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-PRESENCIA DE SAN PABLO

PRESENCIA DE SAN PABLO


LA ESPIRITUALIDAD INTEGRAL AL SERVICIO
DE UN APOSTOLADO MODERNO

Texto de los Padres


SANTIAGO ALBERIONE
RENATO PERINO
JUAN PELLICCIA
ESTEBAN LAMERA
TOMAS DRAGONE

•í
T
EDICIONES PAULINAS
Traducción del Pbro.
FERNANDO HERRERA

Recopilación y adaptación de los Padres


OLIVO LAZZARIN
DOMINGO SPOLETINI
JOSE SPÜRIA
RAMON Z A M B E L L I

E D I C I O N E S P A U L I N A S
Av. Edo. O'Higgins, 1626 —Casilla 3746 — Santiago-Chile

CON LAS DEBIDAS LICENCIAS


Pte tentación

"Que alumbre así vuestra luz delante de los


hombres, tíe suerte que vean vuestras obras bue-
nas y den gloria a vuestro Padre, que está en los
cielos" (Mt. 5, 16).

El 12 de marzo de este año, la Sociedad de San


Pablo cumplió 30 años de su primera aprobación canó-
nica, al mismo tiempo que su Fundador, el Padre San-
tiago Alberione, celebra las bodas de oro sacerdotales.
A su vez las "Casas Paulinas" de Canadá, Colombia,
Chile y México recuerdan sus 10 años de vida, mien-
tras aún perdura el eco del vigésimoquinto aniversario
de las fundaciones en Brasil y Argentina.
Para recordar tantas y tan faustas fechas, los Pau-
linos de Chile, han querido presentar a todos sus ami-
gos, cooperadores, bienhechores y simpatizantes este
modesto trabajo. Su título: "Presencia de San Pablo"
encierra todo un programa, una realidad, un ideal.
Ha habido quienes creyeron descubrir el secreto del
rápido florecimiento de la Familia Paulina, en el em-
pleo de las técnicas y medios modernos de difusión y
en su "organización • de tipo industrial".
No hay duda que el balance de obras realizadas,
desde el año 1914 hasta nuestros días, es asombroso.
5.000 sacerdotes, religiosos y religiosas;
230 casas en 27 naciones;
un millón de Cooperadores de razas y naciones di-
versas';
— 5 —
13 millones de Evangelios y Biblias;
3 millones de misales y manuales litúrgicos para
fieles;
centenares de millones de revistas, folletos y vo-
lantes;
librerías, agencias cinematográficas, audiciones
radiales, centros de apostolado litúrgico, escuelas y
obras parroquiales, etc. Aun miradas desde un punto
de vista puramente humano, estas cifras son imponentes.
Pero hay algo más hondo y decisivo. Nos atrevemos
a decir que el único secreto, capaz de explicar todo él
"movimiento paulino", es la espiritualidad integral y
la fidelidad a las orientaciones de pensamiento y ac-
ción que su Fundador le ha dado. Espiritualidad y orien-
tación que son la "base firme del dinamismo paulino",
compendiado en aquella audaz expresión de San Pablo:
Me lanzo hacia adelante (Flp. 3, 13). Allí está la razón
de la existencia misma y del desarrollo de la familia
paulina y de su apostolado. Lo hemos visto con meri-
diana claridad en la vida de tantos Paulinos ya entra-
dos en la eternidad. Sus nombres y sus ejemplos los
llevamos grabados en el corazón. Son los Sacerdotes:
José Timoteo Giaccardo, el inolvidable "Señor Maestro",
cuya causa de beatificación se ha comenzado con gran
éxito, José Costa, Sebastián Trosso, Federico Muzzarel-
li, Pedro Zugna; son los Discípulos: Ignacio, BoreUo,
Pavón; son las Hijas de San Pablo: Juana Anedda,
Emanuela Marini, Amábile Lombardi, Lorenzina Li-
gari; son las Discípulos del Divino Maestro: Tarcisia Ge-
novesi, Ermenegüda Pasqualini, Inocencia Bottaro. Para
ellos y para tantos otros religiosos y laicos, la espiritua-
lidad paulina ha sido escuela de santidad y apostolado.

* * *

Por la complejidad misma de su misión "las Con-


gregaciones Paulinas necesitan de una amplia coopera-
— 6 —
ción, y ésta se inicia, naturalmente, al tener una exacta
comprensión de sus finalidades y de su extructura vi-
tal" (Roatta). Es lo que hemos intentado con estas pá-
ginas sencidas. En eUas nuestros amigos encontrarán
esbozadas las lineas fundamentales de la historia, de la
espiritualidad, y de las proyecciones apostólicas de la
"Familia Paulina".
Quiera el apóstol San Pablo, cuyo espíritu quere-
mos revivir y difundir en nuestro tiempo, que los Ca-
tólicos, al comprender mejor la vitalidad y urgencia del
"Apostolado de las Ediciones", se sientan impulsados a
colaborar con este ejército pacífico, "para que se difun-
da por medio de la Iglesia el Evangelio de Dios".
Que a todos sirvan de estímulo las consoladoras pa-
labras del Padre Alberione: "El que ayuda al apóstol
recibirá la recompensa del Apóstol".

Santiago, abril de 1957.

— 7 —
Un hombce, una idea, una familia

"Id y haced discípulos a todos los pueblos" iMí»


28, 19).
"¡Ay de mí, si no predicare el Evangelio!" (1
Cor. 9, 16).

La gran mayoría de los hijos del Teólogo Giacomo


Alberione ignoran completamente el lugar y el tiempo
de su nacimiento; casi nada saben de su familia, de su
infancia, de su vida de seminarista y de joven Sacerdo-
te, al servicio de la diócesis de Alba, antes que la Provi-
dencia lo pusiese en el camino donde lo han encontrado
como guía y como padre.
Tampoco, en el mundo católico, su persona ha sa-
lido de la penumbra, sino en dos ocasiones: durante el
Congreso Internacional de Religiosos y, en forma más
privada, durante una reciente reunión de sacerdotes de
Italia y del extranjero, realizada en Galloro y organizada
por "Un Mundo Mejor", del Padre Lombardi. Frente a
la búsqueda, casi angustiosa, de un diagnóstico preciso
y de una solución acertada de todos los muchos proble-
mas, surgidos en esta época inquieta, llena de tensión
y sobresaltos, los representantes de la aristocracia espi-
ritual de la Iglesia descubrieron entre ellos, gratamen-
te sorprendidos, un pequeño sacerdote de cabellos blan-
cos, que seguía atentamente el pesado inventario de pro-
blemas y de derrotas, proclamando con fe incondicional,
con optimismo casi despreocupado, el porvenir cristiana
de un siglo y de una civilización, muy cercanos, según
algunos, al Apocalipsis.
— 9 —
üttct noche entre dos siglos
Era la noche que dividía dos siglos.
En la Catedral de Alba, después de la Misa de me-
dianoche, fué expuesto el Santísimo Sacramento para
iina solemne adoración eucarística, que debía durar has-
ta la mañana. Los seminaristas del curso filosófico y
teológico fueron autorizados para permanecer ante Je-
sús expuesto, todo el tiempo que quisieran.
En preparación para la gran fecha, el joven Albe-
xione había asistido a un Congreso, en el cual había
participado Giuseppe Toniolo. La palabra serena e ins-
pirada del gran sociólogo cristiano había penetrado en
su alma: "Unios, los exhortaba él; si el enemigo nos
encuentra separados, nos vencerá de uno en uno".
También su obispo, Monseñor Re, haciéndose eco de
las palabras de Toniolo, había insistido en la unidad y
en la prensa católica. En aquella misma ocasión, León
XIII había dirigido una invitación a todo el orbe ca-
tólico, para que se orase por el nuevo siglo.
Aquel seminarista, postrado en adoración en una
noche fría, se sintió penetrado de una irresistible luz
interior. En aquel pedazo de eternidad que duró hasta
-el amanecer, el llamado de Jesús resonó en su espíritu
con un nuevo acento: "Venid todos a Mí" "He aquí que
yo permanezco con vosotros hasta el fin de los tiem-
pos". Sobre este tema, que resonaba en los siglos, se
componían las ansias, el secreto anhelo de las almas,
la voz clarividente del gran Pontífice, el pensamiento
•de todos los que se habían dedicado a penetrar en el
cuerpo vivo de la sociedad contemporánea, con el pro-
pósito de formular, en términos concretos, el deber de
Jos católicos.
Bajo el resplandor de aquella luz que brotaba del
trono Eucarístico, su vida adquiría el valor de un apre-
miante compromiso: "Hacer cdgo por el Señor y -por los
hombres, en el nuevo siglo".
Subía, entretanto, de su alma "el gemido inena-
rrable" del Espíritu: que el siglo naciese en Cristo Eu-
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caristía; que nuevos apóstoles hiciesen renacer las le-
yes, las costumbres, la escuela, el pensamiento; que la
Iglesia experimentase un nuevo impulso misionero; que
los nuevos medios que la civilización ponía al servicio
de la humanidad, fuesen consagrados a la verdad y al
bien.
De esta manera su compromiso tomaba consisten-
cia, en la perspectiva de la historia pasada y f u t u r a ;
el compromiso suyo, de aquel pobre adolescente, que
nunca, como en aquel momento, se había sentido todo
y nada, confundido en medio de aquella multitud in-
colora que vigilaba, en las primeras horas de vida del
siglo XX, en una modesta catedral provinciana.
Su adoración duró cuatro horas, Un clérigo que
había advertido su fervor y su extraordinaria resisten-
cia al frío y al sueño, le expresaba, más tarde, su sor-
presa.
Los designios de la Divina Providencia, que con
una luz imprevista se habían manifestado al alma de
aquel muchacho, dando fuerza de irrevocable decisión
a un compromiso empeñado ante sus condiscípulos de
la escuela elemental, trazan ahora un camino más pre-
ciso, en el porvenir de este jovencito de dieciséis años,
que, por una circunstancia exterior y en un clima de
general expectativa, se asoma al umbral del nuevo siglo.

Primeros contactos con las almas

Su ministerio pastoral, iniciado en una parroquia,


y que había dejado, en ella, trazas de una profunda re-
novación, por el fervor eucarístico que él supo encen-
der en las almas, no quedó interrumpido el día en que
su Obispo lo llamó al Seminario, a fin de que se dedi-
case al cultivo de las vocaciones sacerdotales.
Las peticiones de conferencias y predicaciones, de
parte de los párrocos, eran acogidas generosamente por
él, en la medida de sus posibilidades. Durante muchos
años fué Director Espiritual de los Terciarios Domini-
— 11 —
eos, tuvo a su cargo la enseñanza del catecismo en el
Oratorio masculino y en el Liceo público. Cuando su
Obispo lo llamó a una comisión compuesta por tres ¡sa-
cerdotes, para la elaboración de los textos y programas
catequísticos diocesanos, hizo de la catequesis un es-
tudio y un apostolado muy especial.
En el clima de renovación que se había iniciado
con la ascensión de San Pío X al trono pontificio, los
estudios eclesiásticos se orientaron hacia una más pro-
funda investigación de la Escritura, impuesta, sea por
la necesidad intrínseca de anclar la Teología a las só-
lidas bases de la Revelación, sea por el intenso movi-
miento bíblico de los protestantes. Desde el año 1906,
siendo aún clérigo, Don Alberione intuyó la necesidad
urgente de difundir el Evangelio en cada familia, como
una aplicación pastoral de las directivas pontificias,
que contemplaban la Sagrada Escritura bajo un as-
pecto estrictamente científico. Una vez sacerdote, opo-
niéndose decididamente a la corriente de aquéllos que
sostenían que debía privarse al pueblo del contacto con
el texto sagrado, se empeñó incansablemente en que la
lectura del Evangelio fuese siempre unida a la ense-
ñanza del catecismo. Más tarde, cuando pudo contar
con su familia religiosa, tal actitud se extendió a la
organización de las "Jornadas del Evangelio", que se
propagaron rápidamente en toda Italia y en el exterior.
Siempre sensible a la rápida evolución de la so-
ciedad contemporánea, vió en el movimiento feminista
una precisa indicación, sobre la misión de la mujer en
la vida pastoral. Sin desnaturalizar su misión mater-
nal, había llegado el tiempo en que muchas de ellas de-
berían salir, con mayor decisión que en el pasado, del
ámbito estrecho de los muros domésticos o del claustro,
para dedicarse a la familia más amplia de la parroquia,
o apoyar la obra del Sacerdote en un vasto campo de
apostolado.
De esta intuición nacieron, en el lejano 1908, las
Hijas de San Pablo y las Hermanas Pastorcitas.
Durante las vacaciones, desde 1908 a 1918, hacía
— 12 —
sus ejercicios espirituales en algún Instituto religioso.
En tales oportunidades, el futuro fundador de cuatro
Congregaciones, iba a beber a las fuentes más vigoro-
sas de la multiforme espiritualidad de la Iglesia. De
esta manera, San Benito, Santo Domingo, San Fran-
cisco de Asís, San Ignacio, San J. B. de la Salle, San
Juan Bosco, San Benito Cottolengo entraron en el elen-
co de sus Maestros.
Durante el curso teológico, bajo la dirección del
Canónigo Chiesa, había logrado penetrar la doctrina
social contenida en las Encíclicas de León XIII; había
participado en numerosos congresos sociales, que le
proporcionaron la ocasión de ponerse, repetidas veces,
en contacto con los protagonistas de la Acción Católi-
ca italiana: el Cardenal Maffi, José Toniolo, el Conde
Paganuzzi; sin embargo, debe fijarse en el 12 de di-
ciembre de 1912, el comienzo, verdadero y propio, de
su actividad, social y política a un mismo tiempo. Esta
nueva tarea se agregaba al ya pesado fardo de sus ocu-
paciones anteriores.

El ideal de la "Familia Paulina"


Don Alberione se expresa así: "Debiendo siempre
guardar un secreto, debo decir que la familia paulina
tuvo señales, numerosas y claras, de ser deseada por
el Señor y de la intervención sobrenatural de su sabi-
duría y de su bondad".
El sobrenatural no se ha mostrado jamás, en la
vida de Don Alberione, con manifestaciones clamorosas.
Solamente ahora, como para reforzar a sus hijos para
las luchas futuras, él ha dado a conocer con cierta clari-
dad las "señales de Dios".
El 20 de agosto de 1914, cuando tuvo inicio su obra,
subsistían algunas dificultades que parecían aconsejar
esperar aún un tiempo: sus numerosas ocupaciones, la
dirección espiritual de más de cien almas, entre clé-
rigos y jóvenes, la dirección y administración del se-
— 13 —
minario diocesano, el grave peso de la escuela, varios
otros cargos de ministerio, la salud que parecía en evi-
dente declinación, la situación política que presagiaba
la próxima catástrofe, etc.
Una larga y secreta gestación había preparado la
fundación de la Sociedad de San Pablo.
Primeramente Don Alberione había concebido La
idea de una organización de escritores, técnicos, libre-
ros y vendedores católicos, a los cuales él daría directi-
vas, trabajo y espíritu católico. Pero, en 1910, vió "cort
mayor luz que estos escritores, técnicos y propagan-
distas deberían ser religiosos y religiosas, ya que una
sociedad de almas en busca del absoluto, en la práctica
de la pobreza, castidad y obediencia y de la vida de co-
munidad, podría sentir mejor que una falange de lai-
cos, la necesidad de infundir a la acción los dones de
verdad y de gracia, recibidos en la contemplación.
"Por una parte, explica él, estas almas se eleva-
rían a la más alta perfección: la del que practica los,
consejos evangélicos, uniéndolos al mérito de la vida
apostólica; por otra parte, era necesario dar al apos-
tolado una mayor unidad, estabilidad, continuidad y
sobrenaturalidad".
En 1922 escribía: "La forma de Pía Asociación, con
vida común, legítimos superiores y votos perpetuos,
asegura la estabilidad de la difusión de la Buena Pren-
sa, que ya no dependerá más del entusiasmo de algu-
nos; no será una de las tantas actividades de buenas
personas, ya demasiado ocupadas; o un ramo de acti-
vidad, a menudo no ciertamente el principal, de algu-
na benemérita Congregación religiosa que tiene otro
fin específico; sino el fin único de personas que sien-
ten la vocación divina del Apostolado de la Prensa.
El largo trabajo de formación de Don Alberione;
toda su experiencia en la dirección de las almas y en
la sociedad, tal como venía configurándose desde el co-
mienzo del siglo; y, en la base de todo, un designio
siempre más claro, un impulso interior, cada vez más
apremiante, que encontraba su adecuada explicación
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en la voluntad divina, maduraron en un plan que se
concentró en la organización del Apostolado de las
Ediciones, concebido como un "nuevo impulso misio-
nero", que se mueve según el mismo ritmo de los tiem-
pos. A imitación de Ignacio de Loyola, Don Alberione
describe la organización de sus discípulos en términos
militares: "Un ejército así formado —escribe— no po-
día ser sino un ejército de religiosos".
Pero, si un ejército quiere mantener su formación
de punta de lanza en la línea de fuego, debe contar con
los refuerzos de retaguardia y con la acción más am-
plia de las fuerzas auxiliares.
De esta manera nacen, alrededor del núcleo prin-
cipal de la obra, otras organizaciones de apoyo y de
ampliación.
La "Familia Paulina" se compone de cuatro Con-
gregaciones religiosas, erigidas canónicamente:
1.— La Sociedad de San Pablo;
2.— La Sociedad de Hijas de San Pablo;
3.— Las Discípulas del Divino Maestro;
4.— Las Hermanas Pastorcitas.
Cuando Don Alberione habla del Apostolado de
las Ediciones, no trepida en definirlo como el viraje
más importante del apostolado católico en los últimos
siglos.
El escudo de la Sociedad de San Pablo y de las
Hijas de San Pablo traduce su vocación en términos
heráldicos:
El libro de las Escrituras lleva escrita la divisa de
San Pablo: "A fin de que, mediante la Iglesia, sea co-
nocida la multiforme sabiduría de Dios" (Ef. 3, 10);
sobre este libro se ostenta una pluma y se yergue la
espada de Pablo, que quiere representar, además de su
martirio, "la palabra de Dios que penetra hasta la di-
visión del alma y del espíritu" (Heb. 4, 12). En lo alto,
sobre campo de azul, se cierne la hostia eucarística y,
abajo, un cartel ostenta el mensaje evangélico: "Gloria
a Dios y paz a los hombres" (Le. 2, 14).
La estructura espiritual y misional del Apostolado
— 15 —
fíe las Ediciones se remonta directamente al Evangelio
y constituye una transcripción, en términos modernos,
del mandato evangélico: "Id y adoctrinad a todas las
gentes" (Mt. 28, 19).
Tal apostolado no tiene la absurda pretensión de
monopolizar la acción pastoral de la Iglesia; tiene los
mismos límites de San Pablo: "Cristo no me ha en-
viado a bautizar, sino a evangelizar..." (1 Cor. 1, 17).
En efecto, quiere difundir, "como desde lo alto, la doc-
trina de Jesucristo", presuponiendo y apoyando con
todas sus fuerzas las otras instituciones que tienen,
como misión específica, el contacto directo con las al-
mas, la instrucción y educación de la juventud, la ac-
ción específicamente misional, la asistencia de los en-
fermos, etc. Pero, en el campo de la predicación, se si-
túa en una posición que constituye su razón misma
de ser.
La mayoría de los bautizados han dejado de oír la
predicación. En las ciudades y, gradualmente, en los
centros menores, el núcleo de la vida social no está más
en la parroquia. Se ha introducido la fábrica, el partido,
el club deportivo, el círculo de excursiones y de caza,
la agencia de turismo para el week-end, etc.
Si en un tiempo las comunidades cristianas po-
dían conservar la integridad de su fe y de sus costum-
bres, en una estructura social cerrada, que duraba ya
siglos, en el día de hoy tales comunidades se abren
inevitablemente. El diario está al alcance de todos, el
libro es accesible a todo bolsillo y a toda inteligencia,
el cinema ha pasado a ser una costumbre general, la
radio y la televisión han penetrado en la intimidad del
hogar. El error y la inmoralidad son presentados a la
atención de todos, con la fuerza de una sugestión casi
imposible de resistir. Cada cristiano debe afrontar en
el secreto de su conciencia, cuando ha alcanzado la
edad de la discreción, una lucha que le es impuesta
desde fuera y, en el mejor de los casos, se ve obligado
a defender la propia fe, con un esfuerzo que tiene todo
el sabor de una conquista.
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En esta civilización de la máquina, ha surgido el
demonio de la ciudad moderna, asediada por el cerco
de desheredados espirituales y materiales, que han
opuesto al universalismo cristiano, un universalismo
ateo y paganizante. En medio de esta revolución de
inauditos alcances, la civilización cristiana ha casi per-
dido sus límites geográficos, para atrincherarse en la
jirme roca de sus instituciones imperecederas y de las
almas aisladas que aún se conservan allí ancladas.
Esta visión realista del mundo moderno es hoy de
xina evidencia tal, que toda la acción apostólica de la
Iglesia está experimentando una providencial y radical
transformación.
No era así cuando Don Alberione comenzó su obra
y, entonces, fué tachado de innovador imprudente. So-
lamente su incondicional fidelidad a la Iglesia, su pa-
ciencia y la clarividencia de algunos hombres que, en
nombre de Dios, le abrieron el camino, pudieron dar
cuerpo a una idea que, en el momento actual, ya a na-
die puede sorprender: el Apostolado de las Ediciones es
la predicación misma de Jesucristo, de la era apostóli-
ca, de la era de los Padres y de los frailes mendicantes,
<adaptada a las exigencias y a la capacidad del momen-
to presente.
En cuanto tal, es un verdadero apostolado; es decir,
lleva el crisma del mandato de Cristo a sus sucesores,
lío se limita, por lo tanto, a una acción de retaguardia;
rto es "una de las tantas actividades" de beneméritas
Congregaciones religiosas que tienen otros fines princi-
pales; es "el fin único" de una falange de almas, que
se han impuesto la misión de recoger el mensaje uni-
versal de Cristo y transmitirlo íntegramente a las al-
mas del siglo XX, "a fin de que, mediante la Iglesia,
sea conocida la multiforme sabiduría de Dios".

