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En las Instituciones de Justiniano las fuentes de las obligaciones son clasificadas ya en cuatro categorías: contratos, cuasi-
contratos, delitos y cuasi-delitos. Para la clasificación de las diferentes relaciones obligatorias, los justinianeos crean la
categoría de los quasi contractus, en la que se recogen aquellas relaciones generadoras de obligationes que nacen de un
acto lícito unilateral y que, por tanto, en cuanto que carecen del elemento del acuerdo, no pueden ser calificadas como
contratos. La categoría de los quasi delicta y su diferenciación de los delicta tiene, un fundamento puramente histórico:
los primeros son los actos ilícitos a los que el pretor ha vinculado judicialmente el nacimiento de una relación obligatoria
entre los autores de estos actos y las víctimas, relación que tiene como objeto el pago de una suma de dinero a título de
pena; forman parte, pues, de las obligaciones pretorias; los segundos son los actos ilícitos a los que el ius civile había
vinculado ya el nacimiento de una obligatio; son, pues, según los bizantinos, obligaciones civiles.
LA STIPULATIO.
A. Concepto y características. Son contratos verbales aquéllos que, para su existencia, exigen alguna fórmula
oral. Es muy importante en Roma, la estipulación, ya que era un contrato que podía utilizarse con múltiples
finalidades. La estipulación era un contrato verbal mediante el cual una de las partes (promitente) se
comprometía a algo frente a la otra (estipulante). Era, un contrato no sinalagmático (unilateral) pues
generaba obligaciones sólo para una de las partes. En concreto, se realizaba mediante una pregunta que
hacía el estipulante (futuro acreedor) al promitente (futuro deudor) a la que seguía la respuesta del
segundo.
B. Contenido. En cuanto al objeto de la estipulación, podía ser de cualquier clase lo que hacía de ésta un
contrato muy utilizado. Así, era frecuente su utilización añadida a otros contratos o por sí sólo.
C. Acciones.
Según cual sea el objeto de la estipulación, la acción a utilizar será:
▪ actio certae creditae pecuniae: si el promitente se obligó a la entrega de una suma de dinero.
▪ condictio certae rei: si el promitente se obligó a la entrega de cosas distintas del dinero.
▪ actio ex stipulatu: para el caso de obligaciones de hacer.
A. Concepto y características:
El contrato de prenda es un contrato real e imperfectamente sinalagmático en virtud del cual una persona –
pignorante- entrega a otra –acreedor pignoraticio o prendario- una cosa para que la retenga en su poder hasta tanto
una obligación de la que éste es titular, sea satisfecha.
Es un contrato real, significa que se perfecciona, existe, por la entrega física de la cosa.
Es imperfectamente sinalagmático ya que, genera obligaciones sólo para al acreedor pignoraticio. Sin embargo,
puede suponer también obligaciones para el pignorante.
B. Contenido del contrato. Derechos y obligaciones:
1) Derechos y obligaciones del acreedor pignoraticio: El derecho real de prenda, derecho fundamental
del acreedor pignoraticio es el de retener la cosa en su poder hasta que la obligación garantizada sea
satisfecha (ius retentionis); sin embargo, como no siempre ese derecho de retención satisfacía al
acreedor, sus facultades sobre la cosa podían ampliarse mediante pacto. Las posibilidades que había
eran:
➢ Pacto de ley Commisoria, mediante el cual, incumplida la obligación garantizada, podía el
acreedor quedarse con la cosa en propiedad.
➢ Pacto de venta, que permitía al acreedor, no cumplida la obligación, vender la cosa y
pagarse con el precio obtenido en la venta. En época de Constantino el pacto de ley
comisoria se prohibió por ser abusivo para el deudor, mientras que el pacto de venta se
considera inherente a la prenda.
➢ Pacto de anticresis, en virtud del cual el acreedor se queda con la propiedad de los frutos
que la cosa produzca, descontando el importe de los mismos de la obligación principal.
En cuanto a las obligaciones del acreedor pignoraticio, son fundamentalmente, las siguientes:
➢ Conservar la cosa, sin usarla, hasta que haya de restituirla al pignorante.
