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Cómo arrimar el hombro a alguien querido en su


peor momento e intentar salir airosamente juntos
Algunas ideas para ayudar a alguien que dice que tiene ganas de morir

Pablo Gagliesi
Fundación Foro, Buenos Aires, Argentina
DBT Latinoamérica

El suicidio ocurre de entre 8 a 14 personas cada 100.000 habitantes en los países de


habla hispana por año. A simple vista parece algo que sucede esporádicamente. Pero si
pensamos que por cada suicidio efectivo hay más de 40 personas que lo están
intentando y 200 que lo están pensando, el problema cobra una magnitud mayor. En
adolescentes el problema es más significativo porque por cada adolescente que ha
cometido suicidio hay 2000 que lo piensan.
Casi el 90 % de las personas que mueren lo han intentado antes y han tenido
pensamientos de muerte. Por eso, la detección temprana y el tratamiento son las
estrategias preventivas más importantes.
Las tasas de suicidio están aumentando globalmente, y a expensas de jóvenes,
convirtiéndose en la segunda causa de muerte entre los 14 y los 25 años en el
occidente. Mueren en el mundo más personas por suicidio que por las guerras,
aproximadamente un millón de personas anualmente (WHO, 2019).

A pesar de estos datos, no hay intervenciones preventivas o tratamientos que nos


garanticen poder controlar el 100% de los casos. Podemos diseñar estrategias
sugeridas por expertos y algunas con evidencia científica que tienen los mejores
resultados, pero la conducta suicida no tiene un tratamiento completamente efectivo y
seguro.
Este capítulo está inspirado en la lectura de ese material y la experiencia clínica, pero
no pueden tomarse como norma definitiva y requiere que siempre que exista
comunicación de algún tipo de riesgo suicida se solicite ayuda a un especialista en
salud mental.

El suicidio está en todas partes. Abrimos un libro cualquiera de nuestra biblioteca y


estará ahí. Está en los diarios, revistas o en la tele casi a diario. Está en la historia,
cuando estudiamos y vemos personajes que terminaron con su vida, en comunidades
enteras como las de Numancia en España que retrató Cervantes, o incluso en relatos
bíblicos como Mesada en Judea. Está en nuestros cotilleos sobre gente del barrio, la
escuela o de la comunidad, que lo ha intentado o lo ha hecho, está en las películas y
series. Está en nuestras vidas.

¿Porqué la gente piensa en quitarse la vida?

Pensar en quitarse la vida es parte angular de hacer una tentativa o un suicidio


efectivo. Muchas personas han pensado en esto alguna vez en sus vidas, es tan
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habitual que algunos estudios reportan que casi un tercio de la población lo ha


pensado alguna vez en la vida.
Lo piensan en situaciones muy difíciles, cuando se da una fórmula frecuente: Un
problema que ocasiona un enorme sufrimiento, sentir que no hay salida para ese
sufrimiento y predecir que nada funcionará.

¿Qué son los factores de riesgo?


Los factores de riesgo son características, rasgos, hechos que hacen más probable que
ocurra una conducta problemática. Hay numerosos estudios que relacionan estos
factores con el aumento del riesgo. Podemos suponer que, en parte, resolver,
disminuirlos, retirarlos, tratarlos sería una forma de reducir la incidencia. Vamos a
revisar algunos. Simultáneamente veremos, cómo esa información nos ayuda a pensar
qué podemos hacer (Linehan, 1993, 2008, 2009).

Factores de riesgo:

El aislamiento: Las personas que tienen menos red social o están aisladas. Pero el
aislamiento puede ser generado por la comunidad, como el matoneo, acoso o bulling
en una escuela. Por ejemplo, los jóvenes que son GLTIBT tienen 6 veces más riesgo que
sus pares, los de los pueblos originarios de América Latina con todo el problema de la
pobreza, el aislamiento y la ausencia de oportunidades también corren este destino.
Nadie tiene duda que el prejuicio, el racismo y el estigma matan.
Si el aislamiento, real o percibido es un problema, las intervenciones para reducirlo son
relevantes: intentar mantener conexión, hacerle saber o notar que no se está solo o
sola, aproximarse, promover la comunicación, declarar clara y en voz alta que uno está
disponible y con voluntad de estar cerca podrían ser un salvavidas.
Otra forma es comprometerse con promover que el contexto no sea expulsivo sino
inclusivo. Por ejemplo, decir: “No estás sólo, estoy aquí”, podría no ser suficiente, sin
el adolescente está en la escuela donde lo matonean o acosan, sino acompañarlo de
acciones pertinentes (ir a la escuela, hacer participar a otros padres, entre otras
opciones).
El aislamiento es algo fabricado por el contexto. Todos nacemos con un deseo, un
impulso de conexión. Pero a veces, muchas, el contexto castiga estos intentos, los
penaliza o crea barreras inconmensurables, especialmente para los niños y
adolescentes. Vivimos en un mundo que define quién puede entrar y quién debe, a su
pesar, cambiar para ser recibido en la comunidad. A veces ese cambio es sutil, otras
veces es dramático, porque le pedimos a alguien que traicione su propia naturaleza,
aunque suene un poco rimbombante, su propia esencia. Por ejemplo, cánones como:
“sólo te aceptaremos si te pareces a nosotros o a lo que nosotros pensamos que es el
ideal, si tienes tal preferencia sexual, si eres delgado, si perteneces a cierta religión o
sistema de creencias o si eres excelente en los estudios”. Las reglas para pertenecer a
un grupo social, incluso a una familia, o a una escuela son fábricas de ladrillos para
esos muros altos y desafiantes. Y a veces esas reglas son sólo un puñado de prejuicios.
Lo que estamos diciendo es que el contexto es responsable del aislamiento y, por lo
tanto, responsable del desarmado de ese aislamiento.
No puedo decirle a alguien “No estás sólo, estoy aquí” y continuar la frase con “pero”
la condición es que seas diferente a quien eres.
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Los medios disponibles: El acceso a métodos es una de las variables centrales si el


