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1. INTRODUCCIÓN
El jurista alemán Rudolf von Ihering (1818-1892) escribió, en frase que po-
dríamos considerar ya clásica, que Roma conquistó el mundo con sus armas,
con su Iglesia y con sus leyes1. Y con respecto a lo último, no podemos menos
de comprobar que una de sus más claras influencias en el mundo occidental
es la repercusión de su derecho en el desarrollo de los sistemas jurídicos con-
temporáneos.
La transmisión del derecho romano hasta la actualidad ha pasado por
tales vicisitudes que sólo su genialidad explica su consideración, uso y man-
tenimiento tras la caída del Imperio de Occidente por los pueblos llamados
bárbaros a lo largo de la Edad Media, hasta el punto de ser la base de la pos-
terior obra jurídica europea de las edades Moderna y sobre todo
Contemporánea. Si a eso sumamos la proyección que desde Europa se llevó a
las colonias repartidas por todo el mundo, y la influencia del sistema políti-
co, jurídico y social occidental en todo el mundo, es evidente el interés de
cualquier acercamiento al derecho romano, ya que éste siempre supone un
ejercicio de comparación de dos mundos, que aunque lejanos en el tiempo,
están unidos estrechamente por una misma concepción de lo justo.
Es precisamente en la Edad Media cuando se produce una nueva asi-
milación de esta obra jurídica por las nuevas sociedades que se van
formando, gracias a los distintos sustratos que las forman. Y esto se produce
entre los siglos XI y XII2, asociándose el segundo con un auténtico renaci-
miento de la Edad Media. Por eso debemos tener en la cabeza los avances
que entonces se produjeron para comprender adecuadamente las aportacio-
nes de este trabajo.
El siglo XI, en efecto, ha visto el fin de las segundas invasiones, un
avance de la cristiandad sobre el enemigo musulmán que hasta ahora lo ha
atenazado por sus flancos, el resurgir del Imperio trasladado a Alemania, y
el fin del llamado siglo de hierro del pontificado; en definitiva, un fortaleci-
miento de las estructuras del poder feudal. A la vez se produce el resurgir de
un comercio prácticamente abandonado en unas ciudades que empiezan a
1 HASKINS, Ch. H., La rinascita del XII secolo, Società editrice el Mulino, Bolonia, 1972 (ver-
sión italiana; original Nueva York, 1927), p. 165. Para una actualización general de esta
interesante obra, véase VERGER, J., Il Renascimento del XII secolo, Jaca Book, Milán, 1997.
2 No podemos olvidar que la distinción entre centurias es un producto del calendario, y que
3 Cf. PADOA-SCHIOPPA, A., Il diritto nella storia d’Europa. Il Medioevo, parte prima,
Kuttner en 1949: “Todavía, cada ciencia histórica tiene que atravesar una
etapa en la que el estudio crítico y la edición de textos debe ocupar el primer
puesto, no como un fin en sí mismo, pero sí como un prerrequisito necesario
para una interpretación válida de la historia”4.
2. EL DERECHO HASTA EL SIGLO XII
Antes de ahondar en los siglos XI y XII, época en la que se redescubrió y es-
tudió el Digesto, sirviendo de base para la sistematización del derecho
romano y del canónico, daremos algunas notas breves sobre la génesis y la
historia del derecho romano y del canónico para facilitar la comprensión de
todo este trabajo. En efecto, es necesario poner en relación la tradición jurí-
dica romana con las reformas jurídicas llevadas a cabo por Justiniano para
entender aquella correctamente. Por su parte, sólo si se conoce la estructura
del derecho canónico durante el primer milenio podremos comprender la im-
portancia que supuso en su posterior desarrollo la aplicación del sistema
jurídico romano presente en el Digesto.
2.1. El Derecho Romano
El desarrollo del ordenamiento jurídico romano corre en paralelo con la his-
toria política de la ciudad del Lacio, pero no sigue necesariamente sus
etapas. Los historiadores del Derecho suelen presentar otra periodización
que considera uno de sus elementos más importantes, la relevancia de su
jurisprudencia: fue en el ámbito privado, separándose progresivamente del
ámbito religioso y en manos de expertos juristas, como el derecho romano
llegó a tan altas cotas de perfección. De esta manera, sus etapas serían5:
4 “Still, each historical science has to go through a stage in which the critical study and editing
of texts must take the first place, not as an end in itself, but as a necessary prerequisite for a
valid interpretation of history”, en KUTTNER, S., “The scientific investigation of Medieval
Canon Law: the need and the opportunity”, en Speculum, 24 (1949), pp. 499-500.
