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T
EDICIONES PAULINAS
Traducción del Pbro.
FERNANDO HERRERA
E D I C I O N E S P A U L I N A S
Av. Edo. O'Higgins, 1626 —Casilla 3746 — Santiago-Chile
* * *
— 7 —
Un hombce, una idea, una familia
— 17 —
2.—
La estructura orgánica del Apostolado de las Ediciones
La Sociedad de San Pablo es una Congregación
compuesta de sacerdotes y de laicos.
Los SACERDOTES dan cumplimiento al mandato di-
vino de divulgar la palabra de Dios, mediante la redac-
ción editorial, cinematográfica, radiofónica y bajo to-
das las formas que el progreso humano vaya ofreciendo
sucesivamente a la transmisión del pensamiento.
Por lo tanto, la tarea específica del sacerdote pau-
lino no se limita a la actividad editorial, en la acepción
corriente de esta expresión —editores católicos habilí-
simos los hay y los ha habido siempre—. El debe em-
puñar la pluma, acercarse al micrófono de un auditó-
rium, usar el lenguaje de las máquinas cinematográfi-
cas o televisivas, a fin de que la palabra de Dios, que
"no está atada" (2 Tim. 2, 9) a ninguna cadena y a
ninguna forma tradicional de expresión, "se difunda y
sea glorificada" (2 Tes. 3, 1).
Los LAICOS, en la Sociedad de San Pablo, toman el
nombre de "Discípulos del Divino Maestro", en confor-
midad a la concepción apostólica de Don Alberione,
quien extrae directamente del Evangelio sus organismos
y su terminología.
"En efecto, el Señor ha esparcido por doquiera, en
el mundo, muchas almas generosas que El llama a la
perfección, junto al sacerdocio. ¿Quién les hará la ca-
ridad de abrirles la puerta y de dirigirlas hacia una
especial santidad? ¿Será posible hacer de estos jóvenes,
hijos predilectos de Dios, otros tantos jardines de lirios,
rosas y violetas? Por otra parte, ¿no será posible aso-
ciarlos a algún apostolado? Así como, en otro tiempo,
surgieron Institutos, en los cuales el sacerdote religioso
encontraba el camino abierto para las obras de celo y
la cura de almas, de la misma manera es preciso dar
hoy al Hermano laico, una participación en el celo sa-
cerdotal, conferirle un cuasi-sacerdocio.
"El sacerdote que escribe proporciona trabajo al
Hermano impresor y difusor: "vosotros sois gente san-
— 18 —
ta, sacerdocio real". Intimamente coligados en la vida
religiosa, el Sacerdote y el Hermano, están mutuamen-
te unidos en un mismo apostolado, para ganarse la
corona celestial.
"He aquí a los Discípulos del Divino Maestro. La
predicación del sacerdote con los medios modernos, se
libra, con ellos, de las dificultades que comporta la co-
laboración de obreros corrientes y se multiplica enor-
memente. La obra del Discípulo se eleva, se hace grata,
se multiplica; Dios es glorificado, el Evangelio es anun-
ciado, las almas son iluminadas".
El apostolado que encuentra su impulso interior y
su estabilidad en la vida religiosa, en la cual están man-
comunados Sacerdotes y Discípulos, determina así la
fisonomía de estos últimos.
No se distinguen ya de los sacerdotes, como se dis-
tinguían, en las órdenes monásticas, los conversos de
los coristas; en el campo del Apostolado, su nombre re-
produce exactamente las relaciones que existían entre
los "Discípulos" y los "Apóstoles" de Cristo. A los Sa-
cerdotes, distintos de los laicos, por institución divina,
compete la tarea de la redacción; a los Discípulos les
toca un trabajo de cooperación, principalmente técni-
co-organizador.
La vocación religiosa es la misma para Sacerdotes
y Discípulos, pero es diferente su vocación apostólica,
la cual hoy menos que nunca, no debe ser discrimina-
da con criterios de mayor o menor capacidad intelec-
tual. En efecto, en cada caso, todas las especificaciones
del Apostolado de las Ediciones están también abiertas
para los Discípulos, subsistiendo, empero, un principio
constitutivo que dispone una clara distinción de tra-
bajo, para orientar, desde los primeros años de forma-
ción, la futura actividad de ambas ramas de la Congre-
gación. Aun un profesional, un joven egresado de la es-
cuela técnica o comercial, que desee darse íntegramen-
te a Dios, con toda su capacidad, y que no sienta el
llamado al Sacerdocio, puede encontrar su vocación
entre los Discípulos del Divino Maestro.
— 19 —
Su número crece de día en día. Y si, en el estado
actual, su reclutamiento presenta cierta dificultad y su
formación tiene todavía algunos vacíos, considerada su
reciente diferenciación, todo esto se irá perfeccionando
poco a poco, en conformidad a una vocación decidida-
mente moderna, en el sentido que une a la práctica de
los consejos evangélicos el desenvolvimiento integral de
la personalidad.
La Sociedad de las Hijas de San Pablo se presenta
como la realización, en términos de organización apli-
cados al Apostolado de las Ediciones, del ideal trazado
por Don Alberione en las páginas de su obra: "La mu-
jer asociada al celo sacerdotal".
Las Hijas de San Pablo tienen de común, con los
hijos de Don Alberione, la vocación religiosa y la vo-
cación específica; sin embargo, es evidente que su ins-
titución no puede ser considerada como una versión fe-
menina de la Sociedad de San Pablo. Ellas también es-
criben e imprimen; colaboran en la organización cine-
matográfica; en su porvenir se contempla también el
apostolado radiofónico y televisivo; pero están parti-
cularmente especializadas en la difusión de las edicio-
nes y de las películas cinematográficas, ya sea en las
librerías como en la propaganda a domicilio.
Sobre la base de esta actividad, se dedican a for-
mas magníficas de apostolado: jornadas del Evangelio,
Congresos Catequísticos, propaganda contra el Protes-
tantismo. En tales circunstancias las Hijas de San Pa-
blo no yacilan en subir a una tribuna o al tablado de
un teatro; pero no pueden ellas solas actuar eficazmen-
te, es necesario que el Sacerdote paulino esté junto a
ellas, con la ayuda de su palabra y de su ministerio.
