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Janette Becerra
Departamento de Estudios Hispánicos
Universidad de Puerto Rico en Cayey
este artículo persigue dos objetivos primordiales: en primer lugar, reunir y sintetizar
en un solo documento las múltiples expresiones del poeta madrileño sobre su vida en
la Isla y el impacto que tuvo en él, dispersas hasta ahora en cartas y testimonios
aislados; y en segundo lugar, y partiendo precisamente del efecto benefactor que tuvo
Puerto Rico durante esos años, provocar una relectura del poemario que aquí gestó, El
asociaciones en aras de posibilitar una nueva vía interpretativa del que se considera el
Corría el verano de 1943 cuando Pedro Salinas llegó a Puerto Rico. Llevaba
siete años exiliado de su España natal, y en ese lapso ya había ocupado dos plazas
fácil; como le había confesado a Guillermo de Torre, su exilio era por partida doble:
“en un país de lengua extraña, dos veces desterrado” (Ayuso 59, n. 6). Así recuerda
su hijo Jaime Salinas la reacción del poeta ante la oportunidad de dar un salto al
Caribe:
Al lugar donde eligió vivir una vez llegado a nuestras costas debemos quizás
—en palabras del propio Salinas— “gran escasez de pisos, y los pocos que salgan a
alquilar, carísimos” (Soria 309), se instaló en la pensión de doña Lola Tuya de García,
una viuda gijonesa que llevaba casi cuarenta años en Puerto Rico y por cuya casa
Nobel Juan Ramón Jiménez (Bou, Cartas de viaje 179; Soria 309; Cristóbal 73;
Gullón 88). La casa, “sólida, de cemento armado, de dos plantas, con un amplio
porche parcialmente protegido de la calle y del sol por unas blancas celosías de
en una esquina de la Placita Antonia Quiñones del Condado y a dos minutos, a pie,
del mar. Su único “torcedor” (Soria 314) era no tener, desde ella, vista al mar:
1
La numeración de residencias de la Avenida Magdalena cambió; sin embargo, la descripción de la
pensión (J. Salinas) y otras fuentes (Gullón 88) permiten ubicar la casa aproximadamente en el actual
número 1351, frente a la Parroquia Stella Maris.
Tenemos dos habitaciones amplias, sencillas pero cómodas, en el
desde nuestra casa; se oye por las noches porque está cerca, a unos
llegada escribió a amigos como Jorge Guillén y Margarita de Mayo sobre las
viaje 179)
¿Es posible que esto sea noviembre? Sol radiante, calor fuerte
flor. ... Estoy encantado. ... Por fin salí a hacer una excursión por la
hermoso”, constituía para él “«jardín en medio» del horror mundial” (Soria 324-26).
materna, que significaba para él “un ambiente familiar, el ambiente de las palabras
comunes” (Bou, Cartas de viaje 161). Amonestaba, sin embargo, sobre las
dificultades que confrontaba el idioma español en Puerto Rico. Su hijo Jaime también
recuerda que, al llegar a San Juan, se topó con una mezcla de lenguas (“un
poeta:
Recuerdo que lo que más le irritaba eran las traslaciones del inglés al
recuerda su hijo (J. Salinas 201). “Lo que defiendo es que hay que aprender mejor las
dos lenguas, el español y el inglés, y que el aprender bien una ayuda a aprender bien
la otra” (Bou, Cartas de viaje 179). De ahí el esmero que puso al escribir, a petición
a llamar la atención sobre el peligro que corría el español en Puerto Rico “por
del discurso es, en verdad, el estado actual del idioma en esta isla.
por si sirve para algo, que no servirá, lo mismo aquí que en otros
En carta a Guillén, Salinas señala que hubo una polémica en la prensa a raíz
del discurso, pero no creía que su propósito —que había sido “despertar la conciencia
2
La palabra “zafacón”, hoy incorporada al Diccionario de la Real Academia Española, surge de una
semantización de la marca Safety Can, que exhibían los cubos de basura colocados por el gobernador
Tugwell en San Juan.
