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El Libro y La Prensa.

Según la definición de la Unesco, un libro debe poseer 49 o más páginas (25 hojas o más),
pues desde 5 hasta 48 páginas sería un folleto (desde tres hasta 24 hojas), y desde una
hasta cuatro páginas se consideran hojas sueltas (una o dos hojas).

También se llama "libro" a una obra de gran extensión publicada en varias unidades
independientes, llamados "tomos" o "volúmenes". Otras veces se llama también "libro" a
cada una de las partes de una obra, aunque físicamente se publiquen todas en un mismo
volumen (ejemplo: Libros de la Biblia).

Historia De El Libro:

La piedra fue el soporte más antiguo de escritura que ha llegado hasta nuestros
días; pero la madera sería realmente el verdadero soporte del libro. Las palabras biblos y
liber tienen, como primera definición, corteza interior de un árbol. En chino el ideograma
del libro son las imágenes en tablas de bambú. Después se encontraron unas tablillas de
arcilla utilizadas en Mesopotamia en el III milenio a. C. El stilus, un instrumento en forma
de triángulo, servía para imprimir los caracteres en la arcilla antes de ser cocida. Fue la
escritura utilizada por los asirios y por los sumerios, una escritura en forma de cuña, de ahí
su nombre: escritura cuneiforme. Las tablillas se cocían después para que quedaran
solidificadas. En Nínive fueron encontradas 22.000 tablillas del siglo VII a. C., era la
biblioteca de los reyes de Asiria que disponían de talleres de copistas y lugares idóneos
para su conservación. Esto supone que había una organización en torno al libro, un estudio
sobre su conservación, clasificación, etc.

En China, en el segundo milenio a. C., los libros se hacían con láminas de bambú unidas con
cuerdas, pero posteriormente, la seda fue también utilizada como soporte de la escritura.
Se escribía con la ayuda de pinceles. Diferentes soportes fueron utilizados a lo largo de los
años: hueso, bronce, cerámica, escamas etc. En la India, por ejemplo, se utilizaban hojas
de palma seca. Todos los materiales que permiten conservar y transmitir un texto son, por
tanto, adecuados para llegar a convertirse en un libro.

En el Antiguo Egipto, las tablillas de madera o marfil del IV milenio a. C., fueron
reemplazadas por los volumina (plural de volumen), rollos de papiro, escritos con tinta,
más ligeros y más fáciles de transportar. El más antiguo soporte de papiro que ha llegado
a nuestros días, aunque no tiene nada escrito, se descubrió en la tumba de Hemaka, de la
Primera Dinastía de Egipto, de alrededor del 3035 a. C. Los papiros fueron los principales
soportes de la escritura en las culturas mediterráneas de la antigüedad, tanto en Egipto,
como en Grecia y Roma. El papiro consistía en partes del tallo de la planta del mismo
nombre, machacadas con martillos y unidas entre sí por medio de golpes, estando las
fibras húmedas. Se hacían con más de una capa de fibras, alternando su sentido para
darles así mayor resistencia, es decir, se colocaba una horizontal y otra vertical. Esto lo
diferencia del papel, cuyas fibras son hervidas o cocinadas. Se escribía en ellos con un
cálamo (tallo de una caña cortado oblicuamente) o utilizando plumas de aves. La escritura
de los escribas egipcios se denomina «hierática» o escritura «sacerdotal» que, a diferencia
de la escritura jeroglífica, dispone de signos más simplificados, más adaptados a la
escritura manuscrita (los jeroglíficos solían grabarse en madera o muros de piedra).

Los rollos de papiro, resultado del encolado de varias hojas, se envolvían en un cilindro de
madera, enrollándolos. Algunos sobrepasan los cuarenta metros (crónica del reinado de
Ramsés III). Se desenrollaban horizontalmente; el texto está escrito por una sola cara y
dispuesto en columnas. El título se indica por medio de una etiqueta atada al cilindro. Los
rollos en papiro que se conocen provienen de tumbas en las que se depositaban, con
plegarias y textos sagrados, como el Libro de los muertos, datados de principios del II
milenio a. C.

Progresivamente el pergamino fue sustituyendo al papiro. La leyenda atribuye su invención


a Eumenes III, rey de Pérgamo, de donde procedería el nombre de pergamineum que
derivó en pergamino. Su producción empezó hacia el siglo iii a. C. Conseguido a partir de la
piel de los animales (cordero, vaca, asno, antílope, etc.) podía conservarse, por más
tiempo, en mejores condiciones; más sólido, permitía, asimismo, el borrado del texto. Era
un soporte muy caro dada la materia empleada así como el tiempo de su preparación.

