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LA CULTURA ECLESIÁSTICA EN EL ORIGEN

DEL DERECHO ROMANO MEDIEVAL

Francisco Javier Real Rodríguez*

Resumen: La importancia y repercusión del derecho romano en la cultura jurídica


europea es algo fuera de toda duda, pero todavía sigue debatiéndose cómo llegó
aquel a redescubrirse en la incipiente Universidad del siglo XII. Si tradicionalmen-
te se señaló un origen propiamente civil y universitario, en la presente
comunicación se reivindica la importancia de la cultura eclesiástica en ese origen.
Volver a la obra de Graciano en el centro de ese renacimiento cultural nos dará
nuevas pistas para un conocimiento más completo de ese periodo y de este proceso.
Palabras clave: Derecho romano, Derecho Canónico, Renacimiento cultural del si-
glo XII, Universidad de Bolonia, Digesto, Irnerio, Graciano, Concordia
discordantium canonum.

THE ECCLESIASTICAL CULTURE IN THE ORIGIN OF THE MEDIEVAL RO-


MAN LAW
Abstract: The importance and impact of Roman law in the European legal culture
is beyond doubt, but there is still debate about how Roman Law was rediscovered
in the emerging University of the 12th century. If traditionally a civil and universi-
ty origin was noted, in this communication we want to highlight the importance of
ecclesiastical culture in that origin. Back to Gratian’s work in the center of this
cultural renaissance will give us new clues to a more complete understanding of
this period and this process.
Key words: Roman Law, Canon Law, Renaissance of the Twelfth Century, Univer-
sity of Bologna, Digest, Irnerius, Gratian, Concordia discordantium canonum.

* Recibido: 01/12/2014· Revisado: 15/04/2015· Aceptado: 08/05/2015· Publicación Online: 30/06/2015

Estudios Medievales Hispánicos, 4 (2015), pp. 85-110. ISSN: 2254-2906 85


 
Francisco Javier Real Rodríguez
 

1. INTRODUCCIÓN
El jurista alemán Rudolf von Ihering (1818-1892) escribió, en frase que po-
dríamos considerar ya clásica, que Roma conquistó el mundo con sus armas,
con su Iglesia y con sus leyes1. Y con respecto a lo último, no podemos menos
de comprobar que una de sus más claras influencias en el mundo occidental
es la repercusión de su derecho en el desarrollo de los sistemas jurídicos con-
temporáneos.
La transmisión del derecho romano hasta la actualidad ha pasado por
tales vicisitudes que sólo su genialidad explica su consideración, uso y man-
tenimiento tras la caída del Imperio de Occidente por los pueblos llamados
bárbaros a lo largo de la Edad Media, hasta el punto de ser la base de la pos-
terior obra jurídica europea de las edades Moderna y sobre todo
Contemporánea. Si a eso sumamos la proyección que desde Europa se llevó a
las colonias repartidas por todo el mundo, y la influencia del sistema políti-
co, jurídico y social occidental en todo el mundo, es evidente el interés de
cualquier acercamiento al derecho romano, ya que éste siempre supone un
ejercicio de comparación de dos mundos, que aunque lejanos en el tiempo,
están unidos estrechamente por una misma concepción de lo justo.
Es precisamente en la Edad Media cuando se produce una nueva asi-
milación de esta obra jurídica por las nuevas sociedades que se van
formando, gracias a los distintos sustratos que las forman. Y esto se produce
entre los siglos XI y XII2, asociándose el segundo con un auténtico renaci-
miento de la Edad Media. Por eso debemos tener en la cabeza los avances
que entonces se produjeron para comprender adecuadamente las aportacio-
nes de este trabajo.
El siglo XI, en efecto, ha visto el fin de las segundas invasiones, un
avance de la cristiandad sobre el enemigo musulmán que hasta ahora lo ha
atenazado por sus flancos, el resurgir del Imperio trasladado a Alemania, y
el fin del llamado siglo de hierro del pontificado; en definitiva, un fortaleci-
miento de las estructuras del poder feudal. A la vez se produce el resurgir de
un comercio prácticamente abandonado en unas ciudades que empiezan a

1 HASKINS, Ch. H., La rinascita del XII secolo, Società editrice el Mulino, Bolonia, 1972 (ver-
sión italiana; original Nueva York, 1927), p. 165. Para una actualización general de esta
interesante obra, véase VERGER, J., Il Renascimento del XII secolo, Jaca Book, Milán, 1997.
2 No podemos olvidar que la distinción entre centurias es un producto del calendario, y que

la vida y las creaciones humanas no se circunscriben a compartimentos estancos. Por eso,


aunque se hable de un renacimiento cultural en el siglo XII, es evidente que se inicia en el
siglo XI y que continúa en el siglo XIII (vid. KUTTNER, S., “The Revival of Jurisprudence”,
en Renaissance and Renewal in the Twelfth Century, R. L. BENSON y G. CONSTABLE, eds.,
Cambridge, Mass., 1982, pp. 299-323).

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renacer, lo que favorecerá el florecimiento de la cultura en todos sus campos:
lingüísticos, filosóficos, teológicos, jurídicos, científicos y artísticos, siendo
sin duda su mejor resumen la creación de la Universidad por la Iglesia a
finales del siglo XI, institución que crecerá exponencialmente en la centuria
siguiente3.
Este contexto es en el que se va a redescubrir, fruto de ese renacimien-
to cultural, la obra jurídica romana, cuyos textos se habían perdido
prácticamente de los centros del saber europeos. Su uso en los sistemas jurí-
dicos vigentes forjará el llamado Derecho Común medieval, base de los
posteriores ordenamientos europeos. Las figuras claves para la configura-
ción de ambos derechos son Irnerio y Graciano, pero la relevancia de cada
uno en la recepción del derecho romano es asunto aún discutido. Tradicio-
nalmente se ha sostenido que Irnerio fue el que al intentar renovar los
estudios legales, descubrió textos del Digesto. Apoyándose en esto, y si-
guiendo algunas corrientes dictados a veces marcadamente laicistas, se ha
querido ver en ello una contraposición de los poderes laicos frente a los ecle-
siásticos. Se ofrecerán aquí respuestas complementarias de diversos autores,
quienes sostienen precisamente que es gracias al renacer cultural y a la re-
novación teológica, por tanto en un contexto bien diferente y sin ningún
atisbo de enfrentamiento de estos poderes, como se dio esta renovación, pu-
diendo así descubrir la importancia de estos antiguos textos.
No se pretende aquí avivar una lucha estéril sobre la preeminencia de
un derecho sobre el otro, sino comprender el origen de ese renacer jurídico y
la correcta relación entre ambos, valorando adecuadamente sus aportaciones
a la ciencia jurídica. De este modo podemos ya hablar de una serie de hitos
que articularán este trabajo: un centro de actuación, la ciudad y la universi-
dad de Bolonia, cuna del posterior desarrollo jurídico; una obra clave, el
Digesto, utilizado escasamente antes del siglo XII; unos protagonistas, Irne-
rio, que sería el primero en comprender la importancia del Digesto y dedicó
su enseñanza a su comentario a través de las glosas, y Graciano, cuya obra
en el ámbito del derecho canónico ofrece una sistematización tal que permi-
tirá el desarrollo del derecho común medieval de los siglos siguientes; una
época, el siglo XI, cuyo avance cultural, especialmente en el campo teológico,
favoreció todo lo demás.
Con toda esta información se podrán ofrecer unas conclusiones que nos
llevarán a reivindicar, una vez más, la importancia de acudir a las fuentes
para comprender adecuadamente el ser del derecho. Así lo decía Stephan

3 Cf. PADOA-SCHIOPPA, A., Il diritto nella storia d’Europa. Il Medioevo, parte prima,

CEDAM, Padua, 2005, pp. 195-197.

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Kuttner en 1949: “Todavía, cada ciencia histórica tiene que atravesar una
etapa en la que el estudio crítico y la edición de textos debe ocupar el primer
puesto, no como un fin en sí mismo, pero sí como un prerrequisito necesario
para una interpretación válida de la historia”4.
2. EL DERECHO HASTA EL SIGLO XII
Antes de ahondar en los siglos XI y XII, época en la que se redescubrió y es-
tudió el Digesto, sirviendo de base para la sistematización del derecho
romano y del canónico, daremos algunas notas breves sobre la génesis y la
historia del derecho romano y del canónico para facilitar la comprensión de
todo este trabajo. En efecto, es necesario poner en relación la tradición jurí-
dica romana con las reformas jurídicas llevadas a cabo por Justiniano para
entender aquella correctamente. Por su parte, sólo si se conoce la estructura
del derecho canónico durante el primer milenio podremos comprender la im-
portancia que supuso en su posterior desarrollo la aplicación del sistema
jurídico romano presente en el Digesto.
2.1. El Derecho Romano
El desarrollo del ordenamiento jurídico romano corre en paralelo con la his-
toria política de la ciudad del Lacio, pero no sigue necesariamente sus
etapas. Los historiadores del Derecho suelen presentar otra periodización
que considera uno de sus elementos más importantes, la relevancia de su
jurisprudencia: fue en el ámbito privado, separándose progresivamente del
ámbito religioso y en manos de expertos juristas, como el derecho romano
llegó a tan altas cotas de perfección. De esta manera, sus etapas serían5:

- Época antigua (del 753 a. C. hasta mediados del siglo II a. C.): en la


que destaca la promulgación de la Ley de las XII Tablas y la progresi-
va articulación del derecho privado, gracias a las magistraturas del
pretor urbano y del pretor peregrino, desde donde parte el inicio de la
actividad jurisprudencial.
- Época clásica (desde el último tercio del siglo II a. C. hasta el 235 d.
C.): el periodo más importante, en el que la jurisprudencia es la pro-

4 “Still, each historical science has to go through a stage in which the critical study and editing
of texts must take the first place, not as an end in itself, but as a necessary prerequisite for a
valid interpretation of history”, en KUTTNER, S., “The scientific investigation of Medieval
Canon Law: the need and the opportunity”, en Speculum, 24 (1949), pp. 499-500.
5Para una más completa introducción histórica puede acudirse al primer capítulo de PARI-
CIO, J. y FERNÁNDEZ BARREIRO, A., Historia del derecho romano y su recepción europea,
Marcial Pons, Madrid, 2010, 9ª ed, pp. 21-44, especialmente pp. 21-29. Siguiendo un criterio
más cercano a la historia política de Roma, César Rascón nos ofrece una cronología similar,
pero con algunas diferencias, que pueden verse igualmente en el primer capítulo de su obra:
RASCÓN, C., Síntesis de historia e instituciones de derecho romano, Tecnos, Madrid, 2008,
3ª ed, 19-34, especialmente p. 34.

