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La poesía desde 1939 a los años setenta: tendencias, autores y obras

representativos.
Tras la Guerra Civil, la sociedad española queda dividida en dos bandos: el de los vencedores y el
de los vencidos, y la gran línea que los separa afectará en gran medida al ámbito cultural.
Destacamos, en primer lugar, a Miguel Hernández, poeta de transición entre el grupo del 27 y la
poesía de posguerra, cuya obra (El rayo que no cesa, Cancionero y romancero de ausencias) se vio
truncada por su temprana muerte en la cárcel. Resalta su capacidad para otorgar a los elementos
de la naturaleza un valor simbólico. Su tema preferido es el amor: apasionado, fraternal, solidario o
tierno con su hijo.
La poesía de los años cuarenta se suele organizar en dos tendencias:
- Poesía arraigada: canta las alabanzas del régimen, o bien es costumbrista y evasiva. Aquí
incluimos a Luis Rosales, Dionisio Ridruejo y a Leopoldo Panero.
- Poesía desarraigada: trató temas existenciales y reflejó la miseria, la agonía y la falta de
esperanza. Predomina el lenguaje directo, el verso libre y el desorden sintáctico, y son frecuentes
las imágenes irracionales. Destacan Dámaso Alonso (Hijos de la ira) y Vicente Aleixandre (Sombra
del paraíso).
Junto a estas dos corrientes hubo otros grupos que merecen mencionarse por su calidad literaria.
Se trata del grupo Cántico, surgido en Córdoba, cuyo máximo representante Pablo García Baena; y
el de los postistas, como Carlos Edmundo de Ory, que hacen una poesía surrealista.
En los años cincuenta, domina la poesía social, que denuncia la injustica social y la falta de
libertad. Para llegar a la “inmensa mayoría”, se emplea un lenguaje claro, incluso coloquial.
Autores inscritos en la poesía desarraiga, evolucionarán hacia la poesía social, como Blas de Otero
(Pido la paz y la palabra), Gabriel Celaya (Cantos iberos) y José Hierro.
A finales de los años cincuenta, surge la denominada Generación del Medio Siglo, donde se
inscriben autores como Jaime Gil de Biedma (Compañeros de viaje), José Ángel Valente (Poemas a
Lázaro), o Ángel González (Grado elemental). La mayoría inicia su andadura en la poesía social,
pero después proponen una lírica más intimista, más centrada en lo cotidiano.
La publicación de Arde el mar (1966), de Pere Gimferrer, y la aparición de la antología Nueve
novísimos españoles (1970), publicada por el editor José María Castellet, suponen la irrupción de
los Novísimos, entre quienes se incluyen el propio Gimferrer, Guillermo Carnero (El sueño de
Escipión), Ana María Moix, Luis Antonio de Villena, Antonio Colinas o Luis Alberto de Cuenca. Estos
poetas buscan un lenguaje rico y elaborado, siguiendo las estrategias del surrealismo. Muchas de
sus composiciones se inspiran en la cultura de masas (el cine, la música popular y el cómic) y
tienen como tema predominante la exaltación de los placeres sensoriales y de la belleza.

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