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9.

9. FALLAS: DESCRIPCIÓN Y GEOMETRÍA

Una falla es una fractura o zona de fracturas a lo largo de la cual se produce un


desplazamiento relativo apreciable de las rocas (Fig. 9.1). El tamaño de una falla es muy
variable, desde fracturas sólo visibles al microscopio hasta fracturas que pueden seguirse en
superficie a lo largo de más de mil kilómetros. Los desplazamientos pueden asimismo
alcanzar decenas o incluso centenares de kilómetros. En una falla, pueden definirse los
siguientes elementos geométricos (Fig. 9.2):

Figura 9.1. Fallas normales conjugadas; el


bloque delimitado por ambas fallas es el
hundido (Carretera de Granada a Salobreña).

Figura 9.2. Elementos geométricos de una


falla.

- Superficie de falla. Es la superficie de fractura. Su intersección con la superficie del terreno


se denomina «línea» o «traza de la falla». Con frecuencia, la geometría de la superficie de
falla no es sencilla, presentando una geometría curvada o en forma en escalera, con rellanos
y rampas. En los casos más sencillos, la superficie de falla puede ser plana, en cuyo caso
puede hablarse de plano de falla.
- Bloques o labios de falla. Son las dos masas de roca separadas por la superficie o plano de
falla. Si el desplazamiento de la falla implica un ascenso y descenso relativo de los bloques
de falla, se habla de «bloque» o «labio elevado» y de «bloque» o «labio hundido»
respectivamente. Cuando se trata de fallas horizontales o inclinadas, el bloque superior
9.2

(“hanging-wall”) es el situado sobre el plano de falla, mientras que el bloque inferior (“foot-
wall”) es el situado bajo el plano de falla.
- Líneas de corte (“cutoff lines”). Son las que resultan de la intersección de la superficie de
falla con las capas cortadas por ésta (Fig. 9.5). Según que las capas cortadas se sitúen en el
bloque inferior o en el superior, tendremos líneas de corte de bloque inferior y de bloque
superior respectivamente. La intersección de una línea de corte con la superficie topográfica
da lugar a la aparición de puntos de corte (Fig. 9.9).
- Desplazamiento. Es una distancia asociada al movimiento relativo efectuado por las rocas a
lo largo de la superficie de falla. Para describir el desplazamiento real de una falla se utiliza
el concepto de desplazamiento neto (“net slip”), que se define como la distancia, medida
sobre el plano de falla, entre dos puntos originalmente adyacentes y situados, después del
movimiento de la falla, sobre labios opuestos de ésta. El desplazamiento neto se
descompone habitualmente en dos componentes contenidas en el plano de falla: el
desplazamiento en dirección (“strike-slip”), que es la componente en la dirección de la
horizontal del plano de falla, y el desplazamiento según el buzamiento (“dip-slip”), que es la
componente en la dirección de máxima pendiente de dicho plano. El desplazamiento real se
refiere generalmente a un movimiento relativo de los dos bloques de falla. El movimiento
absoluto sólo puede determinarse en algunos casos especiales, como, por ejemplo, en fallas
recientes. Ante la dificultad de conocer el desplazamiento neto, se suele considerar un
desplazamiento aparente, cuya medida viene dada por la separación (Fig. 9.5A) que es la
distancia, medida en una dirección determinada, entre dos líneas de corte homólogas. Según
cual sea la dirección a lo largo de la cual se efectúa la medida, se habla de separación
horizontal, separación vertical, separación según el buzamiento, etc. Dos componentes muy
usadas de la separación en buzamiento son: la componente horizontal y la componente
vertical o salto. La relación entre el desplazamiento real y el aparente no es obvia, pudiendo
ser ambos muy diferentes. El desplazamiento aparente depende de la posición del plano de
falla, de la posición de los estratos y del plano sobre el que se realizan las observaciones.
Billings (1972) ha ilustrado ampliamente la relación entre desplazamiento y separación
(Fig. 9.3). En general, cuando el desplazamiento neto es paralelo a la estratificación, no se
observa desplazamiento aparente sobre el mapa o sobre la sección transversal (Fig. 9.3A y
B).
- Línea terminal (“tip line”) (Fig. 9.6). Es la línea donde el desplazamiento se anula; separa la
parte fallada de la roca de la parte no fallada. Su intersección con la superficie del terreno
determina un punto terminal.
- Zona de falla. En ocasiones, una falla no se presenta como una discontinuidad neta, sino que
aparece como una zona con pequeñas fracturas entrelazadas y otras estructuras y rocas
-rocas de falla- asociadas; ésta se denomina «zona de falla», pudiendo llegar a tener
centenares de metros de espesor.
- Escarpe de falla. Es la pared que se origina como consecuencia del movimiento de una falla
con un desplazamiento apreciable según el buzamiento y próximo a la vertical.
Normalmente, y salvo en fallas muy recientes, este escarpe original está totalmente
destruido por la erosión posterior, lo cual desfigura totalmente la morfología primitiva de
una falla, ya que, después de la citada erosión, el escarpe de falla queda reducido a una
9.3

línea, que es la traza de la falla. A veces, la erosión de una falla por ríos transversales a ella
da lugar al desarrollo de unas facetas triangulares que quedan como restos del escarpe de
falla antes de su destrucción total. En ocasiones, una falla pone en contacto rocas de
resistencia muy diferente frente a la erosión, convirtiéndose así en una zona de debilidad
que permite el desarrollo de un escarpe posterior al desarrollo de la falla que se denomina
«escarpe de línea de falla» y que no debe ser confundido con el escarpe de falla original.

Figura 9.3. Relación entre el desplazamiento real y el aparente (Según Billings 1972). En A y B el
desplazamiento neto es ab, mientras que el desplazamiento aparente es nulo. En C, el desplazamiento real y el
aparente coinciden en la sección vertical. En D, el desplazamiento aparente sobre la sección vertical da una
imagen errónea del desplazamiento real ab, mientras que en la sección horizontal el desplazamiento real y el
aparente coinciden. Todos los diagramas I muestran los bloques de falla antes de la erosión, muestras que los
diagramas II muestran los bloques de falla después de una erosión.
9.4

- Espejos de falla (“slickensides”). Son superficies pulidas que resultan del desplazamiento a
lo largo de la superficie de falla (Fig. 9.4A). Se interpretan como el resultado de la acción
abrasiva de la roca durante el desplazamiento. Muchos espejos de falla deben su aspecto
pulimentado al crecimiento de una delgada cubierta mineral durante el movimiento de la
roca; su composición mineral depende de la de la roca donde se produce la falla, siendo
frecuentes cubiertas de cuarzo, calcita, clorita, epidota, serpentina, etc. En los espejos, se
encuentran a menudo rasgos rectilíneos (“slickenlines”), que pueden ser estrías
(“slickenstriae”) debidas a la abrasión o bien, más frecuentemente, minerales con hábito
fibroso (“slickenfibers”) (Figs. 9.4B y 9.14). Estas fibras o estrías suelen presentar pequeños
escalones (“slickensteps”), cuya altura es de milímetros o de fracciones de milímetro. En
ocasiones, las marcas producidas en la roca por el desplazamiento alcanzan gran tamaño y
se denominan “surcos de falla” (“fault grooves”).

