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Freud: La organización genital infantil.

Al comienzo el acento recayó sobre la diversidad entre la vida sexual de los niños y
la de los adultos; después pasaron al primer plano las organizaciones pregenitales de la
libido, así como la acometida en dos tiempos del desarrollo sexual. Por último, la
investigación sexual infantil y desde ahí se pudo discernir la notable aproximación del
desenlace de la sexualidad infantil (cerca del quinto año) a su conformación final en el
adulto.

El autor en otro volumen consigna que a menudo o regularmente ya en la niñez se


consuma una elección de objeto como la característica de la fase de la pubertad. El
conjunto de las aspiraciones sexuales se dirige a una persona única y en ella quieren
alcanzar su meta, este es, el máximo acercamiento en la infancia a la conformación
definitiva que la vida sexual presentará después de la pubertad. La diferencia respecto a
esta última reside en el hecho de que la unificación de las pulsiones parciales y su
subordinación al primado de los genitales no son establecidas en la infancia. Por lo tanto, la
instauración de ese primado al servicio de la reproducción es la última fase por la que
atraviesa la organización sexual.
Freud dice no sentirse satisfecho con la tesis de que el primado de los geniales no
se consuma en la primera infancia o lo hace de manera muy incompleta. La aproximación
de la vida sexual infantil a la del adulto llega mucho más allá y no se circunscribe a la
elección de objeto.
Si bien no se alcanza una verdadera unificación de las pulsiones parciales bajo el
primado de los genitales, en el desarrollo de la sexualidad infantil el interés por los genitales
cobra una dominante significación.
El carácter principal de esta “organización genital infantil” es, al mismo tiempo, su
diferencia respecto de la organización genital definitiva del adulto.
Reside en que, para ambos sexos, solo desempeña un papel un genital, el
masculino. Por lo tanto, no hay un primado genial, sino un primado del falo.
El autor dice que carece de una intelección de los procesos correspondientes en las
niñas pequeñas.
Para él es natural suponer que todos los seres vivos (hasta lo busca en cosas
inanimadas) tienen un genital parecido al de él. Esta parte del cuerpo que se excita con
facilidad ocupa un alto grado el interés del niño y plantea nuevas tareas a su pulsión de
investigación.
En el curso de estas indagaciones el niño llega a descubrir que el pene no es un
patrimonio común de todos los seres semejantes a él. Desconoce esa falta; creen ver un
miembro a pesar de todo. Piensan que quizás es pequeño y ya va a crecer, luego, poco a
poco llegan a la conclusión de que estuvo presente y luego fue removido. La falta de pene
es entendida como resultado de una castración y que ahora se le plantea al niño la tarea de
habérselas con la referencia de la castración a su propia persona.
El niño cree que solo personas despreciables del sexo femenino, probablemente
culpables de mas mismas mociones prohibidas en que él mismo incurrió, habrían perdido el
genital. Pero las personas respetables, como su madre, siguen conservando el pene.
Para el niño, ser mujer no coincide todavía con falta del pene. Sólo más tarde,
cuando aborda los problemas de la génesis y el nacimiento de los niños, y colige que solo
mujeres pueden parir hijos, también la madre perderá el pene y se edificaran teorías para
explicar el trueque del pene a cambio de un hijo.
El niño vive en el vientre (intestino) de la madre y es parido por el ano. Con estas
últimas teorías sobrepasamos la frontera temporal del periodo sexual infantil.
En el estadio de la organización pregenital sádico-anal no cabe hablar de masculino
y femenino, la oposición entre activo y pasivo es la dominante.
Solo con la culminación del desarrollo en la época de la pubertad, la polaridad
sexual coincide con masculino y femenino.
Freud: El sepultamiento del complejo de Edipo.

El complejo de Edipo revela cada vez más su importancia como fenómeno


central del periodo sexual de la primera infancia. Después sucumbe a la represión y
es seguido por el periodo de latencia.
¿A raíz de que se va a pique?
A raíz de las dolorosas desilusiones acontecidas. La niñita, que quiere
considerarse la amada del padre tendrá que vivenciar alguna reprimenda. El varón
que considera a la madre como su propiedad, hace la experiencia de que ella le
amor para entregárselos a un recién nacido.
Así, se iría al fundamento del fracaso del Complejo de Edipo, como resultado
de su imposibilidad.
Otra concepción dirá que el complejo de Edipo tiene que caer porque ha
llegado el tiempo se su disolución. Ambas concepciones son compatibles entre sí.
La fase fálica, contemporánea a la del complejo de Edipo, no prosigue su
desarrollo hasta la organización genital definitiva, es relevada por el periodo de
latencia. Su desenlace se consuma de manera típica
Cuando el varón ha volcado su interés a los genitales, lo demuestra por su
ocupación manual. Después tiene la experiencia de que algún adulto no estén de
acuerdo con su obrar, sobreviene la amenaza de que se le arrebatará asta parte tan
estimada por él.
Al principio el varón no cree ni obedece las amenazas. El psicoanálisis
atribuye nuevamente valor a dos clases de experiencias que ningún niño queda
exento, perdida de partes muy apreciadas de su cuerpo: pecho materno y la
separación con el contenido de los intestinos. Pero nada se advierte en cuanto a
que estas experiencias tuvieran algún efecto con la amenaza de castración. La
observación que quiebra la incredulidad del niño es la de los genitales femeninos.
El varón orgulloso de su posesión del pene ve la región genital de la niña y se
convence de la falta de pene, se vuelve representable la perdida y la amenaza
obtiene su efecto.
Si la satisfacción amorosa en el terreno del Complejo de Edipo debe costar
el pene entonces estallara el conflicto entre el interés narcisista en esta parte del
cuerpo y la investidura libidinosa de los objetos parentales. Normalmente triunfa el
primero.
¿Cómo acontece?
Las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas por identificación. La
autoridad del padre forma el núcleo del superyó que toma prestada su severidad,
perpetua la prohibición del incesto y así, asegura al yo contra el retorno de la
investidura libidinosa del objeto. Las aspiraciones libidinosas pertenecientes al
Complejo de Edipo son inhibidas en su meta y mudadas en mociones tiernas. Luego
de todo este proceso lo sigue el periodo de latencia.
El proceso descrito equivale cuando se consuma idealmente a una
destrucción y cancelación del complejo. De esta forma entramos a la frontera entre
lo normal y lo patológico. Si el yo no ha logrado mucho más que una represión del
complejo, este subsistirá inconsciente en el ello y más tarde exteriorizará su efecto
patológico.
¿Cómo se consuma en la niña?
El sexo femenino desarrolla un complejo de Edipo, un superyó y un periodo
de latencia. ¿Puede atribuírsele una organización fálica y un complejo de
castración? La respuesta es afirmativa, pero las cosas no pueden suceder de igual
manera.
El clítoris se comporta en un comienzo como un pene, pero ella con la
comparación percibe que es “demasiado corto” y siente este hecho como un
perjuicio y una inferioridad. Durante un tiempo se consuela con la expectativa de
que después ella tendrá un apéndice tan grande como el de un muchacho.
En este punto se separa, la niña no comprende su falta y lo explica mediante
el supuesto de que una vez poseyó y después lo perdió por castración. Así se
produce esta diferencia esencial: la niña acepta la castración como un hecho
consumado mientras que el niño teme su consumación.
Excluida la angustia de castración, está ausente un poderoso motivo para
instituir el superyó.
El CdE de la niña es mucho más unívoco, es raro que vaya más allá de la
sustitución de la madre y de la actitud femenina hacía el padre. La renuncia al pene
no se soportará sin un intento de resarcimiento. La muchacha se desliza del pene al
hijo, su complejo de Edipo culmina en ese deseo de recibir un hijo del padre. El
complejo es abandonado porque este deseo no se cumple nunca (ambos deseos
permanecen en lo inconsciente). La mudanza de las aspiraciones sexuales en
aspiraciones tiernas de meta inhibida.
Freud aclara que este desarrollo (el de la niña) es insatisfactorio, lagunoso y
vago.
Freud: El yo y el superyó (ideal del yo).

Si un objeto sexual es resignado, no es raro que sobrevenga la alteración del


yo que consiste en la erección de objeto en el yo por introyección. Una investidura
de objeto es relevada por una identificación. El carácter del yo es una sedimentación
de las investiduras de objeto resignadas.
Esa trasposición de una elección erótica de objeto en una alteración del yo es
además un camino que permite al yo dominar al ello y profundizar sus vínculos con
él, aunque a costa de una gran docilidad. Cuando el yo cobra los rasgos del objeto
se impone él mismo como objeto de amor, busca repararle su perdida diciéndole:
puedes amarme también a mí, soy tan parecido al objeto.
La transposición de la libido de objeto en libido narcisista conlleva una
resignación de las metas sexuales, una desexualización y por tanto una suerte de
sublimación.
En la Genesis del Ideal del yo, tras él se esconde la identificación con el
padre de la historia personal es una identificación directa y no mediada y más
temprana que cualquier envestidura de objeto. Pero las elecciones de objeto de los
primeros periodos sexuales parecen tener su desenlace en una identificación de esa
clase, reforzándose así la identificación primaria.
El varón en una época tempranísima desarrolla una investidura de objeto
hacia la madre, que tiene su punto de arranque en el pecho materno. Del padre se
apodera por identificación. Ambos vínculos marchan uno junto al otro un tiempo,
hasta que se refuerzan los deseos sexuales hacia la madre y al percibir al padre
como rival nace el Complejo de Edipo. La identificación-padre como ahora una
tonalidad hostil, y de ahí en más la relación con el padre será ambivalente. Este es
el complejo de Edipo simple, positivo.
Con la demolición del Complejo de Edipo, la investidura de objeto de la
madre puede tener dos reemplazos: identificación con la madre o refuerzo de la
identificación-padre (la más normal ya que permite tener un vinculo tierno con la
madre y reafirma su masculinidad).
Con el sepultamiento del Complejo de Edipo, las 4 aspiraciones se
desmontan y desdoblan de modo que surge una identificación padre y madre: el
padre retendrá el objeto madre de Edipo positivo y el objeto padre del complejo
invertido; y lo análogo es valido para la madre. Como resultado más universal de la
fase fálica, se puede suponer una sedimentación en el yo que consiste en el
establecimiento de estas dos identificaciones unificadas de alguna manera entre sí.
Esta alteración del yo se enfrenta al otro contenido del yo como Ideal del yo o
superyó.
Pero el superyó no es simplemente un residuo de las primeras elecciones de
objeto del ello, tiene también la significatividad de una formación reactiva frente a
ellas. Contiene la advertencia “así como el padre debes ser” y la prohibición “así
como el padre no debes ser”. Esta doble faz deriva del hecho de que el Ideal del yo
estuvo empeñado en la represión del Complejo de Edipo.
Discerniendo en los padres el obstáculo para la realización de los deseos
edípicos, el yo infantil se fortaleció para esa operación represiva erigiendo dentro de
sí ese mismo obstáculo. El superyó conservará el carácter del padre y cuanto más
intenso fue el Complejo de Edipo y más rápido se produjese represión, tanto más
riguroso devendrá el imperio del superyó como conciencia moral.
El ideal del yo es el heredero del Complejo de Edipo y expresión de las más
potentes mociones y los más importantes destinos libidinales del ello. Mediante si
institución, el yo se apoderara del Complejo de Edipo y simultáneamente se somete
al ello. Mientras que el yo es esencialmente representante del mundo exterior, el
superyó se le enfrenta como abogado del mundo interior, del ello.
El Ideal del Yo satisface todas las exigencias que se plantean a la esencia
superior en el hombre. Como formación sustitutiva de la añoranza del padre,
contiene el germen a partir del cual se formaron todas las religiones. En el posterior
circuito del desarrollo, maestros y autoridades fueron retomando el papel del padre,
sus mandatos y prohibiciones permanecieron vigentes en el Ideal del Yo y ahora
ejercen como conciencia moral la censura moral. La tensión entre las exigencias de
la conciencia moral y las operaciones del yo es sentida como sentimiento de culpa.
Los sentimientos sociales descansan en identificaciones con otros sobre el
fundamento de un idéntico ideal del yo. Religión, moral y sentir social han sido en el
origen, entonces, uno solo.
Freud: Más allá del principio del placer.
El cuadro de la neurosis traumática se aproxima al de la histeria por
presentar síntomas motores similares; pero lo sobrepasa, en sus indicios de
padecimiento subjetivo.
En la neurosis traumática se destacan dos rasgos:
-El centro de gravedad parece situarse en el factor de la sorpresa, en el terror
-Que un simultaneo daño físico contrarresta en la mayoría de los casos la
producción de la neurosis.
Terror, miedo y angustia nos se las debe considerar como sinónimas, se
distinguen. La angustia designa cierto estado como de expectativa frente al peligro
y preparación para él, aunque se trate de un peligro desconocido. El miedo requiere
un objeto determinado en presencia del cual uno siente miedo. El terror es el
estado en el que se cae cuando se corre un peligro sin estar preparado, destaca el
factor de sorpresa.

