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La restauración del texto original.

Lo antedicho muestra la naturaleza de las variantes textuales que encuentra el estudiante de los
manuscritos del Nuevo Testamento. A fin de reconstruir un texto que sea lo más idéntico posible al
original, el investigador debe clasificar esas variantes y escoger entre ellas. Esto implica una ardua
labor crítica hecha científicamente.

En primer lugar, debe tenerse en cuenta cada manuscrito bíblico existente. Esos manuscritos
deben ser estudiados y reproducidos mediante copias fotográficas. Estos textos quedan así al
alcance de los eruditos en general, y no únicamente como exclusividad de unos pocos doctos en la
materia que quizá vivan cerca de donde se conservan esos manuscritos. Este proceso es
especialmente necesario en el caso de los manuscritos más antiguos, pues generalmente son los
más valiosos para los estudios textuales.

Una comparación de los manuscritos más antiguos con los de fecha más reciente revela errores
que pueden reconocerse fácilmente y ser eliminados. A veces los mismos errores aparecen en una
cantidad de manuscritos que se remontan en forma particular a un texto llamado "arquetipo". Si
este arquetipo existe, entonces los eruditos pueden desechar, por carecer de importancia para el
estudio textual, todas las copias posteriores basadas en dicho arquetipo. Los investigadores
comparan después los diversos arquetipos para tratar de llegar a lo que probablemente sea el
texto original de todos los manuscritos. Esta tarea de descubrir el arquetipo más antiguo posible,
basándose en el material de todos los manuscritos disponibles, se llama recensión .

El trabajo de la crítica textual es más difícil de lo que parece según la descripción precedente. La
relación mutua de varios manuscritos no siempre se reconoce fácilmente, pues algunos de ellos
pueden no ser nítidos descendientes de un arquetipo, sino híbridos en su forma. El erudito del
Nuevo Testamento no sólo debe enfrentar estos problemas sino también comparar, con sentido
crítico, las traducciones más antiguas y las citas de pasajes del Nuevo Testamento en los escritos de
los padres de la iglesia, y valorar su evidencia comparándolas con la de los manuscritos.

Se sabe que hay más de 5,200 manuscritos del Nuevo Testamento griego. Esta gran cantidad
aumenta la obra del especialista en crítica textual; sin embargo, esto es lo que le permite conseguir
resultados más fidedignos y satisfactorios que los que hubiera obtenido si sólo tuviera a su
disposición unos pocos textos antiguos para sus 113 comparaciones, como es por ejemplo, el caso
del erudito que se ocupa de literatura antigua extra bíblica, pero que sólo dispone de unas pocas
copias antiguas. Esto sucede con la famosa Constitución ateniense de Aristóteles, y la Didajé, obra
cristiana del siglo II, pues en ambos casos sólo se conocen copias muy posteriores. Cuando esto
sucede, es imposible determinar la forma original de estos textos.

Materiales para escribir y estilos.-

Los escritores del Nuevo Testamento disponían de diversos materiales para escribir. El pueblo
generalmente escribía en fragmentos de alfarería (ostracones), en tablillas de madera recubiertas
de cera, en cuero y pergaminos, y en papiros. Cuando se trataba de documentos más extensos o
de obras literarias, como es el caso de los libros del Nuevo Testamento, el papiro era el material de
escritura más barato y más frecuentemente usado.

Papiro. Este material de escritura se originó en Egipto. Los documentos más antiguos escritos en
papiros egipcios datan de la 6.ª dinastía egipcia, del 3er. milenio a. C. Se sabe con certeza que
desde 1100 a. C. los rollos de papiro eran un artículo importante de exportación, y que los egipcios
lo intercambiaban por madera de cedro en el puerto fenicio de Gebal, y desde aquí los fenicios lo
llevaban a todas partes del mundo mediterráneo. Los griegos deformaron el nombre Gebal y lo
llamaron Biblos, y como recibían de esa ciudad el material para escribir llamaron biblos tanto a
dicho material como a los rollos hechos de él. Esta palabra se introdujo en el castellano a través del
latín y se transformó en la palabra Biblia, el Libro de los libros, o en palabras tales como
bibliografía, biblioteca, etc. Después de que Egipto abrió sus fronteras a los extranjeros en el
reinado de Psamético I (663-609 a. C.), el papiro se convirtió en el principal material de escritura
del mundo antiguo, y mantuvo esa categoría durante muchos siglos. En el período de los Tolomeos
y de los romanos había grandes fábricas y depósitos de papiros en Alejandría.

