Está en la página 1de 14

ALUMNA:

ALEXA ONEIDA DIAZ CASTILLO

ASIGNATURA
INTRODUCCION AL DERECHO

TEMA
EL DERECHO COMO PUNTO FOCAL Y LA ACCIÓN COLECTIVA

CATEDRATICO
GERARDO ABEL NEAL BARAHONA

FECHA
NOVIEMBRE 2022
INTRODUCCIÓN

A continuación, doy a conocer un poco del término derecho colectivo, el


cual se refiere al derecho de los pueblos a ser protegidos de los ataques a sus
intereses e identidad como grupo. El más importante de estos derechos es el
derecho de autodeterminación.

EL derecho como fenómeno colectivo es una gran ventaja que tienen


algunos grupos, por ejemplo, los indígenas, que son personas que por ser
analfabetas o ser personas muy humildes otros grupos se aprovechan de ellos,
un ejemplo muy marcado es el narcotráfico que constantemente utiliza el dinero
y las amenazas para sacar ventaja y amedrentarlos; por eso el derecho
colectivo defiende a estos grupos como un todo para hacerles valer sus
derechos civiles y humanos.

Otros derechos colectivos son el derecho al patrimonio artístico y


cultural, también el derecho a la paz, estos son derechos que reflejan la ventaja
que tienen todas o la mayoría de personas, porque a estas alturas hay tribus o
aldeas que se ven limitadas por ejemplo a salir de sus casas o a utilizar cierto
tipo de vestimenta, también hay que tener en cuenta las personas que se ven
obligadas a participar en guerras o actos de violencia.
OBJETIVO GENERAL

El objetivo de este trabajo es analizar el proceso de aplicación del


derecho y entenderlo como una acción colectiva

OBJETIVOS ESPECIFICOS
 Conocer el significado del derecho como acción colectiva
 Dar a conocer la importancia y como nos afecta el no conocer
estos términos.
 Entender cuándo y cómo se debería usar los diferentes términos
en nuestra vida diaria.
EL DERECHO COMO PUNTO FOCAL Y LA ACCIÓN COLECTIVA

Como es sabido, la expresión aplicación del derecho adolece de una


típica ambigüedad proceso/producto. Con ella se puede hacer referencia al
conjunto de actos que llevan a cabo determinados funcionarios, en especial
jueces, consistente en resolver casos individuales mediante normas generales.
Pero también puede referirse al resultado de este proceso, plasmado en una
determinada resolución en la que se recogen la conclusión a la que se ha
llegado, junto con las premisas que la justifican.

En la teoría del derecho suele prevalecer el estudio de la aplicación del


derecho entendida como producto. Sin embargo, el predominio de este enfoque
no debería hacernos creer que el examen de las acciones de aplicación de las
normas jurídicas carece de interés para la teoría del derecho. Por el contrario,
una exploración de este tipo se revela provechosa para una teoría jurídica que
pretenda ser general, desde el momento que se admite que, más allá de los
matices e idiosincrasias del funcionamiento de los distintos sistemas jurídicos,
todos ellos comparten elementos comunes que atañen a la estructura y al
contenido de esa actividad de aplicación. Una forma especialmente interesante
de dar cuenta de los elementos comunes de la aplicación del derecho como
proceso consiste en englobarlos en el esquema más general de una práctica
social en la que se desarrolla una acción colectiva. Cobra interés, por tanto,
repasar algunas de las concepciones que se han ofrecido de estas prácticas.
En nuestro quehacer cotidiano nos hallamos realizando acciones individuales,
cuya descripción se agota aludiendo a nuestros movimientos físicos y a nuestra
intención (un estado mental). Así, por ejemplo, puedo afirmar que estoy
estudiando, describiendo la acción de sostener un libro, leer su contenido,
pasar las páginas y, además, mencionando la intención de aprender lo que en
él se dice. Sin embargo, también estamos acostumbrados a realizar acciones
colectivas, en el sentido de que la descripción de ciertas acciones que
realizamos únicamente puede llevarse a cabo haciendo referencia a un actuar
conjunto. Si juego al fútbol en un equipo y este vence en un partido al equipo
adversario, no decimos que yo he vencido, sino que nuestro equipo ha ganado,
o simplemente “nosotros hemos ganado”. Esta última expresión denota a las
claras que la acción que realizamos no es individual, sino colectiva. Pone de
relieve que se trata de un actuar conjunto, que presupone una concordancia en
la intención (por ejemplo, la de contribuir cada uno de la mejor forma posible a
la victoria del equipo). ¿Cómo entender, no obstante, esa intención colectiva si
se trata de un estado mental? Aquí parece haber dos opciones. O bien se
postula la existencia de una mente colectiva que tenga el referido estado
mental, lo que no parece muy plausible (aunque tal vez Hegel y su idea del
espíritu de las naciones podría servir como ejemplo de alguien que sostuvo
algo parecido), o bien se entiende que los estados mentales únicamente se dan
en cada individuo, pero entonces de alguna manera hay que relacionar esos
estados mentales para dar cuenta del carácter colectivo de la intención Algunas
concepciones de la acción colectiva.