y sensibilidad del idioma, que están aquí muy bajas”— se hubiera logrado, ni siquiera
Hay bastantes españoles, los gachupines de antes, casi todos muy ricos,
porque sin duda soy rojo y petrolero (...) ¡simplemente porque no juro
vivía justo enfrente), Margot Arce, los Lavandero, las hermanas Fano (Esther y Elsa),
Nilita Vientós, Gustavo Agrait y el pintor español Cristóbal Ruiz, los tres años que
continuado extendiéndose hasta 1946— fueron los más dichosos de su exilio (J.
Salinas 185). Aquí, afirmaba el poeta en 1944, “no leo revistas, no tengo cartas, no sé
nada de casi nadie. ¡Qué suficiente resulta Puerto Rico (...)!” (Soria 319-20). Y añade
no hay ni un solo día al año que pueda compararse con la luz, el cielo y
de viaje 181)
Se divertía con el folclore isleño, desde los nombres de los refrescos del país,
que tanto le gustaban —ajonjolí, tamarindo, guanábana, guarapo de caña— hasta los
pintorescos nombres de las guaguas públicas: Los Comandos, Las Muchachas, In God
we trust, La Margarita (Soria 309). Por otro lado, lamentaba el lento y costoso
324-26); la mala calidad y el alto costo de la imprenta, caracterizada por una plaga de
erratas y manejada por obreros “que no saben ni español ni inglés” (Soria 351-353); la
peliculera” (Bou Cartas de viaje 181), así como el rumbo que seguía la poesía
nacional:
Sin embargo, elogiaba la obra de Francisco Matos Paoli (“el mejor de los
jóvenes poetas de aquí”, Soria 345), la labor titánica de Nilita Vientós con su revista
Asomante (la cual él bautizó) (Soria 351-353), y la estatura intelectual de José Trías
los años más fructíferos de su exilio los pasó en Puerto Rico. Dictaba sólo cuatro
clases de hora y media a la semana en la Universidad, lo que le confería “tiempo y
vuelve aquí “una costumbre imperiosa” (Soria 372). El poeta Jorge Guillén, su
preparación” (Soria 373-76). En efecto, sentado todas las mañanas en la terraza del
Club AFDA, al final de la calle Magdalena y frente al mar, Salinas escribió en sus tres
años de residencia en Puerto Rico el grueso de la obra de sus quince años de exilio.
“Los nuevos analfabetos” (Soria 346), “Don Quijote en presente” (Soria 351), “La
gran cabeza de turco, o la minoría literaria” (Soria 353), “El héroe literario y la novela
Germán (Soria 351-53). En la categoría de teatro, escribió en Puerto Rico Ella y sus
Sobre seguro, Caín o una gloria científica, Judit y el tirano, La estratosfera. Vinos y
3
Se trata de dos conferencias encargadas por el entonces llamado Colegio del Sagrado Corazón de
Jesús (Soria 314-316).
4
Conferencia grabada para la British Broadcasting Corporation sobre la importancia de la lírica
española de 1530 a 1630. Salinas le advierte a Guillén que, como en la grabación también figurarían
Salvador Madariaga, José Castillejo y “otros mesopotámicos o nadadores entre dos aguas”, había
iniciado la conferencia con una frase “que aclara por completo mi actitud ante la España política
actual” (Soria 314-316).
5
El libro surge a raíz del encargo de cinco conferencias sobre el poeta nicaragüense, en marzo de 1944,
para el Centro de Intercambio Cultural de la UPR (Soria 324-26).