Figura 9.4. A, espejo de falla en calizas (Kusadasi, costa del mar Egeo; Turquía). B, cuarzo fibroso sobre una
superficie de falla; pueden apreciarse claramente los escalones transversales a las fibras que indican un
movimiento relativo hacia arriba de la roca fotografiada, durante el desarrollo de la falla, en la dirección indicada
por las fibras (Cangas del Narcea, Asturias).

Clasificación de las fallas


La clasificación más utilizada de fallas se basa en el valor relativo de las componentes
del desplazamiento neto y la relación que existe entre las posiciones de la superficie y de los
bloques de falla. De acuerdo con este criterio se distinguen los siguientes tipos (Fig. 9.5):
- Fallas con desplazamiento según el buzamiento. En ellas, este desplazamiento predomina
netamente sobre el desplazamiento en dirección. Pueden dividirse en dos categorías:
a) Fallas normales. En ellas, el bloque hundido es el bloque superior.
b) Fallas inversas. En ellas, el bloque hundido es el bloque inferior.
- Fallas de desplazamiento en dirección (o fallas de “strike-slip”). Son aquellas en las que
esta componente de desplazamiento predomina netamente sobre la componente según el
buzamiento. Pueden a su vez dividirse en dos grandes tipos:
a) Fallas sinestras. En ellas, el bloque opuesto al del observador se desplaza
relativamente hacia la izquierda.
9.5

b) Fallas dextras. En ellas, el bloque opuesto al de observador se desplaza relativamente


hacia la derecha.
- Fallas de desplazamiento oblicuo (Fig. 9.2). En ellas, las dos componentes del
desplazamiento neto presentan valores apreciables.

Figura 9.5. Principales tipos de fallas. A, falla normal (s es la separación vertical, que en este caso coincide con
el salto). B, Falla inversa. C y D, fallas de desplazamiento en dirección dextra (C) y sinistra (D). Las rectas r son
líneas de corte.

Existen además otras clasificaciones secundarias de las fallas que dan lugar a términos
de valor meramente descriptivo. Veamos algunas de ellas:
- Según la naturaleza del movimiento de la falla. Los dos tipos más sencillos son (Fig. 9.6):
a) Fallas traslacionales. Están caracterizadas por una superficie de falla plana y un
valor constante del desplazamiento neto.
b) Fallas rotacionales. En ellas, un bloque de falla ha sufrido una rotación respecto al
otro, lo cual conduce a una pérdida de paralelismo de las capas a ambos lados de la
falla. Dentro de ellas, pueden destacarse dos tipos: fallas de tijera, en las que el
desplazamiento varía de acuerdo con un gradiente constante, de forma que el eje de
rotación es normal al plano de falla; y fallas lístricas, presentan una superficie de
falla cóncava hacia arriba, de forma que el eje de rotación es subparalelo a la
superficie de falla.
Además de estos movimientos, hay que citar aquellos que implican una deformación
diferencial sobre los bloques de falla y que implican leyes complicadas de variación del
desplazamiento neto a lo largo de la falla. En todo caso, debe destacarse que, dado que las
9.6

fallas terminan necesariamente hacia los lados, su desplazamiento debe de finalizar


progresivamente hacia sus extremos o bien, debe ser compensado o transformado mediante el
desarrollo de determinados tipos de estructuras.

Figura 9.6. A, Falla translacional. B y C, fallas rotacionales: (B) de tijera (t es la línea terminal); (C) lístrica con
deformación en el bloque superior.

- Según el buzamiento  del plano de falla, se habla de fallas de alto ángulo ( = 45º), y de
fallas de bajo ángulo ( < 45º). En particular, las fallas inversas de bajo ángulo reciben el
nombre de cabalgamientos (“thrusts”).
- Según su posición en relación con otras estructuras, se habla de fallas longitudinales,
transversales y oblicuas.
- Según la disposición relativa de las fallas, se tienen:
a) Fallas paralelas; en particular, cuando todas han jugado en el mismo sentido se habla
de fallas escalonadas.
b) Fallas periféricas; son fallas arqueadas que limitan un área más o menos circular.
c) Fallas radiales, irradian a partir de un punto.
d) Fallas sintéticas y antitéticas; son fallas asociadas a otra mayor y que buzan en el
mismo o en sentido opuesto al de ella respectivamente.
Cabe citar finalmente la existencia de dos asociaciones importantes de fallas
denominadas «fosas tectónicas» (“graben”) y «pilares tectónicos» (“horst”), se trata de un
bloque hundido o elevado respectivamente, generalmente alargado, y limitado por conjuntos
de fallas, habitualmente normales.

Figura 9.7. Algunos símbolos usados para representar una falla en un mapa geológico. A, trazo grueso para
representar una falla sin distinción de tipo. B, Trazo dentado para representar un cabalgamiento; los vértices de
los "dientes" apuntan hacia el bloque cabalgante (situado en este caso a la izquierda del trazo). C, Trazo con
pequeños segmentos representando una falla normal; los segmentos se sitúan en el bloque hundido (situado en
este caso a la izquierda del trazo). D, trazo con flechas indicando el desplazamiento relativo en una falla de
desplazamiento en dirección (dextral en el presente caso).
9.7

En cartografía geológica el trazado de una falla se representa por una línea más gruesa
que la usada para representar los contactos estratigráficos entre formaciones. No obstante,
para representar tipos específicos de fallas, se utilizan símbolos especiales; los más usados se
muestran en la Fig. 9.7.