— 17 —
2.—
La estructura orgánica del Apostolado de las Ediciones
La Sociedad de San Pablo es una Congregación
compuesta de sacerdotes y de laicos.
Los SACERDOTES dan cumplimiento al mandato di-
vino de divulgar la palabra de Dios, mediante la redac-
ción editorial, cinematográfica, radiofónica y bajo to-
das las formas que el progreso humano vaya ofreciendo
sucesivamente a la transmisión del pensamiento.
Por lo tanto, la tarea específica del sacerdote pau-
lino no se limita a la actividad editorial, en la acepción
corriente de esta expresión —editores católicos habilí-
simos los hay y los ha habido siempre—. El debe em-
puñar la pluma, acercarse al micrófono de un auditó-
rium, usar el lenguaje de las máquinas cinematográfi-
cas o televisivas, a fin de que la palabra de Dios, que
"no está atada" (2 Tim. 2, 9) a ninguna cadena y a
ninguna forma tradicional de expresión, "se difunda y
sea glorificada" (2 Tes. 3, 1).
Los LAICOS, en la Sociedad de San Pablo, toman el
nombre de "Discípulos del Divino Maestro", en confor-
midad a la concepción apostólica de Don Alberione,
quien extrae directamente del Evangelio sus organismos
y su terminología.
"En efecto, el Señor ha esparcido por doquiera, en
el mundo, muchas almas generosas que El llama a la
perfección, junto al sacerdocio. ¿Quién les hará la ca-
ridad de abrirles la puerta y de dirigirlas hacia una
especial santidad? ¿Será posible hacer de estos jóvenes,
hijos predilectos de Dios, otros tantos jardines de lirios,
rosas y violetas? Por otra parte, ¿no será posible aso-
ciarlos a algún apostolado? Así como, en otro tiempo,
surgieron Institutos, en los cuales el sacerdote religioso
encontraba el camino abierto para las obras de celo y
la cura de almas, de la misma manera es preciso dar
hoy al Hermano laico, una participación en el celo sa-
cerdotal, conferirle un cuasi-sacerdocio.
"El sacerdote que escribe proporciona trabajo al
Hermano impresor y difusor: "vosotros sois gente san-
— 18 —
ta, sacerdocio real". Intimamente coligados en la vida
religiosa, el Sacerdote y el Hermano, están mutuamen-
te unidos en un mismo apostolado, para ganarse la
corona celestial.
"He aquí a los Discípulos del Divino Maestro. La
predicación del sacerdote con los medios modernos, se
libra, con ellos, de las dificultades que comporta la co-
laboración de obreros corrientes y se multiplica enor-
memente. La obra del Discípulo se eleva, se hace grata,
se multiplica; Dios es glorificado, el Evangelio es anun-
ciado, las almas son iluminadas".
El apostolado que encuentra su impulso interior y
su estabilidad en la vida religiosa, en la cual están man-
comunados Sacerdotes y Discípulos, determina así la
fisonomía de estos últimos.
No se distinguen ya de los sacerdotes, como se dis-
tinguían, en las órdenes monásticas, los conversos de
los coristas; en el campo del Apostolado, su nombre re-
produce exactamente las relaciones que existían entre
los "Discípulos" y los "Apóstoles" de Cristo. A los Sa-
cerdotes, distintos de los laicos, por institución divina,
compete la tarea de la redacción; a los Discípulos les
toca un trabajo de cooperación, principalmente técni-
co-organizador.
La vocación religiosa es la misma para Sacerdotes
y Discípulos, pero es diferente su vocación apostólica,
la cual hoy menos que nunca, no debe ser discrimina-
da con criterios de mayor o menor capacidad intelec-
tual. En efecto, en cada caso, todas las especificaciones
del Apostolado de las Ediciones están también abiertas
para los Discípulos, subsistiendo, empero, un principio
constitutivo que dispone una clara distinción de tra-
bajo, para orientar, desde los primeros años de forma-
ción, la futura actividad de ambas ramas de la Congre-
gación. Aun un profesional, un joven egresado de la es-
cuela técnica o comercial, que desee darse íntegramen-
te a Dios, con toda su capacidad, y que no sienta el
llamado al Sacerdocio, puede encontrar su vocación
entre los Discípulos del Divino Maestro.
— 19 —
Su número crece de día en día. Y si, en el estado
actual, su reclutamiento presenta cierta dificultad y su
formación tiene todavía algunos vacíos, considerada su
reciente diferenciación, todo esto se irá perfeccionando
poco a poco, en conformidad a una vocación decidida-
mente moderna, en el sentido que une a la práctica de
los consejos evangélicos el desenvolvimiento integral de
la personalidad.
La Sociedad de las Hijas de San Pablo se presenta
como la realización, en términos de organización apli-
cados al Apostolado de las Ediciones, del ideal trazado
por Don Alberione en las páginas de su obra: "La mu-
jer asociada al celo sacerdotal".
Las Hijas de San Pablo tienen de común, con los
hijos de Don Alberione, la vocación religiosa y la vo-
cación específica; sin embargo, es evidente que su ins-
titución no puede ser considerada como una versión fe-
menina de la Sociedad de San Pablo. Ellas también es-
criben e imprimen; colaboran en la organización cine-
matográfica; en su porvenir se contempla también el
apostolado radiofónico y televisivo; pero están parti-
cularmente especializadas en la difusión de las edicio-
nes y de las películas cinematográficas, ya sea en las
librerías como en la propaganda a domicilio.
Sobre la base de esta actividad, se dedican a for-
mas magníficas de apostolado: jornadas del Evangelio,
Congresos Catequísticos, propaganda contra el Protes-
tantismo. En tales circunstancias las Hijas de San Pa-
blo no yacilan en subir a una tribuna o al tablado de
un teatro; pero no pueden ellas solas actuar eficazmen-
te, es necesario que el Sacerdote paulino esté junto a
ellas, con la ayuda de su palabra y de su ministerio.
Entre las dos familias paulinas, jurídicamente au-
tónomas, subsiste un vínculo de unión entre los que
tienen la responsabilidad, a fin de que el Apostolado de
las Ediciones se desarrolle en un plano orgánico y
ambas Congregaciones puedan comprender armónica-
mente las respectivas tareas que les han sido asignadas.
— 20 —
Las Discípulos del Divino Maestro son, según una
imagen muy cara a Don Alberione, las "lámparas
vivientes" que arden ante Jesús Sacramentado. Ellas
constituyen, usando otra imagen suya, la raíz escondi-
da que hace fluir la savia vital, para la floración de las
obras de las dos Congregaciones que se dedican al Apos-
tolado de las Ediciones.
"En la iniciación de ambos Institutos, declara Don
Alberione, hubo muchas personas que se ofrecieron co-
mo víctimas, por el éxito de los mismos, y el Señor
aceptó la oferta de algunas.
"Los clérigos del Seminario de Alba, de 1910 en ade-
lante, ofrecieron diariamente sus oraciones y sacrifi-
cios por las intenciones privadas de su Director Espi-
ritual; después, estallada la guerra de 1915-1918, reno-
varon desde el frente su ofrecimiento, acompañado por
la oblación de su propia vida, expuesta siempre a tan-
tos peligros, cada vez que el Señor tuviera a bien acep-
tarla. Más de uno fué tronchado por la guerra, otros
murieron por enfermedades contraídas mientras estu-
vieron bajo las armas. En esta forma se había formado,
en torno de nuestras iniciativas, un círculo de almas
virtuosas y piadosas, que oraban y adoraban. Su i efe
era el Canónigo Chiesa".
Cuando el Apostolado de las Ediciones fué puesto
en marcha, Don Alberione, que siempre conserva vivo
el recuerdo de aquella adoración en la primera noche
del siglo, pensó en dar una forma estable a esta colabo-
ración, que es esencial para toda actividad apostólica.
Así nacieron las "Discípulas del Divino Maestro".
Su íntima relación con las dos primeras Congrega-
ciones encuentra, pues, su más completa expresión en
la Adoración Perpetua ante Jesús Sacramentado, en re-
paración de los pecados y en propiciación para el Apos-
tolado de las Ediciones.
Dentro del espíritu de esta misión, e injertándose
en el amplio ámbito del Apostolado de las Ediciones,
ellas desarrollan también el Apostolado Litúrgico, con

— 21 —
publicaciones propias y con varios Centros para la di-
fusión de los ornamentos sagrados, de los útiles para el
culto, de los objetos de piedad, que salen de sus mismas
manos y que intentan, gradualmente, reemplazar en
gusto y sensibilidad litúrgica la "pacotilla sagrada".
Por otra parte, ellas prestan su obra de asistencia
para la cocina, la enfermería y la lavandería, a la So-
ciedad de San Pablo, en los Seminarios y en las casas
de reposo para el Clero.
Las Hermanas Pastorcitas han entrado al campo
hace pocos años, pero ya dan muestras de una activi-
dad sorprendente.
Como ya se ha visto, Don Alberione sintió, desde
el comienzo de su vida sacerdotal, la necesidad de des-
arrollar una actividad pastoral, con nuevos métodos
más adecuados a estos tiempos. Desde 1908 él acaricia-
ba la idea de una institución religiosa femenina que se
dedicase enteramente a la vida, cada vez más compleja,
de la Parroquia. Mientras surgían en la Iglesia, en una
que otra parte, las Auxiliadoras Parroquiales y Misio-
neras, escogidas entre las filas de la Acción Católica,
Don Alberione estimó que, lo mismo que respecto al
Apostolado de las Ediciones, la colaboración parroquial
de la mujer estaría mejor garantizada por la vida re-
ligiosa.
Así pues, las "Pastorcitas" se dedican, en coopera-
ción estrecha con los pastores de almas, a todas las
obras parroquiales.
Tienen ellas un estrecho parentesco con las demás
Congregaciones Paulinas, puesto que han nacido del
corazón del Padre común. Acercándose a cada alma, las
"Pastorcitas" aplican los principios y los recursos del
Apostolado de las Ediciones. Pero no es esto sólo, ellas
también proveen con mayor eficacia al reclutamiento
de sus propias vocaciones y al de las otras Congrega-
ciones Paulinas.
Para la actividad dinámica de las instituciones her-

— 22 —
manas, y en perfecta unidad de intención con éstas,
ellas vienen, pues, a ser las preciosas "bases avanzadas".
La Unión de Cooperadores del Apostolado de las
Ediciones" traduce en acto la idea primitiva de Don Al-
berione, cuando empezó a meditar en el Apostolado de
las Ediciones.
Fundada en los primeros años de la Sociedad de
San Pablo y de la Sociedad de Hijas de San Pablo, ba-
sada en la experiencia tenida por él mismo en la direc-
ción espiritual de los Terciarios Dominicos, tiene siem-
pre el carácter de una colaboración de naturaleza prin-
cipalmente espiritual y económica, de parte de los nu-
merosos laicos (más de un millón en todo el mundo)
que simpatizan y viven en unidad de espíritu con las
dos Congregaciones Paulinas; pero, en realidad, estos
"Bienhechores del Instituto" tienen una fisonomía más
amplia. Su cooperación deberá asumir, de acuerdo con
el pensamiento de Don Alberione, un carácter decidida-
mente intelectual.
En efecto, por una parte, el Apostolado de las Edi-
ciones tendrá siempre necesidad de un equipo de es-
pecialistas en los diferentes ramos de la cultura, de la
técnica y del arte, puesto que los miembros de los dos
Institutos jamás podrán ser autosuficientes en el cam-
po tan vasto y difícil en el que están llamados a operar,
ni podrán dedicarse a profesiones típicamente laicas, ni
penetrar directamente en todos los ambientes.
Por otra parte, el Apostolado de las Ediciones po-
drá, de este modo, estimular esas fuerzas católicas y,
sobre todo, santificar amplios estratos de la cultura, en
beneficio de la sociedad misma en la cual pretende pe-
netrar.

— 23 —
Postulados doctrinales

1) Ei universalismo
"La Familia Paulina, declara Don Alberione, está
ampliamente abierta para todo el mundo. Las Edicio-
nes deben estar dirigidas a todas las categorías de per-
sonas; todos los problemas y todos los hechos han de
ser juzgados a la luz del Evangelio... En el único apos-
tolado de "dar a conocer a Jesús" debe iluminarse y
apoyarse todo apostolado y toda obra de bien; debe ser
llevado Cristo al corazón de todos los pueblos; se debe
hacer sentir la presencia de la Iglesia en cada proble-
ma, con espíritu de adaptación y comprensión para to-
das las necesidades públicas y privadas".
En otro lugar escribe:
"Con respecto al mundo, vosotros sois "la sal" y
"la luz", vosotros sois "la ciudad construida sobre el
monte" —son palabras del Divino Maestro— y debéis
dar, ante todo, la doctrina que salva; debéis, en segui-
da, penetrar todo el pensamiento y el saber humana
con el espíritu del Evangelio. No habléis solamente de
religión, pero hablad de todo cristianamente, a la ma-
ñera como en una Universidad Católica (que, si es com-
pleta, tiene la facultad de Teología, de Letras, de Me-
dicina, de Economía Política, de Ciencias Naturales,
etc.), todo es dado cristianamente y todo es ordenada
hacia el catolicismo.
"Lo mismo dígase de la sociología, de la pedagogía,,
de la geología, de la estadística, del arte, de la higiene,
de la geografía, de la historia y de todos los ramos del
saber humano, que deben ser acogidos y transmitidos,
según la razón subordinada a la fe".
La idea del "todo", que bullía ya, en la mente ju-
venil de Don Alberione, durante la larga vigilia del si-
glo naciente, y que ahora se complace en el inventario
minucioso de las disciplinas humanas y divinas, se ins-
pira directamente en San Pablo. En efecto, el Apóstol
— 24 —
de los gentiles, después de haber sintetizado la tarea
del cristiano, de "vivir en Cristo", agrega: "Por lo de-
más, hermanos, todo lo que es conforme a la verdad,,
todo lo que respira pureza, todo lo justo, todo lo que
es santo, todo lo que es amable, todo lo que sirve al
buen nombre, toda virtud, toda disciplina loable, esto
sea vuestro estudio" (Flp. 4, 8).
"Mi admiración y devoción por San Pablo, el san-
to de la universalidad —anota Don Alberione— comen-
zaron especialmente del estudio y de la meditación de
su Epístola a los Romanos. Desde entonces fueron ob-
jeto de mis continuas meditaciones: su personalidad„
su santidad, su corazón, su intimidad con Jesús, su doc-
trina teológica, la huella por él dejada en la organiza-
ción de la Iglesia, el celo por la salvación de todos los
pueblos. Me pareció verdaderamente "El Apóstol"; por
lo tanto, todo apostolado y todo apóstol podían inspn
rarse en él, y a él fué, por esto, consagrada la Familia
Paulina".
Este espíritu universal de San Pablo, con el cual
pudo evangelizar el mundo greco-romano, debe tam-
bién animar a un apostolado que pretenda conquistar
para Cristo el siglo XX, muy afín por muchos aspec-
tos, al siglo primero de la era cristiana. Debe por tanto
abrazar en extensión, como objeto de penetración apos-
tólica, toda la ciencia humana y sobrehumana, toda la
vida natural y sobrenatural; pero presupone una acti-
tud de universalidad, para aproximarse y adaptarse a
cada hombre y a la sociedad, tal como se presentan en
su aspecto más concreto.

2) La adaptación
Como Cristo en el pueblo hebreo, así Pablo en su
campo apostólico, se encontró en un contraste irreduc-
tible con el mundo, es decir, con el mal, que, de tal
manera invadía el mundo, llegaba a identificarse con
él. Pero Jesús supo apreciar las energías sanas de
— 25 —
su pueblo, aceptó su >-añera de vida, le dirigió una pa-
labra comprensible, en el lenguaje axiomático y poético
de los orientales. Lo mismo dígase de San Pablo. En el
Áreópago, para citar un solo episodio, su discurso adop-
ta un estilo grandilocuente, como si fuese un retórico,
demostró apreciar el sentimiento religioso del pueblo
griego y rindió homenaje a sus poetas. No hubo límites
de casta social o de cultura que no fueran sobrepasa-
dos en la predicación de Cristo y del Apóstol de los
gentiles.
Un predicador del siglo XX deberá también enfo-
car al mundo tal como éste es. Deberá tener en cuenta
el sentimiento vivo de la personalidad, el cual en su ex-
presión más genuina, en medio de los recodos de una
filosofía bastante menos emancipada y revolucionaria
de lo que parece, no es otra cosa que "la libertad de
los hijos de Dios", de que habla el mensaje evangélico.
Deberá también adaptarse al celoso individualismo que
se proyecta en la sociedad, engendrando un anhelo de
libertad, un modo de ser y un método democrático.
Por otra parte, cuando tenga que proclamar el
mensaje social de la Iglesia, tendrá también la habili-
dad de descubrir, aun en el comunismo ateo, la leva-
dura cristiana que lo fermenta y que, en tiempo de San
Pablo, en un clima espiritual elevadísimo, se exprimía
en la certeza de la Comunión de los Santos y de la uni-
dad en Cristo, en la solidaridad económica entre las
Iglesias y, más tarde, en el comunismo monástico.
También el culto paganizante de los valores huma-
nos y corporales, alimentado por la ciencia moderna y
por el sentido de la personalidad, tiene una exacta
enunciación cristiana en las palabras de Pablo: "Todo
es vuestro, vosotros sois de Cristo, Cristo es de Dios",
según la amplitud expresada en el ya citado pasaje de
la Epístola a los Filipenses.
El apóstol moderno, cuando tenga que cumplir su
mandato en tierra de misiones, no se preocupará por
presentar un catolicismo revestido por la cultura gre-
co-romana, como hasta ahora se le presenta casi eK-
— 26 —
elusivamente; si desea influir entre la clase de los doc-
tos y luego entre las masas, deberá transmitir el Evan-
gelio en su estado puro, sobre el soporte espiritual de
la cultura vernácula.
No deberá ser diverso su modo de expresarse. Si en
un mundo apresurado, cuyo lenguaje debe ser substan-
cial, concreto y sencillo, traducción de una experiencia
vital antes que de una idea abstracta, el predicador mo-
derno adoptase una elocuencia catedrática o vestida de
pompas, enfrentaría a un auditorio ausente, como no
fuera para echarle en el rostro, y esta vez con razón, el
desprecio del Areópago: "Te escucharemos en otra
ocasión".
¿Y qué decir, si pretende permanecer pegado al
púlpito, sin aceptar otras tribunas, otros vehículos de
su pensamiento, en el mundo de la prensa, de la radio
y del cinematógrafo?
Es hoy un lugar común que, si San Pablo volviese
a nacer, se haría periodista.
El universalismo paulino, que se impone con exi-
gencia absoluta, sobre todo en el Apostolado de las Edi-
ciones, no puede ser, téngase muy presente, una pura
destreza apologética o dialéctica. El se apoya sobre un
principio cierto: que "lo sobrenatural se edifica sobre
lo natural", que la naturaleza, a pesar de estar herida
por el pecado original, puede y debe armonizar con lo
sobrenatural, desde el momento que el Autor de ambos
es uno solo: Dios.
Solamente partiendo de esta base, el Apostolado de
las Ediciones podrá llevar al mundo "el escándalo de
la cruz". Solamente teniendo el alma abierta a todo lo
que, en el corazón del hombre, hay de verdadero, de
bello y de bueno, podrá penetrar en él y grabar allí "el
signo de contradicción".

27 —
3) La s í n t e s i s
Don Alberione gusta de los esquemas. A su carác-
ter intelectual y sintético, que soporta a duras penas
los medios tonos, ellos facilitan la transmisión de un.
pensamiento concebido por intuición. Por medio del es-
quema puede él fijar, en toda su amplitud y brevemen-
te, la riqueza de su propia alma. Pero este esquematis-
mo revela también el ideal de una síntesis universal,
que lo acompaña desde su temprana juventud. He aquí
como lo describe:
"Hay, en las ciencias, una desorientación siempre
creciente. Es la enfermedad del cientismo. Cada una y
todas las ciencias son capítulos del gran libro de la
creación; cada una es el conocimiento de la obra crea-
dora de Dios, cada una debe servir al hombre como un
medio de llegar a Dios, como sirve el ojo, la lengua, la
voluntad. Pero, así como a menudo acontece en algu-
nos hombres que no se preguntan de dónde vienen,
adonde van y por qué viven, de la misma manera su-
cede con los conocimientos o ciencias de las cosas. En
efecto, los hombres complaciéndose únicamente en po-
seerlas ya no se preguntan: ¿quién las ha dado? ¿para
qué me las ha dado? ¿para qué sirven? Todas las cosas
deben servir al hombre, según San Pablo: "todas las
cosas son vuestras, mas vosotros sois de Cristo y Cristo
es de Dios" (1 Cor. 3, 22-29).
"Las ciencias, profundizadas, conducen a Jesucris-
to, que es el Camino de Dios; es decir preparan para
recibir la revelación de Jesucristo, el cual, en cuanto
Dios, mientras creaba las cosas iluminó al hombre para
que las conociese y, para elevar al hombre, quiso re-
velarle otras verdades que no están impresas en la na-
turaleza. En esta forma quiso El preparar al hombre
para la visión de Dios, a condición de que él haya usa-
do rectamente de su razón y haya recibido y creído las
verdades reveladas.
"El pecado, al mismo tiempo que trajo la desorien-
tación en las costumbres y creencias de los pueblos,
— 28 —
acarreó también la desorientación en las ciencias. A
causa del orgullo humano —"seréis como dioses"—
éstas, frecuentemente, no conducen a la Teología y a
la Fe; no sirven para el hombre, antes bien, lo excla-
vizan, hasta el punto de impedirle la consecución de
su ñn. La ciencia humana es un arma noble, pero, a
menudo, es usada contra el mismo hombre.
"Y nosotros sacerdotes, continuadores de la obra
de Jesucristo, ¿cumplimos nuestro ministerio de orien-
tar la ciencia, de iluminar y guiar a los intelectuales,
a fin de que profundicen sus conocimientos y, en el
fondo de ellos, encuentren a Cristo y a Dios?
"Para obrar en este sentido y elevar a los intelec-
tuales de la razón a la revelación, de la ciencia huma-
na a la divina, el sacerdote debe buscarlos dondequiera
que se encuentren, como lo hizo el Hijo de Dios, que
se hizo hombre para encontrar al hombre, pobre oveja
descarriada, y llevarla de nuevo al Padre.
"Por esto los programas pontificios exigen que el
clérigo profundice, mucho más que en otro tiempo (an-
tes de San Pío X), la ciencia humana.
"Se necesita: 1) Estudiar, por lo menos suficiente-
mente, la ciencia humana. 2) Unificar las ciencias en
la Filosofía de las ciencias. 3) Mostrar la Filosofía como
una servidora inmediata que introduce a la Revelación.
"En el Oremus de la fiesta de San Alberto se dice:
"Oh Dios, que has hecho grande al bienaventurado Al-
berto, Pontífice y Doctor, en someter la sabiduría hu-
mana a la fe divina, concédenos el seguir tan de cerca
su magisterio, que podamos gozar de la perfecta luz en
el cielo". Actualmente hace falta la unificación de las
ciencias en una filosofía que conduzca a los intelectua-
les hasta el umbral de la Teología y encienda en ellos
el deseo de otra luz: Cristo, mediante el cual se llegará
a la plenitud de la luz en el cielo.
"Durante el curso teológico, mientras yo estudiaba,
ademáis de los manuales escolásticos, la Suma de San-
to Tomás, conversaba a menudo con el Canónigo Chie-
sa, sobre la empresa del santo de recoger las ciencias
_ 29 —
antiguas (especialmente la filosofía de Aristóteles) j
unificarlas; llegábamos siempre a esta conclusión:
"Unámonos en la oración, a fin de que la Divina Pro-
videncia suscite un nuevo Tomás de Aquino, que reco-
ja los miembros esparcidos, es decir las ciencias, en una
nueva síntesis metódica, clara, aunque breve, y forme
con ellos un solo cuerpo".
"Los intelectuales tendrán también, además de la
ayuda divina, la ayuda humana de su propio saber;
cada ciencia enviará su propio rayo de luz hacia la Teo-
logía y las múltiples ciencias encontrarán también su
unidad en la multiplicidad y, por la humildad de la fe,
se logrará la tercera revelación: la luz de la gloria.
"Todo esto se encuentra en el Divino Maestro: cien-
cias naturales, que se adquieren por la luz natural de
la razón; ciencias teológicas, fundadas en la Revelación
de Jesucristo, recibida por la luz de la fe; visión de todo
en Dios en la vida eterna, mediante la luz de la gloria.
"Después de muchas plegarias, fué decidido hacer
un ensayo, como experimento, en un Curso de Teología.
El Canónigo Chiesa tenía conocimientos del pueblo ale-
mán, del inglés y del francés, por haber pasado entre
ellos un tiempo notable; era laureado en teología, fi-
losofía y ambos derechos; tenía también un amplio co-
nocimiento de las ciencias humanas, no en sus míni-
mos detalles, sino en sus principios y aplicaciones. Fue-
ron consultados numerosos tratados y se tomó como
guía el Divino esemplarismo. Pero este experimento,
para muchos, no mereció siquiera ser examinado o fué
considerado como una ilusión pueril.
"Sin embargo, las adoraciones al Divino Maestro,,
que el Canónigo Chiesa ofrece ciertamente en el cielo,
—donde se prometía acompañar a San Pablo, el uni-
versalista, en un cántico eterno a Cristo, Eterna Ver-
dad—, y las adoraciones que ofrece sobre la tierra la
Familia Paulina (incluso las Pías Discípulas, que tie-
nen esta misión especial que cumplir) obtendrán esta
gracia del Divino Maestro Eucarístico.
"Si es verdad que cualquier cosa que pidamos en
— 30 —
el nombre de Jesucristo nos será concedida, creamos,
esperemos, trabajemos con fe y humildad.
"La Sociedad de San Pablo meditará a menudo:
¿a qué has venido? Ella debe llevar siempre en su co-
razón a los intelectuales. El Evangelio es" una cosa di-
vina: en su fondo, corresponde a todas las inteligen-
cias, es capaz de contestar a todas las preguntas. Si se
conquistan los intelectuales, se pescará con la red, no
sólo con el anzuelo. Entonces se verificará el abrazo de
las dos hermanas en Cristo: la razón y la fe. Tal ri-
queza será concedida por Dios a la Familia Paulina en
la medida en que ella corresponda a su misión".
:l! *

De nuevo es San Pablo quien da forma a esta bús-


queda de unidad en la universalidad. Su divisa "ins-
taurar todas las cosas en Cristo" había sido tomada
por San Pío X, como programa de su pontificado, y, no
casualmente, fué recogida por Don Alberione, como una
preciosa herencia espiritual, en el momento mismo en
que el gran Papa caía quebrantado, en la encrucijada
de una nueva era histórica. En efecto, la Sociedad de
San Pablo nacía el 20 de agosto de 1914, fecha de la
muerte de San Pío X.
Los hijos de Don Alberione no pudieron compren-
der inmediatamente el vasto alcance de la síntesis de
todas las ciencias, que constituye el postulado funda-
mental de su acción apostólica, en cuanto se presenta
como condición indispensable de aquella universalidad.
¿De qué serviría, en verdad, el esfuerzo de presen-
tar todas las ciencias y todas las expresiones de la vi-
da humana bajo la luz de la Revelación, si esta luz no
descendiese en profundidad, hasta poner en evidencia
el nexo íntimo que todas las cosas liga y reconduce al
Verbo "por quien han sido hechas todas las cosas", que
era "la luz verdadera que ilumina a todo hombre que
viene a este mundo" (Jn. 1, 3-9).
— 31 —
Desde hace un par de siglos, el enciclopedismo se
lia hecho una moda intelectual, que evidencia una pro-
funda exigencia del espíritu humano, pero que se re-
ducirá a una estéril correría a través de todo lo cono-
cible, hasta que no se retorne a la Suma del siglo XIII.
El Apostolado de las Ediciones puede, laudable-
mente por cierto, abrazarlo todo, extenderse en la am-
plitud de una enciclopedia; pero su esfuerzo logrará
sólo el escaso fruto de una colección de notas eruditas
y de conceptos científicos, revisados y adaptados al uso
de los creyentes, hasta que no consiga entablar un "co-
loquio", profundo y duradero, con el pensamiento de
la otra banda y darle razón de las cosas "en sí" a tra-
vés de las "altísimas causas".
En conclusión, se nos preguntará cuál es la tarea
de los paulinos en la ardua empresa de la "síntesis de
las ciencias".
Los hombres que Don Alberione ha querido dar a
la Iglesia deben ser, ante todo, recios y fornidos, ver-
daderos pastores; él jamás ha pretendido fundar un
ejército de especialistas, aunque siempre ha acariciado,
e intenta realizar, la idea de una "Universidad Pauli-
na". La misión de estos hombres es, por lo tanto, de
una naturaleza esencialmente apostólica. Podrán dar
una fuerte contribución al pensamiento, pero se bene-
ficiarán además de los esfuerzos que otros realizarán
en tal sentido y se moverán bajo una directiva bien
precisa: "conquistar a los intelectuales" y, a través de
ellos, llegar a las masas, de manera de poder "pescar
con la red y no sólo con el anzuelo". Por esto los pau-
linos deben ser valerosos y conservar, al mismo tiempo,
un sentido profundo de los propios límites, un sentido
vivo del peligro y una fidelidad absoluta a la Cátedra
de Pedro; pero deben tener, sobre todo, un corazón
muy grande para con el mundo al cual se dirigen: el
mismo corazón de San Pablo, que era el corazón de
Cristo.
Por lo tanto, "la síntesis universal" es un postula-
do imprescindible, en la aplicación del Apostolado de
_ 32 —
las Ediciones; pero es evidente, como ya se ha dicho,
que el apóstol moderno, hoy menos que nunca, no po-
drá presentarse con la vestidura de "profesor", sino de
"maestro", de "pastor", que persigue la redención y la
perfección de "todo el hombre concreto". Regresando de-
cididamente al espíritu de los "Padres" —el nombre
es significativo— y especialmente al de San Agustín,
«deberá ofrecer al hombre del siglo XX, no ya una Teo-
logía como ciencia, sino una Teología como sabiduría.