➢ Restituir la cosa al pignorante una vez que la deuda garantizada haya sido cumplida.
➢ En caso de que la obligación principal se incumpla, y vendiéndose la cosa pignorada, está el
acreedor pignoraticio obligado a entregar al pignorante el superfluum, es decir, lo que haya
sobrado después de satisfacer su crédito.
2) Obligaciones del pignorante. Siendo la prenda un contrato imperfectamente sinalagmático, el
pignorante sólo en algunos casos tendrá obligaciones. En concreto, su obligación será, la de,
indemnizar al acreedor por los perjuicios que la cosa le haya ocasionado, y la de reembolsarle los
gastos que éste haya hecho para la conservación de la cosa.
C. Acciones: Para exigir el cumplimiento de las obligaciones del acreedor pignoraticio, tiene el pignorante a su
favor, derivada del contrato de prenda, una actio pigneraticia directa. Por su parte, el acreedor tendrá la
actio pigneraticia contraria para, exigir al pignorante la indemnización de los daños y el abono de los gastos.
5.4 CONTRATOS CONSENSUALES
1. EL CONTRATO DE COMPRAVENTA
I.-CONCEPTO Y CARACTERES DEL CONTRATO DE COMPRAVENTA.
La compraventa puede definirse como un contrato consensual, sinalagmático perfecto y de buena fe en virtud del cual
una persona -llamada vendedor- se compromete a proporcionar a otra -comprador- la posesión pacífica y definitiva de
una cosa a cambio de un precio.
a) Que la compraventa es consensual significa que se perfecciona desde que hay consenso sobre la cosa y el
precio, es decir, desde que ambos quedan determinados; de ello se deduce que, para que tenga lugar la
perfección, no es necesario que cosa y precio se hayan físicamente entregado. Así lo afirma Ulpiano al señalar,
en D.18,1,2,1.
La compraventa romana es, obligacional. Ello significa que la compraventa, no genera derechos reales sino
obligaciones o, que el contrato de compraventa no transfiere por sí mismo la propiedad de las cosas vendidas o
del precio. La transferencia de la propiedad se produce por la entrega de los mismos, respecto de la cual la
compraventa funciona como iusta causa. Que la compraventa es un contrato perfectamente sinalagmático
significa, que de ella surgen siempre obligaciones para ambas partes, obligaciones que, son recíprocas, es decir,
es la obligación del vendedor de entregar la cosa la que justifica la del comprador de pagar el precio, y viceversa.
A. OBLIGACIONES DEL VENDEDOR
A.1. La primera obligación del vendedor es la de entregar la cosa al comprador. Esta entrega significa
transferencia de la posesión, razón por la cual el vendedor cumple con su obligación con la simple puesta a
disposición de la cosa a favor del comprador, no siendo necesario que transfiera la propiedad de la merx. En
cuanto a la obligación de entregar, han de hacerse las siguientes precisiones: Derivada de la obligación de
entregar la cosa se encuentra la de conservarla hasta el momento de la entrega y entregarla con sus frutos.
A.2. Obligación de saneamiento por evicción. En derecho romano, y dado su carácter obligacional, la
compraventa de cosa ajena era perfectamente válida. Es más, el comprador a non domino no necesariamente
resultaba perjudicado, ya que aunque la traditio o mancipatio hechas por el vendedor no le hacían propietario,
la compraventa constituía una iusta causa usucapionis que le permitía hacerse propietario por medio de la
usucapión. El problema surgía, antes de poder completar el tiempo de la usucapión, el legítimo propietario
reivindicaba la cosa; en este caso, el comprador se vería con toda seguridad privado de la cosa mediante
sentencia y, sin embargo, nada podría reclamar del comprador achacándole incumplimiento de su obligación. El
único caso en que el comprador podía resarcirse del perjuicio económico sufrido por perder la cosa y el precio
era si, por tratarse de un bien mancipi, se había realizado la mancipatio. Derivada de ésta tenía el adquirente a
su favor una actio auctoritatis que, le permitía exigir una indemnización del doble del precio pagado. Ahora bien,
nada podía hacer si la cosa era nec mancipi o si a pesar de ser mancipi no se hizo la mancipación.
