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Expertos TISOC

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THE INTERNATIONAL SCHOOL OF COACHING


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Autorías Imágenes Diseño y Arte


Equipo de Expertos TISOC DataArt / Draguenssen +Adp Design
Pixabay / +Adp

© TISOC - The International School Of Coaching


Todos los materiales intelectuales que aparecen en este libro han sido cedidos temporalmente para este uso a
TISOC 21 SL. A Excepción de las fotografías cuyos derechos han sido adquiridos a las agencias y bancos
propietarios de las mismas.

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Para ir abriendo la mente…

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¿Qué es un humano tóxico?

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Aunque profundizaremos detenidamente en los apartados siguientes, quedémonos

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con el concepto de que un humano es tóxico o contaminante, cuando a través de
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sus palabras, comportamientos y roles de conducta, ejerce y genera en los demás
una vivencia situacional no grata, que a veces puede incluso provocar conflictos.
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Pero también que es tóxico cuando dichas conductas o pensamientos son un
ataque hacia su persona.
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No hay limitaciones físicas, ni de edad para ser tóxico. El hecho de no haberlo sido
hasta una edad determinada, no indica que no se pase a dicho estado, aunque en
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efecto es más complejo. De la misma manera que esto no es un sentencia de por


vida: de la toxicidad, se sale.
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No hay limitaciones de vinculación. Un tóxico puede ser un compañero de trabajo,


una pareja, un familiar o el vecino. Aunque la toxicidad tiene mayores campos de
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expansión cuanta mayor relación hay entre ambos. Dicho de otra forma: puede que
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conozcamos a alguien del vecindario que sea tóxico, pero al no tratar con él casi
nunca, no percibimos sus efectos, en cambio sus allegados sí. En este sentido
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también debemos considerar que a veces la toxicidad, cuando las personas tienen
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un contacto muy estrecho o continuo, puede generar un efecto Síndrome de


Estocolmo, donde el no tóxico percibe el comportamiento de la otra persona como
algo normal y habitual, como una rareza de su carácter porque su cerebro ya se ha
acostumbrado a ella. En este caso no la percibe como tóxica. Solo cuando desde
fuera de esa área de influencia de le informa, o cuando deja de estar cerca de él, se
da cuenta de lo compleja que era esa relación y de la toxicidad que conllevaba.

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En general - veremos que hay matices- las personas tóxicas…

• Suelen ser negativas y con frecuencia le encuentran un «pero» a casi todo.

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• Carecen de ilusión y de metas concretas o cuando las tienen no son

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especialmente ecológicas, sino más bien egoístas e incluso perjudiciales para

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ellos o para su entorno.

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• Se suelen abandonar a una insana dejadez que les hace ver mantos negros,

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traiciones, oscurantismo y fracaso, allí dónde sólo hay pequeños problemas o
áreas de mejora.

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• Tienen tendencia a la soledad y la introversión, aunque pueden tener muchos
contactos sociales, a nivel de sinceridad e intimidad, su círculo es muy cerrado.
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• Desde fuera pueden observarse con rasgos estandarizados como la mayoría:


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simpáticos, graciosos y hasta amables. No siempre el tóxico es visible a la primera


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impresión.
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• Tienden a buscar a alguien con quien compartir “sus males” ya sea para buscar la
compasión, la comprensión o para utilizarlos en su beneficio.
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La persona
Tóxica, con
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frecuencia recela
de su entorno y
de las intenciones
que este tiene
sobre él.

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• Pueden ser manipuladores aunque no lo parezca, utilizando cambios de roles en
sus formas de personalidad para lograr objetivos de atención sobre ellos.

• En muchos casos se muestran soberbios y prepotentes porque su objetivo es


anular la valida y el éxito de los demás.

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¿Se perciben como tóxicos?

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No necesariamente, los tóxicos muchas veces no son conscientes de su singular

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esencia. Acostumbran a ignorar las sensaciones o alteraciones emocionales que
producen. Incluso cuando las otras personas se las manifiestan, pueden pensar que

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no va con ellos. Suelen escudarse en malos entendidos, formas interpretativas y, en
el peor de los casos, en la baja autoestima de otros, en la envidia que les tienen o

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en su incapacidad.
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En general, no se ven a sí mismos como personas tóxicas ni mucho ni poco. Están
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los que piensan que la vida es injusta, que no les trata bien, o que no tienen la
suerte que se merecen o que los demás no les prestan la debida atención. Y por
otro lado están los que consideran que son los mejores seres del mundo. Un mundo
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que necesitan “dominar” al resto para evidenciar o que son superiores a ellos, o que
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están actuando así para salvarles.


