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Martin Heidegger

(Messkirch, Alemania, 1889 - Todtnauhaberg, actual Alemania, 1976) Filósofo alemán. Se


encuentra entre los filósofos más importantes del siglo XX. Su preocupación por los caminos
que había tomado la tradición metafísica le llevó a realizar una nueva propuesta para intentar
enmendar el mayor error que se había cometido: el olvido del Ser.

Discípulo de Edmund Husserl, su indiscutible preminencia dentro de la filosofía continental se ha


visto marcada por la polémica, sobre todo la de su adhesión al régimen nacionalsocialista,
manifestada en el discurso que pronunció en la toma de posesión de la cátedra en la Universidad
de Friburgo (1933).

Aunque recibió de algunos de sus discípulos, como Herbert Marcuse,


la sugerencia insistente de que se retractara públicamente de su
discurso de 1933, el filósofo desestimó el consejo y nunca quiso
dar explicaciones.

La filosofía francesa de las décadas de 1960 y 1970 (Jacques


Derrida, Emmanuel Levinas, Paul Ricoeur) admiró la capacidad de
precisión de su lenguaje, así como su aportación al discurso
humanístico.

La obra de Heidegger suele entenderse como separada en dos


períodos distintos. El primero viene marcado por Ser y tiempo, obra que, pese a quedar
incompleta, plantea buena parte de las ideas centrales de todo su pensamiento. En ella, el
autor parte del presupuesto de que la tarea de la filosofía consiste en determinar plena y
completamente el sentido del ser, no de los entes, entendiendo por «ser», en general, aquello
que instala y mantiene a los entes concretos en la existencia, aunque la definición de este
concepto ocupa toda la obra del autor, y es en cierto sentido imposible.

En la comprensión heideggeriana, el hombre es el ente privilegiado al que interrogar por el ser,


pues sólo a él «le va» su propio ser, es decir, mantiene una específica relación de
reconocimiento con él. La forma específica de ser que corresponde al hombre es el «Ser-ahí»
(Dasein), en cuanto se halla en cada caso abocado al mundo, lo cual define al «ser-ahí» como
«Ser-en-el-mundo». La distinción de la filosofía moderna, desde Descartes, entre un sujeto
encerrado en sí mismo que se enfrenta a un mundo totalmente ajeno es inconsistente para
Heidegger: el ser del hombre se define por su relación con el mundo, que es además práctica
(«ser a-la-mano») antes que teórica («ser ante-los-ojos»).

Estas categorías le sirven para comprender por dónde pasa la diferencia entre una vida
auténtica, que reconozca el carácter de -«caída» que tiene la existencia, es decir, la
imposibilidad de dominar su fundamento (el ser), y una vida inauténtica o enajenada, que
olvide el ser en nombre de los entes concretos. La dimensión temporal del ser, en cuanto
proyecto del «ser-ahí» y enfrentamiento a la muerte (el ser-ahí es también «ser-para-la-
muerte»), sería el otro gran olvido de la filosofía clásica. El esfuerzo de Heidegger por pensar
el ser como relación de los entes en el tiempo está en la base del posterior movimiento
hermenéutico.

En la segunda etapa de su pensamiento, el filósofo estudia la historia de la metafísica


desde Platón como proceso de olvido del ser, y como caída inevitable en el nihilismo (cuando se
piensa el ente tan sólo, éste termina por aparecer vacío). En sus últimas obras, realiza un
acercamiento al arte como lugar privilegiado donde se hace presente el ser. Para Heidegger,
se hace también necesario rehabilitar los saberes teórico-humanísticos, a fin de mostrar que lo
que constituye a todo hombre en cuanto tal no es su capacidad material de alterar el entorno,
sino la posibilidad que tiene de hacer el mundo habitable: el hombre debe comprender que no
es «el señor del ente sino el pastor del ser» y que «el lenguaje es la casa del ser». Antes que
la técnica, el lenguaje, y en general la conciencia (la capacidad de interrogarse del Dasein),
son los dos elementos que constituyen al hombre en cuanto existente o, lo que es lo mismo,
en cuanto hombre.

La fenomenología es el método que permite ver lo que «no aparece» por quedar oculto:
el Ser de los entes. Así, la fenomenología es el método de la ontología.

Por lo general se entiende lo óntico en contraste con lo ontológico. Lo óntico puede


apreciarse desde afuera del ente, contemplándolo con pasividad, mientras que lo
ontológico está asociado al ser del ente y debe verse desde adentro del mismo.

