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EL SANTO SACRIFICIO[editar]

El Sacerdote se retira al Altar de la derecha y lee los siguientes trozos de las Sagradas Escrituras:
Y Jesús, el divino Gran Sacerdote Gnóstico entonó un dulce cántico en loor del GRAN NOMBRE y dijo a sus
discípulos: Venid hacia mí. Y ellos así lo hicieron. Entonces se dirigió a los cuatro puntos cardinales, extendió su
quieta mirada y pronuncio el nombre profundamente sagrado LEW, bendijo y les sopló en los ojos.
Mirad hacia arriba, exclamó: Ya sois clarividentes. Ellos entonces, levantaron la mirada hacia donde Jesús les
señaló y vieron una gran Cruz que ningún ser humano podría describir.
Y el Gran Sacerdote dijo: Apartad la vista de esa gran luz y mirad hacia el otro lado. Y entonces vieron un
gran fuego, agua, vino y sangre.
Aquí la bendición del pan y el vino.
Y el Gran Sacerdote continuó: En verdad os digo que no he traído nada al mundo sino el fuego y el agua y el
vino y la sangre de redención. He traído el fuego y el agua del lugar de la luz del depósito de la luz, de allí donde, la
luz se encuentra. Y he traído el vino y la sangre de la morada de Barbelos. Después de pasado algún tiempo el
Padre me ha enviado el Espíritu Santo en forma de paloma blanca, pero oíd: El fuego, el agua y el vino, son para la
purificación y perdón de los pecados. La sangre me fue dada sólo como SÍMBOLO DEL CUERPO HUMANO, el
que recibió en la morada de Barbelos de la gran fuerza del Dios Universal. El Espíritu Santo, como en mi,
desciende a todos, y a todos ha de llevarlos al Supremo lugar de luz. Por eso os he dicho que he venido a traer
fuego a la tierra, que es lo mismo que descender para redimir los pecados del mundo mediante el fuego. Y por eso
Jesús repitió: Si supierais y conocieseis la gran dádiva de Dios. Si percibieseis quien es el que os habla y os dice:
Dadme de beber, me rogarías que os diera de la fuente Eterna que es manantial de dulce ambrosía, y os
convertiríais en esa misma fuente de vida y tomó el cáliz, lo bendijo y se lo ofreció a todos, diciendo:
El Sacerdote se dirige al Altar mayor, eleva el cáliz en la mano izquierda, y lo exhibe diciendo:
Esta es la sangre de la alianza que se vertió por todos nosotros para redimirnos del pecado, y por eso se
introdujo la lanza en mi costado para que de su herida brotara sangre y agua.
Torna al lado derecho y lo pone en la mano derecha.
Y el gran Sacerdote Jesús dijo a los suyos:
Traedme fuego y ramas de vid, y así lo hicieron. Colocó entonces el sacrificio sobre el Altar y una fuente de
vino a su lado. Una a la derecha y otra a la izquierda... Una fuente de agua ante el vino.
Pone el cáliz sobre la mesa y levantando la mano derecha, dice:
Y puso pan según los que le escuchaban y el gran Sacerdote Jesús se mantuvo vestido con vestiduras
blancas, al que imitaron los Apóstoles.
Toma el cáliz y va al Altar mayor y dice vuelto al público:
Y en vuestras manos os digo que está el número del nombre del Padre que es la fuente de luz.
Todos de rodillas. El Sacerdote alza sus manos en actitud suplicante y exclama:
Escuchad Gran Seidad, Padre de todo lo creado, Luz divina,
I.A.O. I.A.O. I.A.O.
(Todos responden): Amén.
(Sacerdote): Crestos sea con vosotros.
(Acolito): Él ilumine tu Espíritu.
Regresa al Altar.
(Sacerdote): Ven, Santo querer, Divina esencia volitiva y transforma mi voluntad, haciéndola una con la tuya.
Ven, supremo poder y desciende sobre aquellos que conocen el misterio. Ven, valor excelso y dame la templanza y
fuerza que se necesita para penetrarlo. Ven, Santo silencio que hablas del poder y de la magnitud que él encierra y
revélame lo oculto... Ven, y descúbreme el Misterio... Desciende, Santa Paloma de albo plumaje sobre nosotros, tú
eres la Madre de los Gemelos. Acude, Madre mística que solo te manifiestas en nuestras obras. Acércate, Santa
alegría de los cielos y posa sobre nuestras cabezas, tú llevas la hebra de oro que a todos nos enlaza. Aliéntanos a
los que participamos en este sacrificio de la Eucaristía, celebrando en esta santa remembranza tuya, para
purificamos y fortalecemos. Ayúdanos a recibir la luz, tú que ahora nos has llamado hacia los fieles.
Crestos sea con vosotros.
(Acólito): Él ilumine tu Espíritu.
Todos de pie.
(El Sacerdote): Creo en la Unidad de Dios, en el Padre como entidad impersonal, inefable e irrevelado, que
nadie ha visto, pero cuya fuerza, potencia creatiz, ha sido y es plasmada en el ritmo perenne de la creación.
Yo creo en María, Maya, Isis o bajo el nombre que sea, en la fuerza física simbolizando a la Naturaleza cuya
concepción y alumbramiento revela la fertilidad de la Naturaleza. (Acólito): Yo creo en el misterio del Bafometo y del
Demiurgo. (Espíritu entre Dios y la criatura).