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Un tóxico -dado que suele ser inconsciente de su comportamiento, porque tiene


dificultades en reconocerlo objetivamente- no pretende serlo, pero el problema es
de

que tampoco tiende a detenerse para ver qué está haciendo que afecte a otros o
incluso a sí mismo. Por ello entra en un círculo vicioso de difícil salida.
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¿Dónde reside su poder de toxicidad?


En los casos de toxicidad pasiva, cuando la persona parece ser el receptor de todos
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los males, su apariencia es de normalidad hasta que se profundiza en la relación con


ellos y poco a poco, nos vamos dando cuenta que todo era una actuación falaz. En
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los casos de toxicidad activa, cuando el tóxico actúa contra el mundo o manipula a
otros porque se cree mejor que ellos, su poder está en los ataques emocionales que
es capaz de producir.

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Uno de los elementos de fuerza de la persona tóxica pasiva es su capacidad para
generar una profunda interacción y conexión con su entorno más directo nivel
emocional. Su manifestación verbal y actitudinal de lo que les sucede en la vida hace
que el comportamiento empático de los demás hacia lo que les ocurre a los tóxicos
(mala suerte, desavenencias, confusión, tristeza, problemas generales) sea el anzuelo

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- habitualmente involuntario, que sirve para que los demás caigan bajo sus garras.

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Sus ideas de fracaso, su vibración en tonos de voz, actitudes y sus preocupaciones,
generan un gran campo de energía emocional que emana de ellos pudiendo llegar

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a provocar estrés, cansancio, confusión, dispersión o alteración emocional.

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¿Cómo detectarlos o estar alerta?

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Nadie lleva un cartel de «soy tóxico” en la frente y aunque si no conocemos a esa
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persona, la primera impresión a veces es subjetiva, en ocasiones resulta muy
reveladora.
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Si más allá del físico o de las formas de expresión y comportamiento de un


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individuo, percibimos de manera intuitiva que genera desconfianza, confusión o


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algún tipo de repulsión injustificada, debemos prestar atención hasta que sepamos
con seguridad que su comportamiento no es de índole tóxico. Recordemos que
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todos tenemos derecho a tener un mal día o un mal momento.


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Hay síntomas que nos ofrecen bastante claridad: el pesimismo, la dejadez, la queja,
reiterativa etc. Sin embargo, esas manifestaciones no siempre están claras. Por el
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mero hecho de sentir que una persona nos da «mala espina» no debemos pensar
que es alguien tóxico. Debemos ver el contexto y entender si esa realidad que
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percibimos es puntual, por una anomalía emocional pasajera o habitual. Y aunque


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siempre debamos estar prevenidos, tampoco hay que caer en la obsesión.


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Aunque en los apartados correspondientes veremos las tipologías de actuación que


nos ayudarán a detectar mucho mejor cómo se comporta una persona tóxica y qué
hacer en ese caso, veamos algunos tips que nos pueden ayudar.

17 © Expertos TISOC · Humanos Tóxicos


Observaremos con atención los
encuentros con aquellas personas que
parecen destilar negatividad por lo que

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hacen o dicen, en especial cuando

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aseguran que su “desgracia” es “por

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culpa de los demás” o de su “mala

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suerte”.

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Activaremos la alertas, sin juzgar, cuando
en un contacto de confianza o intimidad,

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se suelen reproducir y emitir sensaciones
reiterativas de adversidad, negatividad o
en
pesimismo muy profundo.
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Debemos aprender a distinguir entre una


persona tóxica y otra que simplemente es
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negativa. El tóxico se queja y, además,


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proyecta negatividad. El pesimista que


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todo lo ve complejo, no necesariamente


nos transmite sensaciones adversas
aunque su discurso puede alterar nuestras
de

emociones.
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El tóxico puede generar alteraciones


emocionales en nuestra vivencia con él,
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provocando dispersión, apatía, o


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nerviosismo; mientras que el pesimista


nos generará rabia, sentimientos de
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lástima o simplemente desinterés. Muchas


veces confundimos las dos
manifestaciones de las personalidades
referidas.

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El mejor remedio para evaluar ante qué tipo de persona estamos, es ver cómo nos
sentimos tras el encuentro. Si nos acordamos reiteradamente de él, nos sentimos
afectados física o mentalmente y percibimos inquietud, puede tratarse de una
reacción al tóxico. Entre otras cosas porque sus comentarios y acciones son capaces
de generar mucha más vinculación emocional y mental con ellos. Por el contrario, si

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el encuentro es vivido como uno más, y no percibimos más afectación que el

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sentimiento empático de impotencia por no poder cambiar la situación que se ha

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generado por el estado de ánimo de aquella persona, estamos ante un posible o

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negativista.