Dasein. Heidegger explica que, aunque el Ser no pueda reducirse al ente, sí


necesitamos elegir un ente desde el cual empezar a interrogar al Ser. Para el alemán,
el ente por excelencia y cuyas cualidades son más idóneas para este cometido es el
ser humano, que denomina Dasein, que, literalmente, significa «ser-ahí».
El Dasein es un ente muy particular, pues está determinado por su existencia (una
dimensión óntica), lo que le permite estar en un contacto más directo con el Ser (una
dimensión ontológica) y, por tanto, en su actuar y comportamiento nos alcanza la
comprensión de su ser (una dimensión óntico-ontológica).
Como hemos visto antes, el método de investigación de Heidegger es la
fenomenología, pero se trata de una muy particular. Si lo que debemos alcanzar es
una comprensión (una auto-comprensión, porque nosotros también somos seres) de
aquello que está oculto, entonces nuestro análisis debe ser interpretativo, es decir,
hermenéutico. Concretamente, el análisis que atiende a la especificidad del Dasein es
la analítica existenciaria (o existencial, según las traducciones).

Existenciarios. Estos son las estructuras fundamentales de su vida, aquellos modos


que constituyen su facticidad como ser-en-el-mundo. Los existenciarios nos permiten
detallar el significado de la existencia, nos acercan al Ser del Dasein.

Los existenciarios son muchos y variados. El más general ya lo hemos anunciado, el


ser-en-el-mundo, aunque este es común a todos los entes del mundo, por lo que no
es un carácter único del Dasein. Sí lo es en tanto que ser-con, lo que significa que no
somos sujetos encapsulados en el vacío, solipsistas, sino que estamos rodeados de
otros.

También es un ser-para-la-muerte, lo cual hace referencia a la posibilidad más


inevitable y propia de la existencia, su fin. Ser-para-la-muerte nos recuerda que nos
dirigimos hacia el momento extremo en el que ser Dasein sea ya imposible, por eso
Heidegger dice: «Su muerte es la posibilidad del ‘ya no poder ser-ahí’». También son
existenciarios, entre otros, la temporalidad, el habla y la comprensión, y todos ellos se
reúnen y fundan en un único existenciario principal: la cura o cuidado.
Sorge. Con Heidegger suele suceder que las traducciones son complicadas y no
siempre exactas, por eso muchas veces se recurre a los términos en alemán. Este es
el caso de Sorge, que inicialmente se tradujo por «cura», pero ahora es más común
hablar de «cuidado». No se trata de un concepto psicológico, sino del modo de
existencia más primario del Dasein en relación con el mundo.

Sorge se encuentra a camino entre el cuidado (en tanto que atención) y la


preocupación (en tanto que inquietud). Se relaciona con la temporalidad y con la
proyección, pues implica una mirada hacia el futuro. Sorge es el pro-curar como
anticipación que va «más allá de sí», que ya se proyecta hacia sus posibilidades. Por
esta razón, Heidegger habla de «pre-serse», porque siempre está anticipando su
existencia.

Alétheia. Comúnmente, el término griego alétheia (ἀλήθεια) se traduce como


«verdad». Sin embargo, Heidegger desglosa esta palabra para enseñarnos el
significado «oculto» que puede llegar a tener. Para él, alétheia debe entenderse como
«desvelamiento» o «desocultamiento», concretamente como desocultamiento del Ser
del Dasein. En Ser y tiempo dirá: «La ἀλήθεια […] significa ‘las cosas mismas’, lo que
se muestra, los entes en el ‘cómo’ de su ‘estado de descubiertos’». La razón es que la
palabra griega tiene dos partes: se compone de un alfa privativa (el equivalente
al in castellano e italiano, y al un- inglés) y del término léthé, que significa «olvido».

De esta manera, Heidegger nos hace entender que el Ser viene de un estado originario
de ocultamiento, en el que está velado, y que, en consecuencia, debe ser descubierto,
conocido «verdaderamente» para que se muestre más allá del ente. Como veíamos
antes, la fenomenología, entonces, es la forma de acceder a la alétheia, ya que
muestra «las cosas mismas».

Kehre. En 1933, con la llegada al poder del partido nacionalsocialista de Alemania, a


Heidegger se le concede el puesto de rector de la Universidad de Friburgo debido a su
adhesión al régimen nazi. El discurso de su toma de posesión, La autoafirmación de la
universidad alemana, es muy peculiar, pues habla de una «misión espiritual del pueblo
alemán» que debe llevar a cabo el cuerpo de estudiantes.