Era frecuente en la práctica que comprador y vendedor, caso de no acompañar a la compraventa de la
mancipatio, tuvieran prevista la eventualidad de la evicción, comprometiéndose el vendedor a indemnizar en
este caso mediante un contrato de estipulación añadido al de compraventa. En concreto solía utilizarse una
stipulatio duplae o una stipulatio habere licere. En caso de evicción, la primera obligaba al vendedor a
indemnizar in duplum; la segunda obligaba a indemnizar el perjuicio sufrido por el comprador, perjuicio que,
habría de evaluarse caso por caso.
En época clásica se admite ya que, la obligación del vendedor de indemnizar en caso de evicción es intrínseca a
la compraventa, de manera que puede exigirse siempre con la actio empti.
A.3. Obligación de saneamiento por vicios ocultos. Se refiere ésta a la obligación del vendedor de reparar el
perjuicio sufrido por el comprador como consecuencia de defectos ocultos que tiene la cosa y que o bien la
hacen inútil para aquello para lo que se compró o disminuyen enormemente su uso. Al igual que ocurre con el
saneamiento por evicción, tampoco en sus orígenes hacía la compraventa surgir la obligación de indemnizar los
vicios ocultos. Eran, por tanto, los particulares los que habían de prever dicha eventualidad mediante una
stipulatio añadida al contrato de compraventa. En época republicana la responsabilidad por vicios ocultos va a
ser regulada por los ediles curules encargados, de la vigilancia del mercado público. En concreto, señalaba el
edicto que el vendedor de un animal o un esclavo estaba obligado a declarar los vicios ocultos que éste tuviera.
En caso de no hacerlo así y resultando el comprador perjudicado por su existencia, tiene éste dos acciones
frente al vendedor:
o actio redhibitoria, ejercitable en el plazo de seis meses y dirigida a rescindir la venta.
o actio quanti minoris, ejercitable en el plazo de un año y tendente a la reducción del precio. En época
justinianea, el saneamiento por vicios ocultos es elemento esencial de la compraventa, exigible
mediante la actio empti en la compraventa de cualquier objeto.
B. OBLIGACIONES DEL COMPRADOR
II.B.1. Obligación fundamental del comprador es, la de entregar el precio. El precio debía ser determinado o
determinable. Sin embargo, hasta época justinianea nada se exigía sobre su correspondencia con el valor real de
la cosa; es decir, que fuera justo. Ello suponía que muchas veces la compraventa podía encubrir otro tipo de
negocio. En época justinianea sí se exige ya que el precio sea justo. Sin embargo, cuando no lo era ello no
suponía la nulidad automática de la compraventa sino que se faculta al vendedor para que o bien rescinda la
venta o bien le sea completado el precio hasta el que fuera justo. Una posibilidad similar no se recoge, sin
embargo, a favor del comprador en el caso de que el precio fuera excesivo.
IV.-ACCIONES.
Para exigir el cumplimiento de las obligaciones derivadas del contrato de compraventa tienen vendedor y comprador a
su favor, respectivamente, la actio venditi y la actio empti.
2. CONTRATO DE ARRENDAMIENTO.
A. CONCEPTO Y CLASES.
Bajo el nombre de arrendamiento se agrupan tres modalidades que se caracterizan porque en virtud de ellas uno de los
contratantes (locator) se compromete a poner a disposición del otro (conductor) un objeto, servicio o proyecto de obra a
fin de que éste lo use, se beneficie de él o ejercite la actividad pactada. Y ello a cambio de un precio o contraprestación
(pensio o merces). Estas tres modalidades son:
B. ARRENDAMIENTO DE COSAS (LOCATIO-CONDUCTIO REI).
En virtud del arrendamiento de cosas el locator se compromete a ceder al conductor el uso y disfrute de un objeto a
cambio de un precio o contraprestación.