Entre las dos familias paulinas, jurídicamente au-
tónomas, subsiste un vínculo de unión entre los que
tienen la responsabilidad, a fin de que el Apostolado de
las Ediciones se desarrolle en un plano orgánico y
ambas Congregaciones puedan comprender armónica-
mente las respectivas tareas que les han sido asignadas.
— 20 —
Las Discípulos del Divino Maestro son, según una
imagen muy cara a Don Alberione, las "lámparas
vivientes" que arden ante Jesús Sacramentado. Ellas
constituyen, usando otra imagen suya, la raíz escondi-
da que hace fluir la savia vital, para la floración de las
obras de las dos Congregaciones que se dedican al Apos-
tolado de las Ediciones.
"En la iniciación de ambos Institutos, declara Don
Alberione, hubo muchas personas que se ofrecieron co-
mo víctimas, por el éxito de los mismos, y el Señor
aceptó la oferta de algunas.
"Los clérigos del Seminario de Alba, de 1910 en ade-
lante, ofrecieron diariamente sus oraciones y sacrifi-
cios por las intenciones privadas de su Director Espi-
ritual; después, estallada la guerra de 1915-1918, reno-
varon desde el frente su ofrecimiento, acompañado por
la oblación de su propia vida, expuesta siempre a tan-
tos peligros, cada vez que el Señor tuviera a bien acep-
tarla. Más de uno fué tronchado por la guerra, otros
murieron por enfermedades contraídas mientras estu-
vieron bajo las armas. En esta forma se había formado,
en torno de nuestras iniciativas, un círculo de almas
virtuosas y piadosas, que oraban y adoraban. Su i efe
era el Canónigo Chiesa".
Cuando el Apostolado de las Ediciones fué puesto
en marcha, Don Alberione, que siempre conserva vivo
el recuerdo de aquella adoración en la primera noche
del siglo, pensó en dar una forma estable a esta colabo-
ración, que es esencial para toda actividad apostólica.
Así nacieron las "Discípulas del Divino Maestro".
Su íntima relación con las dos primeras Congrega-
ciones encuentra, pues, su más completa expresión en
la Adoración Perpetua ante Jesús Sacramentado, en re-
paración de los pecados y en propiciación para el Apos-
tolado de las Ediciones.
Dentro del espíritu de esta misión, e injertándose
en el amplio ámbito del Apostolado de las Ediciones,
ellas desarrollan también el Apostolado Litúrgico, con
— 21 —
publicaciones propias y con varios Centros para la di-
fusión de los ornamentos sagrados, de los útiles para el
culto, de los objetos de piedad, que salen de sus mismas
manos y que intentan, gradualmente, reemplazar en
gusto y sensibilidad litúrgica la "pacotilla sagrada".
Por otra parte, ellas prestan su obra de asistencia
para la cocina, la enfermería y la lavandería, a la So-
ciedad de San Pablo, en los Seminarios y en las casas
de reposo para el Clero.
Las Hermanas Pastorcitas han entrado al campo
hace pocos años, pero ya dan muestras de una activi-
dad sorprendente.
Como ya se ha visto, Don Alberione sintió, desde
el comienzo de su vida sacerdotal, la necesidad de des-
arrollar una actividad pastoral, con nuevos métodos
más adecuados a estos tiempos. Desde 1908 él acaricia-
ba la idea de una institución religiosa femenina que se
dedicase enteramente a la vida, cada vez más compleja,
de la Parroquia. Mientras surgían en la Iglesia, en una
que otra parte, las Auxiliadoras Parroquiales y Misio-
neras, escogidas entre las filas de la Acción Católica,
Don Alberione estimó que, lo mismo que respecto al
Apostolado de las Ediciones, la colaboración parroquial
de la mujer estaría mejor garantizada por la vida re-
ligiosa.
Así pues, las "Pastorcitas" se dedican, en coopera-
ción estrecha con los pastores de almas, a todas las
obras parroquiales.
Tienen ellas un estrecho parentesco con las demás
Congregaciones Paulinas, puesto que han nacido del
corazón del Padre común. Acercándose a cada alma, las
"Pastorcitas" aplican los principios y los recursos del
Apostolado de las Ediciones. Pero no es esto sólo, ellas
también proveen con mayor eficacia al reclutamiento
de sus propias vocaciones y al de las otras Congrega-
ciones Paulinas.
Para la actividad dinámica de las instituciones her-
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manas, y en perfecta unidad de intención con éstas,
ellas vienen, pues, a ser las preciosas "bases avanzadas".
La Unión de Cooperadores del Apostolado de las
Ediciones" traduce en acto la idea primitiva de Don Al-
berione, cuando empezó a meditar en el Apostolado de
las Ediciones.
Fundada en los primeros años de la Sociedad de
San Pablo y de la Sociedad de Hijas de San Pablo, ba-
sada en la experiencia tenida por él mismo en la direc-
ción espiritual de los Terciarios Dominicos, tiene siem-
pre el carácter de una colaboración de naturaleza prin-
cipalmente espiritual y económica, de parte de los nu-
merosos laicos (más de un millón en todo el mundo)
que simpatizan y viven en unidad de espíritu con las
dos Congregaciones Paulinas; pero, en realidad, estos
"Bienhechores del Instituto" tienen una fisonomía más
amplia. Su cooperación deberá asumir, de acuerdo con
el pensamiento de Don Alberione, un carácter decidida-
mente intelectual.
En efecto, por una parte, el Apostolado de las Edi-
ciones tendrá siempre necesidad de un equipo de es-
pecialistas en los diferentes ramos de la cultura, de la
técnica y del arte, puesto que los miembros de los dos
Institutos jamás podrán ser autosuficientes en el cam-
po tan vasto y difícil en el que están llamados a operar,
ni podrán dedicarse a profesiones típicamente laicas, ni
penetrar directamente en todos los ambientes.
