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7.

7. COMPORTAMIENTO REOLÓGICO DE LAS


ROCAS EN LA CORTEZA TERRESTRE

Cuando tratamos de aplicar los comportamientos reológicos de los materiales al


comportamiento real de las rocas en la naturaleza surgen algunos interrogantes importantes.
El más inmediato se refiere a cuál de estos comportamientos es el más adecuado para
describir el proceso de la deformación natural de las rocas. Esta cuestión es difícil de
responder, pero sabemos por la experiencia que el comportamiento de un material depende,
no sólo de su naturaleza intrínseca, sino también de las condiciones físicas en que se produce
la deformación. En el caso de la deformación natural de las rocas, sabemos que éstas sufren a
menudo importantes deformaciones permanentes que no se pueden explicar como resultado
de un proceso ocurrido en las condiciones ambientales que existen en la superficie terrestre;
por esta razón, es necesario admitir que el proceso de deformación natural se produce en unas
condiciones diferentes de las que existen en dicha superficie. De acuerdo con estas premisas,
la experiencia geológica indica que los principales factores que determinan el comportamiento
reológico de las rocas en la litosfera son los siguientes:
- Propiedades mecánicas inherentes de las rocas.
- Características del campo de esfuerzos.
- Características de la deformación.
- Temperatura
- Efecto de los fluidos contenidos en la roca.
En el presente capítulo analizaremos la influencia de los anteriores factores, para
determinar, en definitiva, cual es el tipo o tipos de comportamiento reológico de las rocas en
la litosfera. El estudio se basa fundamentalmente en el análisis teórico realizado en capítulos
anteriores, en las deducciones obtenidas a partir de la experiencia geológica y en la
deformación experimental de las rocas.

INFLUENCIA DEL TIPO DE ROCA


El comportamiento mecánico de las rocas depende, en primer lugar, de sus propiedades
inherentes, tales como la composición, textura y estructura. Es claro que, bajo unas
condiciones determinadas, tipos de rocas distintos se comportan diferentemente. Estas
diferencias son fácilmente observables en la naturaleza y para expresarlas se han utilizado con
mucha frecuencia en la literatura geológica los términos competente e incompetente. Una roca
es competente cuando su dificultad para sufrir deformación dúctil ha sido grande, mientras
que una roca es incompetente cuando su capacidad para sufrir deformación dúctil ha sido
grande. Un ejemplo que ilustra el significado de estos términos es el representado por una
estructura plegada constituida por una alternancia de capas de cuarcitas y pizarras; en tal
7.2

ejemplo, es habitual observar como en las cuarcitas, las capas plegadas presentan un espesor
constante y una fracturación abundante, mientras que en las pizarras aparecen las capas
engrosadas en las zonas de mayor curvatura, presentando además una fracturación escasa. En
este caso, es claro que las cuarcitas se comportan como una roca competente, mientras que las
pizarras lo hacen como una roca incompetente. Generalmente, estos términos se usan con un
significado relativo y se habla de diferencia o contraste de competencias para resaltar esta
desigualdad de comportamientos.

Influencia de la anisotropía en la deformación de las rocas


Una de las propiedades de las rocas que más influyen en su comportamiento reológico
y, por consiguiente, en su deformación, es su anisotropía. La mayor parte de las rocas
presentan un cierto grado de anisotropía. En el caso de las rocas sedimentarias no deformadas
esta anisotropía está representada esencialmente por las superficies de estratificación. Las
rocas ígneas y, en particular, las plutónicas pueden presentar un mayor grado de
homogeneidad e isotropía. Las rocas metamórficas, cuando se originan a partir de rocas
sedimentarias, heredan las superficies de anisotropía propias de estas rocas. En general,
aunque algunas rocas sean originalmente homogéneas e isótropas, adquieren, cuando se
deforman, unas superficies de anisotropía mecánica que van a condicionar su comportamiento
y su deformación posteriores.

