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En espacios de educación superior, los estudiantes se enfrentan a un nuevo mundo que no

espera de ellos un aprendizaje pasivo, sino que se formen como profesionales capaces de aportar
ideas y contenido de relevancia para la comunidad académica. Para esto, una de las competencias
más importantes es la escritura académica, la cual aparte de ayudar a los estudiantes en el
proceso de construcción y transformación del conocimiento, también será una habilidad
indispensable si quieren dedicarse a la investigación. 
Para el desarrollo de estas capacidades, es necesario contar con una buena tutoría de
docentes con buena comprensión y formación en escritura académica que sepan identificar la
raíz estructural de los errores en los escritos de sus estudiantes. Es un proceso lento y
complicado, ya que es difícil corregir las malas costumbres de los estudiantes, pues suelen estar
arraigadas al momento primero en que comenzaron a escribir.  
Sin embargo, las deficiencias que existen en la educación básica primaria y básica
secundaria en materia de escritura suelen ser un problema que afrontar en ámbitos universitarios.
Como reveló un estudio publicado en la Journal for the Study of Education and Development
(Villalón, 2009, p. 13), los estudiantes de secundaria tienden a tener una concepción más
reproductiva que productiva o epistemológica de la escritura, y mientras que los universitarios
demuestran una mayor inclinación hacia este segundo tipo, siguen estando lejos de alcanzar un
nivel elaborado, demostrando capacidades de escritura inferiores a lo esperado.  
Aun así, como lo menciona Clemente en su artículo sobre la escritura académica (2017),
muchos docentes tienden a dar por sentado que los estudiantes ya cuentan con las capacidades
básicas de escritura desde la secundaria, ya que prefieren no empeñarse en corregir aquellos
vacíos o, como eufemísticamente lo llaman, “lagunas”. Lo cual representa una gran
complicación para los estudiantes a la hora de enfrentarse a las distintas actividades académicas
que se les proponen. Por esta razón, se plantea que es esencial que los colegios ofrezcan una
adecuada familiarización con la escritura académica para que los estudiantes estén más
preparados para enfrentar los retos de la educación superior. 
Estos vacíos que los estudiantes presentan se pueden reflejar en problemas más puntuales
que se relacionan con su falta de experiencia y familiarización no sólo con la escritura académica
en sí, sino también con la falta de conocimiento del área de conocimiento específica que se
intenta abordar, esto debido a la naturaleza muy general y poco exhaustiva de las tareas de
escritura en los colegios. Estos problemas, según señalan Rodríguez Hernández y García Valero
(2013), pueden presentarse antes, durante y después de la escritura.  
En las tres etapas, las distintas dificultades que pueden presentarse afectan fuertemente la
sustentación de las ideas, haciéndolas inconexas, inexactas, poco verídicas y poco relevantes.
Esto impide que los estudiantes encuentren enriquecedora esta actividad, y la encuentren
impráctica y poco relevante para su proceso de aprendizaje, lo que los limita a acceder a las
posibilidades que esta ofrece.  
Esto se sustenta con el conocido modelo de la Taxonomía de Bloom, el cual ilustra el
aprendizaje a través de los distintos niveles cognitivos y es frecuentemente citado por profesores
para establecer objetivos y estándares de aprendizaje. En su modelo más actualizado, se incluyen
actividades como analizar, evaluar y crear, los cuales se clasifican como los de mayor carga
cognitiva, es decir, los que derivan en el máximo aprendizaje (Krathwohl, 2010). Estas tres
actividades están presentes en el proceso de escritura epistemológica. Sin embargo, esta
actividad puede acarrear cierta frustración en los estudiantes al no disponer de las competencias
para ejecutarla en plenitud, limitándolos en el aprovechamiento de esta herramienta para
profundizar y enriquecer los conocimientos adquiridos, pudiendo sentirse estancados en su
progreso académico.  

Este vacío que deja la falta de alfabetización académica, también puede ser una de las
razones por las cuales hay altos niveles de deserción en las universidades colombianas. Según lo
indican Bravo Castillo y Mejía Giraldo, el déficit de educación en lectura y escritura que los
estudiantes obtienen en los niveles básicos de educación afectan también sus habilidades de
comprensión y argumentación, las cuales son fundamentales para obtener un rendimiento
positivo en la universidad, sobreviniendo la deserción en las distintas áreas del conocimiento
(Bravo Castillo & Mejía Giraldo, 2010, p. 86), lo cual deja en claro otra de las necesidades que
hacen indispensable el reforzamiento de la educación en lectura y escritura en los colegios.  

Para concluir, es pertinente reconocer la diferenciación que existe en esta problemática a


través de los distintos estratos sociales en Colombia, y es que, como lo describen Bravo Castillo
y Mejía Giraldo al citar a Bernstein, los estudiantes provenientes de un contexto familiar y social
de alto estatus demuestran mayores capacidades de argumentación a comparación de aquellos de
uno más humilde (Bernstein, B, 1994 como se citó en Bravo Castillo & Mejía Giraldo, 2010, p.
92). Así, se observa que la necesidad de mejorar la alfabetización académica es mucho más
enfatizada en el sistema de educación público, para que sea posible compensar dichos
desbalances y contribuir a la construcción de una educación mucho menos inicua.

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