La clave para explicar por qué la biología, las reglas y los precios actúan
como mecanismos de coordinación es que los tres permiten a los individuos
predecir cómo se comportarán los otros individuos del grupo. Estoy diciendo
predecir en sentido metafórico ya que cuando el pelícano aletea no lo hace
porque predice conscientemente que los otros pelícanos harán lo mismo al
mismo tiempo. El nivel de seguridad que tiene cada individuo sobre la conducta
de los otros individuos es variable. En cualquier caso, la función de los tres
mecanismos de coordinación es la misma: coordinar la conducta de todos los
individuos miembros de un grupo.

Y esta es, precisamente, la concepción del Derecho que afirma que la


función de éste es servir de punto focal (focal point) que facilita la coordinación
entre los individuos.

Dice Basu:

El punto focal es un concepto que surge de una capacidad psicológica,


prevalente entre los seres humanos, especialmente los que comparten un
bagaje cultural común, que permite a cada uno adivinar lo que probablemente
harán los demás cuando se enfrentan al problema de elegir uno entre muchos
equilibrios.
La promulgación de una norma circule por la derecha; no supere los 100
km/h; si incumple un contrato, ha de indemnizar a su acreedor
insatisfecho, simplemente hace saliente el contenido de la misma.

Según los psicólogos evolutivos, la psicología humana ha internalizado


el cumplimiento de las normas: la motivación última para hacer cumplir las
normas en un grupo es que el cumplimiento de las normas” forma parte de
nuestra psicología. Hemos internalizado que las normas sociales han de
cumplirse y hacerse cumplir. Y esa psicología del cumplimiento ha sido
favorecida por la selección natural, porque las gentes que no cumplían y hacían
respetar las normas de las sociedades en las que vivían sufrían la vergüenza y
las sanciones del grupo. Si el entorno provocaba la muerte o aumentaba el
riesgo de muerte, de los que violaban las normas, y generaban el riesgo de que
otros murieran, es fácil entender la extensión de una cultura de cumplimiento y
de respeto hacia las normas que reducen tales riesgos y de una cultura en la
que se impongan sanciones a los que no las respetan: vivir en sociedades en
las que los infractores sufrían sanciones graves llevó a la evolución genética de
los sentimientos morales que provocó que los individuos se volvieran más
cooperativos, más confiados y más dispuestos a obedecer y a aplicar las
normas que otros personajes, y en consecuencia, a que fuera menos probable
que sufrieran los costes de la infracción de las normas (en términos de
supervivencia).