No es licito considerar el estudio del sueño como la vía mas confiable para
explorar los procesos anímicos profundos.
Ahora bien, la vida onírica de la neurosis traumática muestra este carácter:
reconduce al enfermo, una y otra vez, a la situación de su accidente, de la cual
despierta con renovado terror. Se cree que si la vivencia traumática lo asedia de
continuo mientras duerme, prueba la fuerza de la impresión que le provocó. El
enfermo está fijado psíquicamente en el trauma.
Sin embargo, los enfermos de neurosis traumática no frecuentan en la vigilia
el recuerdo de su accidente. Quizás se esfuerzan por no pensar en él.
Suponiendo que los sueños de estos neuróticos traumáticos no nos disuadan
de afirmar que la tendencia del sueño es el cumplimiento de un deseo, tal vez nos
quede el expediente de sostener que en este estado la función del sueño resultó
afectada y desviada de sus propósitos]; o bien tendríamos que pensar en las
enigmáticas tendencias masoquistas del yo.

Ahora se propone estudiar el modo de trabajo del aparato anímico en el juego


infantil. Freud observa a un niño de un año y medio con el cual convivio varias
semanas bajo el mismo techo. Se trataba de un niño que no molestaba a los padres
durante la noche, obedecía las prohibiciones de objetos y lugares y no lloraba
cuando su madre lo abandonaba a pesar de que había sido cuidado y criado por ella
sin ayuda. El niño tenia el habito de arrojar lejos de sí (a un rincón o hacia debajo de
la cama) todos los pequeños objetos que encontraba a su alcance. Al acervo
realizaba con expresión de interés y satisfacción un fuerte “o-o-o-o” que significaba
“Ford” (se fue). El niño tenia un carretel de madera atado a un piolín. Arrojaba el
carretel, al que sostenía por el piolín tras la baranda de su cunita; el carretel
desaparecía y el niño pronunciaba “o-o-o-o” y después tirando del piolín, volvía a
sacar el carretel de la cuna, saludando con un amistoso “Da” (Acá está). Ese era el
juego completo, el mayor placer correspondía al segundo.
El juego se entramaba con el gran logro cultural del niño: su renuncia
pulsional de admitir sin protesta la partida de la madre. Se resarcía escenificando
por si mismo, con los objetos a su alcance, ese desaparecer y regresar.
¿Cómo se concilia con el principio de placer que repitiese en calidad de juego
esta vivencia penosa para él?
En la vivencia era pasivo, era afectado por ella; ahora se ponía activo
repitiéndola como juego, a pesar de que fue displacentera. Podría atribuirse a una
pulsión de apoderamiento que actuara con independencia de que el recuerdo en sí
mismo fuese placentero o no. También cabe pensar otra interpretación. El acto de
arrojar el objeto para que se “vaya” como forma de vengarse de la madre por su
partida; “vete, no te necesito, yo mismo te echo”.
Se advierte que los niños repiten en el juego todo cuanto le ha hecho gran
impresión en la vida; de ese modo abreaccionan la intensidad de la impresión y se
adueñan de la situación. Por otro lado, todos sus juegos están presididos por el
deseo dominante en la etapa en que ellos se encuentran: el de ser grandes y poder
obrar como mayores. También se observa que el carácter displacentero de la
vivencia no siempre la vuelve inutilizable para el juego. El niño trueca la pasividad
del vivenciar por la actividad del jugar, inflige a un compañero de juegos lo
desagradable que a él mismo le ocurrió.
Así nos convencemos de que aún bajo el imperio del principio de placer
existen suficientes medios y vías para convertir en objeto de recuerdo y elaboración
anímica lo que en sí mismo es displacentero.
Freud: 32 Conferencia. Angustia y vida pulsional
Otto Rank encontró preparado el núcleo de su doctrina, a saber, que la vivencia de
angustia del nacimiento es el arquetipo de todas las situaciones posteriores de
peligro. Si nos atenemos a esto, podremos decir que a cada edad del desarrollo le
corresponde una determinada condición de angustia y por lo tanto una situación de
peligro. El peligro del desvalimiento psíquico conviene al estadio de la temprana
inmadurez del yo; el peligro de la pérdida de objeto (de amor), a la heteronomía de
la primera infancia; el peligro de la castración a la fase fálica; y, por último, la
angustia ante el superyó, angustia que cobra una posición particular, al periodo de
latencia.
A medida que avanza el desarrollo, las antiguas condiciones de angustia tienen que
ser abandonadas, las situaciones de peligro han sido desvalorizadas por el
fortalecimiento del yo. Pero esto ocurre solo de manera muy incompleta. La angustia
ante el superyó no está normalmente destinada a extinguirse, pues es indispensable
en las relaciones sociales como angustia de la condición moral. Por lo demás,
algunas de las antiguas situaciones de peligro se las arreglan para pervivir en
épocas posteriores modificando oportunamente sus condiciones de angustia, por
ejemplo, el peligro de la castración se conserva bajo la máscara de la fobia a la
sífilis. De adulto uno sabe que la castración no se practica como castigo por
entregarse a concupiscencias sexuales, en cambio se ha experimentado que tal
libertad pulsional está amenazada con graves enfermedades.
(Espero no hayan perdido el panorama, estamos indagando los vínculos entre
angustia y represión. Hemos averiguado dos cosas nuevas:
-Primera: La angustia crea a la represión (y no a la inversa como se creía en
la segunda versión de la angustia)
-Segunda: Una situación pulsional temida se remonta, en el fondo, a una
situación de peligro exterior. La siguiente pregunta será:
¿Cómo nos representamos ahora el proceso de una represión bajo el influjo de la
angustia?
El Yo nota que la satisfacción de una exigencia pulsional emergente convocaría una
de las bien recordadas situaciones de peligro. Por tanto, esa investidura pulsional
debe ser sofocada de algún modo. El yo desempeña esa tarea cuando es fuerte e
incluye en su organización la respectiva moción pulsional. Ahora bien, el caso de la
represión es aquel en que la moción pulsional sigue siendo nativa del ello y el yo se
siente endeble. Entonces el yo recurre a una técnica que en el fondo es idéntica al
pensar. El yo anticipa así la satisfacción de la moción pulsional dudosa y le permite
reproducir las sensaciones de displacer que corresponden al inicio de la situación de
peligro temida. Así se pone en juego el automatismo del principio de placer-
displacer, que ahora lleva a cabo la represión de la moción pulsional peligrosa.
Importante distinguir lo que a raíz de esta represión sucede en el yo y lo que
sucede en el ello.
El yo dirige una investidura tentativa y suscita el automatismo placer-
displacer mediante la señal angustia (entonces son posibles diversas reacciones o
una mezcla de ellas en montos variables o bien el ataque de angustia se desarrolla
plenamente y el yo se retira por completo de la excitación chocante, o en lugar de
salirle al encuentro con una investidura tentativa, el yo lo hace con una
contrainvestidura y esta se conjuga con la energía de la moción reprimida para la
formación de síntoma o es acogida en el interior del yo como formación reactiva.
Mientras más pueda limitarse el desarrollo de la angustia a una mera señal, más
recurrirá el yo a las acciones de defensa equivalentes a la ligazón psíquica de lo
reprimido y tanto más se aproximará el proceso a un procesamiento normal (desde
luego que sin alcanzarlo).
Eso difícil de definir que se llama carácter es atribuible al yo. Tenemos asido algo de
lo que crea a ese carácter Sobre todo la incorporación de la anterior instancia
parental en calidad de superyó. Las identificaciones con ambos progenitores de la
época posterior y con otras personas influyentes, agregamos como complemento
que nunca falta a la formación de carácter, las formaciones reactivas que el yo
adquiere primero en sus represiones y, más tarde, con medios más normales, a raíz
de los rechazos de mociones pulsionales indeseadas.
Nuestro interés principal es saber ¿Qué acontece con la energía, con la carga
libidinosa de esa excitación: ¿Cómo será aplicada? Antes suponíamos que ella era
mudada en angustia por la represión. Ya no nos atrevemos a sostenerlo; la
respuesta, menos osada será: es probable que exista una correspondencia intima
entre el proceso que ocurre en cada caso dentro del yo y el que le sobreviene en el
ello a la moción reprimida.
Esperamos, entonces, que la represión conlleve muy diversos resultados. En
muchos casos quizás la moción pulsional reprimida retenga su investidura libidinal,
persista inmutada en el ello, si bien bajo la presión permanente del yo. Otras veces
parece sobrevenirle una destrucción completa, tras la cual su libido es conducida de
manera definitiva por otras vías (eso ocurriría en la tramitación normal del complejo
de Edipo). En ese caso deseable no es simplemente reprimido, sino destruido
dentro del ello.
La angustia neurótica se ha mudado en angustia realista, en angustia ante
determinadas situaciones externas de peligro.
¿Qué es en verdad lo peligroso, lo temido en una de tales situaciones de peligro?
Evidentemente no es el daño de la persona que podría juzgarse objetivo, pues no
tiene porque alcanzar significado alguno en lo psicológico, sino lo que él ocasione
en la vida anímica. Por ejemplo, el nacimiento. Lo esencial en el nacimiento, como
en cualquier otra situación de peligro, es que provoque en el vivenciar anímico un
estado de excitación de elevada tensión que sea sentido como displacer y del cual
uno no pueda enseñorearse por vía de descarga. Llamaremos factor traumático a
un estado así, en que fracasan los empeños del principio de placer; entonces, a
través de la serie angustia neurótica -angustia realista- situación de peligro llegamos
a este enunciado simple: lo temido, el asunto de la angustia, en cada caso la
emergencia de un factor traumático que no puede ser tramitado según la norma del
principio de placer. El hecho de estar dotados del principio de placer no nos pone a
salvo de daños objetivos.
Pero vemos todavía otra cosa, y quizá sea esta la solución que buscamos: que aquí
se trata dondequiera del problema de las cantidades relativas. Solo la magnitud de
la suma de excitación convierte a una impresión en un factor traumático, paraliza la
operación del principio de placer.
Freud: Tres ensayos de la teoría sexual.
Forma parte de la opinión popular acerca de la pulsión sexual la afirmación de que
ella falta en la infancia y sólo despierta en el periodo de la vida llamado pubertad.
Este es un error que tiene graves consecuencias, ya que es el principal culpable de
nuestra presente ignorancia acerca de las bases de la vida sexual.
Este descuido de lo infantil se debe en parte a la amnesia que en la mayoría de los
seres humanos cubre los primeros años de su infancia, hasta el sexto u octavo año
de vida. En ningún otro periodo de la vida la capacidad de reproducción y de
recepción es mayor que en los años de la infancia, esas impresiones que olvidamos
dejaron las más profundas huellas en nuestra vida anímica y pasaron a ser
determinantes para todo nuestro desarrollo posterior. No es por tanto una
desaparición real de las impresiones infantiles, sino un apartamiento de la
conciencia por obra de la represión. La amnesia infantil, que convierte la infancia de
cada individuo en un tiempo anterior, prehistórico, y le oculta los comienzos de su
propia vida sexual, es la culpable de que no se haya otorgado valor al periodo
infantil en el desarrollo de la vida sexual.
El periodo de latencia sexual de la infancia y sus rupturas
El neonato trae consigo gérmenes de mociones sexuales que siguen
desarrollándose durante cierto lapso, pero después sufren una progresiva
sofocación; esta, a su vez, puede ser quebrada por oleadas regulares de avance del
desarrollo sexual o suspendida por peculiaridades individuales. Hacia el tercero o
cuarto año de vida del niño su sexualidad se expresa en una forma asequible a la
observación.
En el periodo de latencia, se edifican los poderes anímicos que más tarde se
presentarán como inhibiciones en el camino de la pulsión sexual y angostarán su
curso a la manera de unos diques (asco, vergüenza, reclamos ideales en lo estético
y lo moral). En el niño civilizado se tiene la impresión de que el establecimiento de
esos diques es obra de la educación, y sin duda alguna ella contribuye en mucho.
Pero en realidad este desarrollo es de condicionamiento orgánico, fijado
hereditariamente, y llegado el caso puede producirse sin ninguna ayuda de la
educación.
Las formaciones reactivas y la sublimación son construcciones muy importantes
para la cultura personal y la normalidad posterior del individuo. Se construyeron a
expensas de las mociones sexuales infantiles mismas, cuyo aflujo no ha cesado ni
siquiera en este periodo de latencia, pero cuya energía es desviada del uso sexual y
aplicada a otros fines mediante sublimación. Con este proceso de sublimación se
adquieren poderosos componentes para todos los logros culturales.
Las mociones sexuales de la infancia serían inaplicables, porque las funciones de la
reproducción están diferidas (carácter principal del periodo de latencia); y, por otra
parte, serían en sí perversas, partirían de zonas erógenas y se sustentarían en
pulsiones que dada la dirección del desarrollo del individuo sólo provocarían
sensaciones de displacer. Por eso suscitan fuerzas anímicas contrarias (mociones
reactivas) que construyen, para la eficaz sofocación de ese displacer, los diques
psíquicos: asco, vergüenza y moral.
Las exteriorizaciones de la sexualidad infantil
Freud toma como modelo de las exteriorizaciones sexuales infantiles el chupeteo.
Esta conducta, que aparece ya en el lactante y puede conservarse hasta la
madurez o persistir toda la vida, consiste en un contacto de succión con la boca,
repetido rítmicamente, que no tiene por fin la nutrición. Es la primera exteriorización
sexual infantil. Una parte de los propios labios, la lengua, un lugar de la piel que
esté al alcance, son tomados como objeto sobre el cual se ejecuta la acción de
mamar.
La pulsión no está dirigida a otra persona; se satisface en el cuerpo propio, es
autoerótica. La acción del niño chupeteador se rige por la búsqueda de un placer, ya
vivenciado y ahora recordado. Su primera actividad, la más importante para su vida,
el mamar del pecho materno, no pudo menos que familiarizarlo con ese placer. Los
labios del niño se comportaron como una zona erógena, y la estimulación por el
aflujo de leche fue la causa de la sensación placentera. Al comienzo la satisfacción
de la zona erógena se asoció con la satisfacción de la necesidad de alimentarse. El
quehacer sexual se apuntala primero en una de las funciones que sirven a la
conservación de la vida, y sólo más tarde se independiza de ella. La necesidad de
repetir la satisfacción sexual se divorcia entonces de la necesidad de buscar
alimento. El niño no se sirve de un objeto ajeno para mamar; prefiere una parte de
su propia piel porque le resulta más cómodo, porque así se independiza del mundo
exterior al que aún no puede dominar, y porque de esa manera se procura, por así
decir, una segunda zona erógena, si bien de menor valor. El menor valor de este
segundo lugar lo llevará más tarde a buscar en otra persona la parte
correspondiente, los labios.
En el chupeteo hemos observado ya los tres caracteres esenciales de una
exteriorización sexual infantil:
1) Esta nace apuntalándose en una de las funciones corporales importantes
para la conservación de la vida.
2) Todavía no conoce un objeto sexual, pues es autoerótica (se satisface en el
propio cuerpo.
3) Su meta sexual se encuentra bajo el imperio de una zona erógena. Una zona
erógena es un sector de piel o de mucosa en el que estimulaciones de cierta clase
provocan una sensación placentera de determinada cualidad.
III. La meta sexual infantil de la sexualidad infantil
La meta sexual procuraría sustituir la sensación de estímulo proyectada sobre la