5Para una más completa introducción histórica puede acudirse al primer capítulo de PARI-
CIO, J. y FERNÁNDEZ BARREIRO, A., Historia del derecho romano y su recepción europea,
Marcial Pons, Madrid, 2010, 9ª ed, pp. 21-44, especialmente pp. 21-29. Siguiendo un criterio
más cercano a la historia política de Roma, César Rascón nos ofrece una cronología similar,
pero con algunas diferencias, que pueden verse igualmente en el primer capítulo de su obra:
RASCÓN, C., Síntesis de historia e instituciones de derecho romano, Tecnos, Madrid, 2008,
3ª ed, 19-34, especialmente p. 34.
8 BERNAL, B. y LEDESMA, J. de J., Historia del derecho romano y de los derechos neorroma-
nistas. De los orígenes a la alta edad media, Porrúa, Méjico, 1983, 2ª ed., p. 311.
9 Vid., en síntesis, RASCÓN, C., Síntesis de historia…, pp. 124-125, encontrando una infor-
the sources which can give rational guidance to legal thinking- as distinct from professional
routine”, en KUTTNER, S., “The Revival…”, pp. 299-300.
11 Una síntesis razonada de esa periodización que engloba ambas realidades, histórica y
jurídica, se encuentra en el primer capítulo de la interesante obra del padre García y Gar-
cía, muy oportuna como base para este estudio: GARCÍA Y GARCÍA, A., Historia del Derecho
Canónico. El primer Milenio, Instituto de Historia de la Teología Española, Salamanca,
1967, vol. 1; el primer capítulo en las páginas 11-27, especialmente pp. 14-16.
Junto con los cánones conciliares, las respuestas del Papa a las distin-
tas preguntas que recibe en su función de pastor de la Iglesia universal, las
Decretales14, se irán incluyendo en estas colecciones. Éstas irán creciendo al
ritmo de los Concilios (tanto particulares como universales) y de las Decreta-
les, dando lugar a colecciones de carácter regional (africanas, gálicas,
hispánicas [Hispana] y romanas [especialmente la Dionisiana, de Dionisio el
Exiguo]), a las que hay que sumar, al tratar el sacramento de la Penitencia,
los Libros Penitenciales de la iglesia céltica. Es necesario señalar igualmen-
te la importante relación que se dio entre el incipiente Derecho eclesiástico y
el Derecho Romano, al aceptar de éste reglas y conceptos.
12Véase para esta somera descripción FANTAPPIÈ, C., Introduzione storica al diritto canoni-
co, il Mulino, Bolonia, 2003, 2ª ed., pp. 15-90; asimismo, MARTÍNEZ DIEZ, G., “La Iglesia de
las normas: el Derecho Canónico”, en La Reforma gregoriana y su proyección en la cristian-
dad occidental. Siglos XI-XII (XXXII Semana de Estudios Medievales. Estella, 2005),
Pamplona, 2006, pp. 58-79.
13 Así, de entre las obras de los Santos Padres que más nos interesan, cabe destacar entre
las más antiguas la Didaché, del año 70 aproximadamente; la Tradición apostólica de Hipó-
lito (obra no exenta de polémica en su historia textual) y la Didascalia apostolorum, ambas
del siglo III; por último, las Constituciones apostólicas, del siglo IV.
14 La primera de las que hay constancia es la que dirigió el papa Silicio al obispo Himerio de
15 Las más importantes, la Collectio Adriana, que toma nombre de Adriano I (772-795), y
reúne textos de la Dionisiana y decretales posteriores; la Adriano-Hispana, al unir estas dos
colecciones en una; la Dacheriana, que sistematiza mejor a la precedente, dividida en tres
libros sobre el matrimonio, el derecho procesal y los clérigos.
16 Son cuatro, principalmente: la Hispana de Autum, que copia en Francia un ejemplar de
la Hispana; los Capitula Angilramni, que toma su nombre del obispo de Metz Angilramno
(769-781); la colección Capitularia Benedicti levitae, compuesta de 1391 capítulos; por últi-
mo, la más extensa y más importante, las Falsas Decretales, cuyo nombre da razón de su
contenido, siendo fuentes fundamentales para su composición la Hispana y la Hispana de
Autum.