riesgo es inminente. Por ejemplo, en los hogares que tienen acceso a armas de fuego
por seguridad o deporte en su domicilio, el riesgo se incrementa una decena de veces
de morir por armas de fuego, bien por accidente o por suicidio. El acceso libre a
medicamentos o venenos aumenta el riesgo de tentativas de suicidio. El tema de las
pastillas es problema creciente debido al acceso a veces poco controlado de
sustancias.
Si esto es así, reducir los medios que las personas consideran letales podría ayudar.
Preguntar abiertamente sobre plan o método a veces puede sonar escabroso, pero nos
acerca a evitar el riesgo y proteger a tiempo.

Las enfermedades: Si bien las enfermedades mentales no son la causa del suicidio, sin
duda es un factor que aumenta su riesgo. Tener diagnóstico de Trastorno Límite de
Personalidad, Esquizofrenia, Trastorno Bipolar o Depresión puede aumentar hasta 10
veces el riesgo. Pero debemos aclarar que tener diagnósticos como estos NO implica
que ocurra un suicidio, son factores que aumentan el riesgo. No todas las personas con
igual diagnóstico tienen ideación o conductas suicidas, y tampoco todas lo intentan
sólo cuando están en algún episodio agudo de esas enfermedades. El suicidio está
presente en muchos trastornos mentales y no es patognomónico de una enfermedad
en particular, o incluso se puede sufrir de trastornos leves como trastornos de
ansiedad, pero acompañarse de ideación suicida. Debemos recordar que los problemas
mentales suelen acompañarse de muchos otros factores asociados como el estigma, el
desempleo, el aislamiento, las pérdidas de relaciones sociales.
En relación con las enfermedades no psicológicas, aquellas que son crónicas o
incapacitantes tienden a producir más riesgo. La estrategia para mitigar este riesgo es
asegurarse que las personas tengan acceso a tratamientos efectivos disponibles y su
seguimiento, y al mismo tiempo tratamiento para malestar o estrés que la enfermedad
causa.

Los factores sociales: Hay muchos estudios que correlacionan el desempleo con el
suicidio, la educación u otros estresores. Sin embargo, en términos generales, el
suicidio no reconoce clases sociales.
Como vemos, algunos factores de riesgo son más de largo plazo (como tener historia
familiar de suicidio, o sufrir de aislamiento social) y otras son más de corto plazo
(perder el trabajo, perder una pareja, fracasar a nivel académico). Y a veces esta
combinación de antecedentes junto con un factor inmediato disparador lo vuelve
inminente.

Los factores a corto plazo: Los factores de riesgo de largo plazo, que aparecen en la
vida tempranamente pueden agudizarse y volverse más determinantes en un
momento. A las personas que sufren, que han tenido dificultades a lo largo de sus
vidas, se les agregan más dificultades. De alguna manera se genera un contexto de
mala suerte. La mala suerte es un contexto de mucha vulnerabilidad para que arrecien
los problemas de todo tipo. A veces una gota de desgracia en nuestras vidas es sólo
una gota, para otros una razón para que desborde el vaso.
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Por ejemplo, en los medios de comunicación hay una discusión sobre igualdad de
oportunidades, pero resulta que no todos necesitamos las mismas oportunidades. Hay
un conocido dibujo de historieta en donde a un grupo de niños se les da unos cajones
para que coloquen en el suelo para poder mirar por encima de un muro. Todos los
cajones son de igual tamaño. Pero resulta que todos tienen distintas alturas, y a un par
de niños ese cajón no les sirve para mirar por encima del muro, aunque podría servir
para quedar identificados como los petisos del paseo. La equidad de oportunidades es
ofrecer lo que se necesita, no la igualdad de oportunidades.
Muchas personas que han crecido en ambientes desfavorecidos no tuvieron acceso a
la educación superior, han tenido que migrar para conseguir un trabajo en un lugar
donde no hablan su idioma materno, han conseguido un trabajo inestable y un
domicilio muy alejado, son mirados en la calle como extranjeros porque tienen otra
raza y una cadena de sucesos sociales les hace perder el trabajo. Mientras que si yo
pierdo mi trabajo posiblemente tenga una red de relaciones sociales y familiares que
me sostengan durante un tiempo, una casa donde vivir, algunos recursos cognitivos
que me faciliten en camino. Perder el trabajo no significa lo mismo para todos
nosotros. Los factores agudos que pueden aumentar la suicidabilidad no son comunes
a todos, dependen de cada persona, del contexto y de la mala suerte.
La lista puede ser, tener una pérdida importante, problemas con la ley como la cárcel,
las hospitalizaciones psiquiátricas y el alta, problemas interpersonales entre otros.

