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UNIDAD 4

DERECHO DE OBLIGACIONE y CONTRATOS


El derecho de obligaciones es uno de los aspectos en los que el Derecho romano más ha influido sobre las modernas
legislaciones. Pueden citarse la creación de tres importantísimos principios:
a. El principio del "enriquecimiento injusto" evita que alguien pueda enriquecerse injustamente a costa de otra
persona.
b. La categoría de los contratos consensuales, contratos que se perfeccionan -nacen- y surten efecto -son eficaces-
por el mero consentimiento o acuerdo de los contratantes, sin que sea necesario que dicha voluntad se
manifieste de una forma específica.
c. El principio de la bona fides, principio que obliga a las partes a cumplir sus obligaciones no sólo en base a lo que
expresamente hayan pactado, sino conforme al principio de la buena fe.
Estos dos últimos principios se recogen expresamente en nuestro Código civil, artículo 1258.
5.1 TEORIA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES
I.- CONCEPTO Y ELEMENTOS DE LA OBLIGACION. LA PRESTACIÓN Y SUS REQUISITOS.
La obligación (o derecho de crédito) puede definirse como una relación jurídica entre dos o más personas y por la que
una, acreedor, puede exigir de otra, deudor, una determinada prestación.
Son elementos integrantes de toda obligación:
a) Un sujeto activo o acreedor, que es el que tiene la facultad de exigir la prestación. La posición de acreedor
puede ser ocupada por una o más personas físicas o, incluso, jurídicas.
b) Un sujeto pasivo o deudor, que es el obligado a realizar la prestación. La posición del deudor puede ser ocupada
por una o más personas físicas o jurídicas.
c) Un objeto o prestación, que no es otra cosa que la actividad que ha de desplegar el deudor. Esa actividad puede
consistir en dar, hacer o no hacer alguna cosa.
Cualquiera que sea la prestación objeto de la obligación ha de cumplir unos requisitos:
- POSIBLE: El primer requisito de la obligación es que sea posible. Obligarse a realizar algo que sea absolutamente
imposible realizar, equivale a no obligarse a nada. La imposibilidad que impide el nacimiento de la obligación es la inicial.
Así, el hecho de que la prestación fuera posible en el momento de constituirse la obligación y que, por circunstancias
posteriores, haya devenido imposible (imposibilidad sobrevenida) no afecta al nacimiento de la obligación. En todo
caso, tal imposibilidad producirá efectos posteriores en el momento del cumplimiento, dando lugar unas veces a que la
obligación se extinga sin más o que la obligación se transforme en el deber de prestar al acreedor la correspondiente
indemnización de daños y perjuicios.
- LICITA Y MORAL o, lo que es, jurídicamente posible. Es decir, que no sea contraria al ordenamiento jurídico ni a
la moral.
- DETERMINADA o DETERMINABLE: El deudor ha de conocer, en el momento de constituirse la obligación, a qué
se está obligando. La indeterminación de la prestación permitiría al acreedor exigir lo que quisiera, o al deudor realizar la
prestación que tuviera por conveniente. Sería una prestación indeterminada y no podría engendrar una obligación. Lo
que sí es admisible es que la prestación quede inicialmente indeterminada pero siendo susceptible de ulterior
determinación sin necesidad de nuevas declaraciones o de nuevo convenio entre las partes, sino mediante un medio ya
previsto para poner fin a la indeterminación inicial.
II.-CLASES DE OBLIGACIONES. OBLIGACIONES SOLIDARIAS Y MANCOMUNADAS.
En los derechos de crédito puede existir una situación de cotitularidad, es decir, varios acreedores frente a un solo
deudor, o un solo acreedor frente a varios deudores, o bien varios acreedores y varios deudores, dando todo ello lugar a
las obligaciones llamadas pluripersonales o con pluralidad de sujetos. La pluralidad de sujetos en la obligación puede ser
inicial, porque así se haya contraído, o sobrevenida, ya que una obligación originariamente unipersonal puede
convertirse en pluripersonal por circunstancias ocurridas después. En cuanto al funcionamiento de las obligaciones con
pluralidad de sujetos, estas pueden ser de dos clases: mancomunadas y solidarias. Tanto en unas como en otras, puede
ser la pluralidad activa (o de acreedores) o pasiva (o de deudores), o a la vez activa y pasiva, aunque esto es menos
frecuente en la práctica.
• Las obligaciones mancomunadas (parciarias) son aquéllas en que el crédito o la deuda se dividen en tantas
relaciones obligatorias distintas cuantos son los cotitulares. En el caso de varios acreedores mancomunados
cada uno de ellos sólo puede exigir del deudor la parte que a prorrata le corresponda; y si son varios los
deudores mancomunados, cada uno de ellos sólo está obligado a prestar su parte. Si tres personas tienen un
crédito mancomunado de 150, cada uno de ellos tiene un crédito de 50. Cada acreedor sólo tiene derecho a 50,
y cada deudor sólo debe 50.