Figura 7.1. Gráficas que muestran la


relación entre el esfuerzo diferencial en
fractura y la orientación de la anisotropía
de la roca con relación a la dirección del
esfuerzo principal 1. Los números sobre
las curvas indican la presión de
confinamiento de los ensayos (A, según
Donath 1972; B, C y D, según McLamore
y Gray 1967).
7.3

La anisotropía de la roca influye en su resistencia y en la posición de los planos de las


fracturas de cizalla con relación a los esfuerzos aplicados. Así, si se comprimen muestras con
anisotropía plana presentando diversas inclinaciones respecto a la dirección de 1 y a diversas
presiones de confinamiento se tienen resultados como los que muestran en la Fig. 7.1. Las
curvas son cóncavas hacia arriba y presentan un mínimo para la resistencia cuando la
anisotropía forma 30º o algo más con la dirección de 1. La mayor resistencia se encuentra
cuando la anisotropía forma 0º o 90º con dicha dirección.
Otros resultados de la experimentación se muestran en la Fig. 7.2, en la cual se relaciona
la inclinación de la fractura por cizalla respecto a la dirección de 1 con la de la anisotropía
respecto a la misma dirección. Los puntos a lo largo de la línea indican que la fractura se
desarrolló paralelamente a la anisotropía. Este es el caso para inclinaciones de la anisotropía
de 15, 30 y 45º. Cuando la anisotropía se orienta paralelamente a la dirección de 1, el ángulo
entre la fractura y dicha dirección disminuye considerablemente con relación al ángulo
predicho para materiales isótropos. La influencia de la anisotropía sobre el valor de dicho
ángulo se observa incluso para inclinaciones de ésta de 60 a 75º y solamente para
inclinaciones de 90º las fracturas forman un ángulo de unos 30º con la dirección de 1.
Los efectos de la anisotropía tienen, por tanto, importantes implicaciones geológicas.
En una roca con anisotropía plana, pueden desarrollarse fracturas de cizalla formando un
ángulo que puede ser incluso mayor de 60º con la dirección de 1. Sin embargo, hay que
destacar que la anisotropía plana no favorece el desarrollo de la fractura conjugada.

Figura 7.2. Influencia de la anisotropía (clivaje) en las Pizarras de Martinsburg (Estados Unidos) en el ángulo
que forman las fracturas de cizalla con la dirección del esfuerzo principal 1 (Según Donath 1963).
7.4

INFLUENCIA DEL CAMPO DE ESFUERZOS


Supongamos que el esfuerzo que existe en un punto de la corteza terrestre es debido
exclusivamente al peso de los materiales situados encima de dicho punto; entonces el esfuerzo
normal vertical vendrá dado por v = gz, donde  es la densidad de las rocas (del orden de 2
500 a 2700 kg/m3), g es la aceleración de la gravedad y z la profundidad. En consecuencia, v
aumentará a razón de 25 a 27 MPa por kilómetro de profundidad. Este esfuerzo se conoce
generalmente con el nombre de presión geostática o litostática. El valor del esfuerzo
horizontal correspondiente (h) (supuesto igual en todas las direcciones) depende del
comportamiento reológico de las rocas. En condiciones muy superficiales, cuando las
propiedades elásticas de las rocas predominan, cabe esperar que v > h. Sin embargo, al
aumentar la profundidad, el valor de h se aproxima al de v, lo cual significa probablemente
que las propiedades viscosas de las rocas entran gradualmente en juego. A profundidades
grandes, las propiedades viscosas dominan plenamente, de manera que puede suponerse
razonablemente que la roca se comporta entonces como un fluido, con lo cual la presión
litostática se hace igual a la de confinamiento, es decir, v = h = p. Esta situación
corresponde a un estado de esfuerzo hidrostático (o presión hidrostática p), que ha sido
denominado por Anderson (1951) estado estándar.
La geometría de las estructuras existentes en la corteza terrestre permite deducir que el
máximo esfuerzo principal compresivo ha actuado frecuentemente a lo largo de una dirección
próxima a la horizontal, de forma que el esfuerzo vertical ha sido el que constituyó la presión
confinante. El hecho de que h > v se considera generalmente debido a la existencia de un
esfuerzo tectónico o esfuerzo suplementario que se superpone al estado estándar. En este caso,
se considera que el esfuerzo diferencial 1  3 = 2máx es el responsable de la deformación de
las rocas. Las medidas de 1  3 realizadas a partir de diversas evidencias geológicas o
experimentales sugieren que los esfuerzos tectónicos implicados en la deformación natural de
las rocas son generalmente bajos. Los esfuerzos más altos han sido deducidos por Sibson
(1975) para la formación de pseudotaquilitas (rocas asociadas a fallas originadas por fusión de
la roca junto a la falla) son del orden de 250 MPa. Sin embargo, varios autores (Chinnery
1963, 1966; Ambraseys 1970; Price 1974) han obtenido, a partir del análisis de movimientos
sobre planos de fallas preexistentes, valores de 1  3 menores de 50 MPa, con un valor
medio del orden de 25 MPa. Por otro lado, a partir del análisis de los mecanismos de
deformación plástica en cuarzo y calcita en condiciones de “creep” de estado estable (Rutter
1976; White 1976), se desprende que, en las condiciones naturales, la deformación dúctil de
las rocas debe de estar producida por esfuerzos diferenciales generalmente inferiores a 20
MPa.
Por lo que se refiere al modelo natural de carga, se admite que el esfuerzo se aplica a las
rocas lentamente, hasta alcanzar un cierto valor que luego se mantiene constante durante largo
tiempo. Se trata, en consecuencia, de esfuerzos bajos aplicados durante largo tiempo, lo cual
coincide con unas condiciones de "creep". De acuerdo con los estudios miccroestructurales y
de mecanismos de deformación de algunas rocas comunes, tales como las cuarcitas, se ha
llegado a la conclusión, por parte de algunos autores, de que la mayor parte de la deformación
natural dúctil se produce en las rocas en condiciones de "creep" de estado estable.
7.5