La estrecha relación entre emociones o sentimientos morales y niveles


de cooperación está hoy ampliamente probada. Boyd añade que, una vez
incorporado a nuestra psicología el cumplimiento de las normas, el contenido
de éstas puede ser muy variado, incluso arbitrario. Las normas tendrán el
contenido que favorezca la supervivencia del grupo y su contenido variará en
función del entorno en el que viva el grupo. Se explica así que las reglas de la
moralidad sean semejantes en todas las sociedades que habitan el mundo pero
que exista una enorme variedad en su contenido. Y esto ha ocurrido, según
algunos como Wrangham, porque hemos sufrido un proceso de
‘domesticación’ resultado de la ejecución sistemática de los miembros varones
de nuestra especie menos dispuestos a cumplirlas.
Porque cuando alguien predice que los demás actuarán de una forma
(conducirán por la derecha, saldrán a protestar a las calles, se vacunarán) tiene
los incentivos (maximiza su recompensa) para actuar de la misma forma. Eso
hace que las normas que no tienen un contenido distributivo no transfieren
recursos de unos miembros del grupo a otros se cumplan sin necesidad de
coerción estatal. Basta que cada uno de los miembros sepa o pueda esperar
qué harán los demás. Si todos creen que los demás cumplirán la norma, ellos
también la cumplirán.

A través de la publicación de las normas, su contenido se hace


conocimiento común (common knowledge) y eso modifica las expectativas de
cada miembro del grupo respecto de la conducta que adoptarán los demás. Si
cada uno espera que los demás cumplan la norma (y para ello basta con que
piensen que los demás pensarán que los demás cumplirán la norma y así
recursivamente hasta el infinito), tendrán incentivos para cumplirla, no por la
amenaza de la sanción, sino, como explicaba Binmore, por temor a que los
demás dejen de considerarlo como compañero en la cooperación social. Para
que ese temor sea eficaz basta con que nuestra psicología haya internalizado
que el ostracismo significa la muerte dada la intensísima dependencia del
linaje homo del grupo.

En aplicación del teorema de Aumann, agentes racionales con


presuposiciones comunes nunca pueden acordar estar en desacuerdo sobre
nada explicar la obediencia al Derecho se vuelve mucho más sencillo. Porque
la puesta en vigor de las normas jurídicas puede entenderse sencillamente
como información (no como opinión) que se hace de común conocimiento de
todos los individuos del grupo lo que lleva a todos ellos a reevaluar con qué
probabilidad los demás modificarán su conducta respecto de la que venían
desplegando antes de la promulgación. Como no hay comunicación directa
entre todos los miembros del grupo, la potencia de la promulgación y
publicación de la norma para coordinar la conducta de todos es muy superior.

Así concebidas, las normas también las jurídicas son solo mecanismos
de coordinación de la conducta de los miembros del grupo. Pero, en sí mismas,
no son más que palabras escritas sobre un papel. Modifican la conducta de la
gente porque actúan como punto focal y permiten a cada individuo saber qué
harán los demás individuos que forman parte de su grupo (en el cuento del
traje del emperador, fingir que ven el traje): leyes y reglamentos, aunque estén
grabados en piedra, no son más que instrumentos que nos permiten
coordinarnos en torno a un equilibrio en el juego de la vida. Alicia obedece al
rey porque teme que Bob la castigue en caso contrario. Bob obedecerá la
orden de castigar a Alicia porque teme que de lo contrario Carolina le castigue
a él. Carolina obedecerá la orden de castigar a Bob porque teme que, de lo
contrario, otra persona la castigue a ella. Como este otro podría ser Alicia,
estamos ante una espiral de creencias auto confirmantes.

Así pues, todos obedecen al rey no porque teman que el rey pueda


castigarles sino porque, como decía Hume, temen a las opiniones de los
demás.

Este equilibrio se rompe cuando algunos de los miembros del


grupo forman una coalición una facción en la discusión de los padres
fundadores norteamericanos y desestabilizan el contrato social poniendo en
duda las creencias de cada uno de los individuos del grupo sobre lo que harán
los demás en el caso de que decidan no cumplir con las órdenes del rey o con
la norma social de que se trate.

