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El primer material utilizado para recoger la creación literaria romana fue el papiro, que
permitía recoger textos de cierta extensión y se podía transportar con facilidad. Sin embargo,
este soporte era frágil y la utilización del espacio era poco óptima. Para lo que nosotros
conocemos como libro, los romanos utilizarían la palabra volumen, que era una larga tira de
pergamino enrollada.
El término librum no aludía en el mundo romano a lo que nosotros entendemos hoy en día.
Se solía usar en plural y equivalía a opus (Epistularum libri decem). Parecía lógico que los copistas
se atuvieran a estas divisiones internas de la obra para copiar en un rollo cada uno de esos libri
(volúmenes). Estos se transportaban en unas cajas llamadas scrinia.
Su lectura era difícil, al ser complicado que el lector tenga que enrollar y desenrollar al
mismo tiempo, lo que exigía de un espacio físico o un mobiliario donde hacerlo. Podía
embrollarse y había que desenrollarlo de nuevo para iniciar una nueva lectura.
Por último, el papiro no servía para hacer borradores. Era demasiado caro para estos
menesteres. Y, de haber usado el papiro barato, una vez seca la tinta, habría que rasparlo, con
lo cual era posible romper el papiro. Para la escritura provisional se van a utilizar las tablas o
tablillas enceradas, que eran baratas y reutilizables.
A pesar de todos estos inconvenientes, entre los siglos IV a.C. y III d.C., el papiro fue el
soporte predominante. Los estudiosos atribuyen esto a que los territorios romanos y
helenísticos tuvieron una alta tasa de alfabetización, lo que provocaba una gran demanda de
libros. Para satisfacer esta demanda, la producción del papiro se insdustrializa con varios tipos
de papiro y diferentes usos para cada uno de ellos.
La fama del rollo de papiro hizo que algunos escritores (Gerónimo y Orígenes, p.ej.) lo
prefirieran para difundir sus obras, aunque ya existiera el Códice en oriente y occidente.
Quizá el motivo de que estos autores prefirieran el papiro era que mantener el formato de
rollo, constituía un símbolo de identidad nacional y religiosa.
Estas cuestiones harán que en el imperio romano se tenga que adaptar un nuevo formato
de libro: el códice de pergaminos. Algunas de sus ventajas son:
En menos de dos siglos, nos vamos a encontrar que los volumina (rollos de papiro) se
sustituirán por los códices, que se denominarán de diversa manera (pugillaris, liber quadratus)
términos que aparecerán entre los siglos I y III d.C.
El liber quadratus tuvo desarrollo comercial en Roma a finales del I d.C. y estaba destinado
a textos de determinada extensión. Fundamentalmente, era para obras que contuvieran
pequeños poemas (epigramas de Marcial, p.ej.). Este nuevo formato aparece en el último cuarto
del siglo I y es muy transportable.
-Al haber en la antigua Roma dos formatos: el rollo, como formato definitivo, y las tabellae,
como escritura efímera; en un momento ambos se mezclarán, confluirán, naciendo el códice.
A fines del siglo I a.C. hallamos en Marcial la evidencia de que el códice se estaba
extendiendo. En una carta a uno de sus amigos le indica donde puede adquirir uno de sus
epigramas.
Uno de los causantes del cambio del material de escritura son los valores que van a traer los
cristianos. De todos modos, ambos sistemas de escritura coexistieron sin conflicto en la escritura
cristiana. Los primeros cristianos no rechazaron el rollo como símbolo del paganismo, sino que
coexistió en su literatura con el códice.
El códice a partir del siglo III se impone en textos literarios y el códice se reserva para
documentos diplomáticos o hieráticos. Este nuevo formato (códice) va a albergar las obras de
los escritores cristianos que no tenían pretensiones literarias.
-Las personas pobres podían acceder a estos formatos más baratos y perdurables.
Fuera del mundo cristiano otros sectores se beneficiaron del reemplazo del rollo de papiro
por el códice:
El códice de papiro sobrevivió un tiempo hasta que fue fácil de conseguir. A finales del siglo
IV, se va a empezar a trasladar el contenido de los rollos de papiros en códices de piel,
cuidándose la edición de los textos.