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El liquidador tiene un mayor protagonismo, toda vez que, junto con los
contadores de la sociedad, será el encargado que los estados financieros
de la sociedad, exactamente el estado de situación financiera y el estado de
resultados, se encuentren en 0. A saber, en esta etapa la sociedad debe
cumplir con el pago de sus deudas, cobrar todas sus acreencias y distribuir
el haber social entre los accionistas o socios, de ser el caso y según
corresponda.
Si bien la función principal de los liquidadores es, como se establece en el
artículo 375.1 del texto refundido de la Ley de Sociedades de Capital, la de
“velar por la integridad del patrimonio social en tanto no sea liquidado y
repartido entre los socios”, también ha de llevar a cabo una serie de
operaciones:
Durante los primeros tres meses del periodo de liquidación, los
liquidadores han de presentar un balance y un inventario con la
información relativa al momento de la disolución de la empresa.
Asimismo, en el momento en el que finalice el periodo de liquidación,
los liquidadores tienen que presentar el balance final de liquidación,
un informe y un documento donde se especifique qué parte
corresponde a cada socio. Todo ello puede ser impugnado o
aprobado por la junta general.
Además, deberán realizar todas aquellas operaciones que permitan
finalizar con el periodo de liquidación.
Asimismo, tendrán que saldar y cobrar las deudas pendientes.
Otra de sus funciones es la de llevar la contabilidad y conservar los
documentos contables, así como de mantener informados a socios y
acreedores sobre el proceso y transmitir los bienes sociales.
Una vez resueltos todos los pagos con los acreedores y si no se ha
impugnado el balance final de liquidación, se puede pagar a los
socios la cuota de liquidación que les corresponde.
Por último, los liquidadores han de inscribir la extinción de la
sociedad en el Registro mercantil, donde también depositarán los
libros y documentos.