Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Universidad Central
En este punto vienen los tema que actualmente pueden ser polémicos: la
disposición del propio cuerpo: mientras estemos en el campo de la titularidad y
ejercicio de la individualidad y de la propia decisión, el ejercicio del derecho no
puede interferirse y si se hace no tiene justificación; que sólo podrá encontrarse
salvo visiones paternalistas que subsisten todavía en la ley chilena por la vía de la
falta penal de “auxilio al suicidio”, a la cual se vería expuesto todo aquel que sea
partícipe de un acto de eutanasia –mal llamada eutanasia activa-, que no es sino
manifestación del derecho antes mencionado.
Poco a poco, en un lento transitar, el derecho a disponer del propio cuerpo ha ido
acercándose a la sociedad chilena, un hito relevante es reciente la Ley Nº 20.587 ,
sobre derechos y deberes de los pacientes, que consagra el derecho al
consentimiento informado en materia médica, además del derecho a negarse a
tratamientos por razones personales y de conciencia. Esta ley dispone, entre otros
derechos, que “Toda persona tiene derecho a otorgar o denegar su voluntad para
someterse a cualquier procedimiento o tratamiento vinculado a su atención de
salud” , el cual “debe ser ejercido en forma libre, voluntaria, expresa e informada,
para lo cual será necesario que el profesional tratante entregue información
adecuada, suficiente y comprensible”.
En cuanto a la muerte, cabe señalar que el término de la vida ha sido uno de los
temas más complejos y menos consensuados en la historia del ser humano. Hasta
1996 el derecho chileno carecía de un concepto certero de muerte.
Las religiones hablaban del momento en que el alma deja el cuerpo; la ciencia
médica distinguió entre las funciones del ser humano y su cese.
Hoy este tema sí está regulado, básicamente porque el desarrollo de la práctica de
los trasplantes obligó a fijar el momento exacto de la muerte, pues los órganos se
extrae generalmente de una persona muerta, pero al mismo tiempo deben estar
en funcionamiento, es decir, vivos, pues si no es así no tienen aptitud de
trasplante. Como el registro civil confundió siempre la muerte con sus
consecuencias, el paro cardio respiratorio, la defunción certificada por el Estado
no servía para obtener órganos trasplantables y extraerlos antes exponía al
forense como un virtual homicida frente a un sistema jurídico que no se hacía
cargo de precisar los conceptos.
Entendida la muerte como el cese paulatino e irreversible de las funciones vitales,
el paro cardiorespiratorio es una de sus últimas consecuencias y claramente no es
la muerte en sí misma. Se ubica así a las funciones del tronco encefálico como las
que determinan ese proceso. Así, el art. 11 de la ley N° 19.541, dictada en 1996,
dispuso, en su época, que
Artículo 11.- Para los efectos previstos en esta ley, la muerte se acreditará
mediante certificación unánime e inequívoca, otorgada por un equipo de médicos,
uno de cuyos integrantes, al menos, deberá desempeñarse en el campo de la
neurología o neurocirugía.
Los médicos que otorguen la certificación no podrán formar parte del equipo
que vaya a efectuar el trasplante.
La certificación se otorgará cuando se haya comprobado la abolición total e
irreversible de todas las funciones encefálicas, lo que se acreditará con la certeza
diagnóstica de la causa del mal, según parámetros clínicos corroborados por las
pruebas o exámenes calificados. El reglamento deberá considerar, como mínimo,
que la persona cuya muerte encefálica se declara, presente las siguientes
condiciones:
1.- Ningún movimiento voluntario observado durante una hora;
2.- Apnea luego de tres minutos de desconexión de ventilador, y
3.- Ausencia de reflejos troncoencefálicos.
5
Es curioso que este es el único concepto de muerte en la ley chilena y por esa vía
a pesar de haberse establecido para el solo efecto de la ley de trasplantes en
1996, ha pasado a ser el concepto generalmente aceptado, pues, por una parte,
de otra forma se estaría muerto para algunos efectos y para otros no y finalmente
la Ley N° 20.584, sobre derechos y deberes del paciente recientemente lo ha
hecho de aplicación general, a lo que debe sumarse el concepto de “donante
universal de órganos” recogido por la Ley N° 20.673
Sin embargo, para la cátedra se estima que los grados de protección jurídica en
las distintas etapas de la vida son disímiles en el actual marco constitucional. En
donde, por una parte, al nasciturus, como objeto de protección jurídica, se le
encarga su específica protección al legislador; y, por otra parte, a la persona
nacida se le otorga la titularidad plena del derecho subjetivo a la vida,
garantizando su integridad física y psíquica. De ahí, por ejemplo, su trato
diferenciado en el art. 19 n° 1 de la Carta y la particular proclamación del art. 1°,
inc. 1°, cuando expresa que las personas “nacen” libres e iguales en dignidad y
derechos; en igual perspectiva habría que comprender el encabezado del art. 19,
al señalar que la Constitución asegura a todas las “personas”. Al contrario, si se
8
coincide con Humberto NOGUEIRA cuando señala que es necesario precisar que
el derecho a la vida, como los demás derechos, no tiene un carácter absoluto en
nuestro ordenamiento jurídico, en la medida que es parte de un sistema de
derechos, donde todos deben armonizarse y ponderarse adecuadamente.