• Obligación fundamental del locator es la de poner la cosa a disposición del conductor para que pueda usarla
y disfrutarla según lo pactado, así como a abstenerse de realizar en ellas obras que dificulten la utilización de
la misma por parte del conductor.
• Obligación fundamental del conductor es la del pago del precio o contraprestación que habrá de ser siempre en
dinero. Una excepción a esta es la denominada colonia partiaria, consistente en el arrendamiento de un fundo
fructífero en el que la merces a pagar por el arrendatario está constituida por una parte de los frutos producidos.
En segundo lugar, está obligado el conductor a dar a la cosa el uso que se haya pactado, indemnizando al locator por
los deterioros que no sean consecuencia del uso normal de la cosa.
Finalmente, estaba el conductor obligado a restituir la cosa una terminado el plazo del arrendamiento. Sin embargo,
si llegado este último el conductor no devolvía la cosa y el locator no la reclamaba, se producía la denominada
relocatio tacita, en virtud de la cual el contrato de arrendamiento se entendía prorrogado por un periodo igual a la
de la duración inicial del contrato.
C. ARRENDAMIENTO DE SERVICIOS (LOCATIO CONDUCTIO OPERARUM).
En virtud del arrendamiento de servicios el locator se compromete a prestar un servicio al conductor, y ello a cambio de
un precio que este último se obliga a pagar.
No tuvo demasiada relevancia práctica en el Derecho romano, y ello por dos razones: de un lado, porque quedaban
fuera de ella las denominadas operae liberalis. Estas operae liberalis se encajaban en otras figuras contractuales como el
contrato de mandato, siendo remuneradas mediante recompensas que sólo en época tardía fueron jurídicamente
exigibles. De otro lado, porque los trabajos manuales eran casi siempre realizados por esclavos y libertos, no teniendo en
consecuencia, carácter contractual.
• Obligación fundamental del locator era la prestación del servicio convenido. Era esta una obligación que había
de ser realizada personalmente por el locator, y el contrato se extinguía por la muerte de éste.
• Obligación fundamental del arrendatario o conductor es, al igual que en el arrendamiento de cosas, el abono de
la merces.
D. ARRENDAMIENTO DE OBRA (LOCATIO CONDUCTIO OPERIS).
En virtud del arrendamiento de obras, el conductor se obliga a la realización de una obra, comprometiéndose el
locator a abonarla. Se diferencia el arrendamiento de obras del de servicios en que mientras que objeto del segundo
es el trabajo en sí, el primero tiene por objeto no el trabajo sino su resultado. Este hecho hacía que, en ocasiones,
pudiera confundirse el arrendamiento de obra con la compraventa. Para algunos juristas romanos la diferencia
estaba en si el conductor suministraba o no los materiales. Para otros, lo fundamental era si la intención de las partes
había sido la de dar preferencia a la materia o a la obra.
3. CONTRATO DE MANDATO.
Es un contrato consensual e imperfectamente bilateral en virtud del cual uno de los contratantes (mandatario) se
compromete a cumplir gratuitamente el encargo o gestión que el otro contratante le encomiende (mandante).
Como se deduce de lo expuesto, el mandato romano era esencialmente gratuito, es decir, el mandante nunca estaba
obligado a remunerar al mandante por la realización de la gestión.
Que el mandato sea un contrato imperfectamente bilateral significa que hay uno de los contratantes para el que siempre
surgen obligaciones. Así, el mandatario está obligado a llevar a cabo la gestión encomendada según las instrucciones
recibidas del mandante o según lo que aconseje la naturaleza del asunto. El mandato romano era gratuito, razón por la
cual el mandante no quedaba en principio obligado a nada. Sin embargo, podía quedar obligado a rembolsar al
mandatario los gastos que este hubiera realizado para llevar a cabo la gestión, obligación de reembolso de los gastos que
no constituía una contraprestación a la actividad del mandante.
En cuanto a las acciones, del mandato nace una actio mandati directa a favor del mandante y una actio mandati
contraria a favor del mandatario.