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HEIDEGGER

1. La ontología heideggeriana de la modernidad: conocimiento como poder y dominio.

1. 1. Introducción: la complejidad del pensamiento heideggeriano.

El ser escapa al lenguaje, pero la única forma que tenemos de comprenderlo es a través de él.

Heidegger apela constantemente al ser, que irá variando de nombre a través de fórmulas
provisionales, poniendo de manifiesto la imposibilidad de traducir lo que tradicionalmente se ha
conocido como ser. Algunas de los nombres del ser tendrán incluso carácter metafórico,
otorgándole una gran ambigüedad a su interpretación.

1. 2. La cuestión del ser y los inicios de la filosofía en Grecia.

El verbo ser en su función de cópula (A es B) nace con la aparición de einai, cópula que indica
la constitución de un oración, que permite la conexión entre dos términos para expresar que esa
articulación es la de un sujeto y un predicado. Aristóteles habría descrito el decir (lo que ocurre
donde se dice/habla) como una síntesis de dos elementos, uno responde a la pregunta de qué
(sujeto) y otro a qué (predicado), una oración es, por tanto, una porción de habla donde se dice
algo (pred) de algo (suj).

Aristóteles centra el foco en la articulación intermedia de sujeto y predicado: el ser – tò ón


(mención nominal de einai).

A esta articulación la llama apóphansis = el manifestarse o el mostrarse. Esto indica, por tanto,
que en toda oración algo (sujeto) aparece/se muestra/se manifiesta como algo (predicado).
A es B  A se manifiesta como B. El ser es manifestarse

De esta forma, Heidegger estaría diciendo que en Grecia el ser indica siempre ser algo, es decir,
que el sujeto (aquello que es) se manifiesta siempre como algo, está determinado por el
predicado.

Dirá Heidegger, que en Grecia la pregunta por el ser no alude al aparecer como algo, sino al
aparecer/manifestarse de ese ser, que comparte con la totalidad de las cosas. Dicho de otra
forma, una cosa es preguntar qué es esto (que le corresponde un predicado introducido por el
“es”) y otra es preguntarse por el ser mismo, que no le corresponde ningún predicado – es.

En definitiva, la pregunta por el ser con la que se inicia la filosofía en Grecia, es la pregunta por
aquello en lo que consiste el aparecer, mostrarse o manifestarse de las cosas (1) en su conjunto,
(2) en su diferencia y (3) en su unidad con la totalidad de las cosas que aparecen.

Heidegger asume los autores que tradicionalmente se han conocido como presocráticos, como
una parte indispensable en la constitución de la filosofía como pregunta por el ser. A partir de
entonces, dirá, el devenir histórico (político, económico, cultural…) de occidente ha sido
posible gracias a la pregunta griega inicial de qué es aquello a lo que nos referimos cuando
decimos que algo es.

En la filosofía presocrática encontramos distintos apelativos al ser, según Heidegger, que


aunque no hablen propiamente del ser, guardan relación con el manifestarse/aparecer. Estos son:
phýsis, lógos, alethéia, moira, dike:
El término phýsis, se ha entendía como naturaleza, en tanto que el conjunto de elementos del
mundo y como el modo de ser de algo (la naturaleza de las cosas). La raíz de phýsis (phý y pha)
indican un brotar, crecer, nacer, podríamos decir un llegar a ser, (phaíntesthai) aparecer,
mostrarse. En este sentido, en Introducción a la metafísica, Heidegger nos muestra la relación
entre ser y apariencia, que a primera vista (desde nuestra visión – errónea, dice Heidegger –
contemporánea) se observa una distinción evidente. El aparecer/manifestarse, algo aparece/está
presente en cuanto que brilla/se manifiesta, esta es la concepción griega de aparición. En cuanto
al ser, este es en tanto que aparece, en tanto que se deja ver, algo es porque está a la luz,
presente. Por lo que relacionamos en este sentido, la phýsis (apariencia) y el ser con la idea de la
aparición que parte de lo oculto, el desarraigarse de lo que está oculto.

Introduce aquí la relación entre phýsis y alítheia (verdad). Dirá que la verdad está implícita en la
esencia del ser.-lítheia indica un permanecer oculto, -a (negación), por lo que alítheia
podríamos entenderlo como un desocultamiento/tación.