Problemas relacionados con fallas


El desmantelamiento por la erosión de parte de los materiales de los bloques de falla
tiene como consecuencia el que desaparezcan algunas de las características primitivas de las
fallas. Esto da lugar a una serie de problemas de orden práctico que serán analizados a
continuación.
Reconocimiento de la existencia de una falla.- Si una falla puede observarse en un corte
natural o artificial, es posible obtener datos precisos sobre sus características geométricas. Sin
embargo, a veces las fallas son difíciles de reconocer en el campo. En general, una falla es
mucho más fácil de poner en evidencia si pone en contacto rocas diferentes que si queda
incluida en una sola formación. Entre los criterios más utilizados para el reconocimiento de
fallas están los siguientes:
- Discontinuidad de estructuras. Si un grupo de estratos termina bruscamente contra estratos
diferentes, la superficie de discontinuidad representa probablemente una falla (Fig. 9.8). Sin
embargo esto no es una prueba definitiva, ya que puede ser debido también a discordancias,
a contactos intrusivos o, en pequeña escala, a estratificación cruzada. Este tipo de
discontinuidades se observa a veces mejor sobre fotografía aérea o sobre imágenes de
satélite que en el campo, y reconocen cuando se elabora una cartografía geológica, de forma
que las fallas quedan indicadas en un mapa geológico mediante una línea gruesa.
- Repetición u omisión de unidades litoestratigráficas (Figs. 9.9, 9.10 y 9.11). La presencia de
una inconsistencia en la sucesión estratigráfica de una región es una buena prueba de la
existencia de fallas; en el caso de una omisión de estratos, debemos asegurarnos de que no
se trata de una laguna estratigráfica o de una discordancia.
- Criterios morfológicos. Existen algunos rasgos que pueden indicarnos la existencia de una
falla, tales como escarpes de falla, escarpes de línea de falla y manantiales alineados, sobre
todo si son de agua caliente. Asimismo, las fallas representan zonas trituradas que son
fácilmente erosionables, por lo cual coinciden a menudo con zonas deprimidas.
- Existen asimismo una serie de estructuras y de rocas que se asocian al desarrollo de las fallas
y que, en consecuencia, también pueden servir para indicar la existencia de éstas. Este tipo
de rasgos serán descritos más adelante.
- Cambios bruscos de vegetación. Una discontinuidad lineal en la vegetación de un área puede
evidenciar la existencia de una falla. Este es un rasgo que se observa preferentemente en
fotografía aérea (Fig. 9.12) y se debe a que una falla puede poner en contacto materiales de
diferente naturaleza y grado de humedad. En este caso, la existencia de una falla debe de ser
contrastada mediante observación sobre el terreno.
9.8

Figura 9.8.- Fotografía aérea en las que pueden observarse varias fallas con desplazamiento pequeño y dirección
E - W. Las capas son subhorizontales, presentando un trazado marcadamente sinuoso que sigue
aproximadamente las curvas de nivel, y las fallas aparecen como líneas rectas a lo largo de las cuales las capas
claras de caliza están cortadas y desplazadas (Calizas del Cretácico superior en la Sierra Salvada, Álava).

Figura 9.9. Mapa y corte geológico en que


se puede observar una falla inversa de
trazado N – S, que levanta el bloque oriental
y da lugar a una repetición de las
formaciones.
9.9
9.10

Figura 9.11. Sondeos verticales realizados en zonas donde existe una falla. A, caso de una falla normal; el
sondeo b corta la falla y como consecuencia se observa la ausencia de una parte de las rocas de la columna
estratigráfica con relación a las columnas cortadas por los otros sondeos. A, caso de una falla inversa; el sondeo
b corta la falla y como consecuencia se observa la repetición de una parte de las rocas de la columna
estratigráfica con relación a las columnas cortadas por los otros sondeos.

Figura 11.12. Fotografía aérea que muestra diversas fallas de trazado aproximadamente E – W cuya existencia
queda de manifiesto por la existencia de discontinuidades rectilíneas de la vegetación (parque natural de
Valderejo, Álava).

Reconocimiento del tipo de falla.- El reconocimiento del tipo a que pertenece una falla dada
puede realizarse directamente en el campo o bien a partir de la cartografía. En ambos
métodos, se requiere conocer dos características de la falla, que son:
- Orientación del plano de falla.
- Dirección y sentido del desplazamiento.
Orientación del plano de falla.- La posición del plano de falla puede determinarse localmente
en el campo mediante medida directa con la brújula. En cartografía, puede conocerse también
dicha posición, a partir del trazado de la falla, mediante la regla de la V (Figs. 9.9 y 9.10).
Dirección y sentido del desplazamiento.- La determinación de estos elementos geométricos
presenta mayor dificultad. En el campo, a veces podemos observar, cuando el desplazamiento
no es grande, la correlación que existe entre las capas que han sido desplazadas por la falla.
Sin embargo, debemos tener muy presente que el desplazamiento que se deduce es aparente,
9.11

ya que no se observan dos puntos originalmente adyacentes y desplazados por la falla. En


general, se necesita, para resolver el problema, conocer la posición de dos superficies planas
diferentemente orientadas y cortadas por la falla, a no ser que se disponga de algunas
estructuras asociadas, que a menudo resultan ser buenos indicadores de la dirección y sentido
del desplazamiento. Entre estas estructuras están las siguientes:
- Estrías y fibras minerales. Las estrías se han interpretado generalmente como el resultado de
la acción del material triturado sobre las paredes de la falla durante el movimiento. Las fibras
minerales son mucho más frecuentes y se forman en los espacios vacíos que se originan
durante el desarrollo de la falla como consecuencia de las rugosidades de la superficie de falla
en un medio con una alta presión del fluido en los poros de la roca (Figs. 9.13 y 9.14).
Tradicionalmente, las estrías y las fibras minerales se han considerado paralelas al
desplazamiento de la falla, y los escalones de las fibras se adoptan como criterio para conocer
el sentido del desplazamiento neto. Escalones sobre paredes opuestas tienden a separarse. Si
los escalones son muy pequeños, el sentido del desplazamiento neto se puede conocer por el
tacto; el dedo desliza fácilmente escalones abajo de las fibras, pero lo hace con mucha mayor
dificultad en sentido contrario.
El mencionado criterio debe ser, no obstante, usado con precaución por las siguientes
razones:
1.- Las producen movimientos del orden de unos pocos centímetros.
2.- Las fibras son frecuentemente destruidas durante los sucesivos movimientos de la falla,
de forma que sólo registran el último movimiento de ésta.
3.- A veces aparecen sobre un mismo plano de falla dos o más conjuntos de fibras oblicuos
entre sí, e incluso indicando en ocasiones sentidos opuestos, lo cual se ha interpretado
como el resultado de cambios en la dirección del desplazamiento o de movimientos
sucesivos. En consecuencia, la utilización de las fibras de minerales o de estrías como
criterio para conocer la dirección y el sentido de desplazamiento de una falla es útil
sobre todo cuando los resultados coinciden en diversas localidades para un mismo plano
de falla o cuando el resultado puede ser contrastado mediante la utilización de otros
criterios.
- Arrastre de falla. Este término se refiere a la flexión que sufren a menudo las capas al
acercarse a una falla. Estas flexiones pueden tener lugar antes que la falla, de forma que
cuando se amplifican se produce la rotura. También pueden ser debidas a la fricción que
existe en el plano de falla durante el desplazamiento. Algunos autores admiten que el
arrastre puede servir de criterio para conocer el sentido del desplazamiento, pero tal criterio
debe usarse con precaución, puesto que a veces el movimiento de una falla puede
producirse en etapas con sentidos de desplazamiento opuestos. Además, pueden también
producirse pliegues próximos a fallas para acomodar la geometría de los bloques de falla a
la de la superficie de falla; estos pliegues pueden confundirse con el arrastre de falla y dar a
veces un sentido erróneo al movimiento de la falla. Se trata en consecuencia de un criterio
cuya validez aumenta cuando se contrasta con otros criterios.
9.12