• Las obligaciones solidarias se caracterizan, en el caso de solidaridad pasiva (de deudores) porque cada deudor se
obliga por sí a cumplir toda la prestación, de modo que el acreedor puede exigir la prestación íntegra de
cualquiera de ellos; y cumplida por uno de los deudores, los demás quedan liberados frente al acreedor. En el
caso de solidaridad activa (de acreedores), el crédito corresponde íntegramente a todos y cada uno de los
acreedores, cualquiera de los cuales puede reclamar y recibir la prestación total; y si el deudor paga a uno de
ellos, queda liberado respecto a los demás.
La solidaridad pasiva es la mas frecuente y la mas importante, en cuanto robustece la posición del acreedor, en
un doble sentido: permitiéndole elegir, entre los varios deudores, al de mayor solvencia para dirigirse contra él,
y además, porque la posible insolvencia de alguno de los deudores no ha de ser soportada por el acreedor sino
por los otros deudores.
Cuando las obligaciones con pluralidad de sujetos nacen de pacto, la regla general es que han de entenderse
mancomunadas, siendo necesario, para que tengan carácter solidario, que expresamente se haya establecido así. La
obligación pluripersonal es mancomunada, si no se ha pactado expresamente la solidaridad. Esto no obstante, existen
también obligaciones que son solidarias ex lege, es decir, casos en que es la propia ley la que atribuye a las obligaciones
ese carácter (caso de muerte del deudor, del comodato en el que existen varios comodatarios...).
III.-GARANTIA DE LAS OBLIGACIONES
En el Derecho romano primitivo la única garantía con la que el acreedor contaba para la satisfacción de su crédito era la
persona del deudor. Así, con el transcurso del tiempo esa responsabilidad personal es sustituida por una responsabilidad
patrimonial, lo que significa que, incumplida la obligación, puede el acreedor dirigirse contra el patrimonio del deudor.
Ahora bien, esa responsabilidad patrimonial tiene el inconveniente de que se refiere a los bienes que tenga el deudor en
el momento de exigibilidad de la obligación, por lo que si para entonces el deudor carece de bienes, el acreedor resultará
insatisfecho. Ello hace que, deudor y acreedor acuerden mecanismos para reforzar la seguridad de este último de que
verá satisfecho su crédito. Son a estos mecanismos voluntarios, que se suman a la responsabilidad patrimonial universal,
a los que nos referimos cuando hablamos de garantía de las obligaciones. Estas garantías pueden ser de muy diversa
índole, aunque pueden clasificarse, en dos grupos: reales y personales. Las primeras se caracterizan porque consisten en
atribuir al acreedor un poder directo e inmediato sobre un objeto con el cual podrá satisfacerse en caso de
incumplimiento; dicho poder está protegido con una acción real que permite al acreedor perseguir la cosa allí donde se
encuentre. Las garantías personales consisten en que el mismo deudor o un tercero se comprometen a cumplir o
indemnizar en caso de incumplimiento, teniendo el acreedor una acción personal frente al obligado.
A. LA FIANZA Y SUS MODALIDADES.
La fianza es una figura en virtud de la cual un tercero (fiador) se compromete a cumplir en caso de no hacerlo el
deudor. Aunque no era la única, la forma más importante de fianza en el derecho romano es la adpromissio,
llevada a cabo mediante un contrato verbal.
B. LA CLÁUSULA PENAL.
La cláusula penal es un acuerdo que se añade a una obligación por el cual el mismo deudor se compromete a
realizar una segunda prestación en caso de que la obligación principal no sea cumplida por él. Algunas veces, la
cláusula penal se hacía mediante una estipulación añadida a la obligación principal.

IV.- INCUMPLIMIENTO DE LAS OBLIGACIONES


En los casos en que, llegado el vencimiento de la obligación, ésta no sea cumplida -o lo sea defectuosamente- habrá que
analizar cuál fue la conducta del deudor, ya que de ello dependerá que pueda o no pueda exigírsele responsabilidad.
Esta responsabilidad, derivada del incumplimiento de una obligación preexistente se conoce como responsabilidad
contractual, contraponiéndose así a aquélla que surge por el simple hecho de haber causado un daño a un tercero, y sin
que entre este último y el causante del daño exista previamente vínculo obligatorio alguno. Este último tipo de
responsabilidad se denomina extracontractual o Aquiliana.
A) CAUSAS DEL INCUMPLIMIENTO.
1) El dolo. Aplicado a la obligación, supone que el deudor, observa una conducta que impide el
cumplimiento de la prestación. Cuando el deudor incumple, está siempre obligado a responder, con
independencia del tipo de obligación de que se trate. Por ello, el pacto de no exigir responsabilidad por
dolo es nulo.
2) La culpa y sus grados. La culpa equivale a negligencia, esto es, falta de cuidado o diligencia. El deudor
incurre en culpa cuando el incumplimiento se produce, por no haber prestado la atención suficiente.
Ahora bien, aun cuando falta aquí el elemento intencional del deudor, la responsabilidad por culpa es una
responsabilidad subjetiva, en la medida en que supone un incumplimiento imputable al deudor o que ha
sido la conducta de éste la que ha provocado la falta de cumplimiento.