Sin embargo, este desarraigarse de lo oculto no se da de manera absoluta, sino que el salir a la
luz/aparecer (phýsis, apariencia) está ligado a un sustraerse a la comparecencia, a un rehuir de la
aparición.

En este sentido, en relación al ser y la verdad, Heidegger observa dos (tres) caminos
(interpretaciones), de la mano de Parménides:

- El camino hacia el ser es el camino de la desocultación, y es inevitable.


- El camino hacia el no-ser (nada) es inaccesible.
- El camino hacia la apariencia pertenece al ser y (en el fondo) no le pertenece.

De esta forma, el griego percibe que cada cosa alberga ocultación de su propio ser, ya que no es
susceptible de captación, permanece oculto en cierto modo. Cada cosa está dotada de una
naturaleza propia (phýsis), que apareciendo está vinculada con la ocultación. Inscribe, por tanto,
dos pliegues del ser, la relación entre ser y ente (apariencia), y la relación entre ser en sí
(esencia, tendencia a la ocultación)..

1. 3. Del modo de ser y conocer las cosas en Grecia y su pérdida.

a) Ser como límite

Algo se da, aparece, en la medida que está delimitado. El ser tiene límite, de esta forma aparece,
con principio y fin. La indeterminación, para los griegos, se identifica con el no-ser, si algo no
tiene delimitación no puede darse, aparecer (phýsis, alítheia).

Esto, lo relaciona Heidegger, con la forma o la figura (en tanto que forma/morphé aristotélica).
La morphé es propia, inherente al sujeto, posee límites que no se le pueden imponer de forma
arbitraria. Alude a la forma o la figura de un objeto, como a sus delimitaciones.

b) Límite y ocultación

+ lo ya dicho antes.

El límite no determina el contorno únicamente, sino que el límite es la condición de la


aparición. El límite conforma la plenitud de la cosa propia, permite que la cosa surja por sí
misma y permanezca en ella, por sí misma.

Como antes hemos dicho, el ser (la verdad/la luz griega) reside en el desocultamiento. La
aparición está ligada inevitablemente a un ocultamiento, el ser se oculta a si mismo. Este
ocultamiento está ligado/no se puede entender sin la delimitación de las cosas, esto implica una
permanencia de la cosa. El ocultamiento permite la permanencia de las cosas.

c) Los dioses en el decir del mythos griego

Heidegger le dará una importancia fundamental al myhtos (en relación al logos, con una
novedosa interpretación).

El myhtos responde a la misma pretensión que la filosofía, a la cuestión del ser. El mythos, sin
embargo, pretende responder a la pregunta por el ser, apelando a los dioses. Heidegger no sitúa
la aparición de la filosofía con la ruptura del mito y el alcance del logos, sino que observa una
continuidad, la cuestión del ser se inicia ya con el mythos.

Heidegger habla (en Parménides) de lo extra-ordinario (los dioses), como aquello que se
muestra y brilla en lo ordinario. Este carácter extraordinario de los dioses rodean las cosas
ordinarias (y triviales), solo se nos aparecen de esta forma. Este es el pleno ocultarse y
sustraerse de la ocultación del propio ser. Este dejarse ver en lo ordinario, en todo ente que
surge, entra en el juego de la concepción del ser griego, de ocultarse y emerger. Los dioses se
dejan ver en lo cotidiano, como una no-aparición que aparece.

Este carácter extraordinario, asombroso, se da en todo ente. Asumimos que las cosas son, sin
embargo, nos abruma abordar la cuestión del ser, puesto que el ser mismo es extraordinario, dirá
Heidegger, que el ser mismo tiene que ser asombroso, escapa a la voluntad.

Para el griego, lo divino (lo que está intervenido por dioses) es el fondo de todo lo que existe y
sucede, son las cosas en sí, naturales. *W. Otto dirá que son los poetas los que tienen una
capacidad superior para concebir el fondo de las cosas, intervenido por dioses.*

Heidegger dirá que los dioses son esa dimensión de ocultación que se encuentra en todas las
cosas, esta irreductibilidad hace que las cosas no puedan captarse en sí mismas, al guardar un
fondo divino se ocultan.