6
Sobre Gabriela Mistral (Soria 389).
cervezas, Los santos y La fuente del arcángel (Soria 346, 353, 389). También nace en
infantil con una víctima al fondo)”7. Por último, en el renglón de poesía, además de El
Contemplado (1946), aquí terminó su poema largo “Cero” (Soria 319-20) y escribió y
de “La esquina”, que voy a dar por listo, pronto. Y además querría
ves hay bulto, pero no veo el libro. Lo que me gustaría sería hacer dos
otro con los graves o atormentados. No sé. Por lo pronto hay aquí una
7 Tras haber permanecido inédito en la colección Papers of Pedro Salinas de la Biblioteca Houghton,
en Harvard, fue recientemente publicado en la tesis doctoral La narrativa de Pedro Salinas, de Natalia
Vara Ferrero (Departamento de Filología Hispánica, Románica y Teoría de la Literatura, Universidad
del País Vasco, 2008). A Katherine Whitmore le explica que en el cuento “me refiero alegóricamente y
con toda la ironía de que soy capaz a la villanía que están haciendo con España las Naciones Unidas, y
sobre todo Inglaterra, al apoyar a Franco y oponerse a que se le derribe. Es literatura de castigo,
dolorosa, mucho, de escribir. Pero me sale del alma como una queja irremediable, en esta forma” (c.
340 [San Juan], 8 de abril de 1946).
Salinas le explica a Guillén que escribió el cuento en 1946 mientras convalecía de un dolor en
la rodilla que lo obligó a “estar tendido en la cama diez días, sin ir a clase ni poder bajar a comer”
(Soria 387). Sus dolores en los huesos comienzan a ser tema recurrente en sus cartas a partir de ese
año. La muerte de Pedro Salinas se produjo en 1951 a causa de cáncer en la médula ósea.
8
Todo más claro será finalmente el título del volumen que publica en 1949 y que recoge muchos de
esos poemas sueltos, incluido “Cero”. La obra poética de sus años en Puerto Rico también aparece en
En 1946, el rector Benítez le ofreció a Salinas la permanencia en la cátedra. El
sueldo era atractivo: seis mil dólares al año, mil más que los que le esperaban a su
regreso a Johns Hopkins 9. A esa invitación se sumaron dos más, de Ann Arbor y la
asustaba el clima extremo del norte (Soria 319-20) y se sentía más a gusto en la Isla,
“tanto de salud como para el trabajo” (Soria 371-373). Sin embargo, a Katherine
lamento— le explica:
esta Universidad tan seguro como en Hopkins. Me voy pues por esas
en esta vida, en estarse allí en donde uno encuentra paz, estímulo para
Confianza, el poemario póstumo publicado en 1955. Véase al respecto la nota preliminar de Soledad
Salinas a Poesías completas, Seix-Barral (1981).
9
“Además aquí la contribución es mucho más baja. Pago unos 400 dólares al año” (Soria 371-73).
alguna vez. Pero si quisieras, así también estoy más cerca. (c. 340, San
dudas. Me voy con pena, pero me voy. Tiemblo ante el frío, la soledad y otros
excesos y defectos” (Soria 383-84). En mayo de 1946, pocas semanas antes de partir,
aún dudaba del acierto de su decisión: “Lo de siempre: se decide uno por esos
Recién llegado, ya expresa que “cada día más se me aparecen esos años de Puerto
Rico como una vacación seguida, sin interrupción, donde todas las cosas
desagradables llegaban atenuadas” (Soria 393). Cinco años más tarde, en 1951, Pedro
inmediato a San Juan, por invitación del gobernador Luis Muñoz Marín y con la
María Magdalena de Pazzis en el casco del Viejo San Juan, desde donde siempre se
ve y se oye el mar.
10
Véase la nota 15.
11
Se llevaron consigo “una mulatita puertorriqueña” (en palabras de Jaime Salinas) de nombre Ofelia,
a quien apodaban “la Perla del Caribe”, para que ayudara y acompañara a Margarita Bonmatí, la esposa
de Salinas: “Era el prototipo del puertorriqueño que nunca había salido de la miseria. Taciturna,
desconfiada, incapaz de mirar a la cara. ... Ofelia nunca había puesto en duda que era blanca pues en
Puerto Rico, en su mundo, si tenías una gota de sangre blanca eras blanca” (J. Salinas 347, 349).