- La determinación de cuándo el deudor no ha actuado con la atención o cuidado suficientes es una cuestión
compleja. Por esta razón, los juristas romanos trataron de elaborar modelos que sirvieran de referentes para medir y
calificar la conducta del deudor, y que permitieran apreciar si éste había actuado o no con la suficiente diligencia. Este
patrón era el bonus paterfamilias o bonus vir, un padre de familia prototípico que no se identifica con ningún
paterfamilias real.
- Por lo que a los efectos de la culpa se refiere, en caso de incumplimiento por negligencia no siempre
debía el deudor de responder. Ello dependía, fundamentalmente, de los pactos que hubieran realizado
deudor y acreedor o de lo que las normas hubieran previsto para el tipo de obligación del que se trate.
3) Caso fortuito y fuerza mayor. El caso fortuito puede definirse como toda imposibilidad sobrevenida de
cumplimiento que no es imputable al deudor; es decir, que no ha sido causada por una actitud dolosa o
por la falta de diligencia de éste. En definitiva, se trata de circunstancias que, aunque evitables, no
hubieran sido previstas por un hombre normalmente diligente. Como supuestos típicos dentro del caso
fortuito pueden señalarse la muerte o pérdida, por causas naturales… Distinto del caso fortuito son los
supuestos de fuerza mayor que no sólo no son previsibles sino que son inevitables.
- En cuanto a la responsabilidad por caso fortuito, el deudor no responde de la imposibilidad que tiene
lugar en estos casos. Ahora bien, nada impide que, en relación a concretas obligaciones, la Ley
directamente o el acuerdo de las partes haga ampliar la responsabilidad del deudor hasta el caso fortuito.
En los que así ocurra, la responsabilidad del deudor será ya objetiva, en la medida en que será ahora el
hecho objetivo del daño causado el único fundamento de la obligación de indemnizar del deudor, sin que
sea tenido en cuenta la intervención o no en él de la voluntad o la conducta del deudor.
- Por último, puede ocurrir que la agravación de la responsabilidad del deudor se produzca como
consecuencia de determinadas actuaciones de éste.
4) Responsabilidad por custodia.
Además de los tres casos típicos a los que hemos hecho alusión, aparece en las fuentes romanas un cuarto
tipo de responsabilidad, la denominada responsabilidad por custodia. Esta medida de responsabilidad del
deudor es exigida en el caso de ciertos profesionales, tales como el patrón de un barco, el posadero o el
encargado de un establo. Estos deudores responden de la obligación de devolución de las mercancías,
equipajes o caballos, sin que puedan, eludir la obligación de indemnizar. Se trata de un grado de
responsabilidad más amplio que la culpa, configurándose como responsabilidad objetiva. Sin embargo, es más
limitada que el caso fortuito, en cuanto abarca sólo dos riesgos: el robo y los daños de terceros.
B) EFECTOS DEL INCUMPLIMIENTO.
Cuando tiene lugar el incumplimiento de la obligación, es importantísimo determinar la causa del incumplimiento
y si el mismo es imputable al deudor. Esta determinación, que se hará conforme a los criterios de dolo, culpa, etc,
hace que puedan tener lugar dos posibilidades:
• Incumplimiento no imputable al deudor. En este caso nada puede exigirse al deudor, que queda
completamente liberado. En concreto, si la obligación se incumple porque se ha hecho imposible, dicha
obligación se extingue sin más. Esto no obstante, ello no siempre significa una pérdida económica
definitiva para el acreedor, ya que el deudor tiene la obligación de cederle las acciones que tuviera contra
los terceros culpables del incumplimiento.
• Incumplimiento imputable al deudor. Cuando tiene lugar la imposibilidad sobrevenida de cumplimiento
de la obligación y de ella ha de responder el deudor, se producen un efecto fundamental que es la
perpetuatio obligationis. Es decir, la obligación no se extingue, sino que se perpetúa, si bien su contenido
se transforma: la antigua prestación es sustituida por una obligación de indemnizar el daño causado. Esta
indemnización podía tener un importe superior al de la propia obligación, ya que no sólo se incluye el
daño propiamente dicho.
C) EL RETRASO EN EL CUMPLIMIENTO: MORA DEBITORIS Y MORA CREDITORIS.
Distinto al incumplimiento de la obligación por imposibilidad sobrevenida es el retraso en el cumplimiento, que
puede ocasionar indudables perjuicios al acreedor.
En cuanto a las consecuencias de la mora debitoris, son fundamentalmente dos:
➢ agravación de la responsabilidad del deudor, que se amplía al caso fortuito
➢ obligación de abonar intereses.

V.-FUENTE DE LAS OBLIGACIONES.


Se llaman fuente de las obligaciones a los hechos que engendran una obligación. Una característica del sistema de
fuentes romano es el progresivo crecimiento del número de las mismas, en consonancia con el siempre creciente
desarrollo económico y comercial de la sociedad romana; a los pocos hechos a los que el ius civile consideraba al
principio como productores de obligaciones se añaden luego más por obra, del pretor.
