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punto de partida es necesario para generar aprendizajes significativos para la vida de las y los

jóvenes, adultos y adultos mayores que habitan los centros educativos de la provincia de
Buenos Aires. Esos saberes de la “experiencia vivida” (Freire, 2002) se constituyen en el
punto de partida. El reconocimiento de los procesos vividos por las y los estudiantes como
procesos de aprendizaje implica reconocerlas y reconocerlos como sujetos activos y
afirmativos.

Es tarea de las y los docentes ofrecer herramientas y tender puentes entre estos saberes
cotidianos que las y los estudiantes construyen sobre la realidad y el conocimiento escolar.

En este marco, se considera necesario señalar algunas orientaciones, que pretenden atender,
tanto o más que a los contenidos a desarrollar, al diseño de las actividades en que se
trabajarán esos contenidos, con propuestas contextualizadas, que tengan sentido para las
propias y los propios participantes. Se plantearán situaciones a resolver y/o proyectos de
acción que promuevan el aprendizaje integrado de la lengua oral y escrita, así como otros
modos semióticos (numéricos, gráficos, ilustraciones, articulaciones audiovisuales) que
caracterizan las prácticas sociales.

Esto no significa renunciar a los objetivos propios de las disciplinas, sino apuntar a que estos
aprendizajes se produzcan a través de la participación en actividades situadas que generarán
las oportunidades para movilizar recursos y estrategias. A su vez, partiendo de las
experiencias de uso, será posible la sistematización y reflexión sobre aspectos específicos del
lenguaje (los géneros, las estrategias de organización textual, la importancia de precisión
léxica o el ajuste a la normativa).

De este modo, los aprendizajes cobran sentido dentro de un hacer integrador, una actividad y
un proyecto que se busca resolver. Si bien la o el docente tiene en cuenta los objetivos de
aprendizaje disciplinar, estos no se transforman en los objetivos de la actividad, sino que se
alcanzan como efecto de las actividades realizadas. Las actividades están ancladas en las
experiencias vividas de las y los estudiantes y no en la lógica disciplinar. Se sugiere planificar
las dinámicas de participación en las clases, priorizando la variedad de contextos
comunicativos (individuales, en pares, grupales o con interlocutores externos a la clase; en
interacciones orales o escritas; en papel o digitales) favoreciendo situaciones que requieran
intercambiar, discutir y negociar más que aplicar una consigna indicada.

Estas situaciones comunicativas abarcan todas las áreas de conocimiento y constituyen en sí


mismas contextos de aprendizaje, ya que participar en las prácticas deliberativas en torno a la
búsqueda, interpretación y producción de contenidos requiere el despliegue de diversos
recursos en el uso del lenguaje. Por ejemplo, crear situaciones para el uso de materiales
complementarios al texto, tales como videos, gráficos, música.

Se reconoce que el hacer con otras y otros pares favorece la autonomía de las y los
estudiantes en el marco de lo colectivo, y les permite apropiarse de las actividades a realizar
según sus posibilidades y sus propios intereses y prioridades.

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