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La organización genital infantil

Freud 1923

Freud registra que ya en la niñez se consuma una elección de objeto como la que se supone en la
fase de la pubertad. El niño percibe la diferencia entre hombres y mujeres, pero no puede
relacionarla con una diversidad de sus genitales, supone que todos tienen pene. De ahí la premisa
del “falo”.
El carácter principal de esta «organización genital infantil» es, su diferencia respecto de
la organización genital definitiva del adulto. Reside en que, para ambos sexos, sólo

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desempeña un papel un genital, el masculino. No hay un primado genital, sino un primado
del falo.
El niño percibe sin duda, la diferencia entre varones y mujeres, pero no la relaciona con la
diferencia de genitales. Esta parte del cuerpo que se excita con facilidad, parte cambiante y
rica en sensaciones, ocupa en alto grado el interés del niño y de continuo plantea nuevas y
nuevas tareas a su pulsión de investigación. Querría verlo también en otras personas
para compararlo con el suyo.

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Se despiertan en el niño 2 pulsiones.
Pulsión de saber: (el
niño quiere saber),
Pulsión de ver: (investiga
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sublimación de la pulsión
mirando)
de apoderamiento.

En el curso de estas indagaciones el niño llega a descubrir que el pene no es común de todos
los seres semejantes a él. Da ocasión a ello la visión casual de los genitales de una
hermanita o compañerita de juegos; ya tuvieron antes, por sus percepciones del orinar de las
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niñas, veían otra posición y escuchaban otro ruido, la sospecha de que ahí había algo distinto.
Desconocen esa falta, creen ver un miembro a pesar de todo; piensan que sería pequeño y que
ya va a crecer, luego, poco a poco, llegan a la conclusión, de que sin duda estuvo presente y
luego fue removido. La falta de pene es entendida como resultado de una castración a modo de
castigo. El niño cree, al contrario, que sólo personas despreciables del sexo femenino, culpables
de mociones prohibidas, habrían perdido el genital, pero las personas respetables, como su madre,
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siguen conservando el pene.


Para el niño, ser mujer no coincide todavía con falta del pene. Más tarde, cuando aborda los
problemas de la génesis y el nacimiento de los niños, se da cuenta de que sólo mujeres pueden
parir hijos, la madre perderá el pene y, se edificarán teorías destinadas a explicar el trueque del
pene a cambio de un hijo. El niño vive en el vientre (intestino) de la madre y es parido por el


ano.
En la organización pre genital sádico-anal no se habla de masculino y femenino; sino que de
activo y pasivo. En el siguiente estadio de la organización genital infantil hay algo masculino,
pero no algo femenino; la oposición es aquí: genital masculino, o castrado. Sólo con el desenlace
del desarrollo en la época de la pubertad, la polaridad sexual coincide con masculino y femenino.
Lo masculino reúne el sujeto, la actividad y la posesión del pene; lo femenino, el objeto y la
pasividad. La vagina es apreciada ahora como albergue del pene, herencia del vientre materno.

En conclusión, el niño tiene una premisa de que todos tienen pene como él.
- suposición: todos tienen pene (premisa).
- problema: nacimiento de un hermanito – embarazo de la madre
- pregunta: ¿de dónde vienen los bebes? ¿Cuál es el origen?

FALO NO ES EL PENE, ES LA SUPOSICIÓN DE QUE TODOS LO TIENEN.

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El sepultamiento del complejo de Edipo
Freud- 1924

El complejo de Edipo es el fenómeno central del periodo sexual de la primera infancia.


Luego, cae sepultado, sucumbe a la represión y es seguido por el periodo de latencia.
Es vivenciado de manera enteramente individual por la mayoría de las personas, y es un fenómeno
que es determinado por la herencia, se desvanece ante la siguiente etapa evolutiva. Así el complejo
se iría fundamentando a raíz de su fracaso como resultado de su imposibilidad interna .
Es un proceso que se vivencia de manera diferente entre el niño y la niña. El descubrimiento del
desarrollo sexual en los niños cuando se desplaza hacia los genitales toma el papel principal.

