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Contratos de colaboración

Y
distribución
1. Los contratos de distribución comercial. Introducción.
El negocio de distribución consiste en intermediar entre los fabricantes y los consumidores. El distribuidor –
grandes superficies, por ejemplo – compra para revender más caro al consumidor. En algunas ocasiones,
este es un negocio que se presenta remarcado con independencia del fabricante. Un distribuidor compra
mercancías al fabricante que crea conveniente y las revende al precio que le parece más oportuno.

Sin embargo, hay casos en los que el fabricante de un producto no quiere que ese producto sea distribuido
por cualquiera para que lo revenda como le venga en gana porque el fabricante considera que la forma en la
que se comercializa el producto es una cuestión relevante que tiene que comprobar y supervisar. De tal
manera que ese fabricante, que es titular de la marca con la que identifica sus productos, considera que, si la
distribución de hace en malas condiciones, la marca saldrá perjudicada. Entonces, cuando el fabricante
quiere controlar la distribución y la venta, pues tiene dos maneras de hacerlo:

* El fabricante acude al negocio de distribución: son aquellos casos de fabricantes que son ellos
mismos también quienes distribuyen al público (Inditex). En estos casos, el titular de la marca
conserva el control completo del proceso productivo, desde que se fabrica hasta que se le entrega al
cliente. Esto lo que le implica es tener que asumir íntegramente la inversión necesaria para la
distribución.
* El fabricante se apoya en otro distribuidor: con los que va a mantener un contrato que va más allá de
la mera compraventa. Aquí van a establecer un pacto más profundo que va a permitir al fabricante
que compruebe la distribución. Este sistema tiene la ventaja de que el fabricante controla como se
comercializa el producto y como se le entrega al consumidor, sin la necesidad de tener que hacer él
las inversiones necesarias para el negocio de distribución, que correrán a cargo de otro empresario
distinto. Cuando se acude a esta modalidad, que van a dar lugar a los contratos de distribución
comercial, cabe que el empresario venda los productos al distribuidor o no, es decir, cabe que tenga
con el distribuidor un contrato de compraventa o un contrato estimatorio. En el primer caso, el
distribuidor adquirirá los productos en firme y si no los revende el riesgo es suyo. En el segundo
caso, el distribuidor no adquiere los productos en firme y, por tanto, si no los revende, el riesgo es
del fabricante. Estos contratos de distribución comercial admiten un tipo de variación.

Estos contratos son, en gran parte, atípicos que establece un vínculo estrecho entre los fabricantes y los
distribuidores. En líneas generales, estos contratos se ajustan a la siguiente estructura, ya que hay una serie
de cuestiones que siempre van a aparecer:

* Un sistema de transmisión del producto: cabe un contrato estimatorio por el cual el distribuidor se
reserva la posibilidad de revender más caro y devolver los productos que no ha vendido, además de
que cabe la entrega del producto en depósito.
* Una cesión de los signos distintivos: de esta manera, el cliente a veces piensa que el distribuidor es el
fabricante porque externamente se identifican igual. De esta manera, el fabricante se compromete a
confiar en un único distribuidor, dándole esa confianza, así como es el distribuidor el que se
compromete a vender solo los productos de ese fabricante.
* Una cesión de los conocimientos (know how): el fabricante le va a transmitir al distribuidor los
conocimientos necesarios para poder distribuir el producto.

Todo esto lo que nos indica es que son contratos de duración en el tiempo, a través del cual se establece ese
vínculo estrecho que es mucho más que una mera compraventa y que le va a permitir al fabricante controlar
la distribución comercial del producto.

