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T2. La novela a principios de siglo.

Pío Baroja y Miguel de


Unamuno
A principios del siglo XX el Positivismo racionalista entra en crisis por su
incapacidad para explicar la compleja realidad humana. El Realismo literario,
tan influenciado por esta corriente filosófica, también parece superado, y es en
este momento cuando la nueva generación de jóvenes escritores reacciona
buscando una nueva forma de expresión. De forma peyorativa se les denominó
modernistas para criticar su culto exagerado a la belleza o su extravagancia, sin
embargo, el término acabó siendo aceptado por los nuevos autores con el valor
positivo de rechazo de la mediocridad y el materialismo. A pesar de que se
considera un movimiento fundamentalmente poético, también en prosa se
pueden encontrar obras relevantes.

Es el caso de Valle Inclán quien en su primera etapa, denominada decadentista,


puede considerarse dentro de este estilo. Comienza escribiendo relatos breves
que agrupa por temas: amorosos, Féminas; terror y misterio, Jardín umbrío.
Pero la obra más importante son las cuatro Sonatas. Como indica en el
subtítulo, Memorias del marqués de Bradomín, se articulan en forma
cronológica desde la juventud en Italia, Sonata de primavera, pasando por la
madurez en Méjico, Sonata de estío, y la añoranza de su época de donjuán en
Galicia, Sonata de otoño, para terminar con un marqués viejo y acabado en la
Navarra de las guerra carlistas, Sonata de invierno. Sus rasgos modernistas son
la sonoridad del lenguaje, la adjetivación y sinestesias de las descripciones o el
lujo de los escenarios, todo ello teñido por la nostalgia de un mundo refinado y
decadente. En su siguiente obra, Flor de Santidad, emplea la Galicia rural para
evocar un ambiente a medio camino entre la leyenda y el mito.

A partir de 1913, aparece el concepto de Generación del 98, etiqueta creada por
Azorín para referirse a los autores que, lejos de conformarse con el esteticismo
como rechazo del mundo propio del Modernismo, muestran una actitud crítica
ante la realidad y defienden la necesidad de cambios. Formalmente se
caracterizan por la multiplicidad de géneros: el ensayo, los aforismos, la
descripción lírica o la narrativa propiamente dicha. El Realismo es sustituido
por una prosa impresionista con tendencia a las escenas inconexas, a lo
fragmentario o inconcluso, que reflejan la realidad como el proceso subjetivo de
las obsesiones personales. Fruto de esta variedad es la diversidad de la novela en
el siglo XX, dividida en novela lírica, intelectual, vanguardista…

Una de las tendencias que pueden considerarse en la base de la Generación del


98 es el Regeneracionismo, movimiento social y existencial que pretende dar
respuesta a la situación de crisis de la sociedad española finisecular. Autores
como Joaquín Costa o Ángel Ganivet describen el país, y sobre todo Castilla,
como un cuerpo enfermo que es preciso regenerar. De inspiración
regeneracionista es el Manifiesto de los tres, firmado por Baroja, Azorín y
Ramiro de Maeztu, con propuestas de reforma social y política. A pesar de su
corta vida, este grupo avanza lo que serán muchos de los principios de la
Generación del 98. Se consideran novelistas de la Generación, a pesar de sus
diferencias creativas, Azorín, Valle Inclán, Baroja y Unamuno.

José Martínez Ruíz, Azorín: Dentro de la corriente de rebeldía propia de los


nuevos novelistas, comienza su trayectoria dentro de las ideas del anarquismo
aunque pronto, desilusionado, se integra en el Partido Conservador. Sus
novelas, Azorín y La voluntad, están cercanas al género del ensayo. Un leve hilo
argumental le sirve para reconstruir escenas autobiográficas que son la disculpa
de reflexiones filosóficas teñidas de melancolía, dolor por el paso del tiempo y
una visión literaturizada de la realidad. Los pueblos y Castilla son colecciones
de artículos y relatos breves en los que se recoge una visión fosilizada de
España. Estilísticamente hay una intención evidente de separarse de la estética
realista mediante el uso de frases breves, visiones fragmentarias de la realidad y
una tendencia al ensayismo y la reflexión.

Ramón Mª del Valle-Inclán: tras una etapa dominada por el Modernismo, Valle
escribe una serie de novelas ambientadas en la Galicia rural de la que tomarán
sus aspectos más sórdidos y crueles. Se trata de la trilogía titulada Comedias
bárbaras protagonizada por don Juan Manuel Montenegro, señor feudal
bárbaro y cruel que domina un medio social en el que abundan los seres
marginales. A pesar de que algunos personajes aparecen en sus obras
anteriores, ahora el lujo y refinamiento se ven sustituidos por un estilo cercano
al expresionismo. Otro grupo de obras lo forman la trilogía de La guerra
carlista novelas históricas alejadas del modelo realista, ya que se basan en
escenas y fragmentos no siempre linealmente cronológicos en los que destaca la
atención al lenguaje y la forma. Ya en plena época de los Esperpentos (obras
teatrales basadas en la deformación de la realidad española) comienza la serie
de novelas históricas que deberían formar El ruedo ibérico, aunque inacabada
es una visión grotesca del reinado de Isabel II. Fundamental es Tirano
Banderas, novela ambientada en un imaginario país hispanoamericano en el
que su dictador, Santos Banderas, acaba sus días acribillado a balazos. Será el
modelo de un nuevo género narrativo de enorme éxito entre los novelistas
americanos, la novela de dictador

Pío Baroja: Aunque es autor de unas excelentes memorias Desde la última


vuelta del camino, así como de algunos versos y ensayos, Baroja es novelista
principalmente. Frente a la novela cerrada del Realismo propone una obra
abierta cuyo único hilo conductor es el personaje principal acompañado por
infinidad de secundarios que aparecen y desaparecen sin ninguna explicación.
Los episodios se suceden en capítulos y párrafos breves. Las frases son cortas, el
léxico común y en general evita la retórica.