£1 sello divino

El que dé una mirada panorámica a la vida de


Don Alberione, fácilmente descubrirá en ella un de-
signio preciso de la Providencia. Cada intuición, cada
experiencia de su juventud, encuentra exacta aplica-
ción en una obra suya; estas obras nacen en el mo-
mento oportuno y se consolidan tras gran dificultad.
Podemos aún preguntarnos si esta vida y estas obras
no llevan un sello divino tangible; si no ha habido un
momento en el cual Don Alberione haya sido tocado,
jsin lugar a dudas, por lo sobrenatural.
Concedemos que esta garantía no es indispensable,
pero ella es generalmente concedida a los hombres y a
las obras destinados, por especial vocación, "a llevar el
nombre divino entre las gentes".
Don Alberione, en efecto, no se nos presenta como
un taumaturgo o un extático. Siempre ha sido muy ce-
loso de su intimidad espiritual; sin embargo, como ya
hemos visto, en una u otra parte afirma haberse sen-
tido como "iluminado"; refiere en términos directos las
"inspiraciones" tenidas en la oración; "para mayor
tranquilidad y confianza", debe decir que "debiendo
siempre guardar un secreto, la Familia Paulina ha te-
nido signos numerosos y claros de ser querida por el
Señor".
Al que entra en las numerosas capillas de la Fa-
milia Paulina le llama la atención el ver grabadas en
_ 33 —
•5.—
el frontis del altar, o bordados en la vuelta de los man-
teles, las siguientes frases:
"No temáis, yo estoy con vosotros".
"Desde aquí yo quiero iluminar".
"Tened dolor de los pecados".
Se decía, en 1938, que durante los ejercicios espi-
rituales que Don Alberione dió, aquel año, a sus sacer-
dotes de la primera hora, él había dado una explica-
ción de las famosas frases. Se habían, además, impreso
los apuntes tomados de sus predicaciones en aquella
ocasión. En ellos se lee textualmente lo siguiente:
"Uno de aquellos días me pareció soñar... Vi el
sol obscurecerse en el horizonte; en el patio de la casa
un gran número de jóvenes y de sacerdotes, como des-
bandados. Pero en seguida el sol reapareció, ardiente,
luminoso. Y, en medio de un campo de mieses doradas,
apareció el Divino Maestro, que me miraba sonriente,
y escuché estas palabras: "No temáis, yo estoy con vos-
otros, desde aquí quiero iluminar"; luego agregó otras
palabras que no entendí bien, pero me pareció que so-
naron así: "Tened dolor de los pecados". Cuando me
desperté, me encontré sano" (Se trataba de aquella
gravísima enfermedad, que, en 1923, lo había puesto al
borde del sepulcro).
Se dijo después que estos apuntes habían sido
desautorizados por Don Alberione. En realidad —sólo
lo hemos sabido recientemente— fueron corregidos por
su puño y el período citado permaneció intacto.
Nos ha sido confirmada ahora esta reciente ano-
tación, hecha en tercera persona, y que lleva el suges-
tivo título de "Más l u z . . . "
"En momentos de particular dificultad, volviendo
a examinar toda su conducta, si había habido impedi-
mentos de su parte a la acción de la gracia, le pareció
que el Divino Maestro quería reasegurar el Instituto
comenzado hacía pocos años. En el sueño que tuvo a
continuación, le pareció tener una respuesta. En efecto,
Jesús Maestro le decía: "No temáis, Yo estoy con vos-
— 34 —
oíros. Desde aquí yo quiero iluminar. Tened dolor de
los pecados".
"Habló del asunto con su Director Espiritual, ha-
ciéndole notar la luz en que la figura del Maestro es-
taba envuelta. El le respondió: "Está tranquilo, sueño
u otra cosa, lo que se te ha dicho es santo; haz de ello
un programa práctico de vida y de luz, para ti y para
todos los miembros".
"He aquí como entendió él, en el conjunto de las
circunstancias, tales expresiones:
a) Ni los socialistas, ni los fascistas, ni el mundo,
ni el asalto de los acreedores en un momento de pánico,
ni el naufragio, ni el demonio, ni las pasiones, ni vues-
tra insuficiencia en todas las cosas... pero aseguraos
de dejarme estar con vosotros, no me arrojéis con el
pecado. Yo estoy con vosotros, es decir con vuestra Fa-
milia, que yo he querido, que es mía, que yo alimento,
de la cual formo parte como Cabeza. No vaciléis, aun-
que sean muchas las dificultades, pero que Yo pueda
permanecer siempre con vosotros. No pequéis.
b) "Desde aquí Yo quiero iluminar". Es decir que
Yo soy vuestra luz y que me serviré de vosotros para
iluminar; os confío esta misión y quiero que la cumpláis.
"La luz en que estaba envuelto el Divino Maestro,
la fuerza de la voz sobre las palabras quiero y desde
aquí y la prolongada indicación de la mano hacia el
Tabernáculo, fueron tan intensas, como una invitación
a tomarlo todo de El, Maestro Divino viviente en el
Tabernáculo; que ésta es su voluntad; que de la, en-
tonces, amenazada Familia debía partir mucha luz. ..
Por esto él prefirió sacrificar la gramática al sentido,
escribiendo "Abhinc". Cada cual piense que es un tras-
misor de luz, un altoparlante de Jesús, secretario de los
Evangelistas, de San Pablo, de San Pedro... que la
pluma manual, junto con la tinta de la impresora, lle-
nan una sola misión: sacerdote y discípulo.
c) "El dolor de los pecados" significa el habitual
reconocimiento de nuestras culpas, defectos e insufi-
ciencias. Distinguir lo que es de Dios de lo que es nues-
— 35 —
tro: a Dios todo honor, a nosotros el despi'ecio. De aquí
nace la oración de la fe, titulada "Pacto o secreto del
éxito".
"En uno de los sueños, añade, preguntó a María
qué podría hacer ahora la Familia Paulina en su obse-
quio, y qué homenaje esperaba ella de la cristiandad,
en este momento histórico. María se mostraba envuel-
ta en una luz oro-blanca, como la llena de gracia. "Yo
soy la Madre de la Divina Gracia". Esto responde a las
necesidades actuales de la pobre humanidad y ayuda a
conocer mejor el oficio que María desempeña en el cie-
lo: "Mediadora Universal de la Gracia".

La Reina de los Apóstoles, cuya devoción inculcó


desde el tiempo en que era Director Espiritual del Se-
minario de Alba; a la cual dedicó la más delicada poe-
sía y las más hondas aspiraciones de su corazón y de
su mente, en las plegarias escritas por él para la Fa-
milia Paulina; de la cual habla y escribe incansable-
mente, con acento de íntima conmoción; en cuyo ho-
nor edificó un templo grandioso, que quiere cuidar en
sus más pequeños detalles y que traduce, en el lengua-
je del arte, su catcquesis mañana; la Reina de los Após-
toles ciérra, no sin un hondo significado, la larga serie
de apuntes de Don Alberione, escritos de su puño y
letra y que constituirán, tal vez, su más completo tes-
tamento espiritual.
tí Divino Kaestto
fotma de La espiritualidad paulina

"Uno solo es vuestro Maestro, el Cristo" (Mt.


23, 8).
"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn.
14, 6 ) .

El 27 de junio de 1949 S. S. Pío XII se dignó con-


ceder la aprobación definitiva, al Instituto religioso
"Sociedad de San Pablo" y a sus Constituciones.
Al determinar el fin general del nuevo Instituto:
procurar la gloria de Dios y asegurar la propia santifi-
cación, en la vida de comunidad y con la observancia
de los tres votos, y el fin especial del mismo: la difu-
sión de la doctrina católica, principalmente por medio
del apostolado de la "edición", esto es mediante el li-
bro, el cine y la radio (y los otros medios más eficaces
y más rápidos, que el progreso pueda poner a su dis-
posición), queda indicada su base espiritual, la cual
consiste en una "especial devoción a Nuestro Señor Je-
sucristo, Divino Maestro, que es el Camino, la Verdad
y la Vida, de manera que todos, bajo su divino ejem-
plo, crezcan en sabiduría, en gracia y en virtud, hon-
rando a Dios con profunda religión, en espíritu y en
verdad, y amándolo con la mente, la voluntad, el co-
razón y las obras" (a. 159 de las Constituciones).
La Sociedad de San Pablo, que se ha dado ya
a conocer en la Iglesia y en el mundo, por sus activi-
dades apostólicas en el campo de la prensa de divulga-
ción, y que comienza a trabajar en el campo del cine
— 37 —
y de la radio, desea hacer saber que ella ha puesto,
como base de todas sus actividades, una intensa es-
piritualidad, la cual es antepuesta a toda manifesta-
ción externa y que es la verdadera alma de su apos-
tolado.
Es una espiritualidad que tiene su origen y su
punto de apoyo en una "especial" devoción a Jesucris-
to, en cuanto El es "El Maestro" y en cuanto El mis-
mo se ha definido como: "El Camino, la Verdad y la
Vida".
Esta devoción es entendida de un modo integral,
en tal forma, que pueda responder a todas las exigen-
cias de la naturaleza humana, elevada por la gracia,
y que abarque toda la práctica cristiana, tal como se
desprende del Evangelio y de las variadas y sucesivas
experiencias de la Iglesia.

Raíces de la nueva devoción

Ella brota de una página característica del Evan-


gelio, cuando llegaba a su término la misión de Jesús
y El se entretenía en aquella plática con sus discípulos,
tan íntima, tan confidencial, tan conmovedora: "No se
turbe vuestro corazón —decía Jesús—. Pues creéis en
Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay
muchas habitaciones. Si no fuese así no os habría di-
cho: Voy a prepararos un lugar. Y cuando habré ido
y os habré preparado un lugar, vendré otra vez y os
llevaré conmigo, para que donde yo estoy, estéis tam-
bién vosotros. Ya sabéis adonde voy y sabéis asimismo
el camino. Dícele Tomás: Señor, no sabemos a dónde
vas; pues, ¿cómo podemos saber el camino? Respón-
dele Jesús: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Nadie viene al Padre sino por mí. Si me hubieseis co-
nocido a mí, hubierais, sin duda, conocido también a
mi Padre; pero lo conoceréis luego y ya le habéis visto.
Dícele Felipe: Señor, muéstranos al Padre, y eso nos
basta. Jesús le responde: Tanto tiempo ha que estoy
— 38 —
con vosotros, ¿aún no me habéis conocido? Felipe,
quien me ve a mí ve también al Padre" (Jn. 14, 1-9).
Meditando este pasaje, tan cristalino, tan confor-
tante y tan lleno de significado, el sacerdote Giacomo
Gíuseppe Alberione, fundador de la Pía Sociedad de
San Pablo, ciertamente inspirado por el cielo, orien-
taba su vida espiritual hacia la contemplación dete-
nida de la persona de Jesús, "Maestro" de los caminos
de Dios; de Jesús, Camino verdadero que une al alma
con el Padre Celestial, en el cual y con el cual El mis-
mo es la Vida por el Espíritu Santo, en la unidad de
una única acción santificadora. De esta contemplación
pasó al estudio de la doctrina, del alma, de la voluntad,
del corazón, de la misión de Jesús; a un esfuerzo por
actuar según su divina voluntad y por imitar sus ejem-
plos; a la oración y unión con El, en el culto eucarís-
tico; a la difusión por doquiera del mensaje de Jesús,
para gloria del Padre y salvación de las almas. Su lema
apostólico fué; "Gloria a Dios y paz a los hombres".
Profundizando siempre más en el significado de
aquel pasaje evangélico, estudiándolo y viviéndolo, pudo
ver en aquella definición, que el Divino Maestro dió de
Sí mismo, la más completa de todas. La confrontó con
las aspiraciones de su alma; la adaptó a las exigencias
de la santidad cristiana; la observó con los ojos de San
Pablo, quien escrutó el misterio de Cristo, esplendor,
ejemplar, Sacerdote del Padre; la iluminó con la luz de
la enseñanza de la Iglesia y quiso ponerla como piedra
angular, en la obra santificadora de su Instituto.

Primeros pasos

Luego la propuso gradualmente, con paternal dis-


creción; esperó pacientemente que la semilla deposita-
da en las almas ahondase sus raíces, que surgiese la
pequeña planta, se robusteciese, diese los primeros bro-
tes, abriese las primeras flores y produjese los prime-
ros frutos de santidad y de celo...
— 39 —
Hoy la Iglesia ha ratificado solemnemente, con el
sello de su aprobación, la legitimidad, la solidez y la
conformidad de esta devoción con el espíritu de Jesús
y de la tradición católica, exaltando su riqueza y efi-
cacia santificadora. Esta aprobación es una garantía de
seguridad para aquellos que han seguido esta inspira-
ción, para todos los que se orientan hacia ella, atraídos
por la fascinación del Divino Maestro.

Excelencia del objeto

¿Cuál es el objeto de esta devoción, que la distin-


gue específicamente de las demás devociones hacia la
persona adorable de Jesucristo? Hay un doble objeto:
uno material y sensible, que es la persona encarnada
del Verbo Divino; el otro espiritual y triple, a saber:
la enseñanza, el gobierno y el amor de Jesús, en cuan-
to El es y se llama a Sí mismo "El Maestro" y que une-
en Sí, por razón de su persona divina, la dignidad de
Legislador y Redentor universal: Camino, Verdad y
Vida de nuestras almas.
Hecha esta especificación, queda de manifiesto que
ésta es una devoción totalmente cristocéntrica, que es-
capa a todas las interpretaciones ridiculas que sus ene-
migos quisieran darle; como lo hicieron, por ejemplo,,
con la devoción al Sagrado Corazón, la cual calum-
niaron diciendo que se trataba de un culto idolátrico,
dado a un músculo carnal; o con la devoción a las
Santas Llagas, de la cual blasfemaron llamándola,
"culto de los hoyos"; mientras, en el primer caso, el
culto es dirigido hacia la Persona amante de Jesús, bajo»
el símbolo del amor representado en su divino Corazón
y, en el segundo caso, hacia Cristo crucificado por nos-
otros, bajo el símbolo de sus Santas Llagas.
La devoción a "Jesús Maestro, Camino. Verdad y
Vida" está firmemente anclada en la divina persona
del Hombre-Dios, que quiere ser adorado en su calidad
de Maestro y ser llamado "El Maestro", honrándolo al
— 40 —
mismo tiempo en su dignidad inseparable de Legisla-
dor y Redentor, esto es "Camino, Verdad y Vida", se-
gún la aplicación que se da, en esta devoción, al tri-
nomio evangélico.
Allí encuentra su alimento toda la vida espiritual..
¿Qué es, en efecto, la vida cristiana y la vida religio-
sa? Es el conocimiento, la imitación y el amor de Je-
sús; es la divinización del alma por medio de la gracia,
la cual es luz (Verdad), actividad sobrenatural (Ca-
mino) y unión íntima con Dios (Vida).
La vida cristiana y la vida religiosa no son otra
cosa que el conocimiento de Jesús, el cual es la plena
revelación del Padre y de todo el orden sobrenatural:
"La vida eterna consiste en conocerte a Ti, solo Dios
verdadero, y a Jesucristo, a quien Tú enviaste" (Jn..
17, 3). El contacto con Jesús, Maestro Divino, es el
contacto con la Verdad personificada: "Yo soy la.
Verdad".
La vida cristiana y la vida religiosa son la imita-
ción de Jesucristo: ahora bien, en la devoción al Divi-
no Maestro, nos ponemos en la escuela de su enseñan-
za moral, tras las huellas de sus pasos, cumpliendo dó-,
cilmente sus preceptos, hechos practicables con su
ejemplo y con su gracia sobrenatural, que sana, eleva
y mueve: "Yo soy el Camino".
La vida cristiana y la vida religiosa consisten en
el amor de Jesucristo; pues bien, en la suave figura del.
Maestro Divino, todo nuestro amor y nuestra alma en-
tera son conquistados y arrastrados a la donación y al
intercambio: "Yo soy la Vida".
Con esta devoción nosotros nos consagramos com-
pletamente a la Persona Divina de "Jesús Maestro, Ca-
mino, Verdad y Vida", el cual reúne en su Persona en-
carnada: la dignidad de Mesías, Profeta y Doctor; la
dignidad de Legislador, que concreta su magisterio y
lo hace obligatorio, puesto que El no es sólo un expo-
sitor e intérprete de doctrinas, sino el que promulga
una legislación, determina sus aplicaciones con fuerza
obligatoria, nos alienta en nuestra debilidad y nos da.
— 41 —
a conocer la esencia y la práctica del camino del cielo;
y, finalmente, la dignidad de Redentor y Mediador in-
sustituible, puesto que la enseñanza del Divino Maes-
tro no es sólo una doctrina teórica y normativa, sino
una doctrina hecha viva por su ejemplo, y que se hace
íácil, suave y eficaz por la atracción de la gracia santi-
ficante y auxiliante.
Con lo dicho queda de manifiesto la excelencia del
objeto de esta devoción.

Riqueza de contenido teológico

Para darse una idea de la riqueza de conceptos,


que tal devoción encierra, basta reflexionar que el atri-
buto de "Maestro" nos hace pensar en el Verbo del Pa-
dre y nos induce a contemplar sus relaciones, en el
misterio de la Trinidad, con el Padre y con el Espíritu
Santo; que tal título reclama el hecho de la Revelación,
como un complemento a la divina "Sabiduría"; nos re-
cuerda la misión de Jesús, mediante la Encarnación:
"Maestro, nosotros sabemos que eres un enviado de
Dios" (Jn. 3, 2); "Maestro, sabemos que eres veraz y
que enseñas el camino de Dios, conforme a la verdad"
(Mt. 22, 16); "Todo el poder de juzgar lo dió al Hijo"
(Jn. 5, 22); "Yo he venido para que tengan la vida y la
tengan en más abundancia" {Jn. 10, 10); nos recuerda
también la obra del Espíritu Santo en la economía de la
Redención: "Recibirá de lo mío y os lo anunciará" (Jn. 16,
14); nos muestra el sistema educativo de Jesús, que nos
adoctrina eficazmente, anteponiendo el ejemplo práctico
a su enseñanza cristalina y luminosa; nos induce a estu-
diar las facultades humanas, con sus profundas aspi-
raciones de ponerse en comunicación con Jesús, para
captar sus luces, sus ejemplos y su atracción en el dul-
ce comercio del amor. El título de Maestro nos evoca
también su calidad inseparable de Legislador, la que,
a su vez, nos recuerda su dijgnidad de Rey y Pastor,
que reclaman la dócil sumisión de nuestra voluntad;
— 42 —
su calidad de Redentor, como víctima insustituible y
Sacerdote de eterna mediación, con todos los dulces
efectos del renacimiento y del fortalecimiento sobrena-
tural de nuestras almas, en la incorporación mística y
en la asimilación amorosa con la "Vid" divina, para
la gloria del Padre; los tesoros de su Sagrado Corazón,
la vida eucarística, su calidad de "prototipo" de los ele-
gidos, según la revelación paulina: "Los predestinó
para que se hiciesen conformes a la imagen de su Hijo,
por manera que El mismo sea el primogénito entre mu-
chos hermanos" (Rom. 8, 29).

Abundancia y selección de los medios

¿Y qué decir de la riqueza de los medios? Ellos


comprenden todo lo mejor que han ofrecido las diver-
sas escuelas de vida espiritual, revivido con el espíritu
del Cristo total. Allí está el tan recomendado espíritu
litúrgico; el cultivo de los estudios sagrados; el trabajo
activo del espíritu, junto con un controlado ejercicio
de la voluntad, en los que todo el hombre encuentra
abundante alimento; la pasión por la verdad, el estí-
mulo por las realizaciones, las aspiraciones de la sen-
sibilidad y del corazón. Comprende también el perfec-
cionamiento corporal, en el grado necesario para el
recto ejercicio de las facultades espirituales. Todos es-
tos medios se concretan diariamente en la Santa Misa,
la meditación, la hora de visita al Santísimo Sacra-
men, en la que se hace la lectura espiritual, un cuida-
doso examen particular, según el método de San Ig-
nacio, y se recita una tercera parte del Rosario; y al-
gunas otras fórmulas de oración común o privada, por
la mañana y por la tarde. Se practica también la con-
fesión semanal y se hace una especial santificación del
Domingo: cada mes se tiene un retiro espiritual con el
ejercicio de la buena muerte y, todos los días de la pri-
mera semana de cada mes, hay prácticas especiales de
las devociones cultivadas por el Instituto: "Divino
— 43 —
Maestro", San Pablo, Animas del Purgatorio, San José,
Angel de la Guarda, Sagrado Corazón y María Santí-
sima Reina de los Apóstoles. Todos los años se hacen
ejercicios espirituales de ocho días.