Estos contratos admiten varias variantes que, lógicamente, pueden surgir al amparo de la libertad de pacto:

* Contrato de agencia.
* Concesión mercantil.
* Franquicia.
La diferencia importante está entre el contrato de agencia y los demás, ya que discutir si un contrato es una
concesión mercantil o una franquicia no tiene mayor relevancia. De hecho, esta diferencia entre los tres
tipos de contrato se ha dado en reiterada jurisprudencia, como en el caso de los contratos de extinción de
concesión. Si se establece que no es un contrato de agencia, está claro que no va tener derecho a ningún
tipo de indemnización. En múltiples ocasiones se ha planteado la aplicación análoga de la Ley de Contratos
de Agencia. Los Tribunales, en líneas generales, lo que han venido diciendo es que la Ley de Contratos de
Agencia no se aplicará a los contratos de concesión mercantil.

Ahora bien, eso no quita que el concesionario no tenga derecho a ningún tipo de indemnización, pero no la
tendrá en virtud de la Ley de Contratos de Agencia, sino en virtud del principio de buena fe que rige, en
principio, en todos los contratos. El art.1258 CC establece que los contratos se perfeccionan por el mero
consentimiento, y desde entonces obligan, no sólo al cumplimiento de lo expresamente pactado, sino
también a todas las consecuencias que, según su naturaleza, sean conformes a la buena fe, al uso y a la ley.
Este artículo lo que viene a establecer es que las partes del contrato quedan obligados a cuestiones que ni
han pactado expresamente ni vienen en la ley. Entonces, si un contrato de concesión ha durado 20 años, a lo
mejor, el cumplimiento de buena fe requiere que el principal avise con tiempo suficiente e indemnice, de
alguna manera, al concesionario por los clientes que va a seguir disfrutando el principal, de manera análoga
a lo que recoge la Ley de Contratos de Agencia.

Es una referencia al derecho de la libre competencia. La Ley de Defensa de la Libre Competencia lo que
busca es garantizar que los empresarios compitan entre sí, haciendo obligatorio competir en interés de los
consumidores, de forma tal que, si dos o más empresarios de un mismo sector no se hacen competencia,
puede ser objeto de sanción. Por tanto, la Ley de Defensa de la Libre Competencia declara prohibida las
denominadas conductas anticompetitivas. Un ejemplo de esto es ponerse de acuerdo en los precios.

Estos contratos de distribución comercial que hemos venido estudiando potencialmente pueden ser
restrictivos de la competencia porque como, casi siempre, todos contienen cláusulas exclusivas de la
territorialidad en la medida en que un fabricante le da en exclusiva la distribución de un determinado
producto al distribuidor, lo que está provocando indirectamente es que ese distribuidor no tenga
competencia en ese producto. Entonces, esto lo que ocasiona es un pacto de mercado.

Lo que ocurre es que, aunque la Ley de Defensa de la Libre Competencia prohíbe estas conductas, también
admite excepciones. Es decir, admite la posibilidad que cierto contrato o conducta, aunque sea restrictiva de
la competencia, sea legal si cumple una serie de requisitos que, en última instancia, lo que viene es a
determinar a que el consumidor obtenga ventajas por esa excepción.

Por ejemplo, en los casos de los concesionarios de automóviles, el reparto territorial y esas exclusivas causan
en el consumidor la ventaja del servicio postventa. De esta manera, si compramos un coche y se nos
estropea, sabemos a dónde dirigirnos.

Entonces, para que sean legales estos contratos que restringen la competencia, se requiere que se adapten a
las exigencias y requisitos que la ley establece, pero esto tiene como consecuencia que, cuando se elabora
un contrato de distribución comercial, hay que tener en cuenta dos perspectivas:

* Las obligaciones que se van a derivar para el uno y para el otro.


* Que ese paso que se va a hacer sea compatible con la normativa en materia de defensa de la
competencia porque, si no es así, será ilegal y nulo.

En el Código de Comercio están regulados una serie de contratos, que aparecen en diversas disposiciones del
Código, que tienen que ver con la idea de prestación de servicios. Por ejemplo, los arts. 88 – 111 CCom no
están derogados, pero prácticamente son letra muerta porque tratan de los agentes mediadores del
comercio (los agentes mediadores colegiados).

