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Nuestros Fundadores

Simón Borrero
CEO & Co-fundador

Sebastián Mejía
Presidente & Co-fundador
Felipe Villamarín
Co-fundador

Nuestra Misión
Nuestra misión es impulsar el desarrollo económico en las ciudades de
América Latina acelerando la adopción del comercio electrónico. Creemos
que la tecnología y la innovación serán el principal catalizador del progreso en
América Latina, impulsando la productividad, generando empleo, nuevos negocios
y haciendo crecer la economía. Estamos orgullosos de liderar este cambio.

Rappi no es solo una empresa... Es un movimiento para el crecimiento económico.


Consumidores

Damos acceso a una amplia variedad de productos que se entregan en minutos,


así como servicios, brindándoles más tiempo libre y una mejor calidad de vida.
Emprendedores

Ayudamos a los restaurantes, comercios, pequeñas y medianas empresas a


crecer y tener éxito, alcanzando a más clientes y con acceso a servicios de envío,
inteligencia empresarial, pagos y financieras.

Repartidores

Creamos oportunidades ofreciendo a las personas una forma de convertir su


tiempo y sus habilidades en ingresos en tiempos libres.

Historia de la compañía

Rappi fue creada en agosto de 2015 por Simón Borrero, Felipe Villamarín y
Sebastián Mejía en Bogotá, Colombia.
Rappi. es una compañía multinacional colombiana que actúa como plataforma de
intermediación entre varios tipos de usuarios. Fue fundada en Colombia en 2015 por los
Caleños, Simón Borrero, Sebastián Mejía y Felipe Villamarín y hoy está presente en 9 países
de América Latina y más de 250 ciudades. Wikipedia
Fundación: 2015
Filial: PEIMI, S.A.P.I. de C.V.
Ingresos: 220 millones USD
Organización principal: Rappi, Inc.
Fundadores: Juan Pablo Ortega, Sebastian Mejia, Guillermo Plaza Roche, Felipe
Villamarin, Simón Borrero
Empleados: 8000 (2021)
Sede central: Bogotá, Colombia

uele ser complicado que en la industria del entretenimiento un spin-


off supere en éxito al producto del cual nació. En general, se aprovecha
un elemento de gran popularidad o irrumpe con el objetivo de sacarle
rédito a una idea poco desarrollada.
En el mundo empresarial, Rappi puede definirse como un
verdadero unicornio, tanto por su valuación como también por
su rareza de haber sido concebido como un apéndice de otra
compañía que luego se vio eclipsada por su crecimiento imparable en
toda la región.
Fundada en 2015 en Bogotá, inició su camino con el fin de aportarle una
solución logística a una plataforma tecnológica creada para el sector
retail por los colombianos Simón Borrero, Sebastián Mejía, Felipe
Villamarín y Juan Pablo Ortega.
Sin embargo, cuentan sus fundadores, los comentarios y pedidos de
los consumidores los llevaron a agregar diversas funcionalidades a la
aplicación hasta transformarla en un 'cortaplumas 4.0'.
De comida pasó a los víveres, luego a medicamentos y dinero en
efectivo hasta entregar "lo que sea". Sí, literalmente lo que sea. Los
emprendedores tienen como anécdota de cabecera la vez en que un
grupo de amigos pidió a un repartidor para que jugara un videojuego con
ellos porque les faltaba un player.
Tras pisar fuerte en el negocio del delivery, recientemente intentó plantar
bandera en el rubro financiero como billetera virtual, procesadora de
pagos y a través del lanzamiento de su propia tarjeta con el característico
bigote de la marca.
Si bien su modelo de empleo genera polémica debido al debate respecto
de la consideración o no de los riders como empleados, la compañía -
que acumula varios competidores en América latina- se volvió la más
extendida a escala regional.
Actualmente opera en nueve mercados (Argentina, Brasil, Chile,
Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Perú y Uruguay) y cuenta
con 10 millones de usuarios activos por mes. A pesar de haber
escalado a pasos agigantados, sus números aún no muestran saldo a
favor. "Parte de la visión de Rappi es construir un ecosistema", explica
Mejía.
Gracias a la Gran Manzana