Eficacia del método

Todos estos medios y otros implícitos están orde-


nados y vivificados por un método que intenta hacer
revivir al Cristo total. En cada uno de ellos deben apli-
carse todas las facultades humanas: espirituales, sen-
sibles y materiales y, por lo tanto, se distingue en ellos
la parte de la mente, la parte de la voluntad, la parte
del corazón y de los sentimientos y la parte de los sen-
tidos; la parte especulativa, práctica, atractiva; la
parte dogmática, ascética, moral, pastoral, litúrgica y
sacramental, en correspondencia al Cristo total, Cami-
no, Verdad y Vida, el cual es considerado en esta devo-
ción, bajo el triple aspecto del dogma, la moral y el
culto. Y esto no sólo tiene su aplicación en la vida es-
piritual, sino que también se extiende a toda la acti-
vidad intelectual y práctica y a todas las obras de apos-
tolado, sea que se las considere como conceptos, como
realización práctica, como conquista de las almas, etc.
Este método tiene una eficacia muy especial para evi-
tar el fragmentarismo y la unilateralidad y para fomen-
tar el total desarrollo del espíritu y de la práctica del
apostolado.
El fundador lo inculca con estas enérgicas pala-
bras: "El gran mal está en fragmentar y casi despe-
dazar a Jesucristo. Hubo quien exaltó su admirable ver-
dad, como Rousseau, pero sin aceptar su moral y sin
vivir unido a Jesucristo; hay también quien admira sus
altas virtudes y quien reduce el cristianismo a una sen-
timentalidad. Es menester, en cambio, que a un mis-
mo tiempo se reciba con fe su palabra, se imiten sus
santos ejemplos y se viva la vida sobrenatural de la
gracia".
— 44 —
La degradación y el trastorno de la inteligencia
"habían arrastrado a los hombres, aun a los mejores,
hasta aquel complejo de errores, del cual nos habla la
Joistoria de la antigüedad. La degradación y el trastor-
no de la voluntad habían sumergido al hombre en el
piélago de vicios, del cual nos habla San Pablo en la
epístola a los Romanos. La degradación y el trastorno
de los sentimientos se manifestaron en toda clase de
idolatrías, como aun hoy se las encuentra en los pue-
blos paganos. Pero, he aquí a Jesucristo, que es Verdad
para nuestra inteligencia, Camino para nuestra volun-
tad y Vida para nuestro corazón y nuestros sentimien-
tos. Tanto más santo será el hombre, cuanto más uni-
do viva a Jesucristo, Camino Verdad y Vida. No hay
otra senda que seguir.
La gracia, reflejándose en las diversas facultades
humanas, las sobrenaturaliza: en la mente infunde la
fe, en la voluntad los hábitos sobrenaturales, en el co-
razón el amor a Dios y al prójimo. Este es el ejercicio
del cristiano: vivir siempre mejor en Cristo, crecer en
gracia, con un constante aumento de la fe, la espe-
ranza y la caridad.
¿Cómo podremos reproducir en nosotros a Jesús
todo entero? Creyendo en su palabra, imitando sus
ejemplos y viviendo su vida.
Jesucristo continúa hoy su oficio de "Maestro Di-
vino" en la Iglesia, que es su Cuerpo Místico: "Como
el Padre me envió, así os envío yo a vosotros" (Jn.
20, 21). De la misma manera como Jesús vino
al mundo, para ser el Camino, la Verdad y la Vida, así
envió El a sus Apóstoles, para que fuesen, en su Igle-
sia, el Camino, la Verdad y la Vida. Por eso la Iglesia
posee la infalibilidad en su magisterio: ella es la Ver-
dad; tiene autoridad suprema en el gobierno de las al-
mas: es el Camino; goza del poder de conferir la gracia
por medio de los sacramentos: es la Vida.
Cada educador, como cada sacerdote, cumple ple-
namente su misión, cuando según su propio estado, se
hace el camino, la verdad y la vida de las almas. De
— 45 —
aquí que nada hay más santo y ventajoso, que hacerse
discípulos dóciles e hijos devotos de esta Iglesia divina;
aprender todo lo que ella enseña, para dejarse siempre
guiar bajo su dirección y para recoger todos los medios
de santificación que ofrecen los sacramentos, sacramen-
tales y oraciones.
La Iglesia es la gran maestra de la fe, de la mo-
ral y del culto.
Jesucristo se nos ha mostrado como "Camino",
con sus ejemplos, desde la Encarnación hasta la As-
cención. En la Encarnación nos enseña la humildad:
"Se anonadó a sí mismo", dice San Pablo (Flp. 2, 7).
Nos da ejemplo en el pesebre, en Nazareth, en el mi-
nisterio público, en su pasión y en su muerte. El que
desee imitar a Jesús debe estudiar al Divino Maestro
y tratar de copiar en sí mismo cada uno de los rasgos
de su vida y de sus virtudes. "El que me sigue no ca-
mina a obscuras, sino que tendrá la luz de la vida"
(Jn. 8, 12). Jesucristo es la luz que nos guía hacia la
vida eterna.
Jesucristo se nos mostró como "Verdad" en el ma-
ravilloso sermón de la montaña, en el cual proclamó
las bienaventuranzas y nos dejó un resumen de la per-
fección moral. Luego nos reveló los misterios de la Tri-
nidad, la Eucaristía, la Redención, del Cuerpo Místico,
de la Resurrección de la carne, etc. ¡Oh, qué hermosos
son nuestros Evangelios! Los mejores libros de los más
grandes autores no valen lo que un solo capítulo del
Evangelio; los doctores y escritores podrían dar todas
sus obras, por un solo versículo del Evangelio: "Biena-
venturados los pobres de espíritu" (Mt. 5, 3).
Jesucristo se nos mostró como "Vida": El nos la
conquistó con su muerte en la cruz; nos la comunica
por su Iglesia en el bautismo, en la Eucaristía, en los
sacramentos, etc.; finalmente, en el cielo, nos la dará
en toda su amplitud y plenitud, por medio de la visión
beatífica, de la posesión y el gozo de Dios.
Toda la vida del hombre, aquí en la tierra, no es
más que una preparación para el cielo, mediante la
— 46 —
santificación de todo su ser: inteligencia, voluntad y
sentimientos, precisamente porque el cielo es la visión,
la posesión y el gozo del Señor. La visión de Dios se
alcanza por medio de la fe cristiana, que es la adhe-
sión a toda la doctrina del "Divino Maestro"; la posesión
de Dios se logra con la práctica de las virtudes que Je-
sús nos enseñó con su palabra y con sus ejemplos; el
goce de Dios se obtiene mediante la unión con Jesu-
cristo, por la gracia y la participación de los méritos
de su pasión y muerte. El que no cree ya está conde-
nado. Cada cual será remunerado según sus obras; el
gozo es el fruto de la vida sobrenatural, mediante la
gracia de Jesucristo.
Cuando el alma se presente ante Jesús, Supremo
Juez, El descubrirá en ella su propia imagen: "Los pre-
destinó para que se hiciesen conformes a la imagen de
su Hijo, Jesucristo" (Rom. 8, 29); luego la presentará
al Padre, quien verá también en ella la semejanza con
la Augusta Trinidad, semejanza establecida por el mis-
mo Jesucristo; se complacerá en ella, y el alma can-
tará eternamente: "Gloria al Padre, y al Hijo, y al Es-
píritu Santo".
• *

¿Cuál es el religioso perfecto? Aquél que reproduce


más completamente, en sí mismo, la vida de Jesucristo;
ese tal tendrá una fe más pura, más sentida, más
práctica; imitará a Jesús, no sólo en lo que es de pre-
cepto, sino que también lo seguirá en los consejos evan-
gélicos; cumplirá con mayor perfección el "verdadera-
mente Cristo vive en mí" (Gál. 2, 20).
Nuestro Instituto es docente; esto implica dar Je-
sucristo al mundo, es decir su doctrina, su moral y su
culto. Ahí está María, Reina de los Apóstoles, que pre-
senta a Jesús tal como El es, a los pastores, a los Ma-
gos y al mundo entero. Un Cristo fragmentado no lo-
graría restaurarnos; el Cristo completo es la Resurrec-
ción, la Vida y la Salvación de toda la humanidad.
_ 47 —
Hagamos, pues, un apostolado completo y santi-
ficador.
Conocer a Dios, amarlo, vivir unidos a El por me-
dio de Jesucristo, he ahí el pensamiento de San Pablo,
en cada una de sus epístolas. Unámonos al conocimien-
to, a la vida, al amor que Dios tiene de Sí mismo.
Dios envió a su Hijo, para darse a conocer de una
manera sensible y proporcionada a nuestra humana na-
turaleza. Su ejemplo es nuestra regla de conducta; uni-
dos a El viviremos la vida divina. Procuremos alcanzar,
hasta donde nos sea posible, el conocimiento que Dios
tiene de sí mismo. Seremos la imagen del Cristo, la
imagen de Dios Trino.
* * *

El más íntimo, maduro y fiel discípulo del funda-


dor, el Sacerdote G. T. Giaccardo, se expresa así: "Las
Constituciones que regulan toda la vida de nuestro Ins-
tituto, giran en torno al Divino Maestro, como el sis-
tema planetario al rededor del sol. El Instituto está lle-
no del nombre del Divino Maestro y todo aquél que
viene hasta nosotros y se detiene un poco a contem-
plarnos, pronto advierte que la Congregación está pe-
netrada y movida por esta devoción, la que tal vez no
sabemos aún definir en toda su entidad. El título de
Divino Maestro llena todo el Instituto, aunque todavía
no ha sido litúrgicamente reconocido; la Pía Sociedad
de San Pablo ha erigido una iglesia, una hermosa igle-
sia, al Divino Maestro".
¿Por qué lo honramos así?
Porque El es el autor, la regla y el consumador de
toda nuestra vida religiosa...
a) Jesús es el Autor de nuestra forma de espiri-
tualidad, de nuestro apostolado. El ha dado la paterni-
dad a San Pablo y se ha servido de un sacerdote que
ha comprendido a San Pablo y al Divino Maestro; pero
la fuente, el fundamento, la raíz es El. Por lo tanto,
nosotros no somos hijos de un misterio particular de
— 48 —
Jesús, sino de Jesús todo entero; somos hijos de su
Evangelio, de su Cruz y de sus ejemplos; somos hijos
del "verdaderamente Cristo vive en mí". Por eso mi-
ramos a Jesús en cuanto El es doctrina, ejemplo y Gra-
cia ; como tal El es nuestra raíz...
b) Jesús es el consumador, el fin, la corona de
nuestra espiritualidad, de nuestra abnegación, de nues-
tro servicio. Nosotros estamos aquí para reclamar, de-
fender y propagar el culto litúrgico del Divino Maestro,
el cual restaurará la sociedad gemebunda, desorgani-
zada y extraviada. Estamos aquí para creer y hacer
creer en sus palabras, para seguir sus ejemplos, para
vivir su Pasión, para ser el elemento visible de su vida
y presencia invisibles en la Eucaristía. Este es el fin
de nuestra vocación.
Estamos aquí, además, a fin de que la gente co-
nozca a Jesús y a su Evangelio, siga sus ejemplos y
viva su vida, esto es, que no viva sólo en el temor sino
en su gracia. Este es el fin de nuestra misión. De aquí
que nuestro apostolado está todo lleno del Divino
Maestro.

¿Y dónde está el Divino Maestro?


Desde luego está en el cielo, pero además está vi-
viente, como Doctor, Legislador y Sacerdote, en la
Santa Eucaristía. Por eso, si tuviéramos que represen-
tar al Divino Maestro, no lo haríamos en una imagen
o estatua, sino en una hostia, grande, muy grande. Por
eso tenemos como algo muy propio el culto eucarístico,
con hermosas ceremonias y hermosas iglesias. Nosotros
no consideramos tanto la eucaristía en sus misterios,
sino más bien como la sede, la morada del Divino Maes-
tro, desde donde El nos enseña, es ejemplo viviente y
perfecto, es fuente de vida verdadera.
Es nota característica de nuestra devoción la ple-
nitud, la integridad, la totalidad: la devoción más pura,
la pureza de la devoción.
_ 49 —
•5.—
* * *

¿En qué consiste la devoción al Divino Maestro?


Es la voluntad piadosa y afectiva, para todas aque-
llas cosas que miran al servicio del Cristo total. Es decir,
una voluntad fervorosa para aquello que se refiere al
servicio de la persona de Jesús, considerada en su in-
tegridad y plenitud: "El Cristo total". En otros térmi-
nos, la devoción a Jesús, que se proclama "El Camino,
la Verdad y la Vida", palabras que la Santa Escritura
atribuye a la increada Sabiduría, y que Jesús aplica a
Sí mismo. Es la devoción a Jesús, que vive personal-
mente en su Iglesia, y que tiene su sede, su cátedra y
su tabernáculo en la Divina Eucaristía.
Por eso nosotros, en la Eucaristía, tomamos a toda
Jesús, con la Eucaristía lo damos todo, por la Eucaris-
tía nos damos totalmente a El y en la Eucaristía lo
encontramos todo. Allí está Jesús todo entero, con su
Evangelio y su Revelación, con su vida, sus ejemplos y
su gracia.
Por eso tenemos como propia la piedad litúrgica,
tal como se la concibe, se la sigue y se la vive a través
del año litúrgico, que, en su curso, nos da a Jesús todo
entero, presentándonos a la meditación, a la imitación
y a la plegaria todos los misterios de la Persona de Jesús
Maestro, el cual es totalmente adorado en el transcurso
de todo el año.
Por eso, también, tenemos como modelo, maestro
y padre a San Pablo, porque él vivió la vida de Jesús,
y a Jesús mismo: "Mi vivir es Cristo" (Flp. 1, 21); él
siguió y propagó sus enseñanzas, imitó sus ejemplos y
promulgó sus leyes; él recibió y repartió su gracia, vi-
vió en su amor, sobre su propia cruz y en su divino Co-
razón. Queremos imitar a San Pablo, para hacernos
también nosotros el Camino, la Verdad y la Vida de las
almas.
La devoción al Divino Maestro implica ante todo
nuestra fe en el Divino Maestro; creer que El es ver-
daderamente el fundamento y la raíz, el fin y la co-
— 50 —
roña, el método y la regla de nuestra vida espiritual.
Creer; éste será el inicio de mucha plegaria, de mucha
adhesión a Jesús, un gran impulso hacia El.

Concordancia con el espíritu del Evangelio

Ciertamente esta devoción está todavía en el pe-


ríodo de sistematización: su riqueza dogmática, ascé-
tica, pastoral y litúrgica requiere estudios, clasificacio-
nes y conclusiones directivas. Sin embargo sus princi-
pios son precisos, claros y plenos de contenido. Ellos,
según las declaraciones y aprobaciones de la Iglesia
docente, responden maravillosamente al espíritu del
Evangelio.
Los rasgos más impresionantes, con los cuales
Cristo se nos presenta desde el comienzo, pueden resu-
mirse en un solo título, que recorre cada página del
Evangelio: Maestro. Así fué para los primeros discípu-
los, como para todos y cada uno de los apóstoles. Aun
los extraños le dieron ese título, ya sea que viniesen a
El en demanda de u n milagro, o movidos por una hi-
pócrita insidia. Hasta el mismo Judas lo seguirá lla-
mando así después de la traición: "Dios te salve, Maes-
tro" (Mt. 26, 49). Es el título que acepta el mismo
Jesús: "Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís
bien, porque lo soy" (Jn. 13, 13). Después del lava-
torio de los pies, dijo a los apóstoles: "¿Comprendéis
bien lo que acabo de hacer con vosotros?... Pues si yo,
que soy el Maestro y el Señor, os he lavado los pies,
debéis también vosotros lavaros los pies uno al otro"
(Jn. 13, 14). Y Jesús no quiere que otros tomen este
título: "No debéis ser llamados Maestros, porque el
Cristo es vuestro único Maestro" (Mt. 23, 8).
Del Evangelio se desprende, además, que Jesús no
sólo es Maestro, sino "El Maestro", que une insepara-
blemente en su única persona divina la dignidad de
Mesías (Enviado, Cristo, Ungido), la dignidad de Rey
(Legislador, Juez y Pastor, como se le representa, con
— 51 —
el libro y el cetro, en numerosos mosaicos en el ábside
de las antiguas basílicas) y la dignidad de Redentor
(Víctima propiciatoria y Sacerdote Eterno).
Honrar de tal manera al Cristo total, es lo que
mejor responde al espíritu del Evangelio y a la ense-
ñanza de la Iglesia.

Adecuada a ios tiempos

Queda aún por considerar el aspecto histórico, que


hace esta devoción adecuada a los tiempos actuales y
a los designios de la Divina Providencia.
En la historia del cristianismo se ha atentado con-
tra uno u otro de los atributos de Jesús, pero jamás
contra su título de Maestro. Se llegó a limitar la na-
turaleza de aquel título, pero el título siempre perma-
necía: el filósofo, el reformador, el sabio, el promulga-
dor del Evangelio, y otros semejantes.
Contra los que atentaron contra su divinidad, Je-
sús suscitó Pontífices, obispos y sacerdotes iluminados
y valientes, que disiparon a los perseguidores y herejes
y triunfaron de las cadenas, reivindicando para El su
doble naturaleza, divina y humana. Atanasio, Cirilo y
León son, hoy todavía, joyas brillantes en la corona de
la Iglesia.
Contra los que atentaron contra la realeza univer-
sal de Jesús, que repitieron el grito blasfemo: "No que-
remos que éste reine sobre nosotros" (Le. 19, 14), se
levanta, majestuoso y vengador, Pío XI, instituyendo
la festividad litúrgica de Cristo-Rey y llamando a to-
dos los hombres a someterse a este Rey único, que tiene
potestad universal para dictar leyes, hacerlas cumplir,
juzgar y castigar a los transgresores.
Contra los que atentaron contra el título de Re-
dentor y único Mediador, ofreciendo al proletariado
oprimido y explotado una redención anticristiana, el
mismo Pío XI instituyó una nueva solemnidad litúr-
gica: la fiesta de Jesús Sumo y Eterno Sacerdote, para
_ 52 —
devolver al clero, vacilante y no siempre fiel a su altí-
sima dignidad, y a los laicos pusilánimes, la fe en la
parte más íntima de la Iglesia de Dios, para la salva-
ción de todos.
Pero hoy SG atclCEi, con furor y confusión satáni-
cos, también el título de Maestro. Se han multiplicado
los maestros que, no contentos con contradecirse entre
sí, para disimular su estupidez ilógica y tenebrosa, qui-
sieran que no existiese "El Maestro", que disipa y con-
funde todas sus supercherías. Se ha extendido la cul-
tura o mejor dicho, la erudición y la locuacidad, des-
provista a menudo de conexión y de lógica; se han mul-
tiplicado las cátedras, que son frecuentemente cátedras
de pestilencia; se han multiplicado los púlpitos, a los
cuales los demagogos suben y bajan, con una desver-
güenza sólo comparable a su ignorancia y perversión.
En esta forma la cátedra, el cine, la prensa, el tea-
tro y la radio tratan de seducir, en el bullicio y con-
fusión, ai hombre que no se afirma en la Cátedra de
Jesús. ¡Cuántos engaños se ven hoy día! Se usan las
más inocentes expresiones para inculcar la mentira;
se ha llegado hasta blasfemar de Jesús, presentándolo
como seductor de los hombres, afirmando que es pre-
ciso anular su influencia en las mentes y corazones de
los hombres, sustituyéndola por las enseñanzas e ideas
de otros maestros, de otros mesías.
¿Quién se levantará para defender el título pre-
dilecto de Jesús?
Jesús vive en su Iglesia y se defiende contra todos
los que la atacan: "las puertas del infierno no preva-
lecerán contra ella" (Mt. 16, 13). Nadie podrá jamás
extinguir el faro del Vaticano; aunque tuviese que
emigrar, ningún viento ni tempestad logrará apagarlo.
Pero Jesús quiere asociar a su causa almas humildes y
generosas que, unidas a la infalible cátedra de Pedro,
sepan defender sus títulos y prerrogativas, por eso las
ha suscitado en todos los tiempos, encargándoles al-
guna especial misión.
¿Quién defenderá el conculcado título de Maestro?
— 53 —
Un humilde sacerdote piamontés, de la diócesis de Alba,
captó las ansias del Corazón de Jesús y dijo. "Heme
aquí, envíame" (Is. 6, 8). Jesús le hizo meditar los
medios más eficaces para este gran apostolado; él pen-
só en el apostolado de la prensa, cuya eficacia ningún
otro medio logrará jamás sustituir completamente. Le
hizo comprender que por sí solo no podría cumplir una
tarea tan grandiosa y preparó en su corazón un nido,
para acoger a otros hermanos más jóvenes, hijos espi-
rituales, a los cuales debería comunicar la llama de su
celo, para constituir un escuadrón religioso que fuese
como un jardín, donde crecieran las violetas, los lirios
y las rosas; un escuadrón bien unido a su Iglesia y que,
ágil en las manos del Papa, siguiese sus directivas, co-
mo órdenes. El Corazón de María, "La Madonna dei
Fiori di Brá", fué la protectora de sus piadosas reflexio-
nes, de sus penas recónditas, de sus lágrimas fervien-
tes. María debía cultivar al Padre y preparar a los hi-
jos. Una tarde de verano de 1914, cuando el joven sa-
cerdote se dirigía al Santuario de la "Madonna della
Moretta", en Alba, para depositar en el Corazón de la
Madre lo que ya sentía maduro en su propio corazón,
Ja Santísima Virgen le dió su aprobación. Dió al Padre
los primeros hijos, y después muchos otros, que llega-
ron a Alba, partieron de Alba y miraron a Alba, como
al Pesebre de Belén.
Pero este gran apostolado debía estar apoyado en
una espiritualidad sólida y suave, que, por su conte-
nido y su forma, respondiese en todo y por todo a las
exigencias de la razón, del corazón y de la voluntad
humanos; que en la lucha de los absolutismos de la
idea, del pragmatismo, del sentimiento o de la mate-
ria, realizase una armonía entre teoría, acción, senti-
miento y materia, alimentando proporcionalmente to-
das las facultades del hombre. Y, mientras hoy nos en-
contramos frente a demasiados "idealistas", soñadores
ilusos, a demasiados "pragmatistas", adoradores de la
acción, del dinamismo y del ciego hecho consumado; a
demasiados "sentimentalistas", débiles y desconcertados;
— 54 —
a demasiados "materialistas", que reniegan de todo va-
lor espiritual, era necesario que surgiesen almas ilu-
minadas por la doctrina de Jesús, que llegasen a prac-
ticar sus virtudes, reproduciendo sus ejemplos y asi-
milando su vida por medio de la gracia recibida a tra-
vés de los sacramentos y de la unión con El, de tal
manera que se lograse una doctrina práctica y vivifi-
cante, una acción iluminada y viva, una vida radiante
de luz y frutos de buenas obras.
Se necesitaba una devoción adecuada a los tiempos.

Cristo luz del mundo

Hace cerca de tres siglos, en un mundo que se


había hecho frío y descreído, el Señor nos reveló, de
un modo maravilloso, su propio Corazón, reclamando
para él un culto y una devoción especial, capaz de de-
volver la fe y el calor perdidos. Hoy, en un mundo que
se ha hecho satánico y tiránico en su lucha total con-
tra Dios y su Cristo, se precisa también una devoción
totalitaria, que comprenda la devoción al Sagrado Co-
razón, pero entendida en su significado más completo
y profundo, integrándola con una devoción explícita a
la Persona del Divino Maestro, en cuanto es el Cami-
no, la Verdad y la Vida, es decir, en cuanto El solo
debe ser reconocido, seguido y adorado como el único
Maestro "que tiene palabras de vida eterna" (Jn. 6, 68);
el único Pastor y Legislador que abre el camino de la
felicidad y conduce por él las almas; el único Sacerdote,
Mediador y Redentor, que salva y da a los hombres la
vida eterna.
Esta providencialidad de la devoción al Divino
Maestro, se manifiesta, además de las circunstancias
del momento y de su propia naturaleza, por la ense-
ñanza del Vicario de Cristo, de aquél a quien el Divino
Maestro ilumina de un modo especial, para sugerirle
lo que es más conveniente, a través de los siglos, para
la salvación de las almas y el triunfo de la Iglesia.
_ 55 —
Hoy el Vicario de Cristo proclama continuamente
la necesidad de dirigir nuestro pensamiento, nuestra
conducta, nuestros sentimientos hacia el Maestro Di-
vino, para la gloria de Dios y la salvación de las almas,
ya que El es el Camino, la Verdad y la Vida.