Esta idea de la dimensión irreductible de la cosa en referencia a lo divino, tiene una gran
relación con la belleza griega, representada por los dioses. Apelar a lo bello de las cosas indica
apelar a la consistencia/irreductibilidad de la propia cosa, a lo que no se deja captar.

*Esto guarda una enorme relación con Tales de Mileto: “todo está lleno de dioses”.

d) El habérselas del ser humano con las cosas

Allí donde el ser humano se encuentra se da el aparecer de las cosas. A pesar de ello, él no
decide que se le aparezcan ni de qué manera lo hacen. Que al ser humano se le aparezcan las
cosas indica que este trata con ellas. Saber tratar a la cosa lleva implícito el modo de ser de la
cosa, es ajustarse a la cosa misma. Dada su consistencia, el ser humano se pliega a ella.

Hablamos de mundo griego en tanto que el mythos y la filosofía que en Grecia nacen, pretender
traslucir el aparecer de las cosas, poner de relieve la dimensión oculta en las cosas, la divina.

Sin embargo, esa aparición que se da en el ser, ligado a una necesaria ocultación, quiebra en el
momento en el que la ocultación desaparece. Es decir, que aquello que en la cosa se oculta solo
puede ponerse de relieve a costa de perderse

Heidegger dirá que la modernidad ha sufrido una pérdida de los dioses, no en el sentido más
literal de renuncia a las creencias religiosas, sino que al instalarse el cristianismo, la relación
con los dioses se observará únicamente desde la vivencia religiosa. El cristianismo impone una
nueva visión del mundo basada en él, perdiendo de esta forma la divinidad
consistencia/irreductibilidad de las cosas. Si hemos de ajustarnos a la consistencia de la propia
cosa, imponer una visión (la cristiana) que no dependa de ella, implica una desdivinización del
mundo, de la cosa en sí misma.

Hölderlin habría dicho que la modernidad es el tiempo de los dioses huidos, las cosas pierden su
dimensión divina, perdiendo su consistencia/pureza/irreductibilidad, convirtiéndose en mera
presencia sin fondo ni ocultación. El fondo de oscuridad que reinaba en el ser del mundo griego,
se desvanece. Se anula el pliegue del ser a la propia cosa.

La consecuencia del quiebre acabará siendo la inconsistencia de las cosas, por la pérdida de su
carácter divino. El mundo griego habría diferenciado radicalmente entre ser y ente, la
consecuencia será la constitución del ser como ente. Concebir ahora el mundo y aquello que lo
conforma como ente, implica entender el mundo en el momento y de la forma en la que es
puesto por el hombre, ya que es el ser humano quien representa y produce lo ente.

Heidegger hablaría del “olvido del ser” como la pérdida de consistencia de este. Este
acontecimiento es fundamental, porque prevé la historia futura del mundo occidental. La
constitución “fija/estable” del ser conduce inevitablemente a su pérdida. Esto, sin embargo no es
del todo negativo, ya que es precisamente la pérdida de la irreductibilidad del ser, la que permite
constituir la doctrina filosófica, desarrollar la disciplina que pregunta por la cuestión del ser.

Con ello quiere expresar que no debe haber ni hay en su pensamiento una nostalgia al mundo
griego ni un rechazo a la modernidad, sino un reconocimiento.

1. 4. La ontología moderna y su conexión con la epistemología: maquinación y poder.

a) Certeza, sujeto y objeto

En este sentido y en relación con lo anterior (el ente constituyente del mundo…), introduce lo
que llama la imagen del mundo, que se introduce en la modernidad (en la pérdida constitutiva
del ser), al instalar el propio conocer en el ámbito de lo ente. Es decir, tras la pérdida del ser
griego, el mundo será comprendido esencialmente, como imagen, por lo que lo ente (la manera
de concebir ahora el mundo, la imagen) se da gracias a que es puesto por el hombre que
representa y produce. El conocimiento/la ciencia parten de esto, el hombre construye
(representa) el mundo y lo produce. No se pliega al ser de las cosas, sino que lo constituye a raíz
de sí.