Mejía y Borrero se conocen de su juventud en su Cali natal, pero sus


caminos se volverían a cruzar muchos años después, cada uno con un
sendero recorrido.
El primero de ellos optó por hacer carrera fuera del territorio colombiano.
Estudió Administración en la Escuela Superior de Administración y
Dirección de Empresas (ESADE) de Barcelona y luego continuó sus
estudios en la capital española. En 2008 emprendió vuelo a Nueva York,
donde se quedó seis años, hasta el momento en el que apareció su
socio.
Por otro lado, el actual CEO de Rappi se había puesto el traje de
emprendedor serial. Tras graduarse en Administración de Empresas en
la Universidad de los Andes, realizó un MBA en EADA Business School,
en Cataluña. Su primer proyecto fue un sitio con las plataformas
electorales de los principales candidatos, y más tarde lanzó una
herramienta de recruitment llamada Ventrevista.
"Estaba en la universidad y con 700.000 pesos colombianos pagué un
curso para desarrollar páginas web, comencé a venderlas y el negocio
fue creciendo", recuerda Borrero. Esto rindió sus frutos y se transformó
en Imaginamos, software studio que llegó a tener más de 300 ingenieros.
Uno de los primeros empleados fue justamente el bogotano Villamarín.
Ambos se reencontraron en Nueva York y decidieron iniciar un
emprendimiento. Para esto sumaron a su compatriota oriundo de Bogotá.
La idea que los movilizó fue la de crear una plataforma para la venta
online, algo que emulara la experiencia de comprar en el supermercado
con el "changuito" aunque en el mundo virtual.
De esta manera, en 2013, fundaron Grability, startup que consiguió
clientes de la talla de Walmart y El Corte Inglés. La firma se convertiría
en la piedra fundacional del gigante que estaba por venir.
La semilla del éxito

"Empezamos a darnos cuenta de que la tecnología funcionaba muy bien,


pero había barreras graves que no estaban siendo atacadas, sobre todo
en América latina", explica Mejía.
Y añade: "Hacer una entrega, cómo resolver la última milla y llevar
productos en 30 o 60 minutos estaba lejos de ser resuelto porque en la
región no teníamos una infraestructura de logística". Entonces decidieron
crearla de cero ellos mismos.
Los medios colombianos daban cuenta del éxito de Grability, uno de los
potenciales unicornios locales (el primero, ya que Colombia recién
debutó en ese grupo en 2017 con LifeMiles, el programa de fidelización
de la aerolínea Avianca).
A la vez, se referían a Rappi como el experimento de la sólida empresa
tecnológica. Primero comenzó con un puñado
de repartidores llevando pedidos de locales de barrio en Bogotá, no
obstante, un feature se convirtió en clave para su verdadero despegue.
"Lo valioso de Rappi no fue idea nuestra, sino de los propios
usuarios", asegura Borrero. La plataforma contaba con un espacio,
un buzón de sugerencias, para que los consumidores dejaran las suyas
y asi mejorar el modelo de negocios. Los emprendedores, grupo
fundador al que se había sumado Juan Pablo Ortega, notaron que
el público les hacía pedidos que no habían contemplado, como
órdenes de restaurantes carentes de delivery, compras
de supermercado y hasta dinero en efectivo.
A los cuatro meses, se expandieron al mercado mexicano, donde Ortega
se asentó como country manager.
Lluvia de millones

El modelo de negocios detrás de Rappi fue lo que atrajo a los inversores.