zona erógena, por aquel estímulo externo que la cancela al provocar la sensación
de la satisfacción. Es decir, la meta sexual de la pulsión infantil consiste en producir
la satisfacción mediante la estimulación apropiada de la zona erógena que se ha
escogido. Para que se cree una necesidad de repetirla, esta satisfacción tiene que
haberse vivenciado antes. Para la producción de la sensación placentera, la
cualidad del estímulo es más importante que la complexión de las partes del cuerpo.
Cualquier otro sector del cuerpo puede ser dotado de la excitabilidad de los
genitales y elevarse a la condiciones de zona erógena.
Las exteriorizaciones sexuales masturbatorias
Activación de la zona anal: La zona anal, a semejanza de la zona de los labios, es
apta por su posición para proporcionar un apuntalamiento de la sexualidad en otras
funciones corporales. Los niños que sacan partido de la estimulabilidad erógena de
la zona anal se delatan por el hecho de que retienen las heces hasta que la
acumulación de estas provoca fuertes contracciones musculares y pueden ejercer
un poderoso estímulo sobre la mucosa. Se rehúsan obstinadamente a vaciar el
intestino cuando la persona encargada de su crianza lo desea, reservándose esta
función para cuando lo desea él mismo. Lo que interesa es que no se le escape la
ganancia colateral de placer que puede conseguir con la defecación.
El contenido de los intestinos tiene para el lactante importantes significados. Éste lo
trata como a una parte de su propio cuerpo. Representa el primer regalo por medio
del cual el pequeño puede expresar su obediencia hacia el medio circundante
exteriorizándolo, o su desafío, rehusándolo. A partir de este significado, más tarde
cobra el de hijo, que según una de las teorías sexuales infantiles, se adquiere por la
comida y es dado a luz por el intestino.
La retención de las heces, que al comienzo se practica deliberadamente para
aprovechar su estimulación masturbatoria, por así decir, de la zona anal o para
emplearla en la relación con las personas que cuidan al niño, es por otra parte una
de las raíces del estreñimiento tan frecuente en los neurópatas.
Activación de las zonas genitales: Entre las zonas erógenas del cuerpo infantil se
encuentra una que no desempeña el papel principal, pero que está destinada a
grandes cosas en el futuro. Tanto en los varones como en las niñas se relaciona con
la micción (glande, clítoris). Las activaciones sexuales de esta zona erógena, que
corresponde a las partes sexuales reales, son sin duda el comienzo de la posterior
vida sexual “normal”.
Por su situación anatómica, por el sobreaflujo de secreciones, por los lavados y
frotaciones del cuidado corporal y por ciertas excitaciones accidentales, es
inevitable que la sensación placentera que estas partes del cuerpo son capaces de
proporcionar se haga notar al niño ya en su periodo de lactancia, despertándole la
necesidad de repetirla. Mediante el onanismo del lactante, al que casi ningún
individuo escapa, se establece el futuro primado de esa zona erógena para la
actividad sexual.
El niño tiene una disposición perversa polimorfa. Esto es porque hay escasas
resistencias debido a que todavía no se han establecido los diques anímicos contra
los excesos sexuales (vergüenza, asco y moral). Se dice que es polimorfo, porque
en el niño, no hay una pulsión dominante.
También la vida sexual infantil, a pesar del imperio que ejercen las zonas erógenas,
muestra componentes que desde el comienzo envuelven a otras personas en
calidad de objetos sexuales. De esa índole son las pulsiones de ver y de exhibir y
de la crueldad. Aparecen con cierta independencia respecto de las zonas erógenas,
y solo más tarde entran en estrechas relaciones con la genitalidad.
La crueldad es cosa enteramente natural en el carácter infantil; en efecto, la
inhibición en virtud de la cual la pulsión de apoderamiento se detiene ante el dolor
del otro, la capacidad de compadecerse, se desarrollan relativamente tarde. La
moción cruel proviene de la pulsión de apoderamiento y gobierna una fase de la
vida sexual descripta como organización pregenital. La ausencia de la barrera de la
compasión trae consigo el peligro de que este enlace establecido en la niñez entre
las pulsiones crueles y las erógenas resulte inescindible más tarde en la vida.
La investigación infantil
A la par que la vida sexual del niño alcanza su primer florecimiento, entre los tres y
cinco años, se inicia en él también aquella actividad que se adscribe a la pulsión de
saber o de investigar.
No son intereses teóricos sino prácticos los que ponen en marcha la actividad
investigadora en el niño. La amenaza que para sus condiciones de existencia
significa la llegada, conocida o sospechada, de un nuevo niño, y el miedo de que
ese acontecimiento lo prive de cuidados y amor, lo vuelven reflexivo. El primer
problema que lo ocupa es no la cuestión de la diferencia entre los sexos sino el
enigma: “¿De dónde vienen los niños?”.
En cuanto al hecho de los dos sexos, para el varón es natural suponer que todas las
personas poseen un genital como el suyo. El varón se aferra con energía a esta
convicción, la defiende obstinadamente frente a la contradicción que le opone la
realidad y la abandona solo tras serias luchas interiores (complejo de castración). El
supuesto de que todos los seres humanos poseen idéntico genital masculino es la
primera de las teorías sexuales infantiles (premisa universal del falo). La niña no
incurre en tales rechazos cuando ve los genitales del varón con su conformación
diversa. Está dispuesta a reconocerla y es presa de la envidia del pene.
Teorías del nacimiento: Las soluciones anatómicas que encuentran los niños en el
periodo prepuberal a esta cuestión son de los tipos más diversos; vienen del pecho,
son extraídos del vientre, o el ombligo se abre para dejarlos pasar. En cuanto a la
investigación correspondiente a los primeros años de la infancia, es muy raro que se
la recuerde fuera del análisis; ha caído bajo la represión mucho tiempo atrás, pero
sus resultados fueron uniformes: los hijos se conciben por haber comido algo
determinado y se los da a luz por el intestino (teoría de la cloaca).
Concepción sádica del comercio sexual: Si ven el comercio sexual entre adultos, lo
conciben como una especie de maltrato. Una impresión de esa clase recibida en la
primera infancia contribuye en mucho a la disposición para un ulterior
desplazamiento sádico de la meta sexual.
Las teorías sexuales infantiles son reflejos de la propia constitución sexual del niño
y, pese a sus grotescos errores, dan prueba de una gran comprensión sobre los
procesos sexuales, mayor de la que sospecharían sus creadores. A menudo
desconfían profundamente de la fábula de la cigüeña (primer conflicto psíquico). Sin
embargo, como la investigación infantil ignora el papel fecundante del semen y la
existencia de la vagina, sus esfuerzos resultan por lo general infructuosos. La
investigación de la primera infancia es siempre solitaria, implica un primer paso
hacia la orientación autónoma en el mundo y establece un fuerte extrañamiento del
niño respecto de las personas de su contorno, que antes habían gozado de su plena
confianza.
Fases del desarrollo de la organización sexual
Organizaciones pre-genitales: La vida sexual infantil es esencialmente autoerótica y
sus pulsiones parciales singulares aspiran a conseguir placer cada una por su
cuenta, enteramente desconectadas entre sí. El punto de llegada del desarrollo lo
constituye la vida sexual del adulto llamada normal; en ella, la consecución de
placer se ha puesto al servicio de la función de reproducción, y las pulsiones
parciales, bajo el primado de una única zona erógena, han formado una
organización sólida para el logro de la meta sexual en un objeto ajeno. Las
organizaciones de la vida sexual en que las zonas genitales todavía no han
alcanzado su papel hegemónico son denominadas pregenitales.
La primera es la oral o canibálica, en la que la actividad sexual no se ha separado
todavía de la nutrición, ni se han diferenciado opuestos dentro de ella. El objeto de
una actividad es también el de la otra; la meta sexual consiste en la incorporación
del objeto, el paradigma de lo que más tarde, en calidad de identificación,
desempeñará un papel psíquico tan importante. El chupeteo puede verse como un
resto de esta fase hipotética, en el que la actividad sexual, desasida de la
alimentación, ha resignado el objeto ajeno a cambio de uno situado en el cuerpo
propio.
En la posterior organización, sádico-anal, ya se ha desplegado la división en
opuestos que atraviesa la vida sexual, pero no se los puede llamar todavía
masculino-femenino, sino que es preciso decir activo-pasivo. La actividad es
producida por la pulsión de apoderamiento a través de la musculatura del cuerpo, y
como órgano de meta sexual pasiva se constituye ante todo la mucosa erógena del
ano. En esta fase ya hay polaridad sexual y un objeto ajeno. Los pares de opuestos
pulsionales están plasmados en un grado aproximadamente igual (ambivalencia).
Regularmente, ya en la niñez se consuma una elección de objeto como la que
hemos supuesto característica de la fase de desarrollo de la pubertad. El conjunto
de los afanes sexuales se dirigen a una persona única, y en ella quieren alcanzar su
meta. He ahí el máximo acercamiento posible en la infancia a la conformación
definitiva que la vida sexual presentará después de la pubertad. La diferencia
respecto a esta última reside solo en el hecho de que la unificación de las pulsiones
parciales y su subordinación al primado de los genitales no son establecidas en la
infancia. La instauración de ese primado al servicio de la reproducción es la última
fase por la que atraviesa la organización sexual.
La elección de objeto se realiza, entonces, en dos tiempos, en dos oleadas.
La primera se inicia entre los dos y cinco años, y el periodo de latencia la detiene o
la hace retroceder; se caracteriza por la naturaleza infantil de sus metas sexuales.
Los resultados de la elección infantil de objeto se prolongan hasta una época tardía;
o bien se los conserva tal cual, o bien experimentan una renovación en la época de
la pubertad, pero demuestran ser inaplicables, y ello a consecuencia del desarrollo
de la represión, que se sitúa entre ambas fases.
La segunda sobreviene con la pubertad y determina la conformación definitiva de la
vida sexual. La elección de objeto de la pubertad tiene que renunciar a los objetos
infantiles y empezar de nuevo como corriente sensual. La no confluencia de las dos
corrientes tiene como consecuencia muchas veces que no pueda alcanzarse uno de
los ideales de la vida sexual, la unificación de todos los anhelos en un objeto
Freud: Sobre las trasposiciones de la pulsión, en particular del erotismo
anal
En las producciones de lo inconsciente, los conceptos de caca, regalo, dinero, hijo y
pene se distinguen con dificultad y fácilmente son permutados entre sí. Estos
elementos a menudo son tratados en el inconsciente como si fueran equivalentes,
Freud ve esto en sueños, fantasías, ocurrencias de los pacientes.
Los 3 rasgos de carácter que surgen debido a los restos de pulsión del erotismo
anal son: orden, avaricia y terquedad. Estas cualidades provienen de las fuentes
pulsionales del erotismo anal.
En las producciones del inconsciente (fantasías, síntomas), “hijo” y “pene” son
tratados como equivalentes entre sí. Al hijo y al pene se los llama el “pequeño”. El
“pequeño”, que originariamente refería al miembro masculino, puede pasar a
designar secundariamente el genital femenino.
En la niña, el deseo del pene se muda en deseo del hijo. Luego, un camino
adecuado conduce al deseo del varón como portador del pene.
La mujer tiene el deseo reprimido de poseer un pene como el varón. En algunas
mujeres se reactiva este deseo infantil (que tiene que ver con la “envidia del pene”
dentro del complejo de castración) y se convierte en el principal portador de los
síntomas neuróticos. En otras mujeres no se registra en absoluto este deseo del
pene, sino que en su lugar se encuentra el deseo de tener un hijo, cuya frustración
puede desencadenar la neurosis. En otras mujeres, ambos deseos estuvieron
presentes en la infancia y se relevaron el uno al otro. Ese deseo infantil del pene,
entonces, se muda en el deseo del “varón”, que es aceptado como un apéndice del
pene. El hijo produce el paso del amor narcisista de sí mismo al amor de objeto.
También en este punto, el hijo puede ser subrogado por el pene.
Por otro camino, también un sector del erotismo pregenital deviene idóneo para ser
aplicado en la fase del primado genital. El hijo es considerado como algo que se
desprende del cuerpo por el intestino, y un monto de investidura libidinosa aplicado
al contenido del intestino puede extenderse al niño nacido a través de él. Hay
identidad entonces entre hijo y caca. La caca es el primer regalo, una parte del
cuerpo de la que el lactante se separa a instancias de la persona amada; en torno
de la defecación se presenta una primera decisión entre la actitud narcisista y la de
amor de objeto: o la entrega por amor o la retiene para la satisfacción autoerótica o
para afirmar su propia voluntad. Con esta última decisión queda constituido el
desafío o terquedad que nace de una porfía narcisista en el erotismo anal. El
siguiente significado hacia el que avanza la caca es regalo. El niño no conoce otro
dinero que el regalado. Como la caca es su primer regalo, transfiere su interés de
esa sustancia a la que le aguarda en la vida como regalo más importante.
La caca, primeramente, cobra el significado de “regalo” y no de “dinero” ya que el
niño no conoce otro dinero que el regalado (no posee dinero ganado ni propio). La
caca es el regalo más importante. Entonces, una parte del interés por la caca se
continúa en el interés por el dinero, otra se transporta al deseo de hijo. En este
último coinciden una moción anal-erótica y una moción genital (envidia del pene). El
pene posee también una significatividad anal-erótica independiente del interés
infantil. La materia fecal es por así decir el primer pene, y la mucosa excitada es la
del recto.
Cuando el interés por la caca retrocede de manera normal, este interés se transfiere
al pene. Si durante la investigación sexual se averigua que el hijo nació del intestino,
él pasará a ser el principal heredero del erotismo anal, pero el predecesor del hijo
había sido el pene.
Por lo tanto, del erotismo anal surge, en un empleo narcisista, el desafío como una
reacción sustantiva del yo contra reclamos de los otros. El interés volcado a la caca
traspasa a interés por el regalo y luego por el dinero. Con el advenimiento del pene
nace en la niña la envidia del pene, que luego se traspone en deseo del varón como
portador del pene. Antes, el deseo del pene se mudó en deseo del hijo, o este último
remplazó a aquel. Una analogía orgánica entre “pene” e “hijo” se expresa mediante
la posesión de un símbolo común a ambos (el “pequeño”). Luego, el deseo del hijo
conduce al deseo del varón.
En el niño, cuando la investigación sexual lo pone en conocimiento de la falta de
pene en la mujer, el pene es discernido como algo separable del cuerpo y entra en
analogía con la caca (que es lo primero a lo que se tuvo que renunciar). De ese
modo el viejo desafío anal entra en la constitución del complejo de castración. Si
luego se averigua que el hijo nace por el intestino, el hijo será heredero del erotismo
anal. El deseo del hijo recibe un segundo complemento de la misma fuente cuando
la experiencia social enseña que el hijo puede concebirse como una prueba de
amor, como un regalo. La serie caca-pene-hijo son cuerpos sólidos que al penetrar
o salir excitan un tubo de mucosa (el recto y la vagina). El hijo sigue el mismo
camino que la columna de las heces. El interés volcado a la caca traspasa al interés
por el regalo y luego por el dinero.
Freud: El creador literario y el fantaseo