Dentro de las principales fuentes normativas del derecho a la vida hay que
destacar las siguientes: art. 1°, inc. 1° y art. 19 n° 1 de la Constitución; la fuente
constitucional del derecho a la vida se complementa con los arts. 4 y 5 de la
Convención Americana de Derechos Humanos y las convenciones específicas
complementarias respectivas, y los arts. 6 y 7 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos y sus convenciones complementarias, y la Convención sobre
Derechos del Niño; y, por último, hay que mencionar la ley n° 20.120 sobre
investigación científica en el ser humano, su genoma y prohíbe la clonación
humana, y la ley n° 19.451 sobre trasplante y donación de órganos.
La disposición del propio cuerpo para separar partes de él debe ser regulada por
el Derecho. En el caso de prestar su consentimiento para tratamientos médicos
necesarios para la recuperación o mejoramiento de su salud, o cuando presta su
consentimiento para ser sometido a técnicas médicas de trasplante de órganos en
beneficio de terceras personas. Son aplicables al respecto la Ley 19.451
1
En sentido contrario la sentencia de inconstitucionalidad Rol N° 1710 señala que sí lo es.
10
Por esta razón, al no estar claro cuál sería el momento del inicio de la vida, la
polémica más que centrarla en el tema del derecho a la vida, debiera centrarse en
la esfera, por ejemplo, de los derechos sexuales y reproductivos de la mujer, que
es la manifestación del derecho al libre desarrollo de su personalidad, del cual
deriva que la maternidad es una opción en el marco del ejercicio de libertades y no
un deber moral ni una carga de la naturaleza, impuesta socialmente en contra de
la voluntad. Todo lo cual hay que entenderlo en consonancia a lo explicado
anteriormente.
13
Es común ver en nuestro medio que se pretenda fundar una supuesta prohibición
constitucional del aborto en el art. 19 no. 1° complementado por el Pacto de San
José de Costa Rica, que protege el derecho a la vida “en general, a partir del
momento de la concepción”. Sin embargo, dicha interpretación resulta falaz
(recordemos que en materia de tratados es más relevante la intención de las
partes al celebrar la convención que el tenor literal), pues el alcance de dicha frase
se encuentra en los trabajos preparatorios de dicho tratado, de cuyas actas consta
que en la segunda sesión plenaria de la Conferencia de San José, las
delegaciones de Estados Unidos y Brasil consignaron la siguiente declaración:
14
1.3. La pena de muerte sólo podrá establecerse por delito contemplado en ley
aprobada con quórum calificado
Cabe señalar existen ciertos apremios que se estiman legítimos, por ejemplo,
embargo, arresto, incomunicación, etc., los cuales deben encontrarse reglados y
autorizados expresamente por ley-
Por último hay que indicar que los derechos y garantías contenidas en este
numeral están protegidos por el recurso de protección (art. 20).
El texto original, como indica Emilio PFEFFER, de este precepto daba cuenta de
una norma que extendía su ámbito de protección a la vida pública de la persona y
su familia, lo que resultaba difícil de precisar y era cuestionado por los medios de
comunicación y actores sociales, por lo que su supresión, en la reforma de 2005,
constituye no sólo un saludable remedio demandado, recurrentemente, por la
prensa, sino que, además, un claro robustecimiento a un pilar básico del estado de
Derecho democrático, cual es la existencia de una opinión pública libre,
informadora e informada. Asimismo, se elimina el denominado delito de
17
Ahora bien, el contenido esencial de este derecho se basa en una clara y directa
relación sustancial que existe, por una parte, entre la dignidad de la persona, y,
por la otra, su proyección inmediata en la vida privada de ella y de su familia,
cuestión que también incluye el llamado derecho a la propia imagen. En una
primera aproximación general, implica que la protección de la privacidad está
constituida por un ámbito de autonomía de la persona donde esta forma su
personalidad y su proyecto de vida, tomando sus propias decisiones que no
afectan ni dañan a terceros, en donde el individuo actúa como parte de una
pequeña unidad (familia, pareja, círculo de amigos), entre dos o más personas; lo
que posibilita, en última instancia, el libre desarrollo de la personalidad.