Devoción fácil y eficaz

Esta devoción, además de ser sólida y completa, es


también fácil y eficaz. En efecto, ella responde a las
más elementales exigencias de nuestra vida espiritual
y establece un intercambio de amorosos sentimientos
entre el Divino Maestro y el alma: efusión de luz cá-
lida y atrayente, de parte de El, oblación generosa
de todo el ser, pensamiento, actividad y amor, de par-
te del alma. Todos estos elementos hacen de ella la
reina de las devociones.
* * #

El padre comunicó a sus hijos espirituales sus an-


sias de apostolado, las que fueron ordenadas en un pro-
grama de vida espiritual y apostólica, y fueron luego
presentadas a la Autoridad Eclesiástica, para ser apro-
badas y bendecidas. En el centro de aquel programa
existía un compromiso: trabajar por la propia santi-
ficación y por la de los demás, por medio de la devo-
ción integral a Jesús Divino Maestro, que es el Ca-
mino, la Verdad y la Vida de las almas.
El programa se amplió. Para trabajar por el triun-
fo del Divino Maestro, el Instituto Paulino adoptó los
medios más eficaces y más rápidos, los de mayor ac-
tualidad y dinamismo, que la inteligencia humana ha-
ya logrado descubrir en la tierra y en los espacios. A
tal fin, quiere que la gloria del Divino Maestro brille
sobre la portada de los libros, en el inicio de las cintas
de celuloide en las que se ha impreso la luz, el sonido
y en los programas de radio y televisión, como sobre el
— 56 —
tímpano de otros tantos pequeños templos, servidos por
almas de buena voluntad. Querrá también su gloria en
los cohetes atómicos y en todos los futuros instrumen-
tos de la humana invención.
¿Quién defenderá y reivindicará a Jesús el título
de único y verdadero Maestro? "Aquí estoy yo, envía-
me" ha repetido aquel sacerdote humilde y escondido,
enjuto y decidido, que tiene toda su alma en la mirada
y su voluntad en la frente, que ha puesto toda su inte-
ligencia al servicio de su voluntad y toda su inteligen-
cia y voluntad al servicio de un grande e intrépido
corazón.
¿Quién lo defenderá? "Aquí estoy, envíame" han
contestado también muchos otros corazones, servidos
por mentes despiertas y voluntades dinámicas e indó-
mitas. Se han agrupado en torno de aquel primer sa-
cerdote, en una escuadra compacta y potente, prontos
a recibir las señales de Dios. Y se han comprometido
ante los ángeles y ante la Iglesia, a lograr el triunfo de
la causa del Divino Maestro. Por eso el Divino Maestro
ha venido a ser la bandera de la Familia Paulina: "No
temáis, Yo estoy con vosotros. — Desde aquí quiero
iluminar". Esta bandera aparece, como una enseña glo-
riosa sobre los altares y sobre la cornisa de la iglesia
"Reina de los Apóstoles", en Roma. Es la celestial Se-
ñora, que despliega al viento la bandera de su Hijo
Divino.

El mundo moderno y Cristo

Todas las personas que observan con espíritu crí-


tico las vicisitudes de la historia, nos dicen que nos en-
contramos en la encrucijada de una nueva época que
deberá señalar el triunfo de Jesús. El Padre Lombardi
la llama "la edad de Jesús". El triunfo de Cristo es se-
guro, pero costará mucho trabajo, muchos sacrificios
y no faltarán los mártires. Son tiempos de Cruzada
(así los llama también el Padre Lombardi). No hay
— 57 —
lugar para los ociosos, ni para los irresolutos, ni para
los mediocres, ni para los cobardes. Se necesitan almas
intérpretes y resueltas, como San Atanasio y San Ber-
nardo; arraigadas a Dios, como fuertes encinas, unidas
a Jesús, como los sarmientos a la vid; ancladas a la
firme roca del papado; acorazadas con la armadura de
la fe; con la llama de la palabra de Dios en los labios,
con un coraje indómito en la mirada y con un celo ilu-
minado y arrebatador en el corazón.
¿Qué exige el compromiso por el triunfo de Cristo?
Conocerlo profundamente; estudiar su mensaje y su
doctrina; adoptar la manera de hacerlo conocer con
sencillez y fidelidad; darle testimonio de palabra y de
obras, defenderlo y entusiasmar las almas por su
Evangelio.
El mundo está maduro para recibir el mensaje de
Jesús y abrazar el Evangelio en toda su integridad.
Preparado negativamente, puesto que todos los substi-
tutos del Divino Maestro y de su Evangelio han demos-
trado su incapacidad (todos los falsos mesías han fra-
casado y el mundo les ha quitado su confianza); pre-
parado "positivamente, ya que las almas desean sentir
de nuevo a Jesús, quiere el Evangelio, tomado en su
simplicidad y en su genuina integridad. Basta, para
comprobarlo, considerar la estimación que tienen todos
los pueblos para el Papado, y la atención con que si-
guen su enseñanza e intervención iluminada y prác-
tica, en todos los problemas de la vida individual y
social. A nosotros compete la responsabilidad de res-
ponder a estas expectativas, a esta sed de justicia y de
verdad. Colosal misión, que implica una cuidadosa pre-
paración, hecha de estudio diligente y profundo, de imi-
tación del Maestro Divino y de vida de unión con El.
El Divino Maestro nos ha dado a entender que
desea de nosotros el estudio de este título, nuestro tes-
timonio, una práctica de vida adaptada al significado
teándrico del título, una vida de unión, consagrada a
la gloria de Jesús Maestro, que es el Camino, la Ver-
dad y la Vida, en su identidad divina con el Padre. Y
— 58 —
•quiere también de nosotros la profesión de un culto es-
pecial, que culmine con la institución oficial y pública
de una solemne festividad litúrgica, que proclame la
gloria y el triunfo de Jesús Maestro, Camino, Verdad
y Vida de las almas.
Tal día constituirá una inmensa piedra miliar en
la ruta victoriosa de la luz contra las tinieblas. Misión
grandiosa que exige prudencia y tenacidad.
Nuestros adversarios no juegan limpio: son insi-
diosos, falsos, fraudulentos; se disfrazan para engañar,
si lo pudieran, aún a los elegidos. Se asemejan a aque-
lla fiera maléfica y ávida de sangre, de la que habla
una leyenda india. Habita ésta en una horrible caver-
na en lo alto del Himalaya. Cuando el sol desciende
tras la cordillera del Pamir, la mala bestia sale y tre-
pa la cima. Allá arriba esconde, por diabólica virtud,
sus deformes y malolientes miembros bajo pétalos de
flores, transforma su rugido en un cántico de ave y
resplandece bajo los húmedos rayos de la luna. Pero, si
alguno llega allá arriba, engañado por sus astutos lla-
mados, he aquí que su brillo se apaga, bajo los pétalos
reaparece la garra y el cántico de ave vuelve a ser el
rugido de la fiera que, de un salto, se precipita sobre
el incauto y le chupa la sangre del corazón.
Es el símbolo del falso profeta, que atrae al incauto
con todos los artificios de la técnica, con la fascinación
de la curiosidad, con la habilidad del dibujo y del es-
cenario; y, mientras se cree llegado al jardín de las de-
licias, siente la mordedura del lobo, que le devora la
inocencia y la fe.
Contra estos falsos profetas no hay otra defensa
que seguir al Divino Maestro, que es el Camino, la Ver-
dad y la Vida; que es la luz atractiva que dilata la
recta visión de la vida y de su fin; que da el impulso
a la voluntad, en la espontaneidad de una decisión li-
bre, iluminada y prudente; que da paz y serenidad al
corazón, en la certidumbre de una vida de unión con
la fuente de la gracia y de la vida eterna.

— 59 —
* * *

¿No vemos todo esto en el rostro y en los ojos del


Divino Maestro? Es El quien nos hace estas promesas,
es El quien nos invita. Uno tiembla de temor ante todo
lo que implica la vocación; pero es Jesús quien nos
llama, es El quien confía en nosotros, con tal que sea-
mos humildes y pongamos en El nuestra confianza.
"No temáis, Yo estoy con vosotros". "No me habéis ele-
gido vosotros a mí, sino Yo a vosotros" (Jn. 15, 16).
Desde aquí Yo quiero iluminar.

Nueva escuela de espiritualidad

¿Podemos decir que nos encontramos frente a una


verdadera y nueva escuela de espiritualidad?
A nuestro parecer, en esta devoción al Divino Maes-
tro, Camino, Verdad y Vida, se contienen los elementos
que pueden caracterizar una nueva escuela.
No se objete que esta devoción no tiene nada subs-
tancialmente nuevo, puesto que todas las escuelas ca-
tólicas de espiritualidad se mueven en el ámbito de la
revelación, la cual se clausura con los libros del Nuevo
Testamento. Aún más, todas las escuelas de espiritua-
lidad deben producir substancialmente la misma san-
tidad querida por Jesús. Por tal motivo diré con el P.
G. Cantini: "Todas deben ser unánimes y concordes en
lo que es fundamental y esencial en el edificio de la
vida espiritual, lo que constituye el objeto de la teolo-
gía ascética y mística; la diversidad no puede ni debe
encontrarse, por lo tanto, nada más que en el modo
de interpretar lo que constituye el fundamento de la
vida espiritual, o en el modo diverso de disponer o acen-
tuar los variados elementos con los cuales se construye
ese mismo edificio espiritual. Por consiguiente: el he-
cho que Jesucristo sea la causa meritoria y, al mismo
— 60 —
tiempo, el fundamento del edificio sobrenatural; el que
el hombre sea una criatura caída de su santidad ori-
ginal, pero redimida y restaurada por los méritos de
Cristo; el que, en virtud de tal redención, el hombre
esté destinado a alcanzar la vida plena con Cristo, en.
la patria de los bienaventurados; el que Cristo dé a
todos la gracia para conquistar esta patria; el que las
causas eficientes del edificio de la perfección sean dos:
la gracia de Dios y la correspondencia de la voluntad
humana; el que el hombre deba unirse a Cristo, cabeza
del Cuerpo místico, que es la Iglesia, como el sarmiento
debe unirse a la vid, etc., todas estas son verdades,
acerca de las cuales no se puede ni se debe discutir, si
se desea permanecer en el cauce católico.
"Pero, aun permaneciendo intactas todas estas ver-
dades, el modo diferente de concebirlas y coordinarlas,
el dar mayor importancia a un elemento y menos a
otro, son factores que concurren a dar diversa fisono-
mía a la espiritualidad y crean las diferentes escuelas
espirituales; especialmente si el diverso modo de inter-
pretación y coordinación cae sobre aquellos elementos
que constituyen, por así decirlo, el nervio mismo y la
arquitectura del edificio espiritual".
Por otra parte, "si queremos describir plena e in-
tegralmente los rasgos de una espiritualidad, no debe-
mos limitarnos a observar la manera como ella escoge,
organiza y acentúa los medios para levantar el edificio
de la perfección; debemos también extender nuestra in-
vestigación hacia las ideas fundamentales que presi-
den la construcción de tal edificio. No es que uno pue-
da poner un fundamento distinto del que ha puesto
Dios, ni que pueda echar mano de otros medios dife-
rentes de los que Dios nos ha dado, para la construc-
ción del edificio de la perfección; pero, así como la di-
versidad en la elección de los medios y la diferente dis-
posición y acentuación de estos mismos medios con-
ducen a una diversa fisonomía del edificio, igualmente
el modo distinto de concebir y disponer el fundamento
y las finalidades del edificio, nos lleva a una diferente
_ 61 —
fisonomía del edificio mismo". (Cantini. Le scuole cat~
toliche di spiritualitá).
El articulista citado sostiene que el uso de los di-
versos medios produce una gran variedad entre las es-
cuelas de espiritualidad, mientras que, consideradas
con respecto a su fundamento (principios teológicos)
todas las escuelas se reducen a tres grupos generales:
Teocéntrico, Cristocéntrico y antropocéntrico. De acuer-
do con esta clasificación, la espiritualidad que emana
de la devoción al Divino Maestro se incluye en el grupo
Cristocéntrico. En efecto, ella enfoca cada problema teo-
lógico concentrado paulinamente en la persona del
Cristo, Verbo Encarnado, anillo de enlace entre Dios y
las criaturas y entre las criaturas y Dios, prototipo de
los hermanos de la única familia divina, querido así
por el mismo Dios independientemente de todo huma-
no acontecimiento y de la caída del primer padre de
los hombres.
* * *

Las características propias de la nueva escuela apa-


recen claras y distintas del objeto material y espiritual
(formal), del contenido y de la forma, del método y de
la acentuación de los medios, como quedó dicho más
arriba. Ella reproduce la experiencia y la enseñanza
del fundador, inspira a los miembros de cuatro familias
religiosas, a los cooperadores y simpatizantes paulinos,
y está destinada a orientar las almas hacia una santi-
dad sólida y eficaz (1).

(1) Para una mayor profundización de la espiritualidad pau-


lina cfr. "Gesú Maestro" por G. Roatta; "Gesú Maestro, Via, Veri-
tá e Vita"; "Lo spirito del Maestro T. Giaccardo"; "Dai tetti in sil"
por S. Lamera. (Ediciones Paulinas. Alba).
— 62 —
LA DEVOCION A J E S Ú S MAESTRO, CAMINO, VERDAD Y
VIDA, ES LA PRESENTACIÓN INTEGRAL DEL MISTERIO CRIS-
TIANO.

EN JESÚS MAESTRO, CAMINO, VERDAD Y VIDA, SE


ENCUENTRA LA SINTESIS M A S ORGANICA Y M A S COMPLETA.
DEL CRISTIANISMO.

DIOS
Uno y Trino

PADRE HIJO ESPÍRITU SANTO-


Bien sumo Verdad eterna Amor Infinito

Creador y fin del hombre


"Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza"

E L H O M B R E

Uno en la persona, trino en las operaciones

VOLUNTAD MENTE CORAZON


dirigida al bien dirigida a la verdad dirigido al amor
Servir a Dios Conocer a Dios Amar a Dios

REDENCION
cumplida por

J E S U C R I S T O
"Me llamáis Maestro y decís bien"
— 63 —
El es:
CAMINO VERDAD VIDA

Rey y Pastor Profeta y Maestro Sacerdote y Hostia


Llera la voluntad a Eleva la mente a los Proporciona al cora-
los bienes eternos, al misterios de Dios y a zón la caridad y por
Padre celestial. las verdades eternas. ella la vida divina.

La vida cristiana es ejercicio de:


ESPERANZA FÍE CARIDAD
Adhesión a Dios, Adhesión a Dios, Adhesión a Dios,
njer.te de beatitud fuente de verdad Amor
"Venáremos a él -Padre, Hijo, Espíritu Santo- y en él haremos
morada"

IGLESIA
Cristo vive en su Iglesia, Una y Trina en sus operaciones
CAMINO VERDAD VIDA
Régimen Magisterio Ministerio

La Iglesia florece de

L A E U C A R I S T I A

JMI MORÍA DE S U PASIÓN — MISTERIO DE FE — SAGRADO


CONVITE

"PRENDA DE LA GLORIA FUTURA"

LA VIDA ETERNA

es

POSESION DE Dios VISION DE D I O S A M O R DE D I O S


Bien sumo Verdad eterna Caridad infinita
— 64 —
Matía
Madte, Maestra, Reina de los Apóstoles
Camino hacia Cristo Divino Maestco

"Una obra de apostolado prosperará y dará fru-


tos tan sólo si, como Jesucristo, nace y se nutre
de María; si en los éxitos y en las pruebas, como
en su florecimiento, avanza en compañía de Ma-
ría" (P. Santiago Alberione).

Jesús es el Redentor de los hombres, en cuanto El


es "el Camino, la Verdad y la Vida", esto es: Pastor y
Rey, Profeta y Maestro, Sacerdote y Hostia.
La Redención cumplida por Jesucristo "verdadero
hombre y verdadero Dios" tuvo por objeto a todo el
hombre, su inteligencia, su voluntad y su corazón, y
tuvo por fin el restaurar en el hombre la imagen de
Dios Uno y Trino y hacer revivir en él la vida divina.
"Y vendremos a él y haremos en él nuestra morada"
(Jn. 14, 23).
Jesucristo es el Redentor porque: El es el Camino
que conduce y une la voluntad del hombre al Padre
Celestial: "Hágase tu voluntad así en el cielo como en
la tierra"; El es la Verdad que descubre a la mente del
hombre la Eterna Verdad, los íntimos misterios del
Verbo; El es la Vida que, a través de la gracia, comu-
nica al corazón de los hombres el amor del Espíritu
Santo.
La Santísima Virgen es Corredentora con Jesucris-
to. Ella participó íntimamente en la Redención efec-
_ 65 —
•5.—
tuada por Jesús, Camino, Verdad y Vida; por lo tanto,
bajo este aspecto, Ella es verdadera Madre, Maestra y
Reina de todos los hombres.
Como Madre, María comunica a cada uno de los
hombres la vida divina, que Jesús Vida nos ha mere-
cido con su sacrificio.
Como Maestra, María da a conocer a los hombres
Jesucristo, Verdad del Padre Celestial.
Como Reina, María guía y conduce la voluntad de
los hombres a recibir y vivir los programas de Jesucris-
to, a imitar sus ejemplos.
Así como ninguno va al Padre Celestial, si no es
a través de Jesucristo: "Ninguno puede venir a mi
Padre sino por mí" (Jn. 14, 6); así como nadie co-
noce al Padre, si no es por medio de Jesús: "Nadie
conoce al Padre, excepto el Hijo y aquél a quien el Hijo
haya querido revelárselo" (Mt. 11, 27); así como nin-
guno vive la vida de Dios, si no está íntimamente uni-
do a Jesucristo Vida: "Yo soy la vid, vosotros los sar-
mientos" (Jn. 15, 5). "Quien me ama a mí será
amado del Padre" (Jn. 14, 21); de la misma mane-
ra ninguno llega a conocer a Jesús Verdad, si no
es por obra de María, nuestra Maestra: Ella es quien
descubre Jesucristo a las almas; ninguno llega a se-
guir a Jesús Camino, a observar sus mandamientos, si
no es por obra de María nuestra Reina: es Ella quien
encadena dulcemente las voluntades, y las conduce a
aceptar la moral de Jesús, a vivir sus ejemplos; ningu-
no vive a Jesucristo Vida, si Ella, como Madre, no lo
regenera a la vida de la gracia. "En mí está la gracia
de todo camino y verdad, en mí toda esperanza de vida
y fortaleza" (Oficio de María, Reina de los Apóstoles).
"Recíbenos, oh Madre, Maestra y Reina nuestra".
Resumiendo: así como Jesús Redentor es Cami-
no, Verdad y Vida —Rey, Maestro y Sacerdote— así
la Virgen Corredentora es Madre, Maestra y Reina.
Moría Reina de los Apóstoles y de todo Apostolado
El Apostolado es prodigarse a sí mismo, ofrecer to-
da la vida, para establecer en las almas, en las familias
y en el mundo entero el reino de Dios, a fin de que el
Padre Celestial sea glorificado y que los hombres lo-
gremos la paz y la felicidad. "El Reino de Dios está
dentro de vosotros" (Le. 17, 21).
Por consiguiente el Apostolado es acción, efusión
y vida de caridad, cuyo único objeto y fin es Dios y los
hombres.
El primer Apóstol es Jesús Maestro, Camino, Ver-
dad y Vida. El es, por excelencia "el Enviado" del Padre
Celestial, para fundar sobre la tierra y establecer en
las almas el Reino de Dios, el cual es vida de fe para
las inteligencias, vida de esperanza para las voluntades,
vida de caridad para los corazones.
Jesús Maestro, primer Apóstol del Padre Celestial,
vino al mundo por medio de María Santísima. El co-
menzó la Redención en el seno de María y la terminó
con Ella, en el Calvario. De aquí que María es con Je-
sús, al lado suyo, la primera Apóstol y por lo tanto la
verdadera Madre, la verdadera Maestra, la Reina de
todos los Apóstoles y de todo Apostolado.
Nadie puede pensar en hacer apostolado, es decir
en aplicar a las almas y establecer en ella los frutos
de la Redención, sin la participación de María, desde el
momento que el mismo Jesús, el primer Apóstol, quiso
iniciar en Ella y consumar con Ella su Apostolado, esto
es la Redención.
El Apostolado, como ya lo hemos indicado, consis-
te en establecer el reino de Dios en las almas, es decir
la vida de fe, de esperanza y de caridad. De ahí se sigue
que el apostolado no se limita a enseñar la verdad, sino
que comunica a las almas la fe en las verdades divinas;
no sólo predica la moral, sino que comunica a las al-
alinas la gracia de vivirla, por medio de la práctica de
las virtudes; no trata solamente de enseñar a los hom-
bres la oración é invitarlos a asistir a los ritos sagra-
— 67 —
dos, sino de establecer en sus corazones la caridad, rae-
diante la vida de la gracia. Por eso

El primer apostolado es el de la propia santificación

Esto es irreemplazable, obligatorio e indispensable


para todos.
No existe otro camino, como no sea el trazado por
Jesús Maestro: "Yo me santifico a mí mismo a fin de
que ellos sean también santificados" (Jn. 17, 19).
El que trabaja por su propia purificación y santi-
ficación, trabaja real y activamente por la santifica-
ción de los demás. Cada defecto corregido, cada vicio
extirpado, cada virtud adquirida, al tiempo que nos ha-
ce más gratos al Padre Celestial, merece y comunica a
las almas, estableciéndola en los corazones, la vida de
fe, esperanza y caridad.
Nadie puede dar lo que no tiene. El apostolado con-
siste en adquirir primero y luego en comunicar la gra-
cia a las almas, la gracia de creer, esperar y amar. Esto
sólo es posible en la medida en que cada uno de nos-
otros acrecienta en sí mismo el reino de Dios, por me-
dio de la obra de la propia santificación.
Todo santo, aunque haya consumado toda su exis-
tencia en la más humilde condición de vida, en el re-
tiro y en el silencio, es un gran apóstol, puesto que con
su santificación ha glorificado al Padre Celestial y ha
merecido que se establezca en el corazón de otros her-
manos, la gracia inestimable del reino de Dios.

El segundo apostolado es el del sufrimiento

Jesús Maestro, el Apóstol del Padre, cumplió su


Redención, estableciendo en el mundo el Reino de Dios,
ante todo con su santificación y, en segundo* lugar, con
su inmolación y sacrificio: "Que por tu santa cruz y
por tu muerte redimiste al mundo".
— 68 —
El instrumento salvador por excelencia es la cruz.
Sin sacrificio, sin inmolación, sin verdadera penitencia,
no hay salvación, ni para nosotros, ni para los demás;
no se establece, ni en nosotros, ni en las almas, el reino
de Dios: "El que quiera venir en pos de mí niéguese a
sí mismo, tome su cruz y sígame" (Mt. 16, 24).
Las palabras de Jesús son claras y precisas: el reí-
no de Dios se establece en las almas sólo con el "nié-
guese" y con el "tome su cruz".
"No hay redención sin efusión de sangre" (Heb.
9, 22). El que salva a las almas es el Crucificado; y el
mundo y las almas pertenecen sólo a aquéllos que están
crucificados con Cristo.
Para reparar y borrar los pecados del mundo es
preciso "pagar". El precio es la sangre de Jesús, pero
ésta sólo llega a las almas a través de la propia inmo-
lación. Por esto repetía San Pablo: "Cumplo en mi car-
ne lo que falta a los padecimientos de Cristo" (Col. 1,
24). El sufrimiento completa, en cada uno, lo que falta,
esto es la aplicación de la Pasión.
Para mejor establecer esta verdad, el Divino Maes-
tro, hablando a Ananias del Apóstol Pablo, dice: "Yo
lo he elegido... y le haré ver cuanto tendrá que sufrir
por mi nombre" (Act. 9, 16).
El Apóstol y la víctima son una sola cosa. El apos-
tolado es, primero que todo, santificación y, luego, in-
molación.
Por esto la Santísima Virgen, en sus frecuentes
apariciones, repite siempre la misma invitación: "ha-
ced penitencia y orad". En Fátima dice, más especí-
fica y claramente: "Muchos pecadores van al infierno
porque no hay nadie que se sacrifique y ruegue
por ellos".
Una cosa es enseñar la verdad con la predicación,
la prensa, la radio y el cine; otra es predicar la mo-
ral y recordar sus deberes a los hombres; otra es cele-
brar los actos del culto; y otra cosa es hacer apostola-
do. La Virgen dice muy claramente: "muchos pecado-
res van al infierno..." no porque no haya quien pre-
— 69 —
dique o quien enseñe, sino porque no hay quien "se
sacrifique y rece por ellos".