Influencia de la presión de confinamiento


En los ensayos triaxiales, la presión de confinamiento representa al esfuerzo lateral 2
= 3, mientras que en la naturaleza, dicha presión, en un punto de la corteza terrestre sobre el
que no actúen esfuerzos tectónicos, representa el esfuerzo lateral que existe en dicho punto
como consecuencia de su posición en el campo gravitatorio y que, cuando la profundidad es
grande coincide aproximadamente con el esfuerzo vertical. La presión de confinamiento
aumenta con la profundidad y los resultados experimentales demuestran que su papel, cuando
se superponen esfuerzos tectónicos, es muy importante en el comportamiento de las rocas, por
lo cual este factor merece un análisis por separado. En general, al aumentar la presión de
confinamiento en un ensayo triaxial se observa lo siguiente (Figs. 7.3, 7.4, 7.5 y 7.6):
- En algunos casos, el módulo de Young se mantiene constante (Fig. 7.3), aunque en la
mayoría de los casos dicho módulo aumenta al aumentar la presión de confinamiento.
- El esfuerzo de fluencia aumenta (Figs. 7.3 y 7.4).
- La ordenada máxima, o resistencia de la roca, aumenta, aumentando también la deformación
permanente de la roca previa a su rotura. Las Figs. 7.5 y 7.6 muestran cómo la variación del
esfuerzo diferencial en fractura en función de la presión de confinamiento es creciente.

Figura 7.3. Curvas esfuerzo-


deformación para la Cuarcita
Rand a diversas presiones de
confinamiento (p.s.i. = libras
por pulgada cuadrada) (según
Jaeger y Cook 1969).

En la Fig. 7.4, que representa las curvas esfuerzo-deformación para diversas presiones
de confinamiento en el mármol de Carrara, se observa que para altas presiones de
confinamiento el comportamiento es completamente dúctil, lo que significa que pueden tener
lugar grandes deformaciones sin pérdida de resistencia. Así mismo, se observa que existe un
valor, no bien definido, de la presión de confinamiento en el que hay una transición del
comportamiento frágil al dúctil. Para esta presión, la pendiente de la curva esfuerzo-
deformación se anula. Estos resultados nos permiten establecer una tercera conclusión:
- Al aumentar la presión de confinamiento, se favorece el paso de un comportamiento frágil a
un comportamiento dúctil. Además, dentro del campo dúctil, dicho aumento de presión
lleva consigo un aumento del endurecimiento por deformación de la roca (Fig. 7.4).
Con relación a la anisotropía, es preciso destacar que la influencia de este factor en la
deformación y fractura de la roca disminuye al aumentar la presión de confinamiento.
7.6

Figura. 7.4. Curvas esfuerzo-deformación para el


mármol de Carrara a diversas presiones de
confinamiento (expresadas en MPa sobre las curvas)
(según von Karman, en Jaeger y Cook 1969).