Razón por la cual, se dictó en nuestro país la –ya analizada a propósito del
habeas data- ley nº 19.628 (D.O. de 28 de agosto de 1999), modificada en el
2002, sobre protección de la vida privada, particularmente vinculada con la
protección de datos de carácter personal. Así, en su artículo 1º se indica que “El
tratamiento de los datos de carácter personal en registros o bancos de datos por
organismos públicos o por particulares se sujetará a las disposiciones de esta
ley(...) Toda persona puede efectuar el tratamiento de datos personales, siempre
que lo haga de manera concordante con esta ley y para finalidades permitidas por
el ordenamiento jurídico. En todo caso deberá respetar el pleno ejercicio de los
derechos fundamentales de los titulares de los datos y de las facultades que esta
19
ley les reconoce”. En su artículo 4º se señala que “El tratamiento de los datos
personales sólo puede efectuarse cuando esta ley u otras disposiciones legales lo
autoricen o el titular consienta expresamente en ello”. Además, toda persona tiene
derecho a exigir a quien sea responsable de un banco, ya sea en forma pública o
privada, información sobre los datos relativos a su persona, su procedencia y
destinatario, el propósito del almacenamiento y la individualización de las
personas u organismos a los cuales sus datos son transmitidos regularmente.
Datos que podrá solicitar que se modifiquen o eliminen, en caso este último que su
almacenamiento carezca de fundamento legal (art. 12). Si el responsable del
registro o banco de datos no se pronunciare sobre la solicitud del requirente dentro
de los dos días hábiles, o la denegare por una causa distinta de la seguridad de la
Nación o el interés nacional (si es por estas causales conoce la Corte Suprema),
el titular de los datos tendrá derecho a recurrir al juez de letras en lo civil del
domicilio del responsable, solicitando amparo a sus derechos (art. 16). Por otra
parte, en su artículo 2°, literal g) señala como datos sensibles “aquellos datos
personales que se refieren a características físicas o morales de las personas, o a
los hechos o circunstancias de su vida privada o intimidad, tales como hábitos
personales, el origen racial, las ideologías y opiniones políticas, las creencias y
convicciones religiosas, los estados de salud físico o psíquico y la vida sexual”.
Por último, hay que agregar que la Ley nº 19.733 de 2001 sobre libertades de
opinión e información y ejercicio del periodismo, también denominada “Ley de
Prensa” (que derogó la antigua ley de abusos de publicidad), “prohíbe, en su
artículo 33, la divulgación, por cualquier medio de comunicación social, de la
identidad de menores de edad que sean autores, cómplices, encubridores o
testigos de delitos, o de cualquier antecedente que conduzca a ella(...) esta
prohibición regirá también respecto de la víctimas de alguno de los delitos
contemplados en el Título VII, “Crímenes y simples delitos contra el orden de las
familias y contra la moralidad pública”, del Libro II del Código Penal, a menos que
consientan expresamente en la divulgación”. Del mismo modo, esta ley, en su art.
30 inciso final, configura como ámbitos de la vida privada los “hechos relativos a
su vida sexual, conyugal, familiar o doméstica”. Igualmente, la ley 19.423 de 1995
agrega al Código Penal un párrafo completo relativo a los delitos contra el respeto
y protección de la vida privada y pública de la persona y su familia (arts. 161 A y
161 B del Código Penal).
En relación con este tema la llamada Ley de Prensa (19.733), ya citada, configura,
en su párrafo 3º (arts. 29 a 42), los delitos que se cometen a través de un medio
de comunicación social. Tales como, los delitos de calumnia e injuria; los
destinados a promover odio u hostilidad respecto de personas o colectividades en
razón de su raza, sexo, religión o nacionalidad; la difusión de noticias o
informaciones emanadas de juicios, procesos o gestiones judiciales pendientes
que sean constitutivas de los delitos de calumnia, injuria o ultraje público a las
buenas costumbres, etc.
Por último, hay que señalar que el recurso de protección es procedente frente a
actos u omisiones arbitrarios o ilegales que afecten esta garantía (art. 20).
Hay que recordar también que la ley nº 19.423 (de 1995, dictada a raíz del “caso
Piñera”), ya citada, introdujo nuevos tipos penales que sancionan al que, en
recintos particulares o lugares que no sean de libre acceso al público, sin
autorización del afectado y por cualquier medio, capte, intercepte, grabe o
reproduzca conversaciones o comunicaciones de carácter privado. De ahí que sea
conveniente, conocer la sentencia de la Corte Suprema, a raíz de un recurso de
hábeas corpus interpuesto, en calidad de procesado (por el artículo 161 A del
Código Penal), por el ex Presidente del Colegio de Periodistas, Alejandro Guillier,
causa Rol N° 5.604 de 6 de enero de 2004 y rectificada el 8 de enero siguiente.