Su obra es enorme: libros de cuentos y más de sesenta novelas. Él mismo en sus


memorias las divide en dos etapas: La primera: aparecen en ella obras
fundamentales como la trilogía de La lucha por la vida o El árbol de la ciencia.
Son novelas con una fuerte carga autobiográfica protagonizadas por personajes
inadaptados y enfrentados al mundo que acaban por ser destruidos. Un segundo
grupo lo formarían las novelas de acción y aventuras entre las que destacan las
novelas del mar: Las inquietudes de Shanti Andía y Zalacaín el aventurero. La
segunda etapa continúa con obras similares como El gran torbellino del mundo
o Los pilotos de altura. Como novedad estarían las novelas históricas, las 22
entregas de las Memorias de un hombre de acción basadas en la vida de
Eugenio de Aviraneta, antepasado de Baroja, conspirador y espía en la España
decimonónica.

En general, las obras de Baroja no tienen un pensamiento estructurado, pero si


recogen un pensamiento original, fruto de sus lecturas. De Nietzsche toma la
idea del hombre fuerte, el hombre de acción que se sitúa por encima de las
convenciones morales. De Schopenhauer la idea de que la vida es
incomprensible, cruel y dolorosa. A esto se une un darwinismo social que podría
resumirse en la lucha del hombre contra el hombre en la que triunfa el más
fuerte, no el más válido. Como consecuencia algunos personajes se decantan por
la ataraxia, la inactividad, única forma de no sufrir ni causar dolor. Este corpus
de ideas dan como resultado una ideología profundamente pesimista y una falta
de confianza en el ser humano.

Miguel de Unamuno: Al contrario que en el caso de Baroja, la obra de


Unamuno abarca casi todos los géneros: poesía, teatro, ensayo y novela, aunque
serán las dos últimas las más importantes. Novela y ensayo se convierten en dos
modos de expresar ideas similares.

Sus novelas comienzan cuando aún están vigentes los modelos realistas con Paz
en la guerra, ambientada con elementos autobiográficos en el cerco carlista de
Bilbao. Sin embargo muy pronto rompe con los moldes de la novela tradicional
cuando aparece Amor y pedagogía, narración en la que los límites entre novela
y ensayo son borrosos. La crítica parece no entender la innovación que supone
esta obra y a partir de este momento el novelista decide crer una nueva
denominación para sus narraciones a las que llamará nivolas. Con este subtítulo
aparecerá su siguiente novela: Niebla, en la que desdibuja la frontera entre
realidad y ficción creando un personaje que se enfrenta al propio Unamuno.
Utiliza un recurso que se hará frecuente en sus obras: la creación de prólogos y
epílogos que exigen la participación del lector en un juego intelectual que
plantea numerosos interrogantes sobre la naturaleza de la obra narrativa. Otras
obras importantes son Abel Sánchez, La tía Tula (que desarrolla el tema de la
maternidad frustrada) o San Manuel Bueno, mártir, en la que aparece una de
las preocupaciones del pensamiento unamuniano: la necesidad de un Dios que
asegure la vida eterna y dé sentido a una vida que no puede ser limitada, junto a
la imposibilidad intelectual de creer en él.

Su estilo se caracteriza por la concentración de la acción y las limitadas


descripciones que le permiten centrarse en el desarrollo de los conflictos
íntimos del personaje. En consecuencia, adquieren gran importancia el diálogo
y el monólogo para plasmar sus ideas e inquietudes.
La novela del Novecentismo: A partir de los años 20, aparece en España un
movimiento que se opone a todo lo que considera propio del ochocientos: no
solo la literatura realista, sino lo que denominan literatura finisecular y que
incluye al Modernismo. Es un grupo formado por intelectuales para los que son
fundamentales:

- El racionalismo, el análisis de las circunstancias que se opone al


irracionalismo modernista
- El antirromanticismo como rechazo de lo sentimental y pasional
- La defensa del arte puro cuya función es el placer estético basado en un
estilo cuidado y depurado. Todo esto lleva al aristocratismo artístico que
les aleja del público general

Aunque es un movimiento que se desarrolla principalmente en el ensayo,


también aparecen novelistas con intención renovadora:

. La novela lírica de Gabriel Miró. Tras una etapa modernista con Las cerezas
del cementerio, encuentra un estilo personal en una prosa elaborada que busca
la perfección formal mediante novelas en las que la acción es mínima y se
suceden las descripciones de sensaciones y ambientes. Pertenecen a esta etapa
Nuestro padre San Daniel y El obispo leproso

. La novela intelectual de Ramón Pérez de Ayala: Comienza con novelas de


contenido autobiográfico como A.M.D.C. que critica duramente la educación
jesuítica y continúa con obras casi paródicas como Troteras y danzaderas,
sobre el mundillo literario madrileño

. La novela vanguardista de Ramón Gómez de la Serna quien mezcla en sus


obras divagaciones, greguerías, rasgos de ingenio y humor, con apenas acción.
Obras cosmopolitas ambientadas en Madrid como La quinta de Palmyra

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