Sin embargo, hay otros muchos contratos de colaboración que no están en el Código de Comercio. Por
ejemplo, no está el contrato de mediación o corretaje, a pesar de que hay mediadores. Tampoco está el
contrato de agencia. Si vamos a la regulación del Código Civil veremos la regulación del mandato, que es la
figura raíz, el núcleo de todo lo demás. Todas las demás figuras han ido naciendo a través de la figura del
mandato.

Los contratos de colaboración y de prestación todavía van más lejos. Sin movernos del Código Civil vamos a
encontrarnos la regulación del contrato de arrendamiento de obras y de servicios. La pregunta que nos
vamos a hacer es ¿en qué sentido estamos hablando de contratos de prestación de servicios y qué diferencia
hay entre unos y otros? Si nosotros leemos en el Código Civil la definición de mandato y la comparamos con
la de contrato de obra o el de prestación de servicios, no vamos a saber en qué se diferencian.

La regulación general del contrato de arrendamientos – excesivamente corta – viene reflejada en los
arts.1542 – 1545 CC y viene a decir lo mismo que el artículo anterior. Es muy difícil distinguirlo.

2. Comisión mercantil.
Debemos de ir al régimen del Código Civil sobre la compraventa, concretamente al art.1445 CC, el
cual nos explica que por el contrato de compra y venta uno de los contratantes se obliga a entregar
una cosa determinada y el otro a pagar por ella un precio cierto, en dinero o signo que lo represente.
El contrato de compraventa, por sí solo, no transmite la propiedad del objeto vendido. Aquí es
aplicable la Teoría del Título y el Modo, que se basa en que necesitaremos el contrato seguido de la
entrega material del objeto. Esto quiere decir que la transferencia de la propiedad del vendedor al
comprador no se producirá en el momento en el que se celebra el contrato, sino en el momento en el
que se entrega. Esto no quiere decir que en el contrato de compraventa todo se efectúe
simultáneamente. Esto significa que, en el periodo que va entre la celebración del contrato y la
entrega de la cosa, el propietario del objeto vendido sigue siendo el vendedor. El comprador tiene
derecho a que se le entregue el objeto, pero todavía no es suyo. Es un derecho personal contra el
vendedor, pero no un derecho real sobre la cosa.
Esta diferencia tiene una importancia relevante en caso de que, después de celebrado el contrato,
pero antes de la entrega, el vendedor devenga insolvente o este revenda el objeto. Debemos de
fijarnos en las circunstancias, por ejemplo, de si el vendedor ha vendido el objeto, pero todavía no lo
ha entregado y el comprador es un acreedor del vendedor de una prestación no dineraria. Cuando
demos Derecho concursal veremos que el deudor, cuando está en situación de insolvencia, puede
pagar proporcionalmente a todos sus acreedores. Entonces, si el comprador es un acreedor del
vendedor, cobrará una parte proporcional de lo que pudiera valer la cosa, pero no va a percibir la
propiedad de la cosa. En definitiva, el comprador, que todavía no ha recibido la entrega del objeto,
está en una posición de riesgo. Por tanto, el momento del pago del precio, a estos efectos, es
relevante, que es exactamente igual, con independencia de que el precio esté pagado o no.
Situado así el contrato de compraventa, tenemos, en nuestro Derecho, diversos regímenes jurídicos.
Tenemos el Código Civil, el Código de Comercio, la Convención de Viena sobre compraventa
internacional de mercancías, la Ley de Venta de Bienes Muebles a plazos, así como la normativa
para la defensa de los consumidores y usuarios. Esto lo que hace es dibujarnos un cuadro
innecesariamente complejo. Es evidente que el Derecho tiene que regular situaciones diferentes, pero
parece excesivo que para estudiar la compraventa tengamos tal cantidad de normativa aplicable. Esto
significa que es una materia que precisa de cierta ordenación.
Podríamos estar hablando de un tercer Código de Comercio que lo organice todo, ya que es obvio
que las materias no están bien coordinadas.
