reyes como fi eles consejeros, sino también como ilus-
tres cnudillos , las m ercedes qu e entonces se hacía n á las
iglesias eran una parte del bolín que en la conqu ista to-
caba á los Prel:tdos.
»La histori:t, señores , rebosa en hechos gloriosos, que
son honra y prez del clero esp:uiol en aq uellos tiempos
gue rreros. ¿Q!Jicn no adm ira l:t magnífica epopeya de las
Órdenes militares en aquella época ilustre?¿ Q!Jién de nos-
otros no sigue desde Carm ona al ilustre Maest re de San-
tiago, cuancto , en tanto que el Santo Rey :~ presta el cerco
de Sevilla, m:trcha él con sus leales caballeros la vueltn de
Extremadura, y en Guillena e n Constantina en Guadal-
1 1

canal , en Seg ura, y en otros cie n encuentros más arrolla


1

la pujanza de las huestes aga renas , y cl ava la cruz roja de


Santiago en la g igante cresta del célebre Tentudi:t? Pues
una parte de estas conquistas era la recom pensa de las
proezas y de los gastos q ue á sus expens:1S hacían nqucllos
esforzados y piadosos ca ba lleros. Y caba lmente en la pro-
vincia que tengo el honor d e represen tnr, la mayor par te de
las propiedades eclesiásticas tien en este noble origen . ¿Con
qué derecho, pue , se rfesaporfrra de su bonrosn propiedad
a los herederos del ilustre Peláez Correa? ¿Con qué dere-
cho? El partido moderado lo ha dicho; con rl d e la jllrrza . .. .
>'Creo, pues, señores, que ningú n diputado, que nin-
gún español al recorrer nuestra historia , creera que los
1

bienes de la Iglesia son de peor condición que los bienes de


los particulares; pu es si por el a rticulo 10 de la Const itución,

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2 14 La Desamortización.
y si por las leyes d e tod os los países bien organ izados , se
dispone que no p uede priv<~rse á ninguno de su p ropiedad
sin previa indem nización , ¿con qué derecho , vuelvo á de-
cir, se privó a la Iglesia de sus propiedades? Y no se nos
diga q ue por el artíc ulo 1 1 d e la Constitució n la nació n se
ha obligado á sostener el culto y sus ministros. No : la Igle-
sia no tiene necesidad d e q ue la nación la asalarie : antes de
que hu biese nació n , antes de q ue los p ueblos pensasen en
ser soberanos, y antes también de que una co r na c~ñ ese
en España las sienes d e un Rey, la Iglesia de Espa1ia era
propietaria, la Iglesia d e España era indepe ndiente ....
»¿Á qut! , pues, se nos viene ahora co n esas declama-
cio nes d e pro tección á la Iglesia?
»Pues s i esta es , se ñores , la histo ria d el despojo de la
Ig lesia ; si la Ig lesia acud iese it un tribuna l de justicia con
un interdicto de despojo, ¿qué providencia da ría el t ribu nal?
Yo no lo Jire : yv no me he leva n tado para p roveer un in-
terdicto de despojo 1 .»
Hasta aquí el Sr. Fernández Negrete . En sesión d e 13
de Enero decía el Sr . RooRiGUEL. DE CELA:
«El derecho d e pru pit!daJ que la Iglesia tiene en sus
bienes, ¿no está reconocido en multitud de leyes dis-
persas en nues tros códigos? ¿No est<Í reconocido el de-
recho de la Ig lesia á adquiri r y posee r bie nes raíces, hasta
e n las leyes mis mas que p usieran trabas al derecho de ad-
quirir las llamad as manos m uertas ? ¿No está reco nocido
hasta e n la misma ley de ex propiación ? Luego la Iglesia
tenía verdade ra pro piedad, verdadero dom inio e n ios bie-
n es qu e estaba pos eye ndo.
»Pu es si la Ig lesia tenía verdadero domi nio en los bienes
q ue estaba p;:>seyendo, ¿ pud o e l Estad o apoderarsP de ellos
e n los t érminos q ue lo hizo , sin previa indemnización? No,
señores; y yo, para d emos trarlo así, no nece ·ito apelar á ra-
1 Diario d~ Scsiuucs Je 18.¡.¡-45 , tomo 11 , edición de 1876 , pá~. 1I.¡J.

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Capítulo duodécimo. 215
zones canónicas . . .. La ley de expropiación de 17 de j unio
de 18 36, que estaba vigente cuando la expropiación , decía
en su artículo 1 .•: «Siend o inviolable el derecho de propie-
»dad, no se puede obligar á ning ún particu lar , corporación
»Ó establecimiento, de cualqu iera especie, á que ceda ó ena-
»jene lo que sea de su propiedad para obras de interés pú-
» blico , si n q ue precedan los requisitos siguientes.» Uno de
ellos es la t:~sación con intervención del durño, y otro que
el precio integ ro de la tasación se satisfaga al tiem po de-
desahucio.
» ...... ¿Se hizo así con los bienes de l cle ro ? No, seño-
res; el Estado se apoderó de ellos sin previa indemnización,
s in previa tasación. Luego fui un despojo, luego fué una
injusticia lo que se cometió; y cst:~ no es opinión mía sola-
mente; es de perso nas cuya autoridad no podemos de nin-
g ún modo rechazar • . »
Y en la sesión del 24 de Enero decía, hablando de los
bienes de las religiosas: «El único derecho qu e puede ad-
mitirse en el Estado con respecto á los bienes que no posea,
es obligar á los d ueños á q ue los ve ndan aunque no quie-
ran, pero pagándolos por s u justo precio, y esto es lo que
se llama expropiación forzosa; pero quitarlos, quedarse con
ellos y no pagarlos, nadie ha dicho ni puede decir que ese
sea un derec ho del Estado. Ese seria un acto de despotismo,
u.u ve1·dadero despojo, un atropf'llamiento igual al que comete
una cuadrilla de bandoleros que df'spoja al infeli{ que cae eutre
su<'J manos. »
Con cuánta convicción defendieron el derecho de pro-
piedad de la Ig lesia los polí ticos mús eminentes desde 1840
á 18 45, :~caban de verlo nuestros lecto res; como también
que convinieron todos en que es indiscutible este derecho,
y en que á los gobiernos no es lícito en m anera alguna aten-
tar contra él.
• Diario dt Sesiones de 1844--1;, tomo 11 (edición de 1876), pág. 119 ¡ y 1340.

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21 6 La Desamorli:¡_ación.
Asimism o hab;án visto la calificació n que todos ellos
hicieron de esta clase de ate ntados .
En boca del respetable D . SA:-ITIAGO DE TEJADA han leido
que para tales actos los gobi ernos eran iucompl'tm tes y 11S11r-
padorcs , y s u acción ill'gíli111a y oprpsora.
D. j uAN BrlAVO MuRrLLO los calificó de despojo, y añadió
que la doctrina d e los hech os cons umados la agradl'caínn
todos los despojadores, y basta los mis111os ladrones .
El Sr. ProAL los calificó con re petició n de despojo; dijo
qu e el acto del gobi erno por el que se proponía devol-
ver los bie nes á la Iglesia, e ra 1111!! restitución, añadiendo
qu e nadie h:rsta ahora ha dicho que el poder te mporal tiene
facu ltad para apoderar e de los bienes de la Ig lesia.
El S r. MARTÍNEZ DE LA RosA dijo que como el Estado no
pued e disolver á la Iglesia , no puede apoderarse de sus
bienes, y que tomar las pro piedades del clero sin indem-
nización t'S 1111 despojo.
El Sr. PACHECO dijo qu e el Gobierno á quien combatía,
al intent:rr lo qu r pr.o ponía ú las Cortes, quería dest ajar al
clero de lo que es <uyo.
El Con ·l'o Naciona l , órg:tno del part ido moder:1do. de-
cía en 184 1 qu e r l acto que ,¡ la sazó n se intentaba era
ilrgal , expoliador, y marcad o con el sello di' la más dura y
I"Vidl'll fl' usurpación y despoj o.
La mi ma calificación de dl'spojo aplicó á la venta de los
bienes del c.:lcro el Sr. FER. ,\~DE7. NEGRETE, diciendo que
era un :teto realizado co11 1'1 derl'cbo dr la f uer:{_a.
T ambién lo llamó dpspoj o el Sr. Ro DRÍGUEZ DE CELA.
Á esto~ importantes testimonios, podríam os añadirtoda-
via muchos más .
En una proposición presentada al S"t1ado en 29 de
Octubre de 18 19, por c uatro respeta bilísimas personas,
entre ellas el marqués de Vilu ma . se decía , con referencia á
la adj udicación al Estado d e las propiedades d el clero: «Se-

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Capitulo duodécimo. 2'7
» mejante adjudicación es notoriamente injusta y un drspojo
»l'lmás violrn to, en el entret.1nto al menos que no se :~c ucr­
» da de un modo seguro y cierto la competente indem niza-
»ció n .. . . . . »
En la sesión de 1J de Mayo de 1843 decía el Sr. GóMF.7.
( D. Manuel Ventura): <,Señ ores, bien sabido es q ue se ha
despojado al clero de todas las propiedaMs que, ya de un
modo . ya de otro, habia adq uirido.»
En la sesión de 27 de Noviem bre sigu ien te dijo el
Sr. SANTi\EU.A: « . ...Si fuera ocasión oportuna. yo maniles-
taría mi opinión sobre los bienes eclesiásticos qu e sin aufo-
ri:¡_nción nlgtma fueron arrt>batados á In ~!f/,•sia por un:t ley
del año 1841 .. .. La Iglesia había impuesto censuras :í los
que to masen esos bienes, y esas censuras pesan sobre
aquellos ... . »
«El clero rspa1i ol perte nece al pueblo, y :ti pueblo es :i
quien se ha sacrificado, despojando á aquél de sus bieneS.>'
Al presentarse al Senado el proyecto d<.> ley de dotación
del culto y clero en 1845 , le acompaiíaba un voto partiCLI-
lardel Sr. MAí.F.IRA, que decía:,<. . . . El clero ha sidodespojado
de sus propi~d:tdes con tra las leyes todas .. .. >'
El Sr. Mo:-.; decía al Congreso , desde el banco ministe-
rial , en 1 1 de Febrero de 1 84 5, q ue la indemnización que
se habia decretado :i los participes legos estaba fund ada en
un despojo, en una expoliación del clero; y esto lo dij o por
dos veces.
El Sr. ~AYANS (mi nistro de Gracia y j ustici<l) decía ,
en la ses ión del Senado de 1 2 de Febrero de 1 84 5, que de-
bía da rse :í b Iglesia la ad mi nistr:tción de esos mismos
bienes de que babia sido despojada.
F.n la sesión de 3 1 de Marzo del mismo año decía el
Sr. GAREI.LY, aludie ndo á los q ue defend ían los intereses
de los com pradores : <(Pero, ¿ q ué intereses, se1iores? La
esperanza, la posibilidad de comprar , con papel adquirido

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218 La Desamorti:;_ación.

á vil precio, tales ó tales fincas, y levantar á poca costa


una fortuna colosal; y se olvida , señores, y no se levanta
el g rito, y no se tiene en consideració n el despojo de lo que
por ta ntos títulos legítimos, sag rados y respetables gozaba
la Ig lesia tantos s iglos hace .»
En la sesión de 1 . n de Abril de 184 5' dij o el Sr. CA NEJA
que la Iglesia había sido despojaifa de sus propiedades .
En la del 1 1 d e Enero de 184 5, decía en el Senad o el
Sr. LA TaJA : « No' molestaré al Senado con la historia de
las vejaciones qu e ha s ufrido el clero después de las leye-s
q1te le ban despojado de lo que legítimamente le pertenecía.»
Se ve, pues , por lo dic ho, cu án arraigada estaba en
los hombres más e minentes del Parlam ento espaiio l , cua-
renta aiios hace, la idea de q ue el acto llevado á ca bo con
la Iglesia era un verdadero y completo despojo .

También apareció en el período á qu e se refi eren estas


citas ( 1840) el precioso opúsculo de nuestro insigne BAL-
MES, titulado Obsn··vacioues sobre los bienes del clero. Algo
de él hem os reprodu cido en un capitulo anterior , y algo
más citaremos a un , cuando tratem os este asunto en s u
1
aspecto social. Nos limitam os aquí , por lo mis mo , a tri-
butarle el ho me naje de consideración qu e le es debido.

~' '

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CAPÍTULO XII I.

LA DES.\~IO RTilACIÓN EN ESPAÑA DESDE 184 1 Á 184 ) .

SU\IARIO: La c•poli.ciún Je la l¡;lc<ia quedó con•u mada en 1S.p .-Proyectos


de dotación dd cu lto, que como consecuencia ..le ello ~e presentaron.-Tri ste re-
sultado que produjeron en 1., práctica.-P.,I.br.s del ~••ior Ob ispo de CúrJoba en
la sesión de 13 de Mayo de 18.¡¡ .- Exposición Jc los p:orrocos J e J•en sobre
su penosa situaeión. -Otra i¡;ual de los de Oren•c. - F.nornw suma que se debía
al clero pof >u consi,;nación en 18 H. -Nuevo a<pecto que torna este asunto
con lo'li suceSo-\ de 18 .¡,;.-Gravisi uJd cu lpd. e n q ue in c urrió c:l parudo n ao J c:r ado
continuando l.ts vc n ta5 de bicncs. - Oj e.~tla retro<C¡pcctiva.-Dec:.trucción de igle-
sias y .le>b.~r ;llc Jc conventos h•st" 184;.-Desa<trosas consecuencias que en
todos concepto~ prod ujo este dcrroche.- Proyccto J c devolución al cl<·ro de los
bienes no vendidos, presentado en Febrero de 18.¡5.- Paldbras del Sr. Pida!,
ministro Je la Gobernación, el 1~ de Mano siguiente.- J)octrinas contem poriza-
Joras que entonces se expusicron.- Brill•ntes observaciones Jc Balmcs sobre u tas
doctrinas.

O:-l las Ieyesdesamortizado ras de 1837 y de 184 1,


el cle ro y las comunidades religiosas qu edaro n
privados de sus bienes . La expoliación, que venia
poniéndose por obra treinta años a ntes, q uedó entonces
cons um ada . Y, como era natural que s ucedi ese, los planes
y proyectos des ti nados á proveer á las atenciones del culto
y á la subsistencia de l clero, q ue habia q uedado sin bienes,
se reprod ucía n con frec uencia.
Dij imos ya en el anteri or capitulo q ue hasta fines de
1838 se habían elaborado c uatro pla nes. En j ulio de 1840
se e xpidió sobre este asunto una ley, im perando e l partido

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220 La D esamor fi1_nción .

moderado. El 28 de Mayo de 184 1, vuelto nuevamente


al poder el partido progresista, se presentó el proyecto de
ley de reform a y arreglo del clero. De 2.3 de Junio inme-
diato es otro proyecto de dotación del clero , en que se de-
cretó la venta de los bienes, que comenzó á discutirse el
20 de Jul io, é impug nó en un brioso discu rso el Sr. Pache-
co '. Y de 17 de Noviembre de 1 842 es otro proyecto de
dotación del culto, s uscrito por D. Ramón Maria Calatrava.
¿Cuál había sido el res u Itado de tan tos proyectos de ley?
¿Cómo se estaba cu mpliendo la obligación indeclinable de
sostener el culto y sus ministros? Nuestros lectores van á
verlo. Respecto al primer trienio, el Sr . Landero, que, como
presidente de la junta del culto y clero, tenía moti vos para
saberlo, manifestó , en la sesión de 6 de Agosto de 184 1, que
el débito ascendb :1 460 millones. En el siguiente período,
desde 1.• de Octubre de 1841 á .30 de Setiembre de 1842.
de 7 5 millones de la contribución destinada á este objeto,
sólo se habían cobrado .3 1. Á un respe table párroco, de se-
tenta y dos años dr edad y cuarenta de ejercicio, que el año
anterior había percibido 6oo ducados á que te nia derecho,
se mandó qu e nada St! le abonase en 1845 ; de mod9 que
un pueblo q ue había pagado el año anterior 17 ,ooo rea les. y
en aquel 9,000 para la manutención del clero, veía á su
párroco exhausto de recursos. Y desde 1.• de Octubre
de 1842 hasta Mayo de 184.3 , en que exponía estos datos
en el Senado el señor Obispo de Córdoba, aú n no se había
decretado con qué había de atenderse á una obligación tan
sagrada. ((Desde entonces, decía el sei'ior Obispo, están
esperando todos qu e, abiertas las nuevas CDrtes, se pre-
sente el proyecto de dotac!0n para este año, se discuta . se
apruebe, se haga la distribución á las provinc;,ts, se reparta
por las diputaciones provinciales á los ayuntamientos la
' Lo hemos dado a conocer , por ser así más conducente á nuestro plan , eu
d capítulo anterior .

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Capítulo décimofercero. 221

cuota respectiva, que éstos lo hagan á los vecinos, qu e la


cobre el reca udador y se lleve el importe á la depositaría de
la capital , sin entregar cantidad alg u na á los párrocos por
cuenta de s u asignació n ; de m odo que este año habrá mu-
chos párrocos que nada perciban, aunque sepan que la con-
tribución se ha cobrado á sus feligreses .... »
Es ele advertir que eran entonces JO,ooo los exclaustra-
dos, y se necesitaban para satisfacer sus pensiones 40 millo-
nes. Las religiosas se calculaba n en 1 j ,ooo, y sus asigna-
ciones importaban otros 20 millones. De .360 que acaso
importaban hasta 1843 las asignaciones de una y otra clase,
se les d ebía la mitad, ó la tercera parte á lo menos, t ratán-
dose d e una mí nima cuota, qu e ni aun bastaba para s u
precisa subsistencia. De los exclaustrados, muchos había n
perec ido d e hambre y d e miseria. especialmente los ancia-
nos, qu e, e n lo más avanzado de s u edad y llenos de acha-
ques, habí;in carecido hasta del necesario alimento y ropas
de ab rigo; y otros se había n visto precisados á trabajar para
m antenerse, seg ún se lo habían permitido su edad y ro-
bustez.
T odavía en 1845 dió cuenta en el Senado el Sr. Ondo-
vi lla de una petición de 2.3 párrocos de j aén, que desde 184 1
sólo habían percibido la quinta parte de sus asignaciones. Y
al cabo de otro año, en 26 de Enero de 1846, se daba cuenta
de un a exposición de varios párrocos de la provincia de
O rense, lamentando su triste situación : - " Dos arios ha,
decía n , que los templos del Señor no han pen::ibido un solo
maravedí. El año de r 844, en que el sostenimien to del culto
corría por cuenta de los ayuntam ien tos, ó no se hizo presu-
puesto, ó no se llevó á efecto la derrama. En el d e 1845,
las Cortes votaron .3 .3 millo nes para el culto parroq uial , y
hoy es el día en que, á pesar d e los solemnes compromisos
y ofrecimientos que resonaron en ambas Cámaras en la
an terior legislatura, por un Gobierno que se dice justo y

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222 La Desamorti:(_acióu .
reparador, nada se h a entregado. T al a bandono, escándalo
semejante , nunca se había visto en estos pueblos. Las
fiestas religiosas y a hace alg unos meses se hallan suspen-
didas . El sagrado Viático se lleva oculto á los enferm os,
por no tener m edi os las parroquias para dar toda la sole m-
nidad posible á una cere monia tan s ublime. Ni una sola
lám para arde en las ig lesias , y a un e n alg unos pueblos se
celebra el sa nto sacrificio con un a sola vela ' .»
He aquí e n un breve resumen lo que se debí a entonces al
clero. Del a ño 18.37, 8 1 millon es; d e 18)8, 76 millo n es;
de 18)9, .3 2; de 1840, 117 ; d e 184 1, 76 ; d e 184.:l, 56;
d e 1843, :;o; total, 51 7 millones d esae que se había abolido
la prestación decimal. Los presupuestos del clero de todos
estos mi os variab:m bastante un os de otros : el de 1 ) 7 fu é
d e ' 53 millo nes; mu cho m ayo r el d e I8J8 ; el de J839 ,
d e cerca de 1 1 3 millones; el de 184 1 , de cerca d e 16o.
Á qué es tad o ha bía llevad o e n Espaiia los asuntos ecle-
siásticos el desbordamiento de la revolución , lo pru eba,
e ntre otros hechos, el que de 62 sillas episcopales esta ban
á la sazón va cantes .32 , habie ndo además 6 Obispos con-
finados dentro de l reino y 9 expatriados, lo que daba un
total de 4 7 sed es privadas de sus pastores , hallándose tan
sólo 1; en las suyas respec tivas.
Con los s ucesos d e 1 84.3 , cayeron del poder los pro-
gresistas y lo ocuparon de nuevo los mod erados. Varió
entonces notabl emente de aspecto el triste asunto que nos
ocupa, y en 26 d e Julio de 1844 se expidió ya el decreto
mandando suspende r las ventas . Inc u rrió, sin embargo , el
partido moderado e n la gravisima culpa qu e el diputado
D. Pedro Ega1ia le echaba en cara con gran energía e n la
sesión de 27 de En ero de 1845 , de conti nu ar las ve ntas,
d esde su advenim ien to al p ode r en 1. 0 de Agost o de 184.3 ,
con una actividad tal, qu e sobrepuj ó mucho en los res ul-
• Diario de Stsiouts de est< afio, rag. 79·

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Capitulo décimotercero. 22)

tados al partido progresista. Leyó e n dicha sesión D. Pedro


Egaña la nota que como documento interesante insertamos
más abajo •, y h acia luego n otar , comentando esta no ta,
qu e en poco más de un año habia ve ndido el pa rtido m o-
derado 56,668 fincas de ambos cleros , de ellas 44 ,452 del
clero secular , mientras en los och o años anteriores había
vendidn el partido progresista 89,605 fin cas, de ellas sólo
25 ,087 del mismo clero, por lo q u e la responsabilidad del
partido moderado estaba con la de los progresistas, en c uanto
al total, e n la proporción de ) á r, y en c uan to á las fincas
del clero secular, en la de 4 :i. 1.
¿Que resultados había dado este e norme desbarate al
llegar á este punto nu estra historia? ¡Ah! Por desgracia
son h arto conocidos. Centenares de iglesias y conventos
habi:t n venid o á tierra, priva ndo al público piad oso del asi lo
que en ellos e ncontraba. Los ricos se enriquecieron más
• N oTA do fincas veudidas ;• adjucfitadas de ambos tlrros smtlnr ; • rtKttlar , d.·sde
1835 ti jiu tlt Oclubrt de 18.¡.¡.

FINCAS.

AÑOS . Dtl clero rtgulnr. Dd dero !.tculnr.


-----
De>dc 1835 a fin de 18.¡o .... • ...... ,;6,o8;
En IS.JI ..•••..•. •.• .•... •. ..••.
En 18.¡2 . ... . •... . . • .............
9-754
10,967
"
Desde 1 • o de Enero de 1843 hasta fin
de Julio de id ...... . ...••... .. .
Desde 1 • o de Agosto de 18.¡3 á fin de
Diciembre de id •..•.••....•... . . 6,6;6
Desde 1 . • de Enero á fin de Octubre de
1844- .....••... •.•.• . •.. .... . . '
- -- - - - - - -- - -
T OTAL .•••••••• 6~M39
Total de ombos cleros .•.•• • ....• .. • •....... . . •
Cuyo valor en venb ha sido:
Del clero regular .. . ... ......... . .. . ... . ................. • ,760. 202,115
Del clero secular.. . . . . • • . . • . . . . . . • . . • . . . . • . • • . . . . . • • . . . . • 774· 98;,o86

T oTAL VALOR EN vEN TA • • • • •••••••••• 3,537. 18;,201


Ql¡e al5 por 100 dan una renta anual de.. .... .. . ............ q6.ooo,ooo

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22 4 La Desamortización.
con estas adquisiciones á vi l precio, y los pobres se empo-
brecie ron más a ún, faltos de los auxilios que reci bían e n los
lugares san tos que la revolució n había d estruido .
Sólo en Mad rid se habían a rrebatado a l culto, destruido ,
ó destinado á usos profanos , cuare nta y c uat ro ig lesias y
conve n tos . El hermoso é h istó rico m onaste rio d e Sau Felipe
el Real , los de La Victoria, de Afligidos, d e La Pasióu , de
A goui::¡_aufcs, de Sauta Catalina de Seua, d e Santa Ana , de
San Bcmardo ( lla m ado d e Pinto) y de Las Baroues,rs, fu e-
ro n de rribados y leva ntadas sobre su suelo casas particula-
res. El d e San Mar/in se co nvirtió en g obie rno d e provi ncia ;
e l de La Santísima Trillidad e n tea tro del Institu to , y más
tarde e n ministe rio d e Fo m e nto ; el del Noviciado se d es-
tinó á Unive rsidad ; el de Dalia Maria de Aragóu á pala-
cio d el Senado ; el de Santa Bárbara se vió t rocado e n
fábrica de fundició n ; el de j esús, e n escu ela de equi tación;
el de Sau. Basilio. en c uarte l de la Milicia Nacional ; el de
los Padrt's df'l Salvado-r, e n oficinas de Amortización; el d e
San Vicmte de Paul , en presidio correccio nal ; el d e Santa
Clara, e n escuela normal de maestros ; el d e Nuestra Se-
flOra de la Piedad (llamado d e las Vallecas) , e n teat ro d el
Museo ; el Beaterio de San jo8é, e n escuela de pá rvu los.
Caye ro n ade más por tierra los Premoustratenses , los Capu-
cbinos de la Pacimáa, San Felipe Neri, el Espíritu Santo,
los Agustinos Recoletos, las Franciscas det Caballero de
Gracia, San Brm ardo, e n la calle de su n ombre , La Mag-
dalena, los A'ngelcs, La Encamación , y la parroq uia de El
Salvador . Y fu eron asimism o desti nados : el Colegio de la
Compaliia de jl'sús á estu dios públicos, el de San Francisco
á cuartel de infantería, el de Sa11 j erónimo á parque de ar-
tille ría, el de Atocba á c uartel de inválidos. e l Carmen Cal-
zado ú la Caja de Am ortización, Santo Tomás á cuartel de
Mi licia Nacional , el del Rosm'io á c ua rtel d e alabarderos , y
v endido el d e San CaJ•etano.

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Capítulo décimotercero. 22 5

Como se ve 1 la tarea demoled ora fu é larga y :.~provech a­


da hasta 1844 . Y ha b lam os sólo de Madrid. De lo qu e se
hizo co n los conventos e n el resto d e España h ablarem os
e n e l sig uiente capí tul o .
Sólo diremos aq u í que hasta 184 :; se h;tbi;• ;tpoderado
el Estado de 2 1 120 conventos , d e los qu e hahia ve ndido ya
685 , pagados en lib ra nzas prot estadas , e n cu p;> nes ó en
De uda si n interés, y h abía n prod ucido en t ota l - ¡a ·óm-
bre nse nu estros lecto r<'s ! - 2 1 mil lo nes d e rea les. un mi-
lló n m e nos de lo que i la sazón se llevaba gastado e n el
edificio de l Co ngreso 1 qu e sobre e l so lar d e l conve nto d el
Espíritu Santo se habLL e rigido. De QU L; man e ra se había n
e najenado estos co nve ntos lo dijo el Sr. MoN, m in ist ro d e
1

Hacienda , e n los s ig ui entes térm in os :


«El solar y conve nto de la Victoria. e n un o de los m e-
jores sitios de la corte 1 se ha ve ndido en 4 3.3 ,ooo reales
en papel.
-> Parte del de San Felipe Ncri se ha vendid o e n 7 J 1 00 0
reales e n papel , qu e so n e n m etú lico 1 11 000.
»San Cayeta n0 1 e n 12 ),000 :i papel, qu e son 62,000
e n m e tálico .
'> San Basilio se ha Cétlc u lado en )00 1 COO como capital
para s u ce n so .
» El Cabnllcro de Gracia se ha vendido en :;36 1 000 rea-
les á pa pe l , qu e son 2 68 ,o oo en m etúlico.
»La Magdalena, solar qu e todo el mund o conoce, y qu e
sólo los pies cuadrad os vale n á 40 reales, se ha ve ndido
e n J2),00:> reales.
'>E n la pro vincia d e Cuenca ha habid o conve nto q ue
h a va lido 2 , 958 reales, e n de uda sin interés, que eq uivale
á 177 reales.
,, En Castellón de la Plana se ha vendido un co•we nto en
4 )O rea les, á pa pe l , qu e equivalen á 270 real es en m e tálico .
'>En Marbella se ha vend id o un solar e n 297 rea les, e n
15

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La Desamorti1_ación .
deuda s in interés , lo que equivale á 70 reales e n dinero.
»En Medina del Campo se ha vendido un solar en 500
reales á papel , equi valente á J O reales en metálico • .»
Hubo, pu es . como se ve, convento que se vendió por
1 J y po r 9 du ros, y solar de convento vendido por 70
y por JO reales. Calculaba el m inistro de Hacienda que los
685 conventos ve ndidos salia n it 22,ooo reales cada uno.
Entonces se había n destinado á diferentes usos 60 5 , y qu e-
daban 729 , c uya venta se mandó suspender.
¡ Q1¡é dilapidac ión tan monstruosa ! ¡Qué de rroche tan
espantoso y abomi na ble !
En Madrid sólo , como hemos dic ho , se destruyeron en
aquel tiempo más de 40 monasterios. Sobre sus ruinas se
edifi caron casas ó se convirtieron e n plazas sus solares . Cua-
renta ai'ios han transcurrido desde entonces : Madrid se ha
hermoseado y engrandecido, y ostenta por doquiera los
esplend ores del lujo y de la riqueza. ¿Q1Jé beneficios ha re-
portado de todo esto la salud publica y el bienestar de las
clases trabajadoras? Porque no debe suponerse que sólo se
propus ieron los desamo rtizadores e nriquecer ú los ricos,
hacer gozar á los dichosos y e mbellecer las poblaciones, sin
. 1
aco rdarse de l pueblo y de sus g randes necesidades .
De la salud pública y del bienestar del pueblo hablan
por nosotros los hechos con g ran elocuenci<1. Madrid es de
las capitales menos sanas de Europa , y su mortandad ha sido.
recien temente obj eto de estudios, inspirados por un senti-
miento de alarma . La caridad oficial ha ensanchado de un
modo extraordi nario sus ate nciones, ;n tme ntimdose los
hospitales y creándose las casas de Socorro. Los asilos be-
néficos es tú n llenos, y J,¡ lista de los que en ellos esperan
turno de entrada, es inm ensa. No hay vivic..u.ias para pobres.
en las construcciones modernas, y hoy viven los jornaleros
' s~si 6 n del 15 Je Abril d e 18.¡; ; Diario de SeJÍOIICS de esta legislatur. .
tomo 111 (edición d~ 1876), pag 2083 .
\.

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Capítulo décimotercero.
en compm1ía, de dos ó más fam ilias, en cuartos, ó de todo
punto inhabitables, ó ext raordinariamente ca ros. Y sin los
g ra ndes a uxilios que presta á los desva lidos la caridad pri-
vada, n o es dable calcular cómo tendrían re medio el ham-
bre y la m iseria qu e hoy se sienten. De la moralidad pú-
blica no hable m os, porq u e , sust ituidos los conventos por
una nu be de p eriódicos, indiferentes, d escreídos ó impíos ,
que tie ne n, á ciencia y paciencia de todos los gobiernos,
libre é inmensa circulación, se toca n las consecu e ncias de
este cambio en la a terradora frecuencia de robos, asesi natos
y suicidios que á toda hora se cometen , y q ue producen
e n los ánim os, por su magn itud y reproducción constante,
una impresió n pavorosa.

Dado ya en 1844 , con la sus pe nsión de las ventas, el


primer paso e n el camino de las reparaciones, se e ntró de
lleno en ellas el año inmediato. Ve nse en las ses io nes d e
Enero los proyectos de do tación del c u lto y clero, y pago
de pension~s á las religiosas, q ue , co n el del restablecimiento
de las Escuelas Pías, fuero n todos aprobados. - Y e n 17 d e
Febrero se presentó ya al Co ngreso el proyecto de devolu-
ción al clero secular de los bimes 110 veudidos, en cuyo preám-
bulo se leen estas palabras: «La justicia de la medida no
puede pone rse e n duda. La Ig lesia poseía s us bienes por
títulos legítimos y respetables, y n o debió haber s ido nunca,
contra su volu ntad , privada de ellos . El Estado , por lo
mismo, le devuelve aqu ellos bienes que aun restan por
vender, y están todavía á s u disposición; y esto d e b e ha-
cerlo con tanta m ej or voluntad, cuanto qu e, hacié ndo lo ....
.. .. repara un agravio y hace una cosa sumam ente conve-
niente á la Ig lesia y á los pueblos 1 .»
El 1 1 de Marzo comenzó ya la discusión. Abrió la mar-

1 Dioriode Stsio11es del Congreso de 1844-45, tomo u , edi ción de 1876 , pá•
~ina as;B.

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La Desamorli{ación.
cha el voto particular de la minoria de la comisión, porque,
como decía muy opJrtunarnente el Sr . MoN, tiene la revo-
lución privilegio sobre los hombres amigos del orden y
conservadores para realizar todos sus pensamientos , f<tltar
á la justicia, y no encontrar embarazo algun o en su marcha,
pues la censura no le importa nada: mientras para los con-
servadore todo se vuelve conte mporizacio nes y m iramien-
tos. Asi la revolución en 18:¡6 , p..>r meuio de un decreto.
abusando de su poder. abolió los institutos religiosos, ven-
dió sus bienes en perjuicio de los intereses particulares y de
la Nación en ter:t : o tro accidente de la m:sma revolución
despojó ú la lglcsi 1 de -;us bienes y los pus.l en venta. Y
al tratarse ahora de oturg.t r la repa ración debida, los mismos
moderados andaba n tim id0s y receloso-; , y qu l.! rian atajar el
vuelo ú l:ts restituciones que la justicia ex igía.
Verdad es que en aqu ellas Curtes y entre aquellos hom-
bres , que traían la impcriusa misión de deshacer y reparar
tantas injusticias, habia , como suele decirse, de todo. Unos,
com o Pidal y Gvnzalo Morón, dd'cndi<lll con ente reza los
derechos de la Ig lesia, tJn maltr.tt.td,)s p:)r la revolución,
sin tra nsigir c,)n ella: otros querian las re paraciones , respe-
tando, no sólo los hechos consu mados, sino hasta'las leyes
inicuas que los habi :tn prod ucid o. Parecenos de interés que
se oig:tn' de boca de :tqucllos mismos hom bres' a la sazón
tan considerados en el mundo político, las d octrinas que en
tan poco se han it: n ido; y vamos por ell o ú reproJucir lo
que el1 2 de M:1r1.0 decía. e n este dcbate, O. P EDRO j os1~ Pm,\L:
" ...... Yo sostl'ngo qu e no h:ty una ley, un canon. un
concorda to, u n:1d isposición. un precedente, ni en los conse-
jos. ni en los tribunales; q ue no hay un j uriscons ulto en Es-
paña. q ue hay:t dicho qu e el Estado podía a~ n~~ rarse de los
bie nes del clero . Yo qu isie ra Qll l' <;C me hubiera citado alg una
ley en este sl'ntid,-, . mientras y<.> pucJ o citar mucha en con-
tra. Y, sefwres, ¿ la n lejos de nosotrJS est:'t e l tiemp:> en que

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eapit11 lo drrimotrrcero.
tod os hemos visto, cuando había q ue vender algunos bienes
del clero, acu d ir á Roma p or una Bula para ell o? ¿Y qué es
lo qu es:>stenia n esos juriscons ultos con cuyo nomb re se hace
tanto ruido? ¿Q!Jé decta Camp.:>ma nes, e n su famoso tra-
tado de la Reg:t lía, q ue ta nto se nos cita? P ues ese célebre
Campo manes, con toda su il ustración, en ese tomo en
fulio, lo qu e nos dice es que en los bienes que la Ig lesia
iba á adquirir, podí a el Estado poner lími tes y corta piséls.
Pero¿ dijeron j amás, ni Cam poma nes, ni Floridahlanca, ni
Chu macero, ni Pim entel, que e l Estado te nía la fac ultad
de desposeer á la Ig lesia d e sus bie nes? O!te se me cite la
página, el p;u aje en q ue se dice eso; y , señores, yo quisiera
ver cóm o se m e probaba qu e eso no era ponerse en con-
t radicción evidente con todas n uestras leyes eclesiásticas,
desde el prim er capitulo del Géuesis hasta el último del
Co ncilio de T rento .
» .. .. .. Digo m ás ; que he exam inad o el t ra tado fa moso
de Fra Paolo Sarpi. .. . [ ste homb re, ¿ llegó nu nca á decir
qu e el poder te mp oral tenia fac ultad para apoderarse d e los
bie nes de l<t Ig lesia? Esto no lo ha dicho ni Sarpi ni nadie
has ta los ti empos modernos.»
Y tres d ías despu és, el 1 5 d e Marzo, in sistiendo en las
mis mas d octrinas , s e expresaba así :
« Dice el Sr. Benavides . hablando d e las leyes españo-
las , qu e teníamos más d e d oscien tas mil en n uestra nació n ,
qu e las teníam os para p rob ar tod o lo que se quisiera. Ten-
ga m os dos mil lones, si se qu ier e: aut o en mi favor . Pues
bie n: qu e se m e cite, entre esas doscientas mil leyes, qu e
se me presente,· 1t11a, en qu e se d iga que los bie nes de la
Ig les ia puede n ve nderse si n consentim ien to de la potestad
eclesiástica : cua nto m ás su ba el guaris m o de las leyes, m ás
fuerte se rá mi a rg um ento. No se me prese ntará ningun a,
sefiores, porqu e no la hay entre ese núm ero q ue ha citado
el S r. Benav ides ; y s i la hay, yo le excito á q ue m e la re-

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2)0 La Desamortización.
cuerde, a que m e diga si en a lgu na se consigna esa supues-
ta fac ul tad del Estado para disponer de los bienes de la
Iglesia.
» ...... Ese de recho indi recto qu e el Estado tiene sobre los
bienes de las corporaciones, no lo tiene sobre los de la cor-
poración llamada Iglesia, porqu e ¿sta se halla fuera del
alcance del pode r civil , del poder temporal , pues que el
Estado no pued e disolver la Iglesia, ni por consiguiente
heredarla. La lg lesi;:¡ es eterna , no puede perecer; pues,
según la pro m esa de s u Divino Fundado r , du rará hasta el
fin de los s ig los.»
No conti nu amos estas citas , por abreviar este relato
histórico, qu e acaso se prolonga demasiado. Diremos sólo
que el proyecto de devolució n fu é aprobado el 17 de Mayo
de 1845 por 126 votos cont ra 16, y publicado como ley
el 3 de Abr il siguiente.
Ya en anteriores debates se había discuti do el proyecto
de dotación del culto y clero , y en ellos había tenido la
causa de la Ig lesia, y en especial s u derecho a la posesión
de bienes, eloc uentes d efe nsores, reco rdando el Sr. MoRóN
qu e el clero había sido, y era ento nces mismo, proyietario
en todos los países , y citando lo qu e en Francia y en In-
glaterra se ha dis puesto sobre este punto.
No todos, si n embargo, como ya hemos d icho, los que
en aquella ocasión tomaron parte en estos debates desde
las filas moderadas , lo hicieron con la firmeza de principios
de los que hemos citado en este y en el anterior capí-
tu lo. Ho mbres m uy importantes, y que en ge neral todos
han dejado memoria como jurisconsultos, como oradores y
como ho m bres politices , pagaban á los hechos consumados
cierto tributo de respeto, y defend ían come. ,:¡;gítimo, por
ser obra de la ley, lo que ;ti propio tiempo condenaban
como injusto. Sobre éstos lanzó el insigne BALMES una tre-
menda censura, que v.tmos á reproducir aquí com o la más

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Capitulo décimotercero. 2_31

fuerte y terrible condenación qu e puede hacerse de la pre-


tendida legitimidad de aq uellos despojos ' .
Se había dolido uno de aquellos oradores de que actos
ejecutados con las fo rmas establecidas por la Constitu ción
se hubiesen calificado de injustos, de inicuos y de fautores
.de despojo ; « ¡ como si la ley ( añ;tdía) pudiera despojar!»
Otro había d icho : ,<Señores, la revolución lo había in-
tentado, pero qu ien lo hizo fu é un a ley , fueron los poderes
legítimos .» Y e n su concepto, no debía decirse que lo hizo
la revolución, s ino que lo hizo la ley.
Otro, en fin, había observado q ue todo género de o po-
sición es perm itida hasta el momento de dictarse un a ley;
pero d('sde este momento, aunque lo hecho sea injusto,
inconveniente y absurdo, no se le puede llnmar ilegítimo
porque lo cubre la ley.
Después de hacerse cargo de estas ideas y de exponer-
las con más amplitud, decía el insigne Salmes :
«Lo confesa mos fra ncame nte; esas doctrinas nos ha n
escandalizado : al leer en el Diario de las Sesiones lo qu e
acab:un os de transcribi r, d udábam os si los ojos nos enga fla-
ban. y d udábam os todavía más si estas palabras salían, en
efecto, de la boca de jurisconsultos.
'>En efecto : no ig norába m os qu e se debe profundo res-
peto y obediencia á las leyes : sabemos que no debe pre-
sumirse fácil m ente su inj usticia ; q ue, aun cuando esta
exista , en ciertos casos, no son los particulares los que de-
ben deshacerla, sino que el buen orden de la sociedad exige
que la reparación se haga por los mismos poderes pú bli-
cos : pero creía m os qu e todo esto distaba mucho, muchí-
simo, de otorgar al legislador potestad para cometer una
inj usticia ; de decir que una ley era verdadera ley, aunqu e
fuese la más injusta, aunque fuese hecha por un poder in-
competmfe ; de afirmar que podía ser ve rdadera ley y debía
• El Pmsamitnlo dt la Nación : articulo de 26 de Marzo de t 84>·

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2 J2 La Desamortií_ncióu.
ser obse rvada , a unque fue ra iujusla, iuicua y absurda. Estas
cosas no las sabíamos noso tros : no te níam os t ales ideas d e
la ley ni d e la potestad; au n que adheridos sinceramen te :l
la m ona rq uía, no creíamos q ue tales cosas pudiera n d ecirse
de n ingún pode r .
» Esto de recon oce r potestad para com ete r injusticias :
esto de da r por vú lido lo hec ho por un pod e r iucompetmte:
esto de d eclarar obligatorio lo injusto, lo absurdo, lo iuicuo,
esto no lo co ncebíam os, no lo concebimos to da vía. Contra
esto protesta lo poco que he mos leído . Contra es to protest:~
nu estra razón natu ra l. Co ntra esto protesta la augusta
religión q uc profesam os . Contra esto protestan todas las
relig ion es de la tie rra. Con t ra esto protesta e l derecho de·
todos los pueblos . Contra esto protesta el corazón, suble-
vándose g enerosame nte co ntra semejante apoteosis d e la
tira ní a.
» Ley co ntra la justicia. ley in icua, ley abs urda . No ha-
bla ro n así 'nuestros cód igos .... » - Ci ta s us d efiniciones de
la ley, y l:ls que di e ron Sa n Isidoro y el ve ne rable Palafox,
el cu al d ecía: « Los q u e escriben q ue los Reyes pueden lo
qu e qui ere n y fundan e n s u q u ere r s u p ode r, abren la puer-
ta á la ti ranía.»
Lu ego prosig ue : \<No lo entend ía así Santo Tomás d e
Aqui no, cuando defin ía la ley : « una ord e nación d e la razó n
» en d erezada al bien com ún y promulg ada p o r aq uel qu e
>>tiene el c uidado de la co mun idad ;» y cua nd o, al ex plicar
más sus ideas sobr f' este punto, decía ; pe ro la vo luntad , pm-a
tmer fua~a df' ley e n las cosas que se mandan , debe estar
regulada por alguua 1'o7:;_Ón: de lo con trario , la vo luntad d el
Príncipe seria más bien iuiquidad que lt>y: alioquim volttntas
Priucipis magis esset iniquitas quam lf'x (le~· :. , quest. 90,
art. 1). Y más abajo ( q uest. 96, :~ rt. 1v ) añadía: Son injus-
tas las leyes de dos m a ne ras : ó b ien por ser contrarias al
bien com un , ó por el fin, co mo c ua ndo algún gobierno

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Capítulo décimotercero.
impone leyes onerosas á los súbditos y no de uti lidad co-
mún , sino más bien de codici.a ó de ambición , y estas más
bim son violmcias que leyt>s .
'>No, no. Jamás se puede admitir la funesta doctrina de
qu e una ley inj us ta , un a ley inicua. sea verdadera ley; y
cuando se ha dicho que un a ley ilegitima era una contra-
dicción , se ha incurrido en un sofisma. Estas leyes no d eben
llam arse ilegi timas, sino nulas: y si se replica qu e si son
nulas no son leyes, y no se las puede llamar t:tles. le Ji re-
m os qu e los contratos nulos tampoco son co ntratos, y
q ue todos los netos que en el derecho se apellidan n ulos
tampoco son tales actos, pero que, habie ndo necesidad de
designarlos con alg ún nombre, este nombre se toma de la
forma qu e haya n tenido, aun cuando en el fondo no sea n
nada. Un m:ttri monio nulo no es matrimo nio , y si n embar-
go se le llama matrimo nio, porque es menester exp resa r
de un m odo ú otro á qué se rdiere la nu lidad. De la propia
s uerte se puede decir ley nula , aunqu e no sea verdadera
ley ; y si se la qu isiera llamar le_y ilt>gítima, seria e ntendiendo
que era una cosa qu e tenia prdens iones ó apariencias de
ley, mas no las condiciones necesarias para serlo. ¿Q1Jé con-
t rad icción hay en eso?
••• o •• o •• o •• •••••• o • •• o ••• t o • o o • o ••••

» Imposible parece qu e en una asn mblea de legisladores


se hayan dicho cosas semejantes. lm posible parece que así
se haya declarado la o m ni potencia del poder, no sólo con
respecto á la propiedad de las corporaciones, s ino también
de los particulares , aun reconociend o su inj usticia; imposi-
ble parece qu e se haya dicho que es ley, q ue es respetable,
que crea obligació n , lo injusto, lo inicuo, lo absu rdo. Con
esta doctrina , cuando el coloso de Oriente se hacia levantar
estat uas y exigía la adoració n , los pueblos debían adora r.
Era inj usto , era inicuo , era absu rdo ; pero era ley . .. .
Los pu eblos deben obed ecer las leyes; pero los legisladores

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2) 4 La Desamorti1_0ción .
deben acatar la justicia ; y cuando hay inj usticia evidente ,
cuando el legislador decreta cosas en contradicción con las
leyes naturales y divinas, no tiene derecho á la obediencia.
Sus leyes, en tal caso, no son leyes, son violencias, como
ha dicho el ilustre Doctor que hemos citado: la voluntad
del legislador no es ley, sino iniquidad.
» Pu es qué; si se debe obediencia á lo injusto, á lo ini-
cuo,á lo absurdo,¿ qué pensaremos de los hombres ilu stres
que en todas épocas se han negado á cometer una iniquidad,
aun cuando fuese mandada por el más poderoso legislador?
¿Se los llamará anitrq uicos? No, no los han llamado con
este no mbre los pueblos que les han erigido estatuas : no
los ha llamado así la religión, colocándolos sobre los altares.
Si empre, en todos tiempos, en todos los paises , y más en
los cristianos , se ha mirado como cosa santa y heroica el no
acatar la injusticia y la in iquidad, au nque llevasen el sello
del legislador : siempre, en todos tiempos y países, se ha
mirado como un heroísmo el marchar al cadalso con la
frente serena, antes que obedecer un mandato inicuo.»

Hasta aquí los pensamientos que hemos entresacado del


hermoso articulo de Balmes. Nada podríamoS añadir por
nuestra parte qu e no vini ese á amenguar la fuerza de sus
brillantes y poderosos argumentos .

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CAP ÍTULO XIV

LA DESAMORTIZACIÓN EN ESPAÑA DESDE 18 45 Á 1872.

SU MARIO: Lo que quedaba de los bienes del clero al su•pcnderse las ventas en
1845. -Proyecto de nueva desamortización en 18;5. - Ley de 1.o de Ma yo de
dicho año. - Se amplió "' precepto en 1856. - Pensamiento politico 'que iba
envuelto en estas lcyes.-Actitud rebelde del Gobierno frente á la Santa Sede -
Derogación de la ley de 1855 en Octubre de 185 6.-Nuevos proyectos político-
económicos en 18;8.- Se re•tablece en este año la ley de 18;5, excepto en lo
relativo á IM bienes de la Iglesia.- P royecto de venta y redención de censos.-
Nuevos debates so!:>re la desamortización.-Lo que dijeron de ella Aparisi y Gui-
jarro , el conde Je Velle, D. Santi>go Tejada y e l duque de Rivas.- Etapas que
habia ido recorriendo la desarnorti1.ación desde tS r 2 á 1855 .- Convcnio con la
Santa Sede en 1859.-Nuevos ataque• á la propiedad de la Iglesia en 1868. -
Extinción de las comunidades rel1giosas.- Proyecto de desamortización en 186<).
- Lanzamiento y despojo de las rclig1osas Salesas en 1870 .-Noticia de unos
650 conventos é iglesias destruidos ó profanados. - Conclusión.

11 suspenderse en 1845 la venta de los bienes del


L
clero, pasaba ya de ),ooo millones e l importe
de lo vendido. Nuestros lectores habrán visto 1
que en los primeros años de est e siglo se enajenaron bienes
q ue valían 1,6oo millones . Un documento que tenemos á
la vista dice que desde 1821 á 1849 ' se vendieron fincas
del clero regu lar por valor de 3, 141 .666,873 reales, y del
clero secular por valo r de778·343.433, redim iéndose cen-
sos por valor de 63 5. 3 19,921, lo cua l suma 4, 556.3J0,227

1 Enhpág. 161.
' Debe entenderse e hasta 184;, • en cuyo año se suspendieron las ventas,
aun cuando la nota se redactara en 18~9.

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La Desamortización.
reales; y uniendo este g uarismo al anterior, se ve que eran
5, t 56 millones lo que el Estado hahia realizado hasta en-
tonces por bienes de la Ig lesia. Pero a un ascendían á la
sazón los no ve ndidos á la considerable sum a de más d e
mil millones de re;1les Y como la ra za de los desamorti-
1

zado res no se había exting uido, ni se extinguirá por ahora


en mucho tie mpo, de aquí el qu e las ex poliaciones d e la
Iglesia hayn n continuado después.
Hubo , como es sabido, una tregua pacífica de t84í á
1854 · pero con la revolución de este último año re nació la
guerra á la Iglesia . En la sesión de ) d e Febrero de 1855
se fo rmuló ya un plan d e desa mortización general, efecto
de iniciativa privada , á cuya cabeza fi guraban , calculados
en 2, ::;oo millones, los bienes devueltos al clero ' . Y en la
de c; del mismo mes presentó el Gobierno su proyecto de
venta J . El 23 dió la comisión dictamen, exaltando las ex-
celencias de la desamortización ~. El 26 de Marzo inm ediato
c:>menzó á discutirse, con un discurso del Sr. Moyana en
contra , á que contestó el Sr. Escosura, y continuaron ter-
ciando en el debate los Sres. Bue no, Alegre, López Infa n-
tes, Gonzalez y otros. Esto por lo que toca á la tot~idad ,
que en cuant0 á los artículos , enm ie ndas é interpelacio nes ,
la discusión corre á través de seis volúmenes· e n folio y
llena centenares de colum nas, hasta que al fin la obra de
la revolución s alió triunfante, y se sancionó como ley en
1. de Mayo sig uiente.
0

¿Nos detendremos á reseñar aquí estos d ebates? No en


ve rdad: cansaríamos con ello á nuestros lectores, qu ie nes
por los que precedieron pueden conocer la índole de éstos.
1 Según datos ofi :~ a les que - ltó en la seoión d" 11 de Ma rzo ele 1845 el señor
:)djas Lozano, e:ci ~ tian entonces en poder de la Adminis trariAn . :omo bienes naci<'-
nalc•, 447.0S<). II<) reales d" capital en fincas rústicas; 10<).985.979 re•les en fincas
urbanas. y 501.6Sz, 7l-l reales en censos y foros. T otal, 1,o;8.75 7,822 reales.
Di,,-io de Srsioncs de 1854 á t 8;6, tomo 11 (edición de 1SSo), p:•g . 1871.
3 Di••rio de Sesiones, tomo citado, pág. 1909 y siguientes.
4 ldemid.,pág. 2367 .

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Capitulo décimocuarto. 2)7

Por la indicada ley se declara ron en estado d e ven ta «t o-


»d os los predios rústicos y urba nos , censos y foros pertc-
» necientes al Estado , al clero, á las Órdenes mil ita res de
>'Santiago, Alcán tara , Calatrava, Mon tesa y San Juan de
»Je ru ;alén , á cofradías . obras pías y sant uarios, al secuestro
»del ex-in fante D. Carlos, á los propios y com u nes d e los
»pu eblus, ú la b enet1cencia, á la instrucción pública , y
»Cualesqu iera otros pertenecientes á manos muertas, ya
»estén ó no ma ndados vender por leyes an te riores ..'> En
cuanto á la inversió n del producto,¿ creen nuestros lectores
que l' n él se d,1ba particip:1ción al clero, á q ui e n algun o atri-
buía e ntonces, com o hemos dich o, un ca pital de 2,)00
millones, y se le había n quitado ya m:ls de :;,oco ? Nada d e
eso. Al clero se le despojaba, si n considerarle con titu lo
á utilizar e l prod ucto d e tales ve n tas.
Por ser. la última, y la q ue acabó , digámos lo así, co n el
patrimonio de la Iglesia , la ley de 1.• d e Mayo de 185 5 es
h oy la que constituye la base de la legislación e n la mate-
ria . En J 1 del mism o m es se d ió :í luz 1:1 instrucción pa ra
su cumplim ie nto, qu e cons ta de 270 e~rticulos y varios mo-
d e los . Vino en pos de e lla otra instrucción de contabilidad
de 10 de junio , con 102 art ícu los . Más tarde. y tras mul-
t itu d de reales órde n es sobre el asunto, se dió la ley de 27
de Febre ro de 1 856, aclarando la an terior en cua nto ú cen-
sos y a rre ndam ie nt os a n tig uos.
¿ Q1lieren nuestros lectores conoce r todo el alcance de
esta ley? Pues lea n es tas sust;lllciosas palabras del dictamen
de la com isión : <( La ley propuesta es una revo lución en la
»ma ne ra de se r de la sociedad española : es e l · golpe ut:
»muerte dado al a ntigu o deplorable régimen: es , e n fin, la
»fór mu la y resumen de b rege neración de nuestra patria .»
Y como si no bastara un a declaración tan explicita y termi-
na n te, todav ía en la disc usió n de la ley se encue ntran estas
palabras e n labios a u torizados : <(¿N o comprenden los se-

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2) 8 La Desamortización.
Ȗores diputados las ventajas que deben resultar , luego que
»se lleguen á enajenar estos bienes, á tantos propieta rios
»com o han de to mar parte en la com pra de e llos? T odos
»estos intereses , ¿no vendrán á sostener la situació n pública
»que se ha cread o en la revoluc:ión; no será ésta sostenida,
»y se conservarán así el sistema represe ntativo y la libertad
»por todos los individuos qu e to man parte en la com pra d e
»los bienes, cuya enajenació n se debe á esta situació n? . ... »
De modo que en la medida econó m ica iba en vuelta una
idea de g ran trascendencia en el orden político : la de in-
teresa r en favor d e la revolución á los compradores de los
bienes : la de snstener aqu ella situación q ue tantos males
prod uj o y tan dolorosos recuerdos ha dejado.
Más de un año después , en julio de 1856, se reform ó
la ley de d esa mo rtizació n , ampliando s u precepto , por lo
relativo á los bienes del clero, á « todos los pertenecientes ó
»qu e se hallen disfrutando los individ uos ó corporaciones
»eclesiásticas, cualqu iera qu e sea su nom b re, o rigen ó
»cláusulas d e s u fun dac ión , á exce pció n de las ca pellanías
»colativas de sangre ó pat ronatos de igual naturaleza .» Si
los productos d e los bienes constituían la cong rua susten-
tación de los poseedores, se les da rían inscripciones intrans-
feribles de la renta del .3 por 1 oo, e n cantidad bastante á pro-
ducir una renta igual a la qu e percibían o

Sig uió á esta ley o tra instrucción de la misma fecha , y


bien pued e d ecirse que, as í en lo eclesiástico como en lo
civil, la obra fun esta de la desamortización no se había
nun ca acabado , perfeccionado y regular izad o hasta el punto
qu e lo fu ~ en tonces.
Esto s ucedía en la t>sfera d e los hechos : e n la esfera de
la d octrina no era el fenómeno m enos nohl:-!:. En su ins-
trucción al representante español cerca de la San ta Sede,
D. Joaquín Francisco Pacheco ( ¡cuánto habían cambiado
los tiempos!), le decía el ministrv de Estado , D. Claudia

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• Capitulo décimom arto. 2,39

Antón de Luzuriaga : «El Gobierno de S. M. no espera,


'>no pued e esperar que ceda la Santa Sede en ningu no de
»los principios t radicionales... . De estos principios es , por
»ej emplo, el d erecho de poseer d e la Iglesia. El Gobierno
>>de S. M. no tiene interés alguno en negar este principio.
» Lo que hace es s ustentar por su parte el pri nci pio de que
»a la pot estad tempo ral exclusivam ente pertenece fija r los
»limites d e todos los derechos civiles .... Á truequ e de que
»no oponga la Santa Sede o bstáculos, por infundad os que
'>Sean , á la com pleta d esamo rtización eclesiástica, podrá
»V. E. hacer concesiones e n otras materias menos im po r-
»ta ntes.» Lo que equivale á deci r : poco nos im porta que
la Ig lesia tenga ó no, en principio, d erec ho a posee r: lo
que nos importa es d eterminar nosot ros lo que ha d e poseer
y cómo lo ha de poseer; y entre tanto , acabaremos de d es-
poseerla, _debiendo log rarse á tod a costa que el Su mo Po n-
tífice no ponga obstácu los á ello. No puede darse un pro-
ceder más fra nca mente revolucionario , ni más hostil á la
potestad de la Iglesia, de la que se exigía nada m enos que
la aquiescencia al despojo d e su s bienes.
La obra d el fa moso bienio no fué tan duradera com o ha-
bía sido , en su género, acabada y com pleta. Derrocad a en
julio de 1856 la situación que se creó en 1854, la ve n ta de
los llamados bienes nacionales qu edó en s uspe nso por d e-
creto de 14 de Octubre de aque l año •. Este decreto lo res-
petaron los gobiernos posteri ores . El 1. • de Marzo de 1858
presentaba el Ministerio lstúriz á las Cortes los presupues-
tos, con los que estaba relacionada la desamor tización,
puesto que , hallándose en suspenso la venta de los bienes,

1 El real decreto dice asi : eConformándome con lo propuesto por mi Consejo


Jdc Ministros, vengo en decretar lo s iguiente : cArt. 1.' Se suspende, de hoy en
>adelante, b ejecución de la ley de desamortización de 1. ' de Mayo d~ 1855.- Ar-
JtÍculo 2.' En su consecuencia, no se sacará á pública subasta finca alguna de las
»que dicha ley ordenaba poner en venta, ni serán aprobada.• las que se hallen pcn•
•dientes.•

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La Desamortización .
se hacia necesario arb itrar otros recursos. Á la discusión de
siete enmiendas, siguió la del proyecto del Gobierno . Siete
días duró esta discusión en el Congreso, y en ellos la ley de
desamortización fué solemnemen te traída á juicio. Aprobado
por mayoría inmensa el proyecto del Gobierno, quedaba
virtualmente ratificada la s uspensión de esta ley. De nu evo
se discutió el asunto en el Senado, desde el 18 al 22 de
Marzo; y se trató otra vez de la desamortizJción , y St
aprobó el proyecto del Gobierno, por lo que quedó la sus-
pensión de ella ratificada en el Senado.
En tal estado , apa reció en 2 de Octubre siguiente el d e-
creto del Gabinete O' Donnell restableciendo la ley de 1. 0 de
Mayo de 18=; 5, con excepción de lo relativo ú los bienes
eclesiásticos. Cominuó, pues, la desamortización respecto
á lo civil.
Al comenzar el año inmediato se presentó el proyecto de
enajenación y redenció n de censos pertenecientes á esta-
bl ecimientos públicos , y en tonces se trató de nuevo, y am-
pliam ente , en el Cong reso y en el Senado, el asunto de la
desamortización.
Cautivó 1;¡ atención del Congreso D. ANTONIO APARISJ -
v GUIJARRO con las bellísimas formas, p ropias de su gala na
oratoria. No acertaba á comprender que se calificara de
liberal una leyenc:uninada:í vender los bienes de los pobres.
Al ver este proyecto , la humanidad llora ( decía), y la
justicia se estrem ece . ¿Lo im pulsara acaso la opin ión pú-
blica? Allí veía ú los procu radores de los pueblos . Deseaba
saber si había una ci udad en Espaiia dond e la opinión pú-
blica pidiese la venta de los hospitales.-¡ Q],!e no hay
libertad donde n.:> hay desa mortizació n! -decía luego . re-
pl icando al Sr. Madoz. Pues entonces no h11¡.,0 libertad en
Aragón ; pues entonces no hay libertad en las provinc ias
vascas, el pueblo más libre del m un do; pues en Ing laterra.
país clásico de la libertad , íd olo de Jos progresistas , hay

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Capi tufo décimocuarto .
mayorazgos y se pagan diezmos.- Napoleón lll , añadía, de-
seando también vender los bienes de la beneficencia, con-
sultó la opinión de los pueblos, y nosiéndole esta favorable,
no se atrevió á hacerlo. Pero Napoleón era un déspota, y los
ministros españoles son libera les '.
Á los hermosos pensamientos de Aparisi siguieron otros
no menos acertados del CoNDE DE YELLE. La inmovilidad de
la propiedad y su m enor prod ucción eran, decía, los argu-
mentos contra la amortización, que se reducen á uno , por-
qu e el primero por si no es sosteni ble. Pues la inm ovilidad
de la propiedad es, al contrario, causa de más producción,
porque no hay , ni suspensión en l<lS tareas, ni gastos de
traslación de domin io, fu era de ser más ca ros los productos
cuando el dominio particular impone al cultivador aume n-
to de renta ' .
Un mes después ( Marzo de I8)9), vin o it las Cortes el
proyecto ae empréstito de 2 ,000 millones que presentó el
1

Gabinete O'Donnell: y la elocuente voz de D. SANTIAGO


T EJADA condenó coñ gran d ureza los actos del bienio, de cuya
Asamblea nacional dijo que no eran Cortes del reino , por-
que nació de un decreto, fué convocada para un fin que no
cu mpl ió, y la disolvió la fu erza. Á la salida de estas domi-
naciones ilegitimas debían, en su sentir, los gobiernos legi-
tima r Jo que creyesen conveniente, y dejar eu m origiuaria
mtlidad todo lo demás. Y esto debió hacerse con lo que se
dispuso sobre la desamortización J .
Tras el discurso de D. Santiago Tejada, vino el no menos
notable del DuQuE DE RivAs. Entre los argumentos cont ra
la amortizació n , le hacia mucha gracia, según dijo, el de
que los bienes de manos muertas están mal admi nistrados.
<cPuessi todo lo que está mal administrado debiera venderse,

• Sesión del 27 de Enero de 1859·


' Sesión del Senado de 1 .• de Marzo de 1859.
J Sesión del Sen>do de 17 de Marzo de 18;9.

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La Desamorti1_ación.
añadía, debía venderse la nación española, qu e es lo peor
administrado que hay en el mundo. » Y, sobre todo , ¿ qui én
es capaz de entrar en investigaciones sobre esta mala admi-
nistración? Las decantadas ventajas d e convertir las fincas
en papel fueron ta mbién objeto de sus cáusticas observacio-
nes . « ¿Q!Jé tendríais vosotros, decía, señores Senadores, si
vuestros padres y abuelos hu hieran convertido sus fin cas en
juros ó vales reales? ¿Tendría is bienes? No po r cierto. Ten-
dríais unos papeles co n muchas fi rmas y sellos , muy á pro-
pósito pa ra ence nder la chimenea • .»
Pe ro la ley d e red enció n de ce nsos se ll evó á efecto ,
aco mpañada de otras dis posiciones , y la desa rnortización
sig uió su cam ino, hasta qu e nad a qu edó por vender sino lo
que al Estado le co nvenía co nservar. Y véase cómo en
medi o sig lo se había id o andand o este cami no. En t8t 2 dijo
Calatrava e n las Cortes qu e allí no se trataba de privar á
las comunidades del derec ho de propiedad . En 18 13 ya se
mandabJ vender los bienes de estas comunidades, pero
sólo de las que qu eda ron s up ri midas y de los conventos
arruin ad os ' . En 18 20 se suprimi eron todos los m onaste-
ri os . q ued ando a fectos al crédito público sus bienes' · En _
1 .36 se d eclararon en venta todos estos bienes ~. En t 8 3 7
se am p lió el despojo a los bie nes del clero sec ul ar ~ . En
r 8::,:; . ven didos los de l clero , se hizo extensiva la d esamor-
tización :i los de propios , benefice ncia é instrucción pública 6 •
Por último. en r 8::, 9 se mandó redi mir y ve nderlos censos 1 •
Y es evide nte quc el no hab er vend ido m as, co ns is tía úni-
cam ente e n no haber lo. Ll evada la desam ortización hasta
este <"xt re m o , no es necesa rio decir qu e ent re leyes , decre-
•S",ión J et Sea> do dd 18 de Ma n o de 18 59.
llecreto Je las Corte< de 13 de S<tiembre de 18 13 .
J Dcaclo de !Js Corlr< de 1 • de Octubre de 1820
~ Real Decreto de 19de Febrero de 18;6.
~ Ley de 29 ,:e J uho de t 8j7 .
ú Ley de 1. · de Mayo de 18;5.
1 1.<~' ce 11 de Maroo de 1859.

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Capítulo décimocuarto. 243
tos, instruccio nes, reales ó rdenes y resolucio nes sobre inci-
dencias de ventas , hay para fo rmar u n buen tomo , cuyo
titulo dejamos al capric ho del discreto lector.
En el convenio qu e pasados los azarosos días del bienio
se celebró co n la Santa Sede en 2:::, de Agosto de 1859,
quedó recon ocido el derecho de la Iglesia á poseer bienes ' .
Allí se la proclamó propietaria absoluta de todos y cada un o
de los q ue por el Concordato le fueron devueltos •. Pero
atendiendo á las cons ideraciones que se expresan, se acordó
«darle, en cambio de todos ellos y mediante su cesión hecha
"al Estado, tantas inscripcio nes intransferibles de papel del
»3 por 1 oo de la Deuda pública consolidada de España,
»cu antas sean necesarias para cub rir el valor total de dichos
»bienes;.» Ta n sabiam ente como en cuanto acuerda y
decide, adoptó esta determinación la Santa Sede ; porque
si hay en Esp:.~ña una política q ue respe ta la pro piedad de
la Ig lesia ( aunq ue reconociendo y legitimando su despojo
una vez hecho ) , ha y otra que se apodera de s us bienes
sin previo aviso ni consideración alguna, ó, como se dij o
en 1855, en frase que se hizo célebre, siu Hcencia de nadie.
Para las eventualidades de esa política expoliadora tiene que
estar prevenida la Iglesia , c uyo derec ho á adquirir, retener
y usufructuar , eu propiedad y siu limitación alguna , toda
especie de bienes, de nada le serviria-idoloroso y terrible es
decirl o!-el día en que vi niesen al poder los incansables
raptores de sus bienes.
Nada not<1 ble ofrece desde esta fecha la historia de la
desam ortizació n en Espmia, hasta que con la revc lución de
1868 renació la g uerra á la Iglesia y á lo poco que quedaba
o Art. 3." PrimerJmente el Gobierno de S. M. reconoce de nuevo y formal-
mente tllibrt y pie uo de recho de la lgle<ia para adquirir, rdtlltr y ruufru<luar t N
propitdnJ , y s;,r lrmilaCIÓII ,; rtStrva , toda .-specie de bre~rcs y un/ores, quedando
en su consecuencia d erogada por este convenro cuolquicrJ disposición que le sea
contraria, y señaladamente, y en cuanto se le oponga . la ley de J. ' de Mayo de t8S5·
Arl. 4 ! del convenio .
' El mi~mo art1culo.

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244 La Desamorfil,_ar.ión.
de la propiedad amortizada. Por decreto d e 1 5 de Octubre de
este año se derogó el de 2 5 d e Juli o anterior que autorizaba
á las comunidades relig iosas para adqu irir y poseer bie nes,
y se resta bleció la ley de 29 de Juli o de 1837 , qu e concedió
indi, idualm ente á las m onjas profesas este de recho; es decir,
se estableció lo contrari o á la doctrina de la Ig lesia . Y en 18
d e Octubre , por un decreto, qu e rec ue rda los más crudos
tiempos de las an teriores revoluciones, se d eclararon extin-
g uidos todos los monasterios, conventos, colegios, con-
gregaciones y demás casas de relig iosos de am bos sexos,
fundados e n Espa ña desde 29 d e Ju lio d e 1837 hasta aquel
dia. Los edificios, bie nes raíces, ren tas, d erec hos y accio-
n es p ertenecientes á ellos, pasarían al Es tad o . Los religiosos
y rel igiosas exclaustrados á consecuencia de este dec reto
quedaban si n de recho á pensión.-Así se res petaban la li-
bertad deasociación y la. libertad de concienáa, que ta n alto se
habían proclamad o al estalla r la re volución d e Setiembre o

Así a tacab a el derecho individual y el colectivo aquella re-


volució n ta n entusiasta por tod os los derechos , pero más
qu e por ning ún otro, por el d erec ho d e la fue rza.
El 5 de Jul io de 1869 presentó ya al Cong reso el ministro ....
Fig u erola su p royecto de desamortización. Á su tenor «se
declara n compre ndidos en el articulo 1 o" de la ley d e 1 o• dC:'
Mayo de t 8jj. y, p or ta nto, e n estado de venta, t odos los
predios rústicos y urbanos, censos y fo ros perte necie ntes
á lnstrucc.ión pública y benefice ncia, he rma ndades, cofradías
y o bras pías de carácter be tu!fi co, d e c ualquiera clase qu e
sean , esté ó no expresam ente prohibida la enaj enación d e
los bienes por las respectivas fu ndacio nes ó estatu tos, y
aunque se co nsideren los patron os ó administrad ores con
fac ultades para venderlos ' o»
Es de n o tar , por cierto , qu e, como individuo de la Co-
misión , formuló el ma rqu és d e Sardoal voto pa rticula r , sos-
• Apéndice :¡.' al Diario do Sesiones del 5 de Julio de 18690

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Capítulo tiécimocttarLo. ..
teniendo el derecho de las Corporaciones á adq uirir y poseer
bienes inmuebles y disponer de ellos libremente , alegando
en el preámbulo que los preceptos de la desamortización no
pueden aplicarse á los bienes desde el momento en que son
libres , sea el que quiera su poseedor; ni trata rse en este
punto á las colectividades con distinto criterio que á los in-
dividuos.
Con el decreto de supresión de com unidades había n de
venir, y vi nieron , en efecto, tristísi mos acontecimientos .
Uno en particular produjo en Mad rid honda impresión, y
con haber pasado sobre él cerca de quince años, palpita aún
cuando escribim os estas lín eas (Mayo de 1885), y está
dando motivo á debates en las Cama ras. Nos referimos á la
ocupación por el Gobierno , en Octubre de 1870, del mo-
nasterio de las Salesas Reales, casa religiosa tan respetada y
apreciad!! en la corte. que fund ó Doña Bárbara de Portugal
por escritura de 22 de Agosto de 1 7 57 , comprando al efecto
6. 1 6o,5 18 maravedises en juros. Así lo expresa la escritura,
en la que dice : « Hacemos á favor de la Superiora y monjas,
>>que son y fueren de él , donación en forma, transfiriendo
» todo el dominio y propiedad ; pero con la condición pre-
»cisa de que n ad<~ se pueda vender, trocar ni enajenar si n
» nuestra licencia.»
Y concluye diciendo: «Nuestros sucesores en est os rei-
» nos han de ser y se rán , cada uno en su tiempo , patronos
>>de este convento : les encargamos y pedimos lo sean en
» las obras, amor y asistencia, y en todas las g racias ....
»convenientes para su conservación, mayor lustre y es-
» plendor.»
De este monasterio, que con stts bienes, dotación y recur-
sos Propios , levantó la reina doña Bárbara en el espacio de
doce años, y es el m ejor monumento de su clase q ue hay en
la corte , se apoderó la revolución de Setiembre con aquel
derecho de que antes hemos hablado , el mismo con que

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... La Desamorti:(_ación .
extinguió los conventos, disolvió las comunidades y tomó
sus bienes. lntimóse á las respetables religiosas que lo des-
alojase n en tres días, con la cortés advertencia de que , si no
lo hacían , las trasladaría el Gobierno ala fuerza '. Inútiles
fueron , para evitarlo, los ruegos de mil perso nas dis-
ting uidas que se in teresa ron por las religiosas: lo único que
se obtuvo fu é ampliar á ocho días el término del lanza-
miento. Espirado éste , se apoderó el Gobierno, á la ve7.
que del monasterio, de las casas co ntiguas y de la magní-
fica hu erta, que era todo propiedad de las Salesas, propie-
dad que el Gobierno acaba de reconocer en pleno Par-
lamento quince años después •, porque, como más arriba
hemos dicho, aún pa !pita esta cuestión , y aún excita en
todos los corazones un sentimiento de indignació n , que
lleva s u expresión hasta las más altas esfe ras de la política
y del Gobierno J .
Noble y honrosa mente defendió entonces la causa de
las relig iosas Salesas O. VALERlANO CASANUEVA. Con gran
verdad y energía expuso la multitud de d erechos que en
aquel acto se habian hollado, porque se había desconocido
la inviolabil idad del domicilio, el derecho de asociación, el _
respeto á los establecimientos de enseñanza y las excepcio-
nes mismas establecidas en la ley de t. • de Mayo de 18)5 ;
por lo que no veía en todo aquello más razón que la de la
fuerza y la violencia 4 • Pero al Sr. Casanueva le dij o el Go-
bierno que lo hecho no tenía remedio, y que aunque las re-
ligiosas obtuvieran en la vía judicial una sentencia á su favor,
no seria posible deshacerlo; y en la defensa que luego hizo
• Tomamos todos estos dalos del discurso pronunciado por D. Valeriana Casa-
n ueva en la seoión de 11 de Junio de 1871, Diario de Sesiones, tomo 111, pág. 1756 y
siguientes.
> En la sesión del Congreso d e los dipulados de 7 de F eorero de 1885.
J E n la sesión de 21 de Enero de este año ( r 88:;) ha record•do en el Senado
el señor cunde de Guaqui el derecho de las religiosas.-En la m isma Cámara tiene
pendiente el Sr. Fernandez de la Hoz una interpelación sobre este asunlo.
4 Sesiones del1 7 de junio y 8 de J ulio de 1871.

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Capítulo décimocuarto. 247
de sus actos el Ministro que lo había ordenado, dijo, ha-
blando de los edificios qu e había ofrecido á las religiosas, que
el Gobierno había estado dispuesto «á todo menos á que se
qued;¡sen en su convento.» Junten nuestros lecto res estas
dos declaraciones ministeriales, y juzguen luego por ellas
qué valor tenían el derecho de propiedad y las sentencias de
los tribunales en aquellas circunstancias.
El hecho de las Salesas Reales , no era , por desgracia,
sino un o de los innumerables que entonces formaron parte
de aqu ella inmensa expoliación; por cuyo resultado , unido
a l de las anteriores, es hoy inco ntable el número de iglesias
y conventos qu e en España han dejado de existir. Ya men-
cionamos en el capítulo anterior más de 40 iglesias y monas-
terios derruidos ó aplicados á usos profanos en Madrid has-
ta 1 84 5. -Después acá lo han sido los de las Salesar. Reale&,
las Tere.sas, Santo Domingo el Real, las Calatravas, las Mer-
cularias de San Femm1do y las iglesias de Santa María,
Sa11/a Cruz, San Mitlán, S auto Tomás é Italianos, con
otras ermitas y capillas qu e no mencio namos , qu e en todo
llegan á 64.
Y esto no es más qu e en Madrid. Si echamos una ojeada
á las capitales de provincias , el número de las destrucciones
ó profanaciones que se han llevado á cabo d esde principios
del siglo hasta hoy, alcanza proporciones increíbles.
En BARCELONA han corrido esta triste suerte las iglesias
y conventos de Santa Catalina, San Francisco, Nuestra Se-
ñora del Carmen, San José (carmelitas), Santa Madrona,
Nue-stra Sefzora de la Buena Nueva, San Miguel Arcángel.
San j aitne Apóstol, San A gustín, San Sebastián, Sat1 Caye-
tano , la casa de Sacerdotes de la Misióu, Sa11 }osé ( agusti-
nos ) , San Francisco de Pauta, San Pedro, Nuestra Señora
de j entsalén, Santa Margarita, Santa Clara, Santa María
de }wzquera!., El Santo Angel , Nuestra Seliora de Momerrat,
LA Anuncia/a, San Bema1·do, Sarz Beltrátt, Santa María do

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La Desamortización.
Port, j esús ( extramuros), j esús de Gracia , Santa Catalina
de Pedralbu, San Pedro Mártir, San Pedro Nolasco, San
Buenaventura, San Vicente Ferrer y h1 Santísima Trinidad..
-En todo, 34 ·
En SEviLLA lo han sido las parroquias de Santa Cruz,
Santa Maria Magdalena , San Miguel , Santa Lucía y San-
tiago de la Espada. l os conventos de religiosos de San Fran-
cisco, Nuestra Seiiora de la Merced, San Agustín , San Isidro
del Campo , Nuestra Se1lora del Carm.en , Nuestra Suiora de
Ja,s Cueva&, Santiago de los Caballeros , San j erónimo de Bue-
navi&ta , Santo Domingo de Portaceli , Nuestra SeFto·ra de fa
Victoria , Santo Tomás de Aquino, R egina Augelomm , San-
Diego, San Hermenegildo , San Francisco de Paula, Satr
A cadio , San Basilio, Sall Laureano , Los Descalzos , Los lr-
landesu, el Colegio de la Concepción , Nuestra SeFíora del
Pópulo , Sa11fa Teresa, San Felipe Neri , Nuestra Se1iora de
los Re111edios y San Antonio A bad. - Y los conventos de re-
ligiosas de Santa María de las Dueñas, La Concepción de
San Juan , La Concepci(m Fraucisca , Nuestra Señora de Be-
lén , Santa María de Gracia, La A sunción de Nuestra Se1/ora,
La Pasión, Sautas justa y Rujin.a, La Eucarnacióu , La.s Mi- -
nimas, Nuestra Seíiora de la Paz, Et Dulcísimo Nomb·re de
j esús y San ) osé ( m ercenarios descalzos ) ; que son : 6 pa-
rroquias , 2 7 conventos de relig iosos , t 2 de religiosas, y ,
además, siete capillas : en tod o , 52 edificios religiosos.
En VALENCIA se han arrebatado al culto : las parroquias
de Santo Tomás (calle de Caballeros) y Santa Cruz ; los
conventos de religiosos de La Compatiía, La Corona, Trini-
tarios , San Francisco , San Pablo y La Merced (intramuros) ~
y de San Fulgeucio , Mercenarios de San Pedro , Et Soco-
rro , San Felipe, San Miguel de los R eyes , r:.¡pucbiuos , San
juau de la Rivera y El Remedio ( extram uros ). Y los con-
ventos de relig iosas de La Magdale11a , La Puridad, San/a
Ana , Santa Tecla y San Cristóbal , con más d os ca pillas. Y

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Capitulo décimocuarto. 249
aunque se conserva el culto en sus iglesias, se hallan des-
tinados á usos profanos los conventos de San Agustín , El
Pitar, San V icente de In Roqueta, j esús, Santa Móuicn, S an
A ntonio A bad. Sau Vicente de Paul , San Pio V, San Vicen-
te Ferrer y El Temple.- Son en todo .3 .3 edificios.
Fatigaríamos la atención de nuestros lectores si prosi-
g uiéramos este relato. Daremos, pues, en otro lugar una
estadística , lo más completa que podam os, de los conventos
é iglesias q ue la revolución ha destruido ó se ha apropiado,
y nos limitaremos á ciar aquí un brevísi mo resum en de al-
gunos datos que sobre iglesias y con ventos destruidos ó
destinados á usos profanos han visto la luz pública recie n-
temente:
Alcalá de Henares.- 23 conventos é iglesias.
A licante (provincia) .-Aiicante: 6 conventos .- Villajo-
yosa , 1. convento.-Benisa , j ávea y Ond:1ra , c:1da una 1
convento.-Den ia . 1 convento y 1 hospicio.- En todo 12 .
Baeua.- 2 parroquias, 2 conventos de religiosos y .3
capillas.- En todo 7.
Baeza.- 7 parroquias, 9 conven tos de relig iosos, .3
conventos de religiosas, 6 ca pillas. - En todo 25.
Baza. -? conventos de relig iosos y 1 de religiosas.
Cádiz (algunos pueblos de la provincia ). -Je rez de la
Frontera : 16 .jg lesias y conve ntos de religiosos, 6 conven-
tos de religiosas, 17 capillas y oratorios , 2 iglesias rurales.
-En todo 41.
Puerto de Santa María .-8 iglesias y conve ntos y 1 2 ca-
pillas.- En t od o 20 .
Sanlúcar de Barrameda .-1 1 conventos de religiosas y
9 capillas.- T otal 2 0.
Rota.-1 convento de religiosos y 1 capi lla. - T otal 2.
Caspe (arciprestazgo).-Caspe, 6 conven tos y 1 erm i-
ta. - Esca trón , 1 residencia de m isioneros y 1 convento .-
Total q.