Todo niño que juega se comporta como un poeta, pues se crea un mundo propio o,
mejor dicho, inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada. Toma
en serio su juego, emplea en él grandes montos de afecto. Lo opuesto al juego es la
realidad efectiva. El niño diferencia su mundo del juego y tiende a apuntalar sus
objetos y situaciones imaginados en cosas del mundo real. Sólo ese apuntalamiento
es el que diferencia “jugar” de “fantasear”. El adulto, cuando cesa de jugar, sólo
resigna el apuntalamiento en objetos reales, en vez de jugar, fantasea, crea lo que
se llama sueños diurnos.
El niño no oculta su jugar. El adulto preferiría confesar sus faltas a comunicar sus
fantasías. El jugar del niño está dirigido por deseos, por el deseo que ayuda a su
educación, ser grande y adulto. Imita en el juego lo que le ha devenido familiar de la
vida de los mayores. Diverso es el caso del adulto: su fantasear lo avergüenza por
infantil y por no permitido. Deseos insatisfechos son las fuerzas pulsionales de las
fantasías, y cada fantasía singular es un cumplimiento de deseo, una rectificación
de la insatisfactoria realidad. Estos deseos son ambiciosos o eróticos. Aunque las
fantasías del adulto nos fueran comunicadas, no podrían depararnos placer alguno;
de hecho nos escandalizarían, o al menos nos dejarían fríos.
Una fantasía oscila en cierto modo entre tres tiempos. El trabajo anímico se anuda a
una impresión actual, una ocasión del presente que fue capaz de despertar los
grandes deseos de la persona, desde ahí se remonta al recuerdo de una vivencia
anterior, infantil las más de las veces, en que aquel deseo se cumplía, y entonces
crea una situación referida al futuro, que se figura como el cumplimiento de ese
deseo. En el caso del poeta: una intensa vivencia actual despierta en el poeta el
recuerdo de una anterior, las más de las veces una perteneciente a su niñez, desde
la cual arranca entonces el deseo que se procura su cumplimiento en la creación
poética, y en esta última se pueden discernir elementos tanto de la ocasión fresca
como del recuerdo antiguo.
La creación poética, como el sueño diurno, es continuación y sustituto de los
antiguos juegos del niño. El poeta atempera el carácter del sueño diurno egoísta
mediante variaciones y encubrimientos, y nos soborna por medio de una ganancia
de placer puramente formal, estética, que él nos brinda en la figuración de sus
fantasías.