Figura 9.13. Perfil en el que se muestran escalones


formados en el desarrollo de fibras minerales sobre
una superficie de falla. A, Formación de la superficie
de falla. B, Desplazamiento de la falla y crecimiento
simultáneo de fibras de minerales en la dirección del
desplazamiento. C, Superficie expuesta después de la
erosión. Según Durney y Ramsay (1973).

Para indicar el sentido del desplazamiento, existen finalmente otros criterios basados en
la existencia de determinados marcadores cinemáticos relacionados con foliaciones tectónicas
o con determinados rasgos microestructurales; tales marcadores aparecen asociados
principalmente a fallas que llevan asociada una importante deformación dúctil. A partir de la
cartografía geológica, también es posible obtener conclusiones acerca del movimiento de una
falla. Así, si el movimiento de la falla lleva consigo la aparición de un bloque elevado y otro
hundido, el diferente nivel de erosión alcanzado en ambos bloques permite reconocer estos.
Así, si la sucesión estratigráfica presenta una disposición normal previamente al desarrollo de
la falla, la erosión suele dejar sistemáticamente aflorar formaciones más antiguas en el bloque
elevado en contacto con formaciones más modernas en el hundido (Figs. 9.15A y 9.16A y B).
De este modo, si las capas afectadas por la falla forman un antiforme recto o inclinado no
volcado (Figs. 9.15A y 9.16A y B), éstas se encuentran, después de una erosión, más
separadas entre sí en el bloque elevado que en el hundido y, si se trata de una falla normal o
inversa, los desplazamientos aparentes tienen sobre el mapa sentidos opuestos; lo contrario
sucederá si se trata de un sinforme. Si sobre el mapa, capas con distinta posición tienen
aproximadamente la misma separación y el desplazamiento aparente es en el mismo sentido
(Figs. 9.15B y 9.16C), la componente horizontal del desplazamiento predomina sobre la
componente en buzamiento, en cuyo caso se observa además que los materiales más antiguos
(o más modernos) no se sitúan preferentemente sobre un lado de la falla. Es claro que pueden
existir todos los casos intermedios entre los dos citados. Cuando la falla corta a una sucesión
homoclinal, no se puede conocer, a partir de datos exclusivamente cartográficos, el tipo de
desplazamiento ni, por tanto, el tipo de falla de que se trata. Si, mediante los métodos que
acabamos de exponer, determinamos la dirección y sentido del desplazamiento neto, la
utilización de esta información conjuntamente con la posición del plano de falla nos permite
determinar el tipo de falla de que se trata.
9.13

Figura 9.14. Aspecto de una falla en fotografía aérea (A) y sobre el terreno (B y C) (Ilarduia, Alava). En A, la
flecha indica la situación de la falla, que se presenta como una hendidura y que desplaza las calizas cretácicas, de
manera que el bloque NW parece desplazado relativamente hacia el WSW. En B se comprueba sobre el terreno
que la falla coincide con una angosta hendidura como resultado de la fácil erosión de las rocas de la zona de
falla. Se observa además la presencia de largas fibras minerales de calcita, cuyo detalle puede verse en C. Dichas
fibras son subhorizontales, lo que indica que se trata de una falla de desplazamiento en dirección.

Figura 9.15. Bloques diagrama


mostrando la disposición de
una capa plegada en antiforme
afectada por una falla vertical y
después de la erosión. A, Fallas
con desplazamiento vertical. B,
Fallas con desplazamiento
horizontal (según Bonte 1969).
9.14

Figura 9.16. Esquemas en planta que muestran el efecto cartográfico que produce una falla que corta un
anticlinal, con charnela inclinada al W, en un terreno plano y horizontal (las materiales verdes oscuros, al estar
en el núcleo del pliegue, son los más antiguos). A, falla normal; el bloque elevado e inferior es el oriental. B,
Falla inversa; el bloque elevado y superior es el occidental. C, Falla con desplazamiento en dirección.

Rocas de falla
En las zonas de falla, tienen lugar a menudo profundas transformaciones en las rocas,
originándose las llamadas rocas de falla. Estas pueden ser de tipos muy diversos, dependiendo
de las condiciones en que se originen. Atendiendo al mecanismo de formación se pueden
dividir en tres grupos:
- Rocas cataclásticas. Se caracterizan por no presentar foliación y estar constituidas por
fragmentos angulosos embebidos en una matriz. Dentro de este grupo se distinguen las
siguientes rocas o grupos de rocas:
· Serie de las brechas. Presentan un porcentaje en matriz inferior al 30%. Dependiendo
del tamaño de los fragmentos se clasifican en:
·· Megabrechas. Tamaño de los fragmentos superior a 0,5 m.
·· Brechas. Tamaño de los fragmentos entre 1 y 500 mm.
·· Microbrechas. Tamaño de los fragmentos entre 0,1 y 1 mm.
· Harina de falla (“fault gouge”). Se trata de material incoherente cuyo porcentaje en
matriz es inferior al 30%. Los fragmentos son inferiores a 0,1 mm.
· Serie de las cataclasitas. Presentan un porcentaje en matriz superior al 30%. Sus
fragmentos presentan habitualmente un tamaño inferior a los 10 mm. Dependiendo del
porcentaje en matriz se clasifican en:
·· Protocataclasitas. Porcentaje en matriz entre el 30 el 50%.
·· Cataclasitas. Porcentaje en matriz entre el 50 y el 90%.
·· Ultracataclasitas. Porcentaje en matriz superior al 90%.
- Rocas miloníticas (o serie de las milonitas). Se trata de rocas fuertemente foliadas y con una
marcada lineación de minerales sobre las superficies de foliación. Se desarrollan
principalmente a partir de rocas cuarzosas o cuarzo-feldespáticas y están constituidas por
granos fuertemente alargados (con forma de tiras) embebidos en una matriz de pequeños
granos. Dependiendo del porcentaje en matriz se clasifican en:
· Protomilonitas. Porcentaje en matriz entre el 10 y el 50%.
9.15

· Milonitas. Porcentaje en matriz entre el 50 y el 90%.