Dicho todo esto, no obstante, queda en el aire el problema de conciliar, por una
parte, los legítimos intereses de los empleadores para exigir un grado de
intervención en esta materia y, por otra parte, la necesidad de mantener una zona
de intimidad inviolable de los trabajadores en la que los empleadores no deben
entrometerse.
las normas legales y protegida por ellas, cuidando de no vulnerar los derechos de
las demás personas.
Esta libertad está regulada en la letra a) del nº 7º del art. 19, y se traduce, citando
al profesor VERDUGO, en la posibilidad de permanecer en un lugar o desplazarse
de un punto a otro, dentro o fuera del país, sin ninguna traba, salvo las
limitaciones legales establecidas en tutela de intereses colectivos o particulares.
Sin embargo, esta temática se ha visto modificada con la entrada en vigor del
nuevo proceso penal. Donde se da la paradoja, que nada menos que un profesor
de Derecho constitucional como es el caso de Emilio PFEFFER, reclame que la
Constitución debe ajustarse a la ley, contrariando el principio de supremacía
constitucional ¿qué razones podrían explicar esta inadecuación?
preceptiva del Código de Procedimiento Penal de 1906, que era el que estaba
vigente al momento de aprobarse la Constitución.
-El segundo motivo, es una consideración que es más de fondo, por cuanto los
problemas de inadecuación de la normativa constitucional se originan en la
circunstancia de que el constituyente incursiona con un excesivo desarrollo
normativo de instituciones que sólo deberían tener reconocimiento a nivel legal.
De este modo se estratifica la modificación de tales regulaciones y al perderse el
carácter breve de la Constitución, cualquier modificación legal en relación de tales
materias exige necesariamente una rectificación constitucional. Esto ocurre en
múltiples materias cuando se constitucionaliza conceptos, tales como los de reo o
procesado, libertad provisional, sumario, consulta, inculpado o cuando se
pormenorizan requisitos para ejercitar ciertos derechos como ocurre, por ejemplo,
en el caso de la indemnización por error judicial. En este contexto, la reforma de
2005, cambia en la letra e) el término “libertad provisional” por “libertad del
imputado”; también en la letra f) se cambia la palabra “inculpado” por “imputado o
acusado”, y “reo” por “imputado” y se elimina el término “consulta”.
La Constitución señala que nadie puede ser arrestado o detenido sino se cumplen
los siguientes requisitos. 1) orden de funcionario público expresamente facultado
por la ley, en el caso específico del nuevo proceso penal, quien emite las órdenes
de detención es el juez de garantía; 2) y en forma legal, es decir, debe ser
exhibida. Este segundo requisito se vincula con el art. 125 del Código Procesal
Penal (CPP).
Esta disposición impone a los encargados de las cárceles una serie de medidas
que tienen por objeto otorgar protección y defensa a las personas privadas de su
libertad. En este sentido, no se puede recibir en ellas en calidad de arrestado,
detenido, bajo prisión preventiva o preso, sin dejar constancia de la orden
correspondiente de la autoridad que tenga facultad legal para ello en un registro
que será público. Se garantiza además que encontrándose incomunicado el
detenido, puede siempre comunicarse con el encargado del establecimiento.
inmediato con el proceso, el cual además tendría que resolver a base de registros
y actas lo que es contrario a la oralidad e inmediación del nuevo sistema.
-a), habrá que precisar el tipo de resolución judicial -de aquellas consultadas en el
nuevo proceso penal- será apta para impetrar el derecho a la indemnización por
error judicial;
-b) deberá analizarse si dentro de un sistema en extremo garantista, es o no
pertinente mantener la exigencia que hoy rige en cuanto a que la resolución
judicial deba ser calificada de injustificadamente errónea o arbitraria; y
-c) si con ocasión de la enmienda, que forzosamente deberá hacerse a esta
institución, es pertinente ampliar el derecho a la indemnización por error judicial
para el caso que a un imputado se lo afecte por una detención o alguna otra
medida cautelar distinta a la prisión preventiva.
Esta exigencia además debe compatibilizarse con el rigor que la Corte Suprema
ha interpretado la exigencia constitucional en los pocos casos que ha declarado tal
derecho. Por último hay que advertir que no debe confundirse esta institución con
la situación prevista en el Art. 5° de la ley orgánica constitucional del Ministerio
Público, que señala que “el Estado será responsable (desde el punto de vista civil)
por las conductas injustificadamente erróneas o arbitrarias del Ministerio Público”;
institución que, cabe recordar, no ejerce funciones jurisdiccionales y posee
carácter autónomo, por lo tanto no podría asimilarse a esta disposición del “error
judicial”.