Dicho esto, vamos a centrarnos en el régimen jurídico de la compraventa mercantil, que está
regulada en el Código de Comercio.
2.1. El objeto del contrato de comisión.
Vamos a comenzar definiendo los denominados criterios de la mercantilidad, es decir, los criterios
que determinan que una compraventa sea mercantil, regida por el Código de Comercio, o sea civil,
regida por el Código Civil.
El primer criterio es el que viene regulado en el art.325 CCom, que es el primero que trata sobre el
régimen de la compraventa, y que establece que, como regla general, será mercantil la compraventa
de cosas muebles para revenderlas, bien en la misma forma que se compraron, o bien en otra
diferente, con ánimo de lucrarse en la reventa, es decir, cuando estamos ante una compraventa
especulativa.
Este criterio básico se complementa con lo establecido en el art.326 CCom y siguientes, donde se
viene a decir básicamente dos cosas:
* Las compraventas de consumo son civiles, es decir, lo que es comprado para usarlo.
* Son siempre civiles también las compraventas de los productos de los agricultores, ganaderos
o artesanos, aunque se esté comprando para revender.
Este criterio puede parecer un poco sinsentido porque puede que no se entienda bien por qué unas sí
son mercantiles y otras no. Sin embargo, responde a un planteamiento que se explica por el origen
histórico del Derecho mercantil.
Imaginemos que tenemos un ganadero que vende sus productos a un minorista, que, a su vez, este los
vende a otro minorista, que vende a un mayorista, que este último vende a un consumidor. Antes de
que existiese el Derecho mercantil diferenciado del Derecho civil, la agricultura era una producción
para el consumo, ya no que no había comercio. Cuando, a mediados de la Edad Media, reaparece el
comercio, aparecen entonces los intermediarios, los compradores mercantiles que compran para
revender. Esos compradores especulativos son los que precisaban de un Derecho diferente, que era el
Derecho mercantil, que era un Derecho más riguroso. Las operaciones que hacen los ganaderos,
agricultores y artesanos están regidas por el Derecho civil y, a partir de ahí, todas las compraventas,
que son especulativas o de mediación – compran para revender -, son mercantiles, hasta llegar hasta
la última, que vuelve a ser civil porque es la venta a uno que ya no va a revender, sino que va a
consumir.
En la fórmula que vemos del Derecho mercantil, vemos que esto sí que tiene sentido. En los casos en
los que el proceso productivo no comienza en la agricultura, sino que empieza en otro sector
primario – como la fabricación de un coche -, entonces todas serán mercantiles, hasta llegar a la
última, que sería civil.
Bueno, a este esquema básico que determina la mercantilidad, hay que hacerle algunos matices. En
especial, en lo relevante a la compraventa de inmuebles, que es civil. La compraventa mercantil se
produce, en virtud del art.325 CCom, entre cosas muebles. Por tanto, la compra especulativa de
inmuebles es civil. Por otro lado, esta interpretación de excluir la compraventa de bienes inmuebles
nos encaja también con lo que dice la historia: todo lo relacionado con la propiedad inmobiliaria está
y sigue estando en el ámbito del Derecho civil.
Otro matiz es que, establece el Código de Comercio, la compraventa es mercantil cuando se compran
bienes muebles para revenderlos, aunque se transformen. Es decir, el mero hecho de que el
comprador no revenda lo mismo, sino que lo revenda transformado, es irrelevante. De tal manera que
todas las operaciones de fabricación en donde el fabricante compra unos componentes, los
transforma y revende el producto, esa compra de componentes sigue siendo mercantil, aunque no
vaya a revender lo mismo que ha comprado.
Lo que determina si la compra es o no mercantil es lo que el comprador pretende hacer con la
compra. El problema viene en que no se sabe con seguridad qué va a hacer el comprador con lo que
compra. Eso se resuelve, comúnmente, averiguando si el que compra es un empresario, ya que se
entiende que este siempre lo hará con la intención de revender.