· Ultramilonitas. Porcentaje en matriz superior al 90%.
Además de estos tipos de milonitas están las blastomilonitas, que son milonitas en las
que ha tenido lugar una recristalización metamórfica estática con posterioridad a su
formación, por lo cual, el carácter milonítico de estás rocas tiende a quedar enmascarado.
- Psudotaquilitas. Son rocas en las que el mecanismo básico es la fusión debida al calor
generado por la fricción que tiene lugar sobre el plano de falla durante el movimiento de
ésta. Se caracterizan por la presencia de vidrio y de material con un tamaño de grano
inferior a 1 m.

Cabalgamientos y mantos de corrimiento


Los cabalgamientos (“thrusts”) son fallas inversas de bajo ángulo de buzamiento
(menor de 45º) que a veces implican un importante desplazamiento de grandes masas de roca,
las cuales reciben el nombre de mantos de corrimiento. El desarrollo de un cabalgamiento
mayor conlleva a menudo la aparición de otros menores asociados, así como de otras
estructuras tales como pliegues. A menudo, los cabalgamientos siguen la estratificación a lo
largo de grandes distancias; en tal caso, las masas de roca desplazadas se denominan «mantos
de despegue» (“décollement nappes”). Una característica importante de los cabalgamientos es
que, cuando afectan a una sucesión indeformada, dan lugar a la superposición de estratos más
antiguos sobre otros más modernos (Fig. 9.17), implicando un importante acortamiento
tangencial a la corteza.
En una región con mantos y cabalgamientos, se distinguen cabalgamientos de diversos
órdenes de dimensiones (Fig. 9.17). Los mayores son los cabalgamientos principales o basales
de los mantos. Estas unidades mayores presentan generalmente una estructura interna
complicada, con la existencia de cabalgamientos menores que determinan la aparición de
unidades desplazadas menores que denominaremos «escamas». El término «unidad alóctona»
lo usaremos con un significado general para englobar a los mantos (unidades alóctonas
mayores) y a las escamas (unidades alóctonas menores). Es importante distinguir, por tanto,
entre escama o manto, que es una masa alóctona de roca, y cabalgamiento, que es la fractura
sobre la que reposa dicha masa.

Figura 9.17. Elementos geométricos que pueden definirse en los cabalgamientos y mantos de despegue en un
corte realizado a lo largo de la dirección del movimiento. En la figura, no se han tenido en cuenta los efectos de
la erosión y de la sedimentación, que darían lugar a una eliminación de material en las zonas elevadas y a un
depósito en las zonas deprimidas. A, cabalgamiento basal; B, falla lístrica contraccional; C, zonas planas; D 1,
rampas de bloque inferior; D2, rampas de bloque superior; E, bloque superior (o cabalgante); F, bloque inferior
(o cabalgado); G, culminaciones; H, paredes de culminación.
9.16

En los cabalgamientos, el bloque superior (Fig. 9.17) se denomina también «bloque o


lámina cabalgante», que es propiamente la unidad alóctona, y el bloque inferior, se denomina
también «bloque cabalgado», que es el autóctono relativo respecto del bloque superior. La
dirección y sentido del movimiento del bloque superior define la vergencia del
cabalgamiento.
Generalmente, los cabalgamientos no son planos, tratándose frecuentemente de fallas
lístricas contraccionales (Fig. 9.17), es decir, que dan lugar a un acortamiento tangencial a la
corteza. En otros casos, las superficies de cabalgamiento tienen una trayectoria en escalera
(Fig. 9.17) formada por zonas planas (o rellanos) y rampas. Una zona plana es una parte de la
superficie de cabalgamiento que era horizontal en el momento de desarrollarse la falla; en
consecuencia, cuando una lámina cabalgante es transportada sobre una secuencia sedimentaria
previamente indeformada, las zonas planas serán paralelas a la estratificación y estarán
conectadas entre sí por rampas a lo largo de las cuales el cabalgamiento asciende en la
dirección de transporte durante el desarrollo de la fractura. Las rampas (Fig. 9.17) pueden ser
de dos tipos:
- Rampas de bloque superior; en las que la superficie de cabalgamiento corta a la
estratificación del bloque superior.
- Rampas de bloque inferior; en las que la superficie de cabalgamiento corta a la
estratificación del bloque inferior.
Necesariamente, a una rampa de bloque superior, le corresponde una de bloque inferior
y ambas deben de coincidir en el momento de iniciarse el movimiento de la falla. No obstante,
con el desplazamiento a lo largo de la superficie de fractura, estas rampas se van separando
progresivamente y adquieren una situación comparable a la que se muestra en la Fig. 9.17. La
orientación de las rampas con relación a la dirección de transporte permite distinguir tres tipos
(Fig. 9.18):
- Rampas frontales; su dirección de buzamiento coincide con la de transporte y el
desplazamiento corresponde al de una falla inversa.
- Rampas laterales; su dirección de buzamiento es perpendicular a la de transporte y el
desplazamiento es subhorizontal. En determinadas circunstancias, estas estructuras laterales
se manifiestan por la alineación de terminaciones periclinales de los pliegues o bien
mediante la inmersión brusca de pliegues.
- Rampas oblicuas; su dirección de buzamiento es oblicua a la de transporte.

Figura 9.18. Tipos de rampas de acuerdo


con su orientación respecto a la dirección de
movimiento de la unidad cabalgante (según
McClay 1992).
9.17

En diversas cordilleras, se ha observado que los pliegues se pueden agrupar en dos


familias de estructuras que son aproximadamente paralelas y perpendiculares a la dirección de
transporte tectónico y representan las estructuras frontales y laterales de los mantos.
Los cabalgamientos ascienden generalmente en la dirección de transporte, pudiendo
alcanzar la superficie topográfica o submarina. Si esto no ocurre, se habla de «cabalgamientos
ciegos» (Fig. 9.19), los cuales compensan hacia arriba su desplazamiento mediante el
desarrollo de pliegues. La erosión puede hacer desparecer las líneas terminales y hacer
emerger en superficie cabalgamientos ciegos (Fig. 9.19, cabalgamiento B), por lo cual es a
veces difícil distinguir este tipo de fracturas.

