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1.-El Quattrocento
Leon Battista Alberti es un teórico que representa el saber universal del genio
renacentista. Sobresalió en todas las artes ideó artilugios mecánicos y dedicó
tratados a la escultura, a la pintura y a la arquitectura.
El segundo objetivo de Alberti es el templo. Sus primeros trabajos consisten en
remodelar edificios medievales. A la basílica gótica de Santa Maria Novella, de
Florencia, le añadió una fachada de proporciones perfectas, dotada de sentido
musical, asumiendo como módulo compositivo el cuadro.
La construcción religiosa más importante de Alberti fue San Andrés, de
Mantua.
Tras una etapa como cantero y escultor en Padua, se traslada a Vicenza, para
renovar con una envoltura pétrea la Basílica. Delinea una fachada de dos
plantas, el piso bajo de orden dórico y el alto de orden jónico, a partir de la
repartición seriada de un módulo. Consiste en inscribir un arco de medio punto
y dos dinteles laterales apeados sobre columnas de orden normal, en un marco
arquitrabado con columnas de orden gigante.
La célebre Rotonda concebida con una segunda vivienda para la alta sociedad,
que buscaba en el campo refugio pacífico frente a la ajetreada vida urbana.
Consta de un salón central, cubierto con cúpula, y cuatro pórticos con frontón,
que actúan como galerías, desde las que se puede gozar de la campiña.
Sus obras religiosas se concentran en Venecia, desarrollando plantas de cruz
latina y fachadas articuladas por la conjuntación de dos frontones.
La escultura: Miguel Ángel.
Rafael solo realizó personalmente la primera estancia. Una alegoría más lograda
es un fresco llamado La escuela de Atenas, el triunfo de la Filosofía antigua. En
esta obra, ilustra el Templo de la Ciencia, donde Platón, como filósofo de la
especulación metafísica, indica el cielo, mientras Aristóteles señala la tierra, en
cuyo campo se desarrolla la experimentación física.
Fuera del Vaticano decoró con pinturas mitológicas la resistencia romana del
banquero Agustín Chigi. El tema central es el Triunfo de Galatea, donde retrató
a su amante Margarita Luti “la Fornarina”.
El campos del retrato fue otra de sus especialidades que cultivó con gran éxito.
Antes de morir, entregó los catones para diez tapices con los Hechos de los
Apóstoles, que fueron tejidos en Bruselas y expedidos a la capilla vaticana de
León X. Rafael refleja la perfección de una sociedad que cree haber alcanzado
su equilibrio.
Miguel Ángel se inició en el arte a través de la pintura. A los trece años de su
padre le puso de aprendiz en el taller de Ghirlandaio, donde aprendió la técnica
del fresco.
Sus primeras obras conservadas son posteriores a la inauguración de la estatua
de David. Se trata de una tabla para un coleccionista privado y un encargo
oficial para la República.
En 1504 realizaba para el tejedor de paños Agnolo Doni el tondo que lleva su
nombre. El escorzo de la Virgen arrodillada en primer término, tendiendo el
Niño a San José en una violenta torsión, y los desnudos del fondo vuelven a
reproducirse en el cartón de La batalla de Cáscina.
Restaurado el régimen republicano en Florencia, el confaloniero determinó
celebrar la gloria militar del pueblo y encomendó a Miguel Ángel, la
perpetuación artística del episodio de Cáscina, en el que los florentinos habían
vencido a los paisanos. Lo llenó de hombres desnudos que, mientras se bañan
por el calor en el río Arno, oyen dar la alarma en el campo porque los enemigos
les asaltan. El fresco no se llegó a pintar, pero el cartón será fuente de
inspiración. Miguel Ángel había llegado a dominar el dibujo anatómico tras
pasar largas horas descuartizando cadáveres y así nacerán sus obras maestras.
La más célebre se encuentra en la bóveda de la Capilla Sixtina. Para levantar
ópticamente el techo, imaginó un conjunto articulado por grandiosas pilastras
fingidas y entre ellas fue acomodando las monumentales figuras de los Profetas
y Sibilas. A su alrededor pintó a los Antepasados del Salvador. Luego, Miguel
Ángel compartimentó el espacio rectangular del centro en nueve tramos,
separados por desnudos y tondos, donde narra la Creación y la Caída del
hombre como figura en el Génesis.
Un cuarto de siglo después, concluía la decoración de esta Capilla con otra obra
grandiosa de energía sobrehumana. Si en el techo había pintado el prólogo de la
Humanidad, adora representaba el epílogo en el muro del fondo. Las trompetas
del Apocalipsis están sonando, los muertos resucitan y el Juicio Final ha
llegado. En el centro un Cristo joven en actitud de justo juez divide la
composición en dos mitades. A la derecha, los elegidos suben al cielo
sostenidos por los ángeles, a pesar de que los demonios quieren reternerlos en
vano; y a la izquierda, los réprobos se precipitan en el infierno, donde los
aguarda Caronte con su barca.