Según las Instituciones de Gayo, la primera clasificación de las fuentes de las obligaciones es la que se hace entre las
manifestaciones de voluntad bilaterales, dirigidas a constituir un vínculo entre los manifestantes, y los actos ilícitos. Esta
bipartición no era, suficiente. Así, además de los contratos existían otras relaciones que, aunque no constituían
propiamente contratos, se apoyaban en declaraciones de voluntad lícitas. Igualmente, a los cuatro actos ilícitos
considerados como delicta, se añadieron otros casos de actos ilícitos, no considerados como delitos, pero a los que el
ordenamiento jurídico atribuía el efecto de crear, entre el autor y la víctima, una relación obligatoria por la cual el
primero estaba obligado a entregar al segundo una cantidad de dinero a título de pena.

En las Instituciones de Justiniano las fuentes de las obligaciones son clasificadas ya en cuatro categorías: contratos, cuasi-
contratos, delitos y cuasi-delitos. Para la clasificación de las diferentes relaciones obligatorias, los justinianeos crean la
categoría de los quasi contractus, en la que se recogen aquellas relaciones generadoras de obligationes que nacen de un
acto lícito unilateral y que, por tanto, en cuanto que carecen del elemento del acuerdo, no pueden ser calificadas como
contratos. La categoría de los quasi delicta y su diferenciación de los delicta tiene, un fundamento puramente histórico:
los primeros son los actos ilícitos a los que el pretor ha vinculado judicialmente el nacimiento de una relación obligatoria
entre los autores de estos actos y las víctimas, relación que tiene como objeto el pago de una suma de dinero a título de
pena; forman parte, pues, de las obligaciones pretorias; los segundos son los actos ilícitos a los que el ius civile había
vinculado ya el nacimiento de una obligatio; son, pues, según los bizantinos, obligaciones civiles.

5.2.SISTEMA CONTRACTUAL ROMANO. CONTRATOS VERBALES. LA STIPULATIO.


Dentro de las fuentes de las obligaciones especial importancia tiene el contrato, al que podemos definir como un
acuerdo de voluntades encaminado a crear, modificar o extinguir obligaciones. Mediante el contrato son los propios
interesados los que, con su voluntad, crean entre ellos derechos y obligaciones. En Roma, los contratos eran típicos;
esto quiere decir que sólo podían celebrarse los contratos previamente recogidos y regulados por el ordenamiento
jurídico. En los modernos ordenamientos se consagra el principio de autonomía de la voluntad, en el que los
particulares pueden optar entre celebrar un contrato típico o celebrar un contrato atípico, no recogido por el
ordenamiento. En el primer caso, podrán modificar todo aquello que tenga el carácter de dispositivo. En el segundo,
podrán establecer el contenido que quieran, siempre dentro de los límites marcados por el respeto a la ley, a la
moral y al orden público.
La voluntad, el consentimiento, constituye la esencia del contrato. Esto no obstante, tanto en Derecho romano como
en el derecho actual hay ocasiones en las que el ordenamiento jurídico entiende que dicho consentimiento no es
suficiente o exige que se manifieste, a través de una forma concreta. Son los llamados contratos formales o
solemnes. A ellos se contraponen los consensuales, es decir, aquéllos que se perfeccionan siempre que haya acuerdo
de voluntades, con independencia de cuál sea la forma en que dicho acuerdo se manifieste. En el Derecho romano
antiguo los contratos y negocios eran eminentemente formales, y sólo en época posterior aparecen los contratos
consensuales. Por el contrario, en los derechos modernos, y, en concreto, en el español, el principio general es el de
la consensualidad y tiene excepciones, como el matrimonio, la donación de inmuebles y la hipoteca.
Según en qué consista el formalismo exigido por la ley para la prestación del consentimiento, se distingue entre
contratos verbales –pronunciación de ciertas fórmulas-, literales –utilización de la forma escrita- o reales –cuando es
necesaria la entrega de una cosa-.

LA STIPULATIO.
A. Concepto y características. Son contratos verbales aquéllos que, para su existencia, exigen alguna fórmula
oral. Es muy importante en Roma, la estipulación, ya que era un contrato que podía utilizarse con múltiples
finalidades. La estipulación era un contrato verbal mediante el cual una de las partes (promitente) se
comprometía a algo frente a la otra (estipulante). Era, un contrato no sinalagmático (unilateral) pues
generaba obligaciones sólo para una de las partes. En concreto, se realizaba mediante una pregunta que
hacía el estipulante (futuro acreedor) al promitente (futuro deudor) a la que seguía la respuesta del
segundo.
B. Contenido. En cuanto al objeto de la estipulación, podía ser de cualquier clase lo que hacía de ésta un
contrato muy utilizado. Así, era frecuente su utilización añadida a otros contratos o por sí sólo.
C. Acciones.
Según cual sea el objeto de la estipulación, la acción a utilizar será:
▪ actio certae creditae pecuniae: si el promitente se obligó a la entrega de una suma de dinero.
▪ condictio certae rei: si el promitente se obligó a la entrega de cosas distintas del dinero.
▪ actio ex stipulatu: para el caso de obligaciones de hacer.

5.3. CONTRATOS REALES.


1. EL MUTUO.
A. Concepto y características:
El mutuo (o préstamo de consumo) es un contrato real, no sinalagmático y esencialmente gratuito, en virtud del cual
una persona –mutuante- entrega a otra –mutuario- una cantidad de cosas fungibles para que éste las consuma,
obligándose a restituir no las mismas cosas sino otro tanto de la misma calidad y especie.