Figura 9.19. Cabalgamientos ciegos. A,


superficie de erosión; B, cabalgamiento
ciego cortado por la erosión.

Asociaciones de cabalgamientos.- La asociación más sencilla de cabalgamientos es aquella


en la que las superficies de fractura divergen hacia arriba a partir de un cabalgamiento basal,
delimitando escamas o mantos de aproximadamente el mismo tamaño, de manera que las
unidades alóctonas se superponen entre sí de forma análoga a las tejas de un tejado (Fig.
9.20). Generalmente, los cabalgamientos implicados son fallas lístricas. Este tipo de
asociación recibe el nombre de «abanico imbricado» o «sistema imbricado». Las estructuras
imbricadas constituyen un medio eficaz de acortar y engrosar una secuencia de rocas. Las
líneas de intersección entre el cabalgamiento basal y las fallas lístricas reciben el nombre de
«líneas de bifurcación» (“branch lines”), cuya intersección con la superficie topográfica o con
el plano de un corte geológico da lugar a puntos de bifurcación (Fig. 9.20). A veces, un par de
superficies de cabalgamiento divergen a partir de una línea de bifurcación para converger
hacia arriba e intersectarse en una nueva línea de bifurcación. A los cuerpos de roca definidos
de esta manera se les denomina “horses” (Fig. 9.20). Un “horse” está limitado por un
cabalgamiento superior (“roof thrust”) y otro inferior (“floor thrust”); asimismo, un “horse”
está limitado por una línea de bifurcación delantera y una línea de bifurcación trasera, que
pueden estar conectadas a su vez por líneas de bifurcación laterales.

Figura 9.20. Corte geológico a través de un sistema imbricado y de un “horse”. A, B, C, D, E y F son puntos de
bifurcación.

Un sistema de cabalgamientos se presenta a veces como un conjunto imbricado en el


que los cabalgamientos se curvan asintóticamente hacia un cabalgamiento inferior y hacia un
cabalgamiento superior. Un sistema de este tipo recibe el nombre de «dúplex» (Figs. 9.21 y
9.18

9.22). En términos más generales, un dúplex puede definirse como un conjunto imbricado de
“horses”. La forma de la sección transversal de un dúplex está controlada por la geometría de
los “horses” constituyentes, es decir, por el espaciamiento entre los cabalgamientos y el
trazado y desplazamiento de éstos. Boyer y Elliot (1982) han clasificado los dúplex (Fig.
9.21) en:

Figura 9.21. Tipos de dúplex (según


Ramsay y Huber 1987). A, dúplex
buzando hacia las zonas internas; B,
apilamiento antiformal; C, dúplex
buzando hacia las zonas externas.

Figura 9.22. Fotografía de un dúplex a la escala de afloramiento e interpretación del mismo en la parte inferior
de la figura. 1, cabalgamiento superior; 2, cabalgamiento inferior. Areniscas y pizarras carboníferas (Lower
Long Beak; Cornualles; Inglaterra).
9.19

- Dúplex buzando hacia las zonas internas (“hinterland dipping duplex”); en él, los
cabalgamientos de los “horses” buzan en el sentido contrario del desplazamiento.
- Apilamiento antiformal (“antiformal stack”).
- Dúplex buzando hacia las zonas externas (“foreland dipping duplex”); los cabalgamientos
de los “horses” buzan en el mismo sentido del desplazamiento. Es el caso menos frecuente.
Los dúplexes pueden originarse de diversas maneras. Una vía posible de desarrollo se muestra
en las Fig. 9.23.

Figura 9.23. Modo de desarrollarse un dúplex por aparición de sucesivos cabalgamientos en el bloque inferior
(según Boyer y Elliot 1982). S0, S1, S2 y S3, sucesivas superficies de cabalgamiento; B 1, B2, B3, B4 y B5, puntos
de bifurcación. Se muestran además los desplazamientos de S1, S2 y S3.

Influencia de la topografía en el trazado cartográfico de los cabalgamientos.- El trazado


cartográfico de los cabalgamientos resulta de la intersección de estos con la superficie
topográfica. Ello hace que habitualmente dicho trazado sea complicado y dibuje a veces unas
figuras cartográficas características; estas son:
- “Klippes” (Fig. 9.24); se trata de un fragmento de una unidad alóctona totalmente aislado
por la erosión y rodeado cartográficamente por materiales de su autóctono relativo. Suelen
corresponder a zonas topográficamente elevadas y, si el cabalgamiento está plegado, los
“klippes” suelen coincidir con sinformes o cubetas.
- Ventanas tectónicas; representan la situación inversa a la de los “klippes”. Están
constituidas por un afloramiento del bloque inferior de un cabalgamiento rodeado
completamente por rocas del bloque superior. Las ventanas suelen corresponder a valles o
zonas deprimidas o bien, si el cabalgamiento está plegado, con antiformes, culminaciones o
domos.
9.20

Estructura interna de los mantos de despegue.- La geometría de las superficies de


cabalgamiento de las asociaciones descritas anteriormente condiciona en gran medida la
geometría de las unidades alóctonas que delimitan; como consecuencia, es frecuente que los
cabalgamientos se asocien al desarrollo de pliegues.
Como un manto se mueve sobre una superficie irregular, se originarán pliegues sobre
las rampas de bloque superior y de bloque inferior. Estos pliegues suelen consistir en
9.21