California en 1939, que si los jóvenes tenían sólo el sentido funcional del mar —como
un sitio en que bañarse— para él, en cambio, era un valor en sí mismo, “un ser, casi,
inmenso y misterioso, que crea sin cesar infinitas formas y nos llena el alma de
infinitos apetitos. ... Tan parecido a la vida que mirar al mar es casi una forma de
mirar a la vida, pero como si no fuera ella, con otro nombre” (Bou, Cartas de viaje
su dramatismo purísimo (forma del agua que me faltaba ver)” decía seguir fiel a la
ola, que le parece “lo más hermoso que el agua hace consigo misma, lo más completo,
y alegre y hondo, y lírico, a la vez” (Bou, Cartas de viaje 149). Ese anhelo de traducir
la Isla, como evidencia otra carta a Margarita escrita también en California, en 1939:
Por la tarde, de vuelta nos paramos en una playita, Laguna ... me pasé
cinco minutos fascinado por las olas. ¡Años, Marg, sin haber sentido
algo que recogiera eso! Pero ¿lo puedo escribir, yo, o lo puede escribir
esa triunfal marcha saltarina, sin más objeto que su propia belleza,
aéreo, del agua, y del sonido. ... Ya puedes figurarte lo que me alegra
del mar, gestionara autorización para ir al Club AFDA y acometiera la empresa diaria
de llevar allí “libros y papeles, prepar[ar] las clases ... y contempl[ar] a mi adorado”
aquí, en estas playas del Condado, con las líneas sucesivas de arrecifes que lo pueblan
de espuma sin cesar. No he visto un paisaje marino tan hermoso. Vivo «ojeando»”
(Bou, Cartas de viaje 181). Como en esta, insistió en muchas otras cartas en la
puebla todo el mar de espumas, que corren, saltan y dan una sensación
Por eso dice regresar a su casa algunas mañanas “con una especie de
alelamiento, por el espectáculo” (Soria 319-20). El resultado de esa actividad fue, por
1946). Dice publicarlo “por debilidad sentimental, como recuerdo de mi salida de esta
isla” (Soria 383-84). Guillén alaba con entusiasmo el libro, que según él, presenta
“el regodeo profundizado sin fin, el deleite por el deleite mismo, en ese minuto de
que ha dado cuna a esos poemas! ... ¡Bendita sea la fraternidad ADFA [sic] y la isla
de Puerto Rico!” (Soria 391-92). Salinas, en efecto, admite nunca haber escrito “tan
sin prisa, tan volviendo al poema y dándole vueltas, tan complacido”, y asegura que
el poemario será para él, siempre, “un modo de recordar horas perfectas” (Soria 393).
Rico, período sin duda caracterizado por su reencuentro con un sosiego que le había
sido escaso en la última década, tanto por sus peculiares circunstancias biográficas (el
inicio de una intensa relación extramarital en 1932), como por las convulsiones
[E]s la curación del tiempo y del mal; del tiempo pasado personal (y
69)
torno a El Contemplado. Más bien quiere sumar a la lectura del poemario el referente
cuidadosa atención13.
revelado una importantísima labor de glosa saliniana a su propia creación poética. Las
12
Véanse a esos efectos las posturas unánimes de Biruté Ciplijauskaité, Juan Marichal, Margot Arce,
Jean Cross Newman, Ricardo D’Auria, José Ayuso y Francisco J. Díez de Revenga, entre otros.