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Una vez desplazada en los genitales el niño se enfrenta al temor de la castración por su alta
actividad de manipular el pene que ante la sociedad no es bien visto, recae entonces en el temor a
la pérdida de ese objeto.

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La organización genital fálica del niño se va al fundamento a raíz de esta amenaza de
castración. Al principio el varón no presta creencia ni obediencia algunas a la amenaza. El niño ya
ha perdido partes apreciadas de su cuerpo: el retiro del pecho materno temporal y definitivo, y la
separación del contenido de los intestinos, diariamente exigido. Tras hacer una nueva experiencia
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empieza el niño a contar con la posibilidad de una castración. La observación que por fin quiebra la
incredulidad del niño es la de los genitales femeninos. Se vuelve representable la pérdida del
propio pene, y la amenaza de castración obtiene su efecto con posterioridad.

La vida sexual del niño en esa etapa se agota en la masturbación. La cual es sólo la descarga
genital de la excitación sexual perteneciente al complejo. El complejo de Edipo ofrece al niño
dos posibilidades de satisfacción, una activa y una pasiva.
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De manera masculina en el lugar del padre y, mantener comercio con la madre, a raíz de lo cual el
padre será pronto un obstáculo; o quiso sustituir a la madre y hacerse amar por el padre, con lo cual
la madre quedó sobrando.
En cuanto a la naturaleza del comercio amoroso satisfactorio, el pene cumplió un papel, lo
aseguran sus sentimientos de órgano. No tuvo aún ocasión alguna para dudar de que la mujer
posea un pene. La intelección de que la mujer es castrada, puso fin a las dos posibilidades de
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satisfacción derivadas del complejo de Edipo. Ambas llevaban la pérdida del pene; la masculina, en
calidad de castigo, y la femenina, como premisa. Si la satisfacción amorosa en el terreno del
complejo de Edipo debe costar el pene, estallará el conflicto entre el interés narcisista en esta parte
del cuerpo y la investidura libidinosa de los objetos parentales. En este conflicto triunfa el
primero de esos poderes: el yo del niño se extraña del complejo de Edipo.


Las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas por identificación. La autoridad del padre, o
de ambos progenitores, introyectada en el yo, forma el núcleo del superyó, que toma prestada
del padre su seriedad, perpetúa la prohibición del incesto y, asegura al yo contra el retorno de
la investidura libidinosa de objeto. Las aspiraciones libidinosas pertenecientes al complejo de
Edipo son en parte desexualizadas y sublimadas, toma trasposición en identificación, y en parte
son inhibidas en su meta y mudadas en mociones tiernas. El proceso en su conjunto salvó una vez
más los genitales, alejó de ellos el peligro de la pérdida, y los paralizó, canceló su función. Con ese
proceso se inicia el período de latencia, que viene a interrumpir el desarrollo sexual del niño.

Nombre de «represión» al extrañamiento del yo respecto del complejo de Edipo. El proceso


descrito es más que una represión; equivale, a una destrucción y cancelación del complejo. Si el yo
no ha logrado más que una represión del complejo, subsistirá inconciente en el ello y más tarde
exteriorizará su efecto patógeno.

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También el sexo femenino desarrolla un complejo de Edipo, un superyó y un período de
latencia.
El clítoris de la niñita se comporta al comienzo en un todo como un pene, ella percibe que es
demasiado corto, y siente este hecho como un perjuicio y una moción de inferioridad. Durante un
tiempo se consuela con la expectativa de que después, cuando crezca, ella tendrá un apéndice tan
grande como el de un muchacho. En este punto se divide el complejo de masculinidad de la
mujer. No comprende su falta actual como un carácter sexual, lo explica mediante el supuesto de
que una vez poseyó un miembro igualmente grande, y que lo perdió por castración. Así se produce
esta diferencia esencial: la niña acepta la castración como un hecho consumado, mientras que el
niño tiene miedo a la posibilidad de su consumación.