Por otra parte, el Apostolado de las Ediciones po-
drá, de este modo, estimular esas fuerzas católicas y,
sobre todo, santificar amplios estratos de la cultura, en
beneficio de la sociedad misma en la cual pretende pe-
netrar.
— 23 —
Postulados doctrinales
1) Ei universalismo
"La Familia Paulina, declara Don Alberione, está
ampliamente abierta para todo el mundo. Las Edicio-
nes deben estar dirigidas a todas las categorías de per-
sonas; todos los problemas y todos los hechos han de
ser juzgados a la luz del Evangelio... En el único apos-
tolado de "dar a conocer a Jesús" debe iluminarse y
apoyarse todo apostolado y toda obra de bien; debe ser
llevado Cristo al corazón de todos los pueblos; se debe
hacer sentir la presencia de la Iglesia en cada proble-
ma, con espíritu de adaptación y comprensión para to-
das las necesidades públicas y privadas".
En otro lugar escribe:
"Con respecto al mundo, vosotros sois "la sal" y
"la luz", vosotros sois "la ciudad construida sobre el
monte" —son palabras del Divino Maestro— y debéis
dar, ante todo, la doctrina que salva; debéis, en segui-
da, penetrar todo el pensamiento y el saber humana
con el espíritu del Evangelio. No habléis solamente de
religión, pero hablad de todo cristianamente, a la ma-
ñera como en una Universidad Católica (que, si es com-
pleta, tiene la facultad de Teología, de Letras, de Me-
dicina, de Economía Política, de Ciencias Naturales,
etc.), todo es dado cristianamente y todo es ordenada
hacia el catolicismo.
"Lo mismo dígase de la sociología, de la pedagogía,,
de la geología, de la estadística, del arte, de la higiene,
de la geografía, de la historia y de todos los ramos del
saber humano, que deben ser acogidos y transmitidos,
según la razón subordinada a la fe".
La idea del "todo", que bullía ya, en la mente ju-
venil de Don Alberione, durante la larga vigilia del si-
glo naciente, y que ahora se complace en el inventario
minucioso de las disciplinas humanas y divinas, se ins-
pira directamente en San Pablo. En efecto, el Apóstol
— 24 —
de los gentiles, después de haber sintetizado la tarea
del cristiano, de "vivir en Cristo", agrega: "Por lo de-
más, hermanos, todo lo que es conforme a la verdad,,
todo lo que respira pureza, todo lo justo, todo lo que
es santo, todo lo que es amable, todo lo que sirve al
buen nombre, toda virtud, toda disciplina loable, esto
sea vuestro estudio" (Flp. 4, 8).
"Mi admiración y devoción por San Pablo, el san-
to de la universalidad —anota Don Alberione— comen-
zaron especialmente del estudio y de la meditación de
su Epístola a los Romanos. Desde entonces fueron ob-
jeto de mis continuas meditaciones: su personalidad„
su santidad, su corazón, su intimidad con Jesús, su doc-
trina teológica, la huella por él dejada en la organiza-
ción de la Iglesia, el celo por la salvación de todos los
pueblos. Me pareció verdaderamente "El Apóstol"; por
lo tanto, todo apostolado y todo apóstol podían inspn
rarse en él, y a él fué, por esto, consagrada la Familia
Paulina".
Este espíritu universal de San Pablo, con el cual
pudo evangelizar el mundo greco-romano, debe tam-
bién animar a un apostolado que pretenda conquistar
para Cristo el siglo XX, muy afín por muchos aspec-
tos, al siglo primero de la era cristiana. Debe por tanto
abrazar en extensión, como objeto de penetración apos-
tólica, toda la ciencia humana y sobrehumana, toda la
vida natural y sobrenatural; pero presupone una acti-
tud de universalidad, para aproximarse y adaptarse a
cada hombre y a la sociedad, tal como se presentan en
su aspecto más concreto.
2) La adaptación
Como Cristo en el pueblo hebreo, así Pablo en su
campo apostólico, se encontró en un contraste irreduc-
tible con el mundo, es decir, con el mal, que, de tal
manera invadía el mundo, llegaba a identificarse con
él. Pero Jesús supo apreciar las energías sanas de
— 25 —
su pueblo, aceptó su >-añera de vida, le dirigió una pa-
labra comprensible, en el lenguaje axiomático y poético
de los orientales. Lo mismo dígase de San Pablo. En el
Áreópago, para citar un solo episodio, su discurso adop-
ta un estilo grandilocuente, como si fuese un retórico,
demostró apreciar el sentimiento religioso del pueblo
griego y rindió homenaje a sus poetas. No hubo límites
de casta social o de cultura que no fueran sobrepasa-
dos en la predicación de Cristo y del Apóstol de los
gentiles.
Un predicador del siglo XX deberá también enfo-
car al mundo tal como éste es. Deberá tener en cuenta
el sentimiento vivo de la personalidad, el cual en su ex-
presión más genuina, en medio de los recodos de una
filosofía bastante menos emancipada y revolucionaria
de lo que parece, no es otra cosa que "la libertad de
los hijos de Dios", de que habla el mensaje evangélico.
Deberá también adaptarse al celoso individualismo que
se proyecta en la sociedad, engendrando un anhelo de
libertad, un modo de ser y un método democrático.
Por otra parte, cuando tenga que proclamar el
mensaje social de la Iglesia, tendrá también la habili-
dad de descubrir, aun en el comunismo ateo, la leva-
dura cristiana que lo fermenta y que, en tiempo de San
Pablo, en un clima espiritual elevadísimo, se exprimía
en la certeza de la Comunión de los Santos y de la uni-
dad en Cristo, en la solidaridad económica entre las
Iglesias y, más tarde, en el comunismo monástico.
También el culto paganizante de los valores huma-
nos y corporales, alimentado por la ciencia moderna y
por el sentido de la personalidad, tiene una exacta
enunciación cristiana en las palabras de Pablo: "Todo
es vuestro, vosotros sois de Cristo, Cristo es de Dios",
según la amplitud expresada en el ya citado pasaje de
la Epístola a los Filipenses.