El papiro se hacía del tallo de la planta de papiro que, en la antigüedad, crecía abundantemente en
el delta del Nilo. El tallo, una vez cortado, era dividido en tiras delgadas de unos 25 cm de largo y se
hacían capas; se superponían dos de éstas -una vertical y la otra horizontalmente-, y luego eran
pegadas con una especie de goma y se hacía presión sobre ellas. Cuando estas hojas cuadradas se
secaban, las superficies eran alisadas con piedra pómez. Por lo general sólo se escribía sobre la
superficie en que las fibras corrían horizontalmente; pero por razones de economía a veces se
escribía en ambos lados. El apóstol Juan habla de un rollo escrito por ambos lados (Apoc. 5: 1).

Para escribir una carta, una solicitud o un mensaje corto, por lo general bastaba una sola hoja de
papiro. Sin embargo, las composiciones literarias necesitaban un rollo que se hacía pegando por
sus extremos una cantidad de hojas. La longitud más común de un rollo era de unos 10 m, pero
algunos eran mucho más largos. El gran Papiro Harris que está en el Museo Británico, es el más
largo que se ha encontrado; tiene una longitud de 43, 61 m.

Estos rollos o libros, llamados por los griegos biblia y por los romanos volumina, se encontraban en
las bibliotecas públicas y privadas y en las librerías de las grandes ciudades durante los períodos
helenístico y romano. Con toda probabilidad, los originales de los Evangelios y de las epístolas del
Nuevo Testamento fueron escritos en rollos de papiro lo suficientemente largos como para abarcar
todo el libro. Para los Hechos de los Apóstoles, el libro más largo del Nuevo Testamento, habría
hecho falta un rollo largo. Para una carta breve como Filemón, 2 ó 3 Juan y Judas, bastaría una sola
hoja.

Durante el siglo II d. C. aparecieron los libros encuadernados. Una cantidad de hojas anchas se
ponían una sobre otra, luego se doblaban por el medio y se las unía 114 con una costura en el
doblez, como las secciones de un libro moderno. Estos libros eran llamados códices.

La pluma para escribir en el papiro se hacía con una caña cuya punta había sido deshecha hasta
tener la forma de una brocha fina. La tinta era una mezcla de hollín, agua y una sustancia gomosa.
Se escribía en columnas de un ancho variable, que por lo general incluían de 14 a 30 letras.

Pergamino . Los manuscritos más famosos y mejor conservados del Nuevo Testamento no están
escritos en papiros sino en pergaminos, material hecho con el cuero de cabritos, ovejas, becerros y
antílopes. Esos cueros eran curtidos con cal, limpiados, raspados, alisados y extendidos sobre una
armazón. Aunque este proceso se usó durante siglos para curtir cueros, los habitantes de Pérgamo
se especializaron tanto en ese oficio durante el siglo II a. C. que ese material recibió el nombre de
esa ciudad. Por eso en español decimos "pergamino". Un manuscrito en pergamino era llamado
por los griegos difthéra , y los romanos le daban el nombre de membrana, palabra latina que usa
Pablo en 2 Tim. 4:13.

Durante la última parte del período imperial romano, los pergaminos sustituyeron a los papiros
hasta tal punto que éstos perdieron su importancia. Por eso los manuscritos bíblicos producidos en
ese tiempo, como el Códice Vaticano y el Códice Sinaítico del siglo IV, están escritos en pergaminos.
Eusebio, el historiador eclesiástico, refiere que en 331 d. C. el emperador Constantino ordenó que
se prepararan 50 copias de las Escrituras en pergaminos para las iglesias de Constantinopla, la
nueva capital del imperio ( Vida de Constantino iv. 36).

