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La angustia y el problema de la causa en la obra de Freud.

1920 -1926
Trabajo Práctico Nº 9 Prof. Gastón Piazze
Cursada Virtual 2021
Psicopatología I
El giro de los años 20: Más allá del principio del placer

La frecuentación de la neurosis obsesiva, así como la observación de los juegos infantiles, la atención puesta en las
neurosis traumáticas y en el fenómeno de la reacción terapéutica negativa, entre otros hechos clínicos, llevaron a
Freud a introducir profundas reformulaciones concernientes a la ensambladura y a los resortes que animan el aparato
psíquico. Veamos qué nuevas respuestas se da a la intuición primera del “Manuscrito K”, según la cual “dentro de la
vida sexual tiene que existir una fuente independiente de desprendimiento de displacer” (Freud, 1896, 262)

“El hecho nuevo y asombroso que ahora debemos describir es que la compulsión de repetición devuelve también vivencias
pasadas que no contienen posibilidad alguna de placer, que tampoco en aquel momento pudieron ser satisfacciones, ni siquiera de
las mociones pulsionales reprimidas desde entonces” (Freud, 1920, 20)
“En vista de estas observaciones relativas a la conducta durante la transferencia y al destino fatal de los seres humanos, osaremos
suponer que en la vida anímica existe realmente una compulsión de repetición que se instaura más allá del principio del placer”
(Ibíd., 23)

Advertimos así que Freud ha discernido y comienza a teorizar una nueva vertiente de la compulsión de repetición
(wiederholungszwang) como fuerza que impulsa los hechos psicopatológicos. Aquella le “aparece como más
originaria, más elemental, más pulsional que el principio del placer que ella destrona.” (Ibíd., 23)
Las dos caras de la compulsión de repetición

Freud menciona por primera vez el término que nos ocupa en “Recordar, repetir y elaborar” (1914) en su costado clínico “parlanchín”. En ese
sentido, hemos visto anteriormente cómo articula este empuje a la repetición al conceptualizar la transferencia en tanto actuación de recuerdos
en el Epílogo de Dora. Se trata de la primera cara de la repetición, la de una memoria inconsciente, insistencia del retorno de lo reprimido. Aquí
estamos ante la vertiente descifrable del síntoma, aquella ligada al principio del placer.
Sin embargo, a partir del giro de los años veinte, la peculiaridad de los hechos clínicos mencionados en la diapositiva anterior lo lleva a precisar
otra cara de esta compulsión, fuerza gravitatoria central de la vida psíquica: se trata de una resistencia a la curación adjudicable a la parte no
reprimida de lo inconsciente -tal como reza en la página 19 de “El yo y el ello”-. En sentido estricto, nos referimos a las resistencias del ello y el
superyó, especificadas más adelante por Freud en la “Addenda” de “Inhibición, síntoma y Angustia”, correlativas de una satisfacción sustitutiva
muda, no descifrable.
Este costado lúgubre de la compulsión de repetición, echa una luz nueva sobre el viejo concepto de “viscosidad de la libido” (Freud, 1905, 221) y
el de represión primordial entendida como “fijación pulsional” (Freud, 1915, 143). Los arquetipos infantiles -afirma ahora Freud- se esfuerzan por
cambiar su estado pulsional no ligado mediante la descarga del excedente como angustia, o a través de un retoño de lo reprimido, en obediencia
a “tendencias que serían más originarias que el principio del placer e independientes de él.” (Freud, 1920, 17)
Angustia automática versus angustia señal

La reinterpretación del binomio represión primordial-represión propiamente dicha desde la perspectiva del más allá del principio
del placer se acompaña a su vez de una unificación de las hipótesis sobre los vínculos entre defensa y angustia.

Por un lado, Freud recurre al término de angustia señal introducido en 1915 a propósito del parapeto defensivo característico de
las histerias de angustia. Lo reformula en términos de “angustia de castración inminente”. Retoma la fantasía primordial infantil
del neurótico (la de ser castrado por el padre por abrigar deseos incestuosos hacia la madre y criminales hacia el progenitor) y la
eleva al estatuto de operador que anuda sexualidad y defensa. De este modo, la señal de angustia, cuya fuente es lo represor
mismo, consiste en el desprendimiento de un monto discreto de displacer capaz de activar la represión propiamente dicha
(esfuerzo de desalojo) de la moción “peligrosa”, en obediencia al principio del placer. La angustia de castración, acorde
inicialmente a la amenaza de caer en la situación de peligro propia de la fase fálica, insistirá a posteriori una y otra vez como
expresión de la compulsión de repetición en tanto memoria inconsciente. “El yo se somete a la angustia a fin de sustraerse,
mediante un estallido morigerado de la enfermedad, de un ataque no morigerado” (Ibíd., 152)
Por otra parte, Freud retoma su vieja hipótesis “fisiológica”, aquella que concibe a la angustia como el producto de un excedente
pulsional: “A raíz de la vivencias que llevan a las neurosis traumáticas es quebrada la protección contra los estímulos exteriores y
en el aparato anímico ingresan volúmenes hipertróficos de excitación. La angustia no se limitaría aquí a ser una señal de afecto
sino que sería también producida como algo nuevo a partir de las condiciones económicas de la situación.” (Freud, 1926, 123) Se
trata de angustia “involuntaria, automática, cuando se ha producido una situación análoga a la del nacimiento (Ibíd., 152). Esta
hipótesis supone “la trasposición directa de la libido en angustia” (Ibíd., 152)
Ahora bien, ¿que relación mantienen entre sí ambas formas de la angustia?
Los vínculos entre formación de síntoma y desarrollo de angustia