Es real ya que no se perfecciona (no existe) hasta que el mutuario, entrega las cosas al mutuante.
Es no sinalagmático pues genera sólo obligaciones para una de las partes (el mutuario).
Es esencialmente gratuito ya que en Roma, no cabe la posibilidad de pactar el pago de intereses.
Siendo la obligación del mutuario la de restituir la misma cantidad y calidad de cosas recibidas, es fácil deducir que
éstas habrán de ser necesariamente fungibles. Además, siendo el mutuo un préstamo para consumir, también el
mutuario se hace propietario de las cosas recibidas.
B. Obligaciones:
El mutuo genera obligaciones sólo para el mutuario, que habrá de devolver el tantundem. Esta obligación implica,
que las cosas dadas en mutuo han de ser fungibles lo que tiene, como consecuencia, el que no cabe nunca que la
obligación de restituir se extinga por imposibilidad sobrevenida, ya que se aplica el principio genus nunquam perit.
El mutuo romano obligaba sólo a la restitución exacta de lo que se hubiera prestado. Ello no significaba que, en la
práctica, no existiera el préstamo con intereses (usurae), sino que lo que ocurría es que el contrato de mutuo se
acompañaba de otro (stipulatio usurarum) en el que el mutuario (promitente) se obligaba a pagar una cantidad
coincidente con los intereses que el acreedor quisiera percibir. El inconveniente práctico de este sistema indirecto es
que si el deudor no pagaba, el acreedor habría de ejercitar dos acciones diferentes en dos procedimientos judiciales
diferentes para cobrar ambas cantidades.
C. Acciones:
Las acciones que tiene a su favor el mutuante para exigir la restitución del tantundem son las mismas que en el caso
de la estipulación: actio certae creditae pecuniae si se trató del préstamo de una cantidad de dinero; condictio certae
rei si lo que se prestó fue una cantidad de cosas fungibles distintas del dinero.
2. EL COMODATO.
A. Concepto y características:
El comodato (préstamo de uso) es un contrato real, imperfectamente sinalagmático y esencialmente gratuito,
mediante el cual una persona (comodante) entrega a otra (comodatario) una cosa para que la use y la restituya una
vez llegado el plazo fijado o cuando haya dejado de usarla.
Es real ya que, al igual que el mutuo, el comodato se perfecciona por la entrega del comodante al comodatario.
Es imperfectamente sinalagmático ya que, hay una parte para la que siempre genera obligaciones (el comodatario),
mientras que para el comodante no siempre nacen obligaciones.
Es esencialmente gratuito, es decir, el comodante no puede recibir remuneración alguna por prestar la cosa.
Siendo el comodato un préstamo para que el comodatario use y devuelva, sólo pueden ser objeto del mismo las
cosas no consumibles, ya que sólo están pueden ser usadas y después devueltas.
B. Contenido:
La principal obligación del comodato (restitución de la cosa), surge a cargo del comodatario. Esto no obstante,
también algunas veces surgen obligaciones para el comodante.
• Obligaciones del comodatario: la primera y más importante es la de restituir la cosa cuando haya
transcurrido el plazo fijado para el préstamo o, si no se ha fijado, cuando haya cesado el uso para el que la
cosa se prestó. Cuando el comodatario no cumpla con la obligación de restitución o cumpla
defectuosamente estará obligado a indemnizar al comodante. Segunda obligación del comodatario es la de
usar la cosa según las instrucciones del comodante y, según sea el uso normal de la misma.
• Obligaciones del comodante: El comodante tiene la obligación de reembolsar al comodatario los gastos
extraordinarios que haya tenido que realizar; no tiene, sin embargo, que abonarle los gastos ordinarios de
mantenimiento, ya que se considera que éstos corresponden al comodatario en compensación al hecho de
ser él quien disfruta de la cosa.
C. Acciones.
El comodante tiene a su favor la actio commodati directa; el comodatario, en el caso de que el comodante hubiera
resultado obligado, tiene frente a éste la actio commodati contraria.
3. EL DEPOSITO.
A. Concepto y caracteres:
El deposito es un contrato en virtud del cual una de las partes –depositante- entrega a la otra –depositario- una cosa
para que de forma gratuita la guarde y custodie sin usarla, quedando éste obligado a restituirla cuando transcurra el
plazo fijado o a petición del depositante.
Es un contrato real, ya que nace, con la entrega de la cosa del depositante al depositario.
Es imperfectamente bilateral, ya que, en principio, el único contratante para el que surgen obligaciones es el
depositario; sin embargo, en algunos casos pueden surgir también obligaciones para el depositante.
Es esencialmente gratuito, ya que el depositario no puede cobrar nada por la custodia de la cosa. Es una cuestión
que depende de la configuración que el ordenamiento jurídico da a un negocio.