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Excluida la angustia de castración, está ausente un poderoso motivo para instituir el superyó e
interrumpir la organización genital infantil. El complejo de Edipo de la niña es mucho más
unívoco que el pequeño portador del pene. La niña se desliza (su deseo) del pene al hijo; su
complejo de Edipo culmina en el deseo, de recibir como regalo un hijo del padre, parirle un hijo. El
complejo de Edipo es abandonado poco a poco porque este deseo no se cumple nunca. Ambos
deseos, el de poseer un pene y el de recibir un hijo, permanecen en lo inconciente, donde se
conservan con fuerte investidura y contribuyen para preparar al ser femenino para su posterior papel
sexual.

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Variaciones en la secuencia temporal y en el encadenamiento de estos procesos no pueden menos
que revestir considerable importancia para el desarrollo del individuo.
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El mito de Edipo y el lugar
central del deseo en la subjetividad.
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Marcelo Frazzetto

Freud comienza a anhelar a su propia madre y a odiar a su padre como competidor que estorba ese
deseo; así cae en el imperio del Complejo de Edipo. Se define al termino “complejo” como un
conjunto de representaciones inconscientes de un poder afectivo importante cuyo nódulo es el
deseo infantil incestuoso. Freud ponía en primer plano la presencia en la niñez temprana de un
conjunto de sentimientos ambivalentes hacia los padres/madres.
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La producción liberaría del mito de Edipo sirve para dar forma a una verdad psíquica de contenido
infantil. El contenido de la vida sexual infantil consiste en el quehacer auto erótico de los
componentes sexuales predominantes, en huellas de amor de objeto y en la formación del
complejo de Edipo o complejo nuclear de las neurosis. En este complejo culmina la sexualidad
infantil y que influye sobre la sexualidad del adulto.


Freud centra su atención en la obligada participación de los padres en lo determinante de la


neurosis y la posterior elección amorosa. La sexualidad infantil irrumpe desde los adultos que
rodean al niño y es desde la familia que se reciben las primeras incitaciones sexuales. La manera
en que fue deseado tiene gran importancia para el sujeto. Los cuidados maternos son erógenos por
la forma en que se le habla al niño. Los lugares del padre, madre, hijo, etc. Tienen que ver con lo
simbólico, no con lo biológico, por eso es crucial, en el psicoanálisis, diferenciar función simbólica de
progenitor biológico. Padre y madre son conceptos que nacen de la humanidad; padre es el nombre
de una terceridad que toma el rol de decir NO al incesto.

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El complejo de Edipo y la castración
en la articulación
entre la naturaleza y la cultura
BASQUIN HUGO

Se ilustra la tesis freudiana que pone en concordancia el mito inicial del género humano, el mito del
paso del homínido al humano, el mito del asesinato del padre de la horda y de la prohibición del
incesto, con el complejo de Edipo, con el drama individual con el que se renuncia a los lazos de
amor y odio de la primera infancia como paso inicial e ineludible de la inclusión del niño en los
códigos de la sociedad y la cultura humanas.

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La palabra “cultura” designa toda la suma de operaciones y
normas que distancian nuestra vida de la de nuestros
antepasados animales, y que sirven a dos fines: la protección
del ser humano frente a la naturaleza y la regulación de los
vínculos recíprocos entre los hombres.