La esencia de la ciencia es la investigación. Esta consiste en un proceder anticipador, la


investigación aporta a la ciencia el carácter anticipatorio, le otorga carácter certero, ya que acota
el ser en tanto tal. Es decir, el cálculo anticipatorio propio de la ciencia asume el ente
(constituido por el propio ser humano). La ciencia crea una representación, una objetivación de
lo ente. La ciencia objetiva de tal modo que todo lo que sea (re)presentado al hombre ante sí
tenga una enorme seguridad, de forma que el cálculo (la ciencia/investigación que parte de la
asunción del propio ente) pueda ser certero.

Representar significa situar algo ante sí mismo a partir de sí mismo, es decir poner el ente, a la
naturaleza ante el ser humano según las condiciones impuestas por él. De esta manera, asegura
los elementos analizados y garantiza la fiabilidad del cálculo del elemento representador.
La manera en la que en el mundo griego podíamos entender el representar (plegarse a las
condiciones de la propia cosa, a aquello que se oculta) cambia, ahora hablamos de comprensión,
ya no reina el elemento a comprender, sino que es la propia comprensión la que impone sus
exigencias a la cosa misma (sujeto pensante cartesiano moderno). Es decir, que el representar es
ahora un proceder anticipador, se representa aquello (las cosas) que está asegurado por el sujeto.
La representación es ahora una objetivación, una voluntad de dominio del mundo que parte del
sujeto.

b) Proyecto matemático del ser y calculabilidad

Y, ¿qué es lo que el conocimiento científico asume como certero, verdadero? Lo real ahora es lo
objetivable, lo que para la ciencia es medible.

T. 13 – En este sentido, primará ahora un proceder distinto, que apela al cálculo, que garantiza
el conocimiento en tanto que provenga de una objetivización de la naturaleza. Por lo que, la
ciencia (“toda teoría de lo real”), se constituye ahora como garante del conocimiento verdadero,
identificando lo real con lo numéricamente mensurable, el proceder científico se comprende
desde el cálculo. Dada la necesidad de asegurar el conocimiento a través de la calculabilidad
(exacta), Heidegger entenderá esta forma de proceder científico, como un nuevo sentido de
apropiarse de algo, asegurar conocimiento con la herramienta “exacta” del cálculo crea un poder
disponer de ese algo, aquello conocido y traspasado por el criterio y medidas del cálculo lo hace
domeñable. En este sentido, todo lo calculable y calculado se convertirá en algo con lo que
poder contar (asumirlo como verdadero para poner disponer de ello), en la base de todas las
ciencias, no solo las de la naturaleza (que requieren y tienen un mayor rigor matemático).

T. 14 – El cálculo crea la unificación de toda corporeidad. A partir de ahora, los


cuerpos/fenómenos (sucesos naturales) se entenderán como “la determinación espacio-temporal
del movimiento de puntos de masa”, en este sentido los cuerpos dejan de ser individualidades
diferentes entre sí, para comprenderse unificadas a través de un mismo criterio matemático
(físico).

La física entonces se constituye con principios esencialmente matemáticos, y, dado que aquello
que es comprendido/conocido a través de la matemática se asume como conocimiento de
antemano (previo, asumido a priori), todo aquello que tiene un carácter corpóreo y material (de
lo que se encarga la física, la naturaleza en definitiva) se constituye como lo ya conocido, lo que
se da por hecho por venir sujeto a criterios matemáticos.

El estudio de los movimientos de los cuerpos comprendidos como puntos de masa (que se
encuentran en una relación espacio-temporal) pasarán a ser el objeto de estudio de la física, con
una modificación en la visión del movimiento (ahora cambio de lugar, no el llegar a ser griego).
De esta forma se creará igualmente una uniformidad del espacio y el tiempo, asumiendo los
lugares y momentos iguales/equivalentes entre ellos. La física estudia la naturaleza y el
movimiento (magnitud del cambio de lugar -en la unidad- de tiempo), solo desde esta
perspectiva de interpretación del movimiento (perspectiva matemática) puede volverse visible
un fenómeno natural. – se hacen inteligibles los fenómenos naturales a través de su cálculo
matematizado. Si para la ciencia es comprensible (calculable) es conocimiento real

Lo explicado hasta ahora es el “proyecto matemático del ser”.

c) Poder y producibilidad
Habiendo asumido ahora el papel de la ciencia en la Edad Moderna, la técnica mecanizada se
convierte en un instrumento fundamental, de igual importancia, que no se trata sin embargo de
una mera aplicación científica. Sino que, tras la calculabilidad que le hemos aplicado a las cosas
en vistas de su dominación, se ha agregado una disponibilidad a ellas, es por esto que cuando la
cosa se nos dispone en su totalidad, hemos convertido la cosa en algo producible.

