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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD BICENTENARIA DE ARAGUA

VICERRECTORADO ACADÉMICO

ESCUELA DE PSICOLOGÍA

SAN JOAQUÍN DE TURMERO- ESTADO ARAGUA

ENSAYO ROL DEL PSICÓLOGO

Docente: Elaborado por:

Yunay Arreaza. Glorimar Soto

C.I: 30.016.893

Noviembre 2021
Introducción:

El profesional de la psicología puede ayudar a los individuos a enfrentarse a


aquellos cambios sociales que se producen alrededor de ellos.

Esto se debe a que dichos cambios se presentan más rápidamente que la


capacidad de asimilar que tienen muchas personas. Con esta ayuda la
adaptación se hace un proceso más sencillo.

El objetivo principal de los psicólogos es mejorar la calidad de vida de las


personas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la palabra salud como: “un


estado completo de bienestar”.

Los tratamientos de estos profesionales no están dirigidos únicamente a


modificar aspectos negativos de la persona, también buscan fortalecer y
reforzar los positivos.
Componentes éticos: ■ El respeto a la dignidad de las personas. Es en este
principio en donde el psicólogo reconoce que toda persona tiene derecho al
aprecio de los demás.

■ Cuidado responsable. El profesionista muestra preocupación por el bienestar


o evita daños a cualquier individuo, familia, grupo o comunidad.

■ Integridad en las relaciones. En la cual se demuestra precisión y honestidad;


apertura y sinceridad; máxima objetividad y mínimo prejuicio, evitando
conflictos de interés.

■ Responsabilidad hacia la sociedad. En la cual el psicólogo, profesionalmente


y como ciudadano, tiene responsabilidades ante la sociedad en la que vive.

Siendo una obligación del psicólogo el prestar sus servicios a los individuos,
debe caracterizarse por un comportamiento responsable, digno, trascendente y
honorable, ya que ayudar representa un acto de moralidad; por tanto, aquellas
personas que se dedican a procurar la salud en los demás deben actuar con
una ética impecable.

El psicólogo, al conocer los campos en los que aplicará sus conocimientos


teóricos, debe estar consciente de sus recursos, limitaciones y principios éticos
que conlleva dicha profesión, así como la necesidad de una continua
capacitación; de ahí la necesidad de plantearse una serie de cuestionamientos
éticos y filosóficos, puesto que la actitud que asuma dicho profesionista
dependerá de su eficiencia profesional y realización personal.

Componentes emocionales: El componente emocional parece ser


determinante ante la disyuntiva atacar o huir de un individuo amenazado.

Normalmente el estado emocional se genera ante las señales emocionales


representadas o transmitidas por el agresor o víctima.

Muchas emociones se muestran posteriormente bajo estados de relajación,


opuestos al estado emocional inicial, después de un estado de enojo puede
sobrevenir un estado de calma o incluso placer, después de un estado de
tristeza puede sobrevenir cierto estado de calma o consuelo.
En los niveles más elementales de abstracción la conducta emocional es más
fácil de comparar entre individuos, especies o agentes, al elevar el estado de
abstracción, la conducta relacionada con los estados emocionales suele ser
impredecible (Fredickson, 2001).

Aparentemente, los estados emocionales permiten al individuo establecer


determinadas formas de apreciar el entorno y a preferir determinadas
estructuras lógicas o formales para concebirlo, todo esto con el fin de ser capaz
de obtener conclusiones rápidas y de cambiar, sin necesidad de un proceso
racional, de un patrón de conducta o razonamiento a otro más adecuado al tipo
de situaciones a las que se enfrenta, ya sea una situación práctica, social,
analítica o creativa o de supervivencia (Goldstein, 2005; Best, 2002).

Ciertamente, las emociones son comportamientos complejos que se dan en


espacios cortos de tiempo. Suelen ser breves y durar, a veces, sólo unos
pocos segundos. Una emoción suele comenzar con una evaluación o
interpretación cognitiva de algún evento o suceso físico y psicológico. De esta
manera, se admite que la emoción es la que precede a la cognición, o
viceversa.