Si la angustia es una manifestación clínica de las neurosis actuales, en cambio este afecto peculiar mantiene con las neurosis de
transferencia “Un nexo mucho más íntimo”: “toda formación de síntoma [psiconeurótico] se emprende sólo para escapar a la
angustia; los síntomas ligan la energía psíquica que de otro modo se habría descargado como angustia” (Freud, 1926, 136)

 Freud fundamenta estos asertos mediante el recurso al ejemplo clínico: agorafobia y ritual obsesivo de lavado de manos

Función defensiva de los síntomas: estos “se crean para sustraer de la situación de peligro al yo”, para cancelarla (…) “Si se
obstaculiza la formación de síntoma, el peligro se presenta efectivamente, o sea, se produce aquella situación análoga al
nacimiento en que el yo se encuentra desvalido frente a la exigencia pulsional en continuo crecimiento: la primera y la más
originaria de las condiciones de angustia.” (Ibíd., 136)
Freud introduce el concepto de “condición de angustia” para oponer el síntoma como reacción neurótica acorde a un momento
de la vida -“neurosis de la infancia, episodios regulares del desarrollo”-, con la noción de síntoma como monumento del pasado,
en el que insiste la neurosis infantil. Vemos asomar su abordaje de la compulsión de repetición como problema ético:

“Los neuróticos se comportan como si todavía subsistieran las antiguas situaciones de peligro, siguen aferrados a todas las
condiciones anteriores de angustia” (Ibíd., 139)
Condiciones de angustia según “la fase del desarrollo del aparato anímico” (Freud, 1926,
138-140)

situación de peligro discernida evitada mediante la formación de síntoma

En la primera infancia - desvalimiento psíquico para dominar fobias a la soledad, a la oscuridad y a los
psíquicamente grandes sumas de excitación extraños.
que lleguen de adentro o de afuera.

En la segunda infancia - castración por la rivalidad edípica con el zoofobias infantiles.


padre.

Desde la pubertad - pérdida del amor del subrogado neurosis de transferencia


parental, el superyó, condición de
angustia que acompañará a los
seres humanos toda su vida.
Factores que participan en la causación de la neurosis

“En ocasiones, el yo logra echar abajo las barreras de la represión (desalojo) que él mismo había erigido, recuperar su influencia
sobre la moción pulsional y guiar el nuevo decurso pulsional en el sentido de la situación de peligro ahora alterada” (Freud, 1926,
144). Con estas palabras, Freud se refiere a la eventualidad de no elegir la salida pusilánime, la neurosis: consumar en un acto el
deseo, con la distancia irreductible que separa el fantaseo y el cumplimiento efectivo de toda moción.
Pero esto ocurre en ocasiones. Por el contrario, muchas veces las relaciones cuantitativas tuercen el desenlace y prima “la
compulsión de repetición del ello inconsciente” (Ibíd., 144). Cobran relieve para el entendimiento de la causación de la neurosis
tres factores:
Biológico: “el desvalimiento prolongado del cachorro humano dada la brevedad de su existencia intrauterina refuerza el influjo
del mundo exterior real, promueve prematuramente la diferenciación del yo respecto del ello, eleva la significatividad de los
peligros del mundo exterior (…) crea la necesidad de ser amado, de que el hombre no se librará más” (Ibíd., 145)
Filogenético: Se relaciona con una interrupción enérgica del desarrollo sexual tras un florecimiento temprano que recomienza
con la pubertad anudándose a los esbozos infantiles. Su “significatividad patógena” radica en que las mociones sexuales de la
pubertad corren el riesgo de sucumbir a la atracción de los arquetipos infantiles y seguirlos a la represión. “Nos topamos aquí con
la etiología más directa de las neurosis.”
Psicológico: Reside en una imperfección de nuestro aparato anímico, estrechamente relacionada con su diferenciación en un yo y
un ello. (…) Conectado íntimamente con el ello él mismo, el yo sólo puede defenderse del peligro pulsional limitando su propia
organización y aviniéndose a la formación de síntoma como sustituto del daño que infirió a la pulsión.
La angustia y el juego de los niños

Ernst Halberstadt, nieto de Freud, con un carretel en la mano.