flexiones monoclinales espaciadas que, en conjunto, dan lugar a anticlinales o sinclinales con
la zona de cresta o de seno plana. Estas estructuras se denominan «culminaciones» y los
flancos son las paredes de la culminación (“culmination walls”) (Figs. 9.17 y 9.18). Cuando
una pared de culminación tiene una dirección paralela a la de desplazamiento del
cabalgamiento se le denomina «pared de culminación lateral». Una masa de roca situada
sobre una rampa frontal de bloque superior y que buza en la dirección de transporte se
denomina «pared de culminación frontal», mientras que se denomina «pared de culminación
dorsal» a la que se desarrolla sobre una rampa de bloque inferior frontal y que buza en el
sentido opuesto a la dirección de transporte. Las paredes de culminación oblicuas son las que
presentan orientaciones intermedias entre las anteriores. Un plegamiento originado de esta
manera, es decir por el desplazamiento de un bloque superior moviéndose sobre una
superficie no plana, recibe el nombre de «plegamiento por flexión de falla» (“fault-bend
folding”) (Figs. 9.17 y 9.18). En este tipo de pliegues, el espaciamiento entre antiformes
depende del espaciamiento entre las rampas y la amplitud refleja el valor de la duplicación
estratigráfica debida a la rampa.
Otro mecanismo diferente al descrito hasta ahora para originarse pliegues asociados a
cabalgamientos se conoce con el nombre de «plegamiento por propagación de falla» (“fault-
propagation folding”) (Fig. 9.19), término que se refiere al plegamiento en el entorno de una
línea terminal al propagarse un cabalgamiento. Este es el tipo de pliegues asociados a
cabalgamientos ciegos.
Asociados a los cabalgamientos, pueden aparecer además otros tipos de pliegues, como
son los pliegues despegados sobre una zona plana del cabalgamiento, y que pueden
compensar total o parcialmente el desplazamiento de éste, o los pliegues que a veces se
generan en las zonas de rampa por deformación dúctil, con un componente importante de
cizalla simple a través de las capas, en las inmediaciones del cabalgamiento.
Otros cabalgamientos que forman parte a menudo de la estructura interna de las
unidades alóctonas son los cabalgamientos retrovergentes (“back thrusts”), que pueden
definirse como cabalgamientos en los que el desplazamiento presenta un sentido opuesto al
del cabalgamiento principal. Un cabalgamiento de este tipo, conjuntamente con el
cabalgamiento basal y otro cabalgamiento de vergencia normal, delimitan a veces un área
denominada «zona triangular» (Fig. 9.25). La parte de la lámina cabalgante limitada por el
cabalgamiento basal y el retrovergente consituye una estructura plegada que recibe el nombre
de “pop-up”.

Figura 9.25. Zona triangular y “pop-up”


(según Butler 1982).

Cinemática de los cabalgamientos y mantos de despegue.- El desplazamiento de un manto


es la distancia entre dos líneas de corte de un mismo plano de estratificación, una de bloque
superior y la otra de bloque inferior, medida en la dirección del movimiento.
9.22

Longitudinalmente a esta dirección, el desplazamiento debe mantenerse constante para un


mismo cabalgamiento, salvo cuando el manto ha sufrido deformación interna, con desarrollo
de otras estructuras tales como pliegues (Fig. 9.26A y B) o cuando surgen fallas lístricas o
abanicos imbricados del cabalgamiento principal (Fig. 9.26C). El desplazamiento también
debe mantenerse constante lateralmente, a no ser que los mantos sean rotacionales en tijera,
que existan fallas laterales (o de desgarre o transferencia) (“tear faults”), o que exista una
transferencia de desplazamiento a otros cabalgamientos adyacentes o a otras estructuras, tales
como pliegues.

Figura 9.26. Desplazamiento longitudinalmente variable en un cabalgamiento por acomodación mediante el


desarrollo de determinados tipos de estructuras, tales como pliegues y foliación tectónica (A), pliegues (B) o
cabalgamientos imbricados (C). A, según Woodward y otros (1989); B y C, según Dahlstrom (1969).

En una región determinada, el conocimiento del orden temporal en que se van


produciendo los cabalgamientos, o secuencia de emplazamiento, es de suma importancia para
la reconstrucción de la historia estructural de una región. Esta secuencia puede ser de dos
tipos. Si los nuevos cabalgamientos se originan sucesivamente en el bloque cabalgado (Fig.
9.27A), la secuencia se denomina “piggy back” o “forward”. Si la nueva superficie de
cabalgamiento se desarrolla en el bloque cabalgante (Fig. 9.27B), la secuencia se denomina
“hinward”. La secuencia “forward” parece ser el tipo de propagación más frecuente.

Figura 9.27. Secuencias de desarrollo de los cabalgamientos: A, secuencia “forward”; B, secuencia “hinward”.
Los números sobre los cabalgamientos indican el orden de aparición de éstos. Según Butler (1982).

En ocasiones ocurre que, en un tipo determinado de secuencia de propagación, aparece


un cabalgamiento que no sigue el orden que corresponde a dicha secuencia, hablándose en tal
9.23

caso de cabalgamiento fuera de secuencia. Si el cabalgamiento inicial presenta una trayectoria


en escalera, los nuevos cabalgamientos pueden comenzar a propagarse en el bloque cabalgado
y converger más adelante con el cabalgamiento previo, originándose un dúplex (Figs. 9.21 y
9.22), o bien pueden cortar a dicho cabalgamiento previo (Fig. 9.28). En este último caso, es
posible conocer sus edades relativas mediante criterios geométricos, ya que en este caso unos
cabalgamientos (los más jóvenes) cortan a otros (los más antiguos), lo cual no ocurre cuando
convergen asintóticamente, tal como sucede en los sistemas imbricados y en la mayoría de los
dúplex.

Figura 9.28. Desarrollo de un cabalgamiento (2) en el


bloque inferior del cabalgamiento (1), de forma que aquel
corta en su propagación al citado cabalgamiento (1). Los
números sobre los cabalgamientos indican el orden de
aparición de éstos.

Sistemas de fallas normales


Los trabajos realizados por diversos autores en regiones deformadas en un régimen de
estiramiento y adelgazamiento cortical han puesto de manifiesto que las fallas normales
presentan a menudo una geometría comparable con la de los cabalgamientos y que conducen
también al desarrollo de importantes desplazamientos. Las características generales de la
estructura de tales regiones y los tipos de asociaciones de fallas normales han sido descritos
por varios autores (Wernicke 1981; Wernicke y Burchfiel 1982; Gibbs 1984). Una de tales
asociaciones ha recibido el nombre de «modelo del dominó» (o de balda de libros) (Fig.9.
29A) que está caracterizado por el basculamiento lateral de un conjunto de bloques limitados
por fallas normales y que es la consecuencia de una distensión tangencial de la corteza. En
este modelo se producen diversos espacios de dilatación; los superiores pueden ser ocupados
por sedimentos (Fig. 9.29B), mientras que los inferiores son a veces ocupados por flujo dúctil
del material subyacente (Ramsay y Huber 1987). En ocasiones, estos huecos pueden ser
aprovechados por material magmático, que se intruye o extruye a su través (Fig. 9.29B).
Otro modelo algo diferente del anterior lleva consigo una disminución del buzamiento
de las fallas normales con la profundidad, apareciendo éstas como fallas lístricas
extensionales (Fig. 9.30A). De este modo, estas fallas presentan a veces bajo ángulo de
buzamiento y se convierten, de manera análoga a los cabalgamientos basales, en horizontes de
despegue, de los cuales pueden partir fallas menores. El desarrollo de estos sistemas de fallas
mormales conlleva la rotación de los bloques de falla para adaptarse a la geometría de las
superficies de falla; esta rotación suele ir acompañada de un anticlinal de acomodación
denominado “roll-over” (Fig 9.30). El horizonte de despegue muestra a veces una geometría
de zonas planas y rampas (Figs. 9.30B y 9.31A) similar a la que se da en los cabalgamientos.
9.24

Estas geometrías requieren la asociación de deformación dúctil o de fallas lístricas para


resolver los problemas de espacio, formándose en este último caso abanicos lístricos (Fig.
9.31B). A veces, se originan también grupos de fallas antitéticas que dan lugar a geometrías
complicadas (Figs. 9.31C). Pueden producirse además complicaciones adicionales si la
fractura basal tiene geometría de rampa, en cuyo caso pueden producirse dúplex extensionales
(Fig. 9.31C) análogos a los encontrados en la zonas de cabalgamientos. La existencia de una
fractura basal de bajo ángulo en este modelo facilita más el movimiento del sistema de fallas
que en modelo del dominó.