Laplanche & Pontalis: Vocabulario de psicoanálisis: latencia y


sublimación

Latencia
Período comprendido entre la declinación de la sexualidad infantil (quinto o sexto
año) y el comienzo de la pubertad, y que representa una etapa de detención en la
evolución de la sexualidad. Se observa una disminución de las actividades
sexuales, la desexualización de las relaciones de objeto y de los sentimientos y la
aparición de sentimientos como el pudor y el asco y de aspiraciones morales y
estéticas. Según la teoría psicoanalítica, el período de la latencia tiene su origen en
la declinación del complejo de Edipo.
Secundariamente, las formaciones sociales, uniendo su acción a la del superyó,
vienen a reforzar la latencia sexual, esta “[…] sólo puede provocar una interrupción
completa de la vida sexual en las organizaciones culturales que en su programa
incluyen una represión de la sexualidad infantil”.
Durante el período considerado, si bien pueden observarse manifestaciones
sexuales, no se puede hablar de una nueva organización de la sexualidad. Libido
Energía postulada por Freud como substrato de las transformaciones de la pulsión
sexual. Si bien nunca le dio una definición unívoca, Freud le atribuyó siempre dos
características originales:

• Desde un punto de vista cualitativo, la libido no es reductible a una energía


mental inespecífica. Por otro lado, la libido no incluye nunca todo el campo
pulsional. Se mantiene siempre el carácter sexual de la libido.
• Se considera siempre como un concepto cuantitativo: “Su producción, su
aumento y su disminución, su distribución y su desplazamiento deberían
proporcionarnos los medios para explicar los fenómenos psicosexuales”.
La libido es “la manifestación dinámica de la vida psíquica de la pulsión sexual”.
Dado que la pulsión sexual representa una fuerza que ejerce un “empuje”, Freud
define la libido como la energía de esta pulsión. Este aspecto cuantitativo es el que
prevalecerá en lo que será la “teoría de la libido”.

Sublimación
Proceso postulado por Freud para explicar ciertas actividades humanas que
aparentemente no guardan relación con la sexualidad, pero que hallarían su energía
en la fuerza de la pulsión sexual. Freud describió como actividades de sublimación
principalmente la actividad artística y la investigación intelectual. Se dice que la
pulsión se sublima en la medida que es derivada hacia un nuevo fin, no sexual, y
apunta hacia objetos socialmente valorados.
La sublimación afecta electivamente a las pulsiones parciales, en especial aquellas
que no logran integrarse en la forma definitiva de la genitalidad.
Desde el punto de vista del mecanismo, Freud indicó sucesivamente dos hipótesis:
1. La primera se basa en la teoría del apoyo de las pulsiones sexuales sobre las
pulsiones de autoconservación.
2. Con la introducción del concepto de narcisismo y con la última teoría del
aparato psíquico, se anticipa otra idea: la transformación de una actividad
sexual en una actividad sublimada requeriría un tiempo intermedio, la retirada
de la libido sobre el yo, que haría posible la desexualización. Freud habla de
la energía del yo como una energía “desexualizada y sublimada”, susceptible
de ser desplazada sobre actividades no sexuales.
Paolicchi: La función del juego. Desde sus orígenes hasta la aparición de
la representación.

El juego como actividad posibilitadora de la organización psíquica y promotor


de salud. Esta actividad es realizada por todos los niños y desde el comienzo de la
evolución humana. En distintas épocas los juguetes fueron similares: muñecas,
soldaditos, objetos para rodar y transportar.
En las situaciones patológicas del vinculo madre-hijo por desorganización
familiar, condiciones de precariedad social o ausencia de un adecuado sostén de la
diada, se generan perturbaciones en el proceso de constitución subjetiva, lo que
produce una interferencia en el proceso de identificación e instauración de la
autoridad parental. En un futuro surgirán conductas ligadas a la búsqueda de placer
inmediato, donde la sublimación y lo simbólico tenderán a ser sustituidos por lo
concreto, en una búsqueda desesperada de rencuentro con el objeto.
El ambiente facilitador, junto al ambiente social, permiten el pasaje de la
dependencia hacia su autonomía. De esta forma el desarrollo del niño se ira
complejizando, ya que este ampliará su espacio social e incrementará las
posibilidades de inclusión de nuevos aspectos que la sociedad propone.
Son múltiples las funciones del juego, tanto en sus expresiones
psicopatológicas como en el desarrollo saludable.
Aportaciones teórico-practico del estudio de juego y desarrollo infantil
El juego cobra relevancia como técnica diagnostica desde el psicoanálisis.
Otras teorías estudian el desarrollo genético de la inteligencia, la teoría del
desarrollo psicomotor, así también la teoría sociocultural.
Las teorías descriptivas y explicativas: han estudiado en profundidad la
función del juego, sus alcances y posibilidades, lo que ha permitido profundizar el
análisis del conocimiento del niño. De este modo se han podido observar funciones
de lo lúdico y desde allí considerar las expresiones psicopatológicas, tanto como las
posibilidades terapéuticas.

Marco conceptual
Las teorías de la comprensión del juego.
Desde el nacimiento el juego constituye para el niño un elemento vital, le
permite conocer el mundo, interrelacionarse, canalizar deseos y frustraciones. El
juego transforma hechos objetos y relaciones y le permite describir el mundo físico y
simbólico que lo rodea, también resolver situaciones problemáticas.
Numerosos autores plantean que el juego tiene un valor insustituible como
posibilitador de la organización psíquica y promotor de salud. Se la considera una
actividad espontanea y placentera que se inicia en los primeros momentos de la
vida y que perdura durante toda su vida.
La experiencia de jugar es curativa y su mayor eficiencia se encuentra
cuando se logra la superposición de dos zonas de juego: la del niño y la de otra
persona (su auxiliar) en la que se produce un enriquecimiento para ambos. De no
lograrse la elaboración psíquica adecuada estos desafíos del aparato psíquico
encuentran tramitación a través de modalidades inevitablemente destructivas, ya
sea hacia el exterior o hacia el interior del sujeto.
Winnicott plantea que el juego se constituye como una primera
manifestación de una experiencia cultural. Se desarrolla en un espacio potencial
entre el individuo y el ambiente. El autor menciona que los niños gozan con todas
las experiencias físicas y emocionales del juego, expresan emociones placenteras
como agresivas, en un ambiente que no les devuelve odio.
Su funcionamiento proporciona una organización para iniciar relaciones
emocionales, y favorece el desarrollo de los contactos sociales, Un aspecto esencial
en la constitución de lo lúdico refiere a las posibilidades de integrar la realidad
interna y la externa, integración que le permitirá comunicar aspectos de su mundo
interior y exterior a las personas que constituyen su ambiente.
La imposición del juego implica acatamiento, lo que genera un
empobrecimiento subjetivo. La conformación de los vínculos basados en la
confianza en el otro y el ambiente le ofrece al niño la posibilidad de explorar lúdica y
creativamente el mundo, de impulsar los trabajos psíquicos constitutivos de la
subjetividad.
La teoría psicoanalítica plantea que el aprendizaje supone la creatividad y
que en ese proceso interviene la madre, el padre, la familia en un primer momento y
luego los maestros, cuyos vínculos afectivos se tornan esenciales durante este
proceso. Supone por parte del niño, el abordaje de procesos complejos que implican
las adquisiciones de logros vinculados al crecimiento, maduración y desarrollo. La
función de la familia y las relaciones sociales aportan elementos imprescindibles;
colabora con la puesta en marcha de los procesos de aprendizaje que involucra los
aspectos psicológicos y la continuidad de los biológicos.
De acuerdo con la concepción de Winnicott el juego permite que el niño
manipule objetos, haga intervenir su cuerpo y genere excitaciones propicias para su
desarrollo (estas deben poder acotarse para que no interfiera en lo lúdico). La
creatividad es parte de estar vivo, el impuso creador se observa en la creación de
un artista como en el llanto de un bebé.
Freud resalto la importancia y la seriedad de la actividad lúdica, tanto en su
función de realización del deseo como en su aspecto elaborativo. Desde esta última
adquiere relevancia para la constitución del psiquismo.
El estado saludable del niño se manifiesta en su posibilidad de jugar, que
puede resultar perturbada por obstáculos internos o del medio, aunque no siempre
resulte sencillo establecer una clara línea entre ambas realidades.
Winnicott: Enuncia 7 razones del juego del niño:
1) Por placer: los niños gozan con todas las experiencias físicas y
emocionales del juego.
2) Expresión de agresión: el niño la expresa en un ambiente conocido que
no le devuelve odio ni violencia. Los niños sienten que un buen ambiente
debe ser capaz de tolerar los sentimientos agresivos siempre y cuando se
los exprese en forma más o menos aceptable.
3) Controlar la ansiedad: Los niños juegan para controlar la ansiedad, la
amenaza de su exceso conduce a un juego compulsivo o repetitivo.
4) Adquisición de experiencia: la personalidad de los niños se desarrolla a
través de su propio juego y de las invenciones relativas al juego con otros
niños y adultos.
5) Establecimiento de contactos sociales: el juego proporciona una
organización para iniciar relaciones emocionales y permite así que se
desarrollen contactos sociales.
6) La integración de la personalidad : en él se establece una vinculación entre
la relación del individuo con la realidad personal interna y su vinculación
con la realidad externa o compartida.
7) Comunicación con la gente : un niño que juega puede estar tratando de
exhibir, parte de su mundo interior, a personas elegidas del ambiente.

Winnicott indica que el juego esta ubicado en un espacio potencial. Esta


zona no pertenece a la realidad externa ni a la realidad interna. El juego reúne
objetos o fenómenos de la realidad exterior usándolos al servicio de la realidad
subjetiva. La zona intermedia de juego debe poder producirse en condiciones
óptimas, un espacio y un tiempo determinados, y no debe implicar sumisión u
obediencia.

Desde las actividades prelúdicas a hacia las lúdicas.


Gutton: plantea: cuando un niño no puede jugar se manifiesta por una
tensión de disgusto. Si centramos la mirada en los primeros tiempos de constitución
subjetiva que tiene lugar dentro de la relación madre-hijo observamos que es en el
interior de estos vínculos es donde se ven articuladas las actividades preludicas y
luego los primeros juegos. En esta relación inicial, el universo de cuidados maternos
es la única fuente de placer del hijo:
El cuerpo libidinal del niño señala, un primer desasimiento del cuerpo
biológico. El compromiso del bebé en el mundo es desde el comienzo doble. Por un
lado, la adecuación de él y el ambiente o, para mayor exactitud, entre él y su madre.
Por otro lado, la inadecuación impera: neotenia de la cría humana, seducciones de
la que es objeto desde el nacimiento a raíz de los cuidados maternos.
Es a raíz de las actividades placenteras madre-hijo que se ira creando el
juego propiamente dicho. La presencia materna y sus cuidados se convierten en el
equivalente del placer, durante su ausencia el niño duerme o puede mostrar
desagrado. Cuando esta despierto y su madre no se encuentra presente se
desarrollan actividades de placer que son sustitutivos. Estas tienen la facultad de
reducir las tensiones y desagrado y son definidas por Guton como prelúdicas.