Diagnóstico en los ámbitos sociales y culturales. La meditación sobre la


definición de los trastornos mentales desde criterios socioculturales dió sitio a
toda una corriente de pensamiento para la que la psiquiatría y la psicopatología
no podrían ser sino aparatos de control político del sujeto trastornado, cuyo
trastorno es observado como expresión de las contradicciones de la sociedad.
Los trastornos mentales son indicios de trastornos sociales. Para favorecer
esta iniciativa se citan datos que relacionan incrementos de las tasas de
suicidio, o de ingresos en nosocomios psiquiátricos, con períodos de crisis
económicas. Los datos epidemiológicos tienden a confirmar esta interacción.
Estudios como el de Bruce, Takeuchi y Leaf (1991) expresan que los individuos
con bajos ingresos económicos poseen el doble de peligro de desarrollar
cualquier trastorno de la mente que los individuos con ingresos medios o
mejores.

Si la sociedad crea la patología de la mente, es la sociedad la que debería


tratarla y no un sector profesional, que forma parte de ella, el cual, aun sin
proponérselo de manera explícita, no hace más que perpetuar el caso que
existe en su propio beneficio. Tal, se llegaría inclusive a el invento de
trastornos mentales, como sugieren González y Pérez (2007). Según dichos
autores, varias etiquetas diagnósticas subjetivamente actuales, ejemplificando,
el estrés postraumático, el ataque de pánico o la fobia social, no podrían ser
auténticos descubrimientos científicos sino producciones (construcciones)
derivadas de la confluencia de intereses de compañías farmacéuticas y
expertos clínicos, que redefinirían determinados desórdenes psicológicos, o de
la vida sin más, como si fueran entidades médico-clínicas en similitud con la
idea de patología. La elección a esta medicalización de los desórdenes
psicológicos, según una visión contextual, debería ser la rehabilitación social; el
propósito no es el control de los indicios, sino su superación.

El riesgo de la medicalización de determinados inconvenientes es todavía más


grande en la situación de los chicos, pues del mismo modo que se crean
trastornos mentales en adultos, se pretende además dar cuerpo de patología a
aquello que no son más que conductas que el grupo familiar o estudiantil no
sabe soportar o arreglar de manera correcta (Talarn, 2007; García de Vinuesa,
González y Pérez, 2014). De esta forma, se generan trastornos como la
deficiencia de atención con hiperactividad o el trastorno bipolar infantil, que
conducen a desviar el foco de atención del entorno que debe convertirse para
centrarlo en el propio infante cuyos «síntomas» tienen la posibilidad de ser
controlados por medio de la conveniente medicación. Esta medicalización de el
comportamiento pertenece a fenómenos más amplios, como son la
medicalización de la vida y de la sociedad. La medicalización de la vida podría
ser caracterizada por Illich (1974) como el proceso en ventaja del cual se
expropia a las personas de sus propios recursos y criterios curativos,
sirviéndose para eso del impulso de la dependencia desmesurada de los
medicamentos, la transformación de expectativas y ceremonias (como los
involucrados con la muerte), etc. Esta medicalización de la vida no es sino una
forma de manifestación de la medicalización de la sociedad (Talarn, 2007),
entendida como una expansión de la mediación médica sobre un enorme
conjunto de espacios del desempeño de la sociedad por medio, ejemplificando,
del hincapié en la prevención.
Al fin y al cabo, a partir de este enfoque se ve la anormalidad psicológica como
una construcción artificial cultural. Se tiende a calificar como enfermos
mentales a esos individuos que violan las reglas sociales, aunque no haya
nada intrínsecamente patológico en su comportamiento (Szasz, 1961). Scheff
(1966), desarrollando esta iniciativa, ofrece que el fácil hecho de destinar la
etiqueta de enfermo de la mente a una persona provoca que esta tienda a
aceptar el papel correspondiente a dicha etiqueta; y eso pasa pues una vez
que es calificado como tal pierde la probabilidad de obtener los refuerzos
disponibles por los individuos no etiquetadas (trabajo, viejas colaboraciones
sociales, etcétera). Sin embargo, si asume su papel pasa a obtener otros
refuerzos, como la atención y el cuidado doctor, la simpatía de los individuos
encargadas de su cuidado, la carencia de responsabilidades, etc, iniciándose
en lo cual Goffman (1959) ha nombrado la «carrera de enfermo mental».