El tercer apostolado es el del ejemplo

Jesús Maestro lo afirmó explícitamente: "Os he


dado ejemplo para que como Yo lo he hecho, así lo ha-
gáis también vosotros" (Jn. 13, 15).
Los buenos ejemplos hacen aceptables las verda-
des de la fe, irradian la gracia del corazón, impulsan la
voluntad a practicar la virtud.
Siguen después: el apostolado de la palabra, el de
las ediciones, el de las misiones, de las escuelas, etc.
Todo el complejo de la actividad exterior, de las orga-
nizaciones pastorales y apostólicas.
* * *

En conclusión: María es Madre, Maestra y Reina


de todos los Apóstoles y de todo apostolado: a) Porque,
después de Jesucristo, ella es la más santa de todas las
criaturas; b) porque ella compartió con Jesús todos los
dolores y por eso es llamada: "La Dolorosa"; c) porque,
después de Jesús, ninguna criatura edificó al mundo
con el ejemplo de una vida tan santa, como María.
De consiguiente: así como Jesucristo es el prime-
ro de los Apóstoles, así ella es también la primera mu-
jer Apóstol.
Nadie puede negar la necesidad de las obras ex-
ternas, de la actividad apostólica. Esto es evidente, si
consideramos las imponentes organizaciones del mal.
Pero es preciso conferir a estas actividades externas, que
son como el cuerpo, un alma vivificante. El problema
del apostolado, en este siglo nuestro del dinamismo, no
consiste en preguntarnos si será más o menos oportuna
una intensa actividad apostólica externa; el problema
radica en lograr que las organizaciones y obras apos-
tólicas no sean cuerpos muertos, cadáveres que termi-
— 70 —
nan con dañar, primero, al apóstol y, luego, a las al-
mas mismas a quienes debieran aprovechar.
Hoy, más que nunca, es necesario vivir una inten-
sa, íntima y profunda devoción a María, Reina de los
Apóstoles y de todo apostolado. Sólo con María y por
María, nuestra Madre, nuestra Maestra y nuestra Rei-
na, el apostolado será comprendido y vivido en toda su
esencia, sin peligro de convertirse en mero activismo.
Pío XI decía: "Es preciso augurar especialmente
a¡ la juventud de hoy, expuesta a tantos peligros, que
la devoción a María llegue a ser el pensamiento domi-
nante de toda la vida" (15 de agosto de 1933).
El orden establecido por la Divina Sabiduría es
éste: "A Jesús por María". Sólo por la Santísima Vir-
gen es posible llegar a Jesús.
Todo el mundo sobrenatural, el Autor mismo de
la vida sobrenatural, ha venido a los hombres por Ma-
ría. Cada hombre asciende al mundo cristiano, sobre-
natural, solamente por María y en María.
La vida sobrenatural se comunica a las almas por
medio de un verdadero renacimiento. Jesús lo ha afir-
mado, clara e insistentemente en el santo Evangelio:
"Si alguno no renace por el agua y el Espíritu Santo,
no entrará en el reino de los cielos". Del mismo modo
que todo nacimiento a la vida natural requiere una
madre, así también el renacimiento a la vida cristiana
precisa una Madre. La única y verdadera Madre que
engendra a los hombres a la vida sobrenatural es María.
Solamente en Ella se puede nacer y crecer a la
vida de la gracia.
El Hijo de Dios se hizo hombre por medio de Ma-
ría: "ex Maria Virgine". En María y por María los
hombres escalan el mundo sobrenatural, para hacerse:
"consortes de la divina naturaleza", hijos de Dios.
A ejemplo de Jesús Maestro, también ellos deben
dar a María, de un modo inefable, todo su ser; deben
permanecer en María, como Jesús permaneció en Ella,
para recibir la gracia por su intermedio y llegar a ser
"'nuevas criaturas", hijos de Dios.
— 71 —
Deben recordarse que toda la vida sobrenatural:
sea en lo referente a la mente y al pensamiento;
sea en lo que respecta a la voluntad y a la acción;
sea en lo tocante al corazón y al amor,
no tiene otra Madre que María Santísima, si bien
Ella actúa siempre con Jesucristo, autor de la gracia.
Así como cada uno de nosotros, en el orden natu-
ral, es hijo de dos corazones, del mismo modo cada uno
de nosotros, en el orden de la gracia, es también hijo
de dos corazones santísimos: el Corazón de Jesús y el
Corazón de María.

Necesidad de la devoción a la Santísima Virgen

La devoción a María es parte esencial de la piedad


cristiana.
Ciertamente no basta la devoción a María para ser
católico, pero sin esta devoción, nadie puede ser ca-
tólico.
Hay muchos fieles que piensan que la devoción a
la Virgen María es propia de los niños, mujeres o de
personas sentimentales; hay otros que estiman que esta
devoción es "útil y conveniente", pero no necesaria. En
esto hay un grave error.
San Luis Grignon de Monfort afirma, en su Tra-
tado de la devoción a María: "No se debe equiparar la
devoción a María Santísima con la devoción a los de-
más santos, como si no fuese necesaria, sino sólo de
supererogación. La devoción a María es necesaria a los
hombres, para alcanzar su último fin".
Para comprender a fondo la necesidad de esta de-
voción, es también necesario recordar el orden esta-
blecido por Dios en la economía de la Redención. El
Padre Celestial, después de haber dado a la humani-
dad su Hijo Unigénito por medio de María, quiere que
todas las gracias nos lleguen por intermedio de Ella,
que es la Madre de Dios y Madre nuestra.
— 72 —
Recordemos también las palabras que tan frecuen-
temente repetimos, al recitar el Avemaria:
Dios te salve, llena de gracia,
el Señor es contigo,
bendita tú eres...
Estas palabras nos recuerdan:
1) El que desee recibir gracias debe dirigirse a Ma-
ría. Ella fué colmada de gracia para subvenir a todas
nuestras necesidades, a todas las necesidades de sus-
hijos.
2) El que desea encontrar o volver a encontrar a
Jesús debe dirigirse a María. Sólo estará seguro de en-
contrarlo entre sus brazos. Jesús, en cuanto Dios, está
en el Padre y no se encuentra fuera de El; pero, en.
cuanto Redentor, está en María y no es posible encon-
trarlo fuera de Ella: "el Señor es contigo".
3) El que desea las bendiciones de Dios sobre su
vida, sobre su persona, sobre su familia, sobre su tra-
bajo, sobre su apostolado, debe también dirigirse a Ma-
ría. En Ella se encuentra la bendición de Dios y, sólo
por su intermedio, esta bendición desciende sobre nos-
otros. "Bendita entre las mujeres".
Pretender organizar la vida sin Dios, es un grave
error y un gran pecado, el pecado del laicismo. Pero es,
igualmente, un grave error y un gran pecado preten-
der organizar la vida cristiana, en nosotros y en los
demás, sin María Santísima.

Falsa devoción

San Luis Grignon de Monfort en su Tratado de f.a


verdadera devoción a María escribe: "Es necesario ha-
cer una buena elección de la devoción a María, porque
existen falsas devociones, que fácilmente se toman pos*
verdaderas. El demonio, como monedero falso y esta-
fador experimentado, ha engañado y hecho caer en el
infierno a numerosas almas, por medio de una falsa
devoción a María Santísima, y todos los días se sirve
— 73 —
de su diabólica experiencia para perder a muchas otras,
manteniéndolas y adormeciéndolas en el pecado, con
el pretexto de alguna plegaria mal recitada y de algu-
na práctica exterior, que él mismo les inspira.
"Como falso monedero, de ordinario, sólo falsifica
la plata y el oro y muy raramente otros metales, pues-
to que no valen la pena; del mismo modo el espíritu
maligno no falsifica otras devociones, como no sean las
•de Jesús y de María".
Muchos fieles hacen consistir la devoción a la San-
tísima Virgen en actos puramente externos y en algu-
nas fórmulas de plegaria. Tales reducen toda la devo-
ción a María a visitas a sus santuarios, a ofrendas flo-
rales ante sus imágenes, a encender algunos cirios en
sus altares, a recitar distraídamente alguna oración,
sin empeñarse, sin embargo, en enmendar la propia vi-
da, sin preocuparse por cumplir cristianamente los de-
beres del propio estado, sin apresurarse a imitarla en
sus virtudes.
El mundo está lleno de estos devotos exteriores de
María Santísima, que reducen toda la devoción a un
aglomerado de prácticas piadosas puramente externas,
o a algunas fórmulas de plegaria, repetidas distraída-
mente.
Algunos de estos devotos cultivan también en su
espíritu una grave ilusión: piensan que ciertamente se
salvarán por la intercesión de la Virgen, mediante es-
tas prácticas piadosas externas, con las cuales creen
disimular sus malos hábitos y numerosos pecados, como
la avaricia, la impureza, la injusticia, la embriaguez, etc.
Estos duermen tranquilamente en sus malos hábitos,
sin ninguna resolución seria de enmendarse, meciéndose
en la vaga esperanza de que Dios los perdonará en el
último momento y los salvará por la intercesión de la
Virgen, a quien han llevado a veces un ramillete de flo-
res, le han encendido una vela, o han recitado distraí-
damente un Avemaria.
Estos devotos no piensan que, si María se impu-
siese la obligación de salvar con su misericordia a tales
— 74 —
devotos, estaría, de hecho, autorizando el pecado, que
es ofensa a su Hijo y a su Corazón de Madre. ¿Cómo
puede pensarse que se ama a la Virgen, que se la hon-
ra, que se le tiene una verdadera devoción, mientras
con la mala vida se crucifica a su Hijo Jesucristo y se
le renuevan a Ella todos los dolores sufridos al pie de
la cruz?
¿Cómo puede creerse que se profesa una verdadera
devoción a María, cuando por la mañana se deposita
un ramo de flores sobre su altar y, durante la noche,
se sumerge en el pecado y en diversiones ilícitas?

Hay otros fieles que reducen la devoción a María


Santísima a un puro sentimentalismo. "El sentimiento,
cuando es sano, es un ornamento y un tesoro para el
alma; sin embargo no es un guía y, por lo tanto, el
que como a tal lo sigue corre el riesgo de aventurarse
imprudentemente en las tinieblas y de perderse" (Pío
XII a la juventud femenina).
Reducir la devoción a sentimiento significa vivir
una devoción superficial, inconstante y lunática. Estos
devotos se conmueven, ciertos días, por una nonada,
como por un cántico, hasta las lágrimas; en tales oca-
siones quisieran permanecer horas enteras ante el al-
tar de la Virgen, aun con menoscabo de los deberes de
su propio estado. En cambio, otros días, se olvidan com-
pletamente aun de las prácticas más fundamentales
del cristiano y viven enteramente ajenos a todo pensa-
miento de María. Un día se inscriben en todas las co-
fradías y otro día ni siquiera se acuerdan de haberse
inscrito.
Estos devotos están muy bien simbolizados por la
luna y, como a ésta, los pone María bajo sus pies.
* * *

Hay, también, devotos interesados. Estos conside-


ran la devoción a María como una póliza de seguro
contra las desgracias de la vida y, en tal sentido, la
— 75 —
practican. "Devoción mezquinamente interesada, la cual
no ve en la poderosísima Madre Dios nada más que a
la. distribuidora de beneficios, principalmente de orden
temporal" (Pío XII).
Para estos devotos, como a navegantes en peligro,
la Santísima Virgen viene a ser útil cuando alguna
desgracia amenaza a sus personas, a sus familias o a
sus bienes. Su devoción actúa solamente en función de
sus intereses materiales, para asegurar la salud, los ne-
gocios, la carrera, el matrimonio, etc., y para nada más.
Son cristianos que viven prácticamente oílvidados de
Dios y de la vida eterna, sólo preocupados de hacerse
un paraíso aquí en la tierra y, para conseguir este ideal,
recurren alguna vez a la Virgen Santísima, en la
creencia de que en esto consiste la devoción a María.

La verdadera devoción

La verdadera devoción a María comprende la vida


entera: mente, voluntad y corazón. Se injerta y flore-
ce en las palabras de Jesús Maestro: "Yo soy el Ca-
mino, la Verdad y la Vida".
La verdadera devoción a María lleva al alma a
abrazar y a vivir íntegramente la vida cristiana, en el
ejercicio de las virtudes teologales: la fe, la esperanza
y la caridad.
1) La verdadera devoción a la celestial Señora quie-
re, ante todo, que el devoto la conozca, con un estu-
dio conveniente y proporcionado a su condición.
La verdadera devoción, lo mismo que la fe, nace
de la instrucción, del conocimiento. No puede haber en
el alma una verdadera y viva devoción, sin poseer una
alta idea de las grandezas de María, sin un conocimien-
to claro de la misión altísima que Dios ha encomen-
dado a «esta Madre, sin el conocimiento de sus privile-
gios y de su gloria.
Para la devoción a María Santísima vale también
él principio: "Nada se quiere, si no es antes conocido".
— 76 —
Es imposible desear o amar aquello que no se conoce.
Del conocimiento nace la admiración, y de la admira-
ción florece la simpatía, el afecto, el amor.
Por este motivo la devoción a María exige que cada
fiel, como hijo devoto, se esfuerce por conocer a su
Madre. ¿Cómo podría un hijo admirar, amar a su ma-
dre, vivir estrechamente unido a ella, si de ella no
tuviese ningún conocimiento? Del mismo modo, no es
posible tener una devoción profunda, práctica y cons-
tante a María, sin poseer de Ella un conocimiento ade-
cuado. De un conocimiento vago, superficial o incierto
de la Santísima Virgen, sólo puede germinar una de-
voción vaga, superficial e inconstante.
De aquí se deduce que, si alguno quiere sincera-
mente adquirir y vivir la verdadera devoción mariana,
debe complacerse en la lectura de libros que hablen de
María Santísima, debe tratar de escuchar las predica-
ciones que se hacen en su honor, en una palabra, debe
procurar conocer todo aquello que mira a la gloria de
la Madre de Dios.
Por medio del estudio y del conocimiento de María,
la mente se eleva hasta los misterios de Dios y recibe
la gracia de penetrar, cada vez más profundamente, en
los dogmas del Credo católico. En esta forma la devo-
ción a María acrecienta en el alma del cristiano la fe,
concentrando siempre más su mente en Dios, que es la
Eterna Verdad.
2) La verdadera devoción a María empeña la vo-
luntad en una efectiva obra de santificación.
El devoto de María, después de haber conocido y
admirado, con su estudio, las grandezas y la santidad
de la que es Madre de Dios y Madre nuestra: "Yo soy
la Inmaculada Concepción", fijando en Ella la mirada,
se empeña por imitarla y representarla, como hijo, lo
menos indignamente posible, donde quiera que se en-
cuentre.
Por eso la devoción a María conduce al cristiano
no sólo a evitar el pecado, sino:
a) a observar todos los mandamientos de la ley de
— 77 —
Dios y a cumplir fielmente los deberes de su propio
estado;
b) a imitar a María en sus virtudes, a fin de ase-
mejarse a Ella lo más posible.
¿Cómo se podría creer a un hijo que, mientras pro-
testa de amar a su madre, descuidase el cumplimiento
de sus deberes y no se preocupase de agradarla y con-
tentarla? Lo mismo debe decirse del devoto de María.
Si éste no se preocupase de contentar a su Madre Ce-
lestial, empeñándose en cumplir fielmente los deberes
de verdadero cristiano, representaría, con respecto a
María Santísima, la misma comedia que aquel hijo que-
todos los días escribía a su madre desde el colegio, pro-
testándole amor, y luego descuidaba sus deberes de es-
tudiante, hasta el punto de ser despedido al fin de año.
"Quien me ama observa mis palabras y me sigue",
dice Jesús Maestro. María Santísima repite igualmente
a sus devotos: "Quien me ama escucha a mi Hijo y me
sigue por el camino de mis virtudes".
Jesús Maestro nos mirará con tanta más compla-
cencia y bondad, cuanto mejor vea representada en nos-
otros la imagen de María, Madre suya y Madre nuestra.
3) La verdadera devoción a María compromete el
corazón a amarla, con un amor capaz de aceptar tam-
bién los sacrificios y la cruz; a vivir en íntima unión
con Ella.
Esta íntima unión de Madre e hijo produce en el
alma:
a) el recurso espontáneo y constante a María San-
tísima, en todas las necesidades del cuerpo y del alma,
con gran sencillez, confianza y ternura, tal como el
hijo recurre a su madre siempre y doquiera, en cada
una de sus necesidades.
El devoto de María recurre a Ella espontáneamen-
te, en sus dudas, para ser iluminado; en sus caídas,
para ser levantado; en sus tentaciones, para alcanzar
la victoria; en su debilidad, para ser fortalecido; en sus.
desalientos, para ser reanimado.
b) La consagración a María, que consiste en la to-
— 78 —
tal donación de sí mismo, por esta vida y por la eter-
nidad, para ser, por su intermedio, enteramente de Je-
sús. Ofrenda del cuerpo, con todos sus sentidos y sus
miembros; ofrenda del alma, con todas sus facultades;
ofrenda de todos los bienes, externos e internos, ma-
teriales y espirituales.
c) Finalmente, la íntima unión de amor con la
Madre Celestial, lleva al devoto a vivir por el triunfo
de María, por la realización de todas sus intenciones y
de sus deseos, para confortarla en sus dolores. El verda-
dero amor es la entrega total de sí mismo, por la fe-
licidad y por la gloria de la Madre, sin reclamar nada
para sí, cifrando la felicidad en el placer de dar.

La devoción a María en los llamados al Sacerdocio


Si la devoción a María es necesaria a todos para
salvarse, lo es particularmente a aquéllos que se pre-
paran para el sacerdocio.
Jesús Maestro, Sacerdote eterno, se confió a Ma-
ría desde la Encarnación hasta la Ascensión; creció en
sus brazos, se dejó formar por Ella en la casita de Na-
zareth y, en ese pequeño seminario, se preparó, en su
compañía, para cumplir su misión.
Los apóstoles, primeros continuadores de Jesús, se
confiaron a María y con Ella, en el Cenáculo, comple-
taron su preparación, antes de salir por el mundo a
iniciar su ministerio: "Estaban unánimes en la oración,
con María, la Madre de Jesús" (Act. 1, 14).
El ejemplo de Jesús y de los primeros Apóstoles tra-
za el camino luminoso que deben seguir todos los lla-
mados al sacerdocio, para tener éxito en su ministerio.
Un Superior de Seminario se expresa así: "Es un
hecho, tan cierto como consolador, que todos nuestros
Seminarios e Institutos están bajo la protección de la
Santísima Virgen. En las sagradas aulas del Santuario
domina, soberana y sonriente, su maternal figura; al re-
dedor de Ella se congregan las jóvenes escuadras de
_ 79 —
nuestros seminaristas, para rendirle el homenaje de sus
alabanzas, para tributarle su afecto filial. Pero, ¿esta
devoción se apoya siempre en convicciones profundas,
hunde sus raices en razones dogmáticas, extrae su ali-
mento vital de un nutrido estudio teológico mariano, o
algunas veces se reviste, más bien, de una forma senti-
mental y se reduce a prácticas exteriores, sin un in-
flujo determinante sobre la voluntad, sin consecuencias
serias y decisivas para la vida?"
Si para todos los devotos de María es un deber co-
nocer esta obra maestra de Dios, ello lo es mucho más
para los llamados al sacerdocio, quienes en el futuro de-
berán hablar a las almas de María y de sus grandezas;
por eso deben ellos empeñarse en conocerla profunda-
mente, mediante un estudio orgánico y metódico.
Si todos los devotos de María deben tratar de imitar
en su vida las virtudes de Ella, mucho más tendrán que
empeñarse en ello los que deberán, mañana, cumplir en
medio del pueblo la misión de Jesucristo. Ellos deberán
aprovechar a María Santísima con método y sabiduría,
para su formación y santificación.
Si todos los devotos de María deben amarla, por lo
menos hasta el punto de hacer habitual el recurso a Ella
durante toda su vida, cuánto más deberán amarla y en-
tregarse enteramente a Ella, abandonándose en sus bra-
zos, los llamados al Sacerdocio, quienes tendrán maña-
na que encender las almas en el amor de la Madre de
Dios.
Conocer, amar e imitar a la Santísima Virgen es el
secreto para el éxito en la propia vocación, para la san-
tificación del alma y para realizar un fructífero apos-
tolado.
Por esto es muy importante el hacer florecer en los
corazones de los llamados al sacerdocio, una íntima y
profunda devoción a María. Una devoción que abarque
la vida entera: inteligencia, voluntad y corazón. Una de-
voción que no se limite a la recitación del rosario y otras
plegarias, al uso de algún escapulario, sino que empeñe
Ja voluntad en el cumplimiento fiel de los deberes del
— 80 —
propio estado y en la adquisición de las virtudes que
resplandecen en la vida de María. Una devoción que no
se contente con alguna lectura piadosa, sino que se fun-
damente en un estudio serio de la Madre Celestial. Una
devoción que no viva de sentimentalismo, sino de un
gran amor a la Santísima Virgen, un amor capaz de
derretir los corazones en una íntima comunión de vida
con María.
Sólo María, como Reina, sabe encadenar dulcemen-
te la inquieta y voluble voluntad del joven, a fin de que
acepte y viva los programas de Jesús y se conforme en
todo a la voluntad de Dios.
Sólo María, como Maestra, penetrará en la mente
del joven, no como una idea muerta, cosa común a las
ciencias, sino como verdad viva y operante, para prepa-
rarlo a comprender, amar y a vivir la Teología.
Finalmente, sólo María, como Madre, penetra en el
corazón del joven para hacerse amar, sin quebrantar su
integridad y sin desperdiciar sus energías; Ella además,
•enciende todos los afectos y dirige los ardores juveniles
.hacia el reino inmaculado de la Eucaristía.
Hoy, más que nunca, tenemos necesidad de sacer-
dotes apóstoles, formados por María.
Para que Jesús vuelva a reinar sobre los hombres,
debe reinar, primero, en el sacerdote, como Camino,
Verdad, y Vida. Para conseguir esto es necesario que,
primeramente, María reine plena y enteramente en el
corazón del seminarista, como Camino, Verdad y Vida.
De aquí que la Santísima Virgen debe tener un lu-
gar bien definido, bien preciso, en la formación del sa-
cerdote. Cuanto más real, más viva, más sentida, más
íntima sea su presencia durante la formación del semi-
narista, tanto más seguro será el éxito en su sacerdocio.
Jesús nació de la Virgen María; Ella lo hará nacer
también en las almas, por intermedio de los sacerdotes
formados por Ella, según su Inmaculado Corazón. Estos
sacerdotes formados por María "Rosa mística", Madre,
Maestra y Reina, serán la bendición, el consuelo y la
salvación de sus pueblos.
— 81 —
San Pablo
ideal del apóstol paulino

"Me llamó por su gracia... para que predica-


se (a Cristo) entre los gentiles" (Gál. 1, 15-16)
"Me he hecho todo para todos" (1 Cor. 9, 22)
"Reunió todas las cosas en Cristo" (Ef. 1, 10.