Figura 7.5. Variación del esfuerzo diferencial


máximo que precede a la fractura por cizalla en
función de la presión de confinamiento para una
amplia gama de rocas ígneas (Fuentes: Ohnaka, 1973;
Paterson y Wong, 2005).

Figura 7.6. Esfuerzo diferencial en fractura para


diversos experimentos llevados a cabo en granitos a
diversas presiones de confinamiento (según Byerlee,
1967).
7.7

INFLUENCIA DE LA TEMPERATURA
La temperatura T en el interior de la corteza terrestre aumenta con la profundidad z.
Para describir tal aumento, se utiliza habitualmente el gradiente geotérmico (dT/dz), el cual
varía de unas zonas a otras en función del contexto geológico. Este gradiente se ha podido
deducir a partir de datos obtenidos en minas o en sondeos. Sus valores más bajos son del
orden de 10ºC/km, y corresponden a fosas asociadas a zonas de subducción (metamorfismo en
facies esquistos azules), mientras que los valores más elevados pueden superar los 100ºC/km,
y se encuentran localizados en áreas con un vulcanismo activo. El valor medio de este
gradiente se estima en unos 30ºC/km. Los ensayos experimentales indican que, en general, un
aumento de la temperatura en la deformación de una roca conduce a (Figs. 7.7 y 7.8):
- Una disminución de su módulo de Young y un decrecimiento del esfuerzo de fluencia.
- Una disminución de la resistencia.
- Un aumento de la deformación dúctil previa a la fractura y a una disminución del
endurecimiento por deformación.
Se observa además que, a temperaturas elevadas (unos 800ºC en el caso de las rocas de
la Fig. 7.7), el comportamiento de la roca se acerca mucho a un comportamiento elástico-
perfectamente plástico. Otro aspecto importante es que, en algunas rocas, un aumento de
temperatura puede conducir a cambios químicos que conllevan cambios en el comportamiento
mecánico. Esto es particularmente relevante en el caso de minerales hidratados.

Figura 7.7. Curvas esfuerzo-deformación para


diversas rocas. Los ensayos se realizaron para ver
la influencia de la temperatura (números sobre las
curvas) en el comportamiento de las rocas. En
todos los casos la presión de confinamiento fue de
5 kbares. Según Griggs y otros (1960).
7.8

Figura 7.8. Experimentos que muestran la


variación del esfuerzo diferencial de fractura en
función de la temperatura para diversas presiones
de confinamiento. Los datos de ensayos a presión
ambiental o a 50 MPa corresponden a la
granodiorita Charcoal y a una velocidad de
deformación de 10-4 s-1. Los datos para 80, 250 y
400 MPa se han realizado a una velocidad de
deformación de 10-5 s-1 en el granito de Westerly.
Según Wong (1982).

Para finalizar, diremos que un efecto importante de la temperatura es la dilatación o


contracción que se produce cuando tienen lugar cambios bruscos en dicha magnitud. Este
efecto es esencial en el desarrollo de algunas fracturas, particularmente en el caso del
enfriamiento que lleva consigo la generación de rocas ígneas.

INFLUENCIA DE LAS CARACTERISTICAS DE LA DEFORMACION


Algunos aspectos de la deformación influyen de manera importante en el
comportamiento reológico de las rocas. Estos aspectos son dos: a) la velocidad de
deformación, y b) la historia de la deformación.

Velocidad de deformación
Una de las mayores dificultades que presentan los ensayos experimentales de
deformación de rocas a la hora de comparar sus resultados con los del proceso de deformación
natural es que las valocidades de deformación geológicas son muy bajas y no pueden ser
reproducidas en el laboratorio. Una estimación clásica de la velocidad de deformación en la
naturaleza es la realizada por Whitten (1956), quien a partir de medidas en la falla de San
Andrés obtuvo un valor de 3  1014 s1, que ha sido considerado durante largo tiempo como
un valor representativo de la velocidad de deformación geológica. White (1975), a partir de la
relación entre el esfuerzo y la velocidad de deformación en cuarcitas deformadas, obtuvo una
velocidad de deformación igual a la obtenida por Whitten, para una temperatura de 350ºC y
un esfuerzo diferencial de 10 MPa, valores muy realistas desde el punto de vista geológico.
7.9