Así como las normas actúan como puntos focales que coordinan a los
individuos cuando su contenido de justicia es despreciable o se corresponde
con el internalizado por cada uno de los miembros, puede ocurrir como
explicaba James Madison, (que sí) un líder que opta por un equilibrio
demasiado alejado de lo que la sociedad considera justo… corre el riesgo de
crear un punto de convergencia en torno al cual puede aglutinarse la
oposición. Entonces aparecen líderes rivales que apelan al sentido de la justicia
de sus posibles seguidores.

En efecto, el contenido injusto de la norma informará a cada uno de los


súbditos de que los demás podrían no cumplirla y, con más seguridad, que
podrían no sancionar al que la incumpla, es decir, el carácter injusto de la
norma actuaría como un punto focal que coordinaría a los que consideren
deseable destronar la líder.
La posibilidad de coordinación, aún sin comunicación explícita se
refuerza en los grupos humanos por la capacidad para ‘razonar como grupo‘ de
los seres humanos cuando se pretende conseguir un objetivo común al grupo
en lugar de razonar en términos estratégicos (esto es, como una suma de
‘yoes’ individuales). En estas circunstancias, cuando el problema del reparto o
la distribución de las ganancias derivadas de la consecución del objetivo común
por el grupo se ha resuelto anticipadamente (los beneficios se repartirán
igualitariamente o proporcionalmente a la contribución de cada uno), es
sencillísimo para los humanos resolver el problema de acción colectiva y
cooperar de buena fe. Los gorrones y los tramposos serán muy escasos. 

Un ejemplo muy plástico (pero aquí hay más) de Basu y su coautor es el


del trabajo infantil. La idea es que, si permitimos el trabajo infantil, la oferta de
trabajo aumenta, lo que deprime los salarios de los adultos y si éstos son ya de
subsistencia, el equilibrio resultante es el de un aumento del trabajo
infantil porque los padres necesitan enviar a sus hijos a trabajar para poder
allegar los recursos mínimos para no morir de hambre. Para deshacer ese
equilibrio, hay que prohibir el trabajo infantil, de manera que se reduzca la
oferta de trabajo. Una vez que se produce la reducción de la oferta, los salarios
de los padres pueden aumentar. En el nuevo equilibrio, si la preferencia de los
padres es que sus hijos pequeños no trabajen, no mandarán a sus hijos a
trabajar, diga lo que diga la ley, de manera que ésta deviene redundante. Pero
si el trabajo infantil no se prohíbe en primer lugar, entonces, el entorno de
salarios bajísimos para los adultos obligará a los padres a enviar a sus hijos a
trabajar. Como se ve, lo que Basu plantea es que el mercado de trabajo se
puede caracterizar por la existencia de equilibrios múltiples… equilibrios en los
que los salarios son bajos y los niños trabajan y equilibrios en los que los
salarios son altos y los niños no trabajan.

Obviamente las preferencias de los padres pueden no contar en


absoluto y, sin embargo, parecer que el mercado responde a dichas
preferencias y que los niños trabajan porque sus padres así lo quieren. De este
modo se entiende que la existencia de trabajo infantil no es, en absoluto,
producto de la avaricia de los empleadores o de lo descastados que son los
padres en los países muy pobres. Es producto de un equilibrio perverso
que requiere de la coordinación entre los padres para salir de él. Y el Derecho
una regla que prohíba el trabajo infantil es lo que permite coordinarse a los
padres. Si cada padre sabe que la norma legal prohíbe el trabajo infantil, y
puede esperar que los demás padres no enviarán a sus hijos a trabajar y podrá
no enviar el suyo sin miedo a morir de hambre. Un razonamiento un modelo
parecido podría construirse para explicar por qué las mujeres trabajan o no lo
hacen fuera del hogar (Alice Evans). O piénsese en la puntualidad. Así pues,
cuando se pueden producir en el mercado equilibrios diferentes y alguno de
ellos es nocivo para el bienestar social, necesitamos del Derecho como punto
focal, como mecanismo de coordinación de la conducta de todos los miembros
del grupo.