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Tanto para Platón como para Aristóteles, el hombre, el ser humano, tiene mucho en común con
los animales: lo concupiscible, lo irascible, lo sensitivo; pero, también, algo sustancialmente
diferente: lo racional (logos; nous) y lo político, en el sentido de su vida en sociedad. Lo que define
la sociedad es la polis, la ciudad organizada conforme a principios éticos establecido por la
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búsqueda racional del conocimiento y la sabiduría.
Mientras el agrupamiento animal basa su existencia única y exclusivamente en la necesidad de
subsistencia, en atender la necesidad natural de la vida de los individuos y de la especie; la
sociedad humana está sustentada “en la contradicción, negación o interdicción de la naturaleza”.
En otras palabras, la sociedad humana tiene la posibilidad de crear tramas complejas de
significados que parcialmente tienen que ver con los problemas de producción de los medios de
subsistencia del género y del individuo.
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Hablar de Complejo de Edipo en la teoría psicoanalítica significa entonces referirse a las


relaciones más tempranas del niño con el objeto primordial, la madre, al valor “sexophoro” de los
primeros ciudadanos1 maternales.
Algunas de sus características son:
1) Una llamarada de sexualidad vivida por un niño de cuatro años en el corazón de la relación con
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los padres
2) fantasía sexual forjada inocentemente por el niño o la niña para calmar el ardor de su deseo.
3) la matriz de nuestra identidad sexual de hombre y de mujer, es precisamente durante la crisis
edípica cuando el niño experimenta por primera vez un deseo masculino o femenino respecto del
padre del sexo opuesto.


4) una neurosis infantil, modelo de todas nuestras neurosis de adultos.


5) fábula simbólica que pone en escena a un niño que encarna la fuerza del deseo y a sus padres
que encarnan tanto el objeto de ese deseo como la prohibición que lo refrena
6) piedra angular del psicoanálisis. Es el concepto soberano que genera y ordena todos los
demás conceptos psicoanalíticos y justifica la práctica del psicoanálisis.
7) drama infantil que todo analizando vuelve a representar en el escenario de la cura tomando
como pareja a su psicoanalista.

Cuando en psicoanálisis hablamos de sexualidad, lo hacemos pensando a la misma como un


concepto que no puede ser reducido a los genitales, ni solamente al encuentro de los mismos. Hay
prácticas del orden de lo sexual que van más allá de la participación de los genitales. En el campo
del psicoanálisis, sexualidad es un concepto más amplio, se enmarca dentro de lo que llamamos
“cuerpo erógeno”. La noción de cuerpo erógeno se encuentra en los fundamentos del

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psicoanálisis. Es en los estudios sobre la histeria en donde el padre del psicoanálisis vislumbra que
el cuerpo se ve afectado por “fuerzas” que están en un más allá de lo orgánico.

La definición de zona erógena es “cualquier porción de piel o mucosa que es susceptible de ser
excitada sexualmente”.

A partir del límite del asesinato del padre primordial y prohibición del incesto como pasaje del
estado de naturaleza a la condición humana, al inicio del clan Totémico. Este clan es la primera
forma de organización social en lo humano. La manera en que el clan come un animal en el
banquete totémico es el sustituto simbólico de la devoración del padre en la horda, constituyendo
la aparición de la religión. Hacen presente un pasado suprimido, abolido.

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El paso de naturaleza a cultura se da por la instauración de una ley. Todas las estructuras
universales en el hombre corresponden al orden de la naturaleza, mientras que todas las
estructuras que estén sujetas a normas pertenecen al orden de la cultura, destacando que la
prohibición del incesto es el hecho social por excelencia que constituye la unión entre dos órdenes
opuestos el de la naturaleza y el de la cultura.

La prohibición del incesto presenta, sin el menor equívoco y reunidos de modo indisoluble los

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dos caracteres en los que reconocimos los atributos contradictorios de dos órdenes excluyentes:
constituye una regla, pero la única regla social que pose, un carácter de universalidad. La
prohibición del incesto se encuentra, en el umbral de la cultura, en la cultura y, , como trataremos
de mostrarlo, es la cultura misma.
La prohibición del incesto no tiene origen puramente cultural, ni puramente natural, tampoco es un
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compuesto de elementos tomados en parte de la naturaleza y en parte de la cultura. Constituye el
movimiento fundamental gracias al cual, por el cual, pero sobre todo en el cual, se cumple el
pasaje de la naturaleza a la cultura. En un sentido pertenece a la naturaleza, ya que es una
condición general de la cultura y, no debe causar asombro comprobar que tiene el carácter formal
de la naturaleza, vale decir, la universalidad. Pero también en cierto sentido es ya cultura, pues
actúa e impone su regla en el seno de fenómenos que no dependen en principio de ella. la
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prohibición del incesto constituye precisamente el vínculo de unión entre una y otra.