Figura 9.29. Asociación de fallas normales tipo «modelo del dominó». (según Ramsay y Huber 1987).

Figura 9.30. A, falla lístrica extensional; el


movimiento daría lugar a un hueco que es evitado
por el desarrollo del roll-over (El área a es igual al
área b). B, Falla extensional con desarrollo de
zonas planas y rampas. Según Gibbs (1984).
9.25

Figura 9.31. Evolución de un sistema de fallas


extensionales mostrando el desarrollo de un
abanico lístrico extensional, de un dúplex
extensional y de fallas antitéticas (según Gibbs
1984).

Las fallas suelen originarse cuando ya los sedimentos se encuentran perfectamente


consolidados. No obstante, a veces irrumpen fallas en la cuenca de sedimentación en el
momento en que ésta se produce y se las denomina “growth faults” o fallas sinsedimentarias;
éstas son generalmente fallas normales asociadas a la distensión que lleva consigo el propio
desarrollo de la cuenca (Fig. 9.32) y se caracterizan por afectar a unidades litoestratigráficas
con distinto espesor a un lado y otro de la falla.
9.26

Figura 9.32. Desarrollo de “growth faults” (según Bruce 1972).

Fallas con desplazamiento en dirección (o fallas de “strike-slip”)


La geometría de las fallas con desplazamiento en dirección presenta algunas
peculiaridades que describiremos a continuación. Un primer problema relacionado con estas
fallas aparece en sus zonas de terminación, en las que el desplazamiento debe ser compensado
por el desarrollo de otros tipos de estructuras. Diversos ejemplos de la resolución de este
problema se muestran en la Fig. 9.33. Este problema enlaza con los problemas análogos que
presentan otras estructuras tales como los cabalgamientos o incluso los pliegues. En muchos
casos, las fallas se presentan como fracturas laterales caracterizadas porque las estructuras a
un lado y otro de la falla son diferentes y no se pueden hacer coincidir deshaciendo
únicamente el movimiento de la falla; estas fracturas reciben el nombre de «fallas de
desgarre» (“tear faults”) o «fallas de transferencia» (“transfer faults”) (Fig. 9.33F) y
presentan un desplazamiento complejo que no suele coincidir estrictamente con el de fallas de
desplazamiento en dirección.
9.27

Figura 9.33. Estructuras que pueden compensar geométricamente el movimiento de fallas de desplazamiento en
dirección. A, estado inicial; B, C y D, compensación mediante estructuras generadas por compresión (pliegues o
cabalgamientos) en los extremos de la falla; E, compensación por distensión en los extremos de la falla; F, fallas
de desgarre afectando a un plegamiento. Los tipos C y E corresponden a las denominadas «fallas
transformantes» en la Tectónica de Placas.

A veces, las fallas en dirección presentan una disposición tal que la terminación de una
de estas fallas se corresponde con la aparición de otra, lo cual recibe el nombre de
«disposición escalonada» (Fig. 9.34); en tal caso, en la zona existente entre los extremos de
las dos fallas adyacentes se originan diversos tipos de estructuras para acomodar los
desplazamientos de ambas (Ramsay y Huber 1987). Si el sentido de movimiento de las fallas
es tal que tiene a producir una compresión en la zona entre ambas fallas (Fig. 9.34A), en esta
se desarrollan pliegues y cabalgamientos, originándose una zona elevada (“uplift”) con planta
romboidal. Si, por el contrario, el sentido de cizalla de las fallas tiende a estirar la zona
comprendida entre ambas fallas (Fig. 9.34B), se originan fallas normales, que pueden
asociarse para formar fosas y convertirse éstas en cuencas receptoras de sedimentos con
planta romboidal, y que reciben el nombre de «cuencas pull-apart».
Un efecto similar al descrito se produce cuando una falla con desplazamiento en
dirección cambia la dirección de su trazado y éste presenta una geometría escalonada. En este
caso, se originan problemas de espacio que pueden conducir a compresiones o distensiones
locales (Fig 9.35). Como consecuencia, a veces, el desplazamiento en dirección va asociado a
una compresión o a una distensión en una dirección perpendicular u oblicua a la falla. Se
habla en tales casos de una transpresión (Fig. 9.35A) o de una transtensión (Fig. 9.35B)
respectivamente. Como resultado de éstas pueden aparecer pliegues o fallas asociados a la
falla mayor, produciéndose a veces asociaciones estructurales que se denominan «estructuras
en flor» (Fig. 9.36), que pueden ser positivas, cuando están asociadas a una transpresión, o
negativas, cuando lo están a una transtensión.
9.28

Figura 9.34. Estructuras que se originan entre dos


fallas de desplazamiento en dirección cuando
presentan disposición escalonada (vista en planta). A,
cuando el movimiento de las fallas genera una
compresión en la zona entre fallas; B, cuando el
movimiento de las fallas genera una distensión en la
zona entre fallas. Según Ramsay y Huber (1987).

Figura 9.35. Zona de transpresión (A) y zona de transtensión (B) asociadas a fallas de desplazamiento en
dirección con trazado escalonado (según Ramsay y Huber 1987).

Figura 9.36. Estructuras en flor.. Según Woodcock (en Park 1988).

Al igual que en otros tipos de fallas, en las fallas de desplazamiento en dirección pueden
desarrollarse “horses” y dúplexes cuando se produce un cambio en el trazado de la falla
comparable a las rampas de los cabalgamientos y de las fallas normales. En la Fig. 9.37 se
muestran ejemplos del desarrollo de tales estructuras.
9.29

Figura 9.37. Diagramas en planta que ilustran el desarrollo de “horses” en una zona de transpresión (A) y en una
zona de transtensión (B) asociadas a fallas de desplazamiento en dirección (Según Park 1988).

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