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tagonista en el desarrollo del derecho privado, y en el que contamos
con los juristas más reconocidos de Roma, cuyas obras serán poste-
riormente la base para la compilación justinianea.
- Época post-clásica (235-527): en la que, coincidiendo con la última
etapa política del Imperio Romano de occidente y la progresiva sepa-
ración del de Oriente, la ley, emanada de la autoridad imperial, se
convertirá en la única fuente creadora de derecho. Finaliza con el
reinado de Justiniano y con la compilación que lleva su nombre, que
estudiaremos a continuación.

Una vez llegados al siglo VI, caído el Imperio de Occidente, Justiniano


(527-565) pretendió volver al esplendor perdido de la Roma imperial, siendo
el punto de arranque para una nueva etapa. Su reforma jurídica siguió la
tendencia compiladora de los siglos precedentes, tras el Codex Gregorianus
(292), el Codex Hermogenianus (fines del siglo III) y la primera colección
oficial de leyes, publicada por orden de Teodosio II en el 439, el Codex Theo-
dosianus. Así se redactaron tres textos, compuestos con una asombrosa
rapidez (528-534) y cuyo artífice más destacado fue Triboniano: un código
legal (el Codex), una antología de los escritos de la jurisprudencia romana
(el Digesto) y un manual institucional para la enseñanza de derecho (las
Instituciones). Por último, las nuevas leyes posteriores a la promulgación
del Codex recibirán el nombre de Novellae constitutiones, más conocidas
como Novelas6.

Por su trascendencia posterior, ya que la base del renacer jurídico me-


dieval se debió al redescubrimiento y uso de sus textos, la obra que más nos
interesa de esta magna labor es el Digesto. Pocos años después de su compo-
sición, en el año 554, la compilación de Justiniano arribó a Italia, tras la
petición del papa Vigilio, en el contexto de la conquista bizantina de Italia.
No obstante, la llegada de los longobardos, poco después de la muerte de
Justiniano, impedirá una influencia mayor en la cuna del propio derecho.
Pese a todo, parece que hasta el siglo X se mantuvo algún tipo de centro de
estudio del derecho romano en la ciudad eterna7, y asimismo, desde el siglo

6 Una más detallada explicación de la obra de Justiniano la podemos encontrar en PARICIO,


J. y FERNÁNDEZ BARREIRO, A., Historia del derecho romano…, pp. 160-176; véase también
RASCÓN, C., Síntesis de historia…, pp. 111-123.
7 CORTESE, E., Le grandi linee della storia giuridica medievale, Il Cigno, Roma, 2002, 1ª ed.,

2ª reimp., pp. 239-241.

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VI hasta el siglo XI han llegado restos de la obra justinianea de modo frag-


mentario a través de algunos manuscritos8.

El ejemplo italiano nos señala ya la dificultad que existe a la hora de


analizar qué pasó con el derecho romano tras la caída del imperio romano en
el año 476 tras las invasiones germánicas. Es una cuestión difícil, y con
grandes variantes según las regiones, conviviendo tradiciones jurídicas di-
versas, como eran la romana y la germana. Por ejemplo, en Francia y en
España se produjo una continuidad con el derecho romano gracias a la Lex
Romano Wisigothorum, la Lex Romana Burgundionum y otras. Por eso, se
produjo cierto influjo romano en la legislación posterior, a pesar de que la
ciencia jurídica descendió a niveles ínfimos9, por lo que en puridad no pode-
mos hablar de continuidad con la jurisprudencia romana, “si por
«jurisprudencia» entendemos una disciplina coherente intelectualmente, un
dominio de las fuentes que pueda dar una guía racional al pensamiento le-
gal, como algo distinto de la rutina profesional”10.

2.2. El Derecho Canónico

Sí encontramos, por el contrario, una continuidad en el Derecho Canónico, el


derecho propio de la Iglesia, cuya historia se remonta desde los tiempos
evangélicos hasta la actualidad. Esta historia de casi dos mil años puede
dividirse en varias etapas, en las que las circunstancias concretas que vive
la Iglesia afectan sustancialmente a su derecho. Siguiendo a Antonio García
y García11, que divide la historia en Edades, y las Edades en épocas, nos en-
contramos en la época de la “Cristiandad medieval”, que abarca del siglo XII
al siglo XVI, siendo su inicio el Decreto de Graciano y su fin el Concilio de
Trento. La originalidad de una obra que es punto de partida de esta etapa

8 BERNAL, B. y LEDESMA, J. de J., Historia del derecho romano y de los derechos neorroma-
nistas. De los orígenes a la alta edad media, Porrúa, Méjico, 1983, 2ª ed., p. 311.
9 Vid., en síntesis, RASCÓN, C., Síntesis de historia…, pp. 124-125, encontrando una infor-

mación más amplia en el segundo capítulo de la primera parte de la obra de E. CORTESE, Le


grandi linee…, pp. 41-65.
10 “…if by «jurisprudence» we understand an intellectually coherent discipline, a mastery of

the sources which can give rational guidance to legal thinking- as distinct from professional
routine”, en KUTTNER, S., “The Revival…”, pp. 299-300.
11 Una síntesis razonada de esa periodización que engloba ambas realidades, histórica y

jurídica, se encuentra en el primer capítulo de la interesante obra del padre García y Gar-
cía, muy oportuna como base para este estudio: GARCÍA Y GARCÍA, A., Historia del Derecho
Canónico. El primer Milenio, Instituto de Historia de la Teología Española, Salamanca,
1967, vol. 1; el primer capítulo en las páginas 11-27, especialmente pp. 14-16.

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nos obliga a un rápido comentario del derecho anterior, para comprender su
importancia con respecto al milenio precedente12.

Desde el principio de la Iglesia ha habido normas que han tratado de


articular las relaciones de justicia existentes entre los miembros de la Igle-
sia. Ya en el Nuevo Testamento encontramos textos que nos enseñan el
modo de actuar ante diversas situaciones, como por ejemplo ante pecados de
algunos miembros de la comunidad de Corinto. Desde ese momento, los pri-
meros escritores cristianos también expresan en algunas de sus obras
cuestiones que podemos considerar jurídicas, como el modo de celebrar los
sacramentos (especialmente el matrimonio), la relevancia del sacramento
del Orden y el papel en la Iglesia de los demás ministerios13. Pero es en los
Concilios donde empezamos a encontrar de forma específica respuestas y
castigos a acciones contrarias al querer de la Iglesia. Desde el Concilio de
Nicea, los “sagrados cánones” serán transmitidos por toda la cristiandad en
colecciones, y su conservación será fundamental en las diversas comunida-
des.

Junto con los cánones conciliares, las respuestas del Papa a las distin-
tas preguntas que recibe en su función de pastor de la Iglesia universal, las
Decretales14, se irán incluyendo en estas colecciones. Éstas irán creciendo al
ritmo de los Concilios (tanto particulares como universales) y de las Decreta-
les, dando lugar a colecciones de carácter regional (africanas, gálicas,
hispánicas [Hispana] y romanas [especialmente la Dionisiana, de Dionisio el
Exiguo]), a las que hay que sumar, al tratar el sacramento de la Penitencia,
los Libros Penitenciales de la iglesia céltica. Es necesario señalar igualmen-
te la importante relación que se dio entre el incipiente Derecho eclesiástico y
el Derecho Romano, al aceptar de éste reglas y conceptos.

Desde Carlomagno se hace patente un deseo de reforma en la vida de la


Iglesia, para lo cual se recurrirá también a los cánones conciliares, buscando
reunificar toda la legislación precedente en amplias colecciones de ámbito

12Véase para esta somera descripción FANTAPPIÈ, C., Introduzione storica al diritto canoni-
co, il Mulino, Bolonia, 2003, 2ª ed., pp. 15-90; asimismo, MARTÍNEZ DIEZ, G., “La Iglesia de
las normas: el Derecho Canónico”, en La Reforma gregoriana y su proyección en la cristian-
dad occidental. Siglos XI-XII (XXXII Semana de Estudios Medievales. Estella, 2005),
Pamplona, 2006, pp. 58-79.
13 Así, de entre las obras de los Santos Padres que más nos interesan, cabe destacar entre
las más antiguas la Didaché, del año 70 aproximadamente; la Tradición apostólica de Hipó-
lito (obra no exenta de polémica en su historia textual) y la Didascalia apostolorum, ambas
del siglo III; por último, las Constituciones apostólicas, del siglo IV.
14 La primera de las que hay constancia es la que dirigió el papa Silicio al obispo Himerio de

Tarragona en el año 385.

