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Fin de siglo: generación del 98

Recibe el nombre de fin del siglo desde finales del siglo XIX a inicios del siglo XX, marcado por el
cuestionamiento de los valores sobre los que se había asentado la sociedad burguesa. La literatura
busca nuevas tendencias que la alejen del Realismo y el Naturalismo. En este contexto nacieron dos
movimientos que cambiaron la literatura: el Modernismo y la generación del 98.

El punto de partida de la generación del 98 es el llamado Manifiesto de los tres, firmado por Pío Baroja,
Ramiro de Maeztu y José Martínez Ruiz, pero posteriormente se incluyeron autores como Miguel de
Unamuno, Antonio Machado y Ramón María de Valle-inclán; Tienen una postura crítica frente a la
situación de atraso económico y político de España. Castilla y su paisaje se convierten en materia de
reflexión, se busca la esencia autentica de España.

En los primeros años del siglo XX, la novela vive un proceso de ruptura. En España hay cuatro novelas
que certifican la superación del Realismo y marcan el inicio de una renovación novelística: Amor y
pedagogía ,Camino de perfección , La voluntad y Sonata de otoño .Esta poesía está marcada por la
pérdida de importancia del argumento, inclusión de pasajes expositivos y argumentativos, juegos con el
narrador y puntos de vista, Experimentación con el tiempo y el ritmo narrativo.

Las novelas de José Martínez Ruiz, alias Azorín, se caracterizan por su ritmo moroso y lento y su
ausencia de trama argumental. Entre los elementos que destacan en su narrativa podemos citar: se
emplea un léxico preciso y preciosista. Prevalece el tiempo psicológico sobre el cronológico. Las
digresiones metaliterarias y filosóficas. Se abordan cuestiones como la crítica literaria o la revisión de
ciertos personajes de la tradición cultural. Algunas de las obras escritas por este fueron, La voluntad
(1902), Don Juan(1922) y Doña Inés(1925)…

Por otro lado, la síntesis de las novedades narrativas planteadas por Unamuno encuentra su expresión
en la creación de un nuevo género al que llama nivola. Sus características son la ausencia de fábula. Se
trata de una trama sencilla, protagonista único, cuyo problema moral es el centro de la narración;
Brevedad. La narración busca la esencialidad, se recurre a la elipsis; importancia del diálogo. La acción y
los personajes se construyen a través de sus palabras; carácter crítico y filosófico. La idea que da
sentido a la novela suele tener un valor ideológico que permite entablar un diálogo con el lector.
Algunas de sus obras son Nieblas (1914), La tía Tula (1921) ...

En cambio, Baroja concibe la novela como un género heterogéneo y permeable en el que cabe todo: la
reflexión, la acción, el diálogo, el sentimiento, la crítica etc. La obra se convierte en un cajón desastre
que admite múltiples formas y contenidos. Los rasgos más sobresalientes de la novela barojiana pueden
resumirse en: la Importancia de la acción, el pesimismo existencial, el estilo sobrio y natural, el
dominio de la descripción y la agilidad del diálogo. Estas son algunas de sus obras: Camino de
perfección (1902), La lucha por la vida (1904-1905) y El árbol de la ciencia (1911).

Por último, Valle-Inclán había comenzado su obra como escritor modernista, pero su evolución
ideológica lo acercó a las preocupaciones de la generación del 98, pues se mostraba muy crítico con la
historia, la sociedad y la política españolas. Progresivamente, Valle-Inclán introdujo innovaciones en su
técnica novelística hasta culminar en su creación máxima, El esperpento.

En su afán por renovar la novela, Valle-Inclán atravesó diferentes etapas creativas:


Etapa de las Sonatas (escritas en forma de memorias); etapa de transición, (historias más críticas, en
ambientes rurales y con personajes violentos) y la etapa de los esperpentos. Su perspectiva crítica lo
llevó a concebir el esperpento, la deformación grotesca de la realidad. Algunas de sus otras obras son,
Sonata de primavera, La trilogía La guerra carlista y el ruedo ibérico.

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