Los códices de pergamino por lo general se hacían superponiendo cuatro hojas rectangulares,
doblándolas por el medio y uniéndolas con una costura en el doblez. Estas secciones eran luego
encuadernadas como un libro moderno. Básicamente, este es el método que aún se usa para
encuadernar los libros.

La tinta para escribir sobre pergaminos no era por lo general la tinta a base de carbón u hollín que
se usaba en los papiros, pues ésta podía borrarse fácilmente, sino una tinta hecha con hierro y bilis
o hiel de animales. La pluma fina semejante a una brocha, usada para los papiros, fue reemplazada
en el período griego y romano por la pluma dividida en el centro, hecha de caña o de metal. Las
líneas horizontales, espaciadas uniformemente e impresas sobre el pergamino con un punzón
metálico, daban a la escritura una apariencia uniforme, y las verticales similares señalaban el
ancho de las líneas escritas y los márgenes. El efecto de las impresiones de la escritura eran visibles
en el reverso como líneas en alto relieve, y por esto sólo se usaba un lado para escribir.

Los que copiaban la mayor parte de los manuscritos en pergamino eran escribas profesionales. Si
se hacía un pedido especial se podían conseguir ediciones de lujo en hojas de pergamino muy fino.
En esos casos se escribía con sumo cuidado y las letras iniciales eran verdaderas obras de arte.
Algunos pergaminos eran teñidos de color púrpura y estaban escritos con tinta de plata u oro,
como pueden verse algunos ejemplares en las bibliotecas de Patmos, Leningrado, Viena, Londres y
Roma. En la Edad Media con frecuencia se añadían cuadros en miniatura a estos textos.

Los pergaminos eran costosos, y con frecuencia en tiempos de dificultades económicas se los
usaba de nuevo. El manuscrito era lavado con jabón y agua, y si lo que estaba escrito no
desaparecía con ese procedimiento, era raspado con piedra pómez y cuchillos hasta que se
eliminaba la mayor parte de la escritura anterior. Un manuscrito escrito en un pergamino usado
anteriormente recibe el nombre de codex rescriptus : "códice escrito de nuevo", o palimpsesto:
"raspado de nuevo". El texto anterior, que se borraba, era por lo general el más importante por ser
el más antiguo. 115 Esos palimpsestos son, con frecuencia, muy difíciles de descifrar, y su
restauración requiere un estudio paciente y cuidadoso auxiliado por el empleo de fotografías
infrarrojas. Los dos manuscritos bíblicos más famosos de este tipo son el Códice de Efrén, que está
en París, y un manuscrito de los Evangelios en siríaco, del monasterio de Santa Catalina, del monte
Sinaí.

Los pergaminos continuaron siendo el material más importante para escribir hasta el siglo XVI,
pues desde entonces cedieron su lugar al papel. Los chinos inventaron el papel en el siglo II a. C., y
aunque los árabes lo introdujeron en el mundo occidental en el siglo VIII d. C., su uso no se
generalizó hasta el siglo XIII.

Unciales y cursivos. Hay una notable diferencia entre la escritura de los documentos griegos
comunes antiguos -tales como cartas y facturas- y la escritura de las obras literarias. Los primeros
(cursivos) están escritos con minúsculas y muchas de sus letras están unidas; pero los segundos
(unciales) se escribían casi exclusivamente con letras mayúsculas bien formadas y separadas,
adaptadas de las mayúsculas que se usaban en las inscripciones. En contraste con los manuscritos
hebreos, en los cuales las palabras estaban separadas con una marca o con un espacio, los
manuscritos griegos no presentan esas divisiones. En los antiguos manuscritos griegos faltan signos
de puntuación, acentos y los espíritus suaves y ásperos (característicos del idioma griego). Las
letras mayúsculas de esos manuscritos son llamadas "unciales", nombre que deriva de la palabra
latina uncia , que significa "duodécima parte". Se supone que una línea común de tal escritura
contiene doce de esas letras. Un códice escrito en mayúsculas se llama uncial.

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