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Femme fatale

Jaffa Ajelet Sahar Cabrera Ruiz


Before you start, you're already beat
She's gonna play you for a fool, yes it's true.
The Velvet Underground (1967).
“Femme Fatale”. Sunday Morning.

Al hablar de la mujer fatal en la literatura hispanoamericana se puede remitir


primeramente a la construcción de este personaje en la novela del mexicano Manuel
Altamirano Clemencia, pero de igual forma emerger con todo el ímpetu maligno Doña
Bárbara de Rómulo Gallegos. Estas dos mujeres, consideradas como fuera del constructo
de la figura femenina del romanticismo, tienen ciertos rasgos en común, en estas breves
líneas se abordarán: la apariencia física y su actitud frente al amor. De igual forma, es
interesante recalcar el hecho de que estas figuras tienen personajes opuestos, con los
cuales se recalcan una relación tanto de dualidad como de un contraste maniqueo entre lo
que debe ser y todo lo que salga de él será percibido como incorrecto, antinatural y, por lo
tanto, reprobable.

La belleza de estas dos mujeres se muestra primeramente como algo exótico,


característica que no sólo resalta la diferencia con la concepción de una mujer hermosa
convencional –el prototipo caucásico–, sino la atracción que generaban otros rasgos que
confluían en este nuevo continente, lo cual demuestra la motivación en el origen todos los
latinoamericanos como el producto de una mezcla inevitable de razas. Por parte de
Clemencia, sus rasgos son el opuesto de esta belleza de la heroína romántica europea, sus
rasgos sevillanos, como lo es su cabellera negra, están en un punto contrario con su prima,
una mujer rubia y frágil, la perfecta damisela, lo que de igual forma le impone un
estereotipo de mujer peligrosa y sensual que carece el prototipo, envuelto en virginidad,
pureza y valores cristianos.

En la figura del siglo XX, Doña Bárbara, se aprecia la figura sensual de una
mestiza, proveniente de las zonas inexploradas e inhóspitas de la selva amazónica, que de
igual forma desborda un erotismo exótico. A diferencia de Clemencia, esta belleza fue un
factor que determina la actitud dura de Doña Barbara, ya que fue el origen de sus males y
de la tristeza en su vida, sin embargo, ella usa esta belleza a su favor y para conseguir
todo lo que desea, poder. En este caso, el personaje que funge como la imagen contraria es
su propia hija, debido a la diferencia de edad y sentenciándola a un destino en donde sólo
encontrará desolación, consecuencia de sus acciones y, sin importar si demuestra
arrepentimiento y deseos de enmendarse, su destino está determinado y no puede
cambiarse.

Sucede algo curioso con la actitud ante el amor de estos dos personajes, las dos
llegan a tomar medidas, como usar a otros hombres o personas, con tal de obtener su
objetivo: Doña Bárbara para conseguir protección y poder –incluso es apodada “la
devoradora de hombres”–, Clemencia usa, consiente o inconscientemente, a Fernando
para llegar a Enrique, además de manipular a Isabel por ser un obstáculo en su camino.
Después de llegada de Santos Luzardo, y al percibir su semejanza con su primer amor, el
deseo de poseerlo por parte de Doña Bárbara comienza a crecer, y ella no dudara de usar
todos sus recursos para poder tenerlo, sin embargo, cuando se da cuenta de que ninguno
de sus embustes funcionará decide enmendar todas las malas acciones que afectaron a la
familia de su amado con el fin de conseguir su afecto, pero al ver que todo el mal que
causo no tiene reparo y que su imperio cada vez se desmorona más, y que es
inevitablemente superada y avergonzada por su propia hija, decide marcharse y perderse
en el olvido. En el caso de Clemencia, cegada por la apariencia galante de Enrique, juzga
injustificadamente a Fernando, dándose cuenta muy tarde del verdadero valor de cada uno
de esos hombres y, tratando de redimir sus acciones, se convierte en hermana de la
caridad. Las dos mujeres terminan derrotadas y sin el amor que tanto deseaban.

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