Primeros meses la alternancia sueño-alimentación dejan poco tiempo para


estar despierto. En este tiempo la tensión de displacer del bebé puede ser resuelta
por tres tipos de actividad:
a) Cuidados maternales: Contacto con el cuerpo madre- niño.
b) El prejuguete: Objeto privilegiado que va sustituyendo el cuerpo de la
madre.
c) Las actividades autoeróticas: La sustitución del cuerpo de la madre por el
cuerpo propio.
Tempranamente el niño comienza a sonreír y el rostro humano parece ser el
prejuguete privilegiado.
Con respecto al prejuguete hay dos medios terapéuticos simples para
calmar la insatisfacción del bebé:
Chupete: remite a las necesidades de satisfacción oral.
Mecerlo: Reconstruir su universo narcisista primario.
Ofrecimiento de un elemento terciario necesario para la construcción del prejugete.
Este se constituye en el sustituto materno, se aparta del cuerpo materno y las
actividades autoeróticas.
Si las actividades preludicas remplazan las excitaciones derivadas de la madre, las
actividades lúdicas escenifican la relación madre-hijo. Jugando el niño vivencia
recrea y alterna las categorías presencia-ausencia y alcanza la constitución
subjetiva.
Todos los enfoques apuntan a los 4 meses el punto de partida de la actividad
lúdica.
En el segundo año se enriquece el aspecto intelectual, el niño puede jugar con
muñecas o animales, puede tratarlos de manera indistinta.
Con la aparición de actividades investigadoras y destructivas el juego se vuelve
dramático. No siente placer en jugar con elementos que representan las heces y la
orina. Se puede interpretar como un sino para comenzar a trabajar el control de
esfínteres.
Juego paralelo el niño tiene una actividad individual, satisfacción por estar cerca de
otros niños, los mira y los imita., hay un progreso en el juego dramático.
Paulatinamente aparecen actividades colaborativas.
Aparición de juegos sexuales el niño inicia también los juegos de construcción con
intención representativa y luego construcciones complejas que utiliza en sus juegos
dramáticos.
Inicio de la escolaridad adquiere importancia aspectos intelectuales, promueve
espíritu de equipo.
Procesos de individuación y juego.
Diada madre- hijo permitió encontrar claves acerca de como se producen las
perturbaciones emocionales.
Mahler postulo momentos consecutivos del psiquismo:
Niño nace la dependencia es extremo. Y ese yo es otro que garantiza los
procesos necesarios para el desarrollo. No hay diferencia adentro-afuera entre
realidad exterior e interior. Gradualmente ora adquiriendo la noción de que él mismo
no puede proveer la satisfacción de sus necesidades, sino que proviene de otro.
(diferencia rudimentaria del yo)
Cuarto mes comienza a diferenciarse (fase de separación-individuación) pasaje
alimentación liquido sólido, zona de interés del juego, gateo, etc.
La discriminación self- no self, entre el mundo interno y el mundo externo ermitira la
diferenciación entre objetos reales y objetos internos proyectados.
El juego simbólico diferenciación significado-significante
El concepto de angustia de separación cuando ha sido alcanzado la constancia de
objeto.
Paolicchi: El Concepto de vulnerabilidad: entre la fragilidad social y el
desamparo psíquico.

Perspectiva social:
Robert Castel: Plantea que se padece la vulnerabilidad social desde la certeza
previa de estar protegido. Para este autor la vulnerabilidad se explica teniendo en
cuenta el tipo de inserción laboral como la categoría de inscripción relacional
que logran los sujetos. Todo individuo puede ubicarse socialmente en relación a un
doble eje: el de integración a través del trabajo y el de la inscripción relacional
(vínculos familiares, relaciones sociales). Explica las situaciones de marginalidad
como producto de procesos de desvinculación a ambos ejes. De acuerdo al grado
de inserción en dichos ejes define tres zonas
a) Zona de integración: Los individuos tienen trabajo estable y una inserción
relacional fuerte.
b) Zona de vulnerabilidad: Trabajo precario y fragilidad relacional
c) Zona de desafiliación o marginalidad: No tienen trabajo y no hay inserción
social, sino aislamiento.
Las zonas de marginalidad o desafiliación se explican por procesos de expulsión
propios de modos de funcionamiento de la sociedad.
La vulnerabilidad es la condición de fragilidad en lo social que deja expuesto al
sujeto al riesgo de la desafiliación, efecto de un modo de constitución de lo
social.
Las categorías que utiliza permiten comprender aspectos de las
transformaciones que se han visto en la Argentina de la postdictadura militar,
cuyo punto máximo de manifestación estalló en el 2001.

Duschatzky y Corea: Destacan la diferencia entre las categoría excluido y


expulsado. La primera permite pensar la imposibilidad de integración, la
segunda alerta acerca de las operaciones sociales que producen tal condición
destacando que puede tener un carácter móvil. Al plantear que vulnerabilidad y
pobreza son conceptos relacionados, pero no equivalentes, definen pobreza
como” estados de desposesión material y cultural que no necesariamente atacan
procesos de filiación y horizontes futuros”.
El lazo social se evidencia por ejemplo en la pertenencia a los sindicatos, clubes.
La red social garantizaba la inclusión de una trama de filiaciones, pertenencias y
reconocimientos. En cambio, la vulnerabilidad describe procesos de
precarización de trabajo y de fragilidad relacional, y se vincula con la idea de
expulsión hacia un estado de exclusión.
Las autoras plantean la problemática que padecen algunos actores sociales, el
fenómeno de indiferencia que conlleva la naturalización de esta situación. La
sociedad los trata como inexistentes, y los priva de las condiciones para construir
un proyecto personal. En esta situación se encuentra, una diversidad de grupos
sociales, por ejemplo: migraciones, que no siempre está dado por carencia
material puede relacionarse con familias desintegradas.

Richard Sennett presenta la idea de “Fatiga de la compasión” para describir la


naturalización con la cual la sociedad toma las situaciones de desigualdad y
marginalidad. Se la puede entender como expresión de la impotencia ante el
dolor y el sufrimiento ajeno, llegando a la deshumanización del semejante (como
defensa).
Pierre Rosanvallon Postula que para la vida en sociedad es necesario la
redistribución de bienes económicos pero también el ejercicio de la solidaridad,
lo cual requiere del sentimiento de pertenecer a un mundo en común. Lejos de
considerar igualdad como uniformidad y de limitarla a la distribución de la
riqueza, la define como un modo de relación social en torno a tres principios:
singularidad, reciprocidad y comunidad. Destaca el reconocimiento de las
diferencias, la vigencia de las mismas reglas de juego para todos y la
construcción de espacios comunes. Falta un mundo en común.

Perspectiva psicoanalítica
Vulnerabilidad desde el psicoanálisis relacionado con desamparo y
desvalimiento.
Desamparo (Laplanche): Estado del lactante que, dependiendo totalmente de
otra persona para la satisfacción de sus necesidades se halla impotente para
realizar la acción especifica adecuada para poner fin a la tensión misma interna.
Desvalimiento (Freud): Originario del ser humano que impone la necesidad de
la presencia de otro auxiliar potente. Así se va construyendo el psiquismo en una
realidad intersubjetiva signada por el posicionamiento asimétrico del adulto que
garantiza el sostén del infans. Freud habla de dos grandes fuentes de
desvalimiento o desamparo psíquico que pueden ejercer su efecto a lo largo de
la vida: incitaciones exógenas que vienen desde el mundo y las incitaciones
endógenas, propias de la pulsión.

Hugo Bleichmar: Marca dos tiempos para diferenciar la impotencia como


experiencia interior al desvalimiento. Dice “Ante lo pulsional, el lactante
experimenta el estado interior de impotencia, la vivencia de que por si mismo no
puede salir de la exigencia que la pulsión le impone desde el interior. Él es
impotente, se requiere del objeto externo. Si este objeto faltase, se generaría -
segundo tiempo- el sentimiento de desvalimiento, desamparo.

La vulnerabilidad social y la vivencia de impotencia subjetiva refieren a vivencias


de inseguridad y de temor; si son reconocidas, implicarán algún tipo de
sufrimiento.

Eva Giberti: Vulnerabilidad: Una imposibilidad de defenderse frente a los hechos


traumatizantes, debido a la insuficiencia de recursos psicológicos defensivos
personales, y/o merced a la ausencia de apoyo externo, de una incapacidad para
adaptarse a un nuevo escenario generado por situaciones peligrosas.

Silvia Bleichmar Plantea que el sujeto necesita sostén identitario que le brinda
la potencia a un grupo a partir de la renuncia de las pulsiones libidinales y
hostiles. Su falta en los procesos de constitución psíquica y la ausencia de
empatía provocan daños en la subjetividad y también en la construcción de la
noción de semejante.

Efectos de la crisis social en la niñez


La vulnerabilidad es potencialmente traumática, capaces de motivar fallas en las
situaciones de sostén necesarias para el desarrollo saludable. El sujeto infantil
queda expuesto a padecer desvalimiento.
Psicoanálisis: Niño debe ser sostenido desde la cercanía y la intimidad por un
grupo que lo contenga y apuntalado por la sociedad, esto necesario para que los
recursos simbólicos se constituyan y se transmitan a las nuevas generaciones.
Cuando estos procesos de ven alterados, se ve un empobrecimiento en: en
situaciones extremas el psiquismo se organiza en torno a mecanismo primitivos
(disociación, desmentida) que pueden manifestar sen enfermedades
psicosomáticas, adicciones, etc.
Juan Calzetta Plantea la “deprivación simbólica” para describir la particular
subjetividad que se produce en situaciones de disgregación social. Algunos
quedan excluidos de los bienes simbólicos propios de la cultura, y se ven
obligados a inventar una forma de autosostén que puede orientarse en el sentido
de destructividad. Este enfoque aproxima la idea de niñez traumatizada
ocasionada por agresión, maltrato, abuso por el medio social. Lo traumático no
deriva de lo inesperado sino de lo persistente (limita la posibilidad de elaboración
psíquica).

Ignacio Lewcowicz Plantea que los niños/as caídos en las instituciones


contenedoras, se constituyen como sujetos frágiles junto a adultos fragilizados
(padres desbordados, sin autoestima, etc). Se plantea así la perdida de la
asimetría adulto-niño, con lo cual la infancia queda desprotegida. Quedan a la
sombra de la noción de consumidor. En este contexto la noción de semejante
pierde universalidad y fuerza.