¿Qué conductas se consideran suicidas?

Las conductas suicidas son pensar o imaginar matarse, hacer planes o cartas de
despedida, proveerse de medios para hacerlo, hacer tentativas de distintas maneras y
también se consideran de riesgo conductas de auto laceración como cortarse,
quemarse, lastimarse entre otras. Hay un acuerdo general en los profesionales de
salud mental en llamar ideas o acciones suicidas cuando la persona expresa
claramente intencionalidad o voluntad de morir.
En ocasiones el suicidio es un acto impulsivo, en el que la persona habló poco de esto o
incluso no pensó demasiado. Pero en la gran mayoría de los casos, las personas han
pasado largo tiempo, con momentos mejores o peores donde la rumiación les ha
ocupado la cabeza. Por esto nos referimos a que refieren momentos de
recrudecimiento de ideas, imágenes, planes asociados a crisis. Pensar en matarse
puede ocupar mucho tiempo, incluso alejar a la persona de intentar resolver los
problemas asociados, pedir ayuda o simplemente dirigirse hacia la aceptación y la
calma (Comtois, Landes, 2017).

Las conductas suicidas (desde pensar, comunicar o hacer cosas en esa dirección)
cumplen funciones diferentes, y a veces varias, para cada persona. Por un lado,
cumplen funcionen en las relaciones sociales, en el ambiente, pueden comunicar algo,
transmitir que se está mal, pedir ayuda o, hacer que se disminuyan las exigencias y
demandas que se le hacen. Pueden hacerles conseguir habitación en una clínica
psiquiátrica, o una llamada de emergencias médicas.
Por otro lado, pueden cumplir funciones más privadas, dentro de la cabeza, o en el
corazón. Las investigaciones sostienen que la conducta suicida está en gran medida
bajo control de estas últimas funciones.
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Vamos a contar una historia para ejemplificar esto. Tomás, un niño de once años, que
viene de una familia muy exigente, ha tenido por primera vez un traspié en la escuela.
Este año ha empezado complicado, él ha subido de peso, se ha vuelto un poco más
tímido y elije los pupitres del fondo de la clase para sentarse, ha dejado de jugar al
futbol y sus compañeros han dejado de contar con él. Pero su rendimiento, siempre
óptimo ha decaído levemente. Si bien no es para alarmarse, su maestra decide enviar
una nota a su madre para informarle de este descenso. Tomás camina a su casa, está
asustado con la posibilidad de que sus padres lo reprendan, se siente decepcionado de
sí mismo, tiempla, suda, tiene taquicardia, sus mejillas se encienden rojas y su andar es
lento. Imagina posibles escenarios, pero por alguna razón, como hemos dicho está
disponible esta idea en la vida cotidiana, piensa: “mejor me mato”. De pronto se
tranquiliza un poco, está triste pero el sudor y el temblor ceden. Finalmente llega a su
casa, después de esconder la carta un par de días habla con sus padres. ¿Qué
posibilidades hay que, si Tomás vuelve a sentir ese enorme malestar, la idea vuelva a
aparecer en su cabeza? Muchas, y cada vez que aparezca será reforzada por el mismo
alivio. Tomás empieza a tener en su cabeza una idea que vuelve: Si estoy mal y me
mato, dejo de sufrir.
Muchos consultantes que piensan en matarse tienen esta ecuación en sus mentes, a
pesar de que nunca podrían confirmar que esto es así, la idea del suicidio como un
escape del sufrimiento se instala para no irse.
En esta historia vemos cómo las ideas hacen algo por Tomás. Le permiten tolerar
mejor el malestar, lo dejan triste, pero al menos le quitan la inquietud, el miedo el
intenso malestar.
Mientras Tomás piensa que matarse es una forma de escapar de este sufrimiento,
pierde la oportunidad de hacer otras cosas. Él se encontró con un problema: la nota de
su mamá pesa mucho en su mochila de la escuela, no sabe bien qué hacer con esa
nota. Pensar en matarse ha resuelto en parte su malestar, pero no la situación y él ha
perdido la oportunidad de intentar otras soluciones como hablar con sus padres o
¡incluso intentar cosas como romper la nota, o falsificar la firma de sus padres!
Los adolescentes intentan muchas cosas, prueban, ensayan, a veces mentiras de patas
cortas, en aras de volverse más habilidosos de adultos en la solución de problemas en
la vida cotidiana. Tomás tiene un nuevo problema, no sólo que la idea de suicidio
volverá en el próximo escollo, sino que tiene menos habilidades para resolver
problemas. Y cuando se los encuentre, posiblemente él piense que no va a poder o
alguna otra cosa que, igualmente, prediga que va a fracasar. Es decir: a vivir con
desesperanza. ¿Qué es la desesperanza sino una predicción negativa sobre el futuro?
Las personas que piensan mucho imaginan o planean matarse empezaron con una
pequeña semilla. En su historia, cada vez que estaban en situaciones de crisis,
aparecían estas ideas, repetidas, circulares, que dialogan entre ellas, y en un principio
sólo pensarlas funcionaba para bajar del malestar a una tristeza un poco más
soportable, frente a una ilusión de escape. Es por eso por lo que algunas personas
refieren incluso no poder dejar de pensar en los peores momentos y otras se
tranquilizan al visualizan la muerte como una salida, siempre está ahí, guardada en un
futuro posible si nada funciona.
En resumen, las ideas de suicidio son en muchas ocasiones una forma de manejar el
malestar, el malestar está causado por la experiencia de tener un problema de difícil
solución, las personas con esta ideación tienen déficits en la resolución de problemas
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como resultado de su propia historia personal y el denominador común es la