13
Salinas conoció a Katherine Reding (luego Whitmore, por su breve matrimonio de 1939 a 1943) en
1932, mientras la estudiante norteamericana asistía en Madrid a un curso de verano sobre la generación
del 98, que dictaba el poeta. Tras el regreso de la estudiante a Massachusetts se inicia una frenética
correspondencia, que se extendería hasta 1947.
los poemarios amatorios de Salinas. Y sin embargo, lo más relevante para el
que en 354 cartas y más de 3,200 folios revela en toda su fuerza lírica la psique
profunda de uno de los grandes poetas de amor de la literatura española. Enric Bou
publicó una edición parcial de 151 de las cartas (Tusquets Editores, 2002). Sin
embargo, entre las cartas aún inéditas hay algunas que también revelan importantes
su estadía en Puerto Rico. Con la excepción de una carta que el poeta dice haberle
enviado en 1943 desde Miami (en ruta a San Juan) y que no obra en el epistolario 14,
Salinas aprovecha un viaje a Cuba para enviarle una breve nota, que aún se encuentra
inédita:
por ti, desde hace un año, desde la muerte de tu esposo, más que
14
Salinas alude a esta misiva en otra carta (Bou, Cartas a Katherine Whitmore 367).
15
Brewer Whitmore murió en un accidente de tránsito en 1943.
no desconfíes de mí, ¡por todo lo que nos quisimos! (c. 338,
casi a punto de marcharse de Puerto Rico. Es una de sólo tres en el epistolario con
remitente de San Juan (las siguientes dos están inéditas, y son de abril y mayo de
16
Las referencias a las cartas inéditas, que pueden examinarse en la Biblioteca Houghton de Harvard,
serán por número (asignado por la biblioteca) y fecha. Las referencias a las incluidas por Bou en su
edición serán por número de página en dicho libro.
Cuando en 1944 fui a Cuba, te puse desde allí unas líneas, que supongo
Whitmore 368-370)
habían sostenido estos amantes; el mar (apodado en las cartas “lo contemplado”)
Venus emergiendo del lecho marino, que Salinas había dedicado a la amada.
agosto de 1932 (Whitmore 3). Ese episodio, que tuvo extensas repercusiones en el
imaginario de los amantes, dio pie al poema “¡Qué día sin pecado!” (La voz a ti
debida), que ocupa muchas páginas del epistolario Salinas-Whitmore, así como al
poema “Di, ¿no te acuerdas nunca”, de Razón de amor (Becerra 220-223)17. La
experiencia “en aquel mirador sobre el mar” (c. 195, El Altet, 23 de septiembre de
1933) se vuelve referente obligado en las cartas durante años, y “Qué día sin pecado”,
uno de los poemas más paradigmáticos del amor de esta pareja, y uno de sus
noviembre de 1938).
color simbólico de Katherine: en ciertas cartas Salinas anota que el papel que usa
Katherine es azul18. Varios poemas aluden a la “azul superficie” del papel de carta de
las cosas”, Largo lamento), así como al diván azul sobre el que se encuentra reclinada
la amada cuando le anuncia la despedida, y cuya “tela azul, azul, azul / te dio un color
escribe: “Katherine, antes de acostarme miro al mar que te trajo de Palma. Gracias
1933:
17
Las cartas en que se alude a esa experiencia amatoria frente al mar son, en orden cronológico: 30 de
agosto de 1932 (Bou, Cartas a Katherine Whitmore 63), 3 de enero de 1933 (Bou, Cartas a Katherine
Whitmore 124), 2 de febrero de 1933 (inédita, y equivocadamente fechada 1934 por Whitmore), 3 de
febrero de 1933 (Bou, Cartas a Katherine Whitmore 154), 23 de septiembre de 1933 (inédita), 25 de
septiembre de 1933 (inédita) y 3 de junio de 1938 (Bou, Cartas a Katherine Whitmore 299).
18
Así, por ejemplo, en la carta de 2 de febrero de 1933 (Bou, Cartas a Katherine Whitmore 149).