Otro matiz es que también se considera mercantil la compraventa en la que un empresario adquiere
un producto para usarlo, pero no para revenderlo. Es el caso, por ejemplo, de un empresario que
compra un ordenador para su actividad laboral. La jurisprudencia entiende que esas compras son a
inversión, por lo que también son mercantiles por analogía, entendiendo que ese ordenador está
simbólicamente integrado en la cadena de producción.
El último matiz es que las ventas finales al consumo son civiles. Destaca un sector de la doctrina, que
citan algunos manuales, que argumentan que esas ventas deberían de ser mercantiles y para la
defensa de esa hipótesis, dan don razones:
* Si el Derecho mercantil es el Derecho de la empresa y de los empresarios, no tiene sentido
que el acto final del proceso productivo quede excluido de la mercantilidad. Hay empresarios
que la mayor parte de sus contratos serían siempre civiles. Frente a eso, ¿qué se puede
argumentar? La última transacción del proceso productivo, cuando el empresario venda a un
consumidor es una compraventa de las denominadas mixtas – contrato entre un empresario y
alguien que no es empresario -. Entonces, el hecho de decir que aplicar a los empresarios el
Derecho civil es un poco absurdo, por la misma razón podríamos decir que aplicar a los
particulares el Derecho mercantil también es absurdo.
* Esta segunda razón, es, más que una teoría, un argumento legal. Se basa en que, con carácter
general, el art.2 CCom establece que son mercantiles todos los contratos mencionados en el
Código. El art.85 CCom habla sobre las ventas en establecimientos abiertos al público. Sin
embargo, frente a eso tenemos el tenor literal del art.325 y art.326 CCom que deberían
considerarse ley especial frente a ley general.
En cualquier caso, estas compraventas finales son siempre compraventas sometidas a la normativa de
consumidores y usuarios. Por lo tanto, discutir si son civiles o mercantiles tampoco es tan relevante
porque se va a aplicar la normativa de la defensa de los consumidores y usuarios. Es decir, de todas
maneras, podremos decir que son compraventas civiles con consumidores o compraventas
mercantiles con consumidores, pero, en todo caso, lo que queda claro es que entra en juego la Ley
para la Defensa de los Consumidores y Usuarios. Al final, es una cuestión más académica que
relevante desde el punto de vista práctico.
2.2. Los elementos del contrato de comisión.
Cuando un contrato de compraventa, definido tal y como lo hemos hecho, se califique como
mercantil en atención a los criterios que acabamos de establecer, entonces, ese contrato se regirá por
las normas sobre compraventa que existen en el Código de Comercio (art.325 CCom y siguientes),
por las normas sobre obligaciones y contratos mercantiles que existen en el Código de Comercio
(art.50 CCom – art.63 CCom) y, supletoriamente, por el Código Civil.
2.3. Las características del contrato de comisión.
Debemos recordar que el contrato de compraventa mercantil es un contrato obligacional, es decir,
que no transmite, por sí solo la transmisión de la cosa, sino que genera obligaciones tanto para el
vendedor como para el comprador. Estas obligaciones responden al sentido común, es decir, para el
vendedor su obligación es entregar lo que ha vendido y para el comprador el pago del precio.
Una vez se ha celebrado el contrato, el vendedor queda obligado a entregar la cosa que ha vendido.
Esa entrega, que viene regulada en el Código Civil, puede ser material o simbólica/ficticia – el
otorgamiento por escritura pública, por ejemplo, o cuando el objeto no se puede mover físicamente,
así como la tradición instrumental -. Los títulos representativos de las mercancías (tradición
instrumental) es una fase de títulos-valores, que se suelen clasificar bajo el nombre de resguardos
cuando se recibe la cosa. Esos resguardos que reflejan la entrega de la cosa, son representativos de
las mercancías en el sentido de que se considera que la entrega de esos resguardos equivale al
traspaso de la propiedad. Esto es muy importante porque permite al vendedor vender bienes o