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universal, al menos occidental15. Pero como para dar solución a situaciones


concretas no siempre se encontraba una respuesta en la legislación prece-
dente, se llegaron a inventar textos que se añadieron a los precedentes,
dando lugar a lo que se conoce como colecciones pseudoisidorianas16. El fin
principal de estos textos era asegurar la independencia de una Iglesia some-
tida por los poderes feudales. Tras esos textos hay que destacar, ya a
principios del siglo XI, la obra recopiladora del obispo Burcardo de Worms,
el Decreto de Burcardo, que será muy difundida.

A partir de este momento, y hasta la fecha de 1140 hay que subrayar


un proceso, la reforma gregoriana, que no sólo incluye el pontificado de Gre-
gorio VII (1073-1085), sino toda la labor de sus predecesores desde mediados
del siglo XI y de sus sucesores hasta los comienzos del siglo XII. En esta
búsqueda por acabar con los grandes males que asolaban a la Iglesia, el ni-
colaísmo y la simonía, fruto de la investidura laica, se reforzó la figura
papal, quien a través de nuevas colecciones canónicas intentará imponer su
autoridad a toda la cristiandad17. Dejando a un lado el sentido que se dé a
los Dictatus Papae18, estos son los primeros escritos de un nuevo periodo, en
el que aflorarán diversas colecciones, que pueden dividirse entre “grandes
colecciones”, todas de ámbito netamente romano19; “colecciones menores”,
gestadas algunas en Roma (entre ellas la Collectio Britannica, de la que se
hablará más adelante) y otras en Francia20; y las llamadas “colecciones pos-
gregorianas moderadas”, pues afirmada la supremacía papal se pudieron

15 Las más importantes, la Collectio Adriana, que toma nombre de Adriano I (772-795), y
reúne textos de la Dionisiana y decretales posteriores; la Adriano-Hispana, al unir estas dos
colecciones en una; la Dacheriana, que sistematiza mejor a la precedente, dividida en tres
libros sobre el matrimonio, el derecho procesal y los clérigos.
16 Son cuatro, principalmente: la Hispana de Autum, que copia en Francia un ejemplar de

la Hispana; los Capitula Angilramni, que toma su nombre del obispo de Metz Angilramno
(769-781); la colección Capitularia Benedicti levitae, compuesta de 1391 capítulos; por últi-
mo, la más extensa y más importante, las Falsas Decretales, cuyo nombre da razón de su
contenido, siendo fuentes fundamentales para su composición la Hispana y la Hispana de
Autum.
17 Para este contexto, incluyendo la querella de las investiduras, vid. también PADOA-

SCHIOPPA, A., Il diritto nella storia..., pp. 177-189.


18 Este conjunto de 27 proposiciones o artículos que blindan la figura papal aparecen en el

Registro de Gregorio VII entre dos cartas fechadas el 3 y el 4 de marzo de 1075. La opinión
actual de los investigadores es que se trataría de los títulos de una posible colección que
debería componerse. La biografía más completa actualmente sobre esta figura, y en la que
se trata ampliamente este problema, es la de COWDREY, H. E. J., Pope Gregory VII, 1073-
1085, Oxford, 1998.
19 La Colección en 74 Títulos, la Colección de Anselmo de Lucca y la Colección del cardenal

Deusdedit.
20Entre estas cabe destacar el Liber Tarraconensis, por la vinculación de uno de sus ma-
nuscritos a España, y por la posibilidad de que su segunda recensión fuera de hecho
compuesta en España.

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suavizar las afirmaciones más radicales. Entre éstas hay que destacar forzo-
samente la triple obra de Ivo de Chartres, del cual volveremos a ocuparnos
más adelante: la Collectio Tripartita, el Decreto y la Panormia, escritas en
los primeros años de la década de 1090. Su Decreto es la colección más ex-
tensa realizada hasta la época, mientras que la Panormia ofrece una síntesis
del anterior, haciendo de ella una obra clave en los años previos al Decreto
de Graciano.

3. TESTIMONIOS TRADICIONALES SOBRE LA APARICIÓN DEL DERECHO RO-


MANO EN BOLONIA

Como ya se ha comentado, la reaparición de la obra clave de la compilación


justinianea, el Digesto, marca el punto de partida del renacimiento jurídico
en Europa. Pero no se trata sólo de una recuperación, sino de un uso cientí-
fico y sistemático, sirviendo de base para su estudio como ciencia autónoma
en la recién creada institución universitaria. La relación entre el derecho
romano y el canónico forjará la historia jurídica europea en los siglos si-
guientes. Las aportaciones del derecho romano y los cambios que se
impulsan en el derecho de la época ayudarán, en definitiva, a una nueva
visión de las estructuras sociales y culturales medievales21.
3.1. Irnerio y Graciano
El año 1088 es la fecha que tradicionalmente se asocia con la fundación de la
Universidad de Bolonia. Entre los estudios que allí se impartirán destacó el
derecho, dirigido por un personaje llamado Irnerio, cuyo nombre podría te-
ner un origen germánico (Wernerio)22. Habría nacido hacia el 1060, y
contamos con datos sobre su vida hasta el año 1125 aproximadamente.
Aparte de maestro habría actuado como abogado y como juez, teniendo rela-
ción con el emperador Enrique V, en el contexto de su enfrentamiento con el
papado por la querella de las investiduras, que había sido iniciada por su
padre Enrique IV y el papa Gregorio VII. En medio se encontraba el territo-
rio dominado por Matilde de Canosa, una amplia región entre la Toscana y
la Emilia-Romaña, quien será figura clave en la vida de Irnerio, ya que ella
fue quien le pidió en el año 1113 que “renovara los libros de leyes”23.
Esta expresión es la que tradicionalmente se ha asociado con la recupe-
ración del Digesto, ya que en esa renovación el jurista se habría valido de

21 Cf. KUTTNER, S., “The Revival…”, pp. 299-300 y PARICIO, J. y FERNÁNDEZ BARREIRO, A.,
Historia del derecho romano…, pp. 185-189.
22 CORTESE, E., Le grandi linee…, p. 251, quien recuerda que ese nombre aparece en la do-

cumentación del centro y del norte de Italia de los siglos XI y XII.


23BELLOMO, M., L’Europa del dirito comune, Il Cigno Galileo Galilei, Roma, 1998, 8ª ed., pp.
71-72; CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 251-252; HASKINS, Ch. H., La rinascita…, p. 170.

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esa obra por él descubierta o, hallada por otro, le habría dado el valor que
realmente tenía. Así, Irnerio habría seguido desempeñando su labor judicial
y su labor docente, pero contando con un nuevo elemento en sus clases, el
reaparecido Digesto, que a partir de este momento será ampliamente co-
mentado (glosado) por el propio Irnerio y sus discípulos más aventajados,
que recibirán el nombre de “los cuatro doctores”: Martín, Búlgaro, Jacobo y
Hugo24. Aunque no conservamos una descripción del modo de enseñanza de
esta época en la escuela de derecho25, las propias glosas nos enseñan que era
preciso explicar e interpretar de manera clara y concisa las diferencias tex-
tuales, no buscando sólo la literalidad de la letra, sino el contexto de toda la
obra. Unido a esto, el debate sería una necesidad evidente para resolver las
aparentes contradicciones del texto26. Este modo de enseñanza a través del
comentario del Digesto fue sin duda el mejor modo para extender su conoci-
miento en los ámbitos universitarios, que desde Bolonia llevarían a toda
Europa una nueva forma de comprensión del derecho27.

Sin embargo no sabemos en qué consistió realmente esa renovación,


más allá del uso y comentario de la obra de Justiniano. De hecho, como se
verá en el punto siguiente tenemos más datos ciertos sobre los comentarios
de los cuatro doctores que sobre el propio Irnerio.