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La Desamortización.
Castettón de la Plana, 8 iglesias y conventos .
Cataluña (Mataró , Arenys de Mar, San Celony, Ca-
b ella y Blanes) , 6 conve ntos ; casi todos de capuchinos.
Cazalla de la Sierra (arciprestazgo).-Cazalla, 4 casas
relig iosas de distintas clases.-Constantina, 4 íd.-Alma-
dé n de la Plata , 2 ig lesias.- Alanis, 2 conventos. -Real
de la Jara, 1 ermita.-Navas de la Concepción, 1 conven-
to .-Guadalcanal , entre conventos y e rmitas, 9· - En
todo 23.
Ferrot, 1 convento ( único que h ~b ia), 1 iglesia y 1 ca-
pilla. -Total J.
Ecija, 12 conventos de religiosos y 5 de religiosas. -En
todo 17.
Granada, 27 conventos y casas de religiosas de diversas
clases.
Guipúzcoa , 1 ~ con ve n tos de religiosos y 2 de religio-
sas.- En tod o 1 7 .
Huesca, 1 iglesia parroquial , 8 monasterios y conven-
tos, .3 colegios de regulares, 2 ca pillas de antig uas Órde-
nes de caballeria.-2 colegios mayores y 1 santuario.- En
todo 19 .
j átiva, 2 conventos demolidos , 2 d~tinados á institutos
benéficos , 5 des tinados á usos profanos.- Total 9·
Lorca , 7 conventos d estruidos y otros 7 destinados á
diferentes u sos.-Total 14.
Málaga, 1.3 iglesias y conventos completamente destrui-
dos, y 9 destinados á diferentes usos .- En todo, 22 igle-
sias y conventos.
Moguer (arciprestazgo.)-Moguer, 2 conve ntos. -So-
nares, 1 hospita l y 1 erm ita.-Lucena del Pu erto , 1 mo-
nasterio. - Total 5·
Mora de Ebro.- 1 convento, 1 parroquia y 1 capilla .-
Total .3·
Morón (arci prestazgo). -Morón: 10 casas religiosas

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Capítulo décimocuarto. 2 51
de distintas clases.-Coronil , 1 convento. -Puebla de Ca-
zalla, 1 convento.- Total 1 2.
Navarra: Pamplona, 7 iglesias y conventos de religio-
sos, 1 de religiosas y 1 capilla.- Sangüesa , 4 conventos de
religiosos.- En todo 13 .
Palma de Mallorca.-17 conventos é iglesias .
Segorbe (diócesis de ).-Segorbe , 5 conventos y t er-
mita.-Atura : La cartuja de Vall de Cristo.- Gérica . 2
conventos.- Maella, 2 conventos.-Caudiel , 1 convento.
-Montán, 1 convento.-Chelva, 1 convento .-Castel-
favit , 1 convento.- En todo 15.
Tarragona (provincia). -Tarragona, Reus y Va lis, 20
edificios religiosos .
Valladotid.- 6 parroquias, 24 conventos de religiosos,
4 conventos de religiosas, 2 cap illas .-En todo J6.
No hemos enumerado sino 63 poblaciones , y en ellas
pasan de 650 las iglesias , monasterios ó santuarios arre-
batados al culto. ¿Á cuántos ascendería su número en una
estadística completa? Y si á su lado colocásemos los estable-
cimientos y posesiones de que además se ha despojado á la
Iglesia, ¡qué aterradoras proporciones no tomaría á nues-
tros ojos esta inmensa expoliación!
Algo hemos dicho en e l anterior capitulo sobre su tras-
cendencia en el orden social. Y nada añadimos aqui sobre
esto, porque de la funesta influencia de la desam ortización
en tal concepto trata mos. e n otro lugar de esta obra.

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CAPÍTULO XV.

DEL T RISTÍSIMO EST ADO Á QUE LA DESAMORTIZACIÓN REDUJO


Á LAS RELIGIOSAS .

SlMAIHo.- Especial intercs CJUe ofrece este asunto. - S aoia de lo3 revolucionarios
contra lo< conventos de religiosas.- Hasta qué punto se desconoce el valor de
~u< oracionc<. - Penalidadc< que se les hizo ~u frir con la e•claustración.- Viva
impresión que su triste >UCrte causó en las Cortes.- Proyecto de devolución de
sus bienes, no llevddo á cfecto.- Nú mero de religiosas que había en 1845 , y valor
de los bicnc~ vcndidos .- Considcru:iones sobre el ~eb to histórico que precede . -
La de~ mor tización ha ~ido una inmensa iniquidad y un inmenso latrocinio. -
Cítanse algunos hecho~ escandaloso s á que ha dado motivo . - Daños que ha
causado á los pobrcs.- Grandcs beneficios que la Iglesia dispensaba cuando tenía
bicne<.-Males que ha caus•do la venta de los propios de los pueblos.- Testi-

D·1;g¡
monios que lo acred otan.

"RE los muchos y gmndes males de que la des-


amortización ha sido ca u s<~, ning uno q uizá se ha
hecho tan patente , ni ha excitado en tanto grado
el interés general, con ser todos ellos tan graves y de tan
funesta trascendencia . como la situación á que redujo a
las infel ices relig iosas. Y fáci lmente se comprende que de-
bía ser así ; porque ver a unas santas mujeres , que a l ••co-
gerse al asilo en que quisieron consagrar a Dios su vid·a , lle-
vaban la seguridad más completa de que las tem pestades del
mundo no habían de turbar allí s u reposo, y qu e, para estar
hasta el fin de sus dias libres de todo cuidado, habían apor-
tado al claustro las dotes que el cariño de los padres ó la
generosidad de los parientes y amigos les habia proporcio-
nado; ver, decimos, á estas santas mujeres , lanzadas del

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2)4
.
La Desamortización.
lugar de su recogimiento después de despojarlas de su pa-
• trimo nio, no podia menos de conmover hondamente los
corazones y excitar la com pasión en s u favor. ¿Ni quién
habrá entre nuestros lectores que á la s imple enunciación
de esta idea no participe de iguales sentimientos ?
Horror causa pensarlo. Las santas casas donde en aras
de una fe vivisima sacrifi ca la mujer cuanto pudiera ofrecerle
el mundo , y renuncia para siempre , con abnegación heroica .
á los goces de la vida, hasta los más legítimos; donde se
albergan. en plácido consorcio , las más grandes virtudes, ht
pureza , la hum ildad, la pobreza y la obediencia; donde la
criatura, dejando de vivi r para si, vive sólo para Dios, y sólo
se acuerda del m undo para pedir por él : las santas casas, en
fin , cuyo solo aspecto excita en todo corazón noble un
sentimiento de \'eneración profunda , son para los revolu-
cionarios como una pesadilla qu e turba su s ueño, y ha
menester de su destrucción para des vanecerse . ¡Oh! ¿ Q!Jé
daño hace n á nadie esos seres dulcísim os é inofensivos , que
moran allí como ángeles de paz sobre la tierra? ¿ Á quién
esto rban en los caminos de la vida mundana y de sus goces,
las que ha n huido de ellos para siempre? ¿Cómo es posible -
no respetar y admi rar un os se res qu e en tanto g rado lo me-
recen? ¿Cómo e· posible no apreciar en lo que vale la po-
derosa influencia de estas privilegiadas criaturas para alcan-
zar con sus oraciones la misericordia de Dios y de tener los
rigores de su j usticia ?
¿Es po r ventura que no creeis en esa influencia los qu e
tan mal las tratáis? Pues s iempre ha sido profunda entre
los fieles la convicción de q ue las reli g iosas alejan con s us
oraciones los cast igos del cielo, y atrae n la misericordia de
Dios. «Si no hubient relig iosa e n Roma , d eri:t San Gre-
gorio el Grande . ning uno de nosotros hubiera escapado de
la cuchilla de los lombardos. » -Lo mism o decía de las re-
ligiosas de Bolo nia el Pontífice Benito XIV: «Esta ciudad,

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Capituk décimoqtti1zto.
agobiada de calamidades hace tantos años, no existiría ya,
si las oraciones de nuestras religiosas no hubieran apaci-
guado la ira del cielo.» -Pero ¿ qué mas? En un articulo
titulado Los C011vtmtos, decia hace añ os un dem ócrata fran-
cés de grande y funesta ce lebridad , hab lando de los reli-
g iosos : <<¡Ah! En presencia de la oscurid ad que nos rodea
»y que nos espera , si n saber lo qu e ha rá d e nosot ros la
»dispersión inme nsa qu e nos aguarda .... , no hay quizá
»cosa más sublim e q ue la qu e hacen esos seres .... ; no hay
»q uizá trabajo más útil. Muc ha ialta hacen los qu e oran
»Siempre p or los que n o ora n nunca. »
Sirvan estas palabras del d e mócrata fra ncés para e nseñar
algo á los h ombres de su escuela.

Im posible seria expresar aquí las mil penalidades que á


las re ligios<lS se hizo s u frir con la sup resió n de sus co nven-
tos y la ex p oliación de sus bi e nes . Cuál d e los dos actos sea
más digno d e reprobación , no es Gcil d ecirlo, porqu e si el
pri m e ro era una violación ho rre nd:l de todas las leyes de la
humanidad, el segundo era la co nculcación m ás tre menda
que p odía hacerse de todo principio de justicia, aun consi-
derada al estilo modern o, en qu e se respe ta más la propie-
dad de carácter pri vado que la de carácter pú blico, y e n
qu e las do tes de las muje r~s están exen tas de toda respon-
sabilidad. Arrancar á aqu ellas sa ntas religiosas de sus a ma-
das celdas, de s us co nventos, de sus iglesias , y obligarlas
á todas, sanas ó enfe rmas, jóvenes ó ancianas, ágiles ó
impedidas , con recursos ó sin ellos, á salir para otras casas
del m is mo pueblo ó d e otros acaso m uy distantes. sin que
hubie ran dado m otivo para ello , si n más razón qu e el ca-
pric h o d,e un ministro , de rra mando sobre ellas ese torre nte
de tribulación y de amargu ra , so rprendie ndo con ta n extra-
ña y temible novedad á un as pobres muj eres que creían
vivir y morir tranquilas en el santo :1silo qu e habían elegido,

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La Desamorfi!(_acióu .
excede , por lo ti ránico y cruel , á cuanto pu ede encare-
cerse; y quitarles al propio tiem po su reducido patrimo nio,
para dejarlas á la vez sin hogar y sin haber, es la mayor
iniqu idad qu e puede imaginarse.
Y á este propósito invocamos una autoridad irrecusable
para los revolucionarios. D. Pascual Madoz , que es, des-
pués de Mendizábal. la personi ficación más acabada de la
idea y d el pens:tr.1i cnto de la desa mortización. levanta ndo
un grito de la indig nación contr:1 este acto, decía en I 8J 7
que se estaba desacreditando el sistema representativo, que
se había atacado a la propiedad , q ue era necesario tomar
una medida severa , y que si r l Gobierno no presen taba
sobre esto un proyecto de ley, él lo presentaría '. Á estos
clamores se u niero n otros muchos. El conde de las Navas
dijo en la misma sesión q ue aquell o era ,<e! oprobio de la
nació n . el oprobio del gobiern o y el oprobio de los legis-
ladores.» El Sr. Arteta, dolic ndosc de que no se p<1g:1sen á
las religiosas sus pe nsiones , y d e que sus bienes se est u-
viesen m alve rsando y alim ent:1 ndo á otros , pedía que se
les diese la adm inistración de el los ' . Y el Sr. Calderó n Co-
llantes, despu és de indicm· s u propósito de presentar un
proyecto de ley, lo presentó en efecto el 7 de Mayo. Y ÍÍI
presen tarlo decía : «La moral se está resin tiendo de ver
alzarse sobre las ru inas de las comunidades religiosas todos
los días fo rtunas in mensas, adqu iridas á muy corto precio' ·
Ya an tes de eso , el 8 de Febrero, había presentado en el
Senado otra proposición análoga D. Ju an José Sánchez, que
fué, en efecto . discutida , y en la que peclta la entrega á las
religiosas de sus bienes.
Volvemos á decirlo : lo q ue entonces padecieron las
religiosas, víctimas inocentes de las arbitrariedades y locu-
• Sesión do 5 de Febrero do 18;8. Tomo 11 (o:Jidún de 1874), pág. ¡8¡.
> Sesión de 5 d o Fobrero do 18;8. Torno y págino cit•Jos.
J Sesión del7de Mayo de 18) 8. T omo 111, pia,;. 2 118.-La proposic ión lleva ba
también la fi rma dd Sr. Madoz. W ase la pág. 21 } }·

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Capítulo décimoquinto. 257
ras revolucionarias, ni es dable expresarlo, ni se llegará
á saber nunca.
En Pontevedra, el gobernador qu e era en 18 35, había
m an dado qu e entrasen á vivir en los conventos mujeres
seglares.
En 1836 , á unas religiosas justinianas de Redo ndela,
para reun irlas á otras de su instituto, se las trasladó á d os-
cientas leg uas de distancia.
En los pronunci amientos d e R eu s y de Ba rcelo na en
18)5, los revolucionarios pusieron á las religiosas en la calle,
·donde qu edaron ex puest as á Jos insultos y ate ntados d e las
turbas.
En 18)7 y )8 estaban l:ls religiosas de Sevilla e n tal
miseria, qu e mo tivó u na enérgica exposición á las Co rtes
del Sr . López Cepe ro.
En 1840, e l .30 de Novie mbre, á media noche, fué ata-
· cado el· convento de religiosas de la Enseñanza de Bar-
celona , hacie ndo pedazos las puertas y tornos, y se las sacó
á e m pellon es, para llev<1 rlas á otro conven to desocupad o,
.medio hundido, sin puertas , ventanas ni mueb les .
Las Capuchin as y las Tere~as de Mallorca pedían limos-
na para su man u tención á las personas piadosas, envián-
doles, para excitar su in terés, alg un os rosarios, y pidiéndo-
les que, d e n o poder darles li m osnas, vendieran los rosa-
rios á cuatro c u artos.
En la Mancha tu vo alg una co munid ad que sostenerse
con 20 ó .30 reales toda una se m a na, y reduci rse en algún
día á repartir entre ella un pan recibido de limosna.
En 184 1 y 42 , las re ligiosas Fra nciscanas de lllescas se
v ieron tan pobres, que algun os p e r iódicos a brieron su scri-
-eíón para socorrerlas. Lo mismo su cedió á las de Olmedo.
Las Agustinas Rec oletas d e Lugo vieron, con los ojos
a rrasados e n lágrimas, demole r su co nve nto, y vivieron du-
rante alg un os a ñ os e n una casa particular.
'7

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La Desamorti1_aciim.
En Zaragoza hubo comunidr"d de relig iosas qu e estuvo .
cu aren ta y ocho horas sin co mer.
En 1842, la comunidad de Ruzafa, en Vale ncia , lleg ó á
tal po breza, q ue po r tres m eses se alime ntaron las 16 reli-
g iosas co n seis libras d e patatas al día , y al recibir un so co-
rro de :;oo reales, lo d estinaron á pagar deudas, q uedándo-
se sin come r .
En Enero d e 184 5 se adeuda ban :
Á las relig iosas d e Segovia, J 7 m e nsualid ades de su
pe nsión .
Á las de Sa n Pedro Má rti r, de Mayorga, y á o tros co n-.
ve n t os in mediatos, 40 m e ns ualié:Jd es.
Á la de San ta Cla ra, de Calat:tyud , 64 m ensu ali-
dades.
Á las Benedic tin as, de Calat ayud . 68 m e ns ualidad es.
Á las Benedicti n as de San Pe layo. de O v icdo, que apor-
taban al claustro 4,000 ducados de dote y re unían una
re n ta an ua l de 26,ooo , se les d cbwn e ntonces 4 7 m ens ua-
lidades ; hall<1ndosc e n ig ual caso los de m ás conventos de
As turias .
Las religiosas de Za ragoza cobraron e n 18 J7 dos m e n-
su alidades. y en 184::; se les estaban d ebiendo 62. -
El q u e dudare de estos asertos, p u ede comprobarlos e n
un docume nto de carácter oficial ' .
Ya en a ños anteriores se hahia t ratado, como h emos
dicho. a l ver este triste estad o, de devolver á las religiosas
lo no vendido, ó al menos la adm in istració n d e ello. Alza-
ro nse en este senti do a uto rizadas voces. Cla ma ba el duque
d e Rivas . c;1l ifica nd o lo h ec ho con las religiosas de atenta-
do a la libertad. d e aten tad o ú la propiedad , de procedi-
m ien to bárb aro, atroz. c ruel . y de m edida a nti-económica
y ant i-politica. Hizo no t ar qu e la subsi~Lenci a d e las r eli-
g iosas n o pesaba sobre el T esoro , n i sobre la industria , n i
• Diario dt Sesio11ts de 24 de En~ro de 1 ~45· - Discurso del Sr. Nav ia Osori~.

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Capítulo décimoquinlo. 2 59

·sobre la sociedad, si no sobre las personas que qu e rfa n soco-


rrerlas: que respect o á las me ndicantes se cometió un aten-
tado contra la libertad, y respecto á las propietarias un aten-
tado contra la propiedad , aten tados qu e provi nieron , n o de
una ley. sino de la transgresió n de un a ley . Se lament ó de
que al d espojo no hub iese n acompañado s iquiera aq u ellos
miramientos, aten cio nes y con sid eraciones qu e el caso re··
que ria; antes se las había tratad o con una inconsideración
inm oral. «¿ Y t odo es to para qué? Para que se e nriqu ezca n
una docena de especuladores inmorales, qu e v ive n de la m i-
seria pública. ¿Y qu é bie nes han resultad o á la Nación ? Nin-
guno : ;tntes lJien ha perdido con la d esapa rició n de mu chos
m onum entos , org ullo d e las artes. Ha n desaparecido los
conve n tos. se han mal ve ndido sus b ien es, se h:m robado sus
alhajas y preseas: y¿ se ha a umentado co n sus ing resos un
sólo batallón en e l ejército. ni una trincadura e n la escua-
dra ? ¿ Se ha m ejorado e n algo la su erte d e los proletarios?
No; t odo se lo lle vó el vien to. ¿Y .qu é ha quedado e n pos
de esto ? Escombros. lod 0, lagrimas y abatim ien to • .>'
Dejóse oir tambié n en e ta disc usión la e locuente voz
del Sr. O BISPO DE CóRDOBA. Pintó l:l situación de l¡¡s p obres
relig iosas y las miserias y trabaj os qu e est:1ba n pasando, á
la vis ta mis ma d e las fi ncas de sus co nventos qu e daba n
ingresos al T esoro ó á los co mprad ores; y decía luego, an i-
mado por e l giro qu e llevaba esta d isc usión :
« Dem os. pues, u n dia de con suelo á estas infelices re-
lig iosas, e n compe nsación de t:mtos de a m argur:: corno h;m
ufrido, en traslaciones . alg unas d e ellas in hu manas . violen-
tas , escandalosas; en p eregrinacio nes; e n el de rribo de sus
cas;ls y sus iglesias; e n el desprecio de s u c u lto y o bjetos
piadosos, y en la privación d e sus bie nes y el despojo de
sus d ot es, qu e so n propiedad s uya. De mos ta mbien con
este paso un testimonio sole mne a la Nación, qu e nos obser-
• Sesión de 1.' de Marzo de 18;8. Vea<e el D1o1n e tlt ScsiolltS 1 p•g. 16o.

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La DesamortizaciótL

va, d e que el Gobierno y los cuerpos colegisladores toman


m edidas eficaces en este punto, medidas qu e reclama la
compasión , la caridad , la religión, la justicia, y hasta la
política ' .»
No obstante estas sentidas re flexiones, la proposición
del Sr. Sánchez, que m otivaba el debate, fué rechazada,
sin otro resultado que el de ocupttr en esta sesión al Senado,
y llamar sobre el asunto la atención del Gobierno.
De m odo qu e ni la convicció n profunda en que todos
estaba n de q ue se había co metido co n las religiosas una
gran injusticia ; ni los clam ores que se levantaban para que
se les concediese la reparación debida ; ni el empeño con
q ue se instaba por muchos pan.1 que se les volviesen los
bie nes no vendidos; ni el que allí mism o se dijese que lo
hecho con las religiosas era el oprobio de la Nación y el des-
crédito de l Gobierno representa tivo; nada bastó á arrancar
de las Cortes la devolución de los bienes . La i nj usti cia
qu edó triun fa nte , y no. vino nu nca tiempo á propósito pa1 a
repararla.
Des pués de esto, los ho mbres de ideas avanzadas se
qu ejan de qu e el clero no mire con buenos oj os su adveni-
miento al poder, y de esto hacen contra los religiosos y
sacerdotes un ca pitulo de cul pas. ¡Curioso seria que los
s:1cerdotes y relig iosos viesen co n g usto en el poder á los
que les ha n ¡¡ rrebatado s us bienes y dem olido sus conve n-
tos, á lo q ue añaden , cada vez q ue tienen oportunidad
para ello, nuevas y terribles vejaciones ! Aunque en tre el
clero y los liberales no hubiera ot ro motivo de desavenen-
cia que el despojo de la Ig lesia , bas tará esto por mucho
tiem po , y m ientras vi va la me mo ria de tales hechos, para
establecer entr e unos· y otros perpetuo divorr!o.

Según los datos qu e estas disc usio nes contienen , eran


o Sesión de 2 de Marzo de 1838. Diario de Sesíorus , pág. 173·

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Capítulo décimoqui11to.
2,016 las religiosas de los conve ntos dotados, y 1J, 11 4 las
de los conventos de mendicantes; en todo 1 5, 1 JO . - Valían
los bienes de las primeras más de 500 millones, de los cua-
les se habían vendido entonces 2 00; pero la tasacion solo los
había valuado en 1 oo. que en papel valian 16 y med io, paga-
deros en ocho años ¡Grande y ventajosa operació n de cré-
1

dito, e n verd ad! Pero tal fu é en esto , como en todo, el re-


sultado de la desamortiz;tción .

El precedent e relato de las vicisitudes que la desamorti-


zación ha corrido en España, con ser demasiado extenso,
no es más que lo que pudiéramos llama r su bisloria l'xtema .
i Q1¡é no podríamos decir si esc ribiésemos su historia in-
terna! Pero ¿acaso seria posible escribirla ?Para el que tenga
alguna idea de lo que en la exclaustración de los religio-
sos y en la enajenación de sus conve ntos ha ocurrido.
¿cabe dudar que es una historia de ignom inias y escándalos,
que la pluma se resiste á escribir?¿ Ni quién es cap;tz tam-
poco de apreciar las cuan liosas riqu ezas que pasaron á ser
patrimonio de adm inistrado res, compradores y agentes in-
termedios? Pero una inmensa iniquidad no pod ía dar otro
resultado que el que tan bien acaba de expresar un diputado
ilustre, llarnimdolo en pleno Parlam ento 1111 inmenso latro-
cinio. Eso ha sido, en efecto. la desamortización , que co-
menzando por arrebatar sus bienes á la Iglesia. á las comu-
nidad es religiosas, á los establecimientos de beneficencia y
á los pueblos , acabó por entregar todos esos despojos alos
que acudieron á hacer en ellos buena presa y á levantar á
poca costa grandes fortunas, como lo han proclamado en
las Cortes voces autorizadas.
Impresa está la escandalosa expoliación del rico monaste-
rio de Nuestra Señora de Guadalu pe en la provincia de Cáce-
1 Véa>e lo dicho por el Sr, Marqués de Mira flores <n la sesión de 2 de Mar~o
de 1838. Diario de SrsiontS , pág. 169.

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La Desamortización.
res, donde, entre escrituras de capitales de censos, cabezas
de ganado lanar, granos y otras cosas , se sustrajeron más
de 2J,ooo du ros, sin contar con las preciosas alhajas que
faltaron en el joyel Impreso está asi mis mo el expediente
1

de ve nta de la dehesa de Valdelayeg ua en Extrernadura,


qu e con 2,890 fanegas de ti erra según unos, y ), ';90 segú n
otros, y más d e 20,000 árboles, fu é vendida en 1 869 en 1

7J ,OOO reales, s uponiéndole 1,288 fanegas y 2,700 alcor-


noqu es viejos y quemados ' . Pero ¿qu é es esto sino una
gota de agua en el m<lr sin fondo de las dilapidaciones que
la desamortización ha llevado cono:;igo? ¿Cuál de nuestros
lectores no ha oído referir, sobre todo el qu e ya cuente años,
las particularidades de alguno de estos negocios, cuyo relato
no pu ede escucharse sin indig nació n ' ?
La desamortización , en efecto, ni ha reparti do la rique-
za, n i la ha creado nueva . Entre titulos, grandes de España
y modern os compradores de bienes nacionales, hay en Ex-
trem adu ra. según el Sr. Barr:1ntes, como un centenar d e
millonarios , que consumen sus rentas fu era de la provincia
y afligen á la agricultu ra extremeña con el absenleismo, un a
de sus m ayores plagas, mientras en los tiempos pasados fas
rentas solían consu mirse sobre el terre no producto r, qu e
no su fria, por consiguiente , el estéril esquilmo de un a
constante exportación 4.
A continuación añade qu e el tipo medio de la contribu-
ción llega hoy al 40 por 100. ¡Venturosa compensación del
esquil mo antes indicado! ¿ Pero en qué ¡:>rovincia de Espa-

1 Aparato bibliográjiro para la Hutoria dt Exfmnadura , por D. Vicente Ba·


rrAntes 1 tomo 11, pág. 270.
, Obra citada 1 tomo 111, p~g . 401 .
J Ciuse en la indicada obra una corta de 18 pinos que •• • . :orizó para cierto
hombre político, en que las autoridajes se por taron de modo que le permitieron
cortar 18,000. Y el hecho de haber comprado otro en Extremadura una finca in-
mensa, y después de t•lorla en gran parte, obtener la rescisión de la venta y una
indemAización fabulosa. (Tomo 11, pág. 452, no ta.)
4 Obra citada , tomo 111 , pag. 474 .

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Capitu.Jo decimoquinto.
ña no se ex pe rim enta n h oy los mismos fe n óm enos, á saber:
la imp rovisación de alg unas g randes fortunas , un aumento
exorbitante e n las cont ribucion es , y el pa uperism o creciendo
e n gran escala y produciendo la deserción d e los pueb los y
s u aflue ncia á las g ra ndes ciudades?
Nada di remos de los resultados qu e la desamortización
ha producido e n la vida interior de los hospitales, privando
á los acogidos e n ellos de los medios de subsistencia, y
llegand o e l mal e n alg ún caso hasta el ex tremo de mo-
rirse estos de hambre.
En ca mbio , ¿cuán tos ben eficios no dispensaba la Ig lesia
con sus bienes? En 1802 , apre miado el Obispo de Piasen-
da p or el Ministro de Hacienda y el Intende nte de Extrema-
dura para que les diese cuenta d e las existencias de la mitra ,
decía e n u n a carta: <(Desde Sanju an del año pasado (escribía
e n Febrero) he repartido más d e u n mi llón en tre labradores
y arrie ros; JOO dotes de hu érfa nas, á 1, 500 reales cada una;
dona ti vos para S. M, .. , pam el hospicio y u na calzada pú bli-
ca .. .. »-Como se ve , e n poco más de m edio a ño había dado
aqu el Prelado milló n y medi o para obras be néficas, y lo qu e
no es fáci l saber para otras atenciones . ¿Q!Jién ha reemplaza-
do á tan gene rosos donantes? ¿Q11é encu e n tra n hoy los pue-
b los d espu és d e la desa mortización , sino h ambre y m i-
seria 1 ?
No es de extrañar por esto qu e, á pesar de su conocido
eclecticism o, D . Nicornedes Pastor Díaz, jefe político de
Cáceres e n 1839 ,se asustase de la desamortización, y dijese,
en un esc rito de aquel tiempo, qu e , s upri mido el d iez-
mo, la contribución q ue le sustit uyese vendría á pesar casi
en su totalidad sobre la agricultura; qu e los privilegios de
los g randes señores era n m e nos pesados y opresores qu e la
m a no de los nu evos d ueños y de los pequeñ os propietarios,
y que, en cua nto á eco no:-nias , u n solo m es de revolución
1 Obra citada, tomo m, pá¡;. 4 )4 .

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La Desamorti{_ación.
absorbe más tesoros que todos los ahorros de los presu -
p u ~stos
1

Lo q ue decimos de los bienes de la Ig lesia y de los hos-


pitales es aplicable á los de los pueblos. Eran la vida de
los pobres y de los pegujaleros, dice . con referencia á Ex-
trernadura. el mism o autor que veni rnos cita ndo; es decir,
de la mayoría de todos los pueblos; y estaban además
íntimamente enlazados con el se ntimiento de la patria,
porque represe ntaban la conquista, los servicios de la co-
munidad , la sangre derra mada , y tal v ez títulos one rosos.
Sus productos se repartí.1n entre Jo· más necesitados . Con
ellos y por ellos sostenían los ay untamientos sus cargas. sin
pesar sobre los vecinos' . Al decretarse su venta en 18c;5,
clamaba en una exposición á las Cortes la junta de Fo-
mento de Cáceres q ue. si se realizaba, se disminu iría el
1

número de granjeros y lab radores y aumentaría en la


misma proporción el de jornaleros ; que adquirirían estos
bienes los g randes capitalistas y banq ueros, q uienes esquil-
marían j untamente á pueblos y colonos, produciendo con-
flictos entre el capital y el trabajo ; y que el ofrecimiento
que el Gobierno hacía de entregarles el 8o por 1oo de su·
valor en papel , resu ltaría luego ilusorio J . Todo ello fué
entera mente profético. Tras de las ventas de 1854 vino
la rui nosa liq uidación de 1869, y ha nacido allí el conflicto
entre ricos y pobres , que no cesará mientras subsista su
causa.
Testimonios recientes, nada sospechosos por cierto,
han venido á confi rmar esta verdad . En las Cortes de 1872,
pedía un diputado que se exceptuasen de la desamortiza-
ción los bienes q ue quedaban por vender, fundá ndose en un
sinnúmero de exposiciones de ay untamient":; q ue lo pe-
1 La cutslióneltcloral.-Ciu:~res , 1839.
• Aparato bibliográjieo , t omo 111, pág. 487.
J Exposición de la Junta de Fomento de Cáceres, impresa en dicha ciudad
en 18,5,5.

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Capitulo décimoquinto.
dian. F.l pauperism o y el hambre veía ese diputado pesar
sobre los pueblos donde se han vendido esos bienes, «que
han pasado , decía, a manos poderosas para tiran izar á sus
antig uos poseedores, resultando de la venta los g ravisimos
males que alegan los pu eblos en las exposiciones remiti-
das al Congreso ' . ' Q!¡ince días después reprod ucía esta
petición otro diputado, conta ndo la proposición entre sus
firmas la de D. Estanislao Fig ueras •. La desa mo rtización es
muy buena, decía su autor al apoyarla (excelente para los
q ue han comprado los bien es, decim os nosotros): sólo que
se hizo mal (añadía), y hay que hacerla mejor. En lo mis mo
se insis tía dos meses des pu és ; .
De qu e estos bienes era n la vida de los pobres, como
antes d ij imos, da tambié n test imonio un opúsculo qu e en
1862 escribió D. juliún Zugasti 4 , en que se queja de «la
especic .de comunismo agrícola» que había en los pu eblos
d e Extremadu ra; com unismo verdaderamente laud able,
decimos nosotros, comunis mo cristiano , hijo de la frater-
nidad que nuestra sa nta religió n produce, y al que ha s us-
tituido el egoísmo de los propietarios m odernos , que abru-
man y esqui lman a los pobres. Por esta y por tantas otras
consideracio nes, la desamortiz.tción no ha sido solo, como
dijo .Ménendez Pelayo, un in111enso latrocinio, sino también
una inmensa calamidad y una inmensa ruina. Y esta aserció n
tiene por com entario cuan to hemos dicho y hem os de decir
en esta obra. Q!Ié horrible desquiciamiento , qu é profunda
alteración ha producido en el orden social ese desbarate de
bienes, que ha dejado esquilmados á los pueblos , para
g ravarlos después con enorm es impuestos; cómo se han
creado por virtud de esto las dos clases rivales de ricos y
pobres, ó lo que en el moderno lenguaje se llama burguesía
'Apéndice XVII al Diario de StúoiUs de 8 de Noviembre de 1872.
1 A péndice XIX al Diario dt StsiontJ del 2 J d e Noviembre de 1872.
J Apéndice XI al Diario dt Stsionts de 5 cle Febrero de 1873·
4 Causas del retruo de Extremadura , Madrid, 1861 .

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La Desamortización.
y clases desberedadas; cómo se ha levantado sobre todos el
gran coloso denominado Estado, que , semejante á aq uel
dios de la fábu la , devora cada di:1 el inmenso montón de
provisiones que hay que colocar en su te mplo; cómo ha
venido, por consecuencia de todo, ese desnivel horrible que
produce las grandes pertu rbaciones sociales , lo siente por
desgracia todo el m un do , y aún lo irá sintiendo más cada
día, porque desde los horrores de 179 3 hasta hoy, el mal
ha hecho ya manifestaciones tan sangrien tas como terribles
de s u g ravedad, y prepara otras no menos imponentes ,
co mo el com unismo y el nih ilismo. á cuya obra coadyuva
poderosamente la dinamita.
Pero aun, sin todos estos males que lame n tamos, y
aunque, por el contrario, se hu biesen seguido muchos bienes,
fu é de por sí un hecho horrible y abom inable el de la supre-
sión de las comunidades religiosas y l:t oc upación de sus bie-
nes, habida sólo consideración á los inmensos dolores por
que se hizo pasar á w,ooo religiosos y 1 <; ,ooo religiosas que
llenaba n los conventos. En diferentes lugares de esta obra
se habni visto lo que el P. Liberatore (pág . 69) , F.d mundo
Burke (pág . 93), el di putado Cortes ( pág . 17 ~) y el sci'ior
Obispo de Córdoba (pág. 18;). dijeron de la crueldad
que se ejerce con el religioso, que, consagrado al retiro y á
la oración en el claustro, se ve l<lnzzdo de él y obligado á
volver á la vida del siglo , de que había hu ido. Tam bién lo
hemos indicado nosotros en este mismo capitu lo. Y es un
verdadero sarcasmo que se llamen liberales los que cometen
contra la libertad tan ho rrible atentado. ¿Q!¡é no diremos
de las religiosas . en las que el reti ro y el alejamiento del
mun do es todavía mayor, y el amor á su celda debe ser, por
lo mismo, más intenso? ¿Cabe mayor violencia ~ n e la q ue
con la exclaustración se les ha hecho repetidas veces, ni
mayor iniquidad que apoderarse de sus bienes, bienes tres
veces sagrados, por su índole religiosa, por ser de propiedad

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Capítulo décimoquinto.
privada y p or su caráct er dotal , que los declar a exentos en
el orden civil de toda clase de responsabilidades?
Pero decimos mal ; cabe todavía mayo r violencia q ue
esta; cabe mayor crueldad , mayor y más horri b le encarniza-
miento: cabe llegar hasta la matanza de santos é indefensos
relig iosos , qu e no habían dado el más leve pretexto para
atraer sobre si las iras de la demagogia . Toda España re-
cuerda con espanto la horrenda carn icería que en los sacer-
dotes de la Com pañia de j esús y en los relig iosos de otras
Órdenes , hasta el num ero de ochenta y uno , se hizo en
Madrid el 16 de julio de 1814, á la q u e sig uió en el afio
in m ediato la de otros diez sacerdotes y re ligiosos en Zara-
goza y tres en Murcia, donde q uedaron heridos otros diez y
ocho : actos de la más inaud ita barbarie, que, si no era n
precisa me nte actos de desamortización , eran sang uinari os
procedim ientos de exclaustración. á q ue, sobre deja rlos
imp unes , · puso el sello el Gobierno de entonces , extin-
guiend o de nuevo á los jesuit<lS y decretando la su presión
de conventos. De mod o que no han s ido tan sólo de deyas-
tación y de saqueo, y de molestas y h<~sta crueles veja-
ciones sino también de s:mgre y exterminio' las escenas a
1

que la persecución y la expoliación de la Iglesia han dado


moti vo.

Para terminar este relato histórico de la desam ortiza-


ción en España , habíamos pensado citar,.1quí nuevos textos
de emine ntes políticos q ue en estos últimos años la han
condenado con la m ayo r dureza . Pero no es, e n verdad, ne-
cesario . ¿No abu nda por ve ntu ra, y sale a luz todos los dias ,
esta cl:lse de textos, en q ue se em plea n contra la desamorti-
zación los mas denigrantes epítetos?¿ No h;m visto nuestros
lectores e n este mism o año ( 188;) solem nemente califica da
la desa mo rtización en el Parlame nto español, de inmenso la-
trocinio? ¿No han leido en recientes escritos la frase : bimes

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La Desamorti:tncióu.
robados á la Iglesia?¿ Á qu é, pues, inte ntarem os dar fuerza
á 1:t convi cción que abrigan todos sobre la indole y natu-
raleza d el ac to que juzg: m os? ¿Ni qué necesidad hay de
exp licttr cómo se llama y qué no mbre tiene, el hecho de
arrebatar á sus poseedores una inmensa masa de bienes, y
malbarata da , d espués de hacerla uya, el que se habia apo-
derado de ella ?

Omiti endo, pu es, toda otra explicación sobre este


punto, qued e aqui term inada la historia de la desamorti Zíl-
ció n en Es paña,:'• reserva de reunir todos losdatos relativos al
importe de los bienes vendidos, c ua ndo r n capitu lo especial
expongamos los resultados gmerales de esta malave nturada
almo neda. Y demos e ntretanto á nuestros lectores alg u na
idea de lo qu e ha sido la desam ortización en el extranjero,
al menos hasta d onde ha logrado d epurarlo el resultado. n o
muy satisfactorio en verdad, d e las investigaciones y dili-
gencias qu e al intento hemos hecho.

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CAPÍTULO XVI.

LA DESAMORTIZACIÓN EN INGLATERRA.

SUMAtlo. - lnglaterra es la primera nación que en los tiempos modernos despojó á


la Iglesia d e sus bienes .-Causas especialisimas que para ello hubo.-Pintura
que ha hecho de aquel despojo \o\'illiam Cobbctt.- Primeros procedimientos del
vicegerente.-Envio ele comision•dos á los monasterio•.- Horrible misión que
llevdban á ellos. -Amenazas de Enrique VIII al Parlomtnto. - Decisión que
adopt• este cuerpo.-Entrega al Rey de los bienes y alha]as de los conventos.-
EI Rey se ve obligad o á partir con los nobles. -Insaciable voracidad de é!lo$.-
Despojo de los monasterios r icos, que siguió al de los monasterios pobres. -
Inicuos medios que para ello se emplearon .-Adóptanse otros mas expeditos.-
Saqueo de los conventos . - Objetos que se cn,·iaban al Rey. -rara asegurar
aquelh obra de exterminio . se arrasaron los ed ifieios. - Aspecto que presenta
hoy el condado de Surrey, antes tan rico. - Elogios que hace C:<'bbett d~ l•s Ór-
denes rcli¡;iosa~. - Grandez:as que habían creado, y triste fin que han tcnido. -
Palabras de Mr. Mervyn Arcbdall. -Re<puesta que les da Cobbett. - Compara-
ción entre las ventajas que ofrecían los poseedores antiguos , y las que ofrecen los
modemos. - Generoso empleo que hacían los monjes de sus rentas.- Saqueo de
las iglesi.s después del reinado de Enrique VIII . - Compárase el estado de bien-
estar del pueblo ingles antes de la R.eforma con la miseria á que vino después.

11
UNQUEcontrar ias á la gravedad característica del
noble pueblo inglés y á sus hábitos de justicia las
escenas que en todas partes han acompañado á la
desamortización, no fue ron por eso extrañas á este gra n
pueblo. Diremos más todavía. Es el primero q ue en los
tiempos m odernos nos da ejemplo de estas esce nas de de-
vastación y de despojo de la propiedad , dos veces sagrada ,
de la Ig lesia. Cierto es que hu bo para ello una causa espe-
cialísima e n el advenimiento al trono de Enrique VIll, de

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La Desamorti{ación.
odiosa memoria, en los sucesos, d e todos conocidos, á que
el carácter sanguinario y fe roz de este príncipe dió mo-
tivo, y sobre todo e n la circunstancia , mil veces funesta,
de habe r nacido por aquel tiempo la malhadada reforma pro-
testante, qu e halló e n el d especho de Enriqu e la más deci-
dida protección a sus actos' inspirados todos por un odio
satá nico á l.t Ig lesia . Y sólo esto puede explicarnos que en
el pueblo más grave y sesudo de Euro pa d iese motivo la
desamortizaci ón á esce nas abominables, qu e, nos compla-
cemos en repetirlo, son impropias de l espí ri tu que pred o-
mina e n e l pueblo ing lés.
Por eso mismo quizá , al referirlas y juzgarlas el escri-
to r inglés W !LLIAM CoRREn, lo ha hecho con la e ne rgía pro-
pia de quien siente correr e n sus ve nas sa ngr e noble y pro-
fesa amo r a rdien te á la justicia, si n arredrarse ante la
consideració n de qu e j uzgaba á sus com patriotas, y de q u e
era sectario de esa reforma , c uyos actos de aq uel tiempo
pinta con negros colores. Nada podem os hacer, por lo tanto,
ni m ás se ncillo ni más fác il , que valernos , para hablar de la
desamortización en Inglate r ra, de l:ls p alabras d e Cobbett,
tan to me nos sospec h oso de parcialid;td con los católicos,
cuanto que rué p rotesta nte . Mucho y m u y bue no dijo á este
propósito e n su Historia de la Rrfvnua protesta u te , t.tn co-
nocida y estimada en España . no sólo e n justa censura d el
d espojo de las comunidades rel igiosas, sino e n defensa d e
esas co m un idades y e n elogio de los be nefici os que á la so-
ci ed<~d dispensaban ; pero á reserva de dar á conocer lo que
se refi ere al último punto e n otro lug ar de esta o bra, lo
haremos aqui tan sólo d e lo relativo al primero.
No sólo se halla rá e n estos parrafos. inspirados por una
indig nación nobilís im a, una exposición de los procedimien-
tos d e la d esa mortización inglesa; sino que h::j ,,Jemás e n
ellos tan viva pintura de s us excesos y de los ma les que
ca usaron al pueb lo ing lés, qu e causa n e n el áni m o un a im-

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Capitulo décimosexto.
presión profunda, y dejan en la memoria, si no una deta-
llada noticia, un juicio acabado de tan desastrosos sucesos.
Dejemos , pues, la palabra á William Cobbctt. Él nos
dirá, mejor que pudiéram os nosotros hacerlo, lo que fué la
desamortización en Inglaterra , y el espíritu qu e animaba
á sus autores. Y he <tqui , sin más preámbulos, alg unos pá-
rrafos que acá y allá encontramos recorriendo sus cartas :
«Para empezar la d ivina reforma , es decir, el pillaje ,
nuestro cerrajero vicegerente ideó hacerles una visita (a los
monasterios). Mas como por activa que su perversidad fuese .
no todo podía hace rlo por s i , se asoció de comisionados ,
á quienes confirió este encargo , dividiendo el reino en dis-
tritos, á cada uno de los cuales envió dos de ellos. Basta
considerar que era su objeto buscar pretex tos para acusar á
los frailes y ú las monjas, y tener en cuenta el carácter del
vicegerente , para conocer qué hombres serian los comisio-
nados : e1y n , en efec to, subalternos dig nos de tal jefe; los
hombres más pe rversos de Ing laterra; de un c:ll'úcter noto-
riamente infame; conve ncidos de los crím enes más odiosos,
infamados en el concepto público , y t ales que probable-
mente no habría entre ellos quien no hubiera merecido más
de una vez la horca. Imag inaos una familia respetable , pa-
cifica , inocente y piadosa, asaltada de pronto en un camino
por una cuadrilla de ladrones, con visos de asesinos, que
le exigen sus papeles, su dinero y sus alhajas; repn:sentaos ,
digo. una escena tan horrible , y aun asi sólo os formaréis
una imperfecta idea de las visitas de aquellos monstruos en
figura humana , que, autorizados con órdenes del tirano, se
pr"esentaban amenazando acusar á sus víctimas del delito de
alta traición , e insertaban en sus relatos, no lo que real-
me nte ocurría, sino lo que se les había ma ndado poner ' .
'~ Los frailes y las monjas . que por motivo algu no po-

• ff islorin .1< /,1 R¿jurmi pro/eslnnl< m /,rg /,1/<.·m < /r/.m/.1 , trAducción de la
L1brcria Religiosa, tomo ; , p:i¡;. l o<J.

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La Desamortización.
dían esperar tales procedimientos, ni aun figurarse siquiera
tan repen tin a vio lación de la Magna Carta y de t odas las
leyes d el país, y á quie n es su vid a solita ria y tra nquila
da ba p oca aptitud para resisti r a
un ataq u e ta n furibun-
do é inesperado, cayeron e n las ga rras d e los malvados
co m o los paj arillos en las de un ave de rapiña . Los in-
formes de es tos h ombres perversos no fu ero n contradi-
chos, p orque no se con cedi ó á los acusados m edio al-
guno d e d efe nsa, n i hab ía tribun al á que recurrir , bien
que e n ning ún caso se hub ieran atrevido á qu ejarse ni :"t
de fende rse, sa biendo los tormentos y suplicios con que habían
sid o castigados algunos de sus h ermanos , sólo po r hab ér-
seles escapado alg una palab ra contra los d ecretos d el tirano.
De esta m a ne r:t , sin tribun al alguno :i que acudir , y sin
poder siqui era qu ejarse, á no com prometer su existencia,
fue ron d espoj a dos, no sólo ellos , s ino c uantos d e ellos de-
pe ndían , d e aquella masa inme nsa de propiedades , s in más
m otivo qu e los in fo rm es de un os h ombres e nviados, como
confiesa el mis mo Hume , con sólo el objeto d e buscar pre-
textos p ara destruir los monasterios y transferir al Rey unos
bienes á que ni él ni sus predecesores había n tenido nunca
el menor: d e recho 1 •
» ...... Á co nsec u encia de los inform es d ados en Marzo
de 1 536 , ó sea en el mism o a ñ o d e la mu e rte d e An a Bo-
le na, apareció un acta d el Parlamento, que suprimía, ó,
m ejo r dic ho , confiscaba 376 m onaste rios, y tra nsfería sus
bienes a l Rey y á sus desce ndie ntes legítimos; por cuya ra-
zón se ap:>de ró éste de to d o , i ncl usns los vasos sagrados,
las alhajas é imágenes de o ro y plata, y has ta los ornamen-
tos mis mos. Por v il é infa m e que fuese el Parla mento , y
por inflamada de espíritu d e rapi1ia que estuviese la mayor
parte de s us individuos, no pudo menos ci~ halla r en él
oposición un acto de ta n m ons tru osa tiranía . ... Viendo el
1 Obra citada , tomo 1, pág. 209.

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Capítulo décimosexto.
Rey que el bili se retardaba mucho en la Cámara de los Co-
munes, citó un día m uy temprano á su galería á los indi-
viduos de ésta. Hizolos espe ra r muc ho tiempo, hasta que,
salie ndo al fin de su c uarto, dió u.na ó dos vu eltas e ntre
ellos, y mirándolos co n sembla nte irac undo: «Sospec ho, les
» dij o, qu e no piensa11 Vds. adoptar mi bi/1; pero les pre-
»ven go q u e ó el bi/1 se adopta, ó á muchos d e Vds . les
» haré caer la cabeza de los hom bros.» Y sin más fl ores de
retórica, volvió la espa lda, y e ntró e n s u habitación. No se
necesi tó m ás que esto: el bi/1 fué adoptado a l insta n te, y
desde en tonces marchó todo a g usto del tirano.-Esto, ami-
gos mios, no me rece sólo el nombre de tira nía; es un pro-
cedimi ento muy propio de u n Bey de Argel ' .»
Expuestos estos antecedentes , habla Cobbett del acta
del Parlamento que supr imió 1o.s monasterios , da á conocer
s u preámbulo, y dice : «Sigue n los artículos de la ley, por
1 <~ qu e se adj udic an todas las propiedades de los mon asterios
al Rey, á sus herederos y cesionarios, con facultad de usar
de ellos conform e á su vo lunt ad, para bonra de Dios omnipo-
tente, y boucn- y provecbo de este reino. Á las t ierras, casas,
aco p ios y provisiones que le co.lcedia, añadía esta acta tirá-
nica el oro, la plata, las alhajas, los mu ebles y c uanto co-
rresp ondía á los monasterios; siendo todo ello, en primer
lugar , quebra nta r abiertamen te la G1·an Carta, yen segundo,
robar , no sólo á los frailes y á las m onjas, sino al indigente,
á la viuda. al hu érfan o y al extranjero. Ninguna defensa se
permitió á los robados, aunque todos estaba n e n q uieta
posesión de sus propiedades; ningún cargo se hizo contra
convento alguno en pa rticular, si no vagos y generales,
aplicándo los tan sólo á aquellos cuyas rentas n o excedían de
cierta sum a. Esto basta para demostrar h1 falsedad de los
cargos, porque ¿q uié n puede creer que la corrupció n de
costumbres, que servía de pretexto , reinaba precisamente
• Obra citada , tomo 1, págs. 2 13 y 2 1.¡.

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274 La Desamat·tizació1t.
en los monasterios cuyas rentas no excedían de cierta suma,
y no era conocida en los que la tenían mayo r? Claramente
se ve que no hubo más razón pa ra limitar el robo á los mo-
nasterios más pobres, sin o que aún faltaba mucho que
hacer con los nobles para atentar con seg uridad á los más
ricos. Se empezó, pu es , por los peq ueños ; pero se tardó
poco en hallar medios de atacar y saquea r á los otros' .
»Así q ue entró el tira no en posesión de estos bienes,
comenzó á darlos á sus cooperadores , como los llama el
acta . Se había ofrecido solemnemente que cuandot'l Rey los
tuviese no exigiría co ntribuciones al pueblo , y acaso creyó
el Rey poder hacerlo; mas poco tardó en conocer que no
podría apropiarse el robo , ni da r un p<tSO más de los que
ya había dado, si no parti:1 la presa con los otros , quienes
le acometían á cada paso para arrancarle su parte, y le
acosaban sin da rle punto de reposo. ¡Ya se ve!: lo habían
habilitado para tener que darles : sa bír~ n q ue habia adqui-
rido buenas cosas ; y como su intención fué siempre la de
participar del robo , no le hubieran dado lo demás, sin q ue
para servicio de Dios omnipotente y bonrn y prm.':'cbo del
reino, les hubiese dado su parte .
»Por eso no habían pasado cuatro años, y ya estaba
el t irano tan pobre co mo si no hubier:t con fiscado un con-
ve nto . ¡ Tanta fué el ansia de los piadosos reformado res
para agradar ú Dios o mni potente ! Lamentá ndose un dia
con Crom well de la avaricia con que solicitaban sus regalos,
<dos cuervos, le decía, van á tragarse los platos después de
>'h abe rse comido la ca rne . - Señor , respond ió Cromwell ;
»todavía nos queda mucho que tomar. -¿Q!.J é estás di-
"ciendo ?, replicó el Rey: todo mi reino no basta pma h:t rtar
"Sll vonlcid;td." -NO ta rdó mucho . sin embargo, en pro-
curar saciarla. apoderá ndose de los grandes rr-:-nasterios •.

• Obra citada , tomo 1. pág . 2 20.


' ldc m id., p:igs. 22 1 y ~12 .

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Capitulo décimosexto. 275
»Después de haber declarado el Parlamento, al autorizar
al Rey para confiscar los monasterios pequeños, que m los
grandes se observaban puntualmmte, á. Dios gracias , los pre-
ceptos de la ·religión, era en verdad dificil , estando la decla-
ración tan reciente, hallar razones para confiscados; pero
como la tiranía no ha menester de razones, no se pensó en
alegarlas. De tal m odo apremiaron Cromwell y sus satélites
á los superiores de es;ls grandes casas, que con amenazas,
promesas, menti ras y por los medios más bajos que pue-
den concebirse, alcanzaron de algunos lo que llama ron la
«cesión volun taria;» y donde aquellos hombres sanguina-
rios é inicuos hallaban oposición decidida , recurrían á falsas
acusaciones, y, tratándolos de reos de alta traición , llevaban
al patíbulo á los que se les oponían. De este medio se valió
el tirano para hacer ahorcar y descuartizar al superior de l11
célebre abadía de Gladstonbury, cuyo cuerpo despedazó el
verdugo , y su cabeza y miembros fueron colgados en lo que
se llama la Torre , á l;• cual daba vistas la abadía; de modo
que donde se lograror: las tal es cesiones voluntarias, fué de
la manera que la hace de su bolsillo aqu el á quien asaltan
en un camino los ladrones y se lo piden con una pistola al
pecho ó un cuchillo á la garganta '.
»Pero aún este m edio de las cesiones voluntarias le
parec ió embarazoso á Cromwell y á sus feroces comisiona-
dos, yd<'masiado lento á los cuervos que esperaban la presa;
y dejándose de ceremonias, se publicó un ~• cta adjudicando
al Rey y á sus herederos y cesionarios, no sólo los monas -
terios que se decían cedidos volu nta riam ente, sino cuan-
tos había en el reino, y además los hospitales y colegios.-
¡ Ladrones ! - Pero dejémonos de exclamaciones, y no
perdamos tiempo en maldecir la memoria de unos mons-
truos que de es ta suerte saq uearon un país rico y hermoso,
que hasta entonces había sido. por espacio de nueve
• Ob" cit ada, lomo 1, p!ag 21 .> .

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La Desamortización.

siglos, el más feliz y el más célebre d e toda Europa '.


» .... j uzgu e el lector cuál seria el saqueo qu e entonces
se hizo. No había convento, por pobre que fu ese, que no
poseyera imágenes , vasos sagrados y otros objetos d e oro
y de plata ; y muchos tenían en esto gmndes riquezas. En
los altares de sus ig lesias había metales preciosos, y aun
alhajas d e gra n valor, que estaban á la vista d e todos , po r-
qu e en aq uel tiempo era el pueblo tan virtuoso , qu e no
corrían el m eno r peligro, aunque no había ej ército perma-
nente ni em plead os d e policia.
» Desd e el principio del mundo no se habrá presentado
á ladrón alguno tan rica p resa. Le~ band idos de Cromwell
entra ron en los conven tos ; derribaron los a ltares para qui-
tarles el oro y la plata ; robaron las arcas y los escritorios
de los religiosos y religiosas, y arrancaron las cubiertas de
los libros , por los metales preciosos con que estaban ador-
'lad as . Eran estos libros manuscritos, y en t re ellos había
muchos para cuya composición , co pia ó adorno se había
empleado h1 mitad de la vida d e un hombre, y no corta .
Bibliotecas enteras, que s e había n ido forma ndo d uran te
siglos y habían costado su n .as inm ensas, fu eron d estroza-
das, tan sólo por robar los ricos adornos de las cu biertas de
los libros . Se apoderaron ta mbién del din ero q ue ·hallaron,
hasta el último céntimo ; y , en fin , la soldadesca más fe ro7.
no ha obr:Jdo nunca, en una ciudnd entregada al saq ueo,
con u na avaricia, un desenfreno y una bru talidad compa-
rab le á la de los héro es de la Reforma ; y esto· t ratá ndose de
personas, así hombres com o mujeres , que nin g ún crim en
habían cometido, á q uien es ni ngún cargo se había hecho,
ni permitido la meno r defensa ; personas de quienes aquel
año había declarado el P arlamento qu e hacian u na vida
santa , y cuyos bienes estaban asegu rados por la Gran
Carta, d el mis mo modo qu e al Rey se le había asegu-
• Obra citada. temo 1, pág. 124 .

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Capitulo décimosexto. 277
rado su coro na : personas que empleaban sus rentas , no
sólo en atender á su subsistencia, s ino en socorrer á los
pobres , y en beneficio de los m ismos ladrones q ue se las
ro baron.
»Ya supo ndréis que no seria el tirano quien m enos par-
ticipase del robo . El mismo C ro mwell le llevaba ó enviaba
en paquetitos , a veces veinte onzas de oro, á veces cin-
cuenta , ó piedras preciosas , ya de una clase, ya de otra.
Hume, cuyo constante objeto es denigra r la Religión cató-
lica , no pierde la ocasión de elogiar á los que la ata-
caban ; pero demasiado astu to para atribuir justicia ni
huma nidad á aquel monstruo de injusticia y de cru eldad,
sólo habla de la elevación de su alma , de Slt magn~ficencin
y su geuerosidnd. ¡ Nobll', magnánimo y generoso rey, por
cierto , el que, sentado en su palacio de Londres, se ocu-
paba en recibir el oro, la plata y las alhajas recogidas por
los lad rones, que él mismo había enviado á rob;lr a unos
vasallos que en nada le habían ofendido !- Uno de los innu-
merables ITEM de los efectos que le iban entregando, dice
lo sig uien te : « lTEM.- Entr egado á S. M. e l Rey , en el
mis m o día y de la mism a procedencia, cuatro cálices de
o ro , con cuatro patenas y una cucharilla del m ismo metal ,
todo de peso de ciento y seis onzlls.-Recibido. -ENRIQUE,
REY '.
»¡Oh grande{_a de alma , magnificencia y generosidad!
Entre los objetos que había en la tienda de este generoso
príncipe, ó sea en su almacén d e efectos ro bados, habia
imágenes de todas clases , candeleros, vi najeras, copas, copo-
nes , cucharas, diama ntes, zafiros, perlas, sortijas , pendien-
tes, monedas , hasta chelines, y planchas de oro y de plata
arra ncadas de los altares y de las cubiertas de los libros.
Cuando en la madera de los altares, ó de las cruces ó imáge-
nes, había m etales preciosos, se quemaba la cruz para sacar-
• Obra citada , tomo 1, págs. 227 y 2l8

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La Desam()rti1_ación. •
los. Ni aun' los judíos d e nu estro tie m po son ta n diestros e n
esta especie de co m ercio , como lo fue ro n los satélites de
Cromwell o.
» ....... Mas no se conte ntó este infa m e con roba r á los
m onasterios s us bie nes y saquear las ig lesias y las ha h ita-
cio nes de los monjes, sino qu e, pa ra qui ta r al pueblo tod o
recu erd o de la ra pacidad y cru eldad del tirano y de los que
le a u x iliaron y se repartieron el robo, determ inó destruir
los no bles edifi cios co nstruidos pa ra siglos si n fin , y los
h e rmosos jardines q ue eran el o rnam e nto de l país. Más
a delante vere m os lo q ue hizo de los b ie nes : hable mos
a ho ra de los ed ificios. Como el de m 0lerlos por medios o r-
di narios hubie ra sido u n trabajo intermin able, se valie ro n
e n muc hos casos de caíion es, y des truye ron así en pocas
h oras mag níficos ., mon u mentos, para c uya perfección se
h abía n necesitado s ig los o y los redujero n á ruinas, como
a ún vemos muchos d e e llos . Otras veces se obligó á los
que adq uiriero n los b ienes á d es truir los edificios o ó derri-
bar pa rte de ellos, pa ra qu e no sólo perdiese el pueblo
toda espera nz:1 de que renaciese lo perdido, sino se deci-
diese á arrendar las tierras d e los nu evos poseed ores. - De
este m odo qu edó d esfigurada toda la co m a rca, asemejá n-
dose á un a tierra in vad id a por un feroz conquistador o y au n
hoy, si bie n lo consid era mos , conserv;l este aspecto ' .
»...... Al mi rar el co ndad o d e Surrey o e n q ue he nacido,
y ve r su devastac ió n . n o pu edo m enos de indignarme
cor:t ra sus vi les devas tadores. Este co ndado es p obre po r s u
s uelo: gran parte d e s us tierras son rt:La m ales, y su opu-
lencia actual es fi cticia ; pero a nt es es taba h e rmosead o
y e nriqu ecido de u n extre mo á otro con esta bleci mi e ntos
d e la Ig lesia católica . En Berm ondsey había una a badía : e n
S anta Maria de Every un priorato, del q ue J e pe ndía el

o Obra citada, tomo 10 pág. 229.


' ldem id., págs. l?6 y 237.

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Capitulo décinrosexto. 279
hospital de Santo Tomás, que hoy existe en Suthward, de
cuyos bienes se apoderaron los ladrones, y cuyo edificio
se dió después á la ciudad de Lo ndres. En Newington había
un hospital , cuyas rentas se confiscaron, si bien hubo la
generosidad de conceder á su director h'ct>ncia para pedir
limosm~ . En Merton había un priorato y otro en Reigate,
hacia el Sussex . Vini endo ya hacia el Támesis, más al
mediodía, había otro en Son e, y una abadiaen Thertsay. Otro
priorato existía en Tandrige y otro cerca de Guildford , en
Sendé. En el extremo más distante del condado de Wa-
ve rley , y en la parroquia de Farnha m , había una abadía
con varias ermitas á cierta distancia, cada una de las cuales
tenía su red ucida habitación: era imposible, en fin , colocarse
en punto algu no en que á distancia de seis millas no se
ejerciese hospitalidad, y no hu biese una puerta abierta para
recibir al anciano, al huérfano, á la viuda y al extranjero.
¿ Y en q tn! p unto del condado podrá a hora colocarse un
hombre para encontrar á corta distancia aq uel auxilio? En
ninguno: todo ha o11nbiado , y todo para empeorar: la
hospitalidad ha desaparecido de Ing laterra, y hasta las pala-
bras han variado de significación. Hoy no hospedamos sino
á los que pueden devolvernos igual favor .» 1

Como indicam os al principio, hace Cobbett la más cum-


plida defensa de las Órdenes religio ·as. Da idea de sus
diferentes clases, enumera los servicios que prestaban , da a
conocer su influencia en el orden moral y social ; y aunque
omitimos aquí , como ya hemos d icho, lo que á esto se
refiere , no condenaremos al olvido los siguientes párrafos.
«¿Y cuál no era también su influencia en el aspf'cto del
pais? Hasta sus mismos edificios eran de grande utilidad,
porque, no sólo lo herm oseaban, sino inspiraban aquel noble
orgullo qu e sólo un alma vil y baja puede dejar de sentir
a la vista de los monumentos que honran al país que nos
1 Obra citada, tomo 1, págs. Z}B y 239·

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280 La Desamorti{ación.
vió nacer. El amor a la pa tria, ese conjunto de sentimien-
tos c uya re unió n forma lo qu e llamam os patriotismo, con-
siste mucho en la admiración y el respeto qu e na turalmente
d ebemos á esos antiguos é irrecusables testim onios de habi-
lidad y de opulencia. Los edificios d e los m onjes, lo mism o
que sus escr itos, m iraban a la posteridad, y la estabilidad
misma de s us institucio nes daba á cuanto hacían cierto
c;1 rácte r de p erman encia que pa recía desa fiar ú los s iglos: e n
ellos, como e n sus plantaciones, se proponía n , á un tie mpo
mismo, el bienestar, el h onor y la prospe ridad d e lns ge ne-
racion es futuras: c uanto salia de s us manos te n ia toda la
perfección posible ; en sus j ardines , en s us ca mpos, y e n
lo que constituía la parte económ ica de sus trabaj os. daban
prueba de bue n g usto y he rmoseaban el territorio, haciéndolo
g rato al pueb lo, y dando á la nación un esplendor tan grande
co mo durade ro. Contemplad a ho ra en cualquie ra co ndado
las ruinas d e vein te abadías ó prioratos . y p reg untaos qu é
te nemos en vez de esas nobles ruinas. Examinad el sitio
qu e ocu pó un convento rico, y veré is su claustro co nver-
tido en estercolero. ó cuando más en pajar ó le ñ era del arren-
datario . Mirad la h ermosa h ospedería en qu e durante s iglos
hallaro n mesa preparada la viuda , el hue rfano y el ex tran-
jero, y la veréis trocada en talle res . y e mpleadas las ru in as
de sus pa red es en sosten e r un mal cobertizo ; v ereis , por
ú lti mo. convertid:~ en misera b le y he di ondo reducto la qu e
e n otro ti e mpo fut: su ntu osa y magn ífica capilla. Si e n la
m editación de estas ideas m ela ncólicas dejáis pasar algunos
momen tos, de e ntre esas bóvedas, d ond e á la misma hora
resonab:m e n o tro ti empo los cánticos d e los m onjes en
alabanza d el Señor, oiréis sali r los penetrantes g ritos de una
zumaya ; y advertido po r ellos de la llegada d e la noche,
e n vano b uscareis a li me n to ó d escanso donde m1tes se ejer-
cía un a hospitalid;ld tan cordial y co mpleta. Contemplaréis
los paredones amarillos que dominan la altura, y que se

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Capitulo décimosl'xto.
llama eL castillo delSetior ; pero, aterrado por los cañones que
lo defienden , a partaréis la vista de ellos, huiréis ho rro ri-
zado de tanta devastación ; y recordando la antig ua hos-
pitalidad ing lesa, iréis á la posada inmediata, donde, servido
con arreglo á vuestro bolsillo, y alojado en una sala mal
abrigada y casi á oscun1s, oiréis, para mayor torme nto,
referir los pret extos hipócritas, los motivos infames y los
medios sang uinarios á q ue se recu rrió para la devastación , y
pa ra desterrar de nuestro suelo la hospitalidad, justamente
elogiada , de n uestros a ntepasados ' . 1>
Ci tt~ el autor. en otro lugar de este libro. unas palabras
de Mr. Mcrvyn Archdall en su historia de los mo nt~sterios
irlandeses. escrita e n sentid o a nticatólico, cuyas palabras
terminan de este modo: «Hoy vemos estos fenó menos del
mundo moral con el org ullo q ue inspi n1 la superioridad
manifiesta de nuestras facultad es intelect uales, hija de los
progresos de la civilización ; y nu estro amor propio se lison-
jea con una co mparación tan notoriamente favorable á los
tie mpos modernos.» Y á rsto dice Cobbett : « Muy bien,
Sr. Mervyn Archdall : eso se llama saber raciocinar; pero
¿dónde hallare mos las pruebas ó los indicios de esa supe-
rioridad manifi esta y de esa ve ntaja notoriamente favorable
á los tiempos modernos? ¿Será en lt1s rui nas de esos nobles
ed ificios. de cuya d emolición y saqueo nos da V. cuenta?
¿Será en su d esaparición total . y en no ha berse hecho ten-
tativa alguna para reemplaza rlos con edificios de otra clase
q ue les igualasen en nobleza, grandeza y gusto? ¿Buscare-
mos la superioridad en los com bates e n que se exige el
diezmo con la pistola en la mano, como en Skiberee n? ¿Se
probará que los tiempos modernos son superi o res á losan-
tiguos, porque una ley encierre á los irlandeses en sus casas
al ponerse el sol? ¿Se fundará esa superioridad tan mani-
fiesta de los tiempos modernos, en ve1 al pueblo ali mentado
• Obra citada, tomo '• pag. 202 y siguientes.

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La Desamorti{ación.
como los puercos , desnudos y muri éndose de hambre á
centenares, mientrus están nuestros puertos atestados de
buq ues en que se ex portan s us provisiones, y se manti ene
un ejército para contener á ese pueblo hambriento? ¿Ó ha
inspirado á V. ese org ullo el baile de la Ópera en beneficio
de los p obres irla ndeses muertos de inanición , para el qu e
se adornó la sala con un transparente en que se represen-
taba á un irlandés es pirando de hambre? ¿ Y aún se atreve-
rá V. á trata r de ilusos y llamar víctimas de un fatal error á
los hombres más grandes y más sabios, porq ue fundasen
establecimientos para desterrar hasta la idea de dar un
baile en la Ópera para alimentar ;i los pobres? Tienda V. la
vista, señor Archdall , sobre esa horrible miseria que ll ena
á nuestro país de desolació n : v uélva la V. luego á ese cú-
mulo de ru inas qu e por todas partes vemos, y convendrá V .
de seguro en qu e lo un o es efecto de lo otro. Estoy también
seguro de que me d irá V., pues lo creo ministro de la Ig le-
sia ang licana. qu e no ru é el ansia de roba r la que produjo
esas ruinas, s ino la sana razón, y qu e tampoco fu eron gran-
des y s.tbios los qu e levantaron esos edi ficios cuyas ruinas
excitan en nosotros dolorosos recuerdos , sino hombres en-
tregados á los raptos de un frenesí, y víctimas de una debi-
lidad mental • .»
, s¡ se m e preg untase (dice en otro lugar) porqué los
m onjes de Wawerl ey habíun de ten t:r un a re nta de 196 li-
hras , 1 3 sueldos y 11 d in eros en la m o neda de aquel tie m-
po, que eq uivalen it unas 4,000 libras de la de nuestros
dí as, contestaría con esta pregunta : ¿ Y por qu é no habían
de tenerl a? Preguntaría más : ¿Por qué tiene hoy propieda-
des una mul ti tud d e gentes?-Porque son suyas, se me
dirá.- Pues p:>r eso precisamente las tenían los monjes. -
Pero los monjes, se dice, no trabajaba n ni contribuían al bien-
estar de la nació n . -Esto es lo que va mos á averiguar. Los
' O bf' citada, tomo 1, pig. 89.

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Capitulo décimosexto.
monjes poseían en Wawerley algunos centenares de obra-
das de mala tierra, en que había un molino , y unas veinte
de prado algo mejores , en las que estaba la abadía , rodea-
da por un semicírculo de montañas areniscas. Tenían tam-
bién los diezmos enajenados de la parroquia de Farnham,
con más uno ó dos estanques en el te rreno co mún al de las
inmediacianes. Esas tierras pertenecen hoy dia á Mr. Thomp-
son , que reside en ellas, y los diezmos á Mr. Halsey, que
vive á alguna distancia de la parroquia . Y , sin que sea mi
ánimo ofender á estos señores, ¿n o trabajaban los monjes
tanto como ellos? ¿No contribuían con sus rentas y s us
diezmos al bienestar de la nación , tanto como pueden ha-
cerlo Mr. Thompson y Mr. Halsey ? No vacilaré en decir que
contribuían mucho m ás ; y en prueba de ell o , ¿ neces itaron
los de Farnham la co ntribución d e pob res mientras existió
el monasterio, y próxi mo á ellos un O bispo de Winchester
que no vendía cerveza en su palacio? ¿Oyeron nunca pro-
nunciar el dictado de pobre, tan desagradable ú los ojos del
mundo? Vosot ros, compatriotas míos de Farnham ; vos-
otros, que, cuando erais muchachos, trepabais, como yo,
por las ruinas, cubiertas de hiedra, de esa venerable abadía ,
la primera de s u clase en Inglaterra; vosotros que, como yo ,
contemplabais esas paredes que han sobrevivido á la me-
moria de sus devastadores, pero no á la maldad de los que
están utilizando los frutos, dulces tan sólo para ellos , de
la devctstació n; vosotros que, co mo yo, habéis preguntado
tantas veces qué cosa era una abadía y por qué fué esa des-
truida, sed jueces en la materia. Ya sabéis lo qu e es hoy
la contribución de pobres y la cuota de las parroquias : sa-
bed, pues , que mientras existió la abadía de Wawerley y
no hubo obispos casados, no hubo nunca necesidad de una
ni otra ; este es un hecho innegable. La Iglesia distribuía
entonces sus bienes entre los pobres y extranjeros, y deja-
ba que el pueblo disfrutase íntegramente sus ganancias. En

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La Desamortización.
cuan to á la fe y al cult o , ved esa tierra qu e rodea la ig lesia ,
y en la cua l fuero n sepultados v uestros padres y ios m íos,
co n tod os nuestros proge nit.xes por mi l doscientos a!i os :
recordad qu e durante nueve siglos profesa ro n to dos la mis-
m a fe y el mis mo c ulto qu e los m onjes d e W awe rley, á
cuya hospitalidad d ebieron v uest ros padres y los mios no
te ner que hablar de po bres; y d ecid luego, si t enéis va lor
pa ra ello, qu e el cul to qu e enseñaban era idolát rico y re-
probable '.»
Á los in teresantes párrafos transcrito debemos añadi r
ot ros qu e for man , d igá m oslo así. el apénd ice d e los a nte-
riores. Habla en ellos de l saqueo, no ya de los m onasterios,
si no de las iglesi:1s. despu és del reinado de Enrique Vlll , y
dice:
<<A unq ue . comparativamente hablando. era muy poco
lo q ue h1 ti ra nía de Enr iq ue había dejado por robar , qu eda-
ban tod avía a lgunos res tos . No había iglesia qu e, como he
dich o . no tuviese imáge nes, ince nsa rios , cand eleros y ot ros
obj etos d e o ro ó d e plata, qu e no era posible respetaran
los ladrones. Servía todo esto para la ce lebració n de la Misa,
po r lo q ue fu é el medio m ás expedito de ro barlo el abolir
su celebració n : hizose así , en efecto, y destruyendo los al-
tares , pus ier on m esas e n su lugar. Ocupóse la parte faná-
tica de los refo rm ad o res en d is pu ta r dón d e se colocaría la
m esa, q ué forma tend ría . si s e pond ría mirando al Norte,
a l Este, al Po ni ente ó al Mediodía , y si debería el p ueblo
esta r d e pie , sentado ó de rodi llas; pero los ladrones pe n-
sa ban e n otras cosas, dedicán d ose á valua r las imágenes ,
los incensarios y demás efectos'.
» Para reco ncilia r al pueblo co n tales innovaciones, fal-
s ifica ro n d e intento la Bib lia, adultera ndo el texto com o <.:re-
yeron necesario : acc ión la m ás baja ent re las acciones bajas

• Obra cit ada, tomo ' • pág . 240.


, Jdcm id. , pags. 279 y 28o.

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Capítulo décimosl'xfo.
y viles d e aquel reinado hipócrita y devastad o r , y que des-
cubre el verdadero carácter de los héroes de la Refo rma
protestante. As í dispuesto todo , un decreto del Rey y del
Parlamento mandó ocupar los bienes d e las iglesias parro-
qu i::tles y colegiatas. Empezó en to ntcs el saqueo g eneral;
arrojáronse á ellas los ladrones, y haci éndolas teatro d e in-
decentes fars as , se apoderaron hasta de los ornamentos de
los sacerdote . Jamás se ha visto u na rapacidad semejante;
y para ho nor d e la especie h u mana, es peram os que no vol-
verá á verse en parte al g una . Parecía Inglaterra u na cueva
de ladron es, y de lad rones d e alm a vil y del más d es precia-
ble carácter; y sus infelices labradores se ven hoy reducidos
á vivir co n patatas y ag ua, á consecuencia de las hazañas de
aquellos ti e m pos infa mes' .
»Á m edida q ue la Iglesia establi•cida por la ley rué ha-
ciendo progresos , fué desapareciendo la ca ridad cristiana;
los indigeu tes , á qui enes co n ta n ta ternura ;tcogía y p rote-
gía la Ig lesia , fueron marcados co11 u11 bit'rro ardiendo, tan
sólo porq ue pedían limosna, y condenados á la más d ura
esclavitud, aunqu e ni ng ún medio se había adoptado pa ra
rem ediar s u ham bre y su desnudez; y la Ing laterra, llama-
da antes la tierra de la hospitalidad, de la generosidad, de
la abu ndancia y de la segu ridad de las personas y bienes,
se convirtió, bajo la iglesia p rotestan te, en tea tro de la
más sórdida avaricia, viénd ose sus habita ntes co nd enados á
pe nosísimos trabajos y duras miserias, y acosados por la ra-
pacidad, el robo y la tiran ía. qu e se b urlaba de los sagrad os
no mbres de ley y de j usticia' .»

Hasta aquí las noticias d e William Cobbett.


El jurisconsulto ing lés Fortescue, en s u escrito De lau-
dibus Iegtllll Angliae . pin ta el estado d e ::q ue! p ueblo an tes
• Obra Cll.Jda, lomo '· pag. 280.
' ldem id .' rit¡;. }02,

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La Desamorti:r_ación.
d e la malhad ada reforma , en té rmin os que deben conocerse:
« T odos los habitantes (d ice) gozan con libertad del
»producto d e sus bienes , d e los frutos de la tierra , del a u-
»m ento de s us ga nados y de cuanto poseen: les perte nece n
»todas las m ejoras, ya sean d e su p ropia indus tri a.ó de los
»q ue tienen á su ser vicio .... Así es que los habitantes de
» Ing late rra son ricos en oro y plata, y tienen to do lo
>> necesario para las atenciones y comodidades d e la vida.
>~ No beben ag ua sino es en c iertas épocas , en que lo ha-
»cen po r un m otivo relig ioso y en espíritu d e penitencia. Se
>'a limentan co n abu ndancia de carn es y pescados, que ha-
» llan por todas partes, y lleva n buenos t rajes de lana. S us
» camas, sus mantas y otros objetos de vestir, son de lana,
»y está n muy bien provistos de ellas. Poseen cuanto, con-
» forme á su ra ngo , puede hacerles la vida <lg r::dable.'>-Á
:lpoy;u· estas aserciones viene un acta del Parlamento, ante-
ri o r á la Refo rma. en que, trati111dose de los medios de
s ubsistencia d el pueblo, se d ice qu e el buey, PI p uerco , el
ca rn ero y la ternera son el <llimento d e las c lases más
pobr es '.
• Par• comprender cuán natu ral <ra es to. basta comparar el jornal que en ton.
c;:eco se pagaba , Jm CtJ11/nr 1~, mallllleuciOn, con ~1 rrecJo de los objetos necesarios
para la vid.1. Un ac ta del Parlamento dd año 1350 Cija de este modo el jornal de
los obreros :

Una mujer, por aven tar heno ó escard.r t rigo ...• d inero.
Un conductor de carro de labranza . .......... . id.
t 1n 5cgador • ......... ... ......... . , . . •..... . id.

Y al mismo tiempo , el Obi<po Flectirood , que vivía en aquella época , dice el\
su Preliosum, cuya aut oridad nadie niega, que se p;;¡;aba entonces :

Por un par <le zap:otos ....... .... . . . .. . . 4 d ineros.


L1 vara de pai1o moreno ancho .. . .•.... • . 1 sueldo y 1 id.
Un C3rncro cebado ..... . ... ... .. ...... . id . y 2 id.
Un poto cebado ......... .. . .... .• . .•... id.

De modo que el conductor de un carro Jc bbranta ganaba. adem:.. de su ali-


mento , mucho más de lo q ue vale un p•to cebJdo , y un segador podi.t ~ana r en
un día un par de zapatos. en tres di as un cunero cebaJo y en seis un traje de pa~io.

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Capítulo décimosexto.
Compárense estos resultados, que denotaban un bie nes-
tar tan g rande, con la m iseria e n que s um ió al pue blo in-
glés el saqueo de las ig lesias, dejá ndo lo reducido á comer
patatas con agu a , y júzguese de las ventajas que trajo al
pueblo aque l d espojo. Recu érdense ta mbién las crueldades
d e Enrique VIII co n los pobres par<l extinguir la m endici-
dad, llegá nd ose hasta marcar a los mendigos con u n hie-
rro, y perm itir qu e se les redujese á esclavitud por dos años ,
corta rles las orejas y aun conde n arl os á muerte; e l c reci-
miento que á pesar de esto tuvo e l pauperismo, y la nece-
sidad que hubo al fin de establecer la contribución de los
p obres. q u e llegó á im portJ.tr sum as e no rm es; y así podrán
n uestros lectores juzgar lo que fué e n sus resu ltados la
Reforma, para la que William Cobbett n o halla epítetos bas-
tante fuertes, como habrá n visto e n el discurso de este
capitulo.

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CAPÍTULO XVI I.

I.A OESA MORTI7.ACIÓN F.N FRANCIA.