Ragatke y Toporosi Plantean que la prolongación de las jornadas laborales,


riesgos de perder el trabajo y los cambios en los modelos familiares dio lugar a
un incremento en la cantidad de niños que pasan muchas horas solos en su
casa. Partiendo de considerar que la capacidad de estará a solas es un logro
asociado con la madurez emocional y requiere de un proceso de construcción.
Realizan una descripción de acuerdo con los diferentes momentos de la
constitución subjetiva. Winnicott resalta la paradoja de la “capacidad de estar a
solas” se constituye en la experiencia de poder “estar solo en presencia de
alguien” de quien se confía. Si la presencia resulta insuficiente por falta de
empatía, conexión, ausencias prolongadas, en los momentos de constitución de
esta capacidad, esta no se construye, y el niño queda en situación emocional de
desamparo ante la ausencia de otro significativo. Si se ha instalado, el niño es
capaz de vivenciar la soledad. Puede quedarse solo a partir de la incorporación
de la imagen de una figura confiable y protectora que lo acompaña con su
presencia interiorizada.
Permiten reflexionar por las consecuencias más allá de los accidentes (golpes,
etc.) resulta una experiencia de intenso sufrimiento con efectos potencialmente
traumáticos.
Paolicchi plantea que la función materna puede ser ejercida por un grupo de
personas (abuela, maestras, grupo comunitario, etc.).
Desde el psicoanálisis las consecuencias de las crisis sociales los niños
registran cambios en los vínculos con los padres, se observa enfermedades
psicosomáticas, estos contextos se transmiten de padres a hijos sin la necesidad
de que los padres se lo cuentes.
Bleichmar: Nuevas tecnologías, ¿nuevos modos de la subjetividad? En
Subjetividad en riesgo.
-Comienza contando su primera experiencia con la realidad virtual. “Sentí angustia,
palpitaciones, sensaciones de vacío”. Su paciente Agustín de 12 años dice “no sentí
nada…esta rebueno” y luego le pregunta “Silvia cuando vos eras chica ¿tus
hermanos también te pegaban?”
Agustín pasa de una realidad virtual a la búsqueda de transmisión oral como lo
harían sus ancestros. Los enigmas siguen siendo los mismos: la fratria, el
nacimiento, la muerte.
La tecnología no altera, hasta el momento, estas preocupaciones de base. La
ciencia-ficción aborda tales cuestiones. Son producciones de nuestro tiempo que no
dan cuenta del futuro real sino de los modos subjetivizados con los cuales aquellos
que pueden pensar lo impensable lo imaginarizan. Pero expresan las
preocupaciones y soluciones de nuestro tiempo y en esto son representativas de la
permanencia, de las formas de concebir lo humano en el pensamiento actual.
Apelo a Ford “nuestra subjetividad se constituye en medio de pluralidades
simultaneas, pero las diversas necesidades de anclaje que siempre apareciendo en
la cultura del hombre como estructura fundamental de la supervivencia no pueden
ser fácilmente borradas, aunque sí pensadas de forma diferente”.
Una digresión una característica del mundo actual es una coexistencia de tiempos
en la cual se yuxtaponen modos diversos de confrontar la realidad. Decimos niños y
adolescentes de nuestro tiempo a aquellos que comparten nuestro horizonte
cultural.
Los niños y adolescentes que participan del modo de vida, preocupaciones,
aspiraciones, adquisiciones tecnológicas y cambios de registro ideológico, son los
que nos enfrentamos día a día en la clínica. Por ejemplo, un niño efecto de una
gestación de probeta, donde el padre decía que compartía paternidad con el
médico. Qué consecuencia tendrá esto para su futura identidad, para la constitución
de la subjetividad. Pero sabemos que lo real de su engendramiento no ingresará
sino atravesado por el imaginario parental, y no se inscribirá sino en el engarce
singular e histórico que propicien los enigmas que su propio nacimiento impone.
Deberá acceder a una teorización fantasmatizada que dará origen tanto a su
inteligencia como a sus síntomas.
Los enigmas no se constituyen, en la infancia, respecto a una supuesta realidad
sustancial, sino a sus complejos entramados deseantes respecto al
engendramiento. Ningún niño tiene curiosidad por saber cómo era el quirófano en el
cual la madre alumbró. El ejemplo del “niño probeta” no estaba preocupado por la
construcción particular del vidrio, sino -en forma desplazada y síntomal- acerca de
porqué su madre no había podido engendrarlo en su propio cuerpo, y porque su
padre no tenia espermatozoides potentes para darle origen de una forma natural.
¿Ha cambiado la informática los modos de vínculo con la realidad?
Lo que se percibe es que los niños y adolescentes atravesados por ella es que
capturan de modo distinto, inmediato, las posibilidades de una imagen en la cual la
narrativa clásica no tiene cabida.
Una generación de jóvenes que se atiene menos al relato que a la imagen, articula
secuencia y construye sentidos. Pero construye sentidos y esto es algo que ninguna
red neuronal puede variar en el ser humano.
Seguirá guiando su búsqueda por preocupaciones singulares que no son reductibles
a la información obtenida, y que procesará esta bajo los modos particulares que su
subjetividad imponga.
Mientras los seres humanos sigan naciendo de hombres y mujeres, vale decir, del
acoplamiento de dos deseos ajenos, es que sus enigmas versarán sobre las
mismas cuestiones.
El hombre tal como ha sido dado hasta ahora, como desprendimiento carnal y
amoroso de otro ser humano. El sentido de su existencia no está previsto sino como
contigüidad.
De esta cuestión deriva el surgimiento de la subjetividad tal como la conocemos.
Rota la ilusión de un sujeto unido y homogéneo, el yo, opera como fijación de la
imagen virtual que garantiza la permanencia del sujeto en el interior de un campo
que no es menos ilusorio que real. “La imagen virtual admite el punto de vista, pero
no se da de una vez por todas como referencia estable y fiable.
La única referencia duradera del yo ya no es su “punto de vista” sino su “punto de
estar”.
Para el psicoanálisis se trata de un “punto de estar” pero al mismo tiempo ese
“punto de estar” debe cobrar permanencia como “punto de ser” para que el sujeto se
sostenga.
El psicoanálisis ha sido tal vez un anticipador fenomenal de la construcción de un
campo de realidad virtual. La estructura temporal se desarticula y recompone
constantemente en una sesión, permitiendo la coexistencia de dos sistemas co-
presente: el preconciente y el inconciente, con legalidades distintas, modos de
funcionamiento y contenidos diferentes, entre los cuales el sujeto pivotea para
sostenerse de las cuales la narración solo sostiene puntos de anclaje posibles.

Piaget: Psicología del niño. (Capítulos 3)

La función semiótica o simbólica.


Al término del periodo senso-motor (hacia 1año y medio o dos), aparece una función
fundamental consiste en poder representar algo (objeto, acontecimiento etc.) por
medio de un significante diferenciado y que solo sirve para esa representación:
lenguaje, imagen mental, gesto simbólico. Se denomina “función semiótica” para
designar los funcionamientos referentes al conjunto de los significantes
diferenciados.

La función semiótica y la imitación.


Cuando se constituye hacia los 9-12 meses, el esquema del objeto permanente,
existe, la búsqueda del objeto desaparecido. Si no hay en esto aún representación,
existe por lo menos, constitución y utilización de significaciones, ya que toda
asimilación sensomotora (comprendida la perspectiva) consiste en conferir
significaciones.
Aparición de la función semiótica.
En el transcurso del segundo año (en continuidad con el estadio VI) aparece un
conjunto de conductas que implican la avocación representativa de un objeto o
acontecimiento ausente y supone el empleo de significantes diferenciados, ya que
deben poder referirse a elementos no actualmente perceptibles tanto como los
presentes. Pueden distinguirse, por lo menos, cinco de esas conductas.

Imitación diferida:
Se inicia en ausencia del modelo. En una conducta de imitación sensomotora, el
niño comienza por imitar en ausencia del modelo (por ejemplo, un movimiento de la
mano), después puede continuar en ausencia de ese modelo, sin que ello implique
representación en pensamiento. Ejemplo: Niña de 16 meses ve a un amiguito
enojarse, gritar y patalear (nuevo para ella) dos horas después imita la escena
riéndose, esta imitación diferida constituye un comienzo de representación y el
gesto imitador, un inicio de significante diferenciado.

Juego simbólico:
Hay seguidamente, juego simbólico o de ficción (desconocido en el sensoriomotor).
Niña aparentando dormir, sentada y sonriendo, pero cerrando los ojos, con la
cabeza inclinada y el pulgar en la boca, la sabana simula una almohada; pero poco
después hace dormir a su oso. En todos esos casos la representación es neta y el
significante diferenciado es un gesto imitador, pero acompañado de objetos que se
ha hecho simbólicos.

Dibujo:
En sus comienzos un intermediario en el juego y la imagen mental aunque no
aparece antes de los dos años y medio.
Imagen mental:
Viene luego, la imagen mental no se encuentra en el nivel sensomotor, aparece
como una imitación interiorizada.

Lenguaje:
Permite la evocación verbal de acontecimientos no actuales. Cuando la niña dice
“miau” sin ver ya el gato, existe representación verbal, además de imitación.

Papel de la imitación
Siendo tales las primeras manifestaciones de la sunción semiótica, el problema es
comprender el mecanismo de su formación. La solución se simplifica por el hecho
de que las cuatro primeras de dichas formas de conducta se basan en la imitación, y
que el lenguaje mismo se adquiere en un contexto necesario de imitación. La
imitación constituye la prefiguración senso-motora de la representación, en
consecuencia, el termino de paso entre el nivel senso-motor y el de las conductas
propiamente representativas.
Al termino del periodo sensomotor, el niño ha adquirido dominio de la imitación
generalizada, para que se haga posible la imitación diferida.
Con el juego simbólico y el dibujo ese paso de la representación en acto a la
representación- pensamiento se ve reforzado: el “Simular dormir” es un acto
desligado de su contexto, pero también un símbolo generalizable. Con la imagen
mental la imitación no es ya solo diferida, sino interiorizada, disociada de todo acto
exterior. La adquisición del lenguaje hecha accesible en esos contextos de
imitación, cubre finalmente el conjunto del proceso.

La función semiótica engendra dos clases de instrumentos:


Los símbolos: Que representan, aunque significantes diferenciados, alguna
semejanza con sus significados. Pueden ser construidos por el individuo solo, los
primeros símbolos del juego del niño de esas creaciones individuales, que no
excluyen los simbolismos colectivos ulteriores: la imitación diferida, el juego
simbólico y la imagen gráfica o mental dependen directamente de la imitación como
paso de la pre-representación.

Los signos: Son arbitrarios y convencionales. Ha de ser necesariamente


colectivo: el niño lo percibe por el canal de la imitación, pero esta vez como
adquisición de modelos exteriores.

El juego simbólico

El juego simbólico, apogeo del juego infantil. El niño obligado a adaptarse a un


mundo social de mayores, cuyos intereses y reglas siguen siéndole exteriores, y a un
mundo físico que todavía comprende mal, el niño no llega a satisfacer las necesidades
afectivas en incluso intelectuales de su “yo” en esas adaptaciones. Resulta indispensable a
su equilibro afectivo e intelectual que pueda disponer de un sector de actividad cuya
motivación adaptativa no sea la adaptación, sino la asimilación de lo real al yo, sin
coacciones ni sanciones. Tal juego transforma lo real, por asimilación más o menos pura a
las necesidades del “yo”. Mientras que la imitación es acomodación más o menos pura a los
modelos exteriores, y la inteligencia es equilibrio entre la asimilación y la acomodación.
Es indispensable que pueda disponer de un medio propio de expresión, un sistema
de significantes construidos por él y adaptables a sus deseos: tal es el sistema de los
símbolos propios del juego simbólico, tomando la imitación como instrumento, imitación
utilizada como medio evocador al servicio de la asimilación lúdica.
La función de asimilación al yo que cumple el juego simbólico se manifiesta bajo las
formas particulares más diversas, en la mayor parte de los casos afectivas, a veces al
servicio de intereses cognitivos.
En el juego simbólico esa asimilación sistemática se traduce en una utilización
particular de la función semiótica, consistente en construir símbolos a voluntad para
expresar todo lo que, en la experiencia vivida, no podía ser formulado y asimilado por los
medios del lenguaje.
El juego simbólico se refiere también a conflictos inconscientes como intereses
sexuales, entre otros.