desesperanza (Boggiano y Gagliesi, 2017).

En ocasiones tenemos creencias y mitos sobre el suicidio que pueden condicionar


negativamente nuestra ayuda. Vamos a repasar algunos y discutirlos en cursiva:

1. Hablar de suicidio induce a las personas a hacerlo.


Todos los investigadores del mundo sobre suicidio coinciden en que hablar
reduce el riesgo.

2. Las personas que se quieren matar lo hacen. Una tentativa que fracasa significa
que no lo quiere hacer.
Casi el 80 % de las personas que comenten suicidio han tenido historia de
tentativas previas. Las tentativas aumentan el riesgo de que aparezca un
intento efectivo.

3. Las personas suicidas son muy manipuladoras.


María, una adolescente tiene muchas discusiones con su madre, problemas en
el colegio con su rendimiento y aislamiento social. Está en tratamiento en
psicoterapia y nutrición porque ha tenido conductas alimentarias como vómitos
y atracones. Ella y su madre viven solas desde que su padre las abandonó hace
muchos años, a la madre le ha costado rearmar su vida y ha tenido que trabajar
arduamente. María y su madre se tienen mucho cariño y afecto, sin embargo,
las discusiones son muy intensas con gritos y han llegado a romper objetos del
hogar. María cuenta lo que pasó el viernes al final de la tarde de este modo:
“Ayer viernes tenía ganas de morirme. Nada está funcionando bien en mi vida.
Llegué a casa y en el Facebook vi que mis amigas estaban en el cine y no me
habían invitado. Nadie me quiere en la escuela y me dio mucha angustia.
Además, tenía que darle el reporte del colegio a mi mamá, con calificaciones
regulares, que tenía planeado salir esa noche, lloré horas y después no se cómo
terminamos discutiendo, ella me empezó a seguir por la casa, no puedo contar
con ella. Me corté en el baño, muy superficialmente el brazo, un poco, y me
calmé.”
El padre de María las abandonó cuando ella tenía unos pocos años, su madre
quiere que a ella no le falte nada, es exigente con el rendimiento académico
porque quiere que María devenga una mujer independiente y exitosa. María
comparte esta expectativa con su madre, pero aún no ha podido superar sus
problemas. Su madre dice: “Estoy muy enojada, ella hace siempre lo mismo,
trae notas muy bajas en la escuela. Me arruinó mi salida con mis amigas, me
manipula para que me quede en la casa, o para que no le exija tanto”.
María llegó a casa desolada, triste y llorosa. Le entregó los resultados del
semestre a su madre que comenzó a recalcarle la necesidad de mejorar sus
notas. El llanto de María comenzó a subir de tono y le respondió que ella no la
comprendía. Su madre le dijo que esa exigencia era por el bien de ella. Pronto
los gritos de ambas y el clima de la casa empeoraron.
Para María, las ideas de suicidio o lastimarse, funcionan como un escape al
enorme sufrimiento que siente, no parece que tenga intenciones de conseguir
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que su madre no salga de la casa. Por otro lado, su madre, quizás piense que
ahora no es un buen momento para salir con sus amigas y se siente presionada
para cambiar el plan y tener que lidiar con la crisis.
Cuando hablamos de manipulación suponemos que el otro tiene ciertas
intenciones de hacernos hacer algo que no deseamos, pero en realidad se trata
del efecto que tiene en nosotros, podría ser que la intención del otro tenga otro
objetivo (en este caso calmarse). Asumir las intenciones de otro, a veces, nos
hace sentir (enojarme), pensar (cortarse me lo dedica a mí para que me quede)
o hacer cosas (gritar, imponer un castigo) que no encaja con la experiencia que
tiene el otro, sino que puede multiplicar la culpa, la vergüenza (“mi madre sufre
por mí”, “siempre arruino todo”) o incluso la confrontación (“la odio, no me
entiende”).
Es decir, a veces, percibimos que esa comunicación tiene un efecto en nosotros,
nos sentimos compelidos a hacer algo, o cambia el curso de nuestras acciones,
le atribuimos una intencionalidad que puede ser errada, y esto termina
contribuyendo a empeorar las cosas. Las personas que realmente son
habilidosas manipulando, consiguiendo que los demás hagan algo por ellas,
suelen ser tan efectivas que los demás no se dan cuenta. La mayoría de los
consultantes con ideación suicida muchas veces tienen justamente el problema
de no ser tan efectivos consiguiendo modificar su entorno.
Preguntar claramente y evaluar la situación, no asumir intenciones, dar siempre
el beneficio de la duda, comenzar asumiendo lo mejor del otro y salirse de las
discusiones centradas en averiguar quién tiene razón (o más poder) podrían ser
posturas que nos hacen salir de la interpretación sobre la manipulación.