-;u MARIO. - Primeras monife<taeiones del e<piritu hostil á la propie,!ad d e la Iglesia


en c:l si¡;lo xm.-Gradúase su futr za en los siglos xvr al xv111.- Mtdidas coerci·
tiva110 que se adopt:aron en é~tc . -, Licgan á ext ingu irse por rc,uJt<tdo de ellas
nueve congregaciones.- l.a revolución de t¡8<).-Enterc7.3 inqucbo·antable de
las rcligiosas.-Apodér.se la Asamblea do los bienes del C:ero.-Aigo de lo que
se dijo contra esta medida. - Su in iquidad. aun de~e el punt o de vista económi-
co.-Notable ofrecimient o del clero. - No se aceptó, porqu. lo que se quería era
acab:u' con ei.-M(didas expoliadoras dictadas por la Asamblea.-Persecución al
clero.-Pcnsiones que se le pagab.on.- Derrochc de los bie nes de la lglesia .-
Número o.le edificio' religio•o< destruHo•. - Profanación de los objetos del cul to.
- Horrible matanza de sacerdotes. -Situación á que se vió reducido el clero.-
Virt ude' y méritos que lo adornaban -Una sesión d( un club en una lglesia . -
Atropellos y abominaciones de la Asamblea contra los sacerdote• y contra la rcli-
gión.- Constitución civil d el clero. - Cauti vcrio y muerte de Pío V l. - Horrores
eomctid<>S por los tribunales revolucionarios. - Estadist ica clasifi cada de las víc-
t ima!. -Lo que importaban los bienes del clero en Francia.- Enajenaciones ho:-
chas en 18 17.- Transición.

pud!era considerarse como un preliminar


UNQUE
de lo que habremos de decir eo este capítulo,
no vam os á exponer aquí el nacimiento y curso
de aquella revolución sa ngrienta , que puso al mundo
en connagración después de convertir á Francia en un
charco de sangre. La historia ha dado á conocer esos he-
chos en centenares de obras ; y su fún ebre recuerdo, que
siempre vive, se cierne hoy, cual pavoroso fowtasma,
sobre la humanidad, en cuyos destinos ejerce aún mortífera
innuencia.
'9

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La Desamortización .
Diremos sólo, ciñéndonos á nuestro asunto, que el es-
pí ritu hostil de ciertas ge ntes á las adquisiciones de bieues
por la Iglesia pug naba en Francia, como en España , hacia
ya algu nos siglos, por disminuir sus propiedades . Habíase
iniciado esta lucha e n el siglo XIII; pero en ella habia triunf.1do
siempre la Iglesia. Ni era la lucha de tal índole que versase
sobre la esencia misma del derecho ni sobre la existencia de
las comunidades relig iosas, si no sobre poner li mites y con-
d iciones á la propiedad eclesiástica. Algo más recia se hizo en
los siglos xv1 al XVIII : entonces se formó em peño en colo-
car á los establecimientos religiosos e n cierta dependencia
de la autoridad civil ; se fué haciendo más severa la prohi-
bición d e adquirir bienes, y llegó á exigirse, para la funda-
ción de com unid ades, la autor ización del Soberano, qu e
recaía sobre la uti lidad que la fundación podia tener.
En el siglo xvm, sobre todo, vinieron varias dispos icio-
nes á dificultar y limitar la acción y el desenvolvimiento de
las Órdenes r elig iosas. En 1749 se prohibió á la Iglesia re-
c ibir bienes inmuebles, ya fue ra por donación, ya por tes-
tame nto ó por cambio, sin autorización real , registrada
en el Parlamento. En 1764 se cometió con la Compañia
de j esús el abomi nable atropello que es conocido e n la
historia , abo liendo la Orden , cerrando sus colegios y ven-
diendo sus bienes; y desde 1766 en adelante, una comisión
permanente , nombrada por el gobierno, iba adoptando me-
didas encam inndns al propio intento . Prohibiósc á todo ins-
tituto religioso tener más de dos conventos en París y uno
e n las d emás ciudades: no se podían contraer v otos hasta
los vein te años los hombres, y d iez y ocho las mujeres:
e n cada convento debía haber un mí nimum de religiosos,
y faltando éste, se cerraba. Al cabo de doce años habían
desaparecido con tal sistema los g ramonti nos, los servitas,
los celestinos, los de Sancti-Espiritu en Montpel\ier , los de
la antigua o rden de San Benito, los de Santa Brigida , de-

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Capitulo décimoséptimo .
Santa Cruz de la Breto nnerie , de San Rufo y de San Anto-
nio, es decir , nu eve congregaciones; y á los veinte años se
habían suprimido 386 casas y djsminuído en una tercera
parte los religiosos.

A sí las cosas, vinieron los sucesos á que al princi-


pio hemos al udido, e n que, desbordada la revolució n .
se llegó hasta no perdonar ni respetar nada, emplea ndo
para todo la fuerza y la violencia , y violando , al disolver
las comunidades relig iosas y apoderarse de sus bienes,
los mismos d erechos que la Asamblea había proclama-
do. Sólo las religiosas eran entonces J7 ,ooo 1 , distribuidas
en 1 , ;oo casas. De nada sirvieron sus lamentos, expuestos
con e nergía an te la Asamblea por un individuo de la j J nta
eclesiástica . -«Nosotras prefe riríamos, escribía una com u-
»nidad, el sacrificio de nuestras vidas al de nuestro csta-
»do .... Y esto no lo dicen sólo algunas de las nuestras, lo
»decimos todas absolu tame nte . La Asamblea Nacional ase-
»gura el de recho á la libertad. ¿ Y sólo habría de privar de
»ella á las almas generosas que, ardi e ndo en deseo de ser
»Ú tiles, han renu nciado al m undo para prestar m ayores
»servicios á la sociedad?»-« El poco trato qu e tenem os con
>>el mundo , escribía o tra comu nidad, hace que nuest ra fe-
»licidad no sea conocida. Pero no po r eso es menos cierta y
»Sólida. Entre nosotras no se conocen distinciones ni pri-
»vilegios: los bienes y los males son comunes á todas. Y
»como no te nemos mas que un corazón y una sola alma,
»protestamos ante la nación, y ante el cielo y la tierra , qu e
>>no hay poder capaz d e arrancarn os el amor á nuestros sa-
»grados votos, y que esos votos los renovamos con m ás
»ardor aú n que el día en que hicimos n uestra profesión.»
«La conducta de las religiosas, dice otro escritor de aq ue-

1 Á 2 71000 las reduce una nota estadística que publicamos más adelante. No
podemos decidir cuál de los dos guarismos es el más exacto.

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La Desamorti:¡_ación .
llos sucesos , hizo aparecer en todo su brillo la admirable
firmeza de unas personas que, no oyendo más q ue la voz
de su deber , cerraron los oido á todas las seducciones, se
negaron á volver al mu ndo cuyas puertas se les abrían , y
desmintieron con su inviolable fidelidad cuanto se publicaba
sobre la violencia con que habían hecho sus votos , y sobre
la fuerza de las barreras que les impedían romperlos .» 1

Pero ni sus sentidos <Jcentos, ni el ver catorce mil


hospitalarias distribuidas en ochenta casas , cuici:J ndo á
los enfermos en los hospitales, educando á los niños y re-
cogiendo a los huérfanos ' nada fue capaz de contener á
aq uellos hombres s in entrmias . Las Órdenes relig iosas caye-
ron por tierra :i im pu lsos de s u brazo .demoledor , y tomó
cuerpo la aborn innble idea de apoderarse de los bienes de la
Ig lesia. Partió la iniciati va del malaventurado Tallcyrand .
á quien por esta ca usa ha comparado con judas un escritor
de :tquel tiempo , _
Aunq ue cohi bida ya en su libcrt.td desde que se había
t rasladado á París , resistió al pronto la Asamblea, negando-
se adeclarar en principio, como ha hi :.~ propuesto T;llleyrand
en la sesión del t o de Octubre de 1 789, que los bienes del
clero eran propiedad de la Nación ; pero decbró al fin el 2
de Noviembre siguiente , por 568 votos contra 344 , que
los bienes del clero «estaban á disposición de la Nación. obli-
»gándose ésta á proveer de una manera conveniente á los
»gastos del culto , á la manutención de sus ministros , y al
»Socorro de los pobres.» Como adversarios del clero, fig ura-
ron en estos debates Mirabeau , Bat nave , Petion , Chapelier
y Thouret; y como defensores, M. de Boiseglin, arzobispo de

1 M. de Pradt, antiguo ar.obispo de Malinas , en s u obra Les qua/re Concordats,


tomo pág. 36.
11,
> T alleyrand reconoció sus errores en un escrito de 10 de Marzo de 1838 ( año
en que falleció) , y en él consignó su respetuosa g ratitud y completa sumisión á la
S.nta Sede , invocando , como motivo de • tenuación en su favor, el extravío general
de la época en que había figurado.

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Capítulo décimoséptimo .
Aix, el joven presbítero de Mo ntesq uiou, Ca mus, Beau-
metz , y sobre todo el cardenal Mau ry. Como las opiniones
de la Asamblea estaban tan divididas sob re la índole de la
propiedad del clero , tuvo Mi rabea u la habilidad de eludir la
cuest ión con la fórmu la qu e dejamos indicada, y con la
ex plicación que de ella hizo.
En vano alegó alli e l abate Sieyes incontestables razones
para probar el derecho de la Iglesia a sus bie nes y la ini-
qu idad que se cometía al a ten tar contra ellos . Sin invoca r
ot ras considerac iones que las del derecho de gentes y las
luces de la razón, para acomodarse , según decía, á las
circu nstancias del lugar y al g usto de aquel tiempo, halla-
ba ser un principiO evidente, cua ndo se trata del dominio,
que los bienes son de aque llos á quienes los han dado s us
poseedores legítim os, ó que los han adquirido conform e á
los preceptos de las leyes. «Nadie ha dudado hasta ahora,
decía , ni ·puede dudar , de que todo cuerpo mora l es sus-
ceptible de verdadero dominio, porque , á no ser así, ¿qué
seria de los bienes de los establecimientos y de las ciuda-
des, ni cómo podría la nación mis rna ser propietaria de los
bien es de dom inio público? Y si así es, ¿cómo se nega rá
q ue el clero es propietario? El derecho y la historia nos
con funden en este pu nto. El clero ha recibido muchas y
con siderables donaciones in perpetuum : luego es propieta-
rio de ellas .... Los donantes se los dieron al clero, y no á la
nación: luego no son de la nación, sino del clero. Por más
que declaréis y hagáis que la Asamblea nacional declare
q ue los bienes pertenecen á la nación, no sé á qu é cond uce
declarar lo que no es cierto. El Cuerpo legislativo se reun e
para hacer leyes.. .. no para trastornar las propiedades.
Aunque declaraseis que los bienes del Languedoc pertene-
cen á la Guyena, esta declaración no podría alterar la natu-
raleza de los hechos. Lo que sucedería es que si los gasco-
nes eran más fu ertes y se proponían llevar á cabo por fuerza

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294 La Desamorti{ación.
la sentencia , invadirian la propiedad de los otros ; pero
nada más qu e eso. Á la declaració n seguiría el hecho; pero
el derecho no seguiría al u no ni á la otra. Ínterin , pues,
haya clero , él es el único y exclusivo pro pietario de sus
bienes. Y añadía qu e , at,m acabando co n el clero, qu edaban
los individuos del m ismo, que , á títul o de beneficio, serian
los usufr uctuarios de los bienes.»
Esto decía el abate Sieyes . Debe añ adirse qu e, en ge ne-
ral, los defensores del clero se apoyaro n en 1 :-~ posesión , por
nadie disputada, q ue tenía en sus bienes : en el carácter de
las fu ndaci ones, de suyo inalterable : en la necesidad de
cumplir las condicio nes q ue se ha bían impuesto para su
disfrute ; y en que los bienes eclesiásticos no fueron dados
ni á la nació n . ni con el concurso de la nación , por lo que
ésta ning ún de recho tenía sobre ellos. - « La ley, observa ba
el abate Montesq u iou , no ha establecido el cuerpo eclesiás-
tico, y no puede diso lverlo. ¿Y seria posible qu e el cuerpo
eclesiástico tuviese obligacio nes para con la nación y la na-
ción no las tuviese pam con él?"-« Si es la fu erza de los
razonam ientos lo qu e tenemos que combatir , d.ecia en
un mag nifico discurso el cardenal Maury . no podem os
desesperar del triunfo de nuestra ca usa. Habéis puesto á
lo acreedores del Estado bajo la salvaguardia de la nació n:
pues bien ; la religió n es la salvaguard ia del i mperio. Y, en
efecto, los acreedores del Estado so n propietarios : su p ro-
piedad es sagrada: así lo declaro solemneme nte ante vos-
otros. Pero tambié n el clero posee lo q ue ha adq uirido ó
rec ibido. Pruébese, si no, q ue ha usurpado algo. ¿Y con
qu é derecho se trata así á una propiedad sagracta , mien-
t ras se aceptan si n escrúpulo los vergonzosos productos del
agiotaje?»
En todas pa rtes , como se ve, se han p uesto en claro la
razón y e l derecho . Pero nada han valido ante el espíritu
d estructo r , qu e se había propuesto acabar con todo .

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Capitulo decimoséptimo. 295
Tambié n alli , como más tard e e n España, según ya
vimos ', se decla ró solemne mente qu e no se iba á atacar la
propiedad de la Ig lesia. Explicando la m odificació n que h a-
bía hecho e n la proposición d e T alleyrand , d ecía Mirabeau :
«De mod o alg uno se piensa e n tomar los bie nes de la lgle-
»Sia para pagar las deudas d el Estado , como se está cons-
»tanteme n te diciendo. Bien puede decla rarse el principio de
»la prop iedad e n la n ación , s in qu e por esto deje el cle ro
»de ser el admi nistrad or de s us bie nes. No son tesoros lo
»q ue necesitam os, sino una pren da ó h ipoteca; crédito y
»confianza .>' Pero bastó poco tiempo para que la pre nda se
convirtiese en propiedad de los qu e la h abían tomado, por-
que la presión a m enazadora que h acía n á la vez los cl ubs,
los periódicos y las asonadas, se impuso á la Asamblea,
que, d espués de otras tentativas parciales y tím idas, d ecretó
la t!naje nación de lo que e mpezó á lla marse bienes uacio-
uales .

Y, e n efecto : el 14 de Abril de 1790 dispuso la Asam-


blea Constituye nte, llevando á efecto s u an terior decreto,
qu e «en el presupuesto de gastos d e cada a ño se consig-
» nase la s um a necesa ria para sufragar los del culto y de la
» religión católica apostólica rom a na ; para la s usten tación
»de sus m inistros, el socorro d e los pobres y el pago de
» las pensiones de los eclesiás ticos , tanto secula r es co m o
»reg ula res, d e uno y otro sexo; de m odo que los bienes
»que se han puesto á disposición de la n ación , quedm libres
»de toda carga y puedan emplearse, por los n presentautes ó
»por el Cuerpo legislativo, m las necesidades más apremiantes
»del Estado .» ¡Y habla dicho Mi rabea u cinco m eses antes
que de modo alg uno se pensaba en t omar los bienes d e la
Iglesia pa ra pagar las deudas del Estado!-Añadamos que
la cantidad suficiente qu e para el culto y s us ministros se
• Wanse las páginas 164 y 165.

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La Desamortización .
cons ignó en el presupuesto d e 1790, fué la d e 55 ·700,000
francos. ¡Con esto se tndemnizaba á los que percibían de
s us bienes 125 m illones de renta l
S i la iniquidad de este acto, qu e no necesitamos juz-
gar d espués d e lo que dejamos escrito, pudiese traerse
á juicio aun en el terreno de los cálculos fina ncieros y d e
las exigencias de :tqu ella situación económica , todavía
en este terre no resultaría pa te nte. El 5 de Mayo de 1789·
había dado á conocer el ministro Necker á los tres brazos
d el Estado re unidos en Versalles el estado de la Hacienda.
Ascendían los gastos á 53 1.440,ooo fra ncos, y los ingre-
sos á 475.274,ooo, sie ndo el défici t de 56 .ooo,ooo, qu e-
pudo haberse eu bierto con una d errama e ntre todas las
clases del Estado. Es de ad verti r q u e ni el cle ro ni la no-
b leza dejaban ento nces de pagar contribución , porque, ade-
m ás d e s ufrir , e n ig u al grado que las de más clases , los
impuestos indirectos, la nob leza pagaba la capitación y el
tributo llamado veintena, que en ocasion es llegaba al 1 5 y
hasta el 20 por 1oo, y lo mism o h acia e l clero de los paí-
ses conquistados, no pagándolo el de las antiguas provin-
cias , p orqu e lo ha bía redimido por 24 millones de francos,
además d e lo cua l hacía dona ti vos al Estado y venía á con-
tribu ir con un 1 3 por 1oo d e sus rentas . Hay más todavía .
En m edio de los terrores de la proscripción, el arzobispo
de Aix, M. de Boiseglin , ofreció en su no mbre una su bven-
ció n e n orm e, comprom etiéndose á lcvant<1r sobre los bienes
d el clero un em p réstito de 400 mi llones. ¿Por qué n o se
ace ptó? Porque lo qu e se buscaba no era precisam ente
pon er los intereses de la Iglesia al servicio d el Estado, si no
qu e el Estado acabase de una vez con la Ig lesia y se crease
un n u evo siste ma de propiedad que se ide ntificase con la
nu eva re pú blica y le prestase su apoyo.
En confirmación d e lo cu al dice M. de Pradt , e n su
obra ·antes ci tada: <<All í fué donde pudo ya conocer el clero.

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Capítulo décimoséptimo. 297
la s uerte que le esperaba y la nueva vida qu e se 1e reser-
vaba. En un momento desapareció cuanto los siglos le
habían dado y confirmado en prerrogati vas y riquezas : dur-
mióse en la púrpu ra y se despertó en la desn ud ez. En vano
ofreció, por órgano de M. d e Boiseglin , a rzobispo de Aix,
una suma d e 4 00,000 francos. Este rescate pareció insu-
ficiente, ó, mej or d ic ho, no se trataba allí de rescate, sino
d e la existencia m is ma. Co n una oferta que en otro tiempo
hubiera producido un a g ran sorpresa y un verdadero estre-
mecimiento de gozo, haciendo qu e se grabase el nom-
bre del clero en le tras d e oro, no logró aquel Prelado ha-
cerse o ir, y dem ostró que, con todo su entendimiento, no
c onocta el te rreno que pisaba , ni sabia apreciar las circuns-
t ancias. Allí se había dicho: nuestro ft'svr o es el drjicit. Esta
sentencia envolvía la del clero , puesto qu e por g rande que
fu ese la suma ofrecida , no se cambiaba con ella el estado
del clero ; que es lo q ue se buscaba .... Has ta entonces
había formado un cuerpo, que era e l primero de l Estado, y
tenia g rand es pro piedades. Y eso era lo que no se quería ....
De m odo qu e en aquella gra nde expropiación hubo más de
política que de avidez.»
Era, pues, el despojo de la Ig lesia la idea que informa-
ba la política de la Asa mblea, la garantía de la duración de
su poder. Pero ¿cómo poner en venta aquella inmensidad
de bienes, á ri esgo de distraer del comercio tantos capitales
y de envilecer t:l valor de las tierras? Por un medio tan
sencillo como ruinoso, qu e la revolució n halló pron to á
mano . El d e dispo ner que se adquiriesen los bie nes co n va-
lores del Estado . Este proyecto, sin embargo, o frecía gra n-
des dificultades. P or lo pronto, los municipios se alarma-
ron , considerando qu e los ricos de París, que poseían
enorm es sumas de papel, iban á en riquecerse, co n el saqueo
general de la Ig lesia , más que lo estaban . En ta l conflicto,
pues , en vez de p agar su antigua deuda , decidió la Asam-

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La Desamortización.
blea crear una nueva . Emitióse un papel moneda con inte-
rés de tres por ciento, al que servían de hipoteca los bienes
que habían de venderse. El curso de este papel se declaró
forzoso, y su aceptación obligatoria en todos los pagos. Lo-
graba así la Asamblea arrastrar á la nación entera , con
el cebo del interés, á sostener aquel acto inicuo . No tras-
ladaremos aquí , por lo repugnantes y odiosos, los motivos
en que fund aba n aquellos homb res la necesidad de anular
al clero y de quitarle sus bienes. Contra tales monstruo-
sidades se sublevan á un tiempo mismo la dignidad y la
conciencia .

Siguieron ú estas medidas otras no menos inicuas .


Inspirada por los jacobinos, la Asamblea de 179 1, que no se
ocupab:t en reformar las leyes sino para agobiar a los opri-
midos ó alentar á los opresores , después de otras disposi-
ciones de salv:tjismo revolucionario contra la nobleza, como
fu é la de mandar quemar los títulos, quitó á los sacerdotes
no juramentados la pobre pensión que como indemniza-
ción de su despojo se les había señalado 1 ; declaróseles
sospechosos de re belión cont ra la ley y con malas inten-
ciones contra la pat ria; sometióseles á una vigi lancia espe-
cial ; se fac ultó á las autoridades locales para q ue los ex-
pulsase n sin formarles juicio en caso de perturbación , y se
decretó su export;-tción para este caso ' . Suprimiéronse
«todas las congregaciones regulares de hombres y mujeres,
»de eclesiásticos ó seglares, aun aquellas que sólo se de-
»dicasen al servicio de los hospitales y al cuidado de los
»enfermos;» y hasta las que se dedicaba n á la enseñanza
primaria , y cuya abolición « iba á quita r a 6oo,ooo niños el
medio de aprender á leer y á escribir ' . » Prohibióse el traje
1 Decreto de 29 de Noviembre de 179 1.
: Vease, en la obra de T AtsE, Lts origir~es de la Fra11cc Co~rl~mporaine, tomo 11 ,
pag. 123 , nota , otra horrible medida que se propuso para acabar con los ••cerdoles.
J Decreto de 3 de Junio, año xn.

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Capítulo décimoséptimo. 299
de dichas Órd enes : pusiéronse en venta los palacios epis-
copales y hasta las casas qu e se hallaban ocupadas por
r eligiosos ó rel igiosas. Y no solamente se destruía, sino que
s e insultaba, llenando los dec retos de g roseras inju r ias y
difamaciones, que nos abstenemos de reproducir.
En la citada obra de Taine leem os un párrafo, elegido
entre muchos en que el auto r describe las abominaciones de
aquel tiem po, y en que, al ex poner las doctrinas que e m itía
y las disposiciones qu e dictaba la Asamblea en 1789 y 1790,
cita esta: «El clero, como todos los cuerpos y establecí-
» mientas de m anos muertas' son desde ahora' y serán
»perpetuamente, incapaces de tene r propiedad ;llgu na en
»inmuebles •. » De todos esos bienes vacantes, prosigue
Taine, ¿quié n será ahora el heredero legitimo? Por un se-
g undo sofism a, el Estado, que es juez y parte, los atribuye
al Estado. " Los fundadores se los dieron á la Ig lesia . es
»decir , á la Nación ' . Y puesto que la Nación ha permitido
»que el clero poseyese, bien puede reivi ndicar lo que ha
» poseido con autorización s uya . La Nación es e n principio
»la ún ica y verdadera propietaria de los bienes del clero .»-
y como el tal principio lleva consigo la abolición de los
cuerpos eclesiásticos y seglares y la confiscación de s us
bienes, se ve aparecer lu ego el decreto final , por el que
la Asamblea legislativa , «cons ider ando que u n Estado ver-
» daderamen te libre no debe consen tir en su seno ninguna
»corporación , ni aun las que, dedicadas á la enseñanza
»publica, ha n merecido bien de la patria ; ni aun las que se
»hallen excl usivamente dedicadas a l servicio de los hospi-
» tales y al a livio de los enferm os; s uprime todas las con-
»gregaciones, cofradías , asociaciones de ho mbres y de
»mujeres, seglares ó eclesiásticas, todas las fundaciones

o Discurso de Thouret , sesión de 2.3 de Octubre de •7B9·


> Discurso d e Trcilhard en la mismo sesión. O tros diputados r<produjeron
la idea.

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_300 La Desamortización.
»de piedad , de caridad , d e educación y de conve rsión , los
»seminarios, colegios y misio nes .... »
«Añádase á esto el ultimo escobazo. La Asamblea legis-
la tiva d ecreta el repartimiento de todos los bienes co-
munales, excepto los bosqu es. La Convención decreta la
ab olición de todas las sociedades literarias, de todas las
academias científicas , la confiscación de sus bienes, biblio-
tecas, museos y ja rd ines bo tánicos, de tod os los bienes
no d istribuidos aún , y de tod os los de los hospitales y otros
establecimientos de beneficencia 1 .»
Hasta aquí el escritor cita do. ¿ Q!Jé frut o habían de pro-
ducir todas estas medidas? La ruina y la miseria . Ya e n el
pri ncip io d e la alarmante situación creada por la Asamb lea ,
los párrocos habían ofrecido ceder sus d erechos d e estola,
y el clero ren uncia r al percibo del di ezm o ; pero cuando
éstas, con muchas ot ras medidas, se propus ieron á la apro-
bación de Lu ís XV I , not ó prudentem ente el m o narca que
había qu e mirarlo mucho antes de aceptarlo, y daba, entre
o tras razones , la de que sese nta ú ochenta m illones de fran-
cos qu e importaba el diezm o , sólo iban á ser ga nancia para
una clase d e ci udadanos , ó sea para los propietarios, que
se verí an favorecid os con un aumen to de renta , qu e no se
tuvo en cue nta cunndo adquiri eron s us tie rras . T an cierto
es qu e las revolucio nes, a l adoptar m edidas en od io á la Ig le-
s ia, ni piensan siquiera e n la trascendencia de ellas, con tal
d e satis face r su odio á la relig ió n y á cuanto co n ella se re-
laciona. De las disposiciones que mencio na Ta ine no se
sig uió más que la banca rrota y el hambre; y él mis mo cita
una se rie d e hechos escandalosos e n comprobación de su
aserto ' , entre ellos el ve r á las religiosas sin pan, y los
objetos de l c ulto y los vasos sagrad os de tres i¡.Ilesias de
Besan~on vendidos en los p ue stos públicos , ó fundidos

1 Los bienes de los hospitales valían entonces cerca de Sao millones de fra ncos .
> Obra citada , paginas 227 y 228.

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Capitulo déámoséptimo. JO I

para e nviar el oro y la plata á la casa de la Moneda.


Ya vi mos antes lo qu e se consignó para el culto y sus
ministros . Otros decretos de 27 de Octubre de 1792 , 18 de
Setiembre del mis mo año y 23 de Diciemb re de 1793·
insistieron e n ello, fijando la pn1S1'ón de los Obispos e n
6,ooo francos ( !) y la de los párrocos en 1 ,200 fra ncos
COPlO máximo y 8oo como mínimo. El 14 de Diciembre
de 1794 la Conve nció n proclamó que no reconocía n ingú n
culto ni sufraga ba s us gastos; pe ro s ig uió considerando
como prnsionistas di' la 1'1'/)líb/ica a los Obispos, los p:irrocos
y los religiosos, c uyas pensiones (las de estos ú ltimos) eran
de 1 ,ooo francos ;t i ari o. Vino, por últ imo , e l Concordato
del ario X, y en él se m ejoró alg ún tanto la desastrosa si-
tuación que la revolució n había creado .

En rrancia, como en España, la ven ta de los bienes del


clero fu ci. un desbarate inmenso, env uelto en una inm ensi-
d ad de escándalos, para provecho de unos cua ntos especu-
ladores. La abadía de Pontigny , por ejemplo , cuyas de-
p ende ncias ocupaban 18 hectáreas , además del bosqu e y
del parque, que tenía n 21 , co n otras 22 y m edia de prado,
un m olino harinero y ot ros artefactos, la compró el procu-
rad or d e la commttne e n unió n con otros, y au nqu e se a preció
e n una en orme suma, vino á ser el valor efectivo de la ve nta
el de unos 24,000 fra ncos 1 •
Los b ienes que poseían en Francia los jesuitas e n el mo-
me nto de s u supresión , era n reducidísim os. Sus re ntas no
daban ni un franco diario por cabeza. Nada le aprovechó
al Estado su ocupación. Los primeros gastos de justicia q ue
se hicieron para la confiscación en un solo colegio, pasaron
d e 50,000 francos. Un de pendien te d el g obierno, que te nía
á su cuidado,después d el secuestro , un o de los colegios más

1 Anuario Jel Yomu (citado en la obra d~l P . Clair, Crippard, a que nos
referimos más adelante), 1844, pág. 201 .

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JO.:! La Desamortización.
importa ntes, d ecía á todo el que quería oirlo, que no daría
su cargo por 12 ,ooo francos '.
Dice un autorizado escritor contemporáneo, aunque sin
entrar en pormenores, qu e la revolución destruyó en Fra n,..
cia 50,000 ig lesias y 12 ,000 abadías, y saq u eó unas 25 ,000
bibliotecas •.
Los que se apoderaban de las iglesias y conventos, cui-
daban , al repartirse sus d espojos, de a parta r una reducida
po rció n , ósea el de recho d el botín, qu e enviaban con g ra n
solemnidad á la Asamblea ó á la Conve nción. Á eso se daba
el fastuoso no m bre d e «Ofre nda nacion al y tributo cívico.»
Algo se qu edaba en el camino ; y lo qne llegaba al puerto
d esaparecía entre las rapaces m anos de los dep ositarios.
En Auxerre , donde particularm ente fija su atención el
P. Clair e n s u libro ya citado, parecía aq u ello (dice) una
invasión d e vándalos. Capas , casullas, estolas, d almáticas ,
t unicas, cubiertas de altar , amitos , sobrepellices, albas, ro-
que tes, cálices, cop ones, vinajeras , ince nsarios, pilillas d e
agua bendita, cruces de todas formas y tamaños , objetos
tod os tan dig n os de veneración , manchados y destrozados,
se metían e n m ontó n, ya en cajas, ya en sacos, ponie ndo
e ncima estupidos y sacrilegos letreros.
En siete años devoró e ntonces la Francia, dice el Padre
Clair, setenta y ocbo mil millones de fra ncos . Nadi e es ca paz
de contar las ciudades arr uinadas , las quintas incendiadas,
las ig lesias d e m olidas, las casas que quedaron s in habi-
tantes, los cam pos que quedaron sin cultivo, las indus-
t rias qu e qu edaron sin brazos y los pobres que quedaron
sin pan. No hay exageración e n d eci r qu e, en el dominio
de las artes, la mera nom enclatura d e los o bje tos roba-
dos, destruidos ó degradados, ll enaría alg unos volumen es .

1 Le< Soártis Scrri:fes , par E. Oe>cbamps.


• Grippard, Histoirt d'u11 bit11 de moi>us, par le P. CHARLES CLAJR 1 de la Com-
pagnie de Jesus .

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Capítulo décinwséptimo. JO}

Las hojas de un San Atanasio de Mo ntfauco n estaban sir-


viendo para e nvolver pasteles ; cuadros de prim er orden
estaban de muestra en las bo tillerías, y los marcos d ora-
dos á fuego servlan para cocer los pucheros. Un sold ado se
hizo un delan tal de cocina de un cuadro de Guido , que valia
;o,ooo fra ncos ' .

Al s aqu eo de las iglesias y conventos era natural qu e


acompa tiasen , d ado el horrible vértigo qu e se había apode-
rado d e aq ue llos hombres, esce nas d e sangre y horrores.
Pero ¡qué escenas ! La ca rnicerí a qu e hace un tig re ó una
pantera asalta ndo un rebaño de co rderos, es nad a en com-
paración co n ellas. Los acontecimientos d e Agost o de 179 2
habían excitado á algun as potencias extranjeras á intervenir
en los asuntos d e Francia . Á la cabeza de 50,000 p rusianos
30 ,000 austriacos y 15 ,000 emig rados, ava nza ba Fede rico
Guillermo. y atacaba á Verdun. Convocada el 2 d e Setiem-
bre una reunión en el Campo d e Marte para socorrer á esta
ciudad , excla ma de pronto el procurador de la Conmume,
Manuel: «Nuestros enemigos m ás terri bles no son los qu e
hay delante d e la plaza, s ino los que están en las prisiones,
de d onde se escaparán para deg ollar á las mujeres y á los
hijos d e los valientes defensores de la patria.»- « ¡Degolle-
mos á los presos!>> , g ritan ento nces aqu ellos d esalmad os ; y
co rriendo á las cá rceles , al co nvento de los Carm elitas y al
seminario de San Fermín, do nde había t rescientos sacerd otes
pa ra ser d eportados, Jos degollaron en efecto , haciéndolos
salir afuera, do nde los ag ua rdaban los asesinos, qut: los
acababan con hachazos ó golpes de maza . El pueblo, que
veía pasar los cadáve res amontonados en carretas para arro-
j arios en los hoyos abiertos fu e ra de las murallas, se estre-
mecía d e espanto.
¡ Q1¡é s ituación la del clero secular y regular en aquellas
• El P. CLAtl! en su obra citada.

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La Desamorti1_ación .
circunstancias ! Los relig iosos, puestos en ridículo y con ver-
tidos en objeto de escarnio has ta en sus mism os monaste-
ri os, pu es allí mismo s e les perseg uía , se viero n precisados
á salir d e ellos y á dejar s us hábitos , aun antes de que se
publicase el d ecreto que prohibía los votos . Las religiosas,
arrancadas d e sus conventos, fu ero n lanzadas a l mund o,
que no les ofrecía asilo, ó se los ofrecía e n ext remo peligro-
sos. j óvenes dign:ts de respeto , á qui enes la caridad habia
ligado á sus pobres y los alimentaban y cuidaban cuand o
caían e nfermos, experim entaro n de p arte d e ellos los más
duros tratamientos . El clero secular e ra objeto d e aná log os
a taqu es. Vióse ú alg unos púrrocos y ú sus coo peradores,
q ue se ocu pab<tn en rep<t rtir las lim os nas de las personas
acom üdadas , es-:apar por milagro al pu ñal ó al c uchii.Jo de
los m is mos á qui enes acababan de soco rre r.
y h ay qu e tene r en cuenta ' a tod o esto' qu e se trataba
de un clero admirable por su saber y por s us virt udes. De
él ha di cho T ocqu eville q ue «no sabe si ha habido en todo
el mu nd o otrv más not:tble qu e el clero católico de Francia
e n el m om en to en que lo so rprendi ó la revolución; ni más
ilustrad o, más nacio nal , más fuerte en las virtudes p riva-
d as , mej or provisto d e virtudes públicas , y a l mismo tiempo
con más fe. Yo (añade) e mpecé el est udio de la sociedad
antigua lleno de prevenciones con tra él , y lo acabé lleno
d e respeto ' . -Cita nd o á Tocq ueville , dice Tai ne 'q ue su
propio j uicio , fundado en el estu di o de los textos, coincide
con éste , y se extiende e n elogios sob re el carácter , la inte-
ligencia y las virtudes d el clero francés . Y Edmundo Bu rke,
en su célebre CARTA, que da materia al capitulo V de esta
obra , h ace del mism o cle ro altísimos elogios, por haber te-
nido (dice) el g usto de co nocerlo y tratarlo cuando estuvo
e n Fr:mcia. Se ve, pu es, que no había ni aun son~ h~a de pre-

• L'andt ll rtgimc ti la Rt uolutioll, par M. de Tocqueville, pág. 169.


' En la obra ya citada : La Rcvolulion, tomo 111 , pág. 4 10 á 416.

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Capíttllo décimoséptimo.
texto para las crueldades y abominaciones sin ejemplo de
que fué objeto. Por otra parte , los textos que citamos , de
protestantes dos de eJlos, y el otro de perso na cuyas ideas
no se tacharán ciertamente de clericales, no dejan duda en
el ánimo sobre la verdad de las calificaciones 1

Horribles escenas se representaban en las iglesias sa-


queadas por las turbas. En ellas , ó en las salas capitula res
de los que fu eron conventos , se había n establecido los prin-
cipales clubs, á quienes ins piraban las logias masón icas.
En la iglesia de las Ursulinas de Au xerre vamos á asistir a
una de estas escenas •. Co mo es de suponer , saqueada la
iglesia, no quedaban en e Jla , ni cristales de colores, ni es-
tatuas en Jos nichos, ni cuadros en las paredes. Donde an-
tes se encontraba el a ltar mayor, se había co locado un estra-
do , y en él la mesa presidencial. Al púlpito se le había
revestido cpn un lienzo tricolor, para tribuna de los orado-
res. La reunión correspond ía, en s us trajes y gorros, al espí-
ritu que la animaba . Se abre la sesión, y el ciudadano
secretario lee el acta.- ¡ Noticias de París!, grita la concu-

1 He aqui, según M. de Pradt, en su obra antes citaoa , t omo 1, páginas 160


y 16 1 1 cuál era el personal Jel clero de Francia aRtes d e la revolución francesa:

Arzobispos y O bispos • •.. . • • ..... •••.• ... . •.. .. . . . • 136


Canónigos d e catedral , 50 por iglesia •.... .•.. .•. . . ..• 6,8oo
Curas párrocos . • ...... •. .•..• . .... •• ....... ... .. . 44,000
Sucursales ...•.. . .. . •..... . .•... •..•. . . ... ... . ..• 6,400
Vicarios •.... . ..•.•.•.•.•. . .•• .. • ... . .•. . .. . • . • •. 18,000
Eclcsiástlcos 1 con beneficio ó sin él . ......... .. ..... . 16,ooo
Canonesc.s ... . . .... . ..... .... . . ...... . .. .. . ...... . 6oo
Monjes . •....• . .. . •.• . . •.•.•.••. •.. . .. .. . . . ...•. _3 1,000
Religiosas ... . .. • . . . •.. . ••• .....•.•. •. •...•.•..•. 2.7,000
Ministros y servidores de la iglesia. . . • . • . . . . • . . . . . . . • 10,000

TOTAL •. ••••• ••• • ••

Calcula el autor el total del clero de Europa por en ton ces en 9.50,000 individuos.
Y cree que venia á ser el 1 por 1oo de la población.
2 l a describe el precio"" libro del P. Clair, antes citado.
20

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La Desamortización.
rrencia.-Las te.n emos , y muy buenas: la Asamblea exige
el juramento cívico á todos los sacerdotes.- ¡ Bravo 1-Y
manda deportar á los que no lo presten.- ¡ Ahorcarlos l
¡ Guillotinarlos l Esto es más económico, y se hace mas
pronto.-Otro decreto los condena á la pena de muerte.-
Perfectamente.-Unjoven carnicero sube al estrado, y dice :
Ciudadanos: denuncio á todos los curas de la ciudad de
Auxer re, qu e en una carta firmada á 13 de Enero de t 79 1
se niegan á prestar juramento.- 1Ah monstruos y traido-
res 1 Echarlos al río.-No; mejor es hacerlos pedazos. Yo
me encargo de eso.- En esto p ide otro la palabra.- ¡ Qyé
abom inación , ciudadanos ! Sólo tres sacerdotes asiste n en la
catedral á los oficios que celebra el cura j uramen tado , que
es el único aprobado po r <da Nación .» Los eclesiásticos re-
beldes se forman parroq uias á su g u sto en las capillas de los
a ntig uos conventos. ¿No es esto un escándalo? En todo el
distrito de Auxerre sólo once sacerdotes se han sometido á
la ley. Propongo una declaración de q ue esos once curas
han m erecido bie n de la patria.- Sí, sí: y matar á los
otros •.
Da luego cuenta otro ciudadano de las salvadoras me-
didas q ue el comité ha adoptado. Helas aquí: «La abadía de
Saint-Germain 1' Auxerrois ha estado catorce siglos oprimien-
d o á este país. s~ la con vertirá, pues, en almacén de for ra-
jes , servirá el convento para cuadras, y los patios para
depósitos de equipajes militares.-La iglesia de los Capuchi-
nos se ha entregado ya á la indus tria privada.-El convento
de los Franciscanos será vend!do y demolido.-El de los Pe-
tits-Peres ha sido adj udicado al ciudadano N. , que hará de la
iglesia depósito de harinas.-E l m onasterio de Benedictinos,
en el arrabal de San Martín, lo ha cedido la Nación al ciuda-
dano N. , el cual anu ncia al público que vend,. ::! pormenor
los materiales de la Iglesia. -El convento d e los jacobinos y
• Estos pormenorts son históricos, dice el autor del libro que citames.

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Capítulo décimoséptinw.
la abadía de Nuestra Señora en Auxerre, serán·sacados muy
pronto á subasta. (Esto último lo dijo de corrido el lector,
porque de ambos conventos se habían apoderado él y otro
de los suyos. ) - El de las bernardinas se ha purificado con
la instalación permanente en él del comité revolucionario:
presta además al público otro servicio, porque es prisión de
sospechosos. - El de la Visitación sirve de casa de detención
para los sacerdotes que no han prestado juramento .-Las
parroquias de Notre Dame la d' Hors y San Eusebio, han
sido suprimidas, y se procederá á la venta de s us efectos
.:omo bienes nacionales.>>
- Ci udada nos, dijo otro , levantándose y mostrando un
paquete de papeles; aquí hay gran número de peticiones
Je católicos, que protestan contra la enajenació n y ex-
propiación de las iglesias. Al pueblo soberano toca resolver.
-Q!le se queme n esas peticiones.- Entregó el portero el
paqu ete de los papeles al secretario, y éste los hizo arder á
la luz.

No vam os á reseñar aquí, porque el sentido común se


subleva y la n1zón indignada los rechaza, los enormes dis-
l:.ttes , saturados de blasfemias, que la Asamblea propalaba
l>ajo la inspiración de los jacobinos e n 1794. Algo queremos,
sin embargo, dar á conocer , en lo q ue se relaciona á n uestro
asunto . Oigan nuestros lectores : «No habrá ya en Fran-
ci;l culto católico , ni bautismo, ni confesión , ni casa mien-
tos , ni extrema-unción , ni misa : nadie predicará ú oirá
un serm ón ; nadie administrará ó recibirá los Sacramentos,
salvo que qu iera exponerse á la prisión ó al cadalso. Y á
este fin , procederemos por orden : con la Iglesia católica es
nuestra posición muy desembarazada, porqu e, habiéndose
negado á j urar, están sus miembros fuera de la ley .... , han
perdido su cualidad de ciudadanos , se han convertido en
simples extranjeros, están bajo la vigila ncia de la policía;

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.308 La Desamortización .
y como propagan en torno suyo el desafecto y la desobe-
diencia, no sólo son extranjeros, sino sed iciosos y enemigos
ocultos .... , y hem os de castigarlos com o rebeldes. Para ello,
hemos echado ya de Francia 40 ,000 sacerdotes no jura-
m entados, y deportaremos á todos los que no han salvado
la frontera en el térmi no qu e se les fijó .. . . : pena de muerte
contra los desterrados que v uelvan : pena de muerte
contra los que los reciban .. . .» - Pasaremos por alto los
d enig rantes asertos que sobre la religió n y los sacerdotes
vienen lu ego; pe ro reproduciremos estos otros: «En los
mun icipios dond e imperamos , haremos que los jacobinos
pidan la abolició n del cu lto , ó lo :1boli remos por propia
autoridad ; en los d emás lo haremos por medio de nu estros
representantes. Cerraremos las iglesias. echaremos abajo
los cam panarios, fu ndiremos las campanas, enviarem os
los vasos sagrados á la casa de la moneda , d estrozare mos
las imáge nes de los santos , profanaremos las reliquias ,
prohi biremos los entierrps re ligiosos , impond remos el en-
ti erro civil , prescribiremos el desca nso de lil década y el
trabajo del d ia festivo.»
No continuaremos esta ex posición . en la que , aun des-
pu és d e haber omitido lo peor, parece que se oye hablar á
los m onstru os del ave rno, y qu e tomamos literal d e la
no table obra de Taine antes citada '.

Pero no es esto sólo. Aquella revolución si n ejemplo,


d onde no hubo abo minación ni delirio que no saliese á luz,
quiso imponer á la nació n una religió n laica, encaminada á
destruir el catolicismo y á sustitu ir á las tradicio nes d e diez
y ocho sig los, las teorías que algunos revol ucionarios ha-
bían fab ricado en s us gabi netes. Las más ext ravagantes
invenciones se mezclaba n en ellas á la im picuad más horri -
ble . G uerra á la observancia de los dias festivos, al calen-

• Tomo "' • pág. 84 y sig.

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eapítulo décimoséptimo.
dario y á los ayunos ; descanso forzoso cada diez días, bajo
pena de multa ó de prisión ; fi esta obligatoria en los aniver-
sarios del 21 de Enero y de l 18 Fructido r: asis tencia forzosa
d e todos los funcionarios públicos y de sus familias en los
actos del nuevo culto; asistencia obligatoria á ellos de los
maestros públicos ó privados, con s us discípulos de ambos
sexos; liturgia obligatoria; catecism os enviados de París:
tod o esto entraba en el programa de las locuras de aquel tiem-
po; y detrás de ello e l vigilante que encarcelaba. La perse-
cución al clero era so bre toda ponderac ión feroz. En sólo
la Bélgica , recientemente incorporada á Francia, se pros-
cribió á 7,260 s:~ce rdotes, enviándolos en carret as, como
hubiera podido hacerse con los más viles objetos. Era esto
por los años de 1798 y 1799. Llegaban los ho rrores de aque-
lla tiranía hasta prevenir que se fusi lase al sacerdote qu e,
desterrado- por las leyes de 1792 y 1793, volviese á entrar
en Francia.
Y para colmo de tanta abominación y de tanto desvarío, se
est ableció la llamada constilucióJt civil del clero. Á s u tenor,
las ig lesias son sociedades, administracionesó jerarquias, que
sólo pueden entrar en el cuadro de las instituciones de l Esta-
do como subordin adas y delegadas. Un sacerdote es, según
ella, un funcio na rio com o cualquiera otro, que se dedica á
las cosas del cu lto y de la moral. Cuando el Estado, pues,
quiera cambiar la condición de s us «oficiales eclesiásticos,»
no necesita el consentimien to ni la intervención de nadie. La
Asamblea no quiso por lo mismo negociar con la Santa Sede ,
porq ue ella se bastaba y sobraba para rehacer, por autori-
dad propia, toda la constitución de la Iglesia.
En lo sucesivo este ramo de la administración pública
quedada organ izado á semejanza de los dem ás. Tendría la
diócesis la misma extensión y límites que el departamento,
debiendo rehacerse por completo todas ellas, y suprim ién-
dose cuarenta y ocho sedes. «No podría el Obispo nombrado

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) 10• La Desamorti¡_ació1t.
»pedir su confirmación al Papa , sino escribirle en testimo-
»nio de la unidad de fe y de co munió n que deseaba conser-
»var con la Santa Sede.» Se prohibía al metropolitano y al
Obispo pedir á sus s ubordinados otro j uramento que el de
profesar la religión católica apostólica romana . Asistido de su
consejo, podría examinarl os sobre puntos de doctrina y cos-
tumbres, y negarles la institución canónica ; pero dando
sus razones por escrito, y fi rmándolas él y su consejo , sin
que su autoridad pasase d e aq uí, porq ue en cont ie ndas de
esta esp ecie , el tribunal civil decidiría.
El pueblo elegiría sus min is tros Pclesi<isticos: al Obispo
lo no mbrarían los electo res del departamento; al párroco los
electores del dist rito. Y para que la dependencia fuese com-
pleta, no podía el Obis po ausen tarse por quince días sin au-
torizació n del departam ento, ni el párroco sin autorización
del distrito . Á tamañas impiedades habia de s uscribir el
clero , no sólo con obediencia pasiva, sino con juramento
solemne, qu e habían de prestar todos los eclesiásticos, anti-
guos ó nuevos , arzobispos, obispos, párrocos, predicado-
res, capellanes de hospita les y cárceles , rectores dt:! semi-
narios y colegios, declarando qu e estaban prontos á hacerlo
y que sostendrían con todos sus esfuerzos aqu el orden de ins-
tituciones '.

¿Continua rem os la exposición de estos despropósitos ?


¿ Acabaremos el bosquejo de aq uella iglesia revolucionaria,
presbiteriana, herética y cisru ática , que la revolución fran-
cesa inventó para su uso? No , en verdad ; y excusamos
decir cuántas violencias y atropellos produjeron , cuántos
males causaro n , y qué ho rrible lucha encendieron en el
corazón de la Francia aquellas locuras.
Víctima de tanta abominación , el venerable Pío VI, de
edad de ochenta y cuatro años , arrancado de Ro ma , y
• Taine , obra citada , tomo 1.

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Capítztlo décimoséptimo. .3 l 1

hecho prisionero en Valence, murió al fin abrumado por la


impiedad revolucionaria , que soñaba haber encerrado á la
Iglesia en el sepulcro de su augusto jefe.
Agréguese, para completar el espantoso cuadro de la
revolución francesa , que 170 tribunales terroristas, distri-
buidos en todo el territorio , habían hecho rodar más de
18,000 cabezas , sin contar J O,ooo muertes violentas en
Lyo n , 14,000 en Tolon , .32,294 en Nantes, 900,000 en las
provincias g loriosam ente insurreccio nadas en el Oeste , y
com o d os millones de hombres que sólo en los años de
1792 á 1 799 se llevó la g u erra 1 •

Digam os, finalmente, qu e los bienes eclesiásticos valian


en Francia, según autorizadas opi niones, doce mil mi0one8
de reales, elevándose á quittientos millones • la renta que
producían .
Como á los desaciertos siguen por lo común los desen-
ga ños, nada más natural que la ley que en 2 de Enero
de 1817 declaró á los establecimientos eclesiásticos capaces
de adquirir; pero ni aun con esta ley pudo lograrse enton-
ces que se devolviesen al clero los bosques de su antigua
propiedad no vendidos. «La revolución, decía con este
1 Al ciudadano Prudhomme se debe la sangrienta estadística de las víctimas
Je aquella época , que recomendamos á los admiradores de la revolución francesa.
He la aquí :
Nobles, 1,178.-ld. mujeres, 750.-Mujercs de labradores y artesanos, 1 ,467.
-Religiosas , 350. -Sacerdotes, 1, 135.- Hombres de la clase media, 1,3 ,66;.-
Total de g uillotinados, 18,61,3.
Mujeres que muritron de susto ó por efecto de partos prematuros , 3.748.
Mujeres q ue fueron muertas en la Vendée , 1),OOO. - Ni!ios en id ., 22 1000.-
Muertos en id. , 300,000.
Víctimas en Lyon ,3 1,ooo.
Víctimas de Carrier en Nantes, ,32,000.-Entre estos se cuentan: Niños fusila-
dos, 500.- Niños ahogados, 1,,500. - Mujeres fusiladas, 264. - Mujeres ahoga•
das , 500.- Sacerdotes fusilados y ahogados, 76o. - Noble~ ahogados, 1.400. -
Artesanos ahogados , s.;oo. (Véase la obrita titul aJ~ : De 1789 á 1804, Q¡¡in{e ans
de Ret>OiuJion : París , 188o : librairn de la Sociili bibliograpbique.)
• Por un error material se dijo en la pág. 79, que era esta renta de quinieNtos
rnil millones.

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) 12 La Desamorti:¡_ación.
motivo el vizconde de Bonald el 4 de Marzo de 1 817 en la
tribu na de los diputados, no quiere soltar su presa ... .»
Y a ñadía con sentido acento : «No consintamos jamás en
des pojar á la Religión de los pocos bienes que le quedan.
No arranquemos á nuestra madre comú n los últimos vesti-
dos que cubren s u desnudez .... ¿Tendremos necesidad
de dec ir á los cristianos qu e el resp eto de los paga nos hacia
las cosas consagradas á sus dioses era tal qu e no se atre-
vían á tocarlas, y que los maho metanos jamás dedican á
usos profanos un a m ezquita abandonada y arru inada?}>-
También dij o Mac-carthy que lo únir.o sancionado por el
Concordato eran las ventas ya hechas , no las que se hicie-
sen en adelan te. Desgraciadamente no produjeron estas
observaciones e l efecto qu e debieron producir. Los bosques
del Estado se adjudicaron á la Caja de desamortización por
ley de 1 7 de Marzo de 1 8 1 7, si bien, por una compensación
irrisoria , se separó la parte necesaria para constituir una
renta líquida de cuatro millones en favor de los estableci-
mientos eclesiásticos '.

Y hagamos alto aquí, aunque el asunto es vasto y se


presta á otras ampliaciones , para hablar del despojo de la
Ig lesia y de las Órdenes religiosas en otras naciones de
Europa y de Am éri ca.
• Otra desamortización .<ui gmtris ~· hizo en el palacio arzobispal de París e l
29 de Julio de t8JO. Aludimos al horrible saqueo de aqud palacio, tan lleno de
riquezas y de preciosidades art ísticas , como que en otro t iempo se le había pre pa-
rado para alojar en el al Papa P io VIl cuando, á ruegos de N•polcón, estuvo en
París. De r ,200 :i t ,500 hombres y mujeres lo asaltaron fu riosamente: , haciendo
en sus preciosidades el más completo d estrozo. No habiendo sido la desamortización
otra cosa que el desp ojo de la lgle.ia , no vemos motivo para omitir este hecho,
aunque sea de índole especial • entre los que con ella se rcrlacionan.

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CAPÍTULO X VII l.

INFLUENCIA DE LA FRANCMASONERÍ A EN tL DESPOJO DE I.A IGLESIA .


- LA DESAMORTIZACIÓ:-1 I:.N ALEMANI A, EN AUST RIA Y EN ITALIA .

:i<J.. AR!o. - Empicun :i extenderse las logias masónicas a principios del siglo pasa-
do . ..:... Sus criminales propósitos. - Aaxilio que recibían de los filósofos. -1m-
piedades que estos p ropal•ban.- Pianes de Voltaire y de José 11 sobre el despojo
de la lglcsia. - Guerra á los Jesuitas.- Propaganda impia contra la lglesia.-
Que las logias, y no lo< vicios del ant iguo régimen, tnjeron la revolución fran-
cesa.- Test imonio de Luis Blanc :í este propósito.- Que t ambién fué el Terror
obra de las logias.-Cómo se conseguía que las turbas se impusiesen a la nación.
-Otras indicaciones sobre los planes de las logias.-Se introduce la masonería
en Alemania. - Alg<' sobre la dcsamcrtización en este pais.-La Jcsnmorli{ación
m AUJiria.- G.rácter despótico y ucéntrico de José 11 .- Sus sacrílegas in-
trusiones en los actos del culto.-Sus medidas arbitrari• s en los a<untos de la
lglcsi~ - Supre:;ión de algunos conventos. - Creación del t fondo de estudiost
y d el t fondo de religión t . - Gravámenes que pesan sobre la Iglesia en Austria.
- No ha sido allí la desamortiución semejante á la de otra> naciones.-La des-
arrwrli{ació n en 1/a/ia. -Cau sao que la produjeron.-Usur pac1ones de Napoleón l.
-Entercu de Pío VIl ante Napoleón. -Excomunión que fulminó contra éL-
Prisión de Pío VI I.-Su vuelta ,; Roma.-Nucvo y m as favorable aspecto que
toman los asuntos de lalglesia.- La desamortización italiana en nuest ros dias. -
Lcycs y disposiciones que l• h an llevado á cabo.-El despojo d e la Propaganda.

tm
de continuar la exposición histórica q ue del
NTES
despojo de la Iglesia en las naciones extranj eras
estamos haciendo, debemos detenernos u n mo-
mento á considerar la poderosa y eficacísima cooperación
con que á él concurría n en el pasado siglo las logias masó-
nicas unidas á los fil ósofos im píos: hecho de la mayor im-
porta ncia p or su mag nitud y por s us trascende ntales conse-
cuencias , que es interesante conocer, y que hoy se ha
puesto en claro con la más completa evidencia.

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La Desamorti{ación.
Conviene tener para ello en cuenta que en los primeros
años del pasado siglo empezaron á extenderse y propagarse
las logias m asó nicas. En 17 2 1 se habla ya establecido la d e
Dunkerke y Mons: en 1725 lo fu é la de Paris; en 17.32 la
de Burdeos ; en 1733 la de Valenciennes, y en 1739la de l
Havre. «Antes dE: 1743 , dice el historiado r inglés de las
sociedades secretas , Robiso n 1 , existía una asociación cuyo
único fin era arrancar de raÍ{ tos establecimientos religiosoJ
y echar abajo todos los gobiernos de Europa. La asociación
era universal , s irviéndole de escuela las logias de los fra nc-
masones. » En 1726 se estableció la primera logia en terri-
torio español (Gibraltar), y en 1727 se fundó otra e.n Ma-
drid , que estu vo sujeta á la gra n logia de Inglaterra , hasta
que en 1779 se declaró independiente.
Al crecimiento y á la influencia de estas asociacio nes
en Francia en el pasado siglo vinieron á da r no poco im-
pulso los fi lósofos afiliados en ellas, y sobre todo e l execra-
ble Voltaire. Las abominaciones que para alentarlas en sus
infa mes e mpresas brotaban de la pluma d e aqu el filósofo , no

son para repetidas; y al mis m o fi n co ntribuían O' Alembert,
Diderot, Naigeon , Grimm , Helvecio , Morelet , Freret , La-
grange y otros. Los escritos impíos salian á luz en abun-
dancia. ¡Guerra á la religión! , era el g rito de aq ue llo~
desalmados. « Los fi lósofos, decía Voltai re , deben arries-
»garse á todo, y hasta dejarse q uemar, por tal de destruir-
» la .... Las dos verdaderas divinidades de este mundo son
» la diges tión y el sueño .... El ateísmo es el único sistema
» qu e puede conducir al ho m bre á la libertad, á la felicidad
»y á la virtud .... Se p regunta dónde reside el alma: pues
»está en e l estómago.»
Est o escribía el hom bre á quien la g enc.;al..ÍÓn actua l
acaba d e leva ntar una estatua.
1 j o HN RoetsoN publicó en 1797 un libro t itulado : Pru¿bas tk las conspiraci~
ttes que co11tra todas las religio11<'1 )' todos los gobiernos de Europa se han urdido ' "
las asambleas stcretas de los ilumi11.1./os y de Jos f rancmasonu •


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eapitulo décimccla'Do. J l)

Cuando se leen sus sátiras impías, y sobre todo su co-


rrespondencia con Federico 11 , no causa extrañeza lo que
vino des pués, y se ve bien , dice un escritor insigne , que
los Bonaparte, los Palmerston , los Cavour , los Rattazzi y
los julio Fav re, no han inventado nad a para j ustificar el
bandoleris mo que se ha puesto en práctica co ntra el Papa y
contra la Ig lesia En 1743 escribía Voltaire á Federico 11
1

sobre un folleto que corría e n Holanda proponiendo que se


secularizasen los princi pados eclesiásticos en faV'Or d el Em-
perador y de la reina de Hungría. El Rey le contestó que no
sentiría ve rse comprendido en las restituciones que los
sacerdotes (decía) deben en conciencia á Jos reyes, y que d e
buena gana embetleceria á Berlín con los bienes de la Iglesia .
Y si se quiere ver más claro cómo estos dos corifeos de la
impiedad masónica estaban de acu erdo para aca bar con los
bienes eclesiásticos, v éase lo que , contestando á una carta
de Voltaire , de 3 de Marzo de 1767 , en que éste le im pulsaba
á hacer la guerra á la Ig lesia, le decía Federico 11 : <(No hay
»duda en que si se destruyeran esos asilos del fanatis mo (los
»conventos) , el pueblo llegaría á ser indiferen te y tibio con
» los objetos que hoy v enera. Seria preciso, pues, ech ar abajo
»los claustros, ó al menos empezar por disminuirsu número.
» El momento es opor tuno, porque el gobiern o fra ncés y el
»austriaco están llenos de deudas , y han agotado los recur-
»sos de su industria para pagarlas, sin conseguirlo. El cebo
» de las ricas abadías y de los conventos con buenas rentas ,
»es t entador .. Pintándoles los m ales que los cenobitas cau-
» San á la población , y el excesivo número de religiosos que
»llenan sus provincias, y al mismo tiempo la facilidad de
»pagar parte de sus deudas aplicando á ellas los tesoros d e
»las comunidades que no tienen sucesores, creo que se les
»decidiría á comenza r esta reforma ; siendo de p resum ir

1 N. DEscHAMPS: Ltl SoeiiUs secr<tes ti la Sociili, se~un da edit ion, t88o ,


t omo 11 , pág. 22.

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La Desamortitacióll .
»que luego que hubiesen gozado de la secularización de
»algunos beneficios, S/t avidez les llevaría á tragarse lo
»demás.»
Á lo cual respondía Voltaire .el 5 de Abril, que « la idea
»de atacar á La superstición cristiana, dirigiéndose con tra los
»monjes, era muy propia de un gra n capitán . Mucho se
» escribe a hora e n Francia sob re este asunto , y todo el mun-
»do habla de él ; pero aún no está la idea bastante madura;
»aún no hay b Jstan te osadi a para eso : los d evotos tienen
»todavía crédito.»
Y en 20 de Febrero de 1762 , en una de las b ufonadas
á qu e pone por titulo Extracto de la Gaceta de Londre-s,
d espués de contar por millones y más millones las funda-
cione~ d e Benedictinos , de Berna rdos, d e Cartujos, de Pre-
m onstrate nses y de Carmelitas, los ridiculiza hasta más no
poder , de nunciá ndo los com o ene migos de la patria, si no se
presentaban á bacer ofrenda voluntaria de stts riquezas para
costear buques de g u erra , y no enviaban los novicios , y
hasta los profesos, á servir de grum etes y de marineros en
la flota francesa¡ desp ues d e lo cual concluye: «E n cuanto
a los herm anos j es uitas, no se cree necesario que se sa n-
gren en esta ocasió n , porque la Francia va á verse pronto
purgada d e dichos her manos 1 .»
Y, en efecto: los jesui tas , co mo batallón de linea de la
milicia d e j esucristo, eran blanco predilecto d e los odios de
aq uellos malvados. D'Ale m bert los llamaba « los g ranade-
ros del fa natismo y d e la intol erancia,» y d ecía que, en
librándose de ellos , los otros no eran m ás que «cosacos y
» panduros , qu e no podrían resistir á nuestras tropas regu-
» lares • .» Y en Portugal , en España, en Francia, en
Ita lia y en toda Europa , se difundían á mann~ 'lenas los
libelos contra los j esuitas. ¡Vergonzosa y execrable his-

1 Correspondencia d~ Voltaire c~n D'Aiembert. FtUtlieJ , tomo 1.


• Obras de D'Alembert , tomo xv , pág. 257·

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Capítulo décimoctauo. .3 17
toria , hoy sobradamente conocida y debidamente j uzgada!
T odo estaba, pues, perfectam e nte convenido entre los
corifeos de la masoneri<t. Para destruir la superstición, era
preciso despojar al Papa de s u pri ncipado y de su dominio
temporal ; pe ro la .obra debía empezar por los relig iosos y
los conventos, para venir luego á los Obispos y al clero.
El gnm cap itán prusia no pedía que se cam inase des pacio,
y que no se empleasen sino «medios mora/e& , el pwial moral :
»este es el único camino que hay qu e seguir, porque minar
»sordamente y s in ru ido el edificio de la sinr<lZÓn, es po-
» nerlo en el caso de que él mismo veng a á tierra.» ( 1.3 de
Agosto de 177 5.) Y, e n efec to: torrentes de folletos, llenos
de calumn Íits y de sarcasmos, en todas las formas posibles ,
inundaban , como ya hemos dicho. la Francia y el mun do
entero 1 •
¡ Q!Jé libros los que salían de aq uell os antros de impie-
dad! ¡Q1Ié co nfesión la que hacia sobre los trabajos del
comité s u secreta rio Leroy á M. d 'Ange wi lliers e n Octubre
de 1 789, d oliéndose de la p a rte q ue había tenido e n ello ,
y añadiendo que él iba á morirse de dolor y de remordi-
mientos ! ¿Y qué tiene de extraño que á la publicación d e
aq uellos escritos siguiesen los discursos de Talleyra nd, de
Mirabea u , de Ch apelier, de Barnave, de Gregoire y de
otros , pidiendo la expoliación de la Iglesia y la abolición
de los votos religiosos , como tam bién que se proclamasen
aquellos «grandes principios>' masónicos : « todo es de la
»Nación ó del pueblo : todo procede de la Nación ó del pue-
» blo: todo, pues , perte nece á la Nación ó al pueblo: de él
>> han recibido sus dotaciones el c le ro, los sacerdotes y los
»monjes , no e n propiedad, sino en usufructo : puede el
>>pueblo, p or ta n to, recobrar y administrar lo que ha pres-
»tado?»-«El resu ltado fina l de todo esto, diceDeschamps,
era la abolición en la práctica de toda religión 1 porque la
1 Dtsrbamps , obra citada , tomo n , páginas~; y 17.

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La Desamorti{ación.
religión sometida al Estado , asalariada , convertida en
función pública y hasta en as unto constitucional, no podía
ser ni religión ni culto, dado que la Nación como Nación,
y sus representantes como tales , no podían tener princi-
pios religiosos, ni conciencia, ni moral .» 1

Por lo que con razón extraña el autor citado que los


escritores revolucionarios , á los que sigue buen número
de los conservadores , digan que la revolución francesa fué
consecuencia de los abusos del antiguo régimen , cuando el
mismo Luis Blanc ha escrito recientemente : « Importa
'>introducir al lector en la mina que estaban abriendo en-
» tonces debajo de los tronos y de lú5 altares u nos revo-
'> lucionarios mucho más activos y profundos que los
"enciclopedistas. Una asociación compuesta de hombres
'>de todos los paises, de todas las religion es y de todas las
» clases, unidos entre si por convenios simbólicos, obliga-
'>dos por el juramento á guardar inviolablemente el secreto
'> de su existencia interior , sometidos á lúgubres pruebas,
'>ocupándose en ceremonias fantásticas, que practicaban
»la beneficencia y se consideraban iguales, aunque estaban
'> divididos en las tres clases de ap re ndices, compañeros y
» maestros : esa es la francmasonería. Pues bien : la víspera
» de la revolución francesa , la francmasonería había alcan-
»zado un desarrollo inmenso .... »
La misma faz horrible y pavorosa de la revolución fran-
cesa apell idada el Terror, fué acordada en las logias. <<Todos
aquellos misterios (dice con su autoridad irrec usable Ber-
trand de Moleville), cuyo conocimiento explica varios su-
cesos importantes que hasta entonces se habían atri buido
al acaso, fuer on revelados al Rey y á la Reina en conversa-
do nes secretas con Mirabeau, quien les dijo, entre otras
.:osas, que el sistema del Terror , que fué el que realmente
obró la revol ución , y que no se abandonó después, nació
1 O bra citodo , tomo ti, p:ig. 34·

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Capítu/o décimocf(l'VO. 319
en la facción filantrópica , cuyas reuniones se celebraban•
ya en casa del duqu e de Laroch efoucauld , ya en la del Du-
qu e de Aumo nt , cerca de Versalles. Y dice luego cómo dió
cuenta Adriano Duport á dicha facción de los planes que
se le habían encomendado , siendo sus principales bases
¡as mis mas que se ·ado ptaron lueg o en la Constitu ción
Je I 79 1 •.»
Y todavta son m ás de notar estas otras palabras de Mar-
monte! en sus Memorias, refiriéndose á los s ucesos de 1789:
,<El dinero y el espíritu de pillaje son de gran efecto en el
»pueblo. Acabam Js de hacer un ensayo en el arrabal de San
'>An tonio , y apenas se creería cuán poco le ha costado a 1
»duque de Orleans hacer saqu ear la fábrica del buen Reveil-
>>lo n, que está sosteniendo á cien familias. Mirabea u dice
>>Lon g racia que con un m illar de luises se puede prom over
>> una buena sedición. » Se hace luego cargo de qu e g ran
parte de la N ación , que no conoce estos proyectos, va á
c:star e n oposición con ellos; y á esto dice : «Pero si los des-
»aprueba, será tímidamente y sin ruido . Además , la Na-
»ción, ¿sabe acaso lo qu e quiere? Ya se le bará querer y de-
'>cir lo que mmca ba pensad<J.... Los hom bres de bien son
»débiles y tím idos : los perd idos son los que se deciden á
>>todo. La ventaja del pueblo en las revoluciones es que no
'>tiene m ora l. ¿(h¡ién puede contra una clase de hombres
>>para la cual todos los medios so n buenos ? Ninguna de
•>nues tras viejas virtudes pued e servirnos; ni el pueblo tam-
'>poco las necesita .... T odo lo que es necesario y út il á la
>>revolució n , es j u sto. Este es el gran pri ncipio.»
Barruel , que vi vía en aqu ella época en París, dice cómo
disponían del pueblo Mirabeau y sus cómplices. Desde
1788 estaba n los obreros iniciados e n las logias masó nicas,
para lo cual les dió facilidades la abolició n de los g remios,

• M oU!V ILLB : Hisloire de la Revol111;on .franeaise : édition d~ París , an . 1x .


pág. • s ..

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)20 La Desamorti{ación.
que tan cara pagaron con los males que la revolución hizo
luego caer sobre ellos.
No segui remos los pasos de la masonería en época pos-
terior á la revolución francesa , y señaladamente en el pri-
mer tercio de este siglo, en que ha impulsado y favorecido
las instituciones modernas, y sobre todo la libertad de
cultos. El plan de la masonería era e ntonces conservar h1
institución mon<irq uica en cuanto á la forma, cre:1ndo reyes
electivos que , saliendo de las filas de los revolucionarios y
de los masones , le sirvieran como instrumento del gobier·
no que ella se habría así conquistado ; y minar sordamente
á todas las naciones de Europa. h :~sta que llegasen a estar
maduras para la república real ó universal y para llevnr ;i
cabo la destrucción de todas las nacionalidades.
Es muy curioso estudio el de la historia política de Eu-
ropa en este siglo, en la que se ve á la masonería dirigiendo
todas las evoluciones y personificándose en todos los
hechos; pero no podemos entrar en estos pormenores.
Nuestros lectores tienen, por otra parte , excelentes obra.
en que hacer este estudio 1

O!le en Alemania había echado raíces la masonería,


sedu ciendo hasta á los príncipes católicos , es cosa bien
conocida. Francisco de Lorena , esposo de María Teresa ,
había sido iniciado en ella en 1 7 J 1 , entrando en una logia
que presidía en el Haya el conde de Chesterfield. Gracias A
esta protección secreta , la masonería se fué propagando en
el imperio , á pesar de las Bulas de Cle mente Xll y de Be-
nedicto XIV y del edicto del emperador Carlos VI en 17.38.
En una hermosa obra de Cretineau joly ' puede verse cómo
empezaron á minarse en aquel imperio los principios cató-
licos. El hijo de Maria Teresa, José 11 , afiliado desde su
juventud en las logias, se entregó por completo á los con-
, Sobre todo la da M. Dtsebamps , citada en esle capotulo 1 cuya lecturA reco ·
mendamos ~f.cazmente.
' I.'Egfist romnint tn fact dt Ir~ Rroolution.

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Capítulo décimoclavo. J21

sejeros masones. De aq uí la destrucció n de las Ó rdenes


relig iosas , la confiscación de los bienes de la Ig lesia y
los demás actos de aq uel excéntr ico Emperador, cuyas
aberraciones y d islates no tie n en número, como diremos
muy luego.

También fue en ALEMANIA objeto de atentados á prin-


cipios de este siglo la propiedad de la Iglesia. Á conse-
cuencia de las g uerras' y a titulo de indemnización po r lo
que con las co nqu istas de Francia había n perdido ,-corno
si la que debiese pagar esta indemnización fuese la Iglesia,
- los príncipes seculares invadieron las soberanías eclesiás-
ticas que estaban bajo su protección , y en 2 3 de Febrero
de 180) confirmó es tas usurpaciones la Dicta de Ratisbo-
na , mediando en ello los gobiernos de Francia y Rusia.
Secularizáronse, pues, los bienes de los Arzobispos electo-
res y de los· cabildos , y se adjudicaron á los prí ncipes. Tan
cómodo y sencillo pareció a és tos repo nerse de sus pérdi-
das despojando :i la Iglesia, la cual perdió con ello vastos
domi ni os . justa mente alarmado el Pontífice Pío VIl , se
d irigió á N;~pol có n 1 para rem ediar el daño.« Las iglesias de
Alema nia, le decía, ha n sufrido en estos úl timos tiempos
cuan tiosas pérdidas. Muy á des pecho nuestro, han sido des-
pojadas de casi todos s us bienes, y no os será dificil con-
cebir el dolor profundo que nos ha causado verlas privadas
en un instante de los muchos y sólidos apoyos que garan-
tizaban su estabilidad y mantenían s u esplendor. » Y con el
tin de arregla r del m ejor modo posible estos asuntos , y de
impedirque ocurriesen mayores da ños, pedia al Em pera-
,tor qu e le prestase su concurso. Al propio in ten to se en-
tablaron negociacio nes y se propuso la instalación de un
Nuncio en Ratisbo na , que informase á la Saf'!ta Sede de las
necesidades de los fieles y de los gobiernos. Se redactó, en
virtud de est o, un proyecto de Co ncordato , estableciendo en
21

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)2.2 La Desamarti{aciótt.
él q u e cada sobera no dotaría á los Obispos de sus Estados.
Se trató luego d e los intereses de la Iglesia y de los prí n-
cipes , á cuyo efecto , d esde el 6 de Febrero de 1804 al
2 1 de Marzo s ig uie nte , se celeb raron ocho confe rencias
e n Ratisbo na , siendo los n egociadores el Nuncio Della-
Genga , el g uard asellos del im p erio germá nico, de Fra nck ,
y de Kolborn , Obispo sufragáneo de Dalberg. Pero estas
negociacio nes no pro duj ero n en la prác tica resultado al-
g uno.

En la m ateria que da asunto á es te libro, ofrece el Aus-


TRIA una verdadera especial idad. Era José 11 , que im peró
allí en el último tercio d el pa ado siglo. un hombre tan
ext ravaga nte como arbitrario, e n cuyo ánimo pu lu la ban
con fuerza las doctrinas del impío fi losofis mo , y que pare-
cía gozarse en ellas . co mo e n sus cordia les r elaciones con
Volt<tire. Hasta dónde llegaba n sus disposicio nes hostiles á
la Ig lesia . lo p ru eba la carta qu e en 1767 escribía á aquel
corifeo de la im piedad, y de qu e acabamos de dar cue n-
ta ; carta qu e no impedía ciertas manifestaciones de reli-
giosidad , qu e se imponían si n d uda en su ánimo p or con-
side racion es de diverso género, como e ran las que hacía al
Pontífice Pio VI en otra carta d e qu e también hem os dad o
cuenta ' ; sin qu e á su vez, fuesen obstáculo estas m anifes-
taciones p ara que, co n una osadía sin limites. se entrome-
tiese e n las cosas eclesiásticas . queri endo arregla rlas :'t su
arbitrio, so pretex to de qu e él no se m ezclaba en asuntos
d e dogma , sino de discip lina , como si tuviesen los Reyes
a tribucion es para in misc uirse en una ni en otra cosa . Yió-
sele , e n efecto, enviar á los Obi pos determinados catecis-
mos , indicarles los libros qu e habían de po ne r en man os
de los fieles, abolir las cofradías. disminuir las procesiones
y arreglar el cu lto divino y sus ceremonias . toma ndo dis-
• V. las páginas 42 y 4).

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Capítulo décimoctavo.
pos1c1ones que contribuían á debilitar su pompa y majes-
tad. Esto sin contar con qu e él nombraba los abades, obis-
pos y pabordes , desconociendo y atropellando el derecho
de la Santa Sede 1 • Esta reprensible conducta fué la que
decidió ;1l celosísimo Pontífice Pío VII á intentar un esfuerzo
supremo por lograr un cambio e n aquel ho mbre; para lo
cual , creyendo ganar su corazón , le hizo una visita en Vie-
na , sacrificio que en la práctica no dió otro resultado sino
el de g randes demostraciones de respeto y de consideración
al augusto Pontífice, á las que no correspondieron de modo
alg uno los actos posteriores.
Bien lejos de eso , un nuevo decreto del Emperador
q u itó en 1783 á la Dataría el nombrami ento de todos los
Obispos del Milanesado y de Mantua. En él se titulaba
«tutor su premo de la Iglesia y administrador de sus bienes
temporales;» de lo cual á la conducta de Enrique VIII de
Inglaterra , que se declaró Pontífice en su reino, no había
mucha distancia. No se creería. en verdad, si de ello no
hubiese pruebas, hasta qué punto , y con qué perverso es-
píritu , siguió mezclándose en las cosas eclesiásticas, llegando
hasta decretar que no hubiese más que una Misa en cada
Iglesia , que no se expusiese el Santísimo Sacramento sino
los diasde fiesta, y o tras cosas á este tenor. Y no nos deten-
dre mos en reseñar los muchos actos hostiles á la Santa Sede
qu e ejecutó. y los que revolvía en su mente y n o puso por
obra ,por no ser estas consideraciones propias del asunto es-
pecial de esta obra .
Pero también en este nos da materia en que ocuparnos
el tristem ente célebre José 11 , po rq ue en 1782 s uprimió una
parte de los m onasterios, y cuatro años despu és lo hizo de
un nú mero m ayor aún , apropiándose los bienes de los
más ricos, y pasando á sus manos los mejores cuadros de
sus galerías y los mejores libros de sus bibliotecas. Vendió ,
1 V. la Historia general de In Iglesia por 8ERA ULT- 8EkCASTEL , lib. xt.

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J24 La Desamortizaáón.
ad emás, en pública s ubasta un co nsiderable número d e
bienes y hasta vasos sagrados '.
Hizose este despojo , no en virtud de ley alg una , sino
por actos a rbitra rios de aque l despót ico Monarca, que , com o
ya hemos dicho, se consideraba árbitro y legislador s upre-
mo, asi en lo eclesiástico como e n lo profa no, y no reco-
n0cia más ley que su volu ntad. sentando con su conducta
precedentes funestisimos, cuyas deplo rables consecuen-
cias se están tocando aún hoy dia. Con los bienes de los
institutos s uprimidos se cons tituyeron dos cajas ó fo ndos
especiales: un o, de los que se ocuparon á los jesuitas, lla-
mado fond o de estudios (studie11jond), que se destinó á lo
qu e su objeto expresa; otro , de bienes de los con ve ntos
supri midos. llamado fond o de religión (rfligiousfond ), qu e
tiene el Estado . no en propiedad, sino en administración, y
con el qu e ha erigido obispados, parroquias , iglesias, ca-
pillas y uni versidad es.
Se ve , pues , que la desamvrtización verificada en Aus-
tria en tiempo d ejosé !! , tuvo un carácter especial, y grato
es decir que aquel esca ndaloso hec ho no se ha repet ido en
este siglo. Mas no po r eso dej a de sufrir la Iglesia grandes
exacciones ni dejan de pesar sobre e lla considerables cargas¡
porq ue no dando el fondo df religión , ma l administrado corn o
está por las manos vivas, lo neces:1rio para costear todas las
atenciones del c ulto . se ha esta blecid o para es to sobre las
re ntas de la Igles ia y d e los institutos religiosos un enorm e
impuesto . El a rzobispo de Viena , por ejemplo, paga para
ese fondo I J,OOO flori nes anuales, y otro convento in me-
diato de regulares lateran enses paga 7 J ,ooo.
Y es lo peor d el caso que , a unque los ministros del
cu lto viven , como se ve, con fondos propios v "in gravar a¡
Estado, no deja por ello de dárseles cierto carácter d e funcio-
narios, qu e es consec uenc i~ de l perverso espíritu de la legis-
• BF.RAULT Bt:RCASTI~L , obra c itada.