Piaget plantea 3 categorías del juego


Juego de ejercicio: La forma primitiva del juego, la única representada al nivel
senso-motor, es el juego del ejercicio. No entraña ningún simbolismo ni técnica, consiste en
repetir por placer actividades adquiridas, por ejemplo: el niño que ha descubierto por azar la
posibilidad de balancear un objeto reproduce enseguida el resultado para adaptarse a él y
para comprenderlo, lo que no es un juego ya que utiliza esa conducta por “placer funcional”
(lo hace un adulto con un nuevo automóvil.
Juego simbólico: (Ya se vio, y tiene apogeo entre 2-3 y 5-6 años)
Juegos de reglas: En tercer lugar, aparecen juegos de reglas (canicas, rayuela,
etc.) que se transmiten socialmente de niño en niño.
Finalmente a partir del juego simbólico se desarrollan juegos de construcción,
impregnados aún, al principio, de simbolismo lúdico, pero que tienden a construir
verdaderas adaptaciones o soluciones de problemas y creaciones inteligentes.

El dibujo
El DIBUJO se inscribe a mitad de camino entre el juego simbólico y la imagen
mental. Para Luquet, hasta los 8 o 9 años el niño es esencialmente realista de intención,
pero comienza por dibujar lo que sabe (realismo intelectual) de un personaje o un objeto
mucho antes de expresar gráficamente lo que ve en él (realismo visual).
Fases del dibujo (Luquet):
➢ Realismo fortuito (2-3): garabatos, con significación que se descubre luego.
➢ Realismo frustrado (4-5): o fase de incapacidad sintética, donde los elementos
están yuxtapuestos, en lugar de coordinados en un todo (sombrero muy por encima
de la cabeza, botones al lado del cuerpo).
➢ Monigote: un estadio de gran interés del monigote es el “monigote-renacuajo”,
donde sólo figura una cabeza provista de apéndices filiformes (las piernas o brazos y
piernas) pero sin tronco.
➢ Realismo intelectual (6-8): el dibujo ha superado las dificultades primitivas, pero
no hay preocupación por la perspectiva visual (un rostro de perfil tiene 2 ojos porque
las personas tenemos 2, la comida o bebés en la panza se dibujan [transparencia],
etc.).
➢ Realismo visual (8 o 9): el dibujo representa ahora lo que es visible desde un
punto de vista particular. El dibujo tiene en cuenta la disposición de los

Las imágenes mentales


En cuanto a las imágenes mentales, existen, dos razones para dudar de su filiación a partir
de la percepción.
Neurológico: La evocación interior de un movimiento desata las mismas ondas eléctricas
de la ejecución material del movimiento, evocación supone un esbozo de ese movimiento.
Genético: Parece iniciarse únicamente con la aparición de la función semiótica.

Problemas de la imagen:
Parece que las imágenes mentales resultan de imitación interiorizada. Esa imitación trata de
proporcionar copia de los cuadros perceptivos con eventuales esbozos de referencias
sensoriales.
En cuanto al problema de las relaciones entre imagen y pensamiento se ha mostrado la
existencia de pensamiento sin imagen: puede imaginarse un objeto; pero el juicio que afirma
o que niega su exigencia no es imaginado, lo cual equivale a decir que juicios y operaciones
son ajenos a la imagen.
Dos tipos de imágenes
Se realizó un análisis de las imágenes mentales en niños de 4-5 años y niños de 11-12.
Indica una diferencia clara entre preoperatorio y operatorio.
Se distinguen dos categorías.
Imagen reproductora: Se limitan a evocar espectáculos ya conocidos y percibidos
anteriormente.
Imagen anticipadora: Que imaginan movimientos, así como resultados, pero sin haber
asistido con anterioridad a su realización.

Al nivel preoperatorio, las imágenes mentales del niño son casi exclusivamente estáticas,
solo al nivel de operaciones concretas, los niños consiguen reproducciones de movimientos
anticipados. Eso parece probar:
1) La reproducción imaginada de movimientos o de transformaciones, incluso
conocidos, supone una anticipación.
2) Que toda imagen se apoya sobre operaciones que permiten comprender esos
procesos, a la vez que imaginarlos.

Las imágenes-copia
En las que el modelo queda ante los ojos del sujeto sin que haya evocación diferida a días o
semanas de distancia.
Imágenes y operaciones
Relación entre la representación imaginada y la operación. La técnica consiste en presentar
pruebas habituales de conservación operatoria y se le pide que anticipe lo que va a pasar.
En la prueba de conservación de líquidos los sujetos pre-operatorios (5 a 7 años) esperan
una especie de conservación general, que es, realmente, una “pseudoconservación” la
misma cantidad que beber, pero cuando ven que el agua llega más arriba en un vaso que
en el otro empiezan a negar toda conservación de las cantidades.
En el segundo grupo prevén correctamente, pero de antemano concluyen que la cantidad
de liquido no se conservará (prever, pero no comprender).
Después de los 7-8 años la imagen se hace anticipadora y mejor para servir de soporte a
las operaciones.
Se puede concluir que las imágenes mentales solo constituyen un sistema de símbolos que
traducen, mas o menos exactamente, pero en general con retraso, el nivel de compresión
preoperatoria y luego operatoria de los sujetos.

La memoria y la estructura de los recuerdos-imágenes


El principal problema del desarrollo de la memoria es el de su organización progresiva.
Hay dos tipos de memoria:
Reconocimiento: Solo actúa en presencia del objeto y consiste en reconocerlo.
Evocación: Evocarlo en su ausencia en medio del recuerdo-imagen.
La memoria de reconocimiento es precoz, el lactante reconoce el pezón. La memoria de
evocación no aparece antes de la imagen mental, el lenguaje. Plantea un problema: el de su
independencia o su dependencia con relación al esquematismo de las acciones y de las
operaciones.

Lenguaje
En el niño “normal” el lenguaje aparece al mismo tiempo que las otras formas del
pensamiento semiótico. El sordomudo el lenguaje articulado se adquiere después de la
imitación diferida, el juego simbólico y la imagen mental. Lo que parece indicar su carácter
genético derivado de su transmisión social, supone las construcciones previas de esas
formas de semiosis; por el contrario, esa constitución, como muestra la sordomudez, es
independiente al lenguaje.
Evolución…
Comienza tras una fase de balbuceo espontaneo (6 a 10-11 meses) y una fase de
diferenciación de fonemas por imitación (11-12 meses) por un estadio situado al termino del
periodo sensomotor descrito como “palabras-fases”. Esas palabras únicas pueden expresar,
deseos, emociones o comprobaciones.
Desde el fin del segundo año se señalan frases de dos palabras: luego pequeñas
frases completas sin conjugaciones y después una adquisición progresiva de estructuras
gramaticales. Trabajos han demostrado que la adquisición de las reglas sintácticas no se
reducía a una imitación pasiva, sino que entrañaban asimilación generalizadora, también ha
demostrado que esas reducciones de las frases adultas a modelos originales infantiles
obedecían a exigencias funcionales, como la conservación de un mínimo de información y
la tendencia a mejorar ese mínimo.

Lenguaje y pensamiento
Si se comparan las conductas verbales con las senso-motoras, se observan grandes
diferencias en favor de las primeras. Las adaptaciones senso-motoras están ligadas al
espacio y al tiempo, el lenguaje permite al pensamiento referirse a extensiones
espaciotemporales más amplias y liberarse de lo inmediato. La inteligencia senso-motora
procese por acciones sucesivas y progresivamente más el pensamiento consigue, gracias al
lenguaje, representaciones de conjunto simultaneas.
Esos progresos del pensamiento se deben a la función semiótica: es ella la que
desliga el pensamiento de la acción y crea la representación.
Winnicott: El niño y el mundo externo. (Parte 3, capítulo 4)
¿Por qué juegan los niños?
Placer:
Los niños gozan con todas las experiencias físicas y emocionales del juego. Se puede
proporcionar materiales e ideas sin embargo parece mas conveniente ofrecer de menos que
de más, ya que los niños son capaces de encontrar objetos e inventar juegos con mucha
facilidad y disfrutan al hacerlo.

Para expresar agresión:


Suele decirse que los niños “liberan odio y agresión” pero no es necesariamente malo. Si
bien en parte es cierto, porque el resentimiento acumulado y los resultados de la
experiencia de la rabia pueden parecerle a un niño algo malo dentro de él. Pero resulta más
importante decir que el niño valora la comprobación de que los impulsos de odio o de
agresión pueden expresarse en un ambiente conocido, sin que le devuelva odio y violencia.
El niño siente que un buen ambiente debe ser capaz de tolerar los sentimientos agresivos,
siempre y cuando se los exprese en forma más o menos aceptable.
La agresión puede ser placentera, pero inevitablemente lleva consigo un daño real o
imaginario contra alguien. Es importante resaltar lo que hace el niño, expresa sus
sentimientos agresivos en el juego, en lugar de hacerlo en momento que siente rabia.

Para controlar su ansiedad:


La ansiedad siempre constituye un factor en el juego de un niño, y a menudo el principal.
La amenaza a un exceso de ansiedad conduce al juego compulsivo o al juego repetitivo o a
una búsqueda exagerada de placeres relacionados con el juego; y si la ansiedad es
extensiva, el juego se transforma en una búsqueda de gratificación sexual. No podemos
impedir que jueguen sin provocarles angustia, verdadera ansiedad o nuevas defensas
contra ella.

Para adquirir experiencia:


Para el niño las riquezas se encuentran principalmente en la fantasía y en el juego. Así
como la personalidad de los adultos se desarrolla a través de su experiencia en el vivir, del
mismo modo la de los niños se desarrolla a través del propio juego. El juego es la prueba
continua de la capacidad creadora, que significa estar vivo.

Para establecer contactos sociales:


Al principio los niños juegan solos o con la madre. Es en gran parte a través del juego, en el
que los otros niños vienen a desempeñar papeles preconcebidos, que una criatura
comienza a permitir que sus pares tengan existencia independiente. Los niños hacen
amigos y enemigos en el juego mientras que eso no les ocurre fácilmente fuera del juego. El
juego proporciona una organización para iniciar relaciones emocionales y permite así que
se desarrollen contactos sociales.

Integración de la personalidad
El juego establece una vinculación entre la relación del individuo con la relación personal
interna y su relación con la realidad externa o compartida.
El juego es la alternativa a la sensualidad en el esfuerzo del niño por no disociarse. Es bien
sabido que cuando la ansiedad es relativamente grande, la sensualidad se torna compulsiva
y el juego resulta imposible.
De modo similar, cuando se encuentra a un niño en quien la relación con la realidad interna
y la relación con la realidad externa no están articuladas, cuando con esa sería división de
la personalidad no puede jugar,

Comunicación con la gente


Un niño que juega puede estar tratando de exhibir parte del mundo interior, así como del
mundo exterior, a personas elegidas del ambiente. El juego puede ser “algo muy revelador
sobre uno mismo” tal como puede serlo la manera de vestir para un adulto. Esto es
susceptible de transformarse a una edad temprana en lo opuesto, vale decir que el juego,
como el lenguaje, nos sirve para ocultar nuestros pensamientos, si nos referimos a los
pensamientos más profundos. Es posible mantener oculto el inconsciente reprimido, pero el
resto del inconsciente es algo que cada individuo desea llegar a conocer, y el juego, como
los sueños, cumple la función de autorregulación y comunicación en un nivel profundo.

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