La edición de un libro se desarrolló en Roma en el siglo I a. C., con la literatura latina


influenciada por el helenismo. Esta difusión concierne, especialmente, al círculo literario.
Ático fue, por ejemplo, el editor de Cicerón. Pero el comercio del libro fue extendiéndose
progresivamente por todo el Imperio romano. El libro se difundió, por tanto, gracias a la
extensión del Imperio que implicó la imposición de la lengua latina en la mayoría de los
pueblos (España, África, etc.). Las bibliotecas eran privadas o bien eran creadas por
algunos particulares. Julio César quiso crear una biblioteca en Roma. Una biblioteca era, ya
por entonces, un instrumento de prestigio político. En el año 377 existían en Roma 28
bibliotecas, así como existían muchas pequeñas bibliotecas en otras ciudades. Pese a esta
gran difusión del libro no se tiene una idea exacta de la actividad literaria de la época,
dado que millares de libros se perdieron.

Finalizando la Edad Antigua entre los siglos II y III, y ya en la Edad Media, el códice
sustituyó al volumen. El libro ya no era un rollo continuo, sino un conjunto de hojas
cosidas, con lo que el libro o códice adquirió el aspecto rectangular, útil para tomar notas o
escribir mientras se leía. El formato de los códices fue mejorando con la separación que
conocemos hoy. Desde ese momento fue posible acceder directamente a un punto preciso
del texto. El códice resultaba más manejable, podía ponerse sobre una mesa, facilitando
de esta forma que el lector pudiera tener la visión de las palabras, las mayúsculas y la
puntuación, lo que permitía una lectura silenciosa; posteriormente se añadieron las tablas
de las materias y los índices, que facilitaron el acceso directo a la información requerida.
Fue éste un formato tan eficaz que todavía se utiliza hoy, después de más de 1.500 años de
su aparición.

El papel reemplazó, progresivamente, al pergamino. Una materia más barata que permitió
una difusión más amplia del libro.

El libro en Oriente: El libro (de hueso, escamas, madera o seda) ya existía en China desde el
II milenio a. C.. Se conoce El libro de seda con temas astronómicos escrito para el 400 AC.
El papel fue inventado hacia el siglo I. El descubrimiento del empleo de la morera se
atribuye a Ts’ai Louen, pero es posible que su utilización fuera más antigua. Se reproducían
los textos con la ayuda de unos sellos grabados en relieve. En el siglo XI, un herrero, Pi
Cheng, inventó los caracteres móviles, pero esta técnica no se empleó mucho quizá
porque, a causa de la tinta empleada, los grabados no tenían muy buena calidad. Los
Uigur, pueblo del Turquestán utilizaban, también, esta técnica.

Civilización árabe: En el siglo VIII los árabes aprendieron a fabricar el papel, tal y como lo
hacían los chinos, y lo dieron a conocer en Europa. Los árabes crearon unas impresionantes
bibliotecas, dignas de su gran cultura. Son ellos, precisamente, los que transmitieron una
parte importante de las obras griegas a Europa. Sirve como ejemplo el redescubrimiento
de las obras de Aristóteles comentadas por Avicena, descubrimiento que dio lugar a
enconadas disputas entre Tomás de Aquino y Siger de Brabant.

La elaboración de las técnicas de impresión por parte de Gutenberg hacia 1440 dio paso a
la entrada del libro en la era industrial. El libro ya no era un objeto único, escrito o
reproducido de acuerdo con la demanda. La edición de un libro requiere de toda una
empresa, capital para su realización, y un mercado para su difusión. Por consiguiente, el
coste de cada ejemplar baja considerablemente lo que, a su vez, aumenta notablemente
su expansión.

El libro en forma de códice e impreso en papel, tal y como lo conocemos actualmente,


aparece, por tanto, a finales del siglo xv. A los libros impresos antes del 1 de enero de 1501
se les llama incunables.
La Prensa:

Expertos señalan 1440-50 como periodo de nacimiento de los medios de


comunicación social, es decir, la invención de la imprenta por Johann Gensfleich zum
Gutenberg habría dado comienzo a toda una larga historia que continúa hasta nuestros
días. Frente a esta teoría, cabe recordar que ciertos historiadores apuntan como uno de los
primeros diarios a aquel de la Roma Republicana, el Acta Diurna -Eventos del día- presente
en el supremo Foro Romano a instancias de Julio César en torno al 59 a.C. De igual modo y
posteriormente -año 713 d.C-, en el lejano Oriente, el gobierno imperial chino publicaría
Noticias Mezcladas. No obstante, bien es cierto que ambas dos no gozaron de gran éxito
entre el público ni tampoco en su distribución, reconociendo así el mérito del invento de
Gutenberg en lo que a la difusión masiva se refiere.