B. Contenido:
a) Las obligaciones que surgen del depósito son, sólo para el depositario. Este tiene dos obligaciones
fundamentales: primera, guardar y custodiar la cosa realizando, todos los gastos que sean necesarios
para su conservación. Además, no puede usarla; si lo hace, cometerá furtum usus; segunda
obligación del depositario es la de restituir la cosa en el plazo fijado y, a petición del depositante.
b) Obligaciones del depositante: en el caso de que la custodia de la cosa haya causado algún perjuicio
al depositario o si éste ha tenido que hacer algún gasto para el mantenimiento de la cosa, el
depositante tendrá la obligación de indemnizarlo y abonarlos respectivamente. En relación a los
gastos, todos son de cuenta del depositante.
C. Acciones: El depositante tiene a su favor la actio depositi directa; el depositario tendrá, la actio depositi
contraria.
4. LA PRENDA.
La prenda es un derecho real que permite a su titular –acreedor pignoraticio-, en caso de incumplimiento de una
obligación de la que la prenda es accesoria, perseguir la cosa y venderla para cobrarse con el precio. El derecho de
prenda puede crearse de varias maneras: la ley puede establecerlo directamente sin contar para ello con la voluntad
de los particulares. Sin embargo, lo más frecuente es que sean los interesados los que, de mutuo acuerdo, es decir,
mediante un contrato, establezcan el derecho de prenda. Este contrato se denomina como es lógico, contrato de
prenda. Sin embargo, no han de confundirse el contrato con el derecho de prenda. El primero crea el segundo, pero
ese derecho puede crearse, por otras vías; por otro lado, el de prenda no es el único derecho que surge del contrato
de prenda. Que surgen también obligaciones entre los contratantes que, como derechos de crédito, estarán
protegidas por acciones personales. Estas acciones personales sólo son ejercitables entre los contratantes.

A. Concepto y características:
El contrato de prenda es un contrato real e imperfectamente sinalagmático en virtud del cual una persona –
pignorante- entrega a otra –acreedor pignoraticio o prendario- una cosa para que la retenga en su poder hasta tanto
una obligación de la que éste es titular, sea satisfecha.
Es un contrato real, significa que se perfecciona, existe, por la entrega física de la cosa.
Es imperfectamente sinalagmático ya que, genera obligaciones sólo para al acreedor pignoraticio. Sin embargo,
puede suponer también obligaciones para el pignorante.
B. Contenido del contrato. Derechos y obligaciones:
1) Derechos y obligaciones del acreedor pignoraticio: El derecho real de prenda, derecho fundamental
del acreedor pignoraticio es el de retener la cosa en su poder hasta que la obligación garantizada sea
satisfecha (ius retentionis); sin embargo, como no siempre ese derecho de retención satisfacía al
acreedor, sus facultades sobre la cosa podían ampliarse mediante pacto. Las posibilidades que había
eran:
➢ Pacto de ley Commisoria, mediante el cual, incumplida la obligación garantizada, podía el
acreedor quedarse con la cosa en propiedad.
➢ Pacto de venta, que permitía al acreedor, no cumplida la obligación, vender la cosa y
pagarse con el precio obtenido en la venta. En época de Constantino el pacto de ley
comisoria se prohibió por ser abusivo para el deudor, mientras que el pacto de venta se
considera inherente a la prenda.
➢ Pacto de anticresis, en virtud del cual el acreedor se queda con la propiedad de los frutos
que la cosa produzca, descontando el importe de los mismos de la obligación principal.
En cuanto a las obligaciones del acreedor pignoraticio, son fundamentalmente, las siguientes:
➢ Conservar la cosa, sin usarla, hasta que haya de restituirla al pignorante.
➢ Restituir la cosa al pignorante una vez que la deuda garantizada haya sido cumplida.
➢ En caso de que la obligación principal se incumpla, y vendiéndose la cosa pignorada, está el
acreedor pignoraticio obligado a entregar al pignorante el superfluum, es decir, lo que haya
sobrado después de satisfacer su crédito.
2) Obligaciones del pignorante. Siendo la prenda un contrato imperfectamente sinalagmático, el
pignorante sólo en algunos casos tendrá obligaciones. En concreto, su obligación será, la de,
indemnizar al acreedor por los perjuicios que la cosa le haya ocasionado, y la de reembolsarle los
gastos que éste haya hecho para la conservación de la cosa.
C. Acciones: Para exigir el cumplimiento de las obligaciones del acreedor pignoraticio, tiene el pignorante a su
favor, derivada del contrato de prenda, una actio pigneraticia directa. Por su parte, el acreedor tendrá la
actio pigneraticia contraria para, exigir al pignorante la indemnización de los daños y el abono de los gastos.
5.4 CONTRATOS CONSENSUALES
1. EL CONTRATO DE COMPRAVENTA
I.-CONCEPTO Y CARACTERES DEL CONTRATO DE COMPRAVENTA.
La compraventa puede definirse como un contrato consensual, sinalagmático perfecto y de buena fe en virtud del cual
una persona -llamada vendedor- se compromete a proporcionar a otra -comprador- la posesión pacífica y definitiva de
una cosa a cambio de un precio.
a) Que la compraventa es consensual significa que se perfecciona desde que hay consenso sobre la cosa y el
precio, es decir, desde que ambos quedan determinados; de ello se deduce que, para que tenga lugar la
perfección, no es necesario que cosa y precio se hayan físicamente entregado. Así lo afirma Ulpiano al señalar,
en D.18,1,2,1.