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,.,.
Capitulo décimocta~·o. )-'
!ació n josefina , tan conform e á las corrientes secularizadoras
de este siglo, que á todo quieren im primirle el sello de /o
civil. ¡Tan permanente y funesta h a sido la trascendencia d e
aquellos actos des pués de un siglo de h aberse consum ado !
Y es que , á pesar de que Francisco 11 quiso rem ediar los
daños causados po r s u antecesor José , no tuvieron sus dis-
posiciones para el bien la fueza que habian tenido aquellas
para el mal .
Explicase fácilme nte . por est e estad o excepcio nal , qu e
no haya habido en Austria en este siglo una desa mortizt~­
ción sem ejt~nte :i las d e otras naciones . Pero no faltan , á
pesar de e sto, los que la e xcitan á despojar á la Iglesia de
los bienes qu e posee . y a hacer de ellos publica almoneda.
En la Revue des Deux Mondes escribi<~ M. Em. de Lave-
leye en 186o lo ig uiente: " En Austria el Estado es muy
» po bre y el cle ro m uy rico : el primero tiene enormes deu-
» das, y el segundo rentas cons iderab les. El ejemplo de
>'tantos otros Estados católicos , como Fra ncia . Bélgica .
» España é Italia, qu e han puesto la mano sobre el patri-
>•monio de la Ig lesia, es muy ocasionado á tentación . Por
"Otra parte, se ha inventado una pa labra muy inocente
>• para desig nar esta o peración tan lucrativa : se le da el
>'no mbre de iucautación.» Sig ue el escrito diciendo que no
se puede negar al Estado el de recho de disponer de los
bienes eclesiásticos, como tam bién que éstos no son pro-
piedad de los ministros del culto , sino del cuerpo m o ral,
que los posee en virtud de un privilegio qu e les concede
el Estado.
Aquí venin nues tros lector es lo mism o de siempre:
las impías doctrinas contra la propiedad sagrada de la Igle-
sia , que en todos conceptos y d esde cualquier punto de
vista po r donde se mi ren , hemos condenado en el discurso
de esta obra . y antes que nosotros ha co ndenado y anatem a-
tizado la Iglesia . Pero de la sensatez y cordu ra del gobierno

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La Desamortización.
austriaco y de la seriedad de esta nació n es de esperar que
1

no se dejen seducir por tales reclamos para cometer ese


despojo sacrílego que ha sido la ignominia de otras nacio-
nes que tan desacreditado está en la opinión pública , y
1

que no ha traído consigo , después de todo , sino desastres


y ruinas:

Si la expoliación de la Iglesia en aquella parte que se


ha hecho al estilo moderno , tiene en ITALIA breve y recien-
te historia, no dejará por eso de ser cierto que el maléfico
espíritu que la ha producido data d~ antiguo. Lo que he-
mos dicho del infl ujo de las doctrinas filosóficas y de las
maquinaciones de las logias masó nicas , tiene aquí aplica-
ción inmediata. ¿Ni cómo habría podido Italia permanecer
extraña á la deletérea influ encia de los escritos impíos que
los filósofos y los masones difundían por toda Europa , ata-
cando á la religión y al Pontificado? F.n la conflagración que
la revolución francesa llevó á todas partes, porque en todas
hallaban sus locuras entemlim ientos viciados y corazones
pervertidos dispuestos á acogerlas, muchos de los amigos
de la libertad hacían guerra cruel á la Santa Sede , viéndose
lt<~lia profund<~mente conmovida por las pasiones revolu-
cionarias . Y si aun el poder a ltísim o del Vicario de Jesu-
cristo llegó á verse atropellado por la fuerza brutal en las
augustas personas de Pío VI y de Pi o VII , ¿cómo no h<~ ­
bian de sufrir quebranto al propio tiempo sus inte reses
temporales ?
Porque, en efecto : durante las . sangrientas luchas de
la revolución francesa, asi la Francia como la república ita-
liana se habían apoderado de muchas propiedades de la
Santa Sede. Los ducados de Parma y Plasencta que le co-
rrespondían por la muerte del último duque Farnesio, no
se le devolvieron. La Asamblea Nacional incorporó á Fran-
cia el Aviñón y el Condado. El Directorio de París hizo

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Capitulo décimoctavo .
ocupar las tres mejores provincias del Estado Pontificio ; á
sabe r: las Romanías y los territorios d e Bolo nia y Ferrara.
Perdió as imism o la Santa Sede las g ra ndes poses iones de
la Mesola, cerca de Comac hio, po r las qu e le pagaba el Rey
de Cerdeñ a, e n caliiiad d e d elegado p ontificio , u n ce nso
a nual ; y p or la situació n que á principios del siglo se había
c reado e n Francia y Ale ma ni a , se vió priva da de g randes
e m o lume ntos, s ufrie ndo ade más , á causa de la re vo lución,
innu merables perdidas en la Cámara apostó lica, s us re n tas
y sus súbditos. Sobre estos puntos for m uló Pío V Il á Na-
poleón una reclamación formal , solicitando s u a p oyo; pero
Na poleó n le d ij o qu e nada podí a cerce na r d e un imperi o
extra njero que, al con fia rl e su gobierno, le había im pues-
to e l deb e r de protegerlo.
Por ot ra pa rle, co nsiderá ndose árbitro de los destinos d el
mundo , co menzó el m ism o Napoleón en los dominios ponti-
ficios aq uella serie de invasion es, que han ve nido á pa rar en
las expo liac:on es d e nu estros días; y d espu és de ocu par á
Ancona. dispuso de los princi pad os de Benevento y Pon te-
Co rvo en favo r d e su m inistro d e RelaC:vnes ex te riores, h a-
ciéndolo asi saber á Pío VIl en 16de juniode 1806. Gra nde
y d ign~1 fué la entereza qu e m ostró el Pon tífi ce, como
ac reditan sus cartas al Empe rad or , el cual sen tia harto bien
la fu erza del pode r espirit ual , cua ndo decía: <<Yo no he
»nacido á ti em po : Alejandro p udo llamarse h ijo de jú piter
»sin qu e nadie le con tradijese; pero yo e n c u entro e n mi
»Sig lo un sacerdote qu e m e aven taja en pod er, pues re ina
»Sobre los esp íritus, mie nt ras yo sólo rein o sobre la ma-
'>te ria . '1
Y esto mism o le irri ta ba m ás, y le impulsaba con
m ás fu erza e n s us a rbitrarias d is posiciones , llega ndo hasta
a poderarse de los obje tos a rtísticos de ia Villa Borgbese, que
eran el m as precioso orna m ento de la capital del mundo
cristia no; a ocu pa r militarmente á Roma el 2 de Febrero de

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La Desamorti1_aciótt.
1808, declarando el 7 de Abril siguiente unidas al reino de
Italia las provincias de Urbino , Macerata y Cameri no; á
confiscar , por otro decreto de igw1l fecha , los bienes de va-
rios Cardenales , Prelados y otros personajes. y á decretar
por fin , desde s u campamento impe rial de Viena, en 17 de
Mayo de 1809, que los Estados d el Papa quedaban incor-
porados al imperio francés , d eclarando, no obstante , á Ro m a
ciudad imperial y libre : con lo qu e los dominios de la Santa
Sede no darian en adelante más r enta que la de dos millo-
nes de francos.
No se intimidó tampoco en esta ocasión e l gran Pontí-
fice: antes bien redactó y publicó la Bula de exco munió n
Quum memoranda contra los autor es, fa utores y ejecutores
de las violencias ejercidas co n el Papa y la Santa Sede, qu e
eran muchas y g raves . y aparecen recopiladas e n ella.
Pero la audacia de sus ene migos tampoco r etrocedió : el
general Radet recibió orden de intimar al Papa, en nom-
bre del Emperador , que renunciase á la sobe ranía tempo-
ral de Ro ma, ó seria llevado ~mte el general Miollis, jefe
del ejército de ocupación; y asi se hizo en los primero ·
dias d e Julio de 1809. consumándose la horrible iniq uidl:ld
que se llama en la historia e l rapto de Pío VI/.
No proseguiremos tan triste historia , que t erminó al fin
con la vuelta del Pontífice á Roma el 24 de Mayo de 18 14 ,
por ser. en medio de su palpitante interés , ajena á nues-
tro asu nto. Sólo diremos que en el Congreso de Viena
se acordó luego la resti tució n de los domi nios usurpados .
salva la provincia de Aviñó n, el condado de Venecia y
la parte de la legación de Ferrara situada á la izquierda del
Po; como se acordó tambié n la devolución de los objeto
de arte arrebatad os en tiempo de Napoleón , !1auiendo cos-
teado Inglaterra, con dos do nativos de á veinte mil duros,
su traslación á Roma y su instalación en el museo ro mano.
Aprovechóse Pío VIl de estas favo rables circunsta ncias,

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Capítulo décimortavo.
y e n 18 17 se rehicieron muchas casas religiosas , pudiendo
ya el Sum o Pontífice dispone r de cuantiosos bienes de que
antes se le habia despojado. El 1 1 de Enero de 181 8 se
volvió á ltbrir también el Colegio de la Propaganda, que, a
causa de los acontecimientos anteriores , había estado cerra-
do muc hos años, y que en nu estros mismos días había de
·er objeto de nuevos ataques de l poder civil.
Por otra parte, al subir al trono de Cerdeña en 1802
Víctor Manuel, y encontrarse una masa de bienes que el go-
bierno im perial se había apropi<tdo, no vaciló e n declarar
que no los considerat>a bien ad quiridos y que los restituiría
á s us antiguos du eños. Puesto a l efecto de acuerdo con la
Santa Sede , se dió á esos bienes una aplicación justa;
y sig uiendo ht misma conducta s u sucesor Carl os Félix
( 1821 ) , se arregló todo defi nitivamente conforme :i un
plan qu e -se presentó y qu e aprobó León XII por Breve
de 14 de Mayo de 1828, en el que no escaseaba s us elogios
á la piedad del Rey.

La d esam o rtización al estilo m oderno es , corno puede


suponerse, cosa reciente en Italia . Alli debía prolongar su
acció n el espíritu tutelar de la Iglesia , y la ha prolon-
gado en efecto , hasta que en 1866 comenzó a ponerse en
práctica el sis tema de las expoliaciones. De 7 de Julio de
ese año es la ley que abolió las corpo raciones religiosas en
las provincias som etidas a l Piarnonte , y decretó la conver-
sión de los bienes inmuebles de los cuerp os morales ecle-
siásticos. La de 1 5 de Agosto d e 1867 vino después á
liquidar el patrimonio de la Iglesia. En la d e 29 de Julio del
mismo año se decretaron las pensiones de qu e disfruta-
rían los miembros de las corporaciones religiosas suprim i-
das. La de 11 de Agosto de t87o llevó acabo la conversió n
de los bienes de las fábricas. Y en 187.3 se completó la ex-
poliación , haciendo el ministerio Lanza que todas sus leyes

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3.30 La Desamortt{ación .
fuesen promulgadas en el Parlam ento , y d eclarándo las
aplicables á todos los Estados de la Ig lesia . El solo nombre
de tales Estados basta para comprender hasta qué extre-
mo es abo minable la medida ; porqu e , ¿ qu é cosa puede
haber más sagrada , tratándose de bienes, que el patrimoni o
de San Pedro?
Á las corporaciones relig iosas no su primid as, como los
cabildos, se les ha hecho vender sus bienes y coloca r s u
prod ucto en papel. Es la manía do minante d e los q ue en
nuestros tiempos se llama n hombres d e Estado : que todos
los bienes de corporacio nes consistan en d euda pública,
salvo , por supuesto , los qu e el Estad o quiere conservar
am ortizados, para los cuales no se hLJ hec ho el princi p io
q ue condena las p ropiedades :ti m ovimiento continuo que
á toda hora apltcan los docto res de la ciencia mod erna. Á
aqu el acto se le llama couversión ; y , en efecto , por él se
convierte el.prv pieta rio e n pensionista d el Estado.
Sólo á los be neficios parroqu iales se ha d ejado tran-
quilos en Italia e n manos de sus poseedores; pero gravados
co n tan enormes impu estos, que, sobre ser esos beneficios
m uy pequ eños , qu ed an reducidos á nada . En ocho d écimos
de s u renta se calcula lo que pe rcibe el gobierno en im-
puestos , quia nominor leo. La mayor parte d e los párrocos
se hallan co n esto en un a situación miserable. Y tanto lo
conoce el gobiern o, qu e ha previsto el que. la renta d el
párroco no lleg ue á 400 francos, para cuyo caso le da el go-
biern o lo q ue falte á completarlos. Ha habido , sin emba r-
g o, e n los últim os años, bastan tes párroco que sólo per-
cibían wo fra ncos, s in qu e el gobierno se inquiet:tse por
eso. Pero últimame nte se les ha votado un subsidio .
En mil quinientos millones se calcula lv qu e en Italia
ha quitado el gobiern o á la Ig lesia. Y para asemejarse algú n
tanto al Austria , también se ha formado allí un fondo de
religión , adm inistrado por una com isió n d el gobierno y

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Capítulo décimoctavo. )JI

d estinado á pagar á los relig iosos despojados sus ilusorias


pe nsiones.
Un nu evo acto d e despojo ha ve nido á aumentar los
sinsabores y perjuicios causados á la Santa Sede por las
disposiciones citadas. Nos referimos al qu e ha obligad o á
la Congregación d e P1·opaganda Pide á convertir en papel
del Estado sus bienes inmuebles, contra lo cual se alzó la
Cong regación si n obtener res ultado, antes bien confirmán-
dose el acto expolia torio por el tribunal de Casación en
29 de Enero d e 1884 . En 2 de Marzo inmed ia to el Santo
Padre e levaba su autorizada voz cont ra estos actos en un
disc urso que dirigía al Sacro Colegio de Cardenales : « In-
» numerables pueblos de África, de Asia , de ambas Amé-
» ricas, de Oceanía y hasta de Europa ( decía ) , no han po-
» dido aún gozar de la luz d el Evangelio y de la verdadera
»civilización que proced e de esa bien hechora institució n.
»Y justamente para qu e se hallase en co ndiciones de corres-
» po nder á su alto d estino . los mism os Papas le han d ado
»rentas y bienes cuan tiosos, y con su ejemplo y s u palabra
»han invitado á la cristiandad a qu e haga lo mismo." Por
esto se ex plicaba Su Sant idad qu e hasta los m ás hostiles a
la Ig lesia hayan elogiado esta institución , y que su patrimo-
nio haya s ido res petado. Y por esto añadía tambié n que
cuanto tienda á so meterla á un poder extraño y á en-
torpecer s u acción , es un ate ntado cont ra la libertad del
Jefe de la Ig lesia en el ejercicio de su autoridad espiritual y
en las funciones de s u m inister io apostólico.
Contra el despoj o de la Congregad ón de Propaganda
Fide se ha elevado una p rotesta unánim e e n el mundo ca'tó-
lico. Nuestros lectores la vieron en los primeros m eses d el
año anterior (1 884) . Y como muestra de adhesión á ella ,
anticipó el autor d e est a obra la publicación d e s us dos
primeros capítulos, que vieron la luz e n una revista reli-
giosa.

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CAPÍTULO XIX.

L\ D F~ \MORTII.o\CIO:\ El\ V \RI , .., '< \ C:IONF.S L>F 1 \ .\ "v\ I~ RIC:i\


F.~l' A ~01 .\.

3t' \\,\ Mto .-Mtjico.-Expulsión deJo, Je>tllta< en 1767.-Vcnt.• de lo< bienc, de


obras pias en 18oS - Nuevos despojos por otros C<'nceptos. - Comienun ot r>
vez en 18.1 7.-Continüan en el periodo inmediato. -1\ctos de violencia con Jo,
p...,Jados en r86 L--Saludable reaccion catolica en 1863. - Su pronta desap•-
ricion y n uevos actos de <le<pojo.- N.. poleón quiere que <e proclame la liberud
de cultos.- Disgusto con que esta idea es recibida. - Proponense al Nuncio. en
este concepto , las bases de un concordato.-Digna contcstacion del Nuncio.-
U nzase el Gobierno de Maximiliano en el camino de las arb itrariedad es . -Ne ~o­
ciaciones con Roma.- L>ign• actitud del Cardenal Antonelli. -No se toca en
los negociaciones resultado alguno. -l'er ú. -Lo que importaban alli la' renu,
Jcl clero.-Dccretada la desamortización en 1804. queda sin efecto.-Se lleva á
cabo la expul<ión de los Jesuitas.-Sc ejecuta a la ve• en otras repúblic•>
amcricana<. -lnmensa ruina que it esta iniquidad siguió.-Lo que representa·
b.m en las Américas los establec.tlllcntos d e los Jesuiu s . -Á qué causas se de-
bió este hccho. -Cos/,, Rtr•t. -~ u situación especial en lu que se relaciona con
nuestro asunto.

hecho abvlll lll<thle, que hemuS llH:ncionado mas


N

de una ve7. en esta obra , y que habremos de men-


cionar co n repetición en e te capitulo , es el pri-
mero q ue al hablar de la desamortización en Mejico nos
sa le al encuentro. Nos referirn os á la expulsión de los Je-
uitas, que con las s1.tav~ y delicadas formas de costumbre
se ve rificó allí en la madrugada del 25 Je junio de 1767.
Veinticinco colegios y diez misiones quedaron supri-
midas con tal suceso. Y al decir esto, fácil es calcular cuan-

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H4 La Desamcrti1_acióu.
tas y cuán bien empleadas riquezas, cuántos y cuán pro-
vechosos trabajos, habría en esas instituciones destruí-
das , sabiendo á qué grado de esp lendor las habían llevado
los virtuosos hijos de San Ignacio. Pasó el valor de aquel
despojo de ciento ocbenta y ocbo millones de reales prime- 1
,

ra partida que hemos de anotar en la desastrosa cuenta de


la desamortización mejicana. Seiscie ntos veinte fueron los
j esuitas expulsados, y el coste de su deportación se acercó
á seis millones de reales ' .
No tardó mucho en agregarse a estas partidas otra ma-
yor. Por real cédula de 23 de Noviembre de 1804, el Go-
biern o de España . que ya había ejecutado, respecto á los
bienes de obras pías en la Península. aq uel despojo á que
se dió el nombre de co!lsolidación con la m ira <~de hacer par-
1

ticipantes de igu;1les beneficios a los pobladores de Indias,»


mandó hacer en ellas la m isma operación. (( Esta medida .
dice el opúsculo antes citado ocasionó á los labradores tanta
1

tribulació n y perjuicio se resintió tanto de ell a la agricultu-


1

ra , y ocasionó en el reino tan uni versal descontento por su


espíritu y sus efectos, .que el Re;ll Acuerdo con asistencia 1

de los alcaldes y fisca les por uniformidad de votos con-


1 1

su ltó en 21 de julio, é instó de nuevo en 6 de Octubre de


180 al Vi rey. para qu e sin dilación . y para calmar los áni-
m os y restablecer la paz en todo el reino, se suspendiese
la ejecución de la citada cédula." Pero todo fué inútil. El
Gobierno español no quería que sus rei nos de América se
quedaran atrás en la vía del progreso : y' la desam ortización

• Véase la cla~i:.cación que hace de esta ~urna un opúsculo que tenemos á la


vista.-Dinero ocupado . 2)4,404 pe~os , 4 tomines . 6 g ranos.- Dependencias
cobradas : 1.343·357· 6 . S.-Productos delincas en administración: J. t o6,o,;o, 3, 8.
-Id. en a rrendamientos J 4i· 1} 1 , 6. 3.- ld. en venta 4.26,5 ,946, 2, 9.- Lcga-
dos . 20,000. - Productos de ~a teci"no e imprenta : 10,1 22.-L. tabla de carnes:
14,o6o. - Plata de iglesias y colegios ¡9,08o. 6. - Muebles vendidos: 3,,p6. ;, 9·
- Suma, 9·423 ,489, 3· 7.-liPi 11.ltr•· r In ltrctrn Gulil }u licia/ dtl licenciado}uall Ro·
drigru:¡ de Sau Mi¡uel.
' O sea , á 294 .8o4 pe~os . 4 t'l"nine< . C) granos.

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Capitulo décimonoveno. .3.35
se lle vó á cabo, haciendo entrar en las arcas reales las si-
g uientes sumas : Del arzobispado d e Méjico: e; .OJO . 3 16, 1 .
-Del obis pado de Puebla : 2.2 84 ,5.3.3 • .3 .-Del obispado
de Guadalaj ara : 956.280, 7.-Del obispado d e V alladolid:
1.1 02 ,777 . 4.-Del ob ispado de Oaj¡~ ca: :;82,96 1.-Del
obispado de Mé rida: 25 ~ ,:; 48, 7.-Del obisp ado de Du-
rango : J41 ,61:; , 7. -Del de Sono ra : 59 ,6 18, <; .-Del d e
Mo nterey : 62 ,980, 1 : á los que agregad os 29 ,90 2 qu e
entraron d e los mism os puntos , da to do una sum a d e
10 . )0) , 5.34 pesos , 7 •.
V einte millo nes de pesos, ó cuatrocientos 111ilfones de
reale-s, fu-:\ , pues, el resul tado de la expro piació n hecha en
Méjico, primero á los Jes ui tas y d espu és á las obras pías .
<< No fué po r ello más feliz el Mu na rca , d ice muy opo rtu-
nam ente e l auto r del citad o opúsc ulo . Casi al m ism o tiem-
po qu e se acu m ulaba n esos tesoros, se le aprisio nó e n
Bayo na , y' su fria la España una invasió n espantosa. T ras
ese atentado con tra tan res petables bienes en América ,
perm itió tambié n el c ielo q ue se lanzase el g rito de la re-
vo lu ción , que la perdió p ara siem pre.»-Y es de notar .
según el mismo au tor , que se queda ron debi e ndo enormes
sumas por capital y réditos á las corpo raci ones expol it~d as ,
en tanto q ue :i m ultitud de agiotistas se les pagaban crédi-
tos apo lillados y de vicioso origen.
Inmensas fu eron las sumas de las que desp ués se privó
á las mism as cor poraciones ' ya a causa d e la g uerra de la
inde pendencia , ya por s umi nist ros q ue se les exigiero n ,
ya por d eterioro ó pérdid a de las cosas hi potecadas . ya
por at rasos de sus dueños q ue vinieron á co ncurso, ya por
qu itas que benignam ente otorgaron los Obis pos á algun os
desg raciados. Tambié n por la s up resión de los Hos pita larios
se hizo al crédito público o t ra aplicació n de bienes. Y des de

o Opusculo citado.- Sólo por los derechos de 4,8 25 escr ituras de consolida-
ción se pa,.r on J4-0SC) pesos, 6 rs.

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La Desamortización.
la declaración de i ndependencia en adelante , fu eron cuan-
t iosos los préstam os qu e tod os los gobiernos exigieron á
las corporaciones eclesiásticas , y que les o bligaron á hacer
continuas enaje naciones.
Y cuenta qu e en Méjico, co mo e n Es paña , los bienes del
clero contrib uían co n enorm es sumas por subsidio , nove-
no, exc usado, m esada eclesiástica , vacantes mayores y
menores , pe nsión d e catedrales, m edias anatas y cuantiosos
don ativos en momentos de a ng ustia , en que , como en el
ario del hambre, d ió el obispad o de Puebla doce millone-s de
reale8 . Pero d e nada le ha servido a l clero , ni en Méjico ni
en ninguna parte , su b ri llantísim a hoja de servicios, aun
en el terreno eco nómico, pa nr qu e halla sen res peto en los
gobiernos s us sagrados intereses .
Hay más todavía . En 1847 , y con pretexto de la inva-
sió n america na, llegó el despojo hasta los límites d e lo
increíble. Obligóse al c lero á aceptar libranzas por millones
de pesos , s irviendo estas libranzas para pagar á multitud
de personas s us sueldos atrasados. Cuando eran malos los
tiempos , ó no había co mprado res , tenia la Ig lesia que
;rdjudica r sus fincas pe rd ie ndo el tercio ó la mitad d e su
importe , y multitud d e ellas pasar on de este m odo á m a-
nos d e los legos.
l~ero todavía. andand o el tiempo . fueron las cosas más
adelante. - Con los sucesos que al espirar el prim er terci o
de este sig lo tu vieron lugar e n Méj ico, viniero n , como era
de esperar, nu evos ataques a la Ig lesia. ~ecÍó el pago de
los di ezm os á la voluntad de cada c ual. Tratóse d e ocupar
los bienes eclesiásticos y las fundacio nes piadosas ; y se
au torizó para salir d e los con ventos á los relig iosos de am-
bos sexos, s in qu¡;:- co n só lo una excepci0:: -se aprove-
charan los invitados de tan impía lice ncia .
El 11 de Enero de 1847 se decretó el des pojo de l clero,
en los momentos mism os en que , como en otras circuns-

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Capitttlo décimonoveno. H7
tn ncias d ifí ciles, hacía g r,tnd es sacrificios para aux iliar algo-
biern o. Contra el d ec retJ se pro nunció la milicia, durando
la contienJ.l alg u nos d ías , hasta que vinieron otros acon-
tecimientos á dejarlo sin efec to.
Pero e l 2 5 de junio de t 8;6 se expidió otro d ecreto
d espojando á la Iglesia , el cual se llevó á cabo . Por él se
auto rizó á los arrendatarios par.1 qu e, pagando un ca pital
proporcionado á la renta , se quedasen con las fincas . la
renta se gr;~duó e n un 6 por 100; e l capital s e rec onocia
com o propiedad de la Ig lesia. El Arzobispo y ca bild o , que
protestaron con tra el ac to, fuero n presos , dejándose al
prim ero e n s u pa lacio, y llevando á los segundos á la cárcel.
Todo, por s u pues to, en n um bre y para honra d e la libertad.
En 18;8. vencidJ Como nfurt , autor de la m ed id a , se
d eclararon nul os sus actos sob re los bienes de la Ig lesia , y s e
mandó devolve r los qu e se le h.1bían quitado. Pero las cosas
cambiaron ·de aspecto con e l triunfo de Miramón en 1859.
Entonces se despojó á la catedral de Vallad.:>lid ó Morelia .
q uitándole IJs va sJs S:lgr.lJos, la plata labrada, y la m ag -
nífica b.tlau,;t raua de plata qu e rodeaba el coro, todo lo cual
fue fun did o. Parte de ello ap J reció á fm es del ano e n casa
de un ministro plenip otencian J extranjero.
Con la entrada de j uarez, el 1 ." d e Enero d e 186 1 , se
rea nudaro n aquellos actos , de tan triste celebridad en la
historia. C m la m ayJ r du raa se ex pulsó al Delegado de Su
Santidad y á va ri os Prelad os insignes , los cuales, según
participaba el Sr. Pachcco , pJdeciero n violencias horribl es,
porqu e el popuL1ch0 los perseguía co n encarnizamiento.
Refug iáro nse d o nde creyeron es ta r seg u ros; pero aunqu e
se permitió sali r al De legad o de Su Santidad y á s u Audi-
tor, no así alos cin co venerables Obispos , qu e fu ero n tras-
laJ adJs ni castillo de Ulúa . Al gobierno inglés esc ribía s u
represent,mtc en Méjico , Mr. Matew hs, q ue los birnes d e la
Ig lesia se ve ndían al 25, 20 y hasta 15 po r 1oo del val.o r que
22

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La Desamarti{ació11.
se les suponía. El Gobierno , no sólo se apoderó de todos
ellos, lanzando á los religiosos de sus casas ,sino también de
los vasos sagrados y ornamentos para e l culto en todos los
templos, com o custodias, cálices, copones, patenas, casullas.
frontales y cu;mto tenia algún valor. « Uno de los jefes repu-
blicanos , dice el Sr. Arrangoiz en s u Historia de Méjico ,
llevó el exceso de su sacrílego lujo hasta emplear una patena
de oro de la catedral en adornar su silla de montar, así corno
otros forraban las de sus salas con los ricos frontales, capas .
casullas y cortinas extraídas de la catedral de Méjico. Ast
entienden la libertad de cultos los reformadores de la re-
pública mejicana y de otros países cuyo idioma es el espa-
ñol'. »
Conocidos son los acontecimientos de Méjico en 186~ ,
en que, á vueita de esas conciliaciones entre cosas inconci-
liables que tan propias eran de la polí tica de Napoleón 111.
principal actor en aquellos, sustituyó al gobierno revolucio-
nario un gobierno católico, presidido po r D. José Maria
Andrade . Hechos para siempre me mora bles tuvieron lugar
entonces. En la primera se.sión de la Asamblea nacio nal
propuso el Presidente del Consejo de ministros, y con él el
Sr. Obispo Ramirez , remitir a Pio IX co pia del acta en que
se proclamó la monarquía , r ogando á Su Santidad que se
dignase bendecirla. l a proposición fué acogida con entu-
siasmo. Puestos todos en pie por un movimiento simu ltá-
neo, aclamaron con la efusión más viva al inmortal Pontt-
fice. «Era, dice Arrangoiz. el grito universal y ardiente
de un pueblo católico , que veía e n la reparación del san-
tuario e l primero de sus deberes y la mas dulce de sus es-
peranzas. No séqu e la historia recuerde un hecho seme-
jante.»- ¡ Lástima que tan hermosos prinririos vinieran á
parar , andando e l tiempo, en tan lamentables fines 1
1 Con las dificultades que en estos tiempos de medias

·· 1 Tomo 111 • .AdicitmtJ. pág. 105.

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Capítulo décimonoveno.
convicciones y d e medias verdades ofrece la reparación de
los ma les que causan las revoluciones (de lo que nos ofrece
buen testimonio España en una larga seri e de recientes y
culpables debilidades ) , se empezó este año á contener la
venta de los bienes de la Iglesia; pero procurando al mismo
tiempo respetar los derechos de los compradores . Es lo
m ismo de siempre , lo qu e nuestros lectores están viendo
diariam ente y no se necesita explicar. Encargado por Na-
poleón el general Bazaine (ya el dig no y res petab le cató-
lico D. José Mari a Andrad e había desa parecido de las esferas
d el poder) de resolver el asu nto de ventas en el sentido
indicad o , pro movió el Arzobispo una conferencia, en que
probó la injusticia de semejante sistema. Allí dijo . entre
otras cosas. que, reconociendo el dominio directo y útil en
los qu e tienen los bienes eclesiásticos « la cuestion estaba
»resuelta , y .ellos, en vez de recibir un golpe con el triunfo
»de las armas fra ncesas, habian hecho la más preciosa con-
»quista , la de una seguridad plenisima ; pues el vencedor
» les ratificaba lo qu e el vencido les había otorgado, con
»escándalo de la nación y del mundo ..» Pongan nuestros
lectores donde dice : «vencedores y vencidos,» las palabras
« moderados y progresistas,» y verán reproducida en Mé-
jico la his toria de España en tan desdichado asunto.
Otra importantísima cuestión se ventilaba al propio
tiempo. «El emperador Napoleón , se había dicho por la-
» bios autorizados , vería con placer que fuese posible al So-
»beran o de Méjico proclamar la libertad de cu:tos.» Es decir ,
que Napoleón quería allí una restauración á la moderna ,
en que , restablecié ndose el orden en lo material , se dejase
s ubsistente el desórden en lo religioso. Nada , por lo mismo ,
tan natural como que el ilustre Arzobispo calificase aque-
a
llas medidas de opuestas la doctrina , a y
los derechos .á
las libertades de la Iglesia católica , manifestando que las
resistía y protestaba contra ellas , y que eran un golpe de

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La Desamortización.
muerte descargado contra la parte sensata de la nación,
la cual , precisamente por la_defensa de b s principios cató-
licos, había estado en abierta lucha con el partido dema-
gógico.
La enérgica conducta del Arzobispo dió sólo por resul-
tado que se le separase de la Regencia , si bien los que lo
hacían no tenían facultades para ello ; pero ya el jefe fran-
cés habí a m anifestad :> al g eneral Al m >nte que tenia orden
de Napoleón para disolverla si n::> acedia á sus dese::>s , y el
mism.> Emperador escribía al general Almonte que mien-
tras el ejército francés estuviese en Méjico , no permitiría
que se estableciese una reacción ciega. Y , sin embargo, esta
reacción era precisamente la q ue la mayoría del país de-
seaba , p.>rq ue era lo que de consuno demandaban la reli-
gión y la justicia.
Di! tal manera vinieron á p:>nerse LIS cosas públicas con
estos prJced imientos , q ue el misrn .> ArzobiS?O, c:> ntes-
tando e n Enero de 186 4 á una comu n i~aci ón d~l g eneral
Neigre , le decía: « La Iglesia sufre hoy \.)s mism :>s ataques
» que en tiem po del G::>biern:> de Juárez en la plenitud de
>>sus inmunidades y de sus derechos. jamás se vió perse-
l> guida con tanto encarnizamiento ; y , según la posición en
»que se nos ha colocado , nos encontramos peor q ue en
1>aquel tiem po.>)
Poco después , el Nuncio de Su Santidad en Méjico,
sorprendido con una nota del ministerio de justicia de 24
de Diciembre de 1864, que prop:>nia muy form almente las
bases de un concordato á cuya cubeza fig uraba la libertad
de cultos, le contestaba qu e, no previendo tal pnyecto, no
podía entrar sobre él en explicaciones , pues él hubia ido á
Méjico «á ver revocar y ab.)Jir , al mismc t;... mpo que las
~>lla madas leyes de reforma , t 1das las contrarias á los sa-
·•
. » grad<:>s derechos de la lgiesia , qz'e aún estaban en vigor allí,
,.com o también la resti tución de las iglesias y conventos,

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CapiiJtlo décimonoveuo . .34 •
>>y de sus bienes, y que se reconociese á la Ig lesia, como
"lo tenía antes, el dercch:> d e adquirir, poseer y adminis-
»trar su p:ttrim ::>nio.» Y d !spués de c ensurar la base r ela-
tiva á la libertad de cult:>s, ofrecía transmitir la consulta á
Su Santidad para que le diese instrucciones.
El Emperador Maximiliano m ostraba dos días despu és.
en una comunicación al ministro de Justicia y Cult.:>s, su
extrañeza de qu e el Nuncio n o tuviese instrucciones , ~·
mandaba al MinistrJ proponerle un plan , en el que «se
,-atijicaran las ope racbn es legíti mas de la desa mortización
ejecutad.1s ~in fra ude, y con sujeción á las leyes qu e la
decretar .m .» ¡ Hermos:t manera de reparar las iniquidades
llevadas a cabo por la revolución l
Dos m eses d: spu és de esto se publicaba en la Caer/a
el d ecreto que es tablecía en Méjico la libertad de cultos
( 26 de Feb.rer0 d e 186 5 ). Alli, como más tarde en España,
se pretextó para hacerl o la co nveniencia d e atraer á los ex-
tranjeros . ¡Qué hombres de Estado los que así rigen los
destinos de s u patria! El 27 de Febrero apareció también el
decreto mandando revisar las operaciones de la desamor-
tización-para confirmarlas, por supuesto.-El 12 de
Marzo po nía Maximili:mo los cementerios católicos bajo la
potestad exclusiva de la autoridad civil, mandando que pu-
diera enterrarse en ellos á los protestantes, y ten er allí
entrada los ministros de sus cultos ; con lo que , no sólo se
hería vivamente á los católicos , sino que se atacaba su
propiedad .
Y todo esto se hacia,- que es lo sing ul ar del caso,-
mientras iba de cam ino la comis ión enviada á Roma , la
cual llevaba e l humillante encargo de someter sus instruc-
ciones á Napoleón lll. La nueva Emperatriz de Méjico, qu e
tomaba g ran parte en estos negccios , contribuía á empeo-
rarlos. Protestaron los arzobispos de Méjico y Michoacán
contra la creación de la Administración de bienes naciona-

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La Desamorti{ación.

les; pero el Emperador Maximiliano no les contestó s i-


quiera.
Enérgica y bien razo nada fué la nota que con motivo de
estos sucesos d irigió el Cardenal Anto nelli al Gobierno me-
jicano en 9 de Marzo de aquel año. Con atinada discreción
tocaba las cuestiones pendientes , y terminaba a mena-
zando con la :di rada d el Nun cio, para <<q ue no fuera allí
>> espectador impotente d el despojo de la Ig lesia y de la vio-
» lación d e s us más sagrados derechos. » -Buscaba mien-
tras tanto el Emperador desde Méjico el apoyo del emba-
jador francés e n Ro ma; pero su mismo ministro residente
en la ciudad eterna le d ecía: « qu e no había negocios peo-
» res para el Gobierno pon tifi cio que los qu e recoJnendaba
»el Emperador d e los franceses :» lo que es naturalisimo,
si se recuerda la d etestable política de Napoleón III con la
Ig lesia, y los males que le causó con e lla.
La co mis ión llegó por fin á Roma , donde, como era de
esperar, fu é m al recibida , tratándosela con el desvío que
tenía me recido. Y e l Nuncio d e Su Santidad , Mons. Me-
g lia, se retiraba al propio tiempo de Méjico, embarcándose
en Yc racruz el 1." de Junio d e 1865.

Considerables eran las rentas de l clero en el PERÚ hacia


179 3 , pues ascendiendo las d el Estado á 4· 50o,ooo pesos,
lleg aban las del clero á 2.2.34,944 · Formaban esta s uma las
sig uientes partidas : Rentas de los curatos : 1.068, 504
pesos 7 rs.-De los conventos de frail es: 3 17 ,24 5 pesos y
5 1/2 rs.- De los m o naste rios : 2.38,954 pesos 7 1/2 rs.
-De las capellanías : 242,77 1 pesos 1 rea.l.-De los cabil-
dos: 158.258 pesos , 2 rs.-De la!) mitras: 112,267 pesos
y .3 1j2 rs . Pesaban so bre estas rentas algun0s i.npuestos;
pero había también otros ing resos. En Lima, d e .3,941 casas,
pertenecían 1,1 35 á comunidades religiosas , eclesiásticos y
obras pías.

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e apitttlo décimonaveno. .34.3
El 28 de Noviembre de 1804 se decretó la desam orti-
zació n de estos bienes. Ordenóse á este efecto la creación
de una junta, com puesta del Virrey, d el Arzobispo, del Re-
gente, del Intende nte, del Fiscal y d e un secretario, en la
capital del virrei nato, debiendo constituirse juntas subalter-
nas en las Sedes episcopales. Á éstas se encom endaba ~•d­
quirir noticia de los bienes raíces y censos d e las corpora-
ciones religiosas. Pero de una parte los interesados, y de
o tra la opinión pública , op usieron á la ejecució n de la m e-
dida obstáculos insuperllbles.
No se había m ost rad o aq uella o pinión tan decidida en
1767, cuando, con la misma iniquidad y celeridad qu e en
España , se llevó á cabo en el Perú la exp ulsión de los Je-
s uitas} no obstante el amo r que allí d e muy antiguo se les
t enia . Cuantiosa fu é la ex propiación qu e se hizo á la ilus-
tre O rden. Sus colegios y casas eran : en Lima, el colegio
de San Pablo, el noviciado, la casa profesa de desam para-
das, la del Cercado, las procuraciones d e provincia, Q!¡ito
y Chile , el colegio de Bella vista , el de Trujill o, Pisco , lea,
Arequipa, Moquehua , Huancavelica y Guam anga ; el de
Cuzco , San Francisco de Borja , San Bernardo y obrador de
Pichuchuru . Los jesuitas q ue allí había eran 43 1. La mo-
neda encontrada ascendió á 17J,048 pesos, en plata y oro.
La plata labrada pesó 52,268 marcos J J/4 o n zas : de oro
se encontraron 6,79.3 castellanos, 5 tomines y 10 gra nos.
Los créditos acti vos líq uidos im portaban 817,56 1 pesos 3
reales; los censos del mismo género 48, 4.36 pesos J rs . ;
los créditos pasivos , 533,466 pesos 4 •/4 rs. ; los censos
que gravaban sobre las fincas , 71 , 17 3 pesos ; el valor de
las haciendas, que eran 20.3 entre g randes y pequ eñas, se
estim ó en 641 ,448 pesos 4 rs. : de ellas se remataro n ,
siendo virrey D. Manu el Amat , 90 haciendas en 782, 157
pesos 5 1f2 rs. En la s u bsist ~ nci a y trans porte de los expa-
t riados, á que se incorporar0n J 10 procedentes de Chile, se

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344 LA Desamortizaáóll .
gasta ron 47 9,079 pesos, 1.3 centavos de real, y al Rey se
le rem itieron 767,926 pesos 3 1{2 rs. 1 •
Q!Jiere esto decir q ue en d inero y en bienes inmuebles
represen taban los esta~lecimiento d e los jesu itas en el Pe rú
un va lor inme nso , del que para los gastos de la ex pulsión
y para el envio al Rey se sacaron muy cerca d e venticinco
millones de rt•ales. Y si se tiene en cuen ta la v ida au stera y
las santas é irreprensibles costum bres de est os religiosos.
que son univ ersalm ente recon ocidas , y que tod:~s aquellas
riquezas servían sólo para soste n e r co lonias, h ac iendo á sus
habitantes, al par qu e mo rigerad os y virt uosos , industrio-
sos y útiles á s u patria, ¡ c u án dolo rosa é irrepa rable pér-
dida no s upone, par.t los mismos inter eses mater i;tles , J;¡
locura antij esuitica del pasado siglo ! ¡Ni qu ién será capaz
de calcu la r las des.:st rosas consec u e ncias qu e ha traído en
pos d e sí ! P.:>r eso, a ntes d e cumplirse este dec reto de
Chile, n o p odía m enos la Audie nci:l de Santiago, aun y endo
contra la co rriente de aquel t:empo, de h:1ce r un sentido
elogio de b s J(!suítas en comunicación al Rey de 28 de
Abril d e 1 767 ".
Pero nada im p:>rtaba t J d o esto para que el decreto d e
la expulsión de IJs ]emitas s e cum pliese íntegrame nte , allí
comoen las d emás repúblicas hispa no-americanas . ¡Ni cóm o
se había de prescindir de esa medida sahadora , q ue en toda
Europa estaban llevand:> á cabo la impiedad y el filosofis-
mo, impulsad os p:>r las logias masón icas 1 Cerca de sielf
millones costó esta ex pulsión e n sólo el Río d e la Plata y
pueblos de indios g ua ranis d el Un1guay y d el P ana má, se-
gún cuenta qu e tenemos á la vista ' . Pero valía la pena

1 Tomamos casi literalmente estos datos dc la HiJtoriR dtl Prrti h••, los Borbont._
( qoo-1 82 1) , por D. Seb•stián lorente.-Lima, 1871 , un vol de 398 páginas.
• Véase la obra titulado : l.os precllrsores. áeln indepmde11cia de Chile, por Mi-
guel Luís Amunátcgui.-S•ntiago (de C hile ), 1870 , tomo 1 , pág. 212.
J Sc inserta en la Coltccion de doeununtos relativos á la rxpulsión , publicada
por D. Francisco Javier Bravo.- MAdrid , 1872.

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Capítulo décimonqveno. 345
de gastarlos el gran bim que la medida había de hacer.
Curioso es, por cierto , registrar las cartas del gobernador
del Uraguay al conde d e A randa ccn ocas ión d e este hecho,
en que, ora le habla de los bu e nos efectos (!) que en la
diócesis había producido la EXfU isión de los j t'suít as 1 ; ora
del intent.) d e IJs Jesuitas para rebelar á los indios to bas del
pueblo de San Lucas (! !) •; o ra de que los tribunales y
autoridades que habi:m de cooperar á la expulsión eran
pa rciales en fa vor de los Jcsui t;.s (¿cómo no habían de serlo?) .
y de otras cosas qu e p cdni ver el curioso lector, y le recor-
darán las lam entables locura s d e les reg-;tl istas españoles'·
Resultado d e t odo ello es la lamen table .Noticia de los colegios,
residencias y misiones qu e f ueron de los 1"egulares extinguidos
de la CompaJiÍa en Indias , q ue en el cit<~do l1bro se encuen-
tra \ por la qu e se ve que en el Perú (de que ya hemos
hablado ) , en San ta Ft , Nueva Estalla, Cuba , Sauto Domingo
y Filipinas, llegaban á do scimlas ciucuenta ::quell::s santas
casas. ¡ Q!.1é t riunfo para la civilización espaiiola h:tberlas
d estruido , sobre tJdo te niendo en cuenta qu e en su lugar
habrá quiza hoy dublc número d e logias m asónicas , de las
que juran gu erra implacable á la Religión y al Trono!
Al publica r la co ntinuació n de la obra citada s, algo ha
d ebido sentir su aut Jr de lo qu e nos otros d ecimos, s i se le
juzga p or las siguientes pala bras : «Confies .> qu e una de las
>>impresiones más profund as y g randi osas m e la han pro-
»ducido los trabajos y penalid:tdes de todo gene ro que hu-
»bieron de arrostrar los jesuitas para la fundación de tantos
>>pueblos, d e much os d e los cuales sólo existen ruinas ,
»como mudo testimo nio de su valo r , inteligencia y perse-

1 Cart• de 5 de Setiembre de 1767.


• Carta de 17 de 0 JCJtmbre , id.
1 Carta de zS de Marzo de 1768.
4 Pag. 21 del mi<mo.
s Esh continuación lleva por titulo l uwntarios de los bitlltS ballados IÍ la ncpul-
sión dt los juuilas m los ptublos dt misione! . etc.-Madrid , 18p.

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La Desamorti{acióu.
»verancia . Semejante empresa hubo , s in duda, de ser l!e-
»vada á cabo por h ombres de férreo temple, y s ólo pudieron
»conducirla á fe liz término sostenidos por el s upremo es-
»timulo de la fe religiosa '.» Y poco antes había dicho·:
« ¿Có mo aquella prosperidad y riq ueza, qu e parecian asen-
»tadas en bases tan sólidas , y que de continuar hubieran
»podido llegar á un punto incalcul able, d esaparecieron tan
»súbitamen te, haciendo luga r á la desolació n y la ruina?»
-No es, en verdad , difi cil contestar á esta pregun ta.Q!J ien
tenga alg un a idea d e los elem entos d e disolución qu e en el
pasad o siglo se co ncertaron , n o ex trañará que á su impulso
cayesen los j esuitas, co m o más adelante rodaron"los tronos
y los gobiern os d e Europa y Am érica, y como sufrió al
propio tiem po la Ig lesia católica la inicua g uerra con que
desde ento nces st: la m altrata y op rim e.

Sesenta años después caían en el PARAGUAY las Ordenes


relig iosas , decla rándoselas todas s u primidas , en razón á
que los m onjes« no eran necesarios ni útiles en aquellas
circunstancias,» según el a utori zad o vo to de los revolucio-
narios. Po r supu esto, se adj udicaron á la nació n sus bienes
y rentas. Á los re ligiosos que se creyó aptos para las fun-
ciones pasto rales se les colocó como párrocos; á los demás
se les ;.~signaro n p ension es . M<lg nifi ca protesta hizo ento n-
ces la población creyente y cató lica d el Paraguay , levan-
tando en su ci udad de la Asunción una nueva ig lesia co n
el producto d e do nativos y esfuerzos particulares. Alg unos ,
d ice Berault Bercastel ', se impusieron sacrificios pecu-
niarios que hubie ran lle nado d e asombro á la indiferencia
religiosa de Eu ropa .

Hallase CosTA RICA en situació n especial por lo que toca

• Introducción , pitg. x n.
' HiJioria gt1ttral de la lgltSia, lib. cu.

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Capitulo décimonO'Veno. J47
á nuestro asunto. Hay allí libertad de cultos; pero la domi-
nante es la Iglesia católica , y sólo existe una pequeña
congregación protestante.
Se cuentan en la república 4 5 iglesias. Los diezmos as-
cienden anualmente á unos 7 ,ooo pesos, y además la Igle-
sia posee en capitales fijos el valor de 55, 155 pesos. Hay
27 párrocos . d e los que algunos dis frutan emolumentos
considerables p or los derechos de los bautismos, matri-
monios y entierros .
Creóse en 1850 la diócesis de San José . que abarca todo
el territorio de la república.
Consta el cabildo de una dig nidad y tres canónigos.
De la masa decimal se destinan t res décimas partes al
colegio tride ntino , tres al Obispo, tres al cabildo, y una á
la fábrica de la catedral.
Aunq ue.el 7 d e Setiemb re de 1829 decretó el Congre-
so federal la extinción de todos los establecimientos mo-
násticos de homb res, excepto el de Hospitalarios betlemitas,
y prohibió. en los de monjas . b1s profesiones y votos per-
petuos, adjud icando á cada Estado respectivamente las tem-
poralidades de los c onventos extinguidos, como no había
en Costa Rica sino religiosos aislados, que servían curatos
ó v ivían en el convento de San Fr ancisco de Cartago , no
produjo esta disposició n novedad alguna. Y aunque no
ha sido aquella ley exp resa mente derogada, lo está de hecho
desde que en 1848 se estableció la tolerancia religiosa . El
3 1 de Marzo d e 18 3 5 se suprimió el diezmo ; pero se res-
tableció el 11 de Marzo de 1836, y desde entonces no ha
cesado de cobrarse 1

1 Hemos tomado est as not icias del BoJqutJO de la República de CoJia Rica ,
por D. Felipe Molina.-Nucva York , 185 1.-Un tomo de 120 páginas, con 9 ma-
pas y 3 retratos.

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CAPÍT ULO XX

L A UESAMORTI ZACIÓN CONSIDERADA EN SU ASPECTO SOCIAL.

SuM\Riu .- Diferentes conceptos en que puede con~idenrse la inOucncia de la dcs-


amr r tnación en el orden social.- Es d pr imero , y del q ue aquí va á t ntarsc,
el d. ño que se h a hecho á la s ociedad dosolvicndo las comunidades religiosas y
apoderándose de sus bienes.-Lu Ó rd enes rc:li¡;iosas en la antigüedad.-
Nace la vid3 monástica en Oriente .- Extraordinarias penitencias de aquellos san-
tos monjes. -l nOucncio que ejercieron sobre la sociedad de s u t iempo . -Sao
Simccin Stifita; Numerosas conversiones que obró.-Los monjes de Occidente:
<u legislador Sa n Benito - G rmdcs servicios q ue prMt.ro n.- Evan¡;eliución y
conversión de Jos hombres del Norte.-Pacifoca conquiHa de las naciones esla-
Vi >.- Menciónansc los grandes SJnlos que ent re ello< brillaron.-Los monjes
protegen á las raus venddas.- Redimen los cautivos.-OperJn indir.ct<mente
la •mancipacicin de los csclavos.- La agricultura se fomenta en derredor de Jos
monast erios. -EI convento es el a•ilo de todos los desgraciad os . - Tr.bajos de
los religiosos para la mejora de las costumbrcs.-Obscrvaciones d e Balmes •obre
la provechosa inOuencia del clero en la sociedad antiguo , su misión salvodon
en ella 1 y cómo contribuyeron á hacerla m ás fructuosa las riqu~u s qu~ ¡:o seía .

dos diferentes co nce ptos puede co nsiderarse


N

la influencia que e n el ? rden social ha ejercí-


• = do la supresiÓn de las Ordenes relig iosas 1 y la
apr.:>piación d e sus bie nes p or el Es tado . Uno 1 e n c ua nto
destruyó el benéfico influjo qu e aquellos institu tos habían
ejercido s ie mpre en la sociedad 1 ayuda ndo al cle ro e n la
santa m isión d e evangelizar á lo~ pueblos , y soco rrie ndo en
sus necesidades á los p ob res que h abitab an cerca de los
monasterios _ O tro en cuanto con el at.tqu e q u e dió á u na
1

pro p iedad dos veces sagrada 1 tanto m :is ru idoso y alarman-

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La Desamortización .
te cuanto que afectaba á un a inmensa masa de bienes di-
fundida por todo el mundo, sentó un precedente funestisi-
mo, poniendo e n dud n la resp etabil idad d e un derecho que
siempre se había creído indiscut ible, y dand o origen al so-
cialismo y al comunismo. De la desamortización conside-
rada en el p rime r co nce pto tratare mos e n este y e n el si-
guiente ca pítulo . De su fun esto influ jo e n el seg undo co n-
cepto hablaremos en e l inm ediato.
Hable mos, pues, d e la influ encia que las Órde n es reli-
g iosas han ejercido e n el mund o durante los pasados sig los.
Ella proba rá con cuá nta jus ti cia v inieron á s us métnOS esas
riquezas cuya p os esió n se les h a a rreha tado por los motivos
que h em os dado á co noce r e n esta obra. Ella de m ostrara
el provechoso uso que de es as riqu ezas hicieron , empleán-
dolas en lo qu e conducía á la mayo r h o nra y g loria d e Dios
y el bien de las ;limas; ella ha rá. resaltar la gran iniqu idad co-
metida , s i por v e nt ura tal iniqui da d necesitase se r demos-
trada , y no lo estuviese ya d e an te m ano e n la concie ncia de
todos.
¿Hay quie nes d e buena fe nieg ue n los benefici os qu e
las Órde nes rel igiosas derra m aron por todo el mundo en los
pasados s ig los? S i los hay , contra ellos depon e un a serie
de hechos memora bles, qu e no p uede n leerse si n experi-
menta r un sentim iento de g ratitud inme nsa y de ad mi ra-
ción profunda hacia unos ho m bres qu e, llen os de abnega-
ción y de espíritu d e sacrificio, ll evand o una vida d e m or-
tificación y de pe nite ncia . e n ocasio nes maravillos<l é
increíble , y profesand o las virtudes c ristia nas en grad o
heroico , regeneraro n las sociedades e ntre las cuales vivían ,
luc haron cont ra el to rren te de los v icios y mejo raro n la
condición social y mate rial d e las comarcas ¡t.::. habi ta ba n ,
ya descuajando montes, y a reduciendo te rrenos á cultivo,
ya edificando casas religiosas, á c uya sombra se cobijaban ,
y de las que recibían auxilios y beneficios sin cuento s us

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Capitulo 'l.ligésimo. 35 1
moradores , ante destituidos de todo hu mano consuelo.
No intentaremos referir aquí todas las glorias y las gran-
dezas de las Órdenes relig iosas en el mundo antiguo . Se ria
empresa superior ú nuestras fuerzas, y nt>cesitaria , para ser
llevada á cabo , una obra voluminosa . Consignaremos sólo
algunos recuerdos.
Sauido es que la vida monástica empezó en Oriente .
no lejos de las orillas del Nilo, en las abrasadoras soledades
de la Tebaida, y que de allí se propagó rápida mente á Pa-
lestina . Siria, Mesopotamia, las orillas del Tigris y del Éu-
frates, el Asia menor, las islas del archipiélago griego. y
aun fuera de los limites del imperio romano. en la Persia.
la India y la Etiopía.
¡Q11é vida la de aq uellos monjes ! Hacen ayunos espan-
tosos y penitencias terri bles: s u mortificación no conoce
limites. S~ encierran en reducidas casetas ó en cuevas ,
donde á veces no pueden ni estar de pie ni acostarse . Ape-
nas beben , comen ni duermen lo indispensable para con-
servar la vida. En esta ruda escuela se formaro n los gntn-
des hombres q ue:: han dado gloria á la humanidad por l:t
grandeza de sus almas, por la fuerza de s u carácter y por
la santidad de su vida; lus Atanasias , los Basi lios, los Gre-
garios Naciancenos, los Crisóstomos, los Efrén y tantos
otros como dieron los últim os golpes al paganismo. deS··
truyeron las herej ías y cambiaron la faz del mundo.
Para juzgar lo q ue valían aquellos hombres, es necesa-
rio conocer la sociedad en que vivían. Era ésta una socie-
dad enervada por el bienestar mate rial y por el abuso de Jo-;
placeres. Todo , hasta los menores detalles de la vida pú-
blica y privada, respiraba un grosero sensualismo. Escla-
va de los goces y dedicada á lisonjear al cuerpo, el cuidado
del alma era una cosa completamente extraña para ella . La
conversión de Constantino no pudo, por grande que fuese
s u influjo, cristianizar y espiritualizar una gene ración tan

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La Desamorli{ación.
material y d !!s :reída. T al era la sociedad que había que
traer á 1 .~ p r.>f.!>ión del Cri stianismo y penetrarla de s u
espíritu; h eroic.t em presa, superior , sin duda, al esfuerzo
humano. Lo:> p.dres d .!l d esiert0, los nnnjes, los anacore-
tas , lvs estilitas y los s :>litarios , fu eron el instrumento de
que se valió la Pr.:>videncia para la realización d e tan g rande
obra.
Y , en efect.> : imlgi nese la impresió n que en aquella
generación se nsu :~l y ávida de placeres debió producir la
noticia de que no lt!j .>s de el la , frente :i sus más voluptuo-
sas ciu dades, en l.>s confin es de la Ciren,tica, del Egipto,
de la Pales tin.t y d ~ lJ Siria , e n soled:Ldcs inh abitables, en
profun d:>s d .!rru •n !>.tder.:>s y en las cavernas de los montes,
se había id.> form.t ndo p .>co á p.>co u na sociedad salida
de su seno, gu e v.>luntariam enle se había dest errado; que
era ex traña á cu.l nt.> fJrma sobre la tierra la ocupación y
el encan to d d géne r.:> hum:m o; que pasaba su existencia
en la s.>ledad, el aisl amientu y el silencio, con la vista fij a
en el ci .!lo y el e:>?tritu abis m:td.> en la oración y en la
contemplación de l.!s c.>sas divinas ; pi énsese en el efecto
que t odo esto p r.> Juci ri.t en los h.>mbres que acudían á
verlo , y no nece.;itam .>s e n~ ,trecer los resultaJos q ue debió
producir. VéJse de ello un ejem pl,). Nadie ignora lo que
fué aquel penitente e xtraordi nario que la cristiandad venera
con e l nom bre de S1n Si meón Stil ita. Considerado en sus
relaciones c:>n la s.>ciedad , acas.> se c reerá q ue ninguna
influe ncia puJo ejercer sJbre ella un anacoreta in móvil
sol>re su co lum n:t; y, sin em b:1rgo , este ad mir.tble y adm i-
rado Santo v<!ÍJ , no sólo acudir al pie de la colu mna á sus
compatrio tas los sirios , sino taml>ién á los persas, losar-
menios y hasta algunas gen tes de la Bre taña v de la Galia,
que iban á conte mplar aq uel prodigio de austeridad , aq uel
verdugo de su p ropio cu erpo; y el pagaba su curiosidad y
su admiración pred icándoles las verdad es cristianas . Los

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Capitulo t·igésimo. 153
árab es ven ían en pelotones de doscientos y trescientos;
millares de entre ellos, al decir de Teodosio, testigo ocular,
alumbrados por la luz que bajaba de la colum na d el Stili-
ta , abj ura ron de los ídolos y volvieron cristianos al de-
sierto. Este solo hecho n os dice más acerca de la misión
provide ncial de los monj es e n Orien te , qu e cuanto nosot ros
pudiéram os decir.
Á los monj es de Occidente n o les ocupaba menos el
amor á lo infinito, el servicio de Dios y la salvación de sus
almas. T ambién lo dejaban todo para consagrarse á Dios;
familia , fortu na , hono res, reposo y bienesta r: eran pobres
y m ortifkados; renuncia ba n á su propia volun tad, y estaban
m u ertos para el mundo. Pero en la práctica se sepa raban
menos de la sociedad humana , ó, por mejor decir, se dedi-
caban m ás á su bien espiritual , y obraban sobre ella de
una manen~ más directa. Era, además, obligación de regla
para el a ntiguo mo nje de Occidente el trabajo producto r,
qu e co nsistía en el c ult ivo de la tiemt , y qu e no excluía
en él los n obles trabajos d e la inteligencia, e n los cuales,
co mo en otros conceptos, sobre pujaba al monje de Oriente.
Los m onjes de Occide nte tuvieron , ade más, la rara for-
tu n a d e que Dios suscitase ent re ellos un gran legislador, el
memorable San Benito , cuya regla salvó p ronto el recinto
de la abadía de Monte Casino, a bsorbie ndo en pocos años
ot ras reglas, y llegando á se r el Código venerado de la vida
monástica en esta parte d el mu ndo. ,<Es ta regla, dice un
esc ritor co ntemporáneo, organizó con precisió n rigurosa la
abnegación completa d e la voluntad y la renu nciación á
toda inclinación persona l ; determinó tan bien el empleo del
día e n la oración , la lectura , el trabajo y el descanso , qu e
n o dejó nad a al capricho : combinó admirableme nte el
m a ndo con la obediencia, haciendo casi imposible el abuso
del un0 y la falta de la o tra : estaba impregnada de un se n-
timiento d e ternu ra y d e s uavidad cristia nas q ue p enetraba
23

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354 La Desamorti;.ación.
todo su meca ni m o; y armando a l mo nje con todas las
piezas n ecesarias para los co mbates espi rituales, hacía de
él al mismo tiempo el obre ro infatiga ble de la sociedad
te mporal y de la civi lizac ión cristia na.»
,<No faltan e n nu estros días , a ñade el mismo a utor,
hombres que se espantan de esta g ran o rganización moral
y religiosa , y qu e po r te mor al po rve nir conde na n al pasa-
d o. Pe ro qu e sea n jus tos. La in nu e ncia e n es te mundo
pertenece legítimamente al qu e d e ella hace un uso mas
noble. ¿Y quién la ha merecido m ás que los m o njes? Ah i
está la historia pa ra dar testi monio d e que, despu és de s u
sa ntificació n , no se propusie ron o tro fi n qu e el de hacer
:tdela ntar ú la humanidad e n el cam ino de la civil ización
,·erdadera. que tiene s u origen e n el Evangelio y su fi n e n
el cielo, co mo iam bién que con. agraro n á esta obra tanta
ciencia como santidad '. »
Los m o njes de Occidente prestaron á la sociedad servi-
cios inme nsos con la interv e nción qu e eje rcieron en ella al
tie mpo qu e los bá rba ros se e nseñoreaban sobre las ruinas
de los a nti g uos impe ri os; y e n sus monasterios se fo rma-
run aq u ellos animosos y es fo rzados Obispos qu e co n ta nta
sabiduría y firm eza sobrellevaron la ruda y larga to rmenta
de las inv<-tsiones. Otro gran servicio qu e hicieron los mon -
jes a la decrépita y agitada socied ad de aquel tiempo, fué
el conquis ta r rápida y pacífica me nte para el Cristianismo
las razas de la g ran fam ilia céltica qu e poblaban las comar-
cas occide ntales d e Europa , ó sea la Ing late rra , Escocia é
Irlanda, « la isl a virge n . dice Mo ntalembert. donde nunca
había pues to el pie ning un proconsui. y qu e nunca había
co nocido las exaccio nes de Roma ni s us orgías.» Allí se
multiplicaron los monjes hasta lo infinito, btt io la dirección
del g ra n a póstol d e aquellas ~o marcas, San Patricio , de

t L'abbé Marlin : Ú 5 Mninr.< rt lt11r iu/fu;•nco 50ci~lt á~HJ lt fJtJ55t ti d12"'


l'aLenir.-Pari<, 1872.

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Capí.tulo vigésimo. 355
cuyos sucesores uno solo. San Luán, fundó , según San
Bernardo, cien monasterios, renovando en las J:rumosas
comarcas del Norte las maravillas de la Trbaida , y haciendo
.que Irla nda adquiriese muy luego el envidi<~ble nombre de
Isla de los Santos.
Uno de los hechos grandes y extraordinarios que nos
ofrece esta interesante historia. es la evangelización y con-
versión de los hombres del Norte. Á la cabeza de esta
empresa figura San A nscario . el apóstol de Escandi navia.
F.l monasterio de Corbie, á l:1s orilla del Somme. ful: la
cuna de su vida religiosa; pero casi puede decirse que el
gran apóstol asistió á la fundación del otro Corbie en las
orillas del W eser. Allí recibió l:t misión de evangelizar las
regiones más apartadas del Norte de Europa , y con su pre-
dicación prop;1gó el Cristianismo en el Holstein . el Schles-
wig, la jullandia y todo el país de los daneses. llegando
Anscario á penetrar hasta Sueci:1. Nombr:1do arzobis po de
Hamburgo y de Bremen. con el titulo de Legado de Dina-
marca, Suecia. Nor uega, Islandia. las islas de Feroe. la
Groenlandia y otras provincias que había que conquistar á
b fe de Cristo, las recorrió, comprando ni ños y esclavos
para bautizarlos. y fundan do por t odas vartes monasterios
é iglesias. Seguialc una inmensa multitud de monjes, y es
larga de contar la grande y prodigiosa historia de su santa
obra. En ella tuvo Anscario otros ilustres sucesores, uno de
los cuales vino á ser después el Papa Adriano IV. La resis-
te ncia fué terrible. Los monjes tuvieron que hab¿rselas con
razas nómadas y feroces; pero al cabo de un siglo de pre-
dicación , de lucha y de martirio, se logró su conversión
definitiva. La Dinamarca se hizo cristiana bajo el Rey Ca-
nuto el Grande , y la Suecia y la Noruega bajo los dos Olab.
Muy luego se vió también dulcemente vencida la Islandia,
y la fe llegó triunfante hasta las extremidades del mundo ,
hasta la helada tierra de la Groenlandia, donde se conservó

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La Desamortización.
floreciente hasta la época de la reforma, que no dejó aJl i
más que ru inas.
Po r d os partes á la vez, po r el Oeste y por el Medio-
día , fueron atacadas en esta piadosa conquista las naciones
slavas . En tanto que los monj es sajones d e la nueva Corbie,
con e l au xilio de s us he rm anos ven idos del país de los An-
g los, asentaban sólidam ente el Cristianismo hasta más allá
del circu lo polar, los de Fulda y toda su filiac ió n monástic<t
se difundieron entre las razas slavas del Norte, sig uiendo
las ori !las del Mar Báltico y penetrando e n la región media ,
ó sea en la Bohemia y la Po lonia. Ada lberto, m onj e d e la
abadía de San Maxi m ino de Tréveris , noble plantel d e
apóstoles, que fué desp ués obispo de Magdeburgo y metro-
politano de todos los paises s lavos , se colocó á la cabeza
de esta mis ión , y despu és d e él su discípu lo del mismo
nombre, obispo de Praga. Merced a l celo de estos dos
hombres , y á consecue ncia d e sus trabajos, se erig ieron
sucesivamente los obispados de O ldemburgo en la Wagria ,
de Havelbe rg en la un ión del Havel y del Elba , de Brande-
burgo en los pantanos del Spree , de Zeitz y d e Messen en
la Misnia , de Praga en Bohe mia, de 1:3reslau e n Silesia , d e
Ko lberg en Pomerania. á las orillas del Báltico, de Gnesen ,
de Posen y de Cracovia en Polo nia , todos ó cas i todos ocu-
pados por monj es. Siguiendo los pasos d e estos conquista-
dores de nueva especie, se difundiero n los pueblos de o ri-
gen germánico en los paises de slavos ; y por efecto de ese
movimiento, hay cerca de seis millones de alemanes m ás
allá del El ba , donde en el siglo VIII no hab ía uno solo, y
cerca de cinco millones al Nordeste d el Danubio, donde en
la misma época no había sino ag ru paciones d e razas dife-
rentes.
En el s iglo x com partían con los no rmandos el terrib le
honor de ser el espanto de la Euro pa , los m agya res·ó hún-
garos, qu e habían salido , como los pueblos nó madas , de l

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Capitu.lo vigésimo. J57
Noroeste d el Asia , y se habían establecido en las llanuras
del Danubio. Su reputación d e violencia y de ferocidad e ra
tal, que se les miraba como los pueblos d el Gog y Magog,
que , según el Apocalipsis, debí an llegar de los últimos co n-
fines d el Asia antes d el Antecristo y hacia el fin d el mundo.
La conversión puso términ o á sus actos d e vandalismo , y
fué d e!Jida a dos Obis pos misioneros , Pilig rin us, d e Pa vía,
y Adalberto , de Praga , qu e penetraron en Hung ría casi al
mis mo tiempo (de 97 2 á 974). Adalberto bautizó á su r ey
W aik, que tom ó el nom bre d e Esteban. el c ual se propuso
ento nces atraer á s u pueblo a la p rofesión del Cristianism o,
y para esto llamó en s u auxi lio monjes d e d iferentes comar-
cas, q pe hicieron d e la Hungría , anda ndo e l t ie mpo, uno
de los baluartes d e la civilización cristiana .
Era uno de los rasgos cantcterísticos de aqu ell os monjes
la n ecesid a_d de expansió n qu e c x pe ri m ent<~ba n . Sentían el
impulso que les llamaba al aposto lado, como sienten algu-
nas aves la necesidad de la em igraci ón . Los misioneros
inunda ron las regiones d el Norte. San Nin ia no convirtió á
la Escocia, y á la Galia San Colom bano, grande y origi nal
fig ura , t allada á la manera de los antiguos proft:tas de
Israel , qu e á su aparición pro dujo la más viva im presión en
las trib us francas y lo mbardas . y dejó en e llas recuerdos
indelebles.
Tan luego com o cesó el torre nte de las gra ndes inva-
siones, y los bárbaros empezaron á ad herirse al suelo que
ocupaban , los monjes fu eron los protecto res y los salvad o-
res d e la raza venc1da . Su sabiduría, sus virtudes, la auste-
ridad d e s u vida y el refl ejo celestial qu e b rillaba e n ellos,
tardaron poco en asegurarles g ra n ascend iente en el ánim o
de los conq uistadores; asce nd ien te que emplearon e n inspi-
rarl es sentim ie ntos d e jusfcia y de m oderación . Nunca
tuvieron m ás dignos intérp retes la humanidad y el respeto
al derech o en presencia ce la fu erza bruta . F.l abate Mar-

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La Desamoril1_aá01z.
culfo recordaba al rey Childebe rto, q u e, s i es taba se ntad o e n
el trono de la m aj estad reJI , n o d ebia por eso olvidarse de
que era morta l , n i dejarse lleva r del orgullo y d espreciar á
sus sem ejan tes. ,< i Oh Rey! , d ecia á C lodo miro, rey de Or-
'> leans, San A vi tu, abad de Micy; piensa e n Dios : si renun-
» cias á tu proyecto y haces gr:ICia á esos ca u t ivos, Dios
»estará cont igo y te dará n u evamen te la victoria; pe ro si
'>los matas, tú y los tuyos s ufriréis la mis ma suerte."
Una de la s obras predilectas de los m onjes e n los si-
glos VI y v11 fué el rescate de ca utivos , c uyo núm ero era
muy conside ra b le en aqu ella época d e co nquista, en que la
violenc ia no se había templado a ún con el inOujo del Cris-
tianism o. q ue int rod ujo un derec ho d e ge ntes p rotector de
la libe rtad y de la vida d e los· individuos. Para rescatar el
mayor nú me ro posi ble, entregaron l:ts riquezas de los mo-
nasterios , y a un , á falta d e riqu ezas, se ve ndiero n á s i pro-
pios. Los an ales m o násticos es tán e n esta parte llenos de
h echos cuyo relato es sob re manera interesante.
No me nos tie rna era la com pasión q ue sentía n los m o n-
jes hacia los escla vos, la cua l se explica pe rfectame nte,
porqu e para el monje las riqueza ·, los honores y las dig
n idades nada significa n ; porqu e él sólo a ma á los desgra-
ciados. y la ig ualdad ent re los hom bres libres y los es-
clavos es un principio co nsignado en la regla d e San Be nito .
En conform id ad con él , los mo naste ri os acogía n á los qu e
se presentaba n co n vocación form al , p agando, no obstante ,
a l dueño el precio del resca te, p ara que no se vuln erase nin-
g ún derec ho . Esos hom bres rescatados de la servidumbre
llegaba n con frecue n cia á obte n er los principales cargos e n
los monas terios , y hasta á ser a bades; alg unos fue ron ex-
celentes Obispos . V éase hasta qué punto la institución mo-
n ástica contribuyó á romper las cad e nas de la esclavitud , y
á derramar sobre la sociedad los be neficios d e la libertad
verdadera.

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Capítulo vigésimo. 3'>9
Ni se c o ntentaban los m onjes con acoger como herma-
nos á los esclavos .qu e á ellos se dirigían , pues todavía les
dicen alg.l más estas hermosas palabras de San Gregario:
c1Puesto qu e el Reden tor y el Criador del mundo quiso e n-
»carnarse en la humanidad, á fin de romper por la gracia de
>'la libertad la cadena de n ucstra servidumbre y restituirnos
,,á la libertad primitiva , es obrar bien volver el beneficio
>'de la libertad origi nal á los hombres que la natura leza hizo
>' libres, y el derecho de ge ntes ha som etido al yugo dl' la
>'servidum bre.» Siguiendo esta regla , emancipaban en
g ran número los esclavos de su dom inios, y estos hom-
bres , al recobrar su libertad , constituían el núcleo de e. as
peq ueñas p::> blacione que e formaban com o enjambres
alrededor de la colmena del m onasterio.
Con sus gra ndes y perseverantes trabajos en la agricul-
tura, los r'tlonjcs llegaron , no sólo á convertirse en centros
de la gran población diseminada en los campos, sino á
embellece r el terreno que habitaban. En torno del monas-
terio se cultiva ban jardi nes y se plantaban árboles frutales,
cuyas especies medio silvestres se iban perfeccionando: e n
la inmediación, y en tierras del co nve nto,seformaban vastas
dependencias que se poblaban de colonos; en las árid<~s
l<~de ras de los montes se plantaban viñedos ; hacianse mo-
linos en las corrien tes de los ríos. y en ocasio nes se varitt-
ba el curso de éstos para favorecer el riego de las prade-
ras ó 1:~ desecación de los pantanos. El monasterio mismo
era un vasto taller donde se trabajaba el hierro y la madera,
se tejía el cáñamo, se curtia el cuero y el pergamino , y
donde había oficios y obreros de todas las industrias .
Y no sólo se encontraba amparo y asistencia acercá ndo-
se al monasterio , si no también seguridad , porque mientras
la guerra asolaba sus contornos, el munasteri o era el asi lo
inviolable y sagrado de la paz , y el ruído de las armas se
apagaba en los limites de su territorio. Allí el aldeano sem-

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~60 La Desamorti.;_aet'ón.
braba su campo y recogía su cosecha sin temor á la devas-
tación ni á la muerte . La vi vienda y las posesiones del mon-
je no tanto debían esta inmunidad á la fu erza material que
casi nunca tu vieron los monasterios. como á la fuerza mo-
ral y religiosa que les daba prestigio. y á la opinión pública
que los prote~ia . La tiranía fe udal no se atrevía á toc<~ r á
ella ; y no sin motivo en ve rdad, porque de allí salían con
frecuencia las voces que les reprendían sus violencias y crí-
me nes , h:tciendoles terribles amenazas en nombre del cielo
irritad o.
Ni era menor el benefi cio que dispensaban los monjes
á la hum anidad abrie ndo sus puertas á los qu e acudían á
ellos, desengañados de las g randezas terrenas ó punzados
por el ag uijón de sus culpas; y á tantos infortun ados y á
tantas almas senciilas y buenas como ve nían á buscar refu-
gio contra la corrupción del siglo; ó it los sabios. curados
ya de su vanidad cie ntífica; todos los cuales aportaban con-
sigo, ya hábitos de trabajo, ya disposicio nes par:t la vit1ud ,
y tal vez luz de san a doctrina. Á veces se veía llegar en
traje de duelo á nobles viudas que habían perdido , al par
que á sus esposos , la posición que tenían; ó á otras muje-
res, qu e, arrepentidas de una mala vida, querían e ntrar en el
buen camino, y eran recibidas en los conventos de su sexo.
Nunca se encarecerá bastante lo que los monjes contri-
buyeron á mejorar e n la Edad Media la suerte de los pue-
blos . Lo que habían hecho con los vencidos , los cautivos y
los desgraciados en tiempos de invasiones. lo continuaron
en los d el feudalismo. Por otra parte, los m onjes producían
mucho y gastaban poco, destinando el exceso de sus pro-
ductos á los pobres , los cuales , rt-ducidos a una existencia
siempre turbada y azarosa , acudían á ellos en ~~...... ., número.
Cuantos se presentaban á l:t puerta de un convento, estaban
seguros de encontrar en él un lugar de refugio y un asiento
en la mesa . ¡ Cuántas personas , despojadas de sus bienes,

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Cápítulo vigésimo.
no hallaron otro recurso para prolongar su vida que la
caridad de los monasterios, recibiendo de ellos asistencia ,
instrumentos de labranza ó tierra que cultivar! Mientras
los señores del siglo trataban á sus siervos y criados de la
manera más inhumana , los monjes no exigían de sus colo-
nos sino lo que era debido . no los atormenta ban con exac-
cion es, no les pedían nad a q ue no fu era soportable, y hasta
los ayudaban en sus necesidades, tratándolos , no como
esclavos, si no como herm anos. Un abad de Cluny, San
Odilón , fu é el que fundó la Trfgna df Dios, con la cual
comenzaron á respirar las gentes de los campos.
Nada se diga de la poderosa influencia qu e , ya sobre las
costum bres en general , ya sobre las del clero secular, ejer-
cieron los monjes en los siglos medios. Poderosos y eficaces
fueron sus esfuerzos en f~tvor de la sociedad , llegando al
fin las refo_rmas á tomar un carácter general y á dar vida á
algunas Ordenes de imperecedero renom bre. como los Cnr-
fltjos , los Clnnncímses y los Cistucienses. San Bruno es el
patriarca de la famil ia contemplativa de los Ca rtujos. Los
sitios más agrestes, las garganta s inaccesibles de las mon-
tañas , las so ledades que sus antecesores no habían explo-
rado aú n , les serví<tn de retiro , renovándose en ellas las
maravillas de la Tebaida. De sus monasterios, que se di-
fundi eron por toda la superficie de Europa, salia un perfu-
me de austera virtud, qu e en el clero y en el pu eblo reani-
maba el fervor de las prim itivas edades. En cuan to á los
Cltmaciense-s , sabida es su grande importancia y el des-
arrollo que die ron á la institució n monástica, pues hasta
ento nces los monasterios no tenían entre si otros vínculos
que la regla común, y los abades de Cluny hicieron del
s uyo una gran metrópoli religiosa, qu e contó luego bajo
su dependencia más de dos mil abadÍHS , disemin::tdas por
todo el mundo cristiano, focos todas ellas de santidad , q ue
la irradiaban sobre el clero y los fie les.

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La Desamorti{_ación.

Á las Ó rde nes religiosas d ebe ade m ás la civilización e u -


ropea una d e sus más p uras g lo rias , la dig nidad de la m u-
jer , d esconocida en los an tig u os t ie m pos, de bida e n g ran
parte a la virg in idad c ristia na y ;ti respeto d e q ue vive ro-
deada en el claustro .

He aqu i lo qu e han sido los m onjes : los humildes é in fa -


tigables obreros d e la civilización cristian a, los b ie nh ech ::> res
más d esmteresados. los verd ad e ros h é roes de la h u ma n i-
dad . Harto los vindi can s us g randes g lo rias pasadas de las
inj ust icias d el tie mpo p resen te. Harto s e explica , por s us
inme nsos servicios á la causa sant a de l.t Religión y por s u
poderosa y be néfica inllu e ncia e n la sociedad . qu e a ellos
alluy esen las grand es riqu ezas qu e por es pacio de alg unos
sig los ha n se rvido e n s us ma nos p ara e l bien es p irit ual y
mate ria l de las clases pobres .
Muy bie n co m pre n dió esto , y con s u s upe rior ta le nto
lo puso de realce , nuestro in sig ne Balm es e n s us Obsn-un-
ciones sobre tos bienPs del clero , qu e ant es de ahora he mos
citado, y q u e a ú n habrem os d e citar e n esta obra. Consi-
de ra n do el incalculabl e bie n que la influ encia del cle ro hizo
en aq uella é poca, qu e era ,( u na co nfusa m ezcla de barbarie
y d e ci vi lización , d e g rosería ·y de cul tu ra , de rudeza y de
saber , d e afem in ació n y d e fe rocidad .» se est re m ece con
«sólo pens ar e n lo q u e hubie ra sido d e la sociedad eu ro -
pea, si la Provide ncia , q ue e n su ind ig nación había qu e-
rid o afligirla co n tam atia catást rofe . n o hubiera cu idado
o portu na m ente d el re m edio, d ifu ndie ndo y arraig a ndo de
a n te mano la religió n c ristian a . q u e al paso q ue fuera un
alivio de los m ales p rese ntes . mos tra ra en lejano porven ir
u na a urora d e esp era nza. » Po rque , e n efecto , e~ l.,.c ha d es-
tructora q ue e mpuñaban manos feroces se veía d ete n ida
po r la de los Pa pas, los Obis pos , los sace rdo tes y cen obitas,
que con los sagrados titulos de s u misió n , «al p aso q ue

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Capitulo vigésimo.
reclamaban con energía la conservació n y e l respeto e n
pro de cuanto llevaba el sello divino, protegian al mismo
tiempo la vida del hombre, la honra de la esposa, el pudor
de la virgen , y salvaban de total ru ina los restos de la an-
tigua civilizació n y cultu ra . »
Y como «el saber, la virtud , la enseñanza y el consejo
es un conjunto tan precioso, que quien lo reun a puede es-
tar seguro de inspirar respeto y veneració n , y de a lcanzar
influjo y deferencia ; y el consuelo en las afl icciones y el
remedio y el ali vio en los grandes males son beneficios so-
brado du lces al corazón humano para qu e dejen de g ran-
jear al que los dispensa el amor y la g ratitud de los favo-
recidos , » con gran razón pregunta el escritor ilustre: « ¿Q!lé
quieren decir esas violentas invectivas contra los abu ndan tes
bienes con que e l clero quedó enriquecido? Dadas tales cir-
cunstancia.s, ¿ podia acaso s uceder lo contrario? ¿ No hubie-
ra sido una m onstruosa ano m alía ?» Y teniendo en cuenta la
grande importancia que en la obra de la regeneración so-
cial han tenido los innumerables establecimientos en qu e la
Iglesia «ofrecía asilo al pobre, albergue al peregrino, y
hospitales donde el desvalido enfermo encontraba consuelo
y remedio .... ¿quién no bendice, añ ade, á la clemente
y bondadosa Providencia, que había disp uesto en beneficio
de la humanidad que las riqu ezas pasa ran á aqu ellos hom-
bres, q ue conservaban luz e n su entendimiento, virtudes y
ternura en su corazón? Á no ser así, ¿qué pudiera hacer la
Iglesia en favor del pobre y del enfe rmo? .... ¡ Y cómo ca-
reciera de uno de los más bellos adornos de su frente, en
no pudiendo honrarse con e l titulo de aliviadora de todas
las desgracias ! »
Para realizar su gran mis ión , para s ubyugar á la barba-
rie que se derramaba sobre Europa , y ejercer sobre ella la
influencia que la civilizó é hiz o de ella germen fecundo d e
nuevas naciones , «era , dice acertadísimamente Balmes,

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La Desamorti{ación .
una combinación muy á propósito la unión de los medios
morales con los físicos. el hallarse la verdad di vi na y las
llaves del cielo en unas manos que dispusieran al propio
tiempo de grandes riquezas, que. no sólo sufragase n para
el bienestar é independ encia. sino que hasta llevasen con-
sigo la facultad de hacer el bien en :tbundancia. de alcanzar
predominio y poderío, y des plega r en el culto y en todos
los ed ificios majestad y magnificencia .. .. Asi se concibe
cómo el cuerpo de los minist ros de la Iglesia se convirtió
en una asociació n organizadora y civilizadora, tan vasta
como compacta. que trabajaba sin CP ar para el logro de
su objeto.»
¿Se hubiera conseguido cuanto de bueno se obró en el
mundo. si la Ig lesia h ubiera llevado en su existencia exte-
rior el signo ~e la debilidad y de la pobreza? No, por cierto,
en sentir de Salmes; «pero, afortunadamente para la hum a-
nidad , no sucedió así. El feudalismo alegaba sus derechos
feudales; y la Iglesia , como señora también , most raba los
suyos. El feudalismo ostentaba riquezas . y el clero oste n-
taba las suyas. El feuda lismo ostentaba soberbio lujo en
blasones. insignias , ricos trajes, mag nificas viviendas y
numerosa muchedumbre de escl:tvo y dependientes; y el
clero le contrastaba con la majestad del culto. con opulen-
tas abadías, suntuosos monasterios , encu mbradas cúpulas,
anchu rosos y mag níficos templos , y no menos inmensa
muchedumbre de adictos y depen dientes .... Tal contraste
producía insensiblemente una revolución en la sociedad; y
todo en sentidJ favorable a la verdadera libertad y á la
dic ha de los pueblos. Para ser ad mitido en el clero, ni se
necesitaban títulos de nobleza , ni cuantiosas posesiones:
bastaba ser ho mbre y cristiano . .. . Esta regl:-. , ..an honrosa
á la dignidad del ho mbre .... debía producir en la época del
fe udalis mo un efect o mu y provechoso sobre la muchedum-
bre, porque, una vez sentado que el hijo de un pobre podia

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Capitulo vigésimo.
ser elevado á las mayores dig nidades y verse un dia en
igual rango y tal vez en abierta lucha co n orgullosos seño-
res, estaba ya zapada la preponderancia de los serio res feu-
dales , y quedaba sembrada una semilla que, desenvuelta
con el tiempo, habia d e producir opimos frutos en benefi-
cio de los pueblos.»

Véase , por todo esto, cuan grande y provechoso intlujo


han ejercido sobre la sociedad el clero y las Órdenes reli-
giosas , in flujo de que la han privado las revoluciones de
nuestros tiempos, extinguiendo las comun idades y arrebn-
tindoles sus bienes, lo mismo q ue á la Iglesia .
Pero nuestras observaciones sobre este punto no han
terminado aún , y habremos de dedica rles el capí tulo in-
mediato.

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CAPÍTU LO XXI.

LA DESAMORTIZACIÓN C:ONS(()ERA DA F.N SU .\SPF.C:TO SOCIAL.

(C.lll/IIIIIDCIÓII.)