Fyfe y otros (1978) consideran que las velocidades de deformación en la naturaleza oscilan
generalmente entre 1010 y 1014 s1, aunque pueden existir movimientos más rápidos o más
lentos. Ejemplos de deformaciones rápidas han sido dados por Sibson (1982, 1983, 1984) que
ha estimado velocidades de deformación del orden de 1010 s1 para movimientos en algunas
partes de la falla de San Andrés (California).
En los ensayos experimentales para determinar la influencia de la velocidad de
deformación en el comportamiento de las rocas, se mantiene dicha velocidad constante a lo
largo del experimento y se registra el esfuerzo y la deformación. Dichos experimentos son de
larga duración y se denominan experimentos con velocidad de deformación controlada. Las
velocidades más pequeñas conseguidas en la deformación experimental de las rocas son del
orden de 10-8 s-1 y caen, por tanto, fuera del intervalo de la velocidad de deformación
geológica habitual. Esto constituye una dificultad, hasta el momento insalvable, de los
experimentos a la hora de considerar sus resultados como representativos de la deformación
geológica. Esto hace que sea necesario extrapolar dichos resultados a velocidades
geológicamente realistas para interpretarlos correctamente. No obstante, los análisis
experimentales permiten obtener unas conclusiones generales acerca de la influencia de la
velocidad de deformación en el comportamiento reológico de las rocas, que deben ser
razonablemente válidas para velocidades de deformación geológicamente representativas. En
este sentido, se observa que una disminución en la velocidad de deformación produce un
efecto similar al que produce un aumento de la temperatura, y conduce a (Fig. 7.9):

Figura 7.9. Curvas esfuerzo-deformación del mármol de Yule


para ensayos realizados a diversas velocidades de deformación
(números sobre las curvas en s1) (según Heard 1963).

- Un decrecimiento del esfuerzo de fluencia y, por tanto, a una disminución del campo
elástico. A veces el módulo de Young también disminuye, mientras que otras veces se
mantiene constante.
- Un decrecimiento de la resistencia.
- Un decrecimiento del endurecimiento por deformación y, por consiguiente, un aumento de la
facilidad de deformación dúctil. A bajas velocidades de deformación, el comportamiento de
las rocas se aproxima al modelo elástico-perfectamente plástico.
7.10

Historia de la deformación
En los comportamientos plásticos, la deformación, en un momento dado, depende de la
historia previa de la deformación del material que se considera. Puede decirse “a priori” que,
en la naturaleza, este efecto es muy importante, ya que las rocas se ven muchas veces
sometidas a más de un período de deformación. Además, en la naturaleza las direcciones de
los esfuerzos principales suelen cambiar entre deformaciones, por lo cual los efectos de la
historia de la deformación deben valorarse para direcciones de esfuerzos constantes y
variables.
Para investigar este factor Donath (1970) deformó primero grandes cilindros de roca
hasta un porcentaje determinado, que constituye la "predeformación", y luego ahuecó el
centro de la muestra y obtuvo un cilindro más pequeño para la posterior deformación
adicional. Esto puede verse en la Fig. 7.10, donde se muestran dos muestras "padres", una con
"muestra hija" coaxial y otra con "muestra hija" transversal. La deformación de estas muestras
(Fig. 7.11) permite deducir lo siguiente:
- La "muestra hija" coaxial es más resistente que la transversal y que la muestra previamente
indeformada.
- La "muesta hija" transversal se deforma más, para esfuerzos bajos (menores de 200 MPa),
que las otras dos, pero luego la resistencia se hace mayor que la de la "muestra padre".
Estos resultados sugieren que, en la naturaleza, se requieren para una segunda
deformación esfuerzos mayores que para la primera si la orientación de los esfuerzos
permanece constante.

Figura 7.10. Muestras coaxial y transversal obtenidas


en cada caso a partir de una muestra mayor
previamente deformada para estudiar la influencia de la
historia de la deformación en el comportamiento de la
roca (según Donath 1970).