Una expansión del enfoque sociocultural es el enfoque familiar sistémico. Su


presupuesto importante es que el comportamiento anormal personal es un
síntoma de una dinámica familiar enferma (Foley, 1989). Este enfoque presta
enorme atención a los puntos de la dinámica familiar involucrados con los
patrones de comunicación que se establecen entre sus miembros, atribuyendo
varios inconvenientes a patrones inadecuados, como la contradicción entre la
información que se da verbalmente y la que se comunica por medio de
lenguaje no verbal, o la descalificación continua por ciertos miembros de el
núcleo familiar de los mensajes de los otros (Weakland, 1960). Dichos patrones
inadecuados de comunicación eran referidos, ejemplificando, como razones del
desarrollo de una concepción equivocada de la verdad en los chicos, que podía
devenir en esquizofrenia en la adultez (Bateson, 1978). Una de las críticas
formuladas al enfoque familiar sistémico procede de los movimientos feministas
(Bolgrad, 1986). Conforme el enfoque familiar en los casos de abuso físico o
sexual todos los miembros del núcleo familiar podrían ser causantes en parte,
pues la mujer o la hija de las que se abusa son vistas como un síntoma de un
sistema enfermo.
Conclusión:

Vivimos en una era de cambios muy vertiginosos, donde los modos de pensar,
sentir y actuar cambian constantemente. En este contexto, la sociedad tiene
una gran demanda de orientación. Así, las personas desean tener la seguridad
de que están respondiendo a su vocación, al sentido de su vida. En ese
contexto, buscan cada vez con más frecuencia al profesional de Psicología, a
quien han atribuido una creciente confianza y autoridad.

Y es que, evidentemente, el psicólogo tiene un rol fundamentalmente formativo


– orientador en los más diversos temas humanos, más allá de problemas y
necesidades de salud mental, donde el principal rol está en el desarrollo de las
potencialidades humanas, orientándonos, más allá de una psicología
preventiva, hacia la psicología positiva.

No obstante, para que el psicólogo pueda responder a las necesidades reales y


orientadoras de una sociedad requiere de una sólida y completa formación
científica y humanista para aplicar una psicología profunda que haga justicia a
los aspectos y aspiraciones más elevados del hombre, incluidas sus
frustraciones.

Además, un psicólogo formado en una rigurosidad humanista está dispuesto a


atender con ética, empatía y sabiduría a los distintos casos que deba tratar,
pues estará preparado para cuando el consultante abra su intimidad, dolores y
sufrimientos, con la esperanza de cura, alivio o solución.
Referencias bibliográficas:

https://www.eldiariodelcentrodelpais.com/2015/10/13/el-rol-del-psicologo-en-la-
sociedad-actual/ Escribe: Licenciada Ana Laura Aráoz

https://institutosalamanca.com/blog/las-emociones-y-su-importancia-en-la-
psicologia/ Luis Armando Oblitas Guadalupe. Aguilar, G.G. & Oblitas, L.A.
(2014). Psicología del Bienestar y la Felicidad Volumen 1. Estrategias de
Psicología Positiva para aprender a sentirse bien. Bogotá: Biblomedia
Editores.

https://www.utel.edu.mx/blog/10-consejos-para/etica-del-psicologo/ Iván
Mendoza UTEL Editorial
Conclusión
Referencias Bibliográficas

https://institutosalamanca.com/blog/las-emociones-y-su-importancia-en-la-psicologia/

https://www.utel.edu.mx/blog/10-consejos-para/etica-del-psicologo/

https://utelesup.edu.pe/blog-psicologia/importancia-del-psicologo-en-la-sociedad/

https://www.eldiariodelcentrodelpais.com/2015/10/13/el-rol-del-psicologo-en-la-sociedad-
actual/

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