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Guía de reflexión y elaboración teórica sobre: Lyotard, François Lo sublime y las

vanguardias.

Jean-François Lyotard

1) Lyotard hace una breve caracterización del vanguardismo para vincularlo con
la noción de lo “sublime”. ¿Cuáles de esas características encontrás
reelaboradas en el fragmento que transcribimos a continuación? Justificar.

2) Según el artista plástico Barnnet Newman el concepto de lo “sublime” se


vincula a una nueva concepción del tiempo (ver Lyotard). ¿Qué relación podés
establecer entre sus obras y la noción de shock que plantea el fragmento que
transcribimos? (abajo se adjunta imagen de una de las monumentales obras de
Barnett Newman)

3) ¿Por qué creés que en el fragmento transcripto no se menciona la noción de lo


“sublime” para referir al vanguardismo? ¿Cuáles son las afirmaciones que no
se condicen con la noción de vanguardismo que está dando por supuesta
Lyotard? Elaborar una respuesta propia a partir de las lecturas.

El burgués normal siguió aborreciendo el futurismo cuando ya lo tenía en su propia casa,


alternando con del industrial design, los productos del abstractismo, del constructivismo, del
neoplasticismo, etc. Consumía los ismos, pero no se daba cuenta y los rechazaba en bloque como
“futurismo”.
Esta actitud se fue modificando lentamente: una cierta difusión de la cultura, la mediación de
la publicidad, una divulgación de gran alcance... El público (nos referimos al público no
preparado, al visitante que acude a una exposición por casualidad) empezó acostumbrarse a la
sucesión de corrientes, a intuir, por lo menos, que un cuadro podía resultar bello aunque no
representara nada, de forma que hoy resulta ya raro preguntar en una exposición: “Pero eso, ¿qué
representa?”. Sin embargo, se trataba todavía de aproximaciones cautas, parciales, sectoriales.
Introduzcamos a un visitante de este tipo en las salas de una exposición que reúna las obras de la
pintura contemporánea de estos últimos veinte años, en la que se presenten en rápida sucesión
escuelas y costumbres formativas que se opongan las unas a las otras, en continua dialéctica, de
los informales a los abstractos, de los expresivos a los informales, de los expresionistas abstractos
a los investigadores de la textura de la materia. La reacción de nuestro espectador será de continuo
shock en el sentido de que apenas se ha acostumbrado a un universo de lenguaje en el ámbito de
un cuadro o de un grupo de cuadros –y por consiguiente a un modo de ver las cosas– este hábito
será inmediatamente puesto en tela de juicio por el cuadro o grupo de cuadros que vienen a
continuación.
Público “conservador”, hemos dicho, “hábitos” perceptivos, modo “habitual” de ver el
mundo: en la forma misma de formular estos problemas surge como hecho evidente que la pintura
contemporánea (que el arte contemporáneo, en general, pero quizá, junto con la música, la pintura
de forma más visible y provocadora) procede violentando los hábitos del público. ¿Qué
significado tiene este aspecto aparentemente accidental?
La concepción del hábito como elemento de inmovilismo tiene raíces mucho más profundas
tanto en sentido histórico como teorético: se basa en el fondo en el convencimiento de que un
comportamiento habitudinario refleja, en su inalterabilidad, la misma inalterabilidad propia de las
leyes de la naturaleza. Uno se habitúa y es bueno habituarse porque el mundo es un ejemplo de
hábito.
Las cosas cambiaron al afirmarse la ciencia moderna: se abre paso una concepción del
conocimiento como revisión continua de las propias aseveraciones, comprobación progresiva de
la teoría en base a los sucesivos datos experimentales. El proceso es lento y complejo, pero el
concepto de naturaleza que hoy manejamos no es el de la antigüedad o el de la Edad Media, ni
siquiera el del Renacimiento o el de Galileo… El mundo se nos presenta como escenario de una
continua apuesta de la inteligencia y de la sensibilidad, banco de prueba de numerosas propuestas,
de modelos explicativos provisionales que debemos acostumbrarnos a eliminar apenas quedan
superados por otros datos y otras perspectivas.
El arte, en realidad, no ha hecho nada más que respetar el ritmo que la ciencia ha dado a
nuestro modo de ser en el mundo; y no ha podido esperar que su público se acostumbrase a una
solución para proponer otra, porque en realidad se trataba de habituar a un público a no adquirir
hábitos, habituarse a la sucesión, a no descansar nunca en un modelo adquirido. (Eco, Umberto
Una definición de arte, selección de fragmentos)
Barnett Newman “Vir, Heroicus, Sublimis”. Óleo sobre tela, 1950. (2.42 m x 5.42 m)

4) Lyotard en su texto, hace una particular referencia al uso de manifiestos en el


proceso de creación artística del vanguardismo.

a) ¿Qué es un manifiesto para el vanguardismo y en qué relación se encuentra


ese manifiesto con la producción de obra de los artistas? Caracterizar.

b) ¿Cuál es la posición estética y política que los vanguardistas transmiten al


público de arte con la propagación de esos manifiestos? Justificar.

c) ¿En qué relación se encuentra la producción de manifiestos artísticos y la


noción de “sublime” que utiliza Lyotard? Desarrollar.

d) El siguiente fragmento reseña la película Manifesto del artista audiovisual


alemán Julian Rosefeldt. ¿Qué características de los manifiestos
vanguardistas señalados por Lyotard se recuperan en la reseña? Justificar.