Su estructura se basa en ejercer como un intermediador, una suerte de
plataforma de contacto entre los usuarios que tienen necesidades y un
equipo de repartidores, conocidos como "rappitenderos". A estos últimos
los considera autónomos -y no empleados de la compañía- bajo el
argumento de que pueden conectarse y desconectarse cuando quieran
de la app para tomar pedidos.
La estrategia anclada en la idea de economía colaborativa implica
menores costos y, aunque al principio las cosas iban bien, también
tenían competencia de otras aplicaciones de delivery ya establecidas.
"Las metas eran difíciles, había empresas más grandes que nosotros.
Entonces nos íbamos a un parqueadero hasta la 1 de la mañana con un
tablero y los 20 empleados de la empresa para ver cómo nos
ingeniábamos para cumplir con los objetivos de la semana. Con esa
intensidad, cada uno daba lo máximo de sí mismo y mucho de la cultura
que se bajó a todos los empleados de Rappi está ahí", cuenta Villamarín.
De acuerdo a la base de datos de Crunchbase, la firma obtuvo dos
rondas semilla de u$s120.000 por parte de Investo y Y Combinator,
respectivamente.
En noviembre de 2016 consiguió u$s9 millones de Andreessen Horowitz
y un mes después logró una inyección de u$s53 millones de Sequoia
Capital. Pero la más importante fue la de agosto de 2018, liderada por
DST, de u$s220 millones, que la convirtió oficialmente en el segundo
unicornio nacido en Colombia.
"Rappi no genera utilidades. Utilizamos todos los recursos para nuestra
expansión territorial, mejorar la tecnología y alcanzar nuevos talentos",
apunta Mejía.
¿Qué ven los inversores? "La posibilidad de crear un emprendimiento de
alto impacto. Ellos son buenos en encontrar ciertos indicadores y
patrones en empresas de tecnología, características que hacen que las
compañías crezcan a ese ritmo", explica.
Hacia fines de 2019, contaba con más de 200.000 repartidores, exhibía
un crecimiento mensual de doble dígito y un ritmo de ventas de alrededor
de u$s4 millones por mes.
Innovadores o explotadores

El core de su negocio también se volvió uno de los principales focos de


protesta. En varias filiales, los rappitenderos organizaron huelgas para
que mejoren sus condiciones laborales y, algunos, para ser considerados
empleados de la compañía.
En la Argentina, hasta crearon su propio sindicato para tener
representatividad ante la empresa. El último paro en el país tuvo lugar en
Córdoba, en diciembre 2019. La Justicia argentina actuó. Les solicitó a
varias plataformas de delivery, entre ellas Rappi, a que se registraran y
cumplieran ciertas condiciones de seguridad.
En Colombia no estuvieron exentos de conflicto. En septiembre, la
Superintendencia de Industria y Comercio le ordenó que respete las
leyes de comercio electrónico, al considerar que ofrece servicios más allá
de la mera intermediación.
Tres meses después, apuntó que la compañía no había cumplido con
todo lo solicitado y le requirió, por ejemplo, que modificara sus términos y
condiciones, aclarara el precio final de los bienes y mejorara su sistema
de quejas.
"Algunos critican a Rappi como subempleo, pero funciona perfecto para
la mayoría de rappitenderos que usan la app los fines de semana y en la
noche. Este modelo de negocio no brinda oportunidad a otras horas del
día, no se hizo para poder generar ingresos a tiempo completo", se
defiende Borrero. 
Y añade: "Acá tenemos muy claras las condiciones de
los rappitenderos: son emprendedores independientes que pueden
conectarse tres horas un domingo y no conectarse por 15 días y no pasa
nada. Lo que sí es cierto es que este modelo funciona mucho mejor en
países donde hay un índice de Gini alto".
Este coeficiente sirve para medir la desigualdad en cuanto a ingresos en
los países. Y, a pesar de los diversos frentes de conflicto, la empresa
recibió un espaldarazo clave de un gigante de las inversiones. Durante el
segundo trimestre del año pasado, el holding japonés
SoftBank confirmó que inyectaría u$s1.000 millones en Rappi como
parte de su estrategia regional.
Pero esto no vino sin consecuencias, ya que en enero de este año
anunciaron un recorte del 6% en su plantilla global (aproximadamente
300 trabajadores). La decisión, señalaron, formó parte del nuevo plan
para enfocar sus inversiones en tecnología y consumer experience.

https://www.iproup.com/economia-digital/10801-la-historia-de-rappi-la-empresa-que-
revoluciono-el-delivery

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