La técnica mecanizada es entonces la transformación autónoma de una práctica, es decir que a


través de la práctica se pretende dominar la naturaleza. Se encuentra ligada a la ciencia
matemática, puesto que la técnica exige el uso de la ciencia matemática.

Así dirá Heidegger, la esencia de la metafísica moderna es la esencia de su técnica. En la


voluntad de dominio de la ciencia moderna está impresa una voluntad de creación, que conduce
a lo técnico. El proceder anticipador del que hablábamos antes (el carácter de anticipación de la
investigación), el carácter calculable proviene de la voluntad de dominio del sujeto moderno,
que se realiza con el propósito de crear técnica. Por lo que, decimos que la esencia de la técnica
moderna (mecanizada) se produce a la par que el cálculo y con el mismo objetivo, en vistas a
dominar la naturaleza, a través en este caso de la producción.

*El proyecto matemático del ser se constituye como la dominación de la naturaleza (de lo ente)
a través del cálculo (la investigación), se infiere entonces que el ser es, porque es calculable. De
ello se deriva que si el ser es calculable (que indica poder contar con él) es producible. Ahora
bien, no viene primero la investigación y luego la práctica que le sigue, sino que “la técnica es
una transformación autónoma de la práctica”*

En algunos textos, esta esencia de la técnica lo llamará maquinación (el hacer humano). El ente
(antes calculable y calculado) se ha convertido en algo producible. En este sentido, el cálculo
que se prevé de antemano se realiza con el objeto de que todo sea factible y producible, en
vistas a una necesaria factibilidad de todo. En este sentido, concluimos en que, para la ciencia
moderna, en la naturaleza (en el mundo, la realidad) solo es y solo hay aquello que es
(calculable y) producible (representado) por el ser humano (de facto o potencialmente). La
voluntad de dominio es voluntad de cálculo y voluntad de producción.

Con ello, dada la necesaria calculabilidad y producibilidad en la ciencia moderna, se aniquila en


el ente la posibilidad de que en él se de algo que no pueda ser alcanzado por el cálculo. La
voluntad de dominio se constituye a priori, tras la pérdida del ser griego, como lo ente
representable y representado (accesible al cálculo y a la producción).

Aquí introduce Heidegger la relación entre maquinación y poder. La capacidad de someter a la


cosa por una razón arbitraria (el deseo humano) exime de límites a la propia cosa, lo que
permite al ser humano dominarla en su totalidad. El hombre moderno no encuentra límite en lo
dado ni quiere encontrarlo, sino que su voluntad de producir se ha entregado a la maquinación y
se asume que dentro la calculabilidad de la naturaleza todo es humanamente posible, ya que
todo límite se concibe como superable. El poder es incondicionado, no se ve interrumpido, la
única condición necesaria es la voluntad y acción del sujeto moderno

En este sentido, y en contraposición a la noción griega de ser, el ente (la naturaleza) se


constituye como tal, ya no por unas determinaciones inherentes, sino que ahora lo ente es en
tanto que se deja calcular (comprender a través del cálculo) y manipular (producible), ya que no
es solo que según las condiciones de posibilidad del espíritu del sujeto moderno la cosa se
constituya como real, sino que ocurre también por el deseo del hombre moderno (desea y
comprende de la forma que le es propia.
En la filosofía moderna, la naturaleza es conocida por el sujeto (según sus condiciones) con una
certeza absoluta,

d) La nietzscheana voluntad de poder como voluntad de dominio

El hombre moderno se imprime a sí mismo como centro y medida del mundo (las cosas son en
tanto que lo son para mi espíritu – Descartes +…). Se instala con ello una nueva voluntad de
dominio, fundada en poner a disposición la naturaleza a través del cálculo certero (de la
matemática).

La humanidad, según explica, se ve obligada a crear vínculos para alcanzar aquello susceptible
de ser comprendido, y por tanto, dominado. En este sentido, como antes decíamos, el ser
humano se pone a sí mismo como medida y centro de conocimiento, pretende llevar a cabo su
aseguramiento (su certeza del saber) a través de sí mismo.