El apóstol moderno, cuando tenga que cumplir su
mandato en tierra de misiones, no se preocupará por
presentar un catolicismo revestido por la cultura gre-
co-romana, como hasta ahora se le presenta casi eK-
— 26 —
elusivamente; si desea influir entre la clase de los doc-
tos y luego entre las masas, deberá transmitir el Evan-
gelio en su estado puro, sobre el soporte espiritual de
la cultura vernácula.
No deberá ser diverso su modo de expresarse. Si en
un mundo apresurado, cuyo lenguaje debe ser substan-
cial, concreto y sencillo, traducción de una experiencia
vital antes que de una idea abstracta, el predicador mo-
derno adoptase una elocuencia catedrática o vestida de
pompas, enfrentaría a un auditorio ausente, como no
fuera para echarle en el rostro, y esta vez con razón, el
desprecio del Areópago: "Te escucharemos en otra
ocasión".
¿Y qué decir, si pretende permanecer pegado al
púlpito, sin aceptar otras tribunas, otros vehículos de
su pensamiento, en el mundo de la prensa, de la radio
y del cinematógrafo?
Es hoy un lugar común que, si San Pablo volviese
a nacer, se haría periodista.
El universalismo paulino, que se impone con exi-
gencia absoluta, sobre todo en el Apostolado de las Edi-
ciones, no puede ser, téngase muy presente, una pura
destreza apologética o dialéctica. El se apoya sobre un
principio cierto: que "lo sobrenatural se edifica sobre
lo natural", que la naturaleza, a pesar de estar herida
por el pecado original, puede y debe armonizar con lo
sobrenatural, desde el momento que el Autor de ambos
es uno solo: Dios.
Solamente partiendo de esta base, el Apostolado de
las Ediciones podrá llevar al mundo "el escándalo de
la cruz". Solamente teniendo el alma abierta a todo lo
que, en el corazón del hombre, hay de verdadero, de
bello y de bueno, podrá penetrar en él y grabar allí "el
signo de contradicción".
27 —
3) La s í n t e s i s
Don Alberione gusta de los esquemas. A su carác-
ter intelectual y sintético, que soporta a duras penas
los medios tonos, ellos facilitan la transmisión de un.
pensamiento concebido por intuición. Por medio del es-
quema puede él fijar, en toda su amplitud y brevemen-
te, la riqueza de su propia alma. Pero este esquematis-
mo revela también el ideal de una síntesis universal,
que lo acompaña desde su temprana juventud. He aquí
como lo describe:
"Hay, en las ciencias, una desorientación siempre
creciente. Es la enfermedad del cientismo. Cada una y
todas las ciencias son capítulos del gran libro de la
creación; cada una es el conocimiento de la obra crea-
dora de Dios, cada una debe servir al hombre como un
medio de llegar a Dios, como sirve el ojo, la lengua, la
voluntad. Pero, así como a menudo acontece en algu-
nos hombres que no se preguntan de dónde vienen,
adonde van y por qué viven, de la misma manera su-
cede con los conocimientos o ciencias de las cosas. En
efecto, los hombres complaciéndose únicamente en po-
seerlas ya no se preguntan: ¿quién las ha dado? ¿para
qué me las ha dado? ¿para qué sirven? Todas las cosas
deben servir al hombre, según San Pablo: "todas las
cosas son vuestras, mas vosotros sois de Cristo y Cristo
es de Dios" (1 Cor. 3, 22-29).
"Las ciencias, profundizadas, conducen a Jesucris-
to, que es el Camino de Dios; es decir preparan para
recibir la revelación de Jesucristo, el cual, en cuanto
Dios, mientras creaba las cosas iluminó al hombre para
que las conociese y, para elevar al hombre, quiso re-
velarle otras verdades que no están impresas en la na-
turaleza. En esta forma quiso El preparar al hombre
para la visión de Dios, a condición de que él haya usa-
do rectamente de su razón y haya recibido y creído las
verdades reveladas.
"El pecado, al mismo tiempo que trajo la desorien-
tación en las costumbres y creencias de los pueblos,
— 28 —
acarreó también la desorientación en las ciencias. A
causa del orgullo humano —"seréis como dioses"—
éstas, frecuentemente, no conducen a la Teología y a
la Fe; no sirven para el hombre, antes bien, lo excla-
vizan, hasta el punto de impedirle la consecución de
su ñn. La ciencia humana es un arma noble, pero, a
menudo, es usada contra el mismo hombre.
"Y nosotros sacerdotes, continuadores de la obra
de Jesucristo, ¿cumplimos nuestro ministerio de orien-
tar la ciencia, de iluminar y guiar a los intelectuales,
a fin de que profundicen sus conocimientos y, en el
fondo de ellos, encuentren a Cristo y a Dios?
"Para obrar en este sentido y elevar a los intelec-
tuales de la razón a la revelación, de la ciencia huma-
na a la divina, el sacerdote debe buscarlos dondequiera
que se encuentren, como lo hizo el Hijo de Dios, que
se hizo hombre para encontrar al hombre, pobre oveja
descarriada, y llevarla de nuevo al Padre.
"Por esto los programas pontificios exigen que el
clérigo profundice, mucho más que en otro tiempo (an-
tes de San Pío X), la ciencia humana.
"Se necesita: 1) Estudiar, por lo menos suficiente-
mente, la ciencia humana. 2) Unificar las ciencias en
la Filosofía de las ciencias. 3) Mostrar la Filosofía como
una servidora inmediata que introduce a la Revelación.
"En el Oremus de la fiesta de San Alberto se dice:
"Oh Dios, que has hecho grande al bienaventurado Al-
berto, Pontífice y Doctor, en someter la sabiduría hu-
mana a la fe divina, concédenos el seguir tan de cerca
su magisterio, que podamos gozar de la perfecta luz en
el cielo". Actualmente hace falta la unificación de las
ciencias en una filosofía que conduzca a los intelectua-
les hasta el umbral de la Teología y encienda en ellos
el deseo de otra luz: Cristo, mediante el cual se llegará
a la plenitud de la luz en el cielo.