Naturaleza Cultura
Es universal Particular o relativo a cada sociedad o cultura.
Biológico Social, psíquico
Instintual o pulsional Normas y leyes
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Sexualidad Alianza


El origen mítico
de la cultura.
Magdalena

La palabra cultura designa toda la suma de operaciones y normas que distancian nuestra vida de
la de nuestros antepasados animales, y que sirven 2 fines: la protección del ser humano frente a la
naturaleza y la regulación de los vínculos recíprocos entre los hombres. Resguardar el lazo social
reclama la renuncia de lo pulsional.
En los mitos del padre primordial y de Edipo, asoma el binomio de sexualidad y agresividad.
En su texto, de Tótem y Tabú, Freud hace referencia a estudios realizados en tribus nómades de

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Australia que luchan contra duras condiciones de existencia. Estas se organizan en estirpes con el
nombre de “tótem” que es un animal comestible al que se le deposita su alma para protección. Los
miembros que pertenecen al tótem quedan bajo las reglas de regulación del mismo; aquí el varón
tiene prohibido el encuentro con mujeres de la misma estirpe y tiene prohibido el incesto, se prohíbe
matar al animal totémico y/o comerlo.
La ocasión de sacrificio, donde se mataba y se comía un animal, constituía el banquete totémico,
Así, matar al animal prohibido solo se permitía en estas ocasiones, en que toda la comunidad se
ponía de acuerdo y asumía la responsabilidad.
Entonces, anteriormente el hombre vivía en hordas, bajo el mando de un padre violento, que
castraba, mataba o expulsaba a los hijos que promovían sus celos. Sucedió que, los hijos
expulsados se unieron y atacaron al padre devorándolo, con lo que cada uno se ocupo de una parte

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y nadie pudo reemplazarlo, por lo que este padre asesinado cobro más poder, porque ahora estos
se impedían a sí mismos lo antes prohibido por él.
Si el animal totémico asesinado figura al padre los dos tabúes de no matar al tótem y no ejercer
comercio sexual con mujeres del mismo, concuerdan con el mito de Edipo. La autoridad del padre
prohíbe al hijo/niño la satisfacción incestuosa buscada, generando un sentimiento agresivo intenso
que se sofoca, siendo equiparable al que se supone que el padre le aplicaría. Entonces aquí
aparece un sentimiento de culpa que se constituye en el núcleo del súper yo.
Tótem representación del padre muerto/ cierto valor o respeto

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tabú algo sagrado y prohibido.
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Algunas consecuencias
psíquicas de la diferencia
anatómica entre los sexos.
Freud - 1925
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El niño y la niña se encuentran con los diferentes genitales, lo cual trae consigo varios problemas ya
que, se caen las premisas anteriormente dichas.
La situación del complejo de Edipo es la primera estación que distinguimos con seguridad del varón
.Nos resulta inteligible, porque en ella el niño retiene el mismo objeto al que llama en el periodo
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procedente, el de latencia y el de crianza había investido con su libido todavía no genital.


También que vea al padre como un rival perturbador a quien quería eliminar y sustituir se deduce a
limpiamente de las constelaciones objetivas.
Se expuso que la actitud edípica del varón pertenece a la fase fálica y que se va al fundamento por
la angustia de castración, por el interés narcisista hacia los genitales.