17 Para este contexto, incluyendo la querella de las investiduras, vid. también PADOA-
Registro de Gregorio VII entre dos cartas fechadas el 3 y el 4 de marzo de 1075. La opinión
actual de los investigadores es que se trataría de los títulos de una posible colección que
debería componerse. La biografía más completa actualmente sobre esta figura, y en la que
se trata ampliamente este problema, es la de COWDREY, H. E. J., Pope Gregory VII, 1073-
1085, Oxford, 1998.
19 La Colección en 74 Títulos, la Colección de Anselmo de Lucca y la Colección del cardenal
Deusdedit.
20Entre estas cabe destacar el Liber Tarraconensis, por la vinculación de uno de sus ma-
nuscritos a España, y por la posibilidad de que su segunda recensión fuera de hecho
compuesta en España.
21 Cf. KUTTNER, S., “The Revival…”, pp. 299-300 y PARICIO, J. y FERNÁNDEZ BARREIRO, A.,
Historia del derecho romano…, pp. 185-189.
22 CORTESE, E., Le grandi linee…, p. 251, quien recuerda que ese nombre aparece en la do-
esa obra por él descubierta o, hallada por otro, le habría dado el valor que
realmente tenía. Así, Irnerio habría seguido desempeñando su labor judicial
y su labor docente, pero contando con un nuevo elemento en sus clases, el
reaparecido Digesto, que a partir de este momento será ampliamente co-
mentado (glosado) por el propio Irnerio y sus discípulos más aventajados,
que recibirán el nombre de “los cuatro doctores”: Martín, Búlgaro, Jacobo y
Hugo24. Aunque no conservamos una descripción del modo de enseñanza de
esta época en la escuela de derecho25, las propias glosas nos enseñan que era
preciso explicar e interpretar de manera clara y concisa las diferencias tex-
tuales, no buscando sólo la literalidad de la letra, sino el contexto de toda la
obra. Unido a esto, el debate sería una necesidad evidente para resolver las
aparentes contradicciones del texto26. Este modo de enseñanza a través del
comentario del Digesto fue sin duda el mejor modo para extender su conoci-
miento en los ámbitos universitarios, que desde Bolonia llevarían a toda
Europa una nueva forma de comprensión del derecho27.
24 Una crónica explica que en el lecho de muerte de Irnerio sus discípulos le pidieron que les
señalase un sucesor, respondiendo así el moribundo: Bulgarus os aureum, Martinus copia
legum, mens legum est Ugo, Jacobus id quod ego, señalando así al último como su heredero
(vid. HASKINS, Ch. H., La rinascita…, p. 172). Sin embargo, a la muerte de Irnerio los juris-
tas más destacados serán Búlgaro y Martín, según leemos en BELLOMO, M., L’Europa…, pp.
125-126, quien explica que a través de este epitafio Irnerio quería evitar una designación
directa de su sucesor, lo que provocará, sin embargo, que la escuela de Irnerio acabe con la
creación de cuatro escuelas diferentes.
25 Haskins nos ofrece de nuevo un dato interesante, aunque posterior en el tiempo, sobre el
modo de enseñanza universitario hacia 1250: en primer lugar se realizaba una lectura del
texto, sintetizando cada ley, título por título; en segundo lugar se daba una definición lo
más clara posible de la ley; a continuación se leía el texto para poder enmendarlo; en cuarto
lugar se repetía el contenido de la ley, y por último se resolvían las posibles contradicciones:
HASKINS, Ch. H., La rinascita…, p. 174. Cf. PADOA-SCHIOPPA, A., Il diritto nella storia..., pp.
311-322.
26 CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 253-255; HASKINS, Ch. H., La rinascita…, p. 170-175;
RACINE, P., “Bologne au temps de Gratien”, en Revue de Droit Canonique, 48/2 (1998), pp.
277-281.
27 Cf. KUTTNER, S., “The Revival…”, pp. 318-322. Vid. además el capítulo titulado
CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 325-329; KUTTNER, S., “Graziano: l’uomo e l’opera”, en
28
Gratian and the Schools of Law, 1140-1234, S. KUTTNER, ed., Variorum reprints, Londres,
1983, pp. II (20-21).