Y aquí es donde entra la coacción que tradicionalmente se ha


considerado específica de un sistema jurídico. La coacción no es tal. La
coacción es, simplemente, la inclusión en el juego de aquellos que han de
hacer cumplir la norma que maximiza el bienestar (la regla que todos los
miembros del grupo habrían adoptado voluntariamente en ausencia de efectos
distributivos y externalidades) como una variable en la decisión individual de
cada miembro del grupo de cumplir o no la norma en la expectativa de qué
harán los demás. Así pues, la concepción del Derecho como focal point sirve
para explicar por qué la gente cumple o incumple las normas.

Entre los estudios de la acción colectiva desarrollados por los filósofos


contemporáneos destaca el elaborado por Michael Bratman mediante el
concepto de actividades intencionales colectivas. Veremos brevemente su
planteamiento, para después referirnos al empleo que del mismo hace Shapiro
en el ámbito de la teoría del derecho. Para Bratman, una intención es un
estado mental peculiar, distinto del deseo y de la creencia, y que incorpora un
compromiso característico: si un sujeto S tiene la intención de realizar la acción
p, entonces se ha comprometido a realizar p. Cuando se habla, pues, de
actividades intencionales colectivas hay que tener en cuenta este compromiso
y que se trata de acciones que tienen un cierto nivel de cooperación. El ejemplo
del que parte Bratman es el de viajar juntos. El hecho de que dos personas A y
B viajen juntas, por ejemplo, en el tren Barcelona-Madrid, no significa,
entendido como actividad intencional colectiva, la mera coincidencia en ocupar
asientos contiguos en el tren. Implica un estado mental peculiar tanto en A
como en B, consistente en tener la intención de viajar juntos. Ahora bien, según
este autor esta idea no debe ser entendida siempre como una intención de
hacer algo de manera cooperativa, ya que entonces se tornaría circular, como
cuando se expresa en términos de intenciones (conjuntas) de realizar algo
intencionalmente (de manera conjunta).

El modelo de actividad colectiva propuesto por Bratman toma en cuenta


siempre dos sujetos participantes. Shapiro lo ampliará, y en algún punto lo
modificará, para dar cabida a actividades compartidas por grupos más
extensos y entre los que se den relaciones de autoridad6. De este modo,
postulará que ese modelo ya está listo para dar cuenta de la práctica de
aplicación del derecho como actividad intencional colectiva. El hecho de pasar
de un análisis relativo a dos individuos a un análisis que tenga como objeto de
estudio grupos muy numerosos, como sería el formado por quienes aplican el
derecho, requiere alguna modificación en la definición ofrecida por Bratman. En
primer lugar, es más realista exigir únicamente que la mayoría de los
participantes (pero no necesariamente la totalidad) tenga las actitudes
apropiadas. En segundo lugar, cuando nos fijamos en colectivos muy
numerosos también parece poco realista postular que cada participante en la
actividad conozca las intenciones del resto de los participantes. De ahí que
Shapiro proponga sustituir el requisito del conocimiento común por el de la
accesibilidad pública: el contenido de las intenciones relevantes de los
miembros del grupo no tiene por qué ser conocido por todos, pero sí que debe
ser públicamente accesible de alguna manera a todos los participantes. Por
último, propone la sustitución de la condición Bratman, según la cual cada
participante tiene la intención de que el grupo realice la actividad, por la idea
algo menos exigente de que exista la intención de contribuir.

Según Shapiro, uno puede implicarse en una actividad intencional


colectiva simplemente teniendo la intención de contribuir al esfuerzo del grupo,
pero sin necesidad de comprometerse en el éxito de la empresa compartida. Es
decir, se puede tener la intención de participar en la contribución de un
proyecto colectivo, pero no por ello tener la intención grupal de que tal proyecto
tenga éxito. Pone el ejemplo de un programador informático al que se le pague
por contribuir en su parcela a lanzar una nueva versión de un sistema operativo
(que requiere el concurso de más personas). Este programador puede tener la
intención de participar en el proyecto, pero le puede traer sin cuidado si el
sistema operativo al final tiene éxito o no.