Actitud femenina: la niña quiere sustituir a la madre para ser objeto de amor del padre.
Suponemos que el onanismo (masturbación) es dependiente del complejo de edipo y significa la
descarga de su excitación sexual. El onanismo así como las dos actitudes del complejo de Edipo se
anudarán después de esa impresión subsiguientemente interpretada
Hay dos buenas razones para suponer que esta fantasía fue también a fuerza pulsional de su
onanismo infantil y uno recibe la impresión de hallarse frente a un hecho elemental o susceptible del
ulterior resolución de la vida sexual infantil.

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La zona genital es descubierta en algún momento, no parece justificado atribuir un contenido
psíquico a los primeros quehaceres del niño con ella.

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Cuando el niño o la niña ven por primera vez el órgano genital de su compañero; en el caso del
varón cuando ve el órgano genital de una niña no lo ve y lo desmiente, solo mas tarde cuando nace
el miedo a la castración aquella observación se vuelve significativa, mientras que para la niña ella

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toma conciencia del miembro, lo ha visto, sabe que no lo tiene ,y quiere tenerlo, en este lugar se
divide el complejo de masculinidad ya que si eventualmente no logra superarlo pronto puede
deparar grandes dificultades al desarrollo hacia la feminidad.
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Las consecuencias psíquicas de la envidia del pene, en la medida en que ellas se agotan en la
formación reactiva del complejo de masculinidad, son múltiples.
Con la admisión de su herida narcisista se establece en la mujer un sentimiento de inferioridad,
superado el primer intento de explicar su falta de pene como castigo personal, tras aprender la
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universalidad de este carácter sexual, empieza a compartir el menos precio del varón por ese sexo
mutilado en un punto decisivos.
Las consecuencias de la envidia del pene parece ser el aflojamiento de los vinculos tiernos con
el objeto-madre, se convence de que la madre es responsabilizada por esa falta de pene.
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Otra de las consecuencias y quizás la más importante, es la inferioridad del clítoris, esto se debe
a que la masturbación la soporte en menor grado que el varón suele resolverse contra ella y no es
capaz de utilizarla en las mismas circunstancias en que el varón habría recurrido sin vacilar a ese


expediente.
Sublevación: recurre el supuesto de que un factor concurrente le vuele bienes para el placer que
le dispensaría esta práctica , uno de estos podría ser la afrenta narcisista enlazada con la envidia
del pene o el aviso de que nunca lo va a tener; el conocimiento de la diferencia anatómica entre los
sexos esfuerza a la niña pequeña a apartarse de la masculinidad y del onanismo masculino, y a
encaminarse por nuevas vías que llevan al despliegue de la feminidad. Gracias a esto la libido de la
niña se desliza a una nueva posición, ella resigna el deseo del pene para remplazarlo por el deseo
de un hijo, y con este propósito toma al padre como objeto de amor, en esta nueva situación puede
llegar a tener sensaciones corporales que han de apreciarse como un prematuro despertar del

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aparato genital femenino.
Concluye que en la niña el complejo de Edipo es una formación secundaria, en cuanto al nexo
entre complejo de Edipo y complejo de castración, se deduce que mientras el complejo de Edipo del
varón se va al fundamento debido al complejo de castración, el de la niña es posibilitado e
introducido por este último, esta contradicción se esclarece si se reflexiona en que el complejo de
castración produce en cada caso efectos inhibidores y limitadores de la masculinidad y promotores
de feminidad. La diferencia entre varón y mujer corresponde al distingo entre consumada y mera

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amenaza de castración. Freud destaca la cantidad de consecuencias que no deja de producir el
complejo de Edipo: este no es solo reprimido, zozobra bajo el choque de la amenaza de castración,
sus investiduras libidinosas son resignadas, desexualizadas y en parte sublimadas; sus objetos son
incorporados al yo, donde forman el núcleo del superyó. Ya que el pene debe su investidura
narcisista a su significación orgánica para la supervivencia de la especie, se puede concebir la

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catástrofe del complejo de Edipo como un triunfo de la generación sobre el individuo.
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Pared Jenifer, 1er año Psicologia 2021.
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