En este sentido, Heidegger atribuye a Nietzsche (el descubrimiento de) la voluntad de dominio,
como voluntad de poder. Con ello, relaciona en primer lugar el concepto nietzscheano de
superhombre, el hombre se convierte en la medida esencial, en la figura humana convertida en
meta. En este sentido, toda interpretación del mundo, lo conforma a imagen del hombre, según
sus condiciones. Las interpretaciones acerca del mundo vienen constituidas por un
sistema/posición de valores. El hombre se crea autolegislador, con ello, en términos
nietzscheanos, el superhombre se posiciona como medida y centro de todo aquello que pretende
conocer/dominar. El hombre, por tanto, humaniza lo ente (la naturaleza, el mundo externo), lo
constituye según su medida, para comprenderlo y que se le presente, en términos cartesianos,
como claro y distinto.

Sitúa el descubrimiento consciente de la voluntad de poder en Nietzsche, mencionando, sin


embargo (en Nietzsche II) la filosofía cartesiana, que sin saberlo era una ya una metafísica de
voluntad de poder.

En definitiva, se produce un “incondicionado autodespliegue (Nietzsche II) de todas las


capacidades de la humanidad en dirección al “incondicionado dominio”, con ello el ser humano
establece vínculos entre él (su conocimiento) y sus metas (lo ente conocido) para establecer la
seguridad de estas, de lo conocido.

Todo ello responde a la necesidad de acoplar el mundo externo a la ciencia y filosofía


modernas, donde el ser humano se constituye como centro creador y garante de conocimiento,
él mismo se convierte en condición necesaria para construir los medios de dominación.

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La constitución moderna del ente sufre una pérdida de dioses, de límites (por la ausencia de
ocultación) y se le añade una mayor libertad al sujeto. La ausencia de ocultación, el
desocultamiento que se trata de un intento de sacar a la luz el ser, se convierte en la pérdida
absoluta del ser griego, siendo ahora únicamente algo meramente presente, lo ente. Se pierde el
ser griego para dar lugar al ente moderno.

Ahora, centrándonos en la noción nietzscheana de voluntad de poder y el voluntad de


dominio/producción.

En el comienzo de la filosofía moderna, la naturaleza (lo ente) se contemplará desde la certeza


absoluta que otorga el sujeto pensante (con Descartes), el la época siguiente (Kant) lo real se
determina con objetividad, según el criterio de lo comprendido según las condiciones del sujeto
y para él. Para Heidegger, Nietzsche expresa filosóficamente el último modo de ser de las cosas
en la modernidad, en sus escritos se hacen visibles las consecuencias ultimas de la identificación
de la verdad con la certeza, propias de la modernidad.

La voluntad es un querer, una fuerza desiderativa que impela, pero es un querer ser más (querer
ser señor). El desear del hombre moderno implica necesariamente un aspirar a algo. *Es por
ello la producibilidad de las cosas, si somos capaces de conocerlas a través del cálculo hemos de
ser capaces de producirlas.* Heidegger lo llama ordenar (voluntad de querer, dominio, querer
someter algo), en sentido de ordenar aquello que somos capaces de dominar y dominamos. El
poder en definitiva acaba ordenándose a sí más poder, y todo hombre moderno viene poseído
por esta voluntad de poder (de conocer, producir, ordenar).

En este sentido se contrapone de nuevo lo griego con lo moderno, en tanto que valor o sentido.
El sentido, la meta permite y posibilita la existencia de la voluntad de poder/dominio, pero esta
meta no tiene porqué estar prefigurada, sino que, o bien está predeterminada (como la búsqueda
de la verdad/bien en Grecia) o bien puede no estarlo pero existiendo siempre una voluntad de
querer, sin embargo este querer puede ser vacío y que, en definitiva, la voluntad no constituye
un camino más allá de la voluntad misma.

*El valor de las cosas en los griegos era la belleza, el bien, la verdad, era su búsqueda de
objetivo, su fin, el sentido que le otorgaba a las cosas el valor que tenían.*

Heidegger interpreta la teoría (de rechazo) de valores que plantea Nietzsche, en tanto que el
valor no son en un sentido griego (por sí mismos), sino que le acompaña un componente de
utilidad, algo condicionado por tanto. De este modo, proporcionan una medida cualitativa, un
quantum en la formación de dominio. Los valores son el cálculo de la voluntad de poder, ya que
se juzgan más o menos útiles para el dominio/poder.