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Si al establecer una conversación con alguien, cuya energía nos resulta desconocida,
notamos que los pensamientos negativos o las ideas nefastas se acumulan en la

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mente, debemos sospechar de estar ante un tóxico, aunque más adelante veremos
que tal vez se trata de una sencilla repulsión. Recordemos la existencia de nuestras
en
neuronas espejo y la capacidad que, en ciertas circunstancias, hacen que nos
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identifiquemos con los demás hasta el punto de poder “contagiarnos”
metafóricamente de lo que les ocurre o todo lo contrario: desvincularnos del todo.
Si estas mismas sensaciones se reiteran a cada nuevo encuentro, es posible que
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estemos frente a una persona tóxica.


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Cuando al margen de los argumentos expuestos o las ideas divergentes, notamos


que al mantener una conversación se genera negatividad, debemos hacer un
esfuerzo por ser constructivos y no tener temor, ya que de esta forma debilitamos
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nuestra energía vital, en cambio el tóxico no suele debilitar la suya.


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Debemos llevar mucho cuidado cuando la otra persona, con reiteración, nos habla
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de sus logros en contra de los nuestros o cuando nos ridiculiza, cuestiona o


confronta de una forma soberbia y altiva, hasta el punto que en lugar de ayudarnos
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parece querer convertirse en nuestro salvador.


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Cuando la otra persona se ocupa de escarbar en nuestro dolor, fracasos, miedos y


temores así como en problemas o áreas de mejora, pero no para ayudarnos sino
para recordarlos una y otra vez, es muy posible que estemos frente a un tóxico:
Activaremos todas las alarmas.

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Así nos pueden dejar…
Imaginemos que hemos tenido un encuentro con la toxicidad, puede que por
teléfono o presencial e incluso por video llamada. El canal de comunicación puede
influir, desde luego, pero en general, lo que “nos deja” una persona tóxica, suelen
ser estados y situaciones parecidas a estas:

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• Decaimiento y desgana generalizada. Es como un bajón de energía que incluso

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nos impide temporalmente tener interés por nuevos proyectos e ideas. Es como
si tuviéramos la sensación de que intentarlo, no merece la pena. Como resultado,

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podemos preferir caer en una rutina que resulte aburrida, pero que al tener

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controlada y ser conocida, nos parece dar más certidumbre y conformidad. Es
decir, la toxicidad limita nuestra expansión creativa e innovadora.

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• Incremento de sensaciones o incluso emociones y recuerdos asociados con lo
en
negativo, a fallos, errores, del pasados, traiciones, etc. En casos muy extremos,
miedo, angustia y pánico, que nos puede llevar a sentir una inseguridad
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injustificada (porque objetivamente nada parece que pueda ser así) sobre lo que
hacemos o vivimos.
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• Mal manejo de la emocionalidad en situaciones de negatividad o urgencia, en


especial un cierto descontrol de la conducta, con irascibilidad, precipitación,
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nerviosismo y sensación de rechazo hacia los demás. A veces con alteraciones en


los ritmos habituales de sueño o del día a día.
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• Sentimientos de incapacidad, falta de autoestima, falta de competencia


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desorientación, falta de foco y mala gestión del tiempo. Temor injustificado a


que algo pueda salir mal.
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• Aparición repentina de sentimientos de melancolía, tristeza y pena interior,


muchas veces sobre uno mismo. En ocasiones esa misma sensación se tiene
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sobre la persona tóxica, que quizá ha usado (conscientemente o no) técnicas de


manipulación sobre nosotros, haciéndonos incluso creer que somos responsables
de su bienestar, salud, economía etc.

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• Padecimiento de patologías depresivas y autodestructivas. La víctima llega a
creerse que nada de lo que haga tiene sentido para su vida. En caso como estos
el Coaching tiene poco que hacer y es recomendable la visita a un terapeuta o
profesional del ámbito de la salud.

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• Desapego de las otras personas (incluso amigos o familia), acompañado de un

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profundo deseo injustificado de soledad. De pronto los amigos y hasta la familia

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se convierten en personas molestas que la víctima toma como alteradores de su
normalidad.

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El área de mejora
Eb

de una persona
tóxica, no es solo
tu toxicidad, sino
de

la incapacidad
que suele tener
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para identificar y
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reconocer sus
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pensamientos y
actitudes
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negativas.

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Reflexiones…
Fecha:
Vinculado a…

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Así me siento ahora en una palabra:

ASOCIADO A ESA PALABRA, MI NIVEL DE 1 A 10 ES DE…

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