Figura 7.11. Curvas esfuerzo-


deformación para las muestras coaxial,
transversal y previamente indeformada
(muestra mayor) de la figura anterior
(según Donath 1970).
7.11

FLUIDOS CONTENIDOS EN LA ROCA


En general, en condiciones superficiales de la corteza, todas las rocas contienen una
cierta proporción de espacios vacíos y la mayor parte de ellas contienen una fase fluida,
generalmente acuosa, bien sea ocupando los poros o como una delgada lámina distribuida a lo
largo de los límites de grano. Incluso rocas en principio “secas” pueden verse impregnadas
por agua desprendida como consecuencia de las reacciones metamórficas de deshidratación
que tienen lugar cuando dichas rocas son afectadas por altas temperaturas. En algunos casos,
los poros pueden estar intercontectados y permitir el paso del fluido y en otros no, pero, en
todos los casos, la presencia de una fase fluida influye de forma muy importante en el
comportamiento reológico de las rocas.
Para ver la influencia del fluido en los poros de una roca en el comportamiento de esta,
veamos en primer lugar las condiciones de esfuerzo vertical que existen en un punto de la
corteza terrestre situado en una roca porosa conteniendo un fluido. En primer lugar,
tendremos la presión debida a los fluidos que se conoce con el nombre de presión hidrostática
verdadera o normal y que viene dada por f = fgz1 = p, donde f es la densidad del fluido y
z1 es la profundidad medida a partir de la superficie piezométrica. Por otro lado, está la
presión litostática o geostática que es debida al peso de la roca y que viene dada por r =
rgz2, donde r es la densidad de la roca y z2 la profundidad medida a partir de la superficie
topográfica. La presión del fluido produce el efecto de soportar en parte el peso de la
sobrecarga rocosa (Fig. 7.12), de manera que el esfuerzo efectivo normal e, que actúa sobre
el punto considerado, está definido por e = r  p. A medida que la presion del fluido esta se
aproxima a la geostática, el valor del esfuerzo efectivo decrece.
La presión de los fluidos suele expresarse con relación a la presión geostática mediante
el parámetro  = p/r, donde generalmente 1 >  > 0. Para el caso del agua, el valor normal
de  es del orden de 0,45, pero Rubey y Hubbert (1959) mostraron un gran número de casos
en los que existían presiones del fluido en los poros anormalmente altas, con un valor de que
en algunos casos llegaba hasta 0,9. Estos valores anormalmente altos son debidos a la
influencia de factores tales como los esfuerzos tectónicos, la compactación, el metamorfismo,
la presencia de capas impermeables, fusión parcial, etc.
El concepto de esfuerzo efectivo, para un cuerpo poroso conteniendo una cierta cantidad
de fluidos, puede generalizarse y definirse como un tensor dado por:

  11  p  12  13 
 
 e    21  22  p  23 
 
  31  32  33  p

donde las componentes ij son las del esfuerzo en el caso de roca sin fluidos. Si existe un
fluido en los poros de la roca, el esfuerzo a considerar en su comportamiento reológico será
siempre el esfuerzo efectivo. Así, en el caso de fractura de cizalla en una roca con una presión
del fluido p, el criterio de fractura de Coulomb se escribe así:
  C   (  p)  C   (1   )
7.12

ya que p =  De esta expresión se deduce que, si aumenta la presión del fluido p (o ), el
valor de  para la fractura disminuye, lo que quiere decir que la roca rompe más fácilmente.
Desde el punto de vista geológico estos resultados tienen gran importancia, en el desarrollo
de fallas y diaclasas.

Figura 7.12. Efecto de la presión (p) del fluido en


los poros de una roca cuando ésta se encuentra
sometida a esfuerzos compresivos. Como puede
observarse, dicha presión tiende a oponerse a que
los poros se cierren.

Desde el punto de vista experimental, los principales efectos mecánicos de la presión de


poro pueden observarse en las Fig. 7.13. Al aumentar la presión de poro se observa que:
- La roca pasa del comportamiento dúctil al frágil.
- La resistencia de la roca disminuye.
- Para altas presiones de confinamiento (profundidades del orden de 10 a 15 km), la fractura
frágil solo es posible cuando  tiene un valor próximo a la unidad.

Figura 7.13. Curvas esfuerzo-deformación para ensayos


realizados a diversas presiones del fluido en los poros en la
Caliza de Solnhofen (según Rutter 1972).