29 BELLOMO, M., L’Europa…, pp. 78-80; CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 329-330.
30 HASKINS, Ch. H., La rinascita…, p. 170.
rece otro personaje que destaca en la misma Bolonia. Se trata de Pepo o Pe-
pone, del cual, a pesar de que Odofredo le niega importancia, Radulfo el
Negro, maestro inglés de artes liberales que escribe en la década de 1180,
dice que es el verdadero protagonista del nuevo resurgir de la ciencia del
derecho romano. Parece probable su actuación en varios procesos importan-
tes del último tercio del siglo XI, así como su conocimiento del Codex justi-
justinianeo y de las Instituciones, por el uso que hizo de ellos en esos juicios.
Además de contar con este importante antecedente, los pocos datos ciertos
sobre Irnerio y la importancia real de sus discípulos, hace difícil asegurar la
autoría irneriana de la obra a él atribuida, puesto que es difícil distinguirla
de la de los cuatro doctores: las iniciales I o Y serán a veces la única diferen-
cia para descubrir la autoría de una glosa31.
Tal vez más relevante son los ejemplos del uso que se hace de diversos
pasajes del Digesto desde el ámbito eclesiástico, concretamente en la Roma
de Urbano II (1088-1099). En primer lugar, el propio Urbano II podría haber
usado fragmentos del Digesto en un juicio celebrado el mismo año del inicio
de su pontificado, en 1088. En segundo lugar, y con más evidencias, Ivo de
Chartres empleó igualmente pasajes del Digesto en la composición de su De-
creto, que podría haber conocido durante su estancia en Roma entre 1093 y
1094. El último ejemplo es tal vez el más significativo: en la composición de
otra colección canónica, la Collectio Britannica (llamada así porque el ma-
31 Cf. BELLOMO, M., L’Europa…, pp. 71-75; BERNAL, B. y LEDESMA, J. de J., Historia del
derecho…, pp. 312-313; CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 241-249, 259-263; HASKINS, Ch.
H., La rinascita…, p. 170-172; KUTTNER, S., “The Revival…”, pp. 300-304; PADOA-SCHIOPPA,
A., Il diritto nella storia..., pp. 298-303; RACINE, P., “Bologne…”, pp. 272-275.
32 CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 218-219; PADOA-SCHIOPPA, A., Il diritto nella storia...,
pp. 287-291.
33 Cf. CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 216-218; KUTTNER, S., “The Revival…”, pp. 303-
304.
34 KUTTNER, S., “The Revival…”, p. 299.
35 “... nel sistema del Trivio il diritto era un’appendice naturale della retorica, la disciplina
propria degli oratori e degli avvocati, ed era un buon campo di esercitazione dei preziosi
meccanismi logici della dialettica”, en CORTESE, E., Le grandi linee…, p. 232.
36 Vid., por ejemplo, PADOA-SCHIOPPA, A., Il diritto nella storia..., pp. 293-297.
37 “... un nouveau siège pour l’enseignement du droit, la formation des juristes et des
notaires. Bologne recueille ainsi l’héritage de Pavie”, en RACINE, P., “Bologne…”, p. 272.
38 CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 229-235.
39 Le Pandette in Italia da Giustiniano alle origini dell’universitá. Considerazioni e ipotesi
40CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 325-326; cf. FANTAPPIÈ, C., Introduzione storica…, pp.
90-100.
cisamente a Lanfranco de Bec como una de las figuras claves de este proce-
so41.
A pesar de que los años iniciales de la vida del maestro Lanfranco42 son
aún oscuros, dada la información difícilmente contrastable de las crónicas43,
éstas nos dicen que habría nacido en Pavía a inicios del siglo XI, y que su
padre era un hombre de leyes que le habría transmitido este conocimiento.
Instruido en la escuela de su ciudad en Artes Liberales y especialista en el
arte de la dialéctica, viajó a Francia para acceder al conocimiento de una
ciencia más elevada, la Teología, según la consideración de la época44. Antes
de llegar a Bec, en Normandía, de cuyo monasterio llegó a ser prior, se con-
jetura su presencia en Avranches y en Mont Saint Michel. Sí parece seguro
que fuera a Tours para escuchar a Berengario, a quien se enfrentó por sus
explicaciones sobre la presencia simbólica de Cristo en el Eucaristía, redac-
tando en su contra su obra más famosa, De corpore et Sanguine Domini45.
