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Tras la Guerra Civil, autores como Lorca, Machado y Miguel Hernández habrán muerto.

El resto de los
grandes poetas se han exiliado (Juan Ramón Jiménez, Salinas, Guillén, Alberti, Cernuda, etc.) y solo unos
pocos permanecen en España.

Al inicio de este periodo destaca Miguel Hernández, epígono de la generación del 27, junto a El rayo que
no cesa. Su poesía ideológica lo llevaría a la cárcel, desde donde escribe su famoso poema "Nanas de la
cebolla", dedicado a su hijo.

En la década de los 40 caben dos tendencias: la poesía arraigada y desarraigada. La primera comprende
la llamada generación del 36 y se caracteriza por una visión optimista. Tienen como modelo a Garcilaso y
la serenidad clásica renacentista. Valoran las estrofas tradicionales (soneto), y tratan los temas del amor,
la religión y el patriotismo. De la misma son Leopoldo Panero (La estancia vacía) o Luis Rosales (La casa
encendida).

Por otro lado, en 1944 Dámaso Alonso publica Hijos de la ira e inicia la corriente desarraigada. En ella se
manifiesta la angustia ante un mundo caótico y sin fe en el futuro. Los autores emplean un lenguaje
alejado de la estética clasicista, de tendencia prosaica. Cabe mencionar a Vicente Aleixandre, con
Sombras del paraíso. Frente a todo esto aparece la vanguardia postista, que recupera la poética
surrealista, y el grupo de la revista Cántico, con una poesía intimista cercana a la generación del 27.

En la década de los 50 la poesía evoluciona hacia la tendencia social. Destacan Pido la paz y la palabra
de Blas de Otero, Cantos íberos de Gabriel Celaya y Cuanto sé de mí de José Hierro. Intentan transformar
la sociedad mediante la denuncia y el reflejo de la vida colectiva y sus conflictos. El estilo es sencillo,
cercano al lenguaje coloquial, pues pretende llegar a la inmensa mayoría. El contenido es el eje del
poema.

Hacia 1960 los géneros tienden a una renovación de temas y formas. Los poetas tienen una visión crítica
de la realidad y una actitud humanista, pero desde una perspectiva irónica. Predominan la experiencia
personal, el amor, la soledad, la amistad y los recuerdos. Formalmente, buscan la naturalidad y un mayor
cuidado del lenguaje, inclinándose a la narración. Destacan Ángel González (Grado elemental), José
Ángel Valente, Claudio Rodríguez, Brines, Caballero Bonald, Gil de Biedma, Goytisolo y Carlos Barral.

A finales de los 60 los poetas escriben una lírica experimental, alejada del compromiso social. Son
conocidos como los Novísimos (de la antología Nueve novísimos poetas españoles): Félix de Azúa,
Leopoldo Panero, Manuel Vázquez Montalbán, Ana María Moix, etc. Experimentan con nuevas formas
expresivas vanguardistas (surrealistas), enriquecen el lenguaje de elementos modernistas y abundan
referencias literarias y artísticas. También encontramos el consumismo y la cultura de masas, con una
intención provocadora e inconformista. Combinan temas intimistas con temas sociales o políticos, y
reflejan una actitud pesimista y escéptica.

Finalmente, los poetas alrededor de 1980 han procurado crear al margen de las escuelas, normas y
modas. Figura el vanguardismo experimental, minimalismo o poesía conceptual, culturalismo clasicista o
barroco, y poesía intimista y de la experiencia, que expresa sucesos cotidianos desde una perspectiva
escéptica y desencantada. Sus grandes maestros serán A. Machado y los autores de la generación del 50
(Gil de Biedma). Sobresalen Luis García Montero, Andrés Trapiello, Juan Luis Panero, etc.

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