mercancías que las tiene depositadas y las puede entregar sin moverlas físicamente, acudiendo a una
entrega simbólica que es la entrega del resguardo del transportista o del depositario.
Cualquiera de estas modalidades de entrega es adecuadas para que el vendedor cumpla con su
obligación. Además, determinan el momento en el que se trasfiere la propiedad del vendedor al
comprador.
De todas formas, a esto que hemos dicho hay que hacerle un matiz y es que, como hemos dicho al
inicio, el vendedor tiene la obligación de entregar las mercancías en cualquiera de estas maneras,
pero claro, es evidente que la obligación de entrega requiere la colaboración del comprador, ya que si
el comprador no participa en la entrega material – el comprador no recoge lo que ha comprado -, la
cosa no se le puede entregar, aunque el vendedor quiera.
Entonces, teniendo en cuenta esto, hay que entender que la obligación del vendedor no consiste tanto
en entregar el objeto como en ponerlo a disposición del comprador. La puesta a disposición
determina que el vendedor ya ha cumplido su parte, aunque, si el comprador no viene a buscarlo, no
determina la trasmisión de la propiedad, que son dos cosas distintas. La trasmisión de la propiedad
solo se produce si hay entrega. Si no hay entrega porque el comprador así lo ha querido, no hay
trasmisión de la propiedad. Mientras haya puesta a disposición del comprador, el vendedor ya ha
cumplido sus obligaciones.
El lugar de la entrega.
¿Dónde tiene el vendedor que poner a disposición el objeto? Pues donde se haya pactado. Si no se ha
pactado nada, la jurisprudencia entiende que el lugar de entrega es el domicilio del vendedor que, por
tanto, cumpliría, si no se ha pactado nada especial, teniendo los bienes a disposición del comprador
en su establecimiento el día previsto para que el comprador venga a buscarlo.
Veremos más adelante como el hecho de que el vendedor ya haya cumplido no solo le legitima para
exigir al otro que cumpla el contrato, sino que además determina la responsabilidad de los bienes. A
partir de ahí, lo que le pueda ocurrir al bien, ya no es responsabilidad del vendedor.
En la práctica es muy frecuente, sobre todo en las compraventas internacionales, acudir a los
llamados incoterms. Incoterms es el término en inglés para denominar a los términos internacionales
del comercio, que delimitan las obligaciones del vendedor relacionadas con el lugar donde tienen que
entregar las mercancías. Esto lo que aporta en la práctica es sencillez porque tenemos que ponernos
en la piel de un caso de compraventa internacional donde es frecuente que el vendedor y el
comprador no estén en el mismo lugar.
En lugar de redactar todo un clausulado, se utilizan las siglas que identifican las obligaciones de cada
uno de las partes del contrato en relación con la entrega. Estos incoterms son términos que están
elaborados por la Cámara de Comercio Internacional, siendo la última versión que hay la de 2010.
En primer lugar, tenemos los EXW (Ex Works). Esto significa que el lugar de entrega es el domicilio
del vendedor, el establecimiento comercial del vendedor. Por lo tanto, el comprador tiene que ir a
buscar el objeto a la fábrica o establecimiento del vendedor.
En segundo lugar, hay algunas que empiezan por la letra F (FCA, FAS o FOB). En una compra
prevista con esta modalidad, el lugar previsto para la entrega es el buque. Es decir, el vendedor tiene
que asumir el transporte del objeto desde sus instalaciones hasta el buque, estando el viaje hasta el
domicilio a cuenta del comprador. Esto nos está indicando no solo el lugar en el que hay que efectuar
la entrega, sino también el momento en el que se entiende efectuada la puesta en disposición.
Después vienen las que empiezan por C (CFR, CIF, CPT o CIP), que se basa en el transporte
marítimo. En una venta de esta modalidad, lo que significa es que el vendedor tiene que hacerse
cargo del transporte y del pago del seguro.
Las últimas son las que empiezan por la letra D (DAT, DAP o DOP) son las que se refieren a la