(Sacerdote): Yo creo en una Iglesia trascendida, superior, mantenida en las almas puras, en la Jerarquía
Blanca, representada por la Fraternidad Blanca que tiene su exponente en la Santa Iglesia Gnóstica, dirigida por
Patriarcas, Apóstoles, Obispos y Sacerdotes.
(Acolito): Nuestra ley es amor, vida, libertad y triunfo.
(El Sacerdote): Nuestro lema divisa es THELEMA.
Yo creo en la comunidad de las almas purificadas, así como el pan se transforma en sustancia espiritual. Creo
en el Bautismo de la Sabiduría la cual realiza el misterio de hacernos humanos.
Yo conozco y reconozco la esencialidad de mi vida concebida como una totalidad sin fin cronológico que
abarca la órbita fuera del tiempo y fuera del espacio.
(Todos): Así sea.
El Sacerdote va al público o al Altar lateral y predica los Misterios Gnósticos. Después del sermón vuelve al
Altar y pronuncia la oración a la cruz
Llenos de júbilo y desbordante de fe, venimos a ti, oh Cruz, oh rosa santa, santa y divina. Tú que das el
bálsamo para toda llaga y alientas el Fuego que enciende la vida. Tu, que das la vida me ofreces tu cruz que yo
reconozco como la mía propia. Yo se de tus misterios, del Sagrado Misterio que te envuelve, pues fuiste donada al
mundo para hacer infinitas las cosas limitadas.
Tu cabeza se yergue majestuosa hasta tocar el cielo para que seas el símbolo del LOGOS divino. Para que
presida en tu estructura la intersección del madero atravesado que forma tus dos brazos, como dos manos
ingentes, que se extienden para ahuyentar las fuerzas siniestras y los poderes inferiores. Para unir en una Iglesia
de Santa Fraternidad a todos los seres humanos de puro y noble corazón.
Tu pie, como una lanza, esta clavado en la tierra para que puedas redimir, para que ayudes en tu impulso
volitivo a todas las entidades que moran bajo el suelo, en las regiones inferiores del mundo, y que a través de
múltiples encarnaciones puedan llegar a la divinidad para estar reunidas eternamente a ti.
Oh tú, Cruz de los maravillosos destinos, puesta por el Altísimo en la multiplicidad del Universo para que seas
la redención del género humano.
Oh tú, belleza inmaculada, que eres trofeo de la victoria del Crestos. Que eres imán de vida. Que ofreces la
vida con tu árbol santo. Que extiendes tus raíces como dedos gigantescos por la hondura del suelo para donar tu
fruto en los cielos infinitos.
Oh tú, Cruz venerada que eres la Santa Dádiva del dulce nombre como vid que florece en el jardín del Señor.
Oh tú Luz, Rosa divina en la Cruz, que das tu fuerza y tu sagrado poder a los que han merecido en la dura
batalla y les conduces por la mística escala que está tendida desde la tierra al cielo, de la materia al Espíritu.
Oh Cruz santa y bendita. En ti está latente la redención y bajo tu potestad y luz excelsa nos cobijamos todos
para hacerte la oferta de este santo sacrificio de la unción eucarística.
Después de esta oración debe haber un instante de meditación...
Mientras el Sacerdote, Diáconos y fieles están de rodillas. Pasado este instante, los que hayan de participar
en la Eucaristía, deberán ser todos los que se congregan alrededor del Altar. Y el Sacerdote ya de pie ofrece
primero la hostia o pan diciendo:
ESTE ES MI CUERPO, RECÍBELO PARA TU REDENCIÓN.
Esta frase se repite por el Sacerdote, cada vez que haya de entregar el pan o la hostia a cada uno de los
asistentes.
Terminado este acto, toma el cáliz en el que esta depositado jugo de uva o vino sin alcohol y lo ofrece a cada
uno de los participantes diciendo:
ESTA ES MI SANGRE, RECÍBELA QUE HA SIDO DERRAMADA PARA REDIMIR AL MUNDO.
(Se repite cada vez al dar de beber)
Después de haber pasado primero a todos el pan, de inmediato el vino, vuelve el sacerdote con cada uno y
poniéndole la mano sobre la cabeza dice:
QUE LA PAZ SEA CONTIGO PARA QUE PARTICIPES DE LA LUZ.
Entonces, después de concluir con todos y estando aún todos de rodillas, el Sacerdote levanta las manos en
actitud e bendecir y dice:
Recibid el signo de la santa cruz sobre vuestros cuellos y sobre vuestros labios para que seáis herederos de
la luz.
Todos levantan la mano derecha y el sacerdote entona el mantram:
I.A.O. I.A.O. I.A.O.
Entonces el Sacerdote cruza sus manos sobre el pecho y todos los congregados cantan el Tedeum laudamus.
SANTO, SANTO, SANTO, SEÑOR DE SABAOT. SANTO, SANTO, SANTO, SEÑOR DE SABAOT. SANTO,
SANTO, SANTO, SEÑOR DE SABAOT.
Finalmente, da el sacerdote la bendición Aarónica.
Esta es la forma sencilla, tomada de las obras fundamentales de la religión primitiva, y es de por sí una
poderosa acción de Magia Ceremonial que trae salud y bienestar sobre los asistentes. Puede el Sacerdote hacer
formar, al final, la Cadena.

Apuntes Secretos de un Gurú de Samael Aun Weor

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