Desde un lenguaje épico, promueve la aplicación en la universidad del Führerprinzip,


la organización jerárquica sometida a las órdenes de un líder. Sin embargo, al año
siguiente dimite del puesto y abandona el partido nazi. Heidegger se encuentra
entonces decepcionado con el proyecto del Führer o, al menos, con la poca relevancia
de su papel en él (según Jaspers, quería «guiar al guía»: den Führer führen).

En esta misma época de cambios vertiginosos tiene lugar lo que se entiende por el giro
—llamado en alemán Kehre— del pensamiento del filósofo. Así, después de los años
30, nos encontramos ante un segundo Heidegger. Si el primero se centró en Ser y
tiempo (1927) en la cuestión metafísica a través del Dasein y la fenomenología, este
segundo abrirá, como veremos a continuación, el horizonte de temas desde los que
pensar el Ser en un sentido histórico-interpretativo.

Carta sobre el humanismo. Aunque en los primeros escritos después de Ser y


tiempo ya empieza a notarse ese «giro», el momento decisivo llega con la Carta sobre
el humanismo (1946). Desechando el uso habitual del término «humanismo», en ella
pretende recuperar un concepto de humanismo más originario en el que el foco se
ponga sobre la esencia del hombre, sobre su proximidad al Ser.

Una de las ideas centrales del texto es el lenguaje como manifestación del Ser. «El
lenguaje es la casa del Ser. En su morada habita el hombre. Los pensadores y poetas
son los guardianes de esa morada». De este modo, el lenguaje no es algo que el Ser
posea, un instrumento del que hace uso, sino el lugar donde habita, la relación misma
entre el hombre y su Ser.

Si Heidegger concede a los poetas —como a Hölderlin, a quien admira— la capacidad


de manifestar el Ser es porque la poesía ha tenido un cuidado por el lenguaje que la
filosofía ha dejado de lado al encorsetarse en los esquemas de la lógica y la gramática
de Occidente. «Liberar al lenguaje de la gramática para ganar un orden esencial más
originario es algo reservado al pensar y poetizar».

La obra de arte. El pensamiento estético de Heidegger se opone a la teoría estética


tradicional de Occidente. En El origen de la obra de arte, recogido en Caminos de
bosque, explica que debemos liberarnos de la disciplina estricta de esta tradición que
nos impide fijarnos en el «carácter de obra de la obra».

La obra de arte se encarga de mostrar el Ser de lo ente. Existe para Heidegger, por
tanto, una relación entre la verdad y la obra de arte, ya que esta última realizaría ese
ejercicio de desvelamiento. Sin embargo, abrir a la verdad no implica solo iluminar una
nueva totalidad del ente que estaba oculta, sino que también hace palpable ese
ocultamiento previo que no estaba siendo percibido. La obra de arte es el escenario,
la brecha, donde esta dualidad tiene lugar.

A esta dualidad Heidegger la llama «conflicto entre el mundo y la tierra». El mundo


hace referencia a aquello que está explicitado en la obra de arte, las formas que
empleamos para leer la realidad y que son heredadas, tienen un componente histórico.
Por otro lado, la tierra es esa parte velada, el contenido oscuro que aún no ha sido
iluminado y que se resiste a ser apresado por el mundo y sus estructuras de
interpretación.

La pregunta por la técnica. Heidegger emplea su conferencia de 1953, La pregunta


por la técnica, para hablar de la Modernidad capitalista y cómo viene definida por su
consumo instrumental extremo, incluso de los seres humanos. La técnica es otro modo
de desocultamiento de la alétheia. También tiene un sentido metafísico: hace
referencia a la relación que tiene el hombre moderno con el mundo, concretamente a
la obsesión extrema del primero por dominar y apresar en su conocimiento al segundo.
Para Heidegger, en la Modernidad ya no vemos la realidad como algo dado que está
ahí fuera, sino como una extensión de nuestras estructuras de percepción porque así
nada podrá escapar de nuestro entendimiento.

La esencia de esta técnica es su carácter impositivo, a lo que en alemán Heidegger se


refiere como Gestell. En alemán, este término se compone del prefijo equivalente a
nuestro «re-» y por el verbo poner o colocar. La Ge-stell no deja a ningún sujeto en
pie: solo existen objetos como mercancías fácilmente re-colocables, re-puestas,
agotables «hasta fin de existencias». En definitiva, hoy todo está subordinado a la
técnica.
Sin embargo, ¡quedan esperanzas! Heidegger recupera las palabras del poeta —de
nuevo, son los que nos guían— Hölderlin cuando dice: «Donde está el peligro crece
también lo que nos salva». De ser esto cierto, entonces también se encuentra en la
imposición de la técnica la capacidad de salvarnos de ella.

Fuente: https://filco.es/heidegger-olvido-del-ser/

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