entrega en el destino. Esto lo que significa es que el vendedor tiene que llevar la cosa hasta el
destino. Hay sutiles diferencias entre ellas, en ambos casos el vendedor tiene que pagar los gastos
hasta el destino, pero en uno, la puesta a disposición de la mercancía se entiende efectuada, pero en
el otro se entiende efectuada cuando se entregan los títulos representativos de las mercancías.
Esto es muy importante para delimitar la responsabilidad de la cosa en el caso de que, por ejemplo, el
objeto de la compraventa se dañe o se destruya. Estos términos, lo que hacen es detallar, en relación
de cada uno, lo que tiene que hacer el vendedor en relación al envío de las mercancías. Esto tiene una
gran difusión internacional que lo que hace es trasmitir una gran sencillez y tranquilidad.
La obligación de garantía.
El vendedor, una vez celebrado el contrato, queda obligado, frente al comprador, a garantizar, una
vez efectuada la entrega. Esta obligación de garantía comprende dos diferentes:
* Responsabilidad por evicción: esto se produce cuando el comprador que ha recibido el objeto
se ve inquietado en su posesión por una reclamación del verdadero dueño. Es decir, la
responsabilidad por evicción tiene lugar cuando el vendedor entrega algo que no es suyo y,
por lo tanto, se entiende que el vendedor no ha trasmitido la propiedad y que, por tanto,
aunque el comprador haya pagado el precio, no tiene la propiedad. Esto es muy difícil que se
produzca en las obligaciones mercantiles porque los empresarios no se dedican a vender
cosas que no son suyas. Además, desde el punto de vista jurídico, existe el art.85 CCom, que
citábamos antes a tenor de que es el artículo que menciona las compraventas en
establecimientos abiertos al público. Efectivamente las menciona para establecer que, en las
ventas realizadas en establecimientos abiertos al público, la venta determina la prescripción
del derecho a favor del comprador, en el sentido de que el comprador se hace propietario de
unos bienes, aunque el vendedor no lo fuere. Como esto es así, es evidente que la
responsabilidad por evicción no se va a producir, ya que el verdadero dueño tendrá que
reclamar al vendedor, pero el comprador no se va a ver implicado. Esta es una norma que, en
su origen, históricamente, fue una de las mayores diferencias que aportaba el Derecho
mercantil, que buscaba la seguridad del tráfico por encima de la defensa del dueño que haya
podido ser despojado de su cosa. Quedarían, por tanto, las ventas en establecimientos que no
estén abiertas al público.
* Responsabilidad por vicios: es la que se produce cuando el objeto vendido tiene algún
defecto. Aquí el tema clave es el plazo del que dispone el comprador para reclamar esa
responsabilidad. Ocurre que existen plazos diferentes para la reclamación, dependiendo de la
naturaleza del vicio. Por lo tanto, hay que identificar el defecto y, una vez identificado, pedir
la responsabilidad por vicios.
 Cuando el vicio es aparente – el vicio se ve a simple vista -, entonces el comprador
debe manifestar su desacuerdo en el momento de recibir las mercancías y decir que
esto que ha comprado no es lo pactado. Si no lo hace en el momento, pierde la
capacidad de solicitar la responsabilidad. Para los casos en los que la mercancía venga
en paquetes, se puede aplicar el plazo de 4 DÍAS que sería el razonable para entender
que una persona ya ha desempaquetado su mercancía.
 Cuando el vicio es oculto – el vicio no aparece a simple vista -, el plazo de dilata un
poco, siendo de 30 DÍAS para denunciar el mismo.
Entonces, por esta razón, la jurisprudencia ha introducido un matiz, que es el siguiente: cuando el
vicio tiene tal naturaleza que hace que la cosa sea inútil para su destino, entonces el Tribunal
Supremo entiende que esas situaciones no hay que calificarlas como de vicios ocultos, sino como un
incumplimiento total del contrato. Lo que ha entregado el vendedor es algo totalmente distinto a lo
pactado. La consecuencia práctica que ello conlleva es que, si ya no es un vicio oculto, sino un