.5uM .\':Io.- Oe lo~ grandes scr\•ic1os que la!) Órdenes rcligio~~ prc-.t.an 3 la socie-
doJ en nues tros d i a< .-Nie~J:an >lgunns la necesid.,l de e<tas Órdenes en la
presente época.-Cuán erróneo es su juicio. - Lo que valen el espíritu de sacri-
fici o y la abnegación de los rehgiosos.-Cuánta •gnora11Cia arguye el acusarlo>
de pereza,- Datos estaduticos acerca de sus ser vicios, ref<rcntes á Francia y
Bclgica. -Las Misiones y sus maravillosos frut os.-Eiogios de los rdigosos,
hechos por protestantes é impÍo> - Los que les h<~n prodigado ilustres Pon-
t:ticcs y S::~ntos.-Que los servicios de Jos religiosos no son t1 tulo necesario á

·=
su uistcncia .- Dcfi éndese su perfecto dcr.cho á rxi>t iróun cuando no lo< pres-
ten.- lnjusticia que se comete al d<sconoccr este derechn.

tan elocuent~ los h&hos en que abunda la


ON
historia de las Ordenes religiosas 1 que nadi e,
1 por regla ge neral . se atreve á negar s u prove-

chosa influe ncia e n los pasad os siglos, ni á desconocer los


g randes servicios que hicieron á la sociedad y á la civi liza-
ción en todos conceptos. Pocos impug nadores hallarán ,
pues, los h echos que hemos expuesto en el anterior capí-
tulo. Mas no sucede lo mism o cuando se trata de apreciar
s u influenc ia en la actualidad . Para los incrédulos y para los
indifere ntes, no son las Ó rdenes relig iosas tan necesarias hoy
como lo fueron en los an tig u os tiempos, porq ue esta ndo el
mundo civilizado , y en vi as por todas partes del más asom-
broso progreso 1 no tienen , á s u juicio . misión que des-

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J68 La Desamortización.
empeñar en él , como h1 tuvie ron en épocas de ignorancia ,
en qu e m oral y m aterialm ent e se sentía la necesidad de s u
inte rv ención en las cosas de la tierra.
Este desacertado juicio pudiera quedar d esm en tido co n
sólo te ner en cuenta qu e si las sociedades en s u niñez y
en tiempos de ignoran cia necesitaban la direcció n del clero
y d e las Ordenes religiosas, la necesita n mucho rmis en
su juven tud y en é p ocas d e progreso , en las qu e están ex-
puestas á mayores ex tra víos . Nadie desconoce, y e n p rueba
d e ello pudiéra mos citar m uchos t es tim onios, q ue con el
progreso y la civilización m oderna las m alas pasiones han
tom ado un increm ento alarmante, y que , bajo un esplen-
d ente manto de seda y oro, la socied ad encu bre una
corru pción espantosa ; y siendo es to verdad , ¿cóm o no
habrá de co nfesa rse que hoy son las Órdenes religiosas más
necesarias que en otros tiempos, y que só lo su acción co ns-
tante puede neut ralizar l¡¡s depravadas tendencias que arras-
tran á la humanidad al p recipic io, y reco rdarle las ver-
dades que pueden sal va rla del torbellino qu e la lleva a s u
ruina ?
((La necesidad más urgente d e la sociedad en ge neral . y
de este siglo en particular, es el es pi ritu de sacrificio , dice
un escritor católico ' . Para evita r y curar los males que nos.
afligen , es necesario que e l espíritu se eleve hasta la alt ura
del más sublime y absoluto sacrificio ... . El sacrificio hecho
para tod a la vida y practicado sin restricción alg una, cons-
titu ye la perfecció n evangé lica ; y así , cuando lo llevan á
cab o los que para Hgradar á Dios se d edican al servicio de
s us semejm1tes , satisface n la necesida d más aprem iante de
nuestra é poca. Pero como la perfección evang élica es su pe-
rior á las fu erzas hu manas, para hace rla más f:\cil y ge ne-
ral , la Ig lesia católica , ins pirada por Dios, ha concebido la

1 El barón de (AUCHY : Diaio>rnrio dt las Órdene1 rdigioMS. tomo 111 . pági·


nas 1 ,o87 y 1 .o88.

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Capitulo vigésimoprimero.
admirable idea de asociar a los ho m bres po r medio del
sacrificio , y esta asociació n maravillosa constituye las Ór-
denes religiosas. Debem os, pues, sentar en buena lógica
qu e las O rdenes religiosas corres ponden á la principal ne-
cesidad de nuestro siglo.»
«Ho y , como en otros tie m pos, dice otro escritor con-
tempo ráneo ' los Institutos religiosos tienen una doble
1

misión 1 espiritual y tempora l , que procede de un principio


común : el de renu nciar al mu ndo para practicar los ejer-
cicios y virtudes que ele van al hombre á Dios , y alca nzar
la perfección cristiana . La abnegación , la obediencia , el
sacrificio y el desinterés son los primeros deberes del reli-
gioso . Si se pregun ta al católico en q ué consiste esa alta
autoridad de la vida religiosa, no necesita invocar otras
doctrinas sino las que se encuentran en lo intimo del cora-
zón. ¿Es ef[caz la o ración ? ¿Se aum enta s u fuerza con la
unió n d e los que oran? ¿Son colectivos el pecado y el per-
dón ? ¿Puede ponerse en d uda la solidaridad de los hom bres
ante Dios ? Si estas bases de la fe so n seguras, nadie tiene
derecho á preguntar para qué sirven los hom bres q ue se
santifica n por los demás y ofrecen por ellos oración y sacri-
ficio perpetuos .. . . Y aun las m ismas Órdenes contem plati-
vas han tenido una utilidad tem poral, q ue han conservado
hasta hoy ; y es que 1 en presencia del materialismo paga-
no 1 los primeros religiosos han rehabilitado la dignidad del
ho mbre , haciendo predo minar el espíritu sobre la carne.»
«Á los religiosos , dice á propósi to de este último punto.
otro escritor m oderno , , se les acusa de pereza y ociosidad¡
acusación que se dirige sobre todo a las Órde nes contem-
plativas , y qu e sólo prueba ignorancia acerca de la vida
interior de los religiosos, de sus duros y penosos trabajos,
y de los eminentes servicios que prestan en el orden espi-

1 Eo. OucPEnAux: Las Órdenu religiosas y montiJ/ieas, par. 111.


• L EMOlNANT : De ltJJ asociacionu reliposas del Catolicismo , pig. 181.

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)70 La Desamorti{aciolt.

ritual. Perd(\nem os á los ignorantes , y pidamos por ellos


para q ue reconozcan s u error. En cuanto á los que no pue-
den ampararse con esta excusa , noso tros les preguntamos
si, habiendo en la sociedad , como hay indudablemente,
masas de individuos más ociosos é inútiles, aun desde el
punto de vis ta humano, que los religiosos y las religiosas,
se puede sostener que po r ese sólo motivo deben ser éstos
abolidos.'> El autor añade que este deseo d e r efo rma podría
ir demasiado lejos y comprender á los mismos que procla-
man sem ejan te necesidad.

Pero ¿quién no conoce los muchos y grandes servicios


que. impulsados por el espíritu de la m:is ardiente caridad ,
y co n el sacrificio de su pro pia vida , están p res tando hoy
los individuos de las Orde nes religiosas ? ¿ Q1¡ién igno ra
lo que hacen , por ejemplo, los religiosos hospitalari os
del Monte de San Bern ardo, los auxilios que prodigan
á Jos viaje ros y la hos pitalidad que tan gene rosamente les
dan? Añádase á lo que tanto se sabe de estos m onjes, que
el aire enrarecido gasta los aparatos respiratorios, y por esta
causa se vive alli poco m:is de diez años, y se verá que al en-
cerrarse en el hospicio puede el m o nje c~lcul a r, sobre poco
más ó menos , el número de días que ha de vivir sobre la
tie rra. Otros reiig iosos pud iéram os citar que abrevian vo-
luntariamente s u existencia , ya e n la corrompida atmósfera
de los hospitales, ya en la noche perpetua de las minas del
Nuevo Mundo, ya en los pestíferos baños de Constantino-
pla.-,< Reconocemos, exclama á este propósito Chateau-
briand . nuestra incapacidad para elogiar como se m erecen
tales obras: l<igrimas y admiraci ón es lo único q ue pode-
m os ofrecerles '. »
El célebre Leibnitz, qu e , au nque protestante, aprecia-
ba tan bien las excelencias del C1tolicismo, era muy aman-
• Gmio dd Cristia11iJmo, lib."' · cap. 1\'.

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Capit11/o vigésimoprimero.
te de los institutos relig iosos. «Confieso, dice , que siem-
pre he aprobado las Órdenes religiosas, las asociaciones y
los institutos piadosos. » Y miade lu ego: « No"hay, en ver-
.clad , nada mejor que llevar la luz de la verdad á las regio-
nes más apartadas, atravesando los mares, despreciando
los calores y los hielos; que ocuparse en la salud de las al-
mas , privarse de todos los placeres y aun de los atractivos
de la conversación y de l trato social , para dedica rse á la
contemplación de las verdades sobrenaturales y á la medi-
tación de las cosas divin as ; que consagrarse á la educación
de la juven tud para despertar en ella la afición á las cien-
cias; q ue auxiliar á los desgraciados. á los presos, á los
condenados por la justicia y á los enfermos , á los q'ue de
todo están privados . ya en las cárceles de por acá. ya en
remotos paises-. y practicar estos actos de ardiente caridad
s in temor ;í la mortífera peste. El que ig nore ó desprecie
estas cosas . tiene d e la virtud un<1 idea mezquina , y cree
erradamente haber cumplido sus deberes para con Dios con
algunas prácticas comu nes, generalmente acompañadas de
falta de celo y de espíritu de co ns~•gración ' . »
¡Ah ! No se necesitan grandes esfuerzos para probar la
fa lta , cada día mayor , qu e hace en las naciones modernas
el benéfico y salvador influjo de las Órdenes reli giosas. Un
sentimiento íntimo , que cada día se generaliza mús , nos
dice qu e cuando l:t sed de los goces y el afán del lucro, bus-
cado por todos los medios . aun los más indignos , domina
en la sociedad, es más que nunca necesario hacer un lla-
mamiento á las conciencias, para que renazca la antigua
fe , so pen;1 Je que las cl:tses desheredadas , perdida la es-
peranzn en otra vida mej or , quieran conseguir en ésta por
la fuerza el único bien que la incred ulidad les ofrece corno
cierto . De esta convicción i1a nacido qu e después del verti-
ginoso periodo que se inauguró en r 789, en que la impie-
• Sulrma tco/ógiro.

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La Desamorti{_acion.
dad delirante se d ejó arrastrar á los más horrendos críme-
nes , una rea~ción saludable haya enseñad o á ap reciar lo que
dest ru yó la locu ra revolucionaria, y que se haya hecho j us-
ticia á las Órdenes religiosas, abriéndoles de nuevo las pue r-
tas, y reconociendo su verdadero valor y su m érito indis-
putab le, efecto d e lo cual ha sido el co nsiderable núm ero
de religiosos que se habían instalado en la nación veci na ,
difundiendo el bien á manos llenas , hasta que aq uella
locura ha renacido y lanzado vio lentam ente de ella á los
que sacrificaban su existencia en el se rvicio de Dios y de la
patria , en la edifi cación de los prójimos y en la santificació n
de las almas.

Véa nse, en prueba de ello, algunos datos sobre los ser-


vicios que, movidas de su ardiente celo, han prestado en
Francia las Ó rdenes religiosas en los últimos cincuenta
a1ios, á conta r desde que , pasad a la torme nta del sig lo
anterior, volvieron á lucir días más sere nos.
Al comenzar el año 182; ha bía ya e n Francia 2,8 .3 .3 ca-
sas religiosas , s i bien 1. 300 no estaban autorizadas ; y el
ministro de justicia y Cultos , M. Fraysinous, asegu ró e n-
tonces en el Parlamento que estos Institutos socorrían á
m ás de 140,000 enferm os , d aban ins trucción g ratuita á
120,000 niños , y t enían 10o,ooo jóvenes pensionados. En
1841 , según resultó d e un inform e publicado por M. Ville-
main , había 2 , 136 her manos religiosos dedicados á la e n-
señanza, y ;,);6 religiosas. Desde 1850 e n adelante el
n úm ero de eclesiásticos y religiosos en Francia llegó á a u-
mentar hasta 52,.385, y el de religiosas creció también. El
1 . • d e Enero de 186o, antes de la anexión á Francia d e
Niza y Saboya , había 2,972 est;tbl ecimientv:> cte religiosas,
de los cuales 2,050 eran casas particula res , ó s ucursales
d epend ientes de ot ro Instituto. De estos establecim ientos,
55 3 eran de ense1ianza, 302 hospitalarios, 2 , 1o 1 de ambas

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Capitulo vigésimoprimero. 37.3
cosas á la vez, y 16 meram ente contemplativos . Y el censo
formado cuatro años antes , ósea en 1856 , da unas 40,500
religiosas en Francia , de las cuales 2.3 ,.359 estaban dedica-
das á la enseñanza, 1o, 187 á la enseñanza y hospitales, y
6,845 á la vida con templativa.
De 1:;, 766 escuelas públicas de niñas, 7,861 estaban
d irigic'as por religiosas, y 5,905 por mujeres seglares : de
las 12,826 escuelas privadas del mis m o sexo , 5,6 :;o esta-
ban á cargo de las religiosas y 7, 196 al de seglares . Son,
pues, 1.3, 491 escuelas á cargo de las religiosas, en las qu e
se calculaban 1 .059 ,000 ni1ias de 1 .669, 21 .3 que estudian
la primera e nseñanza; de modo qu e los dos tercios d e las
niñas d e Francia acababan su educa ción en los convent os.
Menor es la proporción que ú los religiosos tocaba por
entonces en la ed ucación de los varones; pero siempre se
a
acercaba la cuarta parte, pues d e 1.7 85, 420 alumnos,
r ecibían iñstrucción en las escuelas reli giosas 428 ,oo8.
Pero estos datos , aun cuando to mados de u na obra re-
ciente , son ya inferio res :í los d el último momento. Un
interesan te libro que hace cinco añ os st: publicó en Fran-
cia ', nos da á conocer que las Co ng regaciones religiosas
daban allí instrucción á 2. 209 , 9 19 n iJios , y prestaban sus
auxi lios á 200 ,700 personas, distribuidas d e este modo:
en los hospicios y hospitales, 11 4,259; en las casas de
huérfanos ó de ob reros, 60,265 ; en las llamadas Casa& de
refugio, de preservación .JI de corrección, 11 ,8 1 5 , y en los
asilos de dementes y de sordo-mud os, 14,.36 1. Y á un so lo
golpe de vista puede apreciarse la importancia m o ral y
social de un as Congregaciones que ejercían su acción , ya
profesional , ya benéfica, sobre muy cerca d e dos millone-s y
medio de habitantes , si se tiene en cuenta la manera cómo
lo hacen, es dec1r, ase ntando como base d e todos su s t ra-

• Le.s Congregafions religilusu en Frauc.:; leur; auuns ti lrors Jtruice& , par


Emile Keller : Pari•, librairie Poulsiegne , t8So.

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.374 La Desamortización .
bajos la instrucción religiosa, qu e eleva y engrandece aF
h ombre , que le da la mayor d e las superio ridades sobre
todos los demás seres creados, la de conocer, amar y servir
á Dios, y forma á un tiempo mism o buenos hijos , buenos
esposos , bue nos padres y buenos ciudada nos. Otra esta-
dística, publicada también en estos últi mos años en un
diario ext ranjero , nos dice que á cargo de las religiosas
existentes en Francia cor rían 950 estab lecim ie n tos . y que
eran 7,4)4 los religiosos no au tori ~ados, contando con 446
casas; pero ignora mos si estos números expresa n la rea-
lidad .
Sea d e ello lo que quier~ , ¡ qué inmensa riq ueza no
poseía con esto hasta hace pocos años la nación veci na!'
¡ Q!Jé inmensa riqueza , repetimos , no sólo por lo que acre-
ditan estos guarism os , s ino por lo que ellos represen tan t
Porque si siemp re sería un hecho consolador dos millone-s
y doscientos mil ni ños educad os, con más doscientcv.; mif
perso nas au x iliadas en s u o rfandad y sus do lencias, consi-
derando además qu e esta obra de instrucció n y de caridad
está desempe ñada por los qu e, ent re cuantos pudieran lle-
va rla á cabo, ofrecen mayores gara ntías d e acierto, el he-
cho adquiere u n valor y una importancia inapreciables.
Sí, en verd ad . No está reducida la educación del niñ o á
ense ñarle las letras y los rudimentos de las cie ncias , como
se enseña al soldado el ejercicio de las armas. No consiste
la asistencia á los desvalidos y enfermos en p restarles los
servic ios que presta un enferme ro asalariado. Lo mismo el
niño para ser educad o , qu e e l pobre y el en fermo para ser
asistidos , han m enester Jos solícitos cuid ados y e l celo
a moroso que empl ea con ellos el qu e, teniend o consagra-
da su existencia a Dios y á sus prój imos, ciPrrama con
abundancia sobre los que so n objeto de sus cuidados las
más dulces expansiones de su alma, y tiene siem pre para
ellos, según sus diversas situaciones, ora palabras d e estí-

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Capitulo vigésimoprimero. 375
mulo, o ra de consuelo, ya de a nimación , ya de esperanza,
y siem pre de la m as dulce caridad. ¿ Q1Jié n puede en esta
parte colocarse al ni vel del relig ioso, ni aun siquiera seguir
de lej os s us h uellas? ¿Q!Jién pu ede , como él , sembrar en
el alma de esos niños, cri ados en el indifere ntis m o . y e n la
de los pobres desvalidos, q ue sólo sienten aversión ó des-
vio hacia u na sociedad q ue los olvida y abandona, senti-
mientos de fe y de esperan za, y reparar los dest rozos que
en ellos han causado las desventajOSéiS circunstancias por
qu e han atravesado?
Por eso precisamente no puede ve rse s in honda pen<t el
m al p rofundo que han causad<? en Francia, y el bien in men-
so de q ue la han privado, las m edidas adoptadas contra las
Congregacion es religiosas, q ue n unca pod rán ser calificadas
con la du reza q ue su mo ns t ruosa iniquidad exige.

Pero dejemos á Francia pa ra en umerar los se rvicios q ue


en otros paises de Eu ropa están prestando hoy las Órdenes
religiosas.
En Austria había hace años 766 casas religiosas de hom-
b res , p ertenecientes á 27 Ó rdenes disti ntas, con 10,354
individuos. El nú m ero de las religiosas era de 3,66 1 , dis-
t ribuidas en 157 mo naste rios de 2Q Órdenes di ferentes.
En Londres no había m ás q ue un convento en 182o¡
pero en 1863 se contaba n 46. La misma proporción seob-
serva en los demás puntos de l Reino Unido.
En Bélgica sólo había en 1829 280 comunidades de am-
bos sexos, con un total de 4, 79 1 individuos . En 1846 eran
y a 7 79 casas, con 11 ,968 individ uos.
«Así en Bélg ica com o en Francia, dice un escritor con-
tem poráneo habla ndo de los Institutos religiosos, y en to-
d os los demás paises, abrazan en su esfera de actividad
t odas las obras creadas para aliviar los padecimientos y
m ejorar la condición fis ica y m oral de las clases pobres y

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La Desamortizaáón.
obreras: las casas-cunas , las salas de asilo , las escu elas
primarias y dominicales, los talleres de aprendizaje, las
escuelas para los obreros, el patronato de los aprendices,
los institutos para los sordo-m udos y ciegos, las casas de
huérfanos , el servicio de los hospitales , los hospicios para
ancianos , con valecientes é incurables , las casas de locos,
la asistencia á los enfermos á domicilio, la visita á los po-
bres, las colonias agrícolas, las escuelas para la reforma,
y las casas de retiro y arrepentidas . No hay desgracia á
la que no tiendan una mano bienhec hora; no hay lágrimas
que no procu ren enj ugar, ni desvalido á quien no acojan
co n m a terna! interés '. » Sólo el sacerdote flamenco Triest
había fu ndado , antes de morir , en 1836, 42 establecimien-
t os tan interesantes como variados. dirigidos por Hermanas
de la Caridad; á s;:ber : 5 casas de pensión para señori tas,
12 hospicios para incurables, un hospital , 2 institutos de
ciegos y sordo-mudos , J casas de locos , 3 casas de huér-
fanos, 7 escuelas de niños, 7 para los pequeñuelos de
ambos sexos, y 2 boticas, y otro número menor de estable-
cimientos , tam bién variados , á cargo de Hermanos de la
Caridad, instituidos por él mis mo, entre los cuales había
escuelas, hos pitales , casas para sord o-mudos , para ciegos
y para huérf<tnos , u na g ra nja-escuela , dos casas para locos
y otra para ancianos. Véase cuán lozano es el desarrollo del
espíritu religi oso, y cuán abu ndantes sus frutos, cuando no
se ponen obstáculos á su difusión.
No obstante el régimen ta n contrario al Catolicismo
inaugurado en t8JO, e n 1857 se publicó en Bélgica una
estadística de las bu enas obras que llevaban á cabo las aso-
ciaciones religiosas , y eran 234 los hospitales y hospicios
fundados por la car idad privada, servidos por 1 .~;3 religio-
sos de ambos sexos, que daban acogida á 14,825 enfermos,
ancianos y ac hacosos; ;o6 escuelas primarias, dirigidas por
1 D ucPETtAUX, e!l su obra antes citada.

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Capitulo 7Jigésimoprimero. J 77
1, 196 religiosos, á las qu e asistían 50,909 discípulos, y
444 escuelas dirigidas po r religiosas, á qu e concurrían
65, 958 niñas. Había adem ás 536 escu elas dominicales, á
que asistían 176,0)4 discípul os d e ambos sexos, y 374 es-
cuelas de encajes, también bajo la dirección de las religio-
sas, á qu e concurría n 39,697 niñas, y que, deducidos
gastos, daban un pro ducto líquido de J .850,949 francos.
Me recen mencionarse, por último , 12 J casas de huérfanos
con 4 ,474 de uno y otro sexo. Contando las Conferencias
de San Vicente de Paul , resulta ba haber e n Bélgica m:'ts
de 2,400 in-.titutos particulares , qu e hacían extensivos s us
beneficios á 45 5,ooo necesitados . Fuera de esto, la mayor
parte de los establecí mi en tos de beneficencia pública esta-
ban servidos por religiosos ó rel ig iosas.

¡ Cuánt9 no podríam os añadir sobre los inmensos ser-


vicios que á la sociedad prestan hoy los religiosos, si ha-
blásemos de los t rabajos apostólicos q ue , ya en las na-
ciones civilizadas, ya en tierra de infieles, están llevando
á cabo las Misiones! Afo rtu nadame nte es casi todo conoci-
do, y no hay m ás que una voz para enaltecer á los qu e así
logran, á costa de penalidades y de su misma sangre, trans-
formar los paises en qu e ej ercen su santo ministerio . Lle-
nos están los anales re ligiosos de noticias q ue edifican ; y
aun si n llevar nuestras mi radas á rem otas tierras, tenemos
en España donde fijarlas con consuelo. Á cada momento
leemos el relato de las maravi llas que ha obrado en un pu e-
blo una misión. 1Q!J é resul tados ta n portentosos, q ué trans-
fo rm ació n tan g rande y tan completa la que han log rado
los misioneros en ese pueblo! Allí cesaron los odios, se re-
conciliaron las familias, se restituyó lo ajeno, salieron mu-
chas almas de su letargo; y el pueblo entero, ó la parte
principal de él , se purificó de s us culpas en el sacramento
de la Penitencia, y recibió gozosa el Pan de la vida eterna.

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La Desamortización.
¡Y son estos los hombres á qui enes odian y á quienes
arrojan lejos d e si los qu e se llaman amigos del pueblo!
De las misiones extra11jern-5 es excusado todo elogio. El
mundo e ntero las conoce y las adm ira. Y si re duj ésemos á
g uarism os las conversiones operadas y las obras llevadas á
cabo po r la Propagación de la Fe en los ci ncuenta y siete
años qu e cue n ta de existe nc ia , no tendrían límites nuestra
adm irac ió n y nu estro asom bro a nte esa Obra be ndita, que
- do loroso es decirlo-hace c uaren ta años fué prohibida
en Es paiia , pero reciente men te ha sido reorganizada, im-
pulsando hoy sus trabajos un a asociación de se ño ras.

No nos detendremos más en demostrar los servicios que


en nu estros dias prestan al mu ndo las Órdenes religiosas,
pues ellos son ta les, que hallamos su elog io en los mayo-
res enem igos del Catolicismo . Un hombre de funesta cele-
bridad y execrable memo ria, á quien no quisiéramos tener
qu e nombrar, decía en el pasado siglo: <<Casi no hay con-
vento que no encierre almas privilegiadas, que son la hon-
ra de la naturaleza huma na . » Y luego :uiadia: «Tal vez no
hay sobre la tierra cosa m ás grande que el sac rificio que
hace la m uj er de la hermosu ra, de la juventud, y m uchas
veces d e la fortuna y d e la nobleza, para a liviar en los hos-
pitales ese conju nto d e miserias humanas, cuyo sólo as-
pecto es tan hum illante para el orgull o h u mano como re-
belde á nu estra susceptibilidad. Los pueblos separados de la
comunión romana no hitn imitado si no de una manera
imperfecta una caridad tan gen erosa.» (Voltaire.)
Otro ene migo no m enos declarado de Dios y del Cato-
licismo ha escrito lo sig ui en te: «Confieso que la caridad
de tantas personas del bello sexo, las más di<:tinzuidas por
s u nacimiento, educación y fort una, que se hace n enfer-
m eras de sus hermanos en j esucristo, esperando que una
vida m ejor les permita ser s us compañeras, me conmueve

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Capítulo vigésimojYrimero. 379
y estremece; y m e despreciaría á mi mismo si , hablando de
los deberes que estas almas generosas cumplen con tanto
amor y por mera voluntad , se escapase de mi pluma una
sola palabra de ironía ó de d esdén. ¡Oh santas y va lerosas
muj eres 1 Vuestros co razones se han adelantado á la época.
y nosotros, miserables rutinarios, falsos filósofos y sabios,
so m os responsables de la est erilidad de vuestros esfuerzos.»
(Proud ho n : Contradicciones l'conómica!..)
O iga m os ahora á un pastor protes tante , hablando de
las Hermanas d e la Caridad y de los Hermanos de San Juan
de Dios:
«Cuando en 1 8 JO (dice ) vi si tam os algunos departa-
mentos d e Francia para estudiar los establecimientos de
beneficencia , observamos co n emoción la bondad y dulzura
angelical de las Hermanas que cuidan de los enfe rmos en
los hospita_les . Admi ramos aún más la heroica abn egación
de los Hermanos de San Juan de Dios: y nunca olvidaremos
la impres ió n qu e nos causó el tributo prestad o á su caridad
por un ho mbre del pueblo , á qui en , cerca d e Bourg , pre-
g u ntamos á qué estaba d estinado un edifi cio que descu-
bríamos á alguna distancia del camino. Nos dijo qu e era el
hos picio d e los Herm anos de San Juan d e Dios, ai'iadiendo
que conocía mucho el interior d e la casa, en la cual había
servido como panadero , y encomió la bondad d e los reli-
giosos, refiriendo rasgos conm o vedores con una emoción
que le hacía derramar lágrimas. No podíamos conciliar este
relato y lo que nosotros mismos habíamos visto, con la
malevolencia de que era n blanco estas Órdenes relig iosas.
Preguntamos con insistencia la razón ; pero, á pesar de las
contestaciones necias é indignas que se nos diero n , no ha-
llamos otra que el odio á la Relig ión , que se extendía hasta
al mismo bien qu e podía hacer á la humanidad.»
Y es verdad: la provechosa influ encia de los religio-
sos no pueden ponerla en duda sino el odio y la mala fe ,

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La Desamortización.
porque es un hecho acreditado con muchos y muy elo-
cuentes testim onios .

Mas no se crea qu e al encomiar com o se m erecen los


servicios d e las Ó rdenes relig iosas y s u activa y celosís ima
cooperación á ta ntas obras buenas , en tendemos por ello
qu e so n titulo necesario á su existencia . Las Ó rd enes r eli-
giosas tiene n perfecto d erecho á existir, aunque nada d e
esto hagan , aunqu e se aislen por com pleto de la sociedad ,
y sus individu os se e ntreguen :i la vida contemplativa. Y
o igan nu estros lectores có mo los d efie nd e en este ter re no
un pro tes tante ilust re, de qu ie n han visto ya en esta obra
bellisimos pensamientos ' :
«Se dice q ue los m onjes son per ezosQS. Q!Jiero conce-
d erl o. Su pongo q ue no ti enen m ás ocu pación qu e la de
cantar en el coro. Pues así están ta n bit:n oc upados com o
los qu e nunca cantan ni habla n ; ta n útilmente com o los
que canta n en el teatro ; tan út ilmente como si desde la
m añana hasta la noc he t rabajara n en las in numerables ocu-
pacio nes servi les, degradantes, indece n tes , indignas d el
hom bre y á veces p estilenciales y destructoras q ue hay en
la economía social , y á que tantos seres desgraciados se
ven forzosam ente adscritos. Si no fuera , por lo general,
pern icioso t urba r e l curso ord i nario de Lls cosas y ento rp e-
cer, d e cualq uier m odo q ue sea , la gran rueda , cuyo mo-
vimiento impu lsa n los extraños t rabajos de ese p ueblo d es-
g raciado , me sentiria yo más tentado á arra ncar á esos
infelices de sus miseras industrias, qu e á perturbar el reposo
de la paz mo nástica .. .. Parécem e, ad em ás , qu e las pere-
zosas expensas de los m onj es van tan bien encaminadas
como Jos inú tiles g astos d e nuest ros ociosos .sP.glar es .. ..
Y , en realidad , no veo que los gastos d e esos que vais á
expulsar sean por su dirección ó e m pleo ca paces d e h acer-
' EoMUNOO BURKE : Re.ftexiolt.eJ sobre la revo/ució11 de Francia.

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Capítulo vigésimoprimero.
los odiosos é indig nos de poseer, ni que sean tales gastos
m enos ventajosos á la cosa pública qu e los de las perso nas
á quienes vais á introd ucir en sus casas .. .. )>
Increible parece que un protestan te vea ta n cla ro lo
que respecto á la legitimidad de los institutos cató licos no
ven los que se d icen hijos de la Iglesia ; q ue estos contem-
plen , uo ya con indiferencia , si no con aplauso, y a un pres-
tándole desde las regiones del poder protección y apoy o,
los ru inosos y enorm es dispendios del lujo , en tanto que
proscriben lo qu e ta n noble y elevado empleo tiene en
ma nos de los relig iosos . Porque , como muy elocuente-
m ente añade Burke, «el sudor del a lbañil y del carpin tero,
¿no corren con tanto provecho e n la construcción y repa-
ración de los majestu osos edificios consagrados á la religió n ,
com o en las decoradas mansiones y bajo los sórd idos techos
qu e alber¡~a n e l vicio y el lujo ?¿ No está n tan bien emplea-
dos en reparar esas obras sagradas, á las q ue imprim e su
antigüedad el sello respetable d e los siglos, como en los
asilos tra nsito rios de una voluptuosidad pasajera, ó en los
salones de la ó pera , ó en los lugares d e perdición , ó en las
casas de juego? .... El produ cto del oli vo y de la viña, ¿está
peor invertido en e l frugal alimento de esos seres q ue,
co mo consagrados al servicio de la Divi nidad, se han ele-
vado á g ran dignidad, que en el ruin oso mantenimie nto
de esa mul titud de escuderos y lacay os q ue se degradan
sirviendo á la org ullosa va nidad de un individ uo? La deco-
ración de los templos, ¿es un gasto m enos dig no de ho m-
bres discretos, que la que cons iste e n cin tas y e ncajes . ...
y en la multitud de bagatelas y fruslerías con q u e la opu-
lencia se complace en aligerar la carga de lo supe rfl uo?»
¡ Oh , y qu é mo nstruosa abe rració n es la qu e lleva á los
gobiern os á p roscribir á los religiosos y despoja rlos de sus
bienes ! ¿Y qu é justificació n puede darse á semejante ini-
qu idad ante la leyó ante el sentido común ? ¿Y cómo pue-

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La Desa111()rti1_ación.
de cohonestarse un atentado tan vb lento contra la libertad
del hombre?
¡Cosa si ng ular! Diez, doce ó quince hombres pueden
ponerse al servicio de otro hombre en un establecimiento
industrial ; ¿y no han de poder entrar en un convento para
ponerse al servicio de Dios? Esos mismos hombres, ú otros
muchos más , dejan á España , y se van á América á pasar
la vida lejos de la patria , sin que nadie les pida cuenta de
su conducta; y si dejan sus casas para dedicarse en otra á
la vida religiosa, ¿ no han de poder hacerlo? Se pu eden aso-
ciar para fines humanos, no siem pre lícitos ni buenos, y de
estas asociaciones está llena la nación , y todas ellas las
autorizan ó las toleran las leyes. ¿Y no podrán asociarse
para fines espirituales. sin tropezar con la recelosa suspica -
cia ó la terminante prohibició n de la ley? Preciso es conve-
nir en que semejante contrad icción raya en lo increíble; y
en verdad que ni podría siquiera concebirse, si no supiéra-
mos todos de qué manera se entiende y se aplica en Espa-
ña la libertad política y social.

~
. .

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CAPÍTULO XXII.

LA DESAMORTIZACIÓN CONSIDERADA EN Sll ASPECTO SOCIAL.

(Co~tclusió11.)

SUMARIO.- La desamortización considerada como generadora del socialismo. - Fe-


nómenos SO<Í•Ies que justifican c<te ronccpto.- La Ma110 Negra y la Jnltm.1cio-
nal. -Por qué no se conocieron en otro t iempo estos fenómenos, no obstant e
el malestar de la< clases pobres.-Benéfica y salvadora influencia de la Iglesia y
de sus instituciones.-La civili7.ación modern3. al destruir e n lo posible és ta~ ,
las ha su<titu 1do con los Jutcbos del bombre.-Otros hechos no menos deplora-
bles en el orden moraL-El despojo de la Iglesia : su iniquidad y sus efectos.-
La aristocracia del dinero y su prepondrrante in0ujo. - Rclajaci6n de las doc-
tri na~ politico-sociales.-EI tercer est ado ha justificado con sus procederes el
adven imiento del cuarto e stado.- lnmen•o y extraordinario desequilibrio de
fortunas en la epoca actual. - Horrible miseria de las clases pobres.-Tristísi-
mos datos qur. comprueb•n estos ascrto•.-EI capitol y el trabajo.- La abolición
de los gremios , y lo que se llama el trabajo libre.-Más datos sobre la miseria
d e las clases pobres. - Qué remedios deben aplicarse ;Í este connicto.-Hcrmo-
sas y fatíd icas palabras d e Balmes sobre las consecuer.cias que el despojo de la
Ig lesia hab ia de producir .

ti
decíamos en uno de los anteriores capítulos,
OMO

a la funesta trascendencia que en el orden social


ha ejercido la desamortización d estruyendo la
benéfica influencia de las Ordenes religiosas en el mu n-
do, se agrega la que ha dejado en pos de sí atacando
una propiedad dos veces sagrada , minando así este de-
recho fundamental de la sociedad y abriendo la puerta al
socialismo. Vamos , pues, á considerar por este último as-
pecto el asun lo que nos ocupa. Vamos, no á de mostrar

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La Desamortización.
porque toda demostración es en est e punto innecesaria,
sino á poner de manifiesto que el sangriento ataque á la
propiedad de la Iglesia llevado á cabo, en periodos de triste
recordación, por los que estaban encargados de protegerla
y ampararla, ha sido un ejemplo funestisimo y una in-
fluencia perturbadora contra toda clase de propiedad.
Pero , á decir verdad, ¿qué necesidad tenemos nosotros
de poner de manifiesto lo que se ha manifestado por si mis-
mo ? Pues qué, ¿no han visto todos nuestros lectores en
España, dos años ha, á La Mano Negra en el pleno ejercicio
de sus funciones? ¿No han visto q11e aquella asociación es,
en sustancia, la última expresió n , e l último limite de los
planes y propósitos del socialismo y de la lntemacionat: la
guerra del pobre contra el rico, del j ornalero contra el pro-
pietario, del trabajo contra el capital; g uerra abierta, guerra
encarnizada , guerra sin cuartel, en que á nada menos se
aspira que á la destrucción y al exterminio de las clases aco-
modadas, en sus personas y en sus bienes, por cuantos
medios se encuentren al efecto?
El hecho es verdaderamente horrible , y muy capaz de
llevar por doquiera la perturbación y el terror. Mas no por
eso nos ha d e causar extrañeza , puesto que no es mas
sino la última consecuencia de otro hecho bien conocido , que
cuenta largos años de existencia, que se desarrolla con pro-
gresivo y hast;t ordenado movimiento en otras naciones de
Europa, y d el que también se han visto manifestaciones en
España.
Y este otro hecho, á su vez-doloroso es confesarlo-
no tiene nada de sorprendente en medio de su imponente
magnitud. Producto de causas conocidas, cuya raíz se en-
cuentra en las clases mismas que hoy Iamc..aan y deploran
sus efectos, es Id btternacionat obra común de todos los
desaciertos y de todas las aberraciones que por el mundo
han corrido en estos últimos tiempos , y especialmente de

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Capitulo vigésimosegmrdo.
los ataques inferidos al poder , á la influencia y á la propie-
dad de la Iglesia.
¿Por qué no se conoció la Internacional , ni se oyó nun-
ca hablar de ella, antes de venir al mundo la civilización
moderna , no obs tante el malestar que, com o en todos
tiempos, padecían entonces las clases po bres? Por una ra-
zón muy sencilla: po rque aunque no se habían inventado
los derechos dl'l hombre, la Iglesia conocía y practicaba los
que corresponden verdadera m ente a la humana naturaleza
sublimada por el cristianismo
¿QJ).éfralemidad , e n efecto, más santa ni más perfecta
que la que se ejercitaba en no mbre de un a religión que á
todos llama bermanos, y en que esta dulce pa lab ra salia á
cada m omento de todos los labios, com o sale hoy de los
ministros de la Ig lesia , únicos quizá qu e la emplean ya en
su trato con los ho mbres? ¿Qué colonos eran tratados con
tanta dulzura ó estaban en tan ventajosas condiciones como
los qu e cultivaban las tierras de la Ig lesia, la cual , pidién-
doles sólo una exigua renta, les dejaba la parte principal
del fruto de sus sudores, como en otro lugar d e esta obra
hemos dicho ?
¿Dónde se encuentra una tgualdad co m o la que predi ca
la Iglesia , que llama á todos los hombres á purificar sus
pecados ante el mismo tribunal , y los hace sentar á la mis-
ma Mesa, sin que para Dios, en cuyo nombre obra, haya
otras preferencias entre ellos que las que dan las virtudes,
y donde á veces el que entró al servicio de Dios viniendo
de más oscuros o rígenes y de condición más humilde , es
el que más alto s ube en la dignidad y en el mando?
¿Dónde , en fin, se practica mejor la verdadera libertad,
que donde le sirven de base , á la vez que el amor , ci
exacto cumplimie nto de Jos deberes? Po rque sabido es de
sobra que donde reina un orden perfecto , allí está la per-
fección de la libertad.

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J86 La Desamorti{ación .
Pero no es esto sólo ; porque en los tiempos á que nos
referimos, tiempos de g uerras y conquistas en que se redu-
cía á los vencidos á la esclavit ud, los monasterios se des-
hacían d e s us riquezas para hacer libres á los cautivos , á la
vez qu e por otra parte emancipaban en gran número sus
esclavos, los cuales, co m o hemos d icho en otro capítulo
anterior , al recobrar su li be rtad, cons tituía n el núcleo de
esas pequeñas poblaciones que se fo rmaban alred edor del
m o nasterio , viviendo ba jo su protección y á la sombra de
su dulce auto ridad .
Co lo nos y obreros había, pues, entonces, co m o los hay
ahora ; ni era su sit uació n m ás pr.J~pera, p orque habían d e
ganar el susten to con el s udor de su rostro; pero, lej os d e
leva ntarse contra sus sefiores, los ae<Jtaba n y respetaba n. Y
es que la suave y pate rnal autoridad de la Ig lesia no cesaba
de d erramar en tre e llos s us beneficios con los g randes m e-
dios d e que para ello dis ponía , y d e llevar lenitivo á sus
d o lores y co ns uelo á sus penas ; y sus corazones no se sen-
tía n abrasad os por ese fuego d el odio q ue hoy anima á los
colo nos y obreros contra s us amos ó patronos, que no los
t ratan cierta m ente como los trataba la Ig lesia.
Pero co rri eron los s ig los, y sucedió q ue tan luego com o
aquellas suntuosas abadías y magníficos m onasterios d e
o tros tiempos diero n testimon io de las gra ndezas qu e es
ca paz d e producir la fe y el am or á Dios; ta n luego com o á
la sombra de aq uellos cla ustros crecieron las b uenas obras
y en ellos encontraron asilo y a mparo tantas familias pobres
y d esvalidas; tan luego como las ciencias y las artes que
alli se refugiaron, saliero n pregonando la sabiduría y el
patriotis mo de los santos relig iosos ; com o s i nada de esto
hubiera s ucedido, como si tod o ello hubiera sido una fábu-
la, apareció la incredulidad de los siglos XVIII y XIX , dicién-
d o nos que aquellos relig iosos eran po r tod o extrem o fun es-
tos , dispersando brutalm ente sus comun idad es y derriba ndo

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Capítulo vigésímosegundo.
sus conventos, y añadiendo que á la pureza y santidad de la
Ig lesia no le convenía tener bienes terren os, los c_uales, por
otra parte, administraba mal , al paso que el Estado los
necesitaba con g ran u rgencia, por lo cu al se los apropiaba
en uso de su sobera na voluntad; como que, en efecto , los
bienes eran los q ue en este inicuo proceso consti tuian t>l
cuerpn principal del delito. Y con tales procedimientos se
socavaron los cimientos del edificio en que se albergaba la
sociedad antigua.

Pero, ¿ qué traj o la civilización moderna para sustituirlo ·


al bienhechor influjo que habían ejercido en el pueblo las
creen cias religiosas? ¿Con qué logró satisfacer esa necesidad
de consuelos, que, si la sienten todos en el mundo , la sien-
ten mucho más los que en la repartición de los bienes de
la tie rra han sido menos favorecidos? ¿Con qué e nseñanzas
sustituyó "á la celestial doctrina que predica al pobre la re-
signación y al rico la caridad, y que, poderosa cual nin-
guna á llevar al corazón afligido dulces y consoladoras es-
peranzas , proclamó por unos labios divinos «felices á los
pobres» y «bienaventurados á los que lloran »?
Pues á todo esto s ustituyó la revolución una cosa muy
sencilla : los derechos dt>f bombre. Pero ¡qué derechos!: el
derecho á la insurrección; el derecho á la irreligión; el de-
recho á la licencia ; el derech o al mal : todos los derechos
más perturbadores y más anárquicos que puedan imagi-
narse. Estos derechos han sido defendidos y encomiados
hasta la saciedad, haciéndole entender á cada hombre que
es á la vez un dios y un rey : un dios, porque sobre su
conciencia y s u voluntad no hay nada ; un rey , porque en
él res ide la soberanía , y el Rey no es otra cosa sino el re-
presentante de d la.
Pero no bastaba arra ncar del corazón del hombre el
temor á Dios y el respeto al Rey: no bastaba decirle que

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La Desamortización.
es libre, soberano y poderoso á hacer cuanto le venga en
volun tad ; no bastaba ridiculi zar á sus ojos las cosas santas
y las que en la tierra merecen mayor acatam iento ; no
b astaba dejarle de este modo abiert as las vías po r donde
se lanzase á toda clase de desórdenes. Era preciso hacer
más: era p reciso desm oralizarl o y corro mperlo, para incitarlo
á correr por los cam inos d e perdición . Y á este fin se ha
difundido por toda la haz de la tierra una inmensa nube de
escritos inmorales y subversivos, en q ue se ha enseñado
todo género de maldad y se ha despertado todo gé nero de
. concupiscencias.
Y después de esto , que de puro sabido es ya vulgar,
¿habrá quien se sorprenda de que anden por el mundo la
Intern acio nal y el social ism o , y de qu e la Internacio nal y el
socialismo vaya n . de consecuencia en consecuencia , presen-
tándonos las m anifestaciones m ás horri bles a que la perver-
sión de las inteligenc ias y de los corazones puede dar lug ar?

Con el desarrollo que d e un siglo á esta parte han tenido


en Europa las ideas anárquicas, con los ataq ues inferidos á
las creencias religiosas, y con el desbordam iento de la in-
m oralidad debido á la prensa, ha concurrido otro hecho de
g rande y decisiva influenc ia en el nacimiento del socialis-
m o. Y aq uí entram os ya d e lleno en el asunto de este ca-
pitulo , a l que pueden considerarse como meros prelimi-
nares las consideracio nes q ue dejamos expuestas.
Es est e hecho el rudo golpe que se ha dado al derecho
de propie dad a l toma·r et Estado y vende-r m provecbo suyo
los bienes de la Iglesia, de los pueblos y de los establecimientos
benéficos . Com o esto no podía hacerse sin atropellar aquel
derecho, y como para hacerlo h a sido necesario poner en
duda su fu erza , el desprestigio ha caido de rechazo sobre
la propiedad privada . ¡Y qué lamentables consecuencias no
había de traer en pos de s i este hecho 1

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Capitulo 'Vigésimosegwtdo.
Porque, no hay qu e dudarlo; desde el momento en que
el derecho de propiedad, base firrnísima del orden social,
se viese quebrantado, este ord en debía resentirse, y la
perturbación había de ser proporcio nada á la magn itud
del d atio.
«Si de veras se qui ere, d ecía un sabio magistrado fran-
cés, pone r a cubierto de todo ataq ue á la propiedad priva-
da , es n~cesario proteger también á la propiedad colectiva,
qu e dimana de l mismo o rigen y d esca nsa en los m ismos
principios . No p uede haber dos pesas ni dos medidas. Si
realmente se d esea cerrar la puerta al com unismo, ha de
tener esa p uerta tales cerroj os y tales candados, que nadie
pued a pasa r, ni nadi e pueda abrir. »
«La co nfiscación de la pro pied ad eclesiástica, ha dicho
Aug usto Nicolás , ha exp uesto la propiedad laica y p rivada
á los futuros golpes d el socialismo. Los bienes eclesiásticos
eran el ¡Jatrimonio de los pobres ; serv ían para pagar, po r
medio de la ley d e caridad , esa deuda natural, y sobre
todo cristiana, qu e la riqueza ti ene co n la pobreza. ... La
desaparición d e ese ca udal d ejó un vacío es pantoso , creó
el proletariado , y lo puso fren te á frente de la propiedad
privada , abriendo el camino al socialis m o; y aun se puede
d ecir que le dió títu los .»
«Son obvias (dice Muriel en la instrucción reservada al
Sr. O . Carlos 111 ) las ventajas q ue se siguen al Estado de
respetar la pro piedad inviolablemente do nde quiera que
esté, porque de ~o contrario es d e tem er que una usurpa-
ción sea seguida de otra , y que ninguna clase de propieta-
rios viva segura de poseer lo que tiene. ¿Cuándo han
faltado á gobiernos q ue no son justos, pre textos de conve-
niencia ó de u tilidad pública para satisfacer su odio ó su
rapacidad? La revolución francesa comenzó privando al
clero de s us bienes y derech os , y co ntinuó luego despo-
jando á los nobles y emigrados. Desde el mom ento en que

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La Desamortización.
se falta á la justicia con unos, hay propensión á faltar á
ella con otros.»
Á este mismo propósito ha dicho Luis Blanc : «Some-
tiendo á discusión la legitimidad de los bienes eclesiásticos,
la Asamblea, sin saberlo, llamaba al pueblo á d iscutir la
inviolabilidad de los bienes de los seglares , y abría un
abismo cuya profu ndidad no descubría ella misma. El resul-
tado fué, pues , doble y contradic torio : muchos propieta-
rios se enriquecieron ; pero el derecho de propiedad quedó
profundamente comn07Jido.»
No multiplicaremos estas citas. ¿O!,Jé necesidad hay de
hacerlo, cuando la idea es clara y evidente? En dos con-
ceptos , pues , como hemos indicado antes, creemos nos-
otros que la desamortización ba sido uuo de los principios
generadore& del socialismo : el primero , en cuanto con él
perdieron los pobres el patrimonio que tenían en la Iglesia
y en el m unicipio, agravándose con esto lo penoso de su
suerte, y lanzándose tal vez . á causa de esta pérdida , por
derroteros que hasta e ntonces no habian seguido; el segun-
do, en cuanto, como acaba mos de decir , desprestigió á
sus ojos la propiedad colecti va, y les indujo á mirar con
menos respeto la propiedad privada, en la que no es fácil
ver, por más que se diga , diferencia alguna respecto á
aquella.
La propiedad de la Iglesia, decían sus enemigos , está
mal ad mi nistrada: la acum ulación de ella , en sus manos,
es dañosa al bienestar general : por otra parte , el Estado
tiene g randes apuros; sobre él pesan enormes deudas , y
puede pagarlas todas tomando esa propiedad y vendiéndola.
Estos eran los argumentos en que la desamortización ecle-
siástica se fundó , y que se aplicaron luego á la civil.-
¿Dejaremos correr la pluma, y pondremos analogos arg u-
mentos en boca de los proletarios respecto á la propiedad
acumulada en los ricos? No, por cierto: pero el buen sen-

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e apítulo -vigésimosegttn do. )9 1

ti do de nuestros lectores lo hará fácilm ente, y sobre todo,


los socialistas lo hacen admi rableme nte , como es bien
sabido.
La tras lación completa que en m enos de medio siglo
se ha verificado d e una inme nsa m asa de propiedad ecle-
siástica y civil desde las manos de sus antig uos dueños á
sus modernos poseedores, ha producido otra gravisima
consecuencia en la constitución social . Es ésta el crecimiento
y la pujanza á que ha llegado la clase media, viniendo á ser
lo que hoy se llama la aristocracia. del dinero. Q\,le ella ha
alcanzado en la sociedad la posición m ás influ yente ; que,
sobre todas las demás, se ha elevado á los altos puestos y
dignidades del Estado; que dirige hoy en todas partes su s
destinos ; y, para valernos de una frase vulgar, qu e ella
« da la ley al mundo,» no hay quien lo ponga en duda.
Si elevada á esa altura ha jus tificado con sus procederes s u
gran encumb ramiento , no vamos á discutirlo. Lo que si
vemos es que desde e l advenimiento de esta clase á las
esferas de la politica y del gobierno , se han m odificado no
poco, perdiendo en rigorismo y ganando en elasticidad , los
principios en que descansaba el orden social ; qu e antes se
hablaba más de justicia, y ahora se habla más de con-ve-
niencia pública: que a ntes imperaba el principio de autori-
dad, y ahora impera el de la -voluntad nacional; y que una
nueva y poderosa deidad á qu e se llama la opinión, que
todos invocan, a unque ningun o la conoce, ejerce gran in-
fluencia en los destinos del mundo.
Ahora bien: si todos estos principios tienden, como se
dice ahora, á ensanchar la base , ¿qué cosa más natural
sino que el cuarto estado pretenda entrar por esta puerta
que el tercer estado le ha abierto? ¿No son los más? ¿No es
evidente qu e esas ideas de con'Dettiencia pública, de -voluntad
nacional y de opinión pública, se ponen de su parte?
Pero digamos m ás todavía , porque la verdad hay que

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392 La Desamortización.
decirla, aunque no agrade. Com o expres ió n ó representa
ción que dice ser de la voluntad genera l , ¿no ha puesto en
práctica la clase media un a m anera de socialis mo, hacién-
dose, por un os procedimientos qu e ya hemos calificado,
dueña de Jos bie nes de la Ig lesia y de los municipios, que
unos han m andado vender, mien tras o tros se han apresu-
rado á com rrar, a la vez que se ha apod erado de los hono-
res, de las dig nidades y de los mandos , y ha entrado de
lleno en el goce de las comodidades, del lujo y los place-
res, del m odo que todos hemos visto y con títulos q ue no
escribirá la histo ria en caracte res de oro? Pues esta atrevida
evolución no se podía llevar á cabo s!n que con ella se diese
un fu nesto ejemplo y se ofreciese un culpable estimulo á la
que hoy hace e l Citarlo estado; evolución qu e necesaria-
men te había de ser m ás brusca, más agresiva, m ás llena
de injusticias y d e horri bles excesos, y que se está verifi-
cando en nuestros dias, con espanto de todos .
Vease, pues, por qué decíam os al principio, y lo de-
muestra lo que dej;ui1os escrito , que la lntemacionnl y el
socialismo no so n más si no la última consecuencia, la últi-
ma expresió n de las aber racio nes y delirios que han corri-
do por el mundo de algú n tiempo á esta parte.
Y aún corren , y segui rán corriendo, cada vez con más
fuerza, estas aberracio nes y delirios, con aplauso de los más,
apoderándose de eso que acabamos de lla:nar « la opinió n, »
im poniéndose ó pretendiendo imponerse con soberano im-
perio ; di fundiéndose entre las masas por medio d e ho m-
bres que hacen en eso su negocio; proclamándose con
fuerza desde las alturas del po der cuando á él se elevan
elem entos más ó menos anárquicos; cayendo el anatem a
sobre las conciencias rectas que no rind en ho menaje s ino
á la verdad y la j usticia, y se s ublevan C011lra el error
y la iniquidad , aunque los vea n vestidos con m áscara
de conveniencia ; y viéndonos calificados de oscurantis-

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Capitu/,o vigésimosegtmdo. 393
tas y retrógrados cuantos así pens<~mos y escribimos.
Pero llegan los días en que estas plantas venenosas pro-
ducen sus frutos : asoma el socialismo su cabeza, ya bajo
la form a de nibilismo en Alemania y Rusia , ya bajo la de La
Mano Negra e n España, ya bajo una denom inación distinta
en otra parte; y e ntonces son de la mentar los críme nes y
los horrores, y hay que llorar desventuras sin cuento , q ue
llenan de luto y sangre á comarcas enteras .

El cuadro que ofr ece hoy la situación de la clase obre-


ra, después de la transformación que se ha operado en el
estado soci~l del mundo , sobre todo con el despojo de la
Iglesia y de las comunidades religiosas, no es fácil reducir-
lo á breves dimensiones; pero no pudiendo ala rgar dema-
s iado este capitulo, nos contentare mos con presentar sus
lineas más salientes .
Ent re ~as consecuencias qu e la desam ortizació n eclesiás-
tica y civil han producido, descuella la creación de las gra n-
des fortunas, el naci miento de esa entidad, soberana del
mundo, qu e no se conoció en otro tiempo , y que se deno-
mina el capital. El capital es resultado del g ran movi mien-
to que la riqueza ha tenido en estos tiempos, y que en el
siglo .actual , sobre todo, ha sido extraordinario. Hoy exis-
te , á la vez qu e un reducido numero de personas co n fa-
bulosas fortunas, alguna de las cuales raya en lo increíble,
un inmenso número de familias qu e no tiene n ni a un lo
preciso para la más precaria subsistencia. Este últim o ex-
tremo es natural, porque , reco ncentrado el dinero en pocas
manos , fo rzosamente había de quedar en la miseria el ma-
yor número de individuos.
Tan asombrosos como tristes son los datos que la esta-
dística nos s umin istra en este punto. Véase cómo se ex-
presaba en 18 75 la Asociación republicana de Birmingham
.en el número 128 del Volkstaat:-«¿QJ).é comunidad de

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394 La Desamortización.
intereses puede existir entre el obrero y nuestra aristocra-
cia, que ha hecho subir la renta de sus inmuebles de5de
;6.260,000 libras esterlinas á que ascendía en 185 1 , á
153·1 16,66 1 á que llegaba en 1871? ¿ Q1té unión puede
haber entre el obrero y sus explotadores los industriales y
comerciantes , cuya renta ha subido desde 97. 197 ,) 11 li-
bras , que representaba en 18 14 , á la enorme suma de
482._3)8, 117 que alca nzó en 1872? ¿Q1tién ignora que de
los 9.34. 000 ,ooo de libras que representa n el valor produ-
cido por la industria inglesa en 1870, sólo recibieron los
obreros )25 .ooo,ooo, yendo á parar más de 6oo .ooo,ooo
al bolsillo de las clases no trabajado!·as?
»Pues si pasamos d e Inglaterra á otros paises, no se nos
presenta más halagüeño el cuadro. Hay en Berlín 71 per-
sonas , cada una de las cuales percibe próximamente una
renta anual de 150,000 marcos, y al lado de estos poten-
tados hay un 70 por 100 de habitantes con menos de .300
thalers ( 4, 500 reales) . Todavía es más desigual la distri-
bución de la riqueza e n Hamburgo y Bremen , de cuyas
ciudades tenia la primera , en 1872, 100 personas que en
junto percibían al año 25.000,000 de marcos , y otras 6 17
que percibían más de 6o .ooo,ooo ; y en cambio , un 64 por
100 de la población vivía con menos de 400 thalersde renta;
de modo que, teniendo entre 717 personas la tercera parte
de la riqueza particular de Hamburgo , la considerable por-
ción del vecindario de que hemos hablado no te nia más que
una sexta parte. »
Déducese de estos datos que la sociedad moderna se
halla dividida, en cuanto al orden social , en dos grandes
partidos , el de los joma/eros y el de los capitalista5,
entre los cuales se establece una asociación cuya desigual-
dad es monstruosa ; porque no teniendo el Jornalero otro
medio de subsistencia sino el que puede suministrarle el
capital, y no encontrando amparo en otra parte si no acep-

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eapítulo vigésimosegundo. 395
ta el trabajo que este le ofrece ' ha d e recibirlo de la ma-
nera y con las condiciones que quie ran imponérsele. ¿ Y
es esta la gran conquista que para el obrero han hecho los
hombres de nuestros tiempos , vendiendo la propiedad de
la Iglesia, don de el pobre hallaba abrigo y consuelo, y des-
truyendo antig uas ins tituciones que consultaban mucho
más su dignidad y su conveniencia? ¿Á esto es á lo que se
llama trabajo liltre? ¡ Trabajo libre el que es forzoso acep-
tar tat y como quiera el que lo da!
Y aquí nos encont ramos una vez más con las aberra-
ciones de nuestros tiem pos. Así como había antes propie-
dad colectiva y propiedad privada , había trabajo colectivo
y trabajo privado , estando el primero representado por las
asociaciones que hemos conocido con el nombre de gre-
mios. De qué manera conciliaban los gremios el interés de
la sociedad, á la que da ban la garantía de que no fuese
defraudada en la calidad de los géneros, y el interés de los
jornaleros para que no quedasen abandonados á sus pro-
pias fuerzas y á las eventualidades de la suerte en momen-
tos aciagos, sábelo el que conoce la organización é historia
de los gremios , y no necesitamos nosotros explicarlo aquí;
pero creyó la revolución dar un gran paso y emancipar al
obrero de la tiranía del gremio , declarando la libertad del
trabajo; y sucedió con esto lo que con tantas cosas que la
revolución ha qu erido hacer, y es que han salido al revés de
co mo ella las había proyectado.
Aun cuando corren impresos , y e ntre nosotros son co-
n ocidos, no nos atreverí amos á rep roducir los datos que
hemos leido sobre el estado de las clases trabajadoras en
Europa, en los que plenamente se confirma lo q ue dejamos
dicho, si no nos obligara un deber de conciencia que, siem-
pre y en todo caso , pero mucho mas ante la magnitud de
la cuestión que nos ocupa, tenemos de decir la verdad á
los que , ó no la han oíd o, ó se desentienden de ella. Hay

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La Desamorti1_ación.
q ue conocer estos hechos en toda su triste realidad, para
formar idea del conflicto en que nos vemos y estudiar la
manera de conjurarlo. He aquí , pues , algunos de estos
datos, tomados de una excelente obra qu e ha poco se ha
publicado en Madrid '.
«Varios sabios han hecho indagaciones sobre la cuestión
de los alimentos e n Inglaterra, y alg unos de sus datos su-
gieren ideas verdaderamente desconsoladon1s . En una de
estas in vestigaciones, practicada en obreros rurales, tejedo-
res de seda, costureras, fabricantes de guantes y medias y
zapateros , halló el doc tor Sm ith ( 186 .3), no obstante haber
hecho sus experi mentos en las fam i li:~ s mejor acomodadas,
que sólo una de estas clases tomaba en sus alimentos la
cantidad necesaria de nitrógeno para no sufrir las enferme-
dades que ocasiona el hambre; que una de dichas clases
no to maba la cantidad necesaria de dicha sustancia ni de
carbono, y que otra tomaba mucho menos de lo que re-
quiere una alimentación regular, tanto de nitrógeno como
de carbono .... La necesidad es toda vía mayor en los obre-
ros de las ciud;1des, quienes s ufren espantosas privaciones,
que arr uinan las naturalezas más robustas.»
¿Y quién, que conozca un poco la suerte de las clases
trabajadoras, no sabe que su alimentación es tal en mu-
chos casos, que influye notoriamente en su salud ?
Según el mismo autor, en Inglaterra recibía socorros,
de 184 1 a 1848, del 8 al 1 1 por 100 de la pobl.lciÓn, y hoy
dan ocupación las atenciones de la beneficencia pública á
50,000 empleados, y ta l vez á igual número la beneficen-
. cia particular , que tanto desarrollo ha adquirido y tan mag-
níficas insti tuciones sostiene. «Se cree, á pesar de esto
(añade), que no bajan de 4,;oo las personas que durante
los diez últim os años han muerto de hambre ea . Londres ....
• El Problema social)' s11 solució11; tres discursos de F. HaT7.E, precedidos de un ex-
tenso prólogo por D. Juan Manuel Orta y Lara. - 188o, Madrid.

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Capitulo vigésimosegrmdo. 397
Co n ocasión de las grandes huelgas de 1874, se vto que
los millares de obreros comprometidos en ellas ga naban
sólo de 1 1 á 1 2 chelines po r semana, cuando para n o morir-
se de hambre y de miseria necesitaban ga nar al me nos de 14
á 16.»
Term inarem os estas citas con el siguiente parrafo de la
misma obra: «Según Lette , en su libro sobre la di visión de
la propiedad te rritorial , hay en Francia 346,ooo viviendas
que, careciendo de ventanas , no reciben más luz ni venti-
lación qu e la de la puerta; y 1.817, 328 que sólo tienen
dos hu ecos, puerta y ventan,¡; es decir, 2. 16 3, p8 vivien-
das , con diez millones de seres humanos , que viven casi en
el últim o grado de pobreza . El ilust re estadista francés,
barón de Morogues, dice qu e hay en Francia 7·500,000
hombres que sólo tienen 9 1 francos anuales para vivir.»
¡ Q!¡é elocuencia no llevan consigo estos g uarism os !
¿Q!Jién no· se explicará facilmente, tonllindolos en cuenta
y uni endo á ellos los elementos de perversión qu e están
hoy al servicio de la impiedad , los fenómenos sociales qu e
presenciamos? Porque , ¿qué son las tormentas sino los
resultados de los desequilibrios atmosféricos? ¿Ni cómo es
posible que , puestas en contacto un a atmósfera glacial y
otra candente, no se produzca entre ellas una compene-
tración violenta?
En su ma : pobres y ricos, s i están aquajados á la vez
por la enfermedad de la irreligión y de la perversión moral;
si están faltos, el uno de resig n ación y el otro de caridad ;
aquél de respeto al de clase más elevada y éste de interés
hacia el que ve en posición infe rio r ; si est:in do minados,
el uno por el ansia de poseer y el otro por el egoismo , el
primero por la animadversió n h acia el segundo, y éste por
la indiferencia hacia el primero, ¿qu é pueden dar de si ,
puestos en co ntacto como viven Jos hombres en sociedad,
sino colisiones sangrientas?

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La Desamortización .
Do nde falta la fe, que eleva el alma á una región supe-
rior á las miserias de este m un do; la esperanza, que busca
sus consuelos más allá de esta vida ; la ca ridad , que llena
el corazón de dulces y tranquilos sentim ie ntos , y la resig-
nación , que m anda al hombre s ufrir las tribulaciones á qu e
se ve s ujeto ; donde se olvid an y desprecian Jos Manda-
mientos de la ley de Dios , que son la más sólida base del
o rden social , ¿qué puede haber sino desorden y anarq uía,
con todas sus consecuencias?
Donde no hay creencias , no puede haber virtudes ; y
donde n o hay virtudes , ·no puede haber más que males;
porq ue la perversión m o ral no puede dar de sí sino desór-
denes y vicios.
¿No se entiende , ó no se quiere ente nder esta doctri-
na? Ó, mejor dicho , ¿ no se la quiere practicar, porque
entenderla es fácil á todos? Pues que no causen extrañeza
los desórdenes que en la sociedad ocurran : considéreseles
como cosa corriente , y resultado del estado m o ral predo-
minante. Mírense la Internacional, el socialism o, el nihilis-
m o y La Mano Negra, como efectos de esas causas á que se
deja obrar con libertad, y de las cuales bastaría una sola,
la mala prensa, q ue tan profusamente derrama la irreli-
gión y la inmoralidad, para perverti r en pocos años a l
mundo entero.
Si, por el contrario, se da valor á estas ideas, procuren
los poderes públicos con grande empeño que la ,Religión
católica extienda por todas partes sus saludables d octrinas,
y auxilie n , c uanto de su parte esté, la acción de sus mi-
nistros. Muchas Ó rd enes religiosas , muchas misiones,
mucha enseñanza de la Doctrina cristiana, se necesitan
para regenerar á esta sociedad tan pervertida . Y para ello,
cese esa manía de desa mortizar ó sea de despo¡ar á la Ig le-
sia y á los establecimientos religiosos de lo que la piedad
de los fieles les ~torga para que con mayores e lementos

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Capítulo vigésimosegundo. 399
puedan hacer el bien en la sociedad. Desvanézcase esa
aprensió n que se empeña en convertir en papel las pro-
pied ades de la Ig lesia , y déjesele hacer de ellas el uso que
en su sabiduría y en s u ce lo por la g loria de Dios esti-
m e opo rtuno. No se pretenda saber, entend er y conocer en
sus asuntos m ejor de lo que ella sabe , entiende y conoce,
que es la arrogan te y soberbia pretensión d e los hombres
del mundo.
¿Caerán estas palabras en el vacío, ó quedará n conde-
nadas al olvido? Así lo creemos, sin que se turbe por ello
nuestra satisfacci ón de habe r cumplido un deber. ¡Ni qué
much o q ue nu estra oscura voz pase inadvertida , si pasó de
ig ual m odo la qu e m ás ha de cuarenta años levantó el in-
s ig ne Salm es ! ¿Se ha n olvidado ya sus palab ras? Pues va-
mos á consignarlas aquí por co nclus ión de este capitu lo .
Hablaba en s us Observacione8 sobre los bienes det clero,
d el que tan bellos conceptos hem os reproducido en el ca-
pitulo xx, de los peligros qu e el ataq ue á la p ropiedad
lleva co nsigo, y de lo que son las revol uciones, y decía:
« .... Rotos en to nces todos los vínc u los que mantienen
trabado el orden social , toman todas las pasio nes una terri-
ble expansión , dirígense h acia los objetos que las brindan
con más sabroso aliciente; y así como una po rción de am-
biciosos escalan el poder para alcanza r renombre y m ejo rar
s us fortu nas, así las clases inferiores e levan sus ojos hacia
las superiores , é incitadas por s us pro pios padec imientos,
atizadas por la fogosa palabra de los tribu nos, y convida-
das por la esperanza de m ejorar su suerte, teniend o á la
vista ricos y espléndidos despojos, arrója nse furi osas sobre
la presa é inu ndan á la sociedad de sangre y d e lágrimas.»
Y más adelante añade lo que no pu ede leerse si n con-
moción p rofunda, á la vista del espectáculo q ue nos rod ea :
«Mediten lo bien esos hombres de elevadas clases, esos
ricos propietarios , esos acaudalados co m ercian tes , de qu ie-

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4 00 La Desamorti'(_acióu.

nes de p ende rá seguram ente qu e se lleve á efecto el des pojo


del clero ... . Si lo provocáis , si lo conse ntís, y s i e n a lg uno
de los torbellinos de la revolución se levanta n un d ía milla-
res d e brazos armados con el puñal , con el hacha y la
tea incendia ria; s i en no mbre de la libertad, de la igual-
dad , d e la u ti lidad pública , d e la m ejora de las clases in fe-
riores, d e la mayor circ ulación, de la más equitativa distri-
bución d e las riquezas, se arrojan sobre vuestros cau da les
y haciendas , ~q ué le diréis a l t ri b u no qu e acaudille á la
turba feroz? ¿ Q!.¡é le responderéis cua ndo os rec ue rde lo
qu e hicisteis con el clero ? Su lógica será terribl e , p orque
estribará e n vuestro propio ejemplo : él os p od rá deci r con
tod a verdad: y o os despojo, y vosotros rne lo babéis ense1iado.»
La predicción de Balm es se ha cum plido . ¡Y q uiera Dios
qu e, pues h e m os llegado á tan triste extrem o, h aya cor-
dura e n los h ombres p ara a tenuar las consec ue ncias del
mal y llegar un día á alcanzar su curación!
Triste nos es d ecirlo, al terminar este capitulo . Fo rmu-
lamos un deseo; pero estam os muy lejos d e ab rigar una
espera nza '.
• Rtcordará tal vu alguno de nutst ros lt ctorts haber ltido antes de ahora lo
que en estos capítulos hemos dicho. Y lo ha ltído sin duda alguna , sí h~ caído en
sus manos nuestro opusculo sobre Las Órdenes rehgiosas y una serie de artículo~
que en un diario de Madrid publicamos tn t 88J sobre La Mano Negra.

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CAPÍTULO XXIII.

LA DESAMORTIZACIÓN CONSIDERADA EN SU ASPECTO í.IENTÍ FICO


Y LITERARIO.

3uMARIO.-Importancia tle las Órdenes religiosas en el concepto científico y literar io.


- Sus t rabajos en el siglo v. - E<cuelas que fundaron.- Copias de manuscritos
en Jos conventos.- Testimonios de Guizot y de Tanner en f•vor de los monjes
y de sus tareas.- Noticias sobre Jos monasterios y Jos monjes de lrlanda. -
Los monjes anglo-S4joncs : irnporl•nci• y prestigio que les dió su cicnch.-
Servicios que prestaron los monjes al estudio de 1• historia .-Obrns notable< de
alg unos de ellos que cita Balmes. -Eiogio de sus trabajos históricos por Cava ni·
lles.-l nstit~tos y Univers idades de origen religioso.-Monjes notables de los si-
glos xn y xn1.-0tros de los siglos xv1 y xvn. - Los benedictinos. - Los bolan-
dos.- El monasterio de Subiaco.- Elogios rle Chateaubriand á los monjes. -
Jdeas y pensamientos de Leiunitz respecto a las Órdenes religiosas y su utilidad
para 1<~ ciencia. Inconven ientes que encuentra á los trabajos cie ntíficos que
emprenden los particulores. lndispubble aptitud de Jos religioso> para tales
trabajos. - Cuánto han hecho los S umos Pontífices por las ciencias y las letras.
-Carta notable del Papa León X - Favor que dispensó la Iglesia á la imprenta
en cuanto fué conocida . - Aigunos santos , .acerdotes y monjes que brillaron en
las ciencias y las letras.

111
apreciar los resultados de la desamortización
ARA
en s u as pecto científico y literario , vamos á
recordar lo que en ta les conceptos valían y s ig-
nificaban las Órdenes religiosas. Cierto es qu e no cabe en
un dim inuto cuadro asunto de tanta importa ncia. Pero esta
desproporción es comú n á cuan tos tocamos en esta obra .
Afort unada m ente todo está dicho y todo es conocido res-
pecto al que va á oc uparnos, y es p roverbial en e l mundo
la influencia qu e en el cut tivo de las ciencias y las letras y
26

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402 La Desamorti{_ación.
en el d esarrollo de las art es durante los s ig los medios ejer-
cieron los m onj es. Nos bastará , pues , consig nar ligeros
recuerdos de u n pasado que sumin ist ra en sus hechos m a-
teria ab u ndante.
Es n ecesario obs ervar ante todo, con el docto Mabillon ,
q ue los Inst itutos m onást icos no se establecieron para ser
academias de ciencias, sino para ser escuelas de virtud ; ni
en ellos se apreciaba la cultura ci entífica sino en cuanto
podía co ntrib uir á la perfecció n religiosa ó a la edificación
d el prój imo. Por esto m is mo son más de agrad ecer los se r-
vicios q ue á las ciencias y á las letra s hic ieron las com un i-
dad es r eligiosas, d ejando en el curso ord inario de b vida
del monje y en la distribución de su t ie m po, am plio lugar
para la lect ura y el estud io, qu e las t rad icio nes perm itían
ensanchar pa ra aq uellos á quien es la aptit ud , el deber ó la
orde n d el su peri or llam aban especialm en te al cul tivo d e las
ciencias, las letras ó las artes. La historia nos enseña qu e
los monjes saca ron g ran partido de esta facilidad que se dió
á su genio práctico é incansable .
En la primera m itad de l sig lo v brillaban todavía las
let ras co n vivo resplando r en Occiden te, y era en los m o-
nasterios d onde más fl orecían. Notábase á la sazón en ellos
g ra n vida intelectua l ; agitábanse allí las m ás gra ves c ues-
tiones sobre la in materialidad d el alma , la g racia divina y
la libertad hu mana, g randes y oscuros p roblemas q ue reci-
b ieron en tonces el reflejo de muchas luces. Con el influjo
d e los m onjes, la literat ura , aun conservando las form as
an tig uas, tomó un carácter práctico, y se m anifestaba en d is-
cu rsos, homilías, cartas y tratados populares, e n que todo
es importa nte , ofrece 'verdadero inte rés y se e ncamina á
p rod ucir resultad os .
La d ecadencia li teraria comenzó en el mu r~v ..:o n la in-
vasió n d e los bárba ros en el sig lo v , y continuó has ta la
mitad d el ym. Las letras y las ciencias hubieran perecido

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Capitulo vigésimotercero.
entonces, si la religión cristiana no les hubiera ofrecido
protección y asilo. - ((De este m odo, dice un voto bien
imparcial, M. Guizot , se salvaron las letras de la ruina
q ue les amenazaba . Puede decirse si n e xageración , añade,
que el espíritu humano, proscrito y co mbatido por la tor-
menta, se refugió en las iglesias y en los m o nasterios, y
abrazó los altares, pidiendo vivir á su abrigo y á su servicio,
hasta que otros tiempos m ejores le permi tiesen reaparecer
en el mundo y respirar al aire libre :»
No t1rdaron en multiplicarse las escuelas monásticas,
que eran de dos clases, mayores y menores. En las meno-
res, que eran publicas . se recibía á los niños y se les ense-
ñaban la doctrina, la oración. los salmos, las notas musi-
cales , el can to , el cómputo eclesiástico y la gramática.
En los conventos de monjas se enseñaban á las niñas las
labo res de su sexo y algún idioma; educandose en estas
casas. no sólo las hijas de los pobres, sino también las de
los nobles ó señores. En las escuelas mayores , que eran
para los monjes, se enseñaban los dos Testamentos, los
Santos Padres, los cánones y las siete artes liberales , que
se dividían en dos clases, á saber : el trivium, que com-
prendía la gramática, la retórica y la filosofía ; y el quatri-
vium ' que comprendía la aritmética ' la musica ' la geome-
tría y la astronomía. En muchos monasterios tenía n ó leían
los más notables prosistas y poetas latinos, y á veces los
autores griegos.
Otra muestra de actividad intelectual nos dejaron los
monjes en los manuscritos que transcribían , conservándo-
nos así la literatura y la ciencia de los pasados siglos. Ca-
siodoro dirigiéndose á los monjes de Vi varia , San Benito
á los de Monte Casino, y San Colom bano á Jos suyos, dan
muestras del interés que esta tarea les mereda.
No escasean , por cierto, autorizados testimonios , bien
imparciales alg unos de ellos, en favor de estos servicios.

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404 La Desamorti{ación .
El mism o M. Guizot, antes citado , dict> : « La sociedad
ci vil , nacional, provincial y munici pal estuvo· sujeta á toda
clase de desórdenes ; se di solvía po r todas partes, y fa ltan do
á los qu e qu e rían vivir unidos y fortalecer su espíritu un
centro ó asilo para ello , lo hallaron en los conventos. La
vida monástica enciende el fuego del desarrollo intelectual,
y sirve de m edio para la germ inación y propagac ión de las
ideas. Los monasterios del Mediodía son las escuelas filo-
sóficas del Cristianismo , donde se discute , se m edita y se
aprende.»
El protestante Tanner , en su obra sobre las abadías,
prioratos y monasterios de Gales antes de la r eforma, dice
lo qu e nuestros lectores van á ver:
«En cada una de las grandes abadías había una es pa-
ciosa sala llamada Scriptorium, y en ella m uchos escribien-
tes ocupados en copiar, para el uso de la biblio teca, los
Padres de la Iglesia, los autores chisicos, los histo riadores,
y otros. Juan Wheskamsed , abad de San Albano, hizo co-
piar por este medio más de ochenta libros; entonces no se
conocía aun e l arte de la imprenta. Un abad de Glaston-
bury hizo copiar cincuen ta y ocho; y ta nto celo desplega-
ban los m onjes, que muchas veces se señalaban tierras é
iglesias para sólo este trabajo . En bts gr;mdes abadías ha-
bía también personas encargadas d e escribir los sucesos
más notables, y de for m ar de ellos ana les al fi n del año .
Ano tábase asimismo en s us registros cuanto se refería á sus
fundadores y bienhecho res , el año y día de su nacimiento,
de su muerte, de su matrimonio y todo lo relativo á los hi-
jos y sucesores , por lo que muchas veces se recu rría á ellos
para comprobar la edad d e los individuos y la genealogía
de las fami lias .... Copiábanse en otros registros las cons-
tituciones qu e el cl ero fo rmaba en s us síno<ivs naciona les
ó provinciales; y desde la conqu ista, se consignaban en
ellos las actas del Parlamento.

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Capí lulo vigésimatercero.
» Reinando Enrique 1 se envió á una abadía de cada con-
dado la ca rta· de las libertad es qu e o torgó, á que se llamó
Carta magna. En el priorato de Bodmin se depositaron las
cartas é informaci ones sobre el Condado de Corn wa ll , y en
la abadía de Leicestcr y en el priorato de Ken il w orth , g ran
numero d e documentos , que Enriq ue 111 mandó luego sa-
car de al lí . Eduardo 1 hizo exa m inar los reg ist ros d e las
casas religiosas para descubrir sus títulos á la Co rona de
Escocia y los mejores medios d e comprobarl os. Reconocido
ya como rey de Escocia, envió cartas á la abad ía de Winch-
combe , e n el priorato d e Norwich , para que se inse rta-
se n en sus cró nicas, y es verosímil q ue lo m is m o hiciera
con otros mo nasterios .... De estos registros m o nást icos ha
sacad o el sa bio Mr. Selden las pruebas de los d erechos de
la Gran Bretaria á la sobera nía d e los mares pequ eños .»
Al comenzar el s iglo vn estaba Irland a cons iderada en
toda Európa co mo e l foco principal de la ciencia y de la
piedad. Formábanse en s us innum erables monasterios
mu ltitud de misio neros, d e doctores y de predicad ores para
el servicio d e la Ig lesia y de la propagació n de la ft:. Veri-
ficábase allí un vasto y continuado desarro llo de estudios
literarios y religiosos. muy s uperior á cuanto se veía en
cualq uiera otra com arca d e Europa . Y alg unas artes , como
la arquitectura , y la metalu rgia aplicada á los objetos d el
culto , se cultivaban con éxito . La m usica continuaba flo-
reciendo entre los sabios com o en el pueblo . Se hablaban y
escribían las leng uas clásicas, com o el latín , y especial-
mente el g riego.
Y en verdad qu e más que en ningun a otra parte era
en Irlanda cada mo nasteri o un a escuela y cada escuela un
taller de copias , de donde cada d ía salían ejem plares de las
Sagradas Escrituras y de lo s Padres de la p rim iti va Ig lesia ,
te xtos que están hoy difundidos por toda Euro pa y se en-
cu entran en las bibliotecas d el con tinen te. Y no se limita-

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La Desainorti{ación.
ban los m onjes á copiar las Sagradas Escrituras, sino q ue
transcribian los autores griegos y lati nos, á veces en carac-
teres celticos, con glosas y com entarios en irlandes, co mo
el Horacio qu e se ha desc ubierto en la bib lioteca de Berna.
Estos maravillosos manuscritos, ilum inados con habilidad
y paciencia verdaderame nte adm irables por la familia m o-
nástica d e Colum ba, excitaban ci nco siglos después el en-
tus iasmo declamador de un enemigo de Irlanda, el histo-
riador anglo-norma ndo Giraud de Barry , y aú n hoy lla-
man la atención de los arqu eólogos y filólogos de m ás
nombradía » 1

No eran estos los únicos trabaj us literarios y científi-


cos de los monjes de Irlanda. San Cnthaldo , antes de ir en
pe regrinación á Jerusalén y ser Obispo de Tarcnto , ha bía
dirigido la gran esc uela ele Lisrnore , en el Mediodía de la
isla, que llegó á ser corno una Universidad , adonde afl uía
multitud de es tud ia ntes, no sólo irlandeses, si no ingleses,
franceses y germanos. Los irlandeses les abrian sus puertas
y les daban generosa hospitalidad, proporcio nando á cuan-
tos iban en busca de ciencia, libros y maestros y dándoles, 1

con el alimento del a lma, el alimento del cuerpo '.