A diferencia de Irnerio, Graciano fue un clérigo. Tradicionalmente se le


ha asociado al monasterio camaldulense de los santos Félix y Naborre, en

24 Una crónica explica que en el lecho de muerte de Irnerio sus discípulos le pidieron que les
señalase un sucesor, respondiendo así el moribundo: Bulgarus os aureum, Martinus copia
legum, mens legum est Ugo, Jacobus id quod ego, señalando así al último como su heredero
(vid. HASKINS, Ch. H., La rinascita…, p. 172). Sin embargo, a la muerte de Irnerio los juris-
tas más destacados serán Búlgaro y Martín, según leemos en BELLOMO, M., L’Europa…, pp.
125-126, quien explica que a través de este epitafio Irnerio quería evitar una designación
directa de su sucesor, lo que provocará, sin embargo, que la escuela de Irnerio acabe con la
creación de cuatro escuelas diferentes.
25 Haskins nos ofrece de nuevo un dato interesante, aunque posterior en el tiempo, sobre el

modo de enseñanza universitario hacia 1250: en primer lugar se realizaba una lectura del
texto, sintetizando cada ley, título por título; en segundo lugar se daba una definición lo
más clara posible de la ley; a continuación se leía el texto para poder enmendarlo; en cuarto
lugar se repetía el contenido de la ley, y por último se resolvían las posibles contradicciones:
HASKINS, Ch. H., La rinascita…, p. 174. Cf. PADOA-SCHIOPPA, A., Il diritto nella storia..., pp.
311-322.
26 CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 253-255; HASKINS, Ch. H., La rinascita…, p. 170-175;

RACINE, P., “Bologne au temps de Gratien”, en Revue de Droit Canonique, 48/2 (1998), pp.
277-281.
27 Cf. KUTTNER, S., “The Revival…”, pp. 318-322. Vid. además el capítulo titulado

“L’Università in Europa e il Diritto Comune” que se encuentre en BELLOMO, M.,


L’Europa…, pp. 125-138. Sobre la Universidad de Bolonia, puede verse también CAMPA, R.,
La Universidad de Bolonia y el debate de la razón, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos
Aires, 1987.

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La cultura eclesiástica en el origen del derecho romano medieval
 
 
Bolonia, aunque algunos historiadores opinan por el contrario que fue obis-
po. Debió nacer a finales del siglo XI, y parece que ya había muerto antes del
año 1159. Maestro de teología, recibió las influencias de la corriente intelec-
tual de renovación de su época. Conocedor de la enseñanza de Irnerio y sus
discípulos, aplicó todos estos conocimientos en la redacción de una obra en la
que pretendía ordenar la legislación eclesiástica28. Para ello la técnica de la
glosa le resultó muy útil, redactando hacia 1140 una obra llamada a ser un
antes y un después en el derecho canónico, la Concordia discordantium ca-
nonum.

Aunque más adelante se ofrecerán más explicaciones sobre su composi-


ción, ya hay que señalar que el Decreto supone una elaboración más
acabada que la pretensión irneriana. Esto es así porque no ofrece solamente
unos comentarios o glosas en los márgenes de otra obra, sino que estando
estos presentes, la elaboración de este texto supone un conocimiento vastí-
simo de las obras precedentes a través de las colecciones de sus
predecesores, ya que lo que se intenta precisamente es poner orden en los
cánones, decretales y leyes que ofrecían soluciones diferentes para proble-
mas similares, fruto de una falta de sistematización en el derecho de la
Iglesia hasta ese momento29. Cómo pudo esto hacerse en un periodo de
tiempo relativamente breve es algo que tratará de explicarse más adelante,
según las teorías más recientes.

3.2. Puntos débiles


Estos testimonios tradicionales de Irnerio y Graciano ofrecen, no obstante,
algunos puntos débiles, ya que estudian aisladamente a estos dos persona-
jes, sin contextualizarlos además con sus predecesores. El caso más
llamativo es el de Irnerio, de quien tenemos muy pocos datos fiables acerca
de su vida y de su obra. Además de esto, hay testimonios claros de que en
fechas anteriores a Irnerio, el Digesto se había usado en diversos procesos.
Sobre la figura de Irnerio, su vida se nos presenta con demasiadas os-
curidades. A pesar de haber sido llamado “primer iluminador de nuestra
ciencia y luz del derecho”30, quien hace estos comentarios escribió más de
cien años después de haber muerto Irnerio. Nos referimos a Odofredo, glo-
sador en 1260; sus afirmaciones, desgraciadamente, son difícilmente
contrastables. Junto a unos datos biográficos escasos, antes de Irnerio apa-

CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 325-329; KUTTNER, S., “Graziano: l’uomo e l’opera”, en
28

Gratian and the Schools of Law, 1140-1234, S. KUTTNER, ed., Variorum reprints, Londres,
1983, pp. II (20-21).
29 BELLOMO, M., L’Europa…, pp. 78-80; CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 329-330.
30 HASKINS, Ch. H., La rinascita…, p. 170.

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Francisco Javier Real Rodríguez
 

rece otro personaje que destaca en la misma Bolonia. Se trata de Pepo o Pe-
pone, del cual, a pesar de que Odofredo le niega importancia, Radulfo el
Negro, maestro inglés de artes liberales que escribe en la década de 1180,
dice que es el verdadero protagonista del nuevo resurgir de la ciencia del
derecho romano. Parece probable su actuación en varios procesos importan-
tes del último tercio del siglo XI, así como su conocimiento del Codex justi-
justinianeo y de las Instituciones, por el uso que hizo de ellos en esos juicios.
Además de contar con este importante antecedente, los pocos datos ciertos
sobre Irnerio y la importancia real de sus discípulos, hace difícil asegurar la
autoría irneriana de la obra a él atribuida, puesto que es difícil distinguirla
de la de los cuatro doctores: las iniciales I o Y serán a veces la única diferen-
cia para descubrir la autoría de una glosa31.

En cuanto a los textos del Digesto usados con anterioridad a la ense-


ñanza de Irnerio, cabe destacar el llamado proceso de Marturi, un juicio
celebrado en marzo de 1076, por iniciativa del monasterio de san Miguel,
cercano a Siena. Reivindicaban la restitución de unos bienes que le habían
sido donados hacía ochenta años, pero que habían sido usurpados y entrega-
dos a súbditos de la familia Canosa. A pesar de los intentos por parte del
monasterio para lograr la restitución, la prescripción parecía haber triunfa-
do. Sin embargo, en la fecha expresada, en la corte de Beatriz, madre de
Matilde de Canosa, se usó un texto de Ulpiano, presente en el Digesto, y se
falló a favor del monasterio, obligando a la restitutio in integrum por haber
denegado la justicia durante tantos años, anulando la prescripción. En el
juicio aparece un tal Pepo, del que se discute si se trata del mismo de quien
hablábamos más arriba32.

Tal vez más relevante son los ejemplos del uso que se hace de diversos
pasajes del Digesto desde el ámbito eclesiástico, concretamente en la Roma
de Urbano II (1088-1099). En primer lugar, el propio Urbano II podría haber
usado fragmentos del Digesto en un juicio celebrado el mismo año del inicio
de su pontificado, en 1088. En segundo lugar, y con más evidencias, Ivo de
Chartres empleó igualmente pasajes del Digesto en la composición de su De-
creto, que podría haber conocido durante su estancia en Roma entre 1093 y
1094. El último ejemplo es tal vez el más significativo: en la composición de
otra colección canónica, la Collectio Britannica (llamada así porque el ma-

31 Cf. BELLOMO, M., L’Europa…, pp. 71-75; BERNAL, B. y LEDESMA, J. de J., Historia del

derecho…, pp. 312-313; CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 241-249, 259-263; HASKINS, Ch.
H., La rinascita…, p. 170-172; KUTTNER, S., “The Revival…”, pp. 300-304; PADOA-SCHIOPPA,
A., Il diritto nella storia..., pp. 298-303; RACINE, P., “Bologne…”, pp. 272-275.
32 CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 218-219; PADOA-SCHIOPPA, A., Il diritto nella storia...,

pp. 287-291.

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nuscrito que la contiene se halla en el Museo Británico de Londres), se usa-
ron hasta 93 fragmentos del Digesto. Esto ha llevado a algunos autores a ver
en la reforma gregoriana y en su búsqueda de antiguos materiales para la
elaboración de nuevas colecciones, la reaparición y uso primitivo del Diges-
to33.

Como se ve hay datos oscuros sobre las opiniones tradicionales y luces


nuevas en otras áreas que hacen que nos replanteemos el origen de ese re-
nacimiento jurídico del siglo XII. Es necesario situar a Irnerio en ese
contexto de cambios y descubrimientos, de modo que sin restarle mérito, evi-
temos las descripciones que le sitúan como único origen de ese proceso.

4. TRES RESPUESTAS ACTUALES


Se ofrecerán a continuación tres posibles respuestas sobre la presencia de
textos de derecho romano antes del siglo XII, que tratan de completar la in-
formación precedente. La primera nos acerca a otro centro del saber, la
ciudad de Pavía, lo que nos llevará a preguntarnos por los centros culturales
de la Alta Edad Media. La segunda nos ofrece el catálogo de un monasterio,
que podría incluir entre su biblioteca el propio Digesto. Por último, tal vez
como una síntesis de todo lo expuesto, aparece el renacimiento cultural del
siglo XI, que unido a otras causas, habría posibilitado el renacer jurídico del
siglo XII.
4.1. Pavía
Siguiendo un pensamiento de Stephan Kuttner, es impensable que la ciencia
del derecho pudiera haber tomado forma en el occidente europeo durante la
Edad Media si no se hubiese descubierto el Digesto34, pero hay que añadir
que para que un descubrimiento pueda provocar algún cambio se necesita
poder comprenderlo.
Antes de la creación de la Universidad de Bolonia hubo otros centros
intelectuales importantes, aparte de los monasterios. En el reino de Italia
destacó la escuela de la ciudad de Pavía, en torno al palatium del soberano,
que se convirtió en un centro de atracción estudiantil al inicio del nuevo mi-
lenio. Dentro de la enseñanza de las artes liberales que allí se impartían, y
pese a no formar parte de ellas, “en el sistema del Trivium el derecho era un
apéndice natural de la retórica, la disciplina propia de los oradores y de los
abogados, y era un buen campo de ejercitación de los valiosos mecanismos

33 Cf. CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 216-218; KUTTNER, S., “The Revival…”, pp. 303-

304.
34 KUTTNER, S., “The Revival…”, p. 299.