"Durante el curso teológico, mientras yo estudiaba,
ademáis de los manuales escolásticos, la Suma de San-
to Tomás, conversaba a menudo con el Canónigo Chie-
sa, sobre la empresa del santo de recoger las ciencias
_ 29 —
antiguas (especialmente la filosofía de Aristóteles) j
unificarlas; llegábamos siempre a esta conclusión:
"Unámonos en la oración, a fin de que la Divina Pro-
videncia suscite un nuevo Tomás de Aquino, que reco-
ja los miembros esparcidos, es decir las ciencias, en una
nueva síntesis metódica, clara, aunque breve, y forme
con ellos un solo cuerpo".
"Los intelectuales tendrán también, además de la
ayuda divina, la ayuda humana de su propio saber;
cada ciencia enviará su propio rayo de luz hacia la Teo-
logía y las múltiples ciencias encontrarán también su
unidad en la multiplicidad y, por la humildad de la fe,
se logrará la tercera revelación: la luz de la gloria.
"Todo esto se encuentra en el Divino Maestro: cien-
cias naturales, que se adquieren por la luz natural de
la razón; ciencias teológicas, fundadas en la Revelación
de Jesucristo, recibida por la luz de la fe; visión de todo
en Dios en la vida eterna, mediante la luz de la gloria.
"Después de muchas plegarias, fué decidido hacer
un ensayo, como experimento, en un Curso de Teología.
El Canónigo Chiesa tenía conocimientos del pueblo ale-
mán, del inglés y del francés, por haber pasado entre
ellos un tiempo notable; era laureado en teología, fi-
losofía y ambos derechos; tenía también un amplio co-
nocimiento de las ciencias humanas, no en sus míni-
mos detalles, sino en sus principios y aplicaciones. Fue-
ron consultados numerosos tratados y se tomó como
guía el Divino esemplarismo. Pero este experimento,
para muchos, no mereció siquiera ser examinado o fué
considerado como una ilusión pueril.
"Sin embargo, las adoraciones al Divino Maestro,,
que el Canónigo Chiesa ofrece ciertamente en el cielo,
—donde se prometía acompañar a San Pablo, el uni-
versalista, en un cántico eterno a Cristo, Eterna Ver-
dad—, y las adoraciones que ofrece sobre la tierra la
Familia Paulina (incluso las Pías Discípulas, que tie-
nen esta misión especial que cumplir) obtendrán esta
gracia del Divino Maestro Eucarístico.
"Si es verdad que cualquier cosa que pidamos en
— 30 —
el nombre de Jesucristo nos será concedida, creamos,
esperemos, trabajemos con fe y humildad.
"La Sociedad de San Pablo meditará a menudo:
¿a qué has venido? Ella debe llevar siempre en su co-
razón a los intelectuales. El Evangelio es" una cosa di-
vina: en su fondo, corresponde a todas las inteligen-
cias, es capaz de contestar a todas las preguntas. Si se
conquistan los intelectuales, se pescará con la red, no
sólo con el anzuelo. Entonces se verificará el abrazo de
las dos hermanas en Cristo: la razón y la fe. Tal ri-
queza será concedida por Dios a la Familia Paulina en
la medida en que ella corresponda a su misión".
:l! *
£1 sello divino
Primeros pasos
— 59 —
* * *
DIOS
Uno y Trino
E L H O M B R E
REDENCION
cumplida por
J E S U C R I S T O
"Me llamáis Maestro y decís bien"
— 63 —
El es:
CAMINO VERDAD VIDA
IGLESIA
Cristo vive en su Iglesia, Una y Trina en sus operaciones
CAMINO VERDAD VIDA
Régimen Magisterio Ministerio
La Iglesia florece de
L A E U C A R I S T I A
LA VIDA ETERNA
es
Falsa devoción
La verdadera devoción
Premisas
1. "La devoción que se tiene a los santos de Dios. . .
no se termina en ellos mismos, sino que pasa a Dios,
en cuanto que en los Ministros de Dios veneramos al
mismo Dios". De aquí se sigue que la devoción a los
santos no es absoluta, sino relativa; ella exige nuestra
servidumbre, pero no al Santo, como objeto único y
último, sino como objeto intermedio entre nosotros y
Dios.
2. Las devociones a San Pablo y a María, Madre,
Maestra y Reina de los Apóstoles, son, dentro del espí-
ritu paulino, relativas a la devoción al Maestro; ellas
no estorban esta devoción, ni dividen nuestra servidum-
bre entre Cristo, María y San Pablo; no son tampoco
devociones paralelas a la del Maestro, sino más bien
su preparación y prolongación, es decir su introducción
y complemento. Para nosotros, los Paulinos, no existe
la devoción al Maestro, si no es en la devoción a la Vir-
gen y a San Pablo; como tampoco existe la devoción a
la Madre, Maestra y Reina de los Apóstoles, ni la devo-
ción a San Pablo, sin la devoción al Maestro. Son tres
devociones complementarias y dependientes entre sí:
— 82 —
debemos practicar la devoción al Apóstol, como un me-
dio para llegar al Maestro y a la Madre, Maestra y Rei-
na nuestra. Nuestra servidumbre es siempre única y
siempre es dirigida al Maestro, pero es ejercida por nos-
otros a ejemplo y según el espíritu de San Pablo, pa-
sando por el camino obligado, que es María.
3. Para nosotros, la devoción a San Pablo es tam-
bién fundamental: "La Sociedad, constituida bajo el
título y el patrocinio de San Pablo, Doctor de las gen-
tes, profesa también una especial devoción a Jesucristo,
nuestro Señor y divino Maestro" (art. 5). El "también"
quiere significar que, en el orden lógico, la devoción a
San Pablo debe preceder a la del Maestro y que ambas
son fundamentales; que aquélla es el camino de ésta y
que una y otra forman un solo espíritu.
Nuestra Congregación toma el nombre de San Pa-
blo y está puesta bajo su especial patrocinio. El nom-
bre ha sido elegido para caracterizar el Instituto; no
es un nombre casual, como suele suceder con los nom-
bres y apellidos de las personas: un Rojas puede ser
obscuro como un negro, y un Pascual puede ser un in-
crédulo que hace cincuenta años que no cumple el pre-
cepto pascual... Nuestra Congregación lleva el nom-
bre de San Pablo, porque quiere y debe copiar el espí-
ritu, imitar los ejemplos y tener la protección de San
Pablo; porque considera a San Pablo como modelo e
intercesor, para la formación de sus miembros en el
discipulado y en su actividad apostólico-magisterial.