Vióse, ademas, que entre los anglo-sajones, como en tre
los Celtas de Irlanda , de la Caledonia y de la Cambria , los
mo nasterios eran los gra ndes ce ntros de educación , y que
la ins trucción e ra en ellos, á un tiempo mis m o, escogida ,
variada y literaria. Además de esto , los Obispos , qu e
1 MoNTALSM86RT , Lt-5 Mnine5 d'OcciJe,.l , tomo 111, pág. J07 á 309. Vi vi a en
Irlanda , por el tiem po de San Patricio, un monje obispo llamado Oega 6 Oagan, que
pasaba las noches tunscribiendo manuscritos y los días leyendo 6 cincelando ob-
jetos de oro y cobre. Era tan laborioso, que se le atribuye la fabricación de tres-
cientas C3mpanas , trescientos báculos de abades ú obispos, y la copia de trescien·
tos manuscritos.
Atribúyese á Columba ha b er tran•crito de su mano tre5cienta5 coni•s del Evan-
gelio y del Salterio. L>espué< de haber sido l• pasion de su juventud , fué esta hasta
el úl timo d ía de s u vida l• ocupación de su ancianidt d. ( M o~TALE 'I BE~T. obra citada,
tomo 111 , páginas 9 1 , 12J y 1 62. )
• Obra citada , páginas J 14 á ; 16 .

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Capítulo vigésinwtercero.
todos salían de los monasterios , transformaban en escue-
las los claustros de sus catedra les, y reunían en torno suyo
una juventud numerosa y ávida de saber.
Por esto sucedió naturalmente que los superiores de las
Órd enes monástiots su bieron ni primer rango en la nación
anglo-sajo na, llamándolos á él el curso de los sucesos y la
voz unánime d e los hombres. Los a bades ocuparon los
primeros lugar es e n las Asamble:ts nacio na les ó provi ncia-
les, que, bajo el nombre d e Convención d e los Sabios,
fueron la cuna de l Parlamento inglés.
La historia de aquel tiempo , también escrita en los
monasterios, ó sea las cró nicas ó leyend as á qu e estaba
reducida, tenia sin duda poco método y escasa critica; pero
el hecho de co nserva r In narración de los sucesos era ya im-
por tantísim o. Sin los monjes , nada s abríamos de aquellos
tiempos . Y no es est e su único m érito. Los analistas mo-
nás ticos ilevan á los de la antigüedad pagana gran ventaja
en el espíritu que presidia á s us t rabajos; porque si tenían
menos arte, tenían, en cambio, más sencillez y m oralidad,
basadas en aquella ley eterna é invariable que es o rige n y
regla d e todas las leyes contingentes, y que , viniendo
de Dios, está muy por encima de todas las diferencias
sociales.
Debe, pues, la histori a á los m onjes y á los monaste-
rios, á los primeros por sus trabajos, á los segund os por su
cuidado en conservarlos, lo que no se podrá nunca apreciar
bastante po r los hombres d e ciencia. El gran Salmes les de-
dica estos rec uerd os: « Adón , arzobispo d e Viena, educado
en la abadía de Ferrieres, escri be una historia desd e la crea-
ción del mund o hasta su tiempo. Abbon, monje de Saint-
Germain-les-Pres , compone un poema en latín, en qu e
narra el sitio de París por los normandos. Aim on , en la
Aquitania , escribe en cuatro libros lll historia de los fran cos.
San lvon publica un a crónica de los Reyes de los mismos

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La Desamortización.
fra ncos: el mon je ale mán Dithmar nos deja la cró nica de
Enriqu e 1, de los Otones 1 y 11 y d e En riq u e 11 ; crónica estima-
da, com o escrita co n sinceridad , que se ha pu blicado re pe ti-
das veces, y d e la cual se valió Leibni tz para ilustrar la historia
de Bruns w ic k . Ade maro es autor de una cró n ica q ue ab raza
d esd e 32y h asta 1029. Glabe ro, m onje de Clun y, lo es deotra
historia muy estimad a de los s ucesos oc urridos e n Fra nci a
desd e 980 hasta su tie mpo : Herman , de una cró n ica qu e
aba rca las seis edades del mundo hasta 1054 . En fin , seria
nunca acabar si qu isié ramos recordar los trabajos históricos
de Ligebe rto; d e Guiberto; de Hugo , prior d e San Vic tor,
y ot ros ho m bres insignes que, elevándose sobre su tiempo,
se dedicab an á esa clase de ta reas. La d ific ultad y a lto mé-
rito de ell as apenas podemos apreciarlo nosot ros. viv ie ndo
en epoca e n qu e son ta n fáci les los medios de instruirse'
y e n qu e, heredadas las riquezas de ta ntos sig los, el espí-
ritu encuentra p or todas partes ca minos a nch u rosos y tri-
llad os .»
1

«Del mism o mod o ( d ice á este propósi to ot ro insign e


juriscons ulto y escritor d e nues tra edad), q u e sin los es-
critos de San Is idoro, Bra uli o é lldefonso, nada sabría m os
de la Espa ñ a gótica , s in el c ronicón de Isidoro Pacense, s in
el de Albelda, e l de Alonso Magn o ó del obispo D. Sebas-
tiá n , sin e l de Sampiro. Pela yo y el monje de Silos, s in el
lriense y los An ales compostelanos y algu nos o tros, se per-
derían las primeras y m ás g loriosas cr~n icas de la Historia
nacional. Sin la crónica de los cuatro Obispos, n o hu biera
escrito el d ilige nte Morales la última época de su Historia .
Sand oval y Nicolás Antonio, Loaisa y Ag u irre , Ferrt:ras y
Berganza, Saez y Cisn eros, Flórez y Risco, p ublica ro n m u-
chos de estos cro nicones , ve rdad e ras reliquias de la Histo-
ria. La mayor p~t rte de estos d ocu men tos se eS(;nbieron en
el cla ustro; casi todos se con ser varon en el claustro , y e n
1 El Proleslanlismo <omparaio ctm el Catolicismo, tomo IV 1 pág. 70.

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Capítulo vigésimotercero. ·
su mayor parte han sido publicados p or hombres de reli-
gión ó de orden 1 .»
Pues s i volvemos los ojos á las Universidades y colegios
de procedencia religiosa , veremos que á cerca de cuarenta
ascienden los que en el siglo xv y xv1 se fundaron en Es-
paña. Ávi la, Baeza, Burgos, Gandia, Granada, Hu esca,
Monforte , Oñate , Orihuela , Os ma , O vied o, Palma de
Mallo rca, Plasencia , Salama nca , Sant iago, Sevi lla, Sigüe n-
za, T arragona, Toledo , Valencia, Val ladolid y Zaragoza ,
viero n nacer duran te la citada ép oca Institutos dedi cados á
la enseñanza, debidos todos al celo y á la iniciativa d el
clero y d e las Órdenes relig iosas .
Y si echamos un a ojeada por los sig los xn é inmedia-
tos, ¡qué horn bres tan ern in ent es en ciencia y en virt ud
no e ncontramos en ellos ! « ¿ Q!¡ ién no se ha parado repeti-
das veces , dic e Balmes , á contemplar el insig ne triunvira to
de Pedro· el Ve nerab le, San Be rn ardo y el abad Suger?
¿No pued e decirse qu e e ! sig lo XII se salió d e s u lugar
produciend o un escritor com o P edro el Vene rable, un ora-
dor como San Bernardo y un ho mbre de Estado com o
Suger '?»
Bastaria , añad imos n osotros . para honrar al siglo XII
el g ran San Bernardo, cuya irn ponente fig ura lo llena por
completo y lo decora con la aureola de la majestad y la
g randeza .
Pero en pos de San Bernardo, que era á un tiempo
mismo el hom b re de Dios y e l hombre del pueblo, vienen
otros varones insignes, com o Hugo y Ricardo de San Víc-
t or , buenos teólogos y profund os místicos; Pedro Lo m-
bardo, que , nombrad o Obispo d e París al mismo ti empo
que el h ermano del rey de Francia. vió a
su noble rival

1 D. ANTONIO CA V ANILLES. Discurso d~ contest .ción á O. Felipe Canga Argüe-


lles en la Academia de la Historia , 185 2.
• Obra citada.

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4 10 La Desamortización.
ceder ante su brillante prestigio ; Alberto el Grande, el
sabio de voto d e la Virgen Maria , cuyo genio abarca ba
todas las ciencias ; Al ej andro de Hales, g loria de la Orden
de San Fran cisco ; Duns Scot , mue rto á los treinta y cua-
tro años, después d e habe r de fendido valientem ente el
gran priv ilegio de Maria In maculad a; San Buenave ntura,
tan humilde, tan piadoso, tan admira b le por su ge nio y s u
sa ntidad ; y, finalme n te, e l Án gel de las Escuelas . San to
T omás de Aqu ino, ante e l cual hay que hace r alto p:tra
contemplarlo , como hace alto el viajero a nte las pirámides
d e Eg ipto .
Y en est e camin o no hay ma n e r~ d e dete nerse , po rque
e n los sig los inmediatos aparecen otros religiosos emine n-
tes e n cie ncia y e n v irtud. En un a y e n otra brilla ron San
Ig nacio d e Loyo la, g lori:• d e Espa ña, y sus ilustres compa-
ñe ros , qu e tnnto se distin g uieron por sus esc ritos y por su
influ encia com o sabios en los Concilios. Precisam ente ha
s ido y co ntinúa siendo la e nseña nza la ta rea predilecta d e
los j esuitas, e n quien es encu entran los padres de fa milia lo
qu e desean para educar á sus h ijos e n la c\encia y e n el
temor de Dios .
Anda nd o e l tie mpo, ap areció San J osé de Calasanz, qu e
fundó un lnstttuto dedicado á la e nseña nza, ta n co nocido y
tan popular hoy e n Espatia , con el titu lo de Escuela~ PitU.
Y no continua mos aqui esta e nume ración de religiosos
ilustres, porqu e n os reservam os ampliarla al te rm ina r este
capitulo .
¿Hay, p or ve nt ura , qu ien desco nozca la fa m a d e los
grandes monas terios, que ha n sido o tros tantos laborato-
rios de ciencia , donde viv ía n entregad os á la m editación y
al estud io g ra n núm ero d e sa ntos relig iosos , dando al
m undo los frutos de s us g randes trabajos en obras verda-
d eram ente mo num e ntales? Pu es vea, el que lo ignore , lo
much o y bueno que se ha escrito sobre el monasterio de

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Capítulo 'Uigést'motercero. 411

Monte-Casino, sobre la Congregación de San Mauro , sobre


los varones ilustres de la Orden de Santo Domingo , sobre
los Cistercienses, sobre la Compañía de j esús y sob re otras
Órdenes religiosas.
¡Cuánto no pudi era decirse sobre lo que han hecho
por las ciencias y las letras los m onj es benedictinos, que
han dado á la Iglesia más de 1 5,ooo escritores ! Sabido
es que a los de San Mauro especialmente se deben la
Ga!Jta cristiana, las Acta Sanctormu Ordinis S. Bmedicti,
los Anna/es de la misma O rden , el tra tado De re dip!omati-
ca, la Cofl!ccióu de los bistoriadores di! Fraucia , la Histo1·ia
literaria de Francia, los Mouumentos de fa monarquía fran-
cesa, la Historia de París , el Ade de comprobar las fecbal!. y
gra n parte de las m ej ores ed iciones que de los Sa ntos Pa-
dres se han hecho en los siglos xv11 y xv111. Antes de 1789
dirig ían e n Francia seis esc uelas célebres.
Nada ·d iremos de la g ran colección de vidas de Sa ntos
q ue el Jesuita Juan Bolando, asociado con otros de s u O r-
den , comenzó en el primer t ercio del siglo xv11, y que,
aunque s uspendida con la s upresió n de los j esuitas, se con-
tinuó después . Los bolandistas ó bolandos han a lcanzado
con su importante publicación harta celebridad en el mun-
d o inteligente, para que nosotros necesite mos encarecerla.
¿ De q uié:1 no es conocido el monas terio de Subiaco, en
los Estados de la Ig lesia, donde se establecieron las prime-
ras imprentas d e Italia?
Véase, pues, cuán interesante es la historia de los
monjes e n s us relaciones con las cie ncias y las letras. Y
bien puede decirse q ue la o pinión pública ha sabido hacer-
les justicia.
Uno d e los princi pales órga nos del protestantismo in-
glés, la Q]Mrter/y RC'Uiew, decía lo s ig uiente en Diciembre
de 18 11 : « Nunca ha cont raído el m undo deuda m ayor
hacia una clase de ho mbres que la qu e tiene con la ilustre

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412 La Desamorti:(_ación.
Orden de Benedictinos .... Una comunidad de hombres pia-
dosos, dedicados así á la Religió n como á la literatura y á
las artes , parecía en aquella época de tanto atraso un her-
moso oasis en m edio de u n desierto ; y á semejanza de las
est rellas qu e brillan en noche osc ura, los monjes arrojaban
resplandeciente luz en m edio d e las tinieblas en que la
sociedad estaba envuelta.»
En el prólogo á s us Estudios históricos. se expresa Cha-
teau briand en estos términos : « Honra y prez á los Mabil-
lon, Mon tfaucon, Martín, Ruinart , Bouq uet, O ' Achery,
Vaissette, Labineau , Calmet , Ceiller , Clemencet y sus
respetables hermanos , cuyas obras son h oy la fuente inago-
table donde bebemos todos, aun los q ue aparentan des-
preciarlas . No hay lego de conve nto qu e al desenterrar de
un archivo el empolvado pergam ino que le indi caron Bou-
quet ó Mabillo n , no lo conozca m ejor que los que , com o
yo , se atreven hoy á escribir sobre la historia y á apreciar
con s u ig norancia esos extensos escritos que todo lo com-
prenden.»
Por esto si n duda, y po rqu e la luz de la verdad se
impone con fuerza irresistible , el espíritu d e los tiempos
modernos , no ciertam ente el de los hombres entregados á
las novelerías que todo lo invaden y á las revoluciones que
tod o lo trastornan. si no de los h ombres verdaderam ente
ilustrados y que da n nombre á su s iglo , como Balmes ,
Gu izot . Montalembert . Chateaub ria nd y muc hos ot ros, es.
como hemos visto , tan favorable á las Órdenes religiosas.
Pero aún vamos á ver reconocida su necesidad por otro
g rande hombre . cuyo voto es tanto m ás imparcial cuanto
qu e no era católico.
Nos referi m os á Leibnit z, cuyos pensamientos , cartas y
obras filosóficas gozan d e ta nta reputación.
Leibnitz vivió y murió, por desgracia, fu era de la Ig lesia
católica, no obstante qu e tanto le acercaban á ella sus ideas;

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Capi tu.!o vígésimotercero . 413
pero d aba la mayor im portancia á bs comunidades religio-
sas, y las hubiera querido utilizar en el estudio d e las
ciencias , clasificándolas al efecto en una carta q ue desde
V enecia escribía e n 21 d e Abril de 1690 á su corresponsal
e l landgrave Ernesto de Hessen-Rheinfeld.
« Q!lisiera , d ecía á propósito de la supresió n de un
mo nasterio de Camaldulenses , qu e los m onjes se conser-
varan , empleandolos bien. S i yo fuese Papa, distribuiría
entre ellos las investigaciones de la verdad que sirve n para
la gloria de Dios, y las obras de caridad qu e son úti les
para la salvación y el bien de los hombres. Los Benedicti-
nos. los Cis tercienses y otros análogos , dotados d e buenas
rentas , harían estudios en la natu ra leza para conocer los
animales, las plantas y los minerales : sería n hospitalarios
y darían limosnas : no les faltarían bienes donde hacer ex-
perimen tos y de donde dar socorros. Los monjes mendi-
ca ntes , en particular Jos Francisca nos , Capuchinos y Ob-
servan tes , se aplicarían á la medicina , á la cirujia y a l alivio
de los pobres, de los so ldados y d e los enfermos, cosa muy
co nform e con su carácter é institución. Los Do minicos y los
.jesuitas co ntinuarían s iendo lectores y profesores , como
los Carmelitas y Agustinos serian predicadores y maestros,
y harían indagaciones para la histo ria eclesiástica y profa-
na, aleccionándose en los Padres y en las humanidades.
Lo s Merce narios y los misioneros de todas las Órdenes,
dependi entes de la Co ngregaci ón llamada de Propaganda
FiJe, cultivarían las le nguas orientales y otras , reparando
asi las ruinas de la confusión de Babel en cuan to á la fe y
en cuanto á la lengua . Prest arían , además, inmensos se r-
vicios al gé nero humano , ap ortán donos las artes, los cono-
ci mientos sencillos y las drogas de otros paises , y llevando
en cambio á otras regio nes, no sólo las luces de la fe , s ino
las de las ciencias . . .. Volviendo á nuestros relig iosos, echo
de ver que olvido á los Cartujos. Anacoretas y otros soli-

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La Desamortización .
tarios, qu e serian á propósito para las ciencias abstractas,
como el álgebra, las m ate má ticas puras, la metafísica real,
la teología mística y la poesía sagrada , que cantaría á Dios
himn os de una belleza sorpre nde nte.»
Hasta aquí el insig ne Leibnitz. Dejando aparte la reali-
zación d e su pensamiento, u n tanto original , porque nada
puede ni debe hacerse qu e no a prueben las reglas de los
respectivos Institutos, ¿no vemos aquí la idea domi nante
de co nservar las Órdenes monásticas pa ra que cu ltiven los
diferentes ramos del saber? Nuestros eruditos á la moder-
na, que ti e ne n atron ad o <11 mu nd o con su flama nte SHbidu-
ria, m ira n con el mayor desdé n :i la~ Ó rden es religiosas,
m ien tras hombres como Leib nitz las que rían ver conserva-
das y convertidas e n focos de ciencia.
Y no era esta en Leibnit z una idea vaga é indecisa:
antes bie n procedía de la convicción profunda de qu e no
pueden los hombres aislados hace r en el estudio y en la
ciencia iguales ad elantos q ue los qu e viven y trabaja n en
común.
<' Aun cuando los particu lares , d ecía, llenos de m éritos
y d e intenció n sana , pueden lograr alg unos res ultados,
sería infinitamente m ejor y m ás decisivo el éxito si me-
diasen entre ellos mutua comunicación é inteligencia .
»Sucede que diferen tes personas se consagran á una
misma obra, perdié ndose en ello trabaj o : también sucede
que á los qu e com ienza n una obra les faltan materiales y la
cooperación qu e podrían prestarles personas hábiles é ins-
truidas; y , sobre t odo, hay mil e mpresas que d os , tres ó
muc hos h ombres asociHdos podrían lleva r á cabo, y nun ca
podrá abordar cada uno de ellos, ó al menos no las ha rá
bien.
» Aun los que se lim ita n á una sola investigac ión, no
llegan , por lo común, á descubrir lo qu e acaso d escu b riría
un e ntendimie nto más vasto, y que pudiese ab a rcar otras

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Capítulo vigésirnotercero.
ciencias á más de la q ue constituye su objeto: Como n o es
dado al hombre dividir sus fuerzas , á todo podría s uplir la
mutua inteligencia . .. . Un homb re inspirado concibe un
pensamiento q ue á veces se ve precisado á abandonar .. ..
»Otro inconveniente del aislamiento de los sa bios es
el peligro de obstinarse en su parecer .... La inte lige ncia y
comunicación a llanan ese obstáculo, porq ue con ella se
reconoce que un ho mbre significa poco al lado de otros
hombres. »
El que pudiéram os llamar s ueño de Leibnitz , era el de
constituir una academia relig iosa , ó un monasterio apli-
cado á la práctica de las virtudes cristianas. y al estudio
y la defensa de las verdades d el o rden natu ral y sobrena-
tural.
Pero después de todo , ¿qué duda cabe en q ue un m o-
nasterio , do nde, alejados los h ombres de l mundo, sin aspi-
racio nes en él , viven exentos de los cuidados y am biciones
que gastan tantas existencias y talentos en el juego de la
política, y dond e la vida se pasa en la oración y el estudio
ó el trabajo ma nual , es el lugar más á propósito para
que, unie ndo sus esfuerzos alg unas inteligencias, for ma-
sen, sobre los varios ramos del saber humano, obras no me-
nos dignas de aprecio por s u ciencia que por s u doctrina ,
y q ue, com o res ultado de los tra bajos de muchos, pudieran
ofrecer un conjunto qu e le es difíc il formar á una sola
inteligencia? ¿ Y no están demostrando lo fundado de este
concepto algunas Órde nes religiosas, cuyos trabajos monu-
mentales son objeto de u niver~ l admi ración?
Nada hem os dicho hasta aq uí de lo que la más alta per-
sonificación de la Iglesia , ó sea los Sum os Po ntífices , han
hec ho por la ciencia , y no pod ríamos cont inuar este silen-
cio sin inj usticia. ¡Cuánto no han hecho los Pa pas por los
estudios, las letras y las artes ! ¡Cuántas y cuán insig nes
pruebas no ha n dado del interés solícito que por e llos se

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La Desamortización.
tomaban ! ¡ Q!Je no pudiéram os detenernos aqu í á citarlas
todas! De León X nos ha quedado en esta p arte el más
precioso t estimonio qu e puede imagi narse, e n una carta
dirig ida al sabio Nicolás Leoniceno, carta á que es dificil
ha llar nada semejante en la his toria de los documentos de
s u clase '.
Á los principios del sig lo xv se descubrió con la im-
prenta el admirable medio de difundir por el mundo
las ideas, medio que hoy explotan•, con tanto fru to
por d esgracia, la revolución y la impiedad . ¿Con q ué en-
tusiasmo la llevó á Roma el Pontífice León X , que la lla-
maba luz del cielo? Seis años antes q ue e n París. se im pri-
mía ya en la capital del m undo católico ( 1467) , lleva ndo
despu és la imprenta a Inglaterra y á Italia los monjes Be-
nedictinos ; y en nuestra España la usaban ya en aquel si-
g lo los monasterios de San Cugat y Monserrate en Cata-
lu ña , de Sahagún y La vid en Castilla , y de San Juan de la
Peña en Aragón. Esto, sin contar algunos otros.
• La carta dice así :
• Bien sabéis lo mucho que os aprecio , lo que siem pre os he querido , y la
grande c<timación en quc siem pre he tenido vucs tro saber. Mi secretario Bembo ,
que os ama cntrañablement e, y que en Ferrara, siendo joven , tuvo la dicha , como
él dice , de empapar sus labios en las aguas de e:<a filosofia cuyo manantial poseéis,
a fuerza de hablarme de vos , me suscita la idea de ofreceros un nuevo testimonio
de adhesión il vuestra persona. Me habéis de permitir que haga algo por ese
hermoso talento que con tanto estudio os habtis formado.
•Hablad, puts ; ~¡mi amistad puede se ros util, os la ofrezco de nuevo: pcdió, y
obtendréis de mi lo que queráis. •
No s e sabe q ué admirar mas: si esta p rociosa carta, que, repetimos, no tiene
igual en la historia, ó la modestia de Nicolás Leoniceno, que no quiso pedir nada ,
ni salir de la oscuridad en que vivía.
Pero no es menos bella esta otra ~ta que escrib1a el mismo Papa a Marco
Musuro . profesor eminente en lengua griega :
e. Como t~ngo vivísimo deseo de que re vivan la lengua y la literatura griega , cuí
muertas en nues tros dí a~ , y de impulsar con todo género de esfuerzos las bellas
letras ; conociendo vuestro saber y buen gusto, os ruego que t raigáis d e Grecia
diez ó doce jóvenes de relevantes disposiciones 1 que enseñen á nuestros latinos las
reglas y la pronunciación de la lengua helénica y formen una es.,....:•e de seminario
que esté abierto paro los buenos estudios. Lascaris , cuyas virtudes y ciencia me
son tan queridas. os escribirá sobre este asunto más largamente. Cuento en esta
ocasión con vuestra adhesión á m i persona. •

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Capítttw 'Vigésimotercero .
No terminaremos este capítulo sin mencionar, siquiera
.sea muy ligeramente, algunos de los Santos, sacerdotes y
monjes que han ilustrado las ciencias y las letras desde los
primeros tiempos del cristianismo hasta h oy. El siglo n nos
recuerda áj ustino, San Ireneo, San Clemente de Alejandría
y San Ignacio Teóforo. El 111, á San Cipriano , Orígenes y
Tertuliano. El1v , á San jerónimo , San Ambrosio, San
Agustín y Lactancio, entre los latinos; y á San Atanasio,
San Cirilo, San Basilio y San Juan Crisóstomo, entre Jos
griegos. El v, á San Paulino de Nota y a Pauto Orosio .
El v1, á S:m Gregorio el Magno , Casiodoro y Dionisio el
Exiguo. El vu, á San Isidoro y al venerable Beda. El VIII , á
Alcuino , restaurador de los estudios , amigo de Carlomag-
no. El IX, á San Ignacio, Patriarca de Constantinopla. El x,
á Silvestre 11 (Gerberto) , á quien se atrib uye la invención
de los relojes . El XI , al g ra n Pontífice Gregorio VIl y á Pe-
dro el Ermitaño. El xu, á San Bernardo, á Santo Domingo
de Guzmán y Santo Tomas de Cantorbery. El XIII , á Al-
berto el Grande, San Buenaventura, Santo Tomás de Aquino
y Gonzalo de Berceo . El XIV, á Tomás de Kempis y á Juan
Ruíz. El xv, al Cardenal Besarión , al monj e Basilio , funda-
dor de la biblioteca de Venecia, a D. Alonso de Cartagena
y á Pío 11 (Eneas Silvio) , uno de los hombres más eruditos
de su tiempo.
Y si no direm os que su número aumenta , podemos
decir que estos grandes varones son más conocidos y
más populares en los tres siglos inmediatos al nuestro.
El XVI nos muestra a San Ig nacio de Lo yola , cuya ilustre
Compañia ha difundido tanta luz por todo el mundo; á Pe-
dro Bembo , secretario de León X, autor de la Historia de
Venecia; á j erónimo Vida , poeta latino, obispo de Alba; á
Fernando de Talavera, confesor de Doña Isabel la Católica;
á Fr. Antonio de Villacastín , Jerónimo, arquitecto del Es-
corial; á Cristóbal de Castillejo, de la O rden del Cister ;
27

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l.n Desamorti1_ación .
á Santa Teresa ; á San Juan d e la Cruz; á Garcia de Loaisa .
arzobispo de Toledo, autor de nuestra colección de Conci-
lios; á Melchor Cano ' y Pedro de Soto', Dominicos ; á
Juan de Mariana >,jesuita; á Fr. Lu is de León 4 , Ag ustino ;.
al venerable Juan de Ávila ; á Ped ro de Céspedes , pintor y
poeta ; á Fr. Luis de Granada ; á Ma Ion de Chaide , Agusti-
no; á Ped ro Po nce, Renedictino, que inventó el arte de en -
señar á los mudos ; it los Cardenales Belarmino y César Ba-
ronio ), y á Fr. Bartolomé Carranza, Dominico.
Sólo en la orden de San Francisco podría mos citar, ha-
ciendo aquí un paré ntesi~. muchos nombres gloriosos, ade-
más de San Bu enaventura y Duns Sc~to , ya mencionados.
Recordaremos á Rogerio Bacon 1 inventor de la pólvora;
Oc ka m, Ra imundo Lulio, jacopone de Todi, á quien se cre e
autor del S tabnt Maler; Tomas de Celano, á quien se atri-
buye el himno Dies Ira?; S<Jn Bernardino de Sena, San Pedro
de Alcántara , el por tantos títulos insigne Cardenal Cisneros,
D. Antonio de Guevara , cronista de Carlos V y obispo de
Mondoñedo Reiffenstuel , Ferraris, y en días no lejanos al
1

venerable P. Cadiz .
En el siglo xv n vemos brillar á Ba rtolomé Argensola y
Pedro de Balbuena , autor este úl timo del mejor poema
épico castellano ; á Lope de Vega, á D. Pedro Calderón , á
Fr. Diego de Hoj eda, Dominico; á Tirso de Molina, Merce-
nario; á Al fonso Chacó n . de Baeza; a j erónimo de Ripalda,
que fué co nfesor de Sa nta Teresa; á Juan Eusebio Nierem-
berg, cuyos escritos , por lo célebres y conocidos, no han
menester ser citados ; á Fr. José de Sigüenza, Jerónimo 6 ; á

1 Dt /ocis lbtologicis. Salam anca, 156 2.


' De{tmlo calholica< co11jt ssio11iS. Ambue! 1 15 57.
; Historia dt Espa1i a y otras obras.
4 Su nombre nos excusa de citar sus obras. Lo mismo dec1mos de Fr. Luis de
Gra nada.
) Anuales tccltsiaslici : 12 volúmenes .
6 Historia de la Ordtu dt S an j cróuimo.

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Capitulo vigésimotercero .
Nicolás Malebranche, de la Congregación del Oratorio '; á
Bossuet'; á Fe nelo n y al Cardenal Guido Benti voglio J .
Recordam os co n adm iració n y respeto, en el s ig lo xv111,
al Benedictino Oeschamps ~; al P. Enriq ue Flórez ' y á fray
Manuel Risco 6 , Ag ustin os ; al P. Masdeu 7 , al P . Isla y al
P. Bartolomé Po u 8 , jesuitas ; al P. Martín Sarmiento 9 , Be-
nedictino erud itisim o; y á Fr. Liciniano Sáez, tambié n Bene-
dictino ••. Fr. José d e la Canal, Agustino, continuador de la
Espa1in Sagrada " , pertenece ya al prese nte sig lo , d e cuyos
insig nes escritores, ya monjes , ya sacerdotes, no nos pro-
ponemos hablar aquí. Bastaria u no sólo de ellos, el gra n
Balm es, para g loria del nombre español.
1 Tratado de la Ílll'tSiig ació" de la w rdad : 1673 .
' Basta, para su elogio, su Discurso sobre In Historia Uuit·ersal.
; Nuncio apos tól ico: fué discípulo de Galileo, escribió en italiano la /listona de
las cucrras )' sucrsos de Flaud;•s 1 q ue traduj o al castellano el P . Basilio Varen de
Soto, de los Clérigos menores. Ambercs, o687.
~ Escribió contra el sistema de la naturaleza del materia lista barón de Holbac h ,
' &pmia Sopada, 29 tomos.- Mtmorins de las Rtinns caloltcas. - Mtdallns dr
las col01tias. - Clave historia l. Y otras mu ~ha s obras.
6 Historia sagrada , r ;; tomos,
1 Historia criUca de España.
• Los nuC!Jt libros de la 1/i•loria de lierodolo.
9 Mrmorias j>al'to la hisloria de la j>o.sin . Madrid . 1775· - Rejlexioms subrr ar-
tblt'l s J' o/ ros asu~tlo.\ dt: !Uma im/H)rlaucin.
10 Monedas de Enrique lll. Madrid, 1796.
•1 Publicó dos tom os d e la EsfJn•ia Sapadn con el . P. Merino . y otros dos solo.

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CAPÍTULO XXIV.

LA OESAMORTIZACIÓN CONSIDERADA EN SU ASPECTO ARTÍSTICO.

SUMARto. - Dificultad de encerrar la materi~ en reducido espJcio.- P rimu aspecto


dtl DJtmto : lo que deben á la lp:lesia la~ grandes creaciones del arte.- Brillante
historia que t ienen en este punto las Ordenes monásticas. - Trabajo. de los
benedictinos y clunacienses en la arquitectura.-lntrligencia , •bnegaci6n y celo
con que se dedicaban á ella los monjes.- Principales iglesias que construyeron.
- Ejemplos notables de monjes hábiles y laboriosos.- Sus t rabajos en miniatura,
pintura , ciocelado. joyería y cristales de colores.- La música religiosa : monjes
que la cultivaron y per f<ecionar on .- Segundo aspecto del asunto : el vandalismo
moderno dedicado adestruir las grandes obras del arte.-Datos respecto á Fran-
cia.- Destrueción 6 profanación de la abadía .le Fontevrault ¡ del palacio de los
Papas en Aviñón ¡ del castillo de lo~ condes de Foix ; de la abadía de Eysse ; de
la t orre de Peyberland en Burdens; del castillo de Pujols en Villencuve d'Agen ;
de la catedral de San Esteban en Agen; de una iglesia en Saint-Savin ¡ d e la
abadía de Saint-Bertin en Omer ; de la abadta de Moissac ; de la abadía de Ar -
thous , y de tres iglesias en Tolosa.- Rasgo notable de un bibliotecario.-Con-
t raste q ue ofrece con Francia el espíritu conservador de Inglaterra y los Estados·
Unidos.

o es dable reducir á breve espacio lo que, por su


.g rande m te res, por su reconocida 1m portanc1a,
• por la tristísima celebridad qu e ha alcanzado,
por la abundancia de m <lteria les que el curso del tiempo
ha reunido y por lo que han popularizado el asunto las
leyendas y los g rabados, hay que decir sobre Jos destrozos
que la desamorti zación ha hecho en las creaciones del arte.
Pero no habríamos de condenarnos al silencio por no de-
cirlo todo . Si no vamos á presentar un cuadro, trazare-

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422 La Desamorti1_ación .
m os al m e n os un boceto. Po r o tra parte , conocerán tan
bien nu est ros lectores esta lame ntable h istoria , qu e a un
del boceto n os harían g racia; n oso t ros, s in e mbargo, n o
podriam os o mitirlo sin incu rrir en d0s fa ltas ca p itales : una
de g ratitud á la Iglesia y á las Órde nes religiosas, qu e ha n
sido las c read oras de las gra n des o bras d el arte ; ot ra de
ind iferencia a ::: .: las ruinas qu e ha hec ho e n ellas el vanda-
lismo m ode rno, profa nación qu e, e n nombre d e la Relig ión
y de la sociedad ofe ndidas , m erece la m ás seve ra ce nsura.
Fij émonos, p o r lo pron to, e n e l prim er aspecto del
asun to . Ve;t mos ú la Ig lesia y á los m onjes levantando los
grandes m o num entos qu e han atravesado las generacion es
y los siglos, para g loria de Dios y admiración del mundo .
Las Orde nes m onástic.ts ti e nen en este , co m o en otros
conce ptos, pági nas verdade ra m e nte g loriosas e n su h isto-
ria. Ya el g ra n San Be nito previó e n s u regla que habr ía
ar tistas en los mo nasterios . Y s u previs ión se vió cumpli-
da. Los monasterios benedictinos tu vieron , no sólo escue-
las y bibliotecas, s ino tall eres, en que la a rquitectura, la
pint ura, el m osaico, la escultura, el cinc elado , la caligra-
fia , la elab oració n del marfil , la montura de pedrerias , la
e ncuade rnació n y todos los ra m os de la o rnam e ntació n , se
estud iaron y prac ticaro n co n tanta diligencia com o buen
éxito, s in afectar jamás á la disciplina del instituto . Y
cuando seiscientos años después d e San Benito quiso uno
de los reformadores más a us te ros del s ig lo xu , Bern ardo
d e T iron , fo rma r una nu eva Congregación en Maine sobre
la base de la reg la bened ictina , la recl u tó principalm e nte
entre los o bre ros y artistas, á quienes pe rmiti ó que , bajo
el hábito mo nastico, co n ti nu ase n s u profesión antig u a . De
esta ma ner:1 some tió á s us reg las multitud de a rtistas há bi-
les qu e, deJicados :i la pintu ra y á la a rquitectura , a l ci n-
celad o y :1 la plate ría, trabajaban e n los mo nasterios a liad o
de los h e rre10s y carpinte ros.

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Capitulo vt'gést'mownrto.
Formaba la e nseñanza de estas artes parte esencia l de
la educación monástica. Y era precisamen te en las más
célebres y santas abadías dondt: más celo se d esplegaba
en el cu ltivo del arte. San Gal en Ale mania, Monte-Casino
en Italia , y Cluny en Francia, fueron du rante siglos las me-
trópolis del arte cristiano. Á lí! sombra de su inmensa
iglesia, la m ayor quizá de toda la cristiandad, fo rmaba
Cluny, con las innumerables abadías que estaba n bajo su
dependencia, un inml;!nso cen tro do nde se daba á todas las
artes un desarrollo prodigioso. El m ismo impulso seguía
Monte-Casino. donde el abad Didier , lugarteniente y s u-
cesor d e Gregario VII , impu lsaba en escala colosal la
reconstrucción de su m onaste rio , a l par que g randes tra-
bajos de pint ura , mosaico, bordado y cincelado en már-
mol , e n madera, en bro nce, e n o ro y en plata, ejecutados
por artistas d e Bizancio ó de Amalfi , q ue le valieron la
ad miració n de sus contemporáneos. Otro lugarteniente de
Gregorio VIl . el abad d e Hi rschau , en Suavia, se e ntre-
gaba con tal pasión al cul tivo de las artes , que fundó dos
escuelas de arq uitectura, una e n el mismo Hirschau y otra
en el m onasterio de San Emerano, en Ratisbona.
Especialmente en el siglo XI , la mayor parte d e los
monjes céleb res por sus virtudes , su ciencia y s u am or á
la Iglesia, lo fueron por s u afición a l arte, y á veces por s u
habilidad pe rsonal en algu nos d e sus ramos. Efecto de esto
fué que se llegó á permitir á los m onjes art istas d e ejem-
plar conducta, sal ir de los m onasterios para perfeccionar
s us talentos y estu dios; y si la caridad lo exigía , enviába-
seles lejos , como m isioneros del arte, para llevará extrañas
tierras las tradiciones y reglas de la belleza mo nu mental.
La arquitectura religiosa d ebe, pues, á los m o njes s us
más sólidos prog resos; y entre ellos , los Cistercienses nos
han dejado los ed ificios más perfectos. Pero en los seis
s iglos que separa n á San Benito d e San Bernardo, como

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La Desamorti1_aáón.
durante e l curso de los siglos XIII y x1v, hicieron los monjes
magnificas construcciones, porque, no sólo levantaron en
Cluny la más vasta basílica de la Edad Media y de la Cris-
tiandad, sino que llenaron la Europa de iglesias, claustros:
y salas capitulares, de las que apenas nos quedan más que
nombres y ru inas ; si bien hay ruinas de esas que deben
figurar entre los más preciosos monumentos. Entre los
monasterios notables por s u belleza arquitectónica, men-
cionaremos los de Croyland , Focentains y Tintern, en In-
glaterra; Walkenried, Heisterbach, Alternberg y Paulin-
zelle , en Alemania; Loiwigny, Vezelay, el monte de San
Miguel , Fontevrault, Pontigny y otras, en Fra ncia ; Al-
coas;a y Batalha , en Portugal ; las Cartujas de Miraflores•
de Sevilla y de Granada, en España : nombres que ridos de
los arquitectos, que basta pronunciarlos para condenar á los
bárbarosautores de la profanación y la ruina de esas obras
maestras.
Para formar idea de la majestuosa grandaa de las
construcciones monásticas, es preciso ir á Inglaterra. La
devastación no ha sido alli tan grande, porq ue los monjes.
levantaron catedrales que los cismáticos anglicanos han.
conservado. Á pesar de recientes agregaciones, se encuen-
t ra allí la huella del gran movi miento arquitectónico que
se desenvolvió después de la conquista , gracias á los mon-
jes normandos que atrajo el duque Guillermo, y á quienes
se deben las catedrales de Cantorbery, de Li ncoln, de Ro-
chester, de Ourham y de Gloces ter.
Cuando deci mos que las innumerables iglesias monás-
ticas sembradas por toda Europa fu eron obra de los mon-
jes , ha de entenderse la frase en el sentido literal , porque
los monjes no fu eron sólo los arquitectos , sino los cons-
tructores de sus edificios, y los que, después de tevantar sus
planos de una manera admirable, los ejecutaba n por si mis-
mos, sin apelar á obreros extraños, arrostrando las fatigas.

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Capitulo vigésimocuarto.
y riesgos del oficio. Trabajaban cantando snlmos. y sólo
dejaban la herramie nta para ir al alta r ó a l coro . Y no se
limitaban los superiores á trazar los planos y vigilar los
trabajos, sino que daban ejemplo de humildad y valor , sin
arredrarse por nada. Á veces, siendo sim ples monjes los
arquitectos directores, se reducían los abades al papel de
obreros.
San Gerardo, abad de Brogne , en el siglo x, escoltaba
en el difícil tránsito de los Alpes los enorm es s illares que
de Italia hacia llevar en mulos hasta Bélg ica . Al construirse
la abadía de Bec , el año 1 OJJ , su fundador y prim er abad ,
Herluino, gran señor normando, trabaj ó como un simple
albañil , llevando cal , are na y piedra . Hugo, abad de Selby,
en el Yorkshire , también normando, hizo otro tanto e n
1096, cuando construyó de piedra todos los edificios de
su m onasterio, que eran de madera : vestido co n un capote
de obrero· y mezclado entre los demás albañi les, tomaba
parte en todos sus trabajos . En ellos se señalaban los mon-
jes más ilustres po r su cu na. Vióse á Hezelon , canónigo
de Lieja, del cabildo mas noble de Alemania, célebre ade-
más por su erudición y elocuencia, hacerse monje de
Cluny para dirigir la construcción de la gra n iglesia que
fundó San Hugo, y cambiar sus títulos, prebendas y rep u-
tación en el rnundo, por el de ccementariU8 , que era su
ocupación habitual. Refi érese tam bién que en los trabajos
emprendidos en Saint- Vanee, hacia el año 1ooo, el monje
Federico , conde de Verdun , hermano del conde de Lorena
y primo del Emperador, cavaba los cimientos del edificio
y cargaba con la tierra que sacaba de ellos .
En medio de las grandes construccio nes que empren-
dían los monjes, se formaban vastos talleres, do nde se culti-
vaban todas las artes, siempre con sujeción á la ley de hu-
mildad . Era en extremo ad mirable la flexibilidad del ingenio
de los monjes. Uno mismo era á veces arquitecto, platero,

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La Desamorti{_ación..

fundidor, miniaturista, músico , calígrafo y con structor de


órganos , sin dejar de ser teólogo , predicador, literato y
á veces consejero intim o de los prínci pes . Pudiéramos citar
entre ellos á Tutilon , monje de San Gal en el siglo XI; á
Mannio, abad de Evesham, en Inglaterra ; á Fulco, chantre
e n la abadía de San Huberto , en las Ardenas; á Thiemon,
noble bávaro, que du rante la guerra de las investiduras fué
abad de San Pedro, en Saltzburgo, y después Arzobispo de
la mis ma ciudad , viniendo luego á morir martirizado en
Palestina : se había formado en el monasterio de Al taich,
donde , co mo pintor, fundidor y escultor, hab ía adornado
los monasterios de su provincia con los productos de su
vari11do talento.
Los monjes di eron siempre gran valor á la miniatura, y
juntamente con P.lla á la calig rafia, sirviéndoles una y otra
para embellecer los libros santos, los monumentos litúrgi-
cos y los demás trabajos que copiaban en pergamino. Ya
desde el siglo v1 estableció Casiodoro, en las abadías que
fundó en Calab ria, laboratorios para la pintura, miniatura
y transcripción de manu scritos. Viéronse en el siglo IX há-
biles pintores entre los monjes de Corvey: y en San Gal
era Sintramm la admiración y la desesperació n de los calí-
grafos de su tiempo. Godeman , abad de Thorney en 970,
adornó con riquísimas pinturas un Benedictionale, que se
considera como la obra maestra del arte sajón. El monje
Bernwa rd, después Obispo de Hi ldesheim, sobresa lía en
el arte de exornar los manuscritos que transcribía. Y este
delicado arte lo cul tivaba especialmente la orde n de Cluny,
sin ahorrar gasto algun o, llegando hasta pulverizar el oro
para empl earlo en las miniaturas. También las religiosas en
sus co nventos adornaban sus obras caligráficas con minia-
turas preciosas. Y es de notar que nada menos que diez si-
glos , desde Casiodoro hasta la época del renacimiento y de
la reforma , duraron estos trabajos en los monasterios, con

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Capítulo vigésimocuarlo .
.aso mbroso éxito. Dificilm en te puede encon t ra rse e n la his-
toria ot ro ej empl o de un t rabajo tan con sta nte y fecu ndo .
Tambié n se dedicaban los monjes en aqu el tiempo á la
pintura mural. En los a na les de San Gal se habla co n en- ·
tusiasm o de la d iversidad d e asuntos qu e cubrían los m uros
d e su iglesia . y dieron , por últim o , á la pin tura s u mas bella
y g ra ndiosa a plicación fijá ndo la e n el crista l , con lo que
tu vo orige n la cristale ría de colores, qu e es el m ás bello
.adorno d el tem p lo cristiano .
En A le man ia fueron los mo nasterios de Hirschau y de
T ege rnese los prim eros donde los hubo . Los monjes d e este
último se distinguí e ron también p or su hab ilidad en el cin-
celado y la platería. Refie re n los a nales de San Gal , que
mie ntras cincelaba el céle bre Tuti lon, en su ta ller d e Metz ,
una image n de la Virgen , vieron d os pe regrinos que le visi-
taron á una he rm osa se ño ra qu e guiaba su trabajo, y á quien
creyúo n h ermana s uya ; p ero al referir el hecho á ot ros
relig iosos , calcu laron estos q u e e ra la misma Virgen San-
tísima la qu e le e nseti aba el arte.
No obsta nte la d esaparición de tantos mon umentos de
cince lado y de joye ría como han causado la revolución y la
refor m a co n s us inicuas devastaci o nes, a ún te n emos precio-
sas cajas lab rad as y esma ltadas, preciosas cubiertas de li-
bros en o ro, p la ta y marfil , basta ntes cruces abaciales , díp-
ticos , bajo-relieves y hermosísi mos t rabajos en bronceó
cobre , co m o fuentes ba utismales, crucifijos, incensarios y
candele ros, que nos permiten apreciar la elegancia y per-
fección á qu e habían llegado los m onjes. Sobre sus proce-
dim ie ntos h ay porme n ores c u riosos en el tra tado de l m onje
T eóftlo, que vivió e n el siglo XI. Recuérdanse e n est e pu nto
con gratitud los no mbres de dos m onjes plateros y esmal-
tadores: San El oy y San T eodoro, esclavo sajón qu e res-
cató el prime ro , par a hacerlesu discípulo y compa ñ ero . Y
en la gra nde escuela de pla tería y esm alte , fundada en el

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La Desamortización .
Lem osín por los santos abades de Solignac, fig ura ron largo
tiempo los abades y los monjes.
Á otro arte admirable, que tanto satisface á las necesi-
dades del alma y responde á sus emociones, á la música ,
imprimió la Iglesia un carácter severo, trabajando con
gran celo los monjes en esta tarea. A San Gregario el Gran-
de, qu e antes de ser Papa se había formado en el monaste-
rio de San Andrés en Roma, se debe el canto que lleva su
no mbre y q ue su Orden ha conservado. La obligación de
asisti r r epetidas veces al coro fué un poderoso aliciente
para estudiar la música sagrada, de la que siempre hubo
escuelas en los monasterios. Tres músicos célebres, unidos
entre si con amistad estrecha , fig uraba n en el siglo tx,
No tker , Ratberto y Tutilon. No tker, que descendía de Car-
lomagno, y fue venerado com o santo después de s u muer-
te , compuso multitud de prosas y cantos, que fu ero n largo
tie mpo pop ulares en Alemania. Ratberto, noble de Turgo-
via , fué director de la escu ela monástica , y compuso cantos
po pulares en leng ua alemana. En su lecho de muerte le
rodearo n cuarenta sacerdo tes y canónigo:; que habían sido
discípulos suyos y habían acudido al m onas terio á celebrar
la fiesta del patrono. Tutilon utilizaba su ciencia musical
para enseriar á los nobles á tocar instrumentos de cuerda y
de vie nto .
Todos los reform adores y principales doctores y escri-
tor es de l Orden clunaciense eran músicos, y emplearon su
autoridad en sostener ó perfeccionar la música religiosa . El
gran apóstol de las naciones slavas, San Adalberto, com-
puso la música y la letra d e un cántico slavo que comienza
Hospodyne pomylecy t(..Y, que después de su m artirio fué el
canto nacio nal de los bohe mios.
El ó rgano , rey de los instrum entos, creación especial
de la música cristiana , único dig no de asociar s u m ajest uosa
voz á las pompas del culto , debió á los m onjes su perfección

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eapítu/,o 'Vigésimowa·rto.
y difusió n. Elphege, abad de Winchester en el siglo x, hizo
co nst ruir el mayo r ó rga no co nocido en la Edad Media: para
manejarlo se necesitaban setenta hombres. Verdad es que
los m onjes ingleses era n, entre todos, los más am antes de
la música.
Á un ilustre m onje, San Grego rio el Grande , de be su
desarrollo el cant o eclesiástico, qu e ec; la más alta ex presión
de la música . Á un m o nje debe la música m odern a s us
med ios prácticos y los procedimientos indispensables para
su estudio ' . Monjes han sido los que desde la Tebaida
hast:t la Selva Negra han enriq uecido por espacio de ca-
torce stg los , co n sus in vestigaciones y tratados, el tesoro
de la ciencia musical : monjes son, en fin , los qu e desde e l
siglo VIII al XII se preparaban , con la o ración y la absti nen-
cia, á componer las obras in mortales de la liturgia cató lica,
hoy muti ladas, parodiadas ó proscritas,«obras, dice Monta-
le mbert, qu~ tienen un a delicadeza de ex presión inefable , un
tin te inimitable, patético é irresistible, !impido y profundo,
una virtu d suave y penetrante , y , en suma, un a belleza
s iem pre natural, siempre fresca, s iempre pura , que ni se
marchita ni envejece nunca .»

Acabam os de ver al oscurautismo llenando el mundo d e


magníficos m onumentos. Contemplemos ahora á la ci'Vi!i-
{_nción y al progrfso destruyéndolos .
¡Qué contraste ! Y en verdad qu e, como es d ig no de
respeto el noble y santo entusiasm o de aq uellos sie rvos de
Dios, qu e consagra ron sus talentos y trabajos á la creación
de obras m o numentales, únicas q ue hoy podemos presen-
ta r á la admiració n de los extranj eros, es dig no de execra-
ció n ese vertigi noso afán de destruir, de mu tilar ó d e pros-
tituir, consagrándolas :i. viles y despreciables usos, aquellas
' El sistema de las notdS modernas lo puso en práctica en el monasterio de Cor-
bie el abate Ratbold.- -Guido d' Areuo, que , c omo todo el mundo sabe , inventó el
solfeo , era monje benedictino de la "badia de f>om pose. cerca d e Rávena.

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4) 0 La Desamortización .
obras in mortales de la santidad y del genio. Nunca se la-
varán el presente y el pasado siglo de la mancha qu e sobre
ellos ha caí do con estos ac tos de vand:Jiismo.
Asilos denomina con justicia Montalembert en uno de
sus o púsculos ', del que h em os to mado las noti cias que
preceden. Y de él vamos á toma r todavía algunas o tras, re-
lati vas al vanda lismo en Francia. Oiga mos al autor .
«Imagínese á Fontevra ult, la céleb re , la histórica aba-
día de Fontevrault, cuyo n om bre se encuen tra á cada paso
en nu est n1s cróni cas del sig lo xr y XII; á Fontevrault , qu e
ha tenido por abadesas catorce princesas de sangre real , y
donde descansan tantas generaciones de reyes; á Fonte-
vrault. m aravilla de arquitectura, con sus cinco ig lesias y
sus claus tros que se pierde n de vista , d enigrada hoy con el
nom bre de casa central dP. ddenció11. ¡Y si tod o se hubiera
reducido á darle tan miserable destino ! Pero no ha sido eso
sólo , sino que , para hacerla digna de s u nueva s ue rte , se
han destrozado sus claustros; se han desfigurado , hasta
dejarlos desconocidos. s us inmensos dormitorios ; sus re-
fectorios y locutorios han sido horribleme nte maltra tad os.
y profanadas s us cinco iglesias, sin respetar siquie ra la p ri-
mera y principal . hermosa y a lta como un a catedral. La
nave se ha cortado e n tres ó cuatro pisos , y metam orfo-
seado en talleres y cuadras .... »
«El palacio de los Papas e n Avirión es e l edificio más
vasto, más completo y más imponente de la arq uitectura
civil ó feudal de la Edad Media . No ha y un conjunto más
hermoso en su sencillez, ni más g randioso en s u concepción .
Pues á est e palacio se le quitó la torre en tiempo de Luis XIV;
más tarde la Revolución lo convirtió e n cárcel ; y sin que
nadie pensase d espués en r epararlo y conser varlo, en 18 20
se le convirtió en cuartel y almacén, sin que deJaSe por eso
de ser cárcel. Hoy la destrucción se ha consumado : ya no
• Du Vandalisme ti du Calbolicisnu da 111 /"nrl: París, Lecoffre, 186 1.

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Capítulo vigésimocuarto. 43 1
qu eda uno solo de aq uellos inmensos salones, qu e no tenían
rival. Se les ha dividido en t res pisos . cortados por innu-
m erables tabiques; y sólo sig uiendo de piso e n piso los
fustes de las g igan tescas colum nas que sostenían las bóve,
das ojivales, puede reconstruirse con el pensamiento el
m ajestuoso reci nto. Gran parte del inmenso edificio había
s ido entregad o ya á los d em oledores : en lo que queda , á
s us colosales ven tanas oj ivas 11an reemplazado tres series
de venta nitas cuadradas, correspond ientes á los tres pisos
de cu:1d ras. En una palabra : el arte y la historia tienen un
m onu men to menos, único en su clase, y los gobiernos tu-
telares una mancha mús sobre si.»
Un industrial de Aviñó n escribía á Montalembert, á
propósi to de este vandalism o: «En un pa ís en qu e se tri-
b utase culto á los recuerdos históricos, lo rccibirbn cum-
plidísimo esos nobles restos . Y en verdad que m ientras las
ruinas va n amontonánd ost: en Europa, parece imposible
tanto desdén para uno de los más bellos m onumentos que
la fe religiosa de la Edad Med ia ha t ransmitido á la incre-
dulidad de nuestros tiempos . Si el palacio de Juan XXII ha
venido á parar en cuartel de l m ariscal Soult; si en las ven-
tanas en que antes aparecía el rostro radian te de los Pon-
tífices para dar la solemne bendición urbi et orbi, no des-
cubre hoy la vista sino t alaba rtes y eq uipos de soldado q ue
están puestos al sol ; si los salo nes que en otro tiempo es-
taban llenos de cardenales, de obispos y de fieles de todos
los países del mundo cristiano, son en este mo m ento co-
a
cinas y ta lleres' bien t enem os derecho queja rnos, y á
maldecir á un siglo qu e ha podido hacer presa tan br utal y
confiscació n tan violenta de lo que para el ho m bre tiene
tan gratos y dulces recuerdos . »
Y hace notar el auto r á quien seguimos q u e para se-
m ejante acto de barbarie no ha habido excusa ni pretexto,
porque no había un a sola piedra en el palacio pontificio qu e

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432 La Desamorti1_ación.
no estuviese sólida y adherida á las otras como si se la hu-
b iese colocado ayer, habiendo atravesado quinientos in-
viernos como si fuesen un solo día; d e modo que ha sido
necesaria la mano infeliz de los poderes modernos para de-
gradar y estropear ese grandioso edificio.
Sobre una roca bañada por el Ariege se eleva el cas-
t illo de los famosos y valientes cond es de Foix , cuya se-
rie term ina en aq uel Gastón de Foix , que hubiera sido el
último de los caballeros fra nceses, á no sobrevivirle Ba-
ya rdo. Q!J edan de ese castillo tres torres, que gozan e n la
comarca de una celebridad proverbial. Y para destinar este
mo numento á prisión , ha sido necesario elevar allí un
m ontón de piedras blancas que tiene forma de cuartel. Las
gentes del país dicen co n g racia que á las an tigu as torres
se les han puesto gorros de algodón.
También la célebre abadía de Eysse, cerca de Villeneu-
ve d' Agen , se ha t ra nsformado en casa de detención, des-
truyéndose para ello dos iglesias; una, la d e los religiosos,
célebre por su belleza: otra , la de la parroquia, que t uvo
la desgracia de encontrarse en el limite ele las nuevas cons-
tr ucciones.
Hay en Burdeos una admirable torre llamada de Pey-
berland, que levantó , en un arranque de entusias mo, Pedro
Berland, hijo de u n pobre lab rador d e Medoc, que po r su
g ran piedad y sabiduría llegó á ser Arzobispo en la locali-
dad . Esa magn ifica piriunide exci tó las iras de los terroris-
tas, qu e contrataro n s u demolición ; pero la torre se resis-
tió de tal modo á ser dest ruida, que des pués de qu itarle la
fl echa hubo que rescindir el contrato. Así deshonra da y
despojada de todos sus adornos de ~Irte, que eran ricos y
caprichosos 1 s ubsiste hoy 1 sirviendo , com o otras dos de
Francia, p:tra fábrica de perd igones, en vez de servir al
pensamiento cristiano de sei'ialar el camino del cielo como
el único y verdadero desti no del ho m bre.

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Capitulo ·¡;igésimocuarto. 43.3
En Villeneuve d' Agen , sobre una alt ura que domina
la corriente del Lot , se elevaba el castillo de Pujols , uno
de los más vastos y mag níficos monumentos de la Edad Me-
dia, que, habiendo sobrevivido á la revolución, había llega-
d o á ser propiedad del mu nicipiu. Este proyectó un día
ensanchar la cárcel de Eysse, próxima :í 1.1 ciudad : faltaban
materiales para In obra¡ ofreci ó un contratista comprar
y demoler el castillo , destinando las pied ras al e.nsa nche
de la cárcel, y su proposición par..:ció acepttble y ventajo-
sa, versando sólo la cuestión sobre el precio , q ue al cabo
se fijó en 1 ,8oo francos. P.>r 1 . ~oo fr,mcJs , pues , echó á
t ierra el ayunt.uni entv aquel magn ifico é histórico edificio.
La hermosa ca tedral de San Esteban, en Agen , se de-
rribó porq ue costa ba mucho repararla . Sólo quedaro n en
pie los pilares góticos, como testim onio del vandalismo de
las autorid,tdes. El sagrado recinto se destinó á mercado de
animares, y lus materiales de la igl¡osi:t se han empleado en
un teatro. Con San Marc.elino , en el Delfin ado, no se em-
plearon tantos rodeos. El ayuntamiento se apoderó de una
de las dos iglesias que había en la ciudad, para convertirla
en s;tlón de espectáculos.
En Saint-Savin , cerc<J de Pierrefitc , en los Pirineos, aca-
ba el ayuntamiento de echar por tkrra una iglesia de ar-
quitectura romana , muy ;tntigu:• y J c incontestable m éri-
to, para hacer una pbza.
La destrucción de la abadía de Saint-Bertin, en Omer, ha
alcanzado celebridad en Francia , gr·tcias á M. Vitet. Pero
lo que la g e n ~ ra l i dad no sabe, y lo ac;eguran, si n emb<Jrgo,
vecinos respetables de la lo.::tlid·: 1 , es que l.t de-strucció n
t uvo por principal causa qui t:tr l.t ~ J,n bra que proyectaba
sobre los tulipanes del hucrtu c.u e a llí tenia uno de los in-
dividuos del ayu ntamiento.
Hay en Moissac una abadi a e ;lehrr, a si por sus rec uer-
dos históricos como por la bellez.t ~l e su iglrsia y claustro.
28

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4.34 La Desamorti:zación.

El ayuntamiento se apoderó del claustro; hizo aserrar una·


por una sus admirables columnas para llevarlas á otra par-
te, y aun se cree que para hacer un mercado. Ni se sa lvó
tampoco la iglesia de aquella profanación . Su fachada, una
de las más curiosas páginas que el arte misterioso de la
Edad Media . trazó en el Mediodía, le pareció al señor te-
niente alcalde que necesitaba de algún revoque, y <l pro-
vechó una ausencia del alcalde para pintarla de azul.
La abadía de Arthous, cerca de Hast ingues, en el de-
partamento de las Landas, es una de las más antiguas de
Francia. Res tauróse más de una vez desde el siglo x v1
al xv111. La revolución lanzó de ella ida comunidad y vendió
el edificio, que hoy perte nece á la familia de Artigue. La
iglesia está co nvertida en granero, cortada al efecto por un
piso de madera puesto á la mitad de s u alt ura. Donde es-
taba el altar mayor , hay una puerta . En la capilla del lado
de la Epístola , sobre la tumba de los priores, funciona la
prensa del lagar. El refectorio sirve de leñera y gallinero.
La fuente de mármol donde los religiosos se lavaba n las
manos, se destina á colocar las mazorcas secas de maíz que
se guardan para encender el fuego. Tal ha venido á ser el
estado de este hermoso y por tantos títulos venerable edi-
fi cio.
Entre las ciudades qu e más se han sei'ialado por estos
actos de vandalismo, figura en Francia la de Tolosa . Por lo
pronto , la revolución dejó allí huellas de su paso más dura-
deras que en otras partes: y como además se han conserva-
do en T olosa los templos , destinando los a usos profanos y
viles, esto perpetúa la memori a del sacrilegio. La iglesia de
los Francisca nos, construida en el siglo XIV, célebre por sus
frescos , su cristalería de colores y otras riquezas, se ha des-
tinado á almacén de forrajes. Basta esta indicación para que
se comprenda cuánta degradación se ha hecho sufrir á tan
hermoso templo. Los que entran allí , por gracia de a lgún.

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Capitulo vigesimowarto. 435
palafren ero, pueden adm ira r la elevación y la gall ardía de
las bóvedas; p ero n ad a más, p orqu e lo qu e se ha hecho
a
para ada ptar el templo ta n vil función, lo ha afeado mu-
cho. La ig lesia de los Jacobinos ó Dominicos, con d os naves
de prodig iosa altura, tan celebradas e n todas las d escrip-
.cio nes d e Tolosa, se dió á la artillería, q ue ha establecido
en ia parte infe rior un a c uadra , y dist ribuido lo resta nte en
gra neros y c ua rtos. Sólo se puede juzgar d e lo qu e era por
el exte rior , y sobre todo po r s u admirab le torre, que aún
subsiste, y es la mejor de T olosa. La iglesia d e los Agus-
tinos , que es otro d e los grand es monum e ntos m onásticos
d e esta ciudad , ha sido transformada e n m useo; y además
de la pro fa nación, h a sufrido la ig lesia , qu e es d el a rte oji-
val , alguna extra vagante innovación para que sirva de sa-
lón de p inturas.
Hay e n Pamiers una catedral, cuy o ca m panario de cús-
pides triangulares tu vo Mansa rt el b uen g usto d e co nse r-
var cua ndo reconstru yó la nave conform e al estilo del si-
glo xvu. Pe ro este cam panario no ha podido s ustraerse á la
acció ~ d e un embad urn ad or o ficial, titulad o arquitecto del
departa m ento, que vino exp resamente á la p oblación para
pintarlo de color de rosa.
Nombróse h ace a lg unos añ os ' bibliotecario e n Amiens
á un h o mbre qu e h abla s ido s iempre ex traño á la ca rrera.
Viendo que los ma nuscritos e n folio de la b iblioteca no ca-
bían e n los hu ecos de los esta ntes , le pa reció Jo m ejor cor-
ta rlos. Y es e n verdad lisonj ero pa ra la Francia ilus trada y
regenerada, d ice á este propósi to Montalembe rt , haber
hecho la segunda edición de aquel rasgo d e los cosacos, que
a
al trans por ta r Sa n Petersburgo la biblioteca d e Varsovia
ó de Vilna, cortaron por la mitad los libros que por dema-
siado grandes n o cabían e n sus cajas.
Mientras se contem plan tales h azañas, se lee en los
t Se publicaba este hecho en 1861.

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La Desamortización .
di arios ingleses que el consejo municipal de Chester gasta
t odos los años sumas considerables para conservar en p er-
fecto estado las antiguas murallas de la ciudad, y que la
junta provincial (cotmfy meeting) de York ha resue lto que el
antiguo castillo de la ciudad, qu e amenazaba ruina, se re-
construya conform e en un todo al mismo plan y estilo que
tiene.
Materia abundante nos daría aú n para estas noticias la
historia del vandalismo moderno y de s us hazañas en el
mundo. Pero no proponiéndonos alargar este asunto por
lo que hace al extranjero , aquí t erminaremos este capitulo,
reservando para el siguiente lo que se refiere á Espafta.

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CAPÍTULO XXV.

LA DESAMORTIZACIÓN CONSIDERADA EN SU ASPECTO ARTÍSTICO .

(Cottclusióu.)

SuMARIO- - Se da noticia de algunas igle~i as y conventos destruidos ó profanados en


diversos puntos.- Santa Maria , San José , Santo Domingo el Real , San Felipe
el Real , San Felipe Neri, la Santísima Trinidad y las Salesas Reales, en Madrid .
- San Miguel Arcángel , Nuestra Señora del Carmen y otras, en Barcelona. -
Santo Domingo, San Frariciseo, los Remedios, la Merced y San Miguel de los Re-
yes , en Valcncia.- Santo Domingo, San Francisco , la Trinidad y Montsant , en
J át iva,-Los monasterios Cistercienses de Santa María de Carracedo, San Martín
de Cast.1ñeda, Monte de Ramo, Santa Maria de la Huorta de Ariza, San Esteban
de Nogales, Santa María de Sobrado, Santa María de Osera , Valparaiso,
Santa María de Moreruela y Palazuelos.- Los monasterios Benedictinos de
Sahagún, Nuestra Señora de Sopetrán, San Claudio de León , San Pedro
de Montes y San Juan Bautista.-Las iglesias de San Miguel , San Felipe
Neri y San Francisco de Paula , en Sevtlla.- San Francisco, San A~ustín , el
Carmen Calzado y otras, en Salamanca.- EI monasterio de Yuste.-El Carmen
Calzado, d colegio de Mercenarios, el de Santo Domingo y el de Loret, en
Huesca.-El convento de Predicadores, en Zaragoza.- Los de San Pedro Mártir
y Santa Clara, en Calatayud.-Los de San Jerónimo y S.nto Domingo, en
Baza.- EI de Agustinos, en Sanlúcar de Barram~da. - El de la Rábida.- Sen-
tídas quejas de los amantes de la religión y de las glorias del arte por tales pro-
fanaciones.

111 dado noticia en la parte histórica de esta


EMOS
obra ' de Jos conventos é iglesias destruidos ó
profanados en España , hasta el número de más
de 650, que por una estadística recientemente publicada
nos es conocido; p ero sólo hemos m encionado sus nom-
bres, y aun esto respecto á los de Madrid, Barcelona, Va-
• V. el cap. XIV.

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La Desamortización .
!encía y Sevilla; que en cuanto á los demás, nos hemos
limi tado á indicar su número . Y aunque esa enumeración
dará idea de lo que ha sido en España el vandalismo mo-
derno con relación á la Iglesia, añadiremos alg unos porme-
nores, fijá ndo nos en los templos que pudiéramos decir,
no ya que tenían, puesto que los tenían todos, sino que
ost entaban títulos especiales á la consideración pública y
al respeto de los gobiernos, cualesqu iera que fuesen s us
ideas, porque las g lorias y trad iciones de la patria á todos
deben merecer igual aprecio.
Hace pocos años existí a aún la más antigua d e las pa-
rroquias de la corte, Sa11ta María, situada al fin de la calle
Mayor: era de venerable antigüedad, y la primera donde se
pred icó el Eva ngelio en Madrid. Por tan res petables títulos,
tenia esta iglesia la precedencia entre todas las de la ca pi tal;
pero descomponía un poco la alineación de la calle Mayor, y
los niveladores modernos no podían perdonarle tan grave
culpa. Las glorias y los recuerdos patrios importan poco tra-
tándose de alinear una calle; y denunciada ya de antemano
para el sacrificio en expiación de su culpa, cayó al fin por
tierra, de rribada por la revolución de 1868 .
D. Bernardino de Velasco tenia en 1745 una casa en la
calle de San Marcos, cuyo salón principal era teatro. El
piadoso va rón levantó allí la parroquia de Sanjose; y , pro-
cediendo en sentido opu esto á los tiempos modernos' con-
virtió en iglesia su salón de teatro. Pero las ig lesias no
merecen hoy el respeto que los teatros. Aqu éll a vi no á
tierra, por lo cual se trasladó la parroquia al Carmen Des-
ca lzo, situado en la calle de Alcalá. La generació n actual
ha querido sin duda ve ngar el atropello q,ue con su teatro
cometió D. Bernardino, y le ha arrimado un teatro á la
nueva parroquia. - ¡ Un teatro aliado de u:.i i5lesia !, ex-
clamaba con admiración un hombre de mundo , pasando
hace años por allí con el que esto escribe.-¡ Pues ahí ve-

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Capi /14/o vigésimoq1tin to. 439
Tán Vds. !, di remos nosotros. ¿Existe, por v entura, hoy el
sentimie nto del respeto en alg una de las esferas de la so-
ciedad y de la familia 1 ?
Santo Domingo el Real era en Madrid un templo justa-
mente apreciado. Fl.lndóse en 1 217. Había contado entre
sus prioras á doña Constanza de Castilla , cu yo sepulcro
estaba allí, como también los de D. Pedr o de Castilla y
d o ña Berenguela. La o bra del coro era de Juan de Herrera .
Co nservábase en el co nvento la pila en que Santo Domingo
de Guzmán fué bautizado. Ning uno de estos títulos, ni
todos ellos ju ntos, le han valido para poder su bsistir. Sin
saberse por qué, puesto que no se ha continuado el en-
sanche que parecía dar pretexto al derribo, vino tam-
bién al suelo después de la revolución de Setiembre
de 1868.
Cam peaba entre los mejore,s ed ificios re ligiosos de Ma-
drid el .convento de Sau Felipe el Real , fundado en 1 54 7, y
co locado donde hoy está la primera casa á mano izq uierda
de la calle Mayor. Su· hermoso claus tro, de piedra, con
veintioc ho arcos en los d os cuer pos, del más sencillo de
los órdenes arquitectónicos, era una de las m ejores obras

1 V~ase, por el Dicrio11ario de Madoz , • l q ue copiar.mos literalmente, c uán


.accidentada y lamentable es la historia de las vici>itudes por que la de<amortiza-
ción ha hecho pasar al monasterio e iglesia de San Jose, que reemplazó á la derruida
parroquia de s u nombre:
e Este convento se distribu¡ó del modo siguiente : la iglesia fué cedida para
parroquia de San José por real orden de 20 de Julio de 1842, con 10 663 pies más
d e terreno para habitación d e sus sirvieAtes. La parte alta del local que ocupó el
café dé Cerva ntes fué cedida a las ofi cinas de Hacienda mil it.r en virtud de real
orde n de 4 de Octubre de 1844 : y por otra de 6 de Oiciom bre del mi<mo afio fué
adjudicado al ramo de Guerra todo el conven to, con inclusión de la parte b•J• que
ocupó dicho caf~, excluyendo sólo la iglesia y dependencias de la parroquia. Un
particular compró en 18 de Mayo de 1844 la parte comprendida ~n la calle del
Barq uillo, con vu~lta ~la plazuela de l Rey : otro 1 por cesión de la compañia d~
abastecedores de hielo y nieve, obtiene una parte compuesta de h uerta 1 dependen-
a
x:ias y edificios an~jos esta, que comprende una superficie de 45 .703 pies: otro
.particular t iene un patio exterior, que s irvió de refectorio, cuyo patio est á •ituado
entre el jardín que fué de Cervantes y la mencionada porción de la calle del Barqui-
llo.> Diccionario , tomo x , pág . 572.

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440 La Desamorti:¡_acióll .
de su clase . Habían, además , cobrado fama sus gradas y
su lonja , como la tení:l por muchos títulos tan he rmosa y
santa casa . Por encima de ella pasó, sin em bargo, la pi-
queta destructora, privando á un tiempo mismo á la pie-
dad de un hermoso centro , y al a rte de uno d e sus mejores
monumentos.
Notable era también el convento de San FeliPe Neri,
derribado á pesar de la Academia de Bellas A1tes que re-
clamaba su conservación , y al que han sustituido en el
lugar que ocupaba , primero un pasaje y luego un estableci-
miento de baños ; profanaciones y transformaciones gra-
tas á los revolucionarios, cuando d;;n por resultado l:l des-
aparición de los templos.
Por mano de Felipe 11 se dice trazado el pla no dt: la
Santísima Tt-i11idad, en Madrid , y elegido el sitio para su
erección en la calle de Atocha; y en verdad no le fa ltan al
claustro y á la magnifica escalera recuerdos de su contem-
poráneo el Escorial. Al'ios hace que la revolución se apo-
deró de é l: la iglesia, cortada en su altura por un piso de
tablas, fué teat ro , y después vino á ser ministerio de Fo-
mento, á fu erza d e dividirla y subdividirla en habitaciones
con tablados y ta biques. Confesemos que un m inisterio
instalado dentro de una iglesi a arrebatada al culto , es u n
espectáculo bien poco edifica nte en una nación religiosa
y en un gJ bicrno católico . Por desgracia, hay e n la cor-
te otro especüculo todavía más repugnante en su gé-
nero.
Nada diremos del s untuoso Mo11asterio de las Salesa&
Real~s , cuya violenta ocupación hemos referid o en otro
lugar'. Y no en verdad porque no haya mucho que decir,
sino porque dejamos al buen juicio d e los lectores lo que
ellos tienen á Lt vista. Todavía resue nan en .. uest ros oídos
las sentidas quejas del ilustre defen sor de las religiosas al
• De ella hemos uJJo cucntl en la pág. 245 y sig. de este libro.

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Capitnlo vigésimoptinta. 441
ser lanzadas d e su santo asilo ' ; y todavía se leva n ta el
senti miento de la indig nación , no sólo en el pueblo mad ri-
leño, qu e lo abriga muy profun d o, sino hasta en los cuer-
pos colegisladores, para protestar con tra el despojo que
entonces se llevó á cabo, y cuyas vicisitudes posteriores se
resiste la pluma á trazar.

Era el templo más antig uo de BARCELONA el de San Mi-


guel Arcángel, y, como Santa María en Madrid, la iglesia ó
ca pilla d el ay u ntamiento. Se había erigido sobre otro
rom ano, y te nía, como obra de arte, notable m érito. La
revolución de 1868 lo derribó.
A1ios antes, en la tristísima época de 1835, habían sido
incendiadas tres iglesias con sus conventos : la de Nuestra
Se1i.ora.dt>l Carmen, d e religiosos calzados; la de Sa11 José,
d e religiosos descalzos, y la de Sal/. Fra11cisco, ó San N ico .
las de J3ari , d e religiosos franciscanos. En las dos últimas
era la iglesia d el arte ojival.

Azotada VALENCIA, com o otras capitales de Españ:l, por


la desamo rtización y sus fauto res, ha visto destruirse ó
profimarse magníficos edificios religiosos. En el interior,
debem os citar a Santo Domingo, con s us espaciosos claus-
tros, s us tres grandiosas capi llas y s u rica bibli o teca . Alli
vivió y obró muchos prodigios San Vicente Ferrer, y estu-
vieron también San Luis Beltran y el cronista Diago. Hoy
ocupa n el con vento las o ficinas milita res, y de las tres ca-
pillas existe sólo Un<l , qu e con j usticia llama la atención
d e los viaj eros.
• Dijimos en la pág. 246 (nota) que cuando la escribíamos estaba pendiente
en el ~nado una interpelación del antiguo ex-ministro D. José Maria Fcrnándcz; de la
Hoz. Después de escrito aquello ha preguntado al gobierno, en la sesión del Sena-
do de 1 1 de Julio ( 1885), ~si ut:í en el propó>ito de tomar resolución en este ex-
pediente, paralizado y sin resolver desde 1877- C.nn tal motivo ha insistido en defen-
der el justo y legitimo derecho que al disfru te de su convento tienen las reli giosas
con arreglo á las leyes.

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442 La Desamortización.
En ruin as está hoy allí el convento de San Francisco, don-
de se die~ qu e habi tó alg ún tiem po el santo fundador , y
donde hub ::> varones insignes en santidad y letras. Á esta
casa perten eció S1n Lu is , obispo d e Tolosa.
De Nuestra Se1iora de los Remedios, con ve nto d e Trini-
tarios calzados, salió en Valencia la última expedición para
la red ención de cautivos cris tian os en Argel , Túnez y Me-
qu inez. Gran parte d e este con ve nto lo ocupa hoy la arti-
llería .
En mercado está conver tido el conve nto d e la Merced,
qu e era m uy capaz y con buena ig lesia , y en que vivieron
algún t ienipo Sa n Ramón No nn ato y San Serapio.
He mos citad o en la introducción de esta obra á San
M1:guel de los Reye& , s untu oso m o nasteri o d e Jerónimos en
las afueras d e Valencia, de severa y gallarda construcción.
Situ ado en una herm osa planicie, se dej a ver de todas par-
tes, at raye ndo las miradas d el viajero. Su herm osa iglesia
está enriqu ecida con profusió n de preciosos márm oles.
¡ Qllé pena causa ver tan sa nta m ansión co nvertida en pre-
sidio! ¡ Qllé her moso acto d e reparación harí a el gobierno
que la restituyese á s u destino ! Hasta el d ecoro nacional
está interesado en evitar las justas críticas de los extranje-
ros , qu e a nte semejante espectáculo no podrán m enos d e
alzar s u voz contra una profa nación que prueba escasa cul-
tura en nu estro país y g rande at raso en nu estras costum-
bres políticas.

P erteneciente á la Orden de la Penit encia , que fué ex-


ting uida e n tiempo de Gregari o X , pasó el convento titu-
lado de Santo Domingo, en Játiva, á los religiosos de esta
Orden por donació n d e D. Jai m e l. Es, pu es, un m onaste-
rio tan respetable com o antiguo . Con las m o..:ernas revolu-
ciones, su ig lesia ha presenc iad o escándalos inauditos : tan
pronto ha sido salón de baile co mo club d em agógico. El

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Capítulo 'Vigésimoquinto. 443
convento lo ocupan hoy una fábrica de tejidos y va rias fa-
milias pobres. Afortunadamente, han rescatado, en cierto
modo, la iglesia las Religiosas del Sag rad o Corazón, estable-
ciendo en ella una ese uela dominical para jóvenes adultas .
Horriblemente profanados fue ron asimism o e~ Játiva,
al tiempo de la exclaustración, la iglesia y el convento de
San. Francisco, fundados en 1294. Po r milagro puede de-
cirse que se ha salvado la ig lesia , ab ierta hoy al culto ,
mientras está sirviendo de cuartel el vasto conven to.
La iglesia de la Triuidad, de los padres Redentoristas,
después de ser mue ho ti empo almacén de paja, es hoy, en
la parte que subsiste, un circu lo obrero, donde se bail ;~ en
el Carn aval y se discute en el resto del ;~ ñ o .
Vendido y derribado para aprovechar sus materiales ha
sido el convento de Montsant, en dic ha ciudad. Era de
m onj es Bernardos ; y tan antigua su fundació n primitiva,
como q¡.~ e por consejo de San Donato la había hecho una
seño ra piadosa.

De otros monas teri os Cistercie nses que la desamortiza-


ción ha dejildo e n lastimoso estad o, pudié ramos dar noti-
cia. Tal es Santa Maria de Carracedo , de grande impor-
tancia en la Orden , y en el que te nían panteón s us abades.
La iglesia, des pojada de s us adorn os y levantado su her-
m oso pavimento , sirve hoy de parroquia. El mo nasterio
está en gran parte d estruido. Sa11 Martín de Castaneda,
magnifico edificio, que fué colegio mayor de la Orden , ha
corrido análoga suerte. Monte de t'amo fu é ve ndido después
de la últim a exclaustración, habiendo hecho en él divisio-
nes que lo han estr opeado: lo mism o sucede á la iglesia.
Y pues hablam os de m onasterios de Bernardos, i cuan-
tos no podríamos citar aquí destru idos ó aba ndonados !
Ahí está Santa María de la Huerta de Ari1_a, tan rico po r
las magnificencias del arte como por sus trad iciones histó-

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444 La Desamortiznc!ÓIL

ricas. En manos de Fr. Martín de Finojosa, que fué su pri-


mer abad , se convirtió en monasterio lo que antes ful ra
<(huelga real.» Los padres y hermanos de Fr. Martin labra-
ron el claustro llamado de caballeros, donde hoy tienen
sus enterramientos algunos caudillos de la Edad Media,
como lo tie ne e n la capilla mayor el arzobispo D. Rodri-
go Ximénez de Rada. Allí lo tenian ta mbién los mfantes
de la Cerda , duques de Medinaceli. En su iglesia velaron las
armas muc hos caudillos cristianos, según la antigua cos-
tum bre de los hidalgos y ric os hombres de Castilla y de
Aragón, cuando iban á la gu erra. Lamentable es por todo
extremo el estado en que se e ncuentr:1 este afamado m onas-
terio, si bien esperamos, 'al escribir estas lineas, que mejo-
rará su estado muy en breve.
Suntuoso era también el monasterio de Sa:t Esteban de
Nogales , con espacioso templo y tres órdenes de hermosos
claustros. Fundáronlo los duques de Sabroti, y enriqueciólo
con cuantiosos terrenos la infanta doña Sancha . Albergó en
su recinto muchos monjes notables ; pero, ve ndido á bajo
precio después de la exclaustración, el comprador lo demo-
lió y vendió los materiales.
Magnifico era el monasterio de Santa Maria de Sobra-
do, de la misma Orden, con su hermosa iglesia, la cual
lucia una preciosa fachada. Destruido todo él , apenas que-
dan algunas ruinas.
Nu menos admirable por su arquitectura era el monas-
terio de Bernardos de Santa María de Osera , á que se daba
el nombre de «El Escorial de Galicia .» En la plaza de Oren-
se están sus hermosas fuentes, y en varios edificios sus
piedras. Q1Jedan de este monasterio preciosos restos, que
inspiran verdadero pesar al que los contempla .
En la provincia y obispado de Zamora cÁISLÍa el con-
vento de Va!pnrniso . Fué en su principio una casa de con-
templación, donde se albergaban diez monjes; pero dió á

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Capítulo vigésimoquiuto. 445
luz doña Berenguela e n aquel paraj e á D. Fernando el Santo,
y el gran mona rca colmó á la casa religiosa, andando el
tiempo, d e m ercedes y privilegios. Con las recientes ex-
claustracio nes se puso en venta la ig lesia , que el comprador
derribó para utilizar la piedra. Otro tan to sucedió al mo nas-
terio , halh1 ndose uno y otro derruid os por completo.
Bellísi mo es también el m onélSterio de Santa María de
Mormtfla, que con limosnas fundó el venerable Pedro , y
en que v ivió el bendito San Atilano. Labrado todo él con
exqu isito g usto, ofrece hoy un d oloroso espectácu lo al q ue
lo ve m edio arruinado, no obstante lo cual excita aún la
admiració n por Jo que representa haber sido .
Famoso era por su belleza el mon<1sterio de Pala:¡_ur!os,
en León. En él se celebraba n los c:1pit ulos , y tenia su resi-
dencia el abad general. Su tem plo era es pacioso y rico; s u
claust r? de hermosa arquit ectu ra ; su depe ndencias no ta-
bles, especialmente la cámara abac ial. Todo ha desapareci-
do en 1::1 última exclaustración, por el in terés de un os y la
incu ria de otros.