En la evolución de la prensa escrita a partir del siglo XV, cabría destacar un factor
determinante: ésta no se habría producido únicamente por la aparición en escena de la
imprenta, sino también y como apuntan diversos testimonios, gracias al incremento del
número de personas que, si bien no estaban capacitados para la correcta extracción de
aquellas ideas presentes en los textos, comenzaron a alfabetizarse, es decir, iniciaron un
aprendizaje en lo que a leer y escribir respecta.

El afán humanístico de registrar todo aquello cuanto acontecía dio origen a cuatro bloques
de documentos que bien podrían considerase el “germen” de los medios de comunicación
social. Surgieron así las crónicas, herederas de los Annali de la antigua Roma, las cuales se
trataban de un compendio de todas aquellas aventuras de los monarcas así como de los
acontecimientos ciudadanos de la época, con un claro tinte propagandístico. Por su parte,
las llamadas cartas-diario comendarían a añadir informaciones de corte político o militar a
la correspondencia mercantil. En tercer lugar se situarían los almanaques, considerados
vehículo de alfabetización de la ingente masa desfavorecida por excelencia, los cuales
incluían desde predicciones del tiempo a consejos y proverbios moralizantes.

Finalmente, los “avissi” “fogli a mano” “gazzettas” o “nouvelles à la main” se alzarían con
un mercado previo a aquel del periodismo de acontecimientos. No eran más que folios
plegados en los cuales los autores se hacían eco de todas aquellas noticias útiles
relacionadas con la circulación de mercancías e incluso, aquellas sobre hechos de interés
público. La relación que este último tipo de publicación tiene con el concepto de periódico
que conocemos hoy en día es evidente. No en vano, cabe mencionar que el término
gazzetta sigue estando vigente en la actualidad en la mayor parte de Italia.

Con el paso del siglo aparecerían nuevas publicaciones periódicas como fue el caso de los
Ocasionales y de las Relaciones. En cuanto a los primeros, los más antiguos datan de 1470,
procedentes de Bolonia, teniendo como tema el avance de los turcos por el Mediterráneo.
Otro ejemplo serían aquellos que contaron en su momento la actualidad sobre el
descubrimiento de América -1492- , los ocasionales de Cristóbal Colón. Esta publicación
gozaría del favor del público europeo hasta el s.XIX, siendo conocidos en Francia con el
nombre de canards y en la zona centroeuropea como newe zeitungen. De la misma forma
que sucedió con las crónicas, los ocasionales pasaron a emplearse como vehículo
propagandístico por parte de los grandes estados de la época. En cuanto a las Relaciones,
destaca su carácter semestral el cual permitía aglutinar los principales acontecimientos
acaecidos en el Viejo Continente durante los seis meses comprendidos entre las dos ferias
anuales de editoriales y libreros en la ciudad de Frankfurt.

La prensa en los siglos XVI y XVII

El siglo XVI estuvo colmado de célebres creaciones, ilustres individualidades y


acontecimientos. Cultivaron el sensacionalismo y lo fantástico, así como lo espectacular de
las ceremonias cortesanas1 Europa iría entrando de manera progresiva en una fase que
los estudiosos de la materia han denominado protoperiodismo, periodo que vio su
consagración en el siglo posterior.

Con la llegada del Barroco siglo XVII, se superan todas las expectativas previstas en épocas
anteriores. Desde un punto de vista económico, los diversos estados europeos se
encontraban inmersos en una profunda crisis, fruto de las continuas revueltas sociales, los
duros conflictos políticos y las guerras de religión. Sin embargo, en ningún momento esta
situación influiría de manera negativa en el mundo del protoperiodismo. A un ritmo
vertiginoso los medios de información del siglo anterior se consolidarían, generalizando de
esta manera el periodismo.

A esto contribuyeron en buena medida las Gacetas, publicaciones semanales. Dejando a


un lado la Gazette Française de Marcellin Allard y Pierre Chavalier (1604) aparecen como
zonas destacadas en la producción de gacetas los Países Bajos y el Imperio alemán. Fue en
Amberes donde surgió el modelo que posteriormente imitaría el resto de los estados
europeos, la Nieuwe Antwersche Tijdinghe, en francés y flamenco, publicado bajo el
amparo de los archiduques Alberto e Isabel. En un comienzo estas gacetas serían impresas
por medio de iniciativas privadas. Sin embargo, las monarquías verían pronto un medio de
propaganda en estas gacetas, sometiéndolas a su antojo. Dentro del ámbito nacional,
estas publicaciones gozaron de gran influencia, surgiendo las primeras en Madrid y Sevilla
en 1661.
El Siglo de las Luces