19
Salinas pone “diciembre”, pero el matasellos del sobre aclara la fecha
Hoy hace media hora, al salir del Palacio, ya acabado el trabajo, me he
deshacía contra nuestro mundo. La roca era nuestro mundo, era toda
del todo, porque fuese mía. ¿Sabes cuáles eran mis embates de
mayo de 1933)20
en constante inquietud, cuya agitación perenne denuncia que está queriendo siempre
tiempo, “–al amor igual, igual– de tanto ardor en sosiego” (638-39)21. “Ardor en
20
El Palacio al que se refiere es el Palacio de la Magdalena, en Santander, donde Salinas dirigía la
Universidad Internacional de Verano. La playa que se extiende a los pies del Palacio es la llamada
Sardinero. Sospecho una relación entre este episodio y el comentario a Margarita Bonmatí, escrito
desde California en 1939, y que ya he citado: “¡Años, Marg, sin haber sentido esto! Desde Santander,
en la playa del Sardinero, una tarde...” (Bou, Cartas de viaje 123).
21
Las referencias a El Contemplado son por la edición de Poesías completas de Salinas (Barcelona:
Seix-Barral, 1981).
sosiego” es precisamente lo que caracteriza la relación amorosa extramarital durante
La segunda carta inédita que traeré a colación ilustra aún más elocuentemente
Y sufro, resignado, con cierto reflexivo contento, ese rebrotar del amor
esa que se tiene a la orilla del mar, cuando lo miramos mucho, minutos
y minutos, como a algo prodigioso que nos posee, pero que nunca
estás con otro hombre, no. Más bien se me representa que estás sola.
(c. 332)22
Contemplado, el mar será también “Infinitamente ajeno, / remoto tú, hasta en la playa
22
La carta no lleva fecha ni sobre: sólo lee “Sábado, noche”. Por su contenido, es cronológicamente
ubicable entre mayo y junio de 1940.
/ –que te acercas, alejándote apenas llegas–, […] / absoluto ensimismado” (616). Sólo
otredad: “Pero tengo aquí en el alma / tu nombre, mío. […] / Te liga a mí, aunque no
sacramento del nombrar–, / cuando te nombro, todo lo cerca que estamos” (616). Muy
similares palabras había usado Salinas en 1933 para explicarle a Katherine el rito que
nombre en voz alta. Me gusta decirlo así, junto al mar, o en el gran aire
166)
ve— con la memoria también sempiterna de la amada que ya no puede verse: “Si bien
se guarda en los ojos, / nunca pasa, lo pasado. / ¿Conservar / un amor entre unos
brazos? / No. En el aire de los ojos, / entre el vivir y el recuerdo, / suelto, flotando, /
este poema de la relación con Whitmore: era ésa precisamente la solución propuesta a
tu claridad / hasta en los ojos cerrados, / –presencia que no se ve–, / acariciando los
“¡Qué pena, Katherine, dejar de escribir, ir a acostarme, solo, apagar la luz! ¿Qué veré
en la oscuridad sino lo mismo que veo ahora ante mí, tu cara, tus caras, y en ellas mi
debida se habían celebrado los ojos cerrados de la musa (269), que arrastran al sujeto
Ante el mar unánimemente azul, sin aves ni barcos, un hombre entra en el estado
contemplativo más puro: dentro de él, “ni esperanza empuja / ni memoria sujeta. / El
presente, que tanto se ha negado, / hoy, aquí, ya se entrega” (627). El tiempo queda
abolido (“las horas / pasa sin saberlas”), el silencio “de silencio se llena”, y en ese
estado de éxtasis suspendido “la cautiva se suelta”. Se trata, por supuesto, del alma,
que entonces “por las campiñas del puro ser / viene, va, se recrea” y se reconoce en el
espejo que le tiende el radiante mediodía. Entonces culmina el texto con estos dos
¿Quién es esa Venus que surge —o “renace”, para respetar el subtítulo del
poema— del fondo del mar? Ciplijauskaité ya había observado que esta Venus es “«el
puro ser», la esencia, el amor indiviso revelado sólo por la fe” (463), pero propone
primero surge en fecha muy temprana: en carta de 1932, Salinas compara el instante
nacimiento de Venus:
ser “segunda” a aquella Venus que se vio nacer en el salón de clases. Quedaría
acceder a la paz del recuerdo amoroso que lleva en sí. El “renacimiento” del subtítulo
foto de una estatua de Venus rescatada del fondo del mar, que el poeta le regala a la
23
El nacimiento de Venus (c. 1485) de Botticelli.