La compraventa romana es, obligacional. Ello significa que la compraventa, no genera derechos reales sino
obligaciones o, que el contrato de compraventa no transfiere por sí mismo la propiedad de las cosas vendidas o
del precio. La transferencia de la propiedad se produce por la entrega de los mismos, respecto de la cual la
compraventa funciona como iusta causa. Que la compraventa es un contrato perfectamente sinalagmático
significa, que de ella surgen siempre obligaciones para ambas partes, obligaciones que, son recíprocas, es decir,
es la obligación del vendedor de entregar la cosa la que justifica la del comprador de pagar el precio, y viceversa.
A. OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
A.1. La primera obligación del vendedor es la de entregar la cosa al comprador. Esta entrega significa
transferencia de la posesión, razón por la cual el vendedor cumple con su obligación con la simple puesta a
disposición de la cosa a favor del comprador, no siendo necesario que transfiera la propiedad de la merx. En
cuanto a la obligación de entregar, han de hacerse las siguientes precisiones: Derivada de la obligación de
entregar la cosa se encuentra la de conservarla hasta el momento de la entrega y entregarla con sus frutos.
A.2. Obligación de saneamiento por evicción. En derecho romano, y dado su carácter obligacional, la
compraventa de cosa ajena era perfectamente válida. Es más, el comprador a non domino no necesariamente
resultaba perjudicado, ya que aunque la traditio o mancipatio hechas por el vendedor no le hacían propietario,
la compraventa constituía una iusta causa usucapionis que le permitía hacerse propietario por medio de la
usucapión. El problema surgía, antes de poder completar el tiempo de la usucapión, el legítimo propietario
reivindicaba la cosa; en este caso, el comprador se vería con toda seguridad privado de la cosa mediante
sentencia y, sin embargo, nada podría reclamar del comprador achacándole incumplimiento de su obligación. El
único caso en que el comprador podía resarcirse del perjuicio económico sufrido por perder la cosa y el precio
era si, por tratarse de un bien mancipi, se había realizado la mancipatio. Derivada de ésta tenía el adquirente a
su favor una actio auctoritatis que, le permitía exigir una indemnización del doble del precio pagado. Ahora bien,
nada podía hacer si la cosa era nec mancipi o si a pesar de ser mancipi no se hizo la mancipación.
Era frecuente en la práctica que comprador y vendedor, caso de no acompañar a la compraventa de la
mancipatio, tuvieran prevista la eventualidad de la evicción, comprometiéndose el vendedor a indemnizar en
este caso mediante un contrato de estipulación añadido al de compraventa. En concreto solía utilizarse una
stipulatio duplae o una stipulatio habere licere. En caso de evicción, la primera obligaba al vendedor a
indemnizar in duplum; la segunda obligaba a indemnizar el perjuicio sufrido por el comprador, perjuicio que,
habría de evaluarse caso por caso.
En época clásica se admite ya que, la obligación del vendedor de indemnizar en caso de evicción es intrínseca a
la compraventa, de manera que puede exigirse siempre con la actio empti.
A.3. Obligación de saneamiento por vicios ocultos. Se refiere ésta a la obligación del vendedor de reparar el
perjuicio sufrido por el comprador como consecuencia de defectos ocultos que tiene la cosa y que o bien la
hacen inútil para aquello para lo que se compró o disminuyen enormemente su uso. Al igual que ocurre con el
saneamiento por evicción, tampoco en sus orígenes hacía la compraventa surgir la obligación de indemnizar los
vicios ocultos. Eran, por tanto, los particulares los que habían de prever dicha eventualidad mediante una
stipulatio añadida al contrato de compraventa. En época republicana la responsabilidad por vicios ocultos va a
ser regulada por los ediles curules encargados, de la vigilancia del mercado público. En concreto, señalaba el
edicto que el vendedor de un animal o un esclavo estaba obligado a declarar los vicios ocultos que éste tuviera.
En caso de no hacerlo así y resultando el comprador perjudicado por su existencia, tiene éste dos acciones
frente al vendedor:
o actio redhibitoria, ejercitable en el plazo de seis meses y dirigida a rescindir la venta.
o actio quanti minoris, ejercitable en el plazo de un año y tendente a la reducción del precio. En época
justinianea, el saneamiento por vicios ocultos es elemento esencial de la compraventa, exigible
mediante la actio empti en la compraventa de cualquier objeto.
B. OBLIGACIONES DEL COMPRADOR
II.B.1. Obligación fundamental del comprador es, la de entregar el precio. El precio debía ser determinado o
determinable. Sin embargo, hasta época justinianea nada se exigía sobre su correspondencia con el valor real de
la cosa; es decir, que fuera justo. Ello suponía que muchas veces la compraventa podía encubrir otro tipo de
negocio. En época justinianea sí se exige ya que el precio sea justo. Sin embargo, cuando no lo era ello no
suponía la nulidad automática de la compraventa sino que se faculta al vendedor para que o bien rescinda la
venta o bien le sea completado el precio hasta el que fuera justo. Una posibilidad similar no se recoge, sin
embargo, a favor del comprador en el caso de que el precio fuera excesivo.
