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vanguardias.
Jean-François Lyotard
1) Lyotard hace una breve caracterización del vanguardismo para vincularlo con
la noción de lo “sublime”. ¿Cuáles de esas características encontrás
reelaboradas en el fragmento que transcribimos a continuación? Justificar.
e) ¿Qué argumento utiliza el artista alemán para justificar que una sola actriz
encarne todos los personajes? (se adjuntan imágenes de la actriz Cate
Blanchett en la película Manifesto) Justificar si esa decisión puede ser
interpretada (o no) como una de las características de lo “sublime” que
Lyotard advierte en el vanguardismo?
Manifesto, el filme del artista audiovisual alemán Julian Rosefeldt, está llegando a Buenos Aires
invitado por el Goethe Institut para presentarla en el marco de la 2° Bienal de Performance de
Argentina. Manifesto se trata de un proyecto audiovisual en formato de museo performance en el
que la inigualable Cate Blanchett recita una serie de más de 30 manifiestos artísticos enmarcada
en diferentes escenas de gran ficción cinematográfica. Es, claro está, un homenaje a la hermosa,
poética y combativa tradición de los manifiestos artísticos y se propone indagar su vínculo con la
sociedad actual. ¿Es posible que estos párrafos virulentos y esperanzados tengan alguna clase de
resonancia con el presente, llevados a una situación contemporánea? La versión de Manifesto que
llega a Buenos Aires es en formato “película”. Es una compilación en la que los episodios están
uno detrás del otro, generando una suerte de narrativa hermosa y cinematográfica en un sentido
clásico, en el que la sorpresa también radica en esperar una nueva y camaleónica aparición de la
diva Blanchett que pasa de ser hermosa a pavorosa, de frágil a temeraria, de rica a proletaria y así
sucesivamente. Y por supuesto los despampanantes espacios donde todo tiene lugar,
escenografías naturales y arquitecturas deslumbrantes, filmadas con lentitud y densidad plástica.
A no confundir, no se trata de una teatralización ni una representación de los manifiestos. De
hecho la relación entre las imágenes y las palabras no tiene nada de literal y tiende a ser bastante
caprichosa y compleja. Como dice Rosefeldt: “La idea principal no era ilustrar los textos de cada
manifiesto en particular, sino permitir a Cate encarnarlos. Ella es el manifiesto.” ¿Y qué son los
manifiestos para este artista?: “Es la escritura más hermosa y fascinante. Podía escuchar las
palabras como si se hablaran. Me di cuenta de que no eran sólo documentos históricos de arte,
sino el material de texto más animado y realizable. Ellos me hicieron pensar en algo teatral y así
comencé a imaginar estos manifiestos como una performance, liberada del polvo de la historia
del arte y el tiempo presente.”
El Manifiesto que se verá en el Malba recorre doce escenarios distintos. En cada uno de ellos Cate
Blanchett realiza un personaje con una caracterización diversa y siempre impactante. En un
capítulo llega a hacer dos personajes a la vez y a tener una conversación consigo misma de uno y
otro lado de la pantalla. El primer episodio –que es el que más difusión ha tenido– la actriz
australiana está caracterizada como un linyera que vaga por zonas periféricas y derruidas,
acompañada por un perro pulguiento, mientras grita como un oráculo temible textos de Guy
Debord. La actriz se va convirtiendo en muchas diferentes a la vez. Trece personajes diferentes:
un corredor de bolsa, una madre conservadora, un CEO, un orador funeral, una chica punk, una
coreógrafa, una maestra, un trabajador de fábrica, una conductora de noticias y una movilera que
mantienen una conversación, una titiritera, una científica y el susodicho homeless.
Los manifiestos están recortados en pedacitos y mezclados de modo tal que se rearman casi en un
sentido nuevo en cada uno de los episodios. A veces el vínculo es de reafirmación, como en el
caso del violento manifiesto futurista que es dicho en una oficina donde un corredor de bolsa, con
la vista clavada en monitores con gráficos, se carga de una ansiedad insana, otros inesperado,
como la muchacha punk diciendo en un bar atiborrado de yonquis el manifiesto creacionista de
Vicente Huidobro, otros definitivamente irónico, como la maestra que les dice a sus niños las
prohibiciones del manifiesto de Dogma 95 como si se tratara de las consignas para una tarea
escolar.
Rosenfeldt cuenta: “Antes de comenzar a escribir el guión y colmar los manifiestos, el desarrollo
del trabajo implicó una gran cantidad de investigación y análisis textuales, mi selección comienza
a principios del siglo XX, incluye a vanguardistas como Marinetti, Barnett Newman o Jim
Jarmush.” En síntesis: “He construido Manifesto como una serie de episodios que se pueden ver
por separado, pero que también se pueden ver juntos en su totalidad, como un coro de voces
diferentes. En este sentido el Manifesto se convirtió en un nuevo texto en sí mismo: un manifiesto
de manifiestos.”
Manifesto plantea como interrogante si esas declaraciones apasionadas y guerreras pueden
resonar en el presente. En todos esos Ismos estaba el empoderamiento del arte para discutir la
propia institución, su vínculo con la sociedad y en lo posible la más sonora ruptura con el pasado.
Y ahora, ¿no es este mismo gesto un homenaje posmoderno? ¿Un rescate y un hundimiento de
aquellos motivos de la modernidad? Rosefeldt encuentra en el cine y en la magnífica Cate
Blanchett el canal para que sus preciosas puestas en escena se eleven a la escala de aquellos mitos
de la historia del arte. Inicia así una conversación a través de los siglos. Con una ayudita del cine.
Imágenes del film Manifesto de Julian Rosefeldt (2017)