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La infancia y la adultez

El lenguaje no es lo único que se aprende mejor en la infancia. Como imaginará, el desarrollo


de los primeros años establece con frecuencia las bases para la vida posterior. Por ejemplo, los
niños que padecen una desnutrición grave antes del primer año de vida tienen más
probabilidades de padecer sobrepeso y por ende diabetes y deficiencias cardíacas durante la
edad madura.
Esto hace que la primera etapa de vida sea una etapa de sensibilidad respecto de la nutrición.
El control emocional se logra mejor antes de los 6 años de vida: sin ese control, los adultos
pueden tener arranques repentinos de los que más tarde se arrepentirán. Las relaciones
humanas tempranas afectan a las reacciones de los adultos hacia sus hijos. Todas estas
conexiones nos muestran que la niñez es una etapa de sensibilidad.
Sin embargo, también la plasticidad es evidente. La plasticidad resalta dos aspectos
complementarios del desarrollo: los rasgos humanos pueden moldearse, y aun así las personas
conservan una cierta consistencia de su identidad . El concepto de plasticidad del desarrollo
nos brinda esperanza y realismo: esperanza de que es posible cambiar durante el transcurso
de la vida, y realismo porque el desarrollo construye sobre lo preexistente, ya sea esto bueno o
malo.
Un estudio con ratas revela la importancia de las experiencias de aprendizaje en los dos
primeros años de la vida humana
Un nuevo estudio sobre la formación de la memoria infantil, realizado con ratas, revela la
importancia para el desarrollo del cerebro de ciertos periodos críticos en el aprendizaje
infantil. Los dos primeros años de la vida humana resultarían fundamentales en este sentido.
El cerebro infantil necesita estímulos mientras aprende, para poner en práctica la formación de
la memoria, revela el estudio. Imagen: Bessi. Fuente: Pixabay.
Un nuevo estudio sobre la formación de la memoria infantil en ratas señala la importancia de
algunos periodos en la niñez para el desarrollo funcional del cerebro.
Características del estudio
Para analizar la cuestión, Alberini y sus colaboradores compararon la memoria de ratas de 17
días con la de ratas de 24 días de vida , es decir, cuando estas últimas ya eran capaces de
formar y retener recuerdos a largo plazo.
La memoria episódica testada en los roedores fue la memoria de una experiencia aversiva: un
pequeño choque, o impacto, recibido en las patas al entrar en un nuevo lugar. Las ratas
adultas, como los humanos, recuerdan experiencias desagradables o dolorosas que tuvieron
en sitios específicos, y evitan regresar a esos sitios.
Para llevar a cabo el experimento, los roedores fueron situados en una caja dividida en dos
compartimentos: uno «seguro» y el otro con «impacto». Durante el experimento, cada rata
fue colocada en el compartimento seguro con su cabeza situada de espaldas a la puerta.
¿Qué pasa en el cerebro?
Para responder a esto, los científicos se centraron en el hipocampo del cerebro que, en niños,
se ha mostrado necesario para codificar nuevos recuerdos episódicos en periodos anteriores a
la escolarización.
En este caso, en una serie de experimentos similares al test de los compartimentos, los
científicos encontraron que el hipocampo estaba inactivo, que la habilidad de las ratas más
jóvenes para formar recuerdos latentes y recordarlos disminuía con el paso del tiempo.
Aprovechar los periodos críticos
«Al principio de nuestras vidas, cuando el cerebro no es capaz de formar de manera eficiente
recuerdos a largo plazo, está »prendiendo« a hacerlo, por lo que es posible establecer las
habilidades para memorizar a largo plazo» explica Alberini.

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