musa. La carta en la que se explica su significado está aún inédita, y es imprescindible
[E]n esa fotografía de la estatua veía yo aún mucho más, algo que se
tan gran impresión al verla, hace dos meses, por vez primera. No acerté
entonces a descubrir todo su secreto. Hoy estoy más cerca de él. Veo
de la tierra y es del mundo, ese estar aparte, vida aparte, vida secreta,
del fondo del mar tiene sin duda refinamientos luminosos, colores y
hermoso! Nuestro amor tiene (tú lo sabes como yo lo siento) algo para
hemos revelado, uno al otro, igual que la estatua salvada revela con su
vida. Así la estatua dormida en el fondo del mar es una diosa. Tú,
esperándome en el fondo del tiempo eras, eres, una diosa. (c. 149,
Subrayemos, en primer lugar, que el fondo del mar es equiparado en esta carta
al mundo de la pareja, por lo que tiene de “vida aparte, vida secreta, honda,
desconocida”, y sobre todo, por su “luz espiritual”. Considero improbable que el mar
de El Contemplado haya perdido esa carga simbólica, tan vital en la imaginación del
poeta. Pero además la carta explica que el cuerpo de la estatua, emergiendo de ese
mundo misterioso y oculto, es igual a la amada que ha surgido “del fondo de la vida...
resucitada” y simultáneamente portadora de un reencuentro del poeta con la
mar”, es válido intuir que la voz poética ha encontrado en su presente —ya sin
espejo en que el poeta se ve reflejado, pues ambos viven inconformes con su obra y
están en constante reformación. Pero el poema también equipara al final esa inquietud
laboriosa del mar con el amor, que alcanza su plena consumación cuando es “ardor en
sosiego” (639). Ese aparente oxímoron es totalmente congruente con la actitud que
epistolario. Es, tal vez por eso, otro indicador de cuán activamente opera en este
“contemplado” vastísimo.
Whitmore admitió que: “The few times I saw Pedro after his return from Puerto Rico
he seemed strange to me, alien” (8). El proceso de reflexión que indujo el mar de San
poeta ya le había profetizado a la amada en Razón de amor: “nunca sabrás que ese ‘te
quiero’/ sólo signo es, final, y prenda mínima;/ ola, mensaje, roto al cabo, / en son, en
Obras citadas
(1947): 90-97.
<http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=195413>
Becerra, Janette. “«Amor por el aire»: hacia una poética del amor en las cartas de
(1994): 457-469.
http://www.cambio16.info/cuadernos/27/Cristobal.pdf.
483-496.
Gullón, Ricardo. El último Juan Ramón Jiménez: así se fueron los ríos. Madrid:
Madrid, 1976.
Salinas, Pedro. Aprecio y defensa del lenguaje. Río Piedras: Editorial Universidad de
---. Ensayos completos, 3 vols., Soledad Salinas, ed. Madrid: Taurus, 1983.
---. La realidad y el poeta, Soledad Salinas de Marichal, ed. Barcelona: Ariel, 1976.
---. Mundo real y mundo poético, y dos entrevistas olvidadas (1930-33). Christopher
Maurer, edición y prólogo. Valencia: Pre-Textos, 1996.
---. Poesías completas. Solita Salinas de Marichal, editora. Prólogo de Jorge Guillén.
Harvard University [79M-22 bMS Span 107 (148)], también traducido al español y