Premisas
1. "La devoción que se tiene a los santos de Dios. . .
no se termina en ellos mismos, sino que pasa a Dios,
en cuanto que en los Ministros de Dios veneramos al
mismo Dios". De aquí se sigue que la devoción a los
santos no es absoluta, sino relativa; ella exige nuestra
servidumbre, pero no al Santo, como objeto único y
último, sino como objeto intermedio entre nosotros y
Dios.
2. Las devociones a San Pablo y a María, Madre,
Maestra y Reina de los Apóstoles, son, dentro del espí-
ritu paulino, relativas a la devoción al Maestro; ellas
no estorban esta devoción, ni dividen nuestra servidum-
bre entre Cristo, María y San Pablo; no son tampoco
devociones paralelas a la del Maestro, sino más bien
su preparación y prolongación, es decir su introducción
y complemento. Para nosotros, los Paulinos, no existe
la devoción al Maestro, si no es en la devoción a la Vir-
gen y a San Pablo; como tampoco existe la devoción a
la Madre, Maestra y Reina de los Apóstoles, ni la devo-
ción a San Pablo, sin la devoción al Maestro. Son tres
devociones complementarias y dependientes entre sí:
— 82 —
debemos practicar la devoción al Apóstol, como un me-
dio para llegar al Maestro y a la Madre, Maestra y Rei-
na nuestra. Nuestra servidumbre es siempre única y
siempre es dirigida al Maestro, pero es ejercida por nos-
otros a ejemplo y según el espíritu de San Pablo, pa-
sando por el camino obligado, que es María.
3. Para nosotros, la devoción a San Pablo es tam-
bién fundamental: "La Sociedad, constituida bajo el
título y el patrocinio de San Pablo, Doctor de las gen-
tes, profesa también una especial devoción a Jesucristo,
nuestro Señor y divino Maestro" (art. 5). El "también"
quiere significar que, en el orden lógico, la devoción a
San Pablo debe preceder a la del Maestro y que ambas
son fundamentales; que aquélla es el camino de ésta y
que una y otra forman un solo espíritu.
Nuestra Congregación toma el nombre de San Pa-
blo y está puesta bajo su especial patrocinio. El nom-
bre ha sido elegido para caracterizar el Instituto; no
es un nombre casual, como suele suceder con los nom-
bres y apellidos de las personas: un Rojas puede ser
obscuro como un negro, y un Pascual puede ser un in-
crédulo que hace cincuenta años que no cumple el pre-
cepto pascual... Nuestra Congregación lleva el nom-
bre de San Pablo, porque quiere y debe copiar el espí-
ritu, imitar los ejemplos y tener la protección de San
Pablo; porque considera a San Pablo como modelo e
intercesor, para la formación de sus miembros en el
discipulado y en su actividad apostólico-magisterial.
4. Las Constituciones nos sirven de guía para com-
prender en qué consiste y cómo se practica la devoción
a San Pablo. Sabemos que la devoción implica el cono-
cimiento, la imitación y la oración. Las Constituciones,
al hablar de la devoción a San Pablo, insisten princi-
palmente en el segundo elemento, del cual el primero
es condición y preparación y el tercero es consecuencia:
los miembros "sean imitadores del Apóstol San Pablo
en el amor de las almas, como él mismo fué imitador
de Cristo y como el corazón de Pablo fué formado a ejem-
plo del Corazón de Cristo" (art. 179). Esto significa que
— 83 —
deben santificarse imitando a San Pablo; que deben
llegar a ser discípulos de Cristo Maestro, como llegó a
ser y lo fué San Pablo; significa santificarse en vista
del apostolado, adquirir aquellas virtudes que son con-
diciones del mismo apostolado y premisas del celo.
Art. 228: "Para ejercer debidamente este apostolado,
se requieren principalmente una fe recta, una humil-
dad sincera y una caridad no fingida, a fin de que los
miembros puedan transmitir la doctrina de la Iglesia,
en el verdadero espíritu del Apóstol Pablo y cumplir su
obra evangelizadora, dirigiendo las almas en el cami-
no de la salvación". Imitaremos a San Pablo y adqui-
riremos su espíritu, basando en la humildad nuestra
vida de piedad, de estudio, de pobreza, construyéndola
en la fe y vivificándola con la caridad.
En esta forma nuestro apostolado será verdadera-
mente paulino y responderá a las exigencias indicadas
en las Constituciones: "de tal manera ejecuten las
obras de su apostolado, que, siguiendo ellos mismos las
huellas de Jesucristo, Divino Maestro, se hagan el ca-
mino, la verdad y la vida de las almas" (art. 179).
5. La devoción a San Pablo debe partir del conoci-
miento de la vida, de los ejemplos, de la doctrina de
San Pablo. Pero, la vida, los ejemplos y la doctrina de
San Pablo nos llevan al conocimiento de Cristo, pues-
to que San Pablo dice de sí mismo: "para mí, vivir es
Cristo"; él conoce sólo a Cristo y a éste crucificado; sus
ejemplos reproducen los de Cristo: "sed imitadores míos,
como yo lo soy de Cristo". Nuestra oración dirigida a
San Pablo nos alcanzará, ante todo, la gracia de ser
iluminados y guiados por él, formados en Cristo Jesús,
como él formó a sus discípulos y devotos, mientras per-
maneció en la tierra.
6. Limitemos nuestra consideración al elemento
más importante de la devoción a San Pablo: la imi-
tación.
I.—La devoción a San Pablo es imitación de su discipulado
a) Pablo, antes de ser discípulo de Jesús, fué per-
seguidor de sus discípulos: "Saulo, que todavía respi-
raba amenazas y muerte contra los discípulos del Se-
ñ o r . . . " (Act. 9, 1). Sin embargo él poseía las con-
diciones para llegar a ser discípulo; obraba de buena
fe y hacía el mal, sin saberlo; aún más, creía obrar
el bien y glorificar al Señor, siguiendo las tradiciones
de sus padres: "fui antes blasfemo y perseguidor y opre-
sor; pero alcancé misericordia de Dios, por haber pro-
cedido con ignorancia, careciendo de fe" (1 Tim. 1, 13);
"perseguía con exceso la Iglesia de Dios... siendo en
extremo celoso de las tradiciones de mis padres" (Gál.
1, 13-14).
Era leal, recto, celoso, generoso, enemigo de las
medias tintas. Una vez conocida la verdad, se convier-
te en medio del camino, cortando totalmente con su pa-
sado, como convenía a su índole totalitaria: "Mas en-
tonces plugo a Aquél que me destinó desde el seno de
mi madre y me llamó con su gracia, revelarme a su
Hijo para que yo lo anunciara a las naciones. Desde
aquel momento ya no consulté carne ni sangre" (Gál.,
1, 15-16).
El Maestro se le revela en un nimbo de luz y con
palabras que le indican el camino errado, que ha se-
guido hasta el momento, y le señalan el camino de la
verdad, que deberá seguir en adelante. El se entrega
al Maestro con generosidad total: "¿qué quieres que
haga?" Ananías le da a conocer, con mayor claridad y
extensión, la senda de la vida que deberá recorrer, la
verdad que deberá predicar, la pasión que deberá su-
frir para fecundar su magisterio apostólico. Ahora sabe
que su vida será vivir a Cristo y a Cristo crucificado;
sabe que deberá predicar a Cristo, y además crucifica-
do, y darle el testimonio de su palabra, de su vida, de
su pasión y de su martirio. Dar testimonio de Cristo
con su palabra, con sus obras y con su sangre, hasta
los confines del mundo: he ahí la misión que deberá
— 85 —
desarrollar, la tarea que se le ha confiado y que deberá
llevar a su total cumplimiento.
b) En San Pablo vemos realizados todos los ele-
mentos constitutivos del discipulado. En él encontra-
mos la metánoia, o sea el cambio total de mentalidad;
toda su vida deberá ser cimentada, no ya en las tradi-
ciones y prejuicios de sus padres, sino en Cristo: "mi
vivir es Cristo"; tendrá que vivirlo con la fe, la espe-
ranza y la caridad; asimilarse a Cristo en todo: en su
mente, en su voluntad, en su corazón, en sus obras,
hasta llegar a convertirse en la revelación divina. En-
contramos en él la ákolouthía: el seguimiento de Cris-
to es su único ideal, su bandera, su guía, el objeto de
su fe, de su amor, de su predicación, de su testimonio,
hasta identificarse con El mediante una fidelidad, que
constituye el único requisito indispensable a los discí-
pulos apóstoles: "lo que se requiere entre los dispensa-
dores es que sean hallados fieles" (1 Cor. 4, 2). Se iden-
tifica con Cristo, hasta tener sus mismos sentimientos:
"Porque habéis de tener en vuestros corazones los mis-
mos sentimientos que tuvo Jesucristo en el suyo" (Flp.
2, 5); hasta sufrir su pasión: "estoy cumpliendo en mi
carne lo que resta que padecer a Cristo" (Col. 1, 24);
hasta vivir en El y de El: "Para mí vivir es Cristo"
(Flp. 1, 21): "Vivo yo, pero no soy yo el que vive, sino
que Cristo vive en mí" (Gál. 2, 20); hasta ser crucifi-
cado en la cruz con El, morir con El, resucitar con El,
ascender a los cielos con El, triunfar y reinar con El y
hasta juzgar con El a los ángeles y a los hombres.
Se sabe y se siente injertado en Cristo, como el
sarmiento en la vid, el ramo en el olivo, la piedra' en
el edificio, el miembro en el cuerpo. Su discipulado es
una total entrega a Cristo: "Todo nuestro empeño con-
siste en agradarle a El" (2 Cor. 5, 9); es comunión de
vida con Cristo: "no soy yo el que vive, sino Cristo que
vive en mí"; es coparticipación en sus misterios, en su
muerte y en su vida; es un anhelo constante e irresis-
tible, que lo lleva a El en la gloria; es metánoia, es
akolouthía (secuela), es pistis (fe), es ágape, es alegría
— 86 —
en el dolor, es ansia de la muerte, es sed de vida eterna
y de cielo; su entrega es total, en la vida y en la muer-
te, en la gloria y en la ignominia, en su esencia y en
sus facultades, en sus obras y en sus pensamientos, en
sus deseos y en sus sentimientos; es una entrega que
lo lleva hasta la identificación con Cristo en su magis-
terio didáctico, real y sacerdotal, con Cristo Verdad, en
Cristo Camino, con Cristo Vida. Cristo es la forma que
lo modela a su propia imagen, y San Pablo se abando-
na a esta forma, para modelarse y dejarse modelar;
para ser revestido del hombre nuevo, creado en la jus-
ticia, en la santidad y en la verdad; para llegar a ser
la prolongación de Cristo y de su actividad, y poder in-
vitar a todos los hombres a imitarlo a él, como él imita
a Cristo.

II— Iffl devoción a San Pablo es imitación de su


magisterio apostólico.

Pablo es el Apóstol por excelencia: a) es el Maes-


tro formador de innumerables discípulos, b) El, más
que nadie, es digno de ser imitado, porque más que
ninguno ha trabajado, ha recogido frutos y ha hecho
discípulos (mathetéusate): "he trabajado más copiosa-
mente que todos" (1 Cor. 15, 10); ha ejercitado más que
todos el apostolado universal: "Híceme todo para todos,
por salvarlos a todos" (1 Cor. 9, 22). "¿Quién enferma
que no enferme yo con él?" (2 Cor. 11, 29)... congracián-
dose con los griegos y los bárbaros, de los cuales se
sentía deudor de la palabra y de la vida divina, c) Ha
ejercitado toda especie de apostolado: de la oración: "no
cesamos de orar por vosotros" (Col. 1, 9); del sufrimien-
to: "estoy crucificado con Cristo en la cruz" (Gál. 2,
19), "cumplo en mi carne lo que falta de los padecimien-
tos de Cristo" (Col. 1, 24), "llevo siempre conmigo los
sufrimientos de Cristo" (2 Cor. 4, 10); del ejemplo:
"sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo" (1 Cor.
— 87 —
11, 1); de la palabra: "Cristo me envió a predicar" (1
Cor. 1, 17), "¡ay de mí si no evangelizara!" (1 Cor. 9,
16); de la pluma: escribió más que todos y, adonde no
llegaba su presencia, llegaban sus epístolas, de manera
que "la palabra de Dios no estaba atada" (2 Tim. 2, 9).
d) Ejerció su apostolado inteligentemente, fundando
comunidades en los lugares estratégicos, formándose
una falange de colaboradores fieles e incansables.
e) Ejercitó el apostolado magisterial; fué el Maes-
tro insuperable de la fe con su predicación cristocén-
trica; fué el propagador infatigable de la caridad y de
todas las virtudes cristianas; fué el ilustrador de todos
los medios de la gracia, desde la oración hasta las bue-
nas obras, desde el bautismo hasta la Eucaristía, desde
la penitencia hasta el Orden y el matrimonio.
* * *

Ningún modelo es más apropiado que San Pablo


para nuestro apostolado. En efecto, nuestro apostolado
mira a la formación de verdaderos discípulos, cultivan-
do toda la persona humana, mediante la fe, la moral
y el culto. Nuestro apostolado pretende llegar a todos:
a los ricos y especialmente a los pobres, a los sabios y
sobre todo a los simples, a los perfectos y de preferen-
cia a los que comienzan y progresan, a los fieles y a los
infieles, a cristianos y paganos, a creyentes e incrédu-
los. Nuestro apostolado deberá servirse de todos los me-
dios, particularmente de los más modernos, los más efi-
caces, los más universales. Deberá dar el Maestro a los
hombres y deberá transformar a los hombres en discí-
pulos, para entregarlos a Cristo Maestro; deberá for-
mar al hombre nuevo, al cristiano integral, al hombre
perfecto en la verdad y en la vida; deberá llevar a la
verdad, guiar y vivificar a todos en Cristo, y, así ins-
truidos, conducirlos a la salvación.
De todos los apostolados, éste es el más universal,,
el más antiguo, a la vez que el más moderno, el más efi-
caz y el más seguro.
— 38 —
Apóstoles del tvangelio
Jomada del €vangelio

"La palabra de Dios no está encadenada" (2 Tirru


2, 9).
"No me avergüenzo del Evangelio; pues es una
fuerza de Dios para la salvación de todo el spie
cree" (Rom. 1, 16).

Entre las maneras de difundir la palabra divina


tiene un lugar eminente la fiesta del Divino Maestro o
Jornada del Evangelio.
Se han adherido a ella, en muchas naciones, ciu-
dades y aldeas, despertando entusiasmo hacia Jesucris-
to y su Evangelio, avivando la fe y produciendo conso-
ladores frutos de vida cristiana.
Es la Jornada de la doctrina de Jesucristo, Divino
Maestro: "Vosotros me llamáis Maestro y Señor y decís
bien, pues lo soy" (Jn. 13, 13). Con ella se honra al
Verbo del Padre, a la Eterna Sabiduría, al Hijo muy
amado, a quien los hombres deben escuchar.
Existe en el mundo una lucha entre Cristo que es
la Verdad y la mentira que es el demonio. El mundo se
ha dividido en dos escuelas: la de Cristo y la de Sata-
nás, y tal como Cristo envía a sus Apóstoles así también
Satanás cuenta con numerosos emisarios.
Ahora bien, con la "Fiesta del Evangelio" se pre-
tende reunir en derredor del Maestro Divino a los fieles
con el ánimo de escucharle y de seguirle, pues solamente
El tiene palabras de vida: "Tú solo tienes palabras de
vida eterna" (Jn. 6, 68).
— 89 —
Las enseñanzas de Jesús Maestro pueden divulgar-
se tanto con la palabra como con las ediciones: prensa,
cine, radio y televisión. Son todos medios muy podero-
sos, pero la maldad humana los ha extraviado y diri-
gido contra Dios, su autor.
Es necesario, por lo tanto, que el Apostolado de
las Ediciones, tal como el de la Palabra sea devuelto
al rededor del altar y del Tabernáculo, y vuelva a co-
nectarse a la Misa y a la Comunión. En la Misa el Sa-
cerdote lee y besa el Evangelio, comulga y en la Misa
igualmente se -predica el Evangelio y se distribuye la
Comunión: ¡volvamos a las fuentes! Solamente así te-
nemos el culto completo, el cristiano perfecto, el hom-
bre alimentado en la inteligencia, en la voluntad, en el
corazón. Solo así se puede amar al Señor con todo el
corazón, con todas las fuerzas y con toda la mente.
Es muy útil, por tanto, la fiesta del Divino Maestro
que se propone dar a conocer a Jesús-Verdad.
Dicha fiesta consta de uno o más días dedicados a
la oración, al estudio y a la difusión de los Santos
Evangelios con el fin de honrar a Jesucristo Divino
Maestro. Con ella los organizadores se empeñan a que
el Evangelio entre en todos los hogares, sea leído y
vivido.
El programa debe ser estudiado con la autoridad
eclesiástica local y de acuerdo a las necesidades am-
bientales.
Para facilitar su estructuración ofrecemos un es-
quema, comprobado por una larga experiencia.

Preparación

La preparación remota deberá incluir la oral, la


impresa, la espiritualidad y la organizativa.
A través de una preparación oral se advierte repe-
tidamente al pueblo algunas semanas antes.
Por medio de la preparación de prensa, se difunden
libritos, folletos y afiches aptos para el fin de la Jomada.
— 90 —
Con la preparación espiritual se hace a todos una
invitación especial a la oración para el buen éxito de la
fiesta y se pide la colaboración de almas piadosas, de
los enfermos, de los que sufren y de los pequeños, acon-
sejando además la frecuencia a los sacramentos.
La preparación organizativa importa que se insti-
tuya un comité dependiente de la autoridad eclesiástica
para trabajar activamente por el éxito de la Jornada.
Dicho comité deberá particularmente proponerse hacer
entrar el Santo Evangelio en cada familia, reunir y des-
truir —como homenaje a la Eterna Verdad— libros,
periódicos, diarios malos como también cualquier otro
Impreso que ofenda gravemente la moral cristiana.
En segundo lugar, la preparación próxima, com-
prende un triduo de predicación que podrá desarrollar-
se en la siguiente manera:
Por la mañana se hace la exposición solemne del
Santísimo Sacramento y del Evangelio (sobre el altar
"in comu Evangelii"), acompañada de una plática so-
bre las verdades eternas.
Por la tarde habrá una instrucción y la bendición
con el Santísimo Sacramento. Se recomienda que la ado-
ración sea ininterrumpida, durante todo el día y que
participen a la misma hombres, mujeres, jóvenes y niños.
Los temas de meditación de la mañana pueden
ser: la Eucaristía, viático hacia le eternidad; el Juicio,
la Eternidad. Se puede también desarrollar la siguiente
idea: El hombre ha sido creado para el cielo; habiéndo-
se después extraviado en el camino, Jesucristo se hizo
para él. Verdad, Camino y Vida a fin de indicarle nue-
vamente la ruta del cielo, enseñándole la manera de
recorrerla y mereciéndole la gracia que le torna apto
para llegar a la vida eterna. Al fin del mundo Jesucristo
volverá para juzgar a los buenos y a los malos e intro-
ducir los primeros a la vida eterna, mientras que a los
otros los arrojará al fuego eterno.
En las instrucciones de la tarde se podrá tratar so-
bre el deber de todo cristiano de escuchar la doctrina
— 91 —
de Jesucristo, de seguir sus ejemplos y vivir su vida.
En lugar de los sobredichos temas, los argumentos
a desarrollarse podrían ser los siguientes:
I.— Jesucristo es el único Maestro: Maestro por na-
turaleza, por voluntad del Padre y porque en su vida te-
rrenal se demostró verdaderamente tal. La Iglesia per-
petúa en el tiempo y extiende por doquier las enseñan-
zas de Jesucristo. Pero ella es obstaculizada por el "ini-
micus homo", es decir por Satanás, que siembra la ci-
zaña por medio de la prensa, discursos, escuelas y ten-
dencias contrarias al Evangelio. Los efectos de la ense-
ñanza de Cristo y de la Iglesia se verifican en el mundo
(con las conversiones y la civilización), en las almas
(con la salvación y santidad) y en la eternidad (con
el paraíso para quien las escucha y el infierno para
aquél que las rechaza).
II.— Los dos estandartes. Los hombres respecto a
la enseñanza de Jesús están divididos en dos grandes
falanges: los discípulos de Cristo y los secuaces de Sa-
tanás.
Cabe preguntarnos: ¿Y nosotros qué estandarte se-
guimos? Bueno es que hagamos entonces un examen
práctico sobre el amor a la doctrina de Jesucristo, la
instrucción religiosa y las buenas lecturas. Y luego con-
cluiremos, convenciéndonos de la necesidad de aban-
donar la escuela de Satanás para adherir fuertemente
a la de Jesucristo. "No se puede servir al mismo tiem-
po a dos señores" (Mt. 6, 24).
III.— Cómo pertenecer a la escuela de Jesucristo.
Ante todo "aborreciendo el mal", procurando conocer
los emisarios de Satanás; reparando y tratando en ade-
lante de huir de la compañía de los mismos. En segun-
do término, siguiendo el otro principio "Haz el bien", se
deberá conocer, amar y vivir el Evangelio. Hay que for-
mular, en fin, propósitos y estudiar los medios de per-
severancia: la vigilancia, la oración (Misa, Confesión
y Comunión).
— 92 —
La palabra divina, además, no debe ser reservada a
una u otra categoría de personas, sino dada a todo el
pueblo. Se podrá sin embargo, celebrar reuniones para
las diversas ramas de A. C., Asociaciones piadosas o dis-
tintas clases de personas: hombres, mujeres, jóvenes y
niños. Para estos últimos es necesario un cuidado es-
pecial.
A la palabra del Sacerdote se puede unir aquella de
los laicos debidamente preparados, que no ostentan el
título de maestros sino el de verdaderos discípulos del
único Maestro, Jesucristo.
Durante las horas de adoración se debe rezar para
que los hombres reconozcan el magisterio de Cristo y
de su Vicario, el Papa, y para el apostolado de la pala-
bra y de las ediciones.
Las ceremonias litúrgicas se han de desarrollar en
forma sugestiva; la Iglesia y el altar serán adornados
como en las grandes fiestas y sobre todo se dé a los fieles
la facilidad de acercarse a los santos sacramentos de la
Confesión y Comunión.

La Jornada
Dispuestos así los ánimos con el triduo de prepa-
ración, resultará fácil organizar la fiesta, ya sea en los
actos de la mañana, como en los de la tarde.
Mañana: Misa con fervorín, que precede a la Co-
munión general; Misa solemne con discurso de circuns-
tancia y exposición del Santísimo Sacramento y del
Santo Evangelio.
Tarde: Hora solemne de adoración, a la que seguirá
un propósito firme de formar parte de la escuela de Cris-
to, de unirse a sus más fieles discípulos y de adherirse
íntimamente al Maestro divino, mediante la veneración,
la lectura y la difusión del Evangelio, la frecuencia a la
Santa Misa y Comunión.
Se podrá concluir la Jornada con la bendición de
— 93 —
tantos ejemplares del Evangelio cuantas son las fami-
lias de la Parroquia, con la distribución de los mismos
a los jefes de familia, con el beso del Evangelio que ha
sido expuesto durante el triduo y el día de la fiesta; y
se concluirá públicamente con las siguientes resolu-
ciones:
a) querer reconocer, amar, seguir a Jesucristo y a
la Iglesia, depositaría de Su doctrina;
b) rechazar toda enseñanza contraria al Evangelio;
c) leer el Evangelio y exponerlo en un lugar de
honor;
d) asistir a la instrucción religiosa parroquial;
e) procurar la instrucción religiosa de los hijos y
familiares;
f) propagar con todos los medios la prensa católica;
g) abstenerse de las películas y de las audiciones
radiales inmorales.
Se terminará con la bendición del Santísimo Sa-
cramento. Además de lo antedicho, se podrán realizar
las siguientes iniciativas:
1) Distribución del Evangelio a domicilio a aque-
llas familias que no lo han recibido en la iglesia;
2) Institución de la "Liga de la lectura cotidiana
del Santo Evangelio";
3) Fundación y formación de un Grupo o Sección
de los Cooperadores del apostolado de la prensa, es de-
cir, de una falange organizada de laicos, que se empe-
ñan en cooperar con el propio párroco en la difusión de
la buena prensa;
4) Recolección de ofrendas para regalar o abaratar
el Evangelio y para ayudar con las mismas al apostola-
do de la prensa.
Los laicos
en el Apostolado de las ediciones

"Lo que oíste de mí, garantido por muchos tes-


tigos, esto confíalo a hombres fieles, quienes sean
idóneos para enseñar a su vez a otros" (2 Tíni.
2, 2 ) .

En la Iglesia, los laicos —aun dentro de determi-


nados límites— pueden y deben ser apóstoles. Su tarea
consiste en ser coadjutores del Clero.
En el Apostolado de las Ediciones (1), la coope-
ración de los fieles puede ser negativa y positiva.

Cooperación negativa

Tal cooperación es obligatoria, y consiste en abste-


nerse de prestar ayuda eficaz a las ediciones malas y
arreligiosas, ya sea en la dirección como en la técnica
y propaganda de las mismas.
Respecto de la dirección, los laicos no sólo deben
abstenerse de comprar las ediciones contrarias al Evan-
gelio y a la Iglesia, sino deben negar cualquier coope-
ración intelectual y moral a las ediciones anticristianas
e indiferentes en materia religiosa.
En cuanto a la parte técnica, se deben negar todo
trabajo material, las maquinarias, los locales y otros

(1) El Apostolado de las Ediciones encierra el de la prensa, del


cine, de la radio y televisión.
— 95 —
medios, cuando ellos van dirigidos contra la fe o las bue-
n a s costumbres.
Acerca de la propaganda, en fin, los laicos deben
también abstenerse de promover y difundir, de cual-
quier manera, las publicaciones contrarias a la fe y la
vida cristiana.
Los católicos —limitándonos al campo de la pren-
sa.— tienen la obligación de abstenerse (excepción he-
cha de algunos casos muy especiales, que deben ser re-
conocidos y examinados por la Autoridad Eclesiástica)
de las lecturas contrarias a la fe y la moral cristianas.
Aún más, tienen que privarse de toda aquella literatura
vana, sentimental, místico-sensual y de aquellos impre-
sos que adormecen la verdadera conciencia católica, que
pretenden mezclar la doctrina acatólica y la moral mun-
dana con la doctrina y la moral del Evangelio.
Ellos, por el contrario, deben leer, servirse para sus
estudios y para su formación de aquellos libros que tie-
nen la amplia aprobación de la Iglesia. Los laicos deben,
además, contribuir, según sus posibilidades, a remover
con todos los medios lícitos el escándalo y los gravísi-
mos pecados de la prensa impía, esto es, impidiendo
que aparezcan ciertas publicaciones, denunciándolas y,
si es necesario, quemándolas o substituyéndolas con
otras y, en fin, prohibiéndolas, si están constituidos en
autoridad.