IV.-ACCIONES.
Para exigir el cumplimiento de las obligaciones derivadas del contrato de compraventa tienen vendedor y comprador a
su favor, respectivamente, la actio venditi y la actio empti.
2. CONTRATO DE ARRENDAMIENTO.
A. CONCEPTO Y CLASES.
Bajo el nombre de arrendamiento se agrupan tres modalidades que se caracterizan porque en virtud de ellas uno de los
contratantes (locator) se compromete a poner a disposición del otro (conductor) un objeto, servicio o proyecto de obra a
fin de que éste lo use, se beneficie de él o ejercite la actividad pactada. Y ello a cambio de un precio o contraprestación
(pensio o merces). Estas tres modalidades son:
B. ARRENDAMIENTO DE COSAS (LOCATIO-CONDUCTIO REI).
En virtud del arrendamiento de cosas el locator se compromete a ceder al conductor el uso y disfrute de un objeto a
cambio de un precio o contraprestación.
• Obligación fundamental del locator es la de poner la cosa a disposición del conductor para que pueda usarla
y disfrutarla según lo pactado, así como a abstenerse de realizar en ellas obras que dificulten la utilización de
la misma por parte del conductor.
• Obligación fundamental del conductor es la del pago del precio o contraprestación que habrá de ser siempre en
dinero. Una excepción a esta es la denominada colonia partiaria, consistente en el arrendamiento de un fundo
fructífero en el que la merces a pagar por el arrendatario está constituida por una parte de los frutos producidos.
En segundo lugar, está obligado el conductor a dar a la cosa el uso que se haya pactado, indemnizando al locator por
los deterioros que no sean consecuencia del uso normal de la cosa.
Finalmente, estaba el conductor obligado a restituir la cosa una terminado el plazo del arrendamiento. Sin embargo,
si llegado este último el conductor no devolvía la cosa y el locator no la reclamaba, se producía la denominada
relocatio tacita, en virtud de la cual el contrato de arrendamiento se entendía prorrogado por un periodo igual a la
de la duración inicial del contrato.
C. ARRENDAMIENTO DE SERVICIOS (LOCATIO CONDUCTIO OPERARUM).
En virtud del arrendamiento de servicios el locator se compromete a prestar un servicio al conductor, y ello a cambio de
un precio que este último se obliga a pagar.
No tuvo demasiada relevancia práctica en el Derecho romano, y ello por dos razones: de un lado, porque quedaban
fuera de ella las denominadas operae liberalis. Estas operae liberalis se encajaban en otras figuras contractuales como el
contrato de mandato, siendo remuneradas mediante recompensas que sólo en época tardía fueron jurídicamente
exigibles. De otro lado, porque los trabajos manuales eran casi siempre realizados por esclavos y libertos, no teniendo en
consecuencia, carácter contractual.
• Obligación fundamental del locator era la prestación del servicio convenido. Era esta una obligación que había
de ser realizada personalmente por el locator, y el contrato se extinguía por la muerte de éste.
• Obligación fundamental del arrendatario o conductor es, al igual que en el arrendamiento de cosas, el abono de
la merces.
D. ARRENDAMIENTO DE OBRA (LOCATIO CONDUCTIO OPERIS).
En virtud del arrendamiento de obras, el conductor se obliga a la realización de una obra, comprometiéndose el
locator a abonarla. Se diferencia el arrendamiento de obras del de servicios en que mientras que objeto del segundo
es el trabajo en sí, el primero tiene por objeto no el trabajo sino su resultado. Este hecho hacía que, en ocasiones,
pudiera confundirse el arrendamiento de obra con la compraventa. Para algunos juristas romanos la diferencia
estaba en si el conductor suministraba o no los materiales. Para otros, lo fundamental era si la intención de las partes
había sido la de dar preferencia a la materia o a la obra.
3. CONTRATO DE MANDATO.
Es un contrato consensual e imperfectamente bilateral en virtud del cual uno de los contratantes (mandatario) se
compromete a cumplir gratuitamente el encargo o gestión que el otro contratante le encomiende (mandante).
Como se deduce de lo expuesto, el mandato romano era esencialmente gratuito, es decir, el mandante nunca estaba
obligado a remunerar al mandante por la realización de la gestión.
Que el mandato sea un contrato imperfectamente bilateral significa que hay uno de los contratantes para el que siempre
surgen obligaciones. Así, el mandatario está obligado a llevar a cabo la gestión encomendada según las instrucciones
recibidas del mandante o según lo que aconseje la naturaleza del asunto. El mandato romano era gratuito, razón por la
cual el mandante no quedaba en principio obligado a nada. Sin embargo, podía quedar obligado a rembolsar al
mandatario los gastos que este hubiera realizado para llevar a cabo la gestión, obligación de reembolso de los gastos que
no constituía una contraprestación a la actividad del mandante.
En cuanto a las acciones, del mandato nace una actio mandati directa a favor del mandante y una actio mandati
contraria a favor del mandatario.

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