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Monseñor José María Yanguas: Este período tiene como fin preparar a
los candidatos para continuar en la Iglesia la misión de Jesucristo,
Buen Pastor, siendo colaboradores de los Obispos. Los sacerdotes
son, radicalmente, cristianos, llamados a realizar una misión que
precisa de una previa “capacitación”, la ordenación sacerdotal,
particular configuración con Cristo sacerdote y Pastor.
La primera tarea, pues, en la educación de los seminarios es formar
buenos cristianos, es decir educar en las virtudes, humanas y
cristianas, comunes a todo discípulo de Jesús.
Se trata, pues, de una labor que toca lo más íntimo y personal de cada
uno. Es tarea que requiere, pues, una delicadeza extrema, de manera
que los candidatos se sientan acogidos, comprendidos, apreciados;
precisa de humildad y sentido de Iglesia para no formarlos a la propia
imagen y semejanza; pide respeto por las peculiaridades de cada uno
en la seguridad de que no hay dos almas iguales y de que no existen
recetas de indiscriminada aplicación universal; fortaleza para saber
corregir cuando sea necesario; ciencia moral y conocimiento de la vida
espiritual; atención a lo que Dios puede pedir a los distintos
candidatos, esmero para facilitar su sinceridad, prudencia para
llevarlos por un plano inclinado, paciencia para acompañar los ritmos
de crecimiento, a veces tan distintos, de cada uno…
Monseñor José María Yanguas: Una vida afectiva madura exige una
visión del hombre que responda a su verdad sin reduccionismos,
dualismos o visiones parciales. Requiere el conocimiento del
verdadero ordo amoris, de la escala de bienes que merecen ser
amados. Pero pide también fuerza, voluntad, capacidad para poder
seguir y vivir ese ordo.
Monseñor José María Yanguas: Así es… Por ello necesario proponer a
los candidatos al sacerdocio con renovado vigor el modelo de Cristo
sacerdote, Buen Pastor; motivarlos con esa imagen, de manera que a
su luz adquiera sentido toda la tarea de formación, de forja de la propia
personalidad.
Habrá que mostrar con claridad el ordo amoris, el orden de los bienes
que hay que amar y realizar. Será imprescindible fortalecer, enreciar la
voluntad de los candidatos, ejercitarlos en la “paciencia”, en la
capacidad de sufrir por lo que se ama, por lo que merece nuestro
esfuerzo, empeño y sacrificio. Convendrá poner en contacto a los
candidatos con figuras verdaderamente sacerdotales que hayan
encarnado y encarne el ideal sacerdotal de amor y entrega total a Dios,
de esperanza y optimismo, de alegre pasión por las almas, de positiva
visión de fe…