Kutz y las intenciones participativas superpuestas Por su parte, Kutz


empieza reconociendo que existe una amplia variedad de acciones
intencionales colectivas9. Las divergencias entre ellas pueden obedecer a
distintas razones. Menciono exclusivamente dos. Por ejemplo, cabe que sean
diferentes en cuanto a su espíritu cooperativo, que puede abarcar desde viajar
juntos en el tren hasta jugar al fútbol. También pueden divergir debido a la
complejidad de las tareas que implican: de la simplicidad que supone la
actividad de pasear juntos hasta la complejidad de los actos involucrados en la
creación de un barrio o de una ciudad. A pesar de ello, este autor cree que es
posible identificar una especie de mínimo común denominador en todas las
actividades intencionales colectivas. Es importante este punto, por cuanto el
objetivo que se propone este autor, según sus propias palabras, constituye una
estrategia “minimalista”. De ahí que considere que algunos de los elementos
que hemos visto como condiciones necesarias de este tipo de actividades en
Bratman y en Shapiro no lo son en absoluto. Del hecho de que normalmente se
hallen presentes en los casos paradigmáticos de acciones colectivas no hay
que deducir que sean condiciones necesarias de las mismas.

El concepto de acción participativa ya lo adelantamos al analizar el


esquema de Shapiro. Se trata de la intención que tiene una persona de
contribuir con su parte en un acto colectivo. Tiene dos componentes
representacionales. Por un lado, un papel individual, que consiste en el acto
que un individuo realiza como una contribución al fin colectivo; por otro lado, el
fin colectivo, que consiste en el objeto de una descripción que es el producto
causal de actos de diferentes individuos (como transportar un objeto pesado) o
es constituido por actos de diferentes individuos (como bailar un vals). Un fin
colectivo es, por tanto, un estado de cosas cuya realización depende de que
varias personas actúen juntas.

Gilbert y la idea de compromiso común Para Margaret Gilbert, si dos o


más personas están involucradas en una actividad colectiva, entonces forman
lo que esta autora denomina el sujeto plural de una meta. Por ejemplo, si dos
personas pasean juntas, forman el sujeto plural de la meta consistente en
pasear juntas. De una manera más técnica, es posible decir que dos o más
personas constituyen un sujeto plural de una meta si y solo si están
comprometidas conjuntamente a aceptar la meta de hacer J como grupo. Por
otro lado, Gilbert entiende que dos o más personas se hallan involucradas en
una acción colectiva de realizar J si y solo si están comprometidas
conjuntamente a aceptar la meta de hacer J como grupo y cada uno actúa de la
forma apropiada para alcanzar esa meta a la luz del hecho de que cada uno
está sujeto al compromiso común, conjunto o mutuo.

Sánchez-Brígido y la normatividad de las acciones colectivas Sánchez-


Brígido ha puesto de relieve que pueden existir unidades normativas distintas
asociadas a grupos que actúan con intencionalidad colectiva. Gilbert habría
dado cuenta, según este autor, únicamente de un tipo de ellas (a la que llama
unidad normativa del tipo II), pero no del otro (que sería la, unidad normativa de
tipo I. Según Raz, existe un grupo de individuos, la mayor parte, que sigue
alguna regla que requiere que ellos evalúen conductas mediante la aplicación
de normas identificadas por medio de criterios contenidos en aquella, normas
que forman un sistema abierto, comprehensivo y supremo.
CONCLUSIONES

Después de haber estudiado un poco del Derecho como punto focal y la


acción colectiva he llegado a la conclusión de que las acciones colectivas son
procesos judiciales que permiten defender los derechos de cientos, miles,
inclusive millones de personas afectadas por un mismo hecho. Posibilitan la
resolución de conflictos colectivos, donde se exige la protección de derechos
que afectan a una gran cantidad de personas, o a una comunidad, como el
derecho al ambiente, la salud, el hábitat, la educación, los derechos de
consumo, sindicales, etc. y muchas veces, buscan también activar procesos de
toma de decisión y contralor de omisiones del Estado.

También podría gustarte