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lógicos de la dialéctica”35. En este contexto, y en un tiempo en el que se lle-


gará a la codificación de la Lex longobarda, el ordenamiento oficial del reino
de Italia, se desarrolla en Pavía una escuela de derecho franco-longobardo.
El papel que tuvo ésta, y su posterior influencia es algo discutido por los au-
tores36.

En efecto, tras la destrucción del Palatium imperial tras una revuelta


en julio de 1024, el declive habría sobrevenido sobre Pavía, cuya escuela ha-
bría necesitado “una nueva sede para la enseñanza del derecho, la formación
de los juristas y de los notarios. Bolonia recoge así la herencia de Pavía”37.
Esta opinión que ve a Pavía como precedente inmediato de Bolonia, proce-
dente de Charles M. Radding ha sido desmentida posteriormente por Ennio
Cortese, pudiendo calibrarse en su justa medida la calidad de los conoci-
mientos jurídicos de aquella ciudad. Siendo cierta la importancia de la
escuela paviana, y la presencia allí de Lanfranco de Bec (del cual más ade-
lante hablaremos), figura fundamental de la renovación teológica y con
vastos conocimientos jurídicos, Cortese señala el papel fundamental de la
Iglesia en la transmisión del derecho romano y la discontinuidad que existe
entre los modos de su uso en Pavía y en Bolonia 38.

4.2. El monasterio de Bobbio


Considerando siempre que del reencuentro con el Digesto, su comprensión y
su uso depende la nueva ciencia jurídica del siglo XII, cualquier rastro acer-
ca de su conocimiento en fechas más tempranas levanta un gran revuelo
entre los investigadores. Nicolás Álvarez de las Asturias recoge en un in-
teresante artículo la aportación de Giuseppe Mazzanti39 sobre la posibilidad
de la existencia de un manuscrito del Digesto antes de su uso generalizado
en el siglo XII.
El autor italiano analizó el catálogo del monasterio de Bobbio, en la
región italiana de Emilia-Romaña. Este inventario, datado entre los siglos X
y XI, ha tenido una azarosa historia, pues tras haberse perdido el original,

35 “... nel sistema del Trivio il diritto era un’appendice naturale della retorica, la disciplina
propria degli oratori e degli avvocati, ed era un buon campo di esercitazione dei preziosi
meccanismi logici della dialettica”, en CORTESE, E., Le grandi linee…, p. 232.
36 Vid., por ejemplo, PADOA-SCHIOPPA, A., Il diritto nella storia..., pp. 293-297.
37 “... un nouveau siège pour l’enseignement du droit, la formation des juristes et des

notaires. Bologne recueille ainsi l’héritage de Pavie”, en RACINE, P., “Bologne…”, p. 272.
38 CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 229-235.
39 Le Pandette in Italia da Giustiniano alle origini dell’universitá. Considerazioni e ipotesi

in margine a una scoperta, citado en ÁLVAREZ DE LAS ASTURIAS, N., “L’Università di


Bologna alle origini della cultura europea. In merito alla giornata di Studio presso l’ISTUB
a Bologna 18 ottobre 2003”, en Ius Ecclesiae, 16 (2004), pp. 231-233.

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así como la transcripción que usó Muratori en el siglo XVIII, ha llegado has-
ta nosotros en la obra editada por este ilustre historiador italiano. En su
parte más antigua, que transcribe los títulos de los libros donados o copiados
entre los siglos VII y IX aparece el siguiente nombre: “Lib(rum) pandecta-
ru(m) i, quo est expos(itio) cuiusdam in Math(aeum)”. El nombre de
Pandecta es el nombre griego del Digesto, y que aquí se está refiriendo pre-
cisamente a la obra de Justiniano se explica, según Mazzanti, por el lugar
que ocupa dentro del catálogo (puesto 283, en la séptima sección) y por el
uso plural del nombre, empleado para los libros legales, mientras que el sin-
gular es usado para los libros bíblicos. La ubicación del monasterio de
Bobbio, dentro del triángulo que forman las ciudades de Roma, Pavía y Rá-
vena, hace posible la llegada de esta obra clave a un monasterio que
ciertamente fue muy importante en esta época.
No obstante todo lo dicho, la relevancia que tuvo el Digesto en el mo-
nasterio o en la región es algo que evidentemente se nos escapa, dado que su
existencia sólo nos ha llegado a través de ese catálogo. La posibilidad de su
presencia, sin embargo, nos ofrece soluciones ante un silencio de siglos entre
la llegada a Italia de la compilación de Justiniano en el siglo VI y su valori-
zación en el siglo XII.
4.3. La cultura eclesiástica del siglo XI
Lo visto hasta ahora sobre el conocimiento y uso del Digesto antes de que
Irnerio “renovara los libros de leyes” nos produce muchos interrogantes. Re-
capitulando, tenemos su posible aparición en el catálogo de un monasterio
con anterioridad al siglo X, la presencia de la importante escuela de derecho
en Pavía en torno al año 1000, la figura de Lanfranco de Bec († 1089), con
vastos conocimientos en derecho secular, por último, el uso de pasajes del
saber jurisprudencial romano en procesos judiciales y en colecciones canóni-
cas a finales del siglo XI, como la Collectio Britannica, y el Decreto de Ivo de
Chartres. Por tanto, al hablar de Irnerio como el que redescubre la ciencia
jurídica romana, no podemos dejar de considerar al profesor boloñés como el
heredero de una larga tradición de conocimiento (parcial, si se quiere) que le
precede, y que sin duda se entronca con la renovación de las ciencias sagra-
das que se vive en la Iglesia en el siglo XI, germen del futuro renacimiento
cultural del siglo XII40. Algunos autores, como Andrea Padovani, sitúan pre-

40CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 325-326; cf. FANTAPPIÈ, C., Introduzione storica…, pp.
90-100.

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cisamente a Lanfranco de Bec como una de las figuras claves de este proce-
so41.
A pesar de que los años iniciales de la vida del maestro Lanfranco42 son
aún oscuros, dada la información difícilmente contrastable de las crónicas43,
éstas nos dicen que habría nacido en Pavía a inicios del siglo XI, y que su
padre era un hombre de leyes que le habría transmitido este conocimiento.
Instruido en la escuela de su ciudad en Artes Liberales y especialista en el
arte de la dialéctica, viajó a Francia para acceder al conocimiento de una
ciencia más elevada, la Teología, según la consideración de la época44. Antes
de llegar a Bec, en Normandía, de cuyo monasterio llegó a ser prior, se con-
jetura su presencia en Avranches y en Mont Saint Michel. Sí parece seguro
que fuera a Tours para escuchar a Berengario, a quien se enfrentó por sus
explicaciones sobre la presencia simbólica de Cristo en el Eucaristía, redac-
tando en su contra su obra más famosa, De corpore et Sanguine Domini45.
Por entonces ya había formado una escuela en su monasterio de Bec, a don-
de acudirán muchos alumnos, entre ellos los futuros Anselmo de Canterbury
y Alejandro II. Consejero de Guillermo, duque de Normandía, llamado el
Conquistador al invadir Inglaterra, Lanfranco colaboró activamente en la
organización política de la conquista, así como en la reforma de la Iglesia en
Inglaterra, siendo nombrado para ello arzobispo de Canterbury, consagrado
como tal en 1070. Hasta su muerte, acaecida en 1089, promovió la reforma a
través de su enseñanza, sus escritos y los concilios que celebró. Entre sus
escritos, pese a las dificultades sobre su autoría, conocemos una colección
canónica a él atribuida, llamada precisamente Collectio Lanfranci46.

41 PADOVANI, A., Perchè chiedi il mio nome? Dio, natura e diritto nel secolo XII, ristampa
emendata, Giappichelli, Turín, 1999.
42 Para una biografía de Lanfranco, véase GIBSON, M., Lanfranco. Da Pavia al Bec a

Canterbury, Jaca Book, Milán, 1989.


43 Acerca de la veracidad de las fuentes sobre la vida de Lanfranco, Nicolás Álvarez de las
Asturias plantea la necesidad de una revisión menos hipercrítica, puesto que en otros as-
pectos que mencionan no suelen ser erróneas. Para ello hace falta un buen conocimiento de
las mismas, de su proceso de creación, así como cotejarlas con otras fuentes de la época, en
las que podamos encontrar valiosa información sobre Lanfranco (ÁLVAREZ DE LAS ASTURIAS,
N., “Lanfranco de Bec en los orígenes del «renacimiento» cultural del siglo XII” en Ius Ca-
nonicum, vol. XLIII, n. 86 (2003), pp. 581-601, especialmente, pp. 583-593).
44 Cf. COWDREY, H. E. J., “Anselm of Besate and some North-Italian Scholars of the

Eleventh Century”, Journal of Ecclesiastical History 23 (1972), 115-124; RADDING, Ch. M.,
“The Geography of Learning in Early Eleventh-Century Europe: Lanfranc of Bec and Ber-
engar of Tours Revisited”, Bullettino dell’Istituto Storico Italiano per il Medio Evo e
Archivio Muratoriano, 98 (1992), 145-172.
45 La obra fundamental que estudia la doctrina eucarística de Lanfranco es DE MONTCLOS,

J., Lanfranc et Bérenguer. La controverse eucharistiche du XIè siècle, Löwen, 1971.