El imaginero debía priorizar en sus obras la belleza del alma sobre la corporal,
labrando figuras de profunda espiritualidad.
Dos maestros educados en Italia: Berruguete y Juni, van a conducir la escultura
española del siglo XVI por la senda del expresionismo. El canon de belleza que
utilizan es diferente. Berruguete es el gran intérprete del manierismo del
alargamiento, sus imagines son estilizadas y secas. Juni se muestra partidario
del manierismo de la cuadratura, tallado personajes anchos y musculosos,
inspirados en Miguel Ángel. Ambos artistas hacen piezas desagarradas y
doloridas, presentándolas en violentas contorsiones e inestables posturas.
Contrataron retablos, pasos procesionales, sillerías de coro y sepulcros;
dominaron el mármol, la piedra y el barro, pero al material que sacaron mayor
partido fue a la madera, sobre fondos cuajados de oro.
La pintura: el Greco
El Greco forma parte del reducido censo de artistas que selló su estilo, en el que
el manierismo del alargamiento alcanza la plenitud.
Su primera formación la recibe en la isla de Creta, especializándose en iconos
religiosos sobre fondos dorados. Su estancia en Italia la completa en Roma,
asimilando el apretado dibujo de Miguel Ángel. Se traslada a España con la
intención de servir a Felipe II en la decoración del monasterio de El Escorial.
A la espera de una respuesta favorable de Felipe II, el Greco acude a Toledo
para pintar los retablos de Santo Domingo el Antiguo. El Cabildo de la Catedral
le encarga, en 1577, El expolio de Cristo.
Felipe II propuso un trabajo: la pintura del Martirio de San Mauricio y la legión
tebana para el altar del santo en la basílica escurialense. El Greco se esmeró y
tardó dos años en realizar el cuadro.
El pintor se había equivocado. En vez de potenciar la decapitación de San
Mauricio y sus compañeros a manos de los romanos, concentra toda su atención
en el instante previo al martirio. El Greco había violado la regla de oro de la
estética contrarreformista: otorgar primacía al estilo sobre la iconografía, en vez
de subordinar el arte a la temática religiosa.
Desahuciado por el círculo cortesano, el Greco fija su domicilio en Toledo.
Poco después realizaría la obra cumbre su catálogo y de la pintura española del
siglo XVI: El entierro del Señor de Orgaz.
En 1323, cuando muere don Gonzalo Ruiz de Toledo, señor de la villa de
Orgaz, bajan del cielo San Agustín y San Esteban para sepulcrar su cadáver en
la parroquia de Santo Tomé, diciendo a los asistentes: Tal galardón recibe,
quien a Dios y a sus santo sire, La prodigiosa recompensa se debía a que el
difunto había fundado un convento agustino bajo el nombre de San Esteban. El
párooco de Santo Tomé encargaba al Greco la com`nmemoracón del milagro.
El primer gran acierto del pintor y san Esteban inhuman los restos de su
benefactor tolrdano de la misma forma que José de Arimatea y Nicodemo
transladan a Cristo a la tumba. A su alrededor dispone el cortejo fúnebre que
acudió a la misa de réquiem. La moda en la indumentaria de los testigos la
trasladan también a los ternos de los factores y a la armadura milanesa con que
se amortaja al protagonista del dueto. En el novel superior, un ángel eleva el
alma del señor de Orgaz, que es recibido en la gloria por la Déeisis bizantina:
Cristo, la Virgen y San Juan Bautista.
Esta pieza maestra consolidó el prestigio del Greco en Toledo e inauguró una
nueva etapa en su estilo. El color se va apagando, reduciéndose a una fría gama
de tonos verdosos, grises, amarillos y carmines. Las figuras acentúan su
expresividad.
Los retablos, que al mismo Greco diseña dando prueba de sus conocimientos
arquitectónicos, son estructuras palladianas para enmarcar lienzos. Los altares
de la Capilla de San José del Colegio de San Bernardino, Casa Museo del
Greco y Hospital de la Caridad, en illescas, concentraban sus arbitrarias
visiones de la Virgen y de los santos. Complemento de estos conjuntos van a
ser los Apostolados, formando por trece cuadros, presididos por el Salvador.
Médicos, abogados, reólogos, humanistas, dignatarios eclesiásticos y
aristócratas, como el enigmático Caballero de la mano en el pecho, desfilan por
su inigualable galería de retratos.
A los 73 años, fallece el Greco entre la admiración de muchos.