Á la Orden insigne de San Beuito perte neciero n tam-


bién en España herm osos m onasterios.
Era el primero quizá en su clase el de Sctbagún, en que
tenía sus capítulos la Congregación vallisoletana y residía
el Abad genera l. Allí se había educado y esta ba sepultado
D. Alfonso VI , y todo en él revelaba la munifice ncia de
los mona rcas que lo enriq ueciero n. No mbres ilustres figu-
ran en el catálogo de sus abades . La ig lesia era bellísima y
los claustros p ri morosos. La cám ara del general se aseme-
jaba á un palacio. T enía noviciado y colegio . Su coste de
24 millon es, inmenso para aq uellos ti empos, da idea de su
grandeza. Una mano enemiga le pusa fuego, y las llarn as
lo redujeron en su mayor parte á ruinas.
Entre Bu rgos é Hita existía el m onasterio de Mu ~tra

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La Desamortización.
Se1iora de SopetráJt de las Heras, á cuya edificación contri-
buyeron los señores del castillo de Buitrago, y alli tenían
su enterramiento y sus estatuas; éstas han servido después
para empedrar la carretera . ll ustre este monasterio por la
conversión que en él se operó en el moro Petrán, de nada
le han va lido sus respetables é interesantes tradiciones.
Los monjes fueron muy perseguidos en 18.34, y, d espués
de alg unas vicisitudes, el monasterio fué vendido y se en-
cuentra hoy en estado de ruina.
Era otro m onasterio célebre el de San Claudio de Leó1t,
que Jos antiguos monarcas y señores habían enriquecido
profusamente. Teníanle particular afició n doña Sancha ,
hermana del emperador O. Alfonso, y la bendita Santa
Teresa , reina de León . El viento de las revoluciones mo-
dernas se ha llev ,tdo consigo todo lo más bello y de mayo r
impo rtancia histórica que en él había.
También merece especial mención el monasterio de
Benedictinos de San Pedro de Montes, cerca de Ponferrada,
cuya fáb rica era grandiosa, y al q ue la d evoción de los na-
turales llevaba continuas romerías. Todo él está hoy aban-
donado y d estruido .
Gran celebridad alcanzó tambié n San Juan Evangelista, en
Burgos, rico y grandioso monasterio, donde vivió el ben-
dito San Lesmes, y de donde salió para acompañar al rey
D. Alfonso VI á la conquista de Toled o. Tuviéronlo en
mucha estimaD. Enrique 11 , D. Alfonso VII y el Cid Cam-
pead or. Hoy, completamente desmantelado, sirve, no
sabem os si de cuarteló de presidio, y la iglesia ha su frido
muchas mutilaciones.

Como en las demás capitales y pueblos li t> España, ha


sido grande el dest rozo que la desamortización ha hecho
en las iglesias y conventos de SEVILLA. Era una de ellas San
Miguel , hermosa muestra del arte .m udéjar, la última de s u

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Capítulo 'Vigésimoquinto. 447
género que allí se levantó, y la única del estilo mudéjar
que tenía bóvedas. Por ser peque1/a para sus 11ecesidades la
Pla:\a det Duque , en que estaba situada, fué derribada en
1868. Pero sobre sus ruinas se levantó un Teatro-Circo, que
ocupa la misma extensión que la demolida iglesia : por lo
que la plaza resulta ser suficiente para sus necesidades.
Á consecuencia de esta revolución, fué destruida la igle-
sia de San Felipe Neri, de los PP. del Oratorio, que comen-
zada en 1698, se terminó en 17 1 1 . ¿ Por qué? No lo sabe-
mos . Estaría incluida en la razón general de que las iglesias
causan grande estorbo á los revol ucionarios.
De San Francisco de Pauta en la misma ciudad diremos
solo - y esto basta - que el convento es cuartel, y la igle-
sia ... . capilla evangélica! !! Bien que este úl timo destino lo
tiene allí también la· iglesia de San Basilio.
¡Y cuánto más no pudiéramos deci r si mencionásemos
todas l:is ruinas que en las obras del arte religioso ha cau-
sado la revolución en la hermosa capital de Andalucía!
Échanse de menos hoy en Salamanca el grandioso te m-
plo de San Francisco , de estilo plateresco; el de San Agus-
tín, cuya restauración terminó en 18JJ; el del Carmen
Calzado, obra de Herrera; el de San Bernardo ; el de Cléri-
gos Menores ; la bellísima parroquia de San Adrián, y otras
de notable mérito artístico. La antigua é histórica ciudad
que los contaba entre sus buenos monumentos de arte, los
ha visto con pena desaparecer de su recinto, víctimas del
furor revolucionario.

Hay en España un monasterio cuyo nombre no se pro-


nuncia sin respeto , no sólo en consideración á la majestad
divina á que alli se daba culto, sino también á un g ran
Emperador , que fué á deponer allí las grandezas de la ma-
jestad humana , para dedicar á Dios el resto de su vida :
hablamos del monasterio de Yuste. Tan célebre en España

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La DPsamort.:;_acióu.
como en el ex tranjero por las obras que sobre la vida
d el Emperador Carlos V se han escrito, apenas se podría
creer que, no obstante su g ran celeb ridad , lo enajenara el
gobierno , al tiempo de la exclaustració n , por cuatro ó cinco
mil reales. Lo compró después, pa rn conservarlo, el difunto
marqués d e Mirabel; pero lo pagó á buen precio ; d e mo do
qu e ni aun ventaja material reportó al Estad o su culpa-
ble abando no, porqu e quien se lucró fué el comprador pri-
mero. ¡Triste y vergonzosa historia, qu e d ebiera llamar en
alto g rad o la atenció n , si á su lado no hubiera tantas otras
semejan tes !

El más antig uo d e los con ventos de Aragón , y tal vez


de España, era el d el Carmen Cal'\.ado en HuESCA , com o
fundad o e n 1 18 7 por Carmelitas venidos de T ierra Santa,
con caba lleros d el Santo Sepulcro, en tiempo de D. Ramón
Bereng uer , conde de Barcelona . Su fábrica, del mejor
estilo gótico , se conservó hasta principios de este siglo , e n
que la dest ruyeron los franceses . Reedificado en exiguas
proporcio nes , está s irvie nd o hoy de almacén tle vinos.
Recié n cre.1 da la Orden de Nuestrct Señora de la Merced ,
fun dó D. Jaime el Conq uistador el Coll'gio de MPrcmarios
de Huescn, la más importante casa religiosa d e la ciudad
por sus riqu ezas científicas y artísticas, pues encerraba un
verdadero museo de cuadros arq ueológicos , un m o netario
completísim o y una rica biblioteca. Tanto la igles ia como
el patio y el claust ro , son d e eleg.tnte y bello estil o plate-
resco. Todo ello fué, sin embargo, saqueado d esde Agosto
de 18.35 e n adelante. El edificio , qu e es propiedad pa rtic u-
lar , sirve d e escuela, depósito d e vinos y cuadras de mu-
las. La ig lesia es hoy pajar.
Fundó el primogénito de D. Jaim e el con ve nto d e P re-
dicadores d e Santo Domingo, en Hucsca. T enia un gran-
dioso claustro gótico , co n techo de crestería, un patio de

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Capitulo vigesimoquinto. 449
orden jónico, y una escalera monu mental , m odelo de be-
lleza, y digna de un palacio real. Todo ello fué bárbara-
mente destruido en 1840.
Á cuatro kilometros de Huesca se alzaba el real con-
ven to de Loret, que en honor de San Lorenzo mártir, y no
satisfecho aún con su obra del Escorial , levantó Felipe 11.
Había en él la circunstancia especialísima de que el terreno
había sido pro piedad de los padres de San Lorenzo (San
Ore ncio y Santa Potenciana). Hiciéronse los planos bajo la
dirección de He rrera , y bien se conocía su mano en la pu-
reza y grandiosidad del templo, y en la fachada , patio, y
claustro , que h acían del edificio un precioso ejem plar del
arte en el siglo xv1. La iglesia subsiste aún ; pero de tan
herm oso convento dió buena cuenta la piqueta , ejecutora
de los mandatos de la desamortización .
No m enos célebres por sus recuerdos históricos y su
mérito· artístico eran e n Aragón otros conventos que la re-
volución ha destruido . Tal era el de Predicadores, en Zara-
goza, de hermosa arqu itectura, d onde e n veintiun magnífi-
cos sepulcros descansaban los cuerpos de varios Cardenales
y justicias de Aragón, y al q ue, no obstante sus venerandas
tradiciones, echaron por tierra los demoledores de J868 .-
Tales eran también e n Calatayud el de San Pedro Mártir,
obra del an tipa pa Pedro de Luna, cuyo ábside, de estilo
mudéjar , podía considerarse de Jo mejor en s u género; y el
de Sant(t Clara , donde tenía su sepulcro el secretario de
los Reyes Católicos, Cetina.

Fundaron en BAZ A sus conquistadores , los primeros


duqut!S de Ab ran tes, el m agnifico monasterio de San j eró-
nimo . Era un edificio vastisimo, con tres soberbios claustros
que tenían balaustrada de marmol ' y una inmensa huerta.
En él se daba un culto nada inferior en magnificencia al
que hoy se da en las catedrales. Vendido y utilizados sus
29

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450 La Desanwrtización.
m ateriales en casas particulares , andan aún rodando po r
calles y paseos los que no h allaron aco mod o. Con el con-
vento desapareció la Granja, hermoso edificio con cuatro
t orres y una fuente de agu as term ales, que hubieran podido
d ar celeb ridad á un establecimiento balneario . De la igle-
sia, que hoy subsiste si n sacristía y con una torre sin cam-
panas, cuida una pe rsona piadosa , y en ella se dice misa el
día en qu e alg ún sacerdote puede hacerlo. Á este extrem o
ha venido á parar aquel emporio de la piedad y d el arte cris-
tiano.
Otro convento de Baza ha sufrido los rigores de la des-
a mortización , el de Smzto Domingo, cuyo hermoso claustr o,
de o rden dórico, es una verdade ra joya artisti ca. Parte del
conven to es hoy fábrica de fideos, y parte vivienda de fa-
milias. La igl~::sia, qu e era espaciosa y del mismo ord en
arq uitectónico, fué derribada po r los fra nceses.
Los re ligiosos Agustinos edificaron en el último tercio del
siglo xvt el convento que lleva el nombre desu Santo en SAN-
LÚCAR DE BARRAMEDA. Hoy se derriba n los conventos por
ensanchar las calles, y entonces dió la ciudad una calle á
los re ligiosos para ensa nchar su fá brica . Su espaciosa igle-
sia, de tres naves , á la vez qu e el convento, fueron vendi-
dos por el Estado, y son hoy bodegas.
No es necesario encarecer la celebridad del convento de
la Rábida, fundado por los Franciscanos en 12 5 1. do nde
Cristóbal Colón halló por vez prim era favorable acogida, y
vió aprobados sus estudios y proyectos por Fr. Juan Pérez
de Mar chena, que los recomendó á Fr. He rn ando de Ta-
lavera, confesor de d oña Isabel l. Pero no bastó s u celebri-
dad para que después de la exclaustració n llegase al más
lastimoso estado. Después se le reparó, v hfly lo posee la
d iputación provincial , que arrienda e n él h abitaciones en
la temporada de vera no.

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Capitulo vigésimoquinto.
No alargaremos esta reseña, qu e con más tiempo y es-
tudio pudiera convertirse en libro , com o hubiera podido
también depurarse de lo que en ella, por falta de una com-
..
probación minuciosa, pueda haber de incompleto.

Harto han lam entado nuestra incuria y abandono en e l


asunto que nos ocupa los amantes de la relig ión y de las
g lorias del arte. En un inform e privado, escrito hace muchos
años, decia lo siguiente el respetable Sr. Carderera: «Ning u-
na de cuantas órdenes ha expedido el go bierno se ha mirado
con m ás desprecio qu e las que dió acerca del destino de los
objetos de artes y cienctas al su prim ir las Ordenes religio-
sas. La inobservancia de estas disposiciones, ya de suyo harto
incom pletas, ha ocasionado á la nación pérdidas inmensas
de monum entos y objetos, que ja m ás podrán repararse ni
con to~o el oro qu e existe en América; porque, dado que
renaciese la época de los artistas célebres de los siglos xv1
y xv11, los mo numentos que son testimonio y documento
de lo pasado, no pueden sustituirse con ninguna clase de
obra~ . aunqu e sean de los m aestros más sublimes .»
Y después de lam enta r que para las t raslaciones de los
objetos de arte y su depósito no haya habido, ni celo por
parte de las au tori dades, ni fondos con que atender á ello¡
desp ués de recordar q ue en muchas provincias, los pocos
cuadros ú objetos recogidos estaban en el suelo , en gran-
des rollos, junto á las puertas , do nde los pisaban los tran-
seuntes ; qu e las librerías se ha n colocado en sitios tan
h úmedos, que los libros se han perdid o , y en algu nas oca-
s iones se han vendido al pes') ó se los han llevado los co-
misionados extra njeros , añade : «El célebre monasterio
de Sigena, en la provincia de Huesca, donde aún existen
las religiosas, se ha ve nd ido hace tres años, y no creo se
haya hecho excepción de las muchas riquezas históricas y
artísticas que encierra, como fundación de D. Alonso 11 de

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452 La Desamorti{ación .
Aragón y doña Sancha de Castilla , su consorte. Allí exis-
tían los sepulcros de esta princesa , de su hija y d e otros
personajes, y más de cincuenta pinturas interesantes , de
que conservo notas exactas ; allí una colección riquísima •
de ejecutor ias originales de la principal nobleza de Aragón
y Cataluña , y otras IT!il curiosidades .. .. Lo mismo puede
decirse que acontece con otros monasterios de la Penín-
s ula .... ¿ Cómo podría creerse qu e los monasterios de Car-
deña , de San j erónimo de Gra nada, los de Monte Aragó n ,
Poblet y otros , que sirvieron de última morada á tantos
gloriosos reyes, al Cid Campeador , al gra n Gonzalo de
Córdoba , á O. Alonso el Batallador , á Fr. Luis de León y
á ta nto noble y esforzado campeón , había n de haberse
aba ndonado por unos gobernantes que se llaman es paño-
les, y puestos al martillo como presa de ladro nes? »
Y proponía en este mismo in forme reglas pa ra evitar la
continuación de estos males , llamando especialmente la
atención hacia los monasteri os d e Poblet , Rípoll, San Vic-
tor ián , San Juan de la Peña , Nájera , Oña, Le ire, San
Marcos de León , San Isidro, Guada lu pe , San Pedro de Car-
deña, Fres del Val, Yuste , San Esteban de Salamanca , Se-
ga via , Benifasá, )rache y Huerta 1 •
1 Las bibliotecas por si solas constituían en España una verdadera riqueta, que
•e había ido depositando en sus iglesias y <onventos. Vcase una prueba de la est i-
mación y el valor que se l<s ha d ado en el ex tra njero.
Con el titulo de N• uvtaux miln~tg:s d'Arcb.:ologit, d'Hi$/oirt ti de L illtralure sur
lt nroym tÍ~r, par les au/turs dt la mOirograpbit dts vilraux Jt Bourges (Cb . Cabitr et
feu Arlb. Mar/in, de/a Compaguit de jisu.s) , ha public.1do el primero de estos sacer-
dotes ( Ch . Cabicr) un hermoso volumen en g ran folio , que comprende la
parte de bibliolecas. En él , despues de hablar extensamente de ellas y de la caligra-
fía en la Edad Media , da ndo not ici a~ en extrc:mo interesant es y curiosas, insert a un
Appendict /out sptcial pour /'Espague, par le P. }u/e-s Thailau , q ue ocupa más de la
tercera p•rte d e este hermoso volumen. Trátanse en dicho A péndice, con gran ex-
tensión y copia de dat os , los siguientes puntos : l. Invasión de lo s bárboros del
Norte y renacimiento híspano-gótico.- 11 . Bibliotecas españolas en tiempo de Jos
Reyes godos de Toledo.-111. Invas ión arabe y re nacimiento cristiano en As t urias.
-IV. Bibliotecas españolas del Noroeste.- Aunque son eS(!a sos Jos ejemplares de
este libro , impreso en París,libroria de Firmin Didot , 1877 , recomenda mos su con·
<u Ita á Jos amantes de esta clase de estudios y de las g lorias de la Iglesia de España.

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Capítulo v igésit1wquin !o. 45J
Otro insigne y reputado arquitecto , no menos conocido
por sus obras que por su ferviente catolicismo , nos dice ,
contestando á una carta en qu e le pedíamos datos, que
se duele de no poder darnos : <<Se hizo la desamorti-
zación, y multitud de t emplos cay eron por la incuria del
tiempo y e l abandono de los hombres .. .. y nadie, nadie se
ocupó en dedicarles un recuerdo, haciendo una est adística
de nuestra glori osa riqueza monumental , qu e desapareció
como por encanto; ni el gobierno , ocupado en g u erras y
motines, pensó en ello , quizá porque , con bue n juicio , pen-
só que al hacerlo escr ibía su padró n de ignom inia .... »- Y
después d e decir que se destruyeron los templos, se espar-
cieron las bibliotecas, se profana r on los altares. y obras de
inestimab le precio y valía 1iterarí a dejaron de existir ó fue-
ron á enriquecer los m useos y bibliotecas extranjeras, aña-
de : «Yo he visto, con vergüenza y espanto , servir de pe-
sebre á un ga nado pi las bautismales de mérito inmenso y
de antigüedad notable. Yo he vi sto anidar gallinas en afili-
granado santuario de l siglo XIV . Yo he visto nota.bilisimos
cuadros italianos y españ oles formand o cerra mientos de
ventanas en pobres p:1jares, ó cubrir el defecto de tapias
en corrales de ald ea; y , final m ente, he visto servir para
tapar pucheros de ar rope las arrancadas hojas de breviarios
y libros d e horas del siglo xu. <<¡Felices, dije ento nces, los
»lib ros q ue nos han quitado los extranjeros, pues ellos, al
»menos , serán testigos de la cult ura de nuestros antepasa-
»dosl»
Otro escritor de nuestros días dice en un precioso li-
bro, recientemente publicado :
«Dolo rosos acontecimi entos, que serán perpetu o m o-
tivo de ve rg üenza para nuestro siglo , destruyeron hace
treinta años , entregándolos á las llamas , edificios de in-
apreciable m érito y de un valor incalculable; profanación
que, si no moviera á los corazones cristia nos á com padecer

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454 La Desamorti{ación.

á los sacrilegos incendiarios de la casa del Señor, llenaría


de ira á los ama ntes de la belleza, para odiar y maldeci r
el salvajismo de los destructores de: las obras del a rte. En
1835 , el furor revolucionario entregó á las llamas mil edi-
ficios bellísim os, que en vano busca el extranjero, llevado
de la fama de s u mérito , y que con tristeza y higrimas re-
cuerda el cristiano , qu e bajo las bóvedas de su recinto había
elevado en ellos humild e oració n. Plazas, teatros, circos de
caballos, montones de ruinas, ocu pan los lugares que en otro
tie mpo fuero n santificados por la re ligió n y engrandecidos
po r el arte .» 1

Enumerar las iglesias que en Madrid y e n todas las ca-


pitales y pueblos de Espai1a han sido cafés y teatros, ó ha n
estado destinadas á otros usos profanos y viles , sería larga .
é intermin able tarea.
Referiremos un incidente que hace estremecer.
En el convento de San Francisco de Villaviciosa, en
Asturias , hay un colegio y u n teatro. Cuéntase que al le-
vantar un dia el telón , rozando las cuerdas en una pared,
rompieron un a se pultura, y cayó sobre el escenario una
calavera con varios trozos de esqu eleto.
Pero ¿ qué más? Sobre las ru inas del conve nto de
Mercenarios de Madrid se ha colocado la estatua de Men-
dizábal.
1 A rqu,.ologia cristia11a t sPa•wla. por D. RAMÓN VoNADER : Madrid , o871.

~. '

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CAPÍTULO XXVI.

RESULTADOS DE LA DESAMORTIZACIÓN .- IMPORTE DE L OS BIE-


NES VENDIDOS. -NUEVAS K EFLEX IONES SOBRE LA CUESTIÓ N
SOCIAL.

SuMARto.- Número de conventos y de religiosos que ha bia en España al comenzar


este siglo.- Su ponderado c:xccso respecto al total de la población. - V id::\itudcs
que experimentó este número. - lmporte de los bienes del Estado, del clero re-
gular, del clero secul~ r y de otras procedencias, vendidos hasta t867. - Cuáles
han >ido los resultados de esta almoneda.- Pa labras de Garelly , el conde de
O f.1 lia . Ca neja, el obispo de Córdoba , el duque de Frias, Egaña , Mon, Mar-
ti n~ de la Rosa y Orense á este propóstto.- Nucvas reflexiones sobre la co n-
ótciún social de las clases inferi ores en Europa.- Fabuloso crecimiento de las
fo rtunas en los rico s y de la miseria en los pobres. - Palabras de Gladstone en
184.3 y en 186;.-Lo que elijo la asociación republicana de Birrningham. - Des-
nivel de la riqueza en Ingla terra y Prusia. - Noticias sobre el tristís imo estado
en que hoy se encuentran las clases t rabajadoras y las duras condiciones d e l
t'rabajo en las máquinas.- Conclusión.

111 ESP UÉS de lo que en anteriores capí tulos hemos

expuesto .sob.r~ la historia y vicisitudes de la


desa m orttzacwn , creemos que nuestros lecto-
res ven\n con interés en este lugar algunos datos estadís-
ticos relativos al número de conventos q ue había al iniciarse
el m ovimiento desam ortizador, al de las fincas vend idas, al
producto de las ventas y á las circu nstancias que acompaña-
ro n á aqu el inmenso d esbarate de la pro piedad de la Iglesia .
Al comenzar este siglo había en España 2,05 1 casas
religiosas de va rones y 1 .07 5 de h embras, siendo el número
de individuos claustrales de ambos sexos, inclusos los le-
gos, donados y dependientes, el de 92 ,927. Observem os

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La Desamorti{ación.
de paso, al consignar este dato, cuán destituidas de todo
fundamento son las d eclamaciones de los economistas
sobre el considerable número de brazos que la vida mo nás-
tica robaba á la agricultura y á la industria . Siendo la po-
blación d e España al com enzar este siglo 10. 164 ,096 h abi-
tantes, los individuos d e las Ordenes religiosas no llegaban
á uno por ciento. Y cuenta que este uno por ciento estaba
fructu osam ente ocupado en el estado relig ioso á que su
vocación le había llamado . En cambio, i qué parte tan g ran-
de de la población no se vería en tonces, com o ahora, robada
á la agri cultura y á la industri a por la pereza , la ociosidad ,
los vicios y Jos atractivos qu e ofrecen otras maneras de vivir
más disipadas, que ninguna uti lidad prod ucen!
Mucho debieron perjudica r á las com unidades religiosas
los acontecimientos del prim er p eriodo de este siglo, cuan-
do, según dijo el dig nisimo señor Urquinaona en una se-
sión del Congreso d e d iputad os ' , an tes de pu blicarse la ley
de 15 de Octu bre de 1820 se h abían reducid o los conventos
á 1 ,982 y el persona l de los religiosos á 20, 757 , sin co ntar
los monacales, d e los cuales ya no quedaba n en t.o de Ma rzo
de 1822 sino t6,J t o. Pe ro como la política y el gobierno
tienen una influencia tan gra nde, así e n el bien como en el
a
mal, el año t8JO, favor de la reacción operada en t 82J,
había ya 6 1,72 7 relig iosos.
Algo hemos dicho en o tro lugar de las inmensas rentas
que se han at ribuido á estos inst itutos, y de lo mu cho qu e
se ha po nderado el daño que esta acumulación de riquezas
causaba á la nación . Véase ade m ás lo qu e á este propósito
decía un opúsculo p ublicado po r aqu e l tiempo:
«En orden á la m asa de bienes qu e tanto se exager an,
me a treveré á deci r , sin riesgo d e enga ñarm e, que las ren-
tas de u n sólo g rande excedían mucho á la masa de rentas
de todos los co n ve ntos, dedu cid os gastos. Mas di ré: si los
• Sesión de 28 de Mayo de !8J7.

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Capítulo vigésimosexlo. 457
bienes de les frailes se pusieran por administración en ma-
nos de seglares, ó bien se enajenasen , sobre haberse dis-
minuido tanto su número de algu nos años á esta parte , no
alcanzarían seguram ente sus re ntas para abona rles un real
de velló n diario; y si no , téngase presente lo de las g ran-
des haciendas que se atribuían á los j esuitas, y no sufra-
garen para cub rir el escaso diario de una peseta q ue se les
consignó, y tuvo que grava r sobre el real Erario, hasta
llegar á cercenarles de ta n misera subvención. ¿Y aún hay
valor para declamar contra las com odidades y riquezas de
unos hom bres que son los que más trabajan á favor de los
pueblos , más sufragan al Estado y menos disfrutan de sus
mismas re ntas? Si los potentados del siglo, y algunos de
los que las disfrutan ahora tan injustam ente, vivieran
á proporció n como los frailes, yo aseguro que no faltarían
medios para empresas gra ndes, irían en au mento las fábricas
y los oficios, y no se verían en las calles tantos infelices 1 .»
Pero ello es que , á impulso de la corriente qu e todo lo
arrastraba, fueron vendidos los bienes de la Iglesia y de las
comunidades religiosas; y si nuestros lectores quieren cono-
cer los resultados de esta inm ensa almoneda , vamos á dar-
les sobre este punto algunas noticias.
Como hem os dicho en otro lugar de esta obra ', desde
182 1 á 1849 se vendieron fincas rústicas y urban~1s

de l <_:lero regular, por valor de .. J , 141 .666,87.3 reales .


del clero secular , por valor de .. 778 ·.34.3.4)3
y se rcdim icron censos y foros de
ambos c leros, por valor de . . . 6J5-J19,92 I
lo que da un total de . . . . . . . . 4.555·.3)0, 227}
1 El Fraile m las Cortes , folleto de un Provincial, impreso en Alicante en
18 13. Firmado a 20 de Noviembre de 1812, por Fr. J. Fa~un do S id ro Vilarroig.
• P:íg. 2.35.
) T omamos este dato del Remmm estndislico de los bie11es amortizados que se bn11
t•endido y que re51au por vmdtr, publicado a 1 fin del Mmw.TI de DrsamortizaciÓII civil
y eclesiástica, por D. Ignacio Miguel y D. J osé Reus : Madrid, 1857.

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La Desamortización.
No conocemos la distribución exacta de estos valores
en los veintiocho años á que corresponden , salvo en la
parte que comprende la nota de D . Pedro Egaña inserta
e n la página 22 3 d e esta obra .
Al añ o 1844 sig uió un periodo de tregua , en qu e la
venta de bienes de la Ig lesia disminuyó se ns iblem ente;
pero los acontecimientos políticos de 1 85 4 viniero n á dar á
la desamortizació n nueva vida y empuje .
Si quiere n nuestros lectores con oce r lo que fu é la des-
a mortizació n en este periodo , vean u na porción de estados
q ue en Marzo de 185 7 publicó la Gaceta, y de los que va-
m os á dar aqui un breve resum en.
Bienes del Estado. - Se apoderó la Hacienda de 2,818
fincas ( 1,9 14 eran rúst icas y 904 urbanas ) , y de 4,35 2
censos y foros.
Se vendie ron 375 , de ellas 228 rústicas y 147 urbanns,
y se redimiero n 6 18 censos y foros, por valor de 1 .9¡- ,87.3
reales. Impor taron las ve ntas 1::, .8 1:;, 177 reales.
Q!Jedaro n sin vender 2,44 3 fi nc;~ s ( 1.686 rús ticas y 7'; 7
urbanas). y si n red imir .3,71 4 censos y fo ros.
Bif'nes del clero regufm· . - Se apode ró la Hacienda de
12 ,7 11 fincas (10.441 r ústicas y 2,270 urba nas), y de
77 ,6oo censos y foros.
Se vendieron 3, 193 ( 2 , 494 rústicas y 629 urbanas) , y
se redimieron 15.46 ce nsosy foros porvalor de J 0.71'; ,474
reales. Im portó la ve nta de fi ncas y redenciones de censos
80 .59 _3,9:; 1 rea les .
Quedaron sin vender 9,588 fi ncas ( 7,947 rústicas y
1,644 urbanas ) , y sin redim ir 62, 1,32 censos .
Bif'llt'S del clero secular. - Se apoderó la Hacienda de
129,.372 fi ncas (11 2 .465 rústicas y J6,<.J07 urbanas), y de
162,430 censos y fo ros.
Se vendiero n 26 ,9 27 fi ncas ( 22,.35 1 rústicas y 4 ,576
urbanas), y se redi miero n 46,946 ce nsos , po r valo r de

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Capitulo vigésimosexto . 459
80.971 ,488 ; impor taron las ve ntas y redenciones, rea les
354·912 ,49 2.
Q1ledaron sin vender 102.445 fin cas (9 0 , 114 rusticas y
12 ,2) 1 urbanas), y sin redimir 11 5,484 ce nsos.
Bienes de la& Órdenes militares. - Se apoderó la Ha-
cienda de 41 t fincas (.3 54 rústicas y 57 urbanas ) , y ade más
de 2,.326 censos y foros.
Se vendieron 29 1 fincas (257 rústicas y .3 4 urbanas).
Se redimieron 6 5.3 censos por valo r de 1. _366, 248 . Produ-
duj eron las ventas y redenciones, 12. 976, t 02 reales.
Q1ledaron sin vender 120 fincas ( 97 rústicas y 2 3 ur-
banas) , y sin redimir 898 censos .
Bie11t:s del secuestro del iufallfe D. Carlos.- Se apoderó
la Hacie nda de 1,872 fincas ( 1,662 rú sticas y 21 0 urbanas),
y 966 censos.
Se vendieron 1 ,262 fincas ( 1, 217 rúst icas Y45 urba-
nas) 1 y ·se redim ieron o8 censos por valor de 37 1)6 1 rea-
les; importaro n las ventas y redencio nes 4:; .ó5 4,9 3 1 reales.
Q1Iedaron si n v ender 6 1o fincas (44') rústicas y 165
urbanas) , y s in red im ir 8 9S censos .
Bie11es de P1'oPios de Los pueblos. - Se apode ró la Ha-
cienda de 58,9.3 7 fincas(48. 140rústicasy t 0,797U1banas),
y de 90 ,6 18 cens os .
Se vendieron 1 1 1109 fincas ( 9.4 7 5 rústicas y 1,634 ur-
banas), y se redimieron t ó, 49 1 censos, por valo r de
JJ. 16b,900 reales; importando las ventas y redenciones
192 .940,545 reales.
Q1l edaron si n ve nder 47 1828 fincas , de ellas )8,665
rústicas y 9, 16.3 urbanas 1 y si n red imir 74, 127 censos .
Bimes de bmefice11cia. - Se apoderó la Hacienda de
28 1.3 51 fincas (22,69 1 r ústicas y 5 ,66o urbanas ) , y de
)3, 57 1 censos y fo r os.
Se vendieron 7 , .38 1 fi ncas ( 61025 rústicas y 1,256 ur-
banas), y se redimieron 5·97 1 censos, po r valo r de reales

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La Desamorti{_ación.
19.290,JJ8. Produj ero n las ventas y redenciones, reales
!86.249,89 1·
Q!ledaro n si n vender 20 .970 fincas ( 16,666 urbanas y
4 ,304 rústicas ), y si n redim ir 27,000 censos,
Bienes de !ttslrttcción pública. -Se apo deró la Hacienda
d e 8 ,637 fi ncas (7 ,4 15 rús ticas y 1, 22.3 urbanas ) , y d e
7 , 177 censos.
Se vendiero n 1,696 fincas ( 1,.359 rústicas y .3.37 u rba-
nas) , y se redimieron 1 ,972 censos, por valor de 7· 160,528
reales. Im po rtaro n las ve ntas y redenciones por est e con-
cepto 52 . 26 1,02 .3 reales.
Q!ledaron sin vender 6,941 fin cas (6 ,045 rústicas y 336
urb~mas), y sin redimir 5,205 ce nsos.
RESUMEN GENERAL DE LAS PRECEI>ENTES CIFRAS.-Se apode-
rÓ la Haciend a pública de 24 3. 109 fincas; de ellas 205,08 1
urbanas y .38,028 rústicas . Y <1demás, de 379,040 censos
y fo ros.
Se vendieron 52, 164 fincas; de ellas 4.3,406 rústicas, y
8,7 58 u rbanas.
Se redimieron censos y foros en número de 88,207 ,
qu e rep resentaban un ca pital d e J74.684, 210 r eales.
lm portar o n las ventas y redenciones en su totalidad
94 1,407, 1 12 reales.
Q!l ed aro n sin vender 190 ,94í fincas; de ellas 16 1 ,67r:.,
rústicas y 29,270 urbanas, y sin redimir 290,8.3.3 censos.
Lo vendido hasta fin de 1857 figura en dich os estados
por 5, 706. 109,262 reales .
Com en zad a d e nu evo la ve nta de los bienes eclesiásti-
cos con poste rioridad al dec reto de 2 de Octubre de 1867.
vemos , por una Memo ria qu e prese ntó al ministro dt
Hacienda el d irecto r de Propiedades en fin de Diciemb re
d e 1867 , qu e las fincas rústicas y urbanas '-lue p rocedentes
del clero se vendieron desde la publicació n del citado de-
creto hasta fin de 1867 , im po rtaron en ven ta 127. 267 , 185

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Capitulo vigésimosexto.
escudos 5.39 milésimas, ó sea más de 1 ,272 millones de
reale8: y que las fincas rústicas y urbanas , censos y foros
pendientes de venta en fin de 1867, y procedentes del clero,
importaban en tasación 6.3 . .300, 591 escudos 512 milésimas,
ó sea 6.3.3 millones de reales, s uma que podemos elevar al
duplo, que es lo que en venta se hubiera obtenido, confor-
m e :i lo que habia sucedido hasta entonces ; y tendremos
1,266 millones de reales como valor de las fincas y censos del
clero que aún quedaban en poder del Estado en fi n de 1867,
después de haber vendido más de otro tanto.
De modo que si á los 5, 706 millones que produjero n
los bienes vendidos hasta fin de 1857, unimos los 1 ,272
millones de las ventas hechas desde !858 a 1867' los 1 ,266
que valían entonces las fincas existentes , y 1,6oo millones
vendidos á fines del pasado sig lo. según dijimos en otro
lugar ' , tendremos un valor efectivo de 9,844 millones de
reales como producto de bienes que el Estado se ha apro-
piado , privando d e ellos , en su mayor parte, a la Iglesia
y á las comunidades religiosas •.
¿ c_:uáles han sido los resultados de este inmenso de-
rroche?
En otro lugar de esta obra hemos apuntado algu nos.
Bastaría recordar que estando el papel de la deuda al 8o
por 100 en 1834, estaba al 18 1/2 en 18,38 , para demos-
trar el desconcierto que consigo trajeron las m edidas dic-
t adas en esos cuatro años, y la gran quiebra que causaron
en la fortuna pública. Pero no es necesario detenerse á
probar lo que fué aquel periodo , así en el orden moral , en
que se padecieron las más horribles perturbaciones , como
e n el material, donde se amontonaron tantas ruinas. Lo sabe
todo el mundo, y lo vieron entonces los que asis tían á

• Véase la pág. 161 , al 6n .


• El Manual de Dtsamorli~ación , antes citado, eleva esta suma á 10.7o6, 109
reales.

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La Desamorti{ación.
aquel triste espectáculo. Vamos á citar aquí algunos testi-
m onios.
En la sesión de 30 de junio de 1840 se leyó en el Se-
nado el dictamen de la comisión encargada de informar so-
bre la Ley de dotación del culto y clero. Véase cómo se
expresaban sus respetables firmantes, D. Nicolás María
Garelly, el conde de Ofalia, D. B. Rafael Caamaño y d on
Joaquín Diaz Caneja:
« .... Dislocada la antigua organización de tan sagrados
objetos (el culto y e l clero); destru ido lo que existía bajo
las garantias de hábitos , costumb res, leyes y creencias
que se pierden en la oscuridad de los siglos . .. . ¿qué se ha
practicado después para llenar con solidez este inmenso
vacío? .. .. Hacer promesas halagüeñas , pero hasta ahora
estéri les ; apelar á medidas provisionales, pero inefica-
ces y precarias .. .. El t iempo apremia , y la completa or-
fandad en que gimen el culto y el clero exigen por m o-
m entos una protección de parte del trono de los R ecaredos
y Fernandos.»
El 4 de julio del mism o año pronunciaba en el Senado
un elocuente discurso , pintando la tristísima situación del
clero, el señor obispo de Córdoba. Continuó s u intere-
sante discurso en la sesión del 6 de julio. En ésta dijo el
duque de Frías :
«El hecho es, señores , que venimos aqu i á llorar las
desgracias de la Iglesia, q ue son muy g randes. Todo el
mundo sabe q u e las catedrales principales se están mante-
niendo de los bolsillos de s us individuos, y sé de una cate-
dra l que no hubiera tenido cera para e l m o numento, si no
hubiera dado 8,ooo r eales un canónigo. En Sevilla hay tam-
bién convento que dice : « Pan para las monjas . ~'> las cua-
les se hallan en la m ás triste y deplorable situación.
» .... Con la Iglesia de España se han hecho muchas in-
justicias, porque se han tomado medidas por las que ha

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Capitulo vigésimosexto.
sido despojada, como otras much as clases, sin previa in-
demnización.»
¿Con qué derecho y en virtud d e qué fundamento se
hacian estas cosas? Contestaremos con las palabras del se-
ñor Ca neja, que, en la sesión de 7 de Jul io d e 1840, decia,
condenando la abolición del diezmo:
<C .. El dar una respuesta satisfactoria lo tengo por im-
posible, y aun los mismos qu e abolieron el diezmo han
huido· el cuerpo á la dificultad , y han tenido que deci r: <( La
»Opinión pública.» ¿Y dó nde está? Demasiado se ha dicho
ya quiénes so n los que form an la opinió n pública ; y caso
de haberla, es necesario saber cóm o representa la mayor ía
de los españoles, porque estamos en g obierno representa-
tivo. Los que se han arrogado la facultad de mirarse como
órga no de la opinión pública son mu y pocos , y no nos
han presentado sus poderes. Nadie ha dic ho : <(Yo tengo
»poder de un millón de españoles para manifesta r la opinión
»pública.»
Oigamos tam bién al Sr. Egaña, en la sesión del Con-
greso de 1 1 de Enero de 1845 , lamentar el desconcierto
que habian traíd o las medidas revolucionarias :
<(Á la abolición del diezmo, decretada en 16 d e Ju lio de
18.37 , sigu ió su in tentado restablecimiento, primero por el
mismo Sr. Mend izábal , y después po r el ministerio que dig-
namente presidia el seño r conde de Ofalia en 18.3 8. En se-
guida vino un nuevo proyecto d e ley del ministe rio Pita
Pizarro. presentado á principios de t839, q ue no se discu-
tió por haberse disuelto las Cortes. Después el real decreto
d e 5 de Julio d el mismo año, en que se invitó á los pue-
blos á adelantar los fondos necesarios para el pago d el culto
y clero, a reserva de tomárseles en cu enta . Después otro
proyecto de ley d el ministro San Millán, prese ntado en 1.3
de Setiem bre del propio año, qu e tampoco se discu tió por
la disolución de las Cortes. En seguida nuestra ley de 16

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La Desamorti1_ación.
de julio de 1840, qu e estableció el4 por 100: despu és la de
14 de Agosto de 1841 , que anuló la an terior y fijó el pre-
supuesto eclesiástico en 139 millones ; y, finalm ente , un
nuevo proyecto del m inistro Calatrava, presentado en 27
de Noviembre del mismo año 41 , que no llegó á con-
vertirse e n ley . -Vea el Congreso el s innúmero de ensayos
que está costando la obra de destrucción revolucionaria de-
cretada por el Sr. Mendizábal ; y cómo la pobre Ig lesia de
España , y cómo todos los gobiernos probos, y cómo todos
los hombres religiosos, andan desde ento nces no pudiendo
encontrar salida á las dificultades si n cesar renacien tes de
esta cuestión, ni rem edio qu e s ustituya al que, reconocido y
abrazado por la conciencia de los pueblos , habian canoni-
zado y casi llegado á santificar los siglos.»
Ocho días después , en 18 de Enero de 1~45 , decía lo
siguiente, que es muy digno de notarse, el Sr. Mo n , mi-
nist ro á la sazón de Hacienda :
«¿ Q!Ié han prod ucido los conventos? Los conventos,
señores, con sus inmensos edificios, con sus decantadas
riq uezas, ¿qué es lo que han produciJo en dinero para la
nación ? Calculado el precio en la forma que se están ven-
diendo, porque no se han pagado en metálico , y hay mu-
chos plazos que pagar , han producido 5 17 millones. Y
para esto 'hemos pagado e n cambio 50 millo nes de pensión
á las mo njas y al clero, que importan en los años transcurri-
dos 460 y tantos millo nes; y con la diferencia, que importa
unos 70 millo nes, hay que pagar por muchos años 2 1 mi-
llones á las mo njas y ..30 á los frailes , es decir , 5 1 m illones.
» Pues aquí tengo tam bién el documento que demu es-
tra á cuá nto ascend era la deuda pública qu e se ha amorti-
zado y qu e se ha de amortizar en España con el pago de
las fincas que se han vendido, cuyos plazos han vencido
unos, y o tros vencerán en los periodos que marcan las leyes.
El importe de los bienes del clero secular y regular vendi-

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Capítulo vigésim{)sexto .
-dos hasta el día, viene á ser, en último resultado, el de 4,670
millones, que es el capital amortizado , y en esta deuda
está la sin interés, los vales consolidados , la corriente á
papel y los cupones del 4 y del 5 • en esta forma : 2, 19 1
millones, deuda sin interés; 166 millones, va les no conso-
lidados; 1 • 1 1 1 millones, el 5 por 1 oo ; y unos 1,ooo millo-
nes, ~?1 4 por l OO.» •
Lo mismo había dicho en la sesión de 1 5 de Enero el
SR. MARTÍNEZ DE LA RosA, mi nistro á la sazón de Estado ,
hablando de la abolición del diezmo : «Al tiempo de abo-
lirse el diezmo . y después al establecerse el 4 por 1oo, no
faltó quien levantara la voz y predijera q ue el clero queda-
ría indotado, qu e los templos amenazari<~n ruina, que no
se encontrarían medios q ue sustitui r par<l a tender á esta
inmensa obligación , y que no resultarían á los pueblos tan-
tas ventajas y beneficios como in fundada mente se les ha-
bían pro1i1etido. Todo esto se ba cumplido: ¡y auu más allá
de las prrdicciones • !
Y en la sesión sig uiente (de r6 de Enero) decía el
SR. ÜRENSE q ue el pu eblo hacia al Sr. Mendizábal . la re-
convención siguiente : «Es una cosa injusta y atroz, que al
mismo tiempo qu e quita V. los bienes al clero, y q ue los
está vendiendo á manos que, cuando menos , no nos pare-
cen bien 1 nos pida en seguida una contribución para pagar
á ese mismo clero.» Esto, señores se oía hasta en los
1

campos, y era una reflexión muy fundada , porque decían:


« ¿Conque V. señor Gobierno nuevo, ha venido á coger
1

todos los bienes del clero, y en seguida nos im pone una


contribución .... '? »

Para apreciar en su verdadero valo r los resultados de


la desamortización , es necesario ver cuál es la condición
1 D1ar. S a. de 1844 á 45 , tom. 11 , pág. 87 .
' Diolf. Sts. de 18~ 4 it 45. tom. 11, pág. 97·
30

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La Desamorti:caáón.
social de las clases pobres d espués que aque l hec ho h:t
producido todas s us consecuencias. En die:{ ó doce mil mi-
llones puede graduarse lo que valía n en cada una de las
gra ndes naciones de Eu ropa los bien es de la Iglesia, de los
institutos monásticos y de las demás corporaciones á que
se denominaba «manos muertas .» ¿Cuál era, al decir de los
desam ortizadores, el fin á que aspiraban despojando á los
poseedores de esta' propiedad y poniéndo la en venta? El de
aume ntar considerableme n te la riqu eza p ública, de lo que
habla de resultar el aume nto del bienestar social. Pero,
¿qué ha sucedido en re;llidad? Ya lo hemos dich o en otros
lugares de esta obra. Que los ricos han adquirido estos
bienes á poca costa , y luego han exigido al colono doble
renta po r lo me nos de la que antes pagaba, con lo cual la
fortuna de unos pocos ha crecido hasta lo inÍinito , p e ro la
condición de una inmensa muchedumbre ha e mpeo rado en
un os té rminos que nunca podrán ser bastantemente e nca-
recidos.
Entre los grandes argumentos que;~ hacía n contra la
posesión d e bienes por la Iglesia, era un o'que el clero y las
Órdenes religiosas tenían tanta ó cuánta parte de la r iqueza
púb lica, con daño de la generalidad de los habitantes. Este
a rg umen to era fa lso, no sólo porque había exceso en el
cálculo de las riquezas atribu idas á la Iglesia, como lo he-
mos probado en otro lugar 1 , si no porque siendo m u y bajas
las rentas qu e por los bienes del clero pagaba n sus colo nos,
de esta posesión resultaba a l pueblo u n beneficio inmenso.
Pero si al argumento en cuestión le concedían alguna fuer-
za los que se llamaban amigos del pueblo, ¿q ué dirán hoy,
al ver que, creciendo de una manera fabulosa un red ucido
número de fortunas, ha crecido en igual proporción la
miseria de millones d e fam ilias?
El · 14 de Febre ro de 184 .3 decía Gladstone á la Cámara
1 V. el cap. vu.

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Capítulo vigésitllosexto.
de los Comunes d e Ing laterra: « Co nsideramos com o uno
de los más tristes rasgos característicos de nuestro estado
social, el que, con el decrecimiento de los recursos d el pue-
blo, el aum e nto co rre lativo d e sus privacio nes y la miseria
de las clases m enesterosas , coincide un aum ento p rogre-
si vo en la ri q ueza de las clases altas y una enorme acumu-
lación de los capitales. »
Veinte aí'íos más tarde, el 16 d e Abril de 186.3, d ecía ,
al presentar los presupu estos , qu e la riqueza im ponible
había teni do en vein te años el fab ul oso aum ento de .20 po r
100, del cual sólo eran partícipes los p ropietarios.
Pocos años después decía, entre otras cosas, la Asocia-
ció n repu blica na d e Birm ingham : 1< Los qu e se llaman
amigos de la clase o brera no cesa n d e predica r á los tra ba-
jad or es q ue entre sus intereses y los de las otras clases so·
dates no existe diferencia , y llama n á esta igualdad armo -
nía d e inter eses . Pero este lenguaje es el mayor bofetón
que puede d arse á verdad .... » Y aquí añadía lo qu e nues-
tros lectores ya en otro lugar de esta obra ' .
eración nues tros lecto res en el si-
guiente hec ho , por todo extrem o notable, que se d es-
prende d e los d atos citados •. En el espacio de veinte años,
los propietarios ing leses cuadruplicaron sus rentas, los in-
dustriales quintuplicaron sus ganancias, y d e los productos
de la industria sólo percibió fa tercera parte la inmensa
masa de o breros á qu e se debe s u elabo ración.
¿ Q!¡é había , en la posesión d e bienes por la Ig lesia y
po r las Ord enes relig iosas, que se asem ejase á esta mons-
truosidad ?
En el ejercicio de 1866 á I-867, d ice Hitze en su
obra ya citada , la riqueza de la Gran Breta ña impo rtaba
16,689·4.39 ·500 marcos. Pues bien : en aquella fecha , al

• Páginas} 93-394 .
• En la pág . 394, que aqui no reproducimos por no duplicarlos.

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La Desamortización.
paso que 59 •.300 personas poseían entre todas una renta de
4,294·.360,)00 marcos, 9.6 16,ooo personas poseían tam-
bíen entre todas 5,294·956,ooo marcos de renta . En el
periodo de 1871 á 187.3 se ha visto allí un hecho más
notable . Murieron diez personas , d eja ndo una fort un a
de más de un milló n de libras, sin con tar los inmuebles;
cincuenta y tres dejando medio millón de libras, y ciento
sesenta dejando un cuarto de milló n. Importaban esas for-
tu nas 7, 267.500,ooo reales, que estaban e n manos de
sólo .3 2~ individuos.
En Prusia se verificaba en 1874 el siguiente hecho:
6.0~4 , 263 individuos percibían entre todos el JO por 100
de la renta nacional , viviendo, por tanto , en absoluta po-
breza; y al mis m o tiempo, 9,6)4 personas percibían el 6
por 100 de esa misma riqueza.
El jefe d e la casa de Rothschild , en Viena, percibía hace
pocos años , según d atos publicados por la prensa , cerca
de '1 millones de flo rin es d e renta procedente de sus ferro-
carriles , y otros 20 millones de sus o peraciones bursátiles;
d e suerte que este solo individuo percibe una renta anual
de 6o millones de florines, ó sea 166,ooo flo rines diarios.
Volve m os á decirlo: ¿habíll algo semejante á esto en
la posesión de bienes po r el clero y las comunidad es reli-
g iosas?
Las rentas de la Ig lesia podían calcularse, según ya di-
jimos ' , en un producto de 401 millones, que, deducidas
las cargas, quedaba en un os 300, del cual se ap rovechaban
cerca de 200,000 personas d el estado eclesiastico ó regular ,
cientos de miles de fami lias pobres y las fábricas de 20,000
iglesias; con la inmensa ventaja , además, de que como
las fincas estaban arrendad¡ts de una manera tan beneficiosa
para los colonos (y esto no nos cansaremos nun ca de repe-
tirlo) , había otras 200 ,ooo ó tuás famil ias que se aprove-
• En la pág. 112.

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Capítulo vigésimosexto.
chaba n de ellas para vivir con una holgura q ue m uy luego
les han quitado las exigencias de los n uevos propietarios '.
El argume nto, pues , de que la Iglesia y las Ó rdenes
relig iosas privaban á la nación de una gran parte de la for-
tuna pública, produciendo con esto una desi gualdad injusta,
es de todo punto falso , fuera de que ningú n valor tendría
hoy, en que este fenó m e no se verifica de una m anera tal ,
que llama poderosamente la atención y produce en e l orde n
social las consecuencias m ás fun estas .
Sobre este punto, es decir, sobre el estado á qu e se ven
redu cidas hoy las clases infe riores , algo hemos dich o ya en
otro capítulo >, fijá ndo nos principal mente e n la alimenta-
ción y en h1s vivie ndas; pero es mucho lo q ue todavía pu-
diera añadirse ; y no lo om itiremos del todo , para que se
vea lo qu e han ganado aquellas clases con la almoneda qu e
se ha hecho en to d ~ e l mundo de los bienes de la Iglesia.
Despues de hablar de la ~limen tació n en los t érminos
q ue hemos dado á conocer , dice la m isma obra allí citada':
«Sin abrigo contra los rigores del invierno , y viviendo
en espacios tan extremadam ente reducidos, que po r necesi-
dad han de contribu ir á engendrar enfermedades ó á exa-
cerbar los males ya existentes, a más de una completa falta
de mueble3 y utensilios do mésticos y del total abando no
de los cuidados de lim pieza, he aquí el bosquejo de una de
• Retrocediendo a la Edad Media , pueden verse en los Fueros municipales las
cond ic1onu con q ue tenían las tierras los colonos. Los de Longares pagaban al
obispo de Nájera. en ro6; , p or las que les babia dado á cultivar, una renta anual
por cada fa milia, cons is tente en un pan , un cor~lero, una gallina , una medida de
cebada y nueve días de trabajo (Filtros de Longares, CouccrÓN de Muñoz 1 Rome-
ro, páginas 230 y 23 1). Según los Fueros de Castrojeriz ( de 974) , sólo pagaban
los colonos tres dias de trabajo agrícola y uno de acarreo en cada año; y en esos días
de prestación estaba obligado el Señor á mantener, a si á los hombre• como a lo<
aninaales de labor. (V. Ia misma' CotHCCIÓN.) En época todavía anterior ( año 857) se
pueden ver los Fueros de la Iglesia de Oviedo , q ue eximían de toda carga fiscal á sus
colonos. Si se acercan un poco de luz al oscura11tismo de la Edad Media, ¡qué cosas
se verían 1
a Páginas 394 Y 395 .
J El Probema social y Sil solución. Tres d iscursos de F. HITn: Madrid, 1880.

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470 La Desamorfi:(_aetón.
esas viviendas en qu e el obrero se alberga. En sus co ndi-
ciones de ex tremada pobreza, es natural qu e b usque m o-
rada en los barrios más baratos, do nd e de ord ina ri o van á
parar todas las inmundicias de los barr ios acomodados, y
do nde ape nas llega n las aguas de limpieza , porque no al-
canzan a llí los benefi cios d el alcantarillado público, ó sólo
alcanza n á lkn r el sob rante de los barrios más afortuna-
dos; y, fin alm ente, donde el ni re , la luz y la ventilación
son artíc ulos de lujo . Y, lo que más contrista el án imo, es
qu e las víctimas d e tan espa ntosa pobreza no son ho m-
bres entregados á la ociosidad y á la holganza: son t raba-
jadores h onrad os. Efecto d e las in numerables privacio nes
á que estos infelices se ven sometidos, sufren tam bién to da
suerte de males físicos. Es ya notorio q ue cierta clase de
trabajos son ocasionados á en fermedades especiales. Así,
hab lando de l o~ alfareros , se dice en una d e las informa-
ciones q ue se mandaron llevar á cabo en Ing laterra en 186.3 :
«Los qu e se ded ican á la industria d e alfa rería, tan to ho m-
bres como mujeres , represe ntan un a c lase degrad.tda física
y moralmente , cuyos efectos se propaga n por la ge nera-
ción de padres á hijos , de sue rte que la degradación d e la
raza se hace cada vez mas ostensible, no obstante los reclu-
tamientos hechos en los d is tritos inmediatos y los matri-
m onios co n perso nas de razas no contaminadas, que con-
trib u yen á conte ner el progreso d el m al.»
Y en otro lugar de este discurso se lee :
,<Para com prender mejo r la situac ión d e la clase obrera,
importa mu cho conocer las cond iciones en que ejecutan sus
trabajos. En las fabricas de hilados á m áqu ina se hace e l
igualado á un a temperatura de 37 • á 40" Reaumur; y
las blanqu eadoras d e t ela trabajan en espacios cuyo suelo,
ardiente C:lSi, llega á cham uscar las suelas C-. su calzado .
Ta mbién los aparejad ores de paños, los que recortan Jos
hilos de los terciopelos , y otros, trabaja n con una tempe-

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Capitulo vigésimosexto. 471
ratura de 40• Reaumur , y el agua casi hirviendo que
se emplea para m ondar los cocos produce efectos desas-
trosos en 1:1 vis ta y en los órganos respiratorios de las obre-
ras. Los niños que t rabajan en las fabricas de alfarería de
Staffor dshire permanecen catorce h oras dia rias baj o una
t em peratu ra de 40" :i 50• Reaumur .... »
Tal es la m uestra de los desastrosos efectos de los tra-
bajos en las fábricas. Si contin uáramos copiando textos,
verían nuestros lectores cosas ho rribles, como 54 abortos
e n 70 embarazos de trabajadoras, y 765 niños muertos de
cada 1 ,ooo nacidos en las operarias de las fábricas de Wur-
t emberg en el decenio de 1846 á 1856. Mas no qu eremos
multiplicar estas citas, y vamos á te r minarlas con las rela-
tivas á las viviendas de obreros, que hallamos en el m ismo
autor.
En su obra sobre la di1,isió11 de la propiedad territorial,
dice Lette·, cuyas noticias sobre viviendas pobres en Fran-
cia hemos consig nado m ás arriba', «que las clases necesita-
d as se nlojan en Inglaterra aú n peor que las de Francia,
s iendo imposible imaginarse nada m ás miserable que la de
un pobre colono irlandés , pu es más de un 6o por 1 oo de
estos labradores se albergan en chozas de barro, compues-
tas de un solo departamento, en el que vive y due rme
t oda la familia, con el cerdo, que consti tuye su única pro-
piedad sobre la tierra.»
La interesa nte obra de Hitze abun da en noticias cuya
lectu ra llena el corazón de profunda tristeza, al ver la
condición en qu e se encue ntran millones de hermanos
nuestros en m ed io de los esplendo res de esta civilización
vestida de seda y oro; condición peor que la de muchos
a nimales, pues el auto r calcula que lo q ue en Alemania
cuesta el ma ntenimiento de los caballos de regalo. bastaría
á sostener un millón de indivduos.
• En la pág. 397·

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472 La Desamorti:zación.
¡Cuántas veces los hombres de ciertas ideas, que-
riendo hacer ostentación de sus servicios á la hu manidad y
al bienestar de los pueblos, citan la desamorH:(_ación. com o
una de sus más g rand es obnts 1 ¿Y puede sostenerse esta
afirmación después de lo dicho ? Porqu e la desamortización ,
pasa ndo los bienes de la Iglesia y de las Órdenes religiosas
á manos de los ricos, ha levantado alg unos centenares de
inme nsas fortunas, á la vez que ha dejado en la miseria á
millo nes de hom bres, ¿se puede decir que ha hecho bien
á la humanidad? ¿Consiste el bienestar de la humanidad en
que unos cuantos naden en la abundancia, en que se en-
sanchen las poblaciones , se levanten m ag níficos edificios,
se embellezcan las gra ndes ciudades y se llenen sus alrede-
do res de palacios y jardines, si e n derredor de tantas g ran-
dezas, y en vueltas entre ellas, pululan po r doq u ie ra las más
ho rribles manifestacio nes de la m iseria, y se ve una in-
mensa porción de ciudadanos condenados á no tener ni aun
lo preciso para su susten to?
Se nos dirá que la d es:Jmortización no es la ún~ca causa
de est e mal. Asi podrá ser. Pero demuéstrennos los partida-
rios de ella sus buenos efectos en el estado socia l. Prué-
bennos que esa fabulosa riqueza, lanzada al mercado públi-
co en todas las naciones de Eu ropa , ha traído consigo el
bienestar de la clases pobres , la nivelació n de las fortu nas
y la m ejora en las condiciones del obrero , y convendremos
entonces en que de tanta iniquidad y tanta ruina ha salido
algo bueno . ¿No ha s ucedido asi? ¿Ha sucedido, en vez de
eso , todo lo contrario ?·Pues tenemos derecho á decir que la
desam ortizació n , despu és de haber sido una inmensa ini-
quidad, no ha producido al pueblo, que trabaja y padece ,
ningún resultado provec hoso. Y así debía ser . La iniquidad
sólo puede dar de si frutos de perdición.

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APÉNDICES.

l.

Damos á continuación los textos insertos en los capítu-


los 1 y 11, como lo ofrecimos en la nota de la pág . .36.

Conctfio de A11cira (a ño 3 14) .-Si qua e de rebus ecclesiae,


cum non esset episcopus, presbyt eri vendiderunt, placuit . rc-
scisso contractu, ad jura ecclesiastica revocari. In judicio autem
erit Episcopi si p ret ium debeat recipi necne.

San Gregario Nacianceuo. - . ... Complures extitisse q ui totas


etiam domos in Ecclesia rum sumptus alienari passi sint : non
enim defuisse qui sua s ponte facultates omnes suas profuderint,
ac pulcherrirnum quaestu m fecerint , hoc est, p ropter fu turae
vitae opes inopiam amplexi sint.

San A mbrosio.- ... . Me , si de meis aliquid posceretur, aut


fund us, aut domus, a ut a urum , a ut argen tu m , id quod mei
juris est, li bente r offerre; templo Dei nihil posse decer pere, ncc
tradere ill ud quod cust odiendum , non tradendum , acceperim .. . .
Solvi mus quae sunt Caesaris Caesa ri , et qua e s unt Dei Deo .. ..
Imperator enim intra Ecclesiam, non supra Ecclesiam est.

San Bo~rifacio, Papa .·- Nulli licet ig no rare quod o mne quod
Domino consecratur , sive fuerit horno , sive animal, sive ager,

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474 La Desamorti1_nción .
vel qu idquid fuerit semel consecratum , Sanctum Sanctorum erit
Domino, et ad jus pertinet sacerdotum. Propter quod inexcusa-
bilis erit om nis qui ea que Domino et Ecclesiae competunt 1
aufert 1 vastat et invadi t vel diripit , et usque ad emendationem
F.cclesiaeque satisfactionem ut sacr ilegus judicetur 1 et si emen-
dare noluerit 1 excommunicetur.

Sa11 León, Papa.- .. .. Hanc praecepti nostri formam apud di-


lectionem vestram volumus esse perpctuam 1 qua sine excep-
t ione decernimus ut ne quis Epis.:opus d e Ecclesiae suae rcbus
a udeat quidquam vel donare , vel commutare 1 vel vendere 1 n isi
forte ita a liquid horum faciat ut meliora prospiciat .. ..

Couá lio general de Calcedonia (año 451).- Q!Jae semel volun-


tate Episcopi consecrata sunt monasteria , perpetua manere mo-
nasteria 1 et res quac ad ea pertinent serva ri , eaque non amplius
fieri secularia habitacula .

Coucilio de Roma (ai'io 504).- .. . . Indigne enim ad alta re Dei


propcrare permittitur qui res ecclesiast icas invadere, aut injuste 1
id est, si ne !icen ti a Episcopi possidere 1 aut inicua vel injusta
defensione in cis perdurat ... . Si quis oblati ones F.cclesiae accipe-
re vel da re vol uerit praeter Episcopi conscientiam vel ejus cu-
juscemodi sunt officia commissa, nec cum ejus voluerit agere
consili o 1 anathema si t. Valde ini quum erg o et in gens sacrile-
gium est . ut quaecumq ue l vel pro remedio peccatorum 1 vel pro
salute vel r equie a nimar um suarum qui sque venerabi li Ecclesiae
contulerit, aut certe reli querit 1 ab his quibus haec maxime ser·
va ri convenit , id est , christianis et Deum timentibus homini-
bus . et super omnia a principibus et primis regionum 1 in aliud
transferri v el con vcrti . Propteréa qu i haec non previderit 1 ct
aliter qua m scriptum est . praedia Ecclesiae tradita petierit, vel
acceperit. aut possederit 1 vel injuste defenderit 1 vel retin uerit 1
ni3i cito se correxcrit, quo iratus Deus anim as percutit, anathe-
mate feriatur.

Sa1t Agapito, Papa (año 53 5) .- .... Revocant nos veneranda


patrum manifestissima constitu ta, quibus prohibemu r praedia
jure Ecclesiae 1 cui nos omnipotens Dominus praeesse consti-
tuit 1 quolibet titulo ad a liena jura transferre .

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Apéndices. 475
Coucilio de Or /ea11S ( ai10 549 ).- Ne cui liceat res vel facultates
ecclesiis aut monasteriis ve! xenodochiis, pro quaqumque elee-
mosyna cum justitia delegatas, retentare, alienare atque s ub-
strahe re. Quod q uisquis feceri t . tamquam necator pauper um
antiq uorum canonum sententiis constrictus, ab Ecclesiaelimini-
bus excludatur, quam diu ab ipso ea quae s unt ablata vel retenta
reddantu r .

Coucilio de París (año 557).- Quicumque, immemo r interitus


su i, res Ecclesiae delegatas injust e possidens praesumpserit reti-
nere, et veritate comperta, res Dei ser vis ejus ( ablatas) dissi-
mu laverit reforma re, ab omnibus ecclesiis segrega tus a sancta
communione habeat ur extrancus ....

Coucili'o de T oledo (año 589).-Hae sancta Synodus nulli Epi-


scoporum licentiam tribuit res alienare Ecclesiae, quoniam et an-
tiq uoribus canonibus prohibetur. Si q uid vero, quod utilitat em
non gravet Ecclesiae, pro surrragio mona ~ horum vel ecclesiis
ad suam parochia m pertinenti bus dede runt, fir mum manea t.

Coucilio de Toledo (año 638).- Quaecumq ue rerum ecclesiis


Dei a principibus just e conversa sunt vel fuerint , vel cujuscu m-
que alterius personae quolibet titulo illis non injuste collata s unt
vel extiterint, ita in eorum jura fi rma ju bemus, ut evel!i quo-
cumque casu vel tempore nu llatenus possint.

Concilio de Conslmztinopla (año 592 ). -Decernimus ut q uae


episcopal i voluntate semel consecrata fuerint monasteria, sem-
per monasteria maneant, et res quae ad ipsa pertinent monaste-
r io scrventur, ut ea non possint esse amplius saecularia habi-
tacula, nec ab ullo ex hominibus saecula r ibus tradi hominibus.

Co11ci/io ge~~eral de Meea (año 787 ).- Q!.10ni a m propter cala-


mitatem qua e pro peccatis nostris in Ecclesia facta est, subreptae
sunt a qu ibusdam viris quaedam venera biles do mus tam videlicet
episcopia q uam monasteria, et facta sunt communia d iversoria;
siq uidem voluerint ii qui hace retinen! reddere ea ut in pristi-
num stat um instaure ntur , bene et optime: alioqui n , si de
sacrato cata logo fueri nt, hos depo ni praecipimus: si vero mo-
nachi vel laici , excommun icari.

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La Desa11Wrtización .
A samblea de W orms (hacia el año So; ). - Scimus enim res
Ecclesiae Deo esse sacratas 1 scimus ea s esse oblationes fidelium
et pretia peccatorum. Quapropter si quis eas ab Ecclesiis quibus
a fidelibus collatae Deoque sacratae sunt, aufert, procul dubio
sacrileg ium committit: caecus enim est qui ista non videt. Qui-
sq uis ergo nostrum suas res Ecclesiae tradit 1 Domino Deo illas
offert atq ue dedicat . s uisqu.e Sa nctis 1 et non a lteri , dicendo ta-
lia et agenda ita .. .. Ul ergo omnis su spicio a no b is cunctis Sa-
cerdotibus et omnibus Christi et Sanctae Dei Ecclesiae fidelibus
funditus auferatur, profüemur omnes , s tipu las dextris in ma-
nibu s tenentes 1 easque propriis e manibu s ejicientes, coram Deo
et Ang-elis cjus. ac vobis cu nctisque Sacerdotibus et populis cir-
cumstantibus1 nec talia facere nec facere voh·n tibus consentire, sed
magis, Deo auxiliante, resistere . Et hv.: vobis omnibusque fide-
libus Sanctae Dei Ecclesiae, et nostris 1 notumesse cupimus, quod
cum his qui absque voluntate aut consen su vel datione rectoris
illius Ecclesiae cu jus ipse res juste esse debentur , et maxime
proprii Episcopi , res Ecclesiae a regibus petere aut retentare,
vel auferre aut invadere 1 vel vastare praesumpserint, nec in
hostem nec ad pugnam ire . nec cibum surnere , nec ad Ecclesiam
velad palatium aut in itinere pergere, nec etiam nostros homi-
nes cum eorum homi nibus, aut caballos ve! reliqua pecora nos-
tra cum eorum pecoribus 1 aut ad pastum ir e, aut simul habitare
ve! manere, nec ullam participationem cum eis, nisi pro emen-
datione <Jnte publicam emendationem et Ecclesiae satis factionem
unquam scienter aut liben ter habere debeamus, ne pro eorum
iniquitatibus atque flag itias una cum eis nos et nostri 1 quod
absit. pereamus.

Capitular de Carlomagno. -Prohibemus o mnino sub poena sa-


crilegii , generaliter omnibus cunctarum Ecclesiarum rerum in -
vasiones .... proquibus, no n solum regna ve! reges 1 sed etiam
homines in eis commanentes perire cognovimus .. .. Na m multae
regiones q uae rerum Ecclesiarum invasiones, vastationes 1 alie-
nationes 1 vexationesque 1 et sacerdotum reliquoru mque servo-
rum Dei oppressiones .... sectatae fuerunt 1 nec in bello saecu lari
fortes , nec in fide stabiles perstiterunt. ... Et nisi nos ab hi s ca·
veamus 1 similia nobis s uperveni re non dubitamus, qu ía vin ·
dex est Deus de his omnibus.

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Apéndices. 477
Capitulnr de Carlomagno y L11is el Bm(gno .- Qui fidelium obla-
tiones ab Ecclesiis vel a jure sacerdotum aufer unt vel ablatas
accipi unt, non solum aliena vota disrumpunt, sed et sacrilegium
operantur, necnon et Ecclesiae Dei fraudatores existunt , quía
Ecclesiae <1liquid frauda ri ve! auferri, sacrileg ium esse a majori-
bus arprobatur (Capítulos 111 y I V.)
Sa..:rilegi sunt Ecclesiae p raedones . Unde et in concil io Aga-
th ensi, sub quarto capitulo , decretum habetur: A mico quidpiam
1'ape,·c,Jw ·tum est; Ecclesiae vero frnudnri ve/ nbstrabi subripique, sn-
crilegium (S. Hieronym us ). Omnes enim contra legem facientes,
resque Ecclesiae diripientes, ecclesias sacerdotesque contra di.
vi nas sanctiones vexantes, sacrilcgi vocantur, atque indubitan-
ter i.tfames sac ril cgique habendi sunt . (Cap. x. )
.... Non solum a regno o ~¡ fit alienus, sed etiam a liminibus
sanctac Ecclesiae, et praecipue ab illius quem laesi t, usquc aJ
p raedictam satisfactionem extorris efficitur. (Cap. xu.)

Agobardo, en el Co11cilio de Alliguy (año 822). - Necesse est u t


vestra industria magnanimitati ej us suggerat pericula de rebus
eccle~iasticis. quas contra vetitum et contra canones tractant et
in usos proprios expendunt homines laici .... Quod ergo, Deo
auctore statutum est, nova necess itate quae tune tcmporis no n
accidit, excusabilem facere non potest vio latorem.

Concibo tle Aix la Cbapelle (año 836). - .... lniquum est enim,
sacrilegii insta r , quae vel pro salute vel requie animarum sua-
rum unusquisque venerabili Ecclesiae pauperum cau sa contu ler it
. a ut certe reliquerit , ab hi s a quibus maxime convenit servari,
auferri et in alium transferri.

C oncilio de Meaux(año 845).- .... Qu idem etiam et facultates


Ecclesire in diversa collaboratione et reditibus eas expolian!,
devastant et opprimunt , ut rapaces. qui secu nduin Apostolum
regno Dei excluduntur , ex criminali et publico peccato publica
poenitentia sa tis faciant. Ql.lod si hoc agere noluerint, et potesta-
te regia ad hoc exhorta ti vel coae ti non fucrint, proferatur con-
traeos Apostolica terribi lis sententia.

Corrcilio de Valmce (año 85 5 ).-Si quis , non metuens judi-


cium Dei et damnationem aeternam, possessiones ecclesiarum

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La Desamorti:cación.
sive expoliare quae pertinent ad jus earum praesumpserit, ex-
communicationis sententiam quousque praesum ptionis factum
recorrigat, secundum ecclesiasticam censuram ferat. ...

Collt-'ilio deToul(año 86o).- .... Siquisoblationes fructuum et


rerum omnium quae mi nistris Ecclesiae conferuntur aut collatae
sunt , extra ecclesiam accipere vd da re voluerit praeter con·
scientiam episcopi vel ejus qu i constitutus est ab eo ad dispen-
sanda officio ecclesiastico disposita, tam is qui da t quam is qui
accipit anathema si t. .. .

Concilio gc11cral de Collsl<mlillopla (año 869 ).-Piacuit hui e


sanctae ct magnae sy nodo ut res ve\ privilegia quae Dei ecclesiae
ex longa consuetudine pertinent , et si ve a divae recordationis
imperatoribus, si ve ab aliis Dei cultoribus in script is ve\ sine
scri ptis donata, et ab eis perannos triginta possessa su nt , nequa-
quam a potestate praesuli s earum quaecumque persona saecu-
laris per potestatem subtrahat, aut p er argumen ta quaelibet
aufera t , sed si nt om nia in potestate ac usu praesulis ecclesiae ....
Quisquis ergo saecularium contra praesen tem definiti oncm ege-
rit, tamquam sacrilegus judicetur ....

Coucilio de Pavía (año 876).- .... in termino beatorum Petri


et Pauli a postolorum principum . nemo in eundo et redeundo,
ve! ibi morando, aliq uam vastationem et depraedationem 1acere
praesu ma t. ...

Concilio de Yie11a (año 892).-Ut ab injusta invasione et pos-


sessione ecclesiasticarum rerum saecularcs abstineant, et qui
hactenus hoc fecisse noscuntur, emenda re cogan tur; et si admo-
niti non se correxerint , tune cong ruo tempore vi rtute Spi ritus
Sancti, ex auctoritate bea ti Petri apostoli , habeantu r excom-
municat i. (Can . 1.)

Concilio geucral de Lclrá11 (año 121 ;) . - .... Volentes igitur s u-


per his Ecclesiarum indemnitati consule re, ac tantis g ravamini-
bus providere , constitutiones hujusmod i et vindica tiones (alias
venditio nes) fe udorum seu aliorum bon orum ecc!~,i <~sticorum,
sine legitimo ecclesiasticarum personarum assensu praesumptas
occassione constitutio nis laicae potestatis ( cum non constitutio,

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Apen dt'ces . 479
sed destitutio ve! destructio dici possit , nec non usu rpa ti o juri-
sdictionum) sacri approbatione concilii decernimus non tener e,
praesu mptoribu s per censura m ecclesiasticam compescendis. (Ca-
non xm.)

. Concilio de Oxford (aiio 1222).-Auctoritate Dei Patris et Bea-


tae Virginis etomnium Sanctorum et praesentis conci lii , excom-
municamus omnes illos qui ma litiose Ecclesias suo ju re privare
praesumunt, au t pcr malitiam et contra justitiam li berta tes ea-
rumdem infringere ve! perturbare contendunt. (Cap. 1. )

eOllcilio de eolonia (año 12 66).- . . .. Praedones a u te m' raptores


et invasores hujusmodi , et eorum receptatores ac adjutores, nec
non et praedarum emptores, per ordinarium moneantur nomi na-
tim , si eorum nomina sciri poterunt, ali oqui in genere, ut intra
tridu um post monitionem, ipsam praedam, spolium ve! ra pi-
nam restituant et condigne satisfacia nt : alioqui tamquam sacri-
legi sententiam excommunicationis, quam nunc ferimus in his
scrip tis, e~ tun e incurrunt ipso facto . .. .

Co11cilio gmeral de Lyo11 ( 1274) .- (Prohibe enajenar los bienes


de la Iglesia á los seglares , y dice luego:) Laici qui vel Praela-
tos, vel capitula Ecclesiarum, scu alias pe rsonas eccles iasticas,
ad submissiones hujusmod i faciendas hactenus compu leru nt,
nisi post competentem moniti onem remissa submissione quam
per vim ve! metum exegerant, Ecclesias et bona ecclesiastica eis
submissa taliter in sua liberta te dimittant, illi ctiam qui de cae-
tero praelatos vcl personas easdem ad talia facienda compu-
lerint , cujuscu mque sint conditionis aut status , excomm unica-
tionis sint scntentia innodati.

Co11cilio de Buda (año 1279 ).-Cum multorum asscrtione di-


dicerimus quod laici Ecclesias, mo nasteria, earumque possessio-
nes et jura, jurispatronatus seu alío quocumqu e pretextu , non
absque damnabili et manifesta sacrilcgii nota, quasi inditfcren-
ter occuparunt hacte nus et quotidie occ upant, et damnabil iter
detinent occupata .. .. omnes et singulos Ecclesia rum et mona-
steriorum bonorum ac hujusmodi detentores .. .. excommunica-
t ionis sententiae -decernimus subjacere. (Can. Lll.)

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La Desamorti{_ación .
Concilio de Preslmrgo (año 13 09).- .... Constitutum (est) quod
nullu s invadere , o ccupare, il licite detinere pra esumeret deci-
mas , tributa, castra, villas , munitiones, possessiones et bona
ad Ecclesias, et pia et religiosa loca et Eccl esias ac personas
ecclesiast icas spect a ntia e t perti nent ia q uoq uo modo; sententia
excommunication is pro lat a in huj usmod i invasores , occupato-
res et illicitos defe nsores.

Concilio de Toledo(año 13 39).- ... . Statui m us ne q ui vis, cuj us-


cumq ue status aut condi tio nis existat , possessiones in locis in
quibus Ecclesia dom inium obtinet tem poral e, consistentes , eis
qu i ejusdem Ecclesiae vassa lli tu ne non sint, vendere au t quovis
alío t itulo in eos tra nsferre praesumat : a lioquin ta m vendentes
aut alios t ra nsferentes , q ua m ementes , et ali as possessiones re-
cipientes , excommunicationis senlentiae ipso facto vo lumus
s ubjacere .

Co11ci/io de Tmrlo (año 1545· 1565).-Si quem clericorum vel


laicorum, quacumque is d ignitate, etiam imperiali .aut regali ,
preful geat , in tantu m ma lorum om nium radix cupidi tas occu-
pav.:rit , ut a licujus Ecclesiae seu cujuscumque saecula ris vel
regula r is beneflcii, mon tium Pietatis a liorumque pioru m loco-
rum , j urisdictio nes , bo na , census a e jura, et iam feudalia et
e mphy teu lica, fruct us, emolu menta seu q uascumque obventio-
nes , qua e in ministroru m et pauperu m necessitates conveni de-
bent , per se vel a lios . v i vel ti more incusso , seu etiam per
s upposita!' personas clcrico rum aut laicor um, scu quacu mque
a rte, a ut q uocumque quresito colore in proprios usus convertere
illosque usurpare praesumpserit, seu impedire, ne ab iis ad
quos 'jure pertinent , perci piantur ; is aná themati tamdiu s ubja-
ceat quamdiu ju risdictiones, bona , res, jura , fructus et reddi-
tus q uos occupaverit , vel qui ad eum quomodocumq ue, etiam
ex dona tione s uppositae personae perve nerint , Ecclesiae ejusque
administratori si ve beneficia l o integre restituerit , ac deinde a
Romano Pontífice absolutionem obtinue rit. (Ses. XXII , Cap. XL)

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Apéndices.

11.

Nuestros lectores van á ver ahora todo lo con trari o de lo qu e


han visto en el número anterio(de este APÉNDICE. Allí figuran las
disposiciones tutel ares y protec toras de la propiedad de la Igle-
sia y de sus derechos: aqu í las disposiciones q ue desconocieron
y atropellaron esos derechos.

Du re/o de fa& C orle.s de t 1 de Setiembre de t 8t 3.

En él se ordenó la clasificación y p3go de la Deuda nacional,


señalando ·hipotecas p ara pago de intereses y extinción de ca-
pitales.
En el artículo XVII y sus números 2. 0 al 5. 0 , se incluyeron
entre los bienes que consti t uían dicha hipoteca:
<e 2. 0 Los de las temporalidades de los ex-J esuitas.
»J ." Los d e la Orden de Sa nJ uan de Jerusalén.
ll 4 .• Los predios rústicos y urbanos de los maestrazgos y
»encomiendas vacantes y que vacaren en las cuatro Órdenes
» militares.
» 5 .• Los que pertenecían a los conventos y monasterios
»arrui nados y que queden suprim idos por la r eforma que se
>J haga de los regu lares.»
Las demas disposi ciones de este decreto no ofrecen interés
especial para nuestro asunto.

Decreto tk la& Cortes de 9 de Agosto de 18 2 0.

Ordena el a rtículo 1 •0 qu e , «la J unta nacional del crédito pú-


blico procederá inmediatamente á la venta en subasta , conforme
á las leyes, de todos los bienes que le estén designados por los
decretos y reglamentos de 1813 , r 81 5 y 1818 , incluyendo los
JI

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La Desamortización.
de la ext inguida Inquisició n ... . empezando por los que ofrezcan
más fácil y pronta salida. »
Dicta luego disposiciones sob re la especie en que ha de ha-
cerse el pago, y la manera de realizar las ventas.

Decreto de 17 de Agosto de 1820 .