46 Ésta es precisamente la tesis doctoral del profesor ÁLVAREZ DE LAS ASTURIAS, N., La co-

lección canónica de Lanfranco de Bec, Roma, 2004.

100 Estudios Medievales Hispánicos, 4 (2015), pp. 85-110


 
La cultura eclesiástica en el origen del derecho romano medieval
 
 
No es estéril detenernos en estos breves apuntes sobre la vida del arzo-
bispo de Canterbury, ya que si nos fijamos en los datos referidos hasta
ahora, encontraremos mucho de lo que en este apartado se pretende mos-
trar. Así, la aparición de varios centros de enseñanza repartidos por Italia y
Francia, en los que la enseñanza teológica va adquiriendo una importancia
preponderante a través del método dialéctico, y donde figuras como Lan-
franco anticipan ya la escolástica. Maestro de importantes figuras, entre los
que hay que añadir a Ivo de Chartres, y relacionado con otros personajes
fundamentales de su época, como Gregorio VII47 y tal vez con Irnerio, se ig-
nora todavía si Lanfranco enseñó derecho canónico a sus alumnos, y su
relación con la llegada del derecho romano a Francia48, aunque están fuera
de toda duda sus conocimientos jurídicos. La influencia de Lanfranco sobre
la obra jurídica de Ivo de Chartres es discutida, pero la relación entre ambos
parece que sí fue estrecha, lo cual la habría posibilitado. En este sentido sí
hay una relación textual directa en al menos el Prologus de Ivo49.
De esta forma, no sólo una persona, sino toda una corriente cultural
que se va formando en torno al saber teológico y jurídico, en el que la refor-
ma gregoriana jugó un papel fundamental50, hicieron posibles unos métodos
nuevos de enseñanza y de conocimiento, en los que la preocupación por po-
seer escritos fieles al original necesitó de una labor filológica y
comentarística previa, que tanto influyeron en la tarea de Irnerio y Gra-
ciano51. Del primero hay que añadir, para terminar, un dato importante, del
cual no hemos hablado todavía: su formación previa. Los recientes estudios
de Mazzanti y Spagnesi apuntan a que recibió una formación teológica, cuyo
método de estudio le habría valido para su posterior trabajo sobre los libros
legales52. Esto ciertamente es un dato importante a favor de esta valoración
de la cultura eclesiástica, que engloba de forma más acorde todo lo que acon-
tece en el universo cultural del siglo XI, y nos lleva hasta los
descubrimientos de la siguiente centuria.

47 Citamos nuevamente la obra de COWDREY, H. E. J., Pope Gregory VII…, así como su Po-
pes and Church Reform in the 11th Century, Ashgate, 2000.
48 Parece que no hay base ninguna para esta vinculación; cf. GOURON, A., La science juri-

dique francaise aux XIè et XIIè siècles: difussion du droit de Justinien et influences
canoniques jusqu’à Gratien, Giuffrè, Milán, 1978.
49 Sobre esta relación véanse las últimas páginas de la nota bibliográfica de ÁLVAREZ DE LAS
ASTURIAS, N., “Il ruolo di Ivo di Chartres nella storia del Diritto Canonico”, en Ius Eccle-
siae, 22 (2010), pp. 722-723, en la que comenta la obra de C. ROLKER, Canon Law and the
Letters of Ivo of Chartres, Cambridge, 2010.
50 Cf. KUTTNER, S., “The Revival…”, pp. 302-304.
51 Cf. KUTTNER, S., “The Revival…”, pp. 304-306.
52 MAZZANTI, G., “Irnerio: contributo a una biografia”, RIDC, 11 (2000), 117-181; SPAGNESI,

E., “Irnerio teologo, una riscoperta necessaria”, Studi Medievali 42 (2001), 325-379.

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5. LA IMPORTANCIA DEL ORIGEN


No pretendemos alterar la apreciación que hicimos en la introducción de no
buscar una lucha entre las dos ciencias jurídicas medievales acerca de la
preeminencia de una sobre la otra, pero una vez que hemos visto las nove-
dades de la investigación reciente, hemos de darnos cuenta de que la
cuestión del origen, laico o eclesiástico, es muy importante; igualmente lo es
la relación entre derecho romano y canónico en la configuración científica
del derecho medieval. Y esto es así porque una respuesta equivocada altera-
ría la interpretación de lo que pasó posteriormente en la historia de esta
ciencia, ya que unas respuestas que partan de ideologías preconcebidas con-
dicionan la veracidad de sus afirmaciones.
El derecho romano y el derecho canónico no lucharon entre sí en la
Edad Media; el mundo civil y el eclesiástico no lucharon entre sí por el uso
de uno u otro derecho. Cada uno debía buscar el orden y la justicia en su
ámbito, pese a que en ocasiones los fueros de actuación se solapasen y se
rebasasen. En este sentido la apropiación de causas por parte de la Iglesia
desde el fin del Imperio romano es un caso palmario. Sin embargo eso no
quiere expresar más que una superación de unas barreras que en muchos
casos no estaban muy claras. Esa ambivalencia provocó en ocasiones el uso
indistinto de uno u otro derecho para la mejor conveniencia de las partes, lo
cual no quiere decir que los ordenamientos jurídicos estuvieran en lucha. En
definitiva, dos evidencias muestran lo equivocado de esas pretensiones: en
primer lugar la omnipresencia de lo religioso en todos los ámbitos de una
sociedad cristiana, que no concebiría una concepción antirreligiosa en el ser
mismo del derecho. En segundo lugar, que ambas ciencias corrían paralelas
en un mundo en el que el conocimiento de ambos ordenamientos era necesa-
rio para todo buen jurista. De hecho las expresiones clásicas de utrumque
ius o ius commune son un reflejo de la mutua relación entre ambas ciencias
jurídicas53.
5.1. Origen laico del derecho romano
Cuando se habla de un origen laico del derecho romano medieval se mira no
sólo al ámbito científico que valora e interpreta adecuadamente el derecho
romano, sino también a una situación política convulsa (la querella de las
investiduras), poniendo en la esencia del derecho romano una concepción
laicista y en oposición a la teocracia eclesiástica, que le es ajena. Esto impli-
ca en último lugar que se vea al derecho romano y al canónico como ciencias

53 Cf. BELLOMO, M., L’Europa…, pp.86-89.

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La cultura eclesiástica en el origen del derecho romano medieval
 
 
separadas, carentes de relación, que se sirven autónomamente del Digesto
en su progreso científico.
Esta interpretación se basa en la relación entre Irnerio y el emperador
Enrique V, en concreto porque el primero asesoró al emperador sobre el mo-
do de proceder en la elección de un papa. Se trataba del antipapa Gregorio
VIII, frente al recién elegido Gelasio II (1118-1119), que tuvo que huir a
Gaeta. Esta elección les costó la excomunión del propio Gelasio y de su suce-
sor Calixto II (1119-1124), quien finalmente consiguió solucionar la querella
de las investiduras a través del Concordato de Worms (1122), ratificado en
el Primer Concilio de Letrán (1123)54. No obstante, el uso de conocimientos
de derecho romano en una elección anticanónica no implica necesariamente
que el derecho romano sea un adversario de la Iglesia. Evidentemente, eso
no nos lleva a ver un origen laico (entendido como opuesto al eclesiástico) de
la ciencia jurídica medieval, en una sociedad que es cristiana; las disputas
entre sus líderes, el emperador y el papa, no muestran la oposición que se
pretende, máxime cuando esto se hace trasladando concepciones actuales a
un periodo histórico completamente diferente.
El ejemplo expuesto tampoco implica que la Iglesia se muestre hostil
ante el saber jurídico romano, como si el derecho romano corrompiese el de-
recho canónico, o como si este origen romano y pagano lo convirtiese en
enemigo del derecho canónico o de la teología55. No hay que olvidar, por el
contrario, que el emperador romano que lo compiló de nuevo en el siglo VI,
Justiniano, es además de emperador un gran príncipe cristiano56. A conti-
nuación veremos precisamente que el derecho canónico fue integrando de
forma natural el saber romano en su ser, lo que favorecerá su propio enri-
quecimiento.
5.2. Origen eclesiástico del derecho romano
Los primeros avances para elevar el derecho a la categoría de ciencia autó-
noma se dieron en la escuela de Irnerio en Bolonia, donde tras un análisis
textual exegético del Digesto nacen los primeros comentarios jurídicos del
derecho romano, las glosas. Este método es continuado en ámbito eclesiásti-
co en la obra de Graciano, recibiendo así un influjo que le llevará a
constituir al derecho canónico como una disciplina jurídica autónoma57.
¿Supone esto un origen laico de la ciencia jurídica medieval?