4. Las Constituciones nos sirven de guía para com-
prender en qué consiste y cómo se practica la devoción
a San Pablo. Sabemos que la devoción implica el cono-
cimiento, la imitación y la oración. Las Constituciones,
al hablar de la devoción a San Pablo, insisten princi-
palmente en el segundo elemento, del cual el primero
es condición y preparación y el tercero es consecuencia:
los miembros "sean imitadores del Apóstol San Pablo
en el amor de las almas, como él mismo fué imitador
de Cristo y como el corazón de Pablo fué formado a ejem-
plo del Corazón de Cristo" (art. 179). Esto significa que
— 83 —
deben santificarse imitando a San Pablo; que deben
llegar a ser discípulos de Cristo Maestro, como llegó a
ser y lo fué San Pablo; significa santificarse en vista
del apostolado, adquirir aquellas virtudes que son con-
diciones del mismo apostolado y premisas del celo.
Art. 228: "Para ejercer debidamente este apostolado,
se requieren principalmente una fe recta, una humil-
dad sincera y una caridad no fingida, a fin de que los
miembros puedan transmitir la doctrina de la Iglesia,
en el verdadero espíritu del Apóstol Pablo y cumplir su
obra evangelizadora, dirigiendo las almas en el cami-
no de la salvación". Imitaremos a San Pablo y adqui-
riremos su espíritu, basando en la humildad nuestra
vida de piedad, de estudio, de pobreza, construyéndola
en la fe y vivificándola con la caridad.
En esta forma nuestro apostolado será verdadera-
mente paulino y responderá a las exigencias indicadas
en las Constituciones: "de tal manera ejecuten las
obras de su apostolado, que, siguiendo ellos mismos las
huellas de Jesucristo, Divino Maestro, se hagan el ca-
mino, la verdad y la vida de las almas" (art. 179).
5. La devoción a San Pablo debe partir del conoci-
miento de la vida, de los ejemplos, de la doctrina de
San Pablo. Pero, la vida, los ejemplos y la doctrina de
San Pablo nos llevan al conocimiento de Cristo, pues-
to que San Pablo dice de sí mismo: "para mí, vivir es
Cristo"; él conoce sólo a Cristo y a éste crucificado; sus
ejemplos reproducen los de Cristo: "sed imitadores míos,
como yo lo soy de Cristo". Nuestra oración dirigida a
San Pablo nos alcanzará, ante todo, la gracia de ser
iluminados y guiados por él, formados en Cristo Jesús,
como él formó a sus discípulos y devotos, mientras per-
maneció en la tierra.
6. Limitemos nuestra consideración al elemento
más importante de la devoción a San Pablo: la imi-
tación.
I.—La devoción a San Pablo es imitación de su discipulado
a) Pablo, antes de ser discípulo de Jesús, fué per-
seguidor de sus discípulos: "Saulo, que todavía respi-
raba amenazas y muerte contra los discípulos del Se-
ñ o r . . . " (Act. 9, 1). Sin embargo él poseía las con-
diciones para llegar a ser discípulo; obraba de buena
fe y hacía el mal, sin saberlo; aún más, creía obrar
el bien y glorificar al Señor, siguiendo las tradiciones
de sus padres: "fui antes blasfemo y perseguidor y opre-
sor; pero alcancé misericordia de Dios, por haber pro-
cedido con ignorancia, careciendo de fe" (1 Tim. 1, 13);
"perseguía con exceso la Iglesia de Dios... siendo en
extremo celoso de las tradiciones de mis padres" (Gál.
1, 13-14).
Era leal, recto, celoso, generoso, enemigo de las
medias tintas. Una vez conocida la verdad, se convier-
te en medio del camino, cortando totalmente con su pa-
sado, como convenía a su índole totalitaria: "Mas en-
tonces plugo a Aquél que me destinó desde el seno de
mi madre y me llamó con su gracia, revelarme a su
Hijo para que yo lo anunciara a las naciones. Desde
aquel momento ya no consulté carne ni sangre" (Gál.,
1, 15-16).
El Maestro se le revela en un nimbo de luz y con
palabras que le indican el camino errado, que ha se-
guido hasta el momento, y le señalan el camino de la
verdad, que deberá seguir en adelante. El se entrega
al Maestro con generosidad total: "¿qué quieres que
haga?" Ananías le da a conocer, con mayor claridad y
extensión, la senda de la vida que deberá recorrer, la
verdad que deberá predicar, la pasión que deberá su-
frir para fecundar su magisterio apostólico. Ahora sabe
que su vida será vivir a Cristo y a Cristo crucificado;
sabe que deberá predicar a Cristo, y además crucifica-
do, y darle el testimonio de su palabra, de su vida, de
su pasión y de su martirio. Dar testimonio de Cristo
con su palabra, con sus obras y con su sangre, hasta
los confines del mundo: he ahí la misión que deberá
— 85 —
desarrollar, la tarea que se le ha confiado y que deberá
llevar a su total cumplimiento.
b) En San Pablo vemos realizados todos los ele-
mentos constitutivos del discipulado. En él encontra-
mos la metánoia, o sea el cambio total de mentalidad;
toda su vida deberá ser cimentada, no ya en las tradi-
ciones y prejuicios de sus padres, sino en Cristo: "mi
vivir es Cristo"; tendrá que vivirlo con la fe, la espe-
ranza y la caridad; asimilarse a Cristo en todo: en su
mente, en su voluntad, en su corazón, en sus obras,
hasta llegar a convertirse en la revelación divina. En-
contramos en él la ákolouthía: el seguimiento de Cris-
to es su único ideal, su bandera, su guía, el objeto de
su fe, de su amor, de su predicación, de su testimonio,
hasta identificarse con El mediante una fidelidad, que
constituye el único requisito indispensable a los discí-
pulos apóstoles: "lo que se requiere entre los dispensa-
dores es que sean hallados fieles" (1 Cor. 4, 2). Se iden-
tifica con Cristo, hasta tener sus mismos sentimientos:
"Porque habéis de tener en vuestros corazones los mis-
mos sentimientos que tuvo Jesucristo en el suyo" (Flp.