4. La persona dice que no tuvo intención, pero la severidad del accidente indica
otra cosa.
Es posible que las personas cercanas o incluso los profesionales de la salud se
enreden en discusiones detectivescas sobre la intencionalidad suicida. Pero a
veces ponerse en ese polo puede atentar porque reduce la comunicación o
comunica desconfianza. La falta o exceso de confianza pueden causar
problemas, y podemos movernos entre esos extremos, la confianza y la
desconfianza representan extremos de una línea contínua, oscilante, y puede
cambiar con el tiempo y nada es perfecto. Sin embargo, es siempre beneficioso
tener una relación donde se espera lo mejor de otro, y es crucial crear un
ambiente de confianza en donde todos le creen a todos.

5. Quienes hablan de eso tanto no tienen intención de hacerlo.


Las investigaciones muestran que la gran mayoría de las personas que hicieron
una tentativa habían dicho algo y pensado sobre el suicidio antes. Quizás
deberíamos comenzar a entender que hablar es una forma de pedir ayuda.

6. Las personas que se matan son cobardes o, en su defecto, hay que ser muy
valiente para matarse y otras creencias sobre el suicidio
La idea de valentía, puede ser un concepto que nos llena de juicios de valor y
nos impide tomar decisiones sabias en momentos difíciles. En nuestra cultura
tenemos muchas maneras de referirnos negativamente al suicidio o incluso por
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momentos positivamente, como “descansa en paz” y “ha dejado de sufrir”,


ambas frases son sumamente complejas ya que nadie sabe a ciencia cierta si
eso es una consecuencia de morir (si efectivamente la gente muerta descansa o
ha dejado de sufrir).
Si nos detenemos a pensar, a veces nos adherimos a ideas que pueden ser
ambivalentes, extrañas o incluso equivocadas. Matarse y la valentía no parecen
muy relacionadas, especialmente si hablamos de una conducta suicida que
ocurre en un momento tan emocional donde las acciones impulsivas están
teñidas de procesos mentales perturbados por las mismas emociones (es decir:
nadie toma una decisión así porque lo ha pensado bien, porque para pensar
bien uno debería no estar tan perturbado por las emociones y problemas) . La
mayoría de las veces ocurren en momentos de una tormenta emocional, donde
estamos seguros de que ninguna decisión podría ser valiente o cobarde, si no,
en todo caso desesperada.
Esta discusión podría extenderse, por ejemplo, a que pareciera que algunos
suicidios son más justificables que otros, enfermedades terminales o incluso por
razones superiores como la religión, una nación, o para salvar la vida de otra
persona, o para evitar un mal mayor (ser ajusticiado, violentado por otro). Esto
permite, a veces, conversaciones sobre la “razonabilidad” del acto, cosa que no
siempre es el camino efectivo en una charla con alguien con ideación suicida.

7. Si dice tanto que se va a matar significa que no lo va a hacer.


Si bien hay suicidas que no lo han comunicado antes, la amplísima mayoría de
ellos han hablado de esta idea en otros momentos. Comunicar el deseo de
matarse es un factor que indica riesgo inminente.

¿Qué hacer cuando alguien comunica directa o indirectamente ideas de suicidio?

Vamos a dividir esta orientación entre efectivamente qué hacer y cómo hacerlo. Debe
quedar claro que el objetivo, las mejores intenciones, es conseguir disuadir y
encaminar una consulta con un especialista en salud mental.
Veamos qué hacer (PEDRA):

1. Preguntar: No temas preguntar cosas, sobre la intensidad de las ideas o el


riesgo. Siempre es mejor preguntar que no hacerlo. Preguntar claramente
(“¿Estás pensando en matarte?”).
2. Escuchar: Prestar atención a lo que uno oye. Estar atento, dispuesto y
presente. A veces las personas quieren hablar de este tema, otras veces es
necesario mostrar disponibilidad a escuchar sin emitir juicios de valor a
personas que están menos comunicativas.
3. Disuadir: Cuando le preguntaron a una especialista en suicidio llamada Marsha
Linehan qué es lo primero que le diría a una persona con ideas de suicidio ella
respondió: Que no es una buena idea. Recuerda que no es tu tarea tratar la
ideación, por eso es importante el tercer paso, pero puedes intentar disuadir y
continuar hablando (Linehan, 2017).
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4. Referir: El objetivo de la conversación es conseguir ayuda especializada.