54 CORTESE, E., Le grandi linee…, pp. 257-258; RACINE, P., “Bologne…”, p. 278.
55 Cf. HASKINS, Ch. H., La rinascita…, pp. 191-192.
56 Cf. GROSSI, P., Europa y el derecho, Crítica, Barcelona, 2008, pp. 49-50.
57 La configuración autónoma del derecho como ciencia no implica necesariamente una pre-

eminencia de la escuela laica sobre la eclesiástica, ya que el derecho canónico tuvo siempre

Estudios Medievales Hispánicos, 4 (2015), pp. 85-110 103


 
Francisco Javier Real Rodríguez
 

Todo lo contrario. Ya hemos visto cómo son el ámbito y la cultura ecle-


siástica los que posibilitan los avances culturales del siglo XII en sus
diferentes áreas, partiendo de la teología. Éste es el origen eclesiástico que
podríamos llamar “remoto” del derecho romano medieval. Los glosadores de
los textos romanos se convierten en intérpretes de ese texto, al realizar “más
una intermediación entre la ley antigua y los hechos nuevos [de la época en
que viven] que una explicación”58. Esa intermediación se hace desde la ópti-
ca cristiana de la sociedad, siendo éste el origen eclesiástico “próximo” del
derecho romano medieval. Esta interpretación no supuso una traición al tex-
to original, sino una aplicación a las circunstancias, teniendo en cuenta
además que el jurista medieval recibe las obras romanas con gran venera-
ción, dada la autoridad que le conceden por su origen, impidiendo así
traicionarlo59.
Este origen eclesiástico en la configuración de la ciencia del derecho
romano posibilitará que cuando nos refiramos a la ciencia jurídica medieval,
y a pesar de constituir la romanística y la canonística dos ciencias autóno-
mas en sus ámbitos, podamos hablar realmente de una unidad, a la que
llamamos ius commune. Este “derecho común” se llama así porque es produ-
cido por los especialistas del derecho, los juristas, que son científicos y
maestros de las universidades; porque representa la voz de todos los hom-
bres de leyes; porque es un derecho sin fronteras, que es enseñado y
aprendido en toda Europa; porque es un derecho común a todas las gentes, y
porque integra las dos instituciones políticas presentes en la sociedad, el
sacerdocio y el imperio, ya que el súbdito lo es a la vez del papa y del empe-
rador60.
6. LA COMPOSICIÓN DEL DECRETO DE GRACIANO
Una vez finalizadas las explicaciones de los argumentos que daban título a
este trabajo queremos dedicar un último apartado a la composición del De-
creto de Graciano, pese a ser conscientes de que la fecha tradicional de su
composición es posterior a la labor de Irnerio. Sin embargo, y como la última
vuelta de tuerca a los argumentos tradicionales, la pregunta fundamental
no es sólo por el desencadenante del renacer jurídico medieval (el Digesto),

una relación intrínseca con las demás ramas eclesiásticas, que irá dejando en esta época por
el influjo de la romanística y por su continua especialización. Este aspecto será mejor com-
prendido a la luz del siguiente apartado de este trabajo.
58 GROSSI, P., Europa y el derecho, p. 51.
59 Cf. GROSSI, P., Europa y el derecho, pp. 48-51; PARICIO, J. y FERNÁNDEZ BARREIRO, A.,

Historia del derecho romano…, pp. 189-195.


60 GROSSI, P., Europa y el derecho, pp. 51-53. Vid. también el capítulo dedicado al derecho

común en BELLOMO, M., L’Europa…, pp. 163-215, especialmente pp. 163-180.

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La cultura eclesiástica en el origen del derecho romano medieval
 
 
sino por el modo en el que se produce esa revolución. En este sentido nuevas
investigaciones apuntan a que el método de trabajo empleado en la composi-
ción del Decreto sería realmente el motor de esa revolución, más que la mera
elaboración de glosas llevada a cabo por Irnerio y los cuatro doctores.
Como toda obra clave para cualquier ciencia, el Decreto de Graciano
supone para los canonistas una llamada perenne de atención, que obliga a
rebuscar entre sus manuscritos nuevas pistas que ayuden a su mejor com-
prensión. Su primera edición crítica fue compuesta por Emil Friedberg en
1879. No obstante, y siguiendo la cita de Stephan Kuttner que cerraba nues-
tra introducción, desde mediados del siglo pasado se vio necesario hacer una
nueva edición crítica, toda vez que la realizada en 1879 no podía ser califi-
cada como tal. Éste ha sido el intento de los canonistas y de instituciones
como el Stephan Kuttner Institute of Medieval Canon Law, con la idea de
que sólo con las ediciones críticas de las colecciones canónicas se puede
avanzar en las demás ramas de esta disciplina. Un texto críticamente edita-
do permite además conocer la historia de su composición, que nos aporta
una información fundamental para este periodo61. En los últimos años ha
habido importantes avances en este sentido, donde hay que destacar al es-
pañol Carlos Larrainzar, y sus importantes descubrimientos de dos
manuscritos (Fd y Sg) que nos acercan a los instantes iniciales de la compo-
sición de la obra gracianea62.
¿Cómo fue su composición?63 Aunque es algo aún desconocido, los nue-
vos datos desechan una explicación tradicional, de Adam Vetulani, quien en
1947 aplicó la “teoría de masas” para explicar su composición: el autor ha-
bría recopilado diversos materiales de las colecciones precedentes y al final
habría añadido fragmentos del Corpus iuris civilis. Esto habría ido en contra
de la idea original, y se habrían insertado en una redacción posterior. Sin

61 Vid. este ilustrativo artículo: KUTTNER, S., “The scientific investigation of Medieval Can-
on Law: the need and the opportunity”, en Gratian and the Schools of Law, 1140-1234, S.
KUTTNER, ed., Variorum reprints, Londres, 1983, pp. I (493-501).
62 Sobre los dos manuscritos véanse sus siguientes artículos: LARRAINZAR, C., “El Decreto

de Graciano del códice Fd (= Firenza, Biblioteca Nazionale Centrale, Conventi Soppresi


A.I.402). In memoriam Rudolf Weigand”, en Ius Ecclesiae 10 (1998), pp. 421-489 y “El bo-
rrador de la Concordia de Graciano: Sankt Gallen, Stiftsbibliothek MS 673 (=Sg)”, en Ius
Ecclesiae 11 (1999), pp. 593-666. Con ellos ha podido hacer una explicación general de la
historia de la composición del Decreto, en ID., “La formación del Decreto de Graciano por
etapas”, ZRG Kan. Abt., 87 (2001), pp. 67-83, valorando la importancia del Decreto en la
formación del a cultura jurídica occidental en ID., “Las raíces canónicas de la cultura jurídi-
ca occidental”, en Ius Canonicum, vol. XLI, n. 81 (2001), pp. 13-34.
63 Es muy interesante, completa y sintética la información que encontramos en la introduc-

ción y los dos primeros capítulos de la primera parte de la obra de TARÍN, L. P.: Graciano de
Bolonia y la literatura latina. La distinción treinta y siete del Decreto, Fundación Pastor de
Estudios Clásicos, Madrid, 2008, esp. el capítulo primero.

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Francisco Javier Real Rodríguez
 

embargo, ¿cómo es que Graciano despreció el derecho romano, siendo éste


tan útil en una ciudad donde ya había una escuela de legistas tan valiosa?
Vetulani propone para eso adelantar la fecha de composición de la primera
redacción64, pero un estudio de los manuscritos y de la historia de la Univer-
sidad de Bolonia nos lleva a buscar nuevas interpretaciones.
Siguiendo con todo lo expuesto hasta ahora sobre Irnerio y su escuela,
hay que destacar que, efectivamente, los escritos que tienen por autor a Ir-
nerio son muy escasos, y de un valor muy inferior a los de sus discípulos.
Además, Carlos Larrainzar da como cierta la influencia directa de la obra de
Graciano sobre la de Búlgaro, y no al revés65. Por eso hay que acudir al iter
de formación del Decreto para conocer las raíces de la cultura jurídica occi-
dental.
El manuscrito Fd, según Larrainzar, es un “códice donde se ha copiado
una antigua Concordia relativamente breve y sobre esa copia el propio autor
de la obra ha transformado la Concordia breve en un Decretum extenso”66.
Sin embargo esta opinión difiere de la de Anders Winroth, que opina que se
trataría del original de la primera redacción de la obra67. Ello ha llevado al
autor español a continuar sus pesquisas, hasta descubrir en 1999, según sus
mismas palabras, “el hallazgo de una nueva redacción de la obra (“nueva”
por desconocida) más antigua o anterior a todas las que hasta hoy conocía-
mos”68.
Se trata del manuscrito Sg, el códice 673 de la Stiftsbibliothek de
Sankt Gallen, en Suiza, que contiene 125 folios y que se intitula Excerta ex
decretis Sanctorum Patrum (es pronto aún para el nombre de Concordia),
con 1050 auctoritates y unos 650 dicta, lo que viene a suponer como un cuar-
to del posterior Decreto tal como será divulgado. El estudio de este códice le
llevará a sacar unas importantes conclusiones gracias a dos aspectos impor-
tantes de este texto: el método de su composición y la brevedad69.

64 Los nuevos descubrimientos de Anders Winroth por un lado, y Rudolf Weigand por otro,
confirman que efectivamente hay que distinguir entre una primera y una segunda redac-
ción del Decreto de Graciano: LARRAINZAR, C., “Las raíces canónicas…”, pp. 17-18. Cf.
KUTTNER, S., “The Revival…”, pp. 320-322.
65 Cf. LARRAINZAR, C., “Las raíces canónicas…”, pp. 21-22.
66 LARRAINZAR, C., “Las raíces canónicas…”, pp. 22-23.
67 Acerca de las opiniones de Winroth, pueden consultarse: WINROTH, A., “The two recen-

sions of Gratian’s «Decretum»”, ZRG Kan. Abt., 83 (1997), pp. 22-31; ID., “Les deux
Gratiens et le Droit Romain. In memoriam Rudolf Weingand”, en Revue de Droit
Canonique, 48 (1998), pp. 285-299; ID., The making of Gratian’s Decretum, Cambridge
Studies in Medieval Life and Thought: Fourth Series, 49, Cambridge, 2000.
68 LARRAINZAR, C., “Las raíces canónicas…”, p. 24.
69 Estos aspectos los encontraremos en LARRAINZAR, C., “Las raíces canónicas…”, pp. 25-31.