Por entonces ya había formado una escuela en su monasterio de Bec, a don-
de acudirán muchos alumnos, entre ellos los futuros Anselmo de Canterbury
y Alejandro II. Consejero de Guillermo, duque de Normandía, llamado el
Conquistador al invadir Inglaterra, Lanfranco colaboró activamente en la
organización política de la conquista, así como en la reforma de la Iglesia en
Inglaterra, siendo nombrado para ello arzobispo de Canterbury, consagrado
como tal en 1070. Hasta su muerte, acaecida en 1089, promovió la reforma a
través de su enseñanza, sus escritos y los concilios que celebró. Entre sus
escritos, pese a las dificultades sobre su autoría, conocemos una colección
canónica a él atribuida, llamada precisamente Collectio Lanfranci46.
41 PADOVANI, A., Perchè chiedi il mio nome? Dio, natura e diritto nel secolo XII, ristampa
emendata, Giappichelli, Turín, 1999.
42 Para una biografía de Lanfranco, véase GIBSON, M., Lanfranco. Da Pavia al Bec a
Eleventh Century”, Journal of Ecclesiastical History 23 (1972), 115-124; RADDING, Ch. M.,
“The Geography of Learning in Early Eleventh-Century Europe: Lanfranc of Bec and Ber-
engar of Tours Revisited”, Bullettino dell’Istituto Storico Italiano per il Medio Evo e
Archivio Muratoriano, 98 (1992), 145-172.
45 La obra fundamental que estudia la doctrina eucarística de Lanfranco es DE MONTCLOS,
47 Citamos nuevamente la obra de COWDREY, H. E. J., Pope Gregory VII…, así como su Po-
pes and Church Reform in the 11th Century, Ashgate, 2000.
48 Parece que no hay base ninguna para esta vinculación; cf. GOURON, A., La science juri-
dique francaise aux XIè et XIIè siècles: difussion du droit de Justinien et influences
canoniques jusqu’à Gratien, Giuffrè, Milán, 1978.
49 Sobre esta relación véanse las últimas páginas de la nota bibliográfica de ÁLVAREZ DE LAS
ASTURIAS, N., “Il ruolo di Ivo di Chartres nella storia del Diritto Canonico”, en Ius Eccle-
siae, 22 (2010), pp. 722-723, en la que comenta la obra de C. ROLKER, Canon Law and the
Letters of Ivo of Chartres, Cambridge, 2010.
50 Cf. KUTTNER, S., “The Revival…”, pp. 302-304.
51 Cf. KUTTNER, S., “The Revival…”, pp. 304-306.
52 MAZZANTI, G., “Irnerio: contributo a una biografia”, RIDC, 11 (2000), 117-181; SPAGNESI,
E., “Irnerio teologo, una riscoperta necessaria”, Studi Medievali 42 (2001), 325-379.
54 CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 257-258; RACINE, P., “Bologne…”, p. 278.
55 Cf. HASKINS, Ch. H., La rinascita…, pp. 191-192.
56 Cf. GROSSI, P., Europa y el derecho, Crítica, Barcelona, 2008, pp. 49-50.
57 La configuración autónoma del derecho como ciencia no implica necesariamente una pre-
eminencia de la escuela laica sobre la eclesiástica, ya que el derecho canónico tuvo siempre
una relación intrínseca con las demás ramas eclesiásticas, que irá dejando en esta época por
el influjo de la romanística y por su continua especialización. Este aspecto será mejor com-
prendido a la luz del siguiente apartado de este trabajo.
58 GROSSI, P., Europa y el derecho, p. 51.
59 Cf. GROSSI, P., Europa y el derecho, pp. 48-51; PARICIO, J. y FERNÁNDEZ BARREIRO, A.,
61 Vid. este ilustrativo artículo: KUTTNER, S., “The scientific investigation of Medieval Can-
on Law: the need and the opportunity”, en Gratian and the Schools of Law, 1140-1234, S.
KUTTNER, ed., Variorum reprints, Londres, 1983, pp. I (493-501).
62 Sobre los dos manuscritos véanse sus siguientes artículos: LARRAINZAR, C., “El Decreto
ción y los dos primeros capítulos de la primera parte de la obra de TARÍN, L. P.: Graciano de
Bolonia y la literatura latina. La distinción treinta y siete del Decreto, Fundación Pastor de
Estudios Clásicos, Madrid, 2008, esp. el capítulo primero.
64 Los nuevos descubrimientos de Anders Winroth por un lado, y Rudolf Weigand por otro,
confirman que efectivamente hay que distinguir entre una primera y una segunda redac-
ción del Decreto de Graciano: LARRAINZAR, C., “Las raíces canónicas…”, pp. 17-18. Cf.
KUTTNER, S., “The Revival…”, pp. 320-322.