e) ¿Qué argumento utiliza el artista alemán para justificar que una sola actriz
encarne todos los personajes? (se adjuntan imágenes de la actriz Cate
Blanchett en la película Manifesto) Justificar si esa decisión puede ser
interpretada (o no) como una de las características de lo “sublime” que
Lyotard advierte en el vanguardismo?
Manifesto, el filme del artista audiovisual alemán Julian Rosefeldt, está llegando a Buenos Aires
invitado por el Goethe Institut para presentarla en el marco de la 2° Bienal de Performance de
Argentina. Manifesto se trata de un proyecto audiovisual en formato de museo performance en el
que la inigualable Cate Blanchett recita una serie de más de 30 manifiestos artísticos enmarcada
en diferentes escenas de gran ficción cinematográfica. Es, claro está, un homenaje a la hermosa,
poética y combativa tradición de los manifiestos artísticos y se propone indagar su vínculo con la
sociedad actual. ¿Es posible que estos párrafos virulentos y esperanzados tengan alguna clase de
resonancia con el presente, llevados a una situación contemporánea? La versión de Manifesto que
llega a Buenos Aires es en formato “película”. Es una compilación en la que los episodios están
uno detrás del otro, generando una suerte de narrativa hermosa y cinematográfica en un sentido
clásico, en el que la sorpresa también radica en esperar una nueva y camaleónica aparición de la
diva Blanchett que pasa de ser hermosa a pavorosa, de frágil a temeraria, de rica a proletaria y así
sucesivamente. Y por supuesto los despampanantes espacios donde todo tiene lugar,
escenografías naturales y arquitecturas deslumbrantes, filmadas con lentitud y densidad plástica.
A no confundir, no se trata de una teatralización ni una representación de los manifiestos. De
hecho la relación entre las imágenes y las palabras no tiene nada de literal y tiende a ser bastante
caprichosa y compleja. Como dice Rosefeldt: “La idea principal no era ilustrar los textos de cada
manifiesto en particular, sino permitir a Cate encarnarlos. Ella es el manifiesto.” ¿Y qué son los
manifiestos para este artista?: “Es la escritura más hermosa y fascinante. Podía escuchar las
palabras como si se hablaran. Me di cuenta de que no eran sólo documentos históricos de arte,
sino el material de texto más animado y realizable. Ellos me hicieron pensar en algo teatral y así
comencé a imaginar estos manifiestos como una performance, liberada del polvo de la historia
del arte y el tiempo presente.”
El Manifiesto que se verá en el Malba recorre doce escenarios distintos. En cada uno de ellos Cate
Blanchett realiza un personaje con una caracterización diversa y siempre impactante. En un
capítulo llega a hacer dos personajes a la vez y a tener una conversación consigo misma de uno y
otro lado de la pantalla. El primer episodio –que es el que más difusión ha tenido– la actriz
australiana está caracterizada como un linyera que vaga por zonas periféricas y derruidas,
acompañada por un perro pulguiento, mientras grita como un oráculo temible textos de Guy
Debord. La actriz se va convirtiendo en muchas diferentes a la vez. Trece personajes diferentes:
un corredor de bolsa, una madre conservadora, un CEO, un orador funeral, una chica punk, una
coreógrafa, una maestra, un trabajador de fábrica, una conductora de noticias y una movilera que
mantienen una conversación, una titiritera, una científica y el susodicho homeless.
Los manifiestos están recortados en pedacitos y mezclados de modo tal que se rearman casi en un
sentido nuevo en cada uno de los episodios. A veces el vínculo es de reafirmación, como en el
caso del violento manifiesto futurista que es dicho en una oficina donde un corredor de bolsa, con
la vista clavada en monitores con gráficos, se carga de una ansiedad insana, otros inesperado,
como la muchacha punk diciendo en un bar atiborrado de yonquis el manifiesto creacionista de
Vicente Huidobro, otros definitivamente irónico, como la maestra que les dice a sus niños las
prohibiciones del manifiesto de Dogma 95 como si se tratara de las consignas para una tarea
escolar.
Rosenfeldt cuenta: “Antes de comenzar a escribir el guión y colmar los manifiestos, el desarrollo
del trabajo implicó una gran cantidad de investigación y análisis textuales, mi selección comienza
a principios del siglo XX, incluye a vanguardistas como Marinetti, Barnett Newman o Jim
Jarmush.” En síntesis: “He construido Manifesto como una serie de episodios que se pueden ver
por separado, pero que también se pueden ver juntos en su totalidad, como un coro de voces
diferentes. En este sentido el Manifesto se convirtió en un nuevo texto en sí mismo: un manifiesto
de manifiestos.”
Manifesto plantea como interrogante si esas declaraciones apasionadas y guerreras pueden
resonar en el presente. En todos esos Ismos estaba el empoderamiento del arte para discutir la
propia institución, su vínculo con la sociedad y en lo posible la más sonora ruptura con el pasado.
Y ahora, ¿no es este mismo gesto un homenaje posmoderno? ¿Un rescate y un hundimiento de
aquellos motivos de la modernidad? Rosefeldt encuentra en el cine y en la magnífica Cate
Blanchett el canal para que sus preciosas puestas en escena se eleven a la escala de aquellos mitos
de la historia del arte. Inicia así una conversación a través de los siglos. Con una ayudita del cine.
Imágenes del film Manifesto de Julian Rosefeldt (2017)

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