Los valores, en Nietzsche, son creaciones humanas a las que debe aspirar el hombre idóneo, el
que se ajusta a ciertos ideales deseables, que constituyen una meta en la vida. Es decir, que la
asunción de ciertos ideales por parte de alguien es una manera de asegurarse a si mismo un
sentido/objetivo al que atenerse, esta es la voluntad de poder. Al fin y al cabo, la creación
humana de ciertos ideales, que consideran objetivos, ha hecho que estos mismos sometan al ser
humano, como la idea de Dios (bien, belleza…).

Tradicionalmente, lo que mueve al ser humano es el progreso a través de ciertos objetivos,


como la felicidad, la verdad, todas ellas observadas como objetivas, tienen un carácter
normativo inscrito creado. Esto ha llegado a su fin, ya que en la modernidad se produce una
toma de conciencia de la voluntad de poder que le confiere la pérdida del ser griego, sin
embargo, continua existiendo un conjunto de valores que se ven objetivos y se nos presentan
como imperativos que hemos de seguir. Con ello se introduce el nihilismo, la desvalorización de
todo valor, como el de Dios. Con esta toma de conciencia, en la que Dios como fundamento
suprasensible ha muerto y el mundo suprasensible de las ideas (que le otorgaban valor real a las
cosas) se ha destruido, no existe nada ahora a lo que el hombre pueda atenerse y por lo que
pueda guiarse. Este nihilismo proviene del rechazo, tras la toma de conciencia, a la relación que
previamente existía entre el mundo suprasensible y el mundano. Todas las metas han
desaparecido, no existen valores a los que el ser humano puede adherirse, la angustia del ser
nunca había sido tan grande, por la falta de metas humanas, a pesar del intento de ocultación de
esta pérdida total.
*Se ha planteado entonces aquí, dos sentidos de nihilismo, la caída de valores y el sentido
absoluto de la historia de la modernidad.*

Aquí, Heidegger contraria a Nietzsche, afirma que el planteamiento de nuevos valores en


Nietzsche (transvalorización de los valores) es el último paso para la negación del nihilismo,
para que el ser humano niegue la ausencia de asideros morales, lógicos… El hombre moderno
es incapaz de asumir esta falta de valores, es incapaz de asumir que la configuración del mundo
no le indican una conducta de comportamiento, es necesario asumir el nihilismo para soportar la
vida tal como se presentan, sin sujeciones.

En este sentido, con la objetivación incondicionada que configura el plano moderno, todo lo
real, incluido el propio ser humano, se convierte en una mera existencia más, disponible a otros
seres humanos o a otras realidades (máquinas). La configuración del mundo, ahora puramente
técnica, ha hecho partícipe al ser humano en tanto que se encuentra postergado al servicio de la
producción incondicional, quedando incluso subyugado a las cosas (pudiendo ser estas más
eficientes que él). El ser humano es rebajado a puro material de producción eficiente, por causa
de voluntad de dominio de todas las existencias. Es precisamente esta voluntad de poder la que
lleva al ser humano a ser poseído/dominado por su creación (valores, instrumentos…).

La única posibilidad de superación, según Heidegger, es el nihilismo, sin dar más detalles
acerca del proceso de superación. Dirá únicamente que la superación proviene del lado de la
búsqueda del saber sin encubrimientos, dejando atrás los asideros y referentes que condenan a
dar un sentido vacío a la existencia. Hemos de renunciar a todo valor que se plantea como
objetivo y está constituido bajo juicios ilegítimos. Esto no puede optar, sin embargo, por el
camino de la salvación ni la restauración de lo pasado, no hay nostalgia, sino asunción y
resistencia.

Exigen un saber de la maquinación que no la evite a través de ningún encubrimiento y con ello
se encuentre bajo su ineludible dominio y al mismo tiempo la resista. Pero este resistir no
puede residir en un rechazo de la maquinación y su poder, ni por ello puede significar la
salvación y restauración de lo pasado.

Heidegger hablará en este sentido de un nihilismo también ontológico.

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