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❖ La fase autística normal: sirve para la consolidación postnatal del desarrollo fisiológico
extrauterino. Promueve la homeostasis postfetal.
Se aplicó a las primeras semanas de vida el término autismo normal, pues el infante parece
hallarse en una situación de desorientación alucinatoria primitiva, en la cual la satisfacción de
necesidades parece pertenecer a su propia órbita “incondicionada”, omnipotente y autística.
Los estados somniformes del neonato, y del infante muy pequeño superan de lejos a los
períodos de vigilia, y recuerdan ese estado que prevalecía en la vida intrauterina. El infante
pasa la mayor parte del día en un estado de semisueño y semivigilia: se despierta sobre todo
cuando el hambre u otras tensiones provocadas por necesidades lo hacen llorar, y se hunde
o cae nuevamente en el sueño cuando está satisfecho, es decir, cuando se han aliviado las
tensiones excedentes. Predominan procesos fisiológicos más bien que psicológicos. El
infante está protegido contra los estímulos externos, en una situación semejante al estado
prenatal, para facilitar el crecimiento fisiológico.
Es la maternación lo que saca gradualmente al infante de su tendencia innata a la regresión
vegetativa, y promueve la conciencia sensorial del ambiente y del contacto con él. Esto
significa, que tiene que ocurrir un desplazamiento progresivo de la líbido desde dentro del
cuerpo hacia su periferia.
Se distinguen dos estadios dentro de la fase de narcisismo primario (término freudiano).
Durante las primeras semanas de vida extrauterina, prevalece un estadio de narcisismo
primario absoluto, marcado por la falta de conciencia del infante respecto de la existencia de
un agente maternante. Este es el estadio que hemos denominado de autismo normal. Va
seguido por un estadio de oscura conciencia de que uno mismo no puede proveer la
satisfacción necesaria, sino que ésta proviene de algún lugar de fuera del sí-mismo, o sea el
estadio de omnipotencia alucinatoria absoluta o incondicional.
La tarea de la fase autística es el logro del equilibrio homeostático del organismo dentro del
nuevo ambiente extrauterino, por mecanismos predominantemente somatopsíquicos
fisiológicos. Los aparatos de autonomía primaria obedecen las reglas de la organización
cenestésica del SNC.
Aunque esta fase se caracteriza por una relativa ausencia de catexia de los estímulos
externos, esto no significa que pueda no haber ninguna responsividad a los estímulos
externos.
A partir del segundo mes, una oscura conciencia del objeto que satisface las necesidades
marca el comienzo de la fase de simbiosis normal, en que el infante se comporta y funciona
como si él y su madre constituyeran un sistema omnipotente, una unidad dual dentro de un
límite unitario común.
Si bien el infante es absolutamente dependiente respecto de su copartícipe simbiótico, la
simbiosis tiene un significado muy diferente para el copartícipe adulto. La necesidad que el
infante tiene de su madre es absoluta, pero la necesidad que la madre tiene del infante es
relativa. Por lo cual, el término simbiosis en este contexto es una metáfora; que refiere a ese
estadio de indiferenciación, de fusión con la madre, en que el “yo” no está aún diferenciado
del “no-yo” y en que lo interno y lo externo sólo están llegando en forma gradual a ser sentidos
como diferentes. Sólo transitoriamente, el infante pequeño parece aceptar la entrada de
estímulos provenientes de fuera.
El rasgo esencial de la simbiosis es la fusión somatopsíquica omnipotente, alucinatoria o
delusiva, con la representación de la madre y en particular, la delusión de que existe un límite
común entre dos individuos físicamente separados.
El yo rudimentario (aún no funcional) del neonato y del infante pequeño tiene que
complementarse con la relación emocional establecida mediante el cuidado materno, una
especie de simbiosis social. Dentro de esta matriz de dependencia fisiológica y sociobiológica
respecto de la madre ocurre la diferenciación estructural que lleva a la organización del
individuo para la adaptación: el yo en funcionamiento.
La cara humana en movimiento es el primer precepto significativo y es el engrama mnémico
que suscita la sonrisa no específica llamada social. Esta respuesta inespecífica de sonrisa,
señala la entrada de la relación con un objeto que satisface necesidades. Esto corresponde
a la entrada en el período que hemos denominado fase simbiótica. Si bien prevalece aún el
narcisismo primario, en la fase simbiótica no es tan absoluta como era en la fase autística; el
infante comienza oscuramente a percibir la satisfacción de sus necesidades como algo que
viene de algún objeto-parte que satisface esas necesidades, y se vuelve libidinalmente hacia
esa fuente o agente de maternación. La necesidad se transforma gradualmente en el afecto
específico de anhelo “ligado a un objeto”.
Freud, señala que el yo se moldea bajo el impacto de la realidad, por un lado, y de los
impulsos instintivos, por el otro. El cambio de una catexia predominantemente propioceptiva-
exteroceptiva a una catexia sensorio-perceptiva de la periferia es un paso fundamental en el
desarrollo. Este cambio de la catexia, es un prerrequisito esencial de la formación del yo
corporal.
La ”conducta de sostenimiento” de la partícipe maternante, la “preocupación maternal
primaria” (Winnicott), es el organizador simbiótico, el partero de la individuación, del
nacimiento psicológico. El autismo normal y la simbiosis normal son prerrequisitos del
comienzo del proceso normal de separación-individuación; ni éstas, ni cualquiera de las
subfases de la separación-individuación, es totalmente reemplazada por la fase siguiente.
Desde el punto de vista evolutivo, cada fase se presenta como un período en que se hace
una contribución cualitativamente diferente al desarrollo psicológico del individuo.
El autismo normal y la simbiosis normal son los dos primeros estadios de no diferenciación:
el primero es no objetal, el último es preobjetal (Spitz). Los dos estadios ocurren antes de la
diferenciación de la matriz indiferenciada, es decir, antes de que se haya producido la
separación e individuación y la emergencia el yo rudimentario como estructura funcional.
1. Primera fase de ejercitación: anunciada por la más temprana capacidad del infante
de alejarse físicamente de su madre, gateando, haciendo pinitos, trepando y
poniéndose de pie, pero aún agarrado.
2. Período de ejercitación propiamente dicho: caracterizado fenomenológicamente
por la locomoción vertical libre.