Asegúrate que esta conversación se dirige hacia acompañar al familiar o la
persona a un tratamiento adecuado. Intenta que no termine en el aire (“no te
preocupes, lo retomaremos después”, “volveremos a hablarlo”). Consigue que
la persona diga en voz alta y clara que se compromete a recibir a ayuda
profesional.
5. Acompañar: Muchas veces el acceso a recibir atención es complicado,
acompaña a la persona a pedir ayuda. Los obstáculos aquí son varios: A veces
es financiero, burocracia del sistema de salud, miedo a las consecuencias de
una consulta con ideación suicida como una hospitalización, o al estigma.
Debemos acompañar a que la ayuda profesional se haga efectiva.

Veamos cómo tener esta conversación (14 consejos):

1. Estar atento, escuchar abiertamente, sin juicios, ser compasivo, mostrar


disponibilidad y cercanía.
2. Estar dispuesto a hablar de manera natural y abierta de la muerte. La muerte
es inevitable, es lo que define un poco a lo que llamamos vida. Sin embargo, lo
hemos convertido en un tema tabú, nos da aprensión, temor, nos llena de
pensamientos mágicos como creer que si hablamos de algo eso ocurre.
También tenemos ideas sobre qué dejaría de suceder (por ejemplo, dejar de
sufrir) o pasaría después de la muerte (ir con Dios, ir al cielo, reencarnar).
Mostrarse dispuesto a hablar de la muerte puede ser vital.
3. Evitar comentarios peyorativos de la conducta de suicidio. No confrontes
directamente, especialmente al comienzo de la conversación, quieres que fluya
y pueda continuar, sin castigar que se está hablando de un tema sensible.
4. Presentar la conducta suicida como una respuesta a un problema pero
sostener que no es una buena idea, es inefectiva para resolverlos y no muy
adaptativa. Esto debe ser claro en esta conversación, puedes entender que con
cierta emoción o en cierto contexto aparezca esta idea, pero no validarás la
idea como una solución.
5. Implicar a los otros significativos, intenta que esta coversación no quede en un
acuerdo secreto o silencioso, no te quedes tu también sólo y sin apoyo.
Aumenta el apoyo de otros miembros de la red social y no olvides que esta
conversación debe dirigirse a conseguir ayuda profesional. La conversación
debe extenderse a un compromiso de poder hablar con otras personas
relevantes (maestros, padres, madres, hermanos, amigos).
6. Evita posturas omnipotentes o aceptar la responsabilidad por la conducta
suicida del otro, no eres responsable de la muerte ni el guardián de la vida.
7. No entres en discuciones, nota la emoción que activa la discusión, recuerda
que esta conversación tiene como objetivo disudir y conseguir ayuda, no en
saber quién tiene razón.
8. Está atento a la emoción del momento y reconócela (“entiendo que estés
triste”, “veo que estás con mucha vergüenza”, “entiendo que esto te
sobrepasa”). Pon atención al afecto, antes que al contenido. Recuerda que el
capítulo de validación de este libro te ayudará a tener una conversación más
fructífera. Las emociones que aparecen asociadas al suicidio no son siempre las
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mismas, la tristeza por algo que se ha perdido, el miedo a que nada cambie o al
futuro, la vergüenza por no cumplir con expectativas de los demás o propias,
los celos o la envidia, o sentirse humillado. Pregunta abiertamente ¿Qué estás
sintiendo ahora?, o lee las expresiones del otro (Fruzzetti, 2006, 2008).
9. Intenta identificar el problema a resolver, algo está pasando que aparece como
irresoluble (“Quiero entender qué es lo que está pasando”). Orienta la
conversación hacia la solución del problema. Pueden ser muy variados,
complejos o incluso parecer como irresolubles, pero no pierdas la posibilidad
de resolverlos si están en tus manos. Por ejemplo, un adolescente comenzó a
tener ideas de suicidio posterior a un episodio de matoneo (bulling) en la
escuela. Su madre inmediatamente tomó cartas en el asunto, le dijo que él era
muy valioso y amado, que la situación era injusta y ese mismo día se involucró
con la escuela para resolver el problema. La intencionalidad suicida
desapareció completamente.
10. Connota positivamente que la persona está pidiendo ayuda al hablarlo contigo,
orienta y acompaña a que pida ayuda profesional lo antes posible. Muchas
personas con ideación suicida tienen grandes problemas en poder pedir ayuda,
es parte de la dificultad en la resolución si lo miras en detalle.
11. Pedir ayuda puede estar impedido por la desesperanza, el aislamiento o la
vergüenza. Pero también puede haber ocurrido que cuando la pidieron algo
sucedió para que no lo intentase nuevamente, alguien invalidó algo, se los
criticó, se los aisló (por ejemplo, una hospitalización), o la ayuda fue poco
operativa.
12. Provee consejos y sugerencias directas “Creo que deberíamos hacer una
consulta”, “Creo que nos es una buena idea que te quedes solo”, “Se me ocurre
que podríamos intentar juntos resolver este problema”. Recuerda cuando des
consejos que se ajusten a las posibilidades que tiene la persona de ponerlos en
práctica, no hay nada más desolador en una penosa subida que darse cuenta
de que la montaña es aún más alta, los consejos deben ajustarse a los recursos
disponibles.
13. Siempre mantiene una actitud esperanzada sin que suene invalidante. Si bien
puedes transmitir que entiendes el sufrimiento del otro, encuentra una manera
de generar esperanzas que no sea superficial o insensible. Por ejemplo:
“Entiendo que esta idea con todo el malestar que estás sintiendo aparezca en
tu cabeza, creo que tenemos que pedir ayuda, vamos a buscarla y la
encontraremos juntos”, “Conozco a muchas personas que, a pesar del dolor,
que lograron salir de este infierno”, “En este momento quizás parezca
imposible, pero hay tratamientos efectivos para lo que está pasando”.
14. Recuerda que esta conversación tiene efectos también en ti. Y cómo nos
sentimos puede ir cambiando a lo largo de la conversación. Las emociones
pueden también hacernos meter la pata, por eso es tan importante
preguntarnos cómo nos vamos sintiendo y estar conectados con nosotros
mismos.
Es razonable que tenga miedo, pero si el miedo hace que me aleje no sería muy
útil (“No sé qué hacer”, “me da miedo que se mate”, “es demasiado para mi”).
Puede ser razonable enojarme (“por qué ahora”, “no puedo controlarlo”, “es
con un propósito”, “me lo hace a mí”) y atacar a alguien que sufre. Puede
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darme mucha tristeza, tanta que me den ganas de llorar sin parar, que no
pueda pensar claramente, me quede mudo y apagado (“No podría soportar
perder esta persona”). Puede darme vergüenza (“no puedo tener esta
conversación aquí”, “es demasiado íntimo”, “es demasiado para mi”) y querer
acabar ya mismo la conversación. Puede se entendible que me desespere y
terminar haciendo cosas impulsivas que no funcionen. Puede darme tanta pena
o lástima que crea que matarse es una buena idea. Aunque suene repetitivo:
¡todas estas emociones son entendibles, razonables en ese contexto, debo
estar atento a no seguir sus indicaciones!.