2, 5); hasta sufrir su pasión: "estoy cumpliendo en mi
carne lo que resta que padecer a Cristo" (Col. 1, 24);
hasta vivir en El y de El: "Para mí vivir es Cristo"
(Flp. 1, 21): "Vivo yo, pero no soy yo el que vive, sino
que Cristo vive en mí" (Gál. 2, 20); hasta ser crucifi-
cado en la cruz con El, morir con El, resucitar con El,
ascender a los cielos con El, triunfar y reinar con El y
hasta juzgar con El a los ángeles y a los hombres.
Se sabe y se siente injertado en Cristo, como el
sarmiento en la vid, el ramo en el olivo, la piedra' en
el edificio, el miembro en el cuerpo. Su discipulado es
una total entrega a Cristo: "Todo nuestro empeño con-
siste en agradarle a El" (2 Cor. 5, 9); es comunión de
vida con Cristo: "no soy yo el que vive, sino Cristo que
vive en mí"; es coparticipación en sus misterios, en su
muerte y en su vida; es un anhelo constante e irresis-
tible, que lo lleva a El en la gloria; es metánoia, es
akolouthía (secuela), es pistis (fe), es ágape, es alegría
— 86 —
en el dolor, es ansia de la muerte, es sed de vida eterna
y de cielo; su entrega es total, en la vida y en la muer-
te, en la gloria y en la ignominia, en su esencia y en
sus facultades, en sus obras y en sus pensamientos, en
sus deseos y en sus sentimientos; es una entrega que
lo lleva hasta la identificación con Cristo en su magis-
terio didáctico, real y sacerdotal, con Cristo Verdad, en
Cristo Camino, con Cristo Vida. Cristo es la forma que
lo modela a su propia imagen, y San Pablo se abando-
na a esta forma, para modelarse y dejarse modelar;
para ser revestido del hombre nuevo, creado en la jus-
ticia, en la santidad y en la verdad; para llegar a ser
la prolongación de Cristo y de su actividad, y poder in-
vitar a todos los hombres a imitarlo a él, como él imita
a Cristo.
Preparación
La Jornada
Dispuestos así los ánimos con el triduo de prepa-
ración, resultará fácil organizar la fiesta, ya sea en los
actos de la mañana, como en los de la tarde.
Mañana: Misa con fervorín, que precede a la Co-
munión general; Misa solemne con discurso de circuns-
tancia y exposición del Santísimo Sacramento y del
Santo Evangelio.
Tarde: Hora solemne de adoración, a la que seguirá
un propósito firme de formar parte de la escuela de Cris-
to, de unirse a sus más fieles discípulos y de adherirse
íntimamente al Maestro divino, mediante la veneración,
la lectura y la difusión del Evangelio, la frecuencia a la
Santa Misa y Comunión.
Se podrá concluir la Jornada con la bendición de
— 93 —
tantos ejemplares del Evangelio cuantas son las fami-
lias de la Parroquia, con la distribución de los mismos
a los jefes de familia, con el beso del Evangelio que ha
sido expuesto durante el triduo y el día de la fiesta; y
se concluirá públicamente con las siguientes resolu-
ciones:
a) querer reconocer, amar, seguir a Jesucristo y a
la Iglesia, depositaría de Su doctrina;
b) rechazar toda enseñanza contraria al Evangelio;
c) leer el Evangelio y exponerlo en un lugar de
honor;
d) asistir a la instrucción religiosa parroquial;
e) procurar la instrucción religiosa de los hijos y
familiares;
f) propagar con todos los medios la prensa católica;
g) abstenerse de las películas y de las audiciones
radiales inmorales.
Se terminará con la bendición del Santísimo Sa-
cramento. Además de lo antedicho, se podrán realizar
las siguientes iniciativas:
1) Distribución del Evangelio a domicilio a aque-
llas familias que no lo han recibido en la iglesia;
2) Institución de la "Liga de la lectura cotidiana
del Santo Evangelio";
3) Fundación y formación de un Grupo o Sección
de los Cooperadores del apostolado de la prensa, es de-
cir, de una falange organizada de laicos, que se empe-
ñan en cooperar con el propio párroco en la difusión de
la buena prensa;
4) Recolección de ofrendas para regalar o abaratar
el Evangelio y para ayudar con las mismas al apostola-
do de la prensa.
Los laicos
en el Apostolado de las ediciones
Cooperación negativa
Cooperación positiva
Que los católicos se ocupen de las "ediciones" como
de la principal obra de Acción Católica, por ser forma-
dora del pensamiento, de la vida y del corazón, es, más
que importante, necesario. Como obra que defiende la
fe, está directamente encomendada al Clero e indirec-
tamente —en razón de la cooperación que pueden pres-
tar— a todos los católicos.
Prácticamente, pueden ocuparse de ella en forma
indirecta, extendiendo, reforzando y defendiendo el apos-
_ 96 —
tolado de la Jerarquía Católica; directamente, prestan-
do su cooperación al Apostolado de las Ediciones me-
diante la oración, el sacrificio y la acción.
La cooperación indirecta está reservada principal-
mente a los laicos revestidos de autoridad en el gobier-
no, en la enseñanza, como así también a los que por
uno u otro motivo ejercen cierta influencia sobre los
'demás.
La cooperación directa, en cambio, es posible a to-
dos los católicos, si bien en proporción y calidad dife-
rentes.
Todos, sin excepción, pueden prestar la colabora-
ción de la oración y del sacrificio para reparar las ofen-
sas inferidas a Dios por las ediciones y a fin de implo-
rar luz, fuerza y gracia para los apóstoles de las edicio-
nes y para el auge de las mismas.
