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III.

NIÑEZ TEMPRANA
De entre los 2 y los 6 años
La acción docente comporta necesariamente una relación entre el maestro/profesor y el niño, sea cual sea su
edad (escolar). Este es uno de los axiomas de la teoría de los actos comunicativos, pedagógicos o de otra índole.
Esta relación tiene incluso la “llave de paso” de los mensajes y contenidos de la comunicación. Dicha relación
descansa sobre un conocimiento mutuo de las personas que intervienen. El niño posee un conocimiento intuitivo
de las personas con quienes trata; su conocimiento progresará rápidamente en estos primeros años de su vida
social. El pensamiento de sentido común debe asumir la urgencia de promover una generación de educadores
que conozcan a fondo los procesos básicos del desarrollo psíquico integral del niño para una mejora del proceso
educativo.

1. Desarrollo físico y cognoscitivo


Control del cuerpo y de la actividad psicomotriz
Con respecto al crecimiento, entre los 2 y los 6 años, los niños continúan incrementando su peso y su talla,
aunque a un ritmo algo más lento que en los dos años anteriores. Por lo general, los chicos y chicas crecerán
alrededor de 5-6 cm por año aproximadamente (de 90 cm con 2 años, pasan a los 115-120 con 6 años) y
aumentarán de peso entre 2 y 3 kilos (de los 13-15 kg a los dos años, pasan a los 22-24 kg con 6 años). También
el cerebro crece y se desarrolla y el encéfalo pasa de 200 g al nacer a unos 1200 g a los 5 años. Progreso
psicomotor
En este período, el cerebro ha alcanzado prácticamente su máximo desarrollo, pero el sistema nervioso
continuará en su proceso de mielinización de las neuronas, encargado de favorecer la eficacia de la transmisión
neuronal, y que seguirá aproximadamente hasta los 4 años y medio. Además de los progresos que se suceden
en el cerebro, tanto la motricidad gruesa (grandes músculos del cuerpo) como la motricidad fina (pequeños
músculos de la mano) se verán también afectados. Siguen vigentes las leyes de desarrollo motor para el control
del cuerpo: céfalo-caudal, próximo-distal y general-específica.
Entre los cambios más relevantes sobre el aspecto psicomotor encontramos los relacionados con:
• La independencia: capacidad para controlar por separado cada segmento motor. Empiezan a ser capaces
de realizar juegos que conllevan movimientos complejos distintos con cada mano. Por ejemplo, la mejora
en la capacidad de recortar: sujetar bien las tijeras con los dedos mientras ejecutan los movimientos
adecuados con la dirección adecuada, adaptándose y sujetando adecuadamente el papel. Este progreso
de independencia alcanzará su nivel óptimo entre los 7 y 8 años.
• La coordinación, o la asociación de patrones motores que inicialmente eran independientes, confluirán y
se adaptarán para poder realizar movimientos más complejos, hasta alcanzar su automatización. Una
vez automatizados los movimientos supondrá la capacidad de poder atender a aspectos que irán más
allá de los motrices. Por ejemplo, centrar la atención en el contenido de lo que se escribe y no en la parte
motriz de la escritura (forma, tamaño, direccionalidad…).
También se verá afectada la “psicomotricidad invisible”, referida a aspectos difícilmente observables entre los
cuales encontramos: el control del tono muscular, del equilibrio, el control respiratorio y la estructura espacio-
temporal. Estos aspectos afectarán directamente en el desarrollo psicomotor y la “psicomotricidad visible”.
Aquellos éxitos psicomotores que observamos en la actividad motriz, implican ya no solo iniciar las acciones sino
su correcta realización. El desarrollo psicomotor de los niños en esta etapa se convierte en una prioridad y una
labor esencial por parte de padres y docentes (Aucouturier, B., 2004).
Refiriéndose al control de esfínteres, es habitual que se dé entre los 2 y 3 años, y cabe tener presente que
aprenderán a controlar las heces antes que la orina y antes por el día (18-24 meses) que por la noche (2-3 años).
Es importante tener en cuenta que puede haber variaciones entre unos niños y otros, según su madurez
fisiológica, así como las diferencias en la forma en la que se introduce por parte de unos u otros padres. Es
recomendable no adelantarse en este proceso, y favorecer la adquisición de esta capacidad desde un clima lúdico
y exento de tensiones, para que la relación entre el niño y el adulto no se vea perjudicada.
Lateralidad
El cuerpo humano es funcionalmente asimétrico, las personas tienden a emplear una mano, un ojo o una pierna
sobre la otra al realizar determinadas actividades motrices, cada uno tiene sus preferencias laterales. Esta
preferencia está determinada por la dominancia de los hemisferios cerebrales. En la mayor parte de las personas,
el hemisferio dominante es el izquierdo; como el control del cerebro sobre el movimiento es contra lateral, es
decir, el hemisferio izquierdo controla el movimiento del hemisferio derecho, la mayoría de las personas son
diestras. Las personas serán zurdas cuando el hemisferio dominante sea el derecho (se da en el 10%
aproximadamente de las personas, mayoritariamente hombres).
Esquema corporal
El esquema corporal se refiere, pues, a la representación que se tiene del propio cuerpo, de los diferentes
segmentos corporales, de sus posibilidades de movimiento y acción, así como de sus diversas limitaciones (Mora
y Palacios, 1990). Existen estudios que plantean la diferenciación entre esquema corporal e imagen corporal,
cabe considerar que la imagen corporal se relaciona con aspectos perceptivo-afectivos y con las sensaciones
que provienen del propio cuerpo. La noción de corporalidad interior sería más propia del esquema corporal.
La adquisición del esquema corporal se da en una construcción progresiva, en la que los nuevos elementos se