Cooperación positiva
Que los católicos se ocupen de las "ediciones" como
de la principal obra de Acción Católica, por ser forma-
dora del pensamiento, de la vida y del corazón, es, más
que importante, necesario. Como obra que defiende la
fe, está directamente encomendada al Clero e indirec-
tamente —en razón de la cooperación que pueden pres-
tar— a todos los católicos.
Prácticamente, pueden ocuparse de ella en forma
indirecta, extendiendo, reforzando y defendiendo el apos-
_ 96 —
tolado de la Jerarquía Católica; directamente, prestan-
do su cooperación al Apostolado de las Ediciones me-
diante la oración, el sacrificio y la acción.
La cooperación indirecta está reservada principal-
mente a los laicos revestidos de autoridad en el gobier-
no, en la enseñanza, como así también a los que por
uno u otro motivo ejercen cierta influencia sobre los
'demás.
La cooperación directa, en cambio, es posible a to-
dos los católicos, si bien en proporción y calidad dife-
rentes.
Todos, sin excepción, pueden prestar la colabora-
ción de la oración y del sacrificio para reparar las ofen-
sas inferidas a Dios por las ediciones y a fin de implo-
rar luz, fuerza y gracia para los apóstoles de las edicio-
nes y para el auge de las mismas.
La oración y el sacrificio constituyen la gran fuer-
za del apostolado. En efecto, suscitan los apóstoles, los
sostienen, proporcionándoles las virtudes necesarias a
su estado y obtienen luz, consuelo y salvación de las
almas.
Muchos católicos, también, pueden dar a este apos-
tolado lo que, después de la gracia divina, importa ma-
yormente: las vocaciones.
Los padres pueden ofrecer sus hijos e hijas y sen-
tirse por ello santamente orgullosos; ya que dan a
la Iglesia apóstoles y, en cierto sentido, mártires; la
tinta bien puede equipararse, en este caso, a la san-
gre de los mártires.
Los maestros pueden aconsejar a sus alumnos y los
fieles pueden tomar la iniciativa para alguna obra bue-
n a o ayudar a las ya existentes.
Todos, según su propio estado, pueden iluminar a
sus hermanos ya sea mediante conferencias, escritos,
conversaciones respecto al gran peligro que constituye
Ja multiforme propaganda de las ediciones malas, o
también sobre las muchas esperanzas que se pue-
— 97 —
2.—
den cifrar en el apostolado de las ediciones católicas.
Un gran número, por lo demás, puede cooperar
contribuyendo, si no a todas, a cualquiera de las tres
partes de este apostolado: la redacción, la técnica y la
propaganda.
Por lo que respecta a la redacción, es deber de to-
do católico laico apoyar siempre las ediciones católicas,
sea cual fuere el argumento de que traten: sociología,-
política, historia, literatura, arte, ciencias, filosofía y
derecho, etc. Y es precisamente a ellos a quienes par-
ticularmente incumbe la aplicación de los principios
evangélicos a la literatura, a las ciencias históricas, ci-
viles, social-éticas, y demográficas; al arte musical, pic-
tórico y arquitectónico; a las disciplinas jurídicas y pú-
blicas; a las ciencias filosóficas, morales, etc. A su vez,
es un deber de ellos introducir en las leyes, en la vida
política, social, doméstica y escolar las enseñanzas del
Maestro divino.
Muchos católicos laicos pueden tratar de religión,
pero necesitan para ello de una adecuada prepara-
ción doctrinal. Sus obras deben llevar la aprobación
eclesiástica.
Todos los católicos, según sus propias posibilida-
des, deben cooperar en el apostolado de las ediciones,
con ofrendas y contribuciones materiales, así como por
deber lo ejecutan para con las obras catequísticas, la
predicación y las misiones. Las obras y los operarios
evangélicos deben hacer, vivir y producir sus frutos sa-
ludables. Podrán prestar colaboración moral, alentan-
do, defendiendo y propagando según su posición social,
el magistrado, el padre de familia, el industrial y el
obrero.
Incumbe, en fin, y por lo general al católico, en
dependencia y unión con el Clero, una parte muy vasta
en la redacción, en la labor técnica e informativa, en la
administración y en la difusión en el extenso campo de
la prensa, del cinematógrafo, de la radio y televisión.
En cuanto a la técnica se refiere, los católicos laicos
— 98 —
pueden proporcionar al apostolado de las ediciones los
medios materiales y la mano de obra.
Para que las ediciones se presenten técnicamente
perfectas requiérense máquinas, accesorios y muchos
otros medios más.
Los católicos de buena voluntad saben conocer las
necesidades del apostolado y socorrerlas oportunamen-
te, convencidos como están de la noble obra que llevan
a cabo, obra sobremanera meritoria ante Dios, ante las
almas y ante la sociedad.
Pero el mayor problema en el apostolado de las
ediciones lo constituye la propaganda, cuya solución de-
pende en grao parte de la colaboración de los laicos. Y
esta colaboración puede efectuarse con un sinnúmero
de medios, que varían con las circunstancias y que se
multiplican con el celo.
ti Movimiento Paulino de Coopecadoees

"...Los demás cooperadores míos, cuyos nom-


bres están en el libro de la vida" (Flp. 4, 3>.

A lo largo de este librito se ha hablado mucho de


las cuatro congregaciones que constituyen la "Familia
Paulina". Pero estas congregaciones tienen una proyec-
ción seglar: El Movimiento Paulino de Cooperadores.
Sin sus Cooperadores la Familia Paulina es incompleta.
Se llama "Movimiento": lo que indica su dinamismo
dirigido hacia adelante, en un esfuerzo de conquista
apostólica, con los medios que la ciencia y el progreso
ponen al servicio del hombre;
"Paulino": porque sus integrantes quieren revivir
el espíritu que impulsó a San Pablo, tanto en su per-
fecta identificación con Cristo: "mi vida es Cristo",
como en su afán apostólico: "el amor de Cristo nos
urge";
"De Cooperadores": es el término con el cual San Pa-
blo designa a sus colaboradores, y define en toda su am-
plitud cual debe ser el puesto del laico al lado del sa-
cerdote. No sólo bienhechor, no sólo ayudante, sino co-
partícipe en la misma labor apostólica y finalmente
unido al apóstol en la misma "corona de justicia".
En una luminosa página, el Padre Fundador ha
enfocado así la fisonomía del verdadero Cooperador y
sus relaciones con la Familia Paulina.
"Los Cooperadores se h a n concebido de la siguiente m a -
n e r a : personas que comprenden a la Familia Paulina y con
ella f o r m a n u n a unión de espíritu y de propósitos; abrazan,
según sus posibilidades, los dos f i n e s principales de la m i s -
— 100 —
m a familia (santificación personal y apostolado) y f a c i l i t a n
BU aporte a los mismos. A su vez la Familia Paulina promueve
su cristiana instrucción, los ayuda a llevar u n a vida ejemplar,
háceles partícipes de los bienes espirituales de la Congregación
y del mérito del Apóstol.
Es u n a verdadera a m i s t a d que consiste en el intercambio
de bienes.
Los Cooperadores quieren i m i t a r la vida religiosa p a u l i n a :
a) la pobreza con el desapego de los bienes de la tierra, s e -
gún el sentido evangélico; b) la castidad por la pureza de l a s
costumbres, según su propio estado; c) la obediencia con l a
sumisión a los superiores eclesiásticos, civiles y domésticos;
d) la predicación de la doctrina cristiana con la difusión d e
las ediciones, favoreciendo los medios m á s rápidos y m á s
eficaces de que se sirve la Sociedad de S a n Pablo; e) coope-
r a n d o con la oración, las obras, las ofrendas.
La Familia Paulina confía sus proyectos a los Cooperado-
res; establece y dirige las obras por realizarse, los hace p a r -
tícipes de sus p e n a s y alegrías, indica los medios de s a n t i f i c a -
c i ó n . . . Además, la Familia P a u l i n a ora por los Cooperadores,
celebra y aplica 2.400 Misas cada año, t a n t o p a r a los Coopera-
dores vivos como difuntos.
La Familia Paulina aspira a vivir p e r f e c t a m e n t e los dos
m a n d a m i e n t o s de la caridad, en la vida religiosa y e n el apos-
tolado; e n t r e t a n t o los Cooperadores se e m p e ñ a n e n vivir los
mismos mandamientos, en u n a vida cristiana siempre cre-
ciente, y p r e s t a n d o su ayuda en el apostolado.
Todos j u n t o s f o r m a m o s u n a unión de personas que a n h e -
lan y cooperan m u t u a m e n t e a promover la gloria de Dios y l a
paz de los hombres, según el ejemplo de S a n Pablo".
De estas palabras autorizadas se desprenden algu-
nas conclusiones que deben tenerse presentes: para en-
tender al M. P. (Movimiento Paulino).
1) las Congregaciones Paulinas y sus Cooperadores
constituyen en la Iglesia una sola "Familia";
2) persiguen los mismos ideales: santificación per-
sonal y apostolado específico de las ediciones;
3) se nutren de la misma espiritualidad;
4) participan del mismo tesoro de gracias y méri-
tos, y sienten en común las penas y las alegrías.
* * »

La historia de la colaboración paulina, sobre todo


en los comienzos, alcanza tonos dramáticos. Hubo al-
— 101 —
mas generosas que llevaron su contribución hasta el sa-
crificio supremo. Los estudiantes de teología: Borello y
Fantaguzzi; los Sacerdotes: De Stefanis, Saffirio y Vi-
llari; la señora Amalia Cavazza y muchas otras perso-
nas, fecundaron con su sangre los "cimientos" mismos
de la obra paulina. Pero también hoy esta cooperación
continúa con oraciones, sacrificios, ofrendas, propagan-
da, artículos, libros, etc., alimentada por un millón de
Cooperadores en las 27 naciones donde los Paulinos y
las Paulinas han iniciado su apostolado.
A su vez la Soc. de San Pablo ha conseguido de la
Santa Sede para los miembros de la "Familia", un gran
tesoro espiritual, que cada día se ve aumentado por las
oraciones, obras, sacrificios de los Paulinos de todo el
mundo.
Damos a continuación una lista de estos privilegios.
Indulgencias plenarias a las condiciones de costumbre (es
decir confesión, comunión, visita a alguna iglesia y rezar se-
g ú n la intención del P a p a ) .
I) EN LAS SIGUIENTES FIESTAS o en uno de los siete
días i n m e d i a t a m e n t e sucesivos:
a) Navidad, Reyes, Transfiguración, Pascua de Resurrec-
ción, Ascensión, Corpus Christi, Jueves Santo, Sábado Santo,
Pentecostés.
b) I n m a c u l a d a Concepción (Purísima), Asunción, Reina
de los Apóstoles (Sábado después de la Ascensión).
c) S a n José.
d) En las fiestas de los Doce Apóstoles, Conversión de S a n
Pablo (25 de enero), Conmemoración de S a n Pablo (30 de
junio).
II) TODAS LAS VECES que se h a g a u n a h o r a de a d o r a -
ción a n t e el Santísimo Sacramento, rezando p a r a los fines de
la Sociedad de San Pablo.
III) SE GANARA igualmente la indulgencia plenaria, u n a
vez al mes, cuando se h a y a rezado todos los días la jaculatoria:
"Oh Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida, tened piedad de
nosotros".
Indulgencia plenaria en la h o r a de la m u e r t e p a r a Reli-
giosos, Religiosas y Cooperadores que, confesados y comulga-
dos o arrepentidos pronunciaren el nombre de Jesús y acep-
t a r e n la m u e r t e en p e n a de sus pecados.
Indulgencia parcial de 500 días, t o d a s las veces que, con
corazón arrepentido, rezaren la oración jaculatoria: "Oh Jesús
Maestro, Camino, Verdad y Vida, tened piedad de nosotros".
— 102 —
Indulgencia parcial de 100 días, cada vez que rezaren a l -
g u n a oración o e j e c u t a r e n alguna obra según los f i n e s de la
Sociedad de S a n Pablo.
Indulgencia parcial de 7 años, p a r a todos los días cada vez
que con corazón contrito, rezaren u n a novena en honor de la
Reina de los Apóstoles o de San Pablo; indulgencia plenaria,
a las condiciones de costumbre, al t e r m i n a r la novena.
Indulgencia parcial de 10 años, todos los primeros domin-
gos de mes, si, con corazón arrepentido, se cumple algún p i a -
doso ejercicio por espacio de media h o r a según los fines de
l a Sociedad de S a n Pablo; indulgencia plenaria, si al mismo
ejercicio se une la confesión, comunión, y u n a oración según
las intenciones del Sumo Pontífice.
Indulgencia parcial de 500 días, todas las veces que se be-
sare el Santo Evangelio, después de haber leído algunos ver-
sículos, rezando u n a de estas jaculatorias: "La lectura del
Evangelio sea p a r a nosotros salud y protección", o "Por l a s
p a l a b r a s del S a n t o Evangelio sean borrados nuestros pecados".
Además la Sociedad de San Pablo acompaña a sus
Cooperadores, en la vida y en la muerte, con la aplica-
ción de 2.400 Misas cada año. Estas Misas representan
una súplica permanente ante Dios y un empeño de
gratitud para cuantos trabajan en la Familia Paulina
y con ella.
:¡c $ li¡

El "diálogo", que se desarrolla entre los Paulinos y


sus Cooperadores desde hace medio siglo, y que jamáis
ha sido interrumpido, se pone hoy en términos ineludi-
bles, por las circunstancias del mundo y por la necesi-
dad de evangelizar a los ambientes mediante las téc-
nicas modernas de difusión.
Sintiendo esa necesidad y urgencia repetimos a los
católicos militantes el llamado del Padre Alberione, para
que cuantos comprenden el espíritu paulino y las exi-
gencias de su apostolado se adhieran a este "Movi-
miento"

— 103 —
Conclusión

La colaboración puede realizarse de mil maneras,,


pero la más alta, la más ambicionada es la cooperación
vocacional.
Si Dios os llamase, no cerréis vuestro corazón. El
mundo muere por falta de amor. Y el amor sólo flo-
recerá cuando haya Sacerdotes, Religiosos y Religiosas
que se entreguen de lleno a la noble tarea de evange-
lizar el Amor. Cristo espera almas generosas y esfor-
zadas, que lo dejen todo para conseguirlo todo. Jóvenes
que se alisten en pacífico ejército destinado a ensan-
char las fronteras del Reino de Dios; portadores nece-
sarios de la redención entre los hombres de todas las
naciones y de todos los tiempos. "Seréis mis testigos
hasta el fin de la tierra" (Act. 1, 8).
Jóvenes: ¿tenéis ansias de servir a Dios en un Ins-
tituto Misionero?
Bien, venid a engrosar las filas de los que difunden
la Palabra de Dios con la pluma y con los medios más
veloces y modernos, cuales la prensa, la radio, el cine, la
televisión y todo otro medio que el progreso humano
vaya descubriendo...
Prestad oídos a las palabras de nuestro venerable
Fundador: "¡Adelante, ingresad! La Sociedad de San
Pablo os abre la puerta y los brazos para recibiros albo-
rozada, cual madre que acoge a sus hijos que retornan
tras larga ausencia. En esta Casa bendita sólo y siempre
se buscará vuestro bienestar; seréis amados; os podras
santificar. Entrad gozosos; desprendeos con generosidad
de cuantas cosas os atan al mundo y os impiden seguir-
en pos del Maestro Divino..
Es esta la colaboración que esperamos de vosotros..
— 104 —
BIBLIOGRAFIA MINIMA

Para aquellos que quisieran profundizar sus conocimientos


aeerca de la historia, de la espiritualidad y apostolado paulinos, su-
gerimos las siguientes obras:
Mi protendo in avantl (40 años de vida paulina), páginas 570 T
160 páginas de documentación fotográfica. Alba, 1954
Gesú Maestro, por G. Roatta. Alba, 1955.
Gesú Maestro, Vía, Veritá e Vita (appunti), por S. Lamera.
Alba, 1949.
Mannale del Cooperatore Paolino. II.» edizione. Alba, 1946.
Maggiorino Vigolungo. Un pequeño apóstol de la prensa. Alba,
1919. (Ediciones castellanas de España, Argentina y México).
La mujer asociada al celo sacerdotal, por S. Alberione. M a -
drid, 1955.
Apostolato delle Edizioni, por S. Alberione. Roma, 1944.
María, Reina de los Apóstoles, por S. Alberione. Valencia, 1956.
Lo spirito del Maestro Timoteo Giaccardo, por S. Lamera.
Alba, 1956.
Una Joven apóstol de la prensa: Sor Lorenzina Ligari. Mé-
xico, 1953.
Una Discepola del Divino Maestro. Alba, 1946.
Tre fiori dello stesso giardino. Alba, 1950.
Dai tetti in su, por S. Lamera. Roma, 1956.
Dilecciones paulinas

P a r a i n f o r m e s y p a r a su colaboración puede usted diri-


girse a estas direcciones:

SOCIEDAD DE SAN PABLO


ITALIA
Casa Matriz: Piazza S a n Paolo — Alba (Cuneo)
Casa Generalicia: Via Alessandro Severo 58 — Roma
ARGENTINA
C a s a : Avda. S a n M a r t í n 4350 — Florida (Buenos Aires)
Librería S a n Pablo, T a l c a h u a n o 230 — Buenos Aires
Librería S a n Pablo, 27 de Abril 156 — Córdoba
BRASIL
Livraria Sao Paulo, R ú a Sete de setembro, 65-A — Río de
Janeiro.
Casa: R ú a Major Maragliano, 241 — Sao Paulo
Casa: Sao Ciro — Caxia Do Sul (R. G. S.)
Livraria, P a r c a da Sé, 184 l.v a n d a r — Sao Paulo
COLOMBIA
Casa: (Km. 16 Carretera del Norte)—La Cita (Bogotá, D. É.)
Librería: Carrera 6.* N.<? 8-70 — Bogotá
C ü B A
Librería: Palacio Cardenalicio, Avda. del Puerto y C h a -
cón — La H a b a n a .
CHILE
Casa: Avda. Vicuña Mackenna 10777 — Santiago — La
Florida.
Librería: Bdo. OHiggins, 1626 — Casilla 3746 — Santiago
ESPAÑA
Casa: Soc. S a n Pablo — S a n F e r n a n d o de Henares (Madrid)
Casa: Soc. de S a n Pablo — Zalla (Vizcaya)
Librería: Calle Carretas, 12 ( P a s a j e Paz) — Madrid
— 106 —
ISLAS FILIPINAS
Librería: 1677 Azcarraga — Manila
Casa: 2150 F. B. Harrison St. — Pasay City
MEXICO
Casa: Calle Giotto, 35 — Mixcoac, 19 D. F.
Librería: Ave. Hidalgo, 49 — México, D. F.
VENEZUELA
Casa: Oficina de Correos del Este, Ap. 4089 — Caracas, D. F.
Librería: Plaza Candelaria — Caracas, D. F.

HIJAS DE SAN PABLO


ITALIA
Casa Matriz: Corso Piave, 47 — Alba (Cuneo)
Casa Generalicia: Via Antonino Pió, 9 Roma
ARGENTINA
Casa: Nazca 4249 — Buenos Aires
Casa: Avda. Pellegrini 723 — Rosario, S a n t a F e
Casa: Primitivo de la Reta, 947 — Mendoza
Casa: Avda. S a n Jerónimo 2136 — S a n t a Fe
Casa: 24 de Septiembre 512 — T u c u m á n
Librería: Avda. Buenos Aires 837 — Rosario, S a n t a Fe
BRASIL
Casa: R ú a Piaui 1762 — Belo Horizonte (Mina Gerais)
Librería: R ú a S a l d a n h a Marinho 23 — Curitiba ( P a r a n á )
Librería: R ú a dos Andrada, 1733 — Porto Alegre (R. G. S.)
Librería: R ú a da Concordia, 167 — Recite, P. E.
Casa: R ú a Aguiar, 50 — Río de Janeiro
COLOMBIA
Casa: C a r r e r a 41 N.9 41-45 — Barranquilla
Librería: Carrera 23 N.<? 28-45 — Manizales
S a n Pablo Films: Carrera N.<? 9-46; Of. 401 — Bogotá
CHILE
Casa: Vicuña Mackenna 6992 — Santiago
Librería: Independencia 2042 — Valparaíso
ESPAÑA
Casa: Zaragoza, 22 — Barcelona
Librería: Avenida de la Catedral, 8 — Barcelona
Casa: Finca la Blanguieada — S a n F e r n a n d o de Henares
(Madrid).
— 107 —
MEXICO
Casa: Calle de Goya, 64 — Mixcoac, D. F.
Librería: Independencia, 394 — G u a d a l a j a r a (Jalisco*
VENEZUELA
Casa: Este 10 N . ' 172 — El Conde — Caracas

DISCIPULAS DEL DIVINO MAESTRO


ITALIA
Casa Matriz: Vía Regina degli Apostoli, 6 — Alba (Cuneo)
Casa Generalicia: Via Portuense, 746 — R o m a
ARGENTINA
Casa: Calle Navarro 2448 — Buenos Aires
Casa: Calle Oncativo 365 — Córdoba
COLOMBIA
Casa: (Distrito Especial) " Z u m a y a " — (Km. 16 C a r r e t e r a
del Norte) La Cita (Bogotá, D. E.)
CHILE
Casa: Moneda 1847 — Santiago
ESPAÑA
Casa: Barrio de Mazústegui, 12 — Bilbao-Begoña
MEXICO
Centro Litúrgico: G u a t e m a l a N.<? 10, Local 20 — México
Casa: Calle Giotto, 35 — Mixcoac, D. F.

HERMANAS PASTORCITAS
ITALIA
Casa Generalicia: Via Nicoló Masi, 82 — Albano (Roma)
BRASIL
Casa: I r m a s P a s t o r i n h a s — R ú a J a t o b a s 70 Alto J a b a q u a -
r a — Sao Paulo.

— 108 —
Indice

Presentación 5
U n hombre, u n a idea, a n a familia 9
U n a noche e n t r e dos siglos 10
Primeros contactos con las almas 11
El ideal de la "Familia P a u l i n a " 13
La estructura orgánica del Apostolado de las Ediciones 18
Postulados . doctrinales: 1) El universalismo 24
2) La adaptación 25
3) La síntesis 28
El sello divino 33
£1 Divino Maestro, f o r m a de la espiritualidad paulina . . . 37
Raíces de la nueva devoción 38
Primeros pasos 39
Excelencia del objeto 40
Riqueza de contenido teológico 42
Abundancia y selección de los medios 43
Eficacia del método 44
Concordancia con el espíritu del Evangelio 51
Adecuada a los tiempos 52
Cristo luz del m u n d o 55
Devoción fácil y eficaz 56
El m u n d o moderno y Cristo 57
Nueva escuela de espiritualidad 60
María, Madre, Maestra, Reina de los Apóstoles, Camino
hacia Cristo Divino Maestro 65
María, Reina de los Apóstoles y de todo Apostolado . . 67
El primer apostolado es el de la propia santificación 67
El segundo apostolado es el del sufrimiento 68
El tercer apostolado es el del ejemplo 70
Necesidad de la devoción a la Santísima Virgen . . . 72
Falsa devoción 73
La verdadera devoción 76
La devoción a María en los llamados al Sacerdocio 79
S a n Pablo, ideal del apostolado paulino 82
Premisas 82
I.—La devoción a S a n Pablo es imitación de su dis-
cipulado ;'...- 85
II.—La devoción a S a n Pablo es imitación de su m a -
gisterio apostólico 8T
Apóstoles del Evangelio — J o r n a d a del Evangelio 89
Preparación 90
La J o r n a d a 93
Los laicos en el Apostolado de las Ediciones 95
Cooperación negativa 95
Cooperación positiva 96
El Movimiento Paulino de Cooperadores 100
Conclusión 104
Bibliografía m í n i m a 105
Direcciones paulinas 106

Suplemento a la Revista "Alba"

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