La llegada del siglo XVIII trajo consigo la Ilustración o Siglo de las Luces. Una nueva
mentalidad azotó Europa, una mentalidad la cual tenía como objetivo sacar a la población
de las tinieblas de la ignorancia en la cual vivían día tras día. Sería precisamente tierras
inglesas donde apareciera el primer diario entendido como tal, Daily Courant (1702) de
Samuel Buckeley, donde se apostó de lleno por la independencia y la objetividad
informativa a la par que se intentó concebir este mundo desde una perspectiva
empresarial. Tras este vendría The Evening Post (1706) Por su parte, el clima ideológico de
la época motivó un periodismo de opinión, más creativo, por el cual apostarían personajes
de la talla de Daniel Defoe -autor de Robinson Crusoe- fundador de The Weekly Review
(1704 -13) o Jonathan Swift -escritor de Los viajes de Gulliver- editor del Examiner.

Ante tal desarrollo surgió uno de los pilares de los estados democráticos, la opinión
pública. De nuevo fue Inglaterra la protagonista con la aprobación del Libel Act (1792)
Junto a lo anterior, la revolución industrial y la aparición del ferrocarril se erigieron
bastiones los cuales permitieron hacer de la Inglaterra de finales del siglo XVIII el emblema
del periodismo moderno, a lo que en gran medida contribuyó la aparición de The Daily
Universal Register posteriormente denominado The Times (1788) que inauguró una nueva
etapa en la comunicación en prensa.

Con la llegada del siglo XIX, un clima revolucionario sobrevolaba las cabezas de todos y
cada uno de los ciudadanos europeos. Los periódicos de ideología liberal luchaban de
forma encarnecida contra los intentos por restaurar el absolutismo tras el vendaval que
trajo al Viejo Continente el general francés Napoleón Bonaparte. De esta forma, dichas
publicaciones se erigieron como estandartes en las revoluciones tanto de 1830 como de
1848, la comúnmente conocida como Primavera de los Pueblos. El transcurso del siglo
traería consigo el triunfo del liberalismo y con ello, el reconocimiento de la libertad de
expresión y la puesta en práctica de diversas leyes de prensa. Sería precisamente en este
mismo siglo cuando surgieran las agencias de noticias y de publicidad, siendo la inglesa
Reuters la primera en fundarse (1851) Aparecerán entonces un gran número de periódicos
para todo tipo de público y bolsillo: de gran calidad y elevado precio, más baratos y
sensacionalistas así como radicales, destinados a la ingente masa proletaria de la época.

Con la llegada de los últimos compases del siglo aparecería la llamada prensa de masas, lo
que dio lugar al new journalism o nuevo periodismo tanto en EEUU como en algunos
países europeos. Se conocerá entonces una tirada no experimentada nunca antes, con un
amplio espacio dedicado a la publicidad. Será precisamente este último factor aquel que
determine el bajo coste de las publicaciones. Desde este preciso instante, la prensa se
convertirá en un arma de doble filo, capaz de manipular a toda una sociedad. En este
contexto aparecería la fórmula amarillista, fórmula que terminó por sucumbir ante la
aparición de diarios de información general según el modelo del New York Times, como
sería el caso de Le Figaro en Francia o Il Corriere della Sera en Italia.

La prensa como arma política:

Durante la I Guerra Mundial, la prensa fue utilizada por los ejércitos beligerantes de
manera que no mostrase en ningún momento la realidad que les rodeaba con el único fin
de mantener viva la esperanza de la población. Sin embargo, este falseamiento de la
información fue desenmascarado por los europeos, quienes entraron en conflicto con la
prensa escrita. Así se llega al convulso periodo de entreguerras, y al establecimiento de dos
modelos de información: de un lado se establecería aquel propio de los totalitarismos, los
cuales convirtieron a los medios en su principal arma, mientras que por otro, países de
tradición liberal, como es el caso de Inglaterra, mantuvieron vigente la libertad de
expresión. Al igual que había sucedido previamente, los combatientes en la II Guerra
Mundial pusieron a su disposición los medios de comunicación disponibles. El mejor
ejemplo se encuentra en la propaganda que tan buenos resultados cosechó para el
nazismo. No obstante, esta situación no fue exclusiva del exterior de nuestras fronteras,
sino que se habría dado con anterioridad en el conflicto fratricida acaecido en España a
finales de los años 30. Tras el periodo de las grandes guerras, el periodismo se tornó un
medio objetivo. A la prensa escrita le acompañarían en su camino otros dos medios, la
radio y la televisión. Los Estados defenderían entonces los derechos propios de la
comunicación mediante la firma de tratados y convenios internacionales de obligado
cumplimiento para todos los firmantes, como la Declaración Universal de los Derechos
Humanos.

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