van añadiendo a los conseguidos como consecuencia de la maduración y de los aprendizajes.
Un esquema corporal bien establecido supone, pues:
• Conocer la imagen del propio cuerpo.
• Saber que ese cuerpo forma parte de la identidad de un mismo.
• Percibir cada parte, pero sin perder la concepción de unidad.
• Conocer las distintas posiciones que el cuerpo puede adoptar.
• Anticipar todas las nuevas posiciones que se pueden adoptar, así como las consecuencias que estas
posiciones y secuencias de movimiento pueden tener sobre el cuerpo y el entorno.
Desarrollo cognitivo en la etapa de los 2 a los 6 años
Actualmente, todavía no se posee una teoría sobre el desarrollo humano cognoscitivo coherente y amplia. Los
avances en el mundo del lenguaje, la escritura, la aritmética elemental aparecen en la psicología del desarrollo
como guía del progreso de los seres humanos, a través del manejo de los símbolos.
Piaget (1966) fue quien brillantemente inició la descripción-explicación de la vida intelectual de los niños, aunque
quizás fuese demasiado condescendiente en el período entre la etapa sensoriomotriz y las operaciones
concretas. Según Piaget, el desarrollo cognitivo que se llevará a cabo en este momento evolutivo corresponde a
la denominada etapa preoperacional, también conocida como inteligencia verbal o intuitiva. Abarca
aproximadamente entre los 2 y los 6 años, y principalemente destaca el desarrollo de aspectos tan importantes
como la función simbólica.
La función simbólica es la capacidad para utilizar símbolos y con ellos poder representan objetos, personas o
sucesos ausentes, es la representación mental a la que una persona le asigna un significado. Conlleva, además,
un gran avance en la capacidad de conocimiento y actuación con la realidad que rodea a la persona durante su
desarrollo. La meta final es la acción interiorizada reversible y descentrada, organizada en sistemas de conjuntos
y que ya constituye una verdadera operación mental. El niño se ve inmerso en el mundo de los signos: el dibujo,
la imitación, el juego, las palabras, los números, las letras escritas, las analogías, las comparaciones, las
clasificaciones y ordenaciones, entre otros, son modos de expresión simbólica. El símbolo más común es la
palabra hablada o escrita. Saber los símbolos de las cosas ayuda a pensar en ellas y en sus cualidades, a
recordarlas y a hablar sobre ellas sin necesidad de tenerlas frente a nosotros, por lo tanto, los niños de esta
edad pueden ahora aprender mediante el pensamiento simbólico (no solo mediante los sentidos).
Otros procesos cognitivos: atención, memoria y razonamiento
La atención
La atención es uno de los procesos cognitivos que favorecerán al niño en la captación de todos los estímulos que
le rodean, con ayuda de la percepción. Es un mecanismo de selección perceptiva que asegura la eficacia con la
que se realiza el procesamiento de la información.
Al comienzo de la etapa infantil, el niño manifiesta su interés en prestar atención a los objetos circundantes y a
las acciones realizadas con ellos, seguirán atendiendo solo mientras no decaiga su interés y motivación. El
surgimiento de un nuevo objeto implicará un cambio instantáneo de la atención hacia él o ella. A lo largo de la
etapa infantil, la atención irá mejorando en concentración y estabilidad. No se desarrolla o está madura hasta
después de la infancia. Hay que aprender a localizarla, controlarla y adaptarla.
Edad Atención en un mismo juego
3 a 4 años 30 o 50 minutos aprox.
5 o 6 años 1 hora y 30 minutos aprox.
Periodos de atención sostenida según el desarrollo cronológico
El aumento de la estabilidad de la atención se manifestará también en actividades como observar láminas,
escuchar cuentos, etc. Un niño de seis años será capaz de captar, analizar, valorar y destacar muchos más
detalles que uno de tres años. El cambio más significativo en la atención en la infancia, consiste en que los niños
comienzan, por primera vez, a dirigir su atención, a ser capaz de guiarla conscientemente y mantenerla
dirigiéndola hacia objetos y fenómenos utilizando para ello diferentes métodos. El adulto favorecerá la
incorporación de nuevos tipos de actividades, medios y aspectos organizacionales que ayudará en la capacidad
de dirigir la atención del niño. Por tanto, las capacidades atencionales se pueden entrenar y potenciar.
Con el lenguaje los niños comienzan por sí solos a denominar verbalmente aquellos objetos y fenómenos sobre
los que deben prestar atención para lograr el resultado deseado, desarrollan la función planificadora, se hacen
capaces de organizar previamente su atención con relación a las condiciones de ejecución de la actividad a
realizar, expresan verbalmente hacia qué se debe orientar. Es, pues, el inicio de la atención voluntaria que
regulará la conducta del niño, aunque predominará la atención involuntaria.
Los niños presentan más dificultades de concentración en actividades monótonas y poco atractivas. El juego, los
elementos lúdicos, el cambio en las formas de las actividades favorecerán la atención. Es importante matizar que
el proceso atencional se verá influenciado y estará relacionado con otros procesos cognitivos como la memoria y
el razonamiento, que ayudarán en la optimización del procesamiento de la información. Las capacidades
atencionales podrán mejorar gracias a la interacción e intervención con los adultos y de otros niños.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Pérez, N., Navarro, I., González, C., Valero, J., Cantero, P. Martínez, A., Gión, S. & Delgado, B. (2012). Psicología
del desarrollo humano: del nacimiento a la vejez. España: Editorial Club Universitario

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