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La cultura eclesiástica en el origen del derecho romano medieval
 
 
En este breve Decreto encontramos una estructura más simple de lo
que hallaremos posteriormente, basada en el método de las “causas”, que
son cosas discutidas en un suceso real que afecta a personas concretas, pero
elevando la cosa discutida a problema académico para su solución teórica.
La causa es diferente del “caso”, en el que se elucubra sobre casos ficticios, y
supone una forma jurídica de estudio más elevada. En efecto, el caso supone
la causa, y presupone también un desarrollo más perfeccionado del método.
Hay que añadir además que este método de causas, sacadas de personas y
cosas concretas, procede del método de estudio teológico, y que será aplicado
al derecho canónico en primer lugar. Puesto que Búlgaro usa los casos en
sus escritos, es evidente que esta primera redacción del Decreto usa una
técnica de trabajo anterior, por lo que precede y posibilita el trabajo de los
cuatro doctores.
Con respecto a la brevedad, Larrainzar concluye que el manuscrito Sg
fue copiado en 1146, componiéndose el texto originalmente en torno al año
1140. Al descubrir este texto tan breve en fechas tempranas se resuelven las
dudas que planteaban el problema de una redacción extensa del Decreto (la
redacción final) hacia el 1140, empresa que parecía imposible por su comple-
jidad y amplitud. Sin embargo, un texto breve original y antiguo permite un
desarrollo continuado, fruto de su continua reelaboración. El porqué de ésta
lo veremos enseguida. Por último, acerca de la presencia de textos de dere-
cho romano en el Decreto, es probable que Graciano no se plantease su uso
originalmente, ya que su obra trataba de los decretos de los santos Padres.
Ahora bien, las glosas y primeras adiciones del manuscrito Sg prueban su
utilización en los primeros estadios de la Concordia, que irá integrándolo
paulatinamente en las sucesivas redacciones de la obra70.
Carlos Larrainzar concluirá con todos estos datos que el manuscrito Sg
es en el fondo el resultado de un trabajo docente de escuela, cuyo éxito moti-
vará sus continuas revisiones y amplificaciones, en las que se irán
incorporando bloques de textos justinianeos. A iguales conclusiones llega
Ennio Cortese, que explica que “la obra en sí, como se ha señalado, fue
probablemente concebida por Graciano no como una colección para la
práctica, sino como un manual para la enseñanza”71.

70 Carlo Fantappiè explica que esa integración del derecho romano no supone una canoniza-
ción del derecho romano, sino más bien una asimilación de principios y normas
romanísticos en la interpretación del derecho canónico: FANTAPPIÈ, C., Introduzione stori-
ca…, pp. 100-106.
71“... l’opera stessa, como si è accennato, fu probabilmente concepita da Graziano non come
una collezione per la prassi ma come un manuale per la didattica”, en CORTESE, E., Le
grandi linee…, pp. 330-332; esta cita en p. 330.

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7. RECAPITULACIÓN
A la hora de finalizar este trabajo hay que ofrecer una recapitulación de lo
visto hasta ahora que nos permita comprender la veracidad e importancia de
las dos ideas que queremos sirvan de conclusión. En primer lugar, la necesi-
dad de un estudio conjunto: del saber medieval, universitario y religioso, por
un lado, y del derecho romano y canónico medieval, por otro; en segundo lu-
gar, la necesidad de acudir a las fuentes para entender adecuadamente el
proceso de composición de las obras de la antigüedad, de forma que éste nos
ayude a comprender su sentido e importancia.
Hemos visto la importancia de la cultura eclesiástica en el origen del
renacimiento cultural del siglo XII, y cómo los métodos que se aplican al es-
tudio teológico se amplían a los demás campos del saber. Hay que tener en
cuenta, además, que hasta el siglo XII las diferentes ciencias tendrán una
pretensión de unidad, de buscar un conocimiento general a través del domi-
nio de los diferentes saberes de la época, mientras que a partir de esa fecha
se irán diversificando en un nuevo ámbito, la Universidad. Ahondando en la
importancia del sustrato cultural eclesiástico recordemos que a pesar de ser
reconocido posteriormente por sus conocimientos jurídicos, la primera for-
mación de Irnerio fue teológica, lo que nos devuelve a esa unidad de los
conocimientos en los orígenes del renacer cultural medieval.
Las relaciones entre las diversas áreas de conocimiento tendrán su pa-
ralelo entre las personas que los encarnan, y ya hemos visto cómo
enriquecen a todos los ámbitos de la sociedad las relacionas entre personas
muy diversas. Por ejemplo la relación entre Lanfranco y Gregorio VII nos
reporta la experiencia de un avezado maestro, monje y arzobispo dado a la
reforma de una iglesia, la inglesa, en relación con el paradigma de la refor-
ma de la Iglesia, el papa Gregorio VII. Pero es sin duda la relación discípulo-
maestro la clave que no debemos olvidar. Los grandes maestros engendran a
su vez a geniales discípulos, que lo serán de los sucesivos, en una pléyade de
verdaderos gigantes intelectuales que poblarán Europa desde el siglo XII, no
pudiendo olvidar que una gran mayoría de ellos serán proclamados santos y
doctores de la Iglesia. En este sentido los discípulos de Lanfranco brillarán
más que su maestro, como san Anselmo, quien “sin duda posee un método y
una teología más depurada”72, lo que no impide que en su fiesta litúrgica, el
21 de abril, se recuerde a su maestro en el Responsorio del Oficio de Lectu-
ras: “Éste es Anselmo, doctor ilustre, educado bajo el magisterio de

72 ÁLVAREZ DE LAS ASTURIAS, N., “Lanfranco de Bec…”, p. 592.

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La cultura eclesiástica en el origen del derecho romano medieval
 
 
Lanfranco; siendo padre bondadoso de monjes, fue llamado a la dignidad
pontifical. Y luchó valientemente por la libertad de la Iglesia. Aleluya”.
Por todo ello, es necesario profundizar en el conocimiento de los estu-
dios universitarios en los albores de esta institución. Sin pretender englobar
todos los progresos de las diferentes disciplinas, sí hay que descubrir cuáles
eran los métodos de enseñanza, para ver cómo repercutieron en las demás
disciplinas los avances a la hora de explicar unos determinados saberes, co-
mo por ejemplo la filosofía y la teología. Hay que entrar por tanto en las
bases de la escolástica, en un contexto en el que se empezarán a recibir nue-
vas corrientes intelectuales de manos judías y árabes, que entroncan de
nuevo con la antigüedad clásica.
Los ejemplos que se han ofrecido sobre los métodos de enseñanza tie-
nen que llevarnos a una búsqueda más amplia para una mejor comprensión,
de forma que podamos comparar la didáctica empleada en los monasterios,
escuelas catedralicias y en las Universidades para descubrir qué ha cambia-
do con el paso del tiempo. Y junto al qué, es importante el por qué y el por
quién, lo cual nos hará entender el origen de los avances intelectuales de los
siglos que nos ocupan.
En el ámbito jurídico ya hemos hecho referencia a que la esencia de
esta ciencia en la Edad Media fue la unidad de sus dos disciplinas, el dere-
cho romano y el canónico, forjando el ius commune, cuyos conocimientos se
irán difundiendo por todo el continente europeo73. Es necesario seguir pro-
fundizando en el estudio del “derecho común”, en sus bases culturales y en
su historia, de forma que un mejor conocimiento de las características de
cada uno repercutan en un estudio más completo de ambos.
De este modo, la investigación sobre las fuentes de la época, tanto en el
ámbito civil como canónico, y tal como hemos visto en el proceso de redac-
ción del Decreto de Graciano, nos permitirá iluminar esos orígenes aún
difusos. Igualmente hay que borrar los tópicos que suelen calificar al dere-
cho canónico como una “hermana menor” de la ciencia jurídica o como una
mera imitadora de la romanística. Los resultados de la investigación de
Carlos Larrainzar parecen probar justo lo contrario, cómo a través de una
enseñanza de escuela se ha ido formando un material de trabajo que tendrá
una importancia decisiva en los años inmediatos para la canonística, y cuyo
acierto motivará su continua revisión. La comparación de este método de
trabajo con el empleado en otras ciencias universitarias medievales segura-

73 Para una explicación sintética de cómo se produce esa difusión en Europa, con la peculia-

ridad que supone Inglaterra, véase PARICIO, J. y FERNÁNDEZ BARREIRO, A., Historia del
derecho romano…, pp. 196-205.

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mente ayudará a probar la veracidad de estas afirmaciones. Por último, y


aunque sean inevitables las comparaciones, ¿no será más lógico pensar en
una mutua relación entre las dos ciencias jurídicas en un ambiente como la
Universidad de Bolonia que favorecería ese intercambio de conocimientos y
su propio desarrollo, en vez de ver a dos ciencias hermanas enfrentadas por
el diferente origen de sus textos?

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