“La situación de peligro es la situación de desvalimiento discernida, recordada, esperada. La angustia es la reacción originaria frente al
desvalimiento del trauma, que más tarde es reproducida como señal de socorro en la situación de peligro. El yo, que ha vivenciado
pasivamente el trauma, repite { wiederholen } ahora de manera activa una reproducción { Reproduktion } morigerada de este, con la
esperanza de poder guiar de manera autónoma su decurso. Sabemos que el niño adopta igual comportamiento frente a todas las
vivencias penosas para él, reproduciéndolas en el juego; con esta modalidad de tránsito de la pasividad a la actividad procura dominar
sus impresiones vitales.” (Freud, 1926, 156)
Angustia, dolor y duelo. Apuntes para una psicología de los procesos de sentimiento

En el apartado C de la Addenda, capítulo XI de “Inhibición, síntoma y angustia” Freud realiza una breve puntualización sobre las coordenadas
teórico-clínicas de estos tres sentimientos.
En primer lugar, cabe mencionar que los tres son afectos displacenteros. No obstante, en el capítulo VIII se detiene en una diferenciación clínica
entre la angustia y las otras dos formas de sentimiento. En la primera, sumado a un elusivo carácter displacentero específico, nunca están en falta
acciones de descarga y las percepciones de estas (concernientes a la respiración y a la actividad cardíaca). Freud nos recuerda que las
exteriorizaciones motrices (taquipnea, taquicardia, temblores, palpitaciones) y sus consiguientes sensaciones, por el contrario, no forman parte
del duelo y el dolor. Cuando se presentan, se separan de manera nítida, no como componentes de la totalidad, sino como consecuencias o
reacciones frente a ella.

En la última parte de Inhibición síntoma y angustia, Freud avanza sobre el distingo de estos tres afectos articulándolos a una misma coyuntura
vital: la pérdida del objeto. A partir del ejemplo de la pérdida del objeto materno introduce las siguientes declinaciones:
El dolor es la genuina reacción frente a la pérdida del objeto, creado por repetidas situaciones de satisfacción. Así en caso de despertarse la
necesidad, el objeto faltante experimenta una investidura “añorante” responsable de esta experiencia.
La angustia es el afecto displacentero frente al peligro que esa pérdida conlleva, la no satisfacción de las necesidades, aunque éstas no sean
actuales.
El duelo se genera bajo el influjo del examen de realidad, que exige categóricamente separarse del objeto porque él ya no existe más. Debe
entonces realizar el trabajo de llevar a cabo ese retiro del objeto en todas las situaciones en que el objeto fue asunto de una investidura
elevada. Se presenta aquí una razón económica para el carácter doliente de esta separación: dicha cualidad displacentera obedece “a la elevada e
incumplible investidura de añoranza del objeto en el curso de la reproducción de las situaciones en que debe ser desasida la ligazón con el
objeto.” (Freud, 1926, 161)
“¿Por qué te escribo pues?” El dolor por la muerte de una hija

“Sabes cuan grande es nuestro dolor y no ignoramos tu sufrimiento. No intentaré consolarte, tampoco tu puedes hacer nada por
nosotros… ¿por qué te escribo pues? Creo que lo hago porque no estamos juntos, ni puedo decirte las cosas que repito frente a su
madre y sus hermanos: que habernos arrebatado a Sophie, ha sido un acto brutal y absurdo del destino, algo acerca de lo cual no
podemos protestar ni cavilar, sino sólo bajar la cabeza, como pobres desvalidos seres humanos con los que juegan los poderes
superiores”.

Así le escribía Freud a su yerno Max Halberstadt, el 25 de enero de 1920, día del fallecimiento de Sophie, su hija
predilecta. En apenas cinco días esta joven saludable de 27 años, quien cursaba su tercer embarazo, muere por una
neumonía durante la pandemia de gripe española hace un siglo atrás. Freud no logra encontrar medio de transporte
para viajar a Hamburgo y despedir a su hija. Presa de un dolor insoportable para el que no hay consuelo alguno, elige
escribir. Casi una década después, en una carta a su amigo Ludwig Binswanger, este padre reflexiona:

“Sabemos que el dolor agudo que sentimos después de una pérdida seguirá su curso, pero también permanecerá inconsolable y nunca
encontraremos un sustituto. No importa lo que suceda, no importa lo que hagamos, el dolor siempre está ahí. Y así es como debería ser. Es la única
forma de perpetuar un amor que no queremos abandonar”.

La amarga lucidez que trasuntan estos pensamientos atestiguan un combate en Freud. Por un lado una renuencia
dolida; por otro, la elección del trabajo de escritura: “Psicología de las masas”, “El yo y el ello”, “Inhibición, síntoma y
angustia” son el testimonio, el corolario del trabajo de duelo que Freud pudo llevar a cabo.
La angustia y el problema de la causa en la obra de Freud. 1920 -1926

Sophie Freud Halberstadt (1893-1920)

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