En algunos casos, la presión de fluido p puede superar a la presión litostática. Si además


p supera la resistencia de la roca a la tracción, se produce una fractura de extensión que se
7.13

denomina fractura hidraúlica. Además de los efectos mecánicos descritos, la presencia de


fluidos ejerce otros efectos sobre las rocas que también modifican su comportamiento
reológico. Entre estos efectos están:
Debilitamiento hidrolítico.- El ejemplo mejor conocido de este mecanismo es el del cuarzo,
aunque también afecta a otros silicatos. El cuarzo es uno de los minerales más resistentes y
menos dúctiles de la corteza (Fig. 7.14); incluso a altas temperaturas y presiones de
confinamiento, este mineral permanece con un campo elástico importante y relativamente
frágil. Sin embargo, el cuarzo se convierte, en presencia de agua, en un mineral
extremadamente débil y dúctil bajo ciertas presiones y temperaturas. Este mecanismo,
denominado debilitamiento hidrolítico ha sido explicado por Griggs y Blacic (1964, 1965).
Según estos autores, el hidrógeno puede introducirse en la red del cuarzo por hidrólisis de los
enlaces Si-O-Si próximos a dislocaciones, para formar Si-OH.HO-Si, de manera que el enlace
de hidrógeno entre estos dos grupos es más débil que los enlaces Si-O o Si-OH, con lo cual se
romperá al alcanzarse una temperatura crítica, formándose una molécula de agua, la cual
favorecerá el movimiento de dislocaciones y, en consecuencia, la deformación dúctil.

Figura 5.14. Curvas esfuerzo deformación para cristales


de cuarzo a diversas temperaturas en condiciones secas y
húmedas. La velocidad de deformación en los ensayos
fue de 0,8  105 s1 y la presión de confinamiento fue de
1,5 GPa. Según Griggs (1967).

Deshidratación de minerales.- En minerales hidratados, se producen, al aumentar la


temperatura, cambios minerales como consecuencia de su deshidratación, lo cual conduce a
menudo a un cambio del comportamiento dúctil al frágil. Los casos más estudiados son el de
la serpentinita y el del yeso. El caso de la deformación de la serpentinita a diversas
temperaturas se muestra en la Fig. 7.15. En ella se observa un paso de comportamiento dúctil
a frágil a unos 500ºC. Esta transición coincide con la reacción de deshidratación de la
serpentina que tiene lugar a dicha temperatura para presiones comprendidas entre 350 y 500
MPa. El comportamiento del yeso (CaSO4.2H2O) es análogo. El debilitamiento y paso de
comportamiento dúctil al frágil con el aumento de temperatura y que se produce como
consecuencia de la deshidratación de todas estas rocas, se ha explicado en función de la
7.14

generación de altas presiones de poro producidas por la relajación de la fase fluida durante la
reacción correspondiente.
Disolución por presión.- La presencia de una película de agua favorece la deformación de las
rocas por disolución de material en las partes de los granos sometidos a mayor esfuerzo
compresivo y precipitación en las zonas de menor esfuerzo compresivo.

Figura 7.15. Curvas esfuerzo-deformación para ensayos


realizados a diversas temperaturas en la Serpentinita de
Tumut Pond. La presión de confinamiento de los ensayos
fue de 500 MPa. Según Raleigh y Paterson (1965).

CONCLUSION
Del análisis realizado sobre la influencia que tienen en el comportamiento de las rocas
los factores que intervienen en la deformación natural de éstas, se deduce que, en zonas
profundas de la corteza, donde existen presiones y temperaturas elevadas, donde los esfuerzos
aplicados son bajos y actúan durante largo tiempo y donde la velocidad de deformación es
muy pequeña, cabe esperar un predominio de la deformación dúctil, de forma que el campo
elástico y la fractura frágil, si es que existen, tendrán un carácter muy restringido. El
comportamiento reológico que resultará, presentará probablemente una combinación de
propiedades viscosas y plásticas, tratándose, en la mayor parte de los casos, de un
comportamiento no lineal. En zonas superficiales de la corteza, las componentes elásticas
pueden presentar mayor importancia, aunque también existirán componentes plásticas y/o
viscosas. En estos casos, la fractura frágil es también un fenómeno frecuente y puede estar
favorecida, en muchas ocasiones, por la existencia de altas presiones de poro. Estas
predicciones, que se basan en la deformación experimental de las rocas, están de acuerdo con
las características de las estructuras que se desarrollan en la naturaleza y concuerdan por
tanto, con el comportamiento de las rocas que cabe suponer a partir de la experiencia
geológica.

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