incumplimiento, entonces el plazo para reclamar es el plazo general de prescripción de las
obligaciones de 5 AÑOS, lo cual hace que la cosa cambie notablemente.
Fuera de estos plazos estipulados legalmente, tenemos otro plazo que se conoce como la garantía. La
garantía es, jurídicamente, el pacto que el vendedor ha efectuado en relación con los posibles
defectos que pueda tener y que sustituirían estos plazos legales que se tienen en cuenta cuando no se
pacta nada.
Por último, debemos de hacer una referencia a la normativa para la defensa de consumidores y
usuarios, donde el plazo para reclamar por vicios es de un plazo mínimo de 2 AÑOS.
El pago del precio.
La obligación del comprador es pagar el precio, no tiene más misterio. Como regla general, el pago
del precio se efectúa en el momento de la entrega de la cosa. Si no se ha pactado nada, entonces el
Código de Comercio establece que el pago debe efectuarse en el momento de la entrega, no en el
momento de realización del contrato.
Hay que tener en cuenta una ley especial, que es la Ley de Lucha contra la Morosidad que, cuando
sea de aplicación, determina que el plazo, a falta de pacto, es 30 DÍAS.
A efectos de la transmisión de la propiedad, el pago es irrelevante. La propiedad se transmite con
independencia de que se haya pagado por adelantado, a plazos, etc.
2.4. Las obligaciones de las partes.
Obligaciones del comisionista.
Obligaciones del comitente.
Con esta expresión aludimos al determinado momento en el que el riesgo por destrucción de la cosa
pasa del vendedor al comprador. Para entender esto, debemos de volver a la idea del principio de que
el contrato no trasmite la propiedad. Entonces, el vendedor, antes del momento de la entrega, debe
custodiar la cosa debidamente, de tal manera que si el vendedor descuida el objeto incurrirá en una
responsabilidad. Por lo tanto, una vez se efectúa la entrega, el riesgo de destrucción recae en el
comprador.
La problemática viene cuando el objeto se destruye cuando el contrato ya se ha formalizado, pero no
ha habido una entrega. ¿Qué ocurre si se destruye sin culpa del vendedor? Imagínate que tiene tan
mala suerte que le cae un rayo o se destruye por culpa de un tercero. En estos casos, lo que nos
preguntamos es: ¿qué ocurre con el precio?
Bueno, la solución que ofrece el Derecho mercantil que se desprende del art.331 CCom y siguientes
es que el riesgo antes de la entrega será del vendedor. Lo cual significa que el vendedor pierde el
derecho a reclamar el precio, se queda sin la cosa y sin el precio.
No obstante, esto tiene una excepción, cuando la transmisión se produce no por la entrega, sino por
la puesta a disposición, ya que la entrega, como veíamos antes, no depende solo del vendedor.
Entonces, el Código, con buen criterio, lo que establece es que si el vendedor ya ha realizado la
puesta a disposición de la cosa y el comprador se retrasa y no viene a buscarlo, entonces a partir de la
puesta a disposición de la cosa, ya va a cuenta del comprador.
Entonces, podemos ver como distinguimos diversos momentos que van a producir efectos jurídicos
distintos:
* Celebración del contrato: ahí surgen las obligaciones entre las partes.
* El vendedor pone a disposición del comprador la cosa: aquí se determinan la transmisión de
los riesgos.
* Entrega de la cosa: aquí se determina la trasmisión de la propiedad.
* Pago del precio: determina el cumplimiento del comprador.
Esto no quita que haya compras simultáneas, en los que todo esto se produce en un mismo momento.
2.5. Prohibiciones del comisionista,
Concertar una operación a precios o condiciones más onerosas.
Vender al fiado o a plazos, así como conceder crédito al tercero.
El retraso por parte del vendedor o su incumplimiento parcial – entrega parte de lo acordado, pero no
todo-, esto se equipara al incumplimiento total. En el ámbito civil se podría ser más benévolo con el
vendedor, pero en el ámbito mercantil no.

3. Contrato de corretaje.
4. Contrato de agencia.
4.1. Objeto.
4.2. Contenido.
5. Concesión mercantil.
6. Franquicia.

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