¿Qué hacer cuando un familiar o alguien significativo comunica con frecuencia en


ciertos contextos que quiere matarse?

Es un tema complicado cuando la persona que queremos comunica con frecuencia que
tiene ganas de morir verbalmente o con una acción. No es fácil tener una respuesta
lineal a esa pregunta, porque depende de cada caso.
Nos encontramos con un dilema: Por un lado, siempre la comunicación sobre el
suicidio debe ser tenida en cuenta como un aumento del riesgo de que la conducta
ocurra, y por el otro, a veces responder a la comunicación retirando una demanda o
reduciendo alguna exigencia pueda hacer que este tipo de comunicación aumente. Por
ejemplo, en una pareja con una intensa relación con crisis emocionales, podría suceder
que frente a la separación o al abandono de una de las partes, el otro comunique,
dentro de su sufrimiento, que vivir sin la otra persona no tiene sentido y piensa en el
suicidio. Si la parte que decide la separación decide volver, promete no abandonar
más, intentarlo nuevamente sólo controlado por el temor u alguna otra emoción,
podría instalarse un circuito que puede repetirse muchas veces. Estas situaciones
pueden hacer que uno se sienta atrapado y vulnerable. Nadie puede asegurar que si,
en algún momento la separación está en firme, la otra persona no intentará matarse, y
por el otro lado, si no se promueve una separación en firme, la situación podrá
repetirse circularmente.
Una persona consultó una vez con la siguiente idea: “Temo que, si tenemos una
discusión, él termine matándose, no se qué hacer”. Sin duda, enunciar que uno tiene
intenciones de matarse no representa nunca que las cosas están bien, pero por el otro
lado, ¿Es posible tener una relación en la que no se puede hablar? No hay una
respuesta linear. Y como hemos visto, podría no ser una manipulación, sino una
sincera desazón donde la vida carezca de sentido sin el otro, y la idea de matarse es
genuina y válida para esa persona para lidiar con ese problema. Si estás en esta
situación, es el momento para que hagas una consulta, pidas ayuda, tu mismo para
recibir ayuda y saber lidiar más efectivamente con esta situación.
También podría ocurrir en situaciones donde habitualmente el nivel de exigencia o
demandas aumenta, la persona comunica su intención de matarse en forma de
amenaza y donde con frecuencia, en modo “a veces si, otras veces no” este tipo de
comunicación hace reducir esas exigencias o demandas. Por ejemplo, las exigencias
académicas o laborales. La persona que comunica ideación, inadvertidamente para él o
ella y su contexto, acaba de recibir un posible refuerzo, las demandas se reducen
12