La oración y el sacrificio constituyen la gran fuer-
za del apostolado. En efecto, suscitan los apóstoles, los
sostienen, proporcionándoles las virtudes necesarias a
su estado y obtienen luz, consuelo y salvación de las
almas.
Muchos católicos, también, pueden dar a este apos-
tolado lo que, después de la gracia divina, importa ma-
yormente: las vocaciones.
Los padres pueden ofrecer sus hijos e hijas y sen-
tirse por ello santamente orgullosos; ya que dan a
la Iglesia apóstoles y, en cierto sentido, mártires; la
tinta bien puede equipararse, en este caso, a la san-
gre de los mártires.
Los maestros pueden aconsejar a sus alumnos y los
fieles pueden tomar la iniciativa para alguna obra bue-
n a o ayudar a las ya existentes.
Todos, según su propio estado, pueden iluminar a
sus hermanos ya sea mediante conferencias, escritos,
conversaciones respecto al gran peligro que constituye
Ja multiforme propaganda de las ediciones malas, o
también sobre las muchas esperanzas que se pue-
— 97 —
2.—
den cifrar en el apostolado de las ediciones católicas.
Un gran número, por lo demás, puede cooperar
contribuyendo, si no a todas, a cualquiera de las tres
partes de este apostolado: la redacción, la técnica y la
propaganda.
Por lo que respecta a la redacción, es deber de to-
do católico laico apoyar siempre las ediciones católicas,
sea cual fuere el argumento de que traten: sociología,-
política, historia, literatura, arte, ciencias, filosofía y
derecho, etc. Y es precisamente a ellos a quienes par-
ticularmente incumbe la aplicación de los principios
evangélicos a la literatura, a las ciencias históricas, ci-
viles, social-éticas, y demográficas; al arte musical, pic-
tórico y arquitectónico; a las disciplinas jurídicas y pú-
blicas; a las ciencias filosóficas, morales, etc. A su vez,
es un deber de ellos introducir en las leyes, en la vida
política, social, doméstica y escolar las enseñanzas del
Maestro divino.
Muchos católicos laicos pueden tratar de religión,
pero necesitan para ello de una adecuada prepara-
ción doctrinal. Sus obras deben llevar la aprobación
eclesiástica.
Todos los católicos, según sus propias posibilida-
des, deben cooperar en el apostolado de las ediciones,
con ofrendas y contribuciones materiales, así como por
deber lo ejecutan para con las obras catequísticas, la
predicación y las misiones. Las obras y los operarios
evangélicos deben hacer, vivir y producir sus frutos sa-
ludables. Podrán prestar colaboración moral, alentan-
do, defendiendo y propagando según su posición social,
el magistrado, el padre de familia, el industrial y el
obrero.
Incumbe, en fin, y por lo general al católico, en
dependencia y unión con el Clero, una parte muy vasta
en la redacción, en la labor técnica e informativa, en la
administración y en la difusión en el extenso campo de
la prensa, del cinematógrafo, de la radio y televisión.
En cuanto a la técnica se refiere, los católicos laicos
— 98 —
pueden proporcionar al apostolado de las ediciones los
medios materiales y la mano de obra.
Para que las ediciones se presenten técnicamente
perfectas requiérense máquinas, accesorios y muchos
otros medios más.
Los católicos de buena voluntad saben conocer las
necesidades del apostolado y socorrerlas oportunamen-
te, convencidos como están de la noble obra que llevan
a cabo, obra sobremanera meritoria ante Dios, ante las
almas y ante la sociedad.
Pero el mayor problema en el apostolado de las
ediciones lo constituye la propaganda, cuya solución de-
pende en grao parte de la colaboración de los laicos. Y
esta colaboración puede efectuarse con un sinnúmero
de medios, que varían con las circunstancias y que se
multiplican con el celo.
ti Movimiento Paulino de Coopecadoees
— 103 —
Conclusión
HERMANAS PASTORCITAS
ITALIA
Casa Generalicia: Via Nicoló Masi, 82 — Albano (Roma)
BRASIL
Casa: I r m a s P a s t o r i n h a s — R ú a J a t o b a s 70 Alto J a b a q u a -
r a — Sao Paulo.
— 108 —
Indice
Presentación 5
U n hombre, u n a idea, a n a familia 9
U n a noche e n t r e dos siglos 10
Primeros contactos con las almas 11
El ideal de la "Familia P a u l i n a " 13
La estructura orgánica del Apostolado de las Ediciones 18
Postulados . doctrinales: 1) El universalismo 24
2) La adaptación 25
3) La síntesis 28
El sello divino 33
£1 Divino Maestro, f o r m a de la espiritualidad paulina . . . 37
Raíces de la nueva devoción 38
Primeros pasos 39
Excelencia del objeto 40
Riqueza de contenido teológico 42
Abundancia y selección de los medios 43
Eficacia del método 44
Concordancia con el espíritu del Evangelio 51
Adecuada a los tiempos 52
Cristo luz del m u n d o 55
Devoción fácil y eficaz 56
El m u n d o moderno y Cristo 57
Nueva escuela de espiritualidad 60
María, Madre, Maestra, Reina de los Apóstoles, Camino
hacia Cristo Divino Maestro 65
María, Reina de los Apóstoles y de todo Apostolado . . 67
El primer apostolado es el de la propia santificación 67
El segundo apostolado es el del sufrimiento 68
El tercer apostolado es el del ejemplo 70
Necesidad de la devoción a la Santísima Virgen . . . 72
Falsa devoción 73
La verdadera devoción 76
La devoción a María en los llamados al Sacerdocio 79
S a n Pablo, ideal del apostolado paulino 82
Premisas 82
I.—La devoción a S a n Pablo es imitación de su dis-
cipulado ;'...- 85
II.—La devoción a S a n Pablo es imitación de su m a -
gisterio apostólico 8T
Apóstoles del Evangelio — J o r n a d a del Evangelio 89
Preparación 90
La J o r n a d a 93
Los laicos en el Apostolado de las Ediciones 95
Cooperación negativa 95
Cooperación positiva 96
El Movimiento Paulino de Cooperadores 100
Conclusión 104
Bibliografía m í n i m a 105
Direcciones paulinas 106