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Tras el fin de la Guerra Civil con la derrota del bando republicano y el triunfo del régimen franquista, la

literatura se vio condicionada por: el descabezamiento de las élites intelectuales; la represión de los que apoyaron al
bando republicano; y la restricción de libertades básicas como la expresión o la prensa. Es por ello por lo que en
España la literatura se desarrolló con un carácter anómalo respecto al resto de países.

La generación del 36 está compuesta por poetas nacidos entre 1909 y 1922, que experimentaron una época
de florecimiento poético. A esta generación pertenece por edad Miguel Hernández, cuya obra está dividida en cuatro
etapas: en la primera etapa destaca su admiración por Góngora, escribe Perito en lunas; la etapa de madurez
comienza con El Rayo que no cesa que trata sus tres temas fundamentales: vida, amor y muerte; la etapa de poesía
social abarca la Guerra Civil en El hombre acecha; y la poesía última, trata con un estilo sencillo y concentrado sus
temas fundamentales en Cancionero y Romancero de ausencias.

La generación del 36 se divide en dos corrientes. La poesía arraigada, un gran ejemplo de esta poesía son las
revistas Escorial y Garcilaso. Se caracteriza por ser una poesía que crece y se nutre de un mundo armónico y ordenado.
Sus componentes valoran las formas clásicas como el soneto, y tratan temas como el amor, religión o patria. Destaca
Luis Rosales con La casa encendida donde transmite la expresión simbólica del hogar, también destacan autores como
Leopoldo Panero. La poesía existencial o desarraigada, su lírica, de tono trágico existencial, manifiesta el disgusto, la
angustia y la desesperación de vivir en un mundo caótico. El tema es la religión, tratada con un tono existencial y un
lenguaje directo, apasionado y con imágenes tremendistas. La aparición de esta poesía surge con la publicación de
las revistas Espadaña, Corcel y Proel; y de los poemarios Hijos de la ira, de Dámaso Alonso y Sombra del Paraíso, de
Vicente Aleixandre.

Poesía social de los años cincuenta. La poesía existencial evoluciona hacia la poesía social para una crítica de la
realidad denunciando la injusticia y falta de libertad con un tono enfático y lenguaje claro. Hay una voluntad por
escribir una poesía útil que sirva como instrumento de transformación política y social. Destacan: Gabriel Celaya con
poemarios como Cantos iberos; Blas de Otero con el poemario Pido la paz y la palabra; y José Hierro con reportajes y
alucinaciones entre los que desatacan Cuanto sé de mí y Libro de las alucinaciones.

Poesía del medio siglo. A finales de los años cincuenta, surge una generación que trae consigo la “poesía de la
experiencia”, una lírica intimista y reflexiva que incorpora la ironía y el escepticismo. Componen el grupo autores
como Ángel González, José Manuel Caballero Bonald o poetas de la escuela de Barcelona, entre otros. Se caracteriza
por: temas intimistas como el amor, la soledad, la amistad y los recuerdos; una actitud crítica con una reflexión cívica
y expresión irónica; valoran la expresión poética con un lenguaje natural; se orientan a una poesía minoritaria
abandonando las rimas y estrofas clásicas. Destaca Jaime Gil de Biedma que desarrolló una gran conciencia social y
política. Su obra se recoge bajo el nombre de Las personas del verbo. En sus obras suele tratar anécdotas.
Los novísimos. A finales de los años sesenta surge una poesía experimental y vanguardista que acaba con el realismo.
A estos nuevos poetas se les conoce como venecianos, novísimos, generación del 68 o generación de los 70.
Compuesta por distintos autores como Manuel Vázquez Montalbán o Antonio Martínez Sarrión, entre otros. Se
caracterizaban por: fueron poetas criados durante la cultura de masas con los cómics, la música, la televisión y el cine;
el bagaje cultural; en su obra abundan las referencias culturales; actitudes frívolas; la preocupación por la renovación
del estilo, experimentan nuevas formas expresivas vanguardistas, sobre todo, surrealistas; y, por último, reflejan una
actitud pesimista y escéptica.

Para finalizar, observamos cómo la lírica desde la Guerra Civil atraviesa por una encrucijada de tendencias marcada
por un conflicto atroz que divide a vencedores y vencidos, en el que se entremezclan, a la vez, la reivindicación y la
evasión, dos constantes temáticas frente a una misma realidad tan cruel y devastadora.

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