cuando comunica que quiere quitarse la vida y por lo tanto quizás si la demanda
externa aumenta hay más posibilidades que la idea aparezca.
Esta situación aparece con las ideas de suicidio, comunicadas o sólo experimentadas
internamente, las conductas de auto daño y las tentativas de suicidio.
En este libro varios capítulos te proveerán de información sobre validación,
comprensión de la naturaleza de la relación y del sufrimiento que permitirán que
tengas mejor idea sobre cómo debes reaccionar (Fruzetti, 2006, 2008).
Las investigaciones y la experiencia clínica demuestran que este tipo de relación
genera mucho desgaste y estrés, tanto en quien lo dice como en quien recibe ese
mensaje. Escuchar la disposición a matarse de alguien querido tiene efectos sobre la
salud mental e incluso física. Es agotador, las personas refieren oscilar entre la
compasión y el enojo, sentirse desorientados e incluso tener también ideas de
desaparecer.
Si tienes alguien querido o de quien te sientes responsable que tiene este estilo de
comunicación, no caben dudas que debes consultar por ti mismo, incluso con otros
miembros de la familia o red social. Puedes hacer una consulta con un profesional de
salud mental que tenga experiencia en este tema o, participar de entrenamientos para
familiares y allegados específicos que tengan probada eficacia. Hay varios programas, a
menudo grupales, averigua si los hay disponibles cerca de donde vives.
Las intervenciones de orientación a familiares y allegados para consultantes suicidas
reducen significativamente el burn out de las familias y los allegados e incluso tienen
efectos benéficos directos en el tratamiento de los pacientes con problemas de salud
mental. Consultar por ti, ayuda a la persona que quieres.

¿Qué hacer si alguien está efectivamente haciendo una tentativa o la a hecho?

Inmediatamente pide ayuda al servicio de emergencias, bomberos o policía según se


estén organizadas las urgencias donde ha ocurrido el evento.

Las escenas donde se habla de la muerte y en suicidio en la vida cotidiana pueden ser
muy variadas. A veces pensamos que alguien está con ideas de quitarse la vida cuando
vemos sufre demasiado, o le pasan demasiadas cosas negativas. Otras, es algo que nos
dicen abiertamente. Otras son después de que una tentativa ocurrió y estamos frente
a los hechos posteriores. Pero siempre, en todos los casos, nos desafía, nos interpela.
¿Qué es de todos modos la vida?, ¿cuánto puedo cambiar la suerte de un evento?,
¿tengo derecho a inmiscuirme?
Aquellos profesionales de la salud mental que trabajan con personas que han hecho
intentos, han tenido ideas o han tenido conductas problemáticas, pueden testimoniar
que la inmensa mayoría de las personas que han pasado por esto, vuelven a agradecer
haber sido rescatados. Incluso si han tenido recaídas, incluso si la vida no ha sido fácil.
Siempre dicen que, para convencerse de ofrecer esta ayuda, de inmiscuirse, basta
escuchar a los sobrevivientes de esta historia.

Bibliografía

Who, 2019. Buscar en https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/suicide


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Fruzzetti, A.; (2008) Understanding Validation in Families. Borderline Personality Disorder: Research
Across the Lifespan and Clinical Applications for Treatment. October 18-19, Minneapolis. Conference.

Fruzzetti, A.; (2006) The High-Conflict Couple: A Dialectical Behavior Therapy Guide to Finding Peace,
Intimacy, and Validation. Okland, CA. New Harbinger Publications.

Linehan M., (2008) Suicide Intervention Research: A field in Desperte Need for Development. Suicide
and Life Threatening Behavior. Oct.

Linehan, M., (1993), Cognitive-Behavioral Treatment of Borderline Personality Disorder. New York, NY.
The Guilford Press.

Linehan M. (1993) Cognitive-Behavioral Treatment of Borderline Personality Disorder. The Guilford


Press.

Linehan, M. (1997). Validation and psychotherapy. In A. Bohart & L. Greenberg (Eds.), Empathy
reconsidered: New directions in psychotherapy (pp. 353–392). Washington, DC: American Psychiatric
Association.

Linehan, M.M. (2009) University of Washington Risk Assessment Action Protocol: UWRAMP, University
of WA, Unpublished Work.

Comptois, Landes: Manejo de Crisis y Tratamiento de la tendencia suicida desde una perspectiva
Conductual Capítulo 28 en el libro STEVEN C. HAYES, PhD STEFAN G. HOFMANN, PhD: PROCESS- BASED
CBT The Science and Core Clinical Competencies of Cognitive Behavioral Therapy, New Harbinger
Publications, Inc. 5674 Shattuck Avenue, Oakland, CA (2018).

Boggiano, Gagliesi: Terapia Dialéctico Conductual (DBT), Editorial Tres Olas, Buenos Aires, 2017.

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