65 Cf. LARRAINZAR, C., “Las raíces canónicas…”, pp. 21-22.
66 LARRAINZAR, C., “Las raíces canónicas…”, pp. 22-23.
67 Acerca de las opiniones de Winroth, pueden consultarse: WINROTH, A., “The two recen-
sions of Gratian’s «Decretum»”, ZRG Kan. Abt., 83 (1997), pp. 22-31; ID., “Les deux
Gratiens et le Droit Romain. In memoriam Rudolf Weingand”, en Revue de Droit
Canonique, 48 (1998), pp. 285-299; ID., The making of Gratian’s Decretum, Cambridge
Studies in Medieval Life and Thought: Fourth Series, 49, Cambridge, 2000.
68 LARRAINZAR, C., “Las raíces canónicas…”, p. 24.
69 Estos aspectos los encontraremos en LARRAINZAR, C., “Las raíces canónicas…”, pp. 25-31.
70 Carlo Fantappiè explica que esa integración del derecho romano no supone una canoniza-
ción del derecho romano, sino más bien una asimilación de principios y normas
romanísticos en la interpretación del derecho canónico: FANTAPPIÈ, C., Introduzione stori-
ca…, pp. 100-106.
71“... l’opera stessa, como si è accennato, fu probabilmente concepita da Graziano non come
una collezione per la prassi ma come un manuale per la didattica”, en CORTESE, E., Le
grandi linee…, pp. 330-332; esta cita en p. 330.
7. RECAPITULACIÓN
A la hora de finalizar este trabajo hay que ofrecer una recapitulación de lo
visto hasta ahora que nos permita comprender la veracidad e importancia de
las dos ideas que queremos sirvan de conclusión. En primer lugar, la necesi-
dad de un estudio conjunto: del saber medieval, universitario y religioso, por
un lado, y del derecho romano y canónico medieval, por otro; en segundo lu-
gar, la necesidad de acudir a las fuentes para entender adecuadamente el
proceso de composición de las obras de la antigüedad, de forma que éste nos
ayude a comprender su sentido e importancia.
Hemos visto la importancia de la cultura eclesiástica en el origen del
renacimiento cultural del siglo XII, y cómo los métodos que se aplican al es-
tudio teológico se amplían a los demás campos del saber. Hay que tener en
cuenta, además, que hasta el siglo XII las diferentes ciencias tendrán una
pretensión de unidad, de buscar un conocimiento general a través del domi-
nio de los diferentes saberes de la época, mientras que a partir de esa fecha
se irán diversificando en un nuevo ámbito, la Universidad. Ahondando en la
importancia del sustrato cultural eclesiástico recordemos que a pesar de ser
reconocido posteriormente por sus conocimientos jurídicos, la primera for-
mación de Irnerio fue teológica, lo que nos devuelve a esa unidad de los
conocimientos en los orígenes del renacer cultural medieval.
Las relaciones entre las diversas áreas de conocimiento tendrán su pa-
ralelo entre las personas que los encarnan, y ya hemos visto cómo
enriquecen a todos los ámbitos de la sociedad las relacionas entre personas
muy diversas. Por ejemplo la relación entre Lanfranco y Gregorio VII nos
reporta la experiencia de un avezado maestro, monje y arzobispo dado a la
reforma de una iglesia, la inglesa, en relación con el paradigma de la refor-
ma de la Iglesia, el papa Gregorio VII. Pero es sin duda la relación discípulo-
maestro la clave que no debemos olvidar. Los grandes maestros engendran a
su vez a geniales discípulos, que lo serán de los sucesivos, en una pléyade de
verdaderos gigantes intelectuales que poblarán Europa desde el siglo XII, no
pudiendo olvidar que una gran mayoría de ellos serán proclamados santos y
doctores de la Iglesia. En este sentido los discípulos de Lanfranco brillarán
más que su maestro, como san Anselmo, quien “sin duda posee un método y
una teología más depurada”72, lo que no impide que en su fiesta litúrgica, el
21 de abril, se recuerde a su maestro en el Responsorio del Oficio de Lectu-
ras: “Éste es Anselmo, doctor ilustre, educado bajo el magisterio de
73 Para una explicación sintética de cómo se produce esa difusión en Europa, con la peculia-
ridad que supone Inglaterra, véase PARICIO, J. y FERNÁNDEZ BARREIRO, A., Historia del
derecho romano…, pp. 196-205.