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Martin Heidegger: hermenéutica filosófica

(Prof. Julián Barenstein)

Heidegger: entre existencialismo, fenomenología y hermenéutica.


Martin Heidegger (1889-1976) es, sin dudas, el pensador más influyente del siglo XX. Su
pensamiento se construye entremedio de las dos guerras mundiales, i.e., en la primera y en
la segunda postguerra. Este lugar histórico, por así llamarlo, va a ser determinante en la
construcción del pensamiento heideggeriano, porque lo lleva a escribir con un lenguaje
completamente nuevo. La cuestión de fondo es que no se puede describir la realidad con las
categorías que venían de la tradición. La Primera Guerra Mundial provoca una crisis, de la
que Occidente aun no salió, que pone en jaque la racionalidad. Si hay que explicar la nueva
realidad tras el monstruoso suceso, hay que usar otros términos, los antiguos ya no sirven.
Ahora bien, antes de entrar en materia es conveniente aclarar algunas cuestiones. El
pensamiento de Heidegger tiene varias aristas e influencias. En sus obras más importantes,
Ser y tiempo (1927), encontramos, pues, elementos del existencialismo (la postura que
considera que en el ser humano la existencia precede a la esencia) y de la fenomenología (la
postura que considera que para acercarnos a la verdad tan sólo hay que describir y para eso
hay que dejar que las cosas se nos aparezcan, de donde procede “fenomenología”, que es
derivado del verbo griego pháinō, que significa “aparecer”). Aunque el propio Heidegger
va a sostener que esos elementos no son constituyentes de su orientación, antes bien él se
considera un hermenéuta.
La hermenéutica es literalmente e arte de la interpretación. Hasta Heidegger había una
hermenéutiica jurídica, una bíblica y otra literaria. La primera implica la interpretación de
las leyes, i.e., la búsqueda de su espíritu. La segunda, la cuádruple interpretación de la
Biblia (de acuerdo con los sentidos literal, alegórico, moral y místico). La última apunta a
la interpretación de textos que en principio no son más que literarios, como la Ilíada o la
Comedia de Dante. Heidegger va a inaugurar la hermenéutica filosófica. Y dado que la
hermenéutica en sus diversas aplicaciones implica el trabajo con textos, vale decir, que
nuestro filósofo trabaja con el mundo como si se tratara de un texto.
Etapas del pensamiento de Heidegger.
A partir de esto podemos afirmar que el punto de partida de Heidegger es la existencia, en
el sentido etimológico de ek-sistensia, i.e., ser algo fuera, algo para otro. Asimismo, vamos
a encontrar los temas más característicos del existencialismo entreverados en el despliegue
de su pensamiento, p.e., la angustia, el fracaso, la muerte, el sinsentido, todas cosas que
Sartre, el mayor de los existencialistas del siglo pasado, llamó con el término multívoco de
“náusea” en su novela homónima.
El pensamiento de Heidegger se divide en dos etapas, cada una de las cuales tiene un texto
fundante y fundamental:

1) Análisis o analítica trascendental: Ser y tiempo (1927)


En esta etapa se efectúa un replanteo de la pregunta tradicional de la metafísica, a
saber, por el sentido del ser. La respuesta, en esta etapa va a estar ligada al tiempo y
de ahí el título de la obra que la inaugura.

2) El tiempo del ser: La esencia de la verdad (1952)


En esta etapa, Heidegger concibe el pensamiento como el desarrollo de la historia
del ser, tanto en la filosofía como en la historia de Occidente.

Verdaderamente importante va a ser la primera etapa, aquella que le da fama mundial como
un pensador de primera línea. En Ser y tiempo, Heidegger se va a centrar en la SeinsFrage:
la pregunta por el ser; pregunta, según él, olvidada. Esto da lugar a lo que se va a llamar “el
olvido del ser”. Este olvido se remonta, cuanto menos a Aristóteles, quien lo habría
enunciado en sentido estricto, al menos en la perspectiva de Heidegger. El Estagirita, en
efecto, se había hecho la siguiente pregunta: “tí ésti?” (¿Qué es? ¿Qué es lo que es? ¿Qué es
lo que existe?), y habría respondido “tò tí ên eînai” (lo que era ser). Es decir, lo que
encontramos acá es la especulación de un filósofo antiguo (siglos IV-III a. C.) en la que ya
se pone de manifiesto que el sentido, el significado de “ser” se ha olvidado, ya nadie lo
conoce. Este olvido ha llevado, tal como lo lee Heidegger, a equívocos, el más importante
de los cuales es el siguiente: cada vez que se pregunta por el ser, y esto a lo largo de la
historia, se responde con un ente. Y el ente es a causa del ser, lo cual indica que cada vez
nos alejamos más de la respuesta.

La tarea de la filosofía.
De acuerdo con Heidegger, entonces, la tarea de la filosofía es determinar plena y
completamente el sentido del ser atendiendo a que es precisamente lo que mantiene a los
entes en su entidad. Para hacer esto hay que partir de un ente que por sus características es
aquél al que “le va el ser”, este ente es el Dasein. Se puede decir, sorteando unos cuantos
escollos, que el Dasein es el hombre, pero nuestro filósofo se resiste a utilizar categorías ya
existentes.
Dasein es una expresión alemana que une dos palabas, “ser” (Sein) y el deíctico “ahí” (Da).
Es por ello que se traduce como “ser-ahí”, con el guión indicando que se trata en su lengua
originaria, de una sola palabra. Así las cosas, el hombre es un ente abierto al que le va su
propio ser y, en tanto tal, es el punto de partida de la analítica existencial, esto es, del
análisis del modo de existencia de las cosas y del propio Dasein.
El Dasein es la forma específica del ser del hombre, es su manera o modo de ser-en-el-
mundo (inderWeltSein). El hombre se define, entonces, por su relación con el mundo. Las
cosas van a ser definidas –o mejor, redefinidas- en términos de esta relación con el Dasein,
p.e., las cosas que puedo tocar, usar, como las herramientas se van a llamar ahora “ser-a-la-
-mano” (Zuhandenheit), las que puedo ver, “ser-ante-los-ojos” (Vorhandenheit) y así. No
hay, con todo, una relación entre sujeto y objeto como en la filosofía moderna, sino que
esta relación es propia de una existencia como ser-en-el-mundo y encuentra su fundamento
ontológico en la idea de cuidado o Sorge. Sorge implica que el Dasein, en tanto ser-en-el-
mundo tiene que cuidar de su existencia, tiene que hacer algo con su estado de yecto.
La forma misma de la expresión ser-en-el-mundo indica que ya con ella se mienta un
fenómeno dotado de unidad, al que Heidegger llama” mitWelt”: el Dasein, así, es en cada
caso aquello que él puede ser y tal cual es su posibilidad.
Todas las categorías existenciarias, i.e., las formas en que este Dasein se ocupa, cuida de sí
(Sorge) le sirven a Heidegger para comprender por donde pasa la diferencia entre una vida
auténtica y la inauténtica, que reconozca el carácter de “yecto” que tiene toda diferencia y
la vida inauténtica donde se olvida el ser en nombre de los entes concretos.
La pregunta por el sentido del ser, no tiene respuesta, pero tiene que ser usada como una
suerte de lupa, que nos permita ver más lejos. Esta pregunta se tiene que repetir una y otra
vez, al modo de una suerte de espiral y cada vez que volvemos a hacerla lo implicado en
ella se hace un poco más evidente. Esto es lo que Heidegger va a llamar el “círculo
hermenéutico”.

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