« Las Cortes , etc :


» r.• Se restablece en su fuerza y vigo r la ley 4 .•, tít. xxv t,
lib. 1 de la Novísima Recopilació n , y en su consecuencia, que-
da suprimida en toda la Monarquía española la Orde n cono cida
con el n ombre de Compa ñía de Jesús.
» 2 ." Los antiguos ex-Jesuita s españoles, que v inieron de
Ita lia en vir t ud de las reales ó rdenes .:omunicadas al e fecto y
que di sfr uta ban la pensión q ue se les señaló en el año de 1767 .
se restituirá n á los puehlos qu e e l ija n de la Península, con a pro·
bació n d el go b ierno , donde vivirán en la clase de clé rigos secu-
la res , s ujetos á los res pectivos o rdina rios, y con pro hibició n
de usar el t raje de su antig ua Orden y de ten e r relación n i d e-
pendenc ia alguna de los super iores de la Compa ñía q ue ex istan
fu era de Españ a.
» 3.• En lugar de la pensió n qu e los referidos a ntiguos ex-
Jesuitas espa ño les disfr utaban , se les señalan tresc ientos ducados
al af10 , que cobra rá n de los fo ndos tle temporalidades, y p erde-
rá n si salieren de la Penínsul a con cua lqu ie r motivo , a unq ue
o btengan licencia del gobierno.»
(Siguen otras disp osicio nes sobre los ordenados in sacriJ an-
tes y desp ués de 18 15, ó que no est uvie ran o rJenados i11 sacriS,
ó fueren extranjeros. Se ma nda r estitu ir el cabildo y la Iglesia
de San Isidro á su a nterior estado; y lo mismo la Iglesia de Pa -
d res Mi s ioneros del Sa lvador. )

Decreto d,• 1 ." de Octubre de 1820.

<< Las Cortes . e t.::


» Artículo 1. 0 Se suprim en todos los m o nast erios Je Ó r-
den es m o naca les ; los de canó nigos regula res M <::an Benito .
de la congregación claustra l Ta rraconense y Cesara ug ustana ;
los de San Ag ustín y los Prem onstratoo ses; los con v entos y co-
legios de la s Órdenes mili ta re!' de Sant iago, Calatra va, A lcá n-

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Apéndices.
tara y Mo ntesa; los de la de San Ju an de Jerusalén, los de la de
San Juan de Dios y los Betlemitas; y todos los demás de hospi-
talari os de cualquier clase .
»Art. 2 . 0 Para conser var la permanencia del culto en algu-
nos santua rios célebres desde los tiempos más remotos, el go-
bierno podrá señalar el preciso m.'lmero de ocho casas y dejarlas
al cargo de los m onjes que tenga por conveniente; pero con
sujecióí1 al Ordinario respectivo y al Prelado superior lo cal que
eligieren los mismos, y con prohibición de dar hábitos y profe-
sar novicios; proveyendo á la subsistencia de los individ uos por
los medios que expresan los a rtículos 5.• y 6. •, y a l culto con
la cuota que estime necesaria.
» Art. 3. • Los beneficios unidos á los monasterios y con-
ventos qu e se su primen por esta ley , q uedan restituidos á su
primitiva libertad y provisió n rea l y ordinaria respectivamente;
pero los actuales poseedores de prebendas , encomiendas , ofi-
cios ú otras cualesquiera piezas de present<lción real . continua-
rán en el disfrute de ellas y en el pago de pensiones alimenticias
co n que se bailen gravallas á favor de los individuos, deposi-
tando en Tesorería las de otra naturaleza. previa la correspon-
diente liquidación y examen.
l>Art. 4. 0 Los méritos contraídos en sus respectivos insti-
tutos y las distinciones que hayan obtenido en ellos los religio-
sos, serán muy particularmente atendiJos por el gobierno en
la provisión de arzobi spados . obispados. prebendas y demás be-
neficios eclesiásticos.
» Art. 5. o Á t odo monje ordenado in sacris que no pase de
cincuenta ai1os al tiempo de la publicación del presente decreto,
se abonarán an ua lmente JOO duc3dos ; al que exceda de cincuen-
ta, pero no llegue á sesenta, se le abona rán 400; y 6oo á los
mayo res de sesenta.
0
>> Art. 6. Los demás monjes profesos percibirán a nualmen-
te 1 oo ducados, no llega ndo á la edad de cincuenta años, y 200
si pasaren . Qlledan además habilitados para obtener empleos
civiles en t odas las carreras, así co mo estarán suj et os á lascar-
gas de legos.
»Artículos 7·" y 8.• (Se dictan otras reglas sobre las pen-
siones).
11 Art. 9· o En cuanto á los demás regulares, la Nación no
consiente que existan sino suj etos á los Ordinarios.

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La Desa'ln01'ti{ación.
»Art. 10. No se reconocerán más prelados regulares que los
locales de cada convento, elegidos por las mismas comunidades.
n Art. 1 1 . Si el gobierno considerase conveniente la con-
cu rrencia de la autoridad eclesiástica para la más fácil ejecución
de los dos artículos anteriores , dictará a l efecto las providencias
oportunas.
>>Art. 12. No se permite fundar ning ún convento , ni dar
por aho ra nin g ún há bito, ni profesar á ningún novicio.
>>Art. IJ . El gobierno protegerá por todos los medios que
estén á su alcance la secularización de los regulares que la soli-
citen, impidiendo toda vejación ó violencia de parte de sus
s uperiores ; y promoverá que se les ha bilite para obtener pre-
bendas y beneficios con cu ra de almas ó sin ella .
n Art. 14. La Nación dará 1oo ducados de congrua á todo
relig ioso ordenado in sacris que se secularice, la cual disfru tará
hasta que obtenga algún beneficio ó renta eclesiástica para sub-
sisti r.
>> Art. 15. El relig ioso que qu iera secularizarse , se presen-
tará, por si ó por medio de apoderado, a l jefe s uperior político
de la provincia de su residencia, para que le acredite la congrua
de que habla el articulo anterior.
nArt. 16. No podrá haber más q11e un convento de una
misma orden en cada pueblo y su térm ino, exceptuando el caso
extraordinario de alg una población ag rícola que haga parte de
algu na capital y que á juicio del gobier no necesite la conserva-
ción de algún convento que hubiese en el campo, hasta que se
erija la correspondiente parroq uia.
nArt. 1 7. La comunidad que no llegue á constar de veinti-
cuatro ordenados i" sacris. se reunirá con la del convento más
inmediato de la misma Orden, y se trasladará á vivir á él; pero
en el pueblo donde no ha ya más de un convento, subsistirá
éste si tuviese doce reli giosos ordenados in sacrÍS.>>
De los artículos que sig uen , son los más interesantes:
El 2 0 , que exceptúa á los Escolapios y misioneros de lo dis-
puesto en los artículos 1 2 y 17 .
El 21 , que hace ex tensivas á las religiosas los artículos 9•
1 0, 12 y I J.
Y el 2 J, que aplica al crédito público todos los bienes mue-
bles é inmuebles de los monasterios, conventos y colegios que
se suprimen ahora ó se supriman en lo sucesivo.

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Apéndices.

Decreto de 9 de Noviembre de 1820.

Versó sobre el pago de la Deuda nacicmal; y en la lista de los


arbitrios para el pago de intereses colocó los siguientes:
ce Todas las rentas, derechos y acciones propias de las enco-
miendas vacantes y que vacaren en las cuatro Órdenes milita-
res , inclusa la de San Juan de Jerusalén.-Los maestrazgos de
las Ordenes mi lita res.-Los product os de las fincas, derechos y
rentas de la Inquisición. -E l sobrante del producto de la renta
de los conventos y monasterios, satisfechas las pensiones de los
religiosos.-Las vacantes de los beneficios y prebendas eclesiás-
ticas en toda la monarquía , y además una anua lidad que paga-
rá n los provistos en cuatro años. - La quinta parte de la limosna
de la Bula de la Cruzada.-La mi tad de las vacantes de las mi-
tras de España y Ultramar .-Los economatos eclesiásticos.-
Los beneficios simples.»-Y otras cosas.

Orden de JO de A bril de 1821.

Lleva por títu lo en la Colección de decretos: ceSe adoptan va-


n rias medidas para repri mir y castigar á los eclesiásticos que
»abusen de su sagrad o min isterio, etc.>>-Pa ra que se vea hasta
dó nde se llevaba en ella la violencia, reproducire mos la re-
gl a 7.•, que dice así:
« 7·' Q!Je respecto á constar por un documento auténtico
presentado á las Cortes por la comisión de su seno encargada
de este as unto, q ue el Rdo. Obispo de Tortosa, en decreto de
25 de Ma rzo de este año , contestando á un rel igioso observante
que le pedía fuere su benévolo receptor para secularizarse, dijo:
<<No me es lícito cooperar á la secularización de ningún rdi gio-
» so;» y estando mandado en la ley de 25 de Octubre de 1820,
a rtículo 13, que el gobierno proteja la secularización de los Re-
g ulares que la soliciten, impi diendo toda vejación y violencia
de parte de sus super iores, .:xija e l mismo gobierno á e5te Pre-
lado y á los demás que se hallen en igual caso, el inmediato
cumplimiento de lo mandado por las Cortes en 3 1 de Marzo de
este año, acerca de se r los Prelados ordi nari os benévolos recep-
to res de los Regula res cuyos conventos ex istan eu sus diócesis;
y que, conforme á Jo que resulte de esta diligencia, proceda el

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La Desamorti1_ación .
gobierno a las providc: ncias á que haya dado lugar, según sus
facultades.»

Decreto de 29 de Jmrio de 1821.

<<Las Cortes, etc. :


»Artícu lo 1. o Todos los diezmos y p rimicias se reducirán á
la mitad de las cuotas que ahora se pag an ó deben pagarse, y
se percibi rán del mismo modo y en las mismas especies que
hasta aquí se han percibido.>>
(Siguen otros diez y siete artícu los, que contienen disposi-
ciones para la aplicación de este precepto .)

Otros decretos se expidieron en este período constitucional


con el mismo espírit u que los anteriort:s; pero no creemos ne-
cesario consignarlos aquí. El que desee conocerl os, pu ede con-
sultar la Colección legislativa.

Dect elo de 19 de Febrero de 18 J 6.

«Atendiendo á la necesidad y con veni encia de disminuir la


Deuda pública co nsolidada y de entregar al interés indi vtdual la
masa de bienes raíces que han venid o á se r propiedad de l<t Na-
ción ... . , etc.
»Articulo t ." Quedan declarados en venta desde ahora to-
dos los bienes raíces de cualq uiera clase que hubiesen perteneci-
do á las comunidades y corpo raciones religiosas extinguidas, y
los demás que hayan sido adj udicados a la Nación por cualquie-
ra título ó motiv o, y también todos los que en adelante lo fue-
ren, desde el acto de su adjudicación.
>> Art. z ." Se exceptúan de esta medida general los edificios
que el gobierno destine para el servicio público ó para conser-
var monumentos de las artes, ó para honrar la memoria de ha-
zal't as nacio nales. El mismo gobie rno publicará la lista de los
edificios que con est os objetos deben quedar excluidos de la
venta pública.
» Art. 3. o Se forma rá un reglamento sobre el modo de pro-
ceder á la venta de estos bienes, m anteniendo, en ..,._¡anto fuere
conveniente y adaptable á las circunstancias actuales, el que de-
cretaron las Cortes en 3 de Setiembre Je 1820. >>

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Apbzdt"ces.
Esas son las únicas disposiciones de carácter fundamental en
~1 dec ret o de 19 de Febrero: las rest antes hasta el fin son regla-
mentari as. Puede verse este decreto en el tomo xx1 de la Colec-
ción Legislativa correspondiente a l año de 1836, pág. 77 y si-
guientes .
La Jus/mcció1t pa ra llevar á efecto el anterior decreto es de t. •
de Marzo, y puede vérscla en la pág. 99 y siguientes del mismo
tomo .

Decreto de 8 de Mar:r,o de t836, suprimiendo los monasterios,


convurtos y demás congregaciones religiosa&.

Considerando que la supresión de las casas de los institutos


de Regulares es una necesidad reclamada por razones de alta
conveniencia para el Estado y para los individuos que han for-
mado ó forman parte de los monasterios y convent os: que en
la mej ora de la suerte de los acreedores de la nación se libra el
bienestar de inmenso número de familias, y en mucha parte el
fomento de la riqueza pública; que la cuantía de la Deuda exige
medios g randes y eficaces, que es forzoso buscar sin g ravamen
de los pueblos y sin menoscabo de los recu rsos requeridos por
la guerra interior .. .. Oído mi Consejo de ministros .... he venido
en decretar lo siguiente:
«Artículo 1.• Q!Jedan suprimidos todos los monasterios,
conventos, colegios, congregaciones y demás casas de comu-
nidad ó de instituto religioso de varones, inclusas las de clérigos
regulares y las de las cuatro Órd enes mili tares y San Juan de
Jerusalén , existentes en la Península, Islas adyacentes y pose-
siones de España en África.
»Art. 2.• Se exceptua rán de lo dispuesto en el artículo an-
teri or :
>l t .• Los colegios de misioneros para las provincias de Asia,
de Valladolid , Ocaña y Monteagudo.
>>2. • Las casas de cléri gos de las Escuelas Pías y los conven-
tos de Hospitalarios de San Juan de Dios, que se hallen abiertos
en la actualidad.
>>El gobierno se reserva la facultad de fijar la residencia de
los misioneros, escolapios y lwspitalarios del modo que juzgue
más opor tuno para llenar los diferentes objetos de su instituto.
» Art. 3. o El gobierno adopta rá las disposiciones conve-

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La Desamorti{ación.
nientes para la conservación de los conventos y colegios de los
Santos Lugares de Jerusalén y sus dependencias.
l>Art. 4.• Qj¡edan suprimidos desde luego todos los beate-
rios cuyo instituto no sea la hospitalidad ó la enseñanza pri-
maria.
n Art. 5. 0 Las Ju ntas que se crean por este decreto en las
cabezas de todas las diócesis, reducirán el núme ro de conven-
tos de mo nj as a l que sea absolutamente indispensable para
contener con comodidad á las que quieran continuar en ellos,
distribuyendo las de los suprimidos entre los demás de la misma
Orden que subsistan , arreglándose para la sup resión á las bases
sigui en tes :
,, 1 .a No se conservará abierto ni ngt'm convento que tenga
menos de veinte religiosas profesas.
n2 .• No se permitirán en una misma población dos ó más
con vento!' de una misma Orden.
» Art. 6 .• Se prohi be la admisión ue r:ovicios de uno y otro
sexo en los conventos y beaterio > que quedan s ubsistentes po r
este decreto.
» Art. 7 .o El gobernauor civil de la provincia dispondrá
que desde lu ego se restituyan á sus casas los individuos de am -
bos sexos que, habiendo tomado el hábito religioso en algún
convento ó beater io, de cualqu ier Orden , instituto ó denomi na -
ción que sea, no hayan profesado á la publ icación de este real
decreto en las respectivas provincias.
» Art. 8. o Los religiosos de uno y otro sexo que pertenez -
can á las casas y conventos de cualquier Orden ó instituto que
no deban quedar s uprimidos en fuerza de este real decreto, ten-
drán facu ltad en todo tiempo para pretender s u exclaustración .
» Art. 9.• El gobernador civil autoriza rá en la provi ncia de
su ca rgo la exclaustración de los religiosos de ambos sexos que
la soliciten , dando en seguida cuenta á la Junta .
»Con la misma forma lidad se proceuerá á la exclaustración
de las beatas.
» Art. 10 . Se prohibe volver á la vida com ún , así á los re-
ligiosos de uno y otro sexo , como á las beatas que en adelante
se exclaustra ren.
n Art. 1 1 . Se p rohibe el uso público del hábito religioso á
las per!'onas de ambos sexos.
» Art. 1 2. Los Regulares exclaustrados orJ~nados in sacris

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Apéndices.
quedan, como los eclesiásticos seculares, bajo la jurisdicción de
los respectivos ordinarios.
»Los que no hubiesen recibido Órdenes mayores vivirán en
clase de seglares, sujetos á las mismas a utoridades que los demá s
españoles.
» Art . 13. Los exclaustrados no ord enados t'u .mcris podrán
obtener empleos civiles en to das las carreras, así como quedan
sujetos á las cargas de los legos.
>> Art. 14. La jurisdi cción eclesiástica que ejercían los Pre-
lados de las comunidades suprim idas se devuelve á los o rdina-
rios en cuyas diócesis estén encla vados los territorios exe ntos
hasta aquí. Si estos territor ios están en los confines de dos dió -
cesis , corresponderá la ju risdicción á aquella cuya capital esté
más próxima.
>>Art. 15. En los monasterios y conventos suprimidos que
tenían aneja la cu ra de almas, se erigirán parroquias con el su-
ficien te número de mini st ros, á cuya su bsistencia se proveerá
por los medi os acostumbrados.
ll Art. 16. Los beneficios seculares . unidos á los monaste-
ri os y conventos suprim idos, quedan restituidos á s u primitiva
libertad y provisión real y ordinaria; pero sus actua les poseedo-
res continuarán en el ejercicio y disfrute de ellos, y en e l pago
de pensiones con que se hallen g ravados.
n Artículos 17 y 18. (Por ellos se crean casas para los ex-
claustrados , que se denomi narán « de venerables.»)
n Art. 19. La Junta di stribuirá por los pueblos de la dió-
cesis , y el Ordinario asignará á las pa r roquias, los exclaustra-
dos ordenados Üt sacris que hayan de d isfruta r de la pensión que
se les señala en este real decreto.
nSe exceptuarán los que no hayan terminado su carrera
literaria , para continuarla en las Uni vcrsidades, Seminarios y
demas colegios aprobados.
n Art. 20. T odos los bienes raíces, muebles y semovien tes,
rentas, derechos y acciones de t odas las casas de comunidad de
ambos sexos, así supri midas como subsistentes, se aplican á la
caja de amortizació n para la extinción de la Deuda pública, que-
dando sujetos , 'como hasta aquí, á las cargas de justicia civiles
y eclesiásticas á que estén afectos.
>> Art. 2 1. Se exceptua rán de la disposición contenida en el
a rtículo anterior los bienes , rentas, derechos y acciones perte-

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490 La Desamorti{_ación.
necientes á la comisaría g enera l de Jerusalén , y los que se hallan
especialmente afectos á objetos de beneficencia ó instrucción
pública; como asim ismo la parte de los bienes del monasterio
d el Escoria l que resulten corresponder al Real Patrimonio , veri-
ficada la clasificació n que se está practicando por mi secretario
d e Est ado y del despacho de Hacienda.
»Artículos 22 y 23. (Se faculta á los Ordinarios para dis-
poner de las ig lesias y objetos del cu lto en los conventos supri-
midos.)
» Art. 24 . Podrán destinars e para establecimientos de utili-
dad públ ica los conventos suprimidos que se crean á propósito.
» Art. 2 5. Asimismo se aplicarán los a rchivos , cuadros,
libros y demás objetos pertenecientes á los Institutos de ciencias
y artes, á las Bibl iotecas p rov inci11les, Mu seos, Academias y
demás establecim ientos de instr ucc ión pública.
»Art. 26. Los religiosos de ambos sexos que en virtud del
p ermi so que se lts concede en el art. 8. o se exclaustraren, po-
d rá n llevar consig-o los muebles, ropas y libros de su uso par-
ticular. Igual facultad se concede á los individuos cuyas casas se
sup rimen por el presente decreto.
»Art. 27. Los religiosos pertenecientes á los institutos no
s uprim idos por es te decreto, percibirán una pensió n diari a, que
será de cinco reales para los sacer dotes y ordenados in sacris , y
de tres para los de más profesos, asi coristas como legos. Los
hospita larios á quienes prohibe s u instituto ascender á los Órde-
nes sagrados, perci birán tambi én cinco reales diarios.
>> A rt . 28. Los Regu lares actualmente exclaustrados ó que
en adelante se exclaustraren , y los secu larizados en las épocas
a nter io res qu e no lo hu biesen sido á título d e patri monio ó con-
g rua suficiente' y no haya n obtenido después capellanía ú otra
renta eclesiástica, disfrutar án la pensión señalada por el a r tículo
a nterior á los individuos de las casas no suprimidas.
>> Art. 29. Las religiosas seculari zadas e n las épocas ante-
ri ores, y las actualmente exclaustradas ó que ~e exclaustren en
lo sucesivo , gozarán de la asignació n de ci nco reales diarios,
percibiendo solamente cuatro las qu e prefieran continuar en la
v ida m onástica .
>> Art. JO. Las beatas que continuaren dedicadas á la ense-
ñanza y hospitalidad , disfrutará n la pensión de cinco reales
diari os.

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Apéndices. 491
>> Art . 3 1. ( Se ordena el pago mensual de estas pensiones.)
>> Artículos 32 al 35 · (Se establecen los casos en que caduca
el pago de las mismas.)
» Art. 36. Se aplican al pago de las pensiones señaladas á
los Regulares de ambos sexos los fondos siguientes:
>> 1 . 0 El producto del subsidio del clero.
» 2. • Los diezmos que percibían las comunidades , así su-
primidas como existentes.
» 3 .• El producto de todos los beneficios eclesiásticos de
que trata el decreto de 9 de Marzo de 1834, que estén vacantes
ó que vacaren en lo sucesivo.
» 4·" Las rentas de las capellanías cola t i vas va cantes y que
vacaren en adelante. Se exceptúan las que sean de sangre ó pa-
tro nato pasivo de fam ilia , y las que estén apl icadas á la dota-
ción de curatos incongruos.
» 5·" Las rentas de los curatos y de los beneficios de los
despoblados vacantes , ó que en lo sucesivo vacaren, que no
sean de sangre 6 de patro nato pasivo de fami lia.
»6.• Las rentas de las ermitas ru rales y capillas partic u-
lares que ne1 sean título de ordenación .
>> ¡ .• La parte dispo ni ble de las mitras d e que hasta ahora
no haya d ispuesto el gobierno, como igualmente las pensiones
impuestas sobre ellas, que vacaren en adelante.
»8.• El producto de Cruzada, espolios, vacantes y fondo
pío beneficia!, que se destinaba hasta ah o ra á limosna de comu-
njdades, como asimismo las pensiones q ue se sati sfacen de di-
chos fon dos, vacantes y que vacaren en lo sucesivo , á excep-
ción de las que se deban de justici a y de las que se paguen á
establecimientos de beneficencia ó de instr ucción pública , y
también de las limosnas señaladas á particula res sobre el referi-
do Monte-pío beneficia!.
»9·" El producto de la manda-pía forzosa que recauden los
párrocos para la redenció n de cautivos.
>> 1 o. Los bienes y rentas pertenecientes á los hospicios de
peregrinos.
» 1 1 . EL producto de 3 po r 100 que perciba la Colecturía
general de espolios y vacantes por la expedición de títulos y
despachos de las mitras, dignidades, canonjías y demás benefi-
cios eclesiásticos.
» 1 2 . Las rentas eclesiásticas de los q ue estén en el extran-

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492 LA Desamortización.
jero y no hayan reconocido al presente el gobierno de S. M.»
Artículos 37 y 38. (Sobre ot ros fondos que pueden apli-
carse á estos pagos.)
Artícu los 39 á 46. (Colocaciones pa ra los sacerdotes pen-
sio nados.)
Artículos 47 á 55· (Se crea una ju nta en cada diócesis , y
se anuncia un reglamento que determ ine sus atribucio nes.)

Largo espacio sería necesario para reproducir las innumera-


bles disposiciones qu e desde 1836 en adelante se dieron sobre la
desamortización , con el mismo espíritu y encaminadas al mi smo
fin que las que ya conocen nuestros lecto res. Y para ahorrarles
la ingrata tarea de leerlas todas , nos limi tamos á dar á conti-
nuación noticia de ellas.
En 10 de Abri l de 1836 se expidió una real orden haciendo
aclaraciones sobre censos y cargas de las fincas de bienes na-
cionales.
En 21 de Setit:mbre de 1836 ot ra real orden sobre el desti no
que había de da rse á los conventos suprimidos.
En 2 1 de Enero de 1837 una ley que mandó devolver los
bienes á los compradores de 1820 á 1823.
En 31 de Mayo de 1837 otra ley que declaró en estado de
redención las ventas de fecha anterior al año 1800.
En 7 de Jun io de 1837 otra ley que declaró válidas todas las
redenciones de censos y cargas hechas durante la época consti-
tu cional.
En 24 de Julio de 1837 otra que declaró nacionales los bie-
nes del clero.
Y en 29 de Juli o siguiente otra que aplicó los bienes de los
conventos á la caja de amo rtizació n.

En 2 de Sr.t iembre de 1841 se expidió otra ley que declarf>


bienes nacionales las propiedades del clero. He aquí sus prin-
cipales disposiciones :

Ley de 2 Setiembre de rJ4 r, sobre venta de bietle,s del clero.

<C Su
Alteza Serenísima el Regente del Reino, etc .... :
>>Artículo 1 . • Todas las propiedades del clero secula r , en
cualesquiera clases de predios , derechos y acciones que consis-

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Apén.dices. 49.3
tan, de cualquier origen y nombre que sean, y con cualquiera
aplicación 6 destino con que hayan sido donadas, compradas ó
adqui ridas , son bienes nacionales.
>> Art. 2. 0 Son igualmente nacionales los bienes, derechos
y acciones de cualquier modo correspond ientes á las fábricas de
las iglesias y á las cofradías.
>>Art. 3. 0 Se declaran en venta todas las fincas, derechos
y accinnes del clero cat edral, colegial , parroquial, fábricas de
las iglesias y cofradías de que tratan los artículos anterio res.
» Art. 4· o El gobierno se encargará , desde 1. • de Octubre
próximo, de la administración y recaudación de todas las ren-
tas y productos de las propiedades de toda especie, pertene-
cientes hasta aquí al clero catedral , colegial, parroquial, á las
fábricas de las iglesias y á las cofradías . llevando cuenta sepa-
rada de sus rendimientos , los que se aplicarán á la dotación del
culto y clero, conforme á la ley presentada por el gobierno á
las Cortes en 2 3 de Junio último.
» Art. 5. 0 Pertenecerán á los actuales poseedores las rentas
y productos que rindan los bienes del clero, fábricas y cofra-
días, hasta· 30 de Setiembre de este año.
» Art. 6." Se exceptúan de 10 dispuesto en los artícu los
anteriores:
>> • .• Los hienes pertenecientes á prebendas, capellanías.
beneficios y demás fundaciones de patronato de sangre, activo ó
pasivo.
>l 2.• Los bienes de cofradías y obras pías, procedentes de
adquisiciones particulares para cementerios y otros usos prtvati-
vos á sus individuos.
ll 3 .• Los bienes, rentas, derechos y acciones que se hallen
especialmente dedicados á objetos de hospitalidad . bt:neficencia
ó instrucción pública.
» 4 .• Los edificios de las iglesias catedrales. parroquiales,
anejos ó ayuda de parroquia.
» 5.• El palacio-morada de cada Prelado y la casa en que
habiten los curas párrocos y teni entes , con sus huertos ó jardi-
nes adyacentes.>>
Artículos 7. • al 1 5. ( Reg las y po rmenores sobre las ventas.)
Art. 16 . (Aplicación que ha de darse á los productos.)
Art. 17. (Sobre la liquidación de lo que corresponda á los
partícipes legos.)

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494 La Desamortización.
Art. t8. (Disposición final.)
(Sig ue una instrucción de 27 a rtículos para la ejecución de
est a ley .)

Srupensió11 de ln.s vmla& y M<iOl11úón de los biene&.

Por real decreto de 26 de Julio de 1844 se dispuso lo si-


g uiente :
(( Artículo 1 . • Se suspende la venta de los bienes del clero
secular y de las comunidades religiosas de monjas , hasta q ue el
gobierno, de acuerdo con las Cortes, determine lo que convenga.
>> Art. 2.• Los productos en venta de dichos bienes se apli-
carán desde luego íntegros a l mantenimiento del clero secula r y
de las religiosas.>>

Por ley de 3 de Abril de 1845 se dispuso lo siguiente:


«Doña Isabel 11 , etc.
»Artícu lo ünico. Los bienes Jet clero secular no enajena_
dos, y cuya venta se mandó s uspender p or real decreto de 26
de Julio de 1844, se devuelven a l m ismo clero.-Por tanto, etc.>>

En 1854 se abre un nuevo período, cuyas disposiciones , á


contar desde la ley de t .• de Mayo de 185 5 en adelante, dan
materia para un tomo. Q!Jien quie ra conocerlas, puede con-
sultar el Ma11wrl de Desa morli?ación publicado por la Revista de
LegislncióJL .v j urisprudencia. ó el Dicciollario de Alcubilfa. en la
palabra Desnmorli{ació11.

Por las disposiciones que anteceden, entresacadas del inn.en-


so m ontón de le?es y decretos á que J;¡ desamortiz<~ción ha dado
asun to , puede verse hasta qué ext rem o se llevó . en períodos de
recordación tristísima . la iniquidad, la violencia y el desconoci-
miento absoluto de todos los derechos , disponiéndose de los
bienes del clero y de las Órdenes religiosas sin t ener en cuenta
que constituían una propiedad dos veces sagrada , y legislando
sobre el estado de las persona s, en lo que á los relig iosos se
refi ere, sin el menor respeto á los indisolubles vínculos que los
ligaban al claustro.
Indeleble será el recuerdo de aquellos hechos, y anatematiza-
da su memoria mientras el sentimiento y la noción de la justi-
cia exista n en el cora1ón de los hombres.

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Apéndices. 495

lll.

Sobre los planes ó proyectos de lo que se llamaba «arreglo


del clero» , y sobre la dotación del mismo. daba las siguientes
noticias el señor obispo de Córdoba al discuti rse el cuarto de
estos proyectos en la sesión del Senado de 13 de Ju lio de 18 38:
<<Sin contar los planes de reforma elaborados desde que por
primera vez se estableció entre n osotros el gobierno representa-
tivo, en menos de dos años se han formado cuatro, y todavía
estamos como al principio, y acaso en peor situación, sin uno
que nos sirva de regla fija.
n La junta eclesiástica establecida por S. M. en su decreto de
22 de Abril de 1834• cuyos ilustres individuos lo son casi todos
del Senado, después de haberse ocupado con el mayor celo en
r eun ir todos los datos que creyó necesarios para preparar el
a rreglo del clero, presentó á S. M. en 25 de Febrero de 1836
concluídos sus trabajo' .
»Por órdenes posteriores de l mismo año. y para presentarlo
á las Cortes Constituyentes, se le encargó redactase un pro-
yecto de ley que comprendiera todos los puntos Jel arreglo ge-
neral , separándose la parte reglamentaria y de disposiciones
particulares.
>lLa Junta se dedicó á este nuevo tra bajo: aquí estamos cua-
tro de los cinco que compu~imos la comisión . En zo de Diciem-
bre se remitió al gobierno el proyecto de ley comp rensiv o de
g8 artículos, que contienen cuanto puede desearse en la ma-
teria. Demarcaciones de distritos metropolitanos , ci rcu nscrip-
ción de diócesis. división de algunas, unidad de jurisdicción,
plan uniforme de iglesias metropolitanas y cated rales, seg ún
sus diversas clases, número de individuos, circunstancias. cali-
dades y obli¡2'aciones de éstos , Seminarios conci lia res, métodos

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La Desamorti1_ación.
de enseñanza, arreglo de parroquias, según la mayor ó menor
feligresía, residencia de todos los eclesiásticos conforme á sus
títulos y destinos , dotaciones decentes de t odo el clero, según
sus jera rquías y los pueblos de su respectiva residencia, como
también del culto, desde el más solemne que se tributa y debe
tributarse en las catedrales , hasta el más moderado , pero siem-
pre decoroso, de la más pequeña parroquia, é igualmente los
Seminarios , a tendida la mayN ó menor extensión de las dióce-
sis; y, por último, las juntas diocesanas , compuestas sólo de
cinco individuos, para ir llevando á cabo la ejecución de todo
el plan general en el modo que prescribía su bien medi tado Re-
gla mento.»
Expone luego el seño r Obispo los principios que la Junta
tu vo en cuenta al fo rmul ar este trahajo, exposición que omi ti-
mos aq uí po r no parecernos necesaria.
El segundo proyecto de reforma y arreglo del clero fué el
que , basado ya en otros principios, presentó la comisión de Ne-
gocios eclesiásticos de las Cortes Consti tuyentes, en la sesión
que ésta s celebraron el 2 1 de Mayo de 1837· Consta de cua tro
títu los, que comp renden 43 artículos. El primer titulo se ins-
cribe del orden eclesiástico, y contiene en 12 a rtículos las dis-
posiciones relativas á la jerarqu ía eclesiástica en España , el
patronato , la jurisd icción episcopal , la supresión d e algunos
altos tribunales, la reducción de fiestas y la constitución de una
Junta di ocesana en cada provi ncia.- El segundo títu lo con t iene
en siete artícu los lo relativo á la divisió11 eclesiástica de Espa1ia,
su pri miendo muchas catedrales. colegiatas, magistrales, p rio-
ratos. abadías y cabildos. - EI tercer titulo , del persoualcclesiástico,
establece el que debía haber en las catedrales y parroquias , y
dicta otras di sposiciones sob re eclesiásticos y Seminarios.- EI
título cua rto, dotación del culto y clero , expresa las que han de
tener los Arzobispos, Obispos, deanes, arcedianos, canónigos.
pá rrocos y coadjut ores, las fábricas de las iglesias y los Semi-
na rios. (Diario d~ Sesio11c-s de 1836 á 1837, pág. 3,55 1 y sig uien-
te , de la edición de 1 877.)
No quiso el gobierno aprobar este a rreglo, y así lo dijo en
decreto de 16 de Diciembre de 1837, en el cual mandó crear una
Junta encargada de presentar con brevedad otro proyecto de ley
para el mismo objeto. (Véase en la Colección de decretos el se-
gu ndo to mo del año 1837 .)

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Apéndices . 497
El tercer proyecto fué el que se fornió en virtud del citado
decreto. Hablando de este proyect o en s u discurso más arriba
indicado, decía el señor Obispo de Có rdoba que no había tenido
el gusto de verlo, lo que prueba que ni se puso á discusión ni
tuvo gran publicidad.
El cuarto proyecto es el que se discutía en el Senado cuando
hablaba el señor Obispo, el cual versaba sólo sobre la dotación
del culto y clero, según la organización que tenía en el expre-
sado año. No nos detendremos en el pormenor de sus g uarismos,
por no parecernos de g ran interés su conocimiento.

J2

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ÍND ICE.

Al lector . .••• .. .. . . . . ..... , • . . . • . . • . . . . . . . . • . . . • • . . . • . • . • . • . Pág. 5

CAPÍTULO PRIMERO.

DERECHO DE LA IGLESIA Á LA ADQJJISICIÓN Y POSESIÓN DE BIENES.

SuMA~Io . - El culto y los ministros ban sido siempre sostenidos con los recursos
de los fieles.-Pingüe dotación que percibían los sacerdotes y levitas del pueblo
judaico.-Oblaciones y tributos que se dieron á la Iglesia cristiana desde los
primuos ticmpos. - Derecho de adquirir bienes que tuvo desde entonce>.-
T estimonios que prueban este dcrecho.-Rcspeto con que lo miraron varios Em-
peradores romanos.-Restitución que Constantino y Licinio hicieron á la Iglesia
de bienes que se le habían usurpado. - Cuantiosas donaciones de bienes que se
hicieron á la lglcsia. -Grandcs riquezas q ue poseían algunas de ellas. - Empefio
que la lg lesi• puso siempre en la con!<Crvación de sus bienes y en la defensa de
su derecho. -Declaraciones y dcx.umentos que lo acreditan. - De los Concilios
de Ancira y de Antioq uia. - De San Ambrosio , San Bonifacio , San León y San
Agapito.- De los Concilios de Calcedonia (451 ) ; Roma (504); Orlcans (549);
París (557 ) ; Toledo (589 ) ; Toledo (638) ; Constantinopla (6<p)~ segundo de
Nicea (787).-Notables declaraciones hechas en los Capitulares de Cario Magno.
- Transic ión... . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • • . . . Pág. 9

CAPÍTULO 11.

DERECHO DE LA IGLESIA Á LA AD®ISICIÓN Y POSESIÓN DE BIENES.

(Conclusión.)

SUMA~IO : Sumisión y vasallaj e que voluntariamente prestaron varios Estados á


la iglesia .- Manifestación piadosa de Luis el Benigno.- Continúa la Iglesia de-
fendiendo el derecho de propiedad en s us bienes.- Declaraciones de los Concilios
de Aix·ID- Cbapelle ( 8 J6) ; Beauvais y MtallX ( 845 ) ; V aJena ( 855) ; To11.1i
( 86o) ; Constantinopla (869) ; Pavía (876); Viena (892) ; Tribur ( B95);
León ( 1o 12 ); Lyon ( 1055) ; Palencia ( 1129) ; Letrón ( 12 15) ; Oxfo rd
( n:n) ; Colonia ( 1266 ) ; Segundo de Lyon ( 1274 ); Buda ( 1279) ; Melft
( 1284) ; Witaburgo ( 1287) ; Presburgo ( 1309) ; Valladolid ( 1322) ; Tarra-
gona ( 13)2) ; Salamanca ( 1)35) ; Toledo ( •.U 9); Narbona ( 1374) ; Fri-
s inga ( 1440 ) ; Toledo ( 1475) ; Letrón ( 151 2 ); T rento ( 1545- 1563).- Noto-
ria y evidente j usticia de tales declaraciones. - Ejemplos del respeto con que se
m iraba en otro tiempo el de recho de la Iglesia á sus bienes. - Pragmática de

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;oo Índice.
Luis XIII de Francia. - Declaraciones del clero francés en 1640 y 165 1. - Pa-
labras de Bossuet. - Carta de Pío VI al em~rador José 11 en 1782. -Declara-
ciones contenidas en el SyllabtU de Pío IX... . ..... . . . . • . . • . . . • . . Pág. 29

CAPÍTULO 111 .

DEL DOMINIO EMINENTE Y DE LOS DERECHOS <llJ E SE ATRIBUYEN AL


ESTADO SOBR E LA PROPIEDAD CORPORAT I VA.

SuMARIO : Derechos que sobre la propiedad corporativa se • t ribuyen al Estado.


- Do111inio eminente.- ¿ En qué consiste este dominio ?- Defi niciór. que de el da
Grocio. - Comentario que á esta definición ¡,onc Cocceyo. - Es lo mismo que
derecho de regir y gobernar.- Rcspcto con quc miraba Grocio la propiedad pri-
vada.- Palabras del protestante Furet sobre los bienes de la lglesia.- Palabras
del protestante Bocbmero sobre el dominio eminente , cn lo q ue toca á la p ro-
piedad eorporativa . - Cuán contraproducente resulta esta doctrina al fin á que se
intenta apliearla. - EI dominio cmincntc es un poder de protección, y no dc usur-
pación.- Doct rinas de Séneca y de Cuyacio , dc los jurisconsultos antiguos es-
rañoles, y del francés M. Portalis.-- Conclusiones sobre este punto.- Palabr..,
de D. Fronciseo de C.irdenas -Otros ar¡;umentos en favor del derecho del Esta-
do.- Contéstase á esos argumentos. -Q¡¡e la propiedad corporativa es menos

-' ',. ".- .;


fuertc q ue la privada, y que el Estado puede disolver las corporaciones y ocupar
sus bienes .- Combátense estas falsas aserciones.-No es argumento para este
c"so la eXpropiación por causa dc utilid•d püblica.- Conclusión... . Pág. 45

··.
-. CAPÍTULO !V .

EL DERECHO DE LA IGI.F.SIA A AD(llJIRIR Y POSEER BIENES


CONSIDERADO EN SU ASPECTO FILOSÓFICO.

SuMA KlO : Sublimidad y alteza de la Iglesia. - Su gran misión en el mundo. -


Sus grandes obras.- Recursos que para ellas necesita. - Derecho quc toda aso-
ciación t iene á adquirir bienes, y necesidad que sicnle de ello para poder subsis-
tir.- Compru<balo el mismo Estado con su patrimonio püblico.- Mayor y más
· poddo· o dcrecho quc en esta parte ticne la lglesia.-ConsiJcractones del P. Li·
beratore sobrc estc punto .-<l!Je la lglcsia no puede llevar á cabo su misión sin
bicnes ni recur.os , y estc es, sm emb•rgo, el empeño de los roliticos modernos.
- Q!Je la Iglesia es una corporación. y como tal , puede ro>cer. - Q¡¡e la socie-
dad civil no es la fuente de este der<cho.- Q¡¡c el de<pojo de la lgl~ia , no sólo
lastima los intereses religiosos, sino los de los ciudadanos.- Y también los de
los pobres. - Argumentos contra el derccho de propicdad de la lglesia.- Q¡¡e
debe scr pobre , como en lo~ ticmpos primitivos.- <l!Jc las riquezas son noci-
vas.- Contéstase á estos argumentos.- AJúcese contra cllos la autoridad dc la
l glcsia.- Y la de los pueblos de la antigüedad.- Modcrna invención de los bie-
lttS nacio11nltJ. - Entrc dios figuran en primertérmino los de la Iglesia. - Se ven-
d ieron para pagar la deuda pública , y ésta creció más ;¡~~ nunca. - Se trató
de clevar con ellos el crédito, y nunca ha bajado tant o. - P ues se ha de soste- ,
ner á la lglcsia, ¿no hubiera sido lo mejor d cjarle sus biencs ?- P•labru de Lu-
t ero sobre el despojo de la Iglesia. - Tardío desengaño del Empcrador José 11
de Alcmania .. .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . • . . . . . . . • . • . . . . . • . . . • Pág. 6 1

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Índt'ce. 50 1

CAPÍTULO V.

EL DESPOJO DE LA IGLESI A Y DE LAS COMUNIDAOES RELIGIOSAS


CONSIDERADO EN SU ASPECT O FILOSÓFICO.

SUMARIO: Edmundo Burke escribe á un francés sobre el despojo d e la lgl e~ia de-
cretado por la A""nobka.- EI sacrilegio y la pr escripción, dice, n o h• llarán nunca
imitadores en Inglaterra.- Sólo un tirano puede apodera"e de la propiedad de
otros hombres. - Es un sarcasmo ofrecer un pobre sustento al mismo á quien
se ha quitado lo suyo. - Ficción legal que se ha inventado para cohonestar ti
despojo : la incapacidad de l1< corporaciones para adquirir. - El interés y el
crédito nacional invocados para justificar el atentado. - Los capitalistas d e
Francia fueron buscando con esto el modn do atacar a la noblua.-Uniéronse á
ellos los fil ósofos y literato•. -EIIos inventaron la doctr ina de que pague las deu-
das <1 que ninguna responsabilidad tiene en ella< . - ¿Qu<! tenía que ver el clero
de Francia con las operaciones de la Hacienda ?-¿ Por qu~ no se confi scaron los
bienes de los personaje• que contribuyeron á crear y aumentar la Deuda ?-N i
los conquistadores barb•ros hicieron con los vencid os lo que hizo la Asamblea
francesa con los religiosos.- Es que no se había inventado aún la teor ía de los
derubos drl hombre.- El mismo Enrique VIII trató de cohonestar con algunos
pretexto; el despojo que hizo.- La Inglaterra rechaza semejantes atentados por
un sentimien to de justicia. .. . . . . • . . • • . . . .. . .. . .. . . .. . .. • .. .. . P ág. 79

CAPÍTULO VI.

LA DESAMORTIZACIÓN CONSIDERADA EN SU AS PECTO ECONÓMICO .

SuMARIO: Favor de que goza hoy la economía político .- Nociva influencia de


sus doctrinas.- Perjuicios que supone esta ciencia en la posesión de bien~ por
la Iglesia. - Pruébue que ni son cier tos , ni serían mntivo b:lstante para despo-
seerla.-Compáranse los gastos de la Iglesia con los del Estado. - Argumentos
de los economistas contra la propiedad de la lglesia.- Q¡e su circulación es im-
posible.-lmpú¡;nase este argumento. - Opinión de un fiscal del Consejo de
Castilla sobre la propiedad de la Iglesia.- Opinión del Consejo mismo.- Palabra•
del diputado Rodríguez de Cela en 1845.- E ruditas y discretas observaciones
del Sr. Santaclla, expuestas en el Senado en el mismo año. - Q>é puede es-
perarse de compradores que, 6 no pagan las fincas , ó descuajan los montes para
hacerlo.- Cuán injusto es el cargo que se ha hecho al clero por su generosidad
con los colonos.- Cuánto se ha exagerado el gravamen que imponía á la agricul-
tura el diezmo.- V entajos. inversión de las renta• de las tierras en manos de la
Iglesia .- Transición. ....... . .......... .. ...... .. . . ... .. . .. . Pág. 9 ~

CAPÍTULO VII.
LA DESAMORTIZACIÓN CONSIDERADA EN SU ASPECT O ECONÓMICO.

(Couc/11sión)

SuMARIO : La posesión de bienes por la Iglesia no causaba perjuicios al Estado.-


Pruébase con los interesantes d•tos estadísticos leídos en el Senado por el señor

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Índice.
Santaclla. - Tristisimu consc:cuenci•s que han seguido á la venta de aquellos
bienes.- Perjuicios que ha ocasionado á los particulares y al Estado.- La
propiedad de la Iglesia no perjudicaba, antes bien favorecia . i la industria.-
Tampoco era contraria 1 sino favorable , al fomento de la población.-Prué-
basc: con consideraciones económicas y con datos estadisticos.-EI despojo de la
Iglesia ha producido en todas partes resultados funestos.- Citansc los que pro-
dujo en Francia y en Suiu. -Enseñanzas que se deducen de estos hecbos. -
lnmensa propiedad a mortizada civilmente, que hoy existe en Francia y en Bél-
gica.-Daños que la desamortización ha producido en el buen cultivo de las
fincas.-Los emprést itos y el crédito público en la época constitucional, y bajo el
gobierno absoluto.-Conclusión. • ••.....•. . • , . . • . . . . . . . . . . • . . Pág. 109

CAPÍTULO VIII.

LOS ARGUMENTOS DE CAMPOMANES EN PAVOR DE LA DES AMORTIZACIÓN.

SUMARIO : Publicase el tratado de la Regalía de amortización, de Campomanes.-


Siguele el informe so bre la ley agraria 1 de jo\'<llanos. -Parcialidad y apasiona-
miento con que ambas obras están escritas. -Pruébase con varios ejemplo•. -
Derecho de la Iglesia í adquirir bienes, consignado en nuestras leyes y cánones.
- Falsos argumentos que sobre aquéllas fundó Campomanes.- Expónensc é
impúgnanse estos argumentos .- Una ley del Fuero juzgo.-Otro ley d.t Fuero
Viejo.-Otra del Ordenamiento de Alcalá.-Otras leyes y escrituras de dona-
ciones á iglesias ó in stitutos religiosos.-Leyes del FuERO REAL y de las PARn-
OAS en favo r dd derecho de la Iglesia á adquirir bienes. -Argumento que sobre
todas las leyes citadas y sobre las PARTIDAS m ismas funda Campomanes.-Nota-
ble ley de D. F.tipe V en favor del derecho de la lglesia.-Conclu;ión y tran-
sición . . • • . • • . • . . . • • . . . . . . . . . . . • . . . . • . . . . . . • . . . . . . • . • . . . . Pág. 127

CAPÍTULO IX.
LA PROPI EDAD DE LA I GLESI A EN E SPAÑA Y SUS VICISIT UDES DESDE
LOS ANTIGUOS TIEMPOS Á 1808.

SuMARIO : En t odas las naciones ha tenido la Iglesia un patrimonio. - Respeto


con que se le miraba en España. - !lzmwnidad e&lesiáslica. -Opiniones favora-
bles á ella de nuestros antiguos jurisconsultos . - Generosas concesiones de sub-
sidios que hicieron varios Pontífices á los Reyes de 'Espalla. - Con las ideas
venidas de F rancia empezaron lo~ ataques á la inmunidad. - Lo 'que se estable-
ció en el Concordato de 1737. - Primtras tentativas contra las rentas de la
Iglesia , á fines del pasado siglo. - Biene& de la Iglesia,- Respeto inviolable
que se les guardó hasta fines del siglo xm . - Primeras , pero infructuosas
tentativas contra ellos en este t iempo. -Opinión de los j u risconsllltos espanoles
antiguos sobre este punto. - Resistencia que opuso siempre la Iglesia á toda
invasión de sus derechos. -Ocupaciones de bienes eclesiásticos que á pesar de
ello se hicieron en el siglo xv . - Nueva y más considerable ~c upación en el si-
glo XVI . - Reacción saludable que se operó en el siglo xvn. -Advenimiento ..,
de los regalistas y economistas en el siglo xv1u, - Funestos res11ltados de sus
doctrinas. - Campomanes y J ovellanos. -Primer acto de deli3mortizaci6n al
estilo moderno en •nS...... .... ... .. .... .... .. .. .. ...... .. Pág. 147

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Índice.

CAPÍTULO X.

LA DESAMORTIZACIÓN EN ESPAÑA DESDE 1808 HASTA LA MUERTE


DE D. FERNANDO VIl.

SuMARIO : Renacen en 1808 las expoliaciones de la lglesia.- Oecretos de Napoleón


y de •u hermano José 1 suprimiendo los conventos de religiosos.- Espíritu hostil
que encontró luego en las Cortes su restablecimiento.-Medidas que las Cortes
adoptaron.- Enérgica protesta contra ellas de D. Simón López.- Oestino que se
dió á los bienes de la Inquisición. - Aplicación de los bienes del clero al pago
de la Deuda.- Nuevas protestas de O. Simón López. - Exposición de algunos
Prelados regulares.- Con la restauración de 1814 recobran las comunidades sus
conventos y bienes. - Vu~lvc á lanzarlos de ellos la revolución en IB2o.-Extra-
vagancias con que fué apoyado el dictamen de la Comisión reformadora. - Espí-
ritu hostil á los religiosos que reinaba en aquellas Cortes. - Extrañas asercione
que en ellas se hicieron.- Actos que acompañaron á aquellas discusiones. - Ex-
propiaciones decretadas en 1821 .-Conclusión... . . . . . . . . . . . . . . . Pág. 16J

CAPÍTULO XI.

LA DESAMORTIZACIÓN EN ESPAÑA DESDE 183 4 Á 1841.


SuMARlo: .Cortes de 18.H• - Extinción de capellanías. - Cortes de IBJ5· -
Indemnización a los compradores por los bienes que se les babia mandado de-
volver. - Cortes de 18 36. - Pone en venta Mendizabal todos los bienes de las
comunidades religiosas.- Sentidas quejas del señorObispode Córdoba.-Petición
para que se llevasen á efecto la exclaustración y la desamortización.- Proyecto
de ley al efecto, de Mayo de J8J6. - Extremo á que llegó en las Cortes de 1836
el espíritu antireligioso.- Se apodera el Gobierno de la plata de las lglesias. -
Se ponen en venta las campanas de los conventos. - Discusión sobre los biones
de los religiosos de Cuba. - Varios proyectos sobre asuntos eclesiásticos. - Su-
presión del dietmo y restablecimient o temporal del mismo . - Se reproducen
estos debotes en 18_38 . - Algunas palobras del señor Obispo de Córdoba y del
Sr . Pidai. - Se aprueba un proyecto de arreglo del clero el13 de Julio de 1838.
- Vicisitudes posteriores de este asunto hasta 1841.- Transición... Pág. 183

CAPÍTULO XII .

LA DESAMORTIZACIÓN J UZGADA EN EL PARLAMENTO ESPAÑOL POR LOS


POLÍTICOS MÁS EMINENTES.

SUMARIO : Necesidad y utilidad de este trobajo. - Su importancia para una gran


parte del publico.-Palabras de O. Santiago de Tejada el 19 de Mayo de 1840.
-De D. J uan Bravo Murillo e n 11 de Junio siguiente. - De O. Pedro José Pida!
en 17 deJunio.-Ocl Sr. Martíncz de la Rosa el 15 de J ulio.- De D. Joaquín
Fr.ncisco Pacheco el 20 de Julio de 1841 .-Declaración de El Correo Nacional,
órgano del partido moderado, el 23 de Julio de 1841 .- Palabr~s del Sr. Fernán-
dez Negrete el 9 y 10 de Enero de 1845.- Del Sr . Rodríguez de Cela el 1.3 del
mismo mes.- Otras declaraciones consignadas en documentos parlamentarios.-
Resumen y conclusión... . . . • . • . . . • . . . . . . . . . • . . . . . • . . • . . . . • • Pág. 201

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Índice.

CAPÍTULO XIII.
LA DESAMORTIZAC IÓN EN ESPAÑA DES DE 1841 Á 1845.
SUMARIO : La e>tpoliación de la Iglesia q uedó consumada en 1841 .- Proyectos
de dotación del culto, que como consecuencia de ello se presentaron .-Triste re-
sultado que produjeron en la práctica.-Palabras del señor Obispo de Córdoba en
la sesión de 13 de Mayo de 1843.- Exposición de los párrocos de Jaén sobre
su penosa situación.- Otra igual de lo ~ de Orcnsc .-Enorme suma que se debía
al clero por su consignación en 1844.- Nuevo aspecto que t oma este asunto
con los sucesos de 184).-Gravísima culpa en que incurrió el partido moderado
continuando las ventas de biencs. - Ojeada retrospectiva. -Destrucción de igle-
sia~ y desbarate de conventos hasta 1845 .-Desastrosas consecuencias que en
todos conceptos produjo este derroche . -Proyecto de devolución al clero de los
bienes no vendidos, presentado en Febrero de 1845.- Palabras del Sr . Pida!,
ministro de la Gobernación , el 12 de Marzo siguiente.- Doctrinas contemporiza-
doras que entonces se expusieron.-Brillantes observaciones de Salmes sobre estas
doctrinas ...... . ............ . ..... . . . ..... . . ... . ........ . Pág. 219

CAPÍTULO XIV.

LA DESAMORTIZACIÓN EN ESPAÑA DESDE 1845 Á 1872 .

SUMARIO : Lo que quedaba de los bienes del clero al suspenderse las ventas en
184.5. -Proyecto de nueva desamortización en 1855 . -Ley de 1,0 de Mayo de
dicho año.- Se amplió su precepto en 1856. - Pensamiento político q ue iba
envuelto en est as leyes .-Actitud rebelde del Gobiet no frente á la Santa Sede -
Derogación de la ley de 1855 en Octubre de 1856 .-Nuevos proyectos político-
económicos en 1858.- Se restablece en este año la ley de 1855 , excepto en lo
relativo á los bienes de la Iglesia.- Proyecto de venta y redención de censos.-
Nuevos debates sobre la desamortización.-Lo q ue dijeron de ella Aparisi y Gui-
jarro , el conde de Velle, D. Santiago Tejada y el duque de Rivas.-Etapas que
babia ido recorriendo la desam?rtiución desde 1 812 á 1855 .-Convenio con la
Santa Sede en 1859.-Nuevos ataques á la propiedad de la Iglesia en ! 868 . -
Eltinción de las comunidades reli¡;iosas.-Proyecto de desamortización en 1869.
-Lanzamiento y despojo de las religiosas Salesas en 18¡o.- Noticia de unos
650 conventos é iglesias destruidos 6 profanados.- Conclusión...... Pág. 235

CAPÍTULO XV.
DEL TRISTÍSIMO ESTADO Á QUE LA DESAMORTIZACIÓN REDUJO Á !.AS
RELIGIOSAS.

SuMARl o : Especial interés que ofrece este asunto.- Saña de lo• revolucionarios .
contra los conventos de religiosas.- H asta qué p unto se desconoce el valor de
sus oraciones .- Penalidades que se les hizo sufrir con la exclaustración.- Viva
impresión que su triste suerte causó en las Cortes.- Proyecto de devolución de
sus bienes, no llevado á efecto.- Número de religiosas que había en 1845, y valor
de los bienes vendidos.-Considcraciones sobre el relato histórico que precede.-
La desamortización ha sido una inmensa iniquidad y un inmenso latrocinio.-

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Índice.
Citansc alguno• hechos e•candaloso• á que ha dado motivo. - Daños que ha
cau•ado á los pohres.-Grandes beneficios que la Iglesia dispcn<aba cuando tenia
bientli.-Males que ha cauudo la venta d e los propio• de los pueblos.- Testi-
monio• que lo acreditan ..................... .. ... . ......... Pág. 253

CAPÍTULO XVI.

LA DESAMORTIZACIÓN E N INGLATERR A.

SuMARlo : Inglaterra es la primera nación que en los tiempos modernos despojó á


la Iglesia de sus bienes.-Cau<as espccialísimas que para ello hubo.-Pintura
que ha hecho de aquel despojo William Cob bttt.-Primeros procedimientos del
vicegerente. - Envio de comisionados á los monasterios. - Horrible misión que
llevaban á cllos. - Amcnaus de Enrique VIII al Parlnnl<ntn.-Oecisión que
adopta este cuerpo. - Entrega al Rey de los bienes y alhajas de los conventos.-
EI Rey se ve obligado á partir con lo• nobles.-lnsaciable voracidad de éstos.-
Oespojo de los monasterios ricos, que siguió al de los monasterios pobres.-
lnicuos medios que para tilo se tmplcar on. - Ad<lptan« otro• m á< ex!""litos.-
Soqueo de los conventos . - Objetos que se enviaban al Rey. -Para asegurar
aquella obra de exterminio , se arrasaron los edificios -Aspecto que presenta
hoy el condado de Surrey, antes tan rico. - Eiogios que hace Cí'bbttt de las Or-
denes rcligiosas. - Grandezas que habían creado, y trisfe fin que han tenido. -
Palabras de Mr. Mervyn Arch~all . - Re• puesta que los da Cobbett. - Compara•
ción entre las ventajas que ofrecían los poseedores antiguos y las que ofrecen los
moderno•. -Generoso empleo que hacían los monjes de su~ rentas. - Saquen
de las iglesias despu<s del reinado de Enrique VIII. - Compóra~e el estado de
bienestar del pueblo ingl~~ antes de la Reforma , con la miseria á que vino
despu ~s.... . . . . . . . . . . . . . . . . . . • • . . • . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . Pág. >6q

CAPÍTULO XVII.

LA DESAMO RTIZACIÓN EN FRANC IA.

SUMARIO . Primeras manifestaciones del espíritu hostil á la propiedad de la Iglesia


en el siglo xm .-Gradúase su fuerz.a en los sigJos xv1 al xv111. - Medidas coerci-
tivas que se adoptnon en este.- Llegan á extinguir!e por resultado de ellas
nueve congregaeiones.- La revolución de 1789 .-Entereza inquebrantable de
las religiosas. -Apod<rasc la Asamblea de los bienes del clero.-Aigo de lo que
se dijo contra esta medida.-Su iniquidad, aun desde el punto de vista económi-
co.-Notable ofrec imiento del clero.-No se aceptó 1 porque lo que se quería era
acabar con <l.-Medidas expoliadoras dictadas por la A'13mblea.-Persccución al
clero.-Pensiones que se le pagaban.- Derroche de los bienes de la lglesia.-
Número de edificios religiosos destruiios.- Profanación de los objetos del culto.
-Horrible matanza de sacerdotes. - Situación á que se vió reducido el clero.-
Virtudes y méritos que lo adornaban -Una sesión de un club en una lglesia.-
Atropellos y abominaciones de la Asamblea contra los sacerdote~ y contra la rcli-
gión.- Constitución civil del clero.-Cautiveriu y muertt de P:o VI.- Horrores
cometidos por los tribunales revolucionarios.- Estadistica cluificada de las vic-
timu. -Lo que importaban los bienes del clero en Francia.- Enajenaciones he-
chas en 18 17.-Transieión..... ... . . .. .• . . . . . . . .. . .. . . . . . . . . Pág. 289

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Índ;ce.

CAPÍTULO XVIII .

INFLUENC IA DE LA FRANCMASONERÍA EN EL DI!SPOJO DE LA I GLESIA.


-LA DESAMORTIZACIÓN EN ALEMANIA, EN AUST RIA Y EN ITALIA .

SuMAI\IO : Empiezan á extenderse-las logias masónicas a principios del siglo pasa-


do. - Sus criminales propósitos. - A11Xilio que recibían de los fi lósofos. - 1m-
piedades que éstos pr opal•ban.- Planes de Voltaire y de José 11 sobre el des pojo
de la lglesia.- Guerra á los jesuitas.- Propaganda impía contra la lglesia.-
Que las logias , y no los vicios del ant iguo régimen, trajeron la revolución fran-
cesa.- Testimonio de Luis Blanc á este propósito. - Que también fué el Terror
obra de las logias.-Cómo se conseguía que las turbas se impusiesen á la nación.
- Otras indicaciones sobre los planes de las logias. - Sc introduce la masonería
en Alemania. - Aigc> sobre la desamortización en este pais.- La desamorli~ación
en Austria.- Carácter despótico y exc<ntrico de José 11.- Sus sacrílegas in-
trus iones en los actos del culto.-Sus medidas arbitrariu en los asuntos de la
Iglesia. - Supre;ión de algunos conventos.- Creación del e fondo de estudiost
y del e fondo de religiónt .-Gravámenes que pesan sobre la Iglesia tn Austria.
- No ha sido allí la ~esamortiuci ón semejante á la de otras uaciones.- La dt s-
DI1Wrfi~nción tn /talia.- Causas que la produjeron. -Usurpaciones de Napoleón l.
- Entereza de Pio VIl ante Napoleón .- Excomunión que fulminó contra éL-
Prisión de Pío VII.- Su vuelta á Roma.- Nuevo y más favorable aspecto que
toman los asuntos de l a l glesia. ~La desamortiución italiana en nuestros dias. -
Leyes y disposiciones que la han llevado :í cabo.- EI despojo de la Propa-
ganda. ..... • . . . . . . • . • . . • • . . . . . . . . . . . . . . . . . • . • . . . . . • • • . • . Pág. 313

CAPÍTULO XIX .

LA DESAMO RTlZACIÓN EN VARIAS NACIONES DE LA AMÉR ICA ESPAÑOLA .

Su MA ~IO : Mijicn.-Expulsión de los Jesuitas en 1767.- Venta de los bienes de


obras pías en t 8o8 .-Nuevos despojos por otros conceptos.-Comienun otra
vez en 1847 .- Continúan en el periodo inmediato. - Actos de violencia con los
Prelados en 1861.-Saludable reacción católica en 186_3. - Su pronta desapa-
r ición y nuevos acto5 de dcspojo.- Napolcón quiere i¡ue se proclame la libertad
de eultos.-Disgusto con que esta idea es recibida. - Prop6nense al Nuncio, en
este concepto , las bases de un concordato.- Digna contestación del Nuncio.-
Lánuse el Gobierno de Maximiliano en el camino de las arbitrariedadcs.- Nego-
ciaciones con Roma. -Digna actitud del Cardenal Antonclli . -No se toca en
las negociaciones resultado alguno. -Per oi. - Lo que importaban allí las rentas
del clero .- Decrctada la de•amortiución en 18o4 , queda sin efecto.-Se llevo á
cabo la expulsión de los Jesuitas.-Se ejecuta á la vez en otras repúblicas
americanas. -lnmens a ruina que á esta iniquidad siguió. Lu que representa-
ban en In Am~ricas los e•tablccimientos de los Jesuitas. - A qué causas se de-
bió este hccho.- Co$/a Rica. - Su situación especial en lo que se relaciona con
nuestro a5unto..... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pág. } }3

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Índice.

CAPÍTULO XX.

LA DESAMORTIZACIÓN CONSIDERADA EN SU ASPECTO SOCIAL.

SuMARIO : Diferentes conceptos en que puede con~iderarse lo influencia de la des-


amortización en el orden sociaL-Es el primero , y del que aquí va á tratarse ,
el daño que se ha hecho á la sociedad disolviendo las comunidades religiosas y
apoderándose de sus bienes.-La• Órdenes religinsas en la antigücdad.-
Nace la vida monástica en Oriente.- Extraordinarias penitencias de aquellos san-
. tos monjes. -1 nfluencia que ejercieron sobre la sociedad de su t iempo. - San
Simeón Stilita: Numerosas conversiones que obró.- Los monjes de Occidente:
su legislador San Benito.- Grandes servicios que prestaron .-Evangelización y
conversión de los hombres del Norte. - Pacífica conqui>ta de las naciones esla-
vas. -Menciónanse los grandes Santos que entre ello• brillaron.- Los monjes
protegen á las razas vencidas.- Rec.limen los cautivos.-Operan indirectamente
la emancipación de los esclavos.-La agricultura se fomenta en derredor de los
monasterios.- EI convento es el asilo de todos los desgraciados.-Trabajos de
los religiosos para la mejora de las costumbrcs.-Obscrvacioncs de Balmcs sobre
la provechosa influencia del clero en la sociedad antigua, sobre su misión salva-
dora. en ella , y cómo contribuyeron á hacerla más fructuosa las rique.zas que
pose~a....... • •.. •.. , . . . . . . • . . . . • . • . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . Pag. 349

CAPÍTULO XXI .

LA DESAMORTIZACIÓN CONSIDERADA EN SU ASPECTO SOCIAL .

(Continuación.)

SuMARIO : De los grandes servicios que las Órdenes religiosas prestan á la socie-
dad en nuestros dias.-Niegan algunos la necesidad de estas Órdenes en la
presente época.-Cuán erróneo es su juicio. - Lo que valen el espíritu de sacri-
ficio y la abnegación de los religiosos. - Cuánta ignorancia arguye el acusarlos
de pereza. - Oatos estadísticos acerca de sus servicios, referentes á Francia y
Belgica.-Las Misiones y sus maravillosos frutos. -Elogios de los religosos,
hechos por protestantes é im pios. -Los que les han prodigado ilustres Pon-
t ífices y Santos. -Que los servicios de los religiosos no son titulo necesario á
su cxi$tencia.- Oefiéndese su perfecto derecho á existir, aun cuando no los pres-
ten.-lnjust i cia que se comete al desconocer este derecho... . . • . • . Pig. 367

CAPÍTULO XXII.

LA DESAMORTIZAC IÓN CO.NSIDERADA EN SU ASPECTú SOCIAL. )('

(Co nclusión. )

SUMARIO : La desamortización considerada como ¡;eneradora del socialismo. - Fe-


nómenos sociales que justifican este concepto.- La Mano Negra y la / nltrnacio-
1/a/.-Por qué no se conocieron en otro tiempo estos fenómenos, no obstante
el malestar de las clases pobres.- Benéfica y salvadora influencia de la Iglesia y

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Índice.
de sus institucio nes. - La civiliz:ación moderna, al destruir en lo posible éstas,
las ha sustituido con los Jerecbos del bombre. -Otros hechos n o menos deplora-
bles en el orden moraL- El d espojo de la Iglesia: su iniquidad y sus efectos.-
La aristocracia del dinero y su preponderante inOujo.-Rclajación de las doc-
trinas politico-sociales.- EI tercer c>tado ha justificado con sus procederes el
advenimiento del cuarto estado.-lnmenso y extraordinario desequilibrio de
fo rtunas en la época actu•l. - Horrible m ise ri~ de las clase• pobres.-Tristísi-
mos datos que comprueban estos asertos.- EI capital y el trabajo. -La abolición
de los gremios, y lo que se llama el trabajo libre.- Más datos sob re la miseria
de las clases pobres. -Qué remedios deben aplicarse á este conOicto.-Hcrmo-
sas y fatídicas palab ras de Balmes sobre las consecuencias que el despojo de la
Iglesia había de producir... . .. . ..... . . . . . . . ................ Pág. JSJ

CAPÍTULO XXIII.

LA DESAMORTIZACIÓN CON5 1DERAOA E~' SU ASPEC ro CI ENT ÍFICO


Y LITERARIO .

Su:•ARIO : ln>portancia de las Órdenes religiosas en el concepto científico y literario,


- Sus trabajos en el siglo v. - E<cuelas que fundaron. - Copia• de manuscritos
en los conventos.- T esti monios de Guizot y de Tanner en favor de los monjes
y de sus t areas.-Noticias sobre los monasterios y los monjes de Irlanda.-
Los monjes anglo-sajones: importancia y presligio q ue les dió su c iencia.-
Servicios que prestaron los monjes al estudio de la historia.- Obras notables de
algunos de e llos , que cita Balmes.-Elogio de sus trabajos histó rieos por Cavani-
lles.-lnst itutos y Universidades de origen religi~so.-Monj es notables de los si-
glos XII y xm.- Otros de los siglos xvt y xv11.- Los benedictinos. - Los bolan-
dos. - El monasterio de Subiaco.-Elogios de Chateaubriand á los m onjes.-
ldeas y pensamientos de Leibnitz respecto á las Órdenes religiosas y su utilidad
par a la ciencia. lnconveni~ntes que encuentra á los t rabajos cient íficos qae
emprenden los particulares . Indisputable aptitud de los religiosos para tales
trabajos.- Cuánto han hecho los Sumos Pontífices por las ciencias y las letras.
- Carta notable del Papa León X -Favor que dispensó la Iglesia á la imprenta
en cuanto fué conocida.-Aigunos santos, sacerdotes y monjes que br illaron en
las ciencias y las letras.......... .. ... . .. . . .. . . . .. .. .. . . .. . . Pag. 401

CAPÍTULO XX IV . ·

LA DESAMORTIZACIÓN CONSIDERADA EN SU ASPECTO ARTÍSTICO.

S u MARIO : Dificultad de encerrar la materia en reducido espacio. -Primer asjh cl o


del asu11/o : lo que deben á la Iglesia las grandes creaciones del arte.- Brillante
historia que tienen en e;te punto las Ordenes monásticas.- Trabajos de los
benedictinos y clunacienscs en la arquitectura.-lnt•ligeneia . "'megación y ••l o
con que se dedicaban á ella los monjes.- Principales iglesias q ue construyeron.
- Ejemplos notables de monjes hábiles y laboriosos. - Sus trabajos en miniatura,
pintura, cincelado , joyería y cristales de colores.-La música religiosa: monjes
que la cultivaron y pcrfeccionaron .- SegUitdo aspecto del asunto: el vanda.lismo
moderno dedicado á destruir las grandes obras del .arte.-Datos respecto á Fran·

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Índice. 509
cia.-Destrucción ó pro fanac:ión de la abadía Je Fontevrault; del palacio de los
Papas en flviñón; del castillo de los condes de Foix ; de la abadía de Eysse; de
la torre de Peyberland en Burdeos; del castillo de Pujols en Villeneuve d' Agen¡
de la catedral de San Esteban en Agen ¡ de una iglesia en Saint-Savin ; de la
abadí• de Saint-Bertin en Omer ¡ de la abadía de Moíssac; de la abadía de Ar·
thous , y de tres iglesias en Tolosa.-Rasgo notable de un bibliotecarío. -Con-
traste que ofrece con Francia el espíritu conservador de Inglaterra y de los Esta·
dos Unidos..... ... . . • . . . • . . . • • . • . . . • . • • . . • .. . .. . . . . . • . • . Pág. 4ZI

CAPÍTULO XXV.

LA DESAMORTIZACIÓN CONSIDERADA EN SU ASPECTO ARTÍS TICO.

(Conclusión.)

Sc MA~to : Se da noticia de algunas igle~ias y conventos de<truidos ó profanados en


diversos puntos.- Santa Maria , San José, Santo Domingo el Real, San Felipe
el Re•l , San Felipe Neri, la Santísima Trinidad y las Salesas Reales, en Madrid ,
- San Miguel Arcángel , Nuestra Señora del Carmen y otras , en Barcelona, -
Santo Domingo , San Francisco, l<>s Remedios, la Merced y San Miguel de los Re-
yes, en Valencia. - Santo Don>ingo, San Francisco, la Trinidad y Mont<ant , en
Játiva.-Los monasterios Cistercienses de Santa Maria de Carraeedo, San Marti.
de Cast~ñeda , Monte de Ramo, Santa Maria de la Huerta de Ariza, San Esteban
de Nogá1es, Santa Maria de Sobrado, Santa María de Osera , Valparaison
Santa María de Moreruela y Paluuclos.- Los monasterios Benedictinos de
Sah•gún , Nue•tra Seilora de Sopetrán, San Oaudio de León, San Pedro
de Montes y San Juan Bautista .- Las iglesias ele San Miguel , San Felipe
Neri y San Francisco de Paula , en Sevtlla.- San Francisco , S•n Aj\ustin , el
Carmen Calzado y otras, en Salamanca .-EI monasterio de Yuste. -El Carmen
CalzaJo, el colegio dt Mercenarios , el de Santo Domingo y el de Loret , en
Huesca.-El convento de Predicadores , en Zaragoza.-Los de San Pedro Mártir
y ~ anta Clara , en Calatayud.- Los de San Jerónimo y Sonto Domingo, en
Baza.- El de Agustinos, en Sanlúcar de Barrameda.-EI de la Rábida.-Sen-
tidas quejas de los amantes de la religión y de las glorias del arte por tales pro-
fanaciones. ... • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . • . . . . • . . . . . Póg. 437

CAPÍTULO XXVI.

RESULTADOS DE LA DESAMO RTIZAC IÓN. - IMPORT E DE LOS BIENES


VENDIDOS.-NUEVAS REF LEXIONES SOBRE LA CUESTIÓN SOCI AL.

SUMARIO ; Número de conventos y de religiosos que babia en España al comenzar


este siglo.-Su ponderado exceso respecto al total de la población. - Vicisitudes
que experimentó este número. - lmporte de los bienes del Estado, del clero re-
gular, del clero secular y de otras procedencias, vendid os hasta 1867.- Cuáles
han sido los resultados de est a almoneda.- Palabras de Garelly , el conde de
OfaJia, Ca neja, el obispo de Córdoba, el duque de Frias, Egaila, Mon, Mar-
tine• de la Rosa y Orense á este propósito.- Nuevas refle•iones sobre la con-
dición social de las clases inferiores en Europa.-Fabuloso crecimiento de las

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510 Índice.
fortu nas •n los ricos y dt la misrria tn los pobru. -Palabras dt Gladstone en
1843 y en 186J. -Lo que dijo la asociación rt publicana de Birminghom. -Oa•
nivtl de la riqueza en Inglaterra y Prusia. -Noticias sobre el tristísimo ostado
•n que hoy so tncutntran las clasts trabajadoras y las duras condiciontt del
trabajo m las máquinas.- Conclusíón.. . • . • . • . . . . . . • . • . . . . . . • . Pág. 455

ArÉN DICES••• ••••• • .• • •••• • ••••• • .• ••••• •• , • • • • • • • • • • • • • • • • • Pág. 47}

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OTRAS OBRAS DEL AUTOR

HISTO IUA DE LA LEGISLACIÓN ESPAÑOLA , dtsdt los tümpos más rmwlos


basta •utslros díM, ~gu nda edic:ión.-Reunir en un solo volumen cuanto c:on•
du•ca á dar un conocimiento general y exacto de la Historia legal de España ,
ordenarlo con buen método, presentarlo c:on claridad y apreciarlo con recto cri-
terio, ha sido el propósito y el deseo que han animado al autor de esta obra.
Para lograrlo en lo posible , no sólo ha procurado estudiar en sus orígenes y en
su desenvolvimiento histórico la legislación general de España , sino tamb~n las
especiales de Aragón, Cataluña , Valencia, Navarra y las Provincias Vascong• ·
das, uniendo á las noticias legales las relativas al estado polít ico, religioso y social
en cada uno de los periodos de la historia.- EI último ca pitulo est á dedicado á
la historia de la legislación c>pañola en la> provincias de Ultramar.-Siguc un
Apéndice , que, entre otras cosas , contiene un catálogo de Cortes y otro de
Fueros. -Forma la obra un tomo en 4 .• de 558 pág inas , elegantemente im·
preso po~ el Sr. Pére• Dubrull , y se vende á 28 rs . en Madrid y ;o en pro-
vincias. Encuadernado, .34 rs. •
HISTORIA DE LA LEGISLACIÓN ROMANA , dt sdt los litmpcs más rtmolos hasta
nutslros días, quinta edición .- Bosquejar el cuadro que la legislación romana
ofrece en su origen y formación , en sus progresos y vicisitudes, y en sus rela-
ciones con el desenvolvimiento y curso de los sucesos más important es , es el
pensamiento y objeto de este libro , en el que, en lauda la hi>toria política con
la hi>toria legal , se da al asunto mayor amenidad é interés, y puede ofrecer
grata lectura aun á las personas aj enas á la ciencia del derecho , sin que por eso
deje la obra de adaptarse á la enscñanu pública .-AI darse á lu• la primera
edición , fué adoptada para texto en la. Universidades de St viUa, Valtneia ,
Gra•ada , Zarago{a , Santiago y Ovitdo, Últimamente lo fué en V JUadoliá.-
Forma un tomo de 2.90 páginas en •~merada y elegante impresión , y se vende
IÍ 16 rs, en toda España.

Á los que tomen las dos obras reunidas se les darán por 40 rs. , lo m ismo en
Madrid que en provincias.

LA DOCTRINA CATÓLICA Y LA ESCUELA LIBERAL. - Fijar la verdadera y


exacta noción de la libertad, combatiendo el error de los q ue induycn en ella el
derecho al mal ; describir la falsa libertad, 6 sea el liberalismo, y su funesta in-
fluencia en todas las esferas sociales¡ poner de manifiesto que la Iglesia tiene la
santa y provechosa misión de condenar el error , y cómo lo ha hecho respecto
á la falsa libertad ¡ y contestar á los argumentos que se aducen en favo; de
sistema liberal , es el objeto del presente opúsculo.-Un folleto en 4· •, hermo-
a
samente impreso.-Sc ve nde 4 rs. en toda España.

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LA UNIDAD CATÓLICA .- T rat.& el autor esta cuestión, así en su aspecto doc-
trinal y filo.Otic:o, como en el histórico , poniendo á la vista , de una parte el
doloroso espectáculo que ofrecen las naciones modernas donde impera la libertad
de cult os. y de otra los grandes y gloriosos re~:uerdos que en España ha dejado
~u adhesión constante á la fe católica. Combate los argumentos que se oponen
a la Unidad católica, y expone las causas de donde nacen los ataques de que es
objeto.- Un folleto .:n 4 .', elegantemente impreso. - Se vende á 4 rs. en las
librer ías católicas.
LAS ORDENES RELIGIOSAS.- Recordar los grandes hechos que ilustran la bri-
llante h istoria de estas Órdenes insignes ; reseñar sus glorias y altos mereci-
mientos en España; dar á conocer Jos relevantes scrvic.io.s que: prest an á lA socie-
dad en nuestros días ¡ exponer los títulos y derechos que tienen á s~ favor, como
también las pod.:rosas consideraciones que las apoyan ; referir los ataques de que
son objeto, y refutar los argum.:ntos que contra ellas se alegan : tal es el objeto
de este opúsculo - Un folleto en ~ · ' , de cerca de too páginas ; 4 rs. en toda
España.
EL PROGRESO POR MEDIO DEL CRISTIANISMO. - Conferenciasdcl P. Fc:líx
en 187 1, t raducidas por D. José Maria Antequera.-Bellas y elocuentes como
las anteriores , versaron estas Conferencias sobre La maternidad de la 1¡/rsia.
El afoun ado orador cncarcci6 el carácter eminente y sub1imc de esta materni-
dad; habló de las funciones que le oon propi•s, de la autoridad que le es aneja,
de la libertad que necesita para su ejercicio , y combatió después el espíritu
independiente y rebelde de las naciones modernas, en que se aspira á desterrar
la Religión del Estado, y hasta de la sociedad y de la fam ilia, y á establecer la
preponderancia de lo secular sobre lo espiritual. Las dos últimas Conrerencias,
en que el P. Félix se fijó en e>te punto, t ienen grande interés de actualidad.-
Un tomo en 16. 0 de 370 páginos, que se veo:de á 6 rs. en t oda España.- Se dan
seis ejemplare• por JO rs , y doce por 54 rs .
EL DIARIO DE MARGARITA, ó los dos años de preparación para la primera ComM-
nión.-Obra escriu en francés por Mlle. V. Monniot. - La inteligente y discreta
autora de esta obra , al par que ha conseguido dar á >U libro amenidad y atrac-
tivo, relatando c:n él la historia de una fam ilia que pasa en los dos años á q ue
se refiere por vicisitudes interesantes, lo ha revestido de un espíritu verdadera-
mente cristiano y católico , ya en las doct rinas que en él se emiten , ya en los
personajes que en <'1 figuran , ya , sobre todo, en la idea de la preparación para
la pnmera Comunión que domina en todo él, y que forma su pensamiento capi-
tal.- Consta de dos tomos en s.• mayor , y se' vende a 2 0 rs. en Madrid y 24
en provincias.
No menos bella é interesante que esta obra es su segunda parte, Margarita
á Jos tJtinte a1ios, que se vende á 16 y 20 rs. respectivamente.

En todas estas obras se hacen rebajas proporcionales a la importancia d e los


pedidos, los cuales h an de dirigirse al autor, c..lle de H ~r nán Cortés, 1 1, segund o.
/. .· :· '·;;.\
!. .
..•
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J

OTRAS OBRAS DE L AUTOR

H ISTORI.\ DE L t\ LEGISLACIÓN ESPA:iiOLA DESDE LOS TIE~1POS MAS


REMOTOS !lASTA NUESTROS Di.\S, nu eva mente escrita por
el autor, segund a ed ición.-Un tomo en 4·" de ;;8
p:iginas esmeradamente impreso : 28 rs . en MaJrid y
JO en provincias.
H ISTORIA DE LA LEGISLACIÓN ROM,\S.\ DESDE LOS TIEMPOS MÁS
REMOTOS HASTA NUESTROS DÍAS, q uinta ediciÓn .-Un
lvmo en 4· o de 290 páginas : 1 6 rs. en toda Espaiia.
( Tomancto las dos obras, cuestan sólo 40 rs. , lo
m ismo en Madrid que e n provincias.)
L A DOCTRISA C.\TÓI.ICA Y LA ESCGELA Ll!lERAL. - Un folleto en
4 ·" en elega nte impresión ( 187 ~): 4 rs . en toda España .
LA u:o;m.\o CATÓLICA . -Un folle t.> de 6o pág inas en 4· o
( 1876): agotada la edición.

L AS ÓRDENES RELIGIOS.\S.- U n folleto en 4·" de 92 pági nas


(t 8 1)/ 4 rs . enloda Españ:1 .

(En los pl'Jidos al por mayor de tod:ts estas obras


se hacen r bajas proporcionadas á la impo rtancia
de los mismos.)
L A SANTIFIC.\CIÓN IJE L\S FIESTt\S, qu inta edición. - Un
opúsc ulo de .36 pág inas en 16." : to céntimos